Poemas de Oscar Castro
Poemas de Oscar Castro
Poemas de Oscar Castro
Oscar Castro publica su primer poemario, Camino en el alba destacndose en la potica nacional. Camino en el alba, cronolgicamente la primera obra de Castro, fue editada por Nascimento, Santiago, en 1938, con prlogo de Augusto D'Halmar. El influjo de ste obtuvo la publicacin del libro, que sac del anonimato a su autor.
En una esquina sin nadie, el viento encontr a la flauta; sobre el agua de la msica se le murieron las alas y se visti de colores como un pas en un mapa. Por las aceras desiertas iban el viento y la flauta. Como el viento estaba herido, la msica lo llevaba. Iban buscando los ojos de los nios qu soaban para lamerlos de azul con su caricia delgada. Con la frescura del canto los hombres se despertaban y se dorman de nuevo, entre el sonido y el alba.
Quebr su junco la msica; el viento gir buscndola. Qued la calle ceuda como una mala palabra. Gallos batieron las alas para que el canto volara. En la cubierta del da se deshojaron campanas.
El junco batido al viento -estrella de seda y platale daba la espalda al cielo y hacia el cielo se curvaba, como un dibujo salido de un biombo de puertas claras.
El estanque era un ocano para mi barco pirata: mi barco que por las tardes en un lucero se anclaba, mi barco de nio pobre que me trajeron por pascua y que hoy surca este romance con velas anaranjadas.
Estrella de marineros, en junco al barco guiaba. El viento azul que vena dolorido de fragancias, besaba de lejanas mis manos y mis pestaas
y era caricia redonda sobre las velas combadas. Al ro del pueblo, un da, llev mi barco pirata. lo dej anclado en la orilla para hacerle una ensenada; mas lo llam la corriente con su telgrafo de aguas y huy pintando la tarde de letras anaranjadas. Dos lgrimas me trizaron las pupilas desoladas. en la cubierta del barco se fue, llorando, mi infancia.
Los vi recortarse, negros Contra las constelaciones. Mi bestia irgui las orejas en agudos aguijones Y la estra de un lucero Riel sobre mi revolver. Quin va! Los vi detenerse, y mi voz multiplicose rebotando en los picachos como en cojn de resortes. Cruzaba en ese momento un paso de angostos bordes: A la derecha, el abismo, tinta o residuo de noche; adelante, los jinetes; a la izquierda - muro- el monte. Segu avanzando en la sombra, hacia las sombras inmviles. traspuesto el paso difcil, me tropec con sus voces: - Adnde marcha el amigo? - Al pueblo de ms al norte. Me esperan mi vieja madre Y mis hermanos menores. Los dej un da de marzo; Cinco aos van desde entonces. Ancha mi voz y serena; La suya opaca y de cobre Mir brillar las pupilas en un fulgor de emociones. - Acompaar al amigo hasta que trasponga el monte. Cinco jinetes tomaron Rumbo a las constelaciones Bajaron cinco jinetes Con firmes pasos de bronce. Cuatro pararon de pronto Y el otro sigui hacia el norte, Despus de estrechar las manos Tendidas de los cuatro hombres. Clare mas tarde en el cielo. Amanecer de limones. Palabras de agua liviana.
Pjaros madrugadores Cerca, maitenes y boldos; lejos, Rancagua y sus torres; y entre sus casas, mi casa, con ciruelos y parrones y mi madre con sus ojos de mares y horizontes! Detrs el recuerdo grande de un bandido que era un hombre.
En 1940, por su propia cuenta, Oscar Castro public Viaje del alba a la noche, su segundo libro de poesa y el ms campesino de todos. Aqu , en algunos poemas, su lira se afina hasta alcanzar sutileza y diafanidad exquisitas.
Descubrimiento de Amrica
A Ral Gonzlez Labb Habra que empezar de nuevo. Partir de la raz del indio. Ir al origen puro sin conceptos ya hechos. Slo as encontraremos la Amrica no descubierta, la Amrica del vientre claro y los jocundos pechos, la Amrica con su propio idioma cantador, galopando su libertad de yegua joven bajo cielo. Tenemos cuatro siglos de invasiones. No sabemos usar nuestros ojos. Pies extraos caminan por nuestras heredades. Extranjeras palabras definen gestos nuestros. Oro, cobre y sudor americanos -amalgama de gritos y protestassurcan el mar en barcos de incomprensibles nombres. Amrica. Digo: la Amrica de los bananos, y los cafetales, y las caucheras y los minerales. La Amrica que pare abundancia.
La Amrica de los grandes ros y las montaas grandes. El Nuevo Mundo que amamanta el mundo viejo. La tierra en que mis hermanos los parias tienen hambre. La Amrica, si, la Amrica quo no necesita nodrizas, porque bebe leche de cielo en la cumbre del Aconcagua. No la escolar Amrica sabida por los mapas: tierra tatuada de nombres y colores, partida en Panam por un canal de fierro y comida en el Sur por los hielos australes, sino sta otra, sta que nace en el ptreo filo de los Andes y cae como un poncho verde a dos mares azules. Esta que va en mi canto americano, resonando en el galope del charro, del huaso, del llanero, del indio y del gaucho. Esta que va en la espalda del cargador de muelles, y en la espuela grandona, y en el sombrero floreado, y en la ojota besada por aguas y tierras, y en el olor del mate amargo, y en el lamento de la quena y la trutruca, y en el aroma de la pia madura, y en el maz que re con risa de stiro, y en el coco y la jcara que recibe su jugo. Esa es la Amrica, hermanos. Es pura la maana. Cantan los pjaros. Canta el sinsonte y el quetzal es un relmpago. Vamos a descubrir la Amrica nuestra. El da agita sus banderas anchas. Es hora de partir y amanecer. Partamos.
Generaciones de labriegos van por el cauce de mi canto; hembras del pecho en dos racimos, firmes varones solitarios. Ellos hablaban con Dios vivo en el mensaje de los cardos y conversaban con el agua en el lenguaje de los pjaros. Un abuelo de mis abuelos era padrino de los lamos. Otro acuaba lunas nuevas al levantar su hoz en alto. En el silencio de mi madre dorma el yuyo de los campos, la yerba-luisa, el toronjil, el vaso blanco de los nardos. Todos me cantan pecho adentro; van por mi sangre ro abajo; giran en trilla de jacintos por mi silencio deslumbrado. La tarde pura de mi verso tiene gavillas y ganados, porque an miran con mis ojos los que sembraron y sembraron. Cuando galope cielo arriba sobre mi yegua de topacio, es que me tiene desvelado mi sementera de los astros. Conozco el grito jubiloso del trebolar recin regado y ese licor que se derrama desde las copas del zapallo. S del lagar, s de las vias y de los mostos fermentando, y s de Baco que solloza, borracho azul, entre los pmpanos. S de las lentas escrituras del humo gris sobre los ranchos; del viento sur cuyo relincho puebla la noche de caballos. S de la harina maanera que agosto vuelca de un cedazo y de los pozos que gotean en un crepsculo de cntaros.
Sabidura de mi sangre donde los llantos fermentaron. Sabidura de mi pecho. Sabidura de mis manos. Lento, en la tarde silenciosa, por este surco voy pasando; surco sutil hecho en el tiempo con el arado de mi canto. Tengo de greda hecha la frente. De greda tengo mis dos manos. Sabidura de mi sueo. Sabidura de mi tacto. Porque conozco y s la tierra, vivir siempre deslumbrado y conversando ir por ella con la semilla y con el rbol. Si de repente me muriera, como se cae un campanario, retemblaran las campias en un galope de centauros.
La cabra
La cabra suelta en el huerto andaba comiendo albahaca. Toronjil comi despus y despus tallos de malva. Era blanca como un queso, como la luna era blanca. Cansada de comer hierbas, se puso a comer retamas. Nadie la vio sino Dios. Mi corazn la miraba. Ella segua comiendo flores y ramas de salvia. Se puso a balar despus, bajo la clara maana.
Su balido era en el aire un agua que no mojaba. Se fue por el campo fresco, camino de la montaa. Se perfumaba de malvas el viento, cuando balaba.
y a rasgueo de vihuelas. a la mujer por las rejas toda el alma se le fuera. Jinete en caballo moro, Rodrguez a verla llega. Le cantan los espolines al desmontar en la acera. Los espolines le cantan a la mujer que lo espera, pecho adentro, sangre arriba como nupciales promesas A travs de los barrotes, las manos de la morena sobre el pecho masculino descansan en la guerrera. Del militar en el cuello relumbran dos calaveras: es la insignia de los Hsares que entre las sombras destella. -Amado, anoche soaba... soaba cosas siniestras: la insignia que tu llevabas en sangre se tiera... Amado, en un cielo negro sangraba la luna nueva... Manuel Rodrguez besaba los labios de la morena; sus dientes en la penumbra brillaban con risa fresca. - La bala que ha de matarme ningn hombre la fundiera. La sangre que viste anoche son mis amores, morena. En Tiltil qued tendido, de muerte alevosa y fiera. La sangre del pecho abierto manchaba dos calaveras. En la noche de aquel da fue roja la luna nueva. A traicin tuvo que ser, que de frente no pudieran. La bala no fue de plomo, que fue de celo y fiereza. Al mundo vino muy tarde ese ao la primavera. Las rosas fueron mas rojas y fue mas triste la tierra.
En calle del Rey arriba, de San Francisco a la diestra tras enrejada ventana lloraba la primavera. Un caballero de sombra llegarse quiere a ella. no cantan sus espolines al desmontar en la acera. del caballo que lo trae las herraduras no suenan. En vano dos blancos brazos asmase por la reja: el caballo es el viento; sombra en la sombra se aleja. la mujer est llorando. ya no vendr el que la espera. El nombre de esta mujer de sueo, amor y leyenda?... Vivi en Santa Cruz de Triana, era criolla y morena... La historia no dice ms. Llammosla Primavera.
Roco en el trbol, 1950, una obra escrita al borde mismo de la muerte, maravilla por la paz que respira el poeta. El retorno al hogar propio de su alma leit-motiv de casi todos los poemas. La sensibilidad de Castro, fina de suyo y agudizada por la enfermedad, produce en este libro una poesa de intensa y sincera emocin.
Pequea Elega
Por el valle claro vienen a enterrar al hombre que nunca divis la mar.
Era un campesino de lento mirar mediero tranquilo de la soledad. Cosech los trigos de ajena heredad
y se fue apagando corazn en paz. Era casi tierra, casi claridad, casi transparente rama de verdad. Tuvo una alegra: la de cosechar. Tuvo una tristeza: ya no sabe cual. Por el valle claro lo despedirn trboles y alfalfas de verde mirar. Aguas del estero dirn un cantar por el campesino que nunca vio el mar. Cuando lo sepulten, alguien llorar. y en el valle puro todo ser igual.
para que no me olvides. y si una tarde, en un altar lejano, de otra mano cogida, te bendicen, cuando te pongan el anillo de oro, mi alma ser una lgrima invisible en los ojos de Cristo moribundo Para que no me olvides!
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