Jorge Teillier Muertesymaravillas

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Jorge teillier MUERTES Y MARAVILLAS

Editorial Universitaria Santiago de Chile, 1971

RELATOS I El vuelo de las aves es un canto recin aprendido por la tierra. El da entra en la casa como un perro mojado de roco. Mira: se encienden las hogueras de los gallos. Los cazadores preparan sus morrales. Los caballos los esperan rompiendo con sus cascos el cielo que apenas pesa sobre lagunas de escarcha. T eres un sueo que no recordamospero que nos hace despertar alegres. Una ventana abierta hacia el trigo maduro.Busquemos grosellas junto al cerco cuyos hombros abruman los cerezos silvestres. II Un viento de otra estacin se lleva la maana. Huyes hacia tu casa cuando el viento dobla los pinos de las orillas del ro. Ya no quedan grosellas. Por qu no vuelven los cazadores que vimos partir esta maana? T quieres que nunca haya sucedido nada y en la buhardilla abres un bal para vestirte como novia de otro siglo. III El abandono silba llamando a sus amigos. La noche y el sueo amarran sus caballos frente a las ventanas. El dueo de casa baja a la bodega a buscar sidra guardada desde el ao pasado. Se detiene el reloj de pndulo. Clavos oxidados caen de las tablas. El dueo de casa demora demasiado quizs se ha quedado dormido entre los toneles-. Una maana busqu grosellas al fondo del patio. En la tarde este mismo viento luchaba con los pinos a orillas del ro.

Se detienen los relojes. Oigo pasos de cazadores que quizs han muerto. De pronto no somos sino un puado de sombras que el viento intenta dispersar. CUANDO TODOS SE VAYAN A Eduardo Molina Ventura .......... Cuando todos se vayan a otros planetas yo quedar en la ciudad abandonada bebiendo un ltimo vaso de cerveza, y luego volver al pueblo donde siempre regreso como el borracho a la taberna y el nio a cabalgar en el balancn roto. Y en el pueblo no tendr nada que hacer, sino echarme lucirnagas a los bolsillos o caminar a orillas de rieles oxidados o sentarme en el rodo mostrador de un almacn para hablar con antiguos compaeros de escuela. Como una araa que recorre los mismos hilos de su red caminar sin prisa por las calles invadidas de malezas mirando los palomares que se vienen abajo, hasta llegar a mi casa donde me encerrar a escuchar discos de un cantante de 1930 sin cuidarme jams de mirar los caminos infinitos trazados por los cohetes en el espacio.

IMAGEN Te reconoces en ese nio que esta maana de escarcha sale a comprar pan y saluda al lechero cuyo silbato despierta las calles. T eres ese nio y eres el nio que a campo traviesa va hacia la casa de los vecinos con un ganso bajo el brazo bajo la luna espiada por cohetes en la que no se vern ya nunca ms la Virgen, San Jos y el Nio.

EL POETA DE ESTE MUNDO A Ren-Guy Cadou (1920-1951) ..........

Poeta de nombre claro como un guijarro en medio de la corriente reunas palabras que eran pedernales de donde nace un fuego que no es olvidado. Ren -Guy Cadou, amigo del tonelero, el cartero, el aduanero y el contrabandista, vivas en una aldea de seiscientos habitantes. All eras profesor rural, el peso del olor del jardn vecino sofocaba la sala de clases como a la sala de clases donde tu padre haba sido maestro. Te gustaba hablar con la gente de cara parecida a ollas de greda, caminar descalzo, ver jugar a las cartas en la taberna. En la noche a la luz de un fuego de espino abras un libro mientras Helena cosa ("Helena como una gota de roco en tu vaso") Tenas un poeta preferido para cada estacin: en otoo era Verlaine, la primavera te traa todas las rosas de Ronsard, el invierno llegaba con el chirriar del carruaje del Grand Meaulnes y la estacin violenta el ruido de espadas entrechocndose en una posada de Alejandro Dumas. T nunca estabas solo, te iluminaba el recuerdo de tu padre volviendo de caza en el invierno. Y mientras tus amigos iban al Caf, a la Brasserie Lipp o al Deux Magots, t subas a tu cuarto y te enfrentabas al Rostro radiante. En la proa de tu barco te asomabas a ver los caminos de tu pas de hadas y pantanos, caminos trazados como las lneas de un cuaderno de copia. Tus palabras llegaban como pjaros que saben que siempre hay una ventana abierta al fin del mundo. Y los poemas se encendan como girasoles nacidos de tu corazn profundo y secreto, rescatados de la nostalgia, la nica realidad. T sabas que la poesa debe ser usual como el cielo que nos desborda, que no significa nada si no permite a los hombres acercarse y conocerse. La poesa debe ser una moneda cotidiana y debe estar sobre todas las mesas como el canto de la jarra de vino que ilumina los caminos del domingo. Sabas que las ciudades son accidentes que no prevalecern frente a los rboles, que la poesa no se pregona en las plazas ni se va a vender a los mercados a la moda, que no se escribe con saliva, con bencina, con muecas, ni el pobre humor de los que quieren llamar la atencin con bromas de payasos pretenciosos y que de nada sirven los grandes discursos tartamudos de los que no tienen nada que decir. La poesa es un respirar en paz para que los dems respiren, un poema es un pan fresco, un cesto de mimbre. Un poema debe ser ledo por amigos desconocidos en trenes que siempre se atrasan, o bajo los castaos de las plazas aldeanas.

Pocos saben aqu lo que es un poema, pocos han puesto su cara al viento en medio de un trigal; pocos saben lo que es un poeta y cmo debe morir un poeta. T moriste en un cuarto en donde se congregaba toda la primavera mirando un cesto con manzanas. "He visto morir a un prncipe" dijo uno de tus amigos. Y este Primero de Noviembre cuando me rodean los muertos que siempre estn conmigo pienso en tu serena y ruda fe que se puede comprender como a una pequea iglesia azul de pueblo donde hay un prroco que no pide sino compartir su pan. T hablabas con tu Dios como al pobre hijo de un carpintero, pues sabas que tambin se crucifica todos los das a un poeta (Jess tena treinta y tres aos, Jean Arthur tambin era Cristo crucificado a los treinta y siete). Pero a ti no te importaba que te escupieran la cara o te olvidaran porque como t lo decas, nadie puede impedir a un pjaro que cante en la ms alta cima, y el poeta derribado es slo el rbol rojo que seala el comienzo del bosque.

RETRATO DE MI PADRE, MILITANTE COMUNISTA En las tardes de invierno cuando un sol equivocado busca a tientas los aromos de primaveras perdidas, va mi padre en su Dodge 30 por los caminos ripiados de la Frontera hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas. O llega a travs de barriales a las reducciones de sus amigos mapuches cuyas tierras se achican da a da, para hablarles del tiempo en que la tierra se multiplicar como los panes y los peces y ser de verdad para todos. Desde hace treinta aos grita "Viva la Reforma Agraria" o canta "La Internacional" con su voz desafinada en planicies barridas por el puelche, en sindicatos o locales clandestinos, rodeado de campesinos y obreros, maestros primarios y estudiantes, apenas un puado de semillas para que crezcan los rboles de mundos nuevos. Honrado como una manta de Castilla lo recuerdo defendiendo al Partido y a la Revolucin sin esperar ninguna recompensa as como Eddie Polo su hroe de infancia luchaba por Perla White.

Porque su esperanza ha sido hermosa como ciruelos florecidos para siempre a orillas de un camino, pido que llegue a vivir en el tiempo que siempre ha esperado, cuando las calles cambien de nombre y se llamen Luis Emilio Recabarren o Elias Lafferte (a quien conoci una lluviosa maana de 1931 en Temuco, cuando al Partido slo entraban los hroes). Que pueda cuidar siempre los patos y las gallinas, y vea crecer los manzanos que ha destinado a sus nietos. Que siga por muchos aos cantando la Marsellesa el 14 de julio en homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos. Que sus das lleguen a ser tranquilos como una laguna cuando no hay viento. y se pueda reunir siempre con sus amigos de cuyas bromas se re ms que nadie. a jugar tejo, y comer asado al palo en el silencio interminable de los campos. En las tardes de invierno cuando un sol convaleciente se asoma entre el humo de la ciudad veo a mi padre que va por los caminos ripiados de la Frontera a hablar de la Revolucin y el paraso sobre la tierra en pueblos que parecen guijarros o perdices echadas. (1961)

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