Carlos de La Pua - La Crencha Engrasada
Carlos de La Pua - La Crencha Engrasada
Carlos de La Pua - La Crencha Engrasada
LA CRENCHA
ENGRASADA
cuadernos de la memoria
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INDICE
Notas Introductorias:
La crencha engrasada
Carlos Muñoz del Solar, más conocido como Carlos de la Púa o simplemente como el Malevo
Muñoz, nació en La Plata en 1898 y falleció en Buenos Aires el 5 de mayo de 1950. Comenzó sus
trabajos como escritor colaborando en la revista "El Hogar", luego en 1925 se incorporaba a
diario Vespertino "Crítica" de Natalio Botana. Publicó un único libro: La crencha engrasada
(1928), considerado la obra máxima de la lunfardía. Fue guionista de Tango (1933), una de las
primeras películas sonoras del cine argentino, y dirigió otras dos: Galería de esperanzas (1934) e
Internado (1935).
A medida que pasan los años se acrecienta el renombre de Carlos de la Púa, auténtico, puro,
poeta popular porteño. En sus versos deberán ir a abrevar los historiadores, los filólogos, los
rastreadores de la semántica, cuando se haga el gran libro que compendie la fisonomía
sentimental y sicológica de Buenos Aires, ciudad que pareciéndose a todas las grandes ciudades
del mundo no es parecida sino a ella misma, en su pasado y en su presente. Ciudad única que
tiene sus cantores únicos en los letristas de tango que impusieron un modo distinto de hablar,
dentro del español, y al que Jorge Luis Borges, con real coraje porteño, osó llaman el idioma de
los argentinos. El principal poeta popular -es decir: con lenguaje popular en su entero vuelco
emocional hacia la gran ciudad, en sus expresiones de un pasado que nunca será remoto- fue
indudablemente Carlos de la Púa. Y lo fue con su único libro: La crencha engrasada.
Su lenguaje es a veces crudo pero nunca ofensivo. Es el lenguaje de la calle, del malecón, de la
cancha de fútbol. Creo que, en realidad, es el lenguaje de la vida tumultuosa, verídica, exacta,
cabal, que se vive, se siente y se sufre. A través de mis recuerdos, de la amistad que nos unió y
de la admiración que sobrevive, éste es Carlos de la Púa.
Me parece verlo todavía, cruzando con enfundado paso de cachalote los corredores del viejo
diario Crítica, en la casa de la calle Sarmiento, donde iniciaba en el periodismo una generación
especial en su brillo y trascendencia y que recalaba de la literatura de vanguardia aglutinada en
las revistas de esa época: Proa y Martín Fierro. El Malevo Muñoz, como también se lo llamaba, ya
estaba en la casa cuando nos hacíamos periodistas, siendo poetas y escritores, entre otros,
Enrique y Raúl González Tuñón, Horacio Rega Molina, Pablo Rojas Paz, Alberto Pineta, Roberto
Arlt, Ulyses Petit de Murat, Sixto Pondal Ríos, Santiago Ganduglia y el que esto escribe.
Su verdadero nombre, eclipsado por ese rotundo Malevo Muñoz que seguramente venía de su
manera de Ser, entre desdeñosa y disciplente, en su modo de hablar lacónicamente porteño, era
Carlos Muñoz del Solar, y la resonancia de este apellido habla de una cuna que él podría
denominar bacana y lo era. Una bohemia sanguínea lo llevó a la calle en edad temprana y allí
debe haber recibido el agua lustral de su nuevo bautizo, agua detenida junto a la vereda en
aquellos años de después del Centenario.
También se lo llamaba indistintamente Carlos de la púa, seudónimo con el que firmó su libro.
Este nombre alarga, a la vez que condensa, otro aspecto porteño de Muñoz, porque "púa" es la
aguda punta del acero, el pincho, el suncho que aguza o el ingenio o el coraje en el habla
popular.
Alguien -Carlos de la Púa fue siempre pudoroso de su pasado y no lo notició- dijo que él, con una
gorda culebra variopintada a modo de bufanda sobre el cuello, pregonaba las excelencias de su
grasa para evitar la caída del cabello. Menester ciudadano de la picardía que lo estregaba ya al
riesgo de la calle, en su muy amada ciudad de Buenos Aires. La que debió estratificarse en sus
versos estupendos, en ese libro que tiene un título de pórtico definitorio: La crencha engrasada.
El volumen que se imprimió en su primera edición en 1928 lo fue merced a la generosidad de don
Eduardo Dughera, llamado El Diente, en otro certero bautizo de la calle. Era el nunca olvidado
revendedor de Crítica, animador de sus páginas, amigo nuestro. Su mano se abría con un
crujiente billete para tapiar las hendijas vitales de nuestra siempre urgente bohemia. Por eso el
Malevo dedica el libro a Dughera. Pero en la mitad -me parece estar viéndolo- su generoso
corazón se lo detuvo en la mano y estampó una segunda dedicatoria que me concierne de muy
de cerca y que todavía, a pesar de las hojas del almanaque caídas, agarrota mi garganta en un
frunce de emoción antañona. Dice así la dedicatoria: "A mis rivales en el cariño de Buenos Aires:
Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón y Jorge Luis Borges".
El libro no tuvo mucho éxito inmediato, salvo entre nosotros. César Tiempo, justo es reconocerlo,
lo incluyó junto a todos los poetas de vanguardia de entonces en su memorable Antología de la
poesía argentina, ordenada en colaboración con Pedro Juan Vignale. Pero los literatos jailafes, los
académicos, los demás, no sintieron la fuerza tremenda de sus estrofas, duras y tiernas a la vez,
en ese panegírico exaltado de sus héroes, esa cadencia villoniana de sus expresiones, ese
trazado de mapa sobre el perímetro sentimental ciudadano, arrimando a los ojos los personajes
fallidos, a los perdidos, a los funámbulos, dentro de la gran corte celestial de los milagros
porteños.
El fue quien coronó definitivamente a la musa rea con la gran tiara formal y esdrújula,
concluyendo un cielo que comenzaron honestamente los otros poetas menores. El Malevo Muñoz
fue el bardo sintetizador y perfecto, porque su libro -su único libro- es definitivo y concluyente y
no se le puede encontrar desperdicio ocasional, ripio maloliente, traición a los suyos, infidelidad
alguna. Muy pálida puede parecer esta afirmación si no la confrontamos con sus versos impares
en nuestra literatura de bajo fondo. Bueno, esto de bajo fondo lo uso como definición y ubicación
y nunca con acento peyorativo, porque vale tanto como decir alto nivel u otra macana por el
estilo. Lo que vale por sus cabales es el contenido y su despliegue hacia el reconocimiento
sentimentalmente topográfico de una ciudad como la nuestra, cuyo cosmopolitismo de puerto
franco tenía que ser cuajado en lo desgarrado de la imagen, en la tenaza de la metáfora como
solamente el Malevo Muñoz pudo hacerlo.
La vida azarosa, pintoresca, de nuestro querido Malevo necesitará algún día tener su cronista
informado y minucioso. De su vida podría extraerse una gran novela picaresca del Buenos Aires
ido. Allí estaría como un gran bonzo del porteñismo rodeado por los increíbles tipos que conocía,
amaba, auxiliaba y que le formaban una especie de corte de los milagros casi increíbles si no
hubiera existido. De sus anécdotas, lo mismo. Las recuerdan devotamente sus amigos, que son
innumerables y fuera de serie: boxeadores de nariz aplastada, corredores de comercio
vitivinícola, algún carrero jubilado, jockeys viejos, ladrones en reposo, quinieleros en faena,
músicos tangueros, poetas de veras, periodistas con mosto, canillitas canosos y también ¿por qué
no? cualquiera que haya estado en la Tierra, como se decía antes, y no de turista.
Un aire insolente, de prepotencia, sobrador, flota como niebla matutina en cada línea del Malevo.
Es el empaque taura del porteño de antes, elegante y displicente, que se sabía dueño de su
empedrado y de su baldosa, de su cortada y de su farol. Miraba la vida desde el estaño de los
mostradores esquineros y juzgaba la cosa y las cosas con su filosofía especial, entre nihilista y
desaprensiva, hombros encogidos en una especie de manfichismo suicida, porque es él quien
había dicho catalogando hechos y personas, hombres y mujeres, con el certero trazo de una
carbonilla imborrable: tras cartón está la muerte.
Para el final, una anécdota. Estaba ya muy enfermo. Su amigo, el escritor Helvio Botana, hijo de
don Natalio, lo visitaba casi todos los días. Helvio acababa de convertirse al catolicismo después
de largos años de tonto ateísmo. En una de esas periódicas visitas le dijo:
-Malevo, no es que quiera asustarte pero en todo caso conviene quedar bien con Dios. ¿Me dejás
que te traiga un sacerdote?
Entre marzo y abril de 1879 un ex empleado policial, Benigno B. Lugones, publicó en el diario La
Nación de Buenos Aires dos trabajos curiosamente titulados "Los beduinos urbanos" y "Los
caballeros de la industria", en los que recogía parte de su experiencia profesional con el mundo
del hampa. Con el tiempo, ambos textos se convirtieron en precursores de los estudios o
relevamientos de una jerga que se estaba construyendo por entonces en ambas orillas del Río de
la Plata, y a la que se conocería con el nombre de lunfardo, o léxico aparentemente circunscripto,
por aquellos años, al ambiente del delito.
La curiosidad por el lunfardo sería testimoniada poco más tarde por Antonio Dellepiane en El
idioma del delito (1894), y por José S. Alvarez -el popular "Fray Mocho"- en sus Memorias de un
vigilante (1897), mientras que la misma especie comenzaría a extenderse por la sociedad,
enriquecida por renovadas creaciones y aportes lingüísticos, hasta convertirse en una suerte de
lengua "vulgar", gradualmente alejada de sus primitivos orígenes hamponescos y marginales, y
en el vocabulario por excelencia de saineteros, poetas populares y autores de letras de tango,
empeñados en recrear ciertos ambientes y clichés lexicales vinculados con los mundos del arrabal
y el conventillo.
Mezcla compleja de viejos modismos técnicos del hampa, de voces de la germanía y el caló, de
vocablos dialectales de origen itálico, de arcaísmos y de creaciones propias de la dinámica del,
castellano rioplatense, además de contribuciones de muy distinta procedencia (porteñismos,
argentinismos, americanismos, brasileñismos, etc.), el lunfardo aparece identificado con esta
denominación ya a comienzos de los años 1880, como vehículo lexical vigorosamente expansivo,
y no sólo como coloratura verbal de minúsculos bolsones sociales.
Por esa razón se lo percibe y evalúa con creciente alarma hacia el '900, especialmente en la
crítica erudita de intelectuales como Ernesto Quesada -el de El criollismo en la literatura
argentina (1902)- y Miguel Cané -uno de los fundadores y decanos de la novedosa Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires-, quienes señalan sin complacencias su
peligroso advenimiento y desarrollo entre nosotros, aunque ambos se refieren no sólo al lunfardo
específico, sino (y tal vez con mayores prevenciones) a la expansión complementaria de una
especie más general como la jerga "criollo-compadrito-orillera", que se habla en los suburbios
(localización un tanto imprecisa, pero que responde a los patrones sociológicos de la época) y
comienza a ganar terreno inclusive entre los sectores más cultivados e insospechables de
contaminación.
En los cuarenta años que van de 1890 a 1930, a pesar de estos reparos y cautelas, el vocabulario
o las marcas del lunfardo aparecen de manera adventicia en muchos autores de época, como
Juan A. Piaggio, José S. Alvarez, Antonio B. Masiotti, Nemesio Trejo, Carlos Mauricio Pacheco,
Santiago Dallegri, Félix Lima, Evaristo Carriego, etc., y se convierten en veta especializada y
constante en poetas o cronistas "lunfardescos" de los años 10 y 20 como Bartolomé Aprile, Angel
G. Villoldo, "Yacaré" (Felipe H. Femández), "Carlos de la Púa" (Carlos R. Muñoz), Celedonio E.
Flores, Pascual Contursi, "Dante A. Linyera" (Francisco B. Rimoli), Alberto Vacarezza, "Iván Diez"
(Augusto A Martini), "Last Reason" (Máximo Teodoro Sáenz), etc.
Una mención sumaria de la poesía "lunfardesca" no puede prescindir de auténticos clásicos del
género como Versos rantifusos de "Yacaré", La crencha engrasada (1928), de "Carlos de la Púa",
Chapaleando barro (1929), de Celedonio E. Flores, Arrabal salvaje (1938), de Bartolomé R.
Aprile, Sangre del suburbio (s/f), de "Iván Diez", y Semos hermanos, de "Dante Linyera".
En otro texto no menos clásico -el diálogo entre Don Antonio y el criollo Aberastury en Tu cuna
fue un conventillo (1920)- Alberto Vacarezza apunta con humor las siguientes observaciones del
sorprendido inmigrante italiano frente a la demoledora versatilidad del lunfardo (algo que los
lingüistas expresan de otro modo al hablar de la velocidad con que se deterioran y renuevan las
"insinuaciones semánticas" de los slangs):
y siga el procedimiento
lo zaguane, la escopeta,
la mojiere...
Papirusa, yo te roequi...
Yo te roequi es yo te quiero
al revés...
¡Assasino de Quevedo
e Cervantes de Saavedra!...
Más que la folletería "lunfardesca" (e inclusive el sainete), fueron las letras de tango, a partir de
las primitivas letrillas de Angel G. Villoldo, pero especialmente desde la letrística iniciada por
Pascual Contursi en 1917 con "Mi noche triste", las que cumplieron un persistente papel
legitimador y difusorio en relación con la lexicología "arrabalera ". Autores como Contursi,
Celedonio E. Flores, Mario Battistella, Enrique Cadícamo, Armando Tagini, Enrique Santos
Discépolo, etc., contribuyeron entre 1917 y 1928 a ese proceso, con letras de clara tonalidad
lexical como "Flor de fango", "Margot", "El motivo", "Mano a mano", "Pinta brava", "Gloria",
"Muñeca brava", "Esta noche me emborracho", "Chorra", etc.
Desde los primeros acercamientos testimoniales o críticos, como hemos visto, se insistió en
vincular a esta especie lingüística con los territorios de la marginalidad y el delito. Para muchos
autores, sin embargo, el lunfardo no es en puridad jerga hamponesca, sino un argot nacido en el
Río de la Plata por razones que pertenecen más al campo de la lingüística propiamente dicha que
al del prejuicio o del reduccionismo sociologista, que presidió invariablemente las primeras
evaluaciones del fenómeno. Un argot nacido a mediados del siglo pasado, que se fue renovando y
ampliando según leyes de constitución y desarrollo propias de las hablas urbanas, y que a lo
largo de su vida histórica -no registrada en los diccionarios usuales- extendió su influencia a la
vida cotidiana, los usos literarios, el trato familiar, etc., hasta el punto de constituir una
peculiaridad profundamente arraigada en muchas esferas.
En una declaración fechada a un año de su creación, la Academia sostenía que "El idioma
nacional no se corrompe; por el contrario, se enriquece con el aporte de argentinismos y
regionalismos, entre los que contamos los porteñismos y lunfardismos. La Real Academia de la
Lengua va recogiendo, en su léxico oficial, muchas voces populares, sin considerar suficiente
motivo para impedirlo el origen germanesco o gitano de aquéllas. La Academia Porteña del
Lunfardo considera que ha de procederse en forma semejante con gran número de
argentinismos, regionalismos y porteñismos de uso popular y literario. Pero sostiene, asimismo,
que debe preservarse intacta la sintaxis española, columna vertebral del idioma nacional, y
proscribirse la caprichosa deformación de vocablos a que se consagra cierta publicidad tan escasa
de imaginación como de buen gusto". Desde su creación la Academia editó boletines
lexicográficos, organizó una biblioteca de la especialidad, compiló bibliografías, exhumó la
producción o la figura de autores olvidados, expidió acuerdos, produjo comunicaciones sobre
aspectos relacionados con el lenguaje popular, realizó numerosas actividades de carácter cultural
y artístico relacionadas con el tema y se propone editar un diccionario de lunfardismos y
porteñismos.
www.creadoresargentinos.com.ar
El malevo de la crencha engrasada
Eran aquellos años cuando mandaban los radicales y don Marcelo lucía su pinta bacana en las
tardes de Palermo o en los palcos del Colón. Cuando la euforia de los años locos pretendía borrar
los horrores de la Gran Guerra y la Reina del Plata se asemejaba por arriba al cuerno de la
abundacia, mientra que por abajo rumiaban su impotencia y su bronca los desheredados de
siempre.
En esa ciudad en que Erdosain-Arlt macullaba su angustia detrás de la quimera de una revolución
prostubularia, había de todo para todos. Desde los tortazos de Firpo hasta las zafadurías de
Parravicini. Desde el ultraísmo de Florida a la prosa proletaria de Boedo. De milonguita, la pebeta
más linda e' Chiclana, hasta cocottes de alto vuelo. Del destino tuberculoso al pie del piletón, a
las noches de Armenonville regadas de champán fracés, cocaína incluída, con el consabido final
sifilítico de Vieytes. El violín corneta de Julio De Caro y el fuelle maestro de Pedro Mafia marcaban
el derrotero del tango. El biógrafo ganaba en popularidad gracias a las hazañas de Douglas
Fairbanks y las genialidades del entrañable Carlitos. La aséptica prédica de los socialistas
contrastaba con el estruendo de las bombas redentoras de Severino Di Giovanni.
Había tambien quien retrataba el costado fulero de la vida de la gran ciudad. Quien recordaba a
esa runfla que alentaba desde el barro. Guapos y cafishos; canallas y extraviados sin horizonte;
putas de ley, milongueras de faca en la liga; el hondo drama de los inmigrantes ya viejos y
vencidos, llorando el triste destino de conventillo que les tocó en suerte.
Alguien que hurgó profundo, con inmenso cariño y comprensión, en esa realidad lacerante.
Fatigador incansble de su querida ciudad, supo decir los peares y las derrotas cotidianas.
Se llamó en vida Raúl Carlos Moñoz Pérez o Carlos Muñoz del Solar. Quedó para siempre
reconocido y redordado como Carlos de la Púa o el Malevo Muñoz.
Anduvo al garate por la vida desde las mocedades, allá por el barrio del Once, donde vió la luz
cuando se apagaba el siglo diecinueve.
De cadete en una tienda a desertor del servicio militar. Con la linghiera al hombro caminó la vida,
durmiendo donde se cuadrara, comiendo lo que encontraba. Aunque en eso del manducar no
tuviese resuello.
Vendedor callejero, con víbora al cuello como correspondía, ofrecía pelapapa o inacabables
hojitas de afeitar.
Alumbró, allá por 1928, los versos lunfardos de La Crencha Engrasada, donde cuenta con la voz
misma de la mugre, sin falsos sentimentalismos, sin lagrimones noveleros, el drama de los
marginados, los eternos perdedores, a quienes sopapeó la vida sin darles ventaja alguna y hasta
mezquinádoles la posibilidad de la revancha.
Desde el trágico fin de la mina aquella que se bebió la vida entre el tango y los placeres " (...) y
supo en diez años toda la crueldad,/ cuando dió el remache de la fulería/ la seña jodida de la
enfermedad,/ Y sin consuelo, sin una aliviada,/ la que de la mugre/ se abriera tan mal/ pagó con
la chinche fatal, angustiada,/ la deuda sagrada con el arrabal", pasando por el desdichado que
pagó con creces su delito, y no encuentra más horizonte que el estaño de un boliche de mala
muerte para rumiar sus penas pintó la epopeya de los que alientan desde abajo, desde el dolor y
la impotencia. Es un fresco de trazo realista, de tonos grises, opacos, deslucidos. Como las
mismas vidas a las que canta.
El malevo Muñoz, o Carlos de la Púa, murió a los 52 años, en la ciudad que lo vió nacer, el 9 de
Marzo de 1950.
Carta de Carlos Gardel a Carlos de la Púa
Buenos Aires
Querido amigo:
Toda la amalgama de cosas que envuelve la vida de este país haciéndola febril y aguda, no hace
que yo olvide a los amigos como vos. Testimonio de esto: estas lineas de cariñoso saludo. No
puede ser de otra manera, sólo atenciones y buenas ausencias hacen de mi. Sólo palabras de
admiración y cariño brotan sinceras de ti. Gracias, viejo amigo. que desde lejos alienta a los que
como yo, todos sus actos son miras a nuestro querido Buenos Aires. Ni Europa ni ésto me
cambian. Trabajo mucho, pero una sola cosa alienta este esfuerzo, haciéndome tesonero y
cuerpeándole todos los dias ala tentación; mi vuelta al pago. Porque mi viejo. yo también creo
que me habré ganado, a pulso, la tranquilidad, pero no la tranquilidad del burgués, que sólo
piensa en comer y dormir bien, sino la tranquilidad en compañia de mis mejores afectos, las
reuniones en buena compañia, las tenidas mano a mano, las grandes "cantadas" para esos cuatro
amigos, que siempre estarán a ml lado, las bromas y algunas que otra "palmera" para despuntar
el vicio... Como siempre, viejo, como siempre. Creéme que sl no fuera por estas esperanzas,
alguna vez ya hubiera largado, pero seria un error de mi parte. La suerte me acompaña. No
puedo quejarme de nada. Mucho es mi entusiasmo por ganarme la tranquilidad, pero no por eso
sacrificaria nada que fuera desdoroso o penoso para mi. Buena gente y buenos dólares que
multiplicados por cuatro son muchos pesitos.
Proyectos y realidades... como siempre! Acabo de terminar una película "El día que me Quieras".
No te oculto mi buena impresión. Asunto, intérpretes, música. Todo, creo se ha juntado para
realizar un buen film. Varios directores, entre ellos Martinez Sierra, han dado su opinión,
francamente favorable. Son "semáforos", y nunca encuentran nada bien. Pues bien, el mañoso
don Gregorio, no ha ocultado la impresión óptima, y sobre todo, la admiración a un tangazo
bárbaro que me canto en ella. Creo que las musas se acordaron de mi, inspirándome para
escribirlo. Es bueno, derecho. Pronto lo oirás, puts veo que los muchachos de esa se prenderán y
lo cantarán hasta con "ocaraina". También dicen las malas lenguas, que ml interpretación es muy
superior a las anteriores. Sin hacerme mayores ilusiones, debemos aceptar un progreso natural
ya que me encuentro más familiarizado con la cámara, y que me gusta mucho el rol que hacia.
En resumen, que ésta es una buena pelicula... o yo no sé nada.
Mañana empiezo otra. Terminaremos en quince días. Ya te pasaré el santo, una vez terminada,
antes, todas son esperanzas. Enseguida haré una rápida tournée por Cuba, Puerto Rico, México y
Venezuela. La Paramount me ha dado unos meses de descanso y yo aprovecho para conocer esos
paises y traerme algunos dólares, creo que el éxito me acompañará, pues hay verdadera
expectativa, perceptible en el interés de los empresarios. Me acompañará un profesor de inglés,
puesto por la misma casa Paramount, pues debo regresar sabiendo el idioma de Shakespeare.
¿Para qué?
Para la filmación de una serie de películas Americanas. ¿Qué te parece? ¡A mis años prendido
como en mis mejores tiempos! No te oculto todas éstas cosas porque sé la alegria que te
proporciono. Esto representa mucho: Dólares y éxito: la tranquilidad se aproxima... la vuelta
definitiva. Otra vez amigos, otra vez Buenos Aires, otra vez mí vida. Cuántos motivos entonces
de reunirnos, cuántas cantadas en "petit comité". ¡Entre copetín y copetín un cuento... un
abrazo... un tango!, una fija y una "palmera".
A mi casa, aquí, los buenos amigos la llaman "la embajada argentina". Le Pera, Enrique de Rosas,
Tito Lusiardo. Ernesto Giménez, mis guitarristas, algunos otros argentinos, forman un grupo de
amigos que tratamos de —unidos— mantener latente, en franca camaradería, el espiritu porteño.
Mucha música, alegría entre mate y mate... y alguna noche whisky y alguna "girl" americana
para estrechar lazos americanos... y siempre el mismo final, cuando nos encontraremos otra vez
reunidos allí... ¿Y a vos como te vá?, espero que estarás bien y contento, con tu buen humor y
optimismo proverbiales. Me dicen que aquello está cada día más lindo. ¿Es verdad? Decime que
si. Tengo tantos deseos de volver que a veces no quiero escribir, por que me asalta una pequeña
tristeza recordando tantas cosas... toda mi vida hermano.
Hermano Carlos, el próximo viernes cantaré desde aquí para la muchachada de "La Canción
Moderna" y no te imaginas con cuánta satisfacción lo haré. Muchachada linda que nunca olvido.
Me va a parecer que a través de la distancia, por medio de la radio, estaré con todos ustedes,
mis amigos y con ese público para quién tengo siempre a flor de labio una palabra de
agradecimiento y un recuerdo grato. Cuando te vea te voy a dar un abrazo, que van a sonar los
huesos. ¡Tengo tantas cosas que contarte! Bueno viejo. Lo que no te escribo, pensalo bien, es
muy grato para vos. Espero tener pronto carta tuya, te comprometo a ello, y hasta entonces
recibi todo mi cariño y la firmeza de mí inquebrantable amistad.
Te abraza
Carlos
La crencha engrasada
Poemas bajos
[subtítulo original]
Carlos de la Púa
[Carlos Raúl Muñoz del Solar, 1898-1950]
Nota: Al final del texto de los poemas se añade un breve vocabulario lunfardo, especialmente
aplicado al léxico que aparece en este libro. [nota original del libro]
Fidelidad
Ciudad,
Barrio Once
Barracas,
se desmorona la compadrada,
la compadrada de antes.
de un piropo inspirao.
Barracas,
La cortada de Carabelas
Puente Alsina
Puente Alsina,
Viejo Puente
con aguardiente.
ni un alcagüete.
Puente Alsina,
Puente Alsina,
de la uña cachusa
cantó ya la lechuza.
Bajo Belgrano
yo he volcado el codo
rezando y taureando
Patios de stud
Portones
a punto de dulzura.
prepotente y diquera,
en la cintura,
Bajo Belgrano
sos un barrio
querendón.
Y regalás a las pibas estuleras,
Los bueyes
Melena
La ex canchera
le daba su amor,
todo lo mejor,
Cacho de recuerdo
El vago Amargura
Langalay
Prepotente y cabrero,
le colgaba un prontuario
de avería.
L a n g a l a y.
Hermano chorro
sin tovén.
de ganzúa y palanqueta.
El amor es un balurdo
en puerta.
Con tal que no sea al pobre
es muy jodida.
y emborracháte, el mañana
es un grupo.
Don Juan
Envío:
De aquella milonga pasó una mesada.
Amasijo habitual
El Entrerriano
Tango viejo
Quiniela
Floreo
Dijo la grela
y es el crack de la destreza
a él le es chica la cafúa
para hacer un corte rante.
La engrupida
La Payaso
Sor Bacana
Gaby
La Maleva
Packard
Citroën
Inicial rea
El golpe de furca
El lancero
El burrero
El cuentero
Barone
El Cachafaz
Lagañita
Fabriquera
El feite
A patadas En cantidad.
Afano Robo.
Agayas Valentía.
Ainenti También payana. Juego en que se arrojan piedritas al aire y se las recoge con ambos
lados de una mano.
Al brodo Inútilmente.
Altiyo La cabeza.
Apoliyar Dormir.
Atorrante Vago, reo, que vive en los caños. Su nombre proviene de los caños que la empresa A.
Torrant
había estacionado en el puerto de Buenos Aires mientras hacía una obra, y fueron
Balancín Caballo enganchado a los maderos de un carro. El 'cadenero' va amarrado con cadenas,
Balurdo Cosa falsa. El paquete de papel de diario que aparenta ser de dinero, con que se hace el
"cuento del tío".
Baqueano Ultracorrección por baquiano, experto, práctico de un terreno (que tiene baquía).
Barra Grupo de personas, de amigos, de compañeros, como las que se reúnen en las esquinas de
las ciudades.
Batistela Delator.
Biaba Paliza.
Biyarda También billarda. Juego de chicos, con dos palos que se golpean uno al otro.
Bochón Bolita (canica) de buen tamaño, usada para dar chanta a las demás.
Bondi El tranvía.
Bulín Departamento o casa de soltero, lugar de refugio de las barras de amigos o de las
aventuras eróticas.
Busarda El estómago.
Buyón Comida. 'Parar el buyón' equivale a 'parar la olla', es decir proveer dinero para la comida.
Cabrero Enojado.
Cachuso Deteriorado. (En el poema Puente Alsina, la uña cachusa por probar con ella el filo del
cuchillo.)
Cafisho Hombre que explota a una mujer haciéndola tener comercio sexual con otros hombres,
Cafúa Cárcel.
Cana Policía.
Canario Billete de cien pesos, de color amarillo, que circuló hasta los años '40s.
Canchero El que domina una situación, la conoce muy bien y sabe cómo resolverla.
Candombe Baile de negros. Cierto tipo de danza que se cuenta entre los lejanos antecedentes del
tango.
Cascarria Suciedad que se adhiere y queda luego seca, en la ropa u otro lugar.
Casimba La billetera.
Chanta También chante. En el juego de bolitas, cuando el bochón desplaza y reemplaza a una
competidora.
Chinchuda Sifilítica.
Chorro Ladrón.
Chuza Cabellera.
Coco Cabeza.
Comboy Conventillo.
Corrido Experimentado.
Cuarteador El que ayuda, mediante una cuarta (de remolque), a desempantanar un vehículo.
Cufa Cárcel.
Culadera Suerte del juego de rango y mida, en el que quien salta deber rozar las nalgas de quien
hace de burro.
Cusifái Persona desagradable, que no merece siquiera que se la designe por su nombre.
De prepo Prepotentemente.
Diquear Ostentar.
Diquero Ostentoso.
Don Juan Tango (1900) letra de Ricardo Podestá y música de Ernesto Ponzio.
Dopar Drogar.
El Cachafaz El famoso bailarín porteño Ovidio José Benito Bianquet (1884-1942), apodado El
Cachafaz (pícaro,
El choclo Tango (1947) letras de Marambio Catán y Enrique Santos Discépolo, y música de Ángel
Villoldo.
Embrocar Mirar.
Encordada La guitarra.
Engrasada Engominada (de 'gomina', fijador semisólido que se usó hasta los años '50s (el típico
peinado de Carlos Gardel).
Engrupido Jactancioso, despreciativo, que cree valer más de lo que realmente vale.
Engrupir Engañar.
Esparar Disimular.
Fariñera Daga o cuchillo grande, como el que se usa para cortar las raíces
Farra Diversión.
Faso Cigarrillo.
Froilán Tonto.
Furca Sistema de robo que consiste en distraer a la víctima, mientras otro lo aborda
Garpar Pagar.
Garrón Favor sexual que una prostituta le hace a un hombre que le cae simpático, sin cobrarle.
Gataparida Juego de muchachos, en el que se aprietan en una fila, empujándose para ir sacando
de a uno del juego.
Gil Tonto.
Gomera Honda formada por una goma tensada entre los dos brazos de una horqueta.
Grela Mujer.
Grupí El que oferta en los remates a cuenta del rematador, a fin de subir los montos de los
verdaderos clientes.
Grupo Mentira.
Guapo Valiente.
Guita Dinero.
La Negra Conocido frigorífico ubicado en Avellaneda, localidad aledaña a Buenos Aires (Capital
Federal).
Lengue Pañuelo (el que los hombres de arrabal se anudaban al cuello para ir a los bailes o en
ocasiones similares).
Lungo Largo.
Mancusar Hablar.
Mandolión Bandoneón.
Manguero Pedigüeño.
Merza / mersa Gente baja y vulgar, fácilmente detectable por sus actitudes ajenas al medio en el
que pretende actuar.
Metejón Enamoramiento.
Meter(se) Enamorar(se).
Milongueras Mujeres contratadas por los cabarets para servir de pareja de baile a los clientes.
Milonguita Tango (1929) letra de Samuel Linnig y música de Enrique Delfino ("¿Te acordás,
Milonguita? Vos eras /
la pebeta más linda 'e Chiclana, / la pollera cortona y las trenzas, / y en las trenzas un beso de
sol").
Miqueta Puñetazo.
Mishiadura Pobreza.
Paica Mujer.
Pamela Tonto.
Pebeta Piba.
Peringundín Piringundín.
Pichibirlo Niño
Pigal El Royal Pigall, famoso cabaret de los años '20s y '30s, de Corrientes casi Esmeralda,
Buenos Aires.
Pilcha Ropa.
Pulastrina Loquilla, prostituta de baja condición, que suele darse sin pedir paga.
Quiniela Juego de apuestas sobre los números que saldrán sorteados en la Lotería oficial.
Rajar Huir.
Ranero Del antiguo barrio porteño de Las Ranas. Es un adjetivo peyorativo, 'reo'.
Ranfañoso Rantifuso.
Rechiflado Enloquecido.
Saque Bofetada.
Suncho Cuchillo rudimentario fabricado por los presos, con elementos sustitutivos.
Taquera Bailarina, mujer en general (proviene de los tacos que lucían las barilarinas de tango).
Tarros Zapatos.
Taura Valiente, intrépido, jugador audaz, que afronta intrépidamente los riesgos.
Tayar También tallar. Intervenir con predominio en una conversación, un debate o un juego.
Tenida Reunión.
Tongo Engaño.
Tortera Tortillera.
Tortillera Lesbiana.
Trabajar de paco Hacer el cuento del tío, con un envoltorio que aparenta contener dinero.
Trabajar de paco Punguear, robar de los bolsillos.
Troyero Trompo de combate, que se arroja a la troya para romper o desplazar al contrario.
Turra Prostituta.
Vento Dinero.
Vesre Revés, dicho al revés. Tipo de lenguaje lunfardo y reo, que consiste en
Viola La guitarra.
Volcar el codo O doblar el codo: expresión turfística, usada cuando los caballos enfilan la recta
final.
Yapa Pequeño regalo que los comerciantes daban a sus clientes como aditamente a una compra.
Yugar Trabajar.
Yugo Trabajo.
Yuguiyo Cuello de la camisa (los cuellos postizos duramente almidonados que se usaron
antiguamente).
Yuta La policía.