Desolación. Cuestión Del Nombre de Salvador Allende (1989-90) (Patricio Marchant)
Desolación. Cuestión Del Nombre de Salvador Allende (1989-90) (Patricio Marchant)
Desolación. Cuestión Del Nombre de Salvador Allende (1989-90) (Patricio Marchant)
Camos bajo la muerte"(1) I Cuestin de una actualidad nueva, distinta de la poesa mistraliana, de nuevas escenas de su lectura, trabajo de esta dcada. Que ellas dependen de una situacin histrica precisa, es evidente, como lo es, al mismo tiempo, que resultara demasiado audaz pretender saber cmo esa relacin de dependencia se determina en cada momento de su tejido. Catstrofe poltica -vale decir, integral- chilena, parlisis. As de este modo, (transformado en momentos de nuestra propia conciencia) los compaeros asesinados por la dictadura vigilan nuestra total desolacin, nuestra total desconcertacin; y su cabal finitud no slo nos aleja de la alegra de los irresponsables, nos impide tambin toda frvola esperanza, fe o consuelo. Sobrevivientes de la derrota de la nica gran experiencia tico-poltica de la historia nacional -aquella que se condensa, se revela y se oculta en el misterio de la palabra "compaero"- contemplamos, lejanos, una historia, la de ahora, que, si bien continuamos a soportar, no nos pertenece, pertenece, ella, a los vencedores del 73 y del 89: los mismos y otros (ingenuos, demasiado realistas o cnicos), apoyados, es cierto, todos ellos, por un pueblo, ante todo, agotado. Otra historia, sin embargo, no nos es del todo ajena: poesa chilena, su nombre. Historia, sta que se mueve a otro nivel -profundo es su nivel- que el nivel -superficial es ese nivel- de la que, ahora, se presenta como "historia "real" u oficial". Y de la poesa chilena, descubrimiento, en estos aos, de la poesa mistraliana: como si sta hubiera necesitado de la catstrofe nacional para comenzar a ser entendida, en tanto ella -en primer, indiscutido lugar- nos entregara, y as es, los elementos para comenzar esta tarea ineludible: el comentario -en todos los mbitos de la estancia nacional- de nuestra catstrofe. Por cierto, nadie podr pretender que todas aquellas que se presentan como nuevas lecturas de la obra mistraliana constituyen realmente nuevas lecturas, esto es, que preparan o inician incluso aquel comentario. Una condicin negativa se revela insoslayable: una nueva lectura slo resulta posible si ello ha roto, de partida y de raz, con la antigua y miserable escena de la lectura de la poesa mistraliana; esa escena, antes nica y que, seguramente, seguir persistiendo largo tiempo, escena que en este texto llamaremos la escena de "los hijos de la Mistral". Pero cabe preguntar: a qu voz -esto es a qu escritura- le es permitido adelantar las proposiciones anteriores? Cul es el origen de esa voz o escritura, cmo podra dar pruebas ella de su legitimidad? Si cuestin de la legitimacin tocamos el punto central del pensamiento postmodernista de Jean-Franois Lyotard (2). Fin de la legitimidad del "intelectual"(3), tombeau del intelectual(3), supuesto que se recuerde -sin embargo, Lyotard se ve obligado precisamente a recordarlo (4)- que tombeau constituye al mismo tiempo, como gnero literario y musical, un recuerdo y que por ello, en la cuestin del tombeau del intelectual, est en juego tambin la cuestin de su herencia o persistencia (5), Lyotard distingue, con razn, entre los actuales "tecncratas de la cultura" y aquellos que, en otros tiempos, pudieron ser, en un sentido estricto, "intelectuales". Los primeros estn constituidos por los "cuadros profesionales y tcnicos", capaces de llevar a cabo, en
forma competente, tareas precisas y limitadas (resolver tal o cual problema polticocultural, servir y organizar planes de enseanza en un Ministerio de Educacin, dirigir una "Casa de la Cultura", etc.), todo ello al interior de un programa general que ellos no crean ni controlan y que no necesitan ni siquiera entender; ms an, en realidad: que no son capaces de entender en su historicidad y en su totalidad. (El programa se autoprograma, diramos por nuestra parte; agreguemos que esos cuadros tcnicos y profesionales, son bien conocidos en nuestro pas; se les llama -o se autodenominan- "socilogos", "cientistas polticos", intelectuales, incluso). Enteramente distintos de estos tecncratas fueron aquellos que legtimamente podan, es decir, pudieron ser considerados como "intelectuales". Los "intelectuales" reciban su legitimidad de meta-relatos; de los metarelatos, en la poca Moderna, de la Idea -en sentido kantiano- de la emancipacin: metarelato cristiano, iluminista, especulativo, marxista, liberal o neoliberal (Marquemos este punto en cuanto no faltan como parte de la confusin mental de nuestro medio "acadmico" que sealbamos en la nota 1, aquellos que pretenden ser, al mismo tiempo, neoliberales y postmodemistas. Que el liberalismo y el neoliberalismo constituyen relatos fracasados, Lyotard lo ha sealado repetidamente: la actual victoria de la tecnocracia liberal "no se acompaa, escribe, ni de mayor libertad, ni de mayor educacin pblica, ni de mayor distribucin de la riqueza"(6), capitalismo que constituye en realidad, un paso hacia la barbarie(7) . A lo que se agrega, citamos nuevamente a Lyotard, "no existe en la actualidad un movimiento poltico organizado a escala mundial que se presente como alternativa al capitalismo", y si, por su parte, la socialdemocracia representa slo "una alternancia en el cuadro del capitalismo internacional"(8) -recordemos que en nuestro medio tambin es posible encontrar social-demcratas postmodernistas...). Legitimados por esos metarrelatos, los "intelectuales" se identificaban a los "sujetos universales" de aquellos y apoyados en "ejemplos puros" (Kant en Federico II, Marx en la Comuna), prescriban entonces lo que la sociedad deba realizar para cumplir el fin ideal o proscriban o censuraban lo que apareca como contrario -contrariedad parcial, momentnea- a ese fin. Realidad de la sociedad contempornea: los meta-relatos ya no resultan ms dignos de crdito. Citaremos algunos ejemplos: el meta-relato especulativo desmentido por el "efecto Auschwitz", el meta-relato marxista por los propios trabajadores(9), el meta-relato liberal por la explotacin imperialista. Y no pasemos por alto un ejemplo particularmente significativo: el metarrelato de la Declaracin de los Derechos del Hombre: un pueblo, en su nombre y en su idea, un pueblo particular y una idea particular, por tanto, "nous, peuple franais", intent desde una supuesta e inventada universalidad (Michelet expresa bien el pathos, romntico ms que racional, de la Declaracin: Histoire de la Rvolution Francaise, Livre II, Chaptre IV), deslegitimar las autolegitimaciones de los otros pueblos, de las otras culturas (10). Agreguemos que el paso del "nous, peuple franais" a la "humanidad en general" como "Declaracin Universal de los Derechos Humanos" no constituye sino la realizacin poltica de la "filosofa de los valores", filosofa sta del "sentido comn" (capitalista) de nuestra poca; Declaracin Universal y "filosofa de los valores" que, si bien su "utilidad" prctica general resulta indiscutible en nuestros das -tanto como para la proteccin del individuo particular como ideologa general-, en realidad no representa finalmente -necesidad de subrayar ese "finalmente"- sino los intereses prcticos del imperialismo capitalista contemporneo. (Por cierto, una defensa de "algo as" como los "derechos humanos" desde una teora "no humanista" y "no subjetivista" constituye una tarea y un desafo, todava no cumplidos, para un trabajo filosfico serio en nuestra poca). Fin de los meta-relatos modernos, fin de la posibilidad de ordenar todo acontecer humano a partir de una Idea universal de la humanidad, mltiples "historias", sociedades y culturas (que no se legitiman porque pertenezcan a una nica Historia (insistimos que, como
Lyotard lo expresa claramente: "el mercado mundial no constituye una historia universal en el sentido de la modernidad" (11). Por ello, sin legitimacin en una Idea mostrndose o demostrndose en la realidad, fin del "intelectual". Fin tambin de la pretendida legitimacin de las ciencias por un meta-relato(12); por su parte, "los creadores" (filsofos, artistas), su diferencia fundamental con los intelectuales (por ms que antes esas dos funciones distintas pudieron haber coexistido en una misma persona), carecen tambin, en la actualidad, al faltarles criterios universalmente vlidos y por ello, un pblico asegurado, de legitimacin a priori: el "creador" postmoderno debe crear su pblico (Lyotard: Au Juste). Por todo lo anterior, situacin de nuestra poca, segn Lyotard: "No existe un sujetovctima universal que se deje sealar en la realidad a nombre del cual el pensamiento pueda elevar una acusacin, que sea, al mismo tiempo, una "concepcin del mundo"(13). Situacin de nuestra poca, situacin nueva en la historia occidental "desde el siglo XVIII, escribe"(14). Pues, dnde es posible encontrar en nuestra poca un sujeto-vctima universal que permita, que haga posible una "concepcin del mundo"? Las "minoras" (raciales, sexuales o esas minoras que son las mayoras subdesarrolladas de los pases subdesarrollados, etc.) no pueden constituir una universalidad en tanto la diversidad de las causas que las originan, de los modos de opresin y de la lucha a su favor, no admiten una misma y nica idea directriz: minoras que suponen nuevas, y diversificadas entre ellas, formas de lucha, de estrategias y otra forma de relacin entre la teora y la prctica, etc. Con todo, aunque Lyotard ha de considerar como inadecuada una lucha de los pueblos subdesarrollados que se plantee desde una idea universal y como una concepcin del mundo, sin embargo, para un latinoamericano -o un asitico o africano- la lucha contra el imperialismo multinacional estadounidense y europeo, confiere a esa lucha ciertamente formas de universalidad y ella no necesita presentarse como "concepcin del mundo"; en esa lucha, los conceptos de "patria" y de "cultura propia" no tienen por qu tomar un sentido o alcance "modernista" y constituir, por tanto, un meta-relato europeo o en el sentido europeo. Esta situacin revela algo fundamental de la concepcin de Lyotard. Su postmodernismo es una teora elaborada para la meditacin en Europa, EE.UU., y las clases dirigentes de los pases subdesarrollados (clases, ellas, econmicamente desarrolladas). Lyotard no ve, lo decimos al pie de la letra, la situacin de los pases subdesarrollados. Su concepcin trata, en realidad, de los extremos: la civilizacin occidental y la crisis de sus meta-relatos y, por otra parte, al otro extremo, los pueblos llamados primitivos. Para los relatos autolegitimantes de stos, Lyotard tiene la mejor voluntad (el ejemplo siempre recurrente en sus obras de la autolegitimacin del pueblo sudamericano de los Cashinahua). Pero, insistimos, Lyotard no ve la realidad de, al menos, parte, si no de la totalidad, del Tercer Mundo (de ah, sin duda alguna, su "xito" entre la "elite" cultural de esta regin del mundo -por cierto, otra suerte se merece un pensador profundo y noble como Lyotard). As, movindose entre dos extremos, Lyotard pasa por alto la realidad de los pueblos mestizos, entre ellos, los que aqu nos interesan, los pueblos latinoamericanos. Pueblos invadidos y destruidos por Europa y, por ello mismo, pueblos para cuyos descendientes Europa pas a ser parte de ellos mismos, ante todo su lengua; pero, por su otro esencial componente, pueblos que difieren, racial y culturalmente de Europa. As, "raza mestiza
latinoamericana", como dice Gabriela Mistral, que ha demorado cuatro siglos en constituirse, "raza", por ello, cuya estancia -o habitar- y, por ello, su cultura, no puede ser ni estancia ni cultura europea. Necesidad de precisar lo que Gabriela Mistral entiende por "raza". "Raza" no es para el poeta (utilizamos el concepto de "poeta" de N. Abraham) un concepto biolgico (si bien lo biolgico no puede excluirse); tampoco constituye "una funcin entre otras de la cultura", como determina el concepto de raza Lvi-Strauss en Race et Culture. Bien entendido el concepto, y expresado en conceptos actuales, "raza" es para el poeta, escritura; esto es, la escritura es la raza en el momento de constituirse como tal. Su lucha por su existencia no necesita saber, como adelantbamos, ni de metarelato ni de concepciones de mundo; su legitimacin es autolegitimacin: el deber de su existencia misma; pero, a diferencia de los Cashinahua, esa autolegitimacin debe enfrentarse o "medirse", es lo menos que se puede decir, con Europa (15). Agreguemos, que su destino poltico fue tambin adelantado por G. Mistral: si la necesidad de la lucha contra el nuevo invasor, los EE.UU. (La cacera de Sandino), su previsible derrota. "Nos absorbern sin remedio". Maana, pasado maana. Slo un Dios nos puede salvar (G.M. subraya), frase, idea, la ltima, que es idntica a la de Heidegger: "Nada ms que un Dios puede salvarnos". Llegamos ahora al punto que nos interesa establecer. Problema del tombeau del intelectual como problema de su herencia, o como dijimos, de su persistencia, problema que el mismo Lyotard se plantea. Comentando la imposibilidad actual de un "nosotros" que puede sostener los relatos de la emancipacin ("podemos actualmente continuar organizando el conjunto de hechos humanos y no humanos, situndolos bajo la idea de una historia de la humanidad? (16) , Lyotard subraya, sin embargo, la necesidad que ahora, una vez superada la edad de los "intelectuales" y -escribe l- de los "partidos", algo o alguien "trace una lnea de resistencia ante la desolacin (dfaillance) moderna (17). Escribe: "Quin es, finalmente, el nosotros que intente pensar esta situacin de desolacin, si ya no es ms el ncleo, la minora, la vanguardia que anticipa hoy lo que debera ser la humanidad libre de maana? Nosotros que intentamos pensar esta situacin, estamos condenados a no ser sino hroes negativos?"(18). Detengmonos en este trmino: "hroes negativos". Lyotard no se resigna a constatar, como "hroe negativo" el fin de los meta-relatos; consciente del fin del "intelectual", el "hroe negativo" debe tambin recoger la herencia del intelectual y trazar nuevas y efectivas lneas de resistencia contra la accin del imperialismo capitalista. Lyotard esboza formas de esa nueva forma de accin; as la sveltezza italiana (19). Permtasenos, por nuestra parte, insistir en otro momento, presente tambin en la reflexin de Lyotard, pero al cual quisiramos otorgarle aqu una posicin mucho ms decisiva. Legitimado por los metarelatos, el "intelectual" gozaba de una visin de la totalidad. Preguntamos: una cierta visin de totalidad, una totalidad, por cierto, de carcter especial, no es posible incluso cuando ya no resulta posible sostener los meta-relatos? Pensemos en el "efecto Auschwitz". Como es sabido, en la meditacin de Adorno, Auschwitz pone fin a la posibilidad del "discurso especulativo" (ese fin, Lyotard lo ha comentado (20) la imposibilidad de una "dialctica positiva", slo queda un lugar para lo que Adorno llama "dialctica negativa" ("Die negative Dialektik). Por su parte, en una explicacin el pensamiento heideggeriano de la Historia, explicacin o debate conducido (sin embargo) bajo los trminos de ese pensamiento"(21), Ph. Lacoue-Labarthe, excluyendo otras lgicas, ve operando en "Auschwitz", en la Exterminacin, una sola lgica, la lgica de la historia espiritual de Occidente; por ello, "Auschwitz" o la Exterminacin, piensa LacoueLabarthe, constituye, "respecto a Occidente, la terrible revelacin de su esencia"(22). Pensando desde y contra Hegel, desde y contra Heidegger, en qu reside el efecto del "efecto Auschwitz"? Un hecho muy particular que, por cierto, desafa toda nocin usual
de "particularidad", se eleva o se constituye en una nueva forma de "'totalidad". "Totalidad" cuyo fin principal consistira en paralizar toda Totalidad, ante todo, esa "Totalidad Positiva" que constituye -que constitua- la "Historia". "Totalidad Negativa", por tanto, que, sin embargo, hace posible o ms bien necesaria, la existencia de un tipo nuevo de "intelectual", "intelectual" que, legitimado por una "Totalidad negativa", no puede consistir sitio en un "Intelectual negativo". Su necesidad: comentar la "Totalidad Negativa" que hace imposible una "Totalidad Positiva". As, de este modo, creemos poder justificar la idea -idea "particular"- de un "intelectual" en nuestra poca, ante todo, en nuestro pas. Si bien comenzamos siguiendo a Lyotard, buscamos una posicin o un nfasis distinto. Para Lyotard, esa "Totalidad Negativa" que constituye Auschwitz pone fin al meta-relato especulativo, para nosotros, "Totalidades Negativas" como "Auschwitz" o "Chile" paralizan todos los meta-relatos. Dejemos "Auschwitz" a los europeos. Cules son las consecuencias del "efecto total" "Chile"? Esto es, cul es, en qu consiste el deber del "intelectual negativo" chileno? Ciertamente en iniciar el comentario de la catstrofe nacional. En qu consiste esa catstrofe y qu significa iniciar su comentario? En tanto todas las voces oficiales intentan negar la existencia de la catstrofe, la parlisis de la historia de Chile -su discurso: se trat slo de un suspenso, un poco largo, es verdad, pero slo de un suspenso de nuestra noble tradicin democrtica; deber de mirar hacia adelante, no hacia el pasado, sobre todo que si hiciramos esto ltimo, apareceran conspiraciones, traiciones, crmenes, miseria y dolor infinitos, iniciar su comentario consiste entonces -contra la frivolidad de los que son exactamente continuadores de Pinochet, esto es, de quienes consolidan, en "democracia", su obra: su concepcin del hombre, de la economa, de la cultura (estamos hablando al nivel del sistema y no, necesariamente, de las vivencias)- en reconocer, en establecer la catstrofe como catstrofe. Catstrofe como tal que convierte en un hecho anecdtico que haya sido un determinado partido de la Derecha quien triunf en las recientes elecciones, partido que acab con su antigua ambigedad poltica precisamente en sus aos de lucha sin cuartel -o ms bien, con "cuartel"- contra la Unidad Popular, partido apoyado por "socialistas", ya no renovados sino "renegociados" (su dependencia -de quienes permanecieron en Chile y de quienes debieron exiliarse o se autoexiliaron-, de la interesada y dirigida ayuda econmica de los EE.UU. y de la social-democracia europea, dependencia que convenci a sus idelogos que deban "cambiar" sus ideas, el dinero ordena, qu le vamos a hacer). Reconozcamos, establezcamos la catstrofe como tal. Repetimos la concepcin mistraliana: la "raza latinoamericana" se constituye al constituirse como escritura. Raza, escritura, como diferencial (en el sentido derridiano de differentia) poder poltico y cultural Pero, en contraste con la unidad de otros pueblos -europeos, por ejemplo-, pueblos ricos de una tradicin de escritura de siglos y los que al unificarse pudieron establecer su differenttia poltica, la constitucin de la escritura latinoamericana no ha ido, ni ir, tal vez, jams, en todo caso, no en las prximas dcadas, acompaada de differentia poltica. La derrota del proyecto ejemplar latinoamericano, la Unidad Popular, cancel porque ejemplar, esa posibilidad a nivel de la totalidad de Latinoamrica. Con el Golpe, Chile entr -y sigue, no se conoce un proyecto alternativo- en el camino hacia la barbarie de la tecnocracia neoliberal ("barbarie", utilizamos el concepto de Michel Henry: La Barbarie, 1983). De su escritura slo queda, por el momento 'su escritura", su differentia cultural. Por el momento, es decir, sin poder decir hasta cundo. Catstrofe, pero no todava la catstrofe como tal. Con la expresin catstrofe como tal, queremos sealar este hecho: es la voluntad -en sentido nietzscheano- del pueblo chileno la que ha elegido el camino de la barbarie de la tecnocracia. Debilidad, falla, delegacin de una voluntad de estancia. La
catstrofe como tal es la catstrofe de la voluntad como tal -necesidad de decir claramente todo esto ahora, en los momentos en que la "dictadura" de la ideologa de la as llamada "reconciliacin" domina toda la habladura (Das Gerede heideggeriano) nacional. Ahora bien, interesado como lo est Lyotard en proponer una nueva figura del intelectual, se echa de menos, por eso mismo, en su obra un dilogo o, al menos, una referencia a la nueva concepcin del intelectual propuesta por Foucault y Deleuze. Sealemos los puntos esenciales de esa concepcin. Establecimiento de una distinta, nueva relacin entre la teora y la prctica, Foucault y Deleuze se oponen tanto a la idea del intelectual tradicional como detentor de la verdad, al intelectual "puro", como a la consecuencia de esa idea: su pretensin de constituirse como "representante" de los "oprimidos". El intelectual, sostienen, debe sealar ciertas coordenadas tericas, pero no debe proponer, l, sus soluciones; el intelectual no debe hablar en nombre de los otros: los oprimidos saben mejor, y lo expresan mejor, que los intelectuales de y sobre su opresin. Al intentar "representar" los intereses de los "oprimidos", los intelectuales tradicionales se constituyen en parte del sistema que pretenden combatir ("Mi peor enemigo fue mi abogado", palabras de un preso poltico chileno). Concepcin de Foucault y Deleuze que nos parece decisiva. Pues se puede afirmar: toda verdadera revolucin -la Revolucin Francesa, la Sovitica o la actual de los pases de Europa del Este- se produce en el momento de encuentro de mltiples reivindicaciones sectoriales que crean, ah, su unidad. Al contrario, una reivindicacin global slo puede llevar a xitos sectoriales (por ejemplo, el fin de una dictadura, sin que por eso cambie la "dictadura" econmica, caso de Chile; otra consecuencia que se debe sacar de la experiencia chilena es, sin duda, sta: el esquema capitalista-neoliberal slo se puede implantar en pases como los latinoamericanos, mediante una dictadura sangrienta; pinsese, en sentido contrario -al menos por el momento?- en el ejemplo de Argentina). As, entonces: multiplicidad de luchas sectoriales -todos, no slo los llamados "profesionales de la escritura" pueden o deben ser "intelectuales"-, desorganizacin total de la sociedad preparada por desorganizaciones sectoriales, mtodo a seguir por una Nueva Izquierda chilena necesidad de crearla (23). As, a partir, pero slo a partir de ah, de la negatividad de su mirada, el "intelectual negativo" puede adquirir lo que algunos gustaran llamar positividad.
II
Lo anunciamos al comenzar este texto: escenas que constituyen verdaderamente nuevas escenas de lectura de la poesa mistraliana suponen la liquidacin previa de aquella antigua escena de su lectura que hemos llamado escenas de "los hijos de la Mistral". Qu "drama" pone en escena esa escena? Recurramos a la fundamental teora psicoanaltica de la transferencia, a un momento, no el menos importante, de ella. La vida amorosa del individuo, sujeta a un clich (clich es el trmino utilizado por Freud), compuesto de dos estratos; de deseos que llegan a ser conscientes para el individuo y de deseos cuyo desarrollo fue reprimido y, as, reprimidos, perduran como insatisfaccin fundamental, en el inconsciente -infantiles, por cierto, ambas clases de deseos. Si infantiles, aquellas situaciones o escenas" que repiten la "escena infantil fundamental" son particularmente aptas para revivir los deseos primarios. Estas "escenas", ejemplos clsicos: analista-analizado, analizada, confesor-penitente, profesor-alumno, alumna; esto es, relacin nio-imago del padre, de la madre, del hermano o de la hermana. La tarea de
psicoanalista consiste en utilizar la transferencia para, primero, traer a luz esos deseos inconscientes, y luego, gracias a esa toma de conciencia del analizado o de la analizada, "liquidar" la transferencia; de este modo, un grado de "libertad" que el sujeto gana en la eleccin de sus sujetos amorosos, por cierto, no se trata ni mucho menos de aceptar sin ms el psicoanlisis cuyos contenidos pertenecen al Discurso Metafsico occidental en momentos fundamentales, cuestin que nadie podr negar con seriedad, despus del trabajo desconstructivo de Derrida o de la reformulacin del psicoanlisis que implican las teoras de lmre Hermann o la Teora de la "anasemia, de la cripta y de la heterocripta de Nicolas Abraham y Mara Torok, as como en otra lnea de delimitacin crtica, la impugnacin de los contenidos terico-polticos del psicoanlisis que trabajan las obras de Foucault y Deleuze (y en la lgica de la crtica de Derrida, los ensayos de Sarah Kofman, por ejemplo, sobre la utilizacin del trmino clich por Freud, en La camera oscura. De L'idologie). Igualmente nadie puede desconocer los efectos que la transferencia provoca en la formacin de los sicoanalistas, remitimos a La carte postale y a los libros de Franois Roustang; pero en todo caso, en este caso, sobre los efectos de la transferencia en las "escenas" clsicas ya citadas, cuestin que no admite dudas. Pregunta: por qu no agregar, adems, a esa lista de "escenas clsicas" la relacin creador-crtico?. En general, esto es, como teora general del deseo crtico, teora indispensable en estos tiempos de fin de la "crtica literaria", esto es, de comprensin de cules eran -y son- los supuestos histricos y tericos de la "critica literaria", "la crtica literaria", esa invencin de la poca del Sujeto; en general, decamos, como en particular, referida al conjunto de la crtica de una obra importante. Y, en cuanto a la Mistral, por qu no preguntar por la forma y el sentido, el origen, si se quiere, del deseo crtico que ha dominado la crtica mistraliana? Evidencia: La Mistral aparece en la mitologa chilena -en la mitologa popular y en la mitologa literaria-, y esa forma de aparecer es la que nos interesa, como la Madre por excelencia (en la mitologa popular y no pocas veces en la mitologa literaria, al lado y en competencia con la Virgen Mara). Entendamos por qu Madre por excelencia: ello en cuanto Madre sin hijos. Pero entonces, si existencia de una Madre por excelencia, posibilidad que se abre, que el deseo abre, si el lugar del "verdadero hijo" aparece como vaco, de postularse como el "verdadero hijo" de la Mistral, resurgimiento -relacin de transferencia- del deseo infantil de ser el verdadero hijo" -el hijo "nico", el hijo ms amado' de la "verdadera" Madre; "verdadera Madre" queriendo decir eso que el inconsciente sabe imposible, y precisamente porque lo sabe imposible, Madre fiel, pura porque fiel, Madre-Virgen, Madre buena. Fidelidad, pureza, ser "Madre buena" de la Madre que al inconsciente no engaa; esto es, infidelidad esencial, constitutiva de las Madre que Freud, pero sobre todo lmre Hermann, Nicolas Abraham y la propia Mistral lo demostraron (24). "Verdadero hijo" de la Mistral lo ser entonces aquel crtico (o aquel subconjunto de crticos afines) que sea el ms fiel intrprete, el ms fiel defensor, el ms fiel profeta de la Madre-Mistral. Fidelidad del hijo como grito desesperado, que es grito que solicita una Madre fiel, hijo que intenta que su esforzada fidelidad se convierta, realice este milagro, que esto suceda: que su fidelidad sea la fidelidad de la Madre. Atmsfera de una especial pasividad que no se contrapone a una determinada -pero con lmites fijos, insuperables- actividad: demostrar por medio de trabajos y esfuerzos que se es el hijo "verdadero". Pasividad ante la Madre sin falta, la Madre buena, la Madre por excelencia que expresa la pasividad fundamental que domina el carcter del chileno. Relacin de transferencia, escena de transferencia, relacin no resuelta en torno a la Madre que se deja leer, no pese, sino precisamente en los intentos de "estudios objetivos" de la poesa mistraliana. Necesidad de saber escuchar con una tercera oreja", saber escuchar ciertas conexiones aparentemente inocentes, ciertas conclusiones que no se deducen necesariamente de las premisas; atencin, ante todo, a las metforas, a los giros
del lenguaje, a los prlogos, a las notas, a las excusas, etc., etc. Or, no el contenido, sino el ritmo, ritmo donde la relacin de transferencia aparece con claridad perturbante. Esa transferencia es -sicoanalticamente hablando- de signo positivo; sin embargo, existe un caso -curioso, significativo mas que en s tericamente importante desde el punto de vista del conocimiento de la poesa mistraliana- de una transferencia negativa hacia la Mistral: la triste y cndida historia de un hijo, de un "nio" rebelde; caso que, habindole examinado en otra ocasin, no examinaremos aqu. El trabajo de los "hijos de la Mistral" -hijos e hijas, naturalmente-, si bien apenas roza la grandeza de la obra mistraliana, no deja de aportar importantes elementos de trabajo: publicacin de poemas inditos, de variantes, de cartas, una mnima modificacin a la simplista concepcin que sobre las ideas polticas del poeta circulan habitualmente, incluso, por ah, algunos aciertos de lectura, etc. Evidentemente, no reprochamos a "los hijos de la Mistral" leer interesadamente, la lectura desinteresada no slo no existe, no puede, por principio, existir: la lectura supone la cpula del inconsciente de quien escribi con el inconsciente del que lee, lectura que slo es posible a partir de las escenas "propias" del inconsciente. Dos cosas reprochamos a los "hijos de la Mistral": la deshonestidad de ocultar los deseos de sus lecturas y, ante todo, la debilidad, en sentido nietzscheano, de sus deseos, de sus tan tristes deseos. Pregunta: cabe preguntar por qu la escena de los "hijos de la Mistral" pas desapercibida como escena? La respuesta es demasiado simple: la escena de "escena" Nietzsche y Freud, sus orgenes- sigue desconocida en nuestra cultura universitaria (as como igualmente, en los llamados mbitos alternativos de la Universidad, esos mrgenes de la institucionalidad reconocida que, como todos los mrgenes, slo viven del deseo de constituir, ellos, el centro, claro est, que ojal conservando, de algn modo, el hermoso adjetivo de "marginal"). Situacin de la cultura universitaria nacional -nos limitamos al mbito del cual podemos hablar con propiedad, el del estudio de la literatura y la filosofa: cuarenta o cincuenta aos de retardo respecto al pensamiento vigente en nuestra poca; y lo que todo agrava: viviendo en el pasado, se vive del pasado, lo pasado, lo muerto de ese pasado. Y si en los pases desarrollados, crisis de la Universidad -de su enseanza, de los contenidos y, ,ante todo, de las formas de su enseanza, de sus deseos, escenas, mandatos, etc-, otra cosa en Chile: intervencin y ocupacin de las Universidades. Por ello mismo, resistencia a esa intervencin y ocupacin que acudi a las antiguas fuerzas de la Universidad, fuerzas dignas y valiosas, pero respecto a la situacin universitaria mundial, frente a los graves problemas de la Universidad actual, fuerzas enteramente superadas. Por ello, se comprende que, de la cuestin de la Universidad, ante todo la cuestin de "discurso universitario" no haya sido entendida entre nosotros, ni siquiera como problema. As, tomemos el caso del estudio de las obras "literarias"; si hay conciencia, en otras partes, que ello no es posible sin un trabajo filosfico, conciencia que no llega a Chile; ms exactamente, noticias que se filtran del extranjero, antiguos estudiantes que habiendo estudiado en el extranjero o exiliados que retornan que conocen de la situacin mundial, lo que no alcanza, sin embargo, para superar el carcter amateur, el bricolage, con que se trabaja en nuestro medio con las ideas filosficas. No ms auspiciosa -en realidad, peor, es la situacin de la filosofa en Chile. Slo algunos conocimientos de pequeos fragmentos del todo del trabajo filosfico contemporneo, ese todo a partir del cual nicamente los fragmentos reciben su sentido. Voces existen que afirman que, malgr tout, existi, durante la dictadura, un trabajo filosfico serio; voces que necesitaron y necesitan hacer esas afirmaciones en cuanto su sustento econmico recursos extranjeros- y algunos simpticos viajes dependieron, precisamente, de esas afirmaciones. Pattica realidad de un tiempo perdido; as, si se intent estudiar el
pensamiento terico chileno, fundamentalmente el del siglo pasado, trabajo necesario, sin duda, lo que se logr fueron slo algunos estudios de personalidades aisladas, como si todo el largo perodo de la dictadura no hubiera alcanzado para cumplir con la totalidad de la tarea. Estudios sobre el perodo llamado de la "profesionalizacin" de la filosofa en nuestro pas, no alcanzaron el mnimo rigor acadmico. Sobre el trabajo filosfico en las Universidades estatales, ms vale, por ahora, aqu, callar. De este modo, situacin catastrfica del medio ambiente cultural chileno, una juventud que no es primeramente culpable de su ignorancia; lo que verdaderamente aterra es que las autoridades competentes (?) no se aterren ante la aterradora situacin. Situacin del estudio de la literatura y la filosofa en nuestro pas que est unida a un problema que torna la situacin ms difcil an, cuestin de la filosofa o de un pensar del espaol. Esa filosofa, ese pensar existe? Problema que se debe abordar a partir de la existencia de ciertas tradiciones de filosofa y de pensamiento. Se sostiene que, despus del fin de la tradicin latino-escolstica, existiran cuatro y slo cuatro tradiciones filosficas en la poca moderna contempornea: la tradicin francesa, la tradicin anglosajona, la tradicin alemana y la tradicin italiana. Ilusin: la filosofa, origen de la filosofa. Al contrario, se puede mostrar: las tradiciones de pensamiento modernas y contemporneas -su realidad es indiscutible- se establecieron y se mantienen desde y gracias a la voluntad poltica -voluntad de fuerza y de podero- de un Estado Nacional. De este modo, la "verdad filosfica" de una tradicin de pensamiento "depende" de una "verdad poltica", la tradicin de un modo de pensamiento constituye un "momento" del Estado Nacional. Y "contenido" de esas tradiciones de pensamiento: su ritmo, el ritmo de su pensar, de su escritura, ritmo (Nietzsche: Ms All del Bien y del Mal, 246) que constituye el "origen" y la "verdad" de una escritura nacional (Evidencia de origen nietzscheano que encontramos tambin en Rosenzweig y, por ello, en Lvinas. "Evidencia" que recibe una fuerza decisiva, en mltiples sentidos, de la lectura -slo la hemos realizado recientemente- del Parmenides, leccin del ao 42-43, de Heidegger (Gesamtausgabe, Band 54, 1982). Tesis heideggeriana: si la filosofa griega, origen y destino de la filosofa, el pensar latino, el pensar del latn, como traduccin/interpretacin, esto es, traslacin a otro suelo de la experiencia griega de la filosofa; pensamiento latino -romano cristiano- de la verdad como rectitud en tanto verdad de lo imperial del Befehl, mandato y, por tanto, de 1a Herrschaft, de la dominacin, experiencia latina que es la modernidad (como poca). As "la verdad filosfica" es la "verdad poltica" constituira el "origen" de la "verdad filosfica" o la "verdad filosfica" se revelara, en su verdad, como "verdad poltica"(25). Encuentro y desencuentro, aqu, como en tantos otros lugares, de Heidegger con Rosenzweig y Lvinas y ciertamente, con Nietzsche: encuentros y desencuentros por precisar. Y, por ello, cuestin tambin de la ausencia de una tradici6n de pensamiento espaol, Su causa: Imperio espaol que careci de voluntad de poder poltico, necesario para unificar sus mltiples escrituras (la latina: Surez; la juda: la Cbala; la rabe; la escritura barroca y las escrituras de otras regiones del Imperio) y as, unificadas, imponerlas, enfrentarlas con las otras tradiciones europeas. Consecuencia y destino: "Espaa" esa traduccin de las otras tradiciones. "Espaa", traduccin en un sentido desolador. Pues no se trata slo de este hecho: que "Espaa" traduzca y se vea obligada a traducir obras de las otras tradiciones de pensamiento. Asunto ms grave: porque ausencia de tradicin, - las obras filosficas que se escriben en "espaol", como obras "originales", no son, filosficamente, sino traducciones de obras escritas en las otras tradiciones de pensamiento europeooccidental. As, tal obra de "filosofa espaola" "original" no constituye sino una traduccin de una "obra" de la tradicin alemana, francesa, anglosajona o italiana.
Dado este estado de cosas, debemos, nosotros, latinoamericanos, y espaoles, desear crear una tradicin filosfica espaola (y portuguesa)? En modo alguno. Pues diferencia entre filosofa y pensar -distincin heideggeriana-que retomamos, sin poder discutir aqu hasta qu punto resulta sostenible o hasta que punto, es decir, con qu modificaciones puede aplicarse a nuestro problema. En todo caso, si no existe una filosofa espaola, s existe un pensar de la lengua espaola, de la Espaa clsica y de la gran escritura latinoamericana contempornea. Existe, as, una escritura del espaol cuyo ritmo es otro que el de las grandes tradiciones europeas, ritmo arcaico, ritmo por ello alejado de la "racionalidad francesa", de la "profundidad alemana", etc. Arcasmo que tiene que ver con su "origen" en ese "poema" (concepto de N. Abraham) que siguiendo a Imre Hermann, llamamos, Muerte de la Madre; la filosofa europea depende, por su parte, de (el olvido) de la Muerte del Padre -tesis de nuestro texto ya citado: "Atopiques, "etc" et indiens spirituels". Retornemos, para concluir, la cuestin de la relacin entre la catstrofe nacional y el surgimiento de nuevas escenas de lectura de la poesa mistraliana. Debemos responder a la pregunta de por qu ante todo y en primer lugar, el estudio de la poesa mistraliana representa la posibilidad de iniciar el comentario de la catstrofe nacional; debemos igualmente preguntarnos si algn principio positivo comn (ya no slo una condicin de posibilidad negativa) gua esas nuevas escenas de lectura. Comencemos por el segundo punto. Recurramos al comienzo de Kafka. Pour une lttrature mineure, Minuit, 1975, de Deleuze-Guattari. Prctica, para el estudio de Kafka, del principio de Kafka, del principio de las "mltiples entradas. Ausencia de una "entrada privilegiada" y ello porque: "Slo el principio de las entradas mltiples impide la introduccin del enemigo, el significante, y las tentativas por interpretar una obra que no se propone, en realidad, sino a la experimentacin"(26). No es el caso discutir aqu los fundamentos y resultado del mtodo propuesto por Deleuze-Guattari. Recogemos esa formulacin del principio de su lectura en cuanto ste corresponde exactamente al principio que es posible encontrar como fundamento de las nuevas escenas de lectura de la poesa mistraliana. Ausencia de un Significante -de una significacin o sentido- nico de la poesa de la Mistral, comprensin de sta como obra de experimentacin. Esto es: conciencia que ms bien que intentar alcanzar un sentido nico, la obra del poeta experiment con una multiplicidad de posibilidades ese juego nietzscheano de su obra. Por eso mismo, lecturas que son, por su parte, experimentaciones, alucinaciones -la poesa es materia alucinada, escribe el poeta", de los distintos "sujetos" de lectura. Fin de "Gabriela Mistral", lecturas de su multiplicidad. De este modo, la antigua escena transferencias de su lectura es derrotada tanto en la debilidad de su deseo como en su principio terico (suponiendo que ambos puedan separarse). Se trata, por tanto, de leer a la Mistral de este modo y con este fin: leerla como "interpretacin activa" de su obra, lectura sin todos ni verdad; escribir sobre el poeta "como escribir con ello otra cosa, nica manera de leerla" (Sobre rboles y Madres, pg. 110). De este modo, omnipresencia de la poesa mistraliana, precisamente, porque nunca, en ningn momento o lugar se presenta, ella, como nica o una. Y porque arcaica -ausencia de tradicin filosfica del espaol- su literatura es "literatura menor", en el sentido de Deleuze-Guattari; por ello, literatura enteramente poltica (Kafka, Captulo tercero). Por cierto, existen en ella momentos de especial intensidad (segn el trmino de DeleuzeKlossowski). Sealemos tres de esos momentos. El primero, la relacin -o dilogo- del poeta con la gran filosofa de nuestra poca: Heidegger, heideggerianamente entendido, y con las formas nuevas del psicoanlisis, Heidegger y las reformulaciones del psicoanlisis que el poeta no alcanz a conocer -dilogo, no por eso, menos real (hasta qu punto,
como un ejemplo de teora-imaginacin, El Instinto Filial de Hermann no podr ser considerado como un gran, pero incompleto, comentario de la poesa mistraliana?). El segundo: la experimentacin del poeta del estar como mujer -ya no Madre por excelencia -, y las lecturas que de ese estar resultan posibles y necesarias. El tercero, el ms importante: su experimentacin de su estancia como mestiza latinoamericana, de la estancia latinoamericana, su meditacin de la derrota del indgena latinoamericano y, luego, su conciencia de la inevitable derrota del mestizo latinoamericano. Meditacin de esta derrota: como si Gabriela Mistral hubiera escrito para este momento, para nuestra actual derrota, para nuestra actual desolacin -suponiendo, en forma gratuita, ciertamente, que se sepa qu entenda Gabriela Mistral por "desolacin". -No extraar a quienes conozcan la labor general desarrollada por La Morada que haya sido sta la nica institucin que organiz un Coloquio, en el centenario de Gabriela Mistral, que signific, en buena parte de las ponencias, un intento, o una realizacin, de una pluralidad de escenas de lectura de la poesa mistraliana, esto es, un fin, ah al menos, del dominio de la escena de "los hijos de la Mistral". La Morada: trabaj sectorial de y sobre la mujer chilena, morada de una "escritura femenina" en Chile. Cuestin de saber preguntar, preguntar de Gabriela Mistral. Pregunta ya no por qu las mujeres no escriben, pregunta por qu los hombres escriben, pregunta que, como su solucin, permite escribir como "mujer"; esto es, no como la entidad "mujer", sino como las distintas "posiciones", vale decir, las distintas escrituras que la palabra "mujer" recubre, es decir, ante todo, oculta. La Morada: trabajo sectorial sobre la mujer que desorganiza esa trampa: el pseudo concepto de "la mujer".
NOTAS (1) J. A. Cuevas: 'Adis Muchedumbres", 1989. (2) Nos referiremos ms adelante a nuestra escena cultural actual. Lyotard se sorprendera que tantos representantes de la cultura chilena se declaren tericamente postmodemistas, sin conocimiento de su pensamiento y de los supuestos de su pensamiento? En verdad, "postmodernista", como desconstruccin" o nmade" en su uso en Chile son palabras misteriosas que, porque no significan nada preciso, significan la impunidad intelectual con que se opera en nuestra escena cultural. Sealemos, sin embargo, que habiendo sido utilizado el concepto de "postmodemista en arquitectura y en otros dominios artsticos antes que en filosofa, existe, restringidos a esos dominios, muchas veces, un uso adecuado del trmino en nuestro medio; con todo, la significacin filosfica del trmino ha penetrado y domina, desde y como su ignorancia misma, su uso general. (3) Lyotard: Tombeau de L'intelecluel el autres papiers, Galile, 1984.
(4) Al menos en Lyotard: Le Postmoderne expliqu aux enfants, Galilc, 1988, pg. 114 y en Echange avec J. F. Lyotard", Les Cahiers de Philosophie, N.5, 1988, pg. 91. (5) Lyotard: Tombeau.... Cubierta interior del libro.
(6) Lyotard: Le Postmoderne..., p. 39. (7) Lyotard: Tombeau...., p. 86. (8) Lyotard: Id, pp. 35 y 36. (9) Citemos este texto que demuestra, si alguien tuviera alguna duda, la perspicacia poltica de Lyotard: 'Se sigue (del hecho que no existe una alternativa global al capitalismo en el cuadro de un pensamiento dialctico y de una poltica revolucionaria") que en la crisis que viene lo que estar en juego no ser el socialismo... sino la extensin de las relaciones de produccin capitalista a los pases bajo tutela burocrtica". Texto de Octubre de 1981 (Tombeau, pg. 27). Con todo, en su crtica a la 'burocracia socialista", echamos de menos en Lyotard una comprensin de necesidad de la constitucin de la URRS como sistema, no de produccin, y consumo, sino de defensa. Sistema que, por lo dems salv a Europa del nazismo. Sobre este punto, la comprensin por Bataille del rol de Stalin nos parece insuperada (La Part maudite, 1949). (10) Entre otros textos, Le Postmoderne, p. 61. (11) Lyotard, id., p. 63. (12) Lyotard: La condition posmoderne, Minuit, 1979. (13) Lyotard: Tombeau.... p. 20. (14) Lyotard: Tombeau.... p. 20. (15) Hemos trabajado estos puntos, la teora poltica de G. Mistral y P. Neruda, especialmente en relacin con Europa, en un texto que aparecer en traduccin francesa: "Atopiques", "etc" et "indiens sprirituels". (16) Lyotard: Le Postmoderne.... pp. 45 y 46. (17) id., p. 64. (18) id., p. 63. (19) Lyotard: Tombeau..., VII. (20) Entre otros textos, Discussions ou phraser aprs Auschwitz en Le fins de I'homme. A partir del travail de J. Derrida, Galilc, 1981 y en Le Diffrend, Minuit, 1983. (21) Ph. Lacoue-Labarthe: La Fiction du polilque, C. Bourgois, 1987, p. 75. Este texto de Lacoue-Labarthe ha sido comentado por Lyotard en: Heidegger et "les juifs", Galilc, 1988. (22) id., p. 63.
(23) Remitimos aqu a un solo texto: Les intellectuels et le Pouvoir" (Entretien M. Foucault - G. Deleuze), en L'Arc N, 49, 1972, pp. 3-14. (24) 1. Hermann, Linstinct filial, 1972; N. Abraham, Anasmies II, Flainmarion, 1978; sobre esa demostracin en G. Mistral, nuestro libro Sobre rboles y Madres, Ed. Gato Murr, 1984. (25) Comprensin, finalmente, por Heidegger de la esencia del fascismo (Ver E. Escoubas: Heidegger: La question romaine, la question imperiale en Hedegger, Questions ouvertes, Collge Internalional de Philosophie, 1988, pp. 173-188) (26) Op. cit., p. 7. (27) Tala.