ESTUDIOS

La diversificacin de la espiritualidad

Teresa Forcades i Vila *

I PARTE CONSIDERACIONES GENERALES La conciencia de crisis La conciencia de crisis caracteriza el conjunto, harto heterogneo, de realidades contemporneas que llamamos espiritualidades. Hay algo que no satisface, algo que debe ser superado, cambiado, que no funciona, no vamos bien. Las espiritualidades contemporneas son espiritualidades crticas, autoconscientes de su valor redentor o, al menos, corrector de algo que va desencaminado. Difieren, como es natural, en la identificacin de ese algo a remediar, pero para todas ellas ese algo tiende a ser eminentemente intrahistrico. As, de forma consciente o inconsciente, estas espiritualidades representan una reaccin (tpicamente moderna) a la Modernidad. Podemos formular la conciencia crtica de las espiritualidades contemporneas de las dos maneras siguientes: a) alguien ha pagado (y sigue pagando) el precio de la utopa moderna (aqu se sitan todas las teologas o espiritualidades de la liberacin, incluida la feminista) b) la Modernidad se ha olvidado de la interioridad (aqu se sitan los llamados movimientos New Age y los grupos neoconservadores y restauracionistas) El posicionamiento crtico de la espiritualidad en su conjunto es algo nuevo. Siempre han existido espiritualidades-protesta, pero en ninguna cultura como en la nuestra se ha caracterizado la espiritualidad en su con-

* Monestir de St. Benet de Montserrat

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junto por la distancia que la separa al menos aparentemente del discurso legitimador del status quo. Como dira Marx, la espiritualidad organizada, la espiritualidad como fenmeno social llmese o no a s misma religin se ha caracterizado histricamente precisamente por su adhesin al rgimen, por su cercana a las estructuras de poder en las cuales segn el materialismo debemos situar su origen y su impulso primero. Aun sin compartir sus postulados materialistas, haremos bien en no perder de vista la crtica marxista a la espiritualidad y a sospechar de una espiritualidad que parece presentarse en su conjunto como espiritualidad crtica. Espiritualidad y religin Antes de entrar a analizar ms detalladamente algunas de las espiritualidades contemporneas, nos gustara tomar posicin de forma breve ante la supuesta dicotoma espiritualidad/religin. Creemos que es una dicotoma falsa, fruto de una antropologa dualista que concibe separadamentealma y cuerpo y frecuentemente los contrapone. Segn esta mentalidad dicotmica, la espiritualidad se caracterizara por la ausencia de una institucin que la regule y la religin por su identificacin con la institucin social reguladora. La espiritualidad sera as ms libre y ms acorde con la autonoma moderna, mientras que la religin pertenecera al estadio de minora de edad de la humanidad caracterizado por la necesidad de tutela externa (heteronoma). Esta distincin nos parece falsa, pero falsa nos parece tambin la simple identificacin de espiritualidad y religin. As como la relacin alma/cuerpo no nos parece concebible de forma contrapuesta ni como simple identificacin, sino solamente articulada en relacin a un tercer elemento que las antropologas tripartitas desde Platn llaman espritu, as la relacin espiritualidad/religin no puede concebirse de forma satisfactoria sin el reconocimiento de que existe, aqu tambin, un tercer elemento que nos ayuda a superar la dicotoma y a dinamizarla. El elemento-puente o, mejor, el elemento-tejado que permite que espiritualidad y religin habiten una casa comn es el ser corporativo, la solidaridad existencial, la continuidad bsica que existe entre todos los seres humanos y con el resto de la creacin. Una espiritualidad sin referencia a los otros, al resto de la humanidad, es inconcebible. As, es inconcebible una espiritualidad sin dimensin social/poltica y es inconcebible una dimensin social/poltica sin que se visibilice en algunos acuerdos concretos (instituciones). Del mismo modo, es inconcebible una religin sin libertad y sin originalidad individual, sin experiencia personal como fuente de sentido. La dimensin social es irrenunciable; la dimensin individual es irreductible. La articulacin de este tercer elemento, del ser corporativo existencial, que antecede a toda dimensin religiosa (concebida como reconocimiento operativo de la ligazn comn mediante acuerdos, ritos, normas e instituciones) y que fundamenta nuestra espiritualidad al constituirnos como seres abiertos, como seres que no se agotan en s mismos, es propia de muchas de las religiones tradicionales que representan hoy una de

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las espiritualidades en auge. Los pueblos colonizados de la Amrica del Norte, de frica y de Asia parecen re-colonizar hoy espiritualmente a la cultura moderna hacindole sentir la estrechez y la falta de consistencia de su sujeto autnomo y autodeteminado. En los Estados Unidos (y no slo all), los gerentes y dems altos cargos de las empresas ms influyentes (Xerox, Ford, Nike, Harley-Davidson...) se someten a sesiones de meditacin a manos de shamanes que han sabido conservar en las ignominiosas condiciones de las reservas indias a las que se los releg, la sabidura ancestral de las tribus sioux, apache o cheroqui1, una sabidura anterior a la racionalidad ilustrada y ajena a sus dicotomas filosofa/teologa, razn/fe, sujeto/objeto, mundo/Dios. Alguien ha pagado (y sigue pagando) el precio de la utopa moderna La Tierra, los pobres, las mujeres, los negros, los indgenas, los latinoamericanos, los africanos, los orientales, los indios, los enfermos, las otras religiones, los homosexuales, los obreros, los colonizados... Los hurfanos, los inmigrantes y las viudas del Antiguo Testamento siguen ah, convertidos en ese otro que confiere identidad dominante al hroe moderno: masculino, prspero, blanco, sano, heterosexual, preferentemente europeo y de cultura occidental. Ante cada una de estas opresiones se alza hoy una espiritualidad de resistencia ms o menos organizada, que puede tener o no ligazn explcita con alguna de las religiones tradicionales. Son las llamadas espiritualidades o teologas de la liberacin. Existen en el seno o alrededor de todas las religiones mayoritarias (entonces se suelen llamar teologas, especialmente pero no nicamente si son de tradicin cristiana) y existen tambin independientemente de ellas (se suelen llamar espiritualidades). Las espiritualidades feministas, por ejemplo, pueden asociarse a una tradicin religiosa determinada de la cual proponen una relectura antipatriarcal en clave emancipatoria y respecto a la cual se sienten ms o menos parte integrante, o bien pueden haber nacido de forma independiente como grupos de mujeres artistas, por ejemplo. Ms que depender del anlisis marxista de la lucha de clases (que es antittico a ellas en su concepcin materialista de la realidad), las espiritualidades de la liberacin entroncan con el giro epistemolgico existencialista iniciado por Heidegger y denuncian de forma muy concreta el olvido del ser advertido por este filsofo. La bsqueda intelectual de la esencia de la esencia, el concepto de perfeccin basado en la nodependencia de un existir concreto en el espacio y el tiempo, aqu y ahora (da-sein), es un empeo sin sentido, es un absurdo, es un engao per-

Para apreciar hasta qu punto reviven hoy estas culturas supuestamente eliminadas (o sus sucedneos), basta buscar en internet las palabras sioux, apache o cheroqui.

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verso que va dejando cada vez ms vctimas en el camino. Intentar hallar sentido a la vida sin tener en cuenta las circunstancias del existir real de las personas, en lugar de aproximarnos al ncleo de la realidad nos aleja de l, en lugar de adentrarnos en la realidad hace que la sobrevolemos y la menospreciemos de hecho en su integridad. Expresado en imagen benvola, acta como el nio que, maravillado ante el juguete que le ha sido dado, lo desmonta para saber cmo funciona y as acaba con l. A este nio y al hombre occidental moderno que este nio representa el destrozo puede haberle ayudado a comprender cmo funcionaba el mecanismo del juguete, pero por el camino ha perdido de vista que su inters inicial no era el mecanismo del juguete sino la capacidad que ste ha tenido de maravillarle, de interesarle, de hacerle salir de s. La pregunta verdadera, la pregunta vital y viva(cul es el secreto del juguete que le capacita para maravillarme?, qu hay en m que me capacita para maravillarme ante el juguete?), no solamente ha quedado sin respuesta tras el anlisis, sino que, simplemente, ha desaparecido del horizonte epistemolgico, del horizonte de lo que es significativo o inteligible, de lo propiamente entendido como real. Mediante el anlisis que disocia la esencia de la existencia, la realidad queda reducida a mecanismo, a las meras relaciones causales accesibles empricamente. He aqu el drama del olvido del ser filosfico propio de la Modernidad que solamente puede superarse recuperando la nocin de existencia (el hecho de ser concretamente, aqu y ahora) como indisociable y de igual dignidad que la nocin de esencia. Al drama del olvido del ser filosfico le corresponde el drama de la opresin sistemtica del otro, del diferente, del no asimilable. El mundo de las ideas (supuestamente superior a las existencias concretas) se impone y en su nombre se sacrifica el aqu y ahora de incontables otros porque eran diferentes... o porque convena caracterizarlos, estereotiparlos, como diferentes2. Al clamor del grito de liberacin de los otros histricos, se ha unido con creciente fuerza el clamor de los representantes de la Tierra en forma de espiritualidades ecologistas:
La Tierra es ms que una esfera de roca cubierta por una delgada capa de aire, ocano y vida. Sentimos que pertenecemos a ella como si verdaderamente este planeta fuera nuestro hogar ms entraable. Tiempo atrs, los griegos dieron a la Tierra el nombre de Gaia y la designaban con el diminutivo familiar Ge. En aquellos tiempos, ciencia y teologa estaban unidas y la ciencia, aunque quizs fuera menos precisa, tena alma. Con el tiempo, esta relacin clida fue desapareciendo y se sustituy por la frigidez de los acadmicos. Las llamadas ciencias de la vida, a las cules ya no importaba para nada
2 El caso tristemente paradigmtico de estereotipacin arbitraria sigue siendo para el mundo occidental el caso de los judos alemanes bajo el rgimen nazi. En menos de diez aos pasaron de ser compatriotas, vecinos, colegas y miembros de la propia familia a ser enemigos acrrimos o, peor an, unos completos extraos, irreconocibles en su humanidad diferente.

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la vida, se conviertieron en clasificadoras de espcimenes muertos y en vivisectoras. Ge fue expulsada de la teologa y se vi reducida a mero prefijo con que construir los vocablos cientficos geografa y geologa. Hoy por fin, vemos los signos de un cambio. La ciencia se torna de nuevo holstica y redescubre su alma y la teologa, impelida por fuerzas ecumnicas, empieza a darse cuenta de que Gaia no debe subdividirse segn intereses acadmicos y que Ge es ms que un prefijo 3.

La Modernidad se ha olvidado de la interioridad El culto a la racionalidad abstracta denunciado por Heidegger es responsable de la antropologa reduccionista moderna4. El ser personal se concibe en primer lugar como ser racional, como ser capaz de argumentar. La excelencia en humanidad se mide segn la capacidad de producir juicios acertados y precisos sobre la realidad. Dnde queda la capacidad de amar? El sujeto moderno ama y es amado, pero no sabe qu hacer con esta experiencia, no la considera constitutiva de su ser de la misma manera que lo es su capacidad pensante. La capacidad de amar debe subordinarse a la capacidad de pensar. El amor recto se concibe como aquel amor que se ajusta a la racionalidad y no le aporta nada nuevo sino que la obedece en todo y la reconoce como maestra. El predominio de la capacidad de amar sobre la capacidad de pensar se considera propia de los seres inferiores, de esos otros necesarios a la identidad moderna. As, las mujeres, los indgenas, los negros, los artistas, los homosexuales y todos los fracasados en la carrera hacia el progreso se conciben como vctimas del desorden interior que supone permitir que los sentimientos nos dicten la conducta, que el corazn domine sobre la cabeza. La espiritualidad del cristianismo (protestante y catlico) dominante en el occidente moderno ha tendido a limitar tambin al mximo el elemento afectivo y a desconfiar de l. El fundamento de la vida cristiana no se conceba como la experiencia de encuentro personal y amoroso con Jess resucitado posibilitado por la fe de la comunidad, sino como un asunto principalmente intelectual de asentimiento acrtico a unos postulados de fe. La adhesin a la verdad revelada no necesitaba la participacin del sentimiento amoroso y ste qued relegado a la experiencia mstica, reservada a unos pocos y siempre sospechosa de iluminismo. La interioridad no puede identificarse sin ms con la vertiente afectiva de la persona, pero es inconcebible sin sta y sin la experiencia transracional que sta nos aporta. La interioridad, concebida como dimensin integradora, no puede sino convertirse en campo de batalla permanente cuando las fuerzas a integrar (a saber, capacidad pensante y capacidad

Lovelock, James. Gaia Hypothesis (traduccin propia del original ingls obtenido en la pgina webwww.experiencefestival.com/gaia_philosophy). 4 Marcuse. The one-dimensional man. Cap. 3: [El sujeto unidimensional] est convencido de que todo lo real es racional y que el sistema establecido es, a pesar de todo, bsicamente bueno y dispensador de bienes (traduccin propia del original ingls).

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sentiente) se contraponen, cuando se busca el triunfo de la una (capacidad pensante) sobre la otra (capacidad sentiente). El cultivo de la interioridad resulta altamente frustante en estas circunstancias y se resuelve sustituyendo el silencio que nos confronta con el propio vaco por la oracin vocal o la meditacin piadosa. Contra esta subordinacin de la afectividad que convierte la propia interioridad en tierra extranjera se ha rebelado la conciencia contempornea (postmoderna?) con mayor fuerza que contra la subordinacin del otro estereotipado. Estas dos dimensiones deberan ser coexistentes para que se diera una verdadera superacin del paradigma moderno. El hecho de que se mantengan an separadas en la mayora de las espiritualidades contemporneas, nos hace sospechar, con Marx, de su capacidad transformadora, nos hace sospechar que quizs estas espiritualidades acten en realidad de legitimadoras/perpetuadoras del mismo sistema que dicen combatir. Por un lado encontramos, como hemos visto, las espiritualidades de liberacin que frecuentemente reproducen en su funcionamiento interno las exclusiones del rgimen que pretenden superar. Ejemplo conocido es la Hay espiritualidades que enfatizan la falta de una articulacin satisfactoria dimensin interior de la espiritualidad de la opresin de las mujeres o de los y que con frecuencia olvidan del todo homosexuales en los grupos pertenela dimensin tica o de justicia social cientes a las teologas o espiritualidades de la liberacin de orientacin socio-poltica. O tambin la falta de una articulacin satisfactoria de la opresin de los pobres en ciertas espiritualidades feministas o de liberacin gay-lesbiana. Por otro lado, encontramos espiritualidades ms o menos esotricas que enfatizan la dimensin interior de la espiritualidad y que con frecuencia obliteran completamente la dimensin tica o de justicia social. Estas espiritualidades que consideran como tarea espiritual fundamental el redescubrimiento de la interioridad, pueden considerarse a s mismas como ajenas e independientes de las tradiciones religiosas de la humanidad (movimiento New Age y afines), o bien pueden concebirse como movimientos de restauracin, de vuelta a los orgenes, a las races, a la autenticidad de las tradiciones religiosas ancestrales. Dentro de cada una de las mayores tradiciones religiosas existen hoy movimientos restauracionistas que encuentran su fuerza en la crtica al olvido de la interioridad propia del ser moderno. El hecho de que las espiritualidades de liberacin no tengan suficientemente en cuenta la crtica al olvido de la interioridad, las condena a reproducir el pensamiento dicotmico que se encuentra en el origen de la exclusin que intentan remediar y las contrapone de manera innecesaria a otras espiritualidades de liberacin particulares, haciendo chocar sus intereses inmediatos. El hecho de que las espiritualidades del retorno a la interioridad no tengan suficientemente en cuenta la realidad de la exclusin social, patriarcal, racial, sexual..., las condena a la irrelevancia social, a quedar limitadas a la esfera de lo privado. Cuanto ms separadas se encuentran

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la conciencia social y la conciencia interior, ms se limita la fuerza transformadora de la experiencia espiritual. Presentaremos a continuacin tres espiritualidades concretas de acuerdo con las lneas de anlisis expuestas en esta primera parte. He escogido para el anlisis tres espiritualidades de las cules tengo experiencia directa: las espiritualidades teraputicas (soy mdico y defend apenas hace un ao la tesis doctoral en salud pblica sobre el tema de las medicinas alternativas), las espiritualidades feministas (soy feminista y aplico la perspectiva de gnero en mis estudios de teologa) y las espiritualidades monsticas (soy monja benedictina). II PARTE TRES EJEMPLOS DE ESPIRITUALIDADES CONTEMPORNEAS Espiritualidades teraputicas Se basan en la integracin mente/cuerpo. Denuncian la estereotipacin de la corporalidad como tentacin anti-espritu y abogan por el redescubrimiento de la sabidura de los sentidos y los sentimientos. Valoran el cuerpo y sus sensaciones como fuente de informacin no reducible a categoras mentales y no deducible de ellas. El cuerpo tiene algo que decir, tiene algo que decirnos siempre. Por habernos negado a escuchar su mensaje nos hallamos hoy enfermos y andamos de aqu para all sin acertar a dar con el origen de nuestra inquietud. Parmonos. Escuchemos nuestro cuerpo. Qu sentimos? En su sencillez, no es esta tarea fcil para la conciencia moderna. La amenaza de la irracionalidad, de la prdida de control se cierne sobre el principiante que se dispone a adentrarse ms all de los lmites ms o menos luminosos de lo pensable. Es ste un trayecto que debe recorrerse en solitario y los gurus de la espiritualidad teraputica saben muy bien que este nfasis en la propia individualidad conecta de forma muy profunda con la crisis de identidad del sujeto contemporneo y su superego compensador. No hay dos caminos iguales. Nadie puede dictarte desde fuera tu camino. Nadie puede recorrerlo por ti. En la espiritualidad teraputica se parte del sujeto individual, de sus miedos, sus dudas y sus ambigedades para proponerle un camino de sanacin que le reconcilie consigo mismo, con los dems y con el mundo. Desde estas premisas bsicas, se ofrecen al buscador/consumidor espiritual un sinfn de ofertas. Un nmero realmente extraordinario de publicaciones, cursos, talleres y consultorios ponen al alcance de todos la espiritualidad teraputica, tambin conocida como espiritualidad New Age. El mundo occidental se ha visto prcticamente inundado por este tipo de pensamiento. Cabe preguntarse crticamente quin financia este despliegue extraordinario. Las traducciones al cataln, por ejemplo, de algunos de los ttulos New Age ms significativos aparecieron antes de que la

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demanda justificara su publicacin, acompaados de costosas campaas publicitarias financiadas por multinacionales norteamericanas. Esta consideracin crtica no invalida el carcter proftico y liberador de algunas de las intuiciones bsicas del New Age (superacin de la dicotoma alma/cuerpo; fundamentacin de la espiritualidad en la propia experiencia; necesidad de realizar ejercicios de meditacin en soledad; reivindicacin del deseo de felicidad intramundana), pero nos invita a reflexionar sobre su potencial de alienacin cuando se presentan y se viven disociadas del anlisis y el compromiso social. El auge de las espiritualidades teraputicas no puede comprenderse sin apelar al llamado proceso de medicalizacin de la sociedad. La medicalizacin se caracteriza por la incursin progresiva en mbitos sociales nomdicos de la disciplina mdica moderna y de su aproximacin a la realidad mediante el diagnstico de una patologa (entendida como algo que no debera ser, entendida como desviacin o como ataque externo) y la terapia destinada a acabar con ella. La racionalidad mdica moderna no es integradora. Patologiza por ejemplo los problemas de convivencia que otras espiritualidades ms humanas consideran oportunidades de vivir el amor que no deben ser eliminadas La crticas a la New Age no invalidan el sino soportadas con paciencia y valocarcter proftico y liberador de radas positivamente como maestras algunas de sus intuiciones bsicas: de vida. La medicalizacin parte del como superar la dicotoma alma/cuerpo presupuesto (falso) de que la vida que vale la pena vivir es la que nos permite experimentar un estado de bienestar (salud) continuo5. De ah su xito y su incursin en el mbito espiritual. En un primer momento (aos 1960-80), la medicalizacin se experimenta como substitucin de la espiritualidad. La capacidad hermenutica (capacidad de dar sentido al dolor y a la muerte) de las religiones y espiritualidades tradicionales se ve ridiculizada y es sustituida por la racionalidad instrumental del proceso diagnstico y por la aplicacin de una terapia que basa su eficacia en el grado de independencia que consigue respecto a la subjetividad del paciente (as llamado por su rol eminentemente pasivo en el proceso de sanacin). A partir de los aos ochenta emerge con inusitada fuerza una reaccin que, en nombre del espritu y del valor de la subjetividad, est intentando desterrar al racionalismo del mbito mdico. El auge de las llamadas medicinas alternativas es una de las consecuencias de este fenmeno reactivo6. La emergencia de las medicinas alternativas es indisociable de la emergencia de las espiritualidades teraputicas (New Age).
5 Segn definicin actual de la Organizacin Mundial de la Salud (OMS), la salud es un estado de completo bienestar fsico, mental y social y no meramente la ausencia de enfermedad o dolencia (1948). 6 Ms del 25% de los estudiantes de medicina de Catalunya han sido pacientes de alguna medicina alternativa y ms del 75% considera que debera existir un departamento de medicinas alternativas en su facultad (Forcades i Vila, T., Estudi observacional de limpacte de les anomenades medicines alternatives entre els estudiants de medicina de Catalunya. Tesi doctoral. Universitat de Barcelona, 2004).

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En su crtica exaltada de la racionalidad reduccionista que reduce el cuerpo a mero objeto, las espiritualidades teraputicas reproducen sin darse cuenta la caracterstica principal de la antropologa moderna. Ms all del dualismo (que las espiritualidades teraputicas pretenden superar), la antropologa moderna se yergue desafiante contra la aceptacin del dolor y las contradicciones predicada por la religiosidad tradicional, y proclama una visin de la humanidad positiva y dinmica y, sobretodo, autosuficiente:
Ante las experiencias negativas (...) la nueva religiosidad adopta una actitud positiva y dinmica. `Tengo la solucin, nos anuncia. En lugar del misterio que hace salir de s a la humanidad para dejarla abierta a una realidad que no puede dominar, la nueva religiosidad le promete la experiencia de la plenitud aqu y ahora. Tiene que existir la posibilidad `individual de vivir sano y feliz en la tierra...; si no, qu sentido tiene la vida? 7.

Me parece importante insistir en que:

[La] religiosidad hipersubjetiva es una reaccin a la reduccin cientifista que convierte a la humanidad en poco ms que un objeto. Estos dos aparentes contrarios [racionalidad cientfica moderna y espiritualidad teraputica] se estabilizan entre si, se compensan, coexisten y sobreviven el uno a expensas del otro. (...) [La espiritualidad teraputica] utiliza el lenguaje y el mundo simblico de la medicina cientfica y los aplica al mbito espiritual para `explicar el mal, el dolor, la enfermedad y la muerte 8.

En el caso de las espiritualidades teraputicas, la falta de articulacin de las espiritualidades de la interioridad con las espiritualidades de la liberacin que denuncibamos en la primera parte de este artculo, tiene como consecuencia la estigmatizacin de la persona enferma como persona poco espiritual. Si el dolor es superable, quien lo sufre debe considerarse un inmaduro espiritual. Se mezcla este presupuesto con algunas premisas popularizadas por el budismo occidental acerca de la insustancialidad del dolor. As, no es extrao que las personas que sufren enfermedades graves y en algunos casos an incurables como ciertos tipos de cncer, sean informadas por sus terapeutas de medicinas alternativas o por sus guas espirituales New Age de que ellas mismas se han provocado la enfermedad con su cerrazn afectiva y que ellas mismas podran curarla si decidieran abrirse a la vida y a sus dones gratuitos y maravillosos. Espiritualidades feministas Las espiritualidades feministas tal como existen hoy en el mundo occidental pueden clasificarse en dos grandes grupos: las espiritualidades feministas de la igualdad y las espiritualidades feministas de la diferencia.
7 Forcades Vila, T., La salut com a religi. La religi com a terpia, en Qestions de Vida Cristiana, 215. PAM, 2004. pg. 35 (traduccin propia del original cataln). 8 Forcades (ibid): pg. 36.

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Las espiritualidades feministas de la igualdad corresponden al modelo de las espiritualidades de la liberacin descrito en la primera parte de este artculo. Denuncian la estereotipacin del otro-mujer como diferente en funcin de los intereses del sujeto moderno-hombre y proclaman la ausencia de una naturaleza femenina a la cual contraponer la norma masculina9. Para demostrar que no existe tal naturaleza y que lo considerado masculino es en realidad patrimonio de toda la humanidad, las espiritualidades feministas de la igualdad promueven acciones y compromisos anti-estereotipo y luchan por cambiar las leyes restrictivas para que sea cada individuo, independientemente de su sexo, quien determine su identidad y su perfil personal sin coacciones externas ni moldes de ninguna clase. En su nfasis en la individualidad, el feminismo de la igualdad, como todas las espiritualidades de la liberacin, es un fenmeno plenamente moderno. Las espiritualidades feministas de la diferencia, por su parte, sin dejar de definirse en funcin de la emancipacin de las mujeres, tienden a ser ms cercanas a las espiritualidades que hemos descrito como espiritualidades del retorno a la interioridad. En lugar de proclamar la bondad del ideal moderno y de trabajar para que ste sea accesible a todos (y muy particularmente a las mujeres), las espiritualidades feministas de la diferencia cuestionan la hegemona del ideal moderno y la bondad del sujeto y de la cosmovisin que ste ha generado. En concreto, el feminismo de la diferencia cuestiona la definicin de persona basada en la autonoma. Para las mujeres, las relaciones parecen tener ms importancia que la autonoma, parecen ser ms fundantes de su ser y ms satisfactorias en su ejercicio. Para las feministas de la diferencia, la liberacin pasa por reconocer los rasgos diferenciales de la feminidad y por articular una relacin con la masculinidad que no sea de subordinacin ni de dependencia. El feminismo de la igualdad ha tendido a cuestionar las dicotomas modernas que afectan a la organizacin de la sociedad. As, se ha cuestionado, por ejemplo, la divisoria entre el espacio pblico y el espacio privado que legitima la utilizacin de una lgica y una tica distinta en cada mbito. De acuerdo con la lgica de la Modernidad, la tica de la justicia correspondera al mbito pblico donde reina la igualdad de derechos y obligaciones pero no al mbito privado. El mbito privado no se organiza segn la tica de la justicia sino segn la tica del cuidado10, que presupone que debido a los lazos de afecto que las unen a sus familias, las mujeres pueden sacrificarse por ellas sin necesidad de reciprocidad o de reconocimiento explcito. El feminismo de la diferencia ha tendido a cuestionar las dicotomas modernas que afectan a la comprensin del ser personal, de ah su relacin con las espiritualidades de la interioridad. Ha expuesto, entre otras, la falsedad de las dicotomas espritu/cuerpo, objetividad/subjetividad, liber-

9 La obra pionera en este sentido sigue siendo The second sex de Simone de Beauvoir. 10 La primera en formular la existencia de una tica de las mujeres fue Carol Gilligan en su obra In a different voice.

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tad/amor y se esfuerza por formular categoras nuevas e integradoras para describir la realidad de acuerdo con la experiencia de las mujeres. Para un nmero creciente de mujeres, dentro y fuera de las religiones institucionalizadas, las espiritualidades que no toman en consideracin la experiencia de ser mujer en un mundo dominado por los varones han dejado de ser significativas. A partir de la revalorizacin de la experiencia personal y del enraizamiento de la espiritualidad en el aqu y ahora del sujeto, emergen las preguntas que constituyen el fundamento de la conciencia religiosa/espiritual feminista: por qu la mayora de las religiones no permiten un acceso igualitario de las mujeres a la toma de decisiones o a los cargos investidos con poder sagrado o con representatividad?; por qu la experiencia de las mujeres no es tenida en cuenta igual que la de los varones en las formulaciones de la fe comn?; por qu an existen tabs religiosos acerca de la menstruacin?; por qu las religiones mayoritarias en occidente se dirigen a Dios en masculino?; por qu debo expresar mi experiencia de Dios con categoras que no me son propias, por miedo al rechazo o a la incomprensin por parte de los varones a los que se reconoce autoridad religiosa? Espiritualidades monsticas Las espiritualidades teraputicas y las espiritualidades feministas, aunque pueden darse en el seno de las tradiciones religiosas ancestrales, han nacido fuera de ellas o en contraposicin a ellas y no se ven a s mismas como representantes de ninguna religiosidad institucional establecida. Las espiritualidades monsticas, por el contrario, han nacido en el seno de las religiones establecidas y, debido a su carcter comunitario, no son concebibles sin algn tipo de soporte institucional. En el monaquismo el soporte institucional se suele concebir como obediencia a unos estatutos comunitarios y al discernimiento de la persona que se elige como responsable (es lo que la tradicin benedictina designa como buscar a Dios bajo una regla y un abad o abadesa). En el benedictinismo, que es la tradicin a la cual pertenezco, podemos observar hoy dos tendencias contrapuestas. Algunos monasterios estn sabiendo acoger (no sin dificultades) las inquietudes propias de nuestro tiempo y la multiplicidad de expresiones espirituales a que estas inquietudes dan lugar y que les llegan a travs de las/los jvenes que piden entrada en sus comunidades. Estos monasterios tienden a flexibilizar sus estructuras, a reconocer las necesidades y los carismas individuales y a potenciar una cierta diversidad entre las hermanas/os. El entorno comunitario monstico puede ser un lugar ideal de discernimiento e incluso de experimentacin espiritual, ya que conviven en l en pie de igualdad hasta cuatro generaciones de mujeres u hombres que fcilmente cuentan entre sus miembros a personas de profunda y probada experiencia de Dios. En relacin a las espiritualidades teraputicas, las tradiciones monsticas ofrecen inspiracin y experiencia en el arte de conocerse a s misma/o y de perseverar en la oracin silenciosa que descubre el propio vaco y la propia plenitud. As, muchos de estos grupos de espiritualidad

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New Age acuden a los monasterios y encuentran en sus claustros y jardines la atmsfera adecuada a su bsqueda de paz y de sanacin interior sin que nadie les cuestione su falta de compromiso social. Tambin los monasterios aprenden de estos grupos y de sus lderes espirituales. En ms de una biblioteca monstica proliferan los ttulos New Age y en ms de un refectorio monstico se leen libros de autoayuda y sanacin interior. Los libros del monje benedictino Anselm Grn reflejan esta apropiacin monstica de las intuiciones New Age y se han convertido en un xito editorial sin precedentes (cuenta con ms de 60 libros traducidos al castellano). En relacin a las espiritualidades feministas, los monasterios masculinos han permanecido hasta ahora ms bien recelosos. Los femeninos, con algunas excepciones, tambin. Entre las excepciones se encuentran las benedictinas norteamericanas, con Joan Chittister a la cabeza. Tambin aqu, la simbiosis entre espiritualidad monstica y espiritualidad contempornea se ha mostrado fecunda, como demuestra el tambin espectacular xito editorial de los libros de Joan Chittister. Hasta aqu los monasterios que estn sabiendo acoger (no sin dificultades) las inquietudes propias de nuestro tiempo. Existen tambin monasterios y probablemente debamos admitir que en Europa son mayora que en lugar de flexibilizar estructuras y dar cabida a la pluralidad, cierran filas y se unen a los movimientos restauracionistas y neoconservadores con los que comparten una visin apocalptica de la sociedad actual, de su permisividad y de su relativismo moral y epistemolgico, de su desprecio por la vida (eutanasia y aborto), de su incapacidad para el compromiso (tasa de divorcios), de su individualismo destructor de la familia (feminismo), de su falta de respeto por la autoridad y por la tradicin... En relacin a las espiritualidades teraputicas estos monasterios pueden establecer algunos contactos, particularmente en su valoracin de la interioridad, pero chocan con el nfasis en la sabidura del cuerpo y los sentimientos, en la libertad individual, en la ausencia de dogmas y de institucin. En relacin a las espiritualidades feministas, los sentimientos son de profundo antagonismo, especialmente si se trata de comunidades femeninas. Concluiremos este recorrido por las espiritualidades contemporneas con unas palabras de Luis Antonio Tagle, obispo de la dicesis de Imus, en Filipinas. Con motivo del encuentro de benedictinas y benedictinos de Asia Oriental y Oceana de 2003, el obispo Tagle pronunci una conferencia titulada La generacin-E y el futuro del monaquismo en la cual proclam lo siguiente:
La generacin-E [y nosotros aadimos: la generacin-E y sus nuevas espiritualidades] es [son] un misterio. Ellas y ellos son los profetas que Dios enva a nuestro tiempo. Son los perdidos, los cansados y los exhaustos que el Senyor nos est dando... Tienen sueos y visiones que expresan las profundas necesidades humanas que el mundo tecnolgico no puede satisfacer... A veces los consideramos como problemas. No son problemas. Son misterio y, como tal, no es una solucin lo que merecen. Sean pacientes y dejen que se desplieguen. Djense sorprender por lo que Dios nos revelar a travs suyo. Contmplenlos y escuchen lo que no dicen..., escuchen la meloda que no entonan... Son profetas y los profetas pueden purificar la sociedad.

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