Resumen Libro Bienes Peñailillo

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Resumen-Los_Bienes-Penailillo_Daniel.

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LOS BIENES

Para entender el concepto de bienes se debe partir del concepto de cosa;


entre ambas hay una relación de genero a especie (cosa es genero y bien es
especie).

Cosa es todo aquello que existe sin ser persona y además que pueda
percibirse por los sentidos, o bien, concebirse mediante la imaginación.
Doctrinariamente, se entiende por cosa a todo aquello que teniendo
existencia corporal o incorporal, tiene utilidad para el hombre. Así, hay
una clasificación de cosas que las divide en corporales e incorporales.
Entre éstas últimas están los derechos. Si hablamos de un derecho, real o
personal, hablaremos de una cosa incorporal. Dentro de estas cosas hay
algunas que tienen la calidad de bienes.

Criterio para determinar si una cosa reviste el carácter de bien.

Podría pensarse que el criterio es la utilidad de la cosa, pero la sola


utilidad no es suficiente para caracterizar los bienes, porque lo que en sí
le da la característica a un bien es el ser susceptible de apropiación por
el hombre. Por eso, cuando las cosas son aptas para satisfacer necesidades,
son útiles al hombre y son susceptibles de apropiación, reciben el nombre
de bienes.

No todas las cosas son bienes, tampoco lo son las cosas útiles al hombre,
sino que son bienes aquellas cosas susceptibles apropiación. Por ello, las
cosas comunes a todos los hombres (aire, alta mar), si bien son útiles al
hombre, no son bienes, pues no son susceptibles de apropiación (art.585
CC).

Los bienes son importantes porque ellos constituyen el objeto de los


derechos reales (art.577). La posesión también se ejerce sobre bienes;
también los bienes constituyen el objeto de las obligaciones, debiendo
tener presente que en virtud del concepto de cosa, los derechos reales y
personales son también bienes (en virtud de la cosificación de los
derechos). El art.565 CC dice que son cosas incorporales los derechos y,
como estos son susceptibles de apropiación privada, son bienes.

Clasificación de los Bienes.

1.- Corporales e incorporales.

2.- Muebles e inmuebles.

3.- Medios de producción y bienes de consumo.

4.- Consumibles y no consumibles.

5.- Fungibles y no fungibles.

6.- Principales y accesorios.

7.- Divisibles e indivisibles.

8.- Singulares y universales.

9.- Presentes y futuros.

10.- Comerciables e incomerciables.

11.- Apropiables e inapropiables.

12.- Nacionales y privados.

I.- Bienes Corporales y Bienes Incorporales Art. 565 CC

Los bienes consisten en cosas corporales o incorporales. Corporales son las


que tienen un ser real y pueden ser percibidas por los sentidos, como una
casa, un libro. Incorporales las que consisten en meros derechos, como los
créditos, y las servidumbres activas.

Esta clasificación está en relación con las cosas. Tiene importancia porque
dentro de los modos de adquirir que la ley señalan hay dos que sólo son
aplicables a los bienes corporales: la ocupación y la accesión.

Esta clasificación del art.565 es objeto de criticas doctrinarias porque el


legislador ha considerado conjuntamente dos cosas que son esencialmente
distintas, como lo son las cosas y los derechos. Realmente no hay similitud
entre ellos para asociarlos como el Código lo hace. Otros señalan que la
denominación de bienes incorporales no debería limitarse a los derechos,
sino que debe aplicarse a ciertos bienes que carecen de materialidad (obras
literarias, creaciones científicas, etc.).

El estudio de la situación jurídica de las obras literarias y creaciones


científicas es objeto de una rama distinta; pero, actualmente, estos bienes
inmateriales tienen cada día mayor importancia.

Los arts.565 y 576 CC consagran una figura que se conoce como la


cosificación de los derechos. Hay autores que rechazan esta concepción de
la cosificación de los derechos porque, por un lado, asocia a los derechos
con las cosas materiales y, por otro lado, la concepción de cosificación de
los derechos trata que abstracciones jurídicas como los derechos participen
de las propiedades y características de las cosas materiales, lo que
presenta diversas dificultades por la diversa naturaleza que tiene un
objeto inmaterial en relación con uno material.

Aplicar a ambas los mismos principios y las mismas reglas crea unas serie
de problemas generados por su distinta naturaleza material.

Esta clasificación de los derechos no es una creación nueva, sino que viene
del derecho romano, sistema jurídico en el cual se concebía que se podía
tener derecho sobre los derechos; pero, se tiene entendido que en Roma se
excluya de los bienes incorporales al derecho de dominio. Esa exclusión se
debe a que en el derecho romano el derecho se confundía con la cosa u
objeto sobre el cual se ejercía, lo que lleva a identificar al objeto con
el derecho en si mismo, confusión de la cual deriva el considerar a la
propiedad como una cosa corporal (así, no se habla de mi derecho de
propiedad sobre esta casa, sino que de mi casa). Pero, en cuanto a los
otros derechos reales, los romanos si convenían en una separación entre el
derecho y la cosa corporal sobre la que recaía (por ejemplo, se habla de
derecho de usufructo sobre la cosa).

En nuestro sistema jurídico, se mantiene la idea de considerar que los


derechos son cosas, pero con una característica especial, cual es que no se
excluye expresamente al derecho de dominio. Así, el art.576 indica que las
cosas incorporales son derechos reales o personales y el art.582 dice que
el dominio es un derecho real..., con lo cual podría entenderse que la
cosificación de los derechos también se extiende al dominio. Sin embargo, a
la luz del art.583 CC, bien puede entenderse que el dominio está excluido
de esta concepción, porque este articulo, al permitir que sobre las cosas
incorporales hay también una especie de propiedad, de no excluirse el
dominio se produciría la incongruencia de concebir un derecho de dominio
sobre el derecho de dominio.

Derechos Reales Art. 577

Derecho real es el que tenemos sobre una cosa sin respecto a determinada
persona.

El derecho real se concibe como una relación entre una persona y una cosa,
relación de carácter absoluto e inmediato.

Algunos dicen que el derecho real es el poder que una persona tiene sobre
una cosa; cuando este poder o señorío otorga la suma de facultades posibles
a su titular, o sea, cuando el poder es completo o total, se está en
presencia del derecho real de mayor importancia: el derecho de dominio.

Este derecho confiere a su titular un poder completo y total sobre la cosa;


así, el art.582 dice que confiere el dominio la facultad de uso, goce y
disposición.

Por tanto, su titular tiene todas las facultades. Pero, hay derechos reales
que no son completos ni absolutos, sino que son parciales e incompletos,
porque no confieren la suma de facultades, sino que sólo algunas de ellas:
aquí están todos los derechos reales con exclusión del derecho de dominio.

En el derecho real la cosa ha de ser siempre determinada y el titular es


generalmente una persona, pero pueden ser también varios titulares del
mismo derecho (copropiedad).

Considerando la facultad que confieren los distintos derechos reales, ellos


se pueden clasificar en: derechos reales de goce y derechos reales de
garantía.

Los derechos reales de goce permiten a su titular usar la cosa directamente


en su beneficio. El primero de ellos y el más completo es el derecho de
dominio. Junto a él están otros derechos reales de goce con facultades
limitadas como el usufructo, el uso y la servidumbre.

Los derechos reales de garantía permiten el uso de la cosa indirectamente


en consideración al valor de cambio de la cosa y su finalidad es asegurar
el cumplimiento de una obligación principal, propia o ajena, en forma tal
que, en caso de no darse cumplimiento a esta obligación, la cosa
constituida en garantía, con el auxilio de la justicia, pueda enajenarse
para obtener con el producto el cumplimiento de las prestaciones
incumplidas. Estos derechos reales de garantía son la prenda y la hipoteca.

Considerando el particular contenido del dominio, puede hacerse una


separación entre éste, que confiere un poder total y absoluto, y los otros
derechos reales, ya que estos confieren derechos sobre una cosa ajena,
denominándose por ello "derechos reales en cosa ajena".

En los arts.577 y 578 CC el legislador define los derechos reales y


personales respectivamente.

Derecho real es el que tenemos sobre una cosa sin respecto a determinada
persona.

Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de


ciertas personas que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley,
han contraído las obligaciones correlativas.
En estas dos clases de derechos se presentan numerosas diferencias debido a
la naturaleza misma que ellos presentan; entre estas diferencias hay una
que dice relación con la cantidad o número de estos derechos, porque los
derechos reales, por la circunstancia de que recaen sobre bienes en forma
directa y por el carácter absoluto de ellos mismos, se encuentran
establecidos por la ley.

En cuanto a los derechos personales no se da esta característica de estar


establecidos por la ley y el número de ellos no puede determinarse, porque
principalmente van a depender en su origen de la voluntad de las partes.
Así, el mismo CC en el art.577 hace una enumeración de los derechos reales:
Son derechos reales el de dominio, el de herencia, los de usufructo, uso o
habitación, los de servidumbres activas, el de prenda y el de hipoteca.

Estos derechos reales enumerados en el art.577 no son los únicos que se


contemplan por el legislador, es así como en el propio CC el legislador nos
señalan otro derecho real en el art.579: el derecho de censo, que tiene una
doble característica, por un lado es un derecho personal y, por otro lado,
es un derecho real cuando se persigue el inmueble (finca) gravado con el
censo. El art.2022 CC define el censo: Se constituye un censo cuando una
persona contrae la obligación de pagar a otra un crédito anual,
reconociendo el capital correspondiente, y gravando una finca suya con la
responsabilidad del crédito y del capital.

Pero, además hay otros derechos reales llamados derechos reales


administrativos, contemplados en leyes de carácter especial. Así, en el
Código de Minería vigente (art.54) se dice que el pedimento y la
manifestación inscritas constituyen derechos reales inmuebles y se le
aplican en cuanto a su transferencia y transmisión las mismas reglas que a
los demás bienes raíces. El pedimento es la concesión de exploración
(autorización para buscar minerales en terreno ajeno), y la manifestación
es la concesión de explotación, o sea, la concesión para poder extraer la
sustancia minera.

Por otro lado, el Código de Aguas en su art.6 dice que el derecho de


aprovechamiento es un derecho real que recae sobre las aguas y consiste en
el uso y goce de las aguas conforme a las reglas del mismo Código.
El problema que se suscita en esta materia es si los particulares podrían
entrar a crear otros derechos reales que los establecidos por la ley o si
sólo es la ley la que dice cuales son estos derechos: en nuestro país, las
normas referentes a la constitución y organización de la propiedad tienen
el carácter de normas de orden público y entre estas normas se encuentran
las relativas a los derechos reales, razón por la cual se estima que los
particulares no pueden crear derechos reales.

Pero, esto no significa que los particulares están totalmente ajenos a


ellos, porque, si bien el derecho real es creado por la ley, generalmente
es la voluntad de los particulares la que las origina.

Así, el derecho de hipoteca es un derecho establecido por la ley, pero,


para que se dé una hipoteca es necesario que una persona constituya este
derecho en favor de otra; para que exista usufructo es necesario que el
propietario se lo confiera a otra persona. Es decir, en cuanto al origen de
un derecho real en particular, interviene la voluntad de los particulares.

Derecho Personal. (art.578)

Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de


ciertas personas que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley,
han contraído las obligaciones correlativas.

El derecho personal es un vínculo obligatorio entre personas, vínculo que


se refiere a una prestación determinada, prestación frente a la cual una
parte resulta obligada a dar, hacer o no hacer algo.

En el derecho personal hay un vinculo entre una parte que es el acreedor


(que es quien puede exigir la prestación) y otra que es el deudor (que es
el obligado al cumplimiento de esa obligación). Estos derechos personales
pueden surgir de un hecho del deudor, de un acuerdo de voluntades, de la
ley, etc. Su creación no está entregada al legislador, sino que ello
depende de la voluntad de las personas en la generalidad de los casos

De los derechos reales nacen las acciones reales (art.577 parte final) y de
los derechos personales nacen las acciones personales (art.578 parte
final).

Tanto los derechos reales como los personales tienen una importancia
relevante en el derecho. Por otro lado, el legislador le aplica a estos
derechos algunas normas propias de las cosas corporales, como por ejemplo:
la clasificación en muebles e inmuebles (art.580) y nos dice el CC que: Los
derechos y las acciones se reputan bienes muebles o inmuebles, según lo sea
la cosa en que han de ejercerse o que se debe. Así el derecho de usufructo
sobre un inmueble es inmueble. Así, la acción del comprador para que se le
entregue la finca comprada, es inmueble; y la acción del que ha prestado
dinero para que se le pague, es mueble.

Otro aspecto que debe considerarse es lo que dispone el art.581 CC: Los
hechos que se deben se reputan muebles.

II.- Bienes muebles y bienes inmuebles Arts.566, 567, 580 y 581 del CC.

Importancia de esta clasificación:

1. - En lo relativo a la forma en que se perfecciona el contrato de


compraventa (art.1801 CC): la regla general es que el contrato de
compraventa se perfecciona cuando hay acuerdo en la cosa y en el precio
(contrato consensual).

Pero, tratándose del contrato de compraventa sobre bienes raíces


(inmuebles) el contrato de compraventa no es consensual, sino que es
solemne y la solemnidad es la escritura pública. Si el art.1801 nos da una
regla general (la compraventa es consensual), tenemos que entender que se
refiere a la compraventa de bienes muebles.

2. - En cuanto a la forma en que se hace la tradición de los derechos


sobre muebles o inmuebles: la tradición es un modo de adquirir definido
en el art.670 del CC. El legislador da normas distintas en cuanto a la
forma de hacer la tradición respecto de los bienes muebles e inmuebles.
La tradición de los bienes muebles se hace en la forma que señalan el
art.684 del CC, y la tradición de los derechos sobre inmuebles se
encuentra reglamentada en el art.686 CC, que rige respecto de todos los
inmuebles, menos respecto de la servidumbre: inscripción del título en
el Registro del Conservador.

3. - Hay otro modo de adquirir en el cual se presentan diferencias


fundamentales respecto de los bienes muebles e inmuebles: esta es la
prescripción, tratándose de la prescripción ordinaria, el plazo para
adquirir el dominio de la cosa poseída es distinto tratándose de bienes
muebles o inmuebles: El tiempo necesario para la prescripción ordinaria
es de 2 años para los muebles y de 5 años para los bienes raíces
(art.2508 CC).

4. - Influye también esta clasificación en materia de sucesión por causa


de muerte: los herederos pueden disponer sin mayores problemas de los
bienes muebles, pero para disponer de los bienes inmuebles necesitan
cumplir ciertos requisitos que nos señalan el art.688 del CC: en el
momento de deferirse la herencia, la posesión de ella se confiere por
el ministerio de la ley al heredero; pero esta posesión legal no
habilita al heredero para disponer en manera alguna de un inmueble,
mientras no proceda.

5.a En materia de familia también importa esta clasificación: así, en la


sociedad conyugal los inmuebles aportados por uno de los cónyuges o
adquirido por éste a título gratuito ingresan al haber propio del
respectivo cónyuge, en tanto que los bienes muebles aportados por
cualquiera de los cónyuges o adquiridos a cualquier título durante el
matrimonio, ingresan al haber de la sociedad conyugal (art.1725 CC).

5.b También en materia de familia esta clasificación tiene importancia en


otro sentido: en la sociedad conyugal se distinguen los bienes sociales y
los bienes propios; tratándose de los bienes sociales la administración le
corresponde al marido. Sin embargo, estas facultades del marido se
encuentran limitadas tratándose de la enajenación o gravamen de los bienes
inmuebles pertenecientes a la sociedad conyugal, ya que el marido no va a
poder enajenar voluntariamente o gravar los bienes raíces sin la
autorización de la mujer (art.1749 inc.2 CC). Tampoco podrá sin dicha
autorización arrendar los bienes raíces sociales urbanos por más de 5 años,
ni lo bienes raíces rústicos por más de 8 años (art.1749 inc.3).

También hay diferencias en lo que se refiere a los bienes propios de la


mujer, porque aquí hay que distinguir entre los bienes muebles y los
bienes inmuebles. El marido también tiene la administración de los bienes
propios de la mujer cuando hay sociedad conyugal, pero para gravar o
enajenar los bienes inmuebles propios de la mujer necesita autorización
judicial con conocimiento de causa y las causas que justifiquen la
enajenación o el gravamen sólo pueden ser:

facultad concedida para ello en las capitulaciones matrimoniales.

necesidad o utilidad manifiesta de la mujer.

Además de esta autorización judicial el marido necesita el consentimiento


de la mujer (art.1754), en tanto que para la enajenación o gravamen de los
bienes muebles el marido necesita sólo el consentimiento de la mujer, que
podrá ser suplido por el juez cuando la mujer estuviere imposibilitada de
manifestar su voluntad (art.1755). Si se omite cualquiera de estas
formalidades la sanción aplicable es la nulidad relativa (art.1757).

5.c También dentro del derecho de familia y tratándose de los bienes raíces
del pupilo, el guardador va a necesitar autorización judicial para gravar o
enajenar dichos bienes, lo que se debe fundar en utilidad o necesidad
manifiesta (art. 393 CC). Para enajenar o gravar los bienes raíces de
cualquier naturaleza del hijo de familia, se necesita autorización judicial
(art.255 CC).

6.- En la rescisión del contrato de compraventa por lesión enorme: ella


sólo es procedente cuando se trata de inmuebles (art.1891 CC). La misma
norma se aplica a la permuta de los bienes inmuebles.

7.- Dentro de los mismos derechos reales que enumera el art.577 tiene
importancia esta clasificación: hay algunos derechos reales que sólo pueden
proceder respecto de bienes inmuebles y otros proceden sólo respecto de
bienes muebles. Así, los derechos reales de servidumbre, habitación e
hipoteca, sólo pueden recaer sobre los bienes inmuebles.

Por su parte, el derecho de prenda sólo puede recaer sobre bienes muebles
(art. 2384: Por el contrato de empeño o prenda se entrega una cosa mueble a
un acreedor para la seguridad de su crédito.).

8.- También tiene importancia con respecto a las acciones posesorias,


puesto que ellas sólo proceden respecto de bienes inmuebles y jamás sobre
muebles (art.916).

9.- También tiene importancia esta clasificación en el derecho procesal, ya


que la competencia de los tribunales se determina en forma distinta según
si la acción que se ejerce es mueble o inmueble.

10.-En materia penal también es importante, porque hay ciertos delitos


específicos para cada una de estas categorías de bienes: el hurto y el robo
recaen sólo sobre bienes muebles y, respecto de los inmuebles, el delito
especifico existente a su respecto es la usurpación.

Esta situación, que se de una mayor importancia a los bienes inmuebles, es


propia de la concepción dominante a la 'poca de la dictación del Código. La
economía era esencialmente agrícola y la base del dominio agrícola es la
tierra, de ahí la importancia que se da a la propiedad raíz, concepción que
no corresponde a la realidad de hoy día.

Bienes Muebles

Son los que pueden trasladarse de un lugar a otro sin perder su


individualidad (art.567 inc.1 y 574 CC). Estos bienes se subclasifican en
dos grupos:

a.- Muebles por naturaleza corresponden al concepto dado, esto es, los que
pueden trasladarse de un lugar a otro sin perder su individualidad, sea que
se muevan por sí mismos (semovientes) o sea que se muevan por una fuerza
externa (cosa inanimada).
b.- Muebles por anticipación son aquellos que son productos o accesorios de
un inmueble, pero que se consideran muebles antes de separarse del inmueble
para el solo efecto de constituir un derecho sobre ellos a favor de otra
persona distinta del dueño (art.571 CC).

Al considerarse muebles antes de su separación y para el solo efecto de


constituir un derecho sobre ellos, se le aplican las normas propias de los
bienes muebles (art.580 inc. final en relación con el art.571 CC).

Estos bienes que son productos o accesorios de un inmueble se denominan


"inmovilizados", pero en el evento de ser separados del inmueble tendrían
la calidad de muebles por anticipación cuando sobre ellos se va a
constituir un derecho a favor de un tercero.

Lo que sucede es que el mueble por anticipación, una vez separado del
inmueble, recupera plenamente su calidad de bien mueble siempre que la
separación sea permanente y no transitoria (art.573 CC).

El legislador también se refiere a los bienes muebles de una casa (art.574


inc.2 CC), estos muebles son los que componen el ajuar de la casa y está
constituido por los bienes muebles de uso doméstico, común y continuo en un
hogar. Este art.574 inc.2 está en concordancia con el art.1121.

Bienes Inmuebles (fincas o bienes raíces )

Son los que no pueden trasladarse de un lugar a otro. Su característica


esencial es la inmovilidad, es decir, el hecho de estar fijos, de carecer
de traslación, y en esto es en lo que contrastan con los bienes muebles,
que son esencialmente movibles.

El art.568 se refiere a los bienes inmuebles y señala que son las cosas que
no pueden transportarse de un lugar a otro; como las tierras y las minas, y
las que adhieren permanentemente a ellas, como los edificio, los árboles.
El inc.2 nos señala que las casas o heredades se llaman predios o fundos.
En este aspecto adquiere importancia una clasificación que distingue entre
predios rústicos y urbanos.

Esto nos lleva a ver el problema de los predios urbanos y rurales y los
predios rústicos y no rústicos; esta distinción se hace atendiendo a dos
criterios diferentes:

a. a un criterio de situación o ubicación (criterio geográfico).

b. a un criterio de destinación (criterio funcional).

a.- En este caso se habla de predios urbanos y rurales atendiendo a si el


inmueble está ubicado dentro o fuera del radio urbano de la ciudad,
respectivamente.

b.- En este caso, la distinción entre predios rústicos y no rústicos


atiende a cual es la destinación que se le da al inmueble. Así, predio
rústico es aquel susceptible de uso agrícola, ganadero o forestal; y predio
no rústico es aquel que no tiene la posibilidad de tal uso.

Luego, estas dos ideas de predio urbano y rural y de predios rústicos y no


rústicos pueden superponerse. El legislador establece en distintas leyes
esta clasificación y hace referencia a ella. Así por ejemplo: en la Ley de
Reforma Agraria (N.16.640 art.1 letra a), se ha definido al predio rústico
como todo inmueble susceptible de uso agrícola, ganadero o forestal, está
situado en sectores urbanos o rurales; la ley N.11.622 (1954) sobre
arrendamiento de inmuebles dice que, para sus efectos se entiende como
predio urbano el que está situado en poblado y el edificio que fuera de
población se destine normalmente a vivienda y no a menesteres campestres
(art.1).

Otra clasificación de bienes inmuebles es la que distingue entre:

1.- Inmuebles por naturaleza.

2.- Inmuebles por adherencia.


3.- Inmuebles por destinación.

1. - Inmuebles por naturaleza. Son específicamente la cosas que no pueden


transportarse de un lugar a otro (art.568 inc.1). Este artículo hace
también referencia a los predios y fundos, en los cuales hay tanto bienes
inmuebles por naturaleza como por adherencia y destinación.

2. - Inmuebles por adherencia. Son ciertos bienes que, siendo muebles por
naturaleza, se reputan inmuebles por estar adheridos permanentemente a un
inmueble. Hay aquí una ficción, porque a ciertos bienes que son muebles,
por la circunstancia de estar adherido a un inmueble, la ley les atribuye
esta calidad (art.568 inc.1 seg. parte:... y las que adhieren
permanentemente a ellas, como los edificios, los árboles.).

Para que un bien mueble tenga la calidad de inmueble por adherencia es


necesario que cumpla con 2 requisitos:

-Que el bien mueble esté adherido al inmueble formando un solo todo con él
(árboles a un bosque).

-Que esta adherencia sea permanente; si la adherencia es ocasional o


transitoria el bien no adquiere la calidad de inmueble por adherencia, sino
que mantiene el carácter de bien mueble.

Estos inmuebles por adherencia son los que se consideran muebles por
anticipación aún antes de estar separados del inmueble al que se adhieren,
pero para el solo efecto de constituir un derecho sobre ellos a favor de
otra persona distinta del dueño. Estos muebles por anticipación, una vez
separados del inmueble a que se adhieren, recuperan su calidad de muebles
(art.573 parte final: ...Pero desde que se separan con el objeto de darles
diferente destino, dejan de ser inmuebles). La jurisprudencia ha agregado
otros casos de inmuebles por adherencia, así por ejemplo: servicio de
calefacción, túneles, puentes, líneas férreas.

En los actos jurídicos que se realizan sobre un inmueble se comprenden


tanto los por naturaleza como los por destinación.

3.- Inmuebles por destinación. En sí son muebles por naturaleza, pero por
el hecho de estar permanentemente destinados al uso, cultivo y beneficio
de un inmueble. La ley los considera inmuebles, aunque puedan existir
separadamente de este último.

Se distinguen de los inmuebles por adherencia ya que en los inmuebles por


destinación no hay unión entre mueble e inmueble, la inmovilización es
meramente jurídica, no corresponde a la naturaleza misma de las cosas. Para
que un mueble pueda considerarse inmueble por destinación es necesario que
concurran dos requisitos (art.570 inc.1):

-Que el mueble esté destinado al uso, cultivo y beneficio de un inmueble,


es decir, que sea accesorio al inmueble.

-Que la destinación sea permanente, si fuera transitoria el bien


conservaría el carácter de mueble.

El art.570 plantea dos interrogantes: Ser necesario que concurran


copulativamente estos requisitos o finalidades (uso, cultivo y beneficio).
Duda que se plantea por el uso de la conjunción "y". La doctrina y
jurisprudencia en general estima que debe entenderse que para que un mueble
tenga la calidad de inmueble por destinación, basta que tenga cualquiera de
estas destinaciones, no siendo necesaria la concurrencia copulativa de
ellas.

La Corte Suprema (2 de noviembre de 1945) señaló que al decir la ley que se


reputan inmuebles por destinación las cosas muebles que están destinadas al
uso, cultivo y beneficio de un inmueble, no obstante el empleo de la
conjunción copulativa y, lógicamente, debe entenderse que, para darles esa
calidad, basta que están destinadas a una cualquiera de esas finalidades y
no es necesario que concurran las tres copulativamente (Revista de Derecho
y Jurisprudencia, t.43, secc. primera, p.227).

Ahora, quién debe hacer la destinación? El dueño o un tercero? En general


se estima que la destinación del mueble al uso, cultivo y beneficio de un
inmueble puede hacerla el dueño o un tercero, salvo casos en los cuales la
destinación deba hacerla el dueño y no otro. Tales son los casos de los
inc.4, 5 y 6 del art.570. En estos casos, la destinación del mueble debe
hacerla el dueño del inmueble, de modo que si la hace el tercero el mueble
no tendrá la calidad de inmueble por destinación.

Algunos autores critican la enumeración del art.570 y sostienen que


principalmente no todos estos bienes son inmuebles por destinación, sino
que otros tienen distinta calidad: la lozas de un pavimento y los tubos de
la cañerías no serían inmuebles por destinación, sino que serían inmuebles
por adherencia, teniendo sólo los restantes tal carácter (inmuebles por
destinación).

Los inmuebles por destinación pueden tener la calidad de muebles por


anticipación (art. 571) y también recuperan sin problemas la calidad de
muebles al separarse del inmueble (art.572).

III.- Bienes de producción y bienes de consumo

Los bienes de consumo están destinados a satisfacer directa e


inmediatamente las necesidades de los seres humanos.

Los medios de producción son bienes cuya finalidad es la producción de


otros bienes. Por la destinación misma que ellos tienen, los medios de
producción son de naturaleza compleja y normalmente tienen un valor
considerable; en los medios de producción hay varios bienes organizados
según ciertos principios científicos o tecnológicos que en conjunto
permiten la elaboración de otros bienes. Cada uno de los componentes del
medio de producción es a la vez un bien en sí mismo que tiene su valor
propio y es susceptible de clasificación dentro de las categorías
tradicionales de los bienes. Por la naturaleza misma y considerando el
concepto de inmuebles del legislado, dentro del cual están los inmuebles
por adherencia y destinación, los medios de producción -en general- pueden
considerarse inmueble como un solo todo.

Esta clasificación tiene importancia por el gran valor de los bienes de


producción, que es muy superior a los de consumo.
IV.- Bienes consumibles y bienes no consumibles

Esta clasificación sólo es aplicable a los bienes muebles y el legislador


la contempla imperfectamente en el art.575 CC. La noción de consumibilidad
tiene su origen fundamentalmente en la naturaleza de la cosa o en la
función o fin que ésta desempeño. En doctrina se distingue entre la
consumibilidad objetiva y la consumibilidad subjetiva: Son objetivamente
consumibles aquellas cosas que al primer uso se destruyen natural o
civilmente. La destrucción es natural cuando las cosas desaparecen
físicamente o sufren una alteración en su naturaleza misma, alteración que
debe ser de importancia. Son civilmente consumibles aquellas cosas en las
cuales su primer uso implica su enajenación. De lo anterior se desprende
que son objetivamente no consumibles aquellas cosas que no se destruyen ni
natural ni civilmente con el primer uso.

Son subjetivamente consumibles los bienes que según el destino que tengan
para su titular, su primer uso importa enajenarlos o destruirlos. Por lo
anterior, son subjetivamente no consumibles aquellos bienes en que el
primer uso no importa enajenación o destrucción.

Esta clasificación tiene importancia porque hay ciertos actos jurídicos que
no pueden recaer sobre cosas consumibles. Así sucede, por ejemplo, con el
contrato de arrendamiento de cosas corporales: en este contrato el
arrendatario obtiene el derecho de goce sobre la cosa, pero sobre él pesa
la obligación de conservar la misma y restituirla al final del contrato
(art.1915, 1939 y 1947 CC). Lo mismo sucede con el contrato de comodato, el
que tampoco puede recaer en bienes consumibles (art.2174); el mutuo recae
sobre cosas consumibles (art.2196 CC).

V.- Bienes fungibles y bienes no fungibles

Si bien el CC incurre en un error, la doctrina es clara en cuanto a los


bienes fungibles y no fungibles.

Bienes fungibles son los que pueden reemplazarse recíprocamente en el


cumplimiento de la obligación entre las partes.

Es decir, la idea de la cosa fungible descansa sobre la noción de


equivalencia, de reciprocidad entre una y otra cosa, y no en la destrucción
de la cosa, sea natural o civilmente.

Los bienes fungibles tienen un mismo poder liberatorio, o sea, con


cualquiera de éstos bienes el deudor puede dar cumplimiento a su
obligación, no importando al acreedor cuál de estos bienes reciba en pago
de lo que se le debe. El bien fungible puede sustituirse por otro de igual
género o calidad.

Hay equivalencia entre todos estos bienes, siempre que sean del mismo
género y de la misma calidad (el bien que es esencialmente fungible es el
dinero).

Bienes no fungibles son los que por su individualidad no pueden ser


reemplazados por uno equivalente. No hay equivalencia en las cosas no
fungibles y, por lo tanto, no puede haber reemplazo por otro del mismo
género o calidad.

Cuando se trata de cosas no fungibles (por ejemplo: una obligación) el


deudor, para cumplir la obligación, deber

entregar específicamente aquella cosa debida, no pudiendo entregar otra.

Relación entre la consumibilidad y la fungibilidad

Aún cuando el CC incurre en una confusión en el art.575, son distintas las


cosas fungibles de las consumibles, porque en la clasificación de cosa en
consumible y no consumible se atiende a la destrucción de la cosa en el
primer uso; mientras que en la clasificación de cosas fungibles y no
fungibles se mira al poder liberatorio o a la equivalencia de estos bienes.
VI.- Bienes principales y bienes accesorios

Principales son los que existen por sí mismos, en forma independiente de la


existencia de otros bienes. Accesorios son aquellos que para existir
necesitan de otros bienes. Así, el suelo es un bien principal, en tanto que
los árboles son accesorios.

En nuestro sistema jurídico debe tenerse presente que los inmuebles por
adherencia y por destinación son accesorios del inmueble por naturaleza.
Con respecto a los derechos reales encontramos algunos que son accesorios
como la prenda y la hipoteca (art.46 CC).

VII.- Bienes divisibles y bienes indivisibles

Desde un punto de vista físico todos los bienes corporales son divisibles;
jurídicamente hay otro concepto de divisibilidad: uno físico y otro
intelectual.

a. - Son físicamente divisibles los bienes que pueden separarse en partes


sin perder su individualidad, por ejemplo: un líquido como el agua es
divisible, en cambio, un animal es físicamente indivisible.

b. - Son intelectualmente divisibles las cosas o derechos que pueden


separarse en partes sociales, aunque no puedan serlo físicamente. Desde
este punto de vista todos los bienes, corporales o incorporales, son
divisibles. Lo interesante aquí es destacar que los bienes incorporales
(derechos), por su naturaleza y al no tener consistencia física, sólo son
intelectualmente divisibles y, por disposiciones legales, hay ciertos
derechos que no pueden dividirse no siquiera intelectualmente: tal es el
caso del derecho de servidumbre (art.826 y 827 CC), porque este derecho
no puede pertenecer en partes o cuotas a varios titulares, porque el
titular de la servidumbre va a poder ejercer su derecho en su totalidad o
integridad; sin embargo, esto no obsta a que existan varios titulares de
un derecho de servidumbre sobre un mismo predio, pudiendo cada uno de
ellos ejercerlo en su integridad (aquí hay varios derechos de servidumbre
con distintos titulares).

VIII.- Bienes singulares y bienes universales

El CC no se refiere a ella, pero la alude en numerosas disposiciones, así


por ejemplo, en los arts.1317, 951, 788 y 2504.

Bienes singulares son los que en sí mismos constituyen una sola unidad
natural o artificial y pueden ser simples o complejos:

a) Simples son aquellos que en sí mismos son de una indivisión de


carácter unitario, por ejemplo: un caballo.

b) Complejos o compuestos son aquellos que si bien constituyen una sola


unidad, esta se forma por la unión física de diversas cosas de carácter
singular, por ejemplo: un edificio.

Bienes universales son agrupaciones de cosas singulares que no obstante


conservar su individualidad propia (sin conexión física), forman un todo al
estar unidas por un vinculo de igual destino, recibiendo una denominación
común. Por ejemplo: una biblioteca.

Las universalidades se clasifican en dos grupos: de hecho y de derecho o


jurídicas.

a) universalidades de hecho.

Pueden definirse como el conjunto de bienes muebles de igual o distinta


naturaleza que, a pesar de estar separados entre ellos y de conservar la
individualidad que le es propia, forman un solo todo y ello por estar
vinculados por una común destinación, generalmente de carácter económico.

Es importante resaltar que los bienes que conforman la universalidad de


hecho pueden ser de igual o distinta naturaleza; de igual naturaleza sería
una colección filatélica, una biblioteca o un rebaño (art.788), cada uno de
los bienes que conforman estas colecciones permanece separado de los demás,
conservando su individualidad, pero tienen una común destinación. También
puede haber universalidad de hecho formada por bienes de naturaleza
distinta; ello sucede, por ejemplo, en el establecimiento mercantil o
comercial, en el cual se integran un conjunto de bienes de carácter
corporal e incorporal (productos para la venta, instalaciones, derecho de
llaves, patente comercial, etc.).

Las universalidades de hecho presentan las siguientes características


comunes:

1.- Están conformadas por un conjunto de bienes muebles autónomos y


distintos entre ellos: el hecho de ser autónomos o independientes
diferencia la universalidad de hecho de las cosas singulares compuestas, en
las cuales también hay un conjunto de bienes, pero que no conservan su
autonomía, sino que existe entre ellos una unión física o material de modo
que el conjunto de cosas pasa a formar una cosa distinta. Los bienes que
componen la universalidad de hecho tienen individualidad propia, cada uno
de los elementos componentes es en sí, conservando aisladamente el valor
económico que le corresponde. No tienen el carácter de universalidad de
hecho las cosas que solamente en conjunto pueden cumplir la función a que
están destinadas, ello porque al tener que cumplir una función en forma
conjunta existe una vinculación entre ellas que impide a cada una cumplir
una función distinta de la función para la cual se destinó. Ejemplo: un par
de zapatos.

En cambio, en la universalidad de hecho cada uno de los bienes que la


conforman, considerados en forma independiente, cumplen su función y tienen
su valor, pero si se les considera en su conjunto acrecientan la función
que cumplen y generalmente aumentan el valor de los bienes.

2.- Lo que caracteriza a la universalidad de hecho es la común destinación


de los bienes que la conforman, destinación que muchas veces tiene un
carácter económico. Es esta común destinación la que hace aparecer a todos
los bienes que conforman la universalidad de hecho como un solo todo.
3.- Dentro de las universalidades de hecho puede hacerse una distinción en
dos categorías:

colecciones: son universalidades de hecho que se caracterizan por tener una


composición homogénea, por lo que los elementos que la componen son de
igual naturaleza.

( explotaciones (entre ellas está el establecimiento comercial): se


caracterizan por estar formadas por bienes diversos, en ellas se comprenden
bienes de distinta naturaleza y, aún más, algunos de ellos corporales y
otros incorporales. Lo que constituye los lazos de unión entre todos estos
bienes son las relaciones existentes entre ellos, que hace que configuren
un medio en su conjunto para obtener un fin determinado.

En las universalidades de hecho no hay elemento pasivo, sólo existe el


elemento activo.

b) universalidades de derecho o jurídicas.

Pueden definirse como el conjunto de relaciones (derechos y obligaciones)


constituidos sobre una masa de bienes, reguladas de un modo especial por la
ley y que forman desde el punto de vista jurídico un solo todo (constituye
una abstracción jurídica).

Los elementos de la universalidad jurídica son:

1.- Que sobre una masa patrimonial se hayan constituido relaciones


jurídicas.

2.- Que dichas relaciones se regulen de un modo distinto al común.

3.- Que de esta regulación se deduzca que la ley considera el conjunto como
si fuera un ente distinto de cada uno de los bienes que individualmente lo
componen.

Se caracteriza la universalidad de derecho por encontrarse en ella tanto un


activo como un pasivo. Los elementos que conforman el activo están ligados
entre sí por la necesidad de responder ante el eventual pasivo que exista;
se presenta claramente esta relación de activo a pasivo en la más
característica universalidad de derecho, esto es, la herencia.

En esta universalidad tiene plena aplicación la figura de la subrogación,


esto consiste en que de ella pueden salir bienes que son reemplazados por
otros, ejemplo: sale un libro y entra dinero, esta es una subrogación real,
es decir, de cosa a cosa.

Las universalidades de derecho se nos presentan bajo variadas


denominaciones en el campo jurídico y no generalmente con el nombre de
universalidades de derecho; estas universalidades de derecho tienen su
propia regulación, no necesariamente igual en cada caso.

Está fuera de discusión que la herencia es una universalidad de derecho.


Hay un sector de la doctrina que también considera universalidades de
derecho al patrimonio de la sociedad conyugal, al patrimonio del fallido y
al del ausente, al patrimonio reservado de la mujer casada, el peculio
profesional de los hijos de familia.

IX.- Bienes presentes y bienes futuros

Esta clasificación se hace atendiendo a si los bienes existen o no al


momento de establecer la relación jurídica. Si ellos existen realmente
cuando se constituye la relación jurídica, son bienes presentes; aquellos
que no existen al momento de constituirse la relación jurídica, pero que se
espera que existan, son bienes futuros. En la compraventa se establecen
normas sobre este contrato cuando recaen sobre bienes presentes o futuros
(art.1813). Según ello, los bienes futuros pueden clasificarse en: de
existencia esperada y de existencia no esperada, atendiendo a la
posibilidades de existencia que a su respecto se presentan.

X.- Bienes comerciables y bienes incomerciables


Se hace esta distinción atendiendo a si los bienes pueden o no ser objeto
de relaciones jurídicas por los particulares.

a. - Son comerciables aquellos que pueden ser objeto de relaciones


jurídicas privadas, o sea, aquellos sobre los cuales los particulares
pueden tener o ser titulares de un derecho determinado. A estos bienes se
refiere el art.1461, cuando señalan que las cosas deben ser comerciables
para ser objeto de un acuerdo o manifestación de voluntad.

b. - Son incomerciables aquellos bienes que no pueden ser objeto de


relaciones jurídicas privadas.

La regla general es que las cosas sean comerciables, pero hay ciertas cosas
que están sustraídas de las relaciones jurídicas privadas, que no pueden
ser objeto de actos jurídicos por parte de los particulares.

Algunas no forman parte de los bienes comerciables en razón de su


naturaleza, por ejemplo: alta mar; hay otras que no son susceptibles de
dominio por los particulares por el uso que se les da, por ejemplo: los
bienes nacionales de uso público (art.589 CC). Lo que caracteriza a las
cosas incomerciables es que no pueden ser objeto de ningún derecho privado.
No sucede lo mismo con las cosas que están afectas a una prohibición de
enajenar, porque no obstante existir esa prohibición, ellas no dejan de ser
objeto de derecho privado.

Es distinto el concepto de inalienable con el de incomerciables. Una cosa


es inalienable cuando no puede ser enajenada y es incomerciable cuando no
puede formar parte de un patrimonio privado.

Lo que sucede es que las cosas incomerciables son inalienables como


consecuencia de la imposibilidad de ingresar a un patrimonio privado.

Pero, hay bienes que están en el comercio porque forman parte del
patrimonio privado, pero que no pueden enajenarse.

Estos son los bienes de tráfico prohibido: son de este tipo, en general,
las cosas sobre las cuales existe una prohibición de enajenación, la que
puede ser de carácter absoluto o relativo. Si la prohibición es absoluta,
la enajenación no puede efectuarse en forma alguna; si es relativa, puede
realizarse la enajenación si concurren ciertos y determinados requisitos.
Las cosas inalienables o de tráfico prohibido están contempladas en los
Ns.1 y 2 del art.1464, que son de prohibiciones de carácter absoluto, y en
los Ns.3 y 4 se refiere a cosas afectas a prohibiciones relativas.

XI.- Bienes Apropiables y bienes inapropiables.

Esta clasificación esta íntegramente ligada a la anterior y atiende a si


los bienes son o no susceptibles de propiedad.

Entre los bienes Apropiables se puede distinguir entre:

Bienes apropiados y

Bienes inapropiados.

También se distingue entre los susceptibles de apropiación por los


particulares y los no susceptibles de apropiación por los particulares.

Bienes inapropiados son aquellos que, aún siendo susceptibles de dominio,


carecen de dueño. Puede ser que estos bienes no hayan tenido nunca
propietario (res nullíus), o bien, puede que hayan tenido propietario y que
este los haya abandonado con la intención o ánimo de desprenderse de ellos
(res derelictae).

Esta clasificación cobra importancia en el modo de adquirir llamado


ocupación y hay que tener presente que la existencia de bienes inapropiados
se limita exclusivamente a la existencia de bienes muebles (mostrencos) y
no inmuebles (vacantes), en virtud de lo dispuesto en el art.590 CC: Son
bienes del Estado todas las tierras que, estando situadas dentro de los
límites territoriales, carecen de otro dueño. La segunda clasificación
dentro de este mismo grupo está en:

a.- bienes susceptibles de apropiación por los particulares.


b.- bienes no susceptibles de apropiación por los particulares.

La regla general es que los bienes sean susceptibles de apropiación por los
particulares. Pero, hay ciertos bienes que aún cuando por su naturaleza son
susceptibles de tal apropiación, quedan sustraídos de ella en razón de
intereses generales. Es lo que sucede con las calles, caminos, etc. Entre
nosotros se denomina a los bienes de dominio de los particulares como
bienes privados o particulares; y a los bienes de la nación, bienes
nacionales, como denominación de carácter general.

XII.- Bienes privados y bienes nacionales.

Los bienes nacionales (art.589) se dividen en dos grupos:

1.- Bienes fiscales o del Estado.

2.- Bienes nacionales de uso público.

Art. 589 CC Se llaman bienes nacionales aquellos cuyo dominio pertenece a


la nación toda.

Si además su uso pertenece a todos los habitantes de la nación, como las


calles, plazas, puentes y caminos, el mar adyacente y sus playas, se
llaman bienes nacionales de uso público o bienes públicos.

Los bienes nacionales cuyo uso no pertenece generalmente a los habitantes,


se llaman bienes del Estado o bienes fiscales.

1.- Bienes fiscales o del Estado.

Son aquellos cuyo dominio pertenece a la nación toda, pero cuyo uso no
pertenece generalmente a todos los habitantes (art.589 inc.3). Estos bienes
se encuentran sustraídos al uso general.

No obstante, pertenecen a la nación toda por diversas razones:

Porque ellos se usan en forma exclusiva en el cumplimiento de una función o


servicio del Estado (una oficina de correos, oficina de impuestos internos,
un cuartel de policía), los cuales pueden ser usados por los particulares
cuando hagan uso del servicio al cual están destinados, debiendo ajustarse
este uso a la reglamentación del servicio respectivo.

Hay otros bienes que están sustraídos al uso general por su naturaleza,
como sucede con los yacimientos que pertenecen al Estado. Pero éste puede
conceder su uso, goce y aprovechamiento a los particulares con las
condiciones y requisitos que se establezcan en las leyes respectivas.

Hay otros bienes que también pertenecen al Estado como las tierras que,
estando situadas dentro de los límites territoriales, carecen de otro dueño
(art.590 CC); las nuevas islas que se formen en el mar territorial o en
ríos y lagos que puedan navegarse por buques de más de 100 toneladas
(art.597 CC); los impuestos y contribuciones que recibe el Estado, los
bienes que conforme a la ley caen en comiso y las multas que se aplican a
beneficio fiscal, entre otros.

La característica que permite distinguir un bien fiscal de un bien nacional


de uso público es justamente si el uso de ellos pertenece o no a todos los
habitantes. En general, puede decirse que los bienes del Estado o fiscales
están sujetos a las reglas del derecho privado, sin perjuicio de las
excepciones que establezcan las leyes particulares al respecto (ver art.60
N.10 CPE). Es decir, estos bienes fiscales están en la misma situación que
los bienes de los particulares, por consiguiente, pueden enajenarse,
gravarse o ganarse por prescripción (art.2497 CC).

2.- Bienes nacionales de uso público.

De acuerdo con el art.589 CC estos bienes son aquellos cuyo dominio


pertenece a la nación toda y cuyo uso pertenece a todos los habitantes de
la nación, como el de calles, plazas, puentes y caminos, el mar adyacente y
sus playas.

Por esta razón de que el uso pertenece a la nación toda, estos bienes
tienen que administrarse en forma de asegurar el uso y goce público de
ellos, correspondiendo su administración a los servicios públicos
respectivos. Estos bienes nacionales de uso público no pueden ser objeto de
apropiación por los particulares, ni tampoco pueden ser gravados con
derechos que importen un limitación o desmembramiento del derecho que sobre
ellos corresponde a la totalidad de la nación.

Sin embargo, la autoridad puede otorgar autorización a ciertos particulares


para el uso privativo de estos bienes (arts.598 y 602 CC); la forma en que
se concede este uso privativo es materia reglamentada por las normas de
derecho administrativo.

Los bienes nacionales de uso público admiten diversas clasificaciones, y


aquí hay que distinguir entre dominio público marítimo, dominio público
fluvial y lacustre, dominio público terrestre y dominio público aéreo.

a. - dominio público marítimo: aquí hay que distinguir entre el mar


adyacente, el mar territorial, la zona contigua y la alta mar. Dentro
del mar adyacente se encuentra la clasificación del mar territorial y la
zona contigua.

La alta mar se extiende desde las 24 millas marinas medidas desde las
respectivas línea de base hacia adentro.

La alta mar es cosa común a todos los hombres, su uso es universal y es


reglamentado por el derecho internacional.

La regla general es que la línea de base coincide con la línea de más


baja marea, salvo en costas desmembradas, en que se toma de la parte que
más sobresale del territorio.

El mar adyacente es el que se encuentra más próximo a la costa y queda


comprendido dentro de las 24 millas marinas medidas desde la respectiva
línea de base. Dentro de éste es posible distinguir al mar territorial que
se extiende hasta las 12 millas marinas medidas desde las respectivas línea
de base, este mar territorial se establece para los efectos de la sanción
de infracción de leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración y
sanitarios, como asimismo por razones económicas (reserva del cabotaje y la
pesca en los límites del mar territorial a los nacionales y extranjeros
domiciliados, art.611 inc.1 CC).

En general, se puede decir que este mar territorial forma parte del
territorio nacional, de manera que ejerce plena jurisdicción el Estado
sobre el mar territorial, constituyendo un bien nacional de uso público.

Pero el derecho de policía, para objetos concernientes a la seguridad del


país y a la observancia de las leyes fiscales, se extiende hasta la
distancia de 24 millas medidas desde la respectiva línea de base: aquí
estamos en presencia de la zona contigua o complementaria de que habla la
doctrina y a la cual nuestro CC se refiere en su art.593 segunda parte,
pero sin darle un nombre especifico. Entonces, esta disposición del art.593
CC alude al mar adyacente, o sea, el mar inmediato a la costas y lo divide
en 2 zonas: a la más próxima la llama mar territorial; a la otra zona,
limitada para el derecho de policía, no le da un nombre, pero es la zona
complementaria de que habla la doctrina.

Pero en esta materia hay que tener presente que el mar adyacente se
extiende hasta 200 millas marinas contadas en igual forma. Este espacio
toma el nombre de zona económica exclusiva. En esta zona, el Estado ejerce
derecho de soberanía para la exploración, explotación y conservación de
recursos naturales, tanto de las aguas como del lecho del mar, vivos o no
vivos, pudiendo el Estado desarrollar cualquier actividad económica en esta
zona y teniendo además la soberanía exclusiva sobre la plataforma
continental para su explotación, conservación y exploración (art.596 CC).

Hay que tener presente que el art.593 fue sustituido por la ley 18565 (23
de octubre de 1986) y que el art.596 fue incorporado al CC por dicha ley.
Antes, para el mar territorial se hablaba de una legua marina y para la
zona contigua de 4 leguas marinas y el CC no hablaba de las 200 millas
marinas, sino que éstas eran un producto de un tratado internacional entre
Chile, Perú y Ecuador, sobre conservación y explotación de las riquezas
marítimas del Pacifico Sur, que ampliaba a zona contigua hasta 200 millas
para la exploración, explotación y conservación de riquezas marinas.

Este tratado fue aprobado por el D.S. 432 del 23 de septiembre de 1954,
publicado en el Diario Oficial el 22 de noviembre de 1954, no obstante que
este acuerdo se suscribió el 18 de agosto de 1952 en Santiago. Este acuerdo
ha tenido trascendencia internacional, porque estos fueron los primeros
países en extender a 200 millas, principio que fue fuertemente resistido,
especialmente por las dos grandes potencias.

También son bienes nacionales de uso público las playas de mar (art.589 CC)
que se definen en el art.594 en una definición que ha recibido elogiosos
comentarios: Se entiende por playa de mar la extensión de tierra que las
olas bañan y desocupan alternativamente hasta donde llegan en las más altas
mareas. Los art.612, 613 y 614 CC facultan a los pescadores para hacer uso
de las playas y tierras contiguas hasta la distancia de 8 metros y medio
para pescar, todo esto medido desde la línea de más baja marea.

b.- Dominio público fluvial y lacustre: comprende todas las aguas


territoriales y a él se refiere el art.595: Todas las aguas son bienes
nacionales de uso público.

c.- Dominio público terrestre: comprende todos los bienes nacionales de uso
público que se encuentren en la superficie de la tierra (arts.589 y 592).
El uso y goce de estos queda sujeto a la utilidad pública y se encuentra
reglamentado en diversas leyes como la ley orgánica de municipalidades.

Ahora, en relación con los caminos y puentes, hay que tener presente que no
todos son bienes nacionales de uso público, sino que algunos son de dominio
particular y también pueden tener esta calidad otros bienes, aun cuando su
uso sea público.

Art.592 CC Los puentes y caminos construidos a expensas de personas


particulares en tierras que les pertenecen, no son bienes nacionales,
aunque los dueños permitan su uso y goce a todos.

Lo mismo se extiende a cualesquiera otras construcciones hechas a expensas


de particulares y en sus tierras, aun cuando su uso sea público, por
permiso del dueño.

d.- Dominio público aéreo: está formado por todo el espacio a'reo sobre el
territorio nacional, el cual está sujeto a la soberanía chilena. Uno de los
problemas que se está actualmente planteando es determinar hasta dónde
llega, sobre todo por la proliferación de los satélites'.

El derecho real de dominio

Los derechos que recaen sobre bienes se denominan derechos patrimoniales


porque representan un valor en dinero; y se llaman reales porque se tienen
sobre una cosa sin respecto a determinada persona. Entre los derechos
reales tenemos al dominio, también denominado por algunos autores como la
suma de todos los derechos reales, porque en el dominio se conjugan todas
las facultades que confieren los demás s derechos reales. Los derechos
reales distintos del derecho de dominio se caracterizan, en general, por
ser desmembramientos o fraccionamientos del derecho de dominio. Por ello,
el titular de uno de estos derechos reales sólo tendrá alguna o algunas de
las facultades que el derecho de dominio confiere, las que le han sido
conferidas por el dueño para ser ejercidas en una cosa ajena: ello sucede
en el usufructo, uso o habitación, prenda, hipoteca y servidumbres activas.
En lo que se refiere al derecho real de herencia, merece una mención
aparte, pues él no recae sobre una cosa singular, sino que su objeto es una
universalidad jurídica, cual es el patrimonio de una persona difunta.

El derecho de dominio es el que confiere al titular las más amplias


facultades sobre la cosa, no hay otro derecho real que confiera a su
titular facultades de tal extensión.
Art. 582 CC El dominio (que se llama también propiedad) es un derecho real
en una cosa corporal para gozar y disponer de ella arbitrariamente, no
siendo contra ley o derecho ajeno.

La propiedad separada del goce de la cosa, se llama mera o nuda propiedad._

Debe entenderse no sólo el dominio circunscrito a las cosas corporales,


sino también sobre las incorporales (art.583).

No es que haya una propiedad especial distinta del dominio, sino que como
es ejercido sobre una cosa incorporal, tendrá sus particularidades.
Debemos establecer una relación entre el art.583 y el art.19 n.24 de la
Constitución que confiere el derecho de propiedad sobre bienes corporales e
incorporales. Otra protección constitucional que garantiza el derecho de
propiedad es el art.19 n.23 que confiere la libertad para adquirir toda
clase de bienes, salvo que una ley de quórum calificado limite esta
facultad.

Se usan los términos dominio y propiedad como sinónimos, este es en general


el sentir mayoritario de la doctrina moderna que se inclina por hacer
sinónimas ambas expresiones.

Sin embargo, hay quienes les dan significados diversos, reservando la


expresión dominio para el derecho que recae sobre las cosas materiales, y
la voz propiedad se considera de carácter más amplio para denominar todo
género de derecho susceptible de apreciación pecuniaria. Pero, la opinión
mayoritaria (que también sigue el CC), es la de darles el mismo sentido a
ambas expresiones.

Caracteres del Dominio

1.- Es absoluto, lo que puede tomarse en dos sentidos:

a) como que el dueño o titular de este derecho puede ejercer sobre la


cosa todas las facultades posibles; esto significa que el titular posee la
suma de facultades que le son conferidas por la ley.

b) como que el titular del derecho de dominio tiene un poder soberano


para usar, gozar y disponer de la cosa a su arbitrio sin que nadie pueda
limitarle su ejercicio.

Esta concepción de que el derecho de dominio confiere a su titular un poder


ilimitado, es decir, una facultad que le permita hacer lo que a el le
plazca, es considerada como una concepción exagerada, porque debe tomarse
en cuenta que el titular del derecho de dominio, según la ley, tiene
efectivamente facultades libres y exclusivas; pero sólo dentro de los
límites que el mismo dominio fija con anterioridad. Estos límites dentro de
los cuales puede ejercerse el derecho de dominio son impuestos para
determinar el real contenido del derecho de dominio, o sea, no son
limitaciones externas que vienen a restringir en alguna forma el derecho
de dominio, como sucede en aquel caso en que se establezcan algunos
derechos reales que limiten las facultades del titular, como sucedería si
se constituyera un usufructo sobre un inmueble, pues en tal caso, el
titular del dominio vería limitado el ejercicio de su dominio, porque un
tercero es titular del derecho de usufructo sobre el mismo inmueble.

No es a esta clase de limitación a la que nos referimos, sino a las


limitaciones establecidas por la ley para determinar el sentido y alcance
de las facultades que confiere el derecho de dominio. Del tenor del art.582
puede concluirse que es esta la concepción que consagra el legislador,
porque, si bien es cierto que entre nosotros el derecho de dominio confiere
facultades a su titular que pueden ser ejercidas en forma absoluta, también
establece limitaciones dentro de las cuales van a poder ejercerse esas
facultades. Estas limitaciones son: la ley y el derecho ajeno.

2.- Es exclusivo. Significa que el derecho de dominio supone un solo


titular que va a ejercer las facultades que confiere este derecho y dotado
de la potestad suficiente como para impedir que terceros se inmiscuyan,
limiten o coarten el ejercicio de sus facultades.

Esta exclusividad no obsta a que conjuntamente con el derecho de propiedad


puedan existir sobre la misma cosa otros derechos reales con titulares
distintos. Nada obsta a que una persona sea titular del dominio de una casa
y que otra tenga un derecho de usufructo sobre ella.

Es perfectamente posible que dos o más personas sean titulares de un


derecho de dominio sobre una misma cosa, correspondiendo a cada uno una
parte o cuota de ese derecho. Lo que no puede haber son dos o más personas
como titulares de un derecho de dominio total sobre la cosa.

Se dice que cuando dos o más personas son titulares de un derecho de


dominio sobre una misma cosa, estarían siempre dentro del derecho de
propiedad contemplado en el CC. Existe una sola diferencia: que en un caso
pertenece a una sola persona y, en el otro, a varias personas. Cuando el
derecho de dominio tiene varios titulares hablaremos de copropiedad o
condominio y, al respecto es necesario establecer si este condominio o
copropiedad es el mismo derecho de dominio al cual se refiere el art.582:

Algunos estiman que son derechos distintos, porque en el condominio


desaparecería la característica de exclusividad propia del dominio. Sin
embargo, el sentir mayoritario es que no son cosas distintas, sino que el
dominio y el condominio son una clase de derecho, existiendo una distinción
solamente en que en un caso hay un solo titular de un derecho y en el otro
hay varios titulares, y que esto, en manera alguna se opone al carácter
exclusivo del dominio, porque cuando hay copropiedad existe un solo derecho
con varios titulares cuotativos del mismo, los cuales podrá n ejercer las
facultades inherentes al dominio. Porque a lo que se opone el carácter
exclusivo del dominio es a que sobre una misma cosa existan dos o más
derechos de dominio totales, absolutos y además independientes uno del
otro. La exclusividad se opone a que dos o más personas sean titulares de
la totalidad del derecho de dominio, situación que no se presenta en la
copropiedad, pues en ella cada dueño o copropietario, individualmente
considerado, no es titular de la totalidad del derecho de dominio, sino que
sólo de una parte o cuota de un mismo derecho de dominio.

3.- Es perpetuo. El nombre de esta característica nos indica en que


consiste, esto es, en que no hay a su respecto limitación en cuanto al
tiempo. En principio, el dominio dura tanto como dura la cosa.

No se extingue este derecho por su no uso o por su no ejercicio, pues el


dominio se pierde cuando, entre otras causales, la persona deja de tener la
posesión de la cosa y ella es adquirida por un tercero, quien la posee
durante el tiempo necesario para que opere la prescripción adquisitiva,
teniendo lugar lo dispuesto en el art.2517: Toda acción por la cual se
reclama un derecho se extingue por la prescripción adquisitiva del mismo
derecho.

Facultades que confiere el Dominio

Son los atributos que otorga el derecho de dominio y tienen su fundamento


en los caracteres que este derecho tiene. Estas facultades son tres: uso,
goce y disposición. Todo propietario tiene estas tres facultades, salvo que
haya constituido un derecho real limitativo del dominio en favor de un
tercero, en cuyo caso se está disponiendo de algunas de estas facultades.

1.- Facultad de Uso. consiste en aplicar la cosa a los servicios que ella
proporciona, sin entrar a aprovecharse de los frutos de la cosa ni tampoco
a la destrucción de la misma, porque si entra a la apropiación de los
frutos de la cosa estaríamos ante la facultad de goce y si se produjera la
destrucción de la misma estaríamos frente al consumo de la cosa, que es una
posibilidad conferida por la facultad de disposición. Ahora, que el
propietario se aproveche de los frutos o destruya la cosa no tiene mayor
trascendencia porque tiene todas las facultades sobre la cosa, pero si
tiene importancia cuando el uso excede de los límites de dicha facultad
cuando ella corresponde a un tercero, porque existe un derecho que da a su
titular sólo la facultad de uso, sin que tenga participación de ninguna
especie en los frutos de la cosa. Por otro lado, el usufructo confiere la
facultad de uso y goce de la cosa, pero no atribuciones para el consumo de
la misma.

El propietario puede ejercer su facultad de uso en la forma que a él más le


plazca, y así incluso podrá destinar la cosa para fines a los cuales no
está naturalmente destinada y ello porque la única limitación que el
propietario tiene es la ley y el derecho ajeno (art.582). La regla general
es que la facultad de uso no se manifieste en forma aislada, sino que unida
a la facultad de goce, con la cual, por regla general, entra a confundirse
y por eso no es extraño que el art.582, al definir al derecho de dominio,
no mencione al uso dentro de las facultades que este derecho confiere a su
titular (no lo señalan como algo distinto del goce). Al parecer, el
legislador estimó en esta disposición que la facultad de uso quedaba
comprendida dentro de la facultad de goce.

Esta idea del legislador no siempre es efectiva, porque hay ciertos


derechos que recaen sobre una cosa que no produce frutos y, en tal caso,
dichos derechos se limitan al mero uso de la cosa, como sucedería con una
biblioteca.

2.- Facultad de Goce. Es aquella que habilita para apropiarse de los frutos
y productos de la cosa. Es en virtud de esta facultad que el dueño de una
cosa pasa a serlo de lo que ella produce; pero debemos tener presente que
en el CC no se justifica la adquisición de los frutos de una cosa por el
dueño por el ejercicio de la facultad de goce, sino que a través de un modo
de adquirir que es la accesión, que según el art.643: Es un modo de
adquirir por el cual el dueño de una cosa pasa a serlo de lo que ella
produce, o de lo que se junta a ella. Los productos de la cosa pueden ser
naturales o civiles.

Esta concepción del CC de justificar la adquisición de los frutos por el


propietario a través de la accesión no presenta mayor utilidad, porque en
verdad el propietario de la cosa pasa a serlo de lo que ella produce no en
virtud de la accesión, sino por el ejercicio de la facultad de goce.

3.- Facultad de Disposición. En virtud del ejercicio de esta facultad el


propietario puede destruir, transformar, degradar, enajenar o transferir la
cosa que le pertenece, es decir, en el ejercicio de esta facultad el
propietario puede realizar sobre la cosa cualquier acto que signifique la
transformación de la misma, siempre que dicho acto no sea contra ley o
derecho ajeno. También en ejercicio de esta facultad el propietario puede
transferir este derecho, transmitirlo por causa de muerte o bien limitarlo
constituyendo un derecho a favor de terceros (prenda, hipoteca, por
ejemplo).

Este atributo faculta al propietario para realizar prácticamente, sin otros


límites que el derecho ajeno y la ley, toda clase de actos que alteren la
forma o sustancia de la cosa o que impliquen su detrimento, que lleven a su
transformación o consumo, que conduzcan a su transferencia o transmisión,
etc.; es decir, la expresión "disponer" se toma en un significado sumamente
amplio. Se sostiene por algunos que esta facultad de disposición es
esencial del derecho de dominio en tal forma que, sin esta facultad, este
derecho no podría concebirse. Es perfectamente concebible un derecho de
propiedad separado del uso y goce (usufructo), en tal caso tenemos un
titular de un derecho de dominio que se ha desprendido de las facultades de
uso y goce en favor de un tercero, conservando para si solamente la
facultad de disposición (art.764 y 582 inc.2).

Luis Claro Solar nos dice que la facultad de disposición comprende tanto la
disposición de la cosa por actos físicos, como también por medios
jurídicos.

Esta facultad de disposición nos lleva a ver un principio que consagra el


CC, cual es el principio de la libertad de disposición. La facultad de
enajenar es por principio irrenunciables, es una facultad de orden público.
Se dice que la facultad de disposición es tan inherente al derecho de
dominio que sin esta facultad no tendría existencia.

En el CC encontramos diversas disposiciones que contemplan y cautelan la


libertad de disposición, así por ejemplo: la norma del art.747 que
establece la supresión de los fideicomisos perpetuos y de los mayorazgos,
instituciones que atentaban contra la libertad de disposición desde el
momento en que los bienes sobre los cuales éstos se constituían quedaban en
manos de ciertas personas, no pudiendo ser transferidos a terceros. Otras
normas que persiguen el mismo fin son los arts. 1126, 1964, 2031, 2415,
etc.

Pero, no obstante consagrarse el principio de la libertad de disposición,


hay ciertos casos en que el legislador autoriza en forma expresa las
prohibiciones de enajenar, así por ejemplo: el art.751 faculta a quien
constituye una propiedad fiduciaria para prohibir la enajenación entre
vivos; igual situación contempla el art.1432 en relación con las donaciones
entre vivos y el art.793 inc.3 en virtud del cual el constituyente del
usufructo puede prohibir al usufructuario ceder o enajenar su usufructo.

Cláusulas de no enajenar

El principio de la libertad de disposición nos plantea un problema en


aquellos casos en que el legislador no ha permitido el establecimiento de
la prohibición de enajenar. ¿Podrán las partes, por su sola voluntad
disponer prohibiciones de enajenar? Esto nos enfrenta al problema de la
validez de las cláusulas convencionales de no enajenar, es decir, la
limitación convencional de la facultad de disposición.

Un sector de la doctrina se inclina por la validez de estas cláusulas y se


basan en que se está en materia de derecho privado, en el cual puede
hacerse todo aquello que no esta' prohibido por la ley, luego, nada obsta a
que pueda convenirse una cláusula de no enajenar, a menos que exista una
disposición expresa que lo prohíba, añadiendo que no hay una disposición de
carácter general que prohíba las cláusulas convencionales de no enajenar,
sino que al contrario, hay algunos casos particulares en que el legislador
prohíbe las cláusulas de no enajenar (arts.1964, 2031, 2415 CC); concluyen
diciendo que si el legislador prohíbe estas cláusulas en determinados
casos, ello es porque la regla general es la de la libertad para convenir
estas cláusulas.

Indican que el dueño puede desprenderse de todas las facultades que le


confiere el derecho de dominio y es justamente eso lo que hace cuando
enajena la cosa, cuando transfiere el derecho real de dominio; y si puede
desprenderse de todas las facultades que el dominio confiere -que es lo
mismo-, también puede renunciar al ejercicio de una de esas facultades
como es la disposición -que es lo menos-.

Finalmente, argumentan con el art.53 N.3 del Reglamento del Registro


Conservatorio de Bienes Raíces, que señalan: Pueden inscribirse:
3.- Todo impedimento o prohibición referente a inmuebles, sea convencional,
legal o judicial, que embarace o limite de cualquier modo el libre
ejercicio del derecho de enajenar...; dicen que aquí el legislador esta
reconociendo implícitamente la validez de las cláusulas de no enajenar.
Ahora, si se acepta la validez de estas cláusulas, cuál sería la
consecuencia de su infracción?

Para algunos se trataría aquí de una institución similar al embargo


ordenado por el juez y, por consiguiente, el acto en que se procede a la
enajenación de la cosa contraviniéndose la prohibición convencional
adolecería de nulidad absoluta, conforme al art.1464 n.3.

Otros estiman que en este caso no puede haber nulidad, porque la nulidad es
una sanción establecida por la ley para la infracción de sus propias
disposiciones y no para la violación de los pactos entre las partes,
estiman que las cláusulas de no enajenar constituyen una obligación de no
hacer y que su incumplimiento daría derecho a la indemnización de
perjuicios conforme al art.1555 CC: Toda obligación de no hacer una cosa
se resuelve en la de indemnizar los perjuicios, si el deudor contraviene y
no puede deshacerse lo hecho.

( Otro sector de la doctrina sostiene que dichas cláusulas no tienen


validez. Se fundan, entre otras cosas, en el principio de la libre
circulación y disposición de los bienes, el cual está consagrado en el
propio texto del CC y en su mensaje, con la característica muy especial de
que las normas que cautelan la libre circulación de los bienes son de orden
público y es justamente este carácter el que impide que la voluntad de las
partes pueda establecer limitaciones a dicha facultad. Señalan que sólo el
legislador podría establecer excepciones a estas normas de orden público
que consagran la libre circulación de los bienes.

En segundo lugar, indican que si pudiera pactarse libremente las cláusulas


de no enajenar, no habría razón alguna para que el legislador las hubiera
autorizado expresamente para ciertos y determinados casos.

En tercer lugar, hay diversas disposiciones del CC de carácter general que


se oponen a esta cláusula, como sucede con los arts.582 y 1810: Pueden
venderse todas las cosas corporales o incorporales cuya enajenación no
está' prohibida por ley. Indican que el art.582 tiene una parte de la cual
cabe desprender que no pueden establecerse cláusulas de no enajenar:
"...disponer de ella arbitrariamente...".

El cuarto argumento que se da tiene por objeto destruir uno de los


fundamentos principales de la tesis anterior, que es la disposición del
art.53 n.3 del Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces.

Tomando como base el mismo artículo, dice que no puede concluirse que el
legislador está aceptando la validez de las cláusulas de no enajenar; al
contrario, este artículo está permitiendo hacer una inscripción, pero no
significa que la está exigiendo. Por lo tanto, la infracción a este
precepto no tiene sanción; además señalan que el art.53 n.3 está contenido
en un reglamento -aunque es discutible, pues la dictación de este
reglamento se realizó en virtud del propio CC (art.695) y tendría fuerza de
ley- y las disposiciones contrarias a la cláusula están contenidas en la
ley (CC) y el reglamento no puede sobrepasar las disposiciones de la ley.

Ahora, de acuerdo con esta tesis, ¿qué sucede si se pacta una cláusula
convencional de no enajenar? Se estima que esa cláusula sería nula
absolutamente por adolecer de objeto ilícito, porque contraviene normas de
orden público al impedir la libre circulación de los bienes.

La jurisprudencia ha resuelto en el caso de estas cláusulas que si se


contraviene el pacto no habría nulidad absoluta por objeto ilícito fundado
en una contravención del art.1464 n.3, como sustentan algunos partidarios
de la validez de estas cláusulas. Sostiene que el art.1464 n.3 señalan que
hay objeto ilícito cuando se contraviene una prohibición judicial de
enajenar y en estas cláusulas se estaría solamente ante prohibiciones de
carácter convencional, la cual no se incluye en el art.1464 n.3. Sostienen
los tribunales que estas cláusulas comprenden una obligación de no hacer y
que si se infringe una obligación de no hacer, es decir, si se hace aquello
que no debía hacerse, la otra parte tiene el derecho de demandar
indemnización de perjuicios (art.1555). Hay otro sector que estima que
cuando se conviene una cláusula se habría establecido una condición
resolutoria, que consistiría en el incumplimiento de una obligación
contractual: la de no disponer de la cosa; de tal manera que si se
contraviene la prohibición de no enajenar se estaría incumpliendo la
obligación y operaría la condición resolutoria y se estaría concluyendo el
contrato, pudiendo también alegarse su cumplimiento.

Es importante tener presente que nos referimos a las cláusulas


convencionales de no disponer, esto es, a aquellas cláusulas convenidas e
incorporadas en el acto jurídico por la sola voluntad de las partes; porque
hay prohibiciones de no disponer establecidas por la ley, las cuales tienen
plena e indiscutida eficacia y su infracción adolece de nulidad absoluta
por objeto ilícito (art.1464 parte final). Estas prohibiciones legales se
encuentran en diversas leyes y normalmente persiguen fines específicos, por
ejemplo: la ley que prohíbe enajenar la vivienda adquirida por subsidio
habitacional. Esto para que la persona tuviera casa donde habitar y no
hiciera uso lucrativo de ella. Hay que tener cuidado, ya que a veces en el
contrato en que se celebran estas compraventas de viviendas, se repite
normalmente la norma que establece la prohibición legal y si esta cláusula
tiene su origen en la ley, es indudable que la sanción a su infracción es
la nulidad absoluta, aunque ésta figure en el contrato.

Por último, hay que tener presente que las cláusulas convencionales de no
enajenar pueden concebirse en términos relativos o absolutos. En términos
relativos, cuando la persona queda obligada a no disponer de la cosa
durante cierto período de tiempo, por ejemplo: mientras dure el contrato de
arrendamiento. Sería en términos absolutos cuando la persona se compromete
a no disponer jamás de la cosa. Los tribunales de justicia, sin excepción,
rechazan la validez de las cláusulas convencionales de no disponer
concebidas en términos absolutos, porque afirman que respecto de ellas no
cabe la menor duda que ésta. entraban o limitan la libre circulación o
disposición de los bienes. Las concebidas en términos relativos también
constituyen una limitación a esa facultad, pero, concebidas durante un
cierto lapso de manera que, transcurrido el período, habrá plena
posibilidad de disponer.

Limitaciones al dominio

El CC al definir el derecho de dominio en el art.582 pareciera a primera


vista indicar que ese derecho no tiene prácticamente limitaciones, pero a
continuación el legislador señalan dos grandes limitaciones al derecho y al
ejercicio de las facultades que confiere el dominio, que son la ley y el
derecho ajeno.

1.- La Ley.

A través de la ley son numerosas las limitaciones que se han impuesto al


derecho de dominio, las que persiguen diversas finalidades: seguridad,
estática, bien público, etc.; algunas se encuentran en la ley Orgánica de
Municipalidades, en la ley de servicios eléctricos, en la ordenanza general
de construcción y urbanización. Entre las limitaciones establecidas por la
ley, una muy importante es la posibilidad de expropiación de los bienes por
causa de utilidad pública. La limitación es tan grande que se llega a
privar al titular del derecho de dominio por causa de utilidad pública, de
acuerdo con la ley.

2.- El Derecho Ajeno.

Es una limitación que hay que considerar con detención y cuidado, porque
puede ser fuente de diversos problemas. Al decir el legislador que puede el
dueño disponer y gozar de sus bienes arbitrariamente, no siendo contra
derecho ajeno, en el fondo está señalando que el titular del derecho de
dominio puede ejercer su derecho; pero siempre que ese ejercicio o derecho
no coarte los derechos de los demás..

Este es uno de los aspectos de la llamada teoría del abuso del derecho, de
acuerdo con la cual, si una persona que es titular de un derecho lo ejerce
en forma abusiva causando daño o perjuicio a otra persona, esto
constituiría un delito o cuasidelito civil y, por lo tanto, originaría la
obligación de indemnizar perjuicios. En materia de derecho de dominio es
donde esta teoría ha tenido mayor aplicación, especialmente por lo dicho en
el art.582 CC.
Clases de Propiedad

1.- Se pueden hacer varias distinciones en relación con la clase de


dominio, distinciones que se hacen en consideración a la facultad que
otorga a la persona titular del derecho y también al objeto del derecho.

En relación a la facultad hay una distinción que se contempla en el art.582


CC:

a) propiedad plena se produce cuando el titular del derecho de dominio


tiene la suma de facultades que éste le confiere.

b) nuda propiedad se produce cuando el titular se ha desprendido de las


facultades de uso y goce, conservando para si sólo la facultad de
disposición. Esta situación la encontramos cuando el propietario ha
constituido un derecho de usufructo a favor de un tercero.

También en relación con las facultades del dominio, éste puede ser absoluto
o fiduciario:

a) absoluto se presenta cuando no está sujeto a condición cuyo


cumplimiento implique la extinción del derecho de dominio.

b) fiduciario si el dominio está sujeto a una condición en virtud de


cuyo cumplimiento se extingue el derecho del titular pasando la
propiedad a manos de una tercera persona, estamos ante la propiedad
fiduciaria, cuya constitución se llama fideicomiso.

(Dominio exclusivo se produce cuando pertenece a una sola persona, que


puede ser natural o jurídica.

(Dominio proindiviso es aquel en que un mismo derecho de propiedad


pertenece cuantitativamente a diversas personas y sobre una misma cosa,
siendo cada uno de ellos titulares de una cuota.

2.-También se puede clasificar el derecho de dominio en consideración al


titular y, en forma más precisa, atendiendo al número de titulares.
A este respecto no debe olvidarse que cuando enfrentamos este dominio
proindiviso hay un solo derecho de propiedad que tiene varios titulares y
que recae sobre una sola cosa, situación que no debe confundirse cuando
respecto de una misma cosa hay dos o mas derechos, como sucede cuando una
persona tiene el derecho de dominio sobre una cosa y otra el usufructo
sobre la misma, pues estamos aquí frente a derechos distintos y con
titulares distintos, situación ajena a la propiedad proindiviso. Tampoco
debe confundirse con la propiedad fiduciaria, en la cual hay un solo
derecho de dominio, pero esta radicado primero en una persona y después en
otra, cambio que se produce por el cumplimiento de una condición.

Cuando hay varios titulares de un mismo derecho de dominio, están sometidos


a un régimen jurídico que es la comunidad, salvo que entre ellos exista
algún contrato diferente (art.2304 CC).

3.- Por último, se clasifica al dominio atendiendo al objetos sobre el cual


recae. Así se habla de propiedad civil, propiedad minera, propiedad
intelectual y propiedad industrial.

a) Propiedad civil. Es justamente el objeto del derecho civil y se


encuentra definida en el art.582 del CC. Esta propiedad civil adquiere
ribetes particulares cuando asume la forma de la llamada propiedad
horizontal, que es una forma especial de propiedad aplicable a aquellas
situaciones en que los distintos pisos de un edificio o los
departamentos en que se encuentra dividido cada piso, pertenecen a
distintos propietarios.

Pero no sólo a estos se aplica el régimen de propiedad horizontal, sino


que también a los conjuntos habitacionales y edificios aislados o adosados
de uno o mas pisos, aunque tengan salidas individuales.

Propiedad horizontal.

Esta propiedad horizontal esta regulada en normas especiales que aparecen


en el apéndice del CC (ley 6071). En la llamada propiedad horizontal
encontramos que la persona es dueña exclusiva de su piso o departamento o
de la casa habitacional que le corresponde, pero es comunero de los bienes
que la ley indica como de uso común. Ahora, es muy importante en materia de
propiedad horizontal determinar cuáles son las cosas de uso común: en
general son todas aquellas indispensables para la existencia, seguridad y
conservación del edificio y las que permitan al propietario el uso y goce
exclusivo de su departamento. Son cosas comunes (las señalan la ley): el
terreno sobre el cual está construido el edificio, los cimientos, los muros
exteriores y soportantes, la obra gruesa de los suelos, la techumbre, las
instalaciones generales de calefacción, energía eléctrica, alcantarillado,
gas y agua potable, las escaleras, ascensores, pasillos de circulación,
terrazas, etc.

Todos estos son bienes comunes y no pueden dejar de tener esa calidad, no
pudiendo tampoco efectuárseles modificaciones si no están permitidas en la
ley o reglamento de copropiedad.

En qué proporción los comuneros son dueños de las cosas comunes?

La ley nos dice que el derecho de cada uno de ellos en las cosas comunes es
proporcional al valor del piso o departamento del que es dueño (art.47 ley
6071). En relación a las cosas comunes, este es un caso de indivisión
forzosa, pudiendo cada propietario usar a su arbitrio las cosas comunes,
pero, de acuerdo con el destino que les corresponda en y sin que puedan
obstaculizar el legítimo uso que a los otros propietarios corresponde.

Otro aspecto a considerar es que el dominio exclusivo del departamento,


piso o casa, es inseparable del dominio de los bienes comunes. De tal
manera que si se enajena el piso o departamento, se enajenan también los
derechos sobre las cosas comunes. La ley establece que el propietario tiene
que usar el piso o departamento en forma adecuada y tranquila, en
consecuencia, no puede hacerlo servir para otros objetos distintos de aquel
para el cual está destinado o del que se señale en el respectivo reglamento
de copropiedad (art.51 ley 6051). La ley dice que cada propietario no puede
ejecutar acto alguno que perturbe la tranquilidad de los demás s
propietarios o que comprometa la seguridad, solidez o salubridad del
edificio.
Ahora, el edificio tiene que tener administración y ésta debe establecerse
en el reglamento de copropiedad que al efecto acuerden los copropietarios,
reglamento en el cual se establecen los derechos y obligaciones de los
distintos propietarios, las limitaciones a que ellos están sujetos y, en
general, todo aquello que se considere necesario para el buen
funcionamiento del edificio.

Las normas de este reglamento tienen que ser acordadas por la unanimidad de
los interesados y el reglamento tiene que reducirse a escritura pública e
inscribirse en el registro de hipotecas y gravámenes del respectivo
departamento. Cumplido esto, el reglamento tiene fuerza respecto de
terceros adquirentes, cualquiera que sea el título de adquisición.

Puede ocurrir que los interesados no acuerden este reglamento. A falta de


reglamento o en los casos no reglamentados en 'l, rigen las disposiciones
de la ley de propiedad horizontal y su reglamento (art.55 y 56 ley 6051).

b.- Propiedad minera es una forma especial de dominio que se refiere a los
yacimientos mineros y cuya constitución y organización está reglamentada
en el Código de Minería.

c.- Propiedad intelectual es la que recae sobre productos del ingenio o del
talento humano (obras literarias, musicales, cinematográficas, etc.). Es
discutido en doctrina si ésta es en realidad o no una especie de propiedad
o si tiene un carácter distinto. Pero, en nuestra legislación nos
encontramos con la norma del art.584 CC que regula esta situación y la ley
n.17336.

d.- Propiedad industrial dentro de ella se comprenden los modelos


industriales, las marcas comerciales y patentes de invención. Esto es de
bastante importancia porque le otorga la protección correspondiente a aquel
que ha inventado algo, de manera que pueda obtener provecho de sus
beneficios.

La Copropiedad o Condominio.
Al respecto, debe tenerse presente que también puede denominarse como
comunidad, pero no puede que la comunidad y la copropiedad sean totalmente
sinónimos; en general se habla de copropiedad cuando el derecho de dominio
pertenece a varias personas sobre cosas singulares, reservándose la
expresión comunidad para hacer referencia al estado de indivisión que recae
sobre las universalidades jurídicas, como sería el caso de la herencia. La
comunidad existe cuando dos o más personas tienen derechos de igual
naturaleza sobre un conjunto de bienes que configuran o conforman una
universalidad jurídica; en tanto que, existe copropiedad cuando dos o mas
individuos tienen en común el derecho de dominio sobre una especie o bien
determinado.

La llamada propiedad horizontal nos plantea aquí un problema: en ella se da


la situación de que una persona es dueña con exclusividad del departamento
que le corresponde, pero a la vez, tiene un derecho en común con los
demás s copropietarios sobre las cosas o especies comunes del departamento.

Situación esta que no sólo puede plantearse en la ley de propiedad


horizontal, sino que también en otras situaciones jurídicas. Aquí
estaríamos ante la situación de que en un bien determinado varias personas
tendrían, por un lado, el derecho de dominio, y por otro lado, el derecho
común con los demás s propietarios respecto de las cosas comunes del
edificio o construcción. En este caso, se dice que se trata de una
comunidad pro diviso, es decir, aquella en que el derecho de los comuneros
no abarca la totalidad de la cosa, sino que sólo parte de ella, y en la
otra parte se ejercen derechos individuales. La otra forma de comunidad o
copropiedad, esto es, aquella que recae sobre la totalidad de la especie se
llama comunidad pro indiviso.

El CC reglamenta a la comunidad en materia de partición de bienes


(art.1317) y en el cuasicontrato de comunidad (art.2304 y siguientes).

El principio de la legislación chilena es de ser contraria al sistema de


propiedad común, e incluso más, el legislador tiende a obtener que se
produzcan las divisiones de esta propiedad común y es así como cualquiera
de los copropietarios puede pedir en cualquier momento la división de la
cosa común y al pedirse la división de la cosa común se está instando por
el término del régimen de comunidad. Solamente no se podría pedir la
división cuando se hubiese convenido expresamente que ello no pudiere
hacerse, esto es, cuando se ha pactado la indivisión entre los distintos
comuneros; pero aún más, incluso en este pacto de indivisión el legislador
señalan limitaciones, porque no puede este pacto durar más de 5 años
(art.1317 CC).

Respecto de la comunidad hay dos concepciones distintas, las cuales tienen


importancia por las consecuencias que ellas generan, especialmente las
relativas al accionar de los distintos comuneros, son la doctrina romana y
la doctrina germana.

1.- Doctrina Romana. La copropiedad es una especie de derecho de propiedad


que se caracteriza porque cada uno de los que concurren en la comunidad
tienen derecho a la totalidad de la cosa y, además, tiene una cuota o parte
en la cosa común. Pero, esta cuota o parte no se singulariza o recae sobre
la especie en si misma, porque ésta es indivisible, sino que es de carácter
abstracto.

Así, según esta doctrina, si tres personas son comuneros por igual de un
automóvil, cada una de ellas va a ser dueño exclusivo de una cuota
abstracta e ideal (un tercio), pero ese tercio no está radicado en parte
alguna del automóvil; por eso es que, considerada la cosa en su totalidad,
todos los comuneros tienen un derecho sobre ella, pero limitado por los
derechos de los demás comuneros, de tal manera que en el ejercicio de sus
facultades, uno de los comuneros va a tener siempre que considerar la
situación o el derecho de los comuneros restantes y para ejecutar actos de
disposición que afecten a la totalidad de la cosa, va a necesitar el
concurso de los demás s comuneros.

De acuerdo con esta concepción, si bien es necesario del concurso de todos


para disponer de la totalidad de la cosa, cada uno de ellos puede disponer
libremente de la parte o cuota que le corresponde. Ahora, esta concepción
de carácter individualista presenta un problema al requerir para la
disposición de la cosa el consentimiento de todos los comuneros, al igual
que lo requiere para la realización de actos administrativos, ya que basta
la oposición de uno solo para que el acto no pueda realizarse.
En la doctrina moderna se pretende solucionar este problema estableciendo
el juego de mayoría o minoría para actos de administración o disposición,
de tal manera que el acuerdo de la mayoría sobre la disposición o
administración de la cosa pasa a ser obligatorio para la minoría.

2.- Doctrina Germana. Esta no tiene un carácter individualista como la


Romana, sino más bien un carácter de derecho colectivo que le da un
enfoque bastante particular a la comunidad. Esta doctrina se llama "gesamte
hand" o "de las manos juntas".

En la Doctrina Germana se considera a todos los comuneros como si fueran un


solo titular, es decir, la cosa pertenece a todos ellos como si éstas
fueran una sola persona y, al considerar a todos los comuneros como un solo
titular, desaparece necesariamente la noción de cuota. Incluso, se ha
extremado esta disposición diciéndose que los comuneros no podrían pedir la
división o partición de la cosa común. Para la doctrina germana, todos los
comuneros en conjunto tendrían un derecho igualitario para el goce de la
cosa.

Para el derecho alemán la idea de cosa común corresponde al patrimonio de


afectación, es decir, al patrimonio destinado a cumplir un fin determinado.

En CC chileno está claro que se acepta la idea de cuota, e incluso más, no


sólo se acepta esta idea, sino que cada comunero puede disponer de la cuota
que le corresponde; así se desprende ,por ejemplo, del art.2417 del CC que
dice que el comunero puede, antes de la división de la cosa común,
hipotecar su cuota...

Clases de Comunidad

1.- Atendiendo al objeto sobre el cual recae la indivisión de la comunidad,


puede haber:

comunidad sobre una universalidad.

comunidad sobre una cosa singular.

Esta es la única clasificación de la comunidad contemplada en el CC


(arts.1317 y 2304).

El problema que se plantea en esta materia es sobre cuál clase de


universalidad puede recaer la comunidad, y al respecto no hay acuerdo entre
los distintos autores.

Se estima por algunos que puede haber comunidad sobre una universalidad
jurídica, como por ejemplo la herencia, a la cual se refiere expresamente
el art.2306: "Si la cosa es universal, como una herencia, cada uno de los
comuneros es obligado a las deudas de la cosa común, como los herederos en
las deudas hereditarias". También la comunidad que queda al disolverse la
sociedad conyugal o la que se produce a la disolución de las sociedades
civiles; sosteniéndose que habría comunidad sobre universalidad cada vez
que la comunidad recae sobre un patrimonio indiviso, el cual tiene su
pasivo y activo, y es en este aspecto en el que se fundan algunos para
negar la posibilidad de la comunidad sobre universalidades de hecho, porque
la comunidad supone necesariamente la existencia de 2 elementos: el activo
y el pasivo; y sucede que en estas universalidades de hecho sólo hay
activo, no existiendo la posibilidad de que haya comunidad respecto del
pasivo, porque las universalidades jurídicas ya que el pasivo se dividen
entre los distintos comuneros por el solo ministerio de la ley (arts.1354 y
2306).

Se señalan en estos casos que la comunidad existe sólo sobre el activo de


la herencia, ya que el pasivo se ha dividido entre los distintos herederos
y por el solo ministerio de la ley, división que se hace entre ellos en
proporción a la cuota que a cada heredero corresponde de la herencia,
ejemplo: art.1354 inc.2. La comunidad sobre universalidades jurídicas
presenta además otro tipo de problemas, el que deriva principalmente de la
aceptación entre nosotros de la teoría romana de la comunidad, la cual
incorporando el concepto de cuota, lleva necesariamente a que si en una
comunidad hay bienes, cada uno de los comuneros ser titular de la cuota
del derecho sobre cada uno de los bienes.

En Chile, la doctrina si bien acepta que el legislador siguió la teoría


romana, afirma que no lo hizo ajustándose estrictamente a ella en todos sus
puntos, afirmándose que en el caso de la comunidad sobre universalidades no
se produce la comunicabilidad de la cuota a los distintos bienes, y así, el
derecho de cada comunero recae sobre el todo de los bienes considerados en
forma abstracta y no sobre las especies materiales o partes de las mismas.
Se fundan para ello en lo que dispone el art.1909 que nos dice que el
heredero que cede su derecho de herencia se hace única y exclusivamente
responsable de su calidad de heredero, es decir, que lo único que interesa
en este aspecto es que quien ceda el derecho de herencia sea efectivamente
heredero y responde el cedente de tener esa calidad y, por consiguiente, su
responsabilidad no se extiende a que la herencia comprenda ciertos y
determinados bienes, porque lo que está cediendo es el derecho que tiene
sobre la universalidad y no sobre bienes determinados.

Por otro lado, esta posición se fundamenta también en lo que dispone el


art.686 CC, norma que establece que la tradición del derecho de dominio y
de otros derechos reales sobre inmuebles, se hace mediante la inscripción,
no mencionando entre ellos a la herencia.

Luego, según esta opinión, cuando se hace la tradición del derecho real de
herencia no es necesario practicar la inscripción, aún cuando en la
herencia haya bienes inmuebles y ello no obstante que de acuerdo con el
art.686 la forma de hacer la tradición de los derechos sobre inmuebles es
la competente inscripción. Al no exigirse la inscripción para la tradición
del derecho de herencia, aun cuando comprenda bienes inmuebles, se está
significando que ella no comprende bienes determinados, sino esta
universalidad de carácter abstracto, que no tiene el carácter de mueble ni
inmueble.

Pero, hay otros autores (Enrique Silva) que dicen que el CC acepta en todos
sus aspectos la teoría romana y que la comunicabilidad de la cuota a cada
uno de los bienes forma parte del sistema del CC, afirmando que lo que
tienen los comuneros en la comunidad son derechos sobre bienes
determinados y no sobre una abstracción jurídica. Señalan como fundamento
los arts.951 inc.2 y 580 del CC; además, en una comunidad hereditaria hay
que distinguir dos situaciones distintas:

Una es el derecho de herencia en si mismo que recae sobre la universalidad


jurídica (la herencia).

La otra es una comunidad de dominio entre todos los herederos y respecto de


la totalidad de bienes dejados por el causante.

El aceptar una u otra teoría no deja de tener importancia. Si se acepta la


primera posición, aquella en la cual no se produce la comunicabilidad de la
cuota de los distintos bienes, ello se traduce necesariamente en que la
cuota no participa de los caracteres de los bienes que forman la comunidad,
por consiguiente, no va a participar del carácter de mueble o inmueble de
esos bienes, y eso tiene sus consecuencias, ya que aún cuando en la
herencia haya bienes inmuebles, la tradición de la cuota de un heredero no
va a requerir de inscripción, porque la inscripción se exige para la
tradición de los bienes inmuebles y la cuota no tiene ese carácter desde el
momento en que no participa de las calidades de los bienes muebles o
inmuebles que conforman la comunidad. De acuerdo con esta posición, la
tradición de una cuota hereditaria deber hacerse en la forma general
indicada en el art.684 inc.1.

Por otro lado, el no participar de la calidad de muebles o inmuebles tiene


otra consecuencia: por ejemplo, para la enajenación de bienes raíces de un
incapaz debe necesariamente cumplirse con ciertas formalidades
(formalidades habilitantes) prescritas para dicha enajenación, si la cuota
no participa del carácter mueble o inmueble de los bienes que conforman la
comunidad, aun cuando en la comunidad hereditaria haya inmuebles, no ser
necesario cumplir con estas formalidades.

A la inversa, si se acepta la comunicabilidad, esto es, que la cuota


participa de los bienes que conforman la universalidad, las concepciones
son totalmente inversas. Habría que atenerse a lo dispuesto en el art.686
CC para hacer la tradición de la cuota cuando en el dominio están
comprendidos los inmuebles, y en la misma situación para la enajenación de
la cuota de un incapaz, habrá que cumplir con las formalidades exigidas
por la ley. El problema se nos plantea cuando la comunidad recae sobre una
universalidad, porque si recae sobre una cuota singular, la cuota de cada
comunero se va a radicar en esa cosa singular y va a participar, por
consiguiente, de los caracteres de esa cosa. Así, si tres personas son
dueños en común de un automóvil, cada uno tendrá una cuota de derecho
sobre el vehículo, cuota que se radica en el vehículo en si mismo y que
tendrá el carácter propio de éste. Como en este caso se trata de un bien
mueble la cuota va a ser mueble y va a estar sujeta a las reglas de estos.

Por el contrario, si 3 personas son dueñas en común de un inmueble, la


cuota de cada uno se va a radicar en el inmueble participando de los
caracteres del mismo y se va a sujetar a las reglas que la ley establece
para los inmuebles (art.580 CC).

2.- Desde otro punto de vista, la comunidad se puede clasificar en atención


al origen de la misma, y así puede nacer de un hecho, de la voluntad o de
la ley:

a) Nace de un hecho la comunidad hereditaria, la cual surge por la


muerte del titular de la herencia.

b) Nace por la voluntad de los titulares de la comunidad cuando 2 o más


personas adquieren en común el mismo bien.

c) Nace de la ley en el caso de la propiedad horizontal, en que por


disposición de la ley hay ciertos casos en que se mantiene en
comunidad indivisa y en las cuales tienen derecho todos los
copropietarios de la propiedad horizontal.

3.- Desde otro punto de vista pueden ser también temporales o perpetuas. La
regla general es la de la temporalidad de la comunidad , no teniendo una
duración determinada en el tiempo, ya que las partes interesadas pueden
pedir la división de la comunidad sin limitaciones. Pero pudieran llegar a
tener una duración determinada si los interesados en la comunidad han
celebrado el llamado pacto de indivisión, en virtud del cual convienen en
no pedir la división de la cosa en común por un plazo determinado; dicho
plazo no puede exceder de 5 años, pudiendo renovarse dicho pacto (art.1317
CC). Si no existe pacto de indivisión, conforme al art.1317 los interesados
pueden pedir la partición en cualquier tiempo.

La única limitación al ejercicio de este derecho es el pacto de indivisión.


Esta disposición es una manifestación de la forma en que el legislador
considera entre nosotros la comunidad; en general, el CC no es partidaria
de ella, lo cual queda de manifiesto en la facultad de pedir siempre la
división. Las comunidades perpetuas se encuentran establecidas por la ley,
pero en general derivan de la naturaleza misma de la cosa, por ejemplo: los
bienes comunes de una propiedad horizontal, mientras subsista el inmueble
afecto a propiedad horizontal se mantienen en indivisión las cosas que la
ley declara comunes.

La Cuota

Se entiende por cuota una porción ideal determinada o determinable que cada
uno de los comuneros tiene sobre la cosa común, es decir, sobre la cosa
objeto de la comunidad. Las cuotas pueden ser iguales o distintas entre
si, pero la suma de todas ellas debe representar la unidad de la cosa.
Normalmente, estas cuotas se expresan en fracción (arts.1908 y 2307 CC).

En el sistema chileno, cada uno de los herederos puede disponer de la cuota


que le pertenece con la más absoluta libertad, puede hacerlo por acto entre
vivos, lo que en algunos casos nos va a enfrentar al problema de la
tradición del derecho sobre la cuota, o puede hipotecarla. (En general,
todo lo relativo a la comunidad se regula por las normas del cuasicontrato
de comunidad arts.2304 y siguientes).

Modos de adquirir el dominio

En el CC (art.588) se señalan los modos de adquirir el dominio, pero dentro


del sistema acordado por el legislador no basta que opere el modo de
adquirir para que se produzca la adquisición del dominio u otro derecho
real, porque en el sistema chileno la adquisición del dominio y otros
derechos reales es un fenómeno complejo que no opera por un sólo elemento,
sino que para que se produzca la adquisición del dominio y demás s derechos
reales deben concurrir 2 elementos:

1.- Título

2.- Modo de adquirir.

En otros sistemas jurídicos como el francés, la adquisición del dominio se


produce solamente por medio del título, no requiriéndose que opere el modo.

Esta distinción entre el título y modo de adquirir es muy clara respecto de


algunos modos, por ejemplo: la tradición, en que está perfectamente
separado el título del modo de adquirir tradición; en los otros modos de
adquirir el título se confunde con el modo, e incluso, hay autores que
niegan esta dualidad para los modos de adquirir que no sean tradición.

En el sistema francés, por la sola celebración del contrato de compraventa


el comprador adquiere el dominio de la cosa que le fue vendida. En cambio,
en el sistema chileno por el contrato de compraventa el comprador no
adquiere el dominio de la cosa vendida, sino que pasa a ser titular de
ciertos derechos y contrae ciertas obligaciones: tiene derecho a que se le
entregue la cosa y tiene la obligación de pagar el precio. Para que se
adquiera el derecho de dominio es necesario que además del título opere el
modo de adquirir, en este caso, la tradición. La forma de hacer la
tradición va a depender de si la cosa es mueble o inmueble.

El Título es el hecho o acto jurídico que habilita para la adquisición del


dominio o derecho real respectivo (e incluso derechos personales), porque
justifica jurídicamente dicha adquisición. Así, son títulos el contrato de
compraventa, la donación, la permuta, etc. Viene a ser la causa remota de
la adquisición del dominio.

EL modo de adquirir es el hecho o acto jurídico eficaz para hacer operar la


adquisición del dominio o derecho real correspondiente, o sea, es el
mecanismo por el cual opera esta adquisición. Los modos de adquirir están
señalados en el art.588, pero esta enumeración es incompleta.

Art. 588 CC Los modos de adquirir el dominio son la ocupación, la accesión,


la tradición, la sucesión por causa de muerte y la prescripción.

Es incompleta porque falta el modo de adquirir que es la ley, que se da en


la expropiación por causa de utilidad pública.

A través de estos modos de adquirir puede adquirirse en general a todos los


derechos reales, pero hay ciertas excepciones: la ocupación y la accesión
sólo sirven para la adquisición del derecho de dominio, las servidumbres
discontinuas de todas clases y las servidumbres continuas inaparentes no
pueden ganarse por prescripción adquisitiva (art.882 CC). Las servidumbres
se clasifican en continuas y discontinuas (art.822) y en aparentes e
inaparentes (art.824).

Es importante dejar constancia que para adquirir un bien sólo se puede


utilizar un modo de adquirir. Además, sólo la ley puede establecer modos de
adquirir, las partes no.

Campo de aplicación de los modos de adquirir

Ocupación: bienes corporales muebles.

Accesión: bienes corporales muebles o inmuebles.

Tradición: bienes corporales muebles e inmuebles, derechos reales y


personales, cosas singulares y universales.

Sucesión por causa de muerte: bienes corporales muebles e inmuebles, cosas


singulares y universales, otros derechos personales y reales.

Prescripción: bienes corporales muebles e inmuebles, bienes singulares y


universales, derechos reales con limitaciones (usufructo). Los derechos
personales no, porque no admiten posesión.

El CC en el Libro II se ocupa de tres de estos modos de adquirir


(ocupación, accesión y tradición), en el Libro III se ocupa de la sucesión
por causa de muerte y en el Libro IV se ocupa de la prescripción.

Doctrinas que aceptan y que rechazan la dualidad título-modo

Esta distinción entre título y modo es muy patente cuando se adquiere por
tradición, allí está claramente separado el título o contrato de la
tradición respectiva. En los otros modos de adquirir esta separación no es
patente porque el modo de adquirir es al mismo tiempo título, es decir,
opera la adquisición y la justifica (arts.675, 703 inc.2 y 704 CC).

Esta situación de que no aparezca clara la separación entre título y modo


de adquirir ha llevado a algunos autores a sostener que la dualidad título-
modo sólo se presenta cuando la tradición es modo de adquirir, es decir, el
CC sólo exige el título cuando el modo de adquirir es la tradición (art.675
CC). Señalan que en los otros modos de adquirir el CC no exige título (Hugo
Rosende). Quienes mantienen esta posición se fundan en las siguientes
razones:

a) Si se ve el art.588 se comprueba que éste habla de modo de adquirir y


no hace mención al título, con lo cual ha de concluirse que para que opere
la adquisición del dominio y los demás s derechos reales, basta con el modo
de adquirir, salvo en el caso de la tradición, respecto de la cual la ley
exige expresamente la concurrencia de un título traslaticio de dominio.
Pero, quienes participan de esta opinión, creen que esta es una situación
especial para la tradición, sostienen que si se analizan las normas de la
ocupación, accesión, prescripción y sucesión por causa de muerte, podrá
comprobarse que en ninguna parte se requiere la concurrencia del título.
Indican que en materia de sucesión por causa de muerte se puede suceder a
una persona difunta por lo dispuesto en el testamento; a falta de él,
habrá que atenerse a la ley. Pero, puede darse una tercera alternativa, ya
que puede ser que la sucesión sea en parte testada y en parte intestada.
Añaden que si se aceptara la teoría que exige título respecto de todos los
modos de adquirir y la sucesión fuera en parte testada y en parte
intestada, estaríamos ante una situación ilógica de que se estaría
sucediendo por 2 títulos: testamento y la ley; lo cual es errado según
ellos porque no puede haber dos títulos en una misma adquisición.

b) Señalan también que la doctrina que exige título respecto de todos


los modos de adquirir, adolece de un vacío, porque cuando el modo de
adquirir es la ley no puede indicar cuál es el título en este caso.

c) Finalmente, desvirtúan una argumentación en contra de su posición que


se funda en el art.703, el cual sostiene que los justos títulos son
constitutivos y traslaticios de dominio, y dentro de los primeros están la
ocupación, la accesión y la prescripción. Luego, estos modos de adquirir
también serían títulos justos para adquirir, además de la calidad de modo
de adquirir.

Sin embargo, se sostiene que el art.703 no se refiere a la adquisición del


dominio u otro derecho real, sino que se refiere a los títulos en relación
con la posesión y, específicamente, con un requisito de la posesión
regular, que es el justo título (aparte de la buena fe y tradición si el
título es traslaticio de dominio).

La opinión contraria sostiene que el título concurre respecto de todos los


modos de adquirir, lo que sucede es que en la ocupación, accesión y
prescripción, el título se confunde con el modo de adquirir, juega dos
roles; y en la sucesión por causa de muerte el título va a ser el
testamento o la ley en el caso de la sucesión intestada. no explica cuál es
el título en el caso del modo adquirir ley.

Sostienen además que es efectivo que no existe en el CC una disposición


general que requiera expresamente título respecto de todos los modos de
adquirir, pero que necesariamente se llega a esa conclusión combinando
varias disposiciones.

Así, el art.588 enumera los modos de adquirir, el art.675 exige para la


validez de la tradición un título traslaticio de dominio, los art.702, 703
y 704 (relativos a la posesión) se refieren al justo título (art.702), el
art.703 dice cuales son los justos título y el art.704 enumera los títulos
injustos, especialmente argumentan con el n.4 de este artículo, para
concluir la exigencia del título, específicamente en la sucesión por causa
de muerte. Si el heredero aparenta título injusto, hay que concluir que el
verdadero heredero tiene un título justo y así, en la sucesión por causa de
muerte se presenta la dualidad título-modo.

Se hace cargo esta posición de la observación que hace la doctrina


contraria en orden a que estas materias relativas al título están
reglamentadas en lo referente a la posesión. Esta circunstancia no tiene
mayor importancia ya que la posesión es la apariencia del dominio y tan
apariencia es, que el legislador presume dueño al poseedor en el art. 700
inc.2 del CC. Señalan también que el art.703, al hablar de justo título,
especialmente en el inc.1, al decir que pueden ser traslaticios o
constitutivos de dominio, no está refiriéndose a títulos que confieren
posesión, sino a título que la legitiman, y si estos legitiman la posesión
significa que a través's de ellos puede llegarse a la adquisición del
dominio.

Sostiene Alessandri que sustentar la existencia de la dualidad título-modo


respecto a todos los modos de adquirir es un aspecto importante por lo
siguiente: la posesión de una cosa puede ser con derecho o sin derecho;
será con derecho cuando el modo de adquirir coloca en posesión y produce la
adquisición del dominio; ser sin derecho cuando el modo de adquirir no
produzca la adquisición del dominio, sino que solamente coloca en posesión
de la cosa y, en este caso, tiene importancia que el modo de adquirir (que
no es tradición) sea al mismo tiempo título, ya que al serlo va a legitimar
la posesión, teniendo ésta el carácter de regular, pudiendo conducir a la
adquisición del dominio por prescripción.

En relación con lo mismo, señalan que denegarse la calidad de título a los


modos de adquirir distintos a la tradición implica que quien adquiere la
cosa por alguno de dichos modos no tendrá título y, por consiguiente, no
va a ser poseedor regular porque el art.702 nos señalan como un requisito
de la posesión regular el del justo título y el art.703 sostiene que son
justos títulos los traslaticios y los constitutivos, indicando que son
constitutivos de dominio la ocupación, la accesión y la prescripción.
Clasificación de los Modos de Adquirir

1.- Modos de adquirir originarios y derivativos.

2.- Modos de adquirir a título universal y a título singular.

3.- Modos de adquirir a título gratuito y a título oneroso.

4.- Modos de adquirir por acto entre vivos y por causa de muerte.

1.- Modos de adquirir originarios y derivativos.

Se dice que el modo es originario en los casos que produce la adquisición


del dominio independientemente del derecho anterior de otra persona; no hay
en este caso una derivación de un derecho de un titular a otro. En estos
casos, el derecho es creado por el modo de adquirir en el titular. Son de
esta categoría: la ocupación, la accesión y la prescripción, que opera
respecto a cosas que antes pertenecían a otro dueño, pero sucede que quien
adquiere la cosa por prescripción no deriva su derecho del dueño anterior,
sino que al contrario, lo adquiere en contra del titular anterior; luego,
no hay una derivación del anterior titular al nuevo titular, sino que hay
una creación del derecho en el nuevo titular.

A la inversa, el modo es derivativo cuando la adquisición del derecho de


dominio se produce fundada en un derecho anterior que tendría otra persona,
por ejemplo: la tradición y la sucesión por causa de muerte. En el modo de
adquirir derivativo hay una relación entre el antiguo titular del derecho
y el nuevo titular del mismo.

La distinción tiene importancia para determinar el alcance y las


características del derecho del adquirente: cuando éste se adquiere por un
modo derivativo no sólo se debe examinar al actual titular, sino que
también habrá que analizar los derechos de los anteriores titulares, por
una razón sencilla que es una aplicación del principio de que "nadie puede
transferir más derechos de los que realmente tiene". Así, el que tiene un
derecho afecto a condición resolutoria y lo transfiere, el nuevo titular lo
adquiere afecto a la condición resolutoria, si el bien está afecto a
gravamen sucede lo mismo. En cambio, si el modo de adquirir es originario,
para ver el alcance y extensión de ese derecho sólo habrá que estarse a la
situación del actual titular y bastar examinar el acto o hecho que
configura el modo y la cosa sobre la que recae.

2.- Modos de adquirir a título singular y a título universal .

Modos a título singular cuando a través de él se adquieren bienes


determinados o cuotas en los bienes determinados. Es a título universal
cuando se adquieren universalidades jurídicas o una cuota de ellas.

El modo de adquirir a título universal produce adquisición de la totalidad


del patrimonio de la persona o de una cuota de ese patrimonio; en tanto que
el modo de adquirir a título singular produce la adquisición de
determinados bienes o derechos.

Los dos modos de adquirir que son siempre a título singular y nunca a
título universal son la ocupación y la accesión. Hay un modo que puede
darse en ambos títulos indistintamente, que es la sucesión por causa de
muerte: ser a título universal cuando opera la adquisición de una herencia
y a título singular cuando produce la adquisición de un bien determinado.
Hay dos modos de adquirir que generalmente son a título singular, son la
tradición y la prescripción, pero que toman el carácter de modo de adquirir
a título universal cuando se trata de la prescripción del derecho de
herencia (cuando un heredero aparente llega a adquirir por prescripción la
herencia del que está en posesión) y de la cesión del derecho de herencia.

3.- Modos de adquirir a título gratuito y a título oneroso.

Esta clasificación se hace según el sacrificio pecuniario que importa el


modo. Así, si quien adquiere el derecho no ha hecho ningún sacrificio
pecuniario, el modo de adquirir es a título gratuito, ejemplo: la
ocupación. En cambio, si para la adquisición del derecho la persona ha
tenido que hacer un sacrificio pecuniario, el modo de adquirir ser a
título oneroso.

La sucesión por causa de muerte y la prescripción son modos de adquirir a


título gratuito siempre. La tradición podrá ser a ambos títulos (si el
antecedente es la donación, ser a título gratuito; en cambio, si el
antecedente es la compraventa ser a título oneroso).

4.- Modos de adquirir por acto entre vivos y por causa de muerte.

Esta clasificación se hace atendiendo a si es o no necesario para que opere


el modo de adquirir el fallecimiento del titular del cual se deriva el
derecho. Si el modo de adquirir requiere para operar la muerte de la
persona de quien éste se deriva, se trata de un modo de adquirir por causa
de muerte o por acto de última voluntad, por ejemplo: la sucesión por causa
de muerte.

El modo de adquirir es por acto entre vivos cuando para que opere el modo
no es necesaria la muerte del titular, por ejemplo: la ocupación, la
accesión, prescripción y tradición.

La tradición

Art. 670 CC La tradición es un modo de adquirir el dominio de las cosas y


consiste en la entrega que el dueño hace de ellas a otro, habiendo por una
parte la facultad e intención de transferir el dominio, y por la otra la
capacidad e intención de adquirirlo. Lo que se dice del dominio se extiende
a todos los otros derechos reales.

Este modo de adquirir es importante tanto en los derechos reales como en


los personales, ya que en ambos opera y puede operar la tradición como modo
de adquirir.

En doctrina se da un concepto distinto del que da el CC en el art.670 y se


dice que la tradición es un modo de adquirir y una convención, por el cual
una persona llamada tradente transfiere el dominio, o bien, constituye un
derecho real o sólo confiere posesión a otra persona llamada adquirente, y
que consiste en la entrega de la cosa con la intención compartida de que el
adquirente adquiera el derecho. Este requisito de la intención compartida
queda también manifestado en la definición que da el art.670, el cual exige
en el tradente la intención de transferir el dominio y en el adquirente la
intención de adquirirlo. Ello es así porque este modo descansa en la
voluntad de las partes que en él intervienen.

Algunos autores señalan que la tradición es traslaticia en cuanto a la


tradición del derecho de dominio y constitutiva en cuanto a los otros
derechos reales distintos del dominio.

Características de la tradición

1.- Es una convención porque para que haya tradición es indispensable el


acuerdo de voluntades que debe tener por objeto la transferencia del
dominio o la constitución de un derecho real. Esta convención presenta
también la característica de que ella extingue obligaciones, no las crea
como el contrato y las obligaciones que la tradición extingue son las que
emanan del contrato o título; obligaciones que son de dar, porque se trata
de transferir el dominio o constituir un derecho real y que emana
directamente de ese contrato o título.

Justamente por esta característica de extinguir obligaciones mediante su


efectivo cumplimiento, es que la tradición es un pago, ya que calza
perfectamente en la definición que el art.1568 da de el pago: El pago
efectivo es la prestación de lo que se debe.

2.- Es un modo de adquirir el dominio y demás s derechos reales tratándose


del dominio y del derecho real de herencia la tradición es traslaticia, en
tanto que respecto de otros derechos reales es constitutiva.

Es traslaticia porque hace derivar el derecho de un titular a otro, en


tanto que en los demás s derechos reales la tradición es constitutiva
porque crea el derecho en el adquirente.

3.- La tradición puede ser a título universal o singular es a título


singular cuando su objeto es cualquier derecho real, salvo el derecho de
herencia. Es a título a universal cuando su objeto es el derecho real de
herencia, porque en este caso la tradición no recae sobre especies o bienes
determinados, sino sobre una universalidad jurídica.

4.- Puede ser a título gratuito u oneroso calificación que depende de la


naturaleza que la anteceda. Así, ser a título gratuito cuando haya sido
precedida por la donación y ser a título oneroso cuando la preceda la
permuta o la compraventa.

5.- La tradición se refiere tanto a bienes corporales como a los


incorporales si lo que se transfiere es el derecho de dominio y éste recae
sobre cosas corporales muebles o inmuebles, la cosa tradida puede ser un
bien corporal mueble o inmueble; pero la situación es diferente en el caso
de que por medio de la tradición se constituye un derecho real diferente
del dominio, porque la cosa tradida puede ser un derecho, esto es, una
cosa incorporal. Lo mismo puede suceder cuando la tradición recaiga sobre
un crédito que también tiene el carácter de incorporal (arts.699 y 670
inc.2).

Entrega y tradición

Normalmente se dice que la tradición se efectúa mediante la entrega de la


cosa, aun cuando esta no es la única forma de efectuar la tradición, ya que
hay otras maneras de realizarla como lo indican los arts.684 y 686 del CC.
Existe si una estrecha vinculación entre la tradición y entrega, no
obstante haber entre ellas substanciales diferencias. La entrega no es otra
cosa que el traspaso material de una cosa de una persona a otra y este
traspaso material puede constituir una entrega propiamente tal o una
tradición; son estas diferencias las que imprimen el carácter de cada una,
dándole una diferente calificación jurídica:
1.-En la tradición se realiza la entrega de la cosa debiendo tener el
tradente la intención de transferir el dominio y el adquirente la intención
de adquirirlo, es decir, debe haber voluntad de las partes que intervienen
en la tradición para operar una transferencia del derecho de dominio del
tradente al adquirente. Si se trata de otro derecho real debe existir la
intención de constituirse ese derecho real en favor de aquí'l. En la
entrega, en cambio, no existe esta intención no obstante que el acto
material que se realiza es el mismo, es decir, tanto en la entrega como en
la tradición hay un acto que es el traspaso material de una cosa de una
persona a otra, pero en la tradición debe haber además la intención a que
se ha hecho referencia.

2.- Esta intención se manifiesta en la tradición por la existencia de un


título traslaticio de dominio, de tal modo de que si ha habido una
compraventa se deduce que hay tradición. En cambio, en la entrega hay un
título de mera tenencia que la precede.

3.- En la tradición, en virtud de la entrega, el adquirente pasa a ser


dueño o poseedor y si llega a ser poseedor podrá adquirir el dominio por
prescripción. En tanto, cuando hay simple entrega, quien recibe la cosa
tendrá la calidad de mero tenedor y como tal va a reconocer dominio ajeno
y, además, esa persona no va a poder adquirir el dominio por prescripción.
La simple entrega no opera la adquisición del dominio ni coloca en
posesión.

No obstante las diferencias entre entrega y tradición es frecuente que el


propio legislador se confunda con los términos. Así, en el art.1443 se dice
que los contratos reales son los que se perfeccionan por la tradición de la
cosa, debiendo decir que se perfeccionan con la entrega; lo mismo sucede en
el art.2174 inc.2 al dar una definición de comodato, diciendo que el
contrato de comodato no se perfecciona sino por la tradición de la cosa,
debiendo decir que se perfecciona por la entrega (otros casos: arts.1824,
2212, 2196, etc.).

Requisitos de la tradición
1.- Un tradente y un adquirente capaces. (Elemento Personal)

2.- Consentimiento de ambos. (Elemento Consensual)

3.- Existencia de un título traslaticio. (Elemento Juridico)

4.- Entrega de la cosa. (Elemento Formal)

1.- Un tradente y un adquirente capaces.

Al hablar de las características de la tradición dijimos que ella era una


convención, o sea, un acto jurídico bilateral el cual por su propia
naturaleza requiere de la concurrencia de a lo menos dos partes en la
tradición: el tradente (aquella parte que transfiere el derecho) y el
adquirente (aquella parte que lo adquiere).

El art.671 CC dice que el tradente es el que por tradición transfiere el


dominio de la cosa entregada por él o a su nombre. Pero, para que el
tradente pueda transferir el dominio es necesario que sea titular del
derecho, ya que se pueden dar dos situaciones:

Que el tradente sea titular del derecho del derecho de dominio.

Que el tradente no tenga tal calidad.

Si el tradente es dueño de la cosa que entrega por la tradición transfiere


el derecho. Si no lo es, la tradición como acto jurídico es perfectamente
valida, no adolece de vicio que afecte su validez, pero esa tradición por
quien no es dueño, no surte el efecto de transferir el dominio, no produce
el efecto que señalan el art.670 CC, porque el tradente carece de ese
derecho de dominio y nadie puede transferir más derechos de los que
realmente tiene.

Los arts.682 y 683 CC dejan en claro que la tradición hecha por quien no es
dueño de la cosa no produce el efecto de transferir el dominio, no obstante
ser valida, produciendo otras consecuencias de relevancia jurídica: el
adquirente por la tradición adquiere la posesión de la cosa, porque la
recibe con ánimo de señor y dueño y, teniendo la calidad de poseedor de la
cosa, puede llegar a adquirirla por prescripción.

Por otro lado, si quien hizo la tradición no era dueño de la cosa y con
posterioridad este tradente adquiere el dominio de la misma, se reputa que
el adquirente es dueño desde que se hizo la tradición (art.672 en relación
con el 1819), así por ejemplo: si A vende a B una casa de que no es dueño y
se la entrega, B adquiere sólo la posesión, pero no el dominio; pero si en
seguida A adquiere el dominio de la casa, se reputa que B es dueño, no
desde el día en que A adquirió el dominio, sino desde el día en que se
efectuó la tradición; si después de haber adquirido el dominio A hubiese
vendido la casa a W, subsistir no obstante el dominio de B sobre la casa.
Ahora, el art.670 señalan que el tradente tiene que tener la facultad de
transferir el dominio. Esta expresión se refiere al poder de disposición
que el tradente debe tener, poder que entre otros supuestos implica el
tener capacidad de ejercicio, es decir, lo que aquí requiere el legislador
es que el tradente tenga aptitud legal para disponer del dominio de la cosa
por si sólo. Por su parte, el adquirente debe tener capacidad para adquirir
la cosa. El art.670 exige capacidad tanto en el tradente como en el
adquirente.

Hay autores que fundados en el art.670 sostienen que el legislador no exige


la misma capacidad para ambos; están de acuerdo en que se les exige
capacidad al tradente y al adquirente, pero esta capacidad exigida no es la
misma. Según Alessandri, el tradente debe tener capacidad de ejercicio, es
decir, aptitud para disponer de la cosa, y el adquirente debe tener
capacidad de goce, esto es, debe estar investido de ese atributo de la
personalidad que lo habilita para adquirir derechos. Pero lo anterior no es
válido, puesto que para ambos se trata de un acto jurídico, y si no se
tiene la capacidad plena de ejercicio, la tradición va a ser nula.

Pero, según Somarriva, la capacidad que la ley requiere en el adquirente es


la capacidad de administración y en el tradente la de disposición, la plena
capacidad de ejercicio, lo que se vería corroborado por dos disposiciones:
art.1575 inc.2 tampoco es válido el pago en que se debe transferir la
propiedad, sino en cuanto el que paga tiene facultad de enajenar y este
pago no es otra cosa que la tradición y la facultad de enajenar de que
habla supone la capacidad de disposición; la otra disposición es el art.157
n.1, según el cual el pago hecho al acreedor es nulo si el acreedor no
tiene la libre administración de sus bienes (esta disposición está en
relación al adquirente).

2.- Consentimiento de ambos (tradente y adquirente)

Siendo la tradición un acto jurídico bilateral, el consentimiento de las


partes es un requisito esencial, de tal manera que si no hay consentimiento
la sanción en nuestro derecho positivo ser la nulidad absoluta, conforme
al art.1682. En doctrina este acto sería inexistente por falta de un
requisito de existencia.

El consentimiento en la tradición consiste en la intención compartida entre


tradente y adquirente de transferir el uno y adquirir el otro el derecho de
que se trata, o sea, la intención compartida en orden a que se produzca una
traslación del derecho del adquirente al tradente; esto queda claro por
los arts.670, 672 y 673 CC.

Puede suceder que haya consentimiento pero que el tradente no sea el


verdadero dueño de la cosa, o incluso, puede darse un caso que el
adquirente no sea el verdadero adquirente. En este caso, la tradición es
valida, pero imponible al verdadero dueño y al verdadero adquirente, y
siendo inoponible, ellos pueden ratificar esa tradición haciéndola valida
retroactivamente por la ratificación (art.672 y 673), y por ende, haciédola
producir todos sus efectos a su respecto.

En esta materia del consentimiento se deben ver 3 situaciones:

a.- tradición por medio de representante.

b.- representación del tradente en la venta forzosa.

c.- vicios del consentimiento en la tradición.


a.- Tradición por medio de un representante.

Hay que considerar que por medio de un representante puede en general


realizarse todo aquello que pueda hacerse personalmente, salvo casos en que
existe prohibición legal a este respecto, situación que no es la que se da
en materia de tradición, porque aquí no sólo no hay prohibiciones, sino que
la ley autoriza expresamente la representación a su respecto (art.671
incs.2 y 4).

Además, el art.674 dice relación con la tradición hecha por mandatario o


representante legal, y sostiene que para que esa tradición sea valida es
necesario que el mandatario o representante actúe dentro de los límites de
su mandato.

En el art.674 el legislador repite principios legales en materia de


representación, porque es un principio general, que para que el acto del
representante obligue al representado, este debe actuar dentro de la esfera
de sus atribuciones. Si se extralimita ese acto es inoponible al
representado.

b.- Representación del tradente en las ventas forzosas. Son ventas forzosas
aquellas que se producen como consecuencia de un litigio (decreto judicial)
que se hacen en pública subasta; estas ventas se efectúan a requerimiento
del acreedor para obtener el pago o la indemnización con el producto que se
obtenga del remate.

En la venta forzosa también nos encontramos con un tradente y un


adquirente: el adquirente es el tercero que en la subasta se adjudicó la
cosa subastada, y el tradente es el deudor, o sea, el dueño de la cosa que
se remata.

Pero, se plantea el problema de que a esta enajenación forzosa no concurra


el deudor, dueño de la cosa subastada, por ello la ley establece que
concurra a esta tradición el juez como representante legal del deudor
(art.671 inc.3).

La representación del juez se justifica con la teoría de la voluntad de la


representación, en la cual, la voluntad que concurre es la del
representante y, en este caso, el juez. Un segundo argumento se encuentra
en que el deudor dio su consentimiento en forma tácita a esta venta forzosa
en virtud de su contratación de la deuda, quedando con ello el acreedor con
el derecho de prenda general sobre todos los bienes del deudor (arts,2465 y
2469).

Hay ventas que no son forzosas pero que se hacen por medio de la justicia,
ejemplo: venta de derechos del pupilo (art.399).

c.- Vicios del consentimiento.

En la tradición la tradición es un acto jurídico bilateral y, por lo


tanto, a su respecto deben concurrir los elementos o condiciones de todo
acto jurídico, pudiendo también ser afectada por los vicios de que un acto
jurídico puede adolecer.

Así, también pueden presentarse en la tradición los vicios del


consentimiento, en cuyo caso, la tradición adolecer de nulidad.

El legislador reglamentó especialmente el error en materia de tradición y


así, se contienen normas sobre el error en la tradición, el que puede
recaer en la cosa tradida (art.676), el error en cuanto a la identidad de
la especie produce nulidad absoluta, ejemplo: esto acontece si A compra un
caballo determinado, y B en vez de entregarle dicho caballo le hace entrega
de otro; también puede recaer en la persona, si recae sólo sobre el nombre
la tradición es válida (art.676 inc.2), esto es lógico porque la tradición
es un pago y no es necesario que para que el pago sea válido este se
efectúe por el deudor (arts.1572 y 1576), pero para que el pago sea válido
si que debe hacerse al acreedor, ya que hecho a otra persona significa que
el deudor no ha cumplido la obligación; también puede recaer en el título
(art.677): el error en el título invalida la tradición, cuando una sola de
las partes supone un título traslaticio de dominio, como cuando por una
parte se tiene el ánimo de entregar a título de comodato y por otra se
tiene el ánimo de recibir a título de donación, o sea, cuando por las dos
partes se suponen títulos traslaticios de dominio, pero distintos.

3.- Existencia de un título traslaticio de dominio

Lo exige expresamente el art.675 inc.1: Para que valga la tradición se


requiere un título traslaticio de dominio, como el de venta, permuta,
donación. La exigencia de un título traslaticio de dominio queda fuera de
toda discusión y es en la tradición romana en la que se presenta con mayor
claridad la dualidad título-modo. En los casos en que el título es
traslaticio de dominio, o sea, en que genera una obligación de dar (la
obligación de dar son las de transferir el dominio o constituir un derecho
real); cuando el título justifica la transferencia del dominio se denomina
título traslaticio de dominio (art.703 inc.3): Son traslaticios de dominio
los que por su naturaleza sirven para transferirlo. El título traslaticio,
no obstante su denominación, no opera la adquisición del dominio del actual
al nuevo titular, sino que la transferencia se va a producir por la
tradición, es decir, por ese acto jurídico distinto del título y que opera
con posterioridad a éste. El título o contrato genera derechos y
obligaciones. Así, si entre dos personas se genera una compraventa y recae
sobre cosa mueble, el contrato quedar perfecto desde que haya acuerdo en
la cosa y en el precio, y si se trata de un inmueble, desde el otorgamiento
de escritura pública.

En ambos casos, de la compraventa surgen obligaciones y también derechos,


para uno la obligación de dar la cosa vendida (vendedor) y para el otro la
de pagar el precio (comprador); para el vendedor surge una obligación de
dar, o sea, de transferir el dominio, y esa obligación de dar la cumple el
vendedor mediante la tradición del bien respectivo.

El título traslaticio es un contrato; en cambio, la tradición es una


convención distinta al contrato y que opera con posterioridad a éste. Los
títulos traslaticios más frecuentes son: la compraventa, la permuta, la
donación, el aporte en propiedad a una sociedad, dación en pago, etc.

El art.675 inc.2 exige que este título traslaticio además debe ser válido,
esto es, que no debe adolecer de un vicio de nulidad, porque, si el título
es nulo, su nulidad impide que pueda operar la tradición, porque los
defectos del título repercuten en la tradición.

La nulidad de la tradición procede generalmente cuando se ha declarado la


nulidad del título que la precede; si el título traslaticio es nulo, la
tradición no opera la transferencia del dominio. Así, de acuerdo con el
art.1796 está prohibido el contrato de compraventa entre padre e hijo de
familia; ahora bien, si un padre le vende al hijo una casa y después se
inscribe esta transferencia en el Registro del Conservador del Bienes
Raíces, este título no es válido y, por lo tanto, tampoco ha existido
tradición (al hablar de título nulo nos referimos tanto a la nulidad
relativa como a la absoluta).

4.- Entrega de la cosa

Este hecho material que consiste en poner la cosa a disposición del


adquirente confieriéndole posesión, es el hecho externo que pone en clara
evidencia la circunstancia de haber tradición. El adquirente tendrá un
apoderamiento material de la cosa y tendrá ánimo de señor y dueño sobre
ella, lo que se desprende que el título es traslaticio y de haber recibido
la cosa por tradición. Por estas dos circunstancias, el adquirente va a
tener la posesión de la cosa porque va a reunir los requisitos para ella
(art.700 CC).

Pero, no toda entrega constituye tradición, sólo tiene la calidad de tal la


entrega cuando existe la situación a que se refiere el art.670 de
transferir el dominio, por una parte, y de adquirir el dominio, por otra.
Si el título es traslaticio de dominio la entrega constituye tradición y
confiere posesión; pero si no lo es de dominio, sino de mera tenencia,
entonces la entrega no constituye tradición y no confiere posesión, y quien
recibió la cosa tendrá la mera tenencia de ella, porque estar
reconociendo dominio ajeno y la entrega constituir sólo una simple entrega
y no tradición (tiene un carácter de título de mera tenencia: el
arrendamiento, el depósito, el comodato. Ver art.714).

La entrega en la tradición sirve para figurar la transferencia del dominio,


pero hay ciertos casos en que esta entrega no concurre, no obstante lo cual
hay tradición, situación que ocurre con ciertas cosas incorporales que no
pueden entregarse materialmente, ejemplo: el derecho de servidumbre,
derecho real de herencia (ya que en ellos la tradición se hace en forma
especial).

Efectos de la Tradición

Los efectos van a ser distintos según si la persona que efectúa la


tradición es o no dueña de la cosa que entrega, debemos distinguir
entonces:

1.- Caso en que el tradente es dueño de la cosa que entrega.

En este caso, la tradición opera como modo de adquirir el dominio o


derecho real, es decir, el adquirente va a adquirir el derecho de dominio o
el correspondiente derecho real y además va a entrar en posesión de la
cosa y esta va a ser una posesión con derecho a ella. Es decir, tratándose
del dominio, el adquirente va a ser poseedor y dueño; tratándose de otro
derecho real ser poseedor y titular del derecho real.

El derecho de dominio se traspasa del primitivo al nuevo titular por medio


de la tradición, pero no sucede lo mismo con la posesión pues ella se
adquiere personalmente por cada individuo (art.717 CC): Sea que se suceda a
título universal o singular, la posesión del sucesor, principia en él...

Ahora, si el tradente tenía un derecho afecto a condición resolutoria, o un


derecho afecto a un gravamen (como la hipoteca), el adquirente lo recibe en
idénticas condiciones, sin que su situación mejore en algo; es decir, si el
derecho del tradente era resoluble, el adquirente lo adquiere con la misma
calidad; y si el derecho del tradente estaba afecto a un gravamen, el
adquirente lo recibir en las mismas condiciones (todo ello es consecuencia
de ser la tradición un modo de adquirir derivativo).
2.- Caso en que el tradente no es dueño de la cosa que entrega.

En tal caso, la tradición es valida, pero no opera como modo de adquirir,


porque el tradente no puede transferir un derecho que no tiene (art.682
inc.1). Pero la tradición así efectuada es importante en los siguientes
aspectos:

a) coloca al adquirente en posesión de la cosa tradida, porque habiendo


tradición se van a cumplir los requisitos del art.700 para estar en
posesión de la cosa. Este efecto no sólo se produce cuando el tradente
no es dueño, sino que también en el caso anterior queda en posesión de la
cosa.

b) no importa si el tradente tiene o no la posesión, incluso. adquiere


posesión aún cuando el tradente haya sido mero tenedor, lo que es una
consecuencia importante de que la posesión es personal.

c) es importante que el adquirente entre en posesión de la cosa, porque


teniendo posesión puede llegar a adquirir el dominio por prescripción, aun
cuando el tradente hubiese carecido de dominio (art.683).

Si el tradente no es dueño, el adquirente va a ser un poseedor sin derecho,


pero puede ocurrir que el tradente no haya sido dueño de la cosa al tiempo
de la tradición y que la adquiere con posterioridad.

En tal caso, el efecto propio de la tradición se produce desde que ésta se


hace y no desde que el tradente adquirió el dominio (es decir, su efecto se
retrotrae, art.682 inc.2).

Época para pedir la tradición

Lo normal es que la tradición se realiza tan pronto como se celebra el


contrato, o sea, inmediatamente después. Esto se desprende del art.681 CC:
Se puede pedir la tradición de todo aquello que se deba, desde que no haya
plazo pendiente para su pago; salvo que intervenga decreto judicial en
contrario.
Pero, esta regla general de que se puede pedir la tradición en forma
inmediata tiene 3 excepciones:

1.- Cuando existe pendiente una condición en el título es decir, cuando el


título es condicional (condición suspensiva); ejemplo: ofrezco al José
regalarle una casa si se recibe de abogado, naturalmente que José no puede
pedir la entrega mientras no se reciba.

2.- Cuando hay un plazo pendiente para el pago en este caso, no puede
pedirse la tradición sino hasta después del cumplimiento del plazo
respectivo.

3.- Cuando existe un decreto judicial en contrario que ordena no efectuar


el pago o retener el pago hay dos posiciones que justifican esta
disposición: art.1578 n.2, de acuerdo con el cual es nulo el pago que se
hace al acreedor si por el juez se ha mandado retener el pago; el art.1464
n.3 señalan que hay objeto ilícito en la enajenación de la cosa embargada
por decreto judicial. Como la tradición constituye enajenación, habría
objeto ilícito y, por lo tanto, nulidad absoluta.

De tal manera que cuando hay un decreto judicial que ordenó retener el pago
o cuando se ha embargado la cosa con la que debe pagarse, el deudor no
podrá hacer la tradición y el acreedor estar impedido de demandarlo.
Hemos visto que algunos de los casos en que no puede hacerse la tradición
tan pronto se celebra el contrato, son aquellos en que el título es
condicional. También la tradición puede ser condicional, según se desprende
del art.680 CC, que dice que _la tradición puede transferir el dominio bajo
condición suspensiva o resolutoria, con tal que se exprese.

No es la tradición la que esta sujeta a modalidades, son los efectos de


ella los que están afectados a determinada modalidad.

Tradición bajo condición resolutoria

En realidad, donde puede concurrir la tradición es en el título y no en la


tradición, como se desprendería del art.680; como tal, no puede estar bajo
condición resolutoria. La condición resolutoria existe en el título
traslaticio de dominio que ha precedido a la tradición, por ejemplo: le doy
a Tomascic una casa hasta que se reciba de abogado, en este caso yo hago la
tradición de la casa y Tomascic adquiere el dominio bajo condición
resolutoria, porque si se recibe de abogado va a dejar de ser dueño de la
casa. La condición resolutoria en este caso, existe en el título, y como
toda alteración o modificación en el título se extiende a la tradición,
resulta que ésta también quedar sujeta a la misma condición; pero la
condición en si misma estar contenida en el título.

El art.680 dice: con tal que se exprese. Las condiciones, en la generalidad


de los casos, se expresan porque son una modalidad y estas son elementos
accidentales del acto jurídico (art.1444). El problema se plantea con el
art.1489 que establece la condición resolutoria tácita: En los contratos
bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por los
contratantes lo pactado. La duda es si a la luz de lo dispuesto en el
art.680 inc.1 se aplica también cuando opera la condición resolutoria
tácita. La doctrina está dividida:

Un sector sostiene que el art.1489 no es aplicable a la tradición, porque


el art.680 inc.1 dice: ...con tal que se exprese; señalando que el art.1489
establece una condición resolutoria tácita, y siendo tácita, no habría
expresión de ella y, por lo tanto, no podría afectar a la tradición al
tenor del art.680.

Otro sector, estima que el dominio se puede transferir tanto bajo condición
expresa -tal como lo exige el art.680inc.1-, como también bajo condición
resolutoria tácita y argumentan en la siguiente forma: la tradición, dicen,
requiere de un título traslaticio de dominio, y este título puede estar
afecto a condición resolutoria expresa o tácita. En el caso que ese título
se resuelva, significar que ese título dejar de existir y ese efecto es
el propio de la condición resolutoria tácita. Si el título deja de existir,
mal podría subsistir la tradición que una consecuencia de ese título; si
así no fuere se estaría aceptando la existencia de un efecto sin la causa
previa.
Tradición bajo condición suspensiva

Esta tradición es una situación mas bien de carácter teórico, de escasa


aplicación práctica, y ello porque la condición suspensiva es el
acontecimiento futuro e incierto del cual depende el nacimiento de un
derecho, de modo que mientras la condición no se cumpla, el derecho no nace
y, por lo tanto, la tradición generalmente se hará después de cumplida la
condición suspensiva.

Pero, el art.680 pareciera decir otra cosa, en realidad se ha entendido que


este artículo se refiere a la situación en que con anterioridad al
cumplimiento de la condición se entregue la cosa a quien no es su
adquirente y, en tal caso, cuando se cumpla la condición, el adquirente va
a pasar a ser dueño de la cosa sin necesidad de una nueva entrega, pues
ésta se hizo previamente.

Se dice que la tradición bajo condición suspensiva no transfiere


naturalmente el dominio, porque el propietario no se ha desprendido de ella
en favor del adquirente, sino que la transferencia se va a producir sólo
una vez que haya acaecido el hecho futuro e incierto en que consiste la
condición, teniendo lugar de pleno derecho y sin necesidad de ningún acto o
manifestación de voluntad ulterior (esta es la opinión de Luis Claro
Solar).

Clasificación de la tradición

La tradición se clasifica atendiendo a la forma como ella se efectúa y para


ello debe atenderse al derecho que se transfiere o constituye mediante la
tradición y a la naturaleza mueble o inmueble de la cosa sobre la cual
dicho derecho recae, y así distinguiremos entre:

1.- tradición del dominio sobre muebles.


2.- tradición del dominio sobre inmuebles

3.- tradición de otros derechos reales (menos el de herencia).

4.- tradición de los créditos o derechos personales.

1.- Tradición del dominio sobre muebles (art.684 CC)

Se hace esta tradición del dominio sobre muebles en forma que la cosa
tradida quede a disposición del adquirente, o sea, se le confiere posesión
al adquirente. Lo que se desea figurar es la transferencia del dominio y es
para este objeto que se hace la entrega de la cosa (art.684 inc.1).

La entrega puede revestir 2 formas: real y ficta o simbólica.

a.- Es real cuando se hace física o naturalmente, bien sea porque se


permite su aprehensión material (art.684 n.1: permitiéndole la aprehensión
material de la cosa presente), o porque se le muestra al adquirente
(art.684 n.2: mostrándosela).

b.- Es ficta o simbólica cuando la entrega de la cosa se hace figurar


mediante un símbolo que representa la cosa sobre la cual va a recaer la
tradición y que la pone bajo el poder o acción del adquirente.

Las situaciones contempladas en el art.684 ns.3, 4 y 5 se refieren


justamente a la entrega ficta o simbólica, de estos 3 números el
legislador contempla 4 casos de tradición ficta o simbólica, en una
enumeración que se sostiene que no tendría carácter taxativo. Estos casos
son:

1. - Art.684 n.3: Entregándole las llaves del granero, almacén, cofre o


lugar cualquiera en que este guardada la cosa.
2. - Art.684 n.4: Encargándose el uno (tradente) de poner la cosa a
disposición del otro (adquirente) en el lugar convenido.

3. - Art.684 n.5: Por la venta, donación u otro título de enajenación


(título traslaticio) conferido al que tiene la cosa mueble como
usufructuario, arrendatario, comodatario, depositario o a cualquier
título no traslaticio de dominio (es decir, al adquirente, si éste
ya era mero tenedor de la cosa mueble: traditio brevi manum); y
recíprocamente por el mero contrato en que el dueño se constituye
usufructuario, comodatario, arrendatario, etc.

Es decir, consiste en el título de mera tenencia otorgado al tradente,


primitivo dueño, y además en un título traslaticio otorgado en favor del
adquirente: constitutio provisoria.

2.- Tradición del dominio sobre inmuebles

Se hace por la inscripción del título en el Registro del Conservador de


Bienes Raíces (arts.686 inc.1, 696 y 724 CC). Es decir, la tradición del
derecho de dominio sobre bienes inmuebles es solemne y la solemnidad es la
inscripción del título. Si se omite esta inscripción el adquirente no
adquiere el dominio, ni tampoco la posesión del inmueble. Lo que sucede es
que la inscripción del título simboliza la entrega y confiere posesión,
cual es la posesión inscrita. Esta inscripción representa a 2 de los
elementos de la tradición que son el consentimiento y la entrega, debiendo
concurrir también los otros requisitos de ésta como lo son la capacidad de
las partes y el título traslaticio.

Cuando el dominio se adquiere por un modo de adquirir distinto de la


tradición también se practica la inscripción, pero ello no tiene por objeto
operar la adquisición del dominio, sino que juega un rol distinto, por
ejemplo: en la sucesión por causa de muerte cuando entre los bienes
hereditarios hay inmuebles, debe practicarse la inscripción de esos
inmuebles a nombre de los herederos, pero, esa inscripción, no tiene por
objeto operar la adquisición del dominio, sino que su finalidad es la de
conservar la historia de la propiedad raíz (art.688 CC), ya que si no se
hiciese no habría una adecuada continuidad entre todas las inscripciones.

Cuando la tradición se efectúa mediante inscripción, lo que se inscribe es


el título, o sea, el contrato que consta en la respectiva escritura.

3.- Tradición de otros derechos reales (menos el de herencia)

Los otros derechos reales distintos del dominio recaen algunos sobre bienes
muebles, otros sobre inmuebles y otros, indistintamente sobre muebles e
inmuebles.

a.- Tratándose de derechos reales que recaen sobre bienes muebles (la
prenda) la tradición se efectúa mediante la entrega real de la cosa
constituida en prenda por el deudor al acreedor. El art.2384 define al
contrato de prenda o empeño como aquel en que se entrega una cosa mueble a
un acreedor para la seguridad de su crédito (la cosa entregada se llama
prenda). Los arts.2386 y 2389 nos indican la forma en que se perfecciona
este contrato:

Art.2386: Este contrato no se perfecciona sino por la entrega de la prenda


al acreedor.

Art.2389: Se puede dar en prenda un crédito entregando el título; pero ser


necesario que el acreedor lo notifique al deudor del crédito consignado en
el título, prohibiéndole que lo pague en otras manos.

b.- Hay otros derechos reales que recaen sobre bienes inmuebles (hipoteca,
servidumbre, censo y el derecho de habitación)

b.1 La tradición de los derechos reales de hipoteca, censo y habitación se


efectúa por la inscripción del título en el Registro Conservador de Bienes
Raíces (art.686 inc.2). El título ser en este caso el contrato de
hipoteca, censo o el acto constitutivo del derecho de habitación.
b.2 Tratándose del derecho real de servidumbre la tradición no se hace por
la inscripción del título en el Registro, sino que se hace mediante
escritura pública en que el tradente expresa constituirla y el adquirente
aceptarla: esta escritura podrá ser la misma del acto o contrato en que se
constituye la servidumbre (art.698 CC).

Pero, tratándose de la servidumbre de alcantarillado en predios urbanos, la


tradición se hace por la inscripción del título en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces, y el título es el contrato en que consta la
constitución de la servidumbre que debe otorgarse por escritura pública
(Ley 6977 publicada en el Diario Oficial del 16 de julio de 1941), es
decir, se vuelve en este caso a la regla del art.686 CC.

c.- Derechos reales que recaen sobre muebles o inmuebles indistintamente


(derechos de usufructo y uso). Cuando recae sobre muebles, se le aplica lo
dispuesto en el art.684, referente a la tradición del dominio sobre
muebles.

Cuando recaen sobre bienes inmuebles su tradición se efectúa mediante la


inscripción del título en el Registro del Conservador de Bienes Raíces
(art.686 inc.2).

La tradición del derecho real de herencia

El problema que nos plantea este derecho es que a diferencia de los otros
derechos reales este no se ejerce sobre un bien determinado, sino que recae
sobre una universalidad jurídica, que es el patrimonio del causante o una
parte alicuota del mismo.

El derecho de herencia es el que tiene el heredero sobre un patrimonio


dejado por un difunto o sobre una parte alicuota de ese patrimonio. El
heredero no adquiere el derecho de herencia por tradición, sino que por
sucesión por causa de muerte, pero este heredero, una vez que tiene la
calidad de titular del derecho real de herencia, puede transferir a un
tercero ese derecho, y en este caso, tendrá que hacer la tradición de este
derecho.

El heredero que le transfiere el derecho de herencia a un tercero se


denomina cedente y el tercero que lo adquiere se denomina cesionario, y la
tradición se denomina cesión.

La tradición, tratándose del derecho de herencia, supone necesariamente un


título traslaticio de dominio (art.675 CC), si el título traslaticio es la
compraventa, ese contrato va a ser solemne, debiendo constar por escritura
pública según el art.1801 del CC, que señalan:

La venta de los bienes raíces, servidumbres, censo y los de una sucesión


hereditaria, no se reputan perfectas ante la ley, mientras no se haya
otorgado escritura pública.

Tratándose de la cesión del derecho de herencia, esta norma no recae sobre


bienes determinados que estén comprendidos en la herencia, sino que sobre
la universalidad del patrimonio o una parte alícuota del mismo.

El art.1909 deja en claro que la cesión del derecho de herencia se refiere


a la universalidad de ésta y no a bienes determinados comprendidos en ella,
por lo tanto, si en una compraventa y en la posterior tradición se
especifican los bienes hereditarios y se cede un derecho sobre ellos, no
hay cesión del derecho real de herencia, sino de un derecho denominado
fraccionario y eventual sobre bienes determinados, y la tradición se hará
conforme a la naturaleza de esos bienes. El problema que se nos plantea
con el derecho de herencia es que no recae sobre bienes determinados, sino
que sobre una universalidad jurídica y comprendidos en esa universalidad
jurídica pueden haber muebles e inmuebles y, siendo así, en qué forma habrá
de hacerse la tradición de este derecho de herencia como universalidad
jurídica?

El art.686 del CC no comprende el derecho de herencia al señalar aquellos


derechos cuya tradición se efectúa mediante la inscripción del título en
el Registro del Conservador de Bienes Raíces. Por lo tanto, la tradición
del derecho de herencia no sería de esta forma.

El problema consiste en determinar en qué forma se hace la tradición del


derecho de herencia y, para ello, se han elaborado dos doctrinas que
tratan de resolver el problema:

1.- Sustentada por José Ramón Gutiérrez, quien estimaba que el derecho de
herencia sigue la aplicación que el CC da a los derechos reales en el
art.580: Los derechos y acciones se reputan bienes muebles o inmuebles,
según lo sea la cosa en que han de ejercerse o que se debe...; o sea, el
derecho de herencia ser mueble o inmueble según la cosa en que se ejerza o
recaiga. Por consiguiente, la tradición del derecho de herencia tendría que
hacerse conforme al art.684 para los muebles, y según el art.686 para los
inmuebles.

Esta posición ha sido ratificada por ciertos fallos de los tribunales, que
han expresado que si la herencia comprende bienes raíces, la cesión de ella
no puede hacerse sin la correspondiente inscripción en el Registro del
Conservador (Corte de Valdivia, 10 de enero de 1913: Gaceta de los
Tribunales, 1913, t.1, n.114, p.309; Corte de Talca, 18 de diciembre de
1926: Gaceta 1926, seg. semestre, n.129, p.574).

2.- Doctrina sustentada por Leopoldo Urrutia, que sostiene que el derecho
de herencia no tiene por objeto bienes muebles o inmuebles determinados,
sino que su objeto es la universalidad jurídica de la herencia o una parte
alícuota de la misma, de ello concluye que a la tradición del derecho de
herencia no se le aplican las normas dadas para los muebles o inmuebles que
son normas especiales, sino que se aplica la regla general del inc.1 del
art.684, es decir, la tradición del derecho de herencia bastar para
efectuarla cualquier manifestación en que conste la intención de transferir
el dominio. Una de las formas que señalan Urrutia sería que el cesionario
(adquirente) reclamara la posesión efectiva de la herencia o pidiera la
partición de la comunidad hereditaria en virtud del art.1320. Esta posición
ha sido seguida mayoritariamente por los tribunales que han señalado que la
entrega de un derecho de herencia cedido entre vivos, aun cuando en la
herencia haya inmuebles, no requiere la inscripción del título es el
Registro del Conservador.

Para determinar si las disposiciones generales relativas a la tradición


inscrita deben también aplicarse a la transferencia de una cuota
hereditaria hecha por un asignatario a favor de otra persona, es necesario
establecer si por este acto se enajenan o no determinadamente los bienes
muebles o inmuebles de la sucesión. No enajenándose en la cesión de un
derecho hereditario bienes raíces determinados, no se requiere para la
tradición que se inscriba el título.

La herencia es una asignación a título universal y, por tanto, los


coasignatarios de una herencia proindiviso no son dueños singulares de cada
uno de los bienes hereditarios sino de la universalidad o de una cuota de
ese patrimonio. De tal modo que si se venden o ceden su derecho hereditario
no transfieren propiedad alguna particular, sino la cuota que les
corresponda en dicha universalidad.

No existe disposición legal alguna que exija para la entrega de un derecho


hereditario cedido entre vivos, la inscripción referida, aunque en la
herencia existan bienes raíces.

Del texto del art.686 del CC como del siguiente y de los arts.54 y 78 del
Reglamento del Conservador, que determinan los bienes cuya tradición debe
efectuarse por la inscripción y reglan la forma y solemnidades de ella,
aparece con claridad que esas disposiciones se refieren a inmuebles
singulares, individualmente especificados, requisitos que no se encuentran
reunidos en la tradición del derecho hereditario, puesto que estos derechos
por su naturaleza jurídica no comprenden bienes determinados sino una
universalidad, un conjunto de bienes indeterminados, o una cuota de ellos,
entre los cuales aun en el supuesto de existir bienes raíces, no se
transmiten por la cesión otros derechos que los que pueden corresponder al
cedente para que el cesionario los haga valer por si solo en el juicio de
partición, o fuera de éste, conjuntamente con los demás coherederos.

Se critica esta teoría en este último aspecto, porque deja muy


indeterminada la fecha de la tradición y porque separa mucho en el tiempo
la manifestación de voluntad del adquirente respecto de la del tradente,
siendo que se trata de una convención.

Por ello, hoy en día, aceptándose que esta doctrina tiene razón en cuanto
que la tradición del derecho de herencia se efectúe de cualquier forma que
exprese la intención de transferirlo y de adquirirlo (no siendo necesaria
la inscripción del título en el Registro), se agrega que dicha
manifestación puede estar en el mismo título o acto en que se cede el
derecho de herencia, por lo cual, se da certidumbre a la fecha de la
tradición. Por lo demás s, ello no constituye una innovación, porque la
misma situación está establecida para las servidumbres en el art.698 CC.

4.- Tradición de los créditos o los derechos personales.

El crédito que tiene una persona puede cederse y su cesión es también una
forma de tradición, y al igual que toda tradición requiere la existencia de
un título.

Esta tradición de los derechos personales que un individuo cede a otro se


verifica por la entrega del título hecha por el cedente al cesionario
(art.699); queda ahí perfecta la relación entre el cedente o acreedor y el
cesionario. Pero la relación en el crédito es entre el acreedor y el
deudor, y este último deber tener conocimiento que el crédito que debe ha
sido cedido a otra persona para cumplir con ella. Por ello es que el
legislador dispone en el art.1902 que la cesión no produce efecto contra el
deudor ni contra terceros, mientras no ha sido notificada por el cesionario
al deudor o aceptada por éste. Si no se cumple este requisito la cesión
ser valida entre el acreedor (cedente) y el cesionario, pero ser
inoponible al deudor y a terceros.

Tradición de cuotas

Cuando la tradición recae sobre la totalidad de una cosa no hay ningún


problema, pero si lo hay cuando recae sobre una cuota de ella. Así, hay que
distinguir:

1.- Si la tradición recae sobre una cuota en una cosa singular la doctrina
y la jurisprudencia han estimado que la cuota participa del carácter de
mueble o inmueble de la cosa respectiva; entonces, se concluye que si se
trata de la tradición de una cuota de un inmueble, ella se efectuar según
el art.684, en tanto que si se trata de la tradición de una cuota en un
inmueble la tradición se hará según el art.686.
Esta es la ocasión de hacer una referencia al problema de la enajenación de
una cuota dentro de una universalidad jurídica, pero referida a un bien
determinado de la comunidad hereditaria, planteándose el problema al
momento en que se pone término al estado de indivisión, porque habrá' que
diferenciar si el bien al cual se refiere la cuota enajenada se le adjudica
o no al comunero que hizo la enajenación.

Si se le adjudica a él mismo no habrá mayores problemas, pero en el evento


que ese bien le sea adjudicado a un tercero estaríamos ante la venta de
cosa ajena, la cual es valida en nuestro derecho (art.1815).

En otro sentido, puede observarse que -en teoría- esta disposición de cuota
en cosa determinada de una universalidad, armoniza mejor con la doctrina
que sostiene la comunicabilidad de la cuota con los bienes específicos, que
con la teoría que la rechaza. En fin, hay que dejar establecido que en este
caso, la forma de efectuar la tradición de esta cuota es la misma que para
la tradición de una cosa singular, recién mencionada, distinguiéndose según
la cosa sea mueble o inmueble.

2.- Si la tradición recae sobre una cuota en una cosa universal el sector
de la doctrina que acepta la comunidad en la universalidad jurídica y que
niega la comunicabilidad, estima que la tradición se efectúa significando
la intención de transferir y el ánimo de adquirir por cualquiera forma de
las indicadas en el art.684 inc.1, y que no es necesaria la inscripción aun
cuando haya inmuebles dentro de la universalidad. Se sostiene que
estaríamos frente a una abstracción que no puede incorporarse en la
clasificación de muebles o inmuebles y, por lo tanto, al no poder
catalogarle de mueble o inmueble, su tradición tendrá que hacerse conforme
a la regla general del art.684, ya que la inscripción es una forma especial
de tradición (Corte de Concepción, 20 de noviembre de 1934: Gaceta 1934,
seg. semestre, n.116, p.469).

Sin embargo, hay quienes no aceptan la existencia de la comunidad en la


universalidad jurídica y sostienen que ella se presenta solamente en la
universalidad de hecho, y afirman que existe comunicabilidad entre la cuota
y los bienes de que se compone la universalidad, concluyendo que la
tradición de la cuota en este caso debe efectuarse de acuerdo con la
naturaleza de los bienes respectivos, y habrá que aplicar la norma del
art.684 para los bienes muebles y la del art.686 para los inmuebles, si es
que los hay en la comunidad (Corte Suprema: R., t. VII, secc. primera,
p.240).

Funciones de la inscripción en relación con los modos de adquirir.

Según lo dispuesto en el art.686 la tradición del dominio sobre inmuebles


como también de otros derechos reales, salvo las servidumbres, se realizan
mediante la inscripción del título en el Registro del Conservador de Bienes
Raíces. Pero, sucede que no sólo opera como modo de adquirir (en la
tradición), sino que además puede jugar los siguientes papeles:

1.- Opera como tradición, es decir, como un modo de adquirir.

2.- Puede operar como formalidad de publicidad.

3.- Puede tener por objeto mantener la historia de la propiedad raíz.

4.- Puede operar como requisito, garantía y prueba de la posesión de los


bienes inmuebles.

1.- Opera como tradición

Por medio de la inscripción del título en el Registro se efectúa la


tradición del dominio y otros derechos reales sobre inmuebles, salvo el de
servidumbre (art.686). Al practicarse esta inscripción, lo que se inscribe
es el título traslaticio respectivo que debe constar por escritura pública,
o bien, del acto constitutivo del respectivo derecho real que también debe
constar por escritura pública.

Hemos dicho que la tradición es una convención, y por ello requiere el


acuerdo de voluntades de ambas partes y la tradición se hace mediante la
inscripción. Ahora, este acuerdo de voluntades debe manifestarse al momento
de la inscripción y, para ello, deberán concurrir las dos partes a requerir
la inscripción y deberán firmarlo. Por ello, se acostumbra a conferir un
mandato que se da, bien a una de las partes o a un tercero para efectuar
esta inscripción.

Este mandato (u oferta de mandato a persona indeterminada, según otros) se


incluye en el título respectivo y su redacción frecuentemente dice que se
faculta al portador de copia autorizada de este instrumento para requerir y
firmar todas las inscripciones, sub inscripciones y anotaciones que sean
procedentes. Se sostiene que esta cláusula importa una oferta de mandato a
persona indeterminada, mandato que se cumple cuando el portador del
instrumento requiere y firma la inscripción en el Registro del Conservador
de Bienes Raíces respectivo.

Aquí hay dos oferentes (las dos partes que celebran el contrato), de modo
que si una de las partes fallece antes de efectuarse la inscripción
caducaría su oferta de mandato y, por lo tanto, el portador del título no
podría hacer la inscripción y sólo podría hacerlo acudiendo por los
herederos o por medio de mandato otorgado por estos.

El único modo de adquirir en el cual el propio modo es la inscripción es la


tradición del dominio sobre inmuebles y la constitución de derecho real
sobre inmuebles, salvo el caso de las servidumbres (con su
contraexcepción). En los restantes modos de adquirir la inscripción no
opera como tal, sino que desempeña otros roles, operando el modo de
adquirir en forma totalmente independiente de la inscripción:

en la ocupación no interviene la inscripción, porque la ocupación nunca


puede recaer sobre inmuebles.

en la accesión de inmueble a inmueble la inscripción de lo principal se


extiende a lo accesorio.

en la prescripción la inscripción de la sentencia que la declara es una


formalidad de publicidad, puesto que dicha sentencia, hace las veces de
escritura pública y no valdrá contra terceros sin la competente
inscripción.
en la sucesión por causa de muerte también hay que practicar inscripciones,
pero ellas no configuran el modo de adquirir, sino que su finalidad es
mantener la historia de la propiedad raíz. El modo de adquirir sucesión por
causa de muerte opera en forma totalmente independiente de la inscripción y
si no se practican las inscripciones se producen consecuencias especiales.

Hay autores que sostienen que la inscripción, en algunos casos, además de


su tradición jugaría un rol de solemnidad, que es lo que sucede en el
contrato de hipoteca (art.2409: La hipoteca deber otorgarse por escritura
pública...; art.2410: La hipoteca deber además ser inscrita en el Registro
Conservatorio; sin este requisito no tendrá valor alguno; ni se contar su
fecha, sino desde la fecha de su inscripción).

También, en el contrato de donación de inmuebles (art.1400 inc.1), se


señala que no valdrá la donación entre vivos de cualquiera especie de
bienes raíces, si no es otorgada por escritura pública e inscrita en el
competente Registro.

En el censo (art.2027), se establece que la constitución de un censo deber


siempre constar por escritura pública inscrita en el competente Registro y
sin este requisito no valdrá como constitución de censo....

En la constitución de usufructo sobre inmuebles por acto entre vivos


(art.767), se señala que el usufructo que haya de recaer sobre inmuebles
por acto entre vivos, no valdrá si no se otorgare por instrumento público
inscrito.

En la constitución de fideicomiso sobre inmuebles (art.735 inc.2), se


establece que la constitución de todo fideicomiso que comprenda o afecte un
inmueble, deber inscribirse en el competente registro.

Según esta opinión, si no se procede a esta inscripción, el acto o contrato


adolecería de la falta de una solemnidad legal y, por lo tanto, estaría
afectado de un vicio de nulidad absoluta. Pero, esta opinión no es aceptada
por la mayor parte de la doctrina, la cual da los siguientes argumentos:

a) El sistema adquisitivo de derechos reales es complejo y requiere la


concurrencia de un título y de un modo de adquirir, teniendo cada uno de
ellos una existencia autónoma. De tal modo, puede existir con plena validez
el título traslaticio de dominio en forma total y absolutamente
independiente de la inscripción en la tradición. Lo que sucede es que la
tesis que afirma que la inscripción juega un rol de solemnidad incurre en
un error de interpretación de las disposiciones legales en que se funda,
porque los arts.2409, 2410, 1400, 2027, etc.; no exigen la tradición como
solemnidad del contrato, sino como requisito del derecho real que se va a
constituir por la inscripción.

b) Además, de aceptarse esta teoría de dar a la inscripción el carácter de


solemnidad, sería dejar al adquirente entregado

totalmente a la voluntad de el tradente, porque si el tradente no quiere


hacer la tradición (inscripción) el adquirente no va a poder exigírselo,
porque para ello tendría que fundarse en el contrato, y a éste le faltaría
una solemnidad, por lo cual sería nulo y no habría nacido el derecho
personal o crédito del adquirente que le permita exigirle al tradente que
cumpla la obligación que sobre él recae (una obligación de dar), que es la
de transferir el dominio o constituir el derecho real.

Por todo ello es que la mayor parte de la doctrina no acepta que la


inscripción en estos casos juegue el doble papel de solemnidad y de
tradición afirmando que sólo es la forma de hacer la tradición del derecho
real respectivo.

2.- Puede operar como formalidad de publicidad

Los registros del Conservador de Bienes Raíces son públicos, lo cual


significa que pueden ser examinados o consultados por cualquier persona, lo
que hace que cualquiera pueda tener acceso y conocimiento de los cambios
que haya experimentado el dominio de los bienes inmuebles o que pueda
imponerse de los gravámenes o limitaciones que los afecten. Por ello es que
a veces se exige la inscripción, no para que sea la tradición del
respectivo derecho real, sino como formalidad de publicidad o de
oponibilidad, ya que ello permitir a los interesados tomar conocimiento de
limitaciones, gravámenes, etc., que afecten a los inmuebles.

Estas inscripciones por vía de publicidad son en ciertos casos de carácter


obligatorio y, en otros, quedan entregadas a la libre voluntad de las
partes. Los casos mas frecuentes de inscripción como formalidad de
publicidad son:

a) la inscripción de la sentencia firme o ejecutoriada que declara la


prescripción adquisitiva del derecho real de dominio o de otro derecho real
sobre inmueble (art.689 y 2513).

b) la inscripción que debe hacerse de la renuncia de un derecho real sobre


inmuebles (art.52 n.3 del Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes
Raíces).

c) inscripción de las resoluciones judiciales que declaran la interdicción


provisoria o definitiva del disipador o el demente.

d) inscripción de la resolución judicial que confiere la posesión


definitiva de los bienes del desaparecido (art.52 n.4 del Reglamento del
Registro Conservatorio).

e) inscripción de la resolución judicial que confiere el beneficio de


separación (art.52 n.4 del Reglamento del Registro).

f) la inscripción de todo gravamen que recaiga sobre inmuebles, por


ejemplo: la servidumbre (art.53 n.3 del Reglamento del Registro).

g) la inscripción que se haga de toda prohibición, embargo o retención


convencional, legal o judicial, que limite de cualquier modo el libre
ejercicio del derecho de enajenar (art.53 n.3 del Reglamento del Registro).

En estos casos, la inscripción es formalidad de publicidad; si se omite la


inscripción el acto ser perfecto y plenamente válido, pero no podrá
hacerse valer respecto de terceros mientras no se practique la inscripción,
pues les ser inoponible.

3.- Puede tener por objeto mantener la historia de la propiedad raíz.


Conservando la relación armónica de las mutaciones o cambios que
experimente la propiedad raíz. Cuando una persona va a adquirir el dominio
de un inmueble o aceptar un gravamen o derecho real constituido sobre ese
inmueble, se practica normalmente el examen o revisión de títulos de
dominio. Los títulos de dominio son el conjunto de escrituras públicas,
inscripciones y demás s instrumentos públicos que testimonian la historia
del dominio del inmueble y de los derechos reales que lo gravan. Se dice
que los títulos están perfectos o ajustados a derecho cuando hay
regularidad en esas escrituras o instrumentos, si no es así, los títulos
presentan reparos, los cuales deben ser subsanados.

En el examen de títulos normalmente se analizan aquellos comprendidos en


una etapa de 10 años de inscripciones posesorias, contados hacia atrás
desde la fecha del examen. La razón de esto es que éste es el plazo máximo
de prescripción adquisitiva de los inmuebles, como también de la absoluta,
acción reivindicatoria, etc.

En cuanto al derecho de herencia, el modo de adquirir no es la tradición.


El derecho de herencia se adquiere por sucesión por causa de muerte al
deferirse la herencia del causante, aun cuando el heredero lo ignore. La
regla general, es que la herencia se defiere al momento de morir el
causante y, excepcionalmente, cuando la asignación respectiva es
condicional, al momento del cumplimiento de la condición. La inscripción no
es requisito para la adquisición del derecho de herencia, ni tampoco lo es
para la adquisición del dominio por sucesión por causa de muerte, pero es
necesario mantener en el Registro Conservatorio una cierta ilación entre
las distintas mutaciones que sufre el dominio del inmueble, es decir, hay
que mantener la historia de la propiedad raíz. Este es el rol que juegan
las inscripciones del art.688, ya que mediante ellas se puede saber cómo
adquirió el inmueble el heredero, o de quién adquirió el tercero a quien el
heredero enajenó o transfirió el inmueble.

Sin estas inscripciones habría una variación en la historia de la propiedad


raíz. Estas inscripciones presentan las siguientes características:

a) No son tradición, lo que se inscribe no es el título traslaticio de


dominio.
b) Tiene que practicarla el heredero, no el legatario. Si a una persona
se le lega un inmueble se otorga la escritura de entrega del legado,
la cual le es otorgada por los herederos, y con el merito de esa
escritura se procede a la inscripción del inmueble, debiendo
practicarse sólo la inscripción del n.1 del art.688 del CC; no se
exige la del n.2 porque la entrega del legado no es enajenación que
haga el heredero, sino que el cumplimiento del testamento.

c) estas inscripciones deben practicarse sólo cuando hay inmuebles en la


masa hereditaria, y exclusivamente respecto de inmuebles. No se
exigen estas inscripciones para los muebles ni para su disposición.
Estas inscripciones deben practicarlas él o los herederos antes de
disponer de los inmuebles hereditarios.

Esta norma del art.688 mira a la organización del Reglamento del Registro
Conservatorio y su finalidad es la de mantener la continuidad de la
inscripción, la que desaparecería si al fallecer una persona dueña del
inmueble no se anotare las transmisiones de dominio de éste.

Inscripciones del art.688 CC

A.- Art.688 n.1. Debe inscribirse el auto de posesión efectiva de la


herencia. Este auto es la resolución judicial que reconoce a él o los
herederos su calidad de tal, y les confiere la posesión efectiva de la
herencia. Pero, este auto no confiere la calidad de heredero, ya que ésta
se adquiere de pleno derecho al momento de la delación de la herencia; este
auto sólo reconoce la calidad de heredero.

Esta resolución judicial, decreto judicial o auto de posesión efectiva debe


inscribirse en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces
correspondiente al departamento del otorgamiento de dicho decreto, es
decir, el departamento en que ejerce jurisdicción el tribunal que dictó
dicho decreto y ese tribunal va a ser normalmente el del último domicilio
del causante (art.688 n.1 CC y 883 inc.1 CPC).
En el caso en que no haya inmuebles o si sólo los hay en el departamento en
que se otorgó la posesión efectiva, se practica la inscripción del auto de
posesión efectiva sólo en dicho departamento; pero, si hay inmuebles en
otros departamentos distintos, el auto de posesión efectiva, tendrá que
inscribirse en todos ellos.

B.- Art.688 n.1. Asimismo, debe inscribirse el testamento si lo hubiere. En


caso de que la sucesión sea testamentaria, debe inscribirse el testamento.
La ley nos señala que esa inscripción debe practicarse al mismo tiempo que
la del auto de posesión efectiva.

La inscripción de este testamento la exige la ley sólo en el Registro del


departamento en que se dictó el auto, no siendo necesaria su inscripción en
otros departamentos aun cuando en estos se encuentren situados otros bienes
inmuebles.

C.- Debe practicarse la inscripción especial de herencia. Esta consiste en


inscribir, fundado en el auto o testamento, si lo hubiere, los inmuebles a
nombre de la totalidad de los herederos. Esta inscripción se practica en el
Registro del Conservador correspondiente al lugar de ubicación del
inmueble. Si el inmueble, por su ubicación, quedase situado en varios
departamentos, la inscripción tendrá que hacerse en todos ellos y si hay
varios inmuebles ubicados en departamentos distintos, tendrá que
practicarse la inscripción respecto de cada inmueble en el departamento que
corresponda. Practicada esta inscripción, los herederos pueden de consuno
(de común acuerdo) disponer del inmueble (art.688 n.2).

D.- Hay que inscribir la adjudicación: esto es, inscribir la adjudicación


de un inmueble determinado efectuada en favor de uno de los herederos. El
estado de indivisión en que en un comienzo se encuentran los herederos
termina por la partición, si en esta partición se adjudica un inmueble a
uno o varios de los herederos, tendrá que inscribirse este acto de
adjudicación a nombre de él o los herederos beneficiados en el Registro de
Propiedad de él o los departamentos en que se encuentren situados los
inmuebles (art.687 inc.3 y 688 n.3 CC).

Con esta inscripción se mantiene una relación de continuidad en la


historia de la propiedad raíz, porque el inmueble que estaba inscrito a
nombre del difunto, en merito de la inscripción del auto de posesión
efectiva, del testamento (si lo hubiere) o del derecho especial de
herencia, va quedar inscrito a nombre de la totalidad de los herederos.
Luego, si el inmueble se adjudica a uno de ellos vamos a tener la
inscripción de la adjudicación a nombre de él.

Es para mantener esta historia que la ley establece que los herederos no
pueden disponer en manera alguna de estos bienes hereditarios mientras no
se efectúen estas inscripciones. Si el legislador no los exigiera se
produciría un vacío notorio en la cadena de inscripciones respecto de un
inmueble, que impediría establecer en forma adecuada la relación entre la
inscripción de dominio de una persona y la de sus antecesores, porque
pudiere suceder que el inmueble inscrito a nombre del difunto pudiera
aparecer a nombre de un tercero, sin poder determinar la relación del
traspaso del inmueble a ese tercero. También sería difícil analizar la
situación jurídica de los herederos que enajenaron el inmueble al tercero.

El art.688 nos plantea también otro problema y es que nos dice que
mientras no se practiquen las inscripciones en el señaladas los herederos
no pueden disponer en manera alguna de los inmuebles hereditarios.

Por un lado, hay que tener presente que el legislador no señala plazo
alguno para practicar estas inscripciones y al no señalarse plazo alguno,
significa que su práctica queda entregada a la voluntad de los herederos,
quienes podrá n realizarla cuando lo estimen conveniente, pudiendo
permanecer todo el tiempo que quieran sin practicar esas inscripciones, lo
cual no presentar ningún problema en caso que ellas no dispongan de
ninguno de los inmuebles comprendidos en la herencia. Sin embargo, podrá n
disponer de los bienes muebles sin practicar las inscripciones, pero no de
los inmuebles.

Ahora, el problema que se plantea es qué sucede si él o los herederos


disponen de un inmueble hereditario sin haber practicado las inscripciones
del art.688 (al hablar de disposiciones se hace en sentido amplio: gravamen
y disposición):

Como la ley no es clara al respecto, la jurisprudencia se ha


encargado de dar una interpretación de cuál es la sanción y, esta
interpretación, ha sido en realidad bastante variable porque la
Corte Suprema ha dado 5 soluciones distintas al problema de la
sanción:

primera solución la pronuncia en relación con una hipoteca y fundándose en


que la disposición del art.688 tendría el carácter de norma de orden
público, porque se encuentra establecida en el interés general, desde el
momento en que establece normas relativas a la organización de r'gimen de
propiedad inmueble en Chile, el cual se encuentra reglamentado en el CC y
en el Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces. Todas estas
normas cautelan el interés colectivo y, por ello, son de orden público.

Por consiguiente, la sanción a la infracción de una norma de orden público,


como la del art.688, ser la nulidad absoluta. De esta forma se pronunció
la Corte Suprema el 12 de mayo de 1905 (Gaceta, t.1, n.292, p.449), que
expresó que la prohibición establecida por el art.688 tiene por objeto
manifiesto organizar el Registro de Bienes Raíces y mantener regularmente
su continuidad, lo cual quedaría frustrado si al fallecimiento del dueño de
los predios no se anotaran las transmisiones de dominio.

Las que rigen este Registro son, pues, de orden público y su infracción
vicia de nulidad absoluta los actos o contratos celebrados sin sujeción a
las solemnidades prescritas.

Segunda solución fue a propósito de una venta. La Corte Suprema, analizando


el art.688 inc.1, concluye que es una norma prohibitiva, cuando la ley dice
en manera alguna en el inc.1 debe entenderse que está prohibiendo la
disposición del inmueble en esta situación; luego, si se infringe una norma
prohibitiva, la sanción es la nulidad absoluta.

Esta posición fue seguida por la Corte Suprema el 26 de noviembre de 1908,


que señaló lo siguiente: El heredero no puede disponer, en manera alguna,
de un inmueble mientras no tenga posesión efectiva debidamente inscrita.
Esta prohibición del art.688 es general y absoluta y comprende toda
enajenación voluntaria o forzada. Las ventas efectuadas en juicio
ejecutivo, aunque realizadas contra la voluntad del deudor, constituyen
verdaderos contratos de compraventa.
La condición de forzados es una peculiaridad procesal que no modifica ni
altera el fondo del contrato y que mira únicamente a la manera de otorgarse
el consentimiento por parte del vendedor ejecutado. Este consentimiento,
por lo demás s, se presta virtualmente desde el instante mismo en que el
deudor ejecutado contrae la obligación. Una interpretación distinta del
art.688 burlaría el propósito de interés público que tuvo en vista el
legislador al crear el Registro Conservatorio de Bienes Raíces (R., t.6,
secc. primera, p.266).

Tercera solución manteniendo el mismo razonamiento, pero con una variante,


la Corte Suprema sostiene que lo nulo es la enajenación o el gravamen,
porque lo que prohíbe el art.688 inc.1 es la disposición del inmueble, y al
hacer esto está prohibiendo o imponiendo que esta sea enajenada o gravada,
y la enajenación o gravamen se produce al momento en que opera el modo de
adquirir y no el solo contrato. Por consiguiente, lo que la ley prohibir
sería la tradición y no la celebración del respectivo contrato, porque el
contrato no importa enajenación, sólo genera derechos y obligaciones.
Luego, de acuerdo con esta interpretación, lo nulo sería la tradición y,
como se trata de bienes inmuebles, la inscripción del mismo.

De esta forma se pronunciaron la Corte Suprema (16 de noviembre de 1910) y


la Corte de Valdivia (26 de junio de 1912), expresando lo siguiente: "La
palabra disponer empleada en el art.688 está tomada en el sentido de
enajenar, esto es, transferir el dominio de una persona a otra", "La venta
no importa acto de transferencia de dominio, sino un simple contrato, que
tiene existencia propia sin necesidad de que haya entrega, la que debe
verificarse por acto posterior e independiente", "En consecuencia, el
contrato de venta celebrado con prescindencia del art.688 no es nulo" (R.,
t.11, secc. primera, p.319).

Cuarta solución la norma del art.688, en cuanto a prohibir la disposición


en manera alguna de los inmuebles hereditarios sin practicar las
inscripciones respectivas, sería aplicable única y exclusivamente a las
ventas voluntarias, pero no a las realizadas en un litigio en virtud de una
disposición judicial y con el objeto de pagar una deuda al acreedor. No
tendría aplicación el art.688 en las ventas forzosas (a esta posición
adhiere don Tomás Ramírez).
De esta manera se pronunció la Corte Suprema el 24 de agosto de 1909:
No es nula la venta forzada de un bien raíz hecha por el ministerio de la
justicia en juicio seguido contra un heredero sin haberse obtenido la
posesión efectiva de la herencia de la persona de quien hubo ese inmueble
el deudor ejecutado. La prohibición del art.688 se refiere,
manifiestamente, a los actos voluntarios de disposición entre vivos por
parte de los herederos o de sus causahabientes y no a las enajenaciones
forzadas que efectúa la justicia en ejercicio de su ministerio.

Dicho artículo expresa con claridad que los herederos son los que no pueden
disponer en manera alguna de los inmuebles aunque llegaran a ser
adjudicatarios por acto de partición (R., t.7, secc. primera, p.117).

Quinta solución es una interpretación bastante extraña, dice que el no


practicar la inscripción del art.688 no afecta la validez del contrato o
título y tampoco afecta la validez de la tradición, ambos son plena y
perfectamente válidos; pero, con una característica peculiar, cual es que
la tradición no produce el efecto que le es propio, cual e el de transferir
el dominio o el derecho real correspondiente y el de colocar al adquirente
en posesión del inmueble. Como no coloca al adquirente en posesión de la
cosa, pero ha habido entrega de ella y el adquirente va a tener su tenencia
material, entonces este adquirente va a ser un mero tenedor de la cosa.
Esta interpretación de la Corte Suprema es bastante particular porque no
considera en sí mismos los elementos propios de la posesión.

La Corte Suprema se funda para concluir que la sanción es la que ella


señala (la de no poseer, sino sólo tener la mera tenencia) en el art.696
CC. Si bien, el art.696 nos señala como sanción a la falta de inscripción
de los títulos que en él se señalen, que no se dar la posesión del
respectivo derecho, no es menos cierto que no puede obligarse lo dispuesto
en los arts.700 y 714 CC. Ejemplo: si mañana A me compra un inmueble que yo
adquirí por herencia sin haber realizado la correspondiente inscripción,
queda como mero tenedor, pero cuando A lo adquirió lo hizo con el ánimo de
señor y dueño.

Esta ha sido la posición mas seguida por los tribunales; así, la Corte de
Concepción la ha seguido en seis oportunidades y la Corte Suprema la ha
seguido en siete oportunidades, señalando lo siguiente:
"El art.688 del CC se refiere a la tradición del dominio de los bienes
raíces por estar comprendido en el párrafo que de ella trata, y no puede
atribuírsele un sentido diverso, extraño al de dicho párrafo; de manera que
la prohibición de disponer impuesta a los herederos por el artículo
citado, no puede aplicarse al titulo, como la escritura de compraventa,
sino al modo de adquirir, esto es, a la inscripción del título en el
Conservador de Bienes Raíces."

"El sentido legal de la expresión no podrá disponer en manera alguna no es


otro que significar que el heredero no puede transferir el dominio de lo
vendido sin que previamente se practiquen las inscripciones ordenadas por
dicho art.688 del CC."

"Esta interpretación mantiene la debida armonía que debe existir entre la


disposición legal en estudio y las demás s que forman el párrafo aludido y
está de acuerdo con el art.696 del CC, el cual, refiriéndose a los arts.
anteriores, entre los que se encuentra el art.688, dispone que los títulos
cuya inscripción en ellos se prescribe no van a transferir la posesión
efectiva del respectivo derecho, mientras la inscripción no se efectúe de
la manera que en dichos artículos se ordena."

"Confirma esta doctrina el Mensaje con que el Presidente de la República


sometió el Código Civil a la aprobación del Congreso, que en la parte
pertinente dice: La transferencia o transmisión del dominio, la
constitución de todo derecho real, exceptuadas, como se ha dicho, las
servidumbres, exige una tradición; y la única forma de tradición que para
esos actos corresponde es la inscripción en el Registro Conservatorio.
Mientras ésta no se verifica, un contrato puede ser perfecto, puede
producir obligaciones y derechos entre las partes, pero no transfiere el
dominio." "Interpretado de otro modo el art.688, se llegaría a la
conclusión de que un contrato de compraventa perfecto podría quedar sujeto,
en cuanto a su validez, a diligencias posteriores que no miran a su esencia
ni a su naturaleza, porque son bien diferentes el contrato de compraventa y
la tradición de la cosa vendida; y el primero puede existir sin que llegue
a realizarse la segunda." "En la hipótesis de que fuera absolutamente nulo
el contrato por no haberse practicado previamente las inscripciones a que
se refiere dicho art.688, el vendedor conforme al art.1683 del CC no podría
alegar semejante nulidad, pues no podía ignorar a la fecha del contrato, el
hecho de no haber solicitado la posesión efectiva de la herencia." "Si se
prescinde de alguno o algunos de los requisitos legales para que pueda
efectuarse la inscripción en el Conservador de Bienes Raíces, la sanción no
es la nulidad absoluta del título innecesario a la tradición, sino la
señalada en el art.696" (Gaceta, 1876, n.2484, p.1281, C.2; Gaceta, 1922,
primer semestre, n.210, p.803; R., t.27, secc. primera, p.78; R., t.28,
secc. primera, p.205 y 350).

Hay otras interpretaciones, una es la que analiza la naturaleza misma del


art.688, cuál es el rol que juegan las inscripciones del art.688: algunos
estiman que ellas son formalidades que la ley exige a los herederos en
atención a su calidad de tales. Luego, si se omiten, la sanción que se
impone es la nulidad relativa de la respectiva enajenación. Esto nos
enfrenta a varios problemas:

a) la nulidad relativa se sanea por el transcurso del tiempo (4 años) y


este saneamiento viene a ser contradictorio con lo dispuesto en el art.688,
ya que esta norma no admite que la enajenación adquiere efecto alguno
mientras no se practiquen las inscripciones que dispone el art.688.

b) por otro lado, es un poco forzado sostener que estas inscripciones


del art.688 son formalidades exigidas en consideración a la calidad
del heredero; mas bien son solemnidades que el legislador ha
establecido para la regulación del régimen de propiedad inmuebles de
nuestro país.

Su finalidad sería la de cautelar la administración de la propiedad raíz,


no pudiendo pretenderse que su fin sea amparar o proteger a los herederos.

Una última opinión doctrinaria es que éstas son solemnidades que están
dirigidas para la enajenación de los inmuebles hereditarios, se funda en
esto porque el art.688 CC no impide que el heredero no realice ningún acto
sobre el inmueble, salvo la enajenación.

Es decir, lo que no puede hacer el heredero sin cumplir previamente las


solemnidades del art.688 es disponer del inmueble. Luego, debe concluirse
que las inscripciones del art.688 son solemnidades que el legislador exige
para la enajenación de inmuebles hereditarios y, por consiguiente, la
sanción que se aplique por su omisión tiene que ser aquella que el
legislador haya señalado para la omisión de tales solemnidades, porque el
legislador ha señalado una sanción especial en este caso (art.679): Si la
ley exige solemnidades especiales para la enajenación, no se transfiere el
dominio sin ellas. Concluyen estos autores que la enajenación que hagan los
herederos de un inmueble hereditario, esto es, su tradición, no va a
adolecer de nulidad, sino que ser perfectamente valida; pero, por no
haberse cumplido las inscripciones del art.688 no produce su efecto propio
que es el de transferir el dominio o, en su caso, constituir un derecho
real. Pero, el efecto que no se produce por la tradición es la no
transferencia del dominio solamente, porque si va a producir su otro
efecto, que es poner al adquirente en posesión.

Lo que dispone el art.679 CC debe entenderse en relación con lo estatuido


en el art.696.

Los autores entienden que el art.696, cuando establece que los títulos cuya
inscripción se prescribe en los artículos anteriores, no dar n o
transferir n la posesión efectiva del respectivo derecho, mientras la
inscripción no se efectúe de la manera que en dichos artículos se
ordena...; no se está refiriendo a la posesión en si misma, sino a la
adquisición del dominio o de otro derecho real.

Lo que si es cierto, es que si no se cumplen las inscripciones del art.688


y se efectúa la respectiva enajenación a un tercero, de acuerdo con esta
última posición, el tercero va a tener la posesión del inmueble, teniendo
la posibilidad de adquirir el derecho respectivo (dominio o derecho real en
su caso) una vez que se practiquen las inscripciones contempladas en el
art.688.

4.- Otro papel de la inscripción es el de requisito, garantía y prueba de


la posesión de los inmuebles

Que la inscripción en el Registro Conservatorio es un requisito para la


posesión de los inmuebles, se desprende del art.724 CC el que se entiende
en relación con el art.686.

Esto esta ratificado por una parte del Mensaje del CC: la inscripción
es la que da la posesión real efectiva; y mientras ella no se ha cancelado,
el que no ha inscrito su título, no posee: es un mero tenedor.

En segundo lugar, la inscripción es garantía de la posesión de los


inmuebles, y ello lo dice el art.728 inc.1: Para que cese la posesión
inscrita, es necesario que la inscripción se cancele, sea por voluntad de
las partes, o por una nueva inscripción en que el poseedor inscrito
transfiera su derecho a otro, o por decreto judicial.

El inc.2 de el art.728 reafirma el carácter de garantía: Mientras subsista


la inscripción, el que se apodera de la cosa a que se refiere el título
inscrito, no adquiere posesión de ella, ni pone fin a la posesión
existente.

Por último, la inscripción es prueba de la posesión del inmueble (art.924


CC): La posesión de los derechos inscritos se prueba por la inscripción...;
o sea, si una persona desea probar su calidad de poseedor tendrá que
acreditar su posesión mediante la inscripción, y aún más, si la posesión
tiene más de un año de antigüedad y mientras ésta subsista, no es
admisible ninguna prueba de posesión material mediante la cual se pretenda
impugnar de alguna forma la posesión inscrita. El art.924 CC dice que la
posesión se prueba mediante la inscripción, porque la inscripción no prueba
el dominio del inmueble.

El dominio (en Chile) se acredita mediante la prescripción, es decir, quien


pretenda ser dueño de un inmueble tendrá que probar que a su respecto
concurren los requisitos exigidos por la ley para que opere el modo de
adquirir prescripción que, tratándose de inmuebles, es posesión inscrita,
continua e ininterrumpida durante el plazo de la prescripción.

La razón de que la inscripción acredite posesión y no dominio, es que no


hay ninguna certeza en orden a que él o los antecesores en la posesión del
inmueble hayan sido dueños de la cosa (recordar que si el tradente no era
dueño de la cosa no podía transferir el dominio, sino sólo la posesión).
Estas circunstancias que la inscripción acredite sólo posesión y no dominio
tiene importancia en varios aspectos:

1.- En relación con ella debe tenerse el art.700 inc.2: El poseedor es


reputado dueño mientras otra persona no justifica serlo.

2.- Por el hecho de tener que acreditarse el dominio por la prescripción es


que al examinar el título de dominio hay que analizar una serie continua de
inscripciones de títulos de dominio y escrituras públicas que abarcan el
plazo máximo de prescripción (10 años a lo menos).

Lo que sucede en cuanto a la inscripción prueba de posesión y no de


dominio, es que en el sistema ideado por Bello se pensaba que con el
transcurso del tiempo todos los inmuebles del país iban, en una forma u
otra, acceder al sistema de la inscripción.

Bello pensaba que al efectuarse enajenación de los inmuebles había que


proceder a hacer la inscripción del respectivo inmueble para que hubiera
enajenación, pero aún más, pensaba que aun cuando no se hiciera enajenación
del inmueble, ésta, de todas maneras, iba a tener que acceder a la
inscripción (nadie es eterno y en algún momento los herederos debían
efectuar la inscripción del decreto de posesión efectiva o del testamento,
si lo hubiere). Esto iba a permitir que inscripción, posesión y dominio
(tratándose de los inmuebles) significar n una misma cosa y que, por
consiguiente, la inscripción en algún momento llegaría a ser prueba del
dominio de los inmuebles. Pero, esta idea de Bello no se concretó, porque
se produjo una dualidad de inmuebles y así nos encontramos con inmuebles
inscritos e inmuebles no inscritos, materia que ha creado serios problemas.

Sistema del Registro

Conservatorio de Bienes Raíces

Todo el sistema de propiedad inmueble chileno tiene como base de su


organización el Registro Conservatorio de Bienes Raíces. El Registro
Conservatorio lo crea Bello en el CC, en numerosas disposiciones hace
referencia al Registro Conservatorio: así, en el art.686 inc.1 dice se
efectuar la tradición del dominio de los bienes raíces por la inscripción
del título en el Registro del Conservador; también en otras disposiciones
como los arts.689, 690, etc.

Bello dejó que la organización misma del Registro Conservatorio fuese


regulada por un reglamento especial, en que sería un reglamento el que
determinaría las funciones de los conservadores, sus atribuciones y la
forma y solemnidades de las inscripciones, así lo establece en el art.695.
En cumplimiento de esto, en 1857 se dicta el respectivo reglamento
(apéndice del CC), que empezó a regir el 1 de enero de 1859.

Aquí surge el problema de determinar cuál es la naturaleza jurídica de este


reglamento: el reglamento lleva el nombre de tal y fue dictado por el
Presidente de la República, luego, en apariencia, formalmente sería un
decreto supremo de carácter reglamentario, pero se sostiene que este
reglamento fue dictado por el Presidente en virtud de lo establecido en el
art.695, luego fue dictado en virtud de una ley como lo es el CC, que
habría delegado en el Presidente de la República la facultad de dictar las
normas relativas a la organización del Registro Conservatorio y, en
consecuencia, al haber una delegación de facultades por medio de una ley
del Parlamento en el Presidente de la República, estaría éste dictando un
decreto con fuerza de ley, por consiguiente, éste tendría la misma fuerza
obligatoria que una ley. Esto es muy importante por algunos aspectos de
aclaración en relación con el CC: entre el momento en que se dictó y entró
en vigencia el CC hubo un lapso de 2 años estableciéndose un período de
transición en cuanto a las inscripciones y se estableció un sistema
especial para proceder a las inscripciones en el plazo en que mediaría
entre la vigencia del CC y aquel en que se dictó el reglamento, y el
sistema es el establecido en el art.697: En el tiempo intermedio entre la
fecha en que principie a regir este Código y aquella en que la inscripción
empiece a ser obligatoria, se hará la inscripción de los derechos reales
mencionados en los artículos anteriores, del modo siguiente...

Libros que lleva el Conservador de Bienes Raíces

En lo referente a la organización de la propiedad inmueble y de sus


gravámenes, el Conservador de Bienes Raíces lleva 3 libros o registros
(Reglamento del Registro Conservatorio, art.31):

1.- El Registro de propiedad.

2.- El Registro de hipotecas y gravámenes.

3.- El Registro de interdicciones y prohibiciones de enajenar.

Además de esto y siempre en relación con estos bienes inmuebles, llevan:

a) los índices de cada uno de estos registros.

b) el índice general.

c) el repertorio.

Son éstos los que dicen relación con la función propia del Conservador de
Bienes Raíces, porque por leyes especiales se les ha encomendado llevar
otros registros, pero que no dicen relación con la propiedad raíz, sino que
con otros aspectos. Así, el Conservador lleva también el Registro de
Comercio, de Prenda Agraria, de Prenda Industrial, de vehículos motorizados
(hasta hace poco tiempo ley 18290). Pero, todos estos registros no dicen
relación con la función propia del Conservador.

1.- El Repertorio

Es un libro que lleva el Conservador en el cual debe anotar todos los


títulos que se le presenten, así como resoluciones judiciales que se le
presenten, cualquiera sea su naturaleza. Esta anotación, debe hacerla en
estricto orden cronológico y de acuerdo al orden de su presentación.

Este libro presenta algunas características, que son:

a) Debe estar encuadernado y cubierto con tapas firmes, foliado y rubricado


por el juez de letras quien, en la primera foja, va a dejar constancia bajo
su firma y la del Conservador del número de fojas que este libro contiene.
b) Tiene que cerrarse diariamente, lo que consiste en expresar la suma de
anotaciones hechas en el día en el repertorio, especificando el número que
haya correspondido a la primera y a la última anotación de ese día, número
que corresponde a la serie general del repertorio, debiendo indicarse la
fecha y estar firmado por el Conservador.

c) Si no se hubieren hecho anotaciones en el día, se pondrá el debido


certificado haciendo constar la falta de ellas.

d) En el comienzo de cada año debe abrirse el repertorio con un certificado


en que se haga mención a la primera anotación que se efectuar en 'l, y se
cerrar a fin de año con otro certificado del Conservador, en el cual se
exprese el número de fojas y anotaciones que contiene el repertorio, como
también las que hayan quedado sin efecto, las enmendaduras de la foliación
y cuanta particularidad pueda influir en lo sustancial de las anotaciones y
conduzca a precaver suplantaciones y otros fraudes.

El art.24 del Reglamento del Registro Conservatorio sostiene un aspecto


formal del repertorio que se refiere a la materialidad del mismo y,
especialmente, a la forma en que el conservador debe llevar este libro.
Art. 24 R. del R. C. de B. R.

Cada página del repertorio se dividir en cinco columnas destinadas a


recibir las enunciaciones siguientes:

1.- El nombre y apellido de la persona que presenta el título.

2.- La naturaleza del acto o contrato que contenga la inscripción que trata
de hacerse.

3.- La clase de inscripción que se pide, por ejemplo, si es de dominio,


hipoteca, etc.

4.- La hora, día y mes de la presentación.

5.- El registro parcial en que, según el art.32, debe hacerse la


inscripción, y el número que en él le corresponda.
Cada columna se encabezar con el rótulo de la enunciación que debe figurar
en ella; las anotaciones se harán en este libro bajo una serie general de
números, siguiendo el orden de presentación de los títulos (art.26 y 27 del
Reglamento). El Conservador, no inscribe todos los títulos que se le
presentan, sino que puede rechazar la inscripción de algunos por las
causales de los arts.13 y 14 del Reglamento. Si la inscripción es en algún
sentido inadmisible -por ejemplo, por falta de autenticidad-, si no está
situada en el departamento o no es inmueble la cosa a que se refiere, si es
visible en el título algún vicio o defecto que lo anule absolutamente
(causales señaladas en el art.13); si el dueño de un fundo lo vendiere
sucesivamente a dos personas distintas y después de inscrito por alguno de
los compradores apareciere el otro solicitando igual inscripción (art.14),
etc.

Pues bien, si el Conservador rechaza la inscripción de un título, de todas


maneras debe anotarlo en el repertorio.

Esto es importante, porque si el Conservador rechaza la inscripción, la


persona afectada por el rechazo puede recurrir al Juez de Letras
respectivo, reclamando de la actitud tomada por el Conservador. De la
resolución del Juez puede apelarse ante la Corte de Apelaciones respectiva.

Si el juez acoge el reclamo y ordena ratificar la inscripción, una vez que


se efectúa la inscripción pertinente y siempre que ella se haga dentro de
los 2 meses siguientes a la fecha en que se hizo la anotación en el
repertorio, valdrá o surtir sus efectos desde esa fecha. Si pasan dos
meses y la anotación no se transforma en inscripción, se va a producir la
caducidad de la anotación (art.15 del Reglamento).

Este nuevo plazo no se puede renovar, se debe practicar una nueva


anotación, aun cuando en algunos casos aislados la jurisprudencia, para
casos de prohibición de enajenar, impediría la inscripción.

Por lo anterior, esta anotación presuntiva, al transformarse en


inscripción, vale desde la fecha de anotación en el repertorio. Por ello,
al hacer el examen de títulos, se pide el certificado de repertorio que es
extendido por el Conservador, que comprende un plazo de dos meses contado
hacia atrás desde la fecha de su requerimiento y que debe incluir las
anotaciones que en el repertorio se haga de cualquier título que pueda
convertirse en inscripción respecto de un inmueble determinado y que, por
estar anotado con anterioridad en el repertorio, pudiera tener preferencia
frente a otra anotación cuya inscripción se requiera.

De lo dicho, se desprende que una inscripción sin anotación en el


repertorio es nula.

2.- El Registro de Propiedad

En éste se inscriben las translaciones de dominio (art.32 del Reglamento),


o sea, los títulos traslaticios de dominio, autos de posesión efectiva,
testamentos, inscripciones especiales de herencia, autos de adjudicación y
todo lo que significa un traspaso de dominio de una persona a otra.

3.- Registro de hipotecas y gravámenes

En éste, se inscriben las hipotecas, los censos, los derechos de usufructo,


uso y habitación, los fideicomisos, las servidumbres y otros gravámenes
semejantes.

Estas inscripciones deben practicarse en el Registro Conservatorio del


departamento en que este ubicado el inmueble y, si éste, por su situación,
pertenece a varios departamentos, deber hacerse la inscripción en cada uno
de ellos (art.54 del Reglamento).

Las inscripciones de las hipotecas deben cumplir con los requisitos del
art.81 del Reglamento y la inscripción de los otros derechos reales las
menciones del art.78 del mismo.
4.- Registro de interdicciones y prohibiciones de enajenar

En este libro se inscriben los decretos de interdicción definitiva, de


rehabilitación del interdicto, las prohibiciones legales, convencionales y
judiciales que afecten al inmueble, como el embargo y medidas preventivas
(art.32 inc.3).

Estas inscripciones deben efectuarse en el Registro Conservatorio del


departamento en que tenga su domicilio la persona afectada, o bien, del
departamento en que este ubicado el inmueble afectado de la respectiva
prohibición (art.56 del Reglamento).

Forma en que se llevan estos registros, (arts.84 y 35 del Reglamento)

Se establece que estos registros se deben llevar del mismo modo que los
protocolos de los notarios públicos y que se foliar n a medida que se vaya
avanzando en las inscripciones que se practican. Por lo tanto, para ver
cómo se llevan estos registros se debe atender a lo establecido en el COT.

Según el art.37 las inscripciones se harán en cada registro bajo una serie
particular de números, independiente de la serie general del repertorio.
Conforme al art.38, cada uno de los registros parciales se abren a comienzo
de año y esta apertura se hace mediante un certificado en el cual se hace
mención de la primera inscripción que va a hacerse en él y se cerrar a fin
de año con otro certificado en el que se exprese el número de fojas y de
inscripciones que contiene, el de las que han quedado sin efecto, las
enmendadoras de la foliación y cuanta particularidad pueda influir en lo
sustancial de las inscripciones y conduzca a precaver suplantaciones y
otros fraudes.

Por su parte, el art.85 indica que los documentos que el Conservador debe
retener en su poder después de verificar la correspondiente inscripción
(documentos o minutas que no se guardan en el Registro o protocolo de una
oficina pública), observando a este respecto lo dispuesto en el art.39 del
Reglamento: los documentos que el Conservador debe retener según el art.85,
se agregar n numerados al final de los respectivos Registros, por el mismo
orden de las inscripciones.

Según el art.41: cada Registro tendrá un índice por orden alfabético,


destinado a colocar separadamente el nombre de los otorgantes, el apellido
de los mismos y el nombre del fundo, materia de la inscripción.

Los arts. 43, 44 y 45 se refieren al índice general que también debe llevar
el Conservador, el cual también se lleva en orden alfabético y que se va
formando a medida que se vayan haciendo las inscripciones en los 3
Registros.

Estos índices generales se cerrarán anualmente con un certificado que


pondrá el Conservador al final de cada serie alfabética de partidas.

El Conservador,

El llevar estos tres Registros mas los índices y el repertorio constituyen


la función principal del Conservador y son estos Registros los que
configuran el sistema de la propiedad inmueble en Chile. Pero, distintas
leyes han encomendado a los conservadores el llevar otros registros, como
el Registro de Comercio, el de Aguas, de Prenda Agraria, de Prenda
Industrial, los cuales no obstante que no dicen relación con la
configuración de la propiedad raíz.

Existe un Conservador por departamento (art.7), pero en Santiago la


situación es distinta, porque conforme al DFL 247 (de 1931) los 3 libros
que forman el Registro Conservatorio de Bienes Raíces, estar n a cargo
separadamente de 3 funcionarios con el nombre de Conservador de Bienes
Raíces.

El Conservador del Registro de Propiedad tendrá además a su cargo el


Repertorio, los Registros de Comercio, de Prenda Industrial, de Prenda
Agraria y de Asociaciones de Canalistas.

Los registros que lleva el Conservador son públicos, por ello, pueden ser
consultados por cualquier persona sin que pueda ponérsele obstáculos.
Pero, esa consulta tendrá que hacerla en la oficina del Conservador,
pudiendo tomar los apuntes que crea convenientes (art.49).

Además, el Conservador esta obligado a dar cuantas copias y certificados se


le pidan judicial o extrajudicialmente acerca de lo que consta o no consta
en sus registros (art.50). Uno de los certificados que con mayor frecuencia
otorga el Conservador, es aquel que atestigua que se han practicado las
inscripciones de un título, o sea, el Conservador después de practicar la
inscripción deber devolver el título con nota de haberse efectuado la
inscripción, indicando el Registro, número y fecha de la inscripción, la
fecha de la nota y la firma del Conservador (art.86).

También el Conservador entrega los certificados de hipoteca y gravámenes,


de dominio vigente y certificado de prohibiciones:

El certificado de dominio vigente: es aquel en que el Conservador indicar


que una inscripción de dominio está vigente al momento del otorgamiento del
certificado y que ella no ha sido cancelada total o parcialmente. Si se
hace la cancelación así deber certificarlo el Conservador.

El certificado de hipotecas y gravámenes: permite al Conservador consignar


las hipotecas o gravámenes que se hubieran inscrito respecto de un inmueble
durante cierto período de tiempo

El certificado de prohibiciones: consignará las prohibiciones que se hayan


inscrito en el Registro respectivo y que limiten la posibilidad de disponer
libremente de un inmueble.

Este certificado consigna el nombre del poseedor, número de los


gravámenes inscritos, orden en que se ha practicado la inscripción,
monto de la deuda, nombre de él o los acreedores. En caso de que no
existan estos gravámenes se deja constancia de no estar vigentes.

Los Conservadores en su función tienen un papel meramente pasivo, no les


corresponde velar por la legalidad de los títulos que se presentan para su
inscripción, siendo su función solamente la de proceder a la inscripción,
subinscripción y anotación, en su caso, de los títulos que se le presentan
y que digan relación con la propiedad inmueble o con los gravámenes o
prohibiciones que les afectan.

Por lo anterior es que el sistema del Registro Conservatorio de Bienes


Raíces no asegura que quien está transfiriendo su derecho a otra persona
sea en realidad el titular del derecho de dominio y tampoco garantiza la
validez o eficacia del derecho que se inscribe.

Pero, no obstante este rol pasivo, el Conservador tiene responsabilidades


de carácter pecuniario por los actos negligentes que realiza y sobre él
pesa la obligación de indemnizar los perjuicios de inscripciones mal
hechas, de certificados incompletos y, en general, los provenientes de
cualquiera otra falta u omisión en que incurra contraviniendo las leyes y
lo dispuesto en el Reglamento. Esto es sin perjuicio de que el Conservador
subsane la falta u omisión y de lo que para el caso de delito ordenase el
Código Penal (art.96, 97 y 98 del Reglamento).

Distinción entre los títulos que deben y pueden inscribirse

(arts.52 y 53 del Reglamento)

Esta distinción es importante porque:

Tratándose de los títulos que deben inscribirse, si la inscripción no se


practica no se produce el efecto que la ley señala para la inscripción.

Tratándose de los títulos que pueden inscribirse, el practicar su


inscripción también es importante porque la inscripción hace las veces de
una medida de publicidad, desde que permite que terceros puedan tomar
conocimiento de los actos a que se refiere la inscripción consultando los
respectivos registros.

El Conservador puede negarse a efectuar la inscripción de un título, no


obstante que la regla general contenida en el art.13 establece que
requerida la inscripción el Conservador debe proceder a practicarla. Pero,
si considera que se da alguna de las situaciones que señalan los arts.13 y
14 del Reglamento o que afecten la legalidad de la misma inscripción, podrá
negarse a practicarla.

Esta negativa deber tener un fundamento, de lo cual deber dejar


constancia en el mismo título (el que deber ser devuelto al requirente) al
igual que de su negativa, al margen de la respectiva anotación en el
Repertorio. La persona afectada por la negativa de inscripción podrá
recurrir al Juez de Letras para que éste, en vista de esa solicitud y de
los motivos expuestos por el Conservador, resuelva por escrito y sin más
trámites lo que corresponda. Si acoge la solicitud y manda a hacer la
inscripción el Conservador deber hacerla y hará mención en ella del
decreto en que la hubiera ordenado.

En cambio, si el Juez se niega a ordenar que se practique la inscripción,


puede apelarse de esta resolución en forma ordinaria (arts.18, 19 y 20 del
Reglamento). Las inscripciones se llevar n a efecto sólo cuando el
peticionario le exhiba al Conservador copia auténtica del título respectivo
y el decreto judicial en su caso (art.690 CC y 57 del Reglamento).

En los arts.70 a 87 del Reglamento se establece en forma minuciosa todas


las solemnidades y requisitos que deben cumplir las distintas
inscripciones. Cabe señalar que en el caso de transferencia de un derecho
antes inscrito, se mencionar en la nueva inscripción al tiempo de designar
el inmueble la precedente inscripción, citándose el registro, folio y
número de ella (art.80 del Reglamento y 692 del CC). Esto tiene importancia
porque, en virtud de la nueva inscripción de transferencia del derecho
antes inscrito, se produce la cancelación de la inscripción anterior, no
siendo necesario hacer anotaciones o subinscripciones al margen de la
inscripción que se cancela (art.728 CC).

Las Subinscripciones

Fuera de las inscripciones el Conservador también expide las


subinscripciones que se practican en el margen derecho de las inscripciones
y cuya finalidad es ratificar errores, completar, modificar o cancelar la
inscripción.

Estas subinscripciones pueden practicarse de oficio, a petición de parte o


en cumplimiento de una resolución judicial:

1.- Practica el Conservador las subinscripciones de oficio para salvar


errores u omisiones en la inscripción con el solo mérito del título
inscrito, sin otro antecedente (art.88 del Reglamento).

2.- Las practica a petición de parte. Ello puede ser en el sólo merito del
título cuando se trate de salvar un error que está aclarado en el título
(art.88 del Reglamento). También puede ser en mérito de minutas subscritas
por las partes en caso de producirse un error en el título (art.82 inc.2
del Reglamento). También puede ser en base a una minuta firmada por las
partes cuando se trate de enmendar un defecto de individualización de las
partes o de su representante.

También, cuando se trata de salvar inscripciones defectuosas que se


hubiesen practicado; en caso de que se trate de rectificar la inscripción
en virtud de un nuevo título debe procederse a una nueva inscripción
(art.89 inc.1 del Reglamento).

3.- Si se practica la subinscripción en virtud de una sentencia judicial,


las que modifiquen o completen una inscripción deben subinscribirse al
margen derecho de ésta (art.89 inc.2).

Las Cancelaciones

Las cancelaciones de una inscripción implican la extinción o dejar sin


efecto un asiento practicado en el Registro. Estas cancelaciones pueden
originarse en virtud de una nueva inscripción (tradición); si se efectúa
una nueva inscripción (tradición) en virtud de la cual quien hasta ese
momento tenía inscripción a su nombre transfiere su derecho a otro, la
inscripción primitiva queda cancelada por el solo merito de la nueva
inscripción.

También puede haber cancelación por convención de las partes, la que supone
una subinscripción de la escritura pública en que consta la cancelación
convencional al margen de la inscripción cancelada (art.728 CC).

También puede cancelarse por resolución judicial, la que también debe


subinscribirse al margen de la inscripción cancelada (art.728 CC).

La omisión de los requisitos que se exigen para la inscripción tiene


sanciones y, para estos efectos, hay que distinguir:

a) Si se omite un requisito de fondo exigido en razón a la naturaleza misma


del acto o clase de la inscripción.

b) Si se omite un requisito o solemnidad externa.

a) Si se omite algún requisito esencial -por ejemplo, que el título con que
se practica la inscripción no sea auténtico, o bien, que la inscripción se
haya practicado ante un Conservador incompetente- la sanción ser la
nulidad absoluta de la inscripción, porque se ha omitido un requisito
exigido en consideración a la naturaleza misma del acto de que se trata.

b) Si la omisión dice relación con las solemnidades externas, o sea, con


aquellas designaciones exigidas por el CC o por el Reglamento y que
constituyen los requisitos formales que debe contener la inscripción, al
omitirse o ser defectuosas ellas, se aplica la sanción del art.696 CC,
según el cual, si bien la inscripción es valida, no opera la
transferencia del derecho, o sea, el adquirente va a ser un poseedor sin
derecho mientras no se practiquen las inscripciones en la forma que la
ley señala.

En estos casos, para que pueda ser eficaz la inscripción, habrá que
completarla mediante una subinscripción, o bien, mediante una nueva
inscripción mediante un nuevo título (arts.82, 88 y 89 del Reglamento).

Los conservadores de los distintos departamentos conservan en su poder los


Registros en que constan todas estas transferencias, translaciones,
gravámenes o prohibiciones sobre la propiedad inmueble. Esto representa un
riesgo en el caso de la destrucción de estos Registros, por ello, hay
normas especiales contenidas en la Ley 16625, sobre la reconstrucción de
estos Registros y que tiene una disposición especial en el inc.2 del art.1,
porque dice que para aplicar esta ley el Presidente de la República, previo
informe de la Corte Suprema, debe dar por establecido el hecho de la
destrucción del Registro cuyas inscripciones se trata de reconstruir,
mediante un decreto supremo, cuya copia se agrega al final del Registro
respectivo.

La posesión

Normalmente, por posesión se entiende la ocupación de una cosa, el tener


una cosa en nuestro poder sin que influya mayormente en este aspecto la
tenencia o carencia de un título o del derecho a tener esa cosa. En el
sentido técnico-jurídico la expresión posesión varía en las distintas
legislaciones, en algunas se le da el mismo sentido que se le da en el
lenguaje corriente, considerando la expresión posesión como la dominación o
potestad sobre una cosa. Otras legislaciones siguen una orientación diversa
y destacan no sólo la relación de hecho entre la persona y la cosa, sino
que también un elemento intencional o sicológico: el animus; esta es
justamente la tendencia que sigue el CC, ya que entiende por posesión.
Art.700 CC

La posesión es la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o


dueño, sea que el dueño o el que se da por tal tenga la cosa por si mismo,
o por otra persona que la tenga en lugar y a nombre de él.

El poseedor es reputado dueño, mientras otra persona no justifica serlo.

Esta es la concepción subjetiva de la posesión de Federico Carlos von


Savigny, bastando el concepto del art.700 para comprender que el CC, para
configurar la posesión no sólo atiende al aspecto material, sino que
también al aspecto subjetivo de un ánimo especial que debe tenerse para
que haya posesión, que es el ánimo de señor o dueño.
Ahora, la teoría objetiva de Rodolfo von Ihering considera la posesión como
el poder o señorío que el hombre ejerce en forma independiente sobre las
cosas con el fin de utilizarlas en su provecho económico, poder que se
protege jurídicamente con prescindencia de saber si dicho poder corresponde
o no a un derecho. Según el art.700 la posesión es en realidad una
apariencia del dominio, que se manifiesta en el ser una persona el titular
sobre un derecho de dominio sobre una cosa determinada, aunque en realidad
no se tenga ese derecho de dominio.

Podría pensarse que sólo las cosas corporales son susceptibles de posesión
partiendo de la misma definición del art.700. Sin embargo, las cosas
incorporales (derechos) también son susceptibles de posesión (art.715 CC).
Por ello, es interesante la definición que da el autor español José
Clemente de Diego que permite completar la definición del art.700: La
posesión es el ejercicio intencional en nombre propio de un derecho real
aunque no se tenga realmente.

Así, una persona puede ser poseedora del derecho real de servidumbre en
caso de que realice los actos a los cuales faculta la servidumbre, sin que
importe para estos efectos si es o no titular. Esto es así porque hay
posesión con o sin derecho; la posesión con derecho es la situación
normal, porque todo el que tiene un derecho real posee las facultades que
éste confiere (poseedor y dueño); también puede haber posesión sin derecho,
la que supone que hay una persona que posee y tiene la cosa bajo su poder
con ánimo de señor y dueño, pero que hay otra persona que es titular del
derecho, o sea, hay dos personas: una, que es el poseedor, y la otra, que
es el titular del respectivo derecho.

Elementos constitutivos de la posesión art.700

1.- La tenencia de una cosa (corpus),

2.- Animo o intención de tenerla como señor o dueño o, en su caso, como el


titular del respectivo derecho (animus).

3.- Una cosa determinada.


1.- Tenencia de la cosa o corpus

Este es el aspecto material de la posesión y lo constituye el poder físico


o la potestad que sobre la cosa se tiene.

Savigny sostiene que el corpus no supone necesariamente un contacto directo


e inmediato entre la persona y la cosa poseída, sino que él consiste en la
manifestación de un poder de dominación, es la posibilidad física de poder
disponer de la cosa en forma directa e inmediata, con la exclusión de la
intervención de otras personas.

Por su parte, Von Ihering sostiene que el corpus no es más que la


exteriorización del derecho de dominio, el hecho de conducirse respecto de
la cosa como lo haría el propietario. Para 'l, el corpus son todos aquellos
actos mediante los cuales manifiesta su derecho de propiedad en relación a
la cosa que es objeto de la posesión. Según esta idea, la posesión
exterioriza una relación de apropiación.

El CC señala como elemento de la posesión la tenencia de una cosa, es


decir, la ocupación actual y material de ella, entendiendo por ocupación el
apoderamiento, o sea, que la persona tenga la cosa bajo su poder, debiendo
tener en claro que tiene una cosa bajo su poder no sólo cuando hay
aprehensión, sino cuando existe la posibilidad de disponer de ella en forma
directa e inmediata (el CC sigue la concepción de Savigny).

Es decir, el corpus no es apoderamiento material, constante y permanente de


la cosa, no es tenerla permanentemente asida, sino que consiste en obtener
de la cosa la utilidad que ella permite según el destino que naturalmente
le corresponde, pudiendo el poseedor actuar sobre la cosa en cualquier
momento y pudiendo excluir la injerencia de extraños con respecto a la
cosa.

2.- Animus o intención de tener la cosa como señor o dueño o como titular
del respectivo derecho real

Esto es así porque la posesión no sólo implica un poder de hecho sobre la


cosa como lo es el corpus, sino que también una voluntad de carácter
especial en la persona que pretende ser poseedor.

Este segundo elemento es de carácter sicológico, y consiste en la intención


del poseedor de actuar respecto de la cosa como si fuera su propietario,
como señor o dueño, es decir, es la intención de tener la cosa para si
mismo.

Este elemento esta claramente establecido en el art.700 al decir con ánimo


de señor o dueño y refuerza esta idea al decir sea que el dueño o el que se
da por tal. El art.925 CC también exige la presencia de este animus cuando
después de señalar ejemplos de actos que significan el corpus, indica que
dichos actos deben realizarse sin el consentimiento del que discute la
posesión y así se expresa porque quien ejecutó esos actos estaba actuando
como dueño de la cosa y, por lo tanto, no necesita autorización de nadie
para realizar esos actos del art.925.

No siempre la tenencia material esta unida con el animus, pues hay casos en
que una persona tiene el corpus pero reconoce dominio ajeno sobre la cosa,
tal sucede, por ejemplo, en la mera tenencia en que el mero tenedor tiene
materialmente la cosa pero reconoce dominio ajeno sobre ella, es decir,
tiene el corpus pero carece del animus (art.714 CC), ejemplo: es el caso
del arrendatario, depositario o comodatario.

Se llama mera tenencia la que se ejerce sobre una cosa, no como dueño, sino
en lugar o a nombre del dueño. El acreedor prendario, el secuestre, el
usufructuario, el usuario, el que tiene el derecho de habitación, son meros
tenedores de la cosa empeñada, secuestrada, o cuyo usufructo, uso o
habitación les pertenece.

Lo dicho se aplica generalmente a todo el que tiene una cosa reconociendo


dominio ajeno.

El animus se manifiesta principalmente a través's del título, porque si el


título es traslaticio de dominio quiere decir que a él le siguió la
tradición, y ésta por definición en si misma involucra que el adquirente
debe tener el ánimo o intención de adquirir el dominio de la cosa.

Ahora, si el título es de mera tenencia, ha habido una simple entrega, por


lo tanto, quien recibió la cosa no ha tenido intención de adquirir el
dominio. Por consiguiente, el no tendrá animus y de ahí que carece de la
calidad de poseedor, teniendo sólo la calidad de mero tenedor.

Es tan importante este elemento subjetivo (animus) que el legislador ha


establecido presunciones de posesión de carácter legal en el art.719 CC.

3.- Cosa determinada

Exige claramente este requisito el art.700. Esto significa que la cosa


objeto de la posesión debe estar singularizada o individualizada como
especie o cuerpo cierto, por lo tanto, no hay posesión respecto de géneros.

Teorías sobre la naturaleza jurídica de la posesión

Son principalmente dos: la teoría subjetiva y la teoría objetiva.

1.-Teoría Subjetiva para esta teoría, el elemento fundamental y


característico de la posesión es la intención personal que debe concurrir y
que se denomina animus. Es este animus el que le da a la detentación el
carácter de posesión. Se señala que para que haya tenencia basta la
detentación material de la cosa, pero para que haya posesión además debe
concurrir este elemento subjetivo que es el ánimo de tener la cosa para
si. Luego, la existencia de la posesión va a depender de la voluntad de la
persona que tiene la cosa. Si dicha persona tiene la cosa sin reconocer
dominio ajeno, sino que la tiene para si, hay posesión. En cambio, si tiene
la cosa para otra persona, reconociendo que el derecho de dominio le
pertenece a otro, no hay posesión, sino que solamente mera tenencia.

Pero, este animus no debe existir solamente en el fuero interno del


individuo, porque si se mantiene allí no existe mas evidencia de este
ánimo que la que manifiesta o declara quien se da o tiene la calidad de
poseedor. El animus debe desprenderse del título mismo en virtud del cual
el poseedor tiene la cosa en su poder. Es justamente en atención al título
que a los meros tenedores no se les reconoce la calidad de señor o dueño,
porque en el título mismo, en virtud del cual ellos tienen la tenencia de
la cosa, están reconociendo el dominio de otro.

Para esta teoría, la idea misma de posesión exige el ánimo de señor o


dueño, o sea, requiere que la persona que tiene la cosa en su poder se
conduzca como si fuera propietario de ella, pero no exige la convicción de
tener derecho de dominio. Por ello, se dice que el ladrón de una cosa puede
ser poseedor de ella porque, si bien él tiene la convicción de no ser
dueño, tiene la intención de comportarse como tal y no reconoce dominio
ajeno.

Esta teoría de Savigny atribuye a la voluntad un carácter preponderante


como característica de la posesión.

2.- La Teoría Objetiva (Rudolf von Ihering) no pretende menoscabar de la


posesión el elemento intelectual, sino que sostiene que no existe un animus
especial o calificado, es decir, un ánimo de señor y dueño, y que éste no
es un requisito de la posesión.

Dice que toda relación de tenencia de una cosa implica necesariamente la


existencia de un ánimo en el detentador, porque incluso la mera tenencia
supone la intención de tener la cosa. Luego, este elemento intencional se
presenta tanto en la posesión como en la mera tenencia y no consiste este
elemento en un ánimo de ser dueño, sino que sólo en el propósito de
servirse de la cosa para obtener la satisfacción de sus necesidades.

Para este autor, el corpus y el animus forman una sola unidad, porque en el
hecho ambas cosas no son sino dos aspectos de una relación, porque el
animus es la intención de servirse de la cosa y el corpus es la
manifestación externa de esa intención. Por lo tanto, el corpus no es
simplemente una relación material, sino que es la exteriorización de la
voluntad del tenedor y no puede presentarse este corpus sin el animus
respectivo. Es decir, no puede pretenderse una independencia entre corpus y
animus, porque ésta se encuentra contenida en el corpus y, por ello, toda
detentación material, cualquiera que sea su calidad, comprende dos
elementos y tendría siempre el carácter de posesión a menos que exista una
ley expresa que le da solamente el carácter de detentación; en tanto no
exista una ley que le imprima este carácter, todo aquel que tenga una cosa
en su poder ser poseedor de ella.

Como consecuencia de esto, dice que la persona que tiene una cosa en su
poder en el litigio, le bastar probar el corpus y a su contendor le va a
corresponder acreditar que hay una ley expresa que a esa detentación le da
el carácter de mera tenencia.

Queda entonces claro el nombre de teoría objetiva porque ella se funda en


su integridad en el aspecto exterior, material de la relación posesoria,
reconociendo como poseedor a todo aquel que ejerce un poder físico sobre la
cosa.

El CC acepta la teoría de Savigny, ya que le da un carácter preponderante


al elemento sicológico (animus). Está claro que para adquirir la posesión
de una cosa el CC exige el corpus y el animus, pero para conservarla sólo
exige el animus. El CC distingue entre posesión y mera tenencia atendiendo
al ánimo de comportarse o no como señor y dueño de la cosa (arts.700 y
714).

Importancia de la posesión

1. - Al poseedor se le presume dueño: quien tiene la posesión de la cosa va


a ser considerado como dueño, y el peso de la prueba le va a
corresponder al que impugne la calidad de propietario. Mediante la
posesión se puede llegar a la prueba del dominio (art.700 inc.2 CC).

2. - La acción reivindicatoria es la que se confiere al propietario de una


cosa para proteger su derecho, pues bien, al poseedor se le confiere la
acción publiciana (igual que la acción reivindicatoria, pero concedida
al poseedor regular, arts.889 y 894).
3. -El poseedor de un inmueble o un derecho real constituido sobre un
inmueble tiene la acción posesoria para su protección (art.916): _Las
acciones posesorias tienen por objeto conservar o recuperar la posesión
de los bienes raíces o derechos reales constituidos en ellos.

4. -La posesión puede conducir a la adquisición del dominio o de los


derechos reales por prescripción adquisitiva (art.2492 CC).

5. - El poseedor de buena fe hace suyos los frutos de la cosa fructuaria,


aún cuando deba devolver ésta a su verdadero dueño (art.907 inc.3 CC).

Clases de posesión

I.- Posesión regular e irregular: esta clasificación se hace atendiendo a


la apariencia de dominio que en ellas se presenta.

II.- Posesión útil y posesión viciosa: se hace atendiendo a la forma en que


se adquiere la posesión.

III.- Posesión continua y posesión ininterrumpida: según la forma de


conservación de la posesión.

I.- Posesión regular e irregular (art.702 inc.1)

La posesión regular es la que procede de justo título, que se adquiere de


buena fe y previa tradición, si el título es traslaticio de dominio. La
posesión irregular es aquella en que faltan uno o mas de estos requisitos
(arts.702 y 708).

Cuando concurren los 3 requisitos estamos ante la posesión regular, que es


como decir que hay una mayor apariencia de dominio en el poseedor. Cuando
concurren todos los requisitos, el poseedor se presenta al exterior con
mayor apariencia de ser dueño de la cosa que en aquellos casos en que
faltan uno o más de estos requisitos.

Por ello, el legislador reconoce más ventajas al poseedor regular que al


irregular, pero, ambas son posesiones y como tales concurren a la
adquisición del derecho por prescripción, con distintos plazos en una y
otra. Así, la posesión regular conduce a la prescripción ordinaria, cuyos
plazos son de 2 años para muebles y 5 años para inmuebles. En tanto, la
posesión irregular lleva a prescripción extraordinaria en un plazo de 10
años.

Por otro lado, tanto la posesión regular como la irregular, dan origen a
la presunción de dominio del art.700 inc.2, disposición que no hace
distinción al respecto.

En cuanto a los requisitos de la posesión, es importante tener en cuenta el


art.702 inc.1, en orden a que para calificar la buena fe, se atiende al
momento en que se inicia la posesión; si ésta se adquiere de buena fe, la
posesión va a ser regular (con los demás requisitos), aún cuando el
poseedor pierda después la buena fe.

Requisitos de la posesión regular

1.- Justo Título.

2.- Buena fe.

3.- Tradición cuando el título es traslaticio de dominio.

I.- Justo título

Art.703 CC. El justo título es constitutivo o traslaticio de dominio.

Son constitutivos de dominio la ocupación, la accesión y la prescripción.

Son traslaticios de dominio los que por su naturaleza sirven para


transferirlo, como la venta, la permuta, la donación entre vivos.
Pertenecen a esta clase las sentencias de adjudicación en juicios
divisorios, y los actos legales de partición.

Las sentencias judiciales sobre derechos litigiosos no forman nuevo título


para legitimar la posesión.

Las transacciones en cuanto se limitan a reconocer o declarar derechos


preexistentes, no forman nuevo título; pero en cuanto transfieren la
propiedad de un objeto no disputado, constituyen un título nuevo.

El título es el hecho o acto jurídico que habilita para la adquisición de


un derecho, porque es la justificación de esa adquisición. El título por
sí, no produce la adquisición del derecho, sino que para que éste opere se
necesita la concurrencia del modo de adquirir, el cual en caso de no ser
eficaz como tal, produce si una consecuencia, cual es la de colocar al
adquirente en posesión de la cosa. Para que ello suceda es necesario que el
título sea apto para legitimar posesión y que el modo sea válido. Los
títulos que legitiman posesión son aquellos que habilitan para adquirir el
dominio u otro derecho real. Ellos son:

a) Los títulos constitutivos de dominio ocupación, accesión y


prescripción (art.703 inc.2). El relacionado con la prescripción
merece un comentario, porque la verdad de las cosas es que ella no es
título que legitime la posesión, porque toda prescripción supone
necesariamente la posesión de la cosa, sin posesión no hay
prescripción.

Es decir, es un elemento básico de ella la posesión y, por lo tanto, no


puede decirse que la posesión sea un título que legitime posesión.

a) Los títulos traslaticios de dominio son los actos o contratos que


generan para una de las partes la obligación de transferir el dominio
o constituir un derecho real.

Esta obligación se cumple o se extingue a través's del pago o tradición


de la cosa.

Pertenecen a esta clase de títulos los contratos de compraventa, donación


entre vivos, el aporte en la sociedad, la transacción sobre cosa no
disputada (art.703 incs.3 y 6). El art.703 inc.3 dice que el título
traslaticio es aquel que por su naturaleza sirve para transferir el
dominio, o sea, señala claramente que el título no transfiere el derecho,
sino que él sirve para transferirlo desde que habilita a una de las partes
para hacer la tradición, desde que le impone la obligación de transferir
el dominio de la cosa. La adquisición del derecho se produce sólo mediante
la tradición de la cosa, no mediante el título, aun cuando sea traslaticio.

c) Los títulos de transmisión tráfico tase aquí de la sucesión por causa de


muerte, este título legitima posesión, porque según los arts.688 inc.1 y
722 inc.1, por el solo hecho de deferirse la herencia el heredero adquiere
la posesión legal de ella. Además, el art.704 n.4 señala que el heredero
aparente tiene un justo título, de donde cabe deducir que el heredero tiene
un título que legitima su posesión del derecho de herencia. Este aspecto
tiene importancia para la adquisición por prescripción del derecho de
herencia.

Estos títulos constitutivos, traslaticios y de transmisión son títulos que


legitiman posesión, esto es, que el adquirente de la cosa (o del derecho),
aunque no adquiera el derecho que le corresponde por el respectivo modo de
adquirir, adquiera posesión legítima, porque el título es suficiente para
adquirir dicha posesión y, porque si el modo de adquirir no operó como tal,
le otorgó la posesión al adquirente.

En este evento, el adquirente va a ser poseedor sin derecho, pero podrá


llevarlo a adquirir el derecho correspondiente por medio de la
prescripción; así, en la venta de cosa ajena, la tradición que se haga no
va a producir adquisición del dominio, porque el vendedor tradente carecía
de ese derecho, pero si va a poner al adquirente en posesión de la cosa,
posesión que va a ser legitimada por el título traslaticio de la
compraventa en este caso y, además, posesión que le va a permitir adquirir
el derecho por prescripción.

Así como hay títulos que legitiman posesión, existen también títulos que no
la legitiman y son aquellos que no son aptos para poseer, tienen tal
calidad:
(- Los títulos declarativos de dominio u otro derecho real son los actos
jurídicos y sentencias judiciales que se limitan a declarar un derecho ya
adquirido por otro título distinto del que ahora se indica; tienen este
carácter:

La sentencia de adjudicación en juicio divisorio (art.703 inc.4).

Los actos legales de partición (art.703 inc.4).

Las sentencias judiciales sobre derechos litigiosos (art.703 inc.5).

Los contratos de transacción sobre cosas disputadas (art.703 inc.6).

Estos son títulos declarativos del derecho porque reconocen o declaran en


favor de una de las partes un derecho ya adquirido por otro título
distinto, el cual legitima posesión.

Por ejemplo: si en una transacción se reconoce a una de las partes el


dominio sobre un bien litigioso; la transacción es un contrato, luego, es
un título, pero un título que se limita a reconocer el dominio que ya
había adquirido por un título anterior, el cual es el que legitima la
posesión.

Esta regla tiene una excepción tratándose de sentencias de adjudicación en


partición entre herederos u otros comuneros o de actos legales de
partición entre comuneros, en que estos títulos que son declarativos, por
excepción legitiman la posesión exclusiva que en virtud de la adjudicación
adquiere el adjudicatario sobre la cosa que le ha sido adjudicada; esto
dice el art.703 inc.4: Pertenecen a esta clase las sentencias de
adjudicación en juicios divisorios, y los actos legales de partición.

No dice cómo podría entenderse por la ubicación de este inciso que se trata
de títulos traslaticios de dominio, pues estos títulos no sirven para
transferir ningún derecho, sino que son títulos declarativos que reconocen
la existencia de un derecho anterior, pero producen un efecto propio de los
títulos traslaticios de dominio, cual es el de legitimar en el adquirente
una posesión exclusiva, posesión a la cual van a servir de título y que
además es distinta de la posesión proindiviso o común que existe entre los
comuneros sobre la cosa antes de la sentencia o acto de partición. La
situación sería la siguiente: Candonga, Dioni y el Koke son herederos de un
inmueble que adquieren por sucesión por causa de muerte, manteniéndose
durante cierto tiempo en la indivisión, llegando un momento en que hacen la
partición y se le adjudica a Candonga el inmueble; aquí tenemos dos
títulos: uno, es la sucesión por causa de muerte que es el que legitima la
posesión de los tres, porque es el título de la posesión proindiviso de los
tres herederos y que fue el modo de adquirir; y otro, que es el acto de
partición, que es un título declarativo que va a producir el efecto del
título traslaticio que es el de legitimar la posesión de Candonga sobre el
inmueble que le fue adjudicado y del cual pasó a ser dueño exclusivo.

Pero, se presenta un problema en relación con el art.718 inc.1, pues éste


dice que la posesión exclusiva del adjudicatario se retrotrae a la fecha en
que comenzó la posesión proindiviso. Por lo tanto, hay un efecto
retroactivo, una verdadera ficción, en virtud de la cual se considera que
el adquirente era poseedor exclusivo de la cosa adjudicada desde la muerte
del causante. Por su parte, el art.1344 inc.1 dispone que el acto de
partición en adjudicación es declarativo del derecho del adjudicatario,
porque éste es reputado dueño desde que comienza la indivisión. Podría
sostenerse en este caso que siendo la posesión única, el título que
legitima la posesión es aquel que originó la posesión proindiviso, o sea,
la sucesión por causa de muerte.

Pero, realmente no es así, porque estas disposiciones deben entenderse en


el sentido de que, la regla de la retroactividad de la posesión exclusiva y
del efecto declarativo de la partición del art.718 inc.1, no pasan de ser
una ficción que tiene una finalidad muy precisa, cual es la de dejar sin
efecto, por ser inoponible a los comuneros que no concurrieron o no
consintieron, todas las enajenaciones y gravámenes que uno de los comuneros
hubiere ejecutado respecto de una o todas las cosas comunes que en la
partición se le adjudican a un comunero distinto (art.718 inc.2 y 1344
inc.2 CC).

Pero, esta ficción no lleva en manera alguna en materia posesoria, a


desconocer que en realidad hay dos posesiones distintas: la posesión
proindiviso, que va desde que comienza la indivisión hasta el acto de
partición; y la posesión exclusiva que va desde el acto de partición en
adelante. Esta afirmación se funda en las siguientes razones:

a) el art.703 inc.4 asimila el acto de partición al título traslaticio,


y ello sólo puede tener por objeto que legitime la nueva posesión
exclusiva, no puede tener por objeto identificar el acto de partición
plenamente con el título traslaticio, porque por la partición no se
transfiere ningún derecho, característica propia de los títulos
traslaticios, sino que por la partición sólo se declara un derecho
que ya existía.

Cuando el art.703 inc.4 asimila los títulos declarativos que allí enumera a
los títulos traslaticios, lo hace con un fin específico: el de legitimar la
nueva posesión exclusiva que en virtud del acto de partición se ha
generado, no pudiendo en caso alguno identificarse de manera total con el
título traslaticio, pues no hay traslación de derecho.

b) Por otro lado, el art.701 dice que es posible que una cosa sea poseída a
varios títulos. El art.718 faculta al poseedor exclusivo para agregar a su
posesión el tiempo de posesión proindiviso; luego, si puede el poseedor
hacerlo, entonces queda en claro que se trata de dos posesiones distintas.

De todas estas posiciones se concluye necesariamente que los actos o


sentencias de partición son títulos que legitiman la posesión exclusiva, la
cual es distinta a la anterior posesión proindiviso. Esto no deja de tener
cierta importancia que radica en que a la persona a quien se le adjudicó la
cosa puede invocar frente a terceros cualquiera de los dos títulos, los
que legitimar n su posesión, lo cual le permite llegar a la adquisición del
dominio por prescripción.

Pero, ello sólo frente a terceros, porque respecto de los demás s comuneros
sólo va a poder hacer valer su posesión exclusiva, no pudiendo invocar
frente a ellas el tiempo de posesión proindiviso, porque durante dicho
lapso su posesión no sería exclusiva ni determinada, justamente porque
poseía en común con los demás indiviso; en cambio, el acto de partición o
la sentencia de adjudicación le van a conferir un título de posesión
exclusiva y determinada, el cual puede perfectamente invocarse frente a los
otros comuneros, porque se trata de una posesión diferente de aquella que
con ellos tenía.
Dentro de los títulos que no legitiman posesión están los de mera tenencia
(arts.714 y 716 CC) Cuando hay mera tenencia, también nos encontramos ante
una persona que tiene una cosa en su poder, pero, a diferencia de lo que
sucede en la posesión, no lo tiene con ánimo de señor o dueño, sino que
por el contrario, reconoce dominio ajeno. Es decir, el tenedor de la cosa,
la tiene en lugar y a nombre del titular del derecho de dominio; por esto,
el título de mera tenencia no legitima posesión, desde el momento en que el
mero tenedor reconoce que la cosa que tiene en su poder pertenece a otro
individuo. Por otro lado, la mera tenencia no se transforma en posesión por
el solo transcurso del tiempo (art.716), pero es posible que si el mero
tenedor deja de reconocer el dominio ajeno y se comporta como dueño,
pudiera transformarse en poseedor. Pero, cuando hay mera tenencia en sí
misma, hay reconocimiento que la cosa es ajena y, por ello, si bien está la
tenencia de la cosa (aspecto material), falta el animus (aspecto subjetivo)
y, por consiguiente, no hay posesión. Por lo tanto, el mero tenedor tampoco
podrá adquirir el derecho por prescripción.

El título tiene que ser justo.

El justo título es el requisito de la posesión regular (art.702). Por justo


título se entiende aquel que formalmente cumple con los requisitos
necesarios para poder atribuir el dominio, de tal forma que si el título no
conduce a la adquisición del dominio posteriormente, es por una
circunstancia ajena o extraña al título en si mismo, pero no por estar
viciado el título.

Así sucede en la venta de cosa ajena, cuando el título (contrato de


compraventa) reúne todas las condiciones para operar la adquisición del
dominio estamos frente a un justo título, y la no adquisición del dominio
no se debe a una circunstancia propia del título, sino que a hechos ajenos
a los que a él normalmente corresponde.

Por ello, se dice que justo título es todo hecho o acto jurídico que por su
naturaleza y por su carácter de verdadero y válido es apto para atribuir en
abstracto el dominio. Este análisis de la aptitud legal del título para
adquirir el dominio se hace en abstracto, esto es, considerando sólo el
título en si mismo, sin atender a otras circunstancias ajenas al título,
circunstancias que en el caso concreto pueden determinar que no opere la
adquisición del dominio no obstante que el título reúne todas las
condiciones necesarias para que la adquisición del dominio se produzca.

Así como hay justos títulos, existen también los títulos injustos. En
materia de títulos injustos el legislador chileno siguió el siguiente
sistema: no da una definición de título injusto, sino que se limita a hacer
una enumeración taxativa de ellos, pero esta enumeración, si bien es de
carácter taxativo, no es específica en el sentido de que no contempla casos
especiales de títulos injustos, sino que casos de carácter general. Así, se
señala como título injusto en el n.3 del art.704 a aquel que adolece de un
vicio de nulidad, como la enajenación que debiendo ser autorizada por un
representante legal o por decreto judicial, no lo ha sido. En este n.3,
quedan comprendidos todos los títulos nulos, aun cuando el ejemplo se
refiere a algunos de ellos, sea la causa de nulidad, la falta de objeto, un
error, falta de causa, etc.

Los títulos injustos presentan la característica de adolecer de vicios o


defectos que impiden la transferencia del dominio, vicios o defectos que
dicen relación con la regularidad del acto en sí y no con la calidad de
dueño que pueda o no tener quien otorga el título. El título es injusto
entonces, cuando adolece de algún vicio o defecto o no tiene validez
respecto de las personas a que se refiere. Esta enumeración taxativa y
gen'rica que el legislador hace de los títulos injustos está en el art.704.
Art.704 CC

No es justo título:

1.- El falsificado, esto es, no otorgado realmente por la persona que se


pretende;

2.- El conferido por una persona en calidad de mandatario o representante


legal de otra sin serlo;

3.- El que adolece de un vicio de nulidad, como la enajenación que debiendo


ser autorizada por un representante legal o por decreto judicial, no lo ha
sido; y
4.- El meramente putativo, como el del heredero aparente que no es en
realidad heredero; el del legatario cuyo legado ha sido revocado por un
acto testamentario posterior, etc.

Sin embargo, al heredero putativo que por decreto judicial se haya dado la
posesión efectiva, servir de justo título el decreto; como al legatario
putativo el correspondiente acto testamentario que haya sido judicialmente
reconocido.

Análisis de los títulos injustos

1.- Título falsificado.

Indica el art.704 que tal es el no otorgado realmente por la persona que se


pretende. Esto es lo mismo que decir que el título no es auténtico en los
términos del art.17 CC; ejemplo de título falsificado seria un contrato de
compraventa en que una persona ha suplantado al comprador o al vendedor, o
bien, si se trata de una compraventa celebrada por escritura pública, dicha
escritura no ha sido autorizada por el notario que se dice autorizarla.

2.-El título conferido por una persona en calidad de mandatario o


representante legal de otra sin serlo.

En este caso el título es injusto porque ha sido otorgado por una persona
que no tiene la representación de quien dice representar y, por esta razón,
este acto no empecé a este último y, por consiguiente, a su respecto es
como si no se hubiere realizado. También es injusto el título otorgado por
un representante legal que diga relación con los bienes de su representado
pero que no se relacione con el poder de representación legal que tiene el
representante; la falta de representación legal o convencional se produce
no sólo cuando jamás ha existido mandato o representación legal, sino
también cuando éstas han existido y también cuando aún habiendo
representación legal o mandato, el representante se extralimita en sus
atribuciones, o sea, cuando va más allá de las atribuciones que le fueron
conferidas.

3.- Los títulos que adolecen de un vicio de nulidad

El título que adolece de un vicio de nulidad es un título injusto y ello


porque el título nulo no es apto para operar transferencia y, por esta
razón, la posesión que se adquiere no responde a un derecho ni aun
aparente, que la justifique. El título es injusto sea que la nulidad que lo
afecte tenga el carácter de absoluta o relativa.

El legislador en el art.704 n.3 no hace diferencia respecto a la clase de


nulidad, es cierto sí que el ejemplo que pone es un caso de nulidad
relativa, pero este ejemplo no debe tomarse como limitativo de la regla,
en el sentido de que el legislador la está' restringiendo sólo a los casos
de nulidad relativa, muy por el contrario, es lógico concluir que si el
título que adolece de nulidad relativa es un título injusto, con mayor
razón lo ser el que adolece de nulidad absoluta. En esto, el CC chileno
tiene un enfoque distinto que el que se da en la legislación francesa,
porque en ella sólo es título injusto aquel que adolece de nulidad
absoluta, en tanto que el que está afectado por nulidad relativa tiene el
carácter de justo título. Ahora, un título que fue relativamente nulo,
puede sanearse por medio de la ratificación o por otro medio legal y, en
ese caso, la validación se retrotrae a la fecha en que se confirió el
título nulo (art.705). Entre nosotros, los autores estiman que esta
disposición del art.705 es aplicable exclusivamente a los casos de nulidad
relativa, porque habla de ratificación y sólo es posible sanear por
ratificación los casos de nulidad relativa, y en caso alguno, los de
nulidad absoluta.
4.-Los títulos putativos.

Son aquellos en que solamente existe en la imaginación de la persona que lo


invoca, se apoya en antecedentes que no son reales ni verdaderos, es decir,
tiene como base un error. No es este el caso de un título que adolece de
algún defecto en su origen o en su forma, sino, lisa y llanamente, de un
título que no existe.

El n.4 del art.704 nos indica como ejemplo de título putativo el del
heredero aparente que en realidad no es tal, o el del legatario cuyo legado
ha sido revocado por un acto testamentario posterior. La persona a la cual
en un testamento se le instituyó legatario, tiene por ese acto un título;
si con posterioridad por otro acto se revoca el testamento y no se le
instituye nuevamente como legatario y el presunto o aparente legatario
entra en posesión de la cosa legada, en realidad, va a carecer de título,
pero en apariencia va a tener uno que es el primitivo testamento; pero este
título aparente que tiene este legatario es injusto. El heredero que en
una sucesión intestada cree tener la calidad de tal, porque ignora que
existe otro heredero de mejor derecho, también va a tener un título
aparente (título injusto); y por el hecho de carecer de justo título,
estas personas no van a tener la calidad de poseedor regular, sino que
ser n poseedores irregulares.

Pero, en este art.704 n.4 hay un aspecto de especial interés que es el


contemplado en el inc. final de este artículo, el cual se refiere al caso
del heredero aparente a quien por resolución judicial se le hubiere dado la
posesión efectiva de la herencia, y dice que a este heredero le va a servir
de justo título el decreto judicial que decreta la posesión efectiva; lo
mismo que al legatario le va a servir de justo título

el testamento que le sirve de título y que haya sido judicialmente


reconocido. Por consiguiente, la regla general es que el heredero y el
legatario putativo no tengan justo título, pero si al heredero putativo se
le concedió la posesión efectiva de la herencia va a tener un justo título
que va a ser el auto o decreto de posesión efectiva, y el legatario también
va a tener un justo título que va a ser el correspondiente acto
testamentario que haya sido reconocido judicialmente.
Qué importancia tiene que a estos herederos o legatarios putativos se les
reconozca un justo título de la manera descrita anteriormente?

Tiene importancia para los efectos de la prescripción, porque este heredero


aparente o putativo ha obtenido la posesión efectiva de la herencia, en
tanto que el heredero putativo que no ha obtenido la posesión efectiva
requiere de una posesión de 10 años para adquirir el derecho real de
herencia por prescripción (art.1269).

Al legatario putativo le sirve de justo título el acto testamentario que


haya sido judicialmente reconocido.

Produce este efecto cualquier reconocimiento judicial que se haya realizado


al testamento en cualquier procedimiento o gestión judicial, incluso puede
ser practicado este reconocimiento en la tramitación de la posesión
efectiva de la herencia del causante.

II.- Buena fe.

El art.706 inc.1 CC nos indica qué debemos entender por buena fe en materia
posesoria: _La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de
la cosa por medios legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio.
Entonces, la buena fe es un elemento o requisito de carácter eminentemente
subjetivo y también esencialmente personal, porque es la convicción íntima
y personal del individuo de haberse adquirido el dominio por los medios
legales correspondientes y sin que exista vicio alguno. Justamente por este
carácter subjetivo y personal de la buena fe es que ella es propia de cada
individuo, no pudiendo transmitirse o transferirse a otras personas. El
mismo art.706 inc.2 nos señala como es la buena fe cuando el título es
traslaticio de dominio: si una persona, cuando hay un título traslaticio de
dominio -por ejemplo, la compraventa-, tiene la íntima convicción de que la
cosa ha sido vendida y entregada por la persona que estaba facultada o que
tenía atribuciones para transferir el dominio, el adquirente va a estar de
buena fe porque va a estar convencido de que adquirió la cosa por medios
legítimos sin intervención de vicio alguno.
Esta convicción íntima que tiene la persona que adquirió la posesión puede
o no coincidir con la realidad de las cosas; si no coincide, por haber
circunstancias impeditivas de la adquisición del dominio, significa que el
poseedor ha incurrido en un error; si se trata de un error de hecho y es un
justo error (error excusable), la buena fe si existe (art.706 inc.3);
ejemplo: el de la venta de cosa ajena por una persona que habitualmente
vende esas cosas, como por ejemplo una casa automotriz.

Ahora, el caso de la mala fe se da en aquel que compra, por ejemplo, una


cosa a sabiendas que enajena, porque en ese caso su error no existe; o
bien, adquiere un inmueble embargado y, en tal caso, el error no es
excusable porque existen los medios legales para que éste hubiera tomado
conocimiento de la existencia del embargo (debería haber revisado los
registros del Conservador de Bienes Raíces). Por último, en materia de
buena fe, el error en materia de derecho hace presumir la mala fe del
poseedor (art.706 inc.final).

Prueba de la buena fe

El art.707 establece una presunción respecto de la buena fe que dice que la


buena fe se presume, excepto en los casos en que la ley establece la
presunción contraria. Esta es una presunción simplemente legal, por
consiguiente, admite prueba en contrario. Como es una presunción
simplemente legal, quien alega la existencia de mala fe tendrá sobre sí el
peso de la prueba.

Este art.707 establece una presunción que coincide con la normalidad de las
cosas que suceden; lo normal es que las personas obran de buena fe y, la
excepción, es la actuación de mala fe, por eso justamente la existencia de
esta presunción. Pero, hay ciertos casos en que el propio legislador
establece la presunción en contrario, esto es, entra a presumir la mala fe,
y ello sucede:

Cuando se invoca un error de derecho (art.706 inc.final);

La existencia de un título de mera tenencia hace presumir la mala fe, no


dando lugar a la prescripción, salvo que concurran determinadas
circunstancias: que el que se pretende dueño no pueda probar que en los
últimos 10 años se haya reconocido expresa o tácitamente su dominio por el
que alega la prescripción; que el que alega la prescripción pruebe haber
poseído sin violencia, clandestinidad ni interrupción por el mismo espacio
de tiempo (art.2510 n.3);

También se presume la mala fe después que el poseedor ha contestado la


demanda (art.907 inc.1 y 707 inc.1).

Uno de los problemas que se plantea es el de determinar el momento


en que debe existir la buena fe para calificar la posesión de
regular. Esto ha sido discutido largamente en la doctrina y no hay
pleno acuerdo en la legislación comparada porque la duda es si es
necesaria la buena fe sólo al momento de adquirirse la posesión o si
es necesaria en ese momento debiendo mantenerse durante todo el
tiempo de posesión. Una y otra solución han sido aceptadas por las
diversas legislaciones y también en 'pocas distintas.

El CC chileno establece en forma muy clara que para la existencia de la


posesión regular es suficiente que haya buena fe al momento de iniciarse la
posesión, no siendo necesario que posteriormente subsista.

Por consiguiente, podría darse perfectamente el caso de una persona que


adquirió la posesión de buena fe y posteriormente la haya perdido (art.702
CC).

La buena fe es un elemento total y absolutamente personal, por


consiguiente, para calificar si esa persona se encuentra en buena o mala
fe, solamente habrá que atender a las circunstancias en que el se
encuentra, si el análisis de las circunstancias de sus antecesores, porque
la buena fe no se traspasa de un poseedor a otro.

III.- Tradición cuando el título es traslaticio de dominio


En caso de que se trate de un título constitutivo no se requiere de
tradición porque el título, como sucede con la ocupación y la accesión, es
a la vez modo de adquirir. Luego, en estos casos de títulos constitutivos
va a ser necesario sólo el justo título y la buena fe.

La misma situación sucede en la sucesión por causa de muerte, esto es, en


el título de transmisión, el cual va a ser a la vez título modo de
adquirir; pero, en el caso del título traslaticio de dominio, sucede que
éste por sí mismo no produce la adquisición del derecho, porque en el
título traslaticio hay una clara separación entre el título y el modo de
adquirir.

No es lo mismo que en la ocupación, accesión, etc., en que el título es a


la vez modo. Por eso, cuando el título es traslaticio de dominio, para que
exista posesión regular se requiere de la tradición; si no hay tradición,
y el título es traslaticio de dominio, no va haber posesión regular
(art.702 inc.3).

La ley establece algunos casos en que se presume la tradición:

En el art.702 inc.final: La posesión de una cosa a ciencia y paciencia del


que se obligó a entregarla, hará presumir la tradición, a menos que ésta
haya debido efectuarse por la inscripción del título, porque en este caso,
la única forma de efectuar la tradición es mediante la competente
inscripción; si no hay inscripción, no hay tradición, aún cuando el
adquirente detente la cosa en su poder. Luego, esta presunción del art.702
inc.final es aplicable sólo respecto de los bienes muebles y de las
servidumbres (con su contracepción), porque en estos 2 casos la tradición
no se efectúa mediante la inscripción; no se aplica esta presunción a los
inmuebles, es decir, el dominio y derechos reales constituidos sobre
inmuebles (salvo el de servidumbre), porque respecto de éstos se aplica el
art.686 CC, porque exige que la tradición se realice mediante la competente
inscripción.

Posesión Irregular

El art.708 CC nos dice cuando la posesión es irregular: posesión irregular


es la que carece de uno o más de los requisitos señalados en el art.702. En
cuanto a sus efectos, podemos señalar los siguientes:

a) Tanto la posesión regular como la irregular pueden conducir a la


adquisición del derecho por prescripción, existiendo si, una diferencia
entre ambos casos, porque el poseedor regular adquiere por prescripción
ordinaria; mientras que si es irregular, va a operar la prescripción
extraordinaria. La acción reivindicatoria -que está definida en el art.889
CC: es la que tiene el dueño de una cosa singular de que no está en
posesión, para que el poseedor de ella sea condenado a restituírsela.- se
confiere al dueño de la cosa, confiriéndose por excepción al poseedor
regular que estaba en vías de ganar la posesión por prescripción (art.894
CC).

b) La presunción del art.700 inc.2 opera tanto respecto del poseedor


regular como del irregular. El legislador no ha establecido ninguna
diferencia o limitación al respecto.

c) Los interdictos posesorios pueden ser hechos valer tanto por el


poseedor regular como por el irregular. El legislador tampoco establece
limitaciones a este respecto (arts.916 y 918 CC).

II.- Posesión útil y viciosa

El legislador nos dice que son posesiones viciosas la violenta y la


clandestina (art.709). Por oposición, posesión útil es la que no adolece
de los vicios de violencia y clandestinidad. La posesión violenta es la que
se adquiere por medio de la fuerza.

En este aspecto el legislador atiende al momento de la adquisición de la


posesión y si se adquiere por fuerza se cataloga de violenta. Este fuerza
tiene que tener requisitos:

Debe ser grave (art.1456),

No necesita ser una fuerza actual,


Tampoco tiene importancia la persona que ejerce la fuerza y contra de quien
se ejerce, puede ser dueño o poseedor (art.710 y 711).

Posesión clandestina es aquella que se ejerce ocultándola de quien tiene


derecho a oponerse a ese ejercicio (art.713).

Para calificar de clandestina la posesión se tiende a los actos de


ejercicio de la posesión, de tal manera que si esos actos son ocultos la
posesión es clandestina. Tanto la posesión violenta como la clandestina
pueden referirse exclusivamente a los bienes muebles o a los inmuebles no
inscritos, porque el poseedor inscrito del un inmueble está garantizado por
la inscripción y todo acto de violencia y clandestinidad en cuanto estos no
pueden privarle de su posesión. De tal manera que si el inmueble está
inscrito y alguno se apodera con violencia o clandestinidad de este
inmueble, este no va a adquirir la posesión, sino que tendrá la calidad de
tenedor precario, y el dueño va a tener en su contra la llamada acción de
precario para obtener la restitución de lo que le pertenece.

La posesión violenta y la clandestina no permiten ganar el derecho por


prescripción ordinaria, ello por faltar la posesión regular, porque en la
violenta y en la clandestina no concurren los requisitos del art.702.
Tampoco procede la prescripción extraordinaria, ya que a pesar de ser esta
posesión irregular, el art.2510 exige que no haya violencia ni
clandestinidad para que opere la prescripción extraordinaria. Por otro
lado, estas posesiones viciosas no cuentan con la protección de las
acciones posesorias (art.918). Por excepción, el art.928 concede al
poseedor violento o clandestino la querella de restablecimiento o despojo
violento en el caso de que otra persona lo despoje a él violentamente de su
posesión, la finalidad de ello es evitar los actos de violencia.

Si una persona adquiere una cosa de un poseedor violento o clandestino,


dicha persona podría tener la calidad de poseedor regular, y ser regular
en el caso de que concurran los requisitos del art.702, ello porque la
posesión es personal y exclusiva.

III.- Posesión continua y posesión interrumpida.


La posesión continua es aquella que no ha sido perdida, impedida ni
desconocida por demanda judicial. La posesión interrumpida es aquella que
se ha perdido, ha sido impedida o ha sido desconocida por demanda judicial.

Cuando hay pérdida o impedimento de la posesión se produce la interrupción


natural de la misma; si hay desconocimiento por demanda judicial, se
produce la interrupción civil de la posesión (art.2502).

La interrupción natural o civil de la posesión es a la vez interrupción


natural o civil de la prescripción adquisitiva del respectivo derecho.

La posesión tiene como característica el hecho de ser personal, es decir,


cada individuo la adquiere por sí mismo, no pudiendo haber ni transferencia
ni transmisión de la posesión (art.717 inc.1). Además, es exclusiva, ya que
en general no puede compartirse, salvo posesión proindiviso.

Si una persona adquiere la posesión es porque otra la ha perdido. Sucede


que la posesión tiene importancia para la prescripción y, ésta requiere
generalmente de plazos largos. Esto conduce a que muchas veces se produzca
la situación de que el poseedor por sí mismo no pueda completar el plazo de
prescripción, por ello el art.717 le da al poseedor una facultad, cual es
la de agregar a su posesión la de sus antecesores jurídicos; esto es lo que
se denomina accesión de posesiones.

Para que se produzca la accesión de posesiones es necesaria la concurrencia


de ciertos requisitos:

1.- La existencia de un vínculo jurídico entre el actual poseedor y su


antecesor: para la procedencia de la accesión de posesiones esto es un
requisito fundamental, esto es, que entre el actual poseedor y el antecesor
de éste en la posesión existan relaciones jurídicas de las cuales el actual
poseedor derive su derecho, sea éste aparente o verdadero sobre la cosa.
Este requisito fluye del art.717, que se pone en la situación de existir
esta derivación de derecho de una persona a otra, por su parte, los
arts.919 y 2505 también se refieren al antecesor y al sucesor en el
sentido de haber relaciones jurídicas entre ellos.
Para que pueda efectuarse la accesión de posesiones, la ley se coloca en
la situación de que haya habido una sucesión real o aparente de derechos
entre el actual poseedor y el antecesor.

La posesiones de hecho (usurpador que usa violencia) cuando no hay relación


jurídica entre sucesor y antecesor que justifique la posesión real o
aparente del poseedor, no se benefician con la accesión de posesiones.

2.- El poseedor debe alegar una serie continua e ininterrumpida de


sucesiones de antecesores: esto es, no puede escogerse las posesiones,
entre ellos debe haber continuidad (art.717 inc.2 y 2500).

3.- Las posesiones que se agregan deben serlo con todas sus calidades y
vicios (art.717 inc.1), es decir, por la accesión de posesiones no mejoran
ni desmejoran las posesiones anteriores. Si ellas eran irregulares, como
irregulares se agregan, no pudiendo cambiar la calidad de ésta en manera
alguna.

4.- Si se trata de la posesión inscrita de un inmueble la agregación de las


posesiones sólo puede efectuarse hasta el título inscrito anterior a aquel
contra el cual se prescribe (art.2505).

Adquisición, conservación y pérdida de la posesión

Reglas comunes a la posesión de bienes muebles e inmuebles.

Reglas aplicables sólo a la posesión de bienes muebles.

Reglas aplicables sólo a la posesión de bienes inmuebles.


1.- Reglas comunes a la posesión de muebles e inmuebles.

Ellas dicen relación con la adquisición de la posesión por medio de


representantes y con la adquisición de la posesión por medio del derecho de
herencia.

A.- Adquisición de la posesión por medio de representantes

Tanto la posesión de los muebles como los inmuebles puede ser adquirida por
representación legal o voluntaria, aplicándose en todo la reglas de la
representación (art.720). También se aplican las reglas de inoponibilidad
para el caso de que no haya poder o, habiéndolo, hay una extralimitación
del mismo. También rigen las reglas de la ratificación como medio de hacer
eficaz la posesión que era inoponible al representado (art.721).

Si una persona toma la posesión de una cosa en lugar o a nombre de otra de


quien es mandatario o representante legal, la posesión del mandante o
representado principia en el mismo acto, aun sin su conocimiento.

Si el que toma la posesión a nombre de otra persona, no es su mandatario ni


representante, no poseer ésta sino en virtud de su conocimiento y
aceptación; pero se retrotraer su posesión al momento en que fue tomada a
su nombre.

El art.721 nos dice que la posesión se inicia al momento de adquirir el


representante, aún cuando el representado no tenga conocimiento de ello,
con lo cual se deja muy en claro que la voluntad que opera la adquisición
de la posesión es la del representante y no la del representado.

B.- Adquisición de la posesión del derecho de herencia.

La posesión legal del derecho de herencia la adquiere el heredero de pleno


derecho al momento de deferirse la herencia, aun cuando el heredero lo
ignore y sea incapaz (art.722). Cuándo es deferida la herencia? Se defiere
cuando la ley llama al heredero a aceptar o repudiar un legado (art.956).
El momento en que se hace el llamado ser distinto si la asignación es pura
y simple o condicional; si la asignación es pura y simple, el llamado se
produce al momento de morir el causante; si la asignación está sujeta a
condición suspensiva, se produce al momento de cumplirse la condición
(art.956 inc.2).

A este respecto hay que llamar la atención, cual es que en la adquisición


del derecho de herencia (cosa incorporal) no entra a jugar ni el corpus ni
el animus, porque para que el heredero adquiera la posesión de la herencia
no es necesario que haya actos de heredero o poseedor, incluso puede
ignorar el fallecimiento del causante cuya herencia comienza a poseer. Esta
posesión legal de la herencia tiene importancia porque:

1. - Faculta al heredero para hacer acto de tal, para tomar posesión


material de los bienes hereditarios.

2. - Confiere derecho al heredero a las acciones posesorias, lo cual le


permite la protección de las cosas que posee.

Pero, también somete al heredero a las acciones que terceros pudieran


intentar en su contra (art.719).

3. - Esta posesión legal importa porque permite al poseedor llegar a


adquirir el derecho por prescripción. Como nadie puede adquirir
derechos en contra de su voluntad es que se defiere la herencia; ahora,
si el heredero acepta, no hay problemas y adquiere la posesión; en
cambio, si se repudia la asignación, el legislador considera que su
posesión no ha existido jamás, es decir, por el repudio de la
asignación desaparece en forma efectiva la posesión legal que el
heredero tenía sobre la herencia (art.722 inc.2).

2.- Reglas aplicables sólo a la posesión de bienes muebles.

Dicen relación con la adquisición, conservación y pérdida de la posesión.

A.- Adquisición de la posesión de bienes muebles.


Se adquiere desde el momento en que concurre la voluntad de poseer y la
aprehensión material o física de la cosa (corpus y animus). En cuanto a
la adquisición de la posesión hay una situación especial respecto de los
incapaces, ya que incluso los absolutamente incapaces -excepto dementes e
infantes- pueden adquirir por sí mismos la posesión de bienes muebles,
siempre que concurra apoderamiento e intención, pero no pueden ejecutar
actos jurídicos en virtud de esa posesión sino por intermedio de sus
representantes legales. Lo mismo se aplica para los relativamente incapaces
(art.723).

Esta regla de carácter excepcional contrasta con la capacidad que se


requiere para la adquisición de la posesión de bienes inmuebles, la cual,
cuando se adquiere por tradición, exige plena capacidad de ejercicio, y si
es adquirida por un incapaz por sí mismo habrá nulidad absoluta o
relativa, dependiendo ello de la clase de incapacidad de que se trate.

B.- Reglas sobre la conservación de la posesión de los bienes muebles.

La posesión se conserva mientras subsista el animus. A este respecto hay


que considerar que para la adquisición de la posesión la persona debe
reunir dos elementos: animus y corpus. Pero, para su conservación, basta
con tener el animus, aun cuando momentáneamente la persona careciera o no
tuviera el corpus. Esto es, lo que se requiere es la conservación de la
voluntad de mantener la posesión y esa voluntad subsiste o se mantiene
mientras no se manifieste o aparezca una voluntad contraria a ella; es
justamente esto lo que nos dice el art.727 CC. El mantener o conservar el
animus (voluntad de poseer), no implica un continuidad en el tiempo, es
decir, no implica que el animus se tenga o mantenga momento a momento, el
legislador supone que la voluntad del poseedor se mantiene mientras no
aparezca una voluntad contraria a ella.

Por eso es que mientras duerme la persona, caso en el cual no estaría


manifestando su voluntad, la posesión se mantiene. El legislador supone
esta voluntad de conservación mientras no aparezca voluntad en contrario y,
esta voluntad en contrario, puede ser:
a) la propia voluntad del poseedor, cuando abandona o enajena la cosa.

b) la voluntad de un tercero, que se nos presenta cuando este tercero se


apodera de la cosa con el ánimo de hacerla suya; en este caso, quien tenía
la posesión la pierde y se adquiere ésta por el tercero (art.726 CC).

La posesión se puede conservar al igual que se puede adquirir por medio de


terceros. En concordancia con este principio, el legislador estatuye que el
poseedor conserva su posesión aún cuando le entregue la tenencia de la cosa
a otra persona, por ejemplo: cuando la da en arrendamiento, comodato,
depósito o, en general, a cualquier otro título no traslaticio de dominio
(art.725). En estos casos, si bien es cierto que el poseedor se desprende
de la tenencia de la cosa (corpus), mantiene el animus y, por lo tanto,
conserva la posesión.

C.- Reglas sobre pérdida de la posesión de los bienes muebles.

Se produce la pérdida cuando el poseedor pierde el corpus y el animus, como


por ejemplo:

c) Cuando el poseedor enajena la cosa haciéndose la correspondiente


tradición (art.648 y 726 CC).

d) Cuando el poseedor ha perdido el corpus, conservando el animus,


siempre que el tercero que tiene el corpus tenga a su vez ánimo de
señor y dueño (art.726 CC).

e) En el caso que el poseedor conserva el corpus pero pierde el animus; es


la situación que sucede en el llamado "constituto posesorio" (art.684
n.5), que es aquella situación en que el poseedor del mueble, en merito
del título traslaticio y de mera tenencia, transfiere la cosa, quedando
como mero tenedor de la misma. El corpus aquí no sufre alteraciones,
pues la cosa sigue en manos de quien la tenía, pero hay un cambio en el
animus, esta figura se llama intervención de la posesión.
3.- Reglas aplicables a la posesión de los bienes inmuebles

Esta es la llamada teoría de la posesión inscrita.

Teoría de la posesión inscrita.

También estas normas dicen relación con la adquisición, conservación y


pérdida de la posesión de los inmuebles:

I.- Normas referentes a la adquisición de la posesión de los inmuebles

Para poder establecer en qué forma se adquiere la posesión de los inmuebles


hay que hacer algunas distinciones:

1.- En primer término, hay que atender a la naturaleza del título,


distinguiendo si:

a.- El título es constitutivo de dominio,

b.- El título es traslaticio de dominio.

a.- El título es constitutivo de dominio (accesión, ocupación) o si se


trata de la sucesión por causa de muerte, no se requiere la inscripción
para adquirir la posesión. La razón de esto está en que:

1. - Cuando el título constitutivo es la accesión, la inscripción del


suelo principal cubre el terreno accedido.

2. - Tratándose de la prescripción, ella opera cuando se reúnen los


requisitos establecidos por la ley, y la inscripción que se requiere es
solamente un requisito para hacer oponible la prescripción respecto de
terceros (art.689 y 2503 CC).
3. - En la sucesión por causa de muerte, la inscripción se exige no para
adquirir la posesión, sino para la conservación de la historia de la
propiedad raíz. Ello es así porque la posesión se la herencia de
adquiere al momento de deferirse, sin necesidad de cumplirse ningún
requisito nexo.

4. - Tratándose de la ocupación, no se presenta problema, porque por medio


de ella sólo se adquieren bienes muebles.

b.- El título es traslaticio de dominio

Se plantea el problema con la inscripción en el Registro Conservatorio de


Bienes Raíces, y para estos efectos y ver si es o no necesaria la
inscripción en el Registro Conservatorio para la adquisición de la posesión
hay que distinguir:

1.- Si se trata de adquisición de posesión regular o irregular.

2.- Si se trata de un inmueble inscrito o no inscrito.

A.- Adquisición de la posesión regular de un inmueble. La doctrina está


totalmente de acuerdo en que para adquirir la posesión regular de un
inmueble se requiere de la inscripción, sin distinguir si el inmueble está
inscrito o no.

Es decir, para adquirir la posesión regular de un inmueble inscrito es


necesaria la inscripción, como lo es también para la adquisición de un
inmueble no inscrito. Razón: se encuentra en que la posesión regular exige
la tradición cuando el título es traslaticio de dominio (art.702 CC) y si
se requiere tradición, la única forma de hacerla, tratándose de un
inmueble, es mediante la inscripción; si no hay inscripción no hay
tradición y, en consecuencia, no hay posesión regular (arts.686, 724, 702 y
708 CC):
El art.702 señala que la posesión regular es la que procede de justo título
y ha sido adquirida de buena fe, siendo también necesaria la tradición si
el título es traslaticio de dominio.

El art.708 señala que la posesión irregular es la que carece de uno o más


de los requisitos señalados en el art.702.

El art.686 señala que se efectuar la tradición del dominio de los bienes


raíces por la inscripción del título en el Registro Conservatorio.

El art.724 expresa que si la cosa es de aquellas cuya tradición debe


hacerse por inscripción en el Registro del Conservador, nadie podrá
adquirir la posesión de ella sino por este medio, es decir, por la
inscripción.

O sea, la inscripción es requisito de la posesión regular de los inmuebles.


En el caso de un inmueble no inscrito también es necesaria su inscripción
para la adquisición de su posesión regular cuando el título es traslaticio
de dominio y, esta inscripción, deber practicarse conforme a las reglas de
la primera inscripción (art.693).

B.- Adquisición de la posesión irregular de un inmueble

Aquí, hay que hacer una distinción entre:

a) Inmuebles inscritos.

b) Inmuebles no inscritos.

Esta distinción se hace para efectos de analizar si se requiere o no de


inscripción para la adquisición de la posesión.

a) Adquisición de la posesión irregular de un inmueble inscrito sólo puede


adquirirse por la respectiva inscripción, por las siguientes razones:
el art.724 exige inscripción para adquirir la posesión de un inmueble
inscrito, no distinguiendo si la posesión es regular o irregular.

el art.728 dispone que mientras subsista la inscripción, el que se apodera


de la cosa a que se refiere el título inscrito, no adquiere la posesión de
ella, ni pone fin a la posesión existente.

Esta disposición nos dice que el poseedor inscrito no pierde la


calidad de tal, aun cuando un tercero se apodere materialmente del
inmueble inscrito. Incluso mas, si el tercero que se apoderó del
inmueble inscrito, tiene un título traslaticio, no va a adquirir la
posesión, si no media una nueva inscripción.

el art.730 engloba dos situaciones distintas, una contemplada en el inc.1


en la cual no exige la inscripción para adquirir la posesión de inmuebles
inscritos; y otra, en el inc.2 en la cual se refiere a los inmuebles no
inscritos, exigiendo siempre competente inscripción para extinguir la
posesión del antiguo poseedor y la adquisición de ella por el nuevo
poseedor.

b) Adquisición de la posesión irregular de un inmueble no inscrito. En este


caso, hay una larga discusión sobre si es o no necesaria la inscripción
para la adquisición de la posesión. Algunos sostienen que para la
adquisición de la posesión irregular de un predio no inscrito es necesaria
la inscripción también; en cambio, otros dicen que para la adquisición de
la posesión irregular de un inmueble no inscrito basta el apoderamiento
material, no siendo necesaria una nueva inscripción.

Don Humberto Trucco y Tomás Ramírez Frías afirman que la posesión irregular
de un inmueble no inscrito sólo puede adquirirse por medio de la
inscripción, dan los siguientes argumentos:

1.- El art.724, que exige la inscripción para la adquisición de toda


posesión de inmuebles, sin distinguir entre inmuebles inscritos y no
inscritos.

2.- Los arts.726 y 729 que, aparentemente habilitan o autorizan para la


adquisición de toda posesión de inmuebles por simple apoderamiento, se
están refiriendo al caso en que no hay título traslaticio de dominio y lo
que se está viendo es la adquisición de la posesión irregular cuando hay
título traslaticio de dominio.

3.- En caso de estimarse que no es necesaria la inscripción para adquirir


la posesión irregular de un predio no inscrito, se estaría frustrando lo
deseado por Bello en orden a que todos los inmuebles se incorporan al
r'gimen de inscripción, ya la idea de Bello al establecer el Registro
Conservatorio era precisamente ésta.

Otro sector de la doctrina, principalmente don José Clemente Fabrés,


Leopoldo Urrutia y Manuel Somarriva, sostienen la posición contraria, esto
es, que puede adquirirse la posesión irregular de un predio no inscrito por
simple apoderamiento, no siendo indispensable la inscripción. Dan la
siguientes razones:

La posesión irregular, por definición del art.708, es aquella a la cual le


falta alguno de los requisitos que el art.702 señala para la posesión
regular y entre esos requisitos está la tradición si el título es
traslaticio de dominio; luego, si falta uno de los requisitos del art.702,
la posesión ser irregular y tal es la situación en que nos encontramos.

Indican que en el art.729 los inmuebles no inscritos están asimilados en


cuanto a la adquisición y pérdida de la posesión a los bienes muebles, esto
es, el r'gimen establecido en el art.726. Es decir, el art.729 reconoce que
alguna especie de posesión puede adquirirse por simple apoderamiento
respecto de inmuebles no inscritos y, esa posesión, necesariamente tiene
que ser la posesión irregular, ya que el art.724 exige en forma perentoria
de la inscripción para la adquisición de la posesión regular de un inmueble
inscrito o no inscrito. Indican que si el art.729 dice que hay posesión en
los casos de apoderamiento violento o clandestino, es lógico concluir que
también la hay si existe título traslaticio de dominio y un apoderamiento
sin violencia o clandestinidad.

El art.730 inc.1 no exige inscripción para adquirir la posesión en un


predio no inscrito cuando hay usurpación, en cambio, el inc.2 se refiere a
predios inscritos y exige esa inscripción.
Por último, dicen que la objeción que hacen los señores Trucco y Ramírez en
orden a que no se cumpliría lo deseado por Bello, no tiene un fundamento ni
consistencia, porque el inmueble siempre va a acceder en alguna forma al
r'gimen de inscripción y si no lo es en los casos en que hay título
traslaticio de dominio, lo va a ser en los casos del art.688 cuando opera
la sucesión por causa de muerte.

II.- Normas referentes a la conservación de la posesión de los inmuebles

La inscripción es en realidad también una garantía de la conservación de la


posesión para el poseedor; ello es así porque el poseedor va a conservar su
posesión mientras la inscripción no se cancele (art.728 inc.1). En segundo
lugar, es así porque mientras subsista la inscripción con plena vigencia,
se conservar la posesión aún cuando un tercero ocupe materialmente el
inmueble (art.728 inc.2). Si alguien se apodera materialmente del inmueble,
subsistiendo la posesión a nombre del poseedor, quien ocupa seria un
poseedor precario frente al cual puede intentarse la acción de precario
(art.2195), teniendo asimismo las acciones posesorias. Lo que si no hay que
olvidar es que la inscripción juega un rol dentro de la posesión, pero no
es el único requisito que debe cumplir esta posesión, ya que a la
inscripción deben unirse necesariamente el corpus y el animus, requisitos
que por definición misma constituyen la posesión. En el hecho, la
inscripción deber tener eficacia sólo en cuanto constituye la solemnidad
de un hecho real, cual es la posesión material del predio, no debiendo
tener ninguna si no corresponde a una determinada realidad, ya que esto
constituiría lo que se llama una inscripción meramente de papel. En el
hecho, la posesión debe estar configurada por el corpus, más el animus y la
inscripción, cuando se trata del inmueble (art.724 y 728); pero estos
artículos, tiene que ser necesariamente complementados con lo dispuesto en
el art.700 que da una muy clara definición de la posesión y de sus
elementos; por eso se rechaza por muchos autores aquella posición en que
sólo existe la mera inscripción, la cual estaría configurando la totalidad
de la posesión en sí misma. No basta según estos autores con la sola
existencia de la inscripción para que haya posesión; si se exigiera la sola
inscripción se estaría prescindiendo total y absolutamente del concepto
mismo de posesión que nos da el art.700. El rechazo de esta inscripción
meramente de papel, ha motivado que los tribunales, ante un conflicto entre
dos poseedores que tienen la inscripción a su nombre, se incline por aquel
que tiene la inscripción y la tenencia material, por sobre aquel que sólo
tiene la inscripción a su nombre. Ello es así porque en el primero la
inscripción corresponde a la realidad y aquí concurren, fuera de esta
inscripción, los elementos que según el art.700 configuran la posesión.

III.- Normas referentes a la pérdida de la posesión de los inmuebles

De acuerdo con el art.728 inc.1 la posesión inscrita cesa, termina o se


pierde cuando la inscripción se cancela. La inscripción se cancela por:
a) voluntad de las partes.
b) decreto judicial.
c) por una nueva inscripción.

a) Cancelación por la voluntad de las partes.


Se produce cuando aquellas que han otorgado el título que se inscribió en
el respectivo Registro Conservatorio, de común acuerdo, dejan sin efecto el
contrato o título que originó la inscripción. Este acuerdo de voluntades
por el cual se deja sin efecto el contrato, se denomina resciliación y es
uno de los modos de extinguir la obligaciones consagrado en el art.1517
inc.1. Pero, no basta con la resciliación para que se produzca la
cancelación de la inscripción, sino que también se requiere que la
resciliación se subinscriba al margen de la inscripción que se cancela
(esto, con el fin de dejar constancia de la resciliación art.91 del
Reglamento del Registro Conservatorio).

Algunos han estimado que en este caso de la resciliación habría que


proceder a practicar una nueva inscripción a nombre del primitivo poseedor
inscrito, para que el inmueble quede inscrito a su nombre. Pero, la mayor
parte estima que basta la subinscripción que cancela la inscripción
reviviendo la inscripción anterior; este es un caso de cancelación
material, porque hay una subinscripción que cancela la inscripción
respectiva.

b) Cancelación por decreto judicial.


En este caso, la cancelación se produce en virtud de una sentencia judicial
firme o ejecutoriada que dispone la cancelación de la inscripción. La
sentencia puede haber recaído en un juicio en que se haya discutido la
validez o nulidad de la inscripción y que ha acogido la nulidad de la
misma, o bien, puede ser una sentencia pronunciada en un juicio en que se
haya intentado la acción reivindicatoria en el cual se haya acogido dicha
acción. Esta sentencia que ordena la cancelación de la inscripción tiene
también que subinscribirse al margen la inscripción que se cancela (art.91
del reglamento). Es también un caso de cancelación material.

c) Cancelación por una nueva inscripción.

Debe tratarse de una nueva inscripción en que el poseedor inscrito


transfiere su derecho a otro. Lo que sucede es que una inscripción puede
cancelarse y la posesión por ella representada puede extinguirse en virtud
de una nueva inscripción y, en tal caso, estamos ante la cancelación
virtual, la que se produce en virtud de una nueva inscripción en que el
poseedor inscrito transfiere un derecho a otra (art. 728 inc.1). En este
caso, el de la cancelación virtual, no tiene mayor trascendencia si el
título es justo o injusto, porque en caso que fuere injusto lo único que
va a suceder es que el nuevo poseedor va a ser irregular por faltarle uno
de los requisitos del art.702.

Tampoco importa el que la cosa no sea de la propiedad del vendedor, porque


en tal caso estaremos ante la venta de cosa ajena, la que es valida. Luego,
en este caso, el adquirente podrá ser incluso poseedor regular. Lo que si
tiene trascendencia es que hay una cancelación de la inscripción anterior y
un cambio de posesión en virtud de ella.

El art.728 n.1 señala que para que se cancele la inscripción por medio de
otra inscripción ella tiene que emanar del poseedor inscrito que
transfiere su derecho a otro; sin embargo, en relación a esto hay una
situación especial en el art.730 inc.2, aquí estamos ante un caso en que se
produce la cancelación por una nueva inscripción emanada, no del poseedor
inscrito, sino de un mero tenedor, el cual usurpa un inmueble y dándose por
dueño de él lo enajena a un tercero. Pero, para hacer esto, es
indispensable que el tercero lo inscriba a su nombre y tenga la tenencia
material a su nombre.

El art.730, al establecer esta situación, nos presenta una interesante


modificación a la regla general del art.728,porque hay una cancelación de
la inscripción, pero en este caso la nueva inscripción no emana del
poseedor inscrito, sino del usurpador; y en segundo lugar, porque el
apoderamiento que tiene el tercero, unido a la nueva inscripción que ha
practicado a su nombre produce un cambio en la posesión de acuerdo al
art.730 inc.2; ello, no obstante que el art.728 inc.2 nos señalaba que los
actos de apoderamiento material no son suficientes para hacer cesar la
posesión inscrita.

Para que se produzca la situación contemplada en el art.730 inc.2 es


necesaria la concurrencia de los siguientes requisitos:

1. - Que se trate de un inmueble inscrito.

2. - Que tenga el inmueble un mero tenedor, esto es, un arrendatario,


comodatario, etc. En este caso, para que se produzca la situación
contemplada en el art.730 inc.2, la usurpación no puede provenir de
un tercero cualquiera, sino que el usurpador necesariamente tiene que
ser el mero tenedor, y la ley lo exige así para que exista un nexo
entre éste y el poseedor inscrito.

3. - Que este mero tenedor enajene el inmueble dándose por dueño. En


consecuencia no se produce la situación contemplada en el art.730
inc.2 si el mero tenedor se da por dueño se inscribe a su nombre,
porque lo que la ley requiere es que éste enajene el inmueble dándose
por dueño; si el mero tenedor se da por dueño e inscribe a su nombre,
no se cancela la inscripción anterior.

4. - Competente inscripción a nombre del tercero adquirente

5. - Que el tercero adquirente tenga posesión material


En relación con el n.4, se plantea un grave problema con respecto al
art.730 inc.2, en la frase competente inscripción, es decir, qué se
entiende por competente inscripción? Esta es una materia bastante discutida
hasta el punto que en doctrina hay 3 corrientes sobre qué debe entenderse
por competente inscripción:

Primera posición. Para Humberto Trucco y Pedro Lira es competente


inscripción única y exclusivamente la que emana del poseedor inscrito,
ello porque el art.728 no tiene excepción, de tal manera que cuando el
art.730 inc.2 nos habla de competente inscripción, se está refiriendo a la
inscripción que se practica en favor del tercero adquirente en virtud de la
usurpación del mero tenedor y su posterior enajenación del inmueble a dicho
tercero, pero que posteriormente fue ratificada por el poseedor inscrito.

En realidad, estos autores están rechazando la situación de excepción


señalada en el inc.2 del art.730, porque no habría dicha excepción según
ellos.

Segunda posición. Para Arturo Alessandri y Alejandro Lira, competente


inscripción es aquella que nos presenta un vínculo a lo menos aparente
entre el mero tenedor y la anterior inscripción, de manera que se presenta
una continuidad en el Registro; y sostiene que este vínculo aparente va a
existir cuando el mero tenedor que usurpa el inmueble otorga en favor del
tercero adquirente, y se subinscribe alguno de los títulos injustos de los
ns.1 y 2 del art.704, esto es, el título falsificado y el inoponible.

En estos casos, había por lo menos una aparente relación entre el poseedor
inscrito y el nuevo adquirente. Estamos en este caso ante una competente
inscripción que produciría como efecto cancelar la inscripción anterior.

Esta posición ha sido seguida en ocasiones por los tribunales, que han
señalado que aunque se reconozca que la persona que invoca la prescripción
tiene título inscrito, éste no le da la posesión legal que se requiere para
inscribir si no deriva del poseedor inscrito. De consiguiente, no queda
cancelada la primitiva inscripción (Corte Suprema, 9 de enero de 1933: R.,
t.XXX, sec. primera, p.206).
Tercera Posición. Para Leopoldo Urrutia, Manuel Somarriva y Luis Claro
Solar, competente inscripción es la que se practica en la forma que
corresponde, esto es, en el departamento respectivo y con arreglo a las
normas del Registro Conservatorio de Bienes Raíces. No puede ser competente
inscripción aquella que emane del poseedor inscrito en sí mismo, porque
esta situación ya está contemplada expresamente en el art.728 CC, caso en
el cual la inscripción emanada del poseedor inscrito produce como
consecuencia la cancelación de la respectiva inscripción.

Señalan que en el caso del art.730 inc.2 la inscripción no puede ser


tradición de derecho, ya que el mero tenedor usurpador carece de este
derecho, de tal manera que el único efecto que va a producir la inscripción
es el de atribuir posesión, pudiendo el poseedor llegar a adquirir el
respectivo derecho a través de la prescripción.

Por otro lado, sostienen que interpretar de otra forma el art.730 es


dejarlo sin aplicación, porque las otras 2 interpretaciones carecen de
asidero suficiente y, por lo tanto, de no aceptarse esto, no podría
aplicarse el art.730 inc.2 como tampoco el art.2505 inc.2.

Esta última posición ha sido la que los tribunales han seguido


mayoritariamente, señalando que el inc.2 del art.730 se pone en el caso en
que el mero tenedor del inmueble inscrito lo enajena a su nombre, y en este
evento el adquirente mediante la competente inscripción adquiere para sí la
posesión poniendo fin a la posesión anterior.

Esta competente inscripción no puede ser únicamente la que emane del


poseedor inscrito, por cuanto ese caso lo contempla el art.728 y no es
dable suponer semejante redundancia. Por esto es forzoso concluir que la
ley al hablar de competente inscripción se está refiriendo a aquella que se
efectúa con las solemnidades legales por el funcionario competente, en el
Conservador del departamento de la ubicación del inmueble que se
transfiere. La nueva inscripción así practicada tiene la virtud de cancelar
la inscripción anterior que existe sobre la misma propiedad (Corte de
Talca, 19 de junio de 1933: Gaceta 1933, primer semestre, n.84, p.348.
Corte Suprema, 5 de enero de 1949: R., t.46, secc. primera, p.311).

Esto de la competente inscripción nos plantea algunos problemas:


1. - Teniendo en claro que la inscripción puede no emanar del poseedor
inscrito sino del mero tenedor usurpador, se plantean algunas
interrogantes, Cómo va a adquirir el tercero adquirente. Surge esta duda
porque en el Registro Conservatorio de Bienes Raíces el inmueble se
encuentra inscrito a nombre del poseedor inscrito y no a nombre del mero
tenedor usurpador, Habrá que recurrir a la inscripción por aviso de los
arts.683 CC y 78 del Reglamento del Conservador?. Esta es una materia que
ha sido discutida en los tribunales, pero sus sentencias no han sido
uniformes:

En algunos casos que la inscripción por aviso es competente inscripción.

En otros casos, han considerado que no lo es.

2.- El problema tiene sus complicaciones, porque por un lado, aparentemente


el adquirente no tendría otro medio de inscribir que por medio de avisos la
inscripción de un predio ya inscrito es realizar una inscripción nula, y es
nula por faltarle un requisito de fondo, cual es que el predio que se va a
adquirir por aviso no se encuentra inscrito. Nos encontramos con que una
inscripción nula no podemos calificarla de competente inscripción, porque
lo nulo ningún efecto puede producir.

Luego, esta inscripción nula, ni siquiera atribuye posesión; a la luz de


esto, pareciera tener razón Arturo Alessandri en orden a que tiene que
existir una relación, aunque sea meramente aparente, entre la inscripción
del adquirente y la del anterior poseedor inscrito, ya que sólo en esta
forma estaríamos ante una competente inscripción y habría la debida
continuidad en el Registro Conservatorio. Esta interpretación considera que
la expresión dándose por dueño del art.730 inc.1 está dando a entender que
el usurpador suplanta al dueño, al poseedor inscrito o que bien hace valer
en la operación que realiza un poder aparente que en realidad no tiene, ya
que de no ser así no habría competente inscripción.

3.- Esta solución tiene un grave problema, cual es el de favorecer la


actitud ilícita y de partir de la base de que en el art.730 el título es
siempre injusto. Luego, el poseedor siempre tendría la calidad de irregular
y operaría, por consiguiente sólo la prescripción extraordinaria. Pero,
justamente por esta razón, debemos reconocer que esta interpretación es
mucho más favorable al poseedor inscrito, ya que al hacer procedente la
prescripción extraordinaria, da al poseedor un plazo mucho más largo para
tomar conocimiento de la situación existente y hacer valer los derechos
correspondientes.

Prueba de la Posesión

Hay que distinguir entre:

1.- La prueba de la posesión de los bienes muebles.

2.- La prueba de la posesión de los bienes inmuebles.

1.- Prueba de la posesión de los bienes muebles

Se acredita probando corpus y animus, lo cual se hará probando los hechos


que configuran o componen el corpus y el animus. El legislador establece en
el art.719 CC tres presunciones legales, las cuales, por este mismo
carácter, admiten prueba en contrario:

c) si se ha empezado a poseer a nombre propio, se presume que esta posesión


ha continuado hasta el momento en que se alega.

d) si se ha empezado a poseer a nombre ajeno, se presume igualmente la


continuación del mismo orden de cosas.

e) si alguien prueba haber poseído anteriormente, y posee actualmente, se


presume la posesión en el tiempo intermedio.

2.- Prueba de la posesión en los bienes inmuebles


En lo que dice relación con la prueba de la posesión de los bienes
inmuebles hay que distinguir:

a) Si se trata de inmuebles inscritos.

b) Si se trata de inmuebles no inscritos.

a) Prueba de la posesión de inmuebles inscritos se prueba por la respectiva


inscripción y no por hechos materiales de apoderamiento (art.924 CC).
Conforme a esta misma disposición, para que proceda esta prueba a través de
la inscripción de la posesión, la inscripción debe reunir dos requisitos:

debe subsistir, es decir, no debe haber sido cancelada ni real, ni


material, ni virtualmente.

la inscripción debe haber durado un año completo.

Concurriendo estos dos requisitos la inscripción prueba la posesión en


forma tal que es inadmisible toda prueba de posesión material con que se
pretenda desvirtuar la posesión inscrita; así, si alguien pretende
desvirtuarla acreditando que él tiene la tenencia material de la cosa, ello
no ser procedente ni producir mayores efectos.

El art.924 sólo se refiere a la posesión de derecho cuya tradición se hace


mediante la correspondiente inscripción, es decir, se refiere a los
derechos inscritos de que habla el art.686 y no a otros derechos que si
bien pueden encontrarse inscritos, respecto de ellos, la inscripción no es
necesaria como medio de hacer la tradición.

En el caso que se oponga a una inscripción otra inscripción, el juez


tendrá que resolver a cuál de las dos inscripciones atribuye la posesión,
es decir, va a tener que resolver en conformidad a los arts.728 y 730 cuál
inscripción se canceló material o virtualmente y cuál inscripción subsiste
de éstas.

b) Prueba de la posesión de inmuebles no inscritos.

La posesión de inmuebles no inscritos o de aquellos cuya inscripción es


ineficaz o en que la inscripción ha durado menos de un año completo, se
prueba conforme a lo establecido en el art.925, es decir, en este caso se
prueba la posesión acreditando el corpus y el animus respecto del inmueble
de que se trata.

En materia de prescripción existen presunciones y ficciones relativas a la


prueba de la posesión. El legislador concede las acciones posesorias para
conservar o recuperar la posesión de bienes raíces o derechos reales
constituidos sobre ellos, y al que recupera legalmente la posesión que
hubiere perdido respecto de un mueble o de un inmueble, se entiende haber
tenido la posesión en el tiempo intermedio: hay aquí una ficción de la
posesión, considerándose que el poseedor tuvo la posesión durante el lapso
que estuvo privado de ella, siempre que la recupere legalmente (art.731
CC). Entonces, aquí hay una ficción, la cual cobra importancia para la
prescripción adquisitiva, ya que ésta se funda en un estado posesorio
continuado sin interrupción y durante todo el tiempo fijado por la ley.

La interrupción de la prescripción puede ser natural o civil, y una de las


formas de interrupción natural es por haber entrado otra persona en
posesión de la cosa. El efecto de esta interrupción es hacer perder todo el
tiempo de posesión anterior, a menos que se haya recuperado legalmente la
posesión conforme a las normas referentes a las acciones posesorias,
porque en tal caso, no se entender que ha habido interrupción para el que
fue despojado de la posesión (art.2502 en relación con el art.731).

El legislador también recurre al establecimiento de presunciones para


facilitar en alguna forma la prueba de la posesión y establece estas
presunciones en el art.719:

1. - La primera es aquella que nos dice que si se ha empezado a poseer a


nombre propio se presume que esta posesión ha continuado hasta el
momento en que se alega (art.719 inc.1). Es decir, basta que la persona
que invoca la posesión a nombre propio pruebe que él comenzó a poseer
a nombre propio, ya que en tal caso el legislador va a presumir que
dicha posesión continuó con ese mismo carácter hasta el momento en que
el interesado invoca esta posesión. Esta es una presunción legal.

2. - Si se ha empezado a poseer a nombre ajeno, se presume la continuidad


de esta misma situación (art.719 inc.2). De tal manera que si una
persona alega que en la actualidad posee a nombre propio, cuando
comenzó a detentar la cosa a nombre de otro, deber probar la
existencia de un título diferente al anterior, que le atribuye la
calidad de poseedor a nombre propio. Esta disposición del art.719 inc.2
guarda relación con lo que dice el art.716. Esta es también una
presunción legal.

3. - Si alguien prueba haber poseído anteriormente y posee actualmente, se


presume la posesión en el tiempo intermedio (art.719 inc.final). En
esta situación, para que entre a jugar la presunción es necesario
acreditar lo que ha sucedido en los dos extremos, o sea, habrá que
probar el hecho de la posesión actual y la circunstancia de que el
actual poseedor también lo fue con anterioridad y, probando estas dos
circunstancias, el legislador entra a presumir la posesión durante el
tiempo intermedio. Con esta presunción, la ley está favoreciendo al
poseedor, porque a éste en realidad le seria mínimamente difícil probar
la posesión durante todo el tiempo y cada uno de los momentos en que él
tuvo la posesión. Esta también es una presunción legal.

Todo el sistema de la inscripción de la posesión del CC fue elaborado por


Bello bajo una tónica muy clara, que es la de que tarde o temprano todos
los bienes raíces se incorporar n al sistema de inscripción, de tal manera
que en un momento dado la inscripción, la posesión y el dominio
corresponderían a una misma cosa, porque los inmuebles que a la 'poca de la
dictación del CC no estaban sujetos al r'gimen de inscripción se irían
incorporando al r'gimen conservatorio, por un lado, por las transferencias
de dominio (art.686) y, si no hubiere transferencia de dominio, sino que el
inmueble se mantuviera durante un tiempo largo y determinado en poder de la
misma familia y persona, también accedería al sistema de inscripción tarde
o temprano, al querer los herederos disponer del inmueble, porque en tal
caso, los herederos van a tener que practicar la inscripción del art.688.

Pero, esta idea no se convirtió en realidad, por diversas razones:

1.- Por un lado, muchas personas por desconocimiento u otro motivo no


incorporaron los bienes raíces al sistema de inscripción, haciéndose los
cambios de dominio sin ella y no cumpliéndose con el art.688 en caso de
fallecimiento del causante.

2.- La gran cantidad de inmuebles del país se encuentran en la situación


contemplada en el art.590, esto es, que se trata de inmuebles que por
carecer de dueño pertenecen al Estado, y fue y sigue siendo bastante
frecuente que los funcionarios encargados de estas materias no se
preocuparan de que estos inmuebles accedieran al sistema de inscripción.
Esto creó una situación irregular que alteraba totalmente las normas
ideadas por Bello sobre el particular y es así que actualmente nos
enfrentamos a dos clases de inmuebles: inscritos y no inscritos.

Para poner término a esta dualidad y normalizar la situación de la


propiedad raíz es que el legislador se ha visto en la necesidad de dictar
normas especiales para regularizar la posesión de la propiedad inmueble y
para constituir derechos reales sobre ellos.

Tan solo en 1977 se dictó el DL 1939 que establece la obligación de los


funcionarios de gobierno de inscribir todos los inmuebles que deben
ingresar al patrimonio del Estado por el art.590. Durante todo este lapso
no hubo iniciativa para arreglar la situación, lo que determinó que muchos
inmuebles pasaron a particulares los que aprovechando franquicias los
inscribieron a su nombre.

Otro factor de la deficiente constitución del dominio de predios urbanos


era aquel constituido por los predios brujos.

La migración de gente del campo a áreas urbanas determinó un gran


crecimiento de la población urbana con el agravamiento que en muchas
ciudades las tierras de expansión son escasas y de gran valor, por lo que
generalmente las obras de urbanización exigidas por la ley son costosas,
como el costo de la tierra es alto, no puede procederse a la subdivisión
por partes o lotes de un terreno sin que previamente se haya hecho la obra
de urbanización o, a lo menos, garantizando dichas obras. Se hizo atractivo
vender sitios sin cumplir normas sobre urbanización y, por ello se
infringieron normas expresas sobre la materia, por lo que la Ley General de
Construcción y Urbanización prohibía los contratos de venta y de promesa de
venta de sitios no urbanizados y se establecieron prohibiciones a los
notarios y conservadores, por ello, en las ventas de estos lotes
irregulares se otorgaron por instrumentos carentes de toda eficacia legal,
ya sea adoptando la forma de compraventa, cesión de derechos, pero sin
cumplir con las obligaciones legales, y se hizo por instrumentos privados y
sin cumplir con las inscripciones.

Estos arbitrios se aplicaron a pesar de existir leyes que sancionaron como


delitos los actos que tendían a estos loteos irregulares.

Estos loteos crearon problemas en los servicios del Estado, porque se


encontraron con amplios sectores de personas que habían pagado, pero que
legalmente no eran dueños de los sitios y que además carecían de las
exigencias mínimas establecidas por la ley, lo que generó varios problemas:

Dotar a los terrenos de la urbanización necesaria, lo que se hizo a costas


del erario nacional.

Además, como los ocupantes carecían de títulos legales o, teniéndolos,


estos eran imperfectos, debió enfrentarse a la necesidad de regularizar la
situación jurídica de estas personas.

Pero, también hay otros arbitrios que contribuyen a esta situación, uno de
ellos es la situación que crea el arrendamiento de 99 o más años, con
rentas pagadas al contado, situación que era claramente de simulación en
que el contrato de arrendamiento era aparente y se ocultaba un contrato de
venta. Esta situación se usó para burlar normas que impedían la subdivisión
de tierras.

Se empleó generalmente en las playas, balnearios y lugares de veraneo, y


sucedió que como los seudo arrendatarios hicieron inversiones de valor, lo
que despertó la ambición y la codicia de los seudo arrendadores, los que
pensaron que era conveniente ir a la destrucción de los seudo contratos de
arrendamiento, los cuales habían dejado a los arrendatarios aparentes en
una situación inferior frente a los arrendadores. Todo esto nos crea dos
situaciones:

los inmuebles sujetos al régimen de posesión inscrita, que es todo lo ya


visto en que la inscripción es requisito, garantía y prueba de la posesión
inmueble.

los inmuebles no sujetos a régimen de posesión inscrita.

La gran cantidad de personas que teniendo la posesión material del inmueble


y careciendo de título, o teniéndolo, pero que adolece de un vicio, lo que
haría que todas estas personas estuvieran marginadas del r'gimen
establecido en el CC, motivó que el legislador se viera en la necesidad de
establecer normas legales tendientes a regularizar esta situación, lo que
se ha denominado saneamiento de dominio.

Saneamiento de dominio.

En 1939 se dictó la ley 6382 sobre Cooperativas de Pequeños Agricultores,


la cual establecía un procedimiento para sanear el dominio de pequeños
predios agrícolas, exigiendo posesión material, útil e ininterrumpida de 10
años, la cual debió ejercerse personalmente por el peticionario o sus
antecesores. También requería que el predio tuviera deslindes determinados
y que no formara parte de otro predio inscrito a nombre de un tercero.
Quienes reunían los requisitos debían concurrir a la justicia ordinaria
para que ésta ordenara inscribir el predio a su nombre. Es decir, el
legislador estableció un procedimiento judicial para efectuar la
inscripción a nombre de un poseedor.

Una característica muy importante de esta norma es que ella no permitía que
se pudieran afectar con este procedimiento inmuebles ya inscritos.

El paso siguiente, fue la dictación del DFL 7 del 1963, que se hizo en
virtud de las facultades que la ley 15020 concedió al Presidente de la
República, DFL que admitió el saneamiento de las pequeñas propiedades
agrícolas. Conforme a este DFL, la persona que estuviera en posesión
material y exclusiva por más de 5 años de un inmueble, que acreditare no
existir juicio pendiente y estar al día en el pago de contribuciones de
bienes raíces, podía requerir el saneamiento de su título de dominio a la
Dirección de Tierras y Bienes Raíces, la cual podía solicitar al juez
competente la inscripción del inmueble a nombre del poseedor solicitante.
Hay aquí mezcla de procedimientos administrativos y judicial.

Con posterioridad, se dictó el DFL 6 de 1968, que establece normas para el


saneamiento de pequeñas propiedades rústicas y urbanas. Subsiste aquí el
procedimiento administrativo y judicial.

Actualmente las normas vigentes sobre saneamiento de títulos de dominio


está en el DL 2695, publicado en el Diario Oficial el 21 de julio de 1979,
modificado por la ley 18148 de 1982 y por la ley 19.455 de 1996. Este DL
establece para el saneamiento de títulos un procedimiento exclusivamente
administrativo, con los riesgos inherentes de excluir a la administración
de justicia de un aspecto netamente jurídico, como lo es la regularización
del dominio sobre inmuebles. Las principales características del DL 2695
son:

1.- Es un procedimiento administrativo que se sigue ante la Dirección de


Tierras y Bienes Raíces. Consiste en solicitar a dicha Dirección que se le
reconozca a los interesados la calidad de poseedores regulares del
inmueble, a fin de poder ganar el dominio por prescripción. Para ejercer
este derecho deben cumplirse ciertos requisitos:

Establece el legislador que si en esta fase de carácter administrativo se


deduce oposición al saneamiento pedido, el conocimiento del asunto se
radica en los tribunales de justicia. Si no hay oposición, por un simple
procedimiento administrativo el poseedor material va a quedar en la
situación de requerir la inscripción en el Registro Conservatorio.

Bienes raíces a los que se aplica: estas normas no se aplican a todos los
bienes raíces, si no que lo que determina la aplicación de esta norma es el
avalúo para los contribuyentes. Se aplica tanto a los bienes raíces rurales
como urbanos, cuyo avalúo fiscal, para efectos de impuesto territorial sea
inferior a 1200 o 480 UT respectivamente (art.1 DL).

Requisitos para solicitar la inscripción


1. - Estar en posesión del inmueble en forma continua e ininterrumpida, sin
violencia ni clandestinidad y exclusivo durante 5 años a lo menos.

2. - Acreditar que no existe juicio pendiente en su contra en el que se


discuta el dominio o la posesión del inmueble, iniciado con anterioridad
a la presentación de la solicitud de saneamiento, mediante una
declaración jurada del interesado.

3. - La posesión material debe probarse en la forma del art.925.

El pago del impuesto territorial puede ser considerado como plena prueba de
la posesión cuando por su regularidad, continuidad y duración reúne las
características establecidas en el inc.2 del art.426 CPC. Esto tiene
importancia para los predios forestales, ya que respecto de ellos es
difícil probar posesión material, porque normalmente están deshabitados y a
su respecto no se ejercen actos reveladores de dominio, de tal manera que
queda entregado al criterio de autoridad si el pago de contribuciones hecho
en la forma señalada por el solicitante constituye plena prueba de la
posesión material.

El pago del mismo tributo durante los cinco años anteriores a la


presentación de la solicitud hará plena prueba de dicha posesión respecto
del peticionario. Art. 4º, modificado por la ley 19.455.

Oposición a la inscripción

Puede suceder que haya personas que estimen o que tengan interés en
oponerse a la solicitud de saneamiento y pueden hacerlo en los siguientes
casos:

1. - Durante el procedimiento administrativo: este procedimiento exige al


interesado que desee inscribir a su nombre, publicar su solicitud por
dos veces en el periódico que señale la Dirección de Bienes Nacionales,
elegido de entre los de mayor circulación, y además, en carteles que se
fijan durante 15 días en lugares públicos que el Servicio determina. Las
publicaciones se hacen en los días 1 o 15 indistintamente de cada mes, o
el día siguiente si el periódico no se publica ese día. Si el bien raíz
se ubica en una zona geográfica de difícil acceso, la resolución además
de publicarse se comunicará mediante mensaje radial en el medio que el
servicio señale.

2. - La otra oportunidad, es que con posterioridad y una vez ordenada por


el Servicio la inscripción y practicada ésta los interesados también
podrían oponerse a las inscripciones.

En el primer caso, cuando se publica la solicitud en los días 1 o 15, la


persona tiene un plazo de 30 días para oponerse a la solicitud de
inscripción, los que se cuentan desde la última publicación y pueden
fundarse en algunas de las causales del art.19 del DL 2695. (4 causales)

En el segundo caso, los interesados disponen del plazo de un año contado


desde la inscripción, para deducir ante tribunales competentes las acciones
que crean convenientes (art.26 DL 2695).

Transcurrido el plazo de 30 días o de 1 año no existe posibilidad de


oponerse a la inscripción y en un primer tiempo podría alegarse su
modificación o que se deje sin efecto. Los derechos posteriores que la ley
contempla tiene un carácter meramente patrimonial y no afectan el dominio.

Efectos de la inscripción ordenada por la Dirección de Tierras y Bienes


Nacionales una vez practicada la inscripción, ella será considerada como
justo título y el tercero ser poseedor regular. Transcurrido un año
completo de posesión inscrita del inmueble no interrumpida, contado desde
la fecha de la inscripción de la resolución, el interesado ser dueño del
inmueble por prescripción, la que no se suspender en caso alguno. Lo que
tiene importancia, es que transcurrido un año prescriben las acciones que
hubieran emanado del derecho real de dominio, usufructo, uso o habitación,
servidumbre e hipoteca. Durante el mismo plazo de un año contado desde la
inscripción de la resolución, las personas a cuyo nombre se inscribió el
inmueble, no lo pueden enajenar ni gravar; en el caso contrario, tal acto
ser nulo absolutamente por adolecer de objeto ilícito.

Es evidente que este sistema y plazo tan corto pueden causar problemas a
personas que hayan tenido derechos legalmente constituidos sobre el
inmueble, porque el DL 2695 no sólo se aplica a los inmuebles no inscritos,
sino que también a los inscritos (arts.4 y 2º).

La persona que se sienta afectada puede oponerse tanto en ámbito


administrativo como judicial (art.19), para lo cual tendrá los plazos de
30 días y un año respectivamente. Pero, puede darse el caso de que algunas
personas tengan el dominio y que no hayan ejercido las acciones en forma
oportuna; en tal situación, la ley no los priva de todo derecho, pero no
admite que obtengan la restitución del inmueble, sino que les permite
obtener una indemnización pecuniaria por haberles sido privado de éste.
Pero esta acción tampoco tiene un plazo muy largo de ejercicio, pues debe
ejercerse dentro de los dos años siguientes a la inscripción, es decir, los
terceros que tengan derecho sobre el inmueble, transcurrido un año desde la
inscripción, sólo podrá n exigir indemnización, sin entrar a poder
recuperar el derecho de dominio sobre el inmueble. (procedimiento sumario)

El DL.2695 establece excepcionalmente que para exigir que se reconozca la


calidad de poseedor regular a través de sus normas, no es obstáculo la
existencia de inscripción de dominio anterior sobre el inmueble (arts.2 y
4). Este, realmente es un aspecto novedoso y problemático; hasta la
dictación del DL.2695 el legislador había evitado inmiscuirse en la normas
de la posesión del los arts.724 a 730 del CC, no obstante todo el problema
que derivaba de ellos. En realidad, no es criticable que se pretenda una
modificación del sistema de la posesión inscrita para mejorarlo, porque si
la solución crea más problemas como el entrar a discutir si el rol que
habría de jugar la inscripción, especialmente como garantía de la posesión
inscrita, no pareciera aconsejable ni menos aun procedente, porque en la
aplicación práctica del DL.2695 se han visto numerosos casos en que
derechos legalmente constituidos han sido vulnerados por un simple
procedimiento administrativo y, aún más, se han vulnerado derechos
consolidados por la prescripción. Lo que sucede es que el campo de
aplicación del DL.2695 es confuso, no está delimitado, porque si su objeto
es regularizar la posesión del inmueble con deficiente constitución de su
dominio, debiera entenderse que el DL no es aplicable a los inmuebles
amparados por la inscripción en el Registro Conservatorio, legislando sólo
para propiedades con títulos no inscritos o con vicios en la constitución
del dominio.

De distintas disposiciones de este DL se desprende una tendencia a


desvirtuar el amparo que la posesión de los inmuebles tiene en la
inscripción del Registro Conservatorio, dando preferencia a la simple
posesión material por sobre la inscrita, con lo cual se entra a desvirtuar
totalmente el CC.

Al respecto, hay que hacer presente que cuando estuvo vigente el DL.6 los
tribunales de justicia habían resuelto en forma unánime que el saneamiento
de títulos contemplados por el DL.2695 procedía sólo respecto de los
inmuebles que carecían de título, que tenían título viciado o sólo título
por acciones y derechos, pero no era aplicable respecto de inmuebles en que
la propiedad había mantenido una historia continuada en ininterrumpida de
títulos.

El problema consisten en saber si, no obstante los arts.2 y 4, es posible


aplicar el DL.2695 a inmuebles debidamente inscritos, porque a través de
ello se estaría privando a alguien de una cosa, de su dominio, sin pago ni
compensación de ninguna especie. Se entiende que esto no es posible y que,
en tal caso, seria posible pedir la inaplicabilidad por
inconstitucionalidad, pues en ningún caso se admite que una persona pueda
ser privada del inmueble que le pertenece y sin pago de indemnización
(art.19 n.24 CPE 80). Pero, aún más, hay una sentencia de la Corte Suprema
que ha estimado que éste no es un problema de inaplicabilidad por
inconstitucionalidad, sino que se trata de un problema de supervivencia de
la ley, que le corresponde resolver a los jueces de fondo, pues la
contradicción que puede existir entre el DL.2695 y la CPE del 1980 debe
dilucidarse teniendo en consideración que el DL es anterior al 11 de marzo
de 1981. Pero, hay otras soluciones y una es simplemente aplicando el art.9
del DL.2695, porque contempla el caso de la persona que maliciosamente
obtenga una inscripción a su nombre y especialmente si ha transcurrido más
de un año contado desde la inscripción.

La Corte de Apelaciones de Santiago, conociendo un recurso de protección,


resolvió que cuando la resolución que ordena la inscripción está' fundada
en antecedentes falsos, dicha resolución constituye un acto ilegal,
contrario al ordenamiento jurídico, y en esta oportunidad la Corte dispuso
que se dejara sin efecto la resolución que ordenaba la inscripción, pero
además dispuso que se oficiara al juzgado del crimen para que instruyera
proceso criminal contra quien obtuvo maliciosamente la inscripción.

La prescripción

Art. 2492 CC La prescripción es un modo de adquirir las cosas ajenas, o de


extinguir las acciones y derechos ajenos, por haberse poseído las cosas o
no haberse ejercido dichas acciones y derechos durante cierto lapso de
tiempo, y concurriendo los demás requisitos legales.

Una acción o derecho se dice prescribir cuando se extingue por la


prescripción.

Está tratada en el título XLII del libro IV del CC (arts.2492 y


siguientes). Aquí el legislador reglamenta la prescripción adquisitiva
(como modo de adquirir las cosas ajenas) y la prescripción extintiva (como
modo de extinguir las acciones y derechos ajenos).

La definición misma permite apreciar el distinto rol que se asigna a cada


una de las formas de prescripción. La prescripción adquisitiva hará
adquirir el dominio de una cosa por el hecho de haberse poseído dicha cosa
durante un cierto lapso de tiempo, existiendo inactividad del titular del
derecho que prescribe por el mismo lapso. La prescripción extintiva produce
la extinción de la acción de una persona por haberse mantenido el titular
en la inactividad por un cierto lapso.

Por ello es que el legislador, al referirse a los modos de adquirir,


señala a la prescripción, como también lo hace al referirse a los modos de
extinguir obligaciones.

El hecho que el legislador trate en conjunto a ambos formas de prescripción


no se debe a que estime que ambas son una misma cosa, sino que lo hace
reconociendo las distinciones que existen entre ambas. El legislador las
reglamenta conjuntamente por varias razones:
1. - Por los precedentes legislativos que tuvo en vista al dictar estas
normas: entre estos precedentes está el CC francés, que también trata
ambas formas de prescripción en un solo título; igual situación se
presenta en el CC español (1851) comentado por Florencio García Goyena.

2. - Porque numerosas reglas se aplican a ambas prescripciones, como son


las contempladas en el párrafo 1 del título XLII.

Otro aspecto que ha preocupado a la doctrina es el determinar porqué se


trata a la prescripción al final del CC y para ello se han dado las
siguientes razones:

El carácter consolidador de derecho que exhibe la prescripción como para


concluir la obra codificadora, es decir, se quiso poner término al CC con
una institución que da garantía y estabilidad a la totalidad de los
derechos del CC.

a) Por el precedente legislativo del CC francés, que también lo trata


al final.

Se señalan como razones para justificar su implantación:

Principalmente, el carácter práctico y de certidumbre de los derechos. Para


beneficio del orden social se procede a consolidar situaciones luego de
cierto lapso, que no podrían quedar indefinidamente inciertas.

La difícil prueba del dominio en nuestro derecho se ve también facilitada


mediante la prescripción adquisitiva.

Además, hay un fondo de justicia en reconocer el derecho a aquella persona


que ha sabido cuidar y conservar la cosa, que se ha servido de ella y la
ha hecho producir; como también es justo sancionar a aquel propietario que
se ha descuidado totalmente de la cosa que le pertenecía.
Uno de los fundamentos de la prescripción es la presunción de que quien no
ejercita un derecho durante cierto lapso está haciendo abandono de él,
porque no ha habido voluntad de conservarlo. Además, hay aquí una sanción a
la negligencia del titular del derecho que no se preocupó de su ejercicio y
conservación.

En Chile la inscripción en el Registro Conservatorio de Bienes Raíces no


constituye prueba de dominio, sino que el dominio se prueba por la
prescripción, la que juega un rol eminentemente práctico. Si no fuera así,
el actual poseedor para probar su derecho tendría que demostrar el derecho
de dominio de sus antecesores en una cadena ininterrumpida, ello porque se
le aplicaría el principio de que nadie puede transferir más derechos de los
que realmente tiene; de modo que bastaría que uno de los antecesores no
hubiera tenido el derecho para que hubieren carecido de él los sucesores,
lo cual crearía un grave problema de incertidumbre respecto del derecho de
dominio, además de serias e insalvables dificultades en cuanto a su prueba.
Además, seria injusto desconocer el derecho de dominio del actual poseedor
porque uno de los antecesores remotos carecía de ese derecho.

Todo esto, queda obviado por la prescripción, porque para acreditar el


derecho de dominio bastar con acompañar los títulos respectivos que
abarquen un determinado plazo para acreditar el derecho que se alega -lo
normal es exigir títulos que abarquen el plazo de 10 años (plazo máximo de
prescripción)-.

Elementos esenciales de la prescripción

1.- Titular de un derecho que permanece inactivo.

2.- Transcurso de cierto lapso durante el cual subsiste la inactividad.

La prescripción normalmente es una sanción al titular negligente, a aquel


que no ejerce su derecho y por ello se dice que el derecho prescribe
contra el titular.

El derecho real (respecto de una cosa) o personal (respecto de una


persona), en su caso, ha debido ejercerse y aquí aparece un tercer elemento
de la prescripción que es distinto según la clase de la misma.

Tratándose de la prescripción adquisitiva es la posesión de la cosa por el


prescribiente el cual no va a adquirir el derecho de ella sino mediante la
prescripción, porque sólo tiene una posesión sin derecho, pero al operar la
prescripción justamente se va a producir la adquisición del derecho por el
prescribiente. Tratándose de la prescripción extintiva, el otro elemento
es la obligación del deudor que se extingue por la prescripción como
consecuencia de la cual el deudor queda liberado de ella; lo que sucede es
que no se extingue la obligación, sino lo que se extingue es la acción para
exigir su cumplimiento (art.2492 inc.2). De esta forma, la obligación civil
(que es aquella que da acción para exigir su cumplimiento y excepción para
retener lo dado o pagado en razón de ella) se transforma en obligación
natural (que es aquella que no da acción para exigir su cumplimiento, pero
si excepción para retener lo dado o pagado en razón de ella art.1470 CC).

Luego, los elementos de la prescripción adquisitiva son:

a) Inactividad del titular,

b) Transcurso del tiempo y

c) Posesión de la cosa por una persona distinta del dueño.

El efecto de esta prescripción es extinguir en el titular el derecho y


hacerlo adquisitivo por el prescribiente.

Por su parte, la prescripción extintiva tiene como elementos:

a) Inactividad del titular,

b) Transcurso del tiempo y

c) Obligaciones del deudor.

El efecto de esta prescripción es liberar al deudor de su obligación y la


obligación se transforma en natural (esta prescripción también se denomina
liberatoria).
Reglas comunes a ambas clases de prescripción

1.- La prescripción debe ser alegada de acuerdo al art.2493 quien quiera


aprovecharse de la prescripción debe alegarla; esto significa que el juez
no puede declararla de oficio. Esta disposición se funda en que el tiempo
por sí solo no produce la prescripción, sino que es necesario que además
concurran la posesión y la inactividad del titular, o la inactividad del
titular y la existencia de la obligación.

Estas son circunstancias que no pueden ser conocidas ni comprobadas por el


juez si no son alegadas por quien quiere aprovecharse de ellas. Luego, una
de las razones en que se funda este principio es que al tribunal no le
constan todos los elementos de la prescripción, los que deben ser alegados
y probados por quien quiere aprovecharse de ella. Además, no cabe duda que
otra razón que ha llevado al legislador a establecer esta regla es que aún
con todas las ventajas que la prescripción presenta, no puede desconocerse
que tiene algo de expropiatorio, desde que se priva a alguien de lo que le
pertenece sin ninguna especie de compensación. Por ello, el legislador ha
estimado útil el dejar a la conciencia del prescribiente el aprovecharse o
no de esta institución y, por ello, impone la obligación de alegarla a
quien pretende aprovecharse de ella. Además, si el juez pudiera declararla
de oficio estaría dejando sin aplicación lo dispuesto en el art.2494 que
establece el principio de que la prescripción puede ser renunciada; además,
la declaración de oficio de los jueces iría contra el principio establecido
en el art.10 del COT, según el cual los tribunales de justicia, por regla
general, no actúan de oficio sino que a petición de parte.

Por excepción, el juez puede declarar la prescripción de oficio tratándose


de:

a) Prescripción de la acción penal.

b) Prescripción de la pena.
c) Prescripción de la acción ejecutiva cuando la obligación conste en un
título ejecutivo que tenga más de 3 años de antigüedad desde que se
hizo exigible (art.442 CPC).

En lo que dice relación con la forma de alegar la prescripción adquisitiva,


ella siempre se alega como acción, no pudiendo oponerse como excepción. Por
lo tanto, si el demandado quiere alegarla tendrá que recurrir a la
reconvención.

2.- La prescripción puede renunciarse se renuncia a la prescripción cuando


cumplido el plazo respectivo el prescribiente manifiesta su voluntad de no
ejercerla (art.2494 inc.1).

La renuncia supone dos elementos:

a) Que la prescripción está cumplida, pues, si no lo esta, el


reconocimiento que el prescribiente hace del derecho del titular
constituye una interrupción natural de la prescripción y no una
renuncia de la misma (art.2518).

b) Capacidad de enajenar en el prescribiente (art.2495), porque la


renuncia de la prescripción priva de la adquisición de un derecho y
ello se asemeja a la enajenación.

La renuncia de la prescripción puede ser:

Expresa es la que se hace en términos formales y explícitos.

Tácita consiste en el reconocimiento que el prescribiente hace del derecho


del titular (art.2494 inc.2).

El efecto de la renuncia es que el prescribiente no adquiere el derecho, el


cual permanece íntegramente en el patrimonio del titular, no operando el
modo de adquirir o extinguir en su caso. Pero este efecto de la renuncia es
relativo, porque afecta sólo al prescribiente (renunciante); y si los
prescribientes son varios y renuncia uno de ellos no haciéndolo los demás,
aquellos que no renunciaron pueden perfectamente invocar la prescripción
sin que pueda oponérseles la renuncia que hizo uno de ellos (art.2496).
3.- La prescripción corre por igual y con los mismos plazos a favor y
contra toda clase de personas no importa el que sea persona natural o
jurídica (y si son de derecho público o privado). Actualmente no existe
entre nosotros la prescripción de cortísimo tiempo con que antes se
favorecía a las personas jurídicas de derecho público (art.2497).

Prescripción Adquisitiva

Es un modo de adquirir el dominio de las cosas ajenas por haberse poseído


las cosas durante cierto lapso de tiempo y concurriendo los demás
requisitos legales (art.2492). Pero, mediante esta prescripción no sólo se
adquiere el dominio sino que también se pueden adquirir otros derechos
reales, salvo los que la ley expresamente exceptúa (servidumbres
discontinuas o continuas inaparentes arts.882, 2498 y 2513).

Como modo de adquirir la prescripción tiene un carácter originario porque


el derecho se crea en el adquirente. Desde otro punto de vista, es un modo
a título gratuito y por acto entre vivos.

Requisitos de la prescripción adquisitiva

1.- Cosa susceptible de adquisición por prescripción.

2.- Posesión útil y continua.

3.- Tiempo de posesión.

1.- Cosa susceptible de adquisición por prescripción.


Pueden adquirirse por prescripción todas las cosas comerciables y que
puedan ser objeto de dominio y demás derechos reales (art.2498 CC). Por lo
tanto, quedan excluidos los derechos personales que jamás se adquieren por
prescripción, sólo pueden extinguirse por la prescripción extintiva.

Tampoco se pueden adquirir por prescripción las servidumbres discontinuas y


las continuas inaparentes; también se excluyen las cosas incomerciables.

2.- Posesión útil y continua.

La posesión de la cosa corporal mueble o inmueble cuyo dominio se va a


adquirir por prescripción (o en su caso, tratándose de la prescripción del
respectivo derecho real) es un elemento fundamental de la prescripción
adquisitiva (arts.2492 y 2498). Debe tenerse presente lo siguiente:

a) Si se trata de un inmueble inscrito la posesión sólo puede adquirirse


mediante la inscripción (arts.724 y 2505).

Respecto de los inmuebles no inscritos la doctrina está dividida, exigiendo


algunos la inscripción y otros no la requieren, bastándoles sólo la
aprehensión material.

b) La posesión puede ser regular o irregular: ambas formas de posesión


sirven para que opere la prescripción adquisitiva; la única diferencia
es que cuando la posesión es irregular el tiempo de prescripción es más
largo.

c) La persona que está prescribiendo para completar el plazo de


prescripción puede agregar a su posesión la de una serie continua e
ininterrumpida de antecesores, pero debe hacerlo con todas sus
calidades y vicios (arts.717 y 2500 CC).

d) El art.2499 da una regla relativa a la omisión de actos de mera


facultad y la mera tolerancia, y señala que la omisión de actos de mera
facultad, y la mera tolerancia de actos de que no resulta gravamen, no
confieren posesión, ni dan fundamento a prescripción alguna.

Actos de mera facultad: son los que cada cual puede en lo suyo sin
necesidad del consentimiento de otro.

El hecho de que una persona no ejecute un acto para el cual está' facultada
nada puede significar en favor de terceros extraños; de la omisión de esos
actos no puede concluirse que hay una inactividad del titular que permita
la prescripción de la cosa por un tercero extraño.

Los actos de mera tolerancia no han sido definidos por el legislador; por
ello se dice que tienen tal carácter los que un propietario benévolo puede
permitir o tolerar en lo suyo a un extraño, siempre que ello no signifique
un gravamen para el propietario (el art.2499 da un ejemplo).

Es obvio que la regla del art.2499 tiene un objeto muy claro, cual es el de
facilitar una amigable convivencia, porque de no existir esta regla todo
propietario estaría obligado permanentemente a velar porque nadie realice
ni aun el acto más insignificante que con el tiempo pudiera menoscabar o
disminuir sus derechos y, de esta manera, los hombres vivirían en un
constante estado de desconfianza y recelo.

Para que opere la prescripción la posesión tiene que reunir las


características de útil y continua; así, las posesiones violentas y
clandestinas no sirven para prescribir (arts.2507 y 2510 n.2).

Interrupción de la prescripción.

La interrupción de la prescripción es una situación impeditiva de ella,


obsta a que haya prescripción porque la posesión debe ser continua. Por
ello, se señala que la interrupción de la prescripción perjudica al
prescribiente y beneficia al titular: lo que realmente sucede es que la
interrupción de la posesión es a la vez interrupción de la prescripción.

La interrupción de la prescripción puede ser de dos clases:


1.- Interrupción natural de la prescripción.

Es todo hecho material, sea de la naturaleza o del hombre, que hace perder
la posesión de la cosa. De acuerdo al art.2502 la interrupción es natural
en los siguientes casos:

a) Cuando sin haber pasado la posesión a otras manos se ha hecho imposible


el ejercicio de actos posesorios, como cuando una heredad ha sido
permanentemente inundada. Pero, en relación a este ejemplo hay que tener
presente que si la heredad ha sido permanentemente inundada por un plazo
que no pase de 5 años, ella vuelve a su primitivo dueño; si esta inundación
dura más de 5 años, cuando termina esa inundación el poseedor anterior a la
inundación pierde la posesión de la cosa, pero aún más, no sólo pierde la
posesión sino también el dominio de ésta, el cual no vuelve al antiguo
propietario sino que pasa a los propietarios riberanos quienes adquieren
este derecho por accesión.

Aquí surge un problema, y es que si esta forma de interrupción es o no


aplicable a los inmuebles inscritos.

Algunas opiniones señalan que ello no seria posible porque la inscripción


representa el corpus y el animus, los que no se perderían sino que
subsistirían no obstante cualquier impedimento material mientras subsista
la inscripción. Otros sostienen que esta forma de interrupción natural de
la prescripción también es aplicable a los inmuebles inscritos, para ello
se fundan en que esta disposición no distingue entre inmuebles inscritos y
no inscritos y, además, consideran el tenor literal del art.2502 inc.2 del
que aparece que hay interrupción natural de la prescripción cuando por
hecho de la naturaleza es imposible el ejercicio de actos posesorios
materiales y esto no depende de si el inmueble está' o no inscrito, sino de
la naturaleza misma de los actos que se producen.

Esta forma de interrupción natural de la prescripción tiene también


importancia por otros aspectos; así, ella no produce el efecto propio de
toda interrupción de la prescripción, el efecto general es que se hace
inútil, haciendo perder todo el tiempo transcurrido con anterioridad a la
interrupción; en cambio, esta forma de interrupción del n.1 del art.2502
sólo tiene como efecto el descontar el plazo de prescripción durante el
tiempo que dura la interrupción.

b) Cuando se ha perdido la posesión por haber entrado en ella otra


persona (n.2 art.2502): es claro que se deja de poseer una cosa
cuando otro se apodera de ella con ánimo de hacerla suya, salvo los
casos expresamente exceptuados por la ley (art.726).

A este respecto, y mientras subsista la inscripción, los actos de


apoderamiento material del inmueble no confieren posesión ni ponen fin a la
existente (art.728); luego, tratándose de inmuebles inscritos, los actos de
apoderamiento material no constituyen interrupción de la prescripción.

El efecto que produce esta forma de interrupción de la prescripción es el


propio de todas ellas, o sea, se pierde el tiempo anterior a la
interrupción a menos que el poseedor recupere legalmente la posesión, pues
en tal caso se entiende que no hay interrupción y la prescripción continúa
durante el lapso de duración de la interrupción (arts.731 y 2502 inc.
final).

2.- Interrupción civil de la prescripción (art.2503) Art.2503 CC

Interrupción civil es todo recurso judicial intentado por el que se


pretende verdadero dueño de la cosa, contra el poseedor.

Sólo el que ha intentado este recurso podrá alegar la interrupción; y ni


aun él en los casos siguientes:

Si la notificación de la demanda no ha sido hecha en forma legal;

Si el recurrente desistió expresamente de la demanda o de declaró


abandonada la instancia;

Si el demandado obtuvo sentencia de absolución.

En estos tres casos se entender no haber sido interrumpida la prescripción


por la demanda.

Se produce por todo recurso judicial intentado por el que se pretende


verdadero dueño de la cosa contra el poseedor. Lo que sucede es que el
dueño abandona su inactividad y demanda al poseedor, notificándosele antes
de que transcurra el plazo de prescripción.

El problema se origina en la redacción del art.2503, porque en él se habla


de recurso judicial. Se ha entendido que al emplear este término se está
refiriendo a una acción que el dueño interpone contra el poseedor, debiendo
esta acción estar necesariamente fundada en el derecho de dominio; no
puede, por lo tanto, tener una causa distinta del derecho de dominio.

Aun cuando la ley no lo dice expresamente, la jurisprudencia uniformemente


sostiene que la interrupción se produce al notificarse legalmente la
demanda. La jurisprudencia ha resuelto que hay interrupción aunque quien
demanda sea relativamente incapaz y por este hecho se anule posteriormente
lo demandado por éste, ello porque el incapaz al demandar ha salido de su
inactividad y ha quedado claramente demostrada su intención de reclamar
para sí la cosa poseída por otro. La jurisprudencia ha dicho también que
hay interrupción aun cuando la demanda se entable ante un tribunal
incompetente, puesto que el titular ha salido de su inactividad.

El efecto de la interrupción civil de la prescripción es el de hacer perder


todo tiempo de prescripción corrido con anterioridad a la interrupción, de
tal manera que si la posesión empezara nuevamente, se iniciaría también un
nuevo plazo distinto e independiente del que corría con anterioridad y todo
el tiempo de posesión anterior no tendría eficacia.

El legislador contempla 3 casos en que no obstante existir una demanda


judicial del titular, el ejercicio de esta acción fundada en el derecho de
dominio no produce la interrupción civil de la prescripción:

Cuando la notificación de la demanda es nula por no haberse hecho en la


forma indicada por la ley (art.2503 n.1).

Cuando el actor se ha desistido expresamente de su acción, o cuando por


sentencia judicial se declara abandonada la instancia (art.2503 n.2).

Cuando el demandado o poseedor es absuelto en la sentencia definitiva.


Quienes pueden alegar la interrupción de la prescripción

La interrupción natural puede ser alegada por todo aquel que tenga interés
en ello, porque se funda en hechos materiales de carácter objetivo y
plenamente susceptibles de prueba.

La interrupción civil sólo puede alegarse por el titular o dueño que ha


intentado la demanda judicial, ello porque esta forma de interrupción se
basa en la relación procesal de carácter relativo y, por lo tanto, sólo
concierne a las partes litigantes (art.2503 n.2).

Lo que sucede con la interrupción de la prescripción cuando se trata de la


posesión de una sola persona es muy claro, pero es distinto cuando dice
relación con el condominio o coposesión.

En el condominio existen varios dueños y la interrupción natural de la


prescripción va a beneficiar a la totalidad de los propietarios, porque es
objetiva e importa un impedimento o pérdida de la posesión. En la
interrupción civil, la demanda intentada por un copropietario produce la
interrupción de la prescripción en beneficio de la totalidad de los
copropietarios, porque esta demanda es un acto de conservación dentro de la
comunidad y como tal beneficia directamente a todos los comuneros
(art.2504). Si hay coposesión, la interrupción, o sea, el caso en que la
demanda ha sido deducida solo contra uno de los co-posesores, dicha
interrupción no perjudica a los demás co-posesores porque la interrupción
civil, por ser una relación procesal, es de efectos relativos y sólo
afectar a quienes se notifique la demanda. La interrupción natural, por
ser natural y objetiva afecta a todos los co-posesores, porque la posesión
se pierde o impide para todos ellos.

3.- Tiempo de posesión para que opere la prescripción

Es necesario que el poseedor haya poseído la cosa por un cierto lapso de


tiempo que indica la ley y que el dueño este inactivo por el mismo plazo.
Este plazo es breve para la posesión regular y más largo para la posesión
irregular.

En el caso de la posesión regular hay que distinguir si el bien es mueble


(2 años) o si el bien es inmueble .(5 años )art.2508.

En tanto que en la posesión irregular el plazo de prescripción es de 10


años tanto para los muebles como para los inmuebles (posesión adquisitiva
extraordinaria, arts.2506 y 2510).

Prescripción adquisitiva ordinaria.

Ella requiere de posesión continua y regular de 2 años para los muebles y


de 5 años para los inmuebles.

Este plazo comienza a correr en el momento en que se inicia la posesión y


corre hasta cumplirse su curso legal; por ello, siempre que por alguien se
alegue la prescripción, es necesario que se indique cuándo empezó a
correr dicha prescripción, porque sin ello no se sabría desde cuándo debe
computarse el plazo y hasta cuándo debe hacerse.

Suspensión de la prescripción ordinaria

Que es un beneficio por el cual ciertas personas que son dueños o titulares
del derecho que va a extinguirse por prescripción se ven favorecidos en el
sentido de que no corre en su contra la prescripción, sino que detiene su
curso mientras dichas personas estuvieran en algunas de las situaciones
del art.2509.

El efecto de la suspensión de la prescripción es impedir que ella continúe


o comience a correr; de modo que, si había corrido algún plazo antes de la
suspensión, dicho plazo se va a computar después, una vez que la causal de
suspensión termine.

Hay una distinción notoria entre la interrupción y la suspensión de la


prescripción, porque en la interrupción el efecto es hacer perder todo el
tiempo que había transcurrido antes de la interrupción, salvo el caso del
art.2502 n.1.

En cambio, cuando hay suspensión de la prescripción el curso del plazo de


prescripción se detiene mientras subsista la causal que originó la
suspensión, o bien no empieza a correr y terminado el motivo que dio lugar
a la suspensión el plazo continua corriendo o comienza a correr.

Esta suspensión de la prescripción opera en favor de ciertas personas a que


se refiere el art.2509: menores, dementes, sordomudos y todos los que están
bajo potestad paterna o bajo tutela o curatela; también opera en favor de
la herencia yacente y de los cónyuges, en relación con la mujer casada la
prescripción no se suspende en favor de la mujer divorciada perpetuamente y
de aquellas separadas totalmente de bienes (las separadas parcialmente no
se suspende respecto de los bienes que ella administra). La ley dice que la
prescripción se suspende siempre entre cónyuges, o sea, que los cónyuges no
pueden adquirir por prescripción el uno los bienes del otro, entendiéndose
que toda prescripción esta suspendida entre cónyuges, sea que el régimen
sea de sociedad conyugal, de separación de bienes o de participación en los
gananciales (?), porque el fundamento de esta suspensión radica en la
necesidad de mantener la paz conyugal, ya que de lo contrario se correría
el peligro de permanentes juicios entre cónyuges a objeto de interrumpir
la prescripción; porque en el régimen de sociedad conyugal el marido tiene
el usufructo de los bienes de la mujer, es mero tenedor de ellos, por lo
tanto no es poseedor y no podría ganarlos por prescripción.

Esta fuera de discusión el que la prescripción ordinaria se suspende


siempre entre cónyuges, pero se plantea una controversia en relación con la
prescripción extraordinaria, ya que esta -por regla general- no se suspende
en favor de nadie.

Alessandri y José Clemente Fabrés sostienen que toda prescripción, incluso


la extraordinaria, se suspende entre cónyuges y dan como argumento el tenor
del art.2509 que señala: "la prescripción... siempre entre cónyuges".

Es obvio que se produce respecto de la extraordinaria, porque el art.2509


al emplear la expresión siempre se esta refiriendo al régimen de bienes
existente entre los cónyuges y, además, la ubicación del art.2509 es de
excepción. Por lo tanto, debe interpretarse estrictamente, o sea, sólo
respecto de la prescripción ordinaria, única a la que se refiere el
art.2509.

Con respecto a esta discusión nuestra jurisprudencia no se ha pronunciado;


sin embargo, la Corte Suprema de Colombia, en sentencia de 6 de marzo de
1969, declaró: Lo dispuesto en el último inciso del art.2530 del CC
(correspondiente al 2509 del CC chileno), sobre suspensión de la
prescripción entre cónyuges, es aplicable tanto a la ordinaria como a la
extraordinaria.

Cuando opera la suspensión en la prescripción ordinaria ella no puede durar


más de 10 años, porque cumplido dicho lapso de tiempo el poseedor puede
alegar la prescripción extraordinaria respecto de la cual no hay suspensión
conforme al art.2511.

Prescripción adquisitiva extraordinaria

Ella requiere de posesión irregular durante 10 años, trátese de bienes


muebles o inmuebles (arts.2510 y 2511).

En relación con la posesión, ella debe ser irregular (art.708), no


requiriéndose título de dominio u otro requisito.

En relación con el mero tenedor, este no se transforma en poseedor por el


mero transcurso del tiempo (art.716), por lo tanto respecto de él no opera
la prescripción.

Si el mero tenedor por un acto suyo desconoce el dominio ajeno y se


transforma en poseedor podrá prescribir, siempre que su posesión no sea
violenta ni clandestina (art.2510 n.3).

En relación con la tradición, tampoco es necesaria la inscripción para la


adquisición de la posesión irregular de bienes inmuebles no inscritos,
según un sector de la doctrina. Pero hay quienes estiman que la posesión
irregular de un inmueble no inscrito se puede adquirir por actos de simple
apoderamiento y sin inscripción; si se trata de inmuebles inscritos, sea la
posesión regular o irregular, ser necesaria la respectiva inscripción
(arts.724, 728 y 730 inc.2).

Por lo tanto, esta fuera de discusión que para adquirir por esta
prescripción un inmueble inscrito siempre es necesaria la inscripción del
poseedor presuntivo, porque sin ella no habría posesión y, por lo tanto, no
podría operar la prescripción adquisitiva. Es por ello que el art.2505
exige la inscripción en el poseedor cuando se trata de un predio inscrito y
se sostiene que el art.2505 es aplicable tanto a la prescripción ordinaria
como a la extraordinaria.

En relación con la prescripción adquisitiva extraordinaria ella se puede


interrumpir natural o civilmente y no se suspende en favor de nadie, salvo
en el caso de los cónyuges (discutible).

Prescripción contra título inscrito

Art. 2505 CC . Contra un título inscrito no tendrá lugar la prescripción


adquisitiva de bienes raíces, o de derechos reales constituidos en éstos,
sino en virtud de otro título inscrito; ni empezar a correr sino desde la
inscripción del segundo.

La interpretación del art.2505 ha originado problemas:

la primera duda es si este artículo se aplica a ambas clases de


prescripción o sólo a la prescripción adquisitiva ordinaria.

la segunda duda es si se puede adquirir por prescripción un predio inscrito


sin título de posesión y sólo con la posesión material.

Hay autores que estiman que el art.2505 sólo es aplicable a la prescripción


adquisitiva ordinaria, de tal manera que por prescripción adquisitiva
extraordinaria podría adquirirse un predio inscrito sin necesidad de
inscripción y teniendo sólo la posesión material; en apoyo de su posición
dan los siguientes argumentos:

a) Del mensaje del CC se concluye con mediana claridad que la idea es que
los derechos se consoliden una vez extinguido el plazo de prescripción
extraordinaria.

b) El art.2510 no exige título alguno para la prescripción extraordinaria y


como ella sólo requiere de posesión irregular no seria necesaria la
inscripción siempre que haya posesión material. Este artículo tampoco
exige tradición y como ésta, tratándose de un inmueble (especialmente
inscrito), es la inscripción puede omitirse cuando se trata de la
posesión irregular, operando así el art.2510.

c) En caso contrario, jamás tendría aplicación la prescripción


extraordinaria contra título inscrito sin nueva inscripción,
protegiéndose de esta manera al poseedor ficto que tiene sólo una
inscripción a su favor en contra de aquel que realmente tiene la posesión
material del inmueble, que lo explota y lo hace producir.

Sin embargo, otros sostienen que el art.2505 se refiere a ambas clases de


prescripción, de modo que por la prescripción adquisitiva extraordinaria
no puede adquirirse el dominio de un predio inscrito, sino mediante la
competente inscripción de un nuevo título, no siendo suficiente por lo
tanto que el prescribiente tenga posesión material de la cosa durante 10
años. Los argumentos de quienes sostienen esta posición son los siguientes:

El art.2505 no distingue entre ambas formas de prescripción y, por lo


tanto, debe aplicarse a las dos, siempre que se este prescribiendo contra
un poseedor que tenga título inscrito.

El art.2505 está ubicado antes de la norma que distingue entre prescripción


ordinaria y extraordinaria, con lo cual se estaría indicando que es una
regla común a ambos tipos de prescripción. En el Proyecto de CC (1853) el
art.2505 estaba situado entre las reglas aplicables a la prescripción
adquisitiva ordinaria solamente, pero en la redacción definitiva se le dio
su actual ubicación quedando como regla común a ambos tipos de
prescripción.

Al existir oposición entre el art.2505, que exige título inscrito al


prescribiente, y el art.2510, que no exige título alguno y por lo tanto
tampoco exige inscripción, debe recurrirse a la norma del art.13 CC,
debiendo prevalecer el art.2505 por ser una norma especial para los predios
inscritos, en tanto que el art.2510 es una norma de general aplicación, ya
que abarca todos los bienes sin especificación.

Dentro del elemento lógico de interpretación deben concordar, para que


exista la debida correspondencia y armonía, el art.2505 con los arts.724,
728 y 730, porque para prescribir hay que poseer y si se trata de un
inmueble inscrito nadie puede adquirir su posesión, ni aun irregular, sino
por este medio (inscripción), inscripción que cancela la del poseedor
anterior (arts.728 y 730).

No es efectivo que jamás operaría la prescripción adquisitiva


extraordinaria contra título inscrito, de aceptarse la opinión anterior,
porque tendría aplicación cuando existe posesión irregular por falta de
justo título o buena fe, pero no podría tener lugar tratándose de la falta
de inscripción que motivase la posesión irregular.

En cuanto a la crítica de la posición contraria en orden a que se dejaría


sin protección al poseedor material frente al ficto o simbólico, ella no es
efectiva porque conforme al art.730 inc.2 si el poseedor material ha
practicado la competente inscripción va a tener la posesión regular o
irregular según el caso y va a poder ganar el dominio por prescripción.

Efectos de la prescripción adquisitiva

Su efecto fundamental es producir la adquisición del derecho de dominio.


Declarada ella judicialmente se entiende adquirido el derecho en la misma
'poca en que se iniciara la posesión. Por consiguiente, la misma sentencia
es declarativa y retrotrae sus efectos al comienzo de la prescripción; por
ello, los frutos percibidos durante el plazo de prescripción pertenecen al
prescribiente aún cuando este de mala fe; se consolidan los gravámenes
constituidos por el prescribiente y caducan los del anterior propietario.
La sentencia que declara la prescripción adquisitiva debe inscribirse en el
registro de propiedad del Conservador de Bienes Raíces respectivo, como un
requisito de oponibilidad frente a terceros (art.2513 CC).

Prescripción adquisitiva de otros derechos reales

Los derechos reales distintos del dominio se adquieren por prescripción de


acuerdo a las mismas reglas del derecho de dominio (art.2512), salvo las
excepciones siguientes:

1. - El derecho real de herencia se adquiere por la prescripción


extraordinaria de 10 años (art.2512 n.1), adquiriéndose por prescripción
ordinaria de 5 años cuando el heredero aparente tiene auto de posesión
efectiva en su favor (arts.1269 y 704 inc. final).

2. - El derecho de censo se adquiere por prescripción extraordinaria de 10


años.

3. - El derecho de servidumbre cuando la servidumbre es continua y


aparente, se adquiere por prescripción única de 5 años, sin entrar a
distinguir si es regular o irregular (arts.2512 y 882).

4. Acciones protectoras:

1-.La acción reivindicatoria

Art.889 CC

La reivindicación o acción de dominio es la que tiene el dueño de una cosa


singular, de que no está en posesión, para que el poseedor de ella sea
condenado a restituírsela.
Por lo tanto, la acción reivindicatoria es la que tiene el dueño no
poseedor contra el poseedor no dueño. Igualmente, tiene acción
reivindicatoria el titular de cualquier otro derecho real (excepto el
derecho real de herencia) cuando ha perdido la posesión de su derecho,
porque no puede ejercerlo debido a que otro lo está ejercitando sin que ese
derecho le pertenezca (art.891 inc.1). El derecho real de herencia está
protegido por la acción de petición de herencia (arts. 891 inc.2 y 1264).

Por medio de la acción reivindicatoria se obtiene que se declare el dominio


de dueño y se ordene restituirle la cosa a éste. Para que proceda esta
acción deben concurrir los siguientes requisitos:

1.- Dueño que no esta en posesión (reivindicante privado de su posesión).

2.- Un poseedor de la cosa.

3.- Cosa reivindicable.

1.- Dueño que no esta en posesión.

El dueño es la persona que debe ejercitar la acción reivindicatoria, pero


este dueño no debe estar en posesión. Puede ejercerla sea que tenga la
plena o nuda propiedad, absoluta o fiduciaria de la cosa (art.893).

Le corresponde al dueño probar su dominio, porque debe destruir la


presunción del art.700 que ampara al poseedor. La forma en que va a probar
el dominio va a ser distinta según el modo de adquirir que operó:

a) Si el modo es originario: bastar con acreditar que han concurrido sus


elementos (los que configuran el modo de adquirir) para acreditar el
dominio.

b) Si el modo es derivativo: no basta con probar que operó el modo, ya que


con esta sola prueba no tendrá acreditado el dominio, porque puede
suceder que el antecesor no haya sido dueño y, en tal caso, nada pudo
transferir al sucesor.
Como consecuencia de ello el dueño va a tener que recurrir a la
prescripción como prueba del dominio y causa de pedir de su acción
reivindicatoria y, en caso de que él no haya completado el tiempo de
posesión que se requiere para que opere la prescripción, podría recurrir a
la sucesión de posesiones del art.717. En este caso, quien ejerce la acción
reivindicatoria, con la prescripción va a justificar su dominio frente a
la sola posesión del demandado, siempre que éste no oponga la prescripción
adquisitiva del dominio.

Un conflicto que puede presentarse es aquel en que el reivindicador no


puede invocar la prescripción en su favor y en tal caso el juez deber
enfrentar los títulos de posesión del demandante y del demandado, porque la
presunción del art.700, que favorece al poseedor, puede ser destruida con
una presunción judicial que favorezca al reivindicador si éste prueba
asistirle una posesión de mayor calidad que la del demandado hasta el
momento en que perdió esa posesión. En este caso, nos enfrentamos ante la
valoración comparativa de los títulos de posesión. En el caso de los
inmuebles, todo este sistema juega sobre la base de las inscripciones
posesorias o de la posesión material en su caso (arts.924 y 925).
Tratándose de la prueba de posesión de muebles y, según algunos también de
inmuebles no inscritos, pueden emplearse todos los medios probatorios sin
limitación, ya que se trata de probar hechos posesorios.

Hay que tener presente que si el poseedor demandado invoca una prescripción
adquisitiva en su favor y logra acreditarla dictándose sentencia que le
favorezca, ello significa que se extinguió el dominio del reivindicador y
también la acción reivindicatoria (art.2517), esto es, que la acción
reivindicatoria prescribe dentro del plazo en que el poseedor adquirió el
dominio por prescripción adquisitiva.

El dueño, para poder intentar la acción reivindicatoria, debe haber perdido


la posesión, o sea, debe estar desposeído.

Tratándose de muebles, esta pérdida de posesión se produce por el


apoderamiento material de la cosa por parte de un tercero. Cuando se trata
de inmuebles inscritos la pérdida de la posesión puede producirse por la
pérdida de la posesión inscrita solamente, conservándose la posesión
material; por pérdida de la posesión material, conservándose la posesión
inscrita; y por pérdida tanto de la posesión inscrita como de la posesión
material.

El hecho de poder ejercerse la acción reivindicatoria no significa que el


dueño esté privado de las acciones posesorias, las cuales también pudieran
ejercerse; pero acontece que estas acciones posesorias tienen un breve
plazo de prescripción (un año contado desde la perturbación); por ello, el
titular podría estar imposibilitado de ejercitarlas, debiendo recurrir a
las acciones reivindicatorias.

Hemos visto que la acción reivindicatoria la ley se la concede al dueño,


pero existe la acción publiciana, que es la misma acción reivindicatoria
pero concedida al poseedor regular que ha perdido la posesión cuando se
hallaba en el caso de poder ganar el dominio de la cosa por prescripción
(art.894). Esta acción publiciana no puede ejercerse contra el dueño ni
contra el poseedor de igual o mejor derecho (art.894 inc.2).

Este artículo 894 plantea la duda con respecto a la expresión que se


hallaba en caso de ganarla por prescripción. Algunos estiman que estaría en
esta situación el poseedor que enteró el lazo de prescripción y que no
tiene aún sentencia declarativa de la prescripción en su favor, señalándose
que no puede tratarse del poseedor que tiene plazo de prescripción
pendiente, porque estaríamos ante una interpretación que implicaría un
interrupción de la prescripción que impediría ganar la cosa por
prescripción, o sea, no estaría el poseedor regular en el caso de poder
ganarla por prescripción (se trataría de una interrupción natural de la
prescripción).

Otros estiman que se trata del poseedor regular a quien le ha corrido todo
o parte del plazo de prescripción, porque tanto en uno u otro caso estaría
en posibilidad de adquirir la cosa por prescripción y, si bien la pérdida
de la posesión es una interrupción natural, si se recupera la posesión por
medio de esta acción debe entenderse que no ha habido interrupción,
quedando habilitado el poseedor para ganar la cosa por prescripción.
2.- Un poseedor de la cosa.

Es el sujeto pasivo en contra de quien se ejerce la acción reivindicatoria,


es el actual, poseedor de la cosa y, en algunos casos, aquel que dejó de
poseer.

Por regla general la acción reivindicatoria se ejerce contra el actual


poseedor, entendiendo por tal a aquel que posee la cosa al momento de la
demanda (art.895). Luego, la acción reivindicatoria por regla general no se
dirige contra el mero tenedor. Hace excepción a esta regla el art.915 que
permite ejercer esta acción contra el mero tenedor que tiene indebidamente
la cosa.

En las otras situaciones el mero tenedor está obligado a declarar bajo


juramento el nombre y residencia de la persona a cuyo nombre tiene la cosa,
bajo sanción de multa y arresto que decretar el juez en su caso (arts.896
CC y 282 CPC).

Si el mero tenedor, actuando de mala fe, suplante al poseedor, deber


indemnizar al prescribiente todos los perjuicios que con su acción le
hubiere causado (art.897).

Si el poseedor hubiere fallecido, la acción reivindicatoria se ejerce en


contra de los herederos co-poseedores, o bien, contra alguno de ellos;
pero, en este último caso, podrá intentarse la acción solamente por la
parte o cuota de la cosa común que éste posea, o sobre la parte material
que le haya sido adjudicada. En cambio, las acciones personales por las
prestaciones mutuas que corresponden al poseedor difunto en favor del
reivindicador se transmiten al heredero a prorrata de sus cuotas
hereditarias (arts. 889 y 1354). Esta situación se plantea así porque la
posesión es personal e intransferible (se trata de un hecho), en cambio,
las obligaciones hereditarias (como las prestaciones mutuas) son
perfectamente transmisibles y divisibles entre los herederos.

La segunda situación es aquella de quien dejó de poseer: la acción


reivindicatoria se puede dirigir excepcionalmente contra el ex poseedor. En
esta materia deben verse dos situaciones: la del ex poseedor de buena fe y
la del ex poseedor de mala fe:
1- Situación del ex poseedor de buena fe: se trata del que adquirió la
posesión de la cosa con esta calidad, o sea, creyendo que adquirió la
cosa por medios legítimos.

Para determinar si procede acción reivindicatoria en su contra hay que


distinguir:

Si perdió posesión fortuitamente: no hay acción reivindicatoria en su


contra.

Si perdió la posesión por su culpa: no procede la acción reivindicatoria y


sólo hay lugar a la indemnización de perjuicios por el hecho ilícito
(arts.2314 y 2319).

Si perdió la cosa por haberla enajenado y en razón de dicha enajenación se


ha hecho difícil o imposible su persecución para el reivindicador, habrá
que determinar si el ex poseedor enajenó de buena o mala fe, o sea,
sabiendo o no que la cosa le pertenecía al momento de la enajenación:

Si enajenó de buena fe: se produce una subrogación real y el reivindicador


puede pedir la restitución del precio recibido del ex poseedor, es decir,
lo que percibió de la persona a quien le enajenó (art.898 inc.1). Cuando el
reivindicador recibe el precio del ex poseedor, está ratificando
tácitamente la enajenación hecha por éste, que hasta ese momento le es
inoponible (art.898 inc.2).

Si enajenó de mala fe: el reivindicador puede intentar la acción


reivindicatoria para la indemnización de todo perjuicio (art.898 inc.1).

2- Situación del ex poseedor de mala fe: para determinar si hay o no


acción reivindicatoria en su contra, también hay que distinguir si perdió
la cosa fortuitamente o por hecho o culpa suya:

Si la perdió fortuitamente no hay acción reivindicatoria en su contra,


quedando sólo sujeto a responder de los frutos y deterioros, teniendo si
derecho a las expensas invertidas en la cosa durante el tiempo de posesión
(art.900 inc.2).

Si perdió la cosa por hecho o culpa suya hay acción reivindicatoria en su


contra como si actualmente poseyese (art. 900 inc.1). Es decir, la acción
reivindicatoria se intentar por la cosa si es posible y por el precio de
la enajenación en subsidio, más las indemnizaciones por prestaciones
mutuas. Si el reivindicador recibe el precio hay ratificación tácita de la
enajenación hecha por el ex poseedor de mala fe (art.900 inc.3). La misma
regla se aplica al poseedor de buena fe que durante el juicio y por culpa
suya se ha colocado en situación de no poder restituir la cosa (art.900
inc.4).

3.- Cosa reivindicable.

Son las cosas corporales muebles e inmuebles y todos los derechos reales,
salvo el derecho real de herencia. El único requisito para que proceda la
acción reivindicatoria es que se trate de una cosa singular o determinada,
porque en caso contrario no seria posible poseer (arts.889 y 700). Por ello
es que no se puede reivindicar la herencia que es una universalidad
jurídica, la cual no esta carente de protección, porque se ampara en la
acción de petición de herencia.

Tampoco es reivindicable una cuota determinada proindiviso de una cosa


singular (art.892).

El art.890 inc.2 establece lo que se nos presenta como una excepción de


cosa reivindicable, pero realmente no hay tal excepción ya que las cosas
allí mencionadas son reivindicables previo reembolso al poseedor de lo que
pagó por dichas cosas y lo que haya gastado en repararla.

Prestaciones Mutuas

Una vez resuelto el litigio que origina la acción reivindicatoria surgen


determinadas obligaciones entre el reivindicador y el poseedor vencido, en
caso de haberse acogido la acción reivindicatoria. Estas obligaciones
reciben el nombre de prestaciones mutuas, las que tienen importancia porque
también se aplican cuando se declara la nulidad del contrato (art.1687) y
también cuando se ejerce la acción de petición de herencia (art.1260).

Aquí hay que distinguir entre las prestaciones del reivindicador en favor
del poseedor y las prestaciones de poseedor en favor del reivindicador:

1.- Prestaciones del poseedor en favor del reivindicador

a) Restitución de la cosa: debe restituirla en el plazo señalado por el


juez (art.904). Se comprenden aquí también los bienes inmuebles por
adherencia y por destinación, las llaves del edificio y títulos que
conciernen al bien inmueble si se hayan en manos del poseedor (art.905
incs.2 y 3).

b) Debe indemnizar por los deterioros de la cosa: el poseedor de mala fe


responde por los deterioros que por su hecho o culpa ha sufrido la cosa
(art.906); no responde del caso fortuito, a menos que el poseedor se haya
constituido en mora (arts.1547 y 1672). El poseedor de buena fe, mientras
ésta subsista, no es responsable de los deterioros que por su hecho o
culpa haya sufrido la cosa, salvo que se hubiera responsabilizado de dichos
deterioros, como por ejemplo: si hubiere aprovechado dichos deterioros
destruyendo un bosque y vendiendo la madera (art.906 inc.2).

A este respecto hay que tener presente que el poseedor de buena e inicial,
mantiene este carácter hasta la contestación de la demanda, porque desde el
momento en que reconoce los títulos invocados en la demanda, aún cuando
pueda seguir confiando plenamente en que le son propios, ya no puede tener
una convicción absoluta de un derecho; por ello es que el poseedor de buena
fe inicial responde de los deterioros que por un hecho o culpa suya sufra
la cosa a partir de la contestación de la demanda. La ley lo libera de
indemnizar los deterioros anteriores, por cuanto él ha actuado creyendo ser
el dueño de la cosa.

c) También debe proceder a la restitución de los frutos: la extensión de


esta prestación también es variable según si el poseedor este de buena o
mala fe. En materia de frutos la buena o mala fe del poseedor se refiere
al tiempo de percepción de ellos (art.913). Lo importante es la percepción,
por ello se ha resuelto que si una persona siembra de buena fe, pero al
momento de cosechar está de mala fe, para los efectos de la restitución de
los frutos se la considera de mala fe.

El poseedor de mala fe es obligado a restituir los frutos naturales y


civiles de la cosa, y no sólo los que él ha perdido, sino que también
aquellos que el dueño de la cosa hubiera podido percibir con mediana
inteligencia y actividad teniendo la cosa en su poder (art.907 inc.1). Si
no existen frutos deber pagar el valor que tenían o hubieran tenido al
tiempo de percepción de esos frutos, considerándose como no existentes los
que se hubieran deteriorado en su poder (art.907 inc.2).

El poseedor de buena fe no es obligado a la restitución de los frutos


percibidos antes de la contestación de la demanda; en cuanto a los
percibidos con posterioridad, se sujeta a las mismas reglas que el poseedor
de mala fe.

Esta restitución se refiere a los frutos líquidos, porque la ley dispone


que debe abonarse al que hace la restitución de frutos los gastos
ordinarios que ha invertido en producirlos (art.907 inc.final), estos
gastos tienen que abonarse necesariamente a cualquier poseedor que
restituye frutos, porque cualquier persona que produce frutos incurre en
gastos (incluso el dueño). Cuáles gastos se abonan? los gastos ordinarios,
que son los que corresponden a una explotación normal de la cosa y cuyo
valor no excede del valor de los frutos.

d) Debe restituir los gastos del pleito, conservación y custodia: en


primer término, en cuanto a los gastos de conservación y custodia, dicho
pago, si hubiera sido necesario, lo hará el reivindicador al secuestre,
pero el poseedor vencido es obligado a rembolsar dichos gastos, siempre que
este de mala fe (art.904), porque si se encuentra de buena fe no pesa sobre
él la obligación de reembolsar. En lo que se refiere a las costas del
juicio habrá que estarse a lo que disponga la respectiva sentencia, de
acuerdo a las normas contempladas en el CPC.
2.- Prestaciones del reivindicador en favor del poseedor

a) El abono de los gastos ordinarios que ha invertido el poseedor en la


producción de los frutos.

b) El abono de las expensas y mejoras que el poseedor ha hecho de la


cosa (art.907 inc. final).

Mencionamos lo relativo a los gastos ordinarios necesarios para la


producción de frutos, pero qué sucede con las expensas y mejoras de la cosa
durante el tiempo de su posesión?

El demandado que ha sido vencido en el juicio hizo gastos en la cosa a fin


de procurar el cuidado y conservación de la misma. El problema que se nos
plantea es el del reembolso de estos gastos y el de la medida en que deben
ser reembolsados.

En general, se denominan expensas o mejoras los gastos hechos en una cosa y


ellos pueden ser de 3 clases:

Necesarias,

Útiles,

Voluntarias.

Expensas necesarias: son aquellas que aseguran la conservación de la cosa,


de tal manera que si ellas no se realizan se produce el deterioro o
menoscabo de la misma. Estas expensas pueden ser:

( ordinarias: son los gastos más o menos periódicos que exige el uso
natural de la cosa y que son indispensables para su conservación y cultivo.

( extraordinarias: son los gastos que deben realizarse por una sola vez o
transcurridos largos intervalos de tiempo y que dicen relación con la
conservación o la manutención de la cosa.
El principio general es que todo poseedor de buena fe tiene derecho a que
se le abonen las expensas necesarias invertidas en la conservación de la
cosa, porque también el reivindicador hubiera tenido que incurrir en ellas.
Si estas expensas se invirtieran en obras permanentes se abonar n al
poseedor dichas expensas en cuanto hubieran sido realmente necesarias, pero
reducidas a lo que valgan las obras al tiempo de la restitución (art.908
inc.2).

Dichas expensas en obras permanentes constituyen expensas extraordinarias;


no es por lo tanto el caso de expensas ordinarias que se imputan a los
gastos ordinarios realizados para la producción de frutos. Puede suceder
que estas expensas necesarias no se hayan invertido en algo que deje
resultados materiales permanentes, como por ejemplo: la defensa de la
finca; caso en el cual también deben ser abonadas al poseedor en cuanto
aprovecharen al reivindicador y se hubieren ejecutado con mediana
inteligencia y economía (art.908 inc. final).

Expensas útiles: son las que aumentan el valor real de la cosa. Para
establecer las normas de la restitución de estas expensas hay que
distinguir entre el poseedor de buena fe y el de mala fe (la fe se califica
al momento en que se hicieron las mejoras):

( El poseedor de buena fe tiene derecho a que se le paguen las expensas


útiles que hubiere realizado en la cosa antes de la contestación de la
demanda; pero como la ley exige que la buena fe exista al realizarse las
mejoras, podría probarse por el reivindicador el hecho de que el poseedor
habría perdido la buena fe antes de contestar la demanda y, en este caso,
éste no tendría derecho a las mejoras. Lo que se persigue es evitar
enriquecimientos injustos (sin causa) por parte del propietario
reivindicador que obtuvo en el juicio. Si bien el poseedor vencido tiene
derecho a las mejoras útiles, con el objeto de hacer efectivo este
cumplimiento y que el reivindicador no esta obligado a reembolsar el total
de las expensas, es que el reivindicador puede elegir entre el pago de lo
que valgan al tiempo de la restitución las obras en que consten las
mejoras, o el pago de lo que en virtud de dichas mejoras valiere más la
cosa en dicho tiempo (art.909 inc.3).
( En cuanto a las obras hechas después de contestada la demanda, el
poseedor tendrá solamente los derechos que en virtud del art.910 se
conceden al poseedor de mala fe (art.909 inc.final), es decir, no tendrá
derecho a que se le abonen las expensas útiles a que hicimos referencia,
pero podrá llevarse los materiales de dichas mejoras, siempre que pueda
separarlos sin detrimento de la cosa reivindicada y que el propietario
rehuse pagarle el precio que tendrían dichos materiales después de
separado (art.910).

Expensas voluntarias se hacen para la comodidad u ornato de la cosa. En


este caso no se hace distinción entre el poseedor de buena fe y el de mala
fe para efecto de su reembolso, ya que el propietario reivindicador no
ser obligado a pagarlas al poseedor de mala ni de buena fe, los que sólo
tendrá n respecto a ellas el derecho que por el art.910 se concede al
poseedor de mala fe respecto de las expensas útiles (art.911).

El poseedor que ha sido vencido en el juicio debe restituir la cosa


reivindicada, pero también tiene derecho a que se le paguen las mejoras
necesarias y útiles, y para asegurar el reembolso de las expensas la ley le
confiere al poseedor un derecho legal de retención, es decir, puede retener
la cosa en su poder mientras el reivindicador no le pague o asegure el pago
de las mejoras a cuyo reembolso tiene derecho (art.914). La declaración de
este derecho puede solicitarse como medida precautoria en el juicio de
cobro que el poseedor vencido haya intentado contra el reivindicador o como
incidente en el juicio de reivindicación.

2-.Acciones posesorias art. 916.

Las acciones posesorias tienen por objeto conservar o recuperar la


posesión de bienes raíces o de derechos reales constituidos en ellos.

Por regla general, estas acciones protegen la posesión de los bienes raíces
y, excepcionalmente, la mera tenencia de ellos, cuando se ha sido
violentamente despojado de ésta (art.928); pero, en este último caso, en
doctrina se discute si se trata o no de una acción reivindicatoria.
Las acciones posesorias se denominan interdictos; ellas tienen por
fundamento la conservación de la paz social, pues su finalidad es la de
evitar que los particulares con prescindencia de la autoridad pública se
hagan justicia por sí mismos o alteren con sus acciones la situación
existente, todo ello referido a los inmuebles. Además, si bien es efectivo
que la posesión por ser tal tiene la protección de la ley sin que se
considere el derecho que puede o no corresponder al poseedor, es claro que
la mayor parte de la veces la posesión representa el legítimo ejercicio de
un derecho; por ello, darle amparo a la posesión significa que
indirectamente se le está dando al propietario o titular del derecho real
que corresponda.

Las acciones que protegen al poseedor le permiten la conservación o


recuperación de la cosa, pero también le permiten mantener el curso de la
prescripción adquisitiva, que puede ser interrumpida por un despojo del
cual el poseedor fue víctima.

Para que procedan las acciones posesorias es necesario:

1.- Posesión útil y continua de un año a lo menos.

2.- Una cosa susceptible de la acción posesoria o un derecho real


susceptible de tal acción.

3.- Perturbación o despojo de la posesión.

4.- Que la acción posesoria no este prescrita.

1.- Posesión útil y continua de un año a lo menos (art.918).

No se distingue si la posesión debe ser regular o irregular, por lo tanto


ambas sirven; pero debe ser útil, de manera que no se confiere la acción
posesoria al poseedor clandestino ni al violento. Por excepción y con el
objeto de evitar justicia por mano propia, la ley concede al poseedor
violento o clandestino la querella de restablecimiento en el caso en que
sea despojado violentamente de su posesión (art.928).

La posesión debe ser continua, o sea, no interrumpida durante un año a lo


menos (art.918). Para completar el año el poseedor puede recurrir a la
accesión de posesiones (arts.920 inc.final y 717). Luego, no es necesario
que quien acciona tenga por sí el año completo de posesión.

El dominio no interesa ni es cuestión que se debate (art.923); las


inscripciones de dominio que puedan hacerse valer en el juicio sólo se
consideran en cuanto ellas acrediten posesión y servir n para probar si la
posesión subsiste o se ha extinguido. La prueba de la posesión le competer
a quien intente la acción reivindicatoria, por lo tanto, hay que distinguir
para estos efectos entre inmuebles inscritos (art.924) y no inscritos
(art.925).

2.- Cosa susceptible de acción posesoria.

Sólo lo son los inmuebles y los derechos reales constituidos en ellos


(art.916). Luego, los muebles y los derechos reales sobre ellos no están
amparados por las acciones posesorias. El titular de un derecho real sobre
inmueble tiene la acción posesoria incluso contra el dueño si éste pretende
perturbarle o privarle de la posesión de su derecho; aún más, si la
posesión de alguno de estos derechos es perturbada por un tercero, el
dueño tiene la obligación de auxiliarle en el caso de requerirlo el
poseedor (art.922).

La sentencia que recaiga en el juicio posesorio va a afectar al dueño sólo


en cuanto se controvirtió su derecho, pero no lo afecta cuando no intervino
en el juicio y lo controvertido fue la posesión del inmueble y no el
derecho.

La ley señala expresamente que desde la apertura de la sucesión los


herederos pueden ser sujetos activos o pasivos de la acción posesoria, o
sea, desde que tienen la posesión legal de la herencia (art.919).

3.- Perturbación o despojo de la posesión.


Para que proceda una acción posesoria es necesario que el poseedor haya
perdido la posesión, o bien, que ella haya sido perturbada. Si se pierde la
posesión se dispone de la querella de restitución; si se ha sido privado
violentamente de ella, se tiene la querella de restablecimiento o despojo
violento; y si sólo ha sido perturbada la posesión se tiene la querella de
amparo.

Cualquiera que sea la acción posesoria, recae sobre el poseedor el peso de


la prueba en 2 aspectos:

la posesión.

los hechos que configuran el despojo o perturbación de ella.

4.- Que la acción posesoria no esté prescrita

La querella de amparo prescribe en un año, contado desde la perturbación


(art.920 inc.1).

La querella de restitución prescribe en un año, contado desde el despojo


(art.920 inc.2).

La querella de restablecimiento prescribe en 6 meses desde el despojo


violento.

Esta norma del art.920 inc.3 es importante porque el plazo comienza a


correr desde el último acto de violencia o desde que cesa la
clandestinidad. Estos plazos corren contra toda persona y no se suspenden
en favor de nadie por ser una acción especial (art.2524). El problema de
estos plazos es que son demasiado cortos y prescrita la acción el poseedor
que ha perdido su posesión sólo podrá recurrir a la acción
reivindicatoria, para lo cual podrá probar el dominio; tampoco podrá
recurrir a la acción publiciana, siempre que sea poseedor regular y este en
vías de ganar la cosa por prescripción.
A las acciones de amparo, restitución y restablecimiento (de acuerdo al
art.549 CPC), hay que agregar la denuncia de obra nueva y ruinosa y también
el interdicto especial del art.941.

1.- Querella de amparo.

Tiene por objeto la conservación de la posesión del inmueble o del derecho


real constituido en 'l, liberando al poseedor de los actos que perturban su
posesión. Esta acción otorga tres derechos al poseedor (art.921):

Obtener que se ponga fin a los actos perturbatorios.

Que se le indemnicen los perjuicios que la perturbación le hubiere causado.

Que se le de seguridad que aquella persona a quien fundadamente teme no


alterar su posesión (lo que se puede hacer bajo apercibimiento de multa).

2.- Querella de restitución

Su objeto es recuperar la posesión perdida. El poseedor despojado de su


posesión puede pedir que se declare en su favor la restitución de su
posesión, puede pedir que se declare en su favor la restitución de la
posesión y la indemnización de perjuicios que el despojo le hubiere
causado (art.926). Esta querella debe dirigirse contra quien actualmente
posee la cosa, aún cuando él no haya sido el autor del despojo de la
posesión; pero, la acción de indemnización de perjuicios debe dirigirse
contra aquel que despojó de su posesión al poseedor y, si son varios, la
responsabilidad es solidaria, o sea, cada uno de ellos responde por el
total de los perjuicios (art.927).

3.- La querella de restablecimiento o despojo violento

Tiene por objeto recuperar la posesión o la mera tenencia de un inmueble o


de derechos reales constituidos sobre inmuebles cuando se ha perdido en
virtud de un despojo violento. Para que proceda esta querella, el despojo
de que es víctima el poseedor tiene que haber sido mediante la violencia,
si no hay violencia no procede la querella de restablecimiento, sino la de
restitución. Esta querella de restablecimiento presenta otra
particularidad, cual es que no solamente es titular de ella el poseedor,
sino que también el mero tenedor y, aún más, el poseedor violento y
clandestino. Esto es así, porque el fundamento de esta querella es evitar
la acciones violentas al margen de la ley.

Por eso es que esta acción se concede incluso al poseedor cuyos derechos
no son susceptibles de ser amparados por acciones posesorias, como lo seria
el poseedor de servidumbres discontinuas y aparentes (art.928 CC).

Para intentar esta querella o acción de restablecimiento no se requiere


tiempo de posesión ni de mera tenencia, lo único que es necesario
acreditar es el despojo violento.

Esta acción prescribe en el plazo de 6 meses, contados desde el acto de


despojo violento, y la sentencia que en la causa respectiva se dicte no
produce cosa juzgada respecto de otras acciones posesorias, por lo tanto
ellas podrá n intentarse si el poseedor pierde la querella de
restablecimiento (art.928 inc.3).

Querellas especiales (o acciones posesorias especiales)

a) La denuncia de obra nueva.

b) La denuncia de obra ruinosa.

c) Interdicto especial del art. 941 CC.

Las acciones posesorias especiales están sujetas a las siguientes normas


que les son comunes:

1. - No es requisito la posesión útil y continua durante un año: basta el


hecho de probar posesión, ello es así porque estas acciones tienen por
objeto la conservación provisional de una posesión ya existente.
2. - Estas acciones posesorias son indivisibles activa y pasivamente para
el caso de que haya pluralidad de sujetos activos y pasivos: esto es, que
cualquiera de los sujetos activos pueden intentarla y cualquiera de los
sujetos pasivos pueden ser afectados por ella en el caso contrario. En
cambio, la acción de perjuicios que de ella pudiera emanar es divisible
activa y pasivamente, pudiendo cobrarse a cada uno la porción a que es
obligado (art.946 CC).

3. - Estas acciones posesorias no pueden ejercerse para perturbar el


ejercicio de derecho de servidumbre legalmente constituido, aún cuando
el titular de ella la haya adquirido por prescripción (arts.947 y 950
inc.final).

a) La denuncia de obra nueva

Tiene por objeto impedir toda construcción u obra nueva denunciable que se
trate de levantar en el terreno que otro posee.

Son obras nuevas denunciables las que indica el art.931, estando la regla
general en el art.930 inc.1: el poseedor tiene derecho para pedir que se
prohíba toda obra nueva que se trate de construir sobre el suelo de que
está en posesión.

b) Denuncia de obra ruinosa

Tiene por objeto obtener al demolición, reparación o afianzamiento de una


obra, árbol o edificio que amenaza ruina (arts. 932 inc.1 y 935 CC,
art.571 CPC).

Esta denuncia supone un daño eventual que puede sufrir un vecino de un


edificio, árbol u obra que amenaza ruina. Si los perjuicios eventuales no
fueren graves, el demandado podrá perfectamente afianzar (caucionar) los
eventuales daños que se pudieran causar al vecino (art.932).

El juez puede acoger la denuncia y disponer la demolición o reparación de


la obra; pero, pudiera ser que ante la sentencia el demandado se resistiere
a demoler o reparar la obra, en tal caso, el querellante puede efectuar él
la reparación o a costas del querellado (art.932 inc.1). Ahora, si sucede
que se destruye el edificio y ya se hubiere notificado la querella al
dueño de éste, dicho propietario tendrá que indemnizar de los perjuicios a
los vecinos afectados (art.934).

La acción de denuncia de obra ruinosa no prescribe mientras haya justo


motivo para precaver el daño (art.950 inc.2).

c) Interdicto especial del art.941

En virtud de él, el dueño puede impedir que cerca de sus paredes haya
depósitos de aguas o de materias húmedas que pudieran causarle algún daño,
así como puede impedir que se planten árboles a menos distancia que la de
15 decímetros, ni hortalizas o flores a menos distancia de 5 decímetros.

Los arts.948 y 949 conceden la llamada acción popular, en especial a las


municipalidades en relación con estos interdictos, sin perjuicio de la
acción que le corresponde a los directamente afectados.

Derechos reales limitados:

1.-Las servidumbres

Art. 820 CC

Servidumbre predial, o simplemente servidumbre, es un gravamen impuesto


sobre un predio en utilidad de otro predio de distinto dueño.

No hay servidumbres sobre las personas, sino que está afecta a un inmueble
en beneficio de otro inmueble. Este es un derecho real que beneficia a un
predio que se llama predio dominante y a cuyo respecto la servidumbre es
activa; el predio que soporta el ejercicio de la servidumbre se denomina
predio sirviente y a su respecto la servidumbre no es un derecho sino un
gravamen, porque importa una limitación del derecho de dominio del dueño de
ese predio (arts.732 n.3 y 821 CC), respecto del predio sirviente la
servidumbre es pasiva.

Tienen especial importancia las servidumbre en materia agrícola, ya que


mediante ellas ciertos predios pueden obtener facilidades que de otro modo
no tendrían. La servidumbre es un gravamen estrictamente predial, no hay
por lo tanto servidumbres sobre las personas ni tampoco sobre los bienes
muebles.

Características de las servidumbre

1. - Recaen sobre bienes inmuebles.

2. - El predio dominante y el predio sirviente deben pertenecer a distintos


dueños (art.820 CC). En caso de que los predios pertenezcan a un mismo
dueño no se habla de servidumbre, sino que de servicio.

- Es un derecho real accesorio, en el sentido de que va unido al predio


dominante en su calidad de derecho, como también al predio sirviente en
su calidad de gravamen que recae sobre 'l, no teniendo importancia a este
respecto los cambios que pueda experimentar el dominio de los predios, no
siendo necesario un traspaso especial o alguna inscripción (art.825 CC).

- Es un derecho real indivisible, en el sentido de que no puede


pertenecer en cuotas a varias personas para lo ejerzan parcialmente. El
derecho de servidumbre se ejerce o no se ejerce, pero no se puede ejercer
por parcialidades. Consecuencia de esta características son los arts.826
y 827 del CC aplicables en el caso de división de los predios
respectivos.

Pero, esta indivisibilidad no impide que sobre un mismo predio varios


titulares tengan una servidumbre individualmente cada uno para ejercerla en
su totalidad y de presentarse dificultad el juez va a arreglar la forma en
que se debe ejercer la servidumbre.

Ejercicio de las servidumbres (arts.828, 829 y 830) en caso de tratarse de


servidumbres voluntarias es aplicable el art.884 que dispone que el título
o la posesión de las servidumbres o el tiempo señalado en el art.882,
determina los derechos del predio dominante y las obligaciones del predio
sirviente.

Clasificación de las servidumbres

1.-Según el carácter del gravamen, se clasifican en positivas y negativas.

Positivas: es la que impone al dueño del predio sirviente la obligación de


dejar al dueño del predio dominante hacer algo; por ejemplo: servidumbre de
acueducto, en que el dueño del predio sirviente debe dejar al dueño del
predio dominante construir el acueducto(art.823 CC).

Negativa: es la que impone al propietario del predio sirviente la


prohibición de hacer algo, que sin la servidumbre le seria lícito, como la
de no poder elevar sus paredes sino hasta cierta altura.

2.-Las servidumbres según sus señales de existencia y ejercicio, se


clasifican en aparentes e inaparentes y en continuas y discontinuas
respectivamente.

Aparentes: es la que continuamente está a la vista, como la de tránsito,


cuando se hace una senda o por una puerta especialmente destinada a
él(art.824).

Inaparentes: son las que no se conocen por una señal exterior, como la
misma de tránsito cuando carece de estas dos circunstancias o la del
acueducto por un tubo subterráneo.

Continuas: es la que se ejerce o puede ejercerse continuamente, sin


necesidad de un hecho actual del hombre, como la del acueducto por un canal
artificial que pertenece al predio dominante (art.822).

Discontinua: es la que se ejerce a intervalos más o menos largos de tiempo


y supone un hecho actual del hombre como la servidumbre de tránsito.

La continuidad o discontinuidad de la servidumbre depende de su naturaleza


y no de su forma actual de ejercicio; se señala como ejemplo típico el de
la servidumbre de acueducto en la cual hubiere una compuerta que debiera
ser accionada por un hombre que la abriría y la cerraría no pasando por
esto a ser discontinua.

En cambio, la servidumbre de tránsito es siempre discontinua, aún cuando el


dueño del predio dominante transite permanentemente por la vía destinada a
ese efecto y siempre discontinua por su naturaleza. Esta clasificación
importa especialmente en los siguientes aspectos:

a) Las servidumbres discontinuas de toda clase y las continuas


inaparentes no pueden adquirirse por prescripción, ello porque falta la
continuidad y publicidad en la posesión del derecho (art.882).

b) No hay acciones posesorias en protección de las servidumbres


discontinuas e inaparentes, excepto la querella de restablecimiento y las
acciones posesorias especiales.

c) La forma de constitución de las servidumbres voluntarias llamadas


destinación del padre de familia, sólo tiene lugar respecto de la
servidumbre aparentes (art.881).

d) En la extinción por el no ejercicio de la servidumbre durante 3 años, el


plazo corre en las servidumbres continuas desde que se efectuó un acto
contrario a la servidumbre y, en las discontinuas, desde que se han
dejado de gozarse (art.885 incs.5 y final).
3.-Según su origen, se clasifican en legales, naturales y voluntarias.

Naturales son las que provienen de la natural situación de los lugares,


legales son las impuestas por la ley, y voluntarias son las constituidas
por un hecho del hombre.

Entre las servidumbres naturales el CC contempla, por ejemplo, la de libre


escurrimiento de las aguas (art.833), no habiendo mas que a este respecto
servidumbre de carácter natural.

Las servidumbres legales las impone la ley, que a la vez es título y modo
de adquirir. Cuando hay una servidumbre legal el dueño del predio dominante
nada debe indemnizar al dueño del predio sirviente; por excepción, las
servidumbres de acueducto y de tránsito obligan al dueño del predio
dominante a indemnizar perjuicios al dueño del predio sirviente.

Las servidumbres legales se clasifican en:

a) servidumbres legales relativas al uso público.

Son el uso de las riberas para la navegación o flote (art.839 inc.3) y las
demás determinadas por los reglamentos u órdenes respectivas.

b) servidumbres legales relativas al uso de los particulares.

Se legisla con respecto a ellas en el Código de Minería, ley de navegación


aérea, entre otras. El CC reglamenta solamente algunas servidumbres
establecidas en beneficio de los particulares, que son las del art.841,
vale decir, las de demarcación, cerramiento, tránsito, medianería,
acueducto, luz y vista:

Servidumbre de demarcación (arts.842 y 843). Supone que el dominio de dos


predios no esta controvertido, pues si lo estuviere se deber
establecerse primero el dominio y luego la demarcación. Su finalidad es la
fijación de los límites que separan predios colindantes. Para constituir
esta servidumbre se aplica el procedimiento sumario.
Servidumbre de cerramiento. Es aquella que permite al dueño de un predio
obligar a los dueños de los predios colindantes a que concurran a la
separación o división en su caso, de ser coindivisiarios comunes. En caso
de que trate de cerrar un terreno propio se aplican los arts. 844 y 845.

Servidumbre de medianería. Consiste en que dos predios que tienen paredes o


cercos comunes quedan sujetos a derechos o gravámenes de carácter recíproco
relativos al uso y goce (art.851 CC).

Operan estas servidumbres de medianería en dos formas:

a) Cuando el cerramiento se hizo de común acuerdo (art.852), sin que


importe el terreno en que está construido el cerramiento.

b) Cuando el cerramiento lo construyó uno solo de los dueños y el otro


ejerce el derecho de hacerlo medianero mediante el pago de la mitad del
valor del terreno y de la porción de cerramiento cuya medianería el
pretenda. La medianería se prueba cuando consta que el cerramiento se hizo
a expensas comunes y, en segundo lugar, mediante las presunciones legales
del art.853 CC.

Derechos de los medianeros:

1.- El medianero de pared puede construir sobre ella.

2.- El medianero de pared puede elevarla.

3.- El medianero de árboles puede pedir que sean derribados si le causan


daños. Los árboles que están en la cerca medianera son también medianeros,
como igualmente los que se encuentran en la línea divisoria, aun cuando no
haya cerramiento.

Sobre los medianeros pesa la obligación de concurrir a las expensas de


construcción, conservación y reparación a prorrata del cerramiento común.
Hay aquí una verdadera comunidad indiviso (art.857 inc.1).
Servidumbre de tránsito. Es un gravamen impuesto sobre un predio en favor
de otro predio que carece totalmente de comunicación o salida a camino
público, para que el dueño de este último transite por el primero, debiendo
pagar una indemnización al dueño del predio sirviente.

Requisitos:

1. - Un predio dominante sin salida a camino público (esto es lo que se


llama enclavado); si tiene salida, aun cuando ella sea difícil, no
tiene lugar la servidumbre de tránsito (art.849).

2. - Es necesario que la salida a camino público sea necesaria para la


explotación del predio dominante (art.847).

3. - Que se pague al dueño del predio sirviente el valor de los terrenos


y de otros perjuicios que se le causen. Los valores a pagar como
indemnización se deben determinar de común acuerdo y, a falta de
éste, en juicio sumario oyéndose a las partes (arts.847 y 848 CC). El
art.850 establece ciertos casos de servidumbres de tránsito sin
indemnización alguna.

Servidumbre de luz y vista. La servidumbre de luz es el gravamen que


soporta un predio en orden a que el predio vecino abra ventana o tronera
para tener luz (art.873, 874 y 877). La servidumbre de vista es el gravamen
por el cual el dueño de un predio no puede tener ventanas, balcones,
miradores o azoteas que den vista sobre un predio vecino, a menos que medie
entre ambos una distancia de 3 metros medidos en la forma que indica el
art.878.

Servidumbres voluntarias. Son aquellas que se constituyen por un acuerdo o


convenio entre las partes (art.880 inc.1), o bien, por una sentencia
judicial (art.880 inc.2), o bien, se adquieren por prescripción (art.882).

Se puede decir en general que estas servidumbres voluntarias son las mismas
servidumbres legales, pero a las cuales les falta un requisito para tener
el carácter de tal, como seria por ejemplo la situación de un predio que
tiene una salida a camino público muy difícil y legalmente a su respecto no
hay servidumbre de tránsito, pero en forma voluntaria y por vía
convencional el dueño del predio dominante y el dueño del predio sirviente
podrían acordar una servidumbre de tránsito, para darle al primero la más
fácil salida a camino público.

Constitución de las servidumbres.

a) Por medio de un título esto es, por medio de una convención celebrada
entre el dueño del predio dominante y el dueño del predio sirviente
(art.882).

Las servidumbres discontinuas y las continuas inaparentes sólo pueden


constituirse de esta forma (art.883). El título constitutivo de la
servidumbre puede suplirse por el reconocimiento del dueño del predio
sirviente (art.883 inc.1).

b) Por prescripción la cual también presenta una característica especial,


porque a su respecto hay un plazo único de 5 años (art.882 inc.2).

Por sentencia judicial (art.880 inc.2).

c) También pueden constituirse por una forma muy especial que se llama
destinación del padre de familia, que consiste en que el dueño de dos
predios, que ha impuesto entre ellos un servicio continuo y aparente,
enajena uno de sus predios o éste, por partición, pasa a un dueño
diferente o distinto; en este caso, subsiste ese servicio como
servidumbre, salvo que en el título de enajenación o partición se diga
cosa distinta (art.881 CC).

Extinción del derecho de servidumbre (causales)

a) - Por resolución del derecho del constituyente, es decir, extinción del


dominio del predio sirviente (art.885 n.1).
b) - En su caso, por vencimiento del plazo o cumplimiento de la condición
resolutoria (art.885 n.2, aplicable sólo a las servidumbres voluntarias).

c) - Por confusión, esto es, por pasar a ser una misma persona dueña del
predio dominante y dueña del predio sirviente (art.885 n.3).

- Por renuncia del titular (art.885 n.4), el cual es el dueño del predio
dominante.

d) - Por prescripción al no haberse ejercitado la servidumbre por un plazo


de 3 años. Esta prescripción extintiva presenta las siguientes
características:

1- El plazo se computa en forma distinta para las servidumbres continuas y


discontinuas, porque en las discontinuas el plazo se cuenta desde que han
dejado de gozarse, y, en las continuas, desde que se haya ejecutado un acto
contrario a la servidumbre (art.885 inc.final).

2- Si son varios los dueños del predio dominante, como la servidumbre tiene
carácter indivisible, el goce de uno de ellos interrumpe la prescripción
extintiva respecto de todos y si contra uno de ellos no puede correr la
prescripción, no puede correr contra ninguno (art.886).

f) - Por imposibilidad de ejercer la servidumbre durante el plazo de 3 años


(art.887); esta imposibilidad tiene que ser de carácter objetivo y, si cesa
el impedimento, revive la servidumbre con tal que esto suceda antes de
haber transcurrido dicho plazo.

2.-El usufructo.

Art. 764 CC

El derecho de usufructo es un derecho real que consiste en la facultad de


gozar de una cosa con cargo de conservar su forma y substancia, y de
restituirla a su dueño, si la cosa no es fungible; o con cargo de volver
igual cantidad y calidad del mismo género, o de pagar su valor, si la cosa
es fungible.

El derecho de usufructo es un derecho real en cosa ajena que otorga a su


titular la facultad de gozar de la cosa. La facultad de disposición la
conserva el propietario.

El dueño que constituye un derecho real de usufructo en favor de una


persona se llama constituyente; el nudo propietario es quien tiene la
propiedad de la cosa fructuaria separada del uso y del goce, pudiendo ser
el mismo constituyente, en cuyo caso conserva la nuda propiedad, o un
tercero a quien se le atribuye; y el titular del derecho de usufructo es el
usufructuario.

Se llama restitución la consolidación del usufructo con la nuda propiedad.

El usufructo es un título de mera tenencia (art.714); el usufructuario es


mero tenedor de la cosa, pero es poseedor del derecho de usufructo
(arts.715 y 922). El usufructo es un derecho personalísimo. Son
susceptibles de usufructo todas las cosas muebles e inmuebles y los
derechos reales.

Constitución del derecho de usufructo

1. - Por ley como el que tiene el padre de familia sobre los bienes del
hijo, usufructo que se rige por reglas especiales (arts.766 n.1 y 810).

2. - Por testamento en tal caso es solemne, debiendo estar revestido de las


solemnidades propias del testamento y, aún cuando recaiga sobre
inmuebles, no requiere inscripción.

3. - Por acto entre vivos (art.766 n.3) en este caso puede constituirse por
una convención consensual (si recae sobre muebles) o solemne (si recae
sobre inmuebles), siendo en este último caso la solemnidad la escritura
pública inscrita (art.767).

- Por prescripción (art.766 n.4).

4. - Por sentencia judicial es un caso excepcional y que opera en la


partición de bienes (art.1337 n.6).

Limitaciones en la constitución del usufructo

a) Se prohíbe constituir dos o más usufructos alternativos o sucesivos


(art.764 inc.1): lo que sucede es que el usufructo sucesivo supone la
existencia de varios usufructuarios, de tal manera que cuando el usufructo
de uno cesa la cosa pasa en usufructo al otro usufructuario. Lo que se
prohíbe son los usufructos sucesivos y no los usufructos conjuntos
(arts.772 y 780).

Por su parte, el usufructo alternativo es aquel en que existen varios


usufructuarios de modo que después de gozar la cosa el último de ellos
vuelve a gozarla el primero de los usufructuarios.

La sanción para el caso de que se constituyan estos tipos de usufructos es


la del art.769 inc.2, que expresa: Si de hecho se constituyeren, los
usufructuarios posteriores se considerar n como substitutos, para el caso
de faltar los anteriores antes de deferirse en primer usufructo.

La razón por la que se prohíben estos usufructos sucesivos y alternativos


es porque atentan contra el principio de la libre circulación de los
bienes.

b) Se prohíbe sujetar el usufructo a condición o plazo suspensivo bajo


sanción de nulidad (art.768 inc.1); por excepción, vale el usufructo
constituido por testamento sujeto a condición o plazo, si ésta se hubiere
cumplido o el plazo expirado antes del fallecimiento del testador. En el
usufructo el plazo es siempre extintivo porque en el hecho dura un tiempo
determinado o toda la vida del usufructuario, si no se fija plazo se
entiende que es por toda la vida del usufructuario. El usufructo jamás se
transmite a los sucesores del usufructuario.
El usufructo y el cuasi usufructo.

El CC al definir al usufructo permite al usufructuario restituir según la


naturaleza de la cosa fructuaria, ya sea la misma cosa o igual cantidad y
calidad del mismo género o su valor. Contempla aquí el CC, sin decirlo
expresamente, las figuras del usufructo y del cuasi usufructo. Hay que
tener presente que las denominaciones del CC para designar a una y otra
clase de bienes han dado discrepancias.

Del tenor del art.764 se ha entendido que hay usufructo cuando la cosa es
no fungible y cuasi usufructo cuando la cosa es fungible.

Sin embargo, hay quienes han entendido que cuando el CC habla de cosa
fungible y no fungible se refiere a las cosas consumibles y no consumibles.
Las principales distinciones entre el usufructo y el cuasi usufructo son:

a) El usufructo es título de mera tenencia, porque el usufructuario


reconoce dominio ajeno. El cuasi usufructo es un título traslaticio de
dominio, porque el cuasi usufructuario se hace dueño del bien que recibe
(art.789).

b) Por consiguiente, llegada la 'poca de restitución, el nudo


propietario puede ejercer la acción reivindicatoria en el usufructo; en
tanto que en el cuasi usufructo tiene derecho solamente a la restitución de
un crédito, por lo tanto, tiene una acción personal para exigir la entrega
de la cantidad debida o del valor.

c) La pérdida fortuita de la cosa debida en el usufructo libera al


usufructuario de su obligación de restituir la cosa; no sucede lo mismo en
el cuasi usufructo, ya que en él se debe una especie indeterminada de
cierto género, el género no perece y siempre habrá al alcance una especia
para restituir.

Efectos del usufructo


El usufructo produce derechos y obligaciones tanto respecto del
usufructuario como del nudo propietario.

1.- Derechos del propietario

A. Usar y gozar la cosa, esto es, emplear la cosa según su natural destino
pudiendo además hacer suyos los frutos naturales y civiles que de ella
provengan. Por excepción se apropia también de ciertos productos de la
cosa, los cuales para estos efectos se asimilan a los frutos (arts.783,
784 y 788), reglas estas que son supletorias de la voluntad de las
partes.

B. Administrar la cosa fructuaria (art.777 inc. final), esto es, puede


entregarla en arrendamiento y, aún más, efectuar ciertos actos de
disposición contemplados en los incs.3 y 4 del art.777, pero para esto
requiere del acuerdo del nudo propietario, tales actos son el arrendar la
cosa fructuaria y comprar o vender las cosas fungibles y tomar o dar
prestados a interés los dineros que de ellos provengan.

C. Tiene derecho a arrendar y ceder el usufructo (art.793). Esta


disposición ha originado una discusión en cuanto al objeto preciso del
arriendo o cesión, porque pudiera entenderse que puede cederse el
usufructo en sí mismo o solamente su ejercicio. La solución que se d' es
importante especialmente si se trata de inmuebles, porque si lo que se
cede es el usufructo en sí mismo, el usufructuario estaría facultado para
hipotecarlo (art.2148), lo que no podría hacer si sólo lo cedido es el
emolumento o ejercicio del derecho de usufructo. Ahora, en el caso del
cuasi usufructo se tiene también facultad para disponer de la cosa
fructuaria.

2.- Obligaciones del usufructuario

2.1 Obligaciones previas a entrar en el goce del usufructo:

Hacer inventarios y rendir caución: la ley autoriza expresamente al


constituyente para liberar al usufructuario de la obligación de rendir
caución, no haciendo lo mismo respecto de la otra obligación (hacer
inventarios). Por eso, se discute si puede liberarlo de esta obligación,
estimándose en general que sí, por aplicación del principio de la autonomía
de la voluntad.

2.2 Obligaciones durante el usufructo:

a) Respetar los arriendos y demás cargas de la cosa fructuaria; debe


respetarlos aun cuando no se hayan contraído por escritura pública (art.792
en relación con el art.1962).

b) Debe mantener la cosa y su substancia (art.764).

c) Debe pagar expensas y mejoras (arts.795, 796, 797 y 798).

d) Si ha sido constituido por testamento, puede quedar obligado de


deudas hereditarias y testamentarias (art.1368).

En el cumplimiento de estas obligaciones responde hasta de la culpa leve


(arts.787, 802 y 44).

2.3 Obligaciones una vez extinguido el derecho de usufructo:

Normalmente es una: restituir la cosa fructuaria (arts.767 y 787). Debe


tenerse presente que el nudo propietario puede reivindicar la cosa si no se
le entrega buenamente (art.915). Si se trata de un cuasicontrato, lo que se
debe restituir es otro tanto de igual cantidad y calidad a su valor
(arts.764 y 789), correspondiendo al cuasi usufructuario la elección.

3.- Derechos del nudo propietario.

El nudo propietario tiene el dominio de la cosa fructuaria; no tiene las


facultades de uso y goce, pero en conserva en plenitud la de disposición.
Sus derechos son los siguientes:

a) tiene derecho a los frutos que se encontraren pendientes al momento


de la restitución de la cosa fructuaria.

b) tiene derecho a la indemnización de perjuicios y deterioros que haya


experimentado la cosa fructuaria.

c) Puede solicitar la terminación anticipada del usufructo en


determinados casos (art.809).

d) Como propietario, está premunido de la respectiva acción real


protectora de su derecho (art.893) y, si se trata de inmuebles, dispondrá
también de las acciones posesorias (art.916).

4.- Obligaciones del nudo propietario

Debe pagar las expensas extraordinarias mayores que se hubieren ejecutado


(arts.797 y 798).

Extinción del usufructo

1.- Por la llegada del plazo o cumplimiento de la condición.

2.- Por muerte del usufructuario (art.806).

3.- Por resolución del derecho del constituyente (art.806).

4.- Por prescripción (art.806).

5.- Por consolidación del usufructo con la nuda propiedad.

6.- Por renuncia del usufructuario.

7.- Por destrucción completa de la cosa fructuaria (art.807).


8.- Por sentencia judicial en los casos y con los requisitos del art.809.

Jurisprudencia y bibliografía relacionada.

Corte de Temuco, 2 de abril de 1958: R., t.52, secc. primera, p.120; Corte
de Concepción, 4 de julio de 1958: R.,t.56, secc. primera, p.305; Corte
Suprema, 13 de mayo de 1961: R., t.58, secc. primera, p.108. Corte Suprema,
28 de julio de 1955. R., t.52, secc. primera, p.185 y R., t.1, p.283.

Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LXXXI n.3, primera parte, p.69:


Se faculta al portador de copia autorizada..., de Daniel Peñailillo.

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