Barba Azul - Charles Perrault

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

B A R B A C H A R L E S

A Z U L P E R R A U L T

Ediciones elaleph.com

Editado por elaleph.com

2000 Copyright www.elaleph.com Todos los Derechos Reservados

BARBA

AZUL

Haba una vez un hombre que tena hermosas casas en la ciudad y en el campo, y vajilla de oro y plata, muebles tallados y carrozas doradas. Pero, por desgracia, su barba era azul, y por ello pareca tan feo y terrible que no haba mujer ni muchacha que no huyera al verlo. Una de sus vecinas, dama de alcurnia, tena dos hijas sumamente hermosas. El le pidi la mano de una, dndole a elegir cul de las dos le entregara. Ninguna de las dos quera aceptar la propuesta y se echaban el fardo la una a la otra, pues no deseaban un marido que tuviera la barba azul. Lo que ms an les disgustaba era que l ya se haba casado varias veces y no se saba qu haba pasado con sus esposas. Para entablar relaciones con ellas, Barba Azul las invit, junto con su madre, tres o cuatro de sus mejores amigas y algunos jvenes del vecindario a visi3

CHARLES

PERRAULT

tar una de sus casas de campo, donde pasaron ocho das enteros. Todo eran paseos, partidas de caza o de pesca, danzas, festines y comidas. Nadie dorma, y las invitadas se pasaban toda la noche haciendo picardas. Las cosas iban tan bien que la menor de las hermanas empez a pensar que la barba del dueo de casa no era tar azul y que l era una persona muy amable. Cuando volvieron a la ciudad se celebr el matrimonio. Al cabo de un mes Barba Azul dijo a su mujer que deba hacer un viaje a la provincia, de por lo menos seis semanas, por un asunto importante; que le reda que se divirtiera mucho durante su ausencia; que invitara a sus buenas amigas, que las llevara al campo si quera, que siempre hubiera grandes agasajos. -Estas son, le dijo, las llaves de los dos grandes guardamuebles, stas las de la vajilla de oro y plata, que no se usa todas los das; stas son las de mis cajas fuertes, donde estn mi oro y mi plata y las de los cofrecitos donde est mi pedrera; y sta es la llave maestra de todos mis aposentos. En cuanto a esta llavecita, es la del gabinete que se halla al fondo de la galera de los aposentos de abajo: puedes abrirlo todo, puedes ir por todas partes, pero en cuanto a ese
4

BARBA

AZUL

gabinete, te prohibo entrar en l y te lo prohibo de tal manera que, si llegas a abrirlo, no habr nada que no puedas esperar de mi clera. Ella prometi observar estrictamente todo lo que le acababa de ordenar, y l, despus de haberla besado, subi a su carroza y sali de viaje. Las vecinas y las buenas amigas no esperaron a que las fueran a buscar para ir a visitar a la recin casada, pues grande era su impaciencia por ver todas las riquezas de la casa y no se haban atrevido a ir mientras estaba all el marido, porque su barba azul les daba miedo. All estn, pues, recorriendo las habitaciones, una ms hermosa y ms rica que la otra. Subieron despus a los guardamuebles, donde no terminaban de admirar la cantidad y la belleza de los tapices, los lechos, los sofs, los gabinetes, las mesitas de luz, las mesas v los espejos, donde podan contemplarse de pies a cabeza y cuyos marcos, unos de cristal, otros de plata o de plata dorada, eran los ms bellos y magnficos que pudieran verse. No cesaban de exagerar y envidiar la felicidad de su amiga; pera sta, sin embargo, no se diverta viendo toda esas riquezas, tanta era su impaciencia por ir a ver el gabinete de la planta baja.

CHARLES

PERRAULT

Se senta tan acosada por la curiosidad que, sin considerar que era poco corts abandonar a sus invitadas, descendi por una escalerita oculta y lo hizo tan precipitadamente que estuvo a punto de romperse el pescuezo dos o tres veces. Cuando lleg a la puerta del gabinete se detuvo un momento, pensando en la prohibicin de su marido y considerando que podra ocurrirle una desgracia por ser desobediente; pero la tentacin era tan fuerte que no pudo dominarla. Tom pues la Ilavecita y, temblando, abri la puerta del gabinete. Al principio no vio nada, porque las ventanas estaban cerradas; despus de un rato empez a ver que el piso estaba todo cubierto de sangre coagulada, en la que se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas y colgadas a lo largo de las paredes. Eran todas las mujeres que Barba Azul haba desposado y a quienes haba degollado una tras otra. Pens que iba a morirse de miedo, y la llave del gabinete, que acababa de retirar de la cerradura, se le cay al suelo. Luego de reponerse un poco recogi la llave, cerr la puerta y subi a su habitacin para descansar un poco, pero no pudo lograrlo, tanta era su emocin.

BARBA

AZUL

Como viera que la llave del gabinete estaba manchada de sangre, la sec dos o tres veces, pero la sangre no desapareca. Por ms que la lav y frot con jabn y piedra, siempre quedaba sangre, porque la llave estaba encantada y no haba manera de limpiarla totalmente: cuando quitaba la sangre de un lado reapareca del otro. Esa misma noche regres Barba Azul de su viaje, dicindole que haba recibido cartas durante el trayecto informndole que el negocio por el cual haba partido se haba concluido ventajosamente para l. Su mujer hizo todo lo que pudo para demostrarle lo contenta que estaba por su pronto retorno. Al da siguiente Barba Azul le pidi las llaves y ella se las dio, pero con mano tan temblorosa que l adivin fcilmente lo que haba ocurrido. -Cmo es que la llave del gabinete no est entre las otras? -pregunt. -Seguramente la he dejado arriba, sobre mi mesa. -Tremela. Luego de varias demoras tuvo que traer la llave. En cuanto la vio, Barba Azul dijo a su mujer: -Por qu hay sangre en la llave?

7
ESTE LIBRO FUE AUTORIZADO POR ELALEPH.COM PARA EL USO EXCLUSIVO DE MARIO ALONZO ([email protected])

CHARLES

PERRAULT

-No s nada -respondi la pobre mujer, ms plida que la muerte. -T no sabes nada -continu Barba Azul-, pero yo lo s bien: has querido entrar en el gabinete! y bien, seora, entrars en l y ocupars un lugar junto a las damas que all has visto. Ella se ech a los pies de su marido, llorando y pidindole perdn, dndole muestras de verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. Hubiera enternecido a una roca, bella y afligida como estaba, pero Barba Azul tena el corazn ms duro que una roca. -Morirs, seora -le dijo-, y de inmediato. -Puesto que debo morir -respondi ella mirndolo con sus ojos llenos de lgrimas-, concdeme un momento para rogar a Dios. -Te doy unos minutos -continu Barba Azul-, pero ni un instante ms. Cuando ella estuvo sola llam a su hermana y le dijo: -Hermana Ana -porque as se llamaba- te ruego que subas a lo alto de la torre para ver si vienen mis hermanos; me prometieron que hoy vendran a verme. Y si los ves, hazles seas de que se apuren.

BARBA

AZUL

La hermana Ana subi a lo alto de la torre y la pobre afligida le gritaba de cuando en cuando: -Ana, hermana Ana, no viene nadie? Y la hermana Ana le responda: -Slo veo el sol que espolvorea y la hierba que verdea. Mientras tanto, Barba Azul con un gran cuchillo en la mano, gritaba con toda su fuerza a su mujer: -Baja rpidamente o subir yo! -Un minuto ms, por favor -le respondi su mujer, y luego pregunt en voz baja: -Ana, hermana Ana, no viene nadie? -Slo veo el sol que espolvorea y la hierba que verdea. -Baja rpidamente -gritaba Barba Azul- o subir yo. -Ya voy -respondi su mujer- y despus grit: -Ana, hermana Ana, no viene nadie? -Veo -respondi su hermana Ana- una gran polvareda que viene por este lado. -Son mis hermanos? -Ay, no!, hermana, es un rebao de carneros. -No quieres bajar? -grit Barba Azul. -Un minuto -respondi su mujer, y despus grit:
9

CHARLES

PERRAULT

-Ana, hermana Ana, no ves venir a nadie? -Veo -respondi ella- dos caballeros que vienen por este lado, pero estn muy lejos todava . . . -Gracias a Dios! -grit un instante despus-, son mis hermanos! Les hago todas las seas que puedo para que se apuren. Barba Azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa tembl. La pobre mujer baj y fue a echarse a sus pies, toda llorosa y desgreada. -Eso no sirve de nada -dijo Barba Azul-, morirs. Luego, tomndola por los cabellos con una mano, levant con la otra el cuchillo e iba a cortarle la cabeza. La pobre mujer se volvi hacia l y, mirndolo con ojos lnguidos le rog que le diera un momentito para meditar. -No, no, encomindate a Dios -dijo l, y levantando el brazo. . . En ese momento golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo. Las puertas se abrieron e inmediatamente se vio entrar a dos caballeros que, espada en mano corrieron hacia Barba Azul. El reconoci que eran los hermanos de su mujer, uno dragn y el otro mosquetero, de manera que
10

BARBA

AZUL

ech a correr; pero los dos hermanos lo persiguieron de cerca y lo atraparon antes de que llegara a las gradas. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido y no tena fuerzas para levantarse y besar a sus hermanos. Ocurri que Barba Azul no tena herederos y de esta manera su mujer pas a ser la duea de todos sus bienes. Emple una parte para casar a su hermana con un joven gentilhombre que la amaba desde haca tiempo; otra parte para comprar nombramientos de capitanes para sus dos hermanos, y el resto para casarse ella misma con un hombre muy cabal que le hizo olvidar el mal rato que haba pasado con Barba Azul,

11

CHARLES

PERRAULT

Moraleja La curiosidad, a pesar de sus atractivos, cuesta a menudo muchos pesares. Vemos a diario casos como stos. Aunque disguste al bello sexo, la curiosidad es un placer ftil. En cuanto se lo goza deja de existir y siempre cuesta muy caro.

Otra moraleja Por poco sensato que se sea y que se conozcan las reglas mundanas, bien se ver que esta historia es cuento de otros tiempos. Ya no hay maridos tan terribles que, aunque descontentos y celosos, exijan cosas imposibles. Se los ve muy sumisos, junto a sus mujeres, y de cualquier color que sean sus barbas, es difcil saber quin de los dos es el amo.
12

También podría gustarte