Castellano, Jesus - El Misterio de La Eucaristia PDF
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EL MISTERIO DE LA EUCARISTA
P. JESS CASTELLANO CERVERA, OCD (Edicep, Valencia, 2004)
NDICE INTRODUCCIN I. PARA UN PRIMER ACERCAMIENTO AL MISTERIO EUCARSTICO 1. Mysterium fidei! 2. La Eucarista en la analoga de los misterios 3. El centro de la fe, del culto y de la vida 4. Una rica sntesis inicial de la teologa del Vaticano II 5. Muchos nombres para una realidad nica II. CUESTIONES DE METODOLOGA TEOLGICA 1. Hacia una renovacin de la teologa eucarstica Desde el punto de vista bblico Perspectivas litrgicas Nuevas investigaciones teolgicas Los dilogos ecumnicos Un progreso y una novedad de perspectiva 2. Temas y propuestas para un tratado teolgico sobre la Eucarista 3. Una propuesta concreta PRIMERA PARTE. LA EUCARISTA EN LA BIBLIA, EN LA TRADICIN Y EN EL MAGISTERIO CAPTULO 1: LA REVELACIN DEL MISTERIO EUCARSTICO Premisa metodolgica A: Los relatos de la institucin de la Eucarista I. TEXTOS DE LA INSTITUCIN II. CONTEXTOS DE LA INSTITUCIN 1. Una cena pascual? El problema Los indicios de una cena pascual El ritual de la Cena pascual El sentido salvfico de la Pascua 2. La pasin 3. El contexto del servicio III. LOS ELEMENTOS DE LA CENA 1. El pan 2. El vino 3. La copa IV. LOS GESTOS RITUALES DE LA INSTITUCIN V. LAS PALABRAS DE LA REVELACIN 1. Las palabras sobre el pan 2. Las palabras sobre el cliz 3. Las palabras de la anmnesis 4. La splica escatolgica VI. CONTEXTOS RITUALES SIGNIFICATIVOS VII. LAS TRES CATEGORAS IMPLICADAS EN LA INSTITUCIN 1. La cena, la cruz, la Eucarista 2. El banquete, el sacrificio y la presencia VIII. PERSPECTIVAS DE TEOLOGA BBLICA
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1. El sentido realista de las palabras de la institucin 2. El realismo de la repeticin CONCLUSIN B: Otros textos eucarsticos del Nuevo Testamento I. LOS TEXTOS EUCARSTICOS DE LA TRADICIN LUCANA 1. Los discpulos de Emas (Lc 24,13-35) 2. Los textos de los Hechos de los Apstoles II. OTROS TEXTOS PAULINOS 1. 1Co 10 2. 1Co 11,17-33 III. LA REVELACIN DEL PAN DE VIDA EN EL EVANGELIO DE JUAN 1. Cuestiones previas para la comprensin del texto Unidad redaccional Unidad literaria y doctrinal Claves hermenuticas de la exgesis moderna 2. Exgesis eucarstica de Jn 6 Los dos semeion iniciales (vv. 1-15.16-21) El discurso sobre Jess, Pan de Vida (vv. 22-51ab) El Pan que Jess dar es su carne (51c-58) Eplogo del discurso sobre el Pan de vida (vv. 59-71) 3. Orientaciones de teologa bblica Realismo personal de la Eucarista y riqueza de los misterios Los efectos de la Eucarista y la clave de comprensin del misterio 4. Otros textos jonicos sobre la eucarista APNDICE 1. La Eucarista en las prefiguraciones del Antiguo Testamento 2. Otros textos eucarsticos del Nuevo Testamento CONCLUSIN CAPTULO 2: EL MISTERIO EUCARSTICO EN LA PRIMITIVA TRADICIN DE LA IGLESIA I. LA CELEBRACIN DE LA EUCARISTA II. LA REALIDAD DE LA EUCARISTA: CARNE Y SANGRE DE CRISTO III. UNA FE ESCULPIDA Y PINTADA: LOS TESTIMONOS ARQUEOLGICOS IV. UNA FE INICIALMENTE AMENAZADA POR LAS HEREJAS CAPTULO 3: EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA SOBRE LA EUCARISTA
SEGUNDA PARTE. TEOLOGA DEL MISTERIO EUCARSTICO CAPTULO 1: LA EUCARISTA MEMORIAL DEL SACRIFICIO DE LA CRUZ I EL SACRIFICIO DE LA MISA: HISTORIA, DOGMA, TEOLOGA 1. La Eucarista como sacrificio a la luz de la historia La tradicin eclesial antigua: padres y liturgia La teologa medieval La posicin antisacrificial de los reformadores La teologa catlica postridentina La posicin actual de los protestantes 2. La doctrina del Magisterio: dogma y teologa Algunas nociones y premisas importantes La doctrina del Magisterio 3. Una cuestin de teologa eucarstica: la esencia del sacrificio de la misa Teoras teolgicas sobre el sacrificio de la misa Teoras de la inmolacin mediante la mutacin o cambio en la vctima Teoras de la oblacin mstica Teora de la inmolacin mstica Teoras de la presencia sacramental Para un intento de sntesis
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4. Conclusin Fines y frutos del sacrificio de la misa II. MATERIA Y FORMA DE LA EUCARISTA 1. La materia de la Eucarista El pan El vino Inculturacin de la materia de la Eucarista? Nuevos problemas de carcter mdico 2. La forma de la Eucarista Teologa de la palabra eucarstica Teologa de la plegaria eucarstica APNDICE: la concelebracin: cuestiones teolgicas y litrgicas 1. El problema histrico 2. La teologa de la concelebracin 3. Dimensin litrgica CAPTULO 2: LA PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA EUCARISTA I. PANORAMA HISTRICO 1. La antigedad cristiana 2. La teologa medieval 3. La posicin de los reformadores 4. La teologa postridentina II. EL DOGMA DE LA PRESENCIA REAL 1. La presencia real de Cristo en la Eucarista Afirmaciones dogmticas Algunas anotaciones 2. La transubstanciacin Afirmacin dogmtica Explicacin de la terminologa Sentido de la definicin Ulteriores precisiones del Magisterio 3. Corolarios de la presencia eucarstica Afirmaciones del Magisterio Algunos apuntes III. PROFUNDIZACIONES TEOLGICAS SOBRE LOS TEMAS DE LA PRESENCIA REAL Y DE LA TRANSUSTANCIACIN 1. La presencia de Cristo en la Eucarista El marco teolgico-celebrativo Culmen de la presencia personal y sacramental de Cristo en la Iglesia Una presencia que se comunica a partir del misterio pascual 2. La transubstanciacin Aplicaciones metafsicas Las teoras fisicistas Las teoras simblicas Perspectiva teolgica APNDICE: El culto eucarstico fuera de la Misa CAPTULO 3: LA EUCARISTA, BANQUETE SACRIFICIAL. COMUNIN CON CRISTO Y CON LOS HERMANOS EN LA IGLESIA I. PANORAMA HISTRICO II. ENSEANZAS DEL MAGISTERIO III. INVESTIGACIONES TEOLGICAS 1. La Eucarista comunin con Cristo: riqueza de aspectos y compromisos 2. La Eucarista comunin con el Espritu Santo 3. La Eucarista comunin con la Iglesia 4. La Eucarista y la fraternidad humana 5. La Eucarista en dimensin escatolgica Eucarista y comunin de los santos Eucarista y glorificacin final
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Los nuevos cielos y la nueva tierra 6. Sntesis de fe y de vida APNDICE: Eucarista, dilogo ecumnico e intercomunin CONCLUSIN: EUCARISTA Y VIDA I. EUCARISTA, PLENITUD DE VIDA 1. Plenitud de comunin con la Trinidad 2. Plenitud de vida eclesial 3. Plenitud de humanidad II. LOS LMITES DE LA EXPERIENCIA EUCARSTICA: YA Y TODAVA-NO 1. El todava-no de la Iglesia eucarstica 2. Celebrar y proclamar la esperanza III. LOS COMPROMISOS DE VIDA EUCARSTICA 1. Una misteriosa eficacia que no depende de nuestro empeo 2. El compromiso de la evangelizacin 3. El testimonio de vida eucarstica IV. POR UNA IGLESIA DE ROSTRO EUCARSTICO BIBLIOGRAFA GENERAL
INTRODUCCIN
1. Mysterium fidei!
Al comienzo del tratado sobre la Eucarista es necesario recordar que nos disponemos a estudiar el Mysterium fidei, como proclama la Iglesia cada da en la aclamacin, despus de la consagracin. Podemos decir que, la Eucarista es el misterio de la fe en cuanto que contiene a Cristo en su misterio de salvacin y en l convergen todos los otros misterios de la Iglesia. Es el misterio que est en el centro de la fe y de la vida del Pueblo de Dios. Es la recapitulacin de todos los misterios. La Eucarista, en cuanto misterio de fe, compromete cotidianamente, probablemente ms que otros misterios, la fe personal y eclesial. De hecho, cada da nos encontramos con este misterio en la celebracin eucarstica, como sacerdotes y como simples cristianos; a diferencia de otros sacramentos, que se reciben de una vez para siempre (bautismo, confirmacin, orden sacerdotal), o de tanto en tanto, como la penitencia, o de otras verdades de fe, que quedan lejanas de nuestra consideracin inmediata, la Eucarista exige de nosotros, por el contrario, un acto de fe cotidiano y renovado.
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Se puede decir, adems, que la Eucarista constituye el misterio que demanda la opcin fundamental de la fe. As fue en el momento de la revelacin del misterio del Pan de vida (Jn 6, 60ss.). As es para los hombres de todos los tiempos que deben confesar la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino y la realidad del sacrificio de nuestra redencin, all contenido. Cuando en ciertos momentos de la historia se ha debilitado la fe, se ha tratado, en seguida, de reducir el alcance del misterio para hacerlo comprensible y razonable, vacindolo, sin embargo, de sus contenidos. Pero, de manera espontnea, junto a la infiltracin de tales teoras en el Pueblo de Dios, se ha sentido una espontnea, apasionada y amorosa reaccin de adoracin hacia la Eucarista, del mismo modo que el cuerpo reacciona cuando un elemento extrao se infiltra en el organismo. La fe viva, pues, atenta a los propios fundamentos a los que alcanza la certeza de la revelacin y de la verdad Escritura, Tradicin, Magisterio y con la fuerza sobrenatural que le es propia, permanece como el primer y constante presupuesto metodolgico para el estudio de la Eucarista, tanto para quien explica la materia, como tambin para quien la escucha y la sigue. A este propsito, podemos recordar las palabras de Pablo VI en la Encclica sobre la Eucarista Mysterium Fidei (3-XI-1965): En primer lugar queremos recordaros una verdad bien sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno de racionalismo, verdad que muchos catlicos han ratificado con su propia sangre y que clebres Padres y Doctores de la iglesia han profesado y enseado constantemente, esto es, que la Eucarista es un altsimo misterio, ms propiamente, como dice la Sagrada Liturgia es el Mysterium Fidei: slo en l, de hecho, como sabiamente dijo Nuestro predecesor Len XIII, se contienen con singular riqueza y variedad de prodigios, todas las realidades sobrenaturales... Luego es necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhirindonos firmemente a la divina Revelacin (nn. 1520ss.). Pero al hablar del misterio eucarstico, no es necesario insistir solamente en la dimensin de misterio, como si se tratase slo de oscuridad de fe en la Eucarista; la fe es tambin luminosa, es ms, debe clarificar que el sentido de misterio, segn el genuino significado bblico, nos remite a una manifestacin del designio de Dios escondido, a una revelacin y comunicacin de su vida. Y en este sentido tenemos en el misterio eucarstico una sntesis de la revelacin. Como afirma un exegeta catlico: En la Santsima Eucarista tenemos todo lo que Dios ha hecho y har en la historia de la salvacin (A. Stger). Un texto del concilio Vaticano II recuerda: En la santsima Eucarista se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo que con su carne vivificada y vivificante por la fuerza del Espritu Santo, da la vida a los hombres (PO 5). Se trata de un texto plenario, lleno de referencias a la realidad del misterio de Cristo en el Espritu.
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En efecto, cuanto ms se profundiza en el misterio de la Eucarista, tanto ms se percibe su riqueza teolgica. Cada aspecto de la fe y de la vida cristiana encuentra en l un punto de referencia. En efecto, es la sntesis y el culmen del misterio y de los misterios cristianos: es fuente y culmen de la evangelizacin (PO 6 y AG 9). De hecho, este misterio contiene y celebra el misterio pascual de Cristo, piedra clave de toda la economa de la salvacin. 2. La Eucarista en la analoga de los misterios Un principio metodolgico til de la teologa es el de la analogia mysteriorum o el de la connexio mysteriorum, es decir, el estudio de la relacin entre los misterios y, en consecuencia, el vnculo entre la teologa eucarstica y los otros tratados teolgicos. He aqu, pues, una breve sntesis que ayude a comprender, ya desde el comienzo, el sentido de unidad de la teologa en torno a la Eucarista. Con la teologa trinitaria. Son muchas las relaciones de la Eucarista con la Trinidad. Es el don del Padre, la presencia del Verbo encarnado, muerto y resucitado, la efusin del Espritu Santo. En la celebracin litrgica, la plegaria eucarstica expresa, con toda su riqueza, el dinamismo trinitario descendente y ascendente de la historia de la salvacin que culmina y se hace presente en la Eucarista. Es un misterio que lleva en s una caracterstica impronta trinitaria y la inscribe en el misterio de la Iglesia y del cristiano, el cual accede a la plenitud de la vida trinitaria por la Eucarista, hecho partcipe de la divina naturaleza (UR 15). Con la teologa de la creacin. Se distingue un vnculo particular. Los frutos de la tierra y del trabajo del hombre se transforman, sustancialmente, en el cuerpo y en la sangre de Cristo. La accin poderosa de Dios Creador, que crea las cosas de la nada es invocada, a menudo, por los Padres para dar razn de la transformacin de los elementos. Como indica muy bien la Constitucin GS 38, el valor de las cosas creadas y del trabajo del hombre tiene como culmen la Eucarista. Con la Cristologa. El nexo es, todava, ms explcito y rico. El misterio eucarstico, de hecho, hace referencia a la luz de la revelacin, a la encarnacin, a la pasin y muerte, a la resurreccin del Seor, a su definitivo retorno. Cristo mismo, en la plenitud de sus misterios y en la eficaz fecundidad de la redencin, se hace presente y se comunica, a partir del misterio de su Pascua. Con el tema de la Gracia. Podemos comprender el nexo tan pleno del misterio de la gracia porque la plenitud de la vida divina se nos comunica con este misterio que contiene, como se expresa el concilio de Trento, no slo la santificacin, sino al autor mismo de la santidad 1. l nos abre, de hecho, a la comunin trinitaria, a la conformacin con Cristo, a la vida segn el Espritu y a la plenitud de la filiacin divina.
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Las virtudes teologales. Estn en ntima relacin con la Eucarista. sta las exige y las ejercita, las alimenta y las hace crecer. Es misterio de fe, sostn y vitico de la esperanza que nos da la prenda de la vida futura (futurae gloriae nobis pignus datur). De modo muy especial, es el sacramento de la caridad, segn cuanto dice santo Toms: Del mismo modo que el bautismo es llamado el sacramento de la fe, as la Eucarista es llamada sacramento de la caridad, que es el vnculo de la perfeccin (S. Theol. III, q. 73, a. 3 ad 3). De hecho, ella posee y comunica un dinamismo operativo de caridad hacia Dios y hacia el prjimo, en cuanto culmen del amor de Cristo por el Padre y los hermanos, memorial de su muerte gloriosa. Con el tratado sobre la Iglesia las relaciones son de una gran riqueza y fecundidad. Se pueden resumir en el doble aforismo acuado por H. de Lubac: La Eucarista hace la Iglesia. La Iglesia hace la Eucarista. Tan ntima relacin se deduce de la teologa patrstica y medieval, en la cual la equivalencia de las expresiones Eucarista=Corpus Mysticum es fuertemente subrayada. En efecto, la Eucarista es el Corpus mysticum, es decir, sacramental de Cristo. Y la Iglesia es el Corpus reale, el cuerpo de Cristo aqu en la tierra. Se puede afirmar con la teologa ms iluminada que el culmen de la eclesiologa es, precisamente, la eclesiologa eucarstica. De hecho, la Iglesia es el Cuerpo del Seor en virtud de la Eucarista, que es el Cuerpo y la Sangre del Seor que hace de todos un solo Cuerpo y un solo Espritu. La Iglesia es revelada plenamente por la Eucarista en su misterio y en sus exigencias. Ella alcanza en plenitud su ser, el Cuerpo del Seor. Adems, fuera de la Iglesia no hay Eucarista. La ordenacin de todos los sacramentos hacia el misterio eucarstico es tema clsico de la reflexin teolgica. Ya ha sido ampliamente expuesta por santo Toms de Aquino en la S. Theol. III, q. 65, a.2. Bautismo y confirmacin, sacramentos de iniciacin cristiana, miran hacia su cumplimiento y hacia la continua renovacin de su propia gracia, que se realiza en la Eucarista. Particulares vnculos y exigencias median entre el sacramento de la penitencia y la uncin de los enfermos con la Eucarista. El orden sagrado est en funcin de la celebracin del misterio; la gracia del matrimonio cristiano se acrecienta y profundiza en el misterio eucarstico que es, tambin, misterio nupcial, momento de alianza entre Cristo y su Iglesia, modelo de la donacin de los esposos. Finalmente, con la escatologa las relaciones son mltiples. Es el banquete del Reino y la promesa de la gloria futura. Celebramos el misterio hasta que l vuelva, o en espera de su venida. Es prenda de la resurreccin futura (Jn 6, 54), frmaco de inmortalidad y medicina que nos preserva de la muerte (san Ignacio de Antioqua, Ad Eph. 20, 2). La Eucarista, presencia del Resucitado, es pascua del universo, anuncio de los cielos nuevos y de la tierra nueva (GS 38-39). La Eucarista, semilla de inmortalidad depositada en nuestro cuerpo, es prenda y esperanza de la resurreccin final de la carne.
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En sntesis, el misterio eucarstico contiene una referencia al pasado salvfico hecho presente en el memorial de la Pascua del Seor. Es la plenitud de la salvacin en el hoy de la Iglesia que, casi nace y renace sacramentalmente del misterio de la cruz celebrado en la Eucarista. Ella suscita y celebra la necesaria tensin escatolgica hacia el futuro. Segn atestiguan el NT y los escritos primitivos, as como la Didach X, es en el interior de la celebracin eucarstica donde florece en los labios de la Iglesia el grito escatolgico: Marana-th: Ven Seor, Jess! 3. El centro de la fe, del culto y de la vida El misterio eucarstico es el centro de la fe, como se ha dicho, porque contiene el misterio pascual, kerigma fundamental de nuestra salvacin: el misterio de Cristo salvador y la confesin de nuestra salvacin. Es el centro del culto cristiano porque la Eucarista es el momento central de la vida de la Iglesia, fuente y culmen de su experiencia, como expresa bien la Constitucin SC 10. Es el centro de la vida porque de la celebracin eucarstica, fuente y culmen de la vida de la Iglesia, manan los dones de la gracia y nacen compromisos precisos de vida personal, comunitaria y social. La consideracin plenaria del misterio nos permite explicitar, con la teologa clsica, los tres aspectos de la Eucarista: sacramentum: y, por consiguiente, el sacrificio eucarstico en sus componentes, el pan y el vino transformados en el cuerpo y en la sangre del Seor; res et sacramentum: la celebracin misma con toda su riqueza de contenidos; res sacramenti: la gracia sacramental de comunin con Cristo y con la Iglesia que lleva a desarrollarse en una existencia, en un compromiso de vida eucarstica en la Iglesia y en el mundo.
El concilio Vaticano II, a pesar de no haber tratado, ex profeso, el misterio eucarstico, traz una sntesis autorizada a travs de algunos nmeros clave que nos permitimos slo recordar en su contenido esencial: SC 47: La sntesis del misterio de la Eucarista.
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LG 3, 7: Centralidad de la Eucarista en el misterio de Cristo y de la Iglesia; 11: aspecto cristolgico y eclesial; 26: el centro de la teologa de la Iglesia local: la Eucarista hace la Iglesia. PO 5-6: Presencia personal, accin del Espritu, fuente y culmen de la vida de la Iglesia y de su accin pastoral. UR 15: La celebracin eucarstica y su dimensin trinitaria y eclesial en las Iglesias de Oriente. AG 9: Eucarista y evangelizacin. GS 38: Perspectivas csmicas y escatolgicas del misterio eucarstico. Una primera y rica sntesis de las enseanzas conciliares se encuentra en la Instruccin Eucharisticum Mysterium de 25 de mayo de 1967. El Catecismo de la Iglesia Catlica nos ofrece, en su segunda parte, seccin segunda, art. 3, un breve pero intenso tratado catequtico sobre la Eucarista en los nn. 1322-1419. Se trata de un texto que es preciso tener presente para la sntesis teolgica que la Iglesia misma nos ofrece.
Muchos son los nombres de la Eucarista en la tradicin eclesial. Es preciso, ya desde el principio, tener esto en cuenta como lo hace el Catecismo de la Iglesia Catlica nn. 1328-1332. Fraccin del pan (fractio panis, klasis tou artou), expresin que nos remite al gesto de la Cena, a la accin de Jess entre los discpulos de Emas (Lc 24, 13-25), a la praxis de la comunidad apostlica (Hch 2, 42-46; 20, 7-11). Coena dominica, Cena del Seor o seorial (Kyriakos deipnos: 1 Co 11, 20), en referencia a la Cena en la que Cristo instituy la Eucarista y a la Cena que comparte con nosotros, en espera del banquete escatolgico (Ap 3, 20). A veces, se sintetiza en la palabra Dominicum o convivium dominicum. Sinaxis eucarstica, asamblea eucarstica (1 Co 1, 17-23), celebrada en la reunin de los fieles.
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Eucarista o Accin de gracias, en referencia al agradecimiento cumplido por el Seor en la ltima Cena y al agradecimiento de la Iglesia en su plegaria eucarstica. Hoy se prefiere celebracin eucarstica. Alguna vez se habla, tambin, de euloghia, bendicin. En latn litrgico se designa con trminos como actio, sacrificium, munera, mysteria, mysterium, oblatio, sacramentum (Sanctissimum sacramentum), victima sancta.... Sacrificio (santo), en todas las acepciones: de la misa, vivo y verdadero, de alabanza, espiritual... Memorial, del hebreo zikkarn: accin que representa el acontecimiento, las palabras de Jess en la ltima Cena: Haced esto en memoria ma. Anaphora, prosphora (la accin de la oblacin, y los dones ofrecidos) que indican la plegaria eucarstica y la presentacin-ofrenda de los santos dones. Ta Aghia, sancta las cosas santas, con el primitivo sentido del sanctorum communio, comunin en las cosas santas, segn la antigua frmula de presentacin de los dones antes de la comunin: ta aghia tois aghiois, las cosas santas a los santos. Leitourghia, santa o divina, que indica la celebracin eucarstica en Oriente. Corpus Christi, caro Christi, Sanguis Christi, aplicada a las realidades eucarsticas del cuerpo y de la sangre del Seor. Comunin, Koinonia, segn la terminologa paulina de 1 Co 10, 16-17. Missa, misa, Missarum sollemnia... En referencia al sentido primitivo de missa est oblatio ad Deum (ha sido enviada la oblacin al Seor), al significado de envo o de misin, despus de la celebracin: dimissio, missio... Pan, vivo y verdadero... en referencia a Jn 6... Panis angelicus o panis angelorum, segn la liturgia del Corpus, compuesta por S. Toms. Quddasa, Qurbana: cosas santas, oblacin, segn la terminologa oriental, siraca y caldea... Frmaco de inmortalidad, vitico...
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El perodo que va desde el ao 1965, ao en que finaliza el concilio Vaticano II y ao de la publicacin de la Encclica de Pablo VI sobre la Eucarista Mysterium Fidei, hasta nuestros das, ha sido particularmente fecundo en escritos sobre la Eucarista. En las bibliografas especializadas se cuentan ms de 2000 ttulos bibliogrficos. En torno a la Eucarista, a nivel de investigacin teolgica y de praxis litrgica se recogen y concentran muchos intereses de diferentes tipos: exegtico, teolgico, litrgico, pastoral, ecumnico... Trataremos de ofrecer una breve panormica:
Desde el punto de vista bblico Son muchos los estudios exegticos que han ofrecido una rica y renovada exgesis y teologa bblica sobre los as llamados relatos de la Institucin. En particular, cabe destacar los estudios literarios, ambientales, como aqullos que hacen referencia al tiempo pascual, los ritos de la Pascua juda y su relacin, real o inexistente, segn las diversas sentencias, con la institucin eucarstica... Particular importancia revisten los estudios bblicos sobre el gnero literario subyacente a la institucin de la Eucarista, a partir de las plegarias bblicas, de modo especial la Berakh y la Todh. Son notables tambin, los estudios referentes a la teologa de Juan sobre el pan de vida, a nivel de exgesis y de teologa. Igualmente algunos autores se aventuran en una posible relectura eucarstica de otros textos del N.T., adems de los conocidos de Pablo y de los Hechos de los Apstoles.
Perspectivas litrgicas La publicacin y el renovado estudio de las plegarias eucarsticas y anforas de Occidente y de Oriente suscit un gran inters: textos, estructura, contenidos teolgicos... con la historia de las fuentes y la necesaria complementariedad de las tradiciones litrgicas orientales y occidentales. Se aade tambin el hecho de la composicin de las nuevas plegarias eucarsticas
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oficiales de la Iglesia y de las libres, que proliferaron, especialmente, en el momento de la renovacin litrgica. Desde el punto de vista de la renovacin litrgica son innumerables los estudios sobre la reforma de la celebracin litrgica, la concelebracin, la comunin bajo las dos especies y los nuevos textos del Misal romano y del Leccionario.
Nuevas investigaciones teolgicas La teologa eucarstica se ha enriquecido, notablemente, con diversas contribuciones y perspectivas: de orden simblico y sacramental, sobre la perspectiva antropolgica y cultural de los elementos de la Cena y de la estructura de la Cena y de la misa como comida sagrada o banquete sacrificial; de investigaciones referentes a la presencia real en el mbito de una teologa de la presencia de Cristo en la Iglesia; de otros aspectos complementarios de especialmente a nivel eclesiolgico, tico, poltico... la vida eucarstica,
Los dilogos ecumnicos Fruto de una nueva postura hacia la Eucarista y de nuevos estudios e investigaciones bblicas y sobre la tradicin litrgica son los dilogos sobre este tema: la convergencia inicial con los ortodoxos; los progresos del dilogo con los anglicanos; las nuevas posturas de algunos protestantes; Estos progresos son destacados en los Documentos de dilogo bilaterales con la Iglesia Catlica, y de modo especial en el BEM (Bautismo, Eucarista, Ministerio) o Documento de Lima preparado por la comisin Fe y Constitucin del Consejo Ecumnico de las Iglesias de Ginebra, de 1982.
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Se puede decir que hoy, no son de gran inters para la teologa las encarnizadas discusiones anteriores al Vaticano II sobre la teologa de la presencia real, con las diferentes explicaciones de tipo escolstico o moderno; pocos son los estudios que se preocupan de poner en claro la modalidad del sacrificio eucarstico y la relacin con el nico sacrificio de la cruz; son tambin lejanas las posiciones teolgicas que negaban la presencia real y la transustanciacin de los aos 60 y 70. Pero es preciso preguntarse si estos problemas no deben proponerse de nuevo, con fuerza, a la luz del Magisterio de la Iglesia, evitando algunas posiciones superficiales. Mayor inters se revela de la visin global de la Eucarista a la luz de la Biblia y de la tradicin cultual del memorial de la Pascua. Nuevos temas teolgicos, como la relacin entre el Espritu Santo y la Eucarista o la Eucarista y la Iglesia han atrado la atencin de los telogos. Mucho inters han suscitado las cuestiones existenciales y sociales en referencia al necesario influjo de la celebracin eucarstica en la vida personal y social de los cristianos, segn la tradicin bblica y patrstica. El mismo inters ecumnico de la cuestin lleva a reencontrarse en un lenguaje comn y posiciones teolgicas conciliadoras, aunque estemos todava lejos de alcanzar una verdadera convergencia ecumnica en la doctrina eucarstica.
La riqueza de aspectos parciales en la reflexin sobre la Eucarista parece estar en contraste con la exigidad de los resultados globales a nivel de tratados orgnicos. Segn G. Colombo, uno de los ms competentes telogos italianos: Desde hace ya veinte aos la reflexin teolgica sobre la Eucarista est sustancialmente parada. Los resultados obtenidos en el fervor de la renovacin han sido ratificados. Pero se observa todava una falta notable en el campo de los manuales. Sntesis apreciables se dan alguna vez a nivel de manuales parciales, en el mbito bblico o litrgico. Falta, no obstante, una exposicin global armnica. Los textos que se han arriesgado a proponer una sntesis son insatisfactorios o, de nuevo, incompletos. Sobre este tema considero extremadamente importante algunos estudios fundamentales, con la correspondiente bibliografa.
Bibliografa
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G., COLOMBO, Per il trattato sullEucaristia, en Teologia 13 (1988) 95-31; 14 (1989) 105-137. C. MAGNOLI, Saggio di bibliografia eucaristica (1980-1989), en AA.VV., LEucaristia celebrata: professare il Dio vivente. Linee di ricerca, Roma, CLV, 1991, pp. 126-146. C. ROCCHETTA, Introduzione: Universa nostra charitas est Eucharistia, en Universa nostra charitas est Eucharistia. Per una teologia dellEucaristia come teologia della comunione e del servizio, Bologna, Ed. Dehoniane, 1994, pp. 11-28. PHILIP J. ROSATO, Linee fondamentali e sistematiche per una teologia etica del culto, en AA.VV., Liturgia. Etica delle religiosit, Coro di Morale V. 5, Brescia, Queriniana, 1995, pp. 11-73.
El estudio de G. Colombo, de carcter sistemtico, pasa revista, en la primera parte, a algunas de las primeras sntesis y contribuciones sobre la Eucarista del perodo postconciliar. Adems de resaltar algunos problemas (presencia real, simbolismo), el autor considera que el endurecimiento de los tratados clsicos ha llevado a una indecisin en la propuesta de nuevos, vlidos y actualizados tratados o manuales sistemticos. En la segunda parte del estudio toma en consideracin algunos de los tratados cientficos ofrecidos recientemente por algunos autores para el estudio sistemtico, haciendo notar valores y defectos. Entre otros los de J. De Bacciocchi, J. Betz en Mysterium Salutis, J. Auer, M. Gesteira Garza, J. A. Says, J. Saraiva Martins y L. Ligier en sus respectivos tratados. Por su parte, el telogo milans propone una posible futura articulacin del tratado en estos tres puntos de contenido y de mtodo: 1. La celebracin de la Eucarista: revelacin de la existencia del rito en la complejidad de sus elementos constitutivos como hecho histrico; y, consecuentemente, la identificacin de su razn de existir. 2. El significado de la Eucarista. Dicho significado debe ser puesto a la luz a partir de la relacin con Cristo, tanto en la institucin de la Eucarista, como en su relacin con el Cristo actual de la gloria. Junto a este principio cristolgico se debe enuclear la relacin con la Iglesia, el tema de la presencia y del sacrificio, posiblemente en una unidad de propuesta, la relacin con el Cristo glorioso y el vnculo con el misterio cristiano en toda su complejidad. 3. El tercer momento de la reflexin teolgica debe clarificar la finalidad de la Eucarista en su orientacin eclesiolgica, la cual requiere tambin una reconstruccin de la eclesiologa a partir de la Eucarista.
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La contribucin de C. Magnoli propone, ordena y analiza los estudios ms importantes sobre la Eucarista de manera descriptiva; estos datos nos hacen percibir las lneas en las que se mueven los intereses del ltimo decenio: 1. Reseas bibliogrficas. 2. Estudios bblicos. 3. Estudios litrgicos y entre estos: a) los manuales; b) la Misa del Vaticano II; c) la cuestin de la ritualidad; d) la historia de la celebracin eucarstica; e) la plegaria eucarstica, con una atencin especfica a dos autores italianos con contribuciones de gran relieve (C. Giraudo y E. Mazza), y otros que han estudiado la tradicin de las anforas, con una atencin particular al tema de la epiclesis. Algunos de estos estudios, recogidos en la bibliografa general y en las bibliografas propias de cada captulo sern tenidos en la debida consideracin. El estudio de C. Rocchetta es de carcter propositivo y metodolgico. Se funda, de hecho, en los sensibles cambios que la teologa de la Eucarista experimenta, inmediatamente, desde la primera concepcin primitiva a una teologizacin posterior, hasta el momento del nacimiento del tratado teolgico sobre la Eucarista. Efectivamente, al principio prevaleca el trinomio indisociable: Iglesia, eucarista, caridad. Despus se impuso otro trinomio: Praesentia realis, Sacrificium, Sacramentum. Hoy se dan urgencias teolgicas que requieren la atencin para una serie de temas teolgicos conectados con la Eucarista y la vida de la Iglesia: Del hombre al Cristo de la Eucarista. Del Cristo a la Eucarista del hombre. De la Eucarista a la Trinidad. De la Trinidad a la Iglesia de la Eucarista. De la Iglesia de la Eucarista a la Iglesia de la caridad. De la Iglesia de la caridad a la Iglesia del servicio al mundo. La propuesta de P. J. Rossato acenta el carcter tico-normativo de la Eucarista, como momento antropolgico, vivido por Cristo, ordenado al culto a Dios y a la vida cultual de los cristianos. Como se puede apreciar son perspectivas complementarias, acentuaciones temticas y metodolgicas que estn todava buscando una sntesis omnicomprensiva.
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3. Una propuesta concreta La reflexin de G. Colombo pone en guardia a quien quisiera escribir un tratado teolgico. Cada autor, corre el riesgo de incurrir en inevitables carencias de mtodo, de contenidos y de estructura. Con todo, una eleccin debe hacerse a la espera de tiempos ms maduros para un nuevo tratado orgnico. En este sentido nuestra propuesta se articula desde una visin general del misterio eucarstico en dos partes: I PARTE: LA EUCARISTA A LA LUZ DE LA ESCRITURA, DE LA TRADICIN PATRSTICA PRIMITIVA Y DEL MAGISTERIO. II PARTE: TEOLOGA DEL MISTERIO EUCARSTICO CONCLUSIN: EUCARISTA Y VIDA.
La primera parte, dividida en tres grandes captulos, quiere pasar revista a la revelacin del misterio eucarstico, a la primitiva tradicin patrstica y litrgica y a los documentos ms importantes de la Iglesia. Mientras que el tratado de la revelacin es ms preciso y concreto; para las otras dos partes se ha procurado una visin de conjunto. La segunda parte estudia, en sntesis y con un cierto vnculo que debe ser tenido siempre presente, los tres grandes temas de la Eucarista, con la sabia propuesta de distinguir para unir: el sacrifico, la presencia y el banquete de comunin. Tambin desde el carcter esquemtico de cada una de las partes se trata de dar plena razn de los temas teolgicos que un tratado sobre la Eucarista no puede, de ninguna manera, dejar como informacin y como tendencia teolgica segura. Una conclusin, del mismo modo que al principio una premisa, trata de poner de nuevo a la Eucarista en el centro de la vida de la Iglesia, para una Iglesia que sea comunidad eucarstica y presente en el mundo, un rostro eucarstico. A esta tradicin de carcter dogmtico se debera aadir un tratado de ndole histrica, litrgica y pastoral sobre la celebracin de la Eucarista 2.
PRIMERA PARTE
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PREMISA METODOLGICA: Algunos autores comienzan el tratado con una referencia a la realidad antropolgica de la Eucarista (pan y vino), banquete de comunin, sacrificio, etc. Otros prefieren partir de la prefiguracin de la Eucarista en el A.T. Personalmente me parece ms correcto referirme al origen mismo de la Eucarista en su revelacin del N.T., volviendo a poner en orden la institucin de la ltima Cena, la praxis de la Iglesia en el N.T., la revelacin de la Eucarista en Juan, puesto que se trata de un texto ms tardo, y otros textos eucarsticos del N.T. La parte ms larga e importante es, sin duda, la que hace referencia a la Institucin, en la cual tratamos de recoger toda una rica teologa bblica que resume las prefiguraciones de la Eucarista en el A.T.
Sumario: La exposicin del tema est articulada y requiere una visin clara del conjunto ya desde el principio. Estos son los temas progresivos a tratar: 1. Los textos de la institucin. 2. Los diferentes contextos. 3. Los elementos de la Cena. 4. Los gestos rituales. 5. Las palabras de la institucin y su significado. 6. Contextos rituales significativos. 7. Las tres categoras indisolublemente unidas: cena, presencia, sacrificio y cena, cruz, misa. 8. Algunas orientaciones de teologa bblica.
Bibliografa: Adems del tratado general que se encuentra en los manuales son interesantes para el estudio bblico: AA.VV., La Cena del Signore en Parola Spirito Vita, Quaderni di lettura biblica n. 7, Bologna, Ed. Dehoniane, 1987.
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P. BENOIT, I racconti dellIstituzione dellEucaristia e il loro valore, en Esegesi e Teologia, Roma, Ed. Paoline 1964. J. COPPENS, LEucharistie, sacrement et sacrifice de la Nouvelle Aliance, fondament de lEglise, en J. GIBLET, Aux origines de lEglise, Descle de Broker, 1965, pp. 210-239. A. DESCAMPS, Le origini dellEucaristia, en AA.VV. LEucaristia, simbolo e realt, pp. 53-111. J.L. ESPINEL, La Eucarista del Nuevo Testamento, editorial San Esteban, Salamanca 1980. E. GALBIATI, LEucaristia nella Bibbia, Miln, IPL 1982. J. JEREMAS, Le parole dellultima Cena, Brescia, Paideia 1973. F.X. LON-DUFOUR, Le partage du pain eucharistique selon le Nouveau Testament, Pars, Seuil 1982; vers. italiana: Condividere il pane eucaristico secondo il Nuovo testamento, Turn-Leumann, LDC, 1983. A. MARCHADOUR (y otros) LEucaristia nella Bibbia, Turn, Gribaudi 1983. S. CIPRIANI, Eucaristia, en Nuovo Dizionario di Teologia Biblica, Ed. Paoline 1988, pp. 521-530. Aqu nos podemos referir a los comentarios bblicos a los textos de la institucin de Mateo, Marcos, Lucas, Pablo...
La tradicin de los apstoles nos ha transmitido adecuadamente cuatro textos o relatos de la institucin de la Eucarista en la ltima Cena. Estos son: Mc 14, 22-24; Mt 26, 26-28; Lc 22, 19-20; 1 Co 11 23-26.
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La antigedad de los textos est aseguradaza, especialmente por Pablo que se refiere a una transmisin hecha a la Iglesia de Corinto al comienzo de su predicacin. Pero tambin por la tradicin del arcaico texto de Marcos. Se han elaborado numerosos estudios, como se puede ver en la abundante bibliografa, sobre estos textos. Estamos ya muy lejos de tener que construir una apologtica sobre la autenticidad de los textos contra la crtica liberal y racionalista que no quera creer, de ninguna manera, en la institucin de ritos sacramentales por parte de Jess. La actual exgesis sobre los textos de la institucin est bastante acorde en la sustancia, exceptuando algunas posiciones minimalistas. El inters de los biblistas es de diverso gnero: algunos quieren colocar las palabras de Jess en la ltima Cena en el contexto de las comidas de Jess con sus discpulos. Para otros el inters hace referencia a la conciencia que Jess tena de su muerte inminente, cuando se alude a ella en las palabras sobre el pan y sobre el cliz, y por lo tanto, sobre el sentido de su sacrificio existencial prximo. Para otros se trata de tener una comprensin global de los textos a la luz de la tradicin judaica tanto de las comidas, como especialmente de la Cena Pascual. El inters global, consecuentemente, se desplaza de un estudio de las palabras de la institucin para encontrar una prueba de la presencia real a la comprensin total de las palabras de Cristo en el texto transmitido, en la posible reconstruccin de sus palabras arameas o hebreas, en la plena comprensin de dichas palabras institutivas y en la densidad de los diferentes contextos rituales y existenciales. Por eso, el estudio atento de los textos y de sus semejanzas, de los contextos, y del significado global de la revelacin que Jess ha hecho y que la comunidad apostlica nos ha transmitido, con la exacta pardosis de las palabras de la cena, debe ser meticuloso y preciso, de manera que se puedan captar todas las resonancias originadas por las palabras del Seor y toda la teologa que la comunidad primitiva ha sido capaz de descubrir en las mltiples alusiones. He aqu en una sinopsis los textos de la institucin, distribuidos segn la doble tradicin marco-mateana y lucano-paulina.
v. 22. Y mientras estaban comiendo, tom pan, lo bendijo, lo parti y se lo dio y dijo: Tomad, ste es mi cuerpo. v. 23. Tom luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. v. 24. Y les dijo: sta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.
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v. 26. Mientras estaban comiendo, tom Jess pan y lo bendijo, lo parti y, dndoselo a sus discpulos, dijo: Tomad comed, ste es mi cuerpo. v. 27. Tom luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: Bebed de ella todos, v. 28. porque sta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdn de los pecados.
v. 19. Tom luego pan, y, dadas las gracias, lo parti y se lo dio diciendo: ste es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mo. v. 20. De igual modo, despus de cenar, la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
v. 23. Porque yo recib del Seor lo que os he transmitido: que el Seor Jess, la noche en que fue entregado, tom pan, v. 24. y despus de dar gracias, lo parti y dijo: ste es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mo. v. 25. Asimismo tambin la copa despus de cenar diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mo. v. 26. Pues cada vez que comis de este pan y bebis esta copa, anunciis la muerte del Seor, hasta que venga.
De un simple examen de los textos, como aparece en la sinopsis, podemos sacar algunas conclusiones: existe entre ellos una unanimidad sustancial tanto por cuanto hace referencia al hecho mismo de la institucin, como por el contenido; pero subsisten variantes que revelan diversas tradiciones. Evidentemente no nos encontramos ante las ipsissima verba Christi, como si hubieran sido registradas o transcritas en directo. Los textos estn claramente elaborados, ciertamente, a partir de las palabras de Cristo. Revelan una simplificacin, un cierto hieratismo, una evidente simetra, entre los dos
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momentos del pan y del cliz, como para favorecer una exacta retencin mnemnica y una exacta tradicin oral del uno y del otro en frmulas, ahora ya litrgicas, o de uso en la celebracin de la fraccin del pan. Son textos ya en uso para la celebracin de la Cena del Seor en la comunidad apostlica, segn las palabras, los gestos y los elementos de la ltima Cena, con el significado dado por el Seor, y segn su mandato. Los cuatro textos dependen de una fuente comn que sera el texto ms primitivo y simple, al cual, seguidamente, se han aadido palabras y detalles de carcter literario, explicativo del sentido de algunos vocablos, para su plena comprensin. Para algunos sera el texto de Marcos. Para otros, la mayora, el texto de Pablo o incluso un texto primitivo hbrido. Algunos consideran el texto de Lucas muy primitivo, por su estructura atpica respecto a los otros. De hecho, ste refiere, junto a la palabra escatolgica, una primera bendicin del cliz con una splica escatolgica, despus la accin de gracias sobre el pan y, despus de nuevo, sobre el cliz (Lc 22, 14-19). En algunos manuscritos (Cdice D de Beza, Cambridge), en la Vetus latina y en algunas versiones siracas faltan los vv. 19b.20 en el relato de Lucas. De estas omisiones algunos han querido sacar algunas conclusiones de orden doctrinal. Para Lucas no seran si no una reminiscencia de la cena pascual: primero la bendicin del cliz, despus el pan; se dara la ausencia de una anmnesis y del sentido sacrificial dado al cliz. Sin embargo, no se considera hoy de gran importancia esta omisin; ms bien revelara, para algunos, las races de una praxis primitiva y de una cena de Jess en la cual se pueden vislumbrar tres momentos: los ritos iniciales (Lc 22, 14-18), la cena verdadera y propia (Lc 22, 19) y los ritos finales 3. Para una exacta comprensin de algunos detalles conviene evidenciar que Pablo hace alusin en el v. 23 a una tradicin: Porque yo recib del Seor lo que os he transmitido. En tal caso estamos ante un texto primitivo que recuerda la primera predicacin a los Corintios, hacia el ao 55, y el momento en el que l mismo recibi esta tradicin como proveniente del Seor, hacia el ao 50. A pesar de las semejanzas, y aunque dependientes de una fuente comn, los textos son clasificados, generalmente, en torno a dos tradiciones diferentes: Marcos y Mateo se asemejan y constituyen la tradicin petrina de Jerusaln. Lucas y Pablo son similares y constituyen la tradicin paulina de Antioqua.
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Pero es preciso llegar a la distincin hecha por algunos de dos impostaciones doctrinales diferentes: una que dara a la Cena un carcter festivo, pascual (la primera) y la otra que insistira en el carcter sacrificial, fnebre (la segunda). No es difcil localizar las semejanzas y diferencias verbales entre las dos tradiciones evanglicas. Las ms notables son stas: Mateo expresa la invitacin: tomad, comed... bebed todos de l; Marcos: tomad... y todos bebieron. la palabra sobre el pan: euloghesas (Mateo y Marcos), eucharistesas (Lucas y Pablo). el acento puesto en las palabras sobre el pan en Lucas y Pablo: que se (entrega) por vosotros; la colocacin de las palabras sobre el cliz: mientras cenaban (Marcos y Mateo), despus de la Cena (Lucas y Pablo); la forma directa sta es mi sangre (Marcos y Mateo) o indirecta (este cliz es...), (Lucas y Pablo); la referencia a la alianza en mi sangre (Marcos y Mateo), que es llamada nueva en Lucas y Pablo; la referencia a la multitud por la que se derrama la sangre (Marcos y Mateo) y la acentuacin del por vosotros (Lucas y Pablo); es exclusiva de Mateo la frmula sobre el cliz: para la remisin de los pecados. El mandato de repetir est ausente en Marcos y Mateo y presente en Lucas y Pablo, el cual lo repite tambin para el cliz, con la aadidura de la palabra osakis cada vez... La ausencia del mandato de repetir en Mateo y Marcos no se debe considerar una omisin querida que indicara la no voluntad institucional de repeticin del gesto del Seor. Jess habra celebrado la Cena, pero no habra instituido un rito a repetir. Sin embargo, esta interpretacin restrictiva no se sostiene; la repeticin est implcita en la praxis de la Iglesia cuando tales Evangelios se escriben. Como observa P. Benoit una rbrica se cumple, tambin si no se repite verbalmente. La Iglesia haca esto como memorial de Jess, aunque en Mateo y Marcos la rbrica (Haced esto...) no aparece. Pablo, por su parte, aade algunas palabras que parecen una explicacin del sentido del hacer esto como memorial. En algunas tradiciones litrgicas posteriores estas ltimas palabras de Pablo son puestas en directo, como propias de Jess, y contienen algunos aadidos. Cfr. infra.
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II CONTEXTOS DE LA INSTITUCIN
El estudio de los diferentes contextos de la Cena en la que Cristo instituye la Eucarista es bastante interesante para comprender el sentido de su institucin. Tres son los contextos esenciales considerados por los autores que comportan tambin una problemtica particular.
Una cosa es cierta, la institucin ha sido realizada durante una cena, como se evidencia de los textos y del contexto. Una cena de intimidad, de adis, en un ambiente religioso como el de las comidas judas. Pero de qu tipo de cena se trataba? Una primera cuestin a resolver se refiere al sentido pascual de la ltima Cena, es decir, saber con certeza si la institucin de la Eucarista se realiz en el mbito ritual y, por lo tanto, simblico de la cena pascual de los judos, aunque con la obvia novedad conferida por Jess a dicha cena pascual, con sus gestos y sus palabras. No se trata slo de satisfacer una curiosidad sobre el ritual seguido, sino de comprender el sentido que tal aspecto tendra en el conjunto de la revelacin. Dos son los aspectos a subrayar: el sentido ritual de la cena, con referencia al desarrollo del rito, y el sentido religioso de la pascua, asumido eventualmente por Jess. En efecto, si Jess inserta su cena en el mbito del rito pascual, asume toda un historia salvfica por ella representada para el pueblo de Israel, lleva a cumplimiento las figuras, y las lanza hacia el futuro, instituyendo as la nueva Cena de la nueva Pascua.
El problema
No todos los autores estn de acuerdo en este problema. Son contrarios, explcitamente, al hecho de que Jess haya celebrado una cena pascual en la que haya instituido la Eucarista, muchos autores, entre los cuales destaca E. Mazza y, especialmente, X. Lon-Dufour que desestima puntillosamente todos los argumentos positivos de J. Jeremas que es el ms favorable 4. Con l estn por el sentido pascual, entre otros, Betz, Descamps y Giraudo.
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La cuestin sigue sin resolverse por las incertezas que derivan de la cronologa y de los escasos datos explcitos que puedan dirimir la cuestin en un sentido o en otro. Una primera dificultad contra la tesis pascual era ofrecida por la diferente cronologa de la Cena pascual segn los Sinpticos y segn Juan. En efecto, segn los Sinpticos, Jess celebra la cena la vspera del viernes. Dicho viernes, sin embargo, segn Juan, sera precisamente el da ritual de la Pascua, como hacen ver los sumos sacerdotes que se niegan a entrar en la residencia de Pilatos, para poder comer la Pascua (Jn 18, 28); la prisa por la sepultura de Jess se justifica por las mismas razones (Jn 19, 42). Segn el evangelista Juan, Cristo, el Cordero, es sacrificado a la hora en la que eran sacrificados en el templo los corderos para la Cena pascual de la tarde y aquel da era el da de la Preparacin, parasceve (19, 14.31.42). Diversos intentos se han dado para poner de acuerdo estas aparentes discordancias. Jess habra podido celebrar la cena segn un calendario y un cmputo diferente, seguido por algunos, como los esenios y la comunidad de Qumrn, como aparece en el libro de los Jubileos. Es la solucin de A. Jaubert 5. En concreto, y siguiendo la cronologa judaica, la Cena de Jess habra tenido lugar el 4 de abril (el martes de la semana) o el jueves da 6. La muerte de Jess sucede el viernes 7 de abril, fecha solemne de la Pascua, entre el 13 y el 14 del mes lunar de Nisn. Aquel ao la Pascua, el 14 de Nisn, coincida tambin con el sbado. Para otros autores no existe dificultad por el hecho de que una inmolacin ritual de los corderos se hiciera la vigilia del 14 Nisn. Tambin con un cordero no inmolado oficialmente por los sacerdotes en el templo se poda celebrar la pascua. Jess, por lo tanto, habra celebrado la Pascua o martes o jueves, anticipndola a la fecha oficial. Juan, sin embargo, es fidedigno por cuanto respecta a la fecha oficial de la Pascua y por su deseo de hacer coincidir la inmolacin de Cristo en Cruz con el momento de la inmolacin de los corderos en el templo.
J. Jeremas enumera claramente 14 indicios a favor del sentido pascual de la Cena de Jess. Lon-Dufour rebate puntillosamente uno por uno tales indicios. Es preciso decir que ni todas las pruebas aducidas por uno convencen ni todas las contestaciones propuestas por el otro son apodcticas.
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Es claro el mandato de Jess de ir a preparar la Pascua, en el cual concuerdan todos los Sinpticos, especialmente Lc 22, 7-13 con las palabras de Jess en el v. 15: He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros antes de mi pasin... Otros indicios como las palabras de la bendicin y de la accin de gracias, del memorial, los alimentos, el canto de los salmos... podran ser comunes a una comida religiosa. Llama la atencin, sin embargo, la sobriedad de alusiones tpicamente pascuales en el interior de la cena. Ciertamente, no se menciona el Cordero. Con todo la tradicin apostlica, a partir de Pablo, y despus de Juan considera la muerte de Jess en cruz en clave pascual: Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado (1 Co 5, 6-8). La tradicin patrstica es generosa al presentar la cruz, la resurreccin y, por lo tanto, la misma Cena del Seor, como realizacin de la Pascua 6 y, por lo tanto, la Eucarista en una clave tpicamente pascual. La interpretacin pascual de la Cena del Seor se ha convertido en algo casi normal para la teologa litrgica del Vaticano II que ha sacado a la luz la expresin paschale mysterium, (SC 5, 61; PO 5) y por los textos litrgicos postconciliares. Queda siempre como punto de referencia para esta interpretacin el contexto apuntado por los Sinpticos y, especialmente, la insistencia verbal de Lucas sobre el deseo de Jess de comer la Pascua con los discpulos. Se puede decir que los Sinpticos hacen pascual la Cena en el sentido de que se trata de la Cena de la Pascua de Jess. Juan ve la inmolacin del Cordero pascual en Cruz y Pablo personaliza la Pascua en la inmolacin y en la resurreccin de Cristo que es nuestra Pascua. Estamos muy lejos de alcanzar una unanimidad sobre este punto. Tambin algunos exegetas y liturgistas, precisamente privilegiando el texto de Lucas, pero en virtud de su estructura algo singular (bendicin del cliz, bendicin del pan, bendicin del segundo cliz) estn seguros de encontrar slo una cena de adis, en la cual el Seor no habra utilizado las frmulas de la Cena pascual sino slo la de la Birkat ha mazon, o bendicin del pan (del cimo) 7. Sin embargo, el carcter pascual de la muerte del Seor y de su resurreccin no hay que descartarlos e, indirectamente, esta visin pascual ilumina la Cena de Jess, que permanece envuelta en el misterio de la Pascua.
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Puede ser til recordar en este momento algunas lneas esenciales de la celebracin de la Cena pascual. Las fuentes ms antiguas que hacen referencia al hecho y al rito se encuentran en los textos primitivos del Antiguo Testamento: Esd 12, 1-8; Dt 16; Lv 23, 5-8; Nm 28, 16-25. Estos ritos iniciales han cambiado, seguidamente, a lo largo de los siglos. Una reconstruccin del ritual pascual en tiempos de Jess es slo una hiptesis; los textos que conocemos de la Mishn son posteriores pero, quizs, transmiten gestos y palabras del tiempo de Jess. Es peligroso referirse a los rituales que ahora conocemos, sin tener esta conciencia para verlos con un cierto relativismo. El ambiente era preparado cuidadosamente por la haburh fraternidad o pequeos grupos. Eran excluidos las mujeres y los no circuncidados. El cordero era inmolado en el momento de la vigilia del 14 Nisn, o antes de aquel da. Los alimentos pascuales eran: pan cimo (pan de la amargura) en recuerdo de la prisa por salir de la tierra de Egipto; el cordero asado, en recuerdo de la inmolacin del cordero; las hierbas amargas (moror) para recordar la amargura experimentada en Egipto; el haroset o amasijo de fruta (quizs en recuerdo del trabajo de los israelitas en Egipto), la copa de vino rojo mezclada con agua... Otros alimentos pascuales eran el huevo, el jugo de limn, el vinagre o el agua salada para aliar las hierbas amargas... El esquema de la celebracin comprenda muchos momentos con cuatro seder u rdenes. El rito tiene el nombre de Seder Haggadah shel pesah 8.
1 SEDER o Qiddush: Se trata de los preliminares de la cena. Comprende los siguientes ritos: 1. Bendicin del cliz (Qaddesh). 2. Bendicin al partir el pan (Carpas) despus el lavatorio de las manos (U-rrhaz). 3. La divisin de los cimos (Jahz). Se trata de ritos, palabras y plegarias iniciales: Bendicin de la primera copa; se prueba, ablucin... Se comen los aperitivos: hierbas amargas... Se parte el pan cimo: Esto es el pan de la afliccin que nuestros padres comieron en tierra de Egipto... 2 SEDER o Maggid. Aqu se recita la haggadah de Pascua. Comprende estos ritos: 1. Pregunta del nio (Mah Nishtanah) sobre la peculiaridad de la cena de esta noche. 2. Introduccin I al Midrash o narracin de la Pascua. 3. Barata de los cuatro hijos (el sabio, el impo, el simple y el incapaz de preguntar). 4. Introduccin II al Midrash o narracin de la Pascua. 5. Midrash solemne de Pascua, al cual algunos ritos aaden 6. El Midrash de las cuatro noches. 7. Otros aaden todava el Dayenou (nos hubiera bastado). 8. Sigue
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la Constitucin de Rabban Gamaliel con las tres (o cuatro) palabras clave: Pesah (cordero pascual), matsah (cimos), Marr (hierba amarga). 9. Monicin: En cada generacin... 10. Invitacin a la bendicin... 11. Recitacin de la primera parte del Hallel (Salmos 112, 113, 1-8). 12. Bendicin del pan cimo o Moz mazzah. 13. Cena o Shulhan orech que significa poner la mesa. 14. Distribucin finalmente de la cena del zafn o cimos escondidos. Es la liturgia pascual: se bendice la segunda copa. Catequesis sobre la Pascua, provocada por la pregunta del hijo. Narracin del Padre de familia... con otras aadiduras (la barata de los cuatro hijos, el midrash de las cuatro noches...). Las palabras clave del memorial: En cada generacin cada uno de nosotros tiene el deber de considerarse como si l hubiera salido de Egipto... Porque el Santo... no liber slo a nuestros Padres sino que a nosotros tambin nos liber junto con ellos... Por tanto es nuestro deber (alzando la copa) rendir homenaje, alabar, celebrar, glorificar, exaltar, magnificar, encomiar... Aqul que hizo a nuestros Padres y a nosotros todos estos prodigios... Sigue la primera parte del Hallel (Sal 112-113). Bendicin por la redencin; se bebe la segunda copa; se distribuye el pan cimo con las hierbas amargas y el haroset y se come el cordero. Cena. 3 SEDER o bendicin despus de la cena: Barech. Comprende: 1. La Birkat ha-mazon o bendicin de la comida. 2. La Ha-Rahaman o plegaria referida al misericordioso. 3. Los versculos del cliz de Elas. Despus de la Cena se bendice la tercera copa, se hace la gran bendicin por la creacin, por la tierra, por Jerusaln y se bebe la tercera copa. 4 SEDER con el canto del Hallel y la birkat ha-shir. Comprende: 1. La segunda parte del Hallel (Sal 113, 9ss.; 114; 115, 12-18; 116; 117. 2. La Birkat Ha-sir o bendicin del Cntico, con la Yehalleluyha segn la tradicin babilnica y el canto del gran Hallel (Sal 136) 3. La Nishmat kol hay o bendicin del cntico segn la tradicin palestinense. 4. La ltima bendicin con la cuarta copa y la nirsha o aceptacin. Se dan otros aadidos como algunos Himnos despus de la Haggadah como 1. Vaho ba-haz halajlah, lo que sucede a medianoche. 2. El ltimo voto: el ao prximo a Jerusaln. 3. La interpretacin de Esd 12, 42: la liberacin a medianoche. 4. El cntico del rabb Eleazar Salir. Segn este esquema, y en la hiptesis de que Jess haya seguido este ritual al pie de la letra, las palabras sobre el pan habran sido pronunciadas al final del segundo Seder; las palabras sobre el cliz, despus de haber cenado, al comienzo del tercer Seder en el momento de la tercera copa o cliz de la bendicin...
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Permanecen, sin embargo, muy sobrios en los Evangelios y en el testimonio de Pablo los indicios de una comida meticulosamente pascual. Ninguna alusin, por ejemplo al cordero en este contexto.
Lo ms importante a destacar, sin embargo, es el carcter religioso de la Cena pascual que resume la historia de la salvacin del pueblo escogido: es el memorial de la liberacin; es la renovacin de la alianza; es un momento de la constitucin del pueblo y de la renovacin de la memoria de su liberacin; es espera escatolgica de la venida del Mesas, el cual, segn una tradicin antigua, deba venir en los das de Pascua. La Pascua juda es un memorial o zikkarn, es decir, una celebracin litrgica que quiere hacer revivir un acontecimiento pasado, una intervencin salvfica de Dios, y ms concretamente la liberacin de Egipto. Todo israelita debe saber que l mismo ha sido liberado de la esclavitud. Adems, el xodo es considerado como el smbolo de una liberacin que todava se espera, es decir, la salvacin escatolgica... No se puede probar que Jess haya seguido punto por punto el ritual de la Pascua; es ms, se puede conceder que lo haya hecho con mucha libertad y originalidad como se deduca de su estilo, para nada legalista, y con plena conciencia de referirse no a una realidad pasada, sino a su Pascua prxima. Pero no se puede negar que ha tenido la intencin de asumir el pleno sentido de la Pascua y as lo han interpretado los evangelistas. En las palabras de la Cena encontramos todo el peso de la asuncin del carcter simblico de la Pascua antigua, lo renueva, lo personaliza, lo remite a su muerte prxima que es el verdadero xodo liberador, su paso al Padre (Jn 13, 1-2). En este sentido podemos decir que Juan presenta mejor el sentido pascual de la muerte de Jess y su inmolacin en cruz como cordero pascual.
Bibliografa: Para la ampliacin cfr.: R. CANTALAMESSA, La Pasqua della nostra salvezza, Casale, Monferrato, 1984. N. FGLISTER, Il valore salvifico della Pasqua, Brescia, Paideia, 1976. J. JEREMAS, Pascha en Grande Lessico del Nuovo Testamento, IX (1974) 963984.
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2. La pasin
El contexto existencial de la institucin es, ciertamente, la pasin de Jess. Esto resulta evidente de la ubicacin de la Cena en el contexto general de la narracin de la pasin y es subrayado, de manera ms particular, por el primitivo relato paulino que saca a la luz dicha circunstancia en la frmula de transmisin de la Eucarista: En la noche en que fue entregado (en t nikt paraddeto) (1 Co 11, 23). Esto resulta precioso para comprender el verdadero sentido de la Eucarista. Verdaderamente, es evidente que Jess est ya existencialmente en estado de pasin, de sufrimiento, como revelan muchos detalles de la Cena, tanto en los Sinpticos como en Juan: la tristeza, las alusiones a la traicin de Judas y a la negacin de Pedro, al abandono de los discpulos... Se aade el detalle nada desdeable de que en la antigedad cristiana se ha querido presentar el significado de Pascua como pasin, (de paschein = padecer), como afirma Melitn de Sardes en su Homila o tratado sobre la Pascua, seguido por otros Padres, como Agustn. Esto va contra la semntica, pero no contra la realidad. La Pascua de Jess ha tenido carcter de Pasin, de sacrificio voluntario. En este contexto dos son los temas a poner de relieve. Por parte de los estudiosos de cristologa bblica se pone en claro la conciencia que tena Jess de su muerte y del gnero de sta, anunciada tambin por medio de la Eucarista (H. Schrman, Lon-Dufour...). Por parte de la estructura literaria y a la luz de la Biblia, algunos exegetas interpretan las palabras y los gestos de Jess como una accin proftica que hace referencia a su pasin y muerte, como ha demostrado claramente J. Dupont 9. De qu se trata? En la Biblia se encuentran muchos ejemplos de acciones profticas en las cuales los gestos confieren un particular significado a las palabras como anuncio de aquello que est por suceder. Es una parbola en acto, un anuncio eficaz. Algunos ejemplos: 1 Sm 11, 7: los pedazos de toros partidos. 1 R 11, 29-31: el manto de Jeroboam hecho en doce pedazos para significar la reparticin del Reino en doce pequeos reinos por las doce tribus. Is 20, 2-3: el profeta se descalza y se despoja para hacer entender la suerte de Jerusaln.
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Jess cumple una accin proftica con la maldicin de la higuera (Mc 11, 1214). Jess, desde esta interpretacin, con sus palabras y sus gestos realiza una accin proftica, demostrativa de lo que est por realizarse, su sacrificio. Invita a tomar parte en l. La suya ser una muerte violenta; ser tambin una oblacin voluntaria y salvfica. En esta accin proftica entran en juego el pan y el vino, las acciones de Jess: el partir el pan, el derramar el vino en la copa, las palabras alusivas a su pasin sufrimiento y don pero en una absoluta conciencia y libertad de lo que est por suceder, como es subrayado, por ejemplo, en Jn 13, 1-2. Puede anticipar en los signos lo que ya est viviendo. Esto no significa que el gesto de Jess se reduzca a una demostracin de lo que est por suceder, o slo para advertir a los suyos de cuanto suceder pronto. Es una accin demostrativa, proftica, pero a la vez real y constitutiva. Jess, de hecho, no se limita a demostrar sino que invita a comer, a participar y a hacer memoria, seguidamente, de cuanto cumple.
La exgesis moderna quiere aclarar tambin el contexto de servicio de la institucin de la Eucarista. Esto resulta evidente en Juan 13 con el lavatorio de los pies, humilde gesto de servicio del Seor y Maestro, preludio del don de la vida por los amigos. Pero es subrayado tambin por Lc 22, 26-30 que inserta, despus de la institucin eucarstica, la percopa sobre el servicio de los discpulos, de nuevo en busca del primer puesto. Este contexto evidencia claramente la figura de Jess que aparece en la Cena y en la institucin eucarstica como el Siervo del Padre y de los hermanos. Y subraya, como lo har toda la tradicin eclesial posterior, el vnculo indisoluble entre Eucarista y existencia, entre liturgia y servicio fraterno. Esto recuerda a las comunidades cristianas que no se puede separar nunca la celebracin de la Eucarista del compromiso del servicio.
De los alimentos de la Cena pascual, o de una cena de adis, cargados de simbolismo, Jess elige los ms simples y comunes: pan y vino. Pero su alcance simblico debe ser puesto en evidencia a la luz de la historia de la salvacin.
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1. El pan
El pan, cargado del significado adquirido a lo largo de las pginas de la Biblia, recibe un sentido profundo y nuevo a partir de las palabras de Cristo. Es un don de Dios (Sal 104, 14ss.), medio de sustento esencial, al punto que quien es privado de l muere. En el culto judaico es asumido como smbolo efectivo de la comunin con Dios en los panes de la proposicin y en los sacrificios pacficos con la flor de harina (1 S 21, 5; 1 R 7, 48; 2 Cro 13, 11; Esd 35, 23-30; Lv 24, 5-9). El pan cimo, sin levadura, recuerda la prisa por huir de la tierra de Egipto; tal hecho era evocado en las plegarias de la Pascua. Es el pan cimo de la Pascua (Esd 12 y 13). Pero el pan recuerda tambin el alimento ofrecido por el Seor a los israelitas en el desierto, pan de los ngeles comido por el hombre (Esd 16, 15ss.; Sal 78, 23; 105, 40...). Jess mismo multiplic los panes para saciar a la multitud (Mt 14, 19 y paralelos; Jn 6, 1-11). l mismo se define como el Pan de vida y promete un pan que es su carne para la vida del mundo (Jn 6, 26ss. y 51ss.).
2. El vino
Interesante tambin el simbolismo natural y bblico del vino, que segn las prescripciones rituales de la Pascua deba ser tinto. El vino, con el pan y el aceite est entre los elementos esenciales para la subsistencia (Dt 8, 8; 11, 14). Era ofrecido como libacin sobre los sacrificios. Es smbolo de alegra (Sal 104, 14). El banquete con vino es signo de los tiempos escatolgicos (Is 25, 6; Jr 31, 12). Jess mismo anticipa la alegra mesinica convirtiendo el agua en vino (Jn 2, 10ss.) y habla del festn escatolgico cerca del Padre, alegrado por la copa del vino nuevo del Reino (Mt 26, 29). Por su color, rojo, tiene la capacidad de evocar la sangre y es llamado sangre de uvas (Gn 49, 11). De este simbolismo sangre-vino est impregnada la figura del Siervo de YHWH, presentado como un pisavas con los vestidos manchados con la sangre de la uva (Is 63, 1ss.). Jess en la Cena asume el significado del vino-sangre mediante su palabra que esclarece, de sobra, la inicial capacidad que tiene el vino de evocar la sangre.
3. La copa
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La copa-cliz es rica en simbolismo. Reclama la participacin en las libaciones rituales de accin de gracias (Sal 16, 5; 123, 5) y de la alianza con YHWH (Sal 22). Pero tiene tambin un sentido sacrificial. La sangre de las vctimas era recogida en los clices de la aspersin (Esd 24, 6ss.). Beber el cliz significa aceptar la voluntad del Seor, incluso cuando esta voluntad es dolorosa (Sal 80, 6). Jess mismo haba hablado de su muerte como un bautismo y de su aceptacin como de un cliz que se bebe (Mt 8, 11; Lc 13, 2). De manos del Padre acepta el cliz de la pasin en Getseman (Mt 26, 39 y paralelos). El cliz y el vino presentan, al mismo tiempo, la ambivalencia de la alegra, de la liberacin y de la aceptacin de la voluntad del Padre; expresan, por lo tanto, el conjunto de las categoras de alianza-expiacin, salvacincomunin y liberacin-banquete escatolgico de alegra perenne. Recordemos finalmente que pan y vino son los alimentos de la Alianza hecha entre Abraham y Melquisedec (Gn 14, 18ss.) y los frutos prometidos de la Sabidura a sus discpulos (Pr 9, 1-6) 10.
Los evangelistas nos han transmitido en las breves frmulas de la institucin algunos gestos significativos de Jess. De hecho, l no ha dado slo una enseanza o ha cumplido una accin proftica. La suya es una compleja accin ritual en la que cada gesto tiene un significado preciso a comprender en el conjunto de las palabras. Aunque similares, en parte, a los gestos realizados por el presidente del banquete pascual o por el cabeza de mesa en una comida, presentan una novedad extraordinaria. Tomo el panel cliz. Se trata de un gesto simple y funcional. Tomando el pan el Padre de familia fijaba la mirada en el cielo para bendecir al Seor. Es el gesto de Jess, transmitido por la tradicin, recordado por las palabras del Canon romano y por otras liturgias: y alzando los ojos al cielo... Bendijodio gracias. La fraccin del pan y el ofrecimiento del cliz eran llevados a cabo mediante una plegaria de bendicin. Lucas y Pablo hablan de accin de gracias (eucharistesas). Marcos y Mateo de bendicin por el pan (euloghesas) y accin de gracias (eucharistesas) por el cliz. Se trata en todos los casos de la plegaria de bendicin, Berakh y de la accin de gracias que acompaaba los momentos de la comida. Conocemos tales plegarias de bendicin por la tradicin, bien porque eran referidas en las comidas comunes, como por tratarse de la bendicin pascual:
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Bendito seas, Seor, Dios nuestro y rey de los siglos, que haces crecer el pan de la tierra. Es la bendicin inicial del pan. Bendito seas, Seor, Dios nuestro, Rey del universo que haces crecer el fruto de la vid... Es una de las bendiciones del cliz. La gran plegaria de bendicin, sin embargo, suena as: Bendito seas Seor, Dios nuestro, Rey del universo, que nutres el mundo entero en tu bondad, en tu gracia y en tu misericordia... Jess, como buen judo, estaba acostumbrado a utilizar este tipo de bendiciones, como atestiguan los relatos evanglicos, especialmente antes de cualquier milagro (Jn 6, 11; Jn 11, 41-42). Pero l era el Hijo de Dios. Su plegaria tena siempre acentos originales y nicos. Es probable que no se hubiera contentado con pronunciar una frmula sino, ms bien, improvisar una bendicin propia al Padre, a la altura de las circunstancias, con el pan y el cliz entre sus manos, y en relacin con el sentido que dicho gesto asuma por su muerte prxima. Juan nos ha conservado una plegaria sacerdotal-sacrificial de Jess en la ltima Cena (cap. 17). Podemos, pues, pensar que improvis una bendicin especial, original, de la cual el texto estereotipo de la institucin nos ha conservado el hecho pero no el contenido. Mucho se lamentaba san Basilio Magno de este silencio, ya que del contenido de las palabras de bendicin de Jess en la ltima Cena: ningn Santo nos las ha dejado por escrito (De Spiritu Sancto 27, 66: PG 32, 188). Parti el pan. Con la misma fidelidad los cuatro relatos de la institucin nos han transmitido el gesto ritual de Cristo. El gesto expresa el compartir; quedar como vocablo de la eucarista cristiana primitiva: fraccin del pan (Lc 24, 30; Hch 2, 42.46; 20, 7.11; 1 Co 10, 16). En el texto paulino citado se pone a la luz tambin la participacin en el mismo pan como signo de la comunin en el mismo cuerpo. Quizs esta expresin implica tambin el gesto sacrificial del pan-cuerpo partido, segn la interpretacin de algunos exegetas como Max Thurian, reforzada por la palabra klomenon (partido) que algn cdice antiguo aade a 1 Co 11, 24 para no dejar en suspenso la frase que ser... para vosotros: to yper umon klomenon... Para Max Thurian tambin el gesto de verter el vino en el cliz podra tener un sentido sacrificial, para indicar que la sangre misma ser derramada... Tomad, comed. Tomad, bebed. La invitacin de Jess a participar del pan-cuerpo y del vino sangre, subraya que no se trata de la explicacin parablica de una verdad o del anuncio de algo que est por suceder, sino que se trata de la invitacin a participar de lo que Jess mismo ofrece como alimento y bebida.
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Las palabras que Jess pronuncia confieren un significado nuevo, radical e imprevisto a los habituales alimentos de la Cena pascual o de la Cena de adis, como otros prefieren. Con su palabra Jess revel misterios y obr prodigios durante su predicacin. Podemos pensar que tambin en este momento su palabra trae una novedad de verdad y de sentido. Los textos de la institucin, por su carcter recopilativo, litrgico, esencial, nos han transmitido aquello que podemos llamar los textos de un nuevo haggadh, o explicacin y proclamacin que Jess presenta de sus gestos, invitando a los discpulos a acoger la novedad del pan y del vino. El texto de Jn 6, 51 y ss., sobre la revelacin del pan de vida, es interpretado por algunos como reminiscencia de este haggadh de la nueva Pascua hecho en el momento de la Cena, puesto por Juan en otro contexto, en simetra con cuanto haca el padre de familia en la Cena, tanto como relato de cuanto haba sucedido como desde el sentido que tenan los alimentos pascuales. En efecto, l, como hemos visto en el 2 Seder pascual, explicaba el sentido del cordero a comer, del pan cimo y de las hierbas amargas. Pero, anteriormente, en la primera fraccin del pan se deca: Esto es el pan de la afliccin que nuestros padres comieron en tierra de Egipto... Las palabras de Jess se insertan en un clima de explicacin del sentido simblico y real de la Pascua.
Las cuatro redacciones coinciden en la palabra Esto es mi cuerpo. Lucas aade que se entrega por vosotros. Y Pablo que se da por vosotros. La brevedad y concisin de la frmula ha llevado a los exegetas a buscar y encontrar una posible y conjetural reconstruccin de las ipssima verba Christi. Se han fundamentado en tal reconstruccin tanto los catlicos J. Bonsirven y J. Dupont, como el protestante J. Jeremas, llegando casi a las mismas conclusiones. Las frmulas hebreas o arameas simplsimas seran: En hebreo: ZEH BESAR (He aqu mi carne). En arameo: DEN (DENA) BISR: (He aqu mi carne). En los dos casos, se trata de una frase muy simple: esto es mi carne o he aqu mi carne. Si tal hiptesis es justa, detrs de la palabra que se refiere al cuerpo no aparecera en el original la palabra soma, a traducir con gf o guf en hebreo, correspondiente a cadver o cuerpo muerto, sino la palabra basar, sarx en griego, carne, como en la terminologa del Evangelio de Juan (1, 14 y 6, 51ss.).
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La preferencia en los textos griegos de la institucin por la palabra soma, puede ser puesta en relacin con la asonancia de la correspondiente palabra referida a la sangre, es decir, aima; o bien por el sentido peyorativo de la palabra sarx para los cristianos venidos del helenismo. En la simetra de las dos frmulas, los vocablos soma-aima parecen, adems, ms apropiados para expresar la completa realidad de la persona (carne y sangre), como se ve por otros textos paralelos (cfr. Mt 16, 17), pero tambin por la asonancia mnemnica de la frmula. Sin embargo, es plausible la hiptesis que subtiende a la palabra soma o sarx la expresin hebrea o aramea que no indica slo la carne, sino toda la persona, la humanidad misma de Cristo con la connotacin de la debilidad de su naturaleza humana. Tal interpretacin ofrece a las otras palabras de Jess una perspectiva ms personalista. El don que Cristo hace de s es su humanidad entera. Como observa J. Betz: Si Jess quiere dejar en el despedirse un don que corresponda a su misin, se puede pensar que se deje a s mismo (Eucaristia, en Dizionario Teologico, p. 615). En hebreo, adems, y en arameo no existira la correspondencia del verbo griego estn que tanta importancia tiene en la reflexin filosfico-teolgica para expresar la identificacin del pasaje: esto es mi cuerpo; esto es mi sangre. Sin embargo, se trata, obviamente, de una identificacin bien clara, aunque literalmente y a priori no se podra excluir una simple lectura simblica. Dicha lectura exegtica personalista de soma o sarx, con el trmino hebreo basar, es admitida hoy por la mayora de los exegetas y de los telogos, a pesar de que se deba completar con el sentido sacrificial de la palabra aima, con el propio significado y las evocaciones cultuales y sacrificiales propias. El complemento de la frase en Lucas, que se entrega por vosotros, puede ser ledo en sentido pasivo, o de tiempo, como inminente realizacin: que esta para ser entregado por vosotros. La preposicin uper tiene un sentido oblativo, sacrificial en favor de. Se trata de una expresin simtrica con la de la sangre derramada por vosotros, por la multitud. Es evidente el sentido sacrificial, la referencia a la prxima pasin, al don de la vida en sacrificio, con una clara alusin al Siervo de YHWH que da la vida por la muchedumbre (Is 53, 1ss.), como explicita mejor todava la frmula sobre el cliz.
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Las palabras sobre el cliz, como se ha visto, han llegado hasta nosotros sin notables diferencias. Mientras en Mateo y Marcos se da una ms clara simetra con las palabras del pan, en una proposicin directa, Lucas y Pablo han cambiado sensiblemente la redaccin. En Mateo y Marcos se habla directamente: sta es mi sangre, de la alianza... Los otros dos testimonios ponen en forma indirecta la referencia a la sangre: ste es el cliz de mi sangre... O bien Este cliz es la nueva alianza en mi sangre. Por una metonimia tenemos en esta forma literaria el contenedor (el cliz) por aquello que all es contenido (la sangre); y el efecto (la nueva alianza) por la causa (la sangre derramada). Tambin para las palabras sobre el cliz J. Jeremas propone una hiptesis de texto esencial, en la lengua original de Jess, hebrea o aramea, con la forma directa que hace referencia a la sangre o a la sangre de la alianza. He aqu las posibles palabras: En hebreo: ZEH DAM o DAM BERITHI: He aqu mi sangre, sangre de la alianza. En arameo: DEN (DENA) IDM o ADAM KEYAMI: He aqu mi sangre, sangre de la alianza. En la frmula sobre el cliz tenemos la misma estructura que la del pan, pero ms rica en sus evocaciones: Mi sangre: El vino tinto de la copa es identificado por Jess con su sangre. Tambin la sangre, de igual modo que la carne, evoca toda la persona; la sangre es lugar de la vida. Como afirma de nuevo J. Betz: La sangre de Jess, derramada en la cruz, y en la que segn la concepcin semita toda la persona de Jess est presente (como si estuviera en ella concentrada y concretizada) se ofrece de nuevo como una realidad presente en el cliz (Eucaristia, en Dizionario Teologico, p. 615). Tenemos, por lo tanto, una evocacin personal y sacrificial al mismo tiempo. La sangre reclama el don voluntario de la persona misma en el signo interior de la vida, es decir, la sangre. De la alianza: El pacto, alianza de Dios con su pueblo, estaba bien presente en la Cena pascual. En la palabra de Jess se percibe el eco y el cumplimiento del pacto celebrado por el pueblo, y exclama: sta es la sangre de la Alianza que YHWH ha hecho con vosotros segn todas estas palabras... (Esd 24, 8). Jess es el nuevo Moiss que proclama la nueva alianza. La diferencia consiste en el hecho de que ahora se trata de una alianza hecha en la propia sangre y no con la sangre de animales (Hb 9, 12). Alianza nueva: Clara alusin al cumplimento de las promesas de los profetas, especialmente de Jr 31, 31-33 que habla de una nueva alianza que Jess indica claramente realizada en la propia sangre, en el sentido negativo y positivo: remisin de los pecados y don del Espritu Santo. Un anuncio de la
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realidad de la nueva alianza que tendr lugar con su prxima muerte, mediante la efusin de la sangre. Consecuentemente, tenemos aqu el anuncio de un nuevo rito que debe hacer perpetuo y actual el pacto nuevo para el pueblo de la nueva alianza, realizado una vez para siempre con la muerte de Jess (Hb 8, 8-13; 9). Derramada: la palabra griega enkinomenon puede significar a la vez que es derramada, que ser derramada o que es para ser derramada. Se trata de la conciencia de Jess ante su prxima muerte violenta, aceptada como sacrificio voluntario. Ya en la Tradicin Apostlica la plegaria eucarstica subraya este aspecto voluntario de la propia entrega a la muerte: Y mientras se entregaba a la pasin voluntaria... Una palabra que encuentra eco en la Plegaria Eucarstica II: l ofrecindose libremente a su pasin... y tambin en la Anfora de Santiago: Aceptando sufrir voluntariamente por nosotros, pecadores, l que no cometi pecado, en la noche en que era entregado o, ms bien, en que se entrega por la vida y salvacin del mundo... Por vosotros y por muchos: Lucas acenta el por vosotros sacrificial que tiene como trmino inmediato los discpulos. Mateo y Marcos, sin embargo, sacan a la luz la universalidad uper pollon, por la multitud, en un sentido de totalidad o universalidad. De esto modo Jess evoca el cumplimiento en l de la profeca del Siervo de YHWH, que da la vida en rescate de la multitud (Is 53, 12ss.; 42, 6). Por la remisin de los pecados: Mateo slo aade estas palabras que son una clara explicitacin del efecto salvfico de la sangre derramada. Alusin al sacrificio de expiacin y de propiciacin (Lv 17, 11), a la luz de la Carta a los Hebreos que habla de la efusin de la sangre necesaria para la remisin de los pecados (Hb 9, 22). Cabe observar que tambin la alianza nueva prometida por los profetas comportaba la remisin de los pecados en el don prometido del Espritu Santo (Jr 31, 33-34 y Ez 36, 25-27). Tenemos aqu en sntesis mltiples evocaciones veterotestamentarias. Estn referidas a la pasin y muerte de Jess que es anunciada y anticipada en el gesto de la institucin eucarstica. La Cena alude a la pasin. La Cena, adems, con las palabras del memorial, remite a una posterior celebracin del sacrificio de Cristo en el futuro de los discpulos, mediante la repeticin de un gesto que Jess instituye.
Lucas y Pablo aaden las palabras de Jess que manda repetir el gesto como su memorial. Pablo, muy en particular, dos veces, despus de las palabras sobre el pan y sobre el cliz. Pablo, por su parte, ofrece, como se
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ver, una especie de explicacin de su sentido a fin de que pueda ser comprendido por la comunidad helenista. La ausencia de este mandato de repetir en Mateo y Marcos no significa que Lucas y Pablo hayan inventado la repeticin, a partir de un presunto mandato de Jess. Al ser una rbrica, como observa P. Benoit, no se dice, se cumple. El sentido profundo de estas palabras est no tanto en el mandato de repetir (haced esto), sino en el sentido de la repeticin a partir de la persona y obra de Jess en memoria ma (como mi memorial). Jess se refiere, claramente, al mandato de repetir el gesto en su memoria, como una categora cultual del Antiguo Testamento, presente de modo particular en la Pascua, que es el memorial del paso del Seor y de la liberacin de la esclavitud del Faran. La categora del memorial (zikkarn) supone el doble sentido de la memoria: Dios se acuerda de su pueblo; el pueblo se acuerda de su Dios. Dicho recuerdo, que tiene muchas variantes especficas en el A.T., posee una especie de objetividad real mediante algunas celebraciones cultuales. El memorial litrgico, en efecto, es una evocacin cultual que hace presente cuanto recuerda. Tal era, en particular, la celebracin de la Pascua, verdadero memorial objetivo de la liberacin de Egipto. Una de las plegarias rituales, como hemos visto ms arriba evocaba la participacin de los comensales en la liberacin de los Padres. Dicha plegaria expresa bien la conviccin de un recuerdo, de un memorial en el cual, escuchando la palabra que recordaba memorial de la palabra, comiendo los alimentos pascuales memorial biolgico-fisiolgico, ponindose en presencia del Seor con la plegaria de bendicin memorial de la invocacin y comunin con Dios el pasado se haca presente como la misma gracia de liberacin; o bien los presentes se hacan contemporneos de aquella accin liberadora. A la luz de este concepto, las palabras del memorial, deben ser entendidas como la institucin del rito, haced esto, que debe hacer presente, en analoga con el memorial antiguo, el gesto y el evento al cual Jess se refiere: el don de su cuerpo, la efusin de su sangre. Se trata de recordar en una evocacin, no meramente subjetiva sino objetiva, la pasin y muerte salvfica de Jess con sus efectos de salvacin. Una doble invitacin, por lo tanto, a hacer esto, pero ya no como evocacin de la pascua, o de una comida fraterna o religiosa, sino como memorial de su persona, consagrada a la muerte redentora. Tenemos, por lo tanto, una efectiva sustitucin del memorial de la Pascua con el memorial de la pasin de Jess, en la medida en que sta es descrita como el verdadero cumplimento de la Pascua judaica (cfr. supra). Refuerza esta interpretacin la palabra de Pablo que cierra el relato de la Institucin: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cliz
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anunciamos la muerte del Seor, hasta que vuelva. Se trata de una interpretacin o explicacin del sentido del memorial hebreo para los helenistas que no tienen esta categora cultual; y como si l dijera, segn la versin de M. Thurian: Vosotros actualizis en la proclamacin de la palabra y en la realidad del misterio que celebris el acontecimiento de la salvacin realizado con la muerte del Seor, hasta su venida definitiva. Otras interpretaciones dbiles del memorial como: Haced esto para que Dios se acuerde m, no parecen atendibles en el contexto interpretativo de la comunidad primitiva.
La splica escatolgica
Con esta expresin es designada por P. Benoit la frase presente en Mateo y Marcos despus de la institucin, pero tambin en Lc 22, 17-18, antes de la institucin: Os aseguro que no beber ya del fruto de la vid hasta el da en que lo beba de nuevo con vosotros en el Reino de mi Padre, o bien hasta que venga el Reino de Dios. Varias son las interpretaciones de este texto. Para algunos se trata de un voto de abstinencia en la espera del cumplimiento del Reino mesinico. Convence ms la perspectiva de P. Benoit que interpreta estas palabras como una rendija de esperanza y de glorificacin futura, un anuncio de victoria, que se abre por Jess en la espera del Reino del Padre, pero al cual estn invitados los discpulos. Con una bella expresin Benoit dice a propsito del sentido que estas palabras revestan para la comunidad primitiva: Esta palabra contena una cita al Reino futuro (rendez-vous dans le Royaume), un futuro que maravillosamente conviene como perspectiva de esperanza despus de la unin al cuerpo y sangre del Seor. Esta apertura sobre el futuro tomaba toda la importancia, ms que el anuncio ya realizado de que Jess no bebera ya del vino en la tierra, es decir, que tena que morir. La misma perspectiva de encuentro escatolgico se encuentra en el texto de Pablo (1 Co 11, 26). Con la institucin de la Eucarista Jess invita a un encuentro en el paraso y confirma el sentido escatolgico de su victoria 11. A la luz de estas palabras, el cliz, al igual que en la celebracin de la Pascua, recupera el sentido ambivalente de dolor y de alegra, de sacrificio y de liberacin victoriosa y la muerte desemboca en el anuncio de la resurreccin. Este evidente sentido de victoria de la muerte de Jess y este sentido escatolgico de la Eucarista estn bien presentes en la conciencia de la
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comunidad apostlica que no celebra el memorial del Seor si no a partir de la experiencia de su resurreccin. Adems, los ltimos recuerdos del gesto del Seor en la fraccin del pan no estn ligados a la Cena antes de la muerte, sino a las comidas del Resucitado con los discpulos despus de la resurreccin, como en el relato de los discpulos de Emas (Lc 24, 13-35).
Despus de haber examinado atentamente el significado global de los gestos y de las palabras de Jess, es necesario resumir ahora algunos contextos rituales significativos de la Eucarista que, iluminados por las palabras de la institucin, dan pleno sentido al conjunto de la revelacin evanglica a la luz del A.T. y de las tradiciones judaicas. Dichas categoras arrojan tambin un haz de claridad sobre la celebracin actual de la Eucarista.
1. Haggadh. La institucin contiene las palabras reveladoras de Jess que se sitan en la lnea de la catequesis o haggadh pascual. No se trata de un rito oscuro o mgico, sino de una accin en la cual, como en la revelacin, palabras y ritos se entrelazan para ofrecer el don de la redencin. La palabra que revela el contenido del misterio, est en el corazn mismo de la institucin y celebracin de la Eucarista.
2. Toda. El gesto de Jess en la Cena se inserta, segn algunos, como C. Giraudo, en la categora de tod zebah, sacrificio de alabanza, propio de la tradicin judaica. En efecto, Jess cumple una solemne confesin o proclamacin de la salvacin, de las grandes obras operadas por Dios para nuestra salvacin. Esta proclamacin es ya para Jess mismo el ofrecimiento de su sacrificio espiritual.
3. Berakah. La Eucarista, como el mismo nombre indica, es una bendicin, una plegaria de accin de gracias. Tal es el sentido de la plegaria de Jess al Padre que acompaa las palabras de ofrecimiento del pan y del cliz. Jess se une a la tradicin religiosa de las comidas y de la Pascua que contenan estas palabras de accin de gracias. Pablo habla del cliz de la bendicin. La celebracin de la Eucarista se realiza siempre, desde el comienzo de la Iglesia, mediante una bendicin y la plegaria eucarstica, cuyas formas primitivas encontramos ya en la Didach y, posteriormente, en todas las plegarias eucarsticas.
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4. Zikkarn. La Eucarista asume y relanza la categora del zikkarn o sacrificio-memorial. Nuestra celebracin eucarstica es zikkarn, o sacrificio memorial de la pasin de Jess, a la luz de su resurreccin. Dos son las categoras de memorial ms afines a las palabras de Jess. En primer lugar el de la Pascua. Pero ahora es necesario tener en cuenta la superacin de la categora del memorial a la luz de la existencia gloriosa de Cristo. Para nosotros el memorial tiene un carcter personal: Cristo es nuestra Pascua, como dice Pablo (1 Co 5, 7). Adems, la Pascua no es el recuerdo de un acontecimiento pasado, sino de una realidad, que a la luz de la teologa apostlica primitiva (Pablo y el autor de la carta a los Hebreos) est siempre presente. El otro aspecto del zikkarn, puesto a la luz por Max Thurian para comprender la Eucarista, es el del pan, sacrificio pacfico ofrecido como memorial (Le-azkarah) (cfr. Lv 2, 1-2). Se trata del ofrecimiento de flor de harina, con aceite e incienso, quemado como memorial ante el Seor: es un sacrificio, consumado con el fuego, en suave olor al Seor. El vnculo con el pan eucarstico pone de relieve esta categora de sacrificio sacramental, aplicada por la tradicin cristiana a la Eucarista (Justino en el Dilogo con Trifn, 41, 1 y 117, 3, Orgenes en la Homila XIII sobre el Levtico...). Jess en la cruz es este pan ofrecido en sacrificio de suave olor al que el Padre mira complacido. Cristo en la Eucarista es este pan ofrecido al Padre.
5. Berith hadassa. Tenemos aqu una categora esencial del culto y de la historia de Israel. Jess la asume como celebracin y memorial de la alianza nueva que procede de la fidelidad de Dios, de la Hessed YHWH, cuya misericordia era recordada tambin en las plegarias de la Cena pascual. La repeticin ritual del gesto de Jess nos permite renovar la nueva alianza que Dios nos ofrece siempre en el sacrificio de su Hijo.
A la luz de las palabras de la institucin est bien poner de relieve las tres categoras o momentos implicados en el misterio.
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1. La Cena. La Cena de Jess es el contexto institucional y ritual. Lo recuerda la tradicin. El gesto deber repetirse en un contexto convivial que imita ritualmente la Cena del Seor.
2. La cruz. Las palabras de Jess no se cierran en el horizonte de la Cena. Miran hacia la cruz, donde realmente el cuerpo ser entregado y la sangre derramada, donde ser ofrecida la vida por la muchedumbre y la remisin de los pecados y ser sellada la alianza en la sangre del Cordero. La cruz, por lo tanto, es el trmino de confrontacin, es el momento pleno del sacrificio de Cristo, anunciado y anticipado en la Cena. Pero la cruz debe estar indisolublemente ligada a la victoria pascual. De hecho, slo en la resurreccin tenemos la certeza y se cumple la eficacia del sacrificio aceptado por el Padre y manifestado como alianza nueva en el Espritu. El contenido de la Eucarista est, por lo tanto, en la pasin gloriosa y no en la Cena que la anticipa. La Eucarista es memorial del sacrificio de Cristo y no directamente de su institucin en la Cena.
3. La Eucarista de la Iglesia. Las palabras de Jess no aluden slo a la Cena y a la cruz; miran hacia aquel gesto que repetirn los apstoles cada vez, oskis, hasta su venida. Se trata, pues, de la fraccin del pan, de la Cena del Seor que ahora instituye Cristo para el tiempo de la Iglesia hasta su retorno. Esta Eucarista de la Iglesia mira a la Cruz gloriosa como a su contenido memorial a hacer presente, mira a la Cena como a su ritual institucional a repetir.
Tambin estas tres realidades estn indisolublemente ligadas. Es obligado captar el sentido y el vnculo intrnseco de cada una de ellas y de la relacin entre s.
1. El banquete. Se trata de un banquete religioso, sacrificial, que une con Dios y con los hermanos, celebra la Pascua y la alianza en la comunin con los mismos alimentos y la misma bebida. Jess asume esta categora para realizar la comunin con l y con los otros comensales del banquete, para participar de la realidad y de los efectos de su cuerpo y de su sangre. La
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2. El sacrificio. El sentido del convite sacrificial y de la referencia al sacrificio de la cruz es evidente a la luz de las resonancias de la palabra y de los gestos de Jess que miran hacia su realizacin en el momento de la cruz gloriosa e iluminan el contenido. Se trata de un sacrifico en el don personal y voluntario de la vida (cuerpo y sangre), de un sacrificio de la nueva alianza, de expiacin; un sacrificio del que se entrev el efecto redentor y la victoria final en la gloria. Sacrificio de la nueva alianza que supone el don del Espritu Santo.
3. La presencia. Todo el sentido de las palabras de la institucin y, por lo tanto, del memorial que debe celebrarse se apoya sobre el realismo de lo que se ofrece, el cuerpo y la sangre del Seor; se trata de una realidad objetiva y no de un mero simbolismo. Tanta riqueza de significados y de efectos no puede apoyarse sobre una evocacin que sea slo simblica; se apoyan sobre un don real, como evidencian las palabras mismas del Seor. l no se sirve del pan o del vino para cumplir una explicacin; invita a tomar parte en un banquete donde el comer y el beber no son simples abstracciones, sino el modo mismo de participar en la verdad de los hechos.
A la luz de las consideraciones de P. BENOIT que aade a las precisiones de tipo exegtico algunas perspectivas de teologa bblica, parece oportuno aadir algunas reflexiones para establecer el alcance de las palabras de la Institucin.
Para una lectura sin prejuicios del relato de la Cena parece evidente el alcance realista de las palabras y gestos del Seor. Pero ya que a la experiencia de los discpulos y a la nuestra, en la celebracin eucarstica, no resulta evidente un cambio real del pan y del vino, debemos preguntarnos si no se deben entender estas palabras slo a nivel de representacin simblica.
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La tendencia racionalista a lo largo de toda la historia de la Iglesia trata de hecho de reducir la Eucarista a smbolo sin realidad. Una primera clave de interpretacin es la necesidad de no contraponer smbolo a realidad. En este caso, y en la mentalidad semita de Jess, el smbolo expresa y revela la realidad. Toda la Cena pascual, en efecto, es a la vez, smbolo, rito, evocacin y real participacin en la liberacin del pueblo del yugo del Faran. La realidad se da en su plenitud en la mltiple y rica simbologa de los alimentos, palabras y plegarias. Jess hace lo mismo; emplea toda la fuerza simblica del pan y del vino, y con la riqueza simblica y eficacia de sus palabras ofrece el don de s mismo, de su sacrificio redentor. El sentido realista de las palabras y de los gestos de Jess est en relacin con un hecho real y simblico a la vez, su muerte en cruz. Tambin en la cruz la realidad se reviste de un rico simbolismo polivalente. Ya la accin proftica que l cumple en la Cena da a su futura pasin y muerte el significado propio de un sacrificio voluntario, de expiacin, de verdadero xodo, de nueva alianza y de propiciacin para la salvacin de la multitud. Que se trata de una accin realista y que compromete se comprende por el hecho de que Jess no habla slo con la mente al explicar un concepto, no utiliza una parbola gestual para hacer comprender lo que est por suceder, sino que invita a tomar parte comiendo y bebiendo su cuerpo y su sangre. Tenemos aqu ahora una analoga con la participacin en el banquete sacrificial o en el de la pascua; se participa realmente, tomando parte de manera real, comiendo y bebiendo, en una efectiva comunin con la vctima. A la luz del realismo de la Cena y de la Cruz, que son momentos de vida plena, debemos interpretar las palabras de Jess que hablan de identificacin real con lo que ofrece. En efecto, en los smbolos del pan y del vino Cristo se ofrece a s mismo, su cuerpo (su carne) y su sangre son ofrecidos en sacrificio. Es el significado evidente de sus palabras: ESTO es MI CUERPO. ESTO es MI SANGRE.
El realismo evidente de las palabras excluye una explicacin parablica que lo reducira todo a un signo sin realidad, a una ilustracin simblica, a una idea que expresa slo una voluntad de donacin. El lenguaje de Jess, en este caso, no es comparable a otras expresiones suyas empleadas para explicar una idea, para revelar un aspecto de su persona. Se pone tambin de relieve que la identificacin pan/cuerpo, vino/sangre no es del todo normal en un discurso racional. Y no se ve aqu, ni en otro lugar, indicio alguno de que Jess haya querido restringir el sentido de sus palabras a una identificacin slo simblica. La fuerza de la identificacin podemos encontrarla en las palabras: Esto es, con sentido de efectiva realizacin de identidad. La expresin hebrea o aramea, quizs no tiene aquella partcula, pero tal vez expresa con ms inmediatez y fuerza la identificacin: He aqu mi carne; he aqu mi
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sangre. El sentido realista de la palabra del Seor debe ser comprendido tanto en el conjunto de la Cena como a la luz de la definitiva comprensin real por parte de la comunidad apostlica. Para comprender el sentido profundo de tal realismo escuchemos las palabras de algunos telogos que parten de los resultados de la exgesis.
En primer lugar escuchemos a P. Benoit que habla del realismo de las palabras de Cristo: No es para ilustrar, en medio de tales imgenes, su prximo sacrificio que Jess recurri a estos elementos; lejos de ayudar por s mismos a comprender la muerte del cuerpo y la efusin de la sangre, son ellos, por el contrario, los que tienen necesidad de este acontecimiento para ser comprendidos. El pan y el vino eucarstico no se dirigen, pues, al espritu en calidad de smbolos: se encaminan, sobretodo, al cuerpo como alimentos. Es a ttulo de alimentos que interesan, en primer lugar. Y lo que deben comunicar a quien los recibe, no es una idea o una enseanza, sino una realidad muy concreta: el cuerpo y la sangre del Seor. Tal es el plano concreto y realista en el cual se sita la salvacin cristiana y sobre el cual es importante insistir, puesto que este aspecto de las cosas no es apreciado en su justo valor. La salvacin de Cristo interesa al cuerpo y al alma... En la Eucarista no es solamente ste o aquel gesto del Cuerpo de Cristo el que acta en nosotros, sino que es este Cuerpo mismo en su plenitud de fuente de gracia que viene a nosotros... Esto exige que el pan y el vino que recibimos sean, verdaderamente, la carne y la sangre del Seor... 12.
J. BETZ acenta el sentido real, personalista y salvfico de la presencia: Ahora Jess, en sus palabras de consagracin identifica su persona, profetizada como Siervo de Dios sufriente, con las ofrendas. Esta identidad, ms todava que por el tan frecuentemente citado estn que en el griego bblico puede tener ms significados, es puesta de relieve por toda la estructura del perodo, que se destaca decididamente de todas las equivalentes aserciones alegricas (vale decir mediante la equiparacin del sujeto neutro esto a este cliz) por sus predicados concretos. Tal identidad es ilustrada ulteriormente mediante el carcter de la Cena como accin proftica eficaz; y recibe la ltima confirmacin y garanta del acto de ofrecer y del consumar los dones, que, como su Yo encarnado, Jess ofrece y los apstoles reciben. Por eso, en la Cena el Christus incarnatus et passus se hace corporalmente presente; sin embargo, no de modo esttico, sino en la eficacia de su obra redentora. La presencia real somtica de su persona se une en un todo orgnico con la presencia actual de su acto sacrificial. La Cena es as la presencia sacramental de todo el acontecimiento salvfico de Jess, en el que la persona y su obra estn indisolublemente unidas 13.
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MAX THURIAN, por su parte, pone de relieve el realismo lgico de la presencia que es requerido por el realismo del memorial. Su texto est aplicado concretamente a la misa, pero es vlido para la Cena: Si la Iglesia cumple en la Santa Cena este nico memorial del Seor que nosotros hemos venido describiendo, Cristo est all presente realmente. El memorial del Seor, sacramento del sacrifico de la cruz y de la intercesin celeste de Cristo, tiene sentido slo si el Seor est presente sacramentalmente en la Eucarista; si no el memorial no es ms que un juego simblico, tal vez conmovedor, pero sin realidad ontolgica. Es slo en virtud de la presencia real de Cristo en la Eucarista que puede ser un verdadero memorial del Seor, un verdadero sacrificio en sentido bblico. Todo lo que hemos dicho adquiere realidad y significado slo en la medida en que Cristo mismo, real y personalmente presente acta en la Eucarista como sacerdote, como ofrenda y como alimento 14. Toda reduccin del sentido realista de las palabras del Seor reduce igualmente el alcance del realismo de su sacrificio y de los efectos salvficos de la Eucarista. No queda ms que asentir con simplicidad ante la evidencia del significado de las palabras del Seor. He aqu una bella reflexin exegticoteolgica de P. Benoit: Cmo es posible esto? nos preguntamos despus con Nicodemo. De qu modo el pan y el vino pueden convertirse en el cuerpo y la sangre del Seor? Es un misterio de fe que creemos porque prestamos fe a la palabra del Seor. l nos dice que ste es su cuerpo, que esto es su sangre; y hemos visto que su intencin y la naturaleza de su salvacin no pueden contentarse con una simple representacin simblica. Ahora bien si l quiere que este pan nos d realmente su cuerpo, puede, efectivamente, hacer esto. Su palabra es poderosa, creadora. Lo que l profiere aqu no es un enunciado, sino una decisin. l no constata que el pan es su cuerpo, sino que decreta que esto suceda, que esto se d. Su lenguaje no es posterior al hecho, sino que suscita el hecho confiriendo al pan y al vino un valor nuevo... La eficacia de las palabras de Jess no cede en nada al realismo bblico, y lo supera con mucho porque el objeto de la conmemoracin es de un orden totalmente nuevo. Los elementos de los que se sirve no son ya, solamente, los accesorios de una intervencin divina, los cuales favorecen el recuerdo; son lo esencial de un elemento nuevo y definitivo, el objeto mismo del sacrificio que ha rescatado el mundo, y cuya presencia debe renovarse de manera real para alcanzar a los invitados en sus cuerpos 15.
Admitido el realismo de las palabras de Jess podremos profundizar en el sentido de la presencia salvfica, como hace nuestro autor, diciendo que se trata de una presencia real, fsica, sensible (o.c., p. 183 y ss.) y desarrollar la dimensin personal de la presencia indicando cmo en ella se encuentra la sntesis de sus misterios. De todo esto se hablar en el momento oportuno. Queda, sin embargo, por poner de relieve el hecho de la cualidad de la
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presencia del Seor en el don de s mismo a los discpulos en la Cena. En realidad en la Cena, como se trasluce de los relatos, no tenemos ni una transformacin evidente y constatable (como se supone que sucede en el milagro de Can de Galilea), ni una transfiguracin (como en el Tabor), ni se trata de un simple enunciado simblico (como en la doctrina y en las parbolas). El don de Jess permanece ligado al pan y al vino. Se trata de una presencia y de un don sacramental. Cul es entonces la relacin entre los elementos y la realidad donada? Muchos autores ya a partir de las palabras de la Cena quieren dar directamente un paso para explicar la transustanciacin. Algunos, como Benoit 16, con una singular perspectiva bblico-pascual no privada de inters por la teologa. Personalmente no se debe excluir la posibilidad de remontarse, por el hecho de la presencia, al modo con que sta se cumple y a todas las consecuencias. Es mejor, sin embargo, detener aqu el discurso que es desarrollado histrica y doctrinalmente no a nivel de simple exgesis o de teologa bblica, sino de una profundizacin dogmtica y teolgica posterior. La Biblia no responde directamente al cmo de la presencia real, o al modo de la presencia, sino al hecho y a la indeclinable realidad personal y salvfica que excluye toda interpretacin dbil de la presencial real. La Iglesia sacar las conclusiones de estos datos para ofrecer su doctrina sobre el modo de la presencia. Otros autores desarrollan las sentencias racionalistas sobre el sentido simblico de las palabras de Jess en la Cena. Sentencias que hoy parecen interesar menos al riguroso estudio exegtico de los textos 17.
2. El realismo de la repeticin
Tras el realismo de las palabras de la institucin es conveniente ahora averiguar el realismo de la repeticin del gesto de la Cena hecho por los apstoles. Naturalmente se trata del realismo de las tres categoras a las que hemos aludido: el sacrificio, el banquete y la presencia. Se trata de verificar en qu sentido la comunidad apostlica entiende la repeticin de las palabras y de los gestos de Jess. Fundamento de la repeticin son las palabras de la anmnesis: Haced esto... Los discpulos, en efecto, celebran la Cena del Seor, como resulta de las mismas palabras de la institucin que son frmulas litrgicas en uso. Toda la fuerza del realismo de la repeticin est, precisamente, en la categora de memorial. Ya hemos hablado de ello. Completamos ahora la exposicin con las palabras de dos autorizados telogos.
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Escribe L. BOUYER: El memorial no es una simple conmemoracin. Es una prenda sagrada dada por Dios a su pueblo y que el pueblo conserva como su tesoro espiritual por excelencia. Esta prenda implica una continuidad, una permanencia misteriosa de las grandes acciones divinas, de las mirabilia Dei conmemoradas por las fiestas. Es, pues, la base para una splica confiada a fin de que la virtud inagotable de la Palabra que ha producido los mirabilia Dei en el pasado los acompae y los renueve 18. ... Es necesario dar a esta palabra el sentido ordinario que tiene en la literatura rabnica y especialmente litrgica, de la poca. No significa, en absoluto, un acto psicolgico, subjetivo, humano, de vuelta al pasado, sino una realidad objetiva destinada a hacer continuamente actual ante Dios, por Dios mismo, algo o alguien. Como ha demostrado muy bien Max Thurian, este concepto de memorial est arraigado, tambin l, en la Biblia. El memorial no se encuentra all slo como un elemento ritual esencial de ciertos sacrificios, sino como aquello que da el significado final de todo sacrificio, y de modo eminente, del de la Pascua. Es una institucin, se puede decir, establecida por Dios, dada e impuesta por l a su pueblo, para hacer perenne sus intervenciones salvficas. El memorial no slo asegurar subjetivamente a los fieles su eficacia permanente sino que, en primer lugar, la asegurar, como por una prenda que ellos podrn y debern presentarle de nuevo, la prenda de la propia fidelidad 19. En este sentido cada vez que se celebra la Eucarista el Padre nos presenta a nosotros y nosotros presentamos de nuevo al Padre el memorial, la realidad misma de la persona y del sacrificio de su Hijo, memorial nico, perenne, definitivo de su amor y de nuestra redencin. Tal sentido realista es puesto de relieve por los textos eucarsticos de la comunidad apostlica que sern examinados seguidamente. Pero es justo que se hable finalmente del sentido del memorial segn es interpretado por Pablo en las palabras de la anmnesis y aadidas slo por l como explicacin: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cliz anunciamos la muerte del Seor hasta que vuelva. Algn exegeta se pregunta si estas palabras no son tambin del Seor. stas estn referidas como dichas por Jess mismo en la liturgia ambrosiana y en el Misal de Stowe. Normalmente son consideradas una explicacin teolgica del memorial para aqullos que no conocen el alcance del trmino en la tradicin semtica. Max Thurian comenta as el texto paulino: Esta repeticin muestra que Pablo quiere explicar lo que significa el memorial bajo otra forma. Celebrar la Eucarista como memorial de Cristo y proclamar su muerte hasta que el vuelva, son dos expresiones que se explican recprocamente... Esta proclamacin no es una enseanza, sino el anuncio solemne de un hecho o de una persona... Se debe notar que en el texto de san Pablo proclamar est en indicativo y no en imperativo y que el apstol no quiere hablar de una predicacin misionera, en cuanto que slo los cristianos participan en la Eucarista. Vosotros proclamad no significa vosotros
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predicad a los de fuera (a los ausentes), sino vosotros haced una proclamacin solemne de la muerte del Seor por medio de la Palabra y del Sacramento. Qu significa para la Iglesia proclamar la muerte del Seor si no hacer presente, en la accin eucarstica, iluminada por la palabra de Dios, el acontecimiento nico de la muerte redentora de Cristo, de su sacrificio en la cruz? La proclamacin de la muerte del Seor en este fragmento tiene un carcter esencialmente litrgico: por medio de la Palabra y del Sacramento, el acontecimiento de la salvacin es actual 20.
CONCLUSIN
Hemos cumplido un largo recorrido por la exgesis y la teologa bblica para comprender el significado de los relatos de la Institucin a la luz de la exgesis moderna y con la ayuda de telogos que han estudiado, desde el punto de vista bblico, su alcance. La referencia al sentido de las palabras de Jess y a los frutos de la exgesis y de la teologa bblica, queda para nosotros un dado adquirido. Esto coincide con la gran tradicin patrstica y litrgica y con la interpretacin genuina del Magisterio de la Iglesia. Esto permanece en la base de todo discurso ulterior de teologa eucarstica en la triple perspectiva de memorial, de presencia y de banquete. Una ulterior investigacin de los otros datos bblicos sobre la Eucarista refuerza el sentido de los datos adquiridos en torno a los relatos de la institucin.
Sumario: 1. Los textos eucarsticos de la tradicin lucana: A. Los discpulos de Emas. B. Los textos de los Hechos. 2. Otros textos paulinos. 3. La revelacin del pan de vida en el Evangelio de Juan: A. Cuestiones previas. B. Exgesis de Jn 6. C. Orientaciones de Teologa bblica. D. Otros textos joneos sobre la Eucarista. Apndice: A. La Eucarista en la prefiguracin del A.T. B. Otros textos eucarsticos del N.T.
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La doctrina de la Eucarista contenida en los relatos de la institucin es confirmada por otros textos eucarsticos del Nuevo Testamento que representan la praxis concreta de la fraccin del pan. Estos textos son diferentes en cuanto a su contenido, no homogneos como los cuatro relatos arriba estudiados, ocasionales y diversificados por el estilo redaccional. Se estudian aqu brevemente con una referencia a la bibliografa especfica ms importante.
El relato de la manifestacin de Jess a los discpulos de Emas tiene un claro sabor eucarstico en algunas de sus expresiones. Se trata de un episodio que debe ser considerado a la luz del esquema de las apariciones del resucitado que come con sus discpulos. La secuencia de la aparicin se propone, a menudo, como un esquema de revelacin o de liturgia con cuatro momentos caractersticos: la revelacin inicial de la presencia en la experiencia de la ausencia de Jess despus de la muerte, la revelacin mediante la palabra de la economa de la salvacin, la manifestacin en la fraccin del pan y la experiencia espiritual que hace regresar a Jerusaln. En este esquema se presentan, como en filigrana, los momentos de la celebracin eucarstica 21. De hecho, podemos subrayar la continuidad de la presencia del Resucitado con sus discpulos, mediante su palabra y la fraccin del pan. Una ausencia inicial del Maestro es colmada primero con una presencia no percibida, con una intensificacin de la revelacin con la palabra, con la manifestacin plena de la fraccin del pan y con la presencia eficaz e invisible que hace resucitar a los discpulos. La aparicin de Cristo hace de soporte a una catequesis para la comunidad cristiana para que sepa reconocer la presencia de su Seor en los signos que l ha dejado. Es un esquema de revelacin progresiva del Cristo Resucitado a su Iglesia que tiene en la fraccin del pan el momento culminante. En este episodio se deben advertir especialmente: la frmula litrgica del v. 30: Cuando estaba a la mesa con ellos, tom el pan, dijo la bendicin, lo parti y se lo dio... las palabras del v. 35: como lo haban reconocido al partir el pan (en te klasei tou artou).
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Estamos aqu ante un momento de experiencia de la presencia del Resucitado que comparte la comida con los discpulos. Se trata de una experiencia que marca la vida de la comunidad y que confiere una cierta alegra a la celebracin de la Cena del Seor.
Bibliografa: CH. PERROT, Emmaus ou le rencontre du Seigneur (Lc 24, 13-35), en AA.VV., La Pque du Christ, mystre de Salut, Pars, Cerf 1982, pp.159-166. J. DUPONT, Les disciples de Emmaus, Ibid., pp. 167-195. G. GHIBERTI, LEucaristia in Lc 24 e negli Atti degli Apostoli, en AA.VV. La Cena del Signore, pp. 159-173.
En los Hechos encontramos algunos textos referidos, ciertamente, a la Eucarista bajo el nombre de fraccin del pan.
Hch 2, 42.46: Acudan asiduamente a la enseanza de los apstoles, a la comunin, a la fraccin del pan y a las oraciones (te klasei tou artou kai tais proseuchais)...partan el pan por las casas y tomaban el alimento con alegra y sencillez de corazn (plantes te katoikon arton, metelambanon trofes en agalliasei kai afelotite kardias). Se trata del sumario que recoge la vida de la comunidad despus de haber recibido el bautismo y el don del Espritu. La perseverancia y la cotidiana asiduidad (proskarterountes) es la nota de una forma de vida eclesial y comunitaria en torno a la palabra de los apstoles, a la comunin (koinonia) entre los hermanos, a la fraccin del pan del Seor y a las plegarias a Dios Padre. Todo animado por la fuerza del Espritu de Pentecosts.
Hch 20, 7.11: El primer da de la semana, estando nosotros reunidos para la fraccin del pan, Pablo conversaba con ellos... Subi luego, parti el pan y comi... Se trata de la celebracin de Pablo en la comunidad cristiana de Trade, con la resurreccin del joven Eutico que cae del tercer piso,
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abrumado por el sueo mientras Pablo predica largo rato... El detalle del momento, el primer da de la semana, la reunin de la comunidad y la larga predicacin de Pablo como una liturgia de la palabra, ponen de relieve el sentido eucarstico de este partir el pan.
En Hch 27, 33-38 se habla de otro gesto de Pablo que parte el pan en el barco. Difcilmente puede ser considerado eucarstico, dadas las circunstancias. En sntesis, los textos de los Hechos nos ofrecen estos resultados exegticos. Encontramos: el nombre de la Eucarista: fraccin del pan; la realidad de la fraccin del pan en la comunidad cristiana, unida a la comida o a la palabra, como en Trada; el sentido de alegra que invade la celebracin, con la alegra pascual y la simplicidad del corazn; el vnculo entre la fraccin del pan que constituye la comunidad y los compromisos de comunin que de ella brotan.
Bibliografa: G. GHIBERTI, o.c. J. DUPONT, Lunion entre les premiers chrtiens dans les Actes des Aptres, en Nouvelle Rvue thlogique 91 (1969) pp. 897-915. G. PANIKULAM, Koinonia in the New Testament. A dynamic expression of christian life, Roma, Analecta Biblica, n. 85, 1979.
En la parte referente al relato de la institucin hemos examinado ya el texto correspondiente a la 1 Co 11, 23-26. Debemos ahora examinar los otros textos eucarsticos de la misma carta.
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1. 1 Co 10
El captulo 10 de la Primera Carta a los Corintios contiene una enseanza vlida sobre la Eucarista que confirma los datos ya examinados. El contexto de las palabras de Pablo se encuentra en la amplia respuesta data a propsito de la participacin de los cristianos en los banquetes paganos donde se come la carne sacrificada a los dolos, o idolotitos; es un tema iniciado en el captulo 8. Tras una serie de respuestas que hacen referencia al aspecto terico de la cuestin (8, 1-6), la obligada atencin de caridad para no escandalizar a los dbiles (8, 7-13) y el comportamiento mismo del Apstol (9, 1-27), se llega al captulo 10. Pablo propone primero el deber de una vida en armona con la experiencia sacramental vivida por los cristianos, sobre el ejemplo del pueblo de Israel, usando una forma de enseanza midrshica (10, 1-14). Se alude a la experiencia de los israelitas que han experimentado la proteccin del Seor en la nube, la liberacin a travs del mar, una especie de bautismo en la nube y en el mar, y han comido y bebido un alimento y una bebida espirituales. Es evidente el paralelismo con la iniciacin cristiana donde los cristianos han recibido un bautismo y tienen un alimento y una bebida espirituales. Pero todo ello no es suficiente. Es preciso vivir en fidelidad a esta iniciacin. El largo camino de los israelitas en el desierto es enseanza vlida para la comunidad cristiana, a fin de que viva en armona con cuanto ha recibido en los sacramentos. Pablo inserta, ahora, su enseanza fundamental, introducida con una llamada de atencin: Hablo como a personas inteligentes: juzgad vosotros mismos lo que digo (v. 15). Por una parte continua su discurso sobre la imposibilidad prctica de participar de los idolotitos y por otra ofrece una preciosa enseanza sobre la Eucarista como comunin con Cristo y comunin eclesial. He aqu el texto central de 1 Co 10, 16-17:
v.16. La copa de bendicin que bendecimos no es acaso comunin con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos no es comunin con el cuerpo de Cristo? v. 17. Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.
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El texto recuerda implcitamente un rito de la Eucarista con la bendicin del cliz y la fraccin del pan. La anticipacin del cliz puede ser en el texto retrica, o bien funcional, por insistir en la ltima identificacin entre el pan y el cuerpo; o bien revela un orden primitivo de la Eucarista, como en la Didach cap. IX-X. En algunos cdices el versculo 17 acaba con una alusin al nico cliz. La doctrina de estos dos versculos es muchos ms rica. El cliz con el vino, sobre el cual se pronuncia la bendicin es comunin, koinonia, con la sangre del Seor. Se afirma la verdad de la Eucarista y la gracia de comunin con Cristo. Lo mismo vale para el pan partido que es comunin con el cuerpo de Cristo. Tenemos de nuevo la doble realidad de las palabras de la Institucin soma/aima, cuerpo/sangre. Tras esta propuesta de comunin vertical, con Cristo, se pone de relieve la realidad de la comunin horizontal en la Iglesia. El nico pan (y el nico cliz), Cristo, es el signo y la causa de la misma comunin de todos en un solo cuerpo que es la Iglesia. Se establece as el nexo profundo de la comunin en Cristo mediante el signo y la causa que es la participacin en el nico pan y en el nico cliz. En el v. 16 soma es el Cuerpo eucarstico. En el v. 17 soma es la Iglesia, cuerpo del Seor, El nico pan-cuerpo (Eucarista) hace de nosotros un solo cuerpo (Iglesia). Una proposicin que debe comprenderse a la luz de los otros pasajes paulinos que hablan de la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Se subraya, de manera estupenda, la unidad vertical en Cristo y horizontalmente en la Iglesia, la comunin y la unidad de todos (cfr. Rm 12, 5). De esta fuerte identificacin cristolgica y eclesial brota tambin la imposibilidad moral de participar de los idolotitos. En efecto, as es desde la lgica de la Eucarista la participacin en un sacrificio y una comunin no quiero que entris en comunin con los demonios (v. 20). Entonces Pablo hace una nueva afirmacin sobre el sentido convivial y sacrificial de la Eucarista (v. 21): No podis beber el cliz del Seor y el cliz de los demonios. No podis participar de la mesa del Seor y de la mesa de los demonios. Si esto ocurriera sera como provocar los celos del Seor. Cabe observar en este contesto las expresiones eucarsticas: Poterion Kyriou y trapezes Kyriou, con una doble referencia al Seor glorioso, al cliz y a la mesa-altar. La Eucarista aparece como banquete-sacrificial de comunin con el Seor.
2. 1 Co 11, 17-33
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El texto central de este fragmento que hace referencia a la transmisin de la institucin de la Eucarista, ya ha sido examinado anteriormente. ste se inserta, de manera armnica, en el conjunto del texto que es una verdadera y propia reevangelizacin de la Eucarista, un nuevo y ms preciso anuncio del rito y del sentido de la Cena del Seor, ante los abusos que Pablo denuncia en la celebracin de la Eucarista. Se advierte una oposicin en el lenguaje y en los hechos entre acciones que sugieren una reunin pero que de hecho son una divisin. En los vv. 17-22 Pablo habla antes de nada, de los abusos que se manifiestan en las asambleas cristianas, con divisiones y falta de acogida recproca a la hora de las comidas; abusos y divisiones, los cismticos, que banalizan el sentido del comer la Cena del Seor (Kyriakon deipnon faghein). Pablo piensa en la doble dimensin de la Cena: la atencin al Seor Resucitado, ante cuya presencia se encuentra la comunidad cuando celebra, y en la misma comunidad, la Ekklesa, que por la celebracin de la Cena del Seor se constituye como Cuerpo del Seor. El sentido del misterio litrgico y de la dimensin existencial de la Eucarista como expresin y compromiso de caridad son puestos de relieve. Interviene aqu (vv. 23-26) la narracin del sentido de la Cena del Seor que, de nuevo, con fuerza Pablo reevangeliza, ponindonos en guardia sobre la necesidad de reevangelizar continuamente este misterio para no celebrarlo de manera indigna. En los versculos siguientes (27-34), Pablo vuelve sobre el argumento. Con algunas afirmaciones importantes: vv. 27-29. Encontramos por dos veces el sentido de la Eucarista como comer el pan y beber el cliz. En el v. 27 con la correspondiente equivalencia cuerpo/sangre: Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Seor indignamente, ser reo del Cuerpo y de la Sangre del Seor. Se trata de una leccin reforzada por la advertencia del v. 28-29: Examnese, pues, cada cual, y coma as el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Tenemos, por lo tanto, una perfecta identificacin que refuerza la conviccin de la realidad (cuerpo/sangre) que se da y de los signos mediante los cuales se ofrece como alimento y bebida (pan y cliz). La salvacin ofrecida se convierte en condena, all donde la comunin no es segn el querer de Cristo, all cuando se comporta indignamente. Sin una atencin a Cristo Seor y al sentido del amor fraterno, manifestado por l en el don de s mismo por la
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Iglesia que es tambin aqu recordada, quizs, como Cuerpo del Seor (v. 29), no se vive autnticamente la Eucarista. Se vuelve de nuevo sobre el vnculo entre participacin sacramental y vida cristiana. Pablo tiene tambin un gesto para algunos que estn enfermos y dbiles o que estn muertos a causa de este modo indigno de participar en la Eucarista. Probablemente no se trate propiamente de enfermedades verdaderas sino de debilitamientos en la verdadera vida cristiana. Concluyendo la seccin sobre los textos paulinos de la Primera Carta a los Corintios debemos, pues, resumir los contenidos esenciales: Pablo confirma la existencia de la celebracin eucarstica en la comunidad apostlica, describe sumariamente el rito, expresa la fe en el don verdadero del cuerpo y de la sangre del Seor, en la realidad sacramental del memorial que l explica. El conjunto de los datos ya recogidos ofrece como contribucin especfica una reflexin ms cuidada y original sobre la relacin Eucarista-Iglesia, Cuerpo de Cristo en el pan y Cuerpo de Cristo en los fieles. Alude tambin a una especie de tica eucarstica, es decir, a la necesidad de un comportamiento cristiano que sea vivido en pleno acuerdo con el sentido cristolgico y eclesial de la Eucarista que se celebra como memorial del Seor y del don de s por su Iglesia. En las cartas paulinas se dan quizs a otros niveles signos explcitos de la Eucarista que normalmente no son considerados por los autores o porque no son tan evidentes o porque nada aaden a la doctrina (cfr. Ef 5, 20; Col 3, 17). Quizs el texto ms importante, de carcter eclesiolgico y cristolgico es Ef 5, 29. En el discurso sobre el misterio del matrimonio cristiano, a imagen de la unin entre Cristo y la Iglesia, al sentido bautismal del v. 26, se puede aadir la referencia eucarstica y nupcial-esponsal de las palabras: Porque nadie aborreci jams su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cario, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. Algunos padres interpretan en sentido eucarstico y esponsal esta frase que aludira a Cristo que se da a s mismo a la Iglesia, su Cuerpo y su Esposa, mediante el don de la Eucarista.
Bibliografa: Adems de las obras exegticas generales cfr. P. GRELOT, Le repas seigneurial, en AA.VV. La Paque du Christ, mystre du salut, 203-236 S. CIPRIANI, Eucaristia e Chiesa in San Paolo, en AA.VV. Eucaristia e Chiesa, Verona 1984, pp. 439-454.
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En el captulo 6 del Evangelio de Juan encontramos un texto eucarstico que podemos calificar como primero y ltimo de la revelacin. Primero, en cuanto que se presenta como anuncio y promesa; ltimo, en cuanto que el cuarto evangelio, en su redaccin definitiva, pertenece a los textos ms tardos del Nuevo Testamento y nos ofrece la profundizacin de la doctrina del Maestro que el Espritu Santo est llevando a cumplimiento en la comunidad apostlica. Como es sabido, Juan en la ltima Cena no narra la institucin de la Eucarista, a pesar de que en la redaccin jonea, la cena de Jess est impregnada del misterio eucarstico. En efecto, las palabras de Jess y sus gestos, la conciencia de tener que pasar de este mundo al Padre, el lavatorio de los pies, las palabras sobre la vid y los sarmientos, sobre el amor fraterno, sobre el don del Espritu Santo, la plegaria sacerdotal, los himnos recitados al final de la Cena, son no slo indicios que concuerdan con el escenario de una cena de despedida, o de Pascua, sino que tambin su contenido expresa, de la forma ms completa, el sentido mismo de la Eucarista. Tenemos, sin embargo, un largo discurso de Jess con innegables acentos eucarsticos en el cap. 6, que es propuesto como anuncio y promesa del Pan de vida que Jess dar a los suyos. La importancia de este texto es patente, en cuanto que confirma el sentido de la revelacin de la Eucarista, como ha sido propuesta en los textos ya examinados, y enriquece con las peculiaridades literarias y doctrinales joneas las perspectivas sobre el sentido salvfico del pan de vida. Para un estudio minucioso del tema debemos remitirnos a los trabajos exegticos de ndole general ya citados al comienzo del captulo, a los mejores comentarios actuales del Evangelio de Juan y a las contribuciones especficas sobre el tema eucarstico. No se puede, sin embargo, afrontar el texto de Juan sin algunas precisiones a todo el captulo 6 del cuarto Evangelio.
Unidad redaccional
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La exgesis del cap. 6 de Juan est plagada de dificultades desde el punto de vista redaccional e interpretativo. Hay tambin autores, como A. Wikenhauser y otros, que no seran contrarios a colocar este captulo entre el 4 y 5, en vistas a la unidad literaria. ste, de hecho, ms que un episodio ligado a aqul que precede y a aqul que sigue, es un bloque doctrinal autnomo en su redaccin y en su intencin de catequesis. Es el captulo ms largo del Evangelio con 71 versculos. Se discute tambin sobre su autenticidad jonea. El discurso se introduce de nuevo en la cuestin exegtica general sobre el autor del cuarto evangelio en su totalidad. R. Bultmann y otros excluyen como pertinente a la redaccin de Juan la ltima seccin del captulo que habla de la Eucarista. Pero esto se debe a una tesis general que excluye toda intencin sacramentalista en la predicacin de Jess y en el testimonio de Juan. Tendremos aqu y en otro lugar una adicin que depende del testimonio y de la praxis de la comunidad primitiva. O. Cullman, sin embargo, pone de relieve la dimensin sacramental del Evangelio de Juan. El captulo en su conjunto, comprendida la ltima parte, parece muy unitario desde el punto de vista redaccional con los conceptos base del Evangelio joneo: vida, vida eterna, Hijo del hombre, creer, permanecer... Tambin el estilo circular y polmico es caracterstico del conjunto del cuarto Evangelio.
En el captulo 6 encontramos un discurso unitario sobre una serie de temas ligados al arte en una clara progresin, de un hecho milagroso (la multiplicacin de los panes) a una enseanza sobre el pan de vida. En este discurso se da una continuidad progresiva, desde el pasado (el man del desierto), al presente (Jess como pan bajado del cielo), al futuro (el pan de la vida que el dar) en la Cena y despus en la vida de su Iglesia. Lo cierra todo un eplogo sobre la fe necesaria para acoger a Jess, sobre la eleccin de fe, opcin por Jess, hecha por Pedro, y concluye con el anuncio, en este contexto, de la futura traicin de Judas. Nos encontramos ante pasajes, palabras y temas pertenecientes a diversas circunstancias de la vida de Cristo. En la ltima parte, en referencia a la Eucarista, las palabras de Jess pueden tambin ser una elaboracin catequtica del apstol, una homila eucarstica de la comunidad primitiva o un midrash sobre la ltima Cena y la institucin de la Eucarista. Tales son las diversas posiciones de los autores. El problema no es de nuestro tiempo. Sobre el alcance doctrinal de las palabras de Jess referentes al pan de vida que debe ser comido, se han dado interpretaciones diversas a lo largo de la historia de la Iglesia. Autores
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antiguos, como Ignacio de Antioqua, Justino, Cipriano, Crisstomo, Cirilo de Jerusaln, Teodoro de Mopsuestia, Cirilo de Alejandra, interpretan a Juan en sentido eucarstico sacramental. Otros autores, como Clemente de Alejandra, Orgenes, Eusebio de Cesarea aplican el texto a la comida de Cristo y de su palabra, pan de vida mediante la fe. En general, se dice que la interpretacin de la escuela de Antioqua es realista y la de Alejandra espiritualista. Pero se dan matices. Agustn interpreta en cada una de las dos los sentidos. En el medievo santo Toms restaura la interpretacin realista de Jn 6, especialmente en el comentario al cuarto Evangelio. Pero un ilustre discpulo suyo, Cayetano, mantiene la interpretacin espiritualista: Est claro escribe l que no se trata de comer y beber el sacramento de la Eucarista, sino de comer y beber la muerte de Jess. En el medievo, adems, se dan dos interpretaciones eucarsticas que agravan de manera extrema, el carcter sacramental de la interpretacin jonea. Por una parte tenemos los as llamados cafarnatas que interpretan de manera realista exacerbada el comer la carne y beber la sangre, como un proceso biolgico, hasta en la digestin y sus consecuencias fisiolgicas. Una posicin demasiado realista que es acusada con la palabra estercorismo y desestimada como irrespetuosa. Por otra parte, encontramos la interpretacin de J. de Hus, sobre la absoluta necesidad de participar al mismo tiempo de la comunin bajo las dos especies (sub utraque specie) para cumplir la palabra de Jess. De aqu el nombre de utraquista o hussita. Entre los reformadores, Lutero y Calvino interpretan los textos joneos en el sentido de una comida espiritual o de una acogida permanente de Jess mediante la fe. En el concilio de Trento no hay unanimidad respecto a la genuina interpretacin del captulo. Telogos y Padres conciliares aportan los diferentes argumentos de la tradicin. Por eso, el Concilio no se pronuncia claramente sobre el sentido eucarstico del captulo 6, en parte tambin para no tener que dar razn a las peticiones de los utraquistas sobre la necesidad de la comunin bajo las dos especies. Quizs una clave de solucin se encuentra en la justa exgesis del captulo de Juan, segn los autores modernos. No todo debe ser interpretado en sentido espiritual o en sentido eucarstico, como quizs entendan los Padres, eligiendo una clave totalitaria, pero en una progresividad. De hecho hoy, los autores, tanto catlicos como protestantes, con una cuidada y lgica exgesis, distinguen las diferentes partes del captulo y consideran, en la actual redaccin, el verdadero sentido eucarstico de la ltima seccin, a partir del versculo 51c-58. Algunos comienzan antes (v. 48) o despus (v. 52).
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Una clave general de interpretacin debe tener en cuenta la calidad del estilo literario y de la personalidad de Juan como evangelista: l es testimonio y telogo, atento a la historia y capaz de penetrar en los misterios, documenta hechos y propone signos y aade su visin espiritual y sacramental. Su estilo es tambin como una cantinela oriental que parece repetir, con diversas modulaciones, la misma meloda, pero cambia progresivamente. O como el flujo del mar que baa la playa y se retira, para volver de nuevo con ms intensidad. Entre las interesantes claves de interpretacin del captulo 6 recordamos algunas:
Para F.X. Lon-Dufour debemos distinguir dos perspectivas. La primera es la de Jess que habla a sus contemporneos, pero mira desde lejos a los discpulos de todos los tiempos. Dirigindose a los primeros no puede pensar si no en su acogida mediante la fe. Comer y beber la carne y la sangre es aceptar a Jess, su palabra y su persona. Mirando a los segundos, no puede dejar de pensar tambin en el modo de entrar en comunin con l, mediante la palabra y la Eucarista. Juan, por su parte, escribe como discpulo-testimonio del Verbo, y como apstol de la Iglesia. En el primer caso se refiere al sentido de las palabras de Jess, cmo y cundo han sido dichas; en el segundo caso da el sentido sacramental que ahora tiene en la Iglesia, a partir de la comunin con el cuerpo y sangre del Seor en la Eucarista.
Para A. Feuillet, todo el captulo propone un discurso que es, en su sustancia, propio de Jess. Juan lo enriquece con su visin teolgica integral del misterio de Cristo, y a la luz de la praxis sacramental de la Iglesia apostlica. Ciertamente, la ltima seccin del captulo no poda ser comprendida hasta el fondo antes de la ltima Cena, cuando efectivamente Jess, de manera clara, expresa el modo de comer a Cristo, pan de vida, y de beber su sangre.
Para R.E. Brown todo el discurso, en su redaccin actual, tiene un sentido eucarstico global. La ltima parte se ha insertado aqu, pero proviene probablemente de una tradicin jonea del relato de la ltima Cena. El Eplogo trata de ponerse en relacin ms que con la Eucarista con el tema axial del captulo, la persona de Jess que debe ser acogida mediante la fe.
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Como muchos autores actuales ponen de relieve, adems de la interpretacin eucarstica es preciso recordar que aqu nos encontramos ante muchos temas teolgicos veterotestamentarios: el xodo, el man, la palabra de Dios como alimento, el festn de la sabidura...
2. Exgesis eucarstica de Jn 6
Con la lnea que parece ms compartida consideramos que se puede ofrecer una exgesis del texto que camina progresivamente hacia la revelacin de la Eucarista, pasando necesariamente por la clave del captulo que es la aceptacin de Jess como Verbo Encarnado, pan de vida, mediante la fe don de Dios. Adems, el significado propio de la Eucarista, de la que es explcito el sentido en los versculos 51c-58, debe ser comprendido en su integridad global que reclama desde la acogida de Jess, como el comer su palabra de vida y hasta el nutrirse del Pan eucarstico. Se recupera as una cierta progresiva unidad en la revelacin, y una necesaria visin de conjunto de las condiciones para vivir la Eucarista. Distinguimos en esta unidad progresiva cuatro partes.
La narracin del Evangelio se abre con un signo (semeia, v. 26), que es la multiplicacin de los panes (vv. 1-15). Pero en realidad all est tambin el milagro signo, de clara connotacin extica, de Jess que camina sobre las aguas (vv. 16-21). El signo tiene una dimensin pedaggica, reveladora. En otros casos, un signo se cierra con la revelacin de Jess, como en el caso del ciego de nacimiento (Jess luz del mundo), y de la resurreccin de Lzaro (Jess es la resurreccin y la vida); aunque aqu se pasar de la multiplicacin del pan a la revelacin: Yo soy el Pan bajado del cielo. Pero tambin en el caminar sobre las aguas se da la revelacin de Jess con la caracterstica expresin de su divinidad: Yo soy (Eg eimi, v. 21). Muchos son los detalles del signo de la multiplicacin de los panes que se aproximan al tema de la Eucarista: la cercana de la Pascua, la fiesta de los judos (v. 4); la frmula de bendicin y fraccin: tom los panes, dio gracias (eucharistesas) los distribuy... (v. 11, cfr. v. 23). Tambin la orden de recoger los pedazos (klasmata) que parece una palabra eucarstica, de la cual quizs viene el respeto por los fragmentos eucarsticos, segn la tradicin de la
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Iglesia antigua. La abundancia del pan preludia la riqueza del don del pan de vida para todas las generaciones. En el milagro de Jess que camina sobre las aguas podemos distinguir algunas temticas de revelacin: su divinidad, Yo soy (YHWH) (con vosotros?). Tenemos aqu, como en otros lugares en el evangelio de Juan, la clsica expresin que hace referencia a la revelacin de Esd 3.
Sin entrar en mayores detalles, y teniendo en cuenta la revelacin progresiva y enriquecedora de Juan, el discurso sobre el Pan de vida, comienza del signo (v. 6) y propone progresivamente estas tres series de tesis: Existe el verdadero alimento, bajado del cielo, Jess mismo que debe ser acogido con fe; el signo que l da es superior al man del desierto que comieron los padres (vv. 26-33). Jess, Yo soy, es este Pan de vida, bajado del cielo, entregado por el Padre, un pan que da la vida a quien viene a l (vv. 35-47). Es necesario comer este pan, acercarse a l mediante la fe, don del Padre (vv. 48-51ab). El v. 51 hace de puente recopilativo y relanza la temtica: Yo soy el pan vivo bajado del cielo, si alguno come de este pan, vivir eternamente.
v. 51c. y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. v. 52. Discutan entre s los judos y decan: Cmo puede ste darnos a comer su carne?
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Tenemos en el v. 51 un retorno circular al alimento (brosis) el cual haba prometido el Hijo del hombre, enriquecido ahora con todos los conceptos propuestos seguidamente: Pan vivo, Pan de Dios bajado del cielo, Pan que el Padre da... Despus de haber afirmado la identificacin del v. 51a con las palabras de la revelacin Yo soy el pan vivo bajado del cielo, ahora identifica el pan que dar con su carne. En esta palabra, sarx, retorna el concepto utilizado en Jn 1, 14 a propsito del Verbo hecho carne. De este modo retorna el concepto sarx-basar que indica la naturaleza humana con su debilidad fsica, no moral, y se establece una relacin con el Pan bajado, y entre el misterio de la Encarnacin y el misterio del Pan eucarstico. El personalismo del significado de la carne, que seala, precisamente, la persona entera, es subrayado por el pronombre ma. La partcula per (hyper) indica la donacin de la vida y por la vida, en sentido sacrificial. En algn cdice se subraya con el aadido que yo dar (en ego dosso) por la vida del mundo. Mundo, en este contexto significa toda la humanidad a salvar. Estn en juego la Encarnacin acontecida y la Pasin anunciada. La murmuracin o discusin de los judos es paralela a una anterior murmuracin (v. 41-42). Es justo que ellos puedan maravillarse ante las afirmaciones inauditas de Jess; las consideran de antropofagia criminal: comer la carne y beber la sangre son cosas horrendas y prohibidas. l, sin embargo, replica sin atenuar mnimamente su propuesta. Incluso la refuerza en las expresiones.
v. 53. Jess les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no comis la carne del Hijo del hombre, y no bebis su sangre, no tenis vida en vosotros. v. 54. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitar el ltimo da. v. 55. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
Se trata de afirmaciones en dos hemistiquios, uno negativo y el otro positivo, con un procedimiento literario y mnemnico hecho por medio de anttesis y aposiciones simtricas. Jess, por lo tanto, explicita su propuesta del v. 51c y responde a la objecin de los judos sin atenuar las palabras y el sentido realista. Incluso refuerza el realismo del don con la palabra troghein que significa masticar o triturar con los dientes, y aade la palabra pinein por beber la sangre, expresin que confirma el realismo. Adems, refuerza en el v. 55 el paralelismo carne/sangre con el adjetivo verdadero alimento (alezes brosis) y verdadera bebida (alezes posis). En estos versculos se est enriqueciendo progresivamente de conceptos la revelacin anterior referente al pan de vida: sangre, vida eterna,
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Yo lo resucitar. La sangre es la sed de la vida, indica la persona viviente y su sacrificio: no se bebe la sangre si antes no se efunde; se apunta aqu, por lo tanto, de manera indirecta al sacrificio voluntario. La vida eterna indica la vida del Verbo, que tena al principio y que tendr tras su retorno al Padre. Se alude a la resurreccin escatolgica del ltimo da. Todo est precedido por la frmula jonea de un anuncio importante: En verdad, en verdad os digo... Sobre el trasfondo de la revelacin estn ya presentes los tres misterios fundamentales de la misin de Jess: Encarnacin (carne), Pasin (sangre), Resurreccin (yo lo resucitar, vida eterna). Hay que notar que se subraya la duplicidad de los elementos: carne/sangre, alimento/bebida, comer/beber. Pero slo se habla a nivel de signo del pan y no del vino o del cliz. Slo en la cena se desvelar plenamente el sentido de este alimento y de esta bebida que son la carne y la sangre del Seor.
v. 56. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en m, y yo en l. v.57. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, tambin el que me coma vivir por m. v. 58. ste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivir para siempre.
Estos versculos, adems de confirmar la propuesta anterior, indican el sentido salvfico de la Eucarista como comunin de vida: inmanencia recproca y duradera, tema querido por Juan en el captulo 15: permanecer (menein); dinamismo y plenitud de vida que viene del Padre, reposa en el Hijo y es dada a quien come y bebe la carne y la sangre. En la alusin al Padre se retoma una temtica ya desarrollada: el origen divino de Jess y del pan vivo bajado del cielo. Se acenta el personalismo en el dptico: quien me coma (trogon me... zesei di em), vivir en m. En el versculo 58 se resume de nuevo todo el perodo a partir del v. 51c: el Pan bajado del cielo; no como aqul comido por vuestros Padres: la figura ha sido superada en dignidad y en los efectos. Se reafirma el sentido escatolgico de la Eucarista. Pan para la vida eterna.
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En este eplogo tenemos una serie de claves importantes para comprender el sentido de la revelacin de Jess, pan de vida, y de la Eucarista que l ha prometido. Tenemos una murmuracin de los discpulos (v. 60), y una afirmacin y respuesta de Jess donde se alude a su ascensin al cielo, donde estaba antes. Se reafirma su origen divino, se anuncia su meta que completa el crculo de la vida de Jess, del Padre al Padre, mediante su bajada (katabasis) y su subida (anabainosis) (vv. 61-62). Para algunos se trata de comprender el misterio de Jess, y del Pan de vida a partir del misterio de su Ascensin gloriosa. Desde aquel momento ser preciso adherirse a Cristo mediante la fe (y el sacramento). Siguen dos versculos alusivos al Espritu Santo y a la fe. Es el Espritu quien da la vida (to pneuma estn to zoopoioun), la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espritu y vida. Pero hay algunos entre vosotros que no creen (vv. 63-64). Las palabras sobre el Espritu no son fciles de descifrar. En el lenguaje conceptual y lleno de alusiones de Juan evangelista pueden significar varias cosas a la vez. Un primer y obvio significado: slo el espritu, y no la carne, es capaz de comunicar la vida. O bien: el Espritu har comprender el sentido de estas palabras. O bien: Cristo dar su carne, carne pneumtica, resucitada y gloriosa, llena de Espritu Santo. Retorna en los ltimos versculos el tema de la fe don del Padre. Para adherirse a Cristo es preciso adherirse a sus palabras y a su persona. Algunos lo rechazan. El discurso de Jess se convierte en opcin fundamental de la fe, tambin en la revelacin del pan de vida. Y Pedro hace aqu, en este contexto cristolgico y eucarstico del evangelio de Juan, su confesin de fe: Seor a quin iremos? Tu tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos credo y conocido que t eres el Santo de Dios (vv. 67-69). Sobre el trasfondo de esta lmpida confesin de fe tenemos la sombra ttrica de Judas el traidor, uno de los doce (eis ek ton dodeka) (v. 71).
Sobre la estela de los resultados de la exgesis, y en simetra con cuanto hemos hecho con los relatos de la Institucin, podemos recoger algunas orientaciones de Teologa bblica sobre la Eucarista. stas responden a los resultados exegticos, confortados por la interpretacin de la Iglesia.
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En las palabras de Jess hay un realismo sin atenuantes referido al Pan que debe dar, con expresiones claras carne, sangre, comer, beber, sin vuelta atrs, tambin contra las murmuraciones, de los judos primero y de los discpulos despus. El realismo del don est ligado tambin al realismo de los misterios a los que es referido el pan: realismo de la Encarnacin, de la Pasin y de la Resurreccin. Tambin son reales los efectos salvficos, que alcanzan incluso la promesa de la resurreccin. Se trata de un realismo no carnal, sino espiritual y sacramental. La carne mediante el pan, la sangre mediante el cliz del vino. Debemos subrayar el personalismo de las expresiones. Carne y sangre indican la persona viviente. Jess juega con el pronombre YO y ME en una sugestiva aposicin de identificaciones: El Pan de vida es mi Carne: YO soy el pan de vida, quien come mi carne, ME come a m. Todo parte del Yo misterioso de Cristo, Verbo Encarnado, que ilumina todos los contenidos para resumirlos de nuevo en l. Se evidencia claramente la rica sntesis de misterios. Tanto para que puedan ser contemplados desde la perspectiva del Jess que habla, como desde la perspectiva de Juan que relata. Jess afirma la realidad de su pasado, cerca del Padre, y de su presente, entre los hombres; pero mira hacia el futuro: la inmediata pasin, resurreccin y ascensin. Juan contempla, ya cuando escribe, todos los misterios de Jess realizados: la encarnacin, la pasin, la resurreccin, la ascensin gloriosa y su presencia permanente en la Iglesia. La Eucarista reclama de manera indisoluble:
La encarnacin: La Eucarista es el Verbo Encarnado, pan bajado del cielo. El cristiano se nutre del verbo Encarnado porque en el pan de la vida se hace presente el acontecimiento salvfico que es el Hijo de Dios.
La pasin-redencin: es el misterio del pan-carne, dada por el mundo, la sangre de la propiciacin ofrecida en sacrificio.
La resurreccin: es la carne del Hijo del hombre (ttulo mesinico de gloria), que comunica la vida eterna y la resurreccin del ltimo da, carne vivificada por el Espritu. Slo la carne resucitada puede comunicar la resurreccin.
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La sntesis de misterios es propia de la visin cristolgica de Juan, tanto en la revelacin de la Encarnacin, donde se proyecta la gloria del Resucitado, como en la narracin de las diferentes apariciones de Jess en su resurreccin, donde se manifiesta la continuidad y el realismo de su encarnacin, y la permanencia de los estigmas de su pasin gloriosa. Jess no es un fantasma (cfr. Jn 20-21). Hace eco al realismo de Juan, la clebre expresin de su discpulo Ignacio a propsito de la negacin de la verdad de la Eucarista (y de la Encarnacin) por parte de los docetas del siglo primero los cuales niegan (al igual que nosotros afirmamos) que la Eucarista es: la carne de nuestro Seor Jesucristo, que ha sufrido por nuestros pecados, y que el Padre benignsimamente ha resucitado (Ad Smirm. 7, 1). En esta acumulacin de misterios es til recordar tambin el aspecto claramente trinitario del misterio eucarstico. Es el pan que el PADRE da, pan bajado del cielo. Es la presencia del HIJO; es la carne vivificada por el ESPRITU SANTO.
La Eucarista es misterio de comunin de la vida de Jess que viene del Padre y pasa por los misterios de la carne de Cristo (mysteria carnis Christi), y es vivificada por el Espritu. Es don de la inmanencia recproca, de la simbiosis, del dinamismo del amor: quien me come y permanece en m, vivir por m y para m... Trmino ltimo de la comunicacin eucarstica es el don de la resurreccin, a semejanza con la resurreccin de Jess, aunque sea aplazada al ltimo da. Se anuncia la salvacin integral del discpulo. Si toda nuestra persona, de hecho, debe estar unida definitivamente a Cristo, es preciso que toda la persona, cuerpo incluido, reciba el don de la resurreccin. La clave de comprensin del misterio eucarstico, se encuentra en los versculos del Eplogo. Slo la exaltacin gloriosa de Jess con su ascensin nos permite comprender, hasta el fondo, la necesidad y la posibilidad de nuestra comunin real, espiritual y sacramental con l. El alimento que Jess nos ofrecer ser su carne gloriosa, vivificada por el Espritu. Slo esta dimensin pneumtica de Cristo glorioso y de la Eucarista nos pueden abrir plenamente al sentido del realismo y del personalismo del don. Es el Espritu el que vivifica la carne de Cristo y el pan eucarstico. Finalmente, para comer dignamente el pan que Cristo da, es necesario haberlo comido, es decir, acogido mediante la fe. Una fructuosa participacin de la Eucarista supone tambin la plena acogida de su palabra, palabra para comer y vivir. En este sentido y con todo ya completo el Pan de vida se nos presenta como misterio de fe, y opcin fundamental de fe, plenitud de vida.
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Del conjunto del evangelio de Juan y dada su unidad y riqueza simblica podemos tomar otros textos que pueden hacer referencia a la Eucarista. Se trata, sin embargo, de referencias secundarias a comprender en la unidad doctrinal del misterio de Cristo y segn la interpretacin de la tradicin eclesial. Entre estos textos sealamos:
Jn 2, 1-11, con el episodio de las bodas de Can de Galilea, para el tema del vino nuevo. Jn 19, 34, con el signo de la sangre emanada del costado de Cristo junto al agua. Los Padres interpretan el agua y la sangre en referencia al bautismo y a la Eucarista. Pero se advierte que primariamente se alude al don de la vida (sangre) y despus a la efusin del Espritu (agua). 1Jn 5, 6-8, con la referencia a la sangre de Cristo, sangre de la propiciacin.
Ms interesante es la lectura eucarstica de los captulos 13-17 de la Cena en su conjunto, tanto en el lavatorio de los pies, como en el smbolo de la vid y los sarmientos o como en el mandamiento nuevo y la plegaria sacerdotal. A travs de una lectura exegtica correcta de estos textos tenemos todo el sentido de la gracia de la Eucarista. Sobre este tema es muy interesantes cuanto ha escrito S. Lyonnet 22.
Bibliografa: Sobre la Eucarista en Juan es preciso referirse, adems de a los estudios generales sobre la Eucarista en la Biblia, a los comentarios bblicos de Jn 6. En particular cfr.. J. CABA, Cristo Pan de vida. Teologa eucarstica del IV Evangelio, Madrid, BAC 1993. V. PASQUETTO, Incarnazione e comunione con Dio, Roma, Teresianum 1982, pp. 70-97. ID., Abbiamo visto la sua gloria, Roma, Ed. Dehoniane 1992, pp. 61-85.
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J. MATEOS-J. BARRETO, Il Vangelo di Giovanni. Analisi linguistica e commento esegetico, Ass, Cittadella, 1979, pp. 283-334. X. LON-DUFOUR, Lettura dellEvangelo secondo Giovanni (cap. 5-12), Edizioni Paoline, 1992, pp.111-250. R. SCHNACKEMBURG, Il vangelo di Giovanni. Parte seconda, Brescia, Paideia, 1971, pp. 25-159. R.E. BROWN, Giovanni, Ass, Cittadella editrice, 1979, pp. 299-393. R.FABRIS, Giovanni, Roma, Borla, 1992, pp. 365-429. G. SEGALLA, Ges pane del cielo per la vita del mondo. Cristologia ed Eucaristia in Giovanni, Padova, Messaggero, 1975.
APNDICE
A la luz de la exgesis de los textos del Nuevo Testamento, se puede comprender la preparacin de la revelacin del misterio eucarstico en el Antiguo Testamento. Algunos autores (SAYS, LIGIER...) desarrollan esta temtica. Para nosotros es suficiente recordar el hecho y hacer una alusin a algunos textos y smbolos fundamentales. Son a recordar los smbolos del sacrificio de Melquisedec (Gn 14, 1820); el man del desierto, los diferentes sacrificios de expiacin y los incruentos, as como los panes de la proposicin, el nuevo sacrificio predicho por Malaquas (1, 10 y ss.) y los frutos de la Sabidura (Pr 9, 1-5). En la Eucarista convergen los grandes temas de la teologa del Antiguo Testamento: las comidas religiosas, la alianza, antigua y nueva, el memorial y el Siervo de YHWH. Para comprender la Eucarista y su evolucin es preciso referirse a las grandes temticas de la Berakah y de la Tod, como explicita la teologa eucarstica contempornea.
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Todos estos textos tienen un significado tanto a la luz de los pasajes del Nuevo Testamento, como a la luz de la tradicin patrstica, litrgica y en la aplicacin hecha por el Magisterio de la Iglesia.
SCHENKER, LEucaristia nellAntico Testamento, Miln, Jaca Book, 1982. A. SICARI, Linvocazione eucaristica del Vecchio Testamento, en Communio n. 64, 1982, pp. 47-58.
Muchos autores encuentran otros textos explcitos o implcitos en el Nuevo Testamento. Ciertamente, toda la Carta a los Hebreos supone una visin del sacerdocio y del sacrificio de Cristo, al enlazarse con la vida de Jess y con el memorial de la Iglesia. He aqu algunos textos de la Carta a los Hebreos que merecen una particular atencin: 2, 14: la carne y la sangre; 6, 4-5: los momentos de la iniciacin cristiana; toda la seccin de los captulos 7-11 sobre el sacerdocio de Cristo; 13, 9-16: contraposicin entre culto antiguo y culto nuevo 23. En el Apocalipsis cfr. 3, 20: invitacin a la Cena. Tambin tiene una resonancia eucarstica la teologa del Marana tha, invocacin recogida por Pablo (1 Co 16, 22) y presente en el Apocalipsis (22, 20) y en la Didach X 24. Finalmente el texto de la plegaria del Seor en el Evangelio de Mateo 6, 11 donde la califica de pan cotidiano es epiousion, supersubstantialis en latn, que algunos refieren a su sentido eucarstico. Cfr. Catecismo de la Iglesia Catlica n. 2837.
CONCLUSIN
Al final de nuestra investigacin sobre los textos de la revelacin debemos afirmar que los textos del Nuevo Testamento contienen la riqueza, la
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profundidad y la unidad de la fe sobre la realidad y significado de la Eucarista. En estos textos tenemos afirmaciones claras de la fe de la Iglesia. No siempre se tienen las explicaciones del misterio que se requerirn a continuacin y se propondrn por la tradicin y por el Magisterio de la Iglesia. Nosotros tenemos los textos que proclaman el kerigma de la Eucarista y piden creer en la verdad expresa de la Palabra. Los autores sagrados hacen sentir en las palabras de Jess y en la praxis de la Iglesia apostlica el vnculo del misterio eucarstico con toda la economa de la salvacin, con la persona y la obra de Cristo y, de modo especial, con su muerte y su sacrificio redentor, hasta el punto de poder ver en la Eucarista el misterio central de la economa sacramental. Exgesis y teologa bblica de la Eucarista permanecen como punto de referencia en la Iglesia tanto en el Magisterio dogmtico como en la teologa del misterio eucarstico. A lo largo de la historia de la Iglesia precisiones necesarias referentes a la presencia real, al sacrificio eucarstico y a la comunin sern ofrecidas por la tradicin litrgica y patrstica, con autorizadas tomas de posicin por parte del Magisterio, para salvaguardar el verdadero y autntico sentido de las palabras de Cristo como han sido entendidas siempre por la tradicin. Por eso, aunque es verdad que no es suficiente la exgesis y la teologa (en las cuales, por otra parte, se dan tambin muchas interpretaciones diferentes), sino que es preciso recurrir a la Tradicin y al Magisterio para obtener el sentido catlico del misterio eucarstico, a pesar de un cuidadoso conocimiento de la exgesis catlica, a la luz de la amorosa bsqueda con la que los textos eucarsticos han sido estudiados recientemente, permanece el punto de partida para toda buena teologa actualizada y segura.
La primitiva tradicin de la Iglesia, despus de los apstoles, confirma claramente la comprensin del misterio eucarstico como ha sido transmitido por los textos de la Revelacin. No es nuestra tarea ahora trazar toda la lnea de la tradicin de los Padres, sino ofrecer slo algunas pistas y textos ms antiguos que confirman la plena comprensin de la Eucarista como celebracin del memorial, banquete de comunin y presencia real del cuerpo y de la sangre del Seor. En la segunda parte, al tratar cada uno de los temas se podr evidenciar claramente el testimonio de los Padres posteriores, especialmente el de los post-nicenos.
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El carcter de este breve tratado es de ndole introductoria y a nivel de documentacin. En algunos autores dicha documentacin tiene tambin un cierto carcter apologtico. Se quiere evidenciar, de manera clara, que la doctrina eucarstica y, de modo especial, la ndole sacrificial de la Eucarista, no es una invencin de la Iglesia despus del concilio de Nicea. sta existe incluso desde los primeros siglos.
Bibliografa: Una buena coleccin de textos patrsticos sobre la Eucarista en: J. SOLANO, Textos eucarsticos primitivos, 2 vol., BAC, Madrid 1954 1956. J. QUASTEN, Monumenta eucharistica et liturgica vetustissima. Florilegium, Bonn 1935-1937. Ms accesible: La teologia dei Padri, IV, Citt Nuova, Roma 1975, pp. 157-178. Una rica cosecha di textos patrsticos en: A. PIOLANTI, Il mistero eucaristico, Libreria Editrice Vaticana, Citt del Vaticano 1983, pp. 148-204. G. DI NOLA, Monumenta Eucharistica. La testimonianza dei Padri della Chiesa, vol. I, sec. I-IV, Roma, Ed Dehoniane, 1994; vol. II, sec. V, Roma, Ed. Dehoniane, 1997. La dottrina eucaristica di SantAgostino. Introduccin, notas y versin italiana a cargo de G. DI NOLA, Citt del Vaticano, LEV, 1997. Del mismo director: La dottrina eucaristica di San Giovanni Crisostomo, Citt del Vaticano, LEV, 1997.
I. LA CELEBRACIN DE LA EUCARISTA
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En la Didach, o Doctrina de los Apstoles, un libro judeo-cristiano de comienzos del siglo segundo, encontramos el primer testimonio, despus de los escritos apostlicos, sobre la celebracin de la Eucarista. En el captulo XIV encontramos una clara indicacin de la Eucarista celebrada en el da del Seor: En el da del Seor, reunidos, partid el pan y dad gracias, despus de haber confesado vuestros pecados, para que sea puro vuestro sacrificio... En el contexto se hace, por primera vez, una alusin a la profeca de Ml 1, 11: En todo tiempo y en todo lugar se me ofrezca un sacrificio puro... En los captulos IX y X de la misma obra encontramos textos de una bendicin eucarstica con palabras y plegarias particularmente bellas; se hace la bendicin sobre el cliz y sobre el pan partido; se recuerda el simbolismo del pan: Del mismo modo que este pan partido era primero esparcido sobre colinas y recogido se convierte en uno, as se recoja tu Iglesia desde los extremos de la tierra. El alimento y la bebida sobre los cuales se pronuncian las plegarias de bendicin, son alimento y bebida espirituales de los cuales slo los bautizados pueden participar 25. Se discute entre los autores sobre el carcter puramente eucarstico de este texto primitivo, especialmente por el orden en que se hace la bendicin, primero sobre el cliz y despus sobre el pan partido y porque dichas plegarias se encuentran en libros posteriores como simples plegarias para las comidas. Pero cuanto se dice sobre la participacin solamente de los bautizados en la Eucarista calificndola de alimento y bebida espiritual para la vida eterna a obra de Jesucristo es indicio de que dicha bendicin ha de considerarse una expresin, aunque primitiva, de la fe eucarstica de la comunidad judeo-cristiana a la cual pertenece este texto. Hoy se considera que se trata de un doble rito: uno abierto tambin a los judos y que se tratara de una especie de comida religiosa y el otro claramente eucarstico reservado a los cristianos 26. Ms claro y doctrinalmente ms interesante para nosotros es el testimonio de Justino, el filsofo cristiano, laico y mrtir, en su Apologa I, dedicada al Emperador Antonino Po, en favor de los cristianos, que se remonta a la mitad del siglo II. En los captulos LXV-LXVII nos ofrece la descripcin de la celebracin eucarstica que sigue al bautismo de los nefitos y que se hace cada domingo en el da del Sol, segn la terminologa de los romanos. Los dos esquemas de celebracin, sustancialmente idnticos, nos permiten reconstruir la celebracin primitiva en estos momentos: liturgia de la palabra con la lectura de los Libros del Antiguo y del Nuevo Testamento; homila del presidente y plegaria de los fieles; abrazo de paz; presentacin de los dones por parte de los diconos (pan y vino con agua) y plegaria eucarstica a la cual todos responden Amn al final; comunin eucarstica, que es llevada tambin a los ausentes por parte de
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los diconos y liturgia de la caridad o comunin de los bienes. Justino indica claramente el sentido de esta celebracin con estas palabras para clarificar cada sospecha sobre las fantasiosas acusaciones que entonces comenzaban a difundirse sobre la celebracin de los misterios por parte de los cristianos y, en particular, sobre la celebracin de la Eucarista cristiana: Este alimento es llamado por nosotros Eucarista, y a ninguno le es lcito participar, si no a quien cree que nuestras enseanzas son verdaderas, si es purificado con el bao para la remisin de los pecados y la regeneracin, y vive as como Cristo ha enseado. De hecho, nosotros lo tomamos no como pan comn y bebida comn; sino como Jesucristo, nuestro Salvador que se encarn, por la palabra de Dios tom carne y sangre para nuestra salvacin, as hemos aprendido que tambin aquel alimento, consagrado con la plegaria que contiene la palabra de l mismo y de quien se nutren nuestra sangre y nuestra carne es por transformacin carne y sangre de aquel Jess encarnado. En efecto, los Apstoles en su memorias llamadas evangelios, transmitieron que les fue dejado este mandamiento por Jess, el cual tomo el pan... 27. No puede ser ms clara la confesin de Justino sobre el sentido de la Eucarista sacrificio y comunin, carne y sangre de Jess, Verbo Encarnado. Una celebracin que se remite al mandato del Seor y que es consagrada con la plegaria que contiene Su palabra, con una clara indicacin del contenido esencial y de la primitiva estructura de la plegaria eucarstica en la cual, adems de la accin de gracias, se inserta una plegaria que contiene la palabra misma de Jess con una alusin a las palabras de la institucin eucarstica. Un siglo ms tarde, en el libro la Tradicin Apostlica de Hiplito, encontramos diversos signos de la celebracin de la Eucarista, que comprenda la primera plegaria eucarstica que est en el centro de la celebracin y contiene claramente las palabras de la institucin, la ofrenda del sacrificio y el fruto de la comunin eucarstica que es la plenitud del don del Espritu Santo. Faltan en dicho librito de usos litrgicos de la comunidad de Roma, alusiones a la Eucarista conservada en las casas de los cristianos y venerada en sus fragmentos; los cristianos en aquel tiempo llevan consigo la Eucarista para la comunin semanal o bien para la de los enfermos, encarcelados y perseguidos 28. De la plegaria eucarstica de la Tradicin Apostlica referimos las palabras que siguen al relato de la Institucin: As pues, en memoria de su muerte y resurreccin te ofrecemos este pan y este cliz, dndote gracias porque nos has encontrado dignos de estar ante ti y de servirte como tus ministros.
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Y te pedimos que enves tu Espritu Santo sobre la oblacin de la santa Iglesia y, reunindolos juntos, concedas a todos los que participan en los santos misterios ser colmados del Espritu Santo. Tenemos ya aqu la estructura de una plegaria con la ofrenda sacrificial de la Eucarista y la invocacin del Espritu Santo o epiclesis. Textos similares se encuentran tambin en las antiguas plegarias eucarsticas orientales, especialmente en la de Serapin y en el homnimo Eucologio que contiene diversas plegarias litrgicas antiguas. A partir del siglo III los testimonios sobre la celebracin de la Eucarista son cada vez ms claros, tanto si se refieren al esquema celebrativo que permanece sustancialmente igual al propuesto por Justino, como por los numerosos textos de plegarias eucarsticas para la celebracin. Estos textos son un verdadero monumento de fe y de teologa de la Eucarista; representan la fe de la Iglesia que celebra el misterio en todas sus dimensiones y enriquece la comprensin de este misterio como memorialsacrificio de Cristo, comunin del cuerpo y la sangre de Cristo que hace a la Iglesia una. Son la confesin clara de la realidad sacramental de la carne y de la sangre de Jess, accin de gracias al Padre por sus dones, invocacin al Espritu para que sea l el autor de la consagracin y el don de la comunin eucarstica e intercesin por la unidad de la Iglesia y por el bien espiritual y material de todos. En el centro de toda plegaria eucarstica encontramos siempre, excepto quizs en la primitiva Anfora de Addai y Mara, la narracin de la institucin. Para Oriente tenemos, en el libro de las Constituciones Apostlicas, el precioso testimonio sobre la celebracin eucarstica del siglo IV, pero que se remonta, sin duda, a tiempos ms antiguos. Ms all de las diferentes anforas all referidas se ofrece el orden de la celebracin eucarstica con estos elementos, ms evolucionados respecto al esquema de Justino: La liturgia de la Palabra, que se concluye con la homila, precedida por el saludo: La gracia de nuestro Seor Jesucristo... La plegaria de los catecmenos y su despedida, y la plegaria de los fieles que se concluye con el abrazo de paz. La presentacin de los dones, precedida por una monicin del dicono para la reconciliacin fraterna.
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La anfora o gran plegaria eucarstica pronunciada por el pontfice rodeado por los presbteros. La comunin de los fieles precedida por el anuncio del Pontfice: Las cosas santas para los santos: ta aghia tois aghiois; con la respuesta del pueblo: Uno solo es santo, uno solo es Seor, Jesucristo, bendecido eternamente por la gloria de Dios Padre (Frmula todava existente en las liturgias orientales). La comunin bajo las dos especies con las frmulas de clara confesin de la fe eucarstica: el cuerpo de Cristo... La sangre de Cristo, cliz de la vida. Con la doble respuesta del Amn. La comunin se acompaa con el canto del salmo 33 que es interpretado en sentido eucarstico: Gustad y ved... La plegaria despus de la comunin, precedida por la monicin del dicono: Despus de haber recibido el precioso cuerpo y la preciosa sangre, damos gracias a Aqul que nos ha hecho dignos de participar en los santos misterios... La plegaria de bendicin sobre el pueblo y despedida del Dicono: Id en paz 29.
Bibliografa: Para las plegarias eucarsticas cfr. el notable estudio de L. BOUYER, Eucaristia. Teologia e spiritualit della preghiera eucaristica, LDC, Turn 1969. La mejor coleccin de textos de las plegarias eucarsticas en A. HANGGI - I. PAHL, Prex Eucharistica. Textus ex variis liturgiis antiquioribus selecti, Specilegium Friburgense, Friburgo 1968. V. MARTN PINDADO - J. M. SNCHEZ CARO, La gran oracin eucarstica. Textos de ayer y de hoy, Madrid 1969. E. MAZZA, Lanafora eucaristica, Roma, ELV, 1992. AA.VV., Segno di unit. Le pi antiche eucaristie delle chiese, Ed. Qiqajon, Bose 1996.
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En la primitiva tradicin encontramos tambin las ms claras afirmaciones sobre la realidad de la Eucarista.
Ignacio de Antioqua, obispo y mrtir, discpulo de los apstoles, presenta en sus cartas su fe en este misterio, subrayando algunos aspectos: La Eucarista como verdadera carne del Seor: Ellos (los docetas) no reconocen la Eucarista como la carne de Jesucristo, nuestro Salvador, que ha sufrido por nuestros pecados y el Padre benignsimamente ha resucitado (Ad Smirn. 7, 1). En otro lugar afirma: Procurad serviros provechosamente de la nica Eucarista: una es, en efecto, la carne de nuestro Seor Jesucristo y uno el cliz para la unidad de su sangre (Ad Phil. 4, 1). Signo de unidad y de comunin, la Eucarista es carne vivificante: medicina de la inmortalidad, antdoto para no morir sino para tener siempre la vida en Jess (Ad Eph. 20, 2) De hecho, l une la memoria de la Eucarista al sentido de su martirio (Ad. Rom. 4, 1-2) y recuerda su deseo de la Eucarista en un texto que sita bien juntos el concepto sacramental que une el misterio eucarstico y la verdad del Verbo Encarnado y de su caridad: Deseo el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo... y quiero como bebida su sangre, que es la caridad incorruptible (Ad Rom. 4, 2).
Justino mrtir, del cual habamos revelado ya el testimonio sobre la celebracin eucarstica y la realidad del cuerpo y sangre de Jess en la Eucarista, en el Dilogo con Trifn desarrolla claramente el sentido sacrificial de la Eucarista a la luz de los sacrificios del Antiguo Testamento, especialmente de la profeca de Ml 1, 10 y saca a la luz la novedad absoluta y la unicidad de este sacrificio. Afirma por ejemplo: Nosotros somos el verdadero pueblo sacerdotal de Dios... Y ya como anticipo asegura que sern aceptados todos aqullos que en su nombre le ofrezcan en sacrificio lo que ha sido establecido por Jesucristo: la Eucarista del pan y del cliz ofrecidos por los cristianos en todo lugar... Considero que las plegarias y la accin de gracias que se hacen por parte de los justos son los acostumbrados sacrificios agradables a Dios. De este modo, los cristianos han aprendido a cumplir slo estas cosas, en el memorial de su alimento de pan y de vino con que celebran la memoria de la pasin sufrida por el Hijo de Dios por nosotros (Dilogo con Trifn 116-117; PG 6, 745-749). En otro lugar afirma: La ofrenda de flor de harina hecha por aqullos que eran purificados de la lepra era una figura anticipada del pan eucarstico, dado por nuestro Seor Jesucristo como ofrenda de su pasin... Nuestros sacrificios, o sea, el pan eucarstico y el vino que nosotros le ofrecemos en cada lugar, glorifican su nombre (Ibid., 41: PG 6, 564). En estos textos tenemos una esplndida afirmacin del sentido sacrificial de la Eucarista, memorial de la Pasin del Seor, al cual concurren
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los fieles. El sacrificio sacramental de la Eucarista es tambin el sacrificio espiritual de los cristianos, al cual se unen ellos con las plegarias y la ofrenda de su vida.
Ireneo de Lyon, testimonio cualificado de la fe de la Iglesia en el siglo II, es el defensor de la verdad catlica contra todas las herejas. Las esplndidas pginas que ha escrito sobre la Eucarista tienen una impostacin muy original. l manifiesta la fe de la Iglesia en la Eucarista como presencia y sacrificio, como comunin del cuerpo y sangre del Seor y como gracia vivificante para el alma y para los cuerpos; se trata de una fe afirmada con claridad; es ms, parte de esta fe parece comn para afirmar la realidad de la encarnacin, de la Pasin del Seor y de la eficacia para nuestra santificacin. He aqu slo algn texto emblemtico: Ya que somos miembros de Cristo, nos nutrimos tambin con cosas creadas, que l nos dispone haciendo surgir el sol y haciendo llover como quiere: nos asegura as que el cliz, realidad creada, es su misma sangre derramada y con ello acrecienta nuestra sangre, y que el pan, igualmente cosa creada, es su cuerpo con el que fortalece nuestros cuerpos. El cliz con agua y el pan reciben la palabra de Dios y se convierten en la Eucarista de la sangre y del cuerpo de Cristo con el que se acrecienta y resana la sustancia de nuestra carne 30. El pan y el vino son frutos de la tierra pero de ellos se apodera la palabra de Dios y la convierte en Eucarista, es decir, en cuerpo y sangre de Cristo. As como el pan terreno recibiendo la invocacin de Dios no es ya el acostumbrado pan, sino la Eucarista, compuesta de dos elementos, terreno y celeste, as tambin nuestros cuerpos recibiendo la Eucarista no son ya corruptibles, teniendo la esperanza de la resurreccin. Al contrario, nuestros cuerpos nutridos con la Eucarista resurgirn a su tiempo 31.
Cipriano de Cartago, obispo y mrtir del siglo III, es otro testimonio cualificado de la tradicin de la Iglesia. Afirma la presencia real de la carne y de la sangre de Cristo en la Eucarista y el sentido sacrificial de este convite que es tambin el signo y la causa de la unidad de la Iglesia que tanto tena l en el corazn. Por ejemplo, en la bella carta 63 contra los acuarios afirma que, contiene muchas enseanzas esenciales sobre la Eucarista: No es lcito romper el mandato del Seor en lo que respecta al sacramento de su pasin y de nuestra redencin... En efecto, si el Seor y Dios nuestro, Cristo Jess en persona, es el sumo sacerdote de Dios Padre, y si l el primero se ofreci a s mismo al Padre, y mand hacer esto en su memoria, entonces slo el sacerdote hace las veces de vicario de Cristo, cuando imita lo que hizo Cristo y, slo entonces ofrece a Dios en la Iglesia un verdadero sacrificio en pleno
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sentido, si est dispuesto a hacer la ofrenda como la ha visto hacer a Cristo (Ep. 63, 17 y 14).
Estos testimonios pueden ser suficientes para ilustrar los diferentes aspectos de la fe de la Iglesia de los primeros siglos en el misterio eucarstico. A partir del siglo IV los testimonios patrsticos y litrgicos son innumerables. Tendremos tiempo de ofrecer textos ms cualificados de los Padres en el momento oportuno. La insistencia sobre la presencia real y sobre el sentido sacrificial de la Eucarista en los textos de los Padres pre-nicenos es importante en un momento en el que tambin fuera de la Iglesia catlica son valorados positivamente estos testimonios primitivos sobre el sentido pleno de la Eucarista como presencia y sacrificio de Cristo y como misterio que realiza la Iglesia 32.
Los testimonios de la fe de la Iglesia han quedado esculpidos en la piedra y pintados sobre los muros de las catacumbas. Son alusivas a la Eucarista las inscripciones de Abercio (siglos II-III) y de Pectorius (siglo IV) en las cuales se habla del pan eucarstico y del vino que presenta la Iglesia (o Mara?) casta virgen; el lenguaje simblico de estas inscripciones asocia voluntariamente la Eucarista al pez que para los primeros cristianos era la palabra secreta que recordaba, al mismo tiempo, a Jesucristo, Hijo de Dios Salvador (por las iniciales de la palabra pez en griego ichts) y la Eucarista que era su presencia, asociada a la multiplicacin de los panes y de los peces smbolo de la Eucarista. Escenas de la celebracin eucarstica han sido pintadas en las catacumbas, as como en la capilla griega de las catacumbas de Priscilla y en los cubculos de los sacramentos de las catacumbas de san Calixto. Son los testimonios de una fe proclamada y celebrada unnimemente por la Iglesia durante el primer milenio de su historia 33. Junto a estos testimonios es preciso tener en cuenta tambin las mltiples alusiones a la Eucarista que se encuentran en las Actas de los Mrtires. Notable es el relato del martirio de la comunidad de Abitene, a principios del siglo IV. En l tenemos el testimonio de los fieles que, despus de haber celebrado el Dominicum, la Eucarista del da del Seor, soportaron el martirio.
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Aunque en la antigedad no se daban errores referentes a la Eucarista no podemos dejar de lado algunos testimonios sobre abusos por parte de los gnsticos. Algunas sectas tienen una concepcin mgica del misterio eucarstico. Se observan cambios en la materia de la Eucarista por parte de los acuarios que rechazan consagrar el vino y usan slo agua, o los artogiritas que celebran con pan y queso, o los ofitas que celebran con una serpiente sobre el altar. Algunas sectas celebran con pez o con pan solo. De estas tendencias se hacen eco los apcrifos del N.T. 34.
La fe de la Iglesia en la Eucarista, confesada con toda la riqueza de aspectos resaltados por los Padres en las catequesis y en los comentarios bblicos, celebrada y confesada en la celebracin misma de los misterios con los textos de las plegarias eucarsticas, se conserv ntegra, excepto por algunas leves pero totalmente insignificantes rupturas, a lo largo de los diez primeros siglos del cristianismo. Esta unanimidad a la cual todava hoy podemos tener acceso en las fuentes patrsticas, comunes a Oriente y Occidente, es estmulo de unidad eucarstica en la fe y en la vida para todos los cristianos. Con el medievo esta fe experimenta algunos traumas. En primer lugar con la tendencia racionalista en la interpretacin de la verdad de la Eucarista como presencia real del cuerpo y de la sangre del Seor. Pero es sobretodo en el siglo XVI donde la fe sobre el misterio eucarstico es turbada por parte de Lutero y los otros reformadores los cuales, con diversos matices, niegan el sentido sacrificial de la Eucarista, la permanencia de la presencia del Seor en las especies eucarsticas despus de la celebracin y, por lo tanto, el culto de la Eucarista fuera de la Misa, y para no negar la presencia real, como Lutero que profesa su fe en la presencia, ofrecen explicaciones insuficientes para salvaguardar el sentido real de la presencia de Cristo en la Eucarista. Estas negaciones que se apartan claramente de la gran tradicin de la Iglesia del primer milenio, marcan profundamente la Iglesia de Occidente, especialmente la Reforma. Pero tambin en el campo catlico, hasta el siglo XI, aparecen interpretaciones del misterio que no dan plena razn de la fe de la Iglesia. Nuestro siglo, tras la firme exposicin de la tradicin catlica hecha en el concilio de Trento y conservada sin peligros durante cuatro siglos, ha visto
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una doble tendencia. Por una parte la manifestacin de ciertas teoras interpretativas del misterio eucarstico que no corresponden con la fe de la Iglesia; y por otra una recuperacin y un enriquecimiento de la teologa del misterio eucarstico en la gran polifona de los aspectos puestos de relieve en la tradicin de Oriente y de Occidente. Se puede afirmar que en este nuestro tiempo a nivel de reflexin, de celebracin y de compromiso, la Iglesia ha tratado de confesar y de vivir la Eucarista en toda la plenitud de aspectos. En esta recuperacin no son extraos tambin los cristianos de la tradicin que se inspira en la Reforma protestante. La bsqueda de una mejor comprensin de la Eucarista est en acto; y hay una especie de nostalgia por la recuperacin de aquella unidad de fe, y de vida eucarstica que, inspirada en las fuentes de la revelacin, fue patrimonio de la doctrina comn de la Iglesia de los primeros diez siglos, cuando la Iglesia estaba unida. Dicha teologa, como se ver, es expresada de modo egregio, aunque no elaborado, en las plegarias eucarsticas de la tradicin occidental y oriental. Aunque reservando para la segunda parte del tratado el estudio ms especfico y circunstanciado de algunas intervenciones del Magisterio, especialmente en torno al tema del sacrificio y de la presencia real, est bien tener hasta ahora una visin sinptica de las diferentes intervenciones de la Iglesia y de las razones histricas que lo han provocado, para poder colocar adecuadamente, junto a la Revelacin y a la tradicin primitiva, la norma prxima de fe del Magisterio, tan importante en el mbito de la doctrina eucarstica. En el espacio histrico ahora descrito, se pone de relieve la atencin vigilante del Magisterio de la Iglesia catlica en confrontacin con la doctrina y la praxis referentes al misterio eucarstico. Intervenciones dogmticas y teolgicas, litrgicas y disciplinares, por conservar intacta la fe se han sucedido desde el medievo hasta nuestros das, cada vez que esta fe ha sido negada, o simplemente puesta bajo sospecha o resquebrajada. El papel del Magisterio ha sido providencial para descubrir y condenar los errores, para favorecer y nutrir la verdadera fe del pueblo de Dios y para mantener en toda la pureza y riqueza la fe eucarstica de la Iglesia. Un simple repaso de las intervenciones del Magisterio al respecto se ofrece como la historia de la fe de la Iglesia desde el medievo hasta nuestros das.
En el siglo XI el Snodo de Roma (con diversas intervenciones en Vercelli y Florencia) en el ao 1059 impone a Berengario de Tours (999-1088) una profesin de fe eucarstica que afirma con fuerza y realismo la presencia de Cristo en la Eucarista, negada precisamente por Berengario. En 1079 esta confesin se volvi a proponer con un nuevo texto que, al afirmar con fuerza el realismo de la presencia y la conversin sustancial, parece ms sobrio que la anterior profesin de fe en la terminologa (DS 690 y 700).
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En el siglo XIII el concilio Lateranense IV (1215) define en algunos cnones la recta doctrina catlica, ahora ya elaborada filosficamente, sobre la presencia real y la transustanciacin (DS 802).
En el siglo XV el concilio de Constanza (1414/1418) precisa algunos puntos de la doctrina eucarstica contra J. Wycliffe (DS 1151-1152).
En el siglo XVI el concilio de Trento afronta de manera sistemtica y autorizada la proclamacin de la doctrina catlica sobre la Eucarista contra los errores de Lutero, Calvino y Zwinglio. Fruto de este estudio son: a) en la sesin XIII (1551) la doctrina y los cnones sobre la presencia real, la transustanciacin y el culto eucarstico (DS 1635-1661); b) en la sesin XXI (1562) el decreto sobre la comunin bajo las dos especies (1725-1734); c) en la sesin XXII (1562) la doctrina sobre el sacrificio de la misa (DS 1738-1760). La doctrina del concilio de Trento, amplia, articulada, precisa, queda como un punto firme de la doctrina de la Iglesia catlica sobre la Eucarista, tambin por el hecho de que las grandes afirmaciones de los captulos doctrinales han sido formuladas en los cnones como dogma de fe, segn la revelacin y la tradicin de la Iglesia.
En el siglo XVIII con la Bula Auctorem fidei, Po VI condena los errores del Snodo de Pistoia, entre los cuales uno hace referencia al alcance dogmtico del concepto de transustanciacin (DS 2629).
En el siglo XX la atencin del Magisterio de la Iglesia hacia el misterio eucarstico es rica en documentos y orientaciones. Destacamos los ms importantes.
Po X ofrece los documentos Sacra Tridentina Synodus de 1905 sobre la comunin frecuente (DS 3375-3383) y Quam singulari sobre la primera comunin de los nios, en 1910 (3530-3536).
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Del Magisterio eucarstico de Po XII es justo recordar la encclica Mediator Dei sobre la sagrada liturgia (1947), con particular atencin a la doctrina sobre el sacrificio eucarstico (DS 3840-3855). En su famosa encclica Humani generis sobre los errores teolgicos modernos (1951), hay una autorizada toma de posicin por una clara explicacin catlica de la presencia real (DS 3891). Hasta los ltimos meses de su vida Po XII tuvo una vigilante atencin a la sacralidad del misterio eucarstico y a la recta doctrina sobre la presencia real y sobre la transustanciacin.
Pablo VI en 1965 promulga la encclica Mysterium Fidei sobre la presencia real y sobre el sacrificio eucarstico, para condenar las interpretaciones minimalistas de la transignificacin y de la transfinalizacin. La encclica de Pablo VI fue promulgada el da 3 de septiembre de 1965, que entonces era memoria litrgica de san Po X, Papa de la Eucarista. Esta Encclica publicada la vigilia de la convocatoria de la ltima sesin conciliar, estuvo precedida por autorizadas intervenciones del Papa durante los meses de abril y junio del mismo ao. Estas intervenciones fueron provocadas por las teoras que fueron difundindose entre algunos telogos, especialmente en Holanda, sobre la presencia real y la transustanciacin.
El Vaticano II en su Magisterio ha ofrecido una amplia cosecha de textos eucarsticos que forman, en su conjunto, una rica y autorizada sntesis de teologa cristiana. En la doctrina del Vaticano II tenemos casi un centenar de textos sobre el misterio eucarstico. El Documento Eucharisticum Mysterium (1967) ha ofrecido una sntesis autorizada de esta doctrina conciliar. Muchos documentos de la reforma litrgica postconciliar tienen una estrecha relacin con la fe eucarstica y con la renovacin de la celebracin de la Eucarista. La fe tradicional no est resquebrajada, ms bien se ha tratado de ofrecer un enriquecimiento de los aspectos globales.
Entre estos documentos es preciso recordar la Constitucin Missale Romanum que sanciona la reforma del nuevo rito de la Misa, la introduccin de la concelebracin, de las nuevas plegarias eucarsticas, de la comunin bajo las dos especies, etc. Histricamente se debe recordar que una primera redaccin de los Preliminares al Novus Ordo Missae (1969) fue fuertemente criticada por algunos autores. Esto llev a una notable revisin del texto de la Constitucin Missale Romanum (1970) con la aadidura de un Proemio y de la Institutio Generalis del Misal Romano, con la correccin de algunos nmeros, en particular de los nn. 7, 48, 55...
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Juan Pablo II ha enriquecido el Magisterio eucarstico de nuestros tiempos con amplias intervenciones, a lo largo de todo su pontificado. El documento magisterial ms autorizado, emanado hasta ahora sobre el misterio eucarstico es, sin duda, la Carta a los Sacerdotes con ocasin del Jueves Santo de 1980, con el ttulo Domenicae Coenae, publicada el 24 de febrero de 1980, seguida por la Instruccin de la (entonces) Sagrada Congregacin para los Sacramentos y el Culto Divino Inaestimable donum (3 de abril de 1980). Este documento toma posicin decididamente contra los abusos litrgicos y propone de nuevo el misterio eucarstico segn la doctrina tradicional de la Iglesia confirmando algunos temas venerados en la teologa de Juan Pablo II: la sacralidad de la celebracin, el sentido comprometido de la participacin en el sacrificio, la Eucarista como bien supremo de la Iglesia, la relacin entre Eucarista y caridad fraterna, etc. Este documento posee una rica documentacin patrstica y litrgica en las notas que dejan entrever a un gran experto como colaborador en la redaccin (L. Ligier, SJ). En el Catecismo de la Iglesia Catlica tenemos una amplia exposicin de la doctrina catlica sobre la Eucarista. sta se encuentra en la segunda parte, en la seccin referente a los sacramentos. Dicho compendio ofrece de manera articulada tanto la riqueza de la tradicin, como la claridad del Magisterio de la Iglesia, con una atencin particular al sentido complementario de la visin del misterio por parte de Oriente y de Occidente. La articulacin de la exposicin del Catecismo nos ofrece ya la clave de lectura de una doctrina plenamente tradicional y renovada a la luz del Vaticano II: Tras una breve introduccin (nn. 1322-1323) se delinea la realidad de la Eucarista como fuente y culmen de la vida eclesial (nn 1324-1347) y se explican los diversos nombres (nn. 1328-1332); se presenta la Eucarista en la economa de la salvacin, con una breve sntesis de carcter bblico: el pan y el vino, la institucin y el memorial (nn. 1333-1344). Se evidencia la continuidad de la estructura celebrativa de la Eucarista, desde el segundo siglo hasta la celebracin actual (nn. 1345-1355). Se describe el sacrificio sacramental en su dimensin trinitaria: accin de gracias al Padre, memorial del sacrifico de Cristo y de la Iglesia, presencia de Cristo obrada por el Espritu Santo (nn. 1356-1381). Se presenta la Eucarista como banquete de comunin (nn. 13821401). El tratado finaliza con la presentacin del misterio eucarstico en su dimensin escatolgica (nn. 1402-1405). La sntesis doctrinal comprende los nn. 1406-1419. Esta breve resea de los documentos ms importantes del Magisterio de la Iglesia nos servir de punto de referencia en la exposicin sistemtica de los grandes temas del misterio eucarstico; en el Magisterio, en efecto, encontramos la norma prxima de nuestra fe; esto vale especialmente para la Eucarista, cuya doctrina ha sido competentemente definida en los aspectos
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ms cualificados, como por ejemplo, sobre el sacrificio de la misa y la presencia real del Seor en la Eucarista 35.
PREMISA METODOLGICA La segunda parte del tratado sobre la Eucarista intenta desarrollar de manera bastante completa una reflexin teolgica sobre la Eucarista. Dicha reflexin se expresa mediante las tres categoras clsicas de memorialsacrificio, presencial real y banquete de comunin. Tres categoras que son en s mismas inseparables. Por ello, no enfocamos el tratado, como se ha hecho en otros tiempos, con una distincin entre la Eucarista como sacrificio y la Eucarista como sacramento. En realidad, no es fcil ofrecer un tratado que sea todava ms unitario, fundiendo conjuntamente las tres categoras arriba mencionadas, tambin porque a dicha divisin temtica estn ligados problemas de carcter histrico y doctrinal, difcilmente reconducibles a una unidad temtica. En torno a las tres temticas se ilustrarn cuestiones particulares de teologa eucarstica, insertas bien en uno, o en otro captulo. Precede siempre una visin histrica del tema en su evolucin para poder individuar momentos de profundizacin o de negacin; sigue la exposicin de la doctrina del Magisterio distinguiendo claramente entre dogma y teologa, y proponiendo los avances necesarios. Se concluye con las temticas teolgicas que estn ligadas a cada uno de los grandes temas.
Sumario: La exposicin se articula en los siguientes puntos: 1. El sacrificio de la misa: A. Visin histrica del tema del sacrificio eucarstico. B. La doctrina del Magisterio: dogma y teologa. 2. Materia y forma de la Eucarista: A. La materia. B. La forma. Apndice: La concelebracin eucarstica: cuestiones teolgicas y litrgicas.
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Bibliografa: Adems de algunas obras que se citarn en el presente captulo cfr. en general, los manuales citados en la bibliografa de la parte correspondiente. De modo especial: PIOLANTI, Il misterio eucaristico, pp. 373-546. L. LIGIER, Il sacramento dellEucaristia, pp. 305-404.
La cuestin de la Eucarista como sacrificio, ms all del debido esfuerzo de profundizacin hecho a la luz de la tradicin eclesial a lo largo de los siglos, no se puede comprender si no a partir de algunas discusiones histricas medievales: stas llevan ya con J. Wycliffe a la negacin de la institucin de la Eucarista por parte de Cristo como sacrificio; despus con los Reformadores se llega a una ruptura con la gran tradicin patrstica y litrgica sobre el misterio eucarstico, como se afirmaba en el primer milenio. A la negacin del carcter sacrificial de la Eucarista por parte especialmente de Lutero y de Calvino, el concilio de Trento opone su doctrina clsica sobre el sacrificio de la misa. Seguidamente dicha cuestin se convierte en clsica y central en la teologa y en los manuales posteriores, tambin por el deseo de determinar cada vez mejor la especificidad del carcter de dicho sacrificio. La naturaleza sacrificial de la Eucarista se convierte en una de las cuestiones fronterizas de la ortodoxia catlica en las polmicas antiprotestantes. La dificultad de la cuestin no est tanto en la demostracin de un cierto carcter sacrificial de la celebracin eucarstica, a la luz de la Escritura y de la primitiva tradicin. En este punto las afirmaciones terminolgicas de los Padres y de la Liturgia son tan evidentes que no se puede negar este carcter sacrificial. No se trata, obviamente, de determinar a priori una cierta nocin de sacrificio recavada por la historia comparada de las religiones y verificar si dicho concepto se dar en nuestra celebracin eucarstica. Incluso este procedimiento es peligroso, si no se tiene en cuenta la novedad y originalidad del sacrificio de Cristo. La cuestin, sin embargo, est en lo que podramos llamar la relacin entre el nico sacrificio redentor de Cristo y el sacrificio eucarstico. Se trata de saber cmo y en qu medida la Eucarista es memorial y presencia, del nico sacrificio de la cruz, y en qu medida este nico sacrificio debe ser considerado presente en la Eucarista por la Iglesia a favor de la salvacin del mundo.
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Se trata, como se ve, de una cuestin de relacin entre Cristologa soteriolgica y Cristologa eucarstica y sacramental. Esto nos permite captar en seguida, el nodo de la cuestin y nos hace sensibles a la exposicin del tema. No es suficiente acoger las afirmaciones genricas sobre el sentido sacrificial de la Eucarista, sino que un recto tratamiento nos debe orientar a la bsqueda de la relacin entre la Eucarista, el sacrificio redentor de Cristo y su presencia salvfica en el hoy de la Iglesia.
Se puede afirmar claramente que la tradicin eclesial ms antigua no ha hecho nunca problema sobre el sentido sacrificial de la Eucarista, ni lo ha puesto nunca en duda. Ciertamente, ha tenido cuidado en distinguir el carcter sacrificial del banquete eucarstico de los sacrificios judos del Antiguo Testamento, ahora caducos, y de los sacrificios paganos, considerados idoltricos. Frente a los judos la tradicin primitiva afirma, como lo ha hecho la Didach, Justino e Ireneo el cumplimiento de la profeca de Malaquas 1, 11 y la permanencia de los sacrificios incruentos antiguos en la oblacin del pan y del vino. Contra los paganos que afirman que los cristianos son ateos porque no tienen ni templos ni altares, ni sacrificios, los apologetas presentan la celebracin del banquete eucarstico como su oblacin. Pero las afirmaciones genricas sobre el sentido de la Eucarista en lnea con el culto sacrificial son coherentes con la terminologa sacrificial de la muerte de Jess, de las palabras de la institucin y del cumplimiento tipolgico de los sacrificios del Antiguo Testamento. Tal se revela la terminologa utilizada por los primitivos textos de la tradicin prenicena, como hemos podido advertir arriba. La terminologa litrgica primitiva, como aparece en las plegarias eucarsticas ms antiguas, confirma la conciencia de la Iglesia en el uso de los trminos: sacrificio, cuerpo-sangre, oblacin, vctima... junto a los verbos de significado cultual: ofrecer, servicio sacerdotal, etc. Que ste fuese el pensamiento tradicional de la Iglesia desde los orgenes ya lo reconoca Lutero en su polmica contra los papistas. Una verdad confirmada tambin por recientes investigaciones y tomas de posicin por parte de algunos protestantes, como el episcopaliano J. de Wateville, Le sacrifice dans les textes eucharistiques de premires sicles, Neuchatel 1966. Se trata de una verdad, honestamente, un tanto polmica, como reconoce J.J. Von Allmen en su libro Saggio sulla cena del Signore (pp. 161-162) recogiendo el desafo del catlico R. Richardson el cual afirmaba:
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En la Iglesia de los Padres apostlicos y de los Padres antenicenos, se habla por todas partes de la Eucarista como de un sacrificio. Se recurre sin ms en este punto a una fraseologa sacrificial. No se da a este respecto excepcin alguna, y no se podra negar seriamente que es desde esta ptica que los Padres de la Iglesia antigua han comprendido la tradicin apostlica a propsito de la Cena. Es a aqullos que tratan de negar toda forma de sacrificio eucarstico a los que concierne hacer la prueba de que la interpretacin patrstica unnime de los datos escritursticos es falsa. Ahora bien, si lo fuera nos encontraramos ante la proposicin difcilmente creble de que todos los doctores de la Iglesia, a partir de los tiempos de san Clemente de Roma y de san Ignacio de Antioqua estaban equivocados hasta que la verdadera doctrina fue revelada a los reformadores protestantes. El Dossier patrstico referente al carcter sacrificial de la Eucarista es bastante elocuente. Ms all de los textos ya citados de Justino e Ireneo (s. II), es til recordar algunas lmpidas afirmaciones de Cipriano en el siglo III: Y puesto que en todos los sacrificios hacemos memoria de la Pasin de Cristo de hecho es la pasin de Cristo el sacrificio que nosotros ofrecemos no podemos nosotros hacer de manera diferente a como l ha hecho (Ep. 63, 17). No es lcito romper el mandato del Seor en lo que respecta al sacramento de su pasin y de nuestra redencin... De hecho, si el Seor y Dios nuestro, Jesucristo en persona, es el sumo sacerdote de Dios Padre, y si l el primero se ofrece a s mismo al Padre, y mand hacer esto en memoria suya, entonces solamente el sacerdote hace las veces de vicario de Cristo, cuando imita aquello que Cristo hizo y solamente entonces ofrece a Dios en la Iglesia un sacrificio verdadero en sentido pleno, si est dispuesto a hacer la ofrenda como la ha visto hacer a Cristo (Ep. 63, 14). Una contribucin especial al estudio del carcter sacrificial de la Eucarista en los Padres ha sido ofrecida por S. Marsili, en su obra ya citada. l articula, de hecho, los testimonios patrsticos en torno a algunos temas esenciales.
1) La Eucarista en tipologa pascual (Eucarista, pp. 35-44). Ofrece una serie de textos esenciales de la patrstica de los siglos III y IV que hablan de la cena del Seor y de la Eucarista de la Iglesia en clave de cumplimiento de la Pascua y celebracin del sacrificio pascual. La primera referencia cronolgica, quizs de finales del siglo II, la encontramos en la famosa homila del Annimo cuartodecimano, o Pseudo-Hiplito: sta es la Pascua que Jess deseaba padecer por nosotros... ste era el deseo salvfico de Jess, ste su amor totalmente espiritual: mostrar el tipo por aquello que es, o sea, slo un tipo, y dar, por el contrario, a los discpulos, en su lugar su santo cuerpo: Tomad y comed... (Homilia in S. Pascha, 49).
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La celebracin de la Eucarista, memorial de la Pascua de Cristo, se convierte en pascua cotidiana. He aqu dos textos significativos que son testimonio de una tradicin unnime de Oriente y de Occidente: El Seor entreg el misterio de Pascua a los discpulos en el Cenculo, durante la cena, y el da primero de su pasin, nosotros, sin embargo, lo damos en las iglesias, antes de comer y despus de su resurreccin (Gregorio Nacianceno, In S. Pascha, Or. 40, 30: PG 36, 41). Nuestra celebracin cotidiana de la Pascua debe ser una meditacin ininterrumpida de todas estas cosas... De hecho, no debemos considerar estos das (de la Pascua) tan fuera de lo comn, como para descuidar la memoria de la pasin y de la resurreccin del Seor que hacemos cuando nos alimentamos cada da de su cuerpo y de su sangre 36.
2) La relacin entre el misterio eucarstico celebrado y la pasin del Seor conmemorada, hecha presente. Es ste un paso adelante en la explicacin de la identificacin entre sacrificio de Cristo y Eucarista. sta se expresa mediante una serie de vocablos mistricos que sealan por una parte la identidad del misterio y la diferencia sacramental. Dichos vocablos son especialmente, y Marsilio cita diversos textos (o.c., pp. 45-58), los siguientes, extrados de la terminologa sacramental de los Padres: imagen (eikon), semejanza (omoioma), smbolo, tipo, misterio. Dicha terminologa, verdaderamente de tipo mistrico-sacramental, es comn a los Padres y a la liturgia y forma parte de la clsica distincin entre el acontecimiento histrico de la salvacin y su realizacin sacramental. Ser suficiente citar algn texto: He aqu la anmnesis del Eucologio de Serapin de Thmuis: Hemos ofrecido este pan, semejanza (omoioma) del cuerpo del Unignito. Este pan es semejanza del santo cuerpo... Y despus las palabras de la institucin: Por eso tambin nosotros hemos ofrecido el pan haciendo la semejanza de su muerte... Agustn escribe: Sacramento del cuerpo y de la sangre del Seor llamamos nosotros a aquellas cosas solamente, entre los frutos de la tierra, que consagradas por la oracin mstica, las tomamos para nuestra salvacin espiritual, en memoria de la Pasin del Seor 37. Algn Padre de la Iglesia se propone resolver de algn modo una ulterior cuestin. Qu relacin hay entre la Cruz y la misa, entre el nico sacrificio y las muchas celebraciones, entre el nico sacerdote y los muchos ministros? La reflexin quizs ms clarividente es la expresada por Crisstomo en este conocidsimo texto:
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Acaso no ofrecemos nosotros el sacrificio cada da? Ciertamente, pero celebrando la memoria de su muerte, y este sacrificio es uno solo y no muchos. Cmo uno slo y no muchos? Porque l fue ofrecido slo una vez, como tambin la vctima de expiacin llevada al santuario. Este sacrificio de Cristo es un tipo de aquello, as como el nuestro es un tipo de aqul. En efecto, nosotros ofrecemos siempre un nico e idntico Cordero, no hoy uno y maana otro, sino siempre el mismo. Consecuentemente, hay una nica vctima. Y por el hecho de que Cristo es ofrecido en muchos lugares, se dan, acaso, muchos Cristos? En absoluto! Sino que en todas partes es el nico Cristo. Aqu en su totalidad y all en su totalidad, un solo cuerpo. Ahora bien, del mismo modo que l es ofrecido en muchos lugares y es un solo cuerpo, no muchos cuerpos, as se da un nico sacrificio. Nuestro sumo Sacerdote es aqul que ha ofrecido el sacrificio que nos purifica. Nosotros ofrecemos ahora aquel mismo sacrificio ofrecido entonces y que no puede ya ser consumado. El actual se da en memoria de lo que sucedi entonces. En efecto, l dice: Haced esto en memoria ma... Nosotros no celebramos un sacrificio diferente de aqul que ofreci entonces el sumo sacerdote, sino siempre el mismo. O mejor, nosotros celebramos el memorial del sacrificio (anmnesim ergazmetha thysias) 38. Nos hacemos eco de las palabras de Crisstomo Teodoro de Mopsuestia en sus Catequesis mistaggicas (XV, 19-20) en las que pone de relieve la diferencia entre el sacerdocio y los sacrificios del Antiguo Testamento y del Nuevo: Los presbteros de la Nueva Alianza repiten continuamente en todo lugar y en todo momento el mismsimo sacrificio. En efecto, nico es el sacrificio ofrecido por nuestro Seor, cuando por nosotros ha aceptado la muerte. Con la oblacin de este sacrificio Cristo ha procurado la perfeccin, como dice Pablo (esto es, la Carta a los Hebreos): Con una nica oblacin ha hecho perfectos para siempre a aqullos que santifica. Todos nosotros pues, en cada lugar, en todo momento, y continuamente, celebramos el memorial de este mismsimo sacrificio: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cliz conmemoramos la muerte del Seor hasta que vuelva 39. Agustn, por su parte, elabora una precisa terminologa sacramental y ofrece esta frmula alusiva al sacrificio de Cristo: un nico y verdadero sacrificio antes de la venida de Cristo era prometido mediante vctimas prefigurativas, en la pasin de Cristo fue ofrecido en la realidad, despus de la ascensin de Cristo fue celebrado en el sacramento memorial 40. Posteriormente Gregorio Magno elabora desde una consciente perspectiva pascual el sentido de la inmolacin eucarstica: Este sacrificio hace presente en el misterio la muerte ya acontecida (illam mortem), y es para aqul que le concierne vivo e inmortal, sin embargo para nosotros est todava inmolado en este misterio de la santa oblacin... Qu valor tiene para nosotros este sacrificio, que imita siempre la Pasin del Seor! 41
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Sintetiza, con algunos puntos de sistematicidad pre-escolstica el concepto san Isidoro de Sevilla: Deriva el nombre de sacrificio de sacrum facere, porque es consagrado por una plegaria mstica, cumplida en memoria de la pasin del Seor por nosotros 42.
La teologa medieval
La teologa medieval no ha avanzado mucho en la reflexin sobre el sacrificio eucarstico. La verdad es confesada en continuidad con la tradicin eclesial y forma parte de la conciencia celebrativa, con la fuerza y la belleza de las expresiones sacrificiales de la liturgia romana, de modo especial del venerable canon romano que permanece como monumento de teologa eucarstica y expresa de la manera ms noble y bella la teologa sacrificial y sacerdotal. El texto del canon romano, se remonta al siglo IV, pero hoy estudiosos como E. Mazza, hacen remontar sus races verbales a una poca ms primitiva 43. Entre los autores que formulan algn estudio en la explicitacin de la relacin entre el sacrificio de la misa y el de la cruz citamos los ms caractersticos. Entre los preescolsticos citamos: Lanfranco Di Pavia 44, Algero Di Liegi 45 y Durando Di Troarn 46 47. Entre los escolsticos es suficiente referirse a los grandes Maestros: P. Lombardo afirma en el libro IV de las Sentencias, dist. 12, n. 7 que la misa se llama (como en el canon romano) sacrificio y oblacin porque es memoria y representacin (repraesentatio) del verdadero sacrificio y de la santa inmolacin hecha sobre el ara de la cruz... l es inmolado cada da en el sacramento, porque en el sacramento se cumple la memoria de cuanto ha sido hecho una sola vez (PL 192, 866). Santo Toms no trata de manera articulada el tema del sacrificio, sin embargo, expresa, en diversas cuestiones de la S. Theologiae III, qq. 73-83 varios matices de la doctrina tradicional. Una primera afirmacin se tiene en la q. 73, a. 4 ad c. y ad 3: La Eucarista est sacramentum commemorativum Dominicae passionis, quae fuit verum sacrificium... Dicitur sacrificium in quantum repraesentat ipsam passionem Christi. De manera ms clara en la misma q. a. 5 ad 2 y 3: Eucharistia est sacramentum perfectum Dominicae passionis, tamquam continens ipsum Christum passum... memoriale Dominicae passionis.
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En la cuestin 79 a.1 y 2 ad c. utiliza la categora de representacin, sin ulteriores explicaciones: ex eo quod per hoc sacramentum repraesentatur quod est passio Christi; passio eius repraesentata. En la q. 83 a. 1 utiliza, a propsito de la misa, la expresin imago quaedam repraesentativa passionis Christi. Ms all de las sobrias afirmaciones que hacen referencia a la naturaleza sacrificial de la Eucarista y a la conexin con la pasin del Seor y su inmolacin sacramental, segn el juicio de los autores que han estudiado a santo Toms, no hay muchas investigaciones ulteriores. l, a fin de cuentas, es sobrio en sus exposiciones. La visin popular del sacrificio eucarstico en el medievo est condicionada por la aplicacin de las alegoras o explicaciones alegricas de la misa de manera que pueda establecer una relacin entre la pasin del Seor y la celebracin eucarstica. En este sentido se pasa de una repraesentatio de carcter sacramental a una repraesentatio de carcter simblico-alegrico. En esta lnea han ejercido gran influjo algunos autores como Ammalario di Metz ((837), seguido por otros, comprendido santo Toms, aunque con mayor sobriedad 48. A esta dimensin menos bella de la comprensin de la Eucarista es preciso aadir la praxis celebrativa de la poca; ella, de algn modo, altera el genuino sentido de la Eucarista. Por una parte es necesario afirmar la gran fe del pueblo hacia la Eucarista, fe que se traduce en deseo de ver la hostia, de poner de relieve la elevacin de las especies sacramentales en la consagracin, en el culto y veneracin de la presencia real. Pero la comunin eucarstica disminuye progresivamente. Se multiplican las misas privadas sin participacin. Para llegar al deseo de los fieles de aplicar las misas por los difuntos y por los vivos se inventan las misas secas (sin consagracin ni comunin) y las misas bi-tri-cuatri-fachadas con diversas celebraciones repetitivas de la primera parte y con una nica celebracin a partir del ofertorio 49. Ya en los albores de la Reforma protestante se dan tambin interpretaciones teolgicas que tienden a una cierta excentricidad de la salvacin, cumplida slo por la participacin en la misa por medio del estipendio. Max Thurian 50 pone de relieve algunos prejuicios que provocaron la reaccin de los Reformadores contra una cierta doctrina y praxis de los telogos catlicos: 1) Parece que se minimiza el carcter cristolgico del sacrificio y de la intercesin y la unicidad del sacrificio de la cruz.
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2) Se exaspera la eficacia de los efectos de la misa ex opere operato pero no se insiste sobre la participacin activa y responsable en comunin con Cristo y con su sacrificio. 3) Se exagera el carcter propiciatorio de la misa para la remisin de los pecados, pero de modo que la misa parece dejar en la sombra el sacrificio de la cruz. En efecto, la misa aparece como un sacrificio diferente del de la misa. La Confesin de Ausburgo en el art. XXIV sobre la misa rechaza una teora que parece atribuible a los catlicos. Segn dicha teora: Jesucristo, por medio de su muerte, habra expiado slo el pecado original y habra, adems, instituido la misa para los otros pecados. Por eso, habra hecho de la misa un sacrificio para los vivos y para los muertos, destinado a cancelar su pecado y a hacer la paz con Dios 51. Se aade a esto la serie de abusos que existan en la celebracin de la Misa. En el concilio de Trento se recopil una curiosa resea de abusos y de peticiones de los Padres conciliares 52.
La Reforma protestante con sus mximos representantes Lutero, Melanchthon, Zwinglio y Calvino, presenta un global, significativo y unnime rechazo del carcter sacrificial de la Eucarista. Hay matices diferentes en la postura de los diversos autores que reflejan sus posiciones teolgicas tanto de tipo general soteriolgico, como de naturaleza sacramental. He aqu una sntesis de sus posiciones.
Lutero. La posicin del monje agustino est expresada en sus obras, desde los primeros sermones sobre el Cuerpo de Cristo y sobre la Misa (a. 1519-1520) en la obra clsica De captivitate babilonica (1521) en la De abroganda missa privata, del mismo ao, hasta en la Formula missae et comunionis y en el opsculo de 1525 contra el canon de la Misa. En relacin con la doctrina soteriolgica afirma que el hombre slo puede ser justificado por Dios por medio de la fe y no de las obras. Y que la misa es slo una obra humana con la cual queremos conquistar la reconciliacin con Dios. Adems, el sacrificio de la cruz es nico y perfecto. No puede haber otro sacrificio. Desde el punto de vista ms estrictamente sacramental Lutero tiene una clara conciencia de gritar contra la tradicin unnime de la Iglesia. Tanto es verdad que critica la misma doctrina de los Padres y deroga el canon de la
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misa, tambin venerable en su antigedad. Segn l, Cristo ha instituido la Eucarista no como sacrificio sino como sacramento. No es algo que nosotros ofrezcamos a Dios (sacrificium), sino un don que Dios nos entrega a nosotros (beneficium). Y afirma en una de sus tesis fundamentales: All donde deberamos ser agradecidos por el don recibido, nosotros, soberbiamente, transformamos en ofrenda aquello que debemos slo acoger. Nosotros damos a Dios, como obra nuestra, lo que nos fue dado a nosotros como don, y as no ser ya el testador (Cristo) el que nos distribuya sus beneficios, sino que l deber aceptar los beneficios que nosotros le ofrezcamos! En consecuencia, Lutero deroga el canon de la misa (igual en esto en la gran tradicin anafrica oriental) por el hecho de que en las plegarias que preceden y siguen a la consagracin expresa dicha doctrina sacrificial. As, niega, prcticamente, el valor de las otras plegarias eucarsticas tradicionales. Por lo tanto, suprime, arbitrariamente, en el canon romano todas las plegarias y deja slo las palabras de la institucin tras una breve invitacin del prefacio. Elimina igualmente las misas privadas. En su doctrina Lutero parece haber estado muy influenciado por Melanchthon, del cual, en esta materia, recibi no pocas tesis doctrinales y prcticas.
Zwinglio ha expuesto su doctrina respecto al sacrificio en su opsculo De canone missae epichiresis, y en otras obras. Fundamentalmente su tesis se expresa en estas palabras suyas: Cristo se ha ofrecido a s mismo una sola vez... La misa no es un sacrificio sino slo memorial de l y garanta de la redencin dadas a nosotros por Cristo.
Calvino ha expuesto su pensamiento en diversas obras, especialmente en el Petit trait de la sainte cne, en la Institutio religiones christianae y en algunos comentarios bblicos. Su posicin est muy articulada. Destaca la afirmacin del nico sacerdocio de Cristo que excluye todo sucesor o vicario. Reafirma la unicidad del sacrificio de la cruz. La misa hara olvidar este nico sacrificio y desconocer sus frutos atribuyndolos a una obra humana. La Cena que es slo un don de Dios a los hombres se convierte en un don de los hombres a Dios. Siempre piensa en la Eucarista como en el don de la Cena del Seor hecho a nosotros. En algn comentario permanece indeciso ante la nocin sacramental de la representacin del sacrificio nico de la cruz, segn las afirmaciones de los Padres, o de la aplicacin del nico sacrificio de la Cruz. Pero, finalmente, la rechaza. En efecto, en respuesta a algunos telogos catlicos que se esforzaban en presentar dicha doctrina, Calvino afirma que es una astucia de
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los catlicos el hecho de decir que la Misa no es un sacrificio nuevo, sino slo una aplicacin del nico sacrificio 53. A estas posturas dar una respuesta articulada el concilio de Trento en la sesin XXII (cfr. infra).
Toda una generacin de telogos postridentinos se puso manos a la obra con el noble empeo de confutar las posiciones de los Reformadores y explicar la doctrina del concilio de Trento. Pero los resultados no fueron muy alentadores y en muchos casos decepcionantes. En lugar de hacer una exgesis ms sobria y lineal de la doctrina de Trento se embarcaron en la bsqueda de diferentes teoras para explicar el sacrificio de la misa, a partir de una nocin apriorstica de sacrificio, segn un concepto religioso general. Sus opiniones convencieron bien poco a los protestantes que se reafirmaron en las propias posiciones, aunque no faltaron nuevas sntesis y bsquedas sobre el tema, como documenta adecuadamente Max Thurian en su libro 54. Nuestro siglo, insatisfecho por las explicaciones de los autores postridentinos, ha recorrido nuevos caminos de carcter ms teolgico hasta nuestros das, como demuestra la buena resea soteriolgico-sacramental de E. Quarello 55. A nivel pastoral, a pesar de la notable renovacin litrgica, se ha notado en los ltimos decenios un cierto minimalismo en la afirmacin del sacrificio eucarstico, quizs por la dificultad inherente a la explicacin del mismo y a las mltiples teoras propuestas. Dicho minimalismo perjudica el sentido mismo de la celebracin que no puede reducirse a simple banquete y mortifica el sentido genuino del sacrifico de Cristo y de su Iglesia. El Magisterio de la Iglesia ha tenido cuidado de reafirmar el sentido y el contenido del sacrificio de la Misa, como sacrificio de Cristo y de la Iglesia, sacramental y existencial al mismo tiempo.
La posicin de los protestantes al respecto ha sufrido seguidamente muchas evoluciones en los ltimos decenios, teniendo en cuenta tambin la falta de propuestas autorizadas e unnimes por parte de las Iglesias.
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Autores individuales han expuesto su opinin. Baste recordar a Max Thurian, el cual mucho antes de su conversin al catolicismo ya sealaba, en su conocida obra, algunas razones para justificar el carcter de sacrificio, en la lnea bblica del Memorial, por varias razones. He aqu sus palabras: La Eucarista es un sacrificio por tres motivos: a) es la presencia sacramental del sacrificio de la cruz por el poder del Espritu Santo y de la Palabra, y la presentacin litrgica de este sacrificio del Hijo por medio de la Iglesia al Padre, en accin de gracias por todas sus bendiciones y en intercesin para que le recuerde todava; b) es la participacin de la Iglesia en la intercesin que el Hijo hace unido al Padre en el Espritu Santo, por la aplicacin de la salvacin a todos los hombres y por la venida del Reino en la gloria; c) es la ofrenda que la Iglesia hace de s al Padre, unida al sacrificio y a la intercesin del Hijo, como su suprema adoracin y perfecta consagracin en el Espritu Santo 56. Von Allmen, en su obra ya citada 57 plantea el problema solucin positiva del carcter sacrificial de la Eucarista a partir de fundamentales: el mvil soteriolgico, el carcter litrgico y escatolgica. Las pginas de este autor estn entre las ms bellas sobre este argumento, escrito por un calvinista, reformado. y busca una tres razones la finalidad y sugestivas
Posiciones irnicas y conciliadoras sobre el carcter sacrificial de la Eucarista se encuentran en los documentos ecumnicos de dilogo catlicoanglicano y catlico-luterano, aunque estamos todava lejos de alcanzar formulaciones unnimes. En la misma lnea se sita el esfuerzo del Documento de Lima, Bautismo, Eucarista, Ministerios, 1982 (BEM), divulgado por el Consejo Ecumnico de las Iglesias, del cual, por otra parte, la Iglesia catlica en su respuesta ha criticado las no pocas ambigedades y reticencias 58.
Tras la exposicin histrica del tema en lneas generales, debemos afrontar ahora, de manera articulada, las cuestiones doctrinales bajo la gua del Magisterio de la Iglesia. Las cuestiones que se afrontarn son de valor teolgico diverso. En algunas est comprometido el Magisterio solemne de la Iglesia con carcter dogmtico. En otras se trata de una doctrina teolgica autorizada que permanece todava abierta a las interpretaciones de los telogos. La afirmacin fundamentalmente dogmtica del Magisterio puede ser sintetizada en esta proposicin en dos partes:
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Antes de exponer el pensamiento del Magisterio de la Iglesia parece oportuno clarificar las nociones que estn en juego. Se trata de explicitar el sentido del sacrificio a la luz de la nocin general natural y de su especificidad y originalidad bblica. Por sacrificio se entiende, de manera general, con una nocin sacada de la historia comparada de las religiones, un acto supremo de religin y de culto con el cual se manifiesta la soberana de Dios y la dependencia de la persona humana en sus relaciones. En el sacrificio han de considerarse: a) los actos o actitudes internos como la entrega, el culto, la oblacin, la adoracin, la obediencia y la sumisin... b) los actos externos: oblacin concreta de algo o de alguien, la inmolacin o destruccin de la vctima; con esta oblacin se demuestra tambin externamente que todo pertenece a Aqul por el cual se cumple el sacrificio, comprendiendo el valor supremo de la vida mediante la inmolacin victimal incluso de la misma persona. Desde la perspectiva del Antiguo Testamento resulta claro que el pueblo que Dios se ha elegido entre los pueblos de la tierra conoce y practica el verdadero culto y el verdadero sacrificio. Israel, en efecto, conoce diferentes sacrificios, acogidos por la cultura que lo circunda o recibidos por revelacin. Todos son finalizados, en la dimensin de las progresivas alianzas (a partir de Abel, Abraham y Melquisedec, como recuerda el canon romano y la tradicin iconogrfica de Ravena en la Baslica de San Vital) para expresar la total obediencia a Dios y su querer y para celebrar su alianza. Todos los sacrificios son provisorios y parciales, en vista del nuevo y definitivo sacrifico universal, como se expresa en la profeca de Ml 1, 10 y ss., aplicada por los textos eucarsticos primitivos a la realizacin del sacrificio eucarstico. En el Nuevo Testamento la vida, la pasin y la muerte gloriosa de Jess, aceptada voluntariamente como obediencia al designio de la voluntad del Padre para nuestra salvacin, es el verdadero y definitivo sacrificio de la Nueva Alianza. La muerte de Cristo en la teologa de Pablo y de Juan y, especialmente en la teologa de la Carta a los Hebreos, es propuesta como un sacrificio; es explicada con las categoras rituales del Antiguo Testamento:
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oblacin voluntaria, expiacin e inmolacin del verdadero Cordero. Dicha teologa est tambin contenida en las palabras mismas de la institucin eucarstica.
Este sacrificio es: supremo, culmen de todos los otros, definitivo, y por lo tanto anula el valor de los otros, nico, ofrecido una vez para siempre.
En la descripcin teolgica de este sacrificio es presentado adems como: sacrificio victimal, ejercicio del sacerdocio eterno, y oblacin voluntaria.
Es, adems, un sacrificio cruento que reclama el rito de la expiacin y de la propiciacin. Pero es un sacrificio ofrecido por obediencia y por amor, de manera voluntaria y con suprema libertad, vivido en el culmen del dolor espiritual y en la confiada donacin al Padre. En el caso de Cristo el oferente es tambin la vctima, nico sujeto, por lo tanto, de la oblacin y de la inmolacin. Se debe observar que en la teologa sacrificial del Antiguo y del Nuevo Testamento se pone de relieve la dimensin espiritual del sacrificio grato a Dios; el sacrificio es acompaado por la plegaria, es cumplido en obediencia a la alianza y tiene valor si se presenta como expresin del cumplimiento de la voluntad del Seor. Tal es el carcter del sacrificio de Jess, el Hijo amadsimo, en la anticipacin de la cena, en la aceptacin plena del huerto de los Olivos y en la consumacin en la cruz. La Iglesia celebra la Eucarista como memorial del sacrificio de Cristo. sta es un verdadero sacrificio. Un sacrificio que puede ser llamado tambin espiritual, inserto en una plegaria, acompaado con la ofrenda de s y con la intercesin a fin de que, toda la Iglesia sea perfecta en el amor, uniendo a la
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ofrenda ritual la ofrenda de la vida para una conducta digna de la vida segn la caridad. Estas notas del sacrificio en sentido bblico y cristolgico son necesarias para comprender la naturaleza del sacrificio eucarstico 59. Pero hay que hacer otra precisin. Cul es la relacin entre el sacrificio de la cruz y el de la Eucarista? En el fondo se trata de responder a las objeciones de los protestantes, que son vlidas, sobre la naturaleza de esta relacin, y que deben estimular la reflexin teolgica y la intelligentia fidei para una adecuada comprensin de la voluntad de Cristo y de la praxis de la Iglesia. A tales objeciones se responde genricamente con la doctrina del Magisterio que afirma: La misa es un sacrificio esencialmente relativo al sacrificio de la cruz, no aadido, no yuxtapuesto, no diferente ni sustitutivo, sino hecho presente de manera sacramental. Tal es, como se ha visto, la posicin tradicional de la Iglesia, desde la comprensin de las palabras de la institucin y a la luz del memorial bblico. Y es aqu en donde entran algunas cuestiones de orden teolgico. Cmo salvaguardar la unicidad y la plenitud del sacrificio de la cruz? Cmo salvaguardar juntos la verdad del mandato de Cristo de hacer lo que l ha hecho como su memorial? Por qu la misa es sacrificio? No sera suficiente el de la cruz? Y cmo establecer un nexo entre aquel sacrificio y nuestra Eucarista? En el fondo la cuestin se reduce a poner en una relacin coherente y lgica los dos principios de la revelacin que estn en juego:
1) La teologa de la carta a los Hebreos: el semel, ephapax una vez para siempre, a partir de la unicidad y eternidad del sacerdocio de Cristo (Hb 7, 2328), la unicidad del sacrificio redentor (Hb 9, 23ss.), el valor infinito y definitivo del sacrificio de la cruz (Hb 10, 8-14).
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2) La teologa del memorial: el quotiescumque, oskis cada vez que se anuncia y celebra la muerte del Seor (1 Co 11, 26). Y todo esto a partir de la real comprensin que la Iglesia ha tenido, los Padres han expresado y la liturgia ha celebrado en el sentido de las palabras del canon: memores offerimus, celebrando el memorial ofrecemos el sacrificio...
a. El concilio de Trento La doctrina del Concilio est expuesta de manera autorizada en la sesin XXII: Doctrina del Sanctissimo Eucharistiae sacrificio (17-IX-1562). El conjunto costa de un breve prlogo, nueve captulos fundamentales, de los cuales los dos primeros son los ms importantes desde el punto de vista doctrinal. Nueve cnones resumen la doctrina 60.
El sacrosanto, ecumnico y universal concilio de Trento, legtimamente reunido en el Espritu Santo, presidiendo en l los mismos legados de la Sede Apostlica, a fin de que la antigua, absoluta y de todo punto perfecta fe y doctrina acerca del grande misterio de la Eucarista, se mantenga en la santa Iglesia Catlica y, rechazados los errores y herejas, se conserve en su pureza; enseado por la ilustracin del Espritu Santo, ensea, declara y manda que sea predicado a los pueblos acerca de aqulla, en cuanto es verdadero y singular sacrificio, lo que sigue
Cap. 1. De la institucin del sacrosanto sacrificio de la Misa Como quiera que en el primer Testamento, segn testimonio del Apstol Pablo, a causa de la impotencia del sacerdocio levtico no se daba la consumacin, fue necesario, por disponerlo as Dios, Padre de las misericordias, que surgiera otro sacerdote segn el orden de Melquisedec [Sal 110,4; Hb 5,6.10; 7,11.17; cfr. Gn 14,18], nuestro Seor Jesucristo, que pudiera consumar y llevar a perfeccin a todos los que haban de ser santificados [Hb 10, 14]. As, pues, el Dios y Seor nuestro, aunque haba de ofrecerse una sola vez a s mismo a Dios Padre en el altar de la cruz, con la interposicin de la muerte, a fin de realizar para ellos [v. l: all] la eterna redencin; como, sin embargo, no haba
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de extinguirse su sacerdocio por la muerte [Hb 7, 24 y 27], en la ltima Cena, la noche que era entregado, para dejar a su esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible, como exige la naturaleza de los hombres [Can. l], por el que se representara aquel suyo sangriento que haba una sola vez de consumarse en la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los siglos [1 Co 11, 23 ss.], y su eficacia saludable se aplicara para la remisin de los pecados que diariamente cometemos, declarndose a s mismo constituido para siempre sacerdote segn el orden de Melquisedec [Sal 110, 4; Hb 5,6 7,17], ofreci a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los smbolos de esas mismas cosas, los entreg, para que los tomaran, a sus Apstoles, a quienes entonces constitua sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mand con estas palabras: Haced esto en memoria ma, etc. [Lc 22, 19; 1 Co 11, 24] que los ofrecieran. As lo entendi y ense siempre la Iglesia [Can. 2]. Porque celebrada la antigua Pascua, que la muchedumbre de los hijos de Israel inmolaba en memoria de la salida de Egipto [Ex 12, 1 ss.], instituy una Pascua nueva, que era l mismo, que haba de ser inmolado por la Iglesia por ministerio de los sacerdotes bajo signos visibles, en memoria de su trnsito de este mundo al Padre, cuando nos redimi por el derramamiento de su sangre, y nos arranc del poder de las tinieblas y nos traslad a su reino [Col 1, 13]. Y sta es ciertamente aquella oblacin pura, que no puede mancharse por indignidad o malicia alguna de los oferentes, que el Seor predijo por Malaquas [1, 11] haba de ofrecerse en todo lugar, pura, a su nombre, que haba de ser grande entre las naciones, y a la que no oscuramente alude el Apstol Pablo escribiendo a los corintios, cuando dice, que no es posible que aquellos que estn manchados por la participacin de la mesa de los demonios, entren a la parte en la mesa del Seor [1 Co 10, 21], entendiendo en ambos pasos por mesa el altar. sta es, en fin, aquella que estaba figurada por las varias semejanzas de los sacrificios, en el tiempo de la naturaleza y de la ley [Gn 4,4; 8,20; 12,8; 22, 1-19; Ex passim], pues abraza los bienes todos por aqullos significados, como la consumacin y perfeccin de todos.
Cap. 2. El sacrificio visible es propiciatorio por los vivos y por los difuntos Y porque en este divino sacrificio, que en la Misa se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreci l mismo cruentamente en el altar de la cruz [Hb 9, 14.27 ss.]; ensea el santo Concilio que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio [Can. 3], y que por l s cumple que, si con corazn verdadero y recta fe, con temor y reverencia, contritos y penitentes nos acercamos a Dios, conseguimos misericordia y hallamos gracia en el auxilio oportuno [Hb 4, 16]. Aplacado el Seor por la oblacin de este sacrificio, con la gracia y el don de la penitencia, perdona los crmenes y pecados, por grandes que sean. Una sola y la misma es, en efecto, la vctima, y el que ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes, es el mismo que entonces se ofreci a s mismo en la cruz, siendo slo distinta la
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manera de ofrecerse. Los frutos de esta oblacin suya (de la cruenta, decimos), ubrrimamente se perciben por medio de esta incruenta: tan lejos est que a aqulla se menoscabe por sta en manera alguna [Can. 4]. Por eso, no slo se ofrece legtimamente, conforme a la tradicin de los Apstoles, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades de los fieles vivos, sino tambin por los difuntos en Cristo, no purgados todava plenamente [Can. 3].
Cap. 3. De las misas en honor de los Santos Y si bien es cierto que la Iglesia a veces acostumbra a celebrar algunas misas en honor y memoria de los Santos; sin embargo, no ensea que a ellos se ofrezca el sacrificio, sino a Dios solo que los ha coronado [Can. 5]. De ah que tampoco el sacerdote suele decir: Te ofrezco a ti el sacrificio, Pedro y Pablo, sino que, dando gracias a Dios por las victorias de ellos, implora su patrocinio, para que aquellos se dignen interceder por nosotros en el cielo, cuya memoria celebramos en la tierra [Misal].
Cap. 4. Del canon de la misa Y puesto que las cosas santas santamente conviene que sean administradas, y este sacrificio es la ms santa de todas; a fin de que digna y reverentemente fuera ofrecido y recibido, la Iglesia Catlica instituy muchos siglos antes e1 sagrado canon, de tal suerte puro de todo error [Can. 6], que nada se contiene en l que no sepa sobremanera a cierta santidad y piedad y no levante a Dios la mente de los que ofrecen. Consta l, en efecto, ora de las palabras mismas del Seor, ora de tradiciones de los Apstoles, y tambin de piadosas instituciones de santos Pontfices.
Cap. 5. De las ceremonias solemnes del sacrificio de la misa Y como la naturaleza humana es tal que sin los apoyos externos no puede fcilmente levantarse a la meditacin de las cosas divinas, por eso la piadosa madre Iglesia instituy determinados ritos, como, por ejemplo, que unos pasos se pronuncien en la Misa en voz baja [Can. 9], y otros en voz algo ms elevada; e igualmente emple ceremonias [Can. 7], como misteriosas bendiciones, luces, inciensos, vestiduras y muchas otras cosas a este tenor, tomadas de la disciplina y tradicin apostlica, con el fin de encarecer la majestad de tan grande sacrificio y excitar las mentes de los fieles, por estos signos visibles de religin y piedad, a la contemplacin de las altsimas realidades que en este sacrificio estn ocultas.
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Cap. 6. De la misa en que slo comulga el sacerdote Deseara ciertamente el sacrosanto Concilio que en cada una de las misas comulgaran los fieles asistentes, no slo por espiritual afecto, sino tambin por la recepcin sacramental de la Eucarista, a fin de que llegara ms abundante a ellos el fruto de este sacrificio; sin embargo, si no siempre eso sucede, tampoco condena como privadas e ilcitas las misas en que slo el sacerdote comulga sacramentalmente [Can. 8], sino que las aprueba y hasta las recomienda, como quiera que tambin esas misas deben ser consideradas como verdaderamente pblicas, parte porque en ellas comulga el pueblo espiritualmente, y parte porqu se celebran por pblico ministro de la Iglesia, no slo para s, sino para todos los fieles que pertenecen al Cuerpo de Cristo.
Cap. 7. Del agua que ha de mezclarse al vino en el cliz que debe ser ofrecido Avisa seguidamente el santo Concilio que la Iglesia ha preceptuado a sus sacerdotes que mezclen agua en el vino en el cliz que debe ser ofrecido [Can. 9], ora porque as se cree haberlo hecho Cristo Seor, ora tambin porque de su costado sali agua juntamente con sangre [Jn 19, 34], misterio que se recuerda con esta mixtin. Y como en el Apocalipsis del bienaventurado Juan los pueblos son llamados aguas [Ap 17, 1.15], [as] se representa la unin del mismo pueblo fiel con su cabeza Cristo.
Cap. 8. Que de ordinario no debe celebrarse la misa en lengua vulgar y que sus misterios han de explicarse al pueblo Aun cuando la Misa contiene una grande instruccin del pueblo fiel; no ha parecido, sin embargo, a los Padres que conviniera celebrarla de ordinario en lengua vulgar [Can. 9]. Por eso, mantenido en todas partes el rito antiguo de cada Iglesia y aprobado por la Santa Iglesia Romana, madre y maestra de todas las Iglesias, a fin de que las ovejas de Cristo no sufran hambre ni los pequeuelos pidan Pan y no haya quien se lo parta [cfr. Lm 4, 4], manda el santo Concilio a los pastores y a cada uno de los que tienen cura de almas, que frecuentemente, durante la celebracin de las Misas, por s o por otro, expongan algo de lo que en la Misa se lee, y entre otras cosas, declaren algn misterio de este santsimo sacrificio, sealadamente los domingos y das festivos.
Cap. 9. Prolegmeno de los cnones siguientes Mas, porque contra esta antigua fe, fundada en el sacrosanto Evangelio, en las tradiciones de los Apstoles y en la doctrina de los Santos Padres, se han
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diseminado en este tiempo muchos errores, y muchas cosas por muchos se ensean y disputan, el sacrosanto Concilio, despus de muchas y graves deliberaciones habidas maduramente sobre estas materias, por unnime consentimiento de todos los Padres, determin condenar y eliminar de la santa Iglesia, por medio de los cnones que siguen, cuanto se opone a esta fe pursima y sagrada doctrina.
Cnones sobre el santsimo sacrificio de la misa Can. 1. Si alguno dijere que en el sacrificio de la misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio, o que el ofrecerlo no es otra cosa que drsenos a comer Cristo, sea anatema [cfr. 938]. Can. 2. Si alguno dijere que con las palabras: Haced esto en memoria ma [Lc 22, 19; 1 Co 11, 24], Cristo no instituy sacerdotes a sus Apstoles, o que no les orden que ellos y los otros sacerdotes ofrecieran su cuerpo y su sangre, sea anatema [cfr. 938]. Can. 3. Si alguno dijere que el sacrificio de la misa slo es de alabanza y de accin de gracias, o mera conmemoracin del sacrificio cumplido en la cruz, pero no propiciatorio; o que slo aprovecha al que lo recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades, sea anatema [cfr. 940]. Can. 4. Si alguno dijere que por el sacrificio de la misa se infiere una blasfemia al santsimo sacrificio de Cristo cumplido en la cruz, o que ste sufre menoscabo por aqul, sea anatema [cfr. 940]. Can. 5. Si alguno dijere ser una impostura que las misas se celebren en honor de los santos y para obtener su intervencin delante de Dios, como es intencin de la Iglesia, sea anatema [cfr. 941]. Can. 6. Si alguno dijere que el canon de la misa contiene error y que, por tanto, debe ser abrogado, sea anatema [cfr. 942]. Can. 7. Si alguno dijere que las ceremonias, vestiduras y signos externos de que usa la Iglesia Catlica son ms bien provocaciones a la impiedad que no oficios de piedad, sea anatema [cfr. 943]. Can. 8. Si alguno dijere que las misas en que slo el sacerdote comulga sacramentalmente son ilcitas y deben ser abolidas, sea anatema [cfr. 944]. Can. 9. Si alguno dijere que el rito de la Iglesia Romana por el que parte del canon y las palabras de la consagracin se pronuncian en voz baja, debe ser condenado; o que slo debe celebrarse la misa en lengua vulgar, o que no
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debe mezclarse agua con el vino en el cliz que ha de ofrecerse, por razn de ser contra la institucin de Cristo, sea anatema [cfr. 943 y 945 s].
Para una lectura de las lneas teolgicas ms importantes del texto ofrecemos estas pistas: Cap. 1. De la institucin del sacrosanto sacrificio de la Misa a) La teologa de la cruz. En la cruz tenemos la plenitud de los sacrificios antiguos y la redencin perfecta. Inutilidad y caducidad de los sacrificios del Antiguo Testamento. Sublimidad del sacerdocio de Cristo que perfecciona y consuma los sacrificios antiguos. La cruz como sacrificio nico y pleno. El sacerdocio de Cristo es perenne y eterno. b) La teologa de la cena. La institucin en la noche de su pasin. Cristo como sacerdote eterno ofrece al Padre su cuerpo y su sangre, lo ofrece a los discpulos, que en aquel momento constituye sacerdotes y manda repetirlo como su memorial. Esta es la interpretacin unnime y constante de la Iglesia catlica. Institucin de la nueva Pascua, para que Cristo sea inmolado por sus sacerdotes, como memorial de su paso al Padre y de nuestra redencin. c) La teologa de la misa. La misa, pues, es un sacrificio visible, como conviene a la naturaleza de la Iglesia, para representar y hacer memoria del nico sacrificio de la cruz, para aplicar su fuerza saludable y redentora por los pecados de cada da. ste es el sacrificio aceptable que debe ser ofrecido desde Oriente a Occidente, segn la profeca de Malaquas y la interpretacin de Pablo. Esto es, perfeccin y cumplimiento de los sacrificios antiguos.
Cap. 2. El sacrificio visible y propiciatorio por los vivos y por los difuntos El mismo Cristo es contenido e incruentamente inmolado. Y, por lo tanto, un sacrificio propiciatorio exige: amor, fe, reverencia y temor, penitencia y contricin para recibir la misericordia de Dios. Por este sacrificio se nos da la gracia y se redimen los pecados. Tenemos el mismo sacerdote y la misma vctima de la cruz. Es diferente la forma de ser ofrecido, por el ministerio de los sacerdotes. La misa no abroga la cruz. Con razn, por lo tanto, es ofrecido por los vivos y por los difuntos. Cuanto se dice en los dos primeros captulos es de carcter dogmtico y es resumido en los cnones: c. 1: La misa es un verdadero sacrificio.
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c. 3: No es solamente sacrificio de alabanza y de accin de gracias o pura conmemoracin del sacrificio de la cruz, y no sirve slo a quien recibe la Eucarista. Tambin propiciatorio, para los vivos y difuntos, por la remisin de los pecados y de las penas y la satisfaccin de las culpas y otras necesidades. El contenido de estos captulos y cnones, que obviamente se refieren a la negacin de los Reformadores, es de carcter dogmtico.
b. Otros textos del Magisterio La doctrina de Trento ha sido confirmada recientemente por el Magisterio en otros documentos autorizados.
Po XII en la Encclica Mediator Dei de 1947. El Pontfice reproduce la doctrina tridentina, desarrolla la reflexin en torno a los fines del sacrificio eucarstico (latrutico, eucarstico, propiciatorio, impetratorio...), desarrolla el tema de la ofrenda de la Iglesia con Cristo en el sacrificio y precisa a nivel teolgico la naturaleza del sacrificio en la doble consagracin del pan y del vino en los cuales Cristo aparece, por la separacin de las dos especies en estado de vctima.
Pablo VI en la Encclica Mysterium Fidei (1965) precisa la doctrina, insiste en la ofrenda de la Iglesia, citando la doctrina del Vaticano II (LG n.3 y 11) y reafirma la ndole pblica y social de la misa celebrada por un solo sacerdote, aunque sin la participacin del pueblo.
En el Vaticano II el tema del sacrificio no es afrontado directamente. Pero hay muchos textos que lo aluden: SC 6.47; LG 3.11; PO 5. Cambia ligeramente la perspectiva teolgica porque se parte de la visin de la resurreccin del Seor: SC 6.47; LG 26; AG 14; PO 4.5; UR 15). En el Documento Eucharisticum mysterium (1967) se subraya el carcter sacrificial de la Eucarista junto a los otros aspectos y se pone de relieve la participacin de la Iglesia en la oblacin de Cristo.
En la Institutio Generalis Missalis Romani (1970), tras una primera redaccin bastante criticada, se precisa en algunos nmeros la naturaleza sacrificial de la Eucarista, especialmente en los nn. 7, 48, 55 d.
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Juan Pablo II en la carta Dominicae Coenae n. 9 profundiza en el sentido existencial del sacrificio de Cristo en la cruz y en la misa.
El Catecismo de la Iglesia Catlica articula claramente la doctrina sobre el sacrificio de la misa con estas afirmaciones: Se trata de un sacrificio sacramental. ste es el memorial del sacrificio de Cristo. La categora fundamental para comprender el sacrificio es la del memorial bblico: la Eucarista es, pues, el memorial de la Pascua de Cristo y verdadero sacrificio (nn. 1362-1365). El carcter de sacrificio est en el hecho de que re-presenta el sacrificio de la cruz, de l es el memorial y aplica sus frutos (n. 1366). El sacrificio de Cristo en la cruz y el de la Iglesia son un nico sacrificio; la Iglesia se asocia al sacrificio de Cristo y se une en la ofrenda y en la intercesin, en la comunin de los santos y por los difuntos (nn. 1367-1371). Agustn, en un clebre texto, resume este sentido cristolgico y eclesial del sacrificio de la misa (n.1372).
En la Cena Cristo anticipa sacramentalmente su sacrificio de la cruz y dispone repetirlo en adelante como su memorial. En la cruz gloriosa tenemos el misterio pleno y absoluto de la oblacin y de la inmolacin de Cristo. En la misa se cumple el memorial de la cruz, a partir del mandato de la Cena y con su estructura de banquete sacrificial. Pero la Misa no representa
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o hace presente de nuevo la Cena, sino la cruz de manera directa. La cruz es plenitud y punto de referencia para la cena y para la misa. El concilio de Trento es sobrio al dirimir las cuestiones escolsticas sobre el sacrificio y da una visin general de molde bblico. No se pronuncia sobre las opiniones que preguntaban si la Cena era ya un sacrificio pleno. Si desde el Cenculo la cruz se ve desde la perspectiva sacrificial, con una rendija de gloria, desde la misa la cruz se entrev, como afirman el Tridentino y el Vaticano II (SC 6) desde la dimensin pascual y gloriosa. Y el paschale mysterium (SC 5) es recordado en el canon de la misa en la anmnesis, tanto en Oriente como en Occidente. La Resurreccin es la realidad operante de la eficacia del sacrificio de la cruz, la demostracin epifnica de la aceptacin del sacrificio por parte del Padre y la plenitud de la redencin en la efusin del Espritu Santo. La misa no deroga la cruz, sino que la afirma; no es un sacrificio diferente, sino representado. Es justo entonces preguntarse: Por qu la misa cuando est la cruz es un sacrificio pleno y definitivo? Un intento de respuesta, con las palabras del Tridentino, se desarrolla en estos trminos:
Por la naturaleza de la Iglesia, histrica y visible, es institucin y acontecimiento a la vez, que tiene necesidad de estar en contacto vivo y sacramental con el momento de su nacimiento, el misterio pascual (cfr. SC 5). Esto explica la necesidad de hacer presente en el tiempo el misterio de la cruz gloriosa, de aplicar los frutos en continuidad en todo tiempo y lugar donde la Iglesia est presente y de algn modo renace cotidianamente por la celebracin eucarstica. El hoy de la salvacin de Cristo se hace presente en el hoy de la Iglesia, transmite el sacerdocio y el sacrificio de Cristo presente en la gloria y presente en el tiempo. Por la necesidad de ser siempre redimida por los pecados que se cometen cada da y de recibir la plenitud de la salvacin.
Las relaciones que median entre la misa y la cruz pueden ser resumidas, recogiendo cuanto afirma el Magisterio en estas tres palabras: Identidad, diversidad, novedad.
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Identidad: Tenemos el mismo sacerdote y la misma vctima (dogma). Tenemos la presencia actual del mismo sacrificio (teologa). En efecto, como en la cruz, en plena armona con la doctrina de la Carta a los Hebreos, puesto que Cristo posee un sacerdocio eterno, se ofrece a s mismo como sacerdote y como vctima gloriosa y actual. La responsabilidad de la ofrenda sacrificial fue asumida totalmente por l y slo en l tiene valor. No solamente porque l ha instituido el sacrificio, sino porque l lo actualiza siendo el ministro principal y la vctima. Hay que afirmar, incluso en la identidad de la persona de Cristo, la diversidad de la situacin en la Cena, en la cruz y en la gloria. Ahora el Cristo no muere ya. Ha resucitado. La Encclica Mediator Dei confirma la doctrina clsica en el sentido de que Cristo, sacerdote y vctima, est presente y asume el sacrificio sacramental que se celebra.
Diversidad: De modo incruento (sacramental) y por el ministerio de los sacerdotes, se trata, pues, de una inmolacin por parte de la Iglesia y por lo tanto litrgica, sacramental. La expresin de modo incruento, para distinguir la misa de la cruz, quizs no es la ms feliz. No hay efusin de sangre. Mejor decir que se trata de una inmolacin sacramental que se expresa con la presencia del pan y del vino eucaristizados, cuerpo entregado y sangre derramada, y con las palabras de la consagracin y de la anmnesis-ofrenda. La alusin al ministerio de los sacerdotes es un enlace que viene de Cristo mismo que ha mandado a sus discpulos hacer esto en su memoria, pero tambin en su persona, y en la dimensin del mismo Espritu Santo que actuaba en Cristo y acta ahora por el ministerio de los sacerdotes: in persona Christi ed in virtute Spiritus Sancti. Es una alusin al ministerio sacerdotal de la plegaria de epiclesis, de la consagracin y de la oblacin. Adems, slo el sacerdote, vlidamente ordenado puede cumplir el ministerio eucarstico 61.
Novedad: La Iglesia se ofrece cada da con Cristo al Padre en el Espritu Santo. Es la novedad de hecho y el empeo de cada celebracin eucarstica que en tal sentido tiene su novitas sacramental y existencial. Y es tambin la dimensin que expresa mejor el objetivo de la celebracin eucarstica: aplicar hic et nunc el nico sacrificio de Cristo y obtener tambin la respuesta con la cual la Iglesia, cuerpo de Cristo, pasa cada da con Cristo al Padre con los mismos sentimientos de obediencia y amor sacrificial. Esto vale para toda la Iglesia: el sacerdote que celebra, la asamblea que participa y la Iglesia universal presente en la celebracin.
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La Iglesia ofrece: El sentido de dicha oblacin es ste: La Iglesia hace presente el don de Cristo, que es su sacrificio y su presencia, lo presenta de nuevo al Padre como nica oblacin. Es la doctrina que expresa el Magisterio actual de la Iglesia con gran fuerza, pero que tuvo una cierta dificultad para ser aceptada porque no pareca muy ortodoxo hablar de la misa como sacrificio de la Iglesia.
La Iglesia se ofrece: Se ofrece actualmente a s misma, y esto es una novedad respecto a la cruz, en cada celebracin, tanto en sentido ritual con las palabras y con los sentimientos expresados por las plegarias eucarsticas como a nivel existencial, de manera que se convierte en una ofrenda agradable al Padre con toda su vida (LG 3.7.11.34). Y cuanto expresan las Anforas: l haga de nosotros un sacrificio a ti grato... (PE III), convierta en ofrenda viva y alabanza de su gloria (PE IV). As el sacrificio de Cristo alcanza su cuerpo ms alto, que es el de suscitar en la Iglesia el mismo movimiento de oblacin y ofrenda de Cristo mismo en relacin con el Padre. Y la teologa del sacrificio eucarstico expresada admirablemente por san Agustn en su libro De civitate Dei, X, 6, 20. ste es el sacrificio de los cristianos: Muchos y un solo cuerpo en Cristo. La Iglesia celebra este misterio con el sacramento del altar, conocido a los fieles, para que en l se le releve que en lo que ofrece ella misma es ofrecida 62. En efecto, tenemos en la Eucarista el sacrificio cotidiano de la Iglesia, en l, de hecho, la Iglesia, siendo cuerpo de Cristo, aprende a ofrecerse a s misma por medio de l. Con noble expresin escriba el telogo reformado J.J. von Allmen: La Eucarista, (este trmino por s solo tiene ya resonancia sacrificial) es el momento en el que la Iglesia hace la ofrenda de s misma, en el que, se puede decir, ella se precipita hacia la brecha que ha abierto en el cielo, en otro tiempo obstruido, la muerte de Jess, hacia el que avanza procesionalmente para darse a s misma y por su medio lo que ella lleva consigo. San Agustn tiene toda la razn. Celebrando el sacrificio de Cristo, aprende que ella misma es ofrecida en el sacrificio que celebra. Llegar a decir que la Iglesia debe renunciar a ser el cuerpo de Cristo si quiere renunciar a comprender la Cena, incluso de manera sacrificial 63.
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La teologa eucarstica del Magisterio de la Iglesia se detiene, en general, en las afirmaciones arriba referidas, a las cuales se aaden algunos corolarios sobre los dos fines y frutos de la Misa (cfr. infra). Sin embargo, en la tradicin de la teologa eucarstica se inserta, en este punto, una de las ms vexatae quaestiones del tratado, que durante mucho tiempo ha monopolizado, de algn modo, espacio y atencin. No se puede dejar de decir una palabra al respecto, aunque hoy se tenga la impresin de que la cuestin sea de menor inters en el panorama teolgico. Se trata, obviamente, de un theologumenon, de una cuestin teolgica. El sentido y el inters de dicha cuestin pueden ser determinados en pocas palabras. Los telogos postridentinos, ms all de las afirmaciones del Magisterio, han tratado de determinar, en concreto, en qu sentido en la misa se puede decir que existe un sacrificio, una oblacin y una inmolacin de Cristo. Y en qu sentido se puede progresar en la comprensin de la relacin entre el sacrificio de Cristo en la cruz y el sacrificio de la misa: se trata de un nico acto? Cmo se puede dar? El inters de la cuestin, ms que de carcter teolgico-cultural y de obligada informacin sobre un argumento clsico de teologa eucarstica, puede ser de diverso gnero:
En sentido negativo: para descartar definitivamente todas las teoras que, aunque propuestas por autores eminentes y no condenadas por la Iglesia, no pueden ser sostenidas hoy, porque difcilmente respetan los datos globales de la doctrina del Magisterio. Se trata, pues de una funcin purificadora y liberadora, al menos, de aqullas que P. Cheng, OP, llamaba las teoras antiprotestantes pero sanguinarias sobre el sacrificio de la misa.
En sentido positivo: para escrutar con sobriedad el misterio eucarstico en la medida en que se le da a nuestra razn el examinar y contemplar los misterios, sin apegarse a una u otra sentencia.
Ya en el concilio de Trento, particularmente en crculos teolgicos, aparecan diversas sentencias sobre el argumento. El Concilio no ha querido entrar en dichas cuestiones. En general, el Magisterio se ha mantenido al margen de opciones por una u otra sentencia, si excluimos el intento de Po XII en la Mediator Dei de referirse a la cuestin en la lnea de la representacin mistrica del sacrificio y por la presencia de las especies separadas del pan y del vino que muestran a Cristo en estado de vctima 64.
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Algunos telogos postridentinos han querido individuar en la nocin general de sacrificio la real inmolacin de la vctima. Y han tratado de demostrar cmo dicha inmolacin se realiza en la consagracin de la Eucarista o en la comunin eucarstica.
F. Surez ha individuado el cambio de la vctima en el hecho de la mutacin (mutatio) del pan en cuerpo y del vino en sangre. Un cambio del que, en realidad, interesan slo las especies eucarsticas.
R. Bellarmino ha querido ver el cambio o destruccin de la vctima en la comunin, al menos, del sacerdote celebrante.
El cardenal Cienfuegos ha visto el sacrificio en la humillacin con la cual el Cristo eucarstico se abaja en el sacramento y es privado de sus actos vitales. Teoras similares han sido propuestas por algunos telogos como J. de Lugo, seguido ms tarde por J. Franzelin, que han hablado de la realidad sacrificial que supone para Cristo el estado ms bajo (status declivior) de la presencia eucarstica, con una knosis interna y externa.
J. Lessius propone la teora de la inmolacin realizada mediante la presencia real de Cristo bajo las dos especies, pero que en realidad se convierte en una inmolacin por la separacin del cuerpo de la sangre en virtud de las palabras del sacerdote que son como una especie de Mactatio mystica cumplida con la espada de la lengua (gladio linguae) para inmolar a Cristo.
Todas estas teoras son rechazadas porque parten de una nocin prejudicial de sacrificio, para fomentar una concepcin del sacrificio de la Misa
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diferente del de la cruz, por no tener en cuenta la realidad del Cristo de la gloria, de su impasibilidad como vctima gloriosa.
En reaccin contra las teoras de la inmolacin muchos autores de nuestro siglo, siguiendo las huellas de algunos autores postridentinos (Maldonado, Estius) y de la escuela francesa de espiritualidad, han querido poner el acento no en la inmolacin, sino en la oblacin interna que expresa el sentido del don de s a Dios.
M. Lepin pone de relieve el sentido sacrificial oblativo e interior de Cristo en su pasin que se actualiza en cada celebracin eucarstica.
M. de la Taille 65 propone de nuevo la misma tendencia oblacionista pero con una sugestiva simetra, entre los tres momentos implicados en la Eucarista. As establece: La cena es la oblacin de la vctima que ser inmolada (oblatio victimae immolandae). La cruz es la inmolacin de la vctima ofrecida (immolatio victimae oblatae). La misa es la oblacin de la vctima inmolada (oblatio victimae immolatae). En estas teoras, de carcter ms teolgico, se critica una devaluacin del sentido de la inmolacin, tanto de la cruz (en la teora de De la Taille), como de la misa (en la teora del mismo autor y en la de M. Lepin).
Esta teora, propuesta inicialmente por el jesuita Vzquez y repropuesta por la escuela romana de los aos treinta, ha sido ilustrada por autores como el cardenal L. Billot, R. Garrigou Lagrange, J. Filograssi... Se funda en la hiptesis que quiere aplicar al sacrificio, al mismo tiempo, el doble
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momento de la oblacin y de la inmolacin. La oblacin, como ya enseaba D. Scoto y haba retomado Vzquez despus del concilio de Trento, es la misma de Cristo en la cruz que perdura siempre y es actualizada por l en la misa. La inmolacin, sin embargo, es una inmolacin mstica, representativa, mediante la separacin sacramental del cuerpo y de la sangre del Seor en la consagracin (al menos, vi verborum, en virtud del significado directo de las palabras). Dicha inmolacin no es real, porque Cristo est presente en cada una de las especies en su totalidad, pero desde el punto de vista sacramental, aparece en los signos en estado de vctima. Esta teora parece resonar en las siguientes expresiones de la Encclica de Po XII Mediator Dei: La divina sabidura ha encontrado el modo admirable de hacer manifiesto el sacrificio de nuestro Redentor con signos exteriores que son smbolos de muerte. Ya que por medio de la transustanciacin del pan en cuerpo y del vino en sangre de Cristo, igual que se tiene realmente su cuerpo tambin se tiene su sangre; las especies eucarsticas, despus, bajo las cuales est presente simbolizan la cruenta separacin del cuerpo y de la sangre. As el memorial de su muerte real sobre el Calvario se repite en cada sacrificio singular del altar, porque por medio de smbolos distintos se significa y demuestra que Jesucristo est en estado de vctima (DS 3848).
En nuestro siglo son diferentes las explicaciones que, de algn modo, coinciden en torno a la nocin de un sacrificio sacramental o de una presencia del sacrificio de la cruz; en forma sacramental o mistrica el sacrificio se hace presente en la misa. En la base de estas teoras podemos ver tanto la teologa de la presencia de los misterios de O. Casel, como una explicacin teolgica del memorial, o bien una interpretacin de la teora de los Padres y del mismo santo Toms que habla de una repraesentatio. Nos limitamos aqu a exponer con sus mismas palabras la intuicin del gran telogo tomista, creado cardenal por Pablo VI, Ch. Journet 66. En el captulo IV de su obra ya citada, encontramos una exposicin sistemtica, recogida, a nuestro parecer, en esta sntesis de su introduccin: Se dir que en la misa es Cristo glorioso quien viene a nosotros, pero para encontrarnos mediante su cruz. Las apariencias sacramentales nos traern la presencia sustancial del Cristo glorioso y la presencia real operativa del sacrificio cruento. El Cristo glorioso ratifica en el cielo el nico sacrificio redentor mediante el cual l ha querido salvar a todos los hombres, primero por anticipacin, segn la antigua economa de la salvacin, despus y, ms ntimamente, por derivacin segn la nueva economa. Cuando l viene a nosotros en el momento mismo en que la transustanciacin repite el sacrificio incruento de la Cena, es para tocarnos a travs de la cruz, es para dar valor y actualizar para nosotros su
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sacrificio redentor nico, siempre presente y actual a los ojos de Dios, en el cual estn pre-contenidas todas las gracias de la economa de la salvacin. Pero el acto del sacrificio redentor, no est el mismo terminado? Si ste est presente siempre en la eternidad divina, puede estar presente entre nosotros que somos arrastrados por el flujo del tiempo? La respuesta es que este acto se da con respecto a nosotros, bajo aspectos diferentes, terminado y presente a la vez, en el tiempo y por encima del tiempo. En el tiempo: es un momento irreversible de la vida temporal de Cristo. Por encima del tiempo. Tocado de la divinidad es capaz de alcanzar a travs de su virtud espiritual, su contacto, su presencia, todo el sucederse de generaciones a medida que se asoman a la existencia. Toda consagracin, renovando el sacrificio incruento de la Cena, hace presente a Cristo ahora sustancialmente glorioso. Pero las especies sacramentales del pan y del vino que recuerdan el cuerpo de Cristo entregado por nosotros y su sangre derramada por nosotros, manifiestan y testimonian que la gracia escondida en cada misa es la gracia de la redencin. Al igual que la Cena, la misa es un sacrificio verdadero y propio; no otro sacrificio diferente del nico sacrificio redentor, sino otra presencia para nosotros, una presencia sacramental de este nico sacrificio. El sacrificio incruento ni se sobrepone, ni sustituye al sacrificio cruento, se subordina para transportar la virtud hasta nosotros. Multiplicar las misas significa multiplicar los puntos de aplicacin entre nosotros, multiplicar las presencias reales operativas entre nosotros del nico sacrificio redentor: Cada vez que es celebrada la conmemoracin de esta hostia, se cumple la obra de nuestra redencin. La idea de Ch. Journet por su autoridad moral y su segura tradicin tomista ha sido compartida por muchos autores, incluso por diversas facciones de la teologa, pero con diferentes matices. A. Piolanti ofrece abundante bibliografa sobre este tema y distingue entre las diferentes opiniones de los autores la teora del sacrificio descendente de E. Quarello, la del sacrificio eternizado de F.X. Durwell y finalmente la del sacrificio sacramentalizado de Cristo y de la Iglesia de L. Ligier. Otros autores como G. Vagaggini, S. Marsili, J.A. Says se mueven en esta lnea, aunque es difcil establecer los puntos delimitadores. La cuestin queda siempre casi inaccesible en su conjunto. Como exponente del sacrificio de Cristo en el sacrificio de la Iglesia, podemos citar adems a L. Ligier y a S. Marsili, el cual remitindose tambin fuertemente a la teologa sacrificial de san Agustn completa la visin con la obligada referencia al sacrificio de Cristo hecho presente sacramentalmente en la misa, con y a travs del sacrificio de la Iglesia. Escribe el ilustre benedictino: Es sobre el sacerdocio de Cristo que se modela la Iglesia. Al igual que Cristo fue sacerdote, es decir, oferente de s mismo en virtud de su sacrificio espiritual, as lo es la Iglesia: no puede ofrecer otra cosa ms que a s misma. Pero este auto-ofrecimiento, para que pueda ser digno del Padre debe pasar por las manos y por el sacrificio mismo del sumo sacerdote Cristo. Es lo que sucede en cada eucarista. sta, mientras presenta de nuevo el sacrificio de Cristo ofrecido una vez para siempre, pone en perenne ejercicio su sacerdocio, en cuanto que es por medio suyo que el sacrificio espiritual de los cristianos,
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inserto en el de Cristo, asume aquella dignidad que lo hace grato a Dios (o.c. p. 186).
El tema del sacrificio eucarstico y las teoras sobre su esencia o naturaleza (metafsica se deca entonces) no parece muy actual en el debate teolgico. Se contenta por una parte con explicaciones genricas en la lnea de la presencia sacramental o en frmulas de consenso ecumnico, hablando de memorial sacramental, con la conciencia de no llegar en el fondo a expresar una teora que lo explique todo completamente. La dificultad de la cuestin ser siempre doble: por una parte llegar a captar cul es la veritas de la oblacin que, aunque eterna en Cristo se actualiza en cada celebracin; por otra parte se trata de explicar, con categoras adaptadas, la intuicin de O. Casel, purificada por la teora de E. Schillebeckx, sobre Mysteriengegenwart, la presencia de los misterios de Cristo en los sacramentos y en la Eucarista, para poder decir que el nico acto histrico de la cruz se hace sacramentalmente presente en cada celebracin. Hoy, adems, con una visin ms completa del misterio pascual, se une de modo indisoluble la muerte y la resurreccin de Cristo. Todo es visto desde la realidad del Seor glorificado en el cual estn presentes sus misterios salvficos. El sacrificio de Cristo se contempla a partir de la Pascua y el quotiescumque del sacrificio eucarstico es visto a partir del hoy perenne de la presencia eterna de Cristo glorioso. Podemos intentar una sntesis a nivel bblico, litrgico y teolgico. Las tres vas estn coligadas.
La va bblica. La categora bblica de memorial, entendida en sentido de una presencia o de una presencialidad trans-histrica del acontecimiento que se hace vivo y actual para ser participado en todas las generaciones, como la Pascua para Israel, permanece fundamental para la Eucarista a partir de las palabras de la institucin. La Eucarista es memorial, es decir, es aquella categora bblica del Antiguo Testamento que es asumida ahora por Cristo para proyectar en el tiempo la presencia de su sacrificio pascual y de sus efectos salvficos. Los acuerdos ecumnicos hablan de buena gana de esta categora para unir el semel de la cruz y el quotiescumque de la misa. Pero en buena teologa se debe notar que la diferencia del memorial del Antiguo Testamento respecto de Cristo es abismal. Nuestro memorial, nuestra Pascua, no es slo un acontecimiento, es una persona: Cristo, sacerdote y vctima. La Pascua no es un acontecimiento que ha quedado en el flujo del tiempo
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irreversible, como la liberacin de Egipto, sino que ha entrado en el hoy perenne de la eternidad, mediante la resurreccin. Una realidad eternamente presente ante Dios y por eso capaz de hacerse presente en la historia. Las antiguas homilas pascuales, sobre la estela de la afirmacin de Pablo (cfr. 1 Co 5, 7) Cristo nuestra pascua ha sido inmolado personalizan el sentido de la pascua: El misterio de la Pascua que es Cristo o Cristo es la Pascua de nuestra salvacin 67. Gregorio Nacianceno afirma: Yo te hablo a ti (Pascua), como a una persona viviente 68.
La va litrgica. La celebracin de la Eucarista es la forma concreta de hacer presente el memorial en la triple dimensin de palabra que anuncia y hace presente, de plegaria que en la dimensin de eucarista (accin de gracias) hace anmnesis (recuerdo), cumple la epiclesis (invocacin) y ofrece y se ofrece en una accin sacramental que hace presente de forma sacramental el sacrificio de Cristo. El modo de expresar la presencia del sacrificio y la ofrenda actualizada es claro y sobrio en la variedad de las expresiones litrgicas orientales y occidentales. En la anmnesis despus de la consagracin se recuerda el misterio pascual (de la santa pasin, de la resurreccin de los muertos y de la gloriosa ascensin) pero tambin en algunas anforas del misterio de la Encarnacin y de la espera de su venida. Las palabras de la ltima Cena son actualizadas con algunos gestos, aunque pertenezcan a un gnero discursivo, para indicar una cierta presencialidad del misterio de la Cena y de la Cruz. Se actualiza la ofrenda de la vctima gloriosa y del sacrificio santo de Cristo que es el ministro principal de la Eucarista. Y la Iglesia se asocia en la ofrenda con Cristo al Padre y participa con la comunin eucarstica. La liturgia, pues, explicita el sentido del memorial bblico en una efectiva accin memorial de la cual Cristo es el celebrante principal.
La va teolgica. Desde la perspectiva de la celebracin litrgica debemos explicitar el sentido del sacrificio con estas precisiones:
A nivel de realidad: en la consagracin y despus de la consagracin tenemos sobre el altar la presencia del Totus Christus. Tenemos sobre el altar el Christus passus, no el Christus patiens, la victima gloriosa, el Cordero inmolado, tamquam occisus (Ap 5, 6). As es en el cielo: vctima santa y gloriosa y sacerdote eterno, siempre vivo para interceder por nosotros. Cristo no puede tener en el sacramento otra presencia si no la actual del cielo, gloriosa. l, en su persona de Hijo de Dios y en su naturaleza humana, es nuestro sacrificio como ofrenda hecha a nosotros por el Padre y como ofrenda hecha por nosotros al Padre.
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A nivel de signos: el pan y el vino, acompaados por las palabras de la Institucin, hacen referencia al cuerpo dado y a la sangre derramada del Seor, a la realidad de sus sacrificios. Su presencia sacramental a travs de los signos elementos y palabras indican especficamente el don sacrificial, no otros misterios de la vida de Cristo: sealan su sacrificio. Est claro que en el Cristo de la gloria queda para siempre, como eternizado y sacramentalizado en su cuerpo y en su alma, el sacrificio redentor en su voluntad inmutable y siempre actual. Adems, su cuerpo con los estigmas gloriosos de la pasin es como un sacramento, en la perennidad de su oblacin y de la actualidad de su intercesin y propiciacin por nosotros y por todos. Este acto eterno de Cristo y este Cristo en la plenitud de su misterio pascual, para estar siempre ante el Padre en la eternidad, se hace presente, actual, temporal en cada celebracin eucarstica. La misa es, por lo tanto, un momento de tiempos-eternidad en el cual en dimensin descendente se hace presente en el tiempo el sacrificio de la cruz, permanentemente presente en la eternidad, en aqul que es el nico sacerdote y la nica vctima. Y en dimensin ascendente, la Iglesia, acogiendo del Padre el don del Hijo le presenta de nuevo en el tiempo el nico sacrificio presente eternamente en el cielo.
Por lo tanto, dos palabras son la clave para comprender el misterio: la presencia descendente del don del Padre personalizado en Cristo el verdadero beneficio de la redencin operada y la presentacin litrgica ascendente de este don por parte de la Iglesia al Padre. Cristo se nos ofrece activamente a nosotros y se ofrece al Padre. La Iglesia acoge y hace presente sacramentalmente el don y lo presenta de nuevo al Padre, no como cosa propia sino como don de Dios (te ofrecemos lo que es tuyo, que viene de ti, dice la liturgia oriental de san Juan Crisstomo; de tuis donis ac datis, apremia el canon romano. Y se ofrece tambin a s misma junto a Cristo. La Eucarista convierte as lo eterno en el tiempo, el sacrificio de Cristo en el de la Iglesia, y el nico sacrificio de Cristo penetra en el tiempo y en el espacio a travs del ministerio de la Iglesia y transmite el sacerdocio de Cristo comunicado a los presbteros. De este modo el nico sacrificio de Cristo se hace presente en cada celebracin y la Iglesia participa en ella, aadiendo al nico sacrificio redentor el propio sacrificio cotidiano, de modo que participando por la mediacin de Cristo en la salvacin, responde al Padre con la propia oblacin junto a Cristo: en efecto, nadie participa del cuerpo y la sangre de Cristo si no transformndose en lo que recibimos, ut in hoc quod sumimos transeamus 69. La participacin eucarstica requiere el empeo de la fe, la ofrenda real del propio sacrificio de la vida en el sacrificio de la Iglesia, la participacin plena, posiblemente, con la comunin eucarstica y la implicacin del sacrificio
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espiritual de toda la existencia. Por eso la celebracin de la Eucarista requiere la continuidad de la vida, la efectiva participacin en la ofrenda sacrificial del sacerdocio de los fieles que se acta en la existencia cotidiana. Esta sntesis teolgica est en armona con la exposicin sinttica del Catecismo de la Iglesia Catlica, que hemos expuesto arriba, aunque ms ampliamente articulada.
Conclusin
La teologa del sacrificio de la misa parece no estar hoy muy de moda. Sin embargo, es importante tener una comprensin global del misterio celebrado. Una buena comprensin, a la luz de cuanto hemos dicho, viene sin duda por una mejor inteligencia del memorial, de la situacin de Cristo en la gloria y de la asuncin de la Iglesia en este sacrificio. La liturgia queda como punto de referencia con todo su dinamismo: la liturgia de la Palabra, como alianza con Dios en su palabra que lleva al sacrificio de la alabanza y a la ofrenda de la vida como sacrificio, no debe dejarse de lado en esta comprensin del misterio. La plegaria eucarstica, as como el conjunto de las plegarias eucarsticas, son tambin expresin genuina del sacrificio. Permanecen vlidas las investigaciones de carcter especulativo, pero deben ser tratadas con sobriedad, evitando cuestiones bizantinas y distinciones excesivas. Tambin un cierto apofatismo ante el misterio es importante. La investigacin ecumnica sobre este punto es siempre motivo de esperanza. Nos permitimos remitirnos a algunos autores que han tratado desde diversos puntos de vista una renovada visin del sacrificio eucarstico: Por parte ortodoxa: A. SCHEMANN, The Eucharist, Sacrament of the Kingdom, New York, St. Vladimyrs Seminary Press, 1988; existe versin en francs. Por parte protestante, los ya citados ensayos de M. Thurian, antes de su conversin al catolicismo 70. Por parte catlica: F.X. DURWELL 71.
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Con esta terminologa, a modo de corolario teolgico, el Magisterio de la Iglesia habla de algunos efectos y consecuencias del sacrificio eucarstico. La terminologa y la impostacin se resienten todava de una forma minimalista de considerar el sacrificio eucarstico, especialmente en algunos manuales. Sin embargo, es necesario completar este tema con algunas anotaciones de tipo teolgico.
La doctrina clsica sobre este punto se encuentra en el captulo 3 de la sesin XXII del concilio de Trento y en la amplia exposicin de la Encclica de Po XII Mediator Dei. Se habla en general de cuatro fines: latrutico, eucarstico, propiciatorio e impetratorio. Los primeros hacen referencia a algunos actos y sentimientos en las relaciones con Dios; los dos ltimos se refieren a la Iglesia y a la humanidad. La dificultad est en la precisin del modo de aplicacin de los dos ltimos. La expresin teolgica, litrgica y espiritual de estos fines debemos estudiarla a la luz de las plegarias eucarsticas (cfr. infra) para captar el sentido ms autntico, segn la praxis y la doctrina de la Iglesia de hoy y a la luz de la doctrina tradicional expresada por las anforas.
Latrutico. La misa es un acto supremo de adoracin y culto, latria. Dicho aspecto debe ser visto en la dimensin real del amor oblativo filial de Cristo al Padre en la cruz y en la perenne actualidad de sus actitudes de oblacin en el cielo; en este acto supremo Cristo implica ahora su Cuerpo que con l y en l adora al Padre en el Espritu Santo. La glorificacin de Dios Padre se expresa en la celebracin eucarstica y se manifiesta especialmente en la gran plegaria eucarstica. La glorificacin consiste en el hecho de que la santidad de Dios sea reconocida y refulja en Cristo sobre el rostro de la Iglesia. La gloria de Dios es el hombre viviente. La mxima glorificacin de Dios es que l sea amado y reconocido con los mismos sentimientos filiales de Cristo. La plegaria eucarstica celebra y expresa dicha glorificacin.
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Eucarstico. La misa, como indica su nombre ms autntico y verdadero, es Eucarista, por antonomasia. Cristo celebr la ltima Cena segn las palabras de la institucin, en una actitud de alabanza y de accin de gracias al Padre, anticipando as el sentido de su oblacin en la cruz. Toda la plegaria eucarstica o anfora est invadida por esta actitud noble de la alabanza y de la accin de gracias, desde el prefacio hasta la doxologa. Las plegarias eucarsticas expresan la accin de gracias por Dios mismo, por sus dones en la historia de la salvacin y por el misterio que se hace presente en cada celebracin. La celebracin ensea a vivir en una constante actitud de accin de gracias.
Impetratorio. La misa es un sacrificio de intercesin y de splica tanto por los vivos como por los difuntos. Est fundado en la misma intercesin celeste de Cristo, siempre vivo para interceder en favor nuestro (Rm 8, 34; Hb 7, 25). En realidad, l mismo es nuestra intercesin viviente y no hay distincin entre su plegaria y su persona, hecha intercesin y mediacin ante el Padre por nosotros. Esta impetracin-intercesin por los vivos y por los difuntos es expresada con gran precisin por las plegarias eucarsticas, que han heredado de la gran plegaria de la liturgia, la Tephillh, este movimiento de splica por el bien de los otros, especialmente por la salvacin escatolgica. Dicha splica es concorde con el sentido del sacrificio de Cristo, ofrecido por todos, sin exclusin. Si los protestantes negaban esta dimensin del sacrificio eucarstico no era tanto por la realidad en s misma, hoy ampliamente afirmada 72, cuanto porque pensaban que los catlicos defendan una aplicacin puramente material y casi matemtica ex opere operato, por los vivos y por los difuntos, sin la implicacin necesaria, al menos por parte de los vivos. Est claro que se trata de una aplicacin limitada, segn el querer de Dios y la efectiva respuesta de las personas, como se dir ms adelante.
Propiciatorio. La propiciacin en sentido teolgico significa que se trata de un sacrificio para la remisin de los pecados y de las culpas. Es la valiente afirmacin del Tridentino contra los protestantes que negaban la naturaleza sacrificial de la Eucarista y de sus efectos. Segn sus posiciones, arriba recordadas, slo el sacrificio de la cruz ha redimido los pecados y slo por la confiada acogida de sus frutos obtenemos la remisin de los pecados y de las culpas. La doctrina catlica afirma al mismo tiempo el carcter sacrificial, sus efectos, y tambin el modo y las exigencias de la aplicacin de esta propiciacin que no se realiza de modo extrnseco y matemtico, sino con las debidas disposiciones de los fieles, segn cuanto afirma el tridentino en el captulo 2 del Decreto sobre el sacrificio de la misa. En sentido ms pleno, mediante la Eucarista se obtiene no slo la remisin de los pecados, sino puesto que es el sacrificio de la nueva alianza, se obtiene tambin sobre la Iglesia y sus fieles individuales, como afirman las plegarias eucarsticas, la efusin del Espritu Santo, don de la nueva alianza en la sangre de Cristo.
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Es til para la precisin, ms all de la afirmacin de los fines de la misa, explicar el sentido de su aplicacin. En sentido general el sacrificio de Cristo y su memorial sacramental tienen un valor infinito. Esto vale, de modo absoluto y sin lmites, para los dos primeros fines, el latrutico y el eucarstico, en vistas de la presencia y de la accin de Cristo sacerdote y vctima. Para los otros dos fines se debe hablar de un valor infinito en s mismo, pero de una aplicacin limitada. Y esto por diversos factores: por la voluntad salvfica de Dios, que permanece libre en la aplicacin de la impetracin y de la propiciacin; por la capacidad y receptividad de las personas humanas, que permanecen tambin libres en las relaciones con Dios, por la necesaria y activa cooperacin de las personas, con la gracia impetrada y con la remisin de los pecados obtenida. En trminos teolgicos la misa tiene un valor infinito en sus fines ex opere operato (mejor, sin embargo, decir personalizando la obra de Cristo ex opere operantis Christi), pero su aplicacin queda limitada ex opere operantes hominis, en el sentido de que depende de la preparacin, de la acogida y de la respuesta al don de la gracia obtenida mediante el sacrificio de Cristo. Esto vale tanto para la impetracin como para la propiciacin. Debemos, pues, estar atentos a mantener en tensin verdadera y autntica estas dos dimensiones. Por una parte la gratuidad de la presencia y del don de Dios en la Eucarista que no depende de nuestros mritos y de nuestras condiciones, la infinita liberalidad de Dios en la aplicacin de estos dones como quiere y con quien quiere, en virtud de su libre voluntad salvfica y de la mediacin nica y universal de Cristo. Por otro lado, debemos estar atentos, por nuestra parte, a una adecuada respuesta teologal y de real implicacin en la participacin en el sacrificio eucarstico y en sus consecuencias, para una autntica vida eucarstica en conformidad con el don recibido. El equilibrio entre las dos dimensiones es necesario para no negar a Dios su libertad y liberalidad en el don de la gracia, y para no atribuir una salvacin que no comporte por parte nuestra, bajo la gracia de Dios, una respuesta necesaria de libre acogida y una coherencia de vida respecto al don recibido.
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Una limitacin de la aplicacin del fin propiciatorio de la misa la tenemos en las relaciones que se dan entre Eucarista y Penitencia. Se trata de un tema propio del tratado sobre la Penitencia, pero sobre el cual se debe decir una palabra tambin sinttica en este contexto. La relacin entre Eucarista, remisin de los pecados y sacramento de la Penitencia ha sido tratada en el concilio de Trento, confirmada por Pablo VI en la Instruccin Eucharisticum mysterium 35 y en la Exhortacin de Juan Pablo II Reconciliatio et Poenitentia 27, con una propuesta idntica. El principio general permanece el mismo. La Eucarista, en cuanto actualizacin del sacrificio redentor, permanece como la fuente de la remisin de los pecados (concilio de Trento, sesin XXII, cap. 2). A su vez, sin embargo, la Eucarista permanece como culmen de la remisin de los pecados graves, y de manera admirable de los pecados veniales, en el especfico sacramento de la reconciliacin y de la penitencia, segn cuanto prescribe el cap. 7 del Decreto sobre la Eucarista de la sesin XIII del mismo concilio de Trento y en el respectivo canon 7 (Denzinger 1646-1647 y 1661). Recientemente, muchos telogos, tras un cuidadoso estudio de las fuentes litrgicas y patrsticas antiguas, han expresado tambin de manera ms completa la doctrina de la Iglesia que afirma que mediante el sacrificio de la misa se redimen los pecados. Algunas afirmaciones, tomadas en s mismas y fuera de todo el contexto sacramental y teolgico, fuera de la praxis de la Iglesia, parecen querer afirmar que la Eucarista perdona los pecados, e incluso prescinde de su concreta aplicacin mediante el sacramento de la penitencia. Segn estos autores que enfatizan las afirmaciones litrgicas y patrsticas la Eucarista en s misma, incluso prescindiendo de la confesin, perdonara no slo los pecados veniales, sino tambin los pecados mortales. La invitacin de la antigedad cristiana a reconciliarse antes de celebrar la Eucarista perdonara slo algunos pecados que antiguamente eran considerados como extremadamente graves como el homicidio, el adulterio, la idolatra e impedan la participacin en la Eucarista... Obviamente, esta remisin comportara una participacin en la Eucarista con sentimientos de plena penitencia, contricin, confianza en el contacto vivo con el cuerpo y sangre de Cristo, deseo de recibir este don de la remisin de los pecados por el contacto vivo sacramental con el Redentor y Salvador en el acto de sus sacrificio, en la comunin en su cuerpo y sangre, con la obligacin de reconciliarse tambin de modo especfico en el momento oportuno mediante el sacramento de la penitencia. Este sentido que contempla al mismo tiempo la posibilidad de la remisin de los pecados y del deseo de acercarse al sacramento con un autntico sentido de pureza y de arrepentimiento sera expresado varias veces durante la celebracin eucarstica, tanto en el actual acto penitencial, como en las diferentes plegarias penitenciales de la misa, segn las frmulas orientales y occidentales. Por eso, tanto en Oriente como en Occidente una plegaria de preparacin a la comunin est siempre invadida de sentimientos de arrepentimiento, para poder recibir dignamente la Eucarista. Son
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particularmente bellas y sentidas las plegarias que en la liturgia bizantina los fieles recitan en voz alta antes de recibir la comunin. Qu decir de todo esto? La cuestin queda oscura desde el punto de vista de la praxis antigua y de la praxis de algunas iglesias, particularmente orientales, que tienen diversas formas de expresar el sentido penitencial para la remisin de los pecados ms all del sacramento de la penitencia verdadero y propio. Adems, los textos que indican la remisin de los pecados mediante la Eucarista son sopesados por otros textos, tal vez de los mismos autores, como en el caso de san Ambrosio y de san Agustn que dicen acercarse a la celebracin de la Eucarista despus de haberse reconciliado con Dios y con la Iglesia. Est claro que la doctrina de la Iglesia actualmente, sobre la estela de la tradicin, quiere salvaguardar la especificidad de los dos sacramentos Eucarista y Penitencia para la remisin de los pecados y, al mismo tiempo, la ordenacin de uno al otro. Por una parte la Eucarista es fuente para la remisin de los pecados, por otra es culmen y supone, segn la praxis de la Iglesia una reconciliacin sacramental, que debe darse efectivamente, para los pecados graves, mediante el sacramento de la Penitencia. Tal es la doctrina de la Iglesia que queda como gua autorizada y segura desde el punto de vista de la doctrina y de la praxis. Queda siempre, en caso de necesidad, la excepcin expresada por el concilio de Trento y confirmada por la Iglesia en sus recientes intervenciones citadas: La costumbre de la Iglesia muestra que aquella prueba (cfr. 1 Co 11, 28) es necesaria, para que nadie, consciente de estar en pecado mortal, por cuanto se crea contrito se acerque a la santa Eucarista, antes de la confesin sacramental... Quien se encuentre en caso de necesidad y no tenga modo de confesarse, haga primero un acto de contricin perfecta (Eucharisticum Mysterium 35). El Catecismo de la Iglesia Catlica reafirma la misma posicin en los nn. 1385-1386 donde refiere algunas bellas plegarias latinas y orientales de preparacin a la comunin.
Bibliografa: Para un tratamiento del argumento a la luz del Snodo sobre la Reconciliacin y la Penitencia con relativa bibliografa cfr.: A. MARRANZINI, Eucaristia e Penitenza, en La Civilt Cattolica 135 (1984) n. 3223, pp. 16-30. ID., Eucaristia e remissione dei peccati dal concilio di Trento ad oggi, en Ibid., n. 3225, pp.221-236.
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Bajo el nombre de frutos del sacrificio eucarstico, se alude a la participacin en la Eucarista y a la forma de recibir los beneficios de la misa, siempre teniendo en cuenta las afirmaciones hechas antes sobre el valor infinito y la modalidad de la aplicacin. En orden jerrquico, y segn la doctrina y la praxis de la Iglesia, expresada en la celebracin misma, participan en los frutos de la misa:
1) Toda la Iglesia y la humanidad. La universalidad de la intercesin por la Iglesia y por el mundo est expresada de modo autorizado en las plegarias eucarsticas.
2) Toda la asamblea celebrante. Ella hic et nunc es sujeto integral, en la diversidad de los ministerios y en la efectiva participacin ritual y espiritual que tiene su culmen en la ofrenda de s y en la comunin eucarstica.
3) El ministro de la Eucarista. Por su accin en el nombre de Cristo y de la Iglesia, particularmente comprometido en la verdad de cuanto proclama, realiza y ora.
4) Un fruto especial, segn la tradicin y la praxis de la Iglesia debe ser reconocido para aqullos por los cuales es celebrada con una intencin particular la Eucarista, sin que esto sea considerado como una especie de derecho exclusivo
En dicha cuestin vuelve a entrar el tema del estipendio de la misa. A nivel histrico ste depende de la costumbre de la comunin de bienes ligada a la celebracin del sacrificio eucarstico y del deseo de aplicar la misa, con la mediacin de una limosna, por los propios amigos tanto vivos como difuntos. Teolgicamente no es preciso forzar mucho la cuestin del estipendio. Se debe decir que en virtud del don ofrecido y de la intencin del donante, Dios, segn su voluntad, puede aplicar los frutos del sacrificio de la misa, por estas intenciones. A nivel litrgico y pastoral est bien mantener una cierta sobriedad y verdad en la efectiva forma de recordar estas intenciones, evitando mediante la catequesis apropiada que los fieles crean en una
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exclusividad de la misa por sus intenciones y tanto menos el hecho de que compran la misa y tienen derecho exclusivo 73.
Como cuestin complementaria, y aunque el tema pueda ser tratado en otro lugar, conviene recordar ahora algunos principios que afectan a la materia y a la forma de la Eucarista. El inters que sugiere tratar en este momento el tema, mejor que en el momento de hablar de la presencia eucarstica, est especialmente en las pginas dedicadas a la forma de la Eucarista y en ella a la plegaria eucarstica.
1. La materia de la Eucarista La materia de la Eucarista es descrita por el concilio de Florencia en el Decreto para los Armenios (DS n. 1320): pan de trigo y vino de uva, mezclado con agua.
El pan Segn los relatos de la institucin eucarstica, Jess instituy la Eucarista con pan y vino. Con toda probabilidad Jess se adecu a la tradicin juda, de la cena que preceda el pan cimo y el vino tinto, mezclado con agua, para temperar su fuerza. El pan era, obviamente, de trigo. En el curso de la historia el uso del pan para la Eucarista ha sido de diferente calidad, manteniendo siempre el pan de trigo. Lo mismo se dice del vino, que ms all del color se ha requerido siempre vino de la vid y no una bebida alcohlica, extrada de otros frutos y aparentemente similar al vino. Los occidentales han permanecido fieles al uso del pan cimo. Los orientales, sin embargo, han usado el pan fermentado. De esta variedad de usos ha brotado tambin en ciertos momentos una gran polmica para justificar el uso del pan cimo o del pan fermentado. Para los occidentales las razones a favor del pan cimo son, ms all del uso hecho por el Seor, el sentido de pureza del pan no fermentado, segn las palabras de Pablo que recuerda la pureza pascual: Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois cimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. As que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura
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de malicia e inmoralidad, sino con cimos de pureza y verdad (1 Co 5, 7-8). Pero en el primer milenio, hasta el siglo XI, tambin en Occidente se usaba el pan normal. Los orientales, sin embargo, justifican el uso del pan fermentado para distinguirse de los hebreos, para expresar, por lo tanto, la novedad de la comida pascual de Cristo Resucitado y para subrayar que se trata de pan que tiene en s el sabor del Espritu Santo y se presenta mejor como signo de alimento. En la Institucin general del Misal Romano n. 282 se confirma la norma del uso del pan cimo por la Iglesia latina como nica materia de la Eucarista. Sin embargo, el n. 283 expresa el siguiente principio: la naturaleza de signo exige que la materia de la celebracin eucarstica se presente verdaderamente como alimento. Hay diversos intentos en la Iglesia para hacer ms adecuada esta doble exigencia del pan cimo y de la forma del alimento. El canon 924, 2, precisa la naturaleza del pan que debe ser slo de trigo y elaborado recientemente, de modo que no haya peligro de alteracin. El c. 926 recuerda la obligacin de celebrar en cualquier parte de la Iglesia latina con pan cimo. En el Cdice de los cnones de la Iglesia Oriental (CCEO) c. 706 se habla de pan de trigo, hecho recientemente.
El vino
Segn las prescripciones de la Iglesia en la Institucin General del Misal Romano n. 284 y en el c. 924, 1 y 3, la nica materia vlida para la Eucarista es el vino que debe ser puro, del fruto de la vid, natural y genuino, sin sustancias extraas y no alterado, mezclado con un poco de agua. En la traduccin latina el vino era mezclado con agua. La costumbre de mezclar el agua con el vino viene probablemente de la antigedad para temperar su fuerza, Dicho uso parece ya indicado por Justino en la descripcin de la celebracin eucarstica. Pero a este uso se aaden varias simbologas que provenan de diversas tradiciones. Una se relaciona con la sangre y agua que surgieron del costado de Cristo (Jn 19, 34). Otra proviene de la teologa eucarstica de san Cipriano que ve en el agua mezclada con el vino del cliz la participacin de la Iglesia en el sacrificio de Cristo: As pues cuando en el cliz el agua se mezcla con el vino, es el pueblo quien se mezcla con Cristo, es el pueblo de los creyentes quien se junta y se une a aqul en quien cree. Esta mezcla, esta unin del vino y del agua en el cliz del Seor es indisoluble. As la Iglesia, es decir, el pueblo que est en la Iglesia y que fielmente, firmemente, persevera en la fe, no podr ya ser separado de Cristo, sino que le ser fiel de un amor que de dos har uno solo (Epist. 63, 13). Una tercera interpretacin seala en el agua mezclada con el vino la doble naturaleza divina y humana en Cristo, como parece sugerir la plegaria que acompaa actualmente el gesto de introducir el agua en el vino: El agua unida al vino
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sea signo de nuestra unin con la vida divina de aqul que ha querido asumir nuestra naturaleza humana. La cuestin del significado teolgico y simblico fue explicada por el concilio de Florencia en el Decreto para los Armenios, el cual aade tambin el significado del agua como referida al pueblo segn el Apocalipsis (DS n. 1320). En la tradicin oriental tenemos hoy, sin embargo, la prescripcin del uso del vino pursimo, sin ser mezclado con agua (CCEO c. 706). Pero la tradicin bizantina conoce tambin el zeon o agua caliente mezclada con el vino de la primera comunin eucarstica como signo del fervor del Espritu Santo. N. Cabasilas interpreta este gesto con las siguientes palabras: Esta agua que no es slo agua, sino que participa de la naturaleza del fuego, al estar caliente simboliza el Espritu Santo... Este rito eucarstico significa, pues, el misterio de Pentecosts... As a los sagrados dones, que ahora han alcanzado la perfeccin, se aade esta agua simblica 74. Segn la prescripcin del c. 927: No es, en absoluto, lcito, incluso en el caso de urgente y extrema necesidad, consagrar una materia sin la otra o incluso la una y la otra, fuera de la celebracin eucarstica. La consideracin de la materia de la Eucarista, a la luz de la Biblia y de la institucin por parte de Jess, debe ser llevada a la altura teolgica que se destina al tema. Pan y vino, en su simplicidad sacramental, y en el denso significado simblico a nivel humano, bblico y eclesial, nos recuerdan al mismo tiempo la realidad del banquete y del sacrificio, o si queremos del banquete sacrificial en el cual la plena participacin y comunin con la vctima se cumple a travs del gesto fuerte y altamente significativo, a nivel antropolgico, del comer y del beber al mismo tiempo. En esta comunin se expresa la verticalidad de la relacin con Cristo y con su sacrificio y la horizontalidad de la comunin de todos los participantes en el nico banquete y en la nica vctima. La Eucarista subraya la perfecta comunin y la realizacin de esta comunin a travs de las realidades humanas fundamentales del alimento y de la bebida sagrada que suponen una verdadera y comprometedora participacin tambin de nuestra corporeidad. La fuerza expresiva del banquete eucarstico debe ser puesta de relieve, especialmente por la comunin en la Eucarista bajo las dos especies del pan y del vino, segn las prescripciones de la Iglesia que suponen una cierta largueza que debera ser siempre ms favorecida por las Conferencias Episcopales 75. Lo mismo se dice sobre el uso de la comunin con las hostias consagradas en la misma Misa (Ibid., 56 h) y Eucharisticum Mysterium n. 31.
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La tentacin de cambiar la materia de la Eucarista ha estado siempre presente en la Iglesia por diferentes razones. En la antigedad los acuarios consagraban slo con agua y los artotiritas queran celebrar con pan y queso. Se debe decir que, a pesar de las dificultades que la Iglesia tuvo en su expansin misionera para encontrar el pan y el vino para la Eucarista, ha sido siempre fiel al mandato del Seor. Hoy que no se dan problemas para encontrar la materia de la Eucarista la cuestin se presenta bajo el perfil de la inculturacin. Se han planteado recientemente problemas acerca de una inculturacin de la materia del pan y del vino para sustituirla con materias que constituyen el alimento y la bebida propios de las diferentes culturas. El problema se presenta de manera equivocada cuando se habla de una imposicin de la materia de la Eucarista a las Iglesias autctonas de frica y de Asia, por parte de una Iglesia occidental. En realidad, en el caso de la Eucarista, como en el caso de los otros sacramentos, se trata simplemente de una aceptacin en pleno de la cultura asumida por Cristo para cumplir su revelacin y para darnos la realidad sacramental de su economa de salvacin. Donde el Seor ha fijado claramente los elementos sacramentales, nosotros no podemos cambiarlos. Y todos juntos, occidentales y orientales, romanos y africanos, acogemos el don que Cristo nos hace. En la celebracin eucarstica no somos nosotros los que disponemos nuestro alimento y bebida para el Seor, sino que es el Seor mismo quien nos prepara a nosotros el alimento y la bebida de su cuerpo y de su sangre, los signos de su sacrificio. Por eso, stos deben ser conformes a su voluntad y no a la nuestra. El tema ha sido suscitado tambin en los ltimos aos en el rea protestante. Von Allmen ofrece en su libro un estado de la cuestin y una respuesta pacata y serena. Tambin el BEM en el n. 28 hace una breve y discreta alusin al tema a nivel ecumnico. La cuestin se hizo particularmente ardua en el rea de las Iglesias africanas, hace algunos aos, ante la dificultad de celebrar la Eucarista por la temida amenaza y chantaje de prohibir la importacin de trigo en el Zaire para poner en aprietos a la Iglesia. Sobre este argumento cfr. la discusin, con amplia resea de opiniones, y la propuesta del telogo africano L. Mpongo 76.
Nuevos problemas de carcter mdico Por cuanto respecta a la materia de la Eucarista quedan abiertos algunos problemas, especialmente a causa de algunas cuestiones de orden mdico-sanitario.
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Como es sabido, una sutil y escondida enfermedad, la celiaqua, o alergia al gluten del trigo impide comulgar con hostias que contengan gluten. Algunos sacerdotes que sufren de alergia al alcohol o para los cuales tambin la mnima parte de alcohol en el vino es daina, han planteado el problema de la posibilidad de usar vino sin alcohol. La cuestin ha sido objeto de una Carta de la Congregacin para la Doctrina de la Fe a todos los Presientes de las Conferencias Episcopales (18 de mayo de 1995). En ella se dan algunas normas que hacen referencia tanto a la materia de la Eucarista, como a la situacin de las personas que no tienen posibilidad de comulgar con la materia vlida.
1. No son materia vlida de la Eucarista las hostias a las cuales se les ha quitado el gluten. Son, por el contrario, materia vlida si se ha conservado la cantidad suficiente de gluten que garantice la panificacin. Los sacerdotes y los fieles, afectados por la celiaqua, pueden obtener la licencia del Obispo para celebrar y comulgar con dicho tipo de hostias.
2. En lugar del vino fermentado pueden usar el mosto los sacerdotes que no pueden por prescripcin mdica, tomar ni siquiera la mnima cantidad de alcohol en el vino 77.
2. La forma de la Eucarista
El tema de la forma de la Eucarista, requiere una explicacin algo ms compleja de cuanto se encuentra generalmente en los tratados sistemticos. ste de hecho exige la integracin de alguna cuestin que hoy se ha convertido en importante para la comprensin del tema, como es por ejemplo la plegaria eucarstica. Teolgicamente podemos afirma que el fundamento de la forma sacramental de la Eucarista se encuentra en la ejecucin de las palabras de Jess: Haced esto en memoria ma. Esto, segn la tradicin de la Iglesia significa en su forma ms plena: cumplir el memorial con los mismos gestos del Seor, con la repeticin de sus palabras, en un marco de accin de gracias y de alabanza, como l ha hecho.
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Histricamente se debe decir que lo que hoy llamamos la forma de la Eucarista son los mismos relatos de la institucin, tal como se muestra en la exgesis histrico-literaria son ya frmulas breves y mnemnicas, por lo tanto, litrgicas en uso en la primitiva comunidad para celebrar el memorial del Seor. Sin embargo, en la antigedad tenemos algunos textos, como la Didach y quizs la antigua anfora de Addai y Mari, que no nos han transmitido el relato de la institucin en el interior de la plegaria eucarstica. Tal ausencia est justificada para algunos por la necesidad de observar la ley del arcano. Justino en su Apologa I, cap. LXVI parece indicar que la plegaria con la que son eucaristizados el pan y el vino contiene la palabra del Seor, es decir, la narracin de la institucin. A partir de la primera Anfora occidental conocida, la de la Tradicin Apostlica, el relato de la institucin aparece en todas las plegarias eucarsticas por extensin, aunque sea con curiosas variantes tanto para el pan como para el vino. Segn el Magisterio de la Iglesia, expresado por el concilio de Florencia en el Decreto para los Armenios se indican estas palabras: Forma de este sacramento son las palabras con las que el Salvador lo ha consagrado (DS 1321). Pero en el Decreto para los Coptos se aade, precisando la frmula anterior, son consideradas como palabras que constituyen la forma de la Eucarista aqullas que entonces se encontraban en el canon romano ad litteram, es decir: Hoc est enim corpus meum; Hic est enim calix sanguinis mei, novi et aeterni testamenti, mysterium fidei, qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem peccatorum (DS 1352). Con la Constitucin Apostlica Missale Romanum, del 3 de abril de 1969, Pablo VI modific algo estas palabras en el canon romano y en las otras plegarias eucarsticas, aadiendo a la predicha frmula latina sobre el pan quod pro vobis tradetur, y quitando de la frmula del cliz la expresin mysterium fidei, puesta ahora al final de la consagracin como palabra del sacerdote a la cual el pueblo responde con la aclamacin. No entramos en la discusin casustica sobre el modo de pronunciar las palabras y sobre las palabras precisas que es necesario, al menos, pronunciar para tener una consagracin vlida. Consideramos como necesariamente vlidas todas las palabras de la consagracin pronunciadas adecuadamente con los labios. Creemos, sin embargo, oportuno extender la cuestin de la forma de la Eucarista en su contexto ms adecuado para el cual nos parece obligado tratar a nivel teolgico, aunque sea brevemente, estas tres cuestiones que ataen a: la teologa de la palabra, la teologa de la plegaria eucarstica en general, la teologa de la epiclesis en especie.
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Un modo de revalorizar el tema de la forma de los sacramentos y de modo especial el de la Eucarista ha venido de manos del telogo K. Rahner en su artculo Parola ed Eucarista 78. Nuestro autor pone de relieve cmo la forma de la Eucarista es una autntica proclamacin-predicacin de la fe por medio de las palabras eucarsticas de Jess. Es aquel proclamad la muerte del Seor de la frmula eucarstica de Pablo. Ahora, adems de la teora general sobre la composicin de los sacramentos con una palabra eficaz que proclama y cumple cuanto anuncia, en la Eucarista tenemos una palabra especialsima que Rahner llama el Urkerigma, o kerigma original, en cuanto que proclama el misterio que est en el centro de nuestra fe, es decir, la muerte salvfica del Seor por nosotros: el cuerpo entregado... la sangre de la nueva alianza. De este modo la Eucarista es tambin la apoteosis de la Palabra el momento ms alto de la Palabra en la Iglesia, porque en ella la Palabra se hace carne. Una palabra pronunciada con fe, proclamada con la fuerza del Espritu Santo con la cual se tiene la mxima eficacia y la mxima densidad de la Palabra. De tal modo que se puede afirmar que cada palabra en la Iglesia tiende hacia la Eucarista. En este sentido la Eucarista es Palabra hecha carne. Y tras la pronunciacin fonticoconsagratoria de las palabras, stas quedan en la Eucarista como adherentes al misterio. De modo que tambin despus de la consagracin y mientras duran las especies sacramentales materia y forma permanecen unidas y en el silencio tambin adorante de la Eucarista es preciso saber escuchar de nuevo la palabra que est en la Eucarista: ste es mi cuerpo entregado por vosotros... mi sangre ofrecida por vosotros. El Catecismo de la Iglesia Catlica (n. 1375) expresa convenientemente con dos textos patrsticos de Juan Crisstomo y de Ambrosio la fuerza de la palabra del sacerdote que, en el poder del Espritu, cumple el misterio eucarstico.
La cuestin de la teologa de las plegarias eucarsticas merece en el conjunto del tratado teolgico sobre la Eucarista una atencin particular. Sin embargo, aunque no podamos dedicar a este tema el espacio deseado, queremos, al menos, ofrecer en sntesis las lneas fundamentales, remitiendo para un tratamiento ms exhaustivo a la Bibliografa adjunta.
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Las races de la plegaria eucarstica se encuentran en las plegarias de la liturgia juda de las comidas, de la Cena pascual y tambin de las plegarias del templo. Ms all de la evidente dependencia de la accin de gracias de la Cena pascual, como hemos indicado, o de la Birkat-ha-mazon (E. Mazza), con la frmula tripartita, bendicin, accin de gracias y splica, diversos autores hacen remontar nuestra plegaria a la Tod, con la doble expresin de proclamacin y splica; posiblemente expresada con plegarias de proclamacin, arrepentimiento y ofrenda que acompaan al sacrificio de alabanza zebah-tod (C. Giraudo). Otros como L. Bouyer encuentran races en las plegarias matinales del Yotzer con el canto de la Quedusch (Santo, Santo, Santo...), y la Tephillah, o Sermon Esr, o plegaria de las dieciocho bendiciones, con intenciones de diversas intercesiones. Ms sabia es la sentencia de L. Ligier que afirma que, fundamentalmente, la Iglesia ha querido cumplir lo que Jess ha hecho en la Cena. El ncleo fundamental de la plegaria eucarstica es, pues, la narracin de la institucin, con otras partes que han sido aadidas despus. En la Iglesia antigua se pasa de los primeros formularios, como el de la Didach, a las plegarias espontneas (segn un esquema lgico-interno), a la codificacin de los diversos formularios, los primeros de los cuales se encuentran en la Tradicin Apostlica, en las Constituciones Apostlicas y en el Eucologio de Serapin... Slo la antigua plegaria de los apstoles Mar Addai y Mar Mari se distingue porque no tiene el relato de la Institucin. A partir del siglo IV se forman las diversas tradiciones anafricas con estructuras propias, con una evolucin y creatividad que alcanza en algunas iglesias hasta el medievo. Entre las diferentes tradiciones anafricas orientales recordamos las de la tradicin alejandrina (coptos y etopes), las de la tradicin siro-antioquena (particularmente rica), con las diversas anforas de las iglesias maronitas, caldeas y armenias. La tradicin bizantina ha conservado el uso de las dos venerables anforas de san Juan Crisstomo y de san Basilio, a las cuales se aade alguna vez tambin la alejandrina de san Atanasio. En Occidente, Roma ha mantenido la unidad del canon romano con la variedad de prefacios. El rito ambrosiano posea algunas particularidades en la anfora del Jueves Santo. La liturgia hispnica, sobre la base de una misma frmula de consagracin, tena diversas variantes en las inlatio y en el Vere sanctus y en el post-mysterium o postridie, despus de la consagracin. En la liturgia romana, con la reforma postconciliar, se introdujeron nuevas plegarias eucarsticas en 1968. Otras fueron aadidas en 1975 y 1976 como plegarias para la reconciliacin y para las misas con nios. En 1973 una carta de la Congregacin para el Culto Divino fij las normas sobre el uso y
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creacin de las plegarias eucarsticas. Algunas Conferencias Episcopales han obtenido el permiso para utilizar algunas plegarias por diversas circunstancias. Las concedidas para la celebracin del Snodo de Suiza, han sido aprobadas sucesivamente por otras naciones, y recientemente retocadas, con una nueva versin original en lengua latina.
La plegaria eucarstica es una plegaria presidencial, reservada al Obispo o al presbtero. Es una plegaria en la cual se expresa el ministerio del sacerdote celebrante en nombre de Cristo y de la Iglesia. Sin embargo, para subrayar que se trata de una plegaria de toda la Iglesia, muchos son los elementos que en las diversas liturgias son tambin propios del pueblo, como las aclamaciones, distribuidas a lo largo de toda la plegaria eucarstica y, con frecuencia, numerosas. Recientes plegarias eucarsticas, como la de la misa con nios, han acogido este sentido dialgico de la plegaria eucarstica que subraya y solicita la participacin del pueblo.
Teniendo presente la Institucin General del Misal Romano n. 55, podemos recordar cules son los elementos caractersticos de la plegaria eucarstica en el rito romano en orden lgico: a) La accin de gracias que se expresa especialmente en el prefacio; b) la aclamacin de la asamblea con el Sanctus; c) la epiclesis para pedir el Espritu Santo a fin de que transforme el pan y el vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo; d) la narracin de la institucin y la consagracin; e) la anmnesis o memorial del misterio pascual de Cristo; f) la oblacin de la Iglesia que en el Espritu Santo ofrece al Padre la vctima inmaculada y a s misma; g) las intercesiones, en comunin con la iglesia celeste y terrestre, por los vivos y por los difuntos y h) la doxologa final que expresa la glorificacin de Dios y se concluye con la aclamacin del pueblo: Amn. El Amn del pueblo, subrayado ya por Justino, era particularmente sentido y solemne y en las iglesias sonaba, segn el testimonio de Girolamo, como un trueno.
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Todos estos elementos se encuentran en las diversas plegarias de Oriente y de Occidente, pero con diversas combinaciones, como muestra este cuadro sinptico.
ANTIOQUA
CANON
ROMANO
Sanctus Sanctus Vere sanctus Intercesin 1 Epiclesis Epclesis: Institucin Institucin Anmnesis Anmnesis 2 Epiclesis Epclesis
Sanctus Vere Vere 1 Quam Institucin Anmnesis Anmnesis 2 Epclesis Supplices Intercesiones 2 Intercesiones Doxologa Epclesis 2 Doxologa Sanctus Sanctus 1 sanctus 1 Epclesis oblationem Institucin
En el centro de la plegaria eucarstica se encuentra siempre el relato de la institucin eucarstica como palabra-plegaria-accin de Cristo. ste es actualizado en el memorial-oblacin que sigue a la consagracin y responde al mandato del Seor: Haced esto en memoria ma. La Iglesia, pues, celebrando el memorial, ofrece... Adems la conciencia de la Iglesia, de celebrar el misterio de Cristo en la gracia y en la fuerza del Espritu Santo, se
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expresa en la epiclesis por la consagracin de los dones, para el agrado del sacrificio, para la santificacin de la asamblea eucarstica. Toda la plegaria, desde el principio hasta el final, est invadida por un profundo sentido eucarstico de accin de gracias, alabanza, memoria de las maravillas de Dios. Finalmente, la Iglesia tiene conciencia de celebrar el misterio en comunin con todos los fieles, vivos y difuntos y de orar para que el fruto de la Eucarista alcance a todos hasta el don de la vida eterna; esto se da por medio de las intercesiones. La doxologa concluye solemnemente la plegaria de alabanza dirigida al Padre, a travs de la mediacin de Cristo y en la unidad del Espritu Santo, en la santa Iglesia. De esta simple enumeracin de los elementos y de su ntima relacin teolgica, se puede creer fcilmente que slo en el conjunto de la plegaria eucarstica, con los textos de la tradicin de la Iglesia o aprobados por ella recientemente, podemos captar el profundo sentido material y formal de las palabras de la consagracin. Fuera de este marco estn privados de su genuino y perfecto sentido. Por eso el uso de plegarias no aprobadas es ilcito y el riesgo de usar plegarias de dudosa validez sacramental, debe hacer a los sacerdotes y a los fieles usar las plegarias aprobadas por la Iglesia.
Bibliografa: Para los textos de las plegarias eucarsticas de la tradicin y de la actualidad cfr., adems del citado libro de L. BOUYER, A. HANGGI-I. PAHL, Prex eucharistica. Textus e variis liturgiis antiquioribus selecti. Ed. Universitaires, Friburgo 1968; Preghiere eucaristiche della tradizione cristiana, Messaggero, Padua, 1983; Pregare lEucaristia. Preghiere eucaristiche di ieri e di oggi, Brescia, Queriniana, 1982. V. MARTN PINDADO-J.M. SNCHEZ CARO, La gran oracin eucarstica. Textos de ayer y de hoy, Madrid, La Muralla, 1969. L. MALDONADO, La plegaria eucarstica. Estudio de teologa bblica y litrgica sobre la misa, Madrid, BAC, 1967. E. MAZZA, Le odierne preghiere eucaristiche, Bologna, Dehoniane, 19912. ID., Lanafora eucaristica, Roma, ELV, 1992; Segno di unit. Le pi antiche eucaristie delle chiese, Edizioni Quiqajon, 1996. AA.VV., Proclamiamo la tua risurrezione. La preghiera eucaristica, Roma, Edizioni liturgiche, 1992. J. CASTELLANO, La spiritualit della preghiera eucaristica, en Ibidem, pp. 67111.
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ID., Teologa y espiritualidad de las plegarias eucarsticas. El testimonio de Oriente y de Occidente, en Revista de espiritualidad 54, (1995), pp. 45-74.
e. La epiclesis Una cuestin importante y polmica inserta en los temas que hacen referencia a la forma de la Eucarista es el valor de la epiclesis eucarstica para la consagracin de los dones. Dicha cuestin se presenta de forma polmica, referida a las diferencias de opiniones entre occidentales y orientales; para los primeros slo las palabras de la consagracin tienen una fuerza sacramental; para los orientales es la epiclesis la que consagra los dones eucarsticos. Propuesta de este modo la cuestin parece demasiado superficial y en parte queda superada. Conviene, pues, explicar mejor el sentido de las cosas. Como hemos visto, la epiclesis es una invocacin hecha por la Iglesia al Padre a fin de que enve el Espritu Santo para cambiar el pan y el vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo. El puesto de la epiclesis es variable, segn las diversas tradiciones. En la tradicin alejandrina y en el canon romano, aunque se d de una manera ms bien escondida, la invocacin al Espritu es doble: una primera de la consagracin (Quam oblationem...), para la consagracin de las ofrendas, una segunda despus de la anmnesis y la oblacin, para pedir la santificacin de los comulgantes y la aceptacin del sacrificio (Supplices te rogamos...). En la tradicin antioquena, y de modo especial, en las Anforas de san Juan Crisstomo y de san Basilio, se da una nica epiclesis omnicomprensiva que se encuentra despus de las palabras de la consagracin, la anmnesis y la oblacin. El terno de esta epiclesis es de una gran expresividad y solemnidad y suena como una autntica plegaria de consagracin, segn las palabras de la Anfora de san Juan Crisstomo que es una de las ms representativas de la tradicin antioquena, y la ms conocida en Oriente. De nuevo te ofrecemos este sacrificio espiritual e incruento, te invocamos, te pedimos, te suplicamos: Enva tu santo Espritu sobre nosotros y sobre estos dones puestos sobre el altar. Haz de este pan el precioso cuerpo de tu Cristo, y de lo que hay en este cliz la preciosa sangre de tu Cristo, trasmudndola por virtud de tu Santo Espritu, a fin de que para aqullos que los comulgan sean prenda de purificacin para el alma, remisin de los pecados, comunicacin del Espritu Santo, alcance del reino de los cielos, ttulo de libre confidencia ante ti y no motivo de juicio y de condena. El tenor de esta plegaria, despus de las palabras de la consagracin, parece atribuir en este momento y a la accin del Espritu la consagracin de los dones. Tanto ms que la bendicin del sacerdote, el canto, las mismas ceremonias y gestos de los celebrantes y del pueblo (a la vez que la postracin
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profunda), subrayan todava hoy en las iglesias ortodoxas el momento culminante de la consagracin. Si consideramos, pues, la conviccin de los orientales, alimentada por estas palabras y, por otra parte, consideramos que las epiclesis del canon romano estn un tanto escondidas y la referencia explcita al Espritu Santo es nula, es normal que se haya creado por la praxis litrgica una interpretacin teolgica diferente. Para los latinos medievales era impensable atribuir la consagracin a la epiclesis que prcticamente no conocan. Para ellos la consagracin se daba mediante las palabras de la institucin. Para los orientales, sin embargo, era lgico atribuir, sin negar la eficacia de las palabras de la institucin, la plenitud de la consagracin de los dones a las palabras de la epiclesis y a la accin del Espritu Santo. Una reflexin ms profunda debe llevar hoy a insistir sobre el sentido de las palabras y sobre el momento de la consagracin y sobre la necesaria accin del Espritu Santo invocado en la epiclesis a partir de una reflexin teolgica en la cual emergen estos datos.
1. Segn los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente el cambio del pan y del vino es atribuido a las palabras del Seor y a su omnipotencia, y a la fuerza transformadora del Espritu Santo. Justino habla de las palabras del Seor. Ireneo insiste en la invocacin del Espritu. La Tradicin Apostlica refiere despus de la consagracin una epiclesis consagratoria. Los Padres Orientales como Juan Crisstomo hablan de la eficacia del trueque del pan y del vino. Es esta doble conviccin la que ordena, aunque de modo diverso, en la plegaria eucarstica el sentido de las palabras de la consagracin y las de la epiclesis. La conciencia de la necesidad de la accin del Espritu Santo para el cambio del pan y del vino, es afirmada en lnea con la teologa pneumatolgica que atribuye al Espritu Santo el poder para hacer nuevas todas las cosas y que junto con Cristo est presente y acta en la Encarnacin, en el Bautismo, en la Pasin, en la Resurreccin y en Pentecosts. Toda obra de salvacin se cumple en el Espritu Santo. Por lo tanto, tambin la Eucarista. La epiclesis subraya esta verdad y expresa y propone en una humilde plegaria esta conciencia teolgica.
2. La tradicin alejandrina anticipa una epiclesis pre-consacratoria sacando a la luz claramente la necesidad de la accin del Espritu Santo y coligando esta primera epiclesis a las palabras del cntico de los serafines: Sanctus... Benedictus... Qui venit... Pleni sunt... (santifica, bendice, ven, llena...)
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3. La tradicin antioquena, siguiendo un esquema trinitario en la exposicin de la economa de la salvacin de las anforas, slo despus de las palabras de Cristo y su memorial, recuerda la accin del Espritu Santo, poniendo nfasis en resaltar una continuidad entre el misterio pascual, evocado en la anmnesis, y la realizacin de Pentecosts, revelada y actualizada en la epiclesis con la venida del Espritu Santo.
4. En la diversa posicin teolgica del Oriente bizantino y de la tradicin latina, tenemos quizs algn subrayado. Occidente quiere subrayar que el sacerdote acta en la persona de Cristo (pero lo hace tambin en la fuerza del Espritu Santo). El Oriente bizantino quiere poner de relieve que el misterio eucarstico no es una obra humana, sino una accin del Espritu Santo.
5. Sin embargo, esta tradicin subraya tambin la solemnidad de las palabras de la consagracin a las cuales el pueblo se une con un doble Amn.
6. En realidad en ambas tradiciones, pero con diversos matices, y en la diversa manera de expresar en continuidad discursiva con la plegaria eucarstica la doble accin, se pone de relieve que la Eucarista es obra de Cristo y de su Espritu. La eficacia de la accin sacramental y sacrificial ha de atribuirse a la palabra de Cristo y a la accin del Espritu, proferidas por el sacerdote.
7. Muy oportunamente precisa L. Bouyer: Durante mucho tiempo Oriente y Occidente se han encontrado en oposicin sobre este punto: saber si la Eucarista era consagrada con la recitacin de las palabras de la institucin sobre el pan y el vino, o bien con la plegaria de la epiclesis, que invoca sobre ellos la venida del Espritu. Seguramente es preciso responder que toda la realidad de la Eucarista procede de la sola palabra divina, proferida en el Hijo que nos da su carne como alimento y su sangre como bebida. Pero esta realidad es dada a la Iglesia, como la realidad prometida en su eucarista, a la plegaria con la cual ella se adhiere en la fe a la palabra salvadora. Y el objeto ltimo de esta plegaria es que el Espritu Santo de Cristo hace en nosotros viviente la palabra de Cristo. En otros trminos, el consagrador de todas las eucaristas queda solo Cristo, Palabra hecha carne, en cuanto que l es el dispensador del Espritu, porque se ha entregado a la muerte y ha resucitado mediante el poder de este mismo Espritu. Pero en el conjunto inseparable de la Eucarista, esta Palabra evocada por la Iglesia y su plegaria que invoca la realizacin de la Palabra con la fuerza del Espritu Santo, se unen para la realizacin misteriosa de las promesas divinas (Eucarista... pp. 473-
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474). Con idntico espritu irnico y ecumnico P. Congar sintetiza: En el fondo, toda consagracin se cumple por medio de las palabras del Seor, pronunciadas una vez por todas en la ltima Cena y de ellas, referidas por el sacerdote, el Espritu Santo actualiza la eficacia en nuestras celebraciones.
8. Hoy podemos decir con certeza que la polmica ha decado algo por parte de los catlicos. Nosotros creemos que la consagracin se realiza mediante la accin de Cristo y del Espritu. Y que esta accin conjunta se expresa en la plegaria de epiclesis y en la proclamacin de las palabras de la institucin. Las nuevas plegarias eucarsticas han puesto de relieve este obligado equilibrio, con la primera epiclesis antes de la consagracin, en la lnea tradicional alejandrina y del mismo canon romano, pero con mayor claridad. Por otra parte, las plegarias de la tradicin antioquena estn en uso entre las iglesias orientales catlicas sin que esto suponga un perjuicio a la fe comn en la accin de Cristo y del Espritu en la Eucarista.
9 El Catecismo de la Iglesia Catlica propone este ttulo significativo para hablar de la presencia eucarstica: La presencia de Cristo obrada por el poder de su Palabra y del Espritu Santo (n. 1373). Y cita, hablando de la epiclesis 79 este texto de Juan Damasceno: T preguntas de qu modo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino... en la Sangre de Cristo? Te lo digo yo: el Espritu Santo irrumpe y realiza lo que supera toda palabra y todo pensamiento... Te basta saber que esto sucede por obra del Espritu Santo, del mismo modo que de la Santa Virgen y por medio del Espritu Santo, el Seor, por s mismo y en s mismo asume la carne 80.
La concelebracin eucarstica es una forma, bastante corriente hoy, de celebracin del sacrificio eucarstico en la cual muchos sacerdotes ofrecen juntos el santo sacrificio. En su forma litrgica actual y en la frecuencia con que es celebrada, tras su amplia extensin a partir del Vaticano II representa, ciertamente, una novedad respecto a la antigedad cristiana y a la prctica residual que all haba permanecido, antes y despus del concilio de Trento. Hoy incluso cuando la prctica de la concelebracin es pacfica y est regulada por la doctrina de la Iglesia, se dan algunos problemas de orden histrico, litrgico y teolgico que merecen tambin una breve ilustracin.
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1. El problema histrico La existencia de una celebracin de la Eucarista presidida por un Obispo o presbtero en la cual participan otros obispos y sacerdotes, parece acertada por diversos testimonios. Tal parece el contenido de un testimonio de Eusebio a propsito del Papa Aniceto que ofreci a Policarpo presidir la celebracin eucarstica en Roma 81. Ms explcito es el testimonio de la Tradicin Apostlica, cap. 4, a propsito de la celebracin de la consagracin del Obispo en la cual los obispos y presbteros participan de la Eucarista. Otros testimonios se encuentran en los libros litrgicos de la Iglesia romana como son los Ordines Romani. Menos claras son las noticias referentes al modo preciso de la concelebracin y la forma de participar en ella por parte de los sacerdotes. Tambin por lo que respecta a los ritos orientales la tradicin de la concelebracin es cierta, las formas permanecen ambiguas. Algunas iglesias parece que no conocen una verdadera y propia concelebracin sacramental compartida por todos los sacerdotes participantes, como parece comprobado en la iglesia armenia, incluso cuando los sacerdotes estn en torno al altar. De las rbricas de las Ordines Romani se deduce que la concelebracin se manifestaba con algunos gestos comunes, como la posicin de los sacerdotes en torno al altar, o la elevacin de la patena por parte de los sacerdotes durante el canon, unindose a la recitacin de las plegarias junto al celebrante principal. El uso de la concelebracin en Occidente, reservado a algunas grandes solemnidades, pero siempre ms rarefacto, prcticamente desaparece en el medievo y se conserva slo a nivel sacramental en el rito latino en la ordenacin del Obispo y en la ordenacin de los neosacerdotes. Por el contrario, se conserva en algunos lugares un tipo de concelebracin denominada ritual pero no sacramental, en la cual, los sacerdotes, revestidos de sus vestiduras, participan en la concelebracin de la Eucarista sin que haya all intencin de concelebrar sacramentalmente. Por cuanto respecta a la concelebracin en Oriente, la situacin es ms compleja y parece que ha habido y subsisten formas de concelebracin sacramental y de concelebracin puramente ritual. Antes de la reforma conciliar, el c. 803 del CIC de 1917 reconoca la existencia de la concelebracin slo en el caso de la consagracin episcopal y de las ordenaciones sacerdotales. Cuando hacia los aos cincuenta de nuestro siglo, en la renovacin teolgica avanza el deseo de restablecer ms ampliamente la concelebracin, probando formas menos claras de expresar la concelebracin ritualsacramental, reducindola a las misas comunitarias de ms sacerdotes asistentes a la misa de un presbtero, o en la forma de misas sincronizadas, el Magisterio de la Iglesia con el Papa Po XII confirma algunos principios fundamentales.
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El 2-11-1954 con la alocucin Magnificate Dominum rechazaba la teora de algunos telogos segn los cuales una misa en la cual participasen muchos sacerdotes, aunque no diciendo las palabras de la consagracin equivala a una concelebracin sacramental 82.
El 22-9.1956 en el Discurso al II Congreso de Pastoral Litrgica de Ass confirmaba la necesidad de pronunciar por parte de todos los concelebrantes las palabras de la consagracin y de unirse de este modo a la celebracin y ofrenda del sacrificio de Cristo 83. Dicha doctrina, contra toda indecisin y todava vlida hoy, era confirmada por una dudosa propuesta a la S.S. del Santo Oficio, de 27 de mayo de 1957, a la cual se responda con estas palabras: Ex institutione Christi ille solus valide celebrat, qui verba consecratoria pronunciat (DS 3928).
En la constitucin Sacrosanctum Concilium, nn. 57-58, se restableca ampliamente la concelebracin en la Iglesia y con el Decreto Ecclesiae semper, de 7 de marzo de 1965, se promulgaba el nuevo rito de la concelebracin, precisado ulteriormente en la IGMR nn. 161-208 y en la Declaracin sobre la concelebracin de 7 de agosto de 1972.
La disciplina litrgica actual referente a la concelebracin eucarstica no es una simple vuelta al pasado, sino que en realidad posee una cierta novedad y es un legtimo desarrollo de las formas antiguas tanto por cuanto respecta al ritual de la concelebracin, como por la frecuencia misma de la concelebracin. Tienen, pues, razn los telogos y los historiadores de la concelebracin al considerar que la concesin del Vaticano II ha ido bastante ms all de los datos de la tradicin. Se equivocan, sin embargo, aqullos que no quieren reconocer en esto un legtimo desarrollo teolgico y litrgico, cumplido por la Iglesia bajo la asistencia del Espritu Santo.
2. La teologa de la concelebracin
El sentido teolgico de la concelebracin, ha sido propuesto en los recientes documentos de la Iglesia reafirmando la triple unidad que ella expresa: la unidad del sacrificio, la unidad del sacerdocio y la unidad del Pueblo de Dios. Verdaderamente, dicha doctrina se encuentra expresada por
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santo Toms en la Suma Teolgica III, q. 82, a. 2 ad 2 y 3. En efecto, como confirma el doctor Anglico multi (sacerdotes) sunt unum in Christo, todos, de hecho, actan en la misma persona de Cristo. Un problema que se plantea hoy sobre la concelebracin es ste: cuntos sacrificios se ofrecen en una concelebracin, tantos cuantos sacerdotes concelebrantes haya, o bien, un solo sacrificio? La respuesta ms cuerda, en la lnea de santo Toms, es la de la unidad del nico sacrificio que viene del nico sacerdote. Dicha respuesta no pone en dificultad el poder percibir el estipendio por parte de cada uno de los sacerdotes concelebrantes, lo que es en realidad una norma eclesistica y depende de las costumbres de las iglesias. A esta cuestin teolgica y a su lgica respuesta, algunos telogos querran aadir una observacin de carcter teolgico, espiritual y eclesiolgico, ms o menos en estos trminos. Si la concelebracin de muchos sacerdotes es un solo sacrificio, sera mejor no concelebrar, sino celebrar singularmente para no privar a Dios y a la Iglesia de los fines y de los frutos que corresponderan a tantas celebraciones como seran las misas de los sacerdotes individuales. Se trata de un argumento sutil, pero ante el cual, quizs, no es preciso ceder con demasiada credulidad casi insinuando que la concelebracin reste valor al sacrificio de Cristo y que en el fondo sera mejor disminuir el nmero de concelebrantes para aumentar el nmero de los sacrificios de la misa. Digamos que si infinito es el valor de cada sacrificio, infinito es tambin el valor de una misa concelebrada. Tanto una nica misa concelebrada como los diferentes sacrificios de las misas singulares dependen de los mritos infinitos de Cristo y de la actual participacin de los sacerdotes. Se tratar siempre de valorar al mximo, tanto en las misas singulares como en las misas concelebradas, esta plena y espiritual participacin. Cuantificar el valor infinito de tantas misas singulares en confrontacin con una concelebracin parece arduo. Ciertamente, mucho depende de la calidad de la participacin de los celebrantes y de los concelebrantes; y esto se aplica en la misma medida para la misa singular como para la concelebracin. La Iglesia es sabia y ofrece la necesaria libertad para concelebrar y para celebrar de manera singular la misa. Est claro que la concelebracin ofrece tambin notables ventajas, no slo pastorales y funcionales, sino tambin teolgicas y espirituales, especialmente en orden a favorecer y manifestar la dimensin de la comunidad sacerdotal y la unidad del Pueblo de Dios. Por otra parte es verdad, y la cuestin fue observada hace tiempo por Max Thurian, conviene que el sacerdote no concelebre siempre, corriendo el riesgo de empobrecer su dimensin de presidente de la asamblea, sino que sepa celebrar solo, poniendo en acto cuanto comporta su plena participacin en la celebracin eucarstica. El equilibrio es necesario, incluso a nivel espiritual y pastoral entre la concelebracin y la celebracin individual de la misa, especialmente con el pueblo.
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3. Dimensin litrgica
La actual disciplina de la concelebracin en el Rito romano expresa claramente la voluntad de la Iglesia en el modo de participar en la concelebracin. Se trata, pues, de una concelebracin sacramental expresada de manera coherente con determinadas formas rituales. Ella requiere esencialmente, segn el citado Decreto del S. Oficio, que todos los sacerdotes concelebrantes pronuncien las palabras de la consagracin. Sin dicha participacin no se da una verdadera concelebracin sacramental. Adems, todos los sacerdotes deben participar en la plegaria eucarstica segn las frmulas prescritas y comulgar bajo las dos especies. A estas dos condiciones de mxima importancia, es preciso aadir tambin la norma de concelebrar segn las otras prescripciones de la Iglesia. Fuera de estas condiciones la concelebracin ritual y sacramental, hecha, por lo tanto, segn la voluntad de la Iglesia, en realidad no existe.
Bibliografa esencial: M. AUGE, Concelebrazione, en NDL pp. 259-269, con bibliografa. C. VAGAGGINI, Il valore teologico e spirituale della concelebrazione, en Rivista liturgica 52 (1965) pp. 189-219. Muy interesante para el estudio de los ritos orientales: M. HANNSENS, De concelebratione missae in Divinitas 10 (1966) 482-559. Desde el punto de vista teolgico y pastoral cfr. Documento de la Comisin Episcopal de Liturgia del Canad: La conclbration. Repres thologiques pour une pratique renouvele, en Notitiae 29 (1993) pp. 187-243. ritibus orientalibus, en
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Sumario: La exposicin se articula en los siguientes puntos: 1. Panorama histrico de la fe en la presencia real y de las explicaciones del Magisterio y de la teologa. 2. El dogma de la presencia real: A. La presencia real. B. La transustanciacin. C. Corolario de la presencia eucarstica. 3. Algunas investigaciones teolgicas sobre la presencia real y sobre la transustanciacin. Apndice: El culto eucarstico fuera de la misa.
Bibliografa: Cfr. en general los manuales, con las otras obras que sern citadas. Se trata de una cuestin generalmente expuesta con amplitud, dada su importancia.
PREMISA. El memorial de la pasin gloriosa del Seor comporta su presencia, con su cuerpo y su sangre, segn el sentido genuino de las palabras de la institucin, como han sido comprendidas por la Iglesia apostlica. La misma comunin eucarstica con Cristo y con su sacrificio, exige que esto suceda no mediante un smbolo sin realidad, sino con el realismo que requiere la koinonia con el cuerpo y la sangre del Seor (1 Co 10, 16). El tema de la presencia eucarstica, visto ya ahora a nivel bblico y patrstico, y comprendido en la realidad del memorial, es estudiado ahora expresamente, en su problemtica teolgica. Tres son en realidad las grandes cuestiones implicadas en este captulo esencial del tratado, como se han presentado a lo largo de la historia y a las cuales ha dado una respuesta adecuada el Magisterio de la Iglesia:
1. El hecho de la presencia real de Cristo en la Eucarista. 2. El modo como se da esta presencia. Ambas cuestiones estn conexas. 3. Las consecuencias o corolario que siguen de estos dos principios y que hacen referencia a la duracin de la presencia y la veneracin del sacramento.
Efectivamente, nos preguntamos en primer lugar, qu est contenido en la Eucarista, o mejor, qu se hace presente en la Eucarista? Despus nos preguntamos cmo se puede realizar esta presencia, qu relacin existe entre los elementos eucarsticos del pan y del vino y la Persona del Seor, entre el cuerpo y la sangre de Cristo, y el pan y vino del altar? En consecuencia, se ponen de relieve algunas expresiones de la fe, como la veneracin por el
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sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo, la conservacin de las especies sacramentales, la duracin de la presencia... Ya desde la antigedad cristiana, la pregunta sobre el sentido preciso de las palabras del Seor, crea una teologa que trata de captar, desde la inteligencia de la fe, el profundo sentido del misterio, inserto en el memorial del Seor. La celebracin eucarstica no es un milagro del cual se pueden constatar los efectos sobrenaturales, sino un misterio que es preciso creer, porque aparentemente nada cambia en el pan y en el vino, segn la percepcin de nuestros sentidos. La teologa eucarstica trata de formular la relacin entre la realidad y las mediaciones simblicas. La raz del tema est totalmente en el dualismo con el cual se nos presenta la Eucarista: afirmacin de la presencia, del sacrificio, de la comunin del cuerpo y sangre del Seor; por otro lado tenemos la necesaria verificacin de la permanencia del pan y del vino, segn la percepcin de nuestros sentidos. Dicho dualismo aparece en las palabras mismas de la revelacin eucarstica, donde se enlaza un dualismo verbal. Se habla, en efecto, de la fraccin del pan, de la bendicin del cliz, de partir el pan y de beber el vino del cliz; pero se afirma que se trata de la realidad o sustancia del cuerpo y sangre de Cristo. Estas palabras indican la realidad; aqullas el aspecto sacramental y simblico. A lo largo de la historia de la Iglesia este dualismo suscitar la adhesin de la fe y de la bsqueda del lenguaje y de las explicaciones teolgicas. En efecto, los cristianos, por confiarse a la omnipotencia de Dios, tratan de elaborar una formulacin racional y razonable del misterio. El primer milenio, menos racionalista, abunda en las explicaciones de fe y en la acogida del misterio. El medievo introduce un sistema filosfico para explicar el sentido de este dualismo. Nuestro siglo ha preferido emprender otras vas en la comprensin del misterio, tal vez sin respetar el sentido genuino de la realidad. No siempre en la Iglesia se ha conservado el sentido profundo del equilibrio entre smbolo y realidad en la Eucarista. Una afirmacin totalitarista de la realidad de la presencia, puede conducir a un concepto carnal, cafarnatico de la presencia que no respete el sentido obvio del sacramento. Una acentuacin del simbolismo, pone en peligro la confesin de la fe en el realismo del don y de la presencia del donante para reducirlo todo a una apariencia o a una conviccin subjetiva de la fe. El Magisterio de la Iglesia ha desarrollado un papel de profundizacin y de equilibrio de la verdad total. Ha descartado las formulaciones insuficientes del misterio, tanto por exceso como por defecto. Ha condenado toda tendencia que quiera vaciar de realismo la Eucarista. Ha formulado, respetuoso con el misterio, el dogma de la presencia y su coherente explicacin que es la de la transustanciacin. Pero para comprender adecuadamente el alcance de la doctrina de la Iglesia es necesario estudiar con mucho cuidado las formulaciones y encuadrar su enseanza. Por eso tambin una, aunque breve, panormica histrica es cuanto ms necesaria a la comprensin de los problemas.
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I. PANORAMA HISTRICO
1. La antigedad cristiana
En primer lugar, por cuanto hace referencia al hecho de la presencia. En los textos eucarsticos de los Padres y de la liturgia de la Iglesia, nos encontramos con el mismo dualismo revelado en los textos bblicos. Se afirma con toda claridad la presencia del cuerpo y de la sangre del Seor, y la dimensin sacramental del pan y del vino. Cmo traducir, pues, la relacin entre la realidad y los signos sacramentales? Igual que para otras realidades sacramentales, como es el caso del bautismo, se utiliza la terminologa que indica la verdad del contenido y la diversidad del modo. Los trminos son similares a los utilizados para expresar la relacin entre el sacrificio de la cruz y el sacrificio eucarstico. En griego: omoioma (semejanza), eikon (imagen), typos, antitypos, smbolo; otras palabras son las correspondientes en lengua latina: figura, forma, imago, exemplum, similitudo, species, sacramentum, mysterium... 84 El sentido obvio de estas expresiones es que no se niega la realidad, sino que se propone de nuevo en el sentido sacramental con el que nos es dada. Contribuye a establecer esta diferencia la obvia constatacin de que el modo de la presencia eucarstica del Seor es diferente de su presencia puramente divina, de la encarnada durante su vida pblica, y de la gloriosa, despus de la resurreccin que es, finalmente, la escatolgica con la cual l est a la diestra del Padre. Tambin realmente presente, como est en el cielo, sucede en el sacramento y a travs de los signos sacramentales. La diversa terminologa expresa bien esta diferencia. Por cuanto se refiere al camino o modo de realizarse la presencia, estn los verbos simples: eucaristizar, bendecir, santificar, hacer; u otros ms enrgicos: convertir, con la palabra griega ghinestai... Dichas expresiones son utilizadas por los Padres en sentido apologtico, o en sentido catequtico, cuando se trata de ofrecer la verdad a los paganos o a los nefitos; o bien, en un lenguaje puramente litrgico, cuando con las palabras de la anfora, se pide a Dios que esto se haga o se constata en la fe que se ha verificado. Para indicar el paso de una realidad a otra, a menudo, los Padres utilizan los verbos compuestos con la partcula meta en griego, en latn trans. Hay toda una serie de palabras clave usadas en los textos de la antigedad cristiana: poiein, metapoiein (conficere), metastoicheioin
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(transleementare), metaballein (transmutare o convertere), metithesis (transpositio), metaplasseis y metamorphosis (transformatio), metarrithmesis (translatio)... 85 A menudo, el modo de explicar lo que sucede en la mutacin eucarstica es de carcter catequtico o apologtico y se reduce a ejemplos, no siempre del todo claros: se propone un paralelismo entre la Eucarista y la unin hiposttica con la asuncin de la humanidad por parte del Verbo, o la asimilacin hecha por el cuerpo humano con el alimento... El hecho del cambio lo ilustran los Padres a partir de la omnipotencia de Dios como se manifiesta en la creacin de la nada, en el germinar de la vida en las plantas, en el misterio de la encarnacin, en la potencia manifestada por Cristo en sus milagros y en la transformacin de su resurreccin gloriosa; y lo atribuyen o bien a la fuerza de la palabra omnipotente y a la accin de Cristo, o bien al poder del Espritu Santo. Finalmente, por cuanto hace referencia a las consecuencias de la presencia en las especies eucarsticas, recordamos la fe de la Iglesia que cree en la permanencia de la presencia eucarstica: la comunin es llevada a los enfermos; a veces la Eucarista es conservada en casa para la comunin; se tiene cuidado de los fragmentos eucarsticos... Los Padres ilustran tanto el realismo de la presencia como el simbolismo de las especies sacramentales. Documentamos con algn texto patrstico estas verdades recurriendo a cuatro testimonios de la fe, dos de Oriente y dos de Occidente, muy conocidos por su sensibilidad en el campo de la catequesis. Cirilo de Jerusaln en su catequesis sobre la Eucarista se expresa as: Jess mismo se ha manifestado diciendo del pan: ste es mi Cuerpo. Quin tendra el coraje de dudar? l mismo lo ha declarado: sta es mi sangre. Quin es el que lo pondra en duda diciendo que no es su sangre? l, por su voluntad, transform en Can de Galilea el agua en vino, y no es digno de fe si cambia el vino en sangre?... Con toda seguridad participamos en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Bajo la especie del pan te he dado el cuerpo, y bajo la especie del vino te he dado la sangre, para que t te hagas, participando en el cuerpo y en la sangre de Cristo un solo cuerpo y una sola sangre con Cristo... No hay que considerar como simples y naturales dicho pan y dicho vino: son, por el contrario, segn la declaracin del Seor el cuerpo y la sangre. Aunque los sentidos te lleven a esto, la fe, sin embargo, te sea firme 86. As, Juan Crisstomo afirma el poder de las palabras de la consagracin en una de sus clebres homilas: No es el hombre quien hace de las ofrendas el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino que es Cristo mismo quien ha sido crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia aquellas palabras, pero su virtud y su gracia son de Dios. Esto es mi cuerpo
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dice. Esta palabra transforma lo ofrecido. Anteriormente haba afirmado la presencia de Cristo en el sacerdote: Ahora est presente Cristo que adorna la mesa; no es, de hecho, un hombre que cambia las ofrendas en el cuerpo y en la sangre de Cristo 87. Ambrosio en su catequesis sobre los misterios explica de este modo cuanto sucede sobre el altar: Antes de ser consagrado es pan, pero cuando se aaden las palabras de Cristo, es cuerpo de Cristo... Y antes de las palabras de Cristo, el cliz est lleno de agua y vino; cuando las palabras de Cristo ejercen despus su influjo, all se forma la sangre de Cristo que ha redimido al pueblo. Ved, pues, de cuntos modos la palabra de Cristo puede cambiar todas las cosas. Luego, el mismo Seor Jesucristo nos ha asegurado que nosotros tomamos su cuerpo y su sangre. Acaso debemos nosotros dudar de su veracidad y de su atestacin? Y en otro lugar: ... La misma naturaleza es transformada... La Palabra de Cristo que pudo crear de la nada lo que no exista, no pudo transformar en una sustancia diferente lo que existe? No es menor empresa dar una nueva naturaleza a las cosas que transformarlas 88. De Agustn recordamos slo el breve texto que invita a la adoracin de la carne de Cristo antes de la comunin: En esta carne el Seor ha caminado hasta aqu y esta misma carne nos ha dado a comer para la salvacin; y nadie come de aquella carne sin haberla adorado primero... as que no pecamos adorndola, sino al contrario, pecamos si no la adoramos 89. Por cuanto respecta al misterio del cambio, citamos a algunos Padres ms antiguos y algn texto de las liturgias primitivas: El cliz mezclado y el pan preparado reciben la palabra de Dios y la Eucarista se convierte en el cuerpo de Cristo 90. Nosotros comemos los panes presentados con accin de gracias y plegarias sobre las ofrendas, panes convertidos por la plegaria en el cuerpo santo y santificante 91. El pan es, en un primero momento, comn: pero, apenas consagrado por la accin sacramental, es llamado y convertido en el cuerpo de Cristo 92. Del Eucologio de Serapin (del tipo alejandrino) nos remitimos a las palabras de la epiclesis: Venga, Dios de la verdad, tu Santo Verbo sobre este pan, a fin de que el pan se convierta (gennethai) en el cuerpo del Verbo, y sobre este cliz, a fin de que el cliz se convierta (gennethai) en la sangre de la verdad 93. De la Anfora griega de Santiago, hermano del Seor (del tipo antioqueno): transcribimos las palabras de la epiclesis: Enva Seor desde lo alto tu santsimo Espritu sobre nosotros y sobre estos santos dones propuestos, a fin de que con su santo, bueno y glorioso descenso santifiques y
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hagas (aghiase kai poiese) de este pan el cuerpo santo de Cristo, y de este cliz la sangre preciosa de Cristo (PE, 250). Las anforas de tronco latino utilizan la palabra fiat: ut nobis corpus et sanguis fiant (Canon romano). Finalmente, la fe en la presencia eucarstica se resume en la verdad de las palabras de la Institucin. Autores como Juan Crisstomo, con su elocuencia, proponen textos de acogida de las palabras en la fe de este gnero: Su palabra es indefectible, mientras que nuestros sentidos se dejan engaar fcilmente. l ha dicho: Esto es mi cuerpo... Aceptemos y creamos. Muchos nos dicen: Querra ver su cuerpo, su alma, sus vestidos, su calzado! Pero helo aqu, t lo ves, lo tocas, lo comes. Tu deseas slo ver sus vestidos: pero l mismo se te da a ti no slo para ser visto, sino para que t lo toques, lo comas y lo recibas en ti 94.
2. La teologa medieval
El medievo es un perodo muy importante para la formacin de la teologa clsica escolstica de la Eucarista que se reflejar, en parte, en la doctrina del concilio de Trento. Por cuanto hace referencia a la presencia, alejndose de la sobriedad de los Padres, se intentan nuevas explicaciones que se presentan ya en diversos autores del siglo IX.
El realismo fsico exagerado. Se afirma la presencia de Cristo en la Eucarista con el mismo cuerpo carnal, como estaba aqu sobre la tierra, hasta proponer una serie de cuestiones que son llamadas bajo el trmino de cafarnaitismo o estercorismo. En este realismo se inserta la doctrina de Pascasio Radberto, abad del monasterio de Corbie, con su Liber de Corpore e sanguine Domini (844). Su posicin teolgica es clara: en la Eucarista tenemos el mismo cuerpo de Cristo, nacido de la Virgen Mara que ha sufrido y que ahora est sentado a la derecha del Padre, tambin cuando esto se da en el sacramento. Se trata de una posicin justa, si nos referimos a la identidad del Cristo de la Eucarista y del Verbo Encarnado y glorificado. Hay que notar, sin embargo, que el cuerpo de Cristo ha sido glorificado y que una cosa es la presencia de la misma realidad de Cristo y otra el modo de presencia. Algunos acusan a nuestro autor de excesivo realismo, pero no parece que sea sta su posicin teolgica.
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El simbolismo sacramental. Por reaccin contra Pascasio Radberto, un monje de la misma abada de Corbi, Ratrammo, con su libro De corpore et sanguine Christi (859) al cual se une Rabano Mauro, proponen explicaciones ms matizadas bajo la lnea del sacramentalismo y el simbolismo de los Padres, especialmente de Agustn. Carecen, sin embargo, de categoras adecuadas. No niegan el realismo de la presencia ni el sentido salvfico de la presencia del Seor y de la comunin eucarstica, sino que insisten en la diferencia de la presencia del cuerpo y de la sangre de Cristo en su realidad y en el modo de su presencia sacramental, precisamente porque se trata de un modo diferente de presencia. La tendencia espiritualista llega al culmen en la exposicin del maestro Berengario, cannigo de Tours, hasta pasar el umbral de la hereja. En efecto, en su obra De sacra Coena, tambin reaccionando contra el realismo eucarstico, lo reduce a un puro simbolismo, hasta tal punto que afirma la presencia de Cristo en la Eucarista no a nivel de realidad en el pan y en el vino, sino slo en la mente y en la fe de aqullos que creen y comulgan. La Eucarista queda pan y vino, pero para quien cree, y en virtud de la fe, el pan y el vino son el cuerpo y la sangre de Cristo. Una presencia, pues, espiritual, y del todo sugestiva, sin realismo sacramental. Se come a Cristo con la fe, no con la boca, aunque se retiene la eficacia salvfica de esta comunin. Se trata, como se ve de una negacin de la realidad de la presencia que se transfiere a nivel simblico y espiritual en la mente de quien cree. Las posiciones de Berengario son condenadas en varios snodos romanos, mediante la profesin de fe que debe suscribirse. La primera profesin de fe, del Snodo Romano de 1059, contiene una frmula bastante prxima al realismo sacramental de las posiciones de Pascasio Radberto: sensualiter, et no solum in sacramento, sed in veritate, manibus sacerdotum tractari, et frangi et fidelium dentibus atteri (DS 690). La segunda del Snodo de 1079, enriquece el realismo del misterio (corpus natum de Virgine..., pro salute mundi oblatum in cruce pependit et quod sedet ad dexteram Patris), atena la anterior formulacin las palabras in propietate naturae et in veritate substantiae (DS 700). La hereja berengariana suscita en toda la Iglesia un gran fervor de fe en torno a la presencia real y personal de Cristo, con la devocin a la elevacin de la hostia y del cliz, la veneracin ms prolongada de la Eucarista y las devociones eucarsticas. En el siglo XIII, con los grandes escolsticos como Alberto Magno, Toms y Buenaventura, tenemos una elaboracin ms equilibrada. Se afirma la presencia sacramental y real de Cristo. Se utiliza la terminologa presencia, presencia real, continetur, adest... Se encuentra despus en el sistema hilemrfico y en los trminos de sustancia y accidentes la formulacin filosfica adecuada para hablar de la presencia de la sustancia de Cristo y la permanencia de los accidentes del pan y del vino. Se encuentra tambin el
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modo de justificar el cambio: cambia la sustancia, quedan los accidentes. Se forja as la terminologa y la explicacin de la transustanciacin. Las grandes sntesis sobre la presencia real de santo Toms se encuentra expresada en la S. Theologica III, qq. 75-77. Se trata de una doctrina que representa la mejor exposicin catlica: ella ha influenciado en la doctrina posterior del Magisterio. He aqu una breve gua para la lectura de la sntesis tomista:
q. 75, a. 1: la presencia real; a. 2-4: sobre la conversin/transustanciacin; a. 5: la permanencia de los accidentes. q. 76, a. 1: la presencia del totus Christus; a. 2-3, en cada una de las especies; a. 4: la cantidad del cuerpo de Cristo en el sacramento; a. 5-6: la presencia a modo de sustancia, no localmente; a. 7-8: cuestiones referentes a los milagros eucarsticos. q. 77: una cuestin de ocho artculos referentes a los accidentes o especies.
Cabe recordar, adems de a Toms, telogo de la Summa, al tambin telogopoeta de los preciosos textos litrgicos de los oficios y de la misa del da del Corpus, fiesta tpica del momento de la fe medieval en la presencia real y personal de la Eucarista. Fue instituida por Urbano IV con la Bula Transiturus en 1264, despus del milagro ocurrido cerca del lago de Bolsena. El texto del oficio y de la misa, compuestos, como se cree, por santo Toms, fueron adjuntados como apndice a la bula del Papa. Diversas intervenciones del Magisterio de la Iglesia precisan progresivamente la posicin catlica. El concilio Lateranense IV, (1215), en la profesin de fe contra los ctaros y los albigenses expresa la doctrina sobre la presencia real en el ms lmpido lenguaje escolstico: sub especiebus panis et vini veraciter continetur, transubstantiatis pane in corpus et vino in sanguinem potestate divina (DS 802). El concilio de Lyon (1274) en la profesin de fe del emperador Miguel el Palelogo, afirma, a propsito de la Eucarista: in ipso sacramento panis vere transubstantiatur in corpus et vinum in sanguinem Domini nostri Iesu Christi... (DS 860). En el siglo XIV el concilio de Costanza (1414-1418) (DS 1151-1153) condena algunos errores de J. Wycliffe. Representa una primera reaccin a las proposiciones de tipo escolstico que, segn l, no respetan la realidad misma de la Eucarista. Para l: en la Eucarista permanecen la sustancia del pan y del vino, los mismos accidentes del pan y del vino no se dan sin el propio sujeto. No se puede decir que en la Eucarista Cristo se encuentre con la misma y real
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presencia con la cual est ahora en el cielo. Ms que de transustanciacin se trata de una consustanciacin. En el concilio de Florencia (1438-1445) en la profesin de fe para los armenios, se formula la doctrina de la presencia con estas palabras: Ipsorum verborum virtute substantia panis in corpus Christi, et substantia vini in sanguinem convertuntur; ita tamen quod totus Christus continetur sub specie panis et totus sub specie vini. Sub qualibet quoque parte hostias consecratae et vini consecrati, separatione facta, totus est Christus (DS 1321). Estas formulaciones que se inspiran en la lmpida doctrina tomista, sern retomadas en el Concilio tridentino.
Las posiciones de los Reformadores son un tanto diversas. Pero son bastante unitarias en lo esencial
Lutero presenta estas tres grandes lneas de pensamiento: 1) Afirma convencido la presencia real de Cristo en la Eucarista, segn las mismas palabras de Cristo; incluso cree afirmar, mejor todava que los papistas, el realismo de la presencia que l sostiene con fuerza contra las tendencias demasiado simbolistas de otros reformadores. 2) Niega la transustanciacin, de la que se re custicamente como palabra brbara y explicacin ridcula. Para l la presencia de Cristo se contiene con la sustancia y bajo la sustancia del pan y del vino; se trata, ms bien, de una consustanciacin de Cristo con el pan y con el vino (empanacin, se dir). El modo de explicar la presencia del Seor es el de su capacidad de encontrarse en todas partes, ubique. Se habla, por ello de ubiquismo eucarstico. 3) Admite la presencia del Seor en la Eucarista slo in usu, para la comunin; niega, pues la permanencia de la presencia fuera de la comunin, y es contrario al culto eucarstico fuera de la misa que l condena como idolatra, como adoracin del pan.
Zwinglio niega la presencia real y la explicacin de Lutero sobre el ubiquismo. La presencia de Cristo es slo espiritual. La Eucarista es slo una presencia en signo, tambin si reclama su pasin y muerte, estimula nuestra fe y es nutrimento espiritual del alma.
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Calvino niega las explicaciones de Lutero y de Zwinglio: ni ubiquismo, ni simple simbolismo. Acenta la fuerza espiritual Virtus espiritualis, que al pan y al vino confiere el Espritu Santo, en la medida en que es aceptada y recibida por la fe. Admite la presencia slo en uso, y es polmico en las confrontaciones de la reserva y de todas las formas de culto eucarstico fuera de la misa.
A estas posiciones de los reformadores responde el concilio de Trento en la sesin XIII con el Decreto sulla Santsima Eucaristia de 11 de octubre de 1551 (DS 1635-1661). La sntesis del trabajo llevado a cabo ha sido expresada en un proemio, ocho breves captulos doctrinales de ndole expositiva y positiva y 11 cnones. Vale la pena recordar algunos momentos esenciales de la composicin del Decreto. El 27 de febrero de 1547 en las reuniones de los telogos menores comienza la discusin de los artculos herticos de los reformadores sobre la presencia real, la transustanciacin y el culto eucarstico. Al final de aquel ao, durante el perodo conciliar celebrado en Bologna, prosigue el examen de los artculos. Reanudado el Concilio en 1551, bajo Julio III, contina y es ultimado el examen sobre los cnones entre finales de septiembre y comienzos de octubre. Pero antes de la aprobacin definitiva se piensa que sera oportuno elaborar algunos captulos doctrinales que precedieran a los cnones. Se encargan algunos prelados, pero su proyecto fue rechazado de nuevo el 8 de octubre. Los legados pontificios redactan entonces los actuales captulos que son presentados a los Padres el 9 de octubre. Con fecha 11 de octubre en la Iglesia tridentina de San Vigilio, captulos y cnones son aprobados por unanimidad. Esta doctrina marca un punto firme y autorizado de la doctrina catlica, elaborada sobre la estela de la Biblia, de la tradicin y de las formulaciones de los concilios medievales arriba citados. A ella se remite con fidelidad todo el Magisterio posterior, como se ver en el examen doctrinal. He aqu el texto completo de los captulos y cnones de la XIII sesin.
El sacrosanto, ecumnico y universal concilio de Trento, reunido legtimamente en el Espritu Santo, presidiendo en l los mismos legados y nuncios de la Santa Sede Apostlica, si bien, no sin peculiar direccin y gobierno del Espritu Santo, se junt con el fin de exponer la verdadera y antigua doctrina sobre la fe y los sacramentos y poner remedio a todas las herejas y a otros gravsimos
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males que ahora agitan a la Iglesia de Dios y la escinden en muchas y varias partes; ya desde el principio tuvo por uno de sus principales deseos arrancar de raz la cizaa de los execrables errores y cismas que el hombre enemigo sembr [Mt 13, 25 ss.] en estos calamitosos tiempos nuestros por encima de la doctrina de la fe, y el uso y culto de la sacrosanta Eucarista, la que por otra parte dej nuestro Salvador en su Iglesia como smbolo de su unidad y caridad, con la que quiso que todos los cristianos estuvieran entre s unidos y estrechados. As, pues, el mismo sacrosanto Concilio, al ensear la sana y sincera doctrina acerca de este venerable y divino sacramento de la Eucarista que siempre mantuvo y hasta el fin de los siglos conservar la Iglesia Catlica, enseada por el mismo Jesucristo Seor nuestro y amaestrada por el Espritu Santo que da a da le inspira toda verdad [Jn 14, 26], prohbe a todos los fieles de Cristo que no sean en adelante osados a creer, ensear o predicar acerca de la Eucarista de modo distinto de como en el presente decreto est explicado y definido.
Cap. 1. De la presencia real de Nuestro Seor Jesucristo en el santsimo sacramento de la Eucarista Primeramente ensea el santo Concilio, y abierta y sencillamente confiesa, que en el augusto sacramento de la Eucarista, despus de la consagracin del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente [Can. 1] nuestro Seor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles. Porque no son cosas que repugnen entre s que el mismo Salvador nuestro est siempre sentado a la diestra de Dios Padre, segn su, modo natural de existir, y que en muchos otros lugares est para nosotros sacramentalmente presente en su sustancia, por aquel modo de existencia, que si bien apenas podemos expresarla con palabras, por el pensamiento, ilustrado por la fe, podemos alcanzar ser posible a Dios y debemos constantsimamente creerlo. En efecto, as todos nuestros antepasados, cuantos fueron en la verdadera Iglesia de Cristo que disertaron acerca de este santsimo sacramento, muy abiertamente profesaron que nuestro Redentor instituy este tan admirable sacramento en la ltima Cena, cuando, despus de la bendicin del pan y del vino, con expresas y claras palabras atestigu que daba a sus Apstoles su propio cuerpo y su propia sangre. Estas palabras, conmemoradas por los santos Evangelistas [Mt 26, 26 ss.; Mc 14, 22 ss.; Lc 22, 19 s] y repetidas luego por San Pablo [1 Co 11, 23 ss.], como quiera que ostentan aquella propia y clarsima significacin, segn la cual han sido entendidas por los Padres, es infamia verdaderamente indignsima que algunos hombres pendencieros y perversos las desven a tropos ficticios e imaginarios, por los que se niega la verdad de la carne y sangre de Cristo, contra el universal sentir de la Iglesia, que, como columna y sostn de la verdad [1Tm 3, 15], detest por satnicas estas invenciones excogitadas por hombres impos, a la par que reconoca siempre con gratitud y recuerdo este excelentsimo beneficio de Cristo.
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Cap. 2. Razn de la institucin de este santsimo sacramento As, pues, nuestro Salvador, cuando estaba para salir de este mundo al Padre, instituy este sacramento en el que vino como a derramar las riquezas de su divino amor hacia los hombres, componiendo un memorial de sus maravillas [Sal 110, 4], y mand que al recibirlo, hiciramos memoria de l [1 Co 11, 24] y anunciramos su muerte hasta que 1 mismo venga a juzgar al mundo [1 Co 11, 25]. Ahora bien, quiso que este sacramento se tomara como espiritual alimento de las almas [Mt 26, 26]) por el que se alimenten y fortalezcan [Can. 5] los que viven de la vida de Aqul que dijo: El que me come a m, tambin l vivir por m [Jn 6, 58], y como antdoto por el que seamos liberados de las culpas cotidianas y preservados de los pecados mortales. Quise tambin que fuera prenda de nuestra futura gloria y perpetua felicidad, y juntamente smbolo de aquel solo cuerpo, del que es l mismo la cabeza [1 Co 11, 3; Ef 5, 23] y con el que quiso que nosotros estuviramos, como miembros, unidos por la ms estrecha conexin de la fe, la esperanza y la caridad, a fin de que todos dijramos una misma cosa y no hubiera entre nosotros escisiones [cfr. 1 Co 1, 10].
Cap. 3. De la excelencia de la santsima Eucarista sobre los dems sacramentos Tiene, cierto, la santsima Eucarista de comn con los dems sacramentos ser smbolo de una cosa sagrada y forma visible de la gracia invisible; mas se halla en ella algo de excelente y singular, a saber: que los dems sacramentos entonces tienen por vez primera virtud de santificar, cuando se hace uso de ellos; pero en la Eucarista, antes de todo uso, est el autor mismo de la santidad [Can. 4]. Todava, en efecto, no haban los Apstoles recibido la Eucarista de mano del Seor [Mt 26, 26; Mc 14, 22], cuando l, sin embargo, afirm ser verdaderamente su cuerpo lo que les ofreca; y sta fue siempre la fe de la Iglesia de Dios: que inmediatamente despus de la consagracin est el verdadero cuerpo de Nuestro Seor y su verdadera sangre juntamente con su alma y divinidad bajo la apariencia del pan y del vino; ciertamente el cuerpo, bajo la apariencia del pan, y la sangre, bajo la apariencia del vino en virtud de las palabras; pero el cuerpo mismo bajo la apariencia del vino y la sangre bajo la apariencia del pan y el alma bajo ambas, en virtud de aquella natural conexin y concomitancia por la que se unen entre s las partes de Cristo Seor que resucit de entre los muertos para no morir ms [Rm 6, 5]; la divinidad, en fin, a causa de aquella su maravillosa unin hiposttica con el alma y con el cuerpo [Can. 1 y 3]. Por lo cual es de toda verdad que lo mismo se contiene bajo una de las dos especies que bajo ambas especies. Porque Cristo, todo e ntegro, est bajo la especie del pan y bajo cualquier parte de la misma especie, y todo igualmente est bajo la especie de vino y bajo las partes de ella [Can. 8].
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Cap. 4. De la Transustanciacin Cristo Redentor nuestro dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofreca bajo la apariencia de pan [Mt 26, 26 ss.; Mc 14, 22 ss.; Lc 22, 19 s; 1 Co 11, 24 ss.]; de ah que la Iglesia de Dios tuvo siempre la persuasin y ahora nuevamente lo declara en este santo Concilio, que por la consagracin del pan y del vino se realiza la conversin de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Seor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. La cual conversin, propia y convenientemente, fue llamada transustanciacin por la santa Iglesia Catlica [Can. 2].
Cap. 5. Del culto y veneracin que debe tributarse a este santsimo sacramento No queda, pues, ningn lugar a duda de que, conforme a la costumbre recibida de siempre en la Iglesia Catlica, todos los fieles de Cristo en su veneracin a este santsimo sacramento deben tributarle aquel culto de latra que se debe al verdadero Dios [Can. 6]. Porque no es razn para que se le deba adorar menos, el hecho de que fue por Cristo Seor instituido para ser recibido [Mt 26, 26 ss.]. Porque aquel mismo Dios creemos que est en l presente, a quien al introducirle el Padre eterno en el orbe de la tierra dice: Y adrenle todos los ngeles de Dios [Hb 1,6; segn Sal 96,7]; a quien los Magos, postrndose le adoraron [cfr. Mt 2,11], a quien, en fin, la Escritura atestigua [cfr. Mt 28, 17] que le adoraron los Apstoles en Galilea. Declara adems el santo Concilio que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los aos, determinado da festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneracin y solemnidad, y reverente y honorficamente sea llevado en procesin por las calles y lugares pblicos. Justsima cosa es, en efecto, que haya instituidos algunos das sagrados en que los cristianos todos, por singular y extraordinaria muestra, atestigen su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de su muerte. Y as ciertamente convino que la verdad victoriosa celebrara su triunfo sobre la mentira y la hereja, a fin de que sus enemigos, puestos a la vista de tanto esplendor y entre tanta alegra de la Iglesia universal, o se consuman debilitados y quebrantados, o cubiertos de vergenza y confundidos se arrepientan un da.
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La costumbre de reservar en el sagrario la santa Eucarista es tan antigua que la conoci ya el siglo del concilio de Nicea. Adems, que la misma Sagrada Eucarista sea llevada a los enfermos, y sea diligentemente conservada en las Iglesias para este uso, aparte ser cosa que dice con la suma equidad y razn, se halla tambin mandado en muchos Concilios y ha sido guardado por vetustsima costumbre de la Iglesia Catlica. Por lo cual este santo Concilio establece que se mantenga absolutamente esta saludable y necesaria costumbre [Can. 7].
Cap. 7. De la preparacin que debe llevarse, para recibir dignamente la santa Eucarista Si no es decente que nadie se acerque a funcin alguna sagrada, sino santamente; ciertamente, cuanto ms averiguada est para el varn cristiano la santidad y divinidad de este celestial sacramento, con tanta ms diligencia debe evitar acercarse a recibirlo sin grande reverencia y santidad [Can. 11], sealadamente leyendo en el Apstol aquellas tremendas palabras: El que come y bebe indignamente, come y bebe su propio juicio, al no discernir el cuerpo del Seor [1 Co 11,28]. Por lo cual, al que quiere comulgar hay que traerle a la memoria el precepto suyo: Mas prubese a s mismo el hombre [1 Co 11, 28]. Ahora bien, la costumbre de la Iglesia declara ser necesaria aquella prueba por la que nadie debe acercarse a la Sagrada Eucarista con conciencia de pecado mortal, por muy contrito que le parezca estar, sin preceder la confesin sacramental. Lo cual este santo Concilio decret que perpetuamente debe guardarse aun por parte de aquellos sacerdotes a quienes incumbe celebrar por obligacin, a condicin de que no les falte facilidad de confesor. Y si, por urgir la necesidad, el sacerdote celebrare sin previa confesin, confisese cuanto antes [v. 1138 s].
Cap. 8. Del uso de este admirable Sacramento En cuanto al uso, empero, recta y sabiamente distinguieron nuestros Padres tres modos de recibir este santo sacramento. En efecto, ensearon que algunos slo lo reciben sacramentalmente, como los pecadores; otros, slo espiritualmente, a saber, aquellos que comiendo con el deseo aquel celeste Pan eucarstico experimentan su fruto y provecho por la fe viva, que obra por la caridad [Ga 5, 6]; los terceros, en fin, sacramental a par que espiritualmente [Can. 8]; y stos son los que de tal moto se prueban y preparan, que se acercan a esta divina mesa vestidos de la vestidura nupcial [Mt 22, 11 s]. Ahora bien, en la recepcin sacramental fue siempre costumbre en la iglesia de Dios, que los laicos tomen la comunin de manos de los sacerdotes y que los sacerdotes celebrantes se comulguen a s mismos [Can. 10]; costumbre, que, por venir de la tradicin apostlica, con todo derecho y razn debe ser mantenida.
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Y, finalmente, con paternal afecto amonesta el santo Concilio, exhorta, ruega y suplica, por las entraas de misericordia de nuestro Dios [Lc 1,78] que todos y cada uno de los que llevan el nombre cristiano convengan y concuerden ya por fin una vez en este signo de unidad, en este vinculo de la caridad; en este smbolo de concordia, y, acordndose de tan grande majestad y de tan eximio amor de Jesucristo nuestro Seor que entreg su propia vida por precio de nuestra salud y nos dio su carne para comer [Jn 6,48 ss.], crean y veneren estos sagrados misterios de su cuerpo y de su sangre con tal constancia y firmeza de fe, con tal devocin de alma, con tal piedad y culto, que puedan recibir frecuentemente aquel pan sobresustancial [Mt 6,11] y se sea para ellos vida de su alma y salud perpetua de su mente, con cuya fuerza confortados [1R 19, 18], puedan llegar desde el camino de esta msera peregrinacin a la patria celestial, para comer sin velo alguno el mismo Pan de los ngeles [Sal 77, 25] que ahora comen bajo los velos sagrados. Mas porque no basta decir la verdad, si no se descubren y refutan los errores; plugo al santo Concilio aadir los siguientes cnones, a fin de que todos, reconocida ya la doctrina catlica, entiendan tambin qu herejas deben ser por ellos precavidas y evitadas.
Cnones sobre el santsimo sacramento de la Eucarista Can. 1. Si alguno negare que en el santsimo sacramento de la Eucarista se contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Seor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que slo est en l como en seal y figura o por su eficacia, sea anatema [cfr. 874 y 878]. Can. 2. Si alguno dijere que en el sacrosanto sacramento de la Eucarista permanece la sustancia de pan y de vino juntamente con el cuerpo y la sangre de nuestro Seor Jesucristo, y negare aquella maravillosa y singular conversin de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre, permaneciendo slo las especies de pan y vino; conversin que la Iglesia Catlica aptsimamente llama transustanciacin, sea anatema [cfr. 877]. Can. 3. Si alguno negare que en el venerable sacramento de la Eucarista se contiene Cristo entero bajo cada una de las especies y bajo cada una de las partes de cualquiera de las especies hecha la separacin, sea anatema [cfr. 878]. Can. 4. Si alguno dijere que, acabada la consagracin, no est el cuerpo y la sangre de nuestro Seor Jesucristo en el admirable sacramento de la Eucarista, sino slo en el uso, al ser recibido, pero no antes o despus, y que en las hostias o partculas consagradas que sobran o se reservan despus de la
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comunin, no permanece el verdadero cuerpo del Seor, sea anatema [cfr. 876].
4. La teologa postridentina
Tras la relevante intervencin del concilio de Trento contra los Reformadores 95, la teologa catlica defiende desde el modo ms radical y como tesela de catolicidad la doctrina del Magisterio, con algunas tendencias que pueden ser peligrosas para la justa comprensin del misterio:
Un realismo eucarstico, verdadero en s, pero que en algunas formulaciones llega a una especie de nestorianismo eucarstico o de monofisismo, cuando por una parte se exagera, al menos verbalmente, una presencia demasiado humana (el nio Jess, el Prisionero del tabernculo) o slo divina (el buen Dios...). Explicaciones escolsticas de la transustanciacin que no respetan la verdad y la sobriedad de la formulacin tridentina. Intentos de aplicar a la doctrina sobre la presencia real, las nuevas teoras sobre la ciencia fsica y las definiciones de sustancia, a partir de Descartes y Leibnitz, que define la sustancia para aplicarla, con un cierto concordismo, al misterio eucarstico.
En nuestro siglo se revela un gran inters por las cuestiones que respectan a la presencia real. Permanecen en su sobriedad las formulaciones escolsticas, neoescolsticas y tomistas, sobre la presencia y la transustanciacin. Continan los intentos de explicacin, a partir de las nuevas formulaciones, de la fsica moderna. Por reaccin, se reactiva en algunos sectores el retorno al simbolismo eucarstico, mediante una aplicacin de la filosofa existencial y fenomenolgica que no quiere dar tanta importancia en la filosofa de las cosas a su realismo sino a su sentido por el hombre, con gran detrimento de la doctrina sobre la verdad de la presencia real.
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Se profundiza en el tema de la presencia desde diversos puntos de vista teolgicos: se intentan nuevas interpretaciones de la doctrina de Trento; se elaboran nuevas sntesis teolgicas, en armona con los datos bblicos y litrgicos. Un nuevo acercamiento, al menos verbal, se observa en los autores protestantes en la formulacin de la fe en la presencia y del necesario cambio de la sustancia del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo, tanto en documentos de convergencia ecumnica como en autores individuales. Sobre el fondo de estas posiciones es preciso interpretar los documentos del Magisterio de la Iglesia en notables intervenciones. Son las de Po XII en la Mediator Dei (20.11.1947) sobre la presencia real y el culto eucarstico, en la Humani Generis (12.08.1951) sobre la presencia de las frmulas de fe y la condena de las interpretaciones de una presencia de Cristo puramente simblica. A stas se aaden las de Pablo VI en la encclica Mysterium Fidei (03.09.1965) y las precisiones del Credo del Pueblo de Dios (30.06.1968). Una debida informacin sobre posiciones teolgicas y sobre la doctrina del Magisterio se dar en la exposicin sistemtica.
Bibliografa: Para una profundizacin, ms all de los manuales, cfr. A. GERKEN, Teologia eucaristica, Ed. Paoline 1977. E. SCHILLEBEECKX, La presenza eucaristica, Ed. Paoline 1968 (con algunas reservas para las interpretaciones histricas). J.A. SAYS, La presencia real de Cristo en la Eucarista, Madrid, BAC, 1976. J. CASTELLANO, Presencia de Cristo en la Eucarista. Exgesis. Teologa. Espiritualidad, Teresianum 1968, pro manuscripto; con una sntesis sobre las posiciones modernas en mi artculo: Transubstanciacin. Trayectoria ideolgica de una reciente controversia, en Revista Espaola de Teologa 29 (1969) pp. 305-354. D. POWERS, Teologia eucaristica, Brescia, Queriniana, 1969.
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Las afirmaciones del Magisterio de la Iglesia sobre la presencia real de Cristo en la Eucarista, que se repiten como punto de referencia a la doctrina del concilio de Trento, deben ser aceptadas como inseparables y coligadas. No se trata, por tanto, de afirmar slo la presencia real, sino tambin el modo de la presencia, que es la transubstanciacin, y sus consecuencias, que son los corolarios sobre la presencia. Por ello proponemos, a continuacin, la doctrina dogmtica de la Iglesia, seguida de algunas precisiones de orden teolgico.
Afirmaciones dogmticas
El prlogo de los captulos del Decreto sobre la Santsima Eucarista es de un tenor solemne y preocupado, con palabras bellas y cargadas de sentido teolgico, alusivas al misterio de la presencia del Seor y al sentido ecumnico de la Eucarista, en el momento en el que brota el cisma en torno al misterio eucarstico: Precisamente aquella Eucarista que nuestro Salvador ha dejado en su Iglesia como signo de su unidad y de la caridad, con la que quiso que todos los cristianos estuvieran enlazados y unidos entre s. El Concilio manifiesta, adems, su conciencia de proponer doctrinas catlicas, en la fe de la tradicin y definidas ahora para siempre. La afirmacin general del Magisterio de la Iglesia est contenida en el canon 1 y en el captulo 1 del Decreto sobre la Santsima Eucarista. Dicha afirmacin puede sonar as en una proposicin positiva:
En el santsimo sacramento de la Eucarista est contenido verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro Seor Jesucristo y, por tanto, Cristo todo entero.
En esta afirmacin encontramos expresadas estas verdades: Lo que est contenido: cuerpo, sangre, alma, divinidad, todo Cristo (totus Christus).
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La cualidad de esta presencia: vere, realiter, substantialiter. La triple afirmacin seala la contestacin a las opiniones de los reformadores, Zwinglio, Calvino y otros, que el Concilio rechaza; una presencia que se realiza: vere, y no slo in signo; realiter, y no slo in figura; substantialiter, y no slo in virtute. Es una interpretacin coherente. Substantialiter no debe significar slo ad modum substantiae. La terminologa, sin embargo, por estar contra los reformadores, retoma la doctrina de santo Toms en la Summa Th. III, q. 75, a. 1. Una ilustracin general de esta afirmacin, aunque sea ms concisa en el canon 1, est contenida en los breves captulos 1-3 con estas ideas generales que se deducen de la lectura del texto que debe ser tenido presente, con las notas ilustrativas que lo abastecen: Una afirmacin general: despus de la consagracin del pan y del vino, est contenido nuestro Seor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, bajos las especies de aquellas cosas sensibles. Una respuesta a las objeciones: no choca que Cristo est en el cielo, segn su modo natural de existir, y est sacramentalmente entre nosotros en otros lugares con su sustancia, con aquella forma de existir que aunque apenas podamos expresar con nuestras palabras, debemos creer y admitir que es posible a Dios. Los argumentos: tal es la unnime tradicin de la verdadera Iglesia; as deben ser comprendidas las palabras de Jess en la ltima Cena. Se rechazan, pues, todas las teoras que niegan esta realidad. El sentido de la institucin: se recuerda el hecho de la institucin y el sentido del memorial del Seor: alimento de los vivientes, remedio de los pecados, prenda de la gloria futura, smbolo de la Iglesia, Cuerpo mstico, en la trabazn de la vida de fe, esperanza y caridad.
Se subraya en el cap. 3 la excelencia de la Eucarista sobre los otros sacramentos con estas anotaciones: No slo contiene la gracia, sino al autor mismo de la gracia, antes incluso de que se use (ante usum). La fe de la Iglesia, a la luz de las palabras de la institucin afirma la presencia de Cristo todo entero. Dicha presencia del totus Christi es afirmada: ex vi verborum: el cuerpo bajo la especie del pan, la sangre bajo la especie del vino; ex vi naturales concomitantiae: en cada una de las especies totus Christus;
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Cristo, el resucitado, con su unanimidad y divinidad est presente en cada una de las especies y de sus partes.
Algunas anotaciones
1. Aunque ordinariamente se habla de presencia real, la terminologa del tridentino privilegia ms bien el realismo de la palabra continetur, est contenido, que comprende tambin la presencia y que se caracteriza como verdadera, real, sustancial y, por lo tanto, objetiva, ontolgica y no simplemente simblica, figurada o reducida a su dinamismo espiritual, como quera Calvino. Est claro que la presencia real eucarstica tiene su particular densidad ontolgica y su expresin sacramental, diferente de otras presencias, por reales, de Cristo en la Iglesia. Por eso la SC 7 precisa el sentido de esta presencia eucarstica y Pablo VI en la Encclica Mysterium Fidei, afirmando la realidad de otras presencias, precisa que en la Eucarista se trata de una presencia real por antonomasia.
2. El tridentino acenta la presencia personal y gloriosa: totus et integer Christus, verus Deus et verus homo... qui iam ex mortuis resurrexit non amplius moriturus. Este personalismo, que el medievo acentu es ms que legtimo y completa la tradicin litrgica antigua en la cual se acenta quizs menos este personalismo, insistiendo ms en el cuerpo y en la sangre, tal vez con un lenguaje cosista (Las cosas santas). La exgesis moderna de las palabras de la institucin subraya este aspecto personalista del cuerpo-carnepersona viviente y de la sangre-vida, como hemos visto. El Magisterio ms reciente se mueve en esta lnea 96.
3. Quizs en virtud de este personalismo, la doctrina del vi verborum y del vi concomitantiae, justa en s, no debera ser exagerada. Dicha distincin pertenece al captulo 3 y no a los cnones que fueron discutidos ms ampliamente. Con P. Ligier podemos decir que no tiene carcter dogmtico, sino slo teolgico. En efecto, vi verborum, a la luz de la exgesis, corpo no designa slo el cuerpo (sin sangre, huesos...), y sangue no indica slo el puro lquido de la sangre, sino la persona entera en la sede de la vida que es la sangre. Es necesario, sin embargo, considerar el sentido simblico vigoroso
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dado a la palabra cuerpo ofrecido en sacrificio, sangre derramada como expiacin y alianza.
4. Sin embargo, la distincin vi verborum, vi concomitantiae se funda tambin sobre un argumento de santo Toms que parte de una hiptesis un tanto fantasiosa 97. Conservando lo esencial de la doctrina del tridentino es preciso considerar la presencia personal de Cristo bajo cada una de las especies y de sus partes; se debe despus afirmar la presencia del cuerpo viviente en el pan y de la sangre gloriosa en el vino, ms que vi verborum, vi sacramenti, en virtud del significado sacramental de las palabras y del signo mismo del pan y del vino, que aluden al cuerpo sacrificado y a la sangre efundida. Santo Toms en este caso haba visto bien prefiriendo la terminologa vi sacramenti y argumentando sobre la conveniencia de recordar en la separacin de sus especies tanto la efusin de la sangre en la pasin, como la doble ofrenda del pan como alimento y de la sangre como bebida 98.
5. El tridentino sita la presencia real en el justo marco teolgico que es el de las palabras de la institucin con la referencia al memorial-sacrificio y a la comunin. En el cap. 5, hablando del culto al Santsimo Sacramento, no olvidar afirmar que Cristo ha instituido la Eucarista para la comunin: instituido para ser tomado como alimento (cap. 5).
2. La transubstanciacin
Afirmacin dogmtica
Una segunda afirmacin del Magisterio de la Iglesia es propuesta aqu como nica, necesaria y vlida explicacin de la verdadera, real y sustancial presencia de Cristo en la Eucarista: la transubstanciacin. Dicha explicacin es propuesta como exigencia de la revelacin y del realismo expresados por las palabras de Jess en la afirmacin de las palabras de la institucin sobre la identidad de su cuerpo en el pan que l daba a los discpulos, tal es la persuasin de la Iglesia de Dios, desde siempre, confirmada ahora por la definicin del Concilio.
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Tomemos ahora como punto de partida la doctrina de Trento en cuanto que a ella se refieren, a continuacin, todos los documentos posteriores, del mismo modo que el concilio de Trento se inspira en las formulaciones de otros concilios precedentes. La doctrina dogmtica, con la conocida definicin de la transubstanciacin, se encuentra en el canon 2 y en el captulo 4, casi con idnticas palabras. Tomemos como texto el canon poniendo en sentido positivo la definicin de la transubstanciacin, con las palabras en latn: MIRABILIS ET SINGULARIS CONVERSIO TOTIUS SUBSTANTIAE PANIS IN CORPUS ET SUBSTANTIAE VINI IN SANGUINEM DOMINI NOSTRI IESU CHRISTI, MANENTIBUS DUMTAXAT SPECIEBUS PANIS ET VINI. QUAM QUIDEM CONVERSIONEM CATHOLICA ECCLESIA APTISSIME TRANSUBSTANTIATIONEM APPELLAT.
Recordemos el texto castellano del captulo 2 en su formulacin negativa: Si alguno dijere que en el sacrosanto sacramento de la Eucarista permanece la sustancia del pan y del vino juntamente con el cuerpo y la sangre de nuestro Seor Jesucristo, y negare aquella maravillosa y singular conversin de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre, permaneciendo slo las especies de pan y vino; conversin que la Iglesia Catlica aptsimamente llama transustanciacin, sea anatema.
Explicacin de la terminologa
Para poder comprender el sentido de la definicin en la carta es justo explicar el contenido de cada uno de los trminos para comprender en qu contexto gnoseolgico los Padres han propuesto esta definicin. As podr tambin comprenderse mejor el alcance de la primera afirmacin sobre la presencia real. En efecto, en la definicin del tridentino est implicada tambin una cierta terminologa de aqulla que fue llamada la filosofa perenne, si bien no necesariamente todos los detalles de un pensamiento filosfico estn propuestas en la definicin.
Conversio. La palabra clave es precisamente conversin que en sentido tcnico es una especie de mutacin que se distingue de otros gneros de cambio como la creacin (de la nada a lo positivo), la generacin (de lo negativo a lo positivo), la corrupcin (de lo positivo a lo negativo), la anihilatio (de lo positivo a la nada). La conversin es un cambio de lo positivo a lo positivo, con un nexo entre lo que era y lo que es ahora. Puede ser sustancial, si cambia la sustancia
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y accidental o formal, si cambian los accidentes. La conversin sustancial de por s, exige tambin el cambio de los accidentes, porque la sustancia se manifiesta con los propios accidentes. Una conversin sustancial es una transformacin de la realidad y de sus accidentes. Sin embargo, una conversin accidental no cambia de por s la sustancia; puede cambiar la forma o la figura, el significado y la finalidad (transfiguracin, transignificacin, transfinalizacin). La conversin eucarstica es obviamente una conversin sui generis, en cuanto que cambia la sustancia pero permanecen los accidentes o especie. No se da en la naturaleza ninguna conversin sustancial que pueda ser puesta en la misma lnea de la conversin eucarstica, aunque no se desecha que los accidentes y especie permanezcan separados de la sustancia y se adhieran a la cantidad como sujeto de conexin. Todas estas nociones a nivel simple estn pre-contenidas en la explicacin de la definicin de Trento. Consciente de la singularidad y unicidad de la conversin eucarstica el Concilio aade dos palabras claves: mirabilis et singularis. Es admirable porque es una obra sobrenatural y divina, pertenece a las maravillas de Dios. Es singular porque es nica en su gnero, no existe otra en la naturaleza, y porque el trmino de la conversin est ya presente; existe, ya de hecho, el terminus ad quem de la conversin: Cristo. Adems, es preciso aadir tambin esta observacin: en la conversin eucarstica, se trata de una conversin entre una realidad de este mundo pan y vino y una realidad, en el fondo, humano-divina, y en la actual economa de la salvacin de una realidad gloriosa.
Substantia. Es la palabra clave que explica el tipo de conversin. Ninguna dificultad en la poca del Concilio sobre el contenido de esta palabra: la sustancia (del pan y del vino) es la realidad propia de una cosa en s misma, la que la hace igual en la naturaleza a otras de la misma composicin y aqulla que la distingue de cosas diferentes. Tambin en las cosas iguales en la naturaleza o sustancia pueden darse manifestaciones accidentales diversas (color, sabor, calidad, peso...). El pensamiento de los Padres de Trento parece moverse en una lnea fsico-metafsica, sin llegar a las distinciones, que se darn seguidamente, en torno a la naturaleza de las cosas con la fsica de Descartes y Leibniz, hasta la actual definicin de la naturaleza fsica de las cosas a partir de molculas, neutrones, protones... La conversin que se pide no es slo de la sustancia, sino de toda la sustancia. Adems, el cap. 4 afirma la conversin de la sustancia del pan y del vino en la sustancia del cuerpo y sangre. Dicho paralelismo (sustanciasustancia) es evitado en el canon. En este sentido el lenguaje bblico de las
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palabras de la institucin y el de la revelacin del pan de vida en el Evangelio de Juan es ms antropolgico y personalista que no el del Concilio.
Especies. Se trata de otra palabra clave. Durante algn tiempo en la discusin se conserv la diccin del concilio de Costanza contra las teoras de Wycliffe: manentibus accidentibus sine subiecto, pero al final la frmula fue cambiada por el actual epgrafe, en el que se habla de especies y no de accidentes. La razn alcanzada por los telogos es porque se trata de una palabra de los Padres, del Concilio (Laterano IV y Florentino) y de los Santos Doctores. Especies son las propiedades de las cosas, aqullas que las hacen accesibles a nuestros sentidos y califican y manifiestan una sustancia: cantidad, extensin, color, sabor, peso. Sustancia y especie estn siempre de por s unidas. Cambiada la sustancia, cambian las dos especies; pero un cambio lmite de las especies cambia tambin la sustancia. No es tan exacto hablar de especies como de apariencias, como si se quisiera subrayar la no existencia de las especies que seran slo apariencias.
Transubstantiatio. Palabra difcil pero expresiva. Contiene muchos esfuerzos de la Iglesia por profundizar y proponer el misterio eucarstico. En Trento es utilizada, con un poco de polmica, tambin contra Lutero que la despreciaba. Algunos Padres quisieron cambiarla en el ltimo momento por la expresin conversin sacramental. El telogo jesuita Laynez, defiende la eleccin de la palabra, con este argumento: Aunque la palabra parezca nueva, siempre se dio segn la costumbre de la Iglesia... Dicha palabra fue usada en el Lateranense IV y los mismos Santos Padres afirman con sus expresiones el mismo concepto cuando dicen que el pan cambia (transmutari) en el cuerpo de Cristo, o que el pan se convierte (fit) en cuerpo de Cristo, u otras palabras similares... De dnde viene esta palabra? Hemos visto como en la antigedad se dan palabras similares compuestas con el prefijo griego meta, y trans, que indican el modo y el nivel del cambio. Se afirma que una posible raz de la palabra puede encontrarse en la expresin del Padrenuestro segn el Evangelio de Mt 6, 11 y Lc 11, 3, donde se habla de pan epiousion suprasustancial (en latn panem supersubstantialem); expresin que los comentarios patrsticos atribuyen a la Eucarista. En Occidente dicho trmino parece surgir de nuevo en el medievo con diversas fuentes literarias o doctrinales. Para algunos el primero en usar esta terminologa es Etienne de Baug, de la escuela teolgica de Laon, en Francia, hacia el ao 1100. Para otros se trata de Hildebert de Lavardin, en el mismo siglo XII. Pero ha sido Rolando Bandinelli, futuro Alejandro III, el primero, y posteriormente Inocencio III, los que han
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divulgado esta palabra, quizs con anterioridad a una elaboracin de tipo aristotlico. En la profesin del Snodo Romano impuesta a Berengario se utilizar una terminologa muy bella, aunque no est todava en uso la palabra: panem et vinum... per mysterium sacrae orationis et verba nostri Redemptoris substantialiter converti in veram, propriam et vivificantem carnem et sanguinem... (DS 700). Posteriormente la palabra entra, como hemos visto, en los diversos concilios del siglo XIII: Lateranense IV y Lionense II. El Florentino usar de nuevo convertuntur.
Sentido de la definicin
Pertenece al contenido de la definicin, a la luz de cuanto hemos explicado, esta serie articulada de afirmaciones:
despus de la consagracin, en virtud de las palabras del Seor, no se da ya la sustancia del pan y del vino; se ha dado una conversin total de la sustancia del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo; quedan, sin embargo, y slo, las especies del pan y del vino.
La definicin del Tridentino se puede explicar a nivel simple con este razonamiento articulado: a. Segn las palabras del Seor, claramente expresadas y as comprendidas por la Iglesia con su fe, el pan no es ya pan, sino el cuerpo de Cristo; y el vino no es ya vino, sino la sangre de Cristo; b. Dado que, segn el principio de no contradiccin, una cosa no puede ser al mismo tiempo dos, una sustancia no puede ser a la vez dos sustancias y, sin embargo, para nuestros sentidos el pan y el vino permanecen tales. c. Es preciso admitir que la nica forma de salvaguardar la verdad de las palabras del Seor es nuestra experiencia y la afirmacin del cambio de la sustancia del pan y del vino y la permanencia de la especie.
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El primer principio (a) es un dato de fe; el segundo (b) es un dato de razn y de experiencia; el tercero (c) es una conclusin de fe y de lgica. A un nivel ms tcnico interviene tambin la filosofa escolstica y el sistema hilemrfico. Con ello se distinguen bien en las cosas la sustancia de los accidentes. Una tesis filosfica afirma que, para darse, de manera ordinaria, la unin entre la sustancia y los propios accidentes, no repugna a la razn que los accidentes puedan permanecer sin la propia sustancia, adhirindose a la cantidad. En este caso, la sustancia del pan y del vino cambia en otra realidad y los accidentes del pan y del vino quedan, adhirindose a su cantidad. Esta teora filosfica que era obvia al razonamiento de los telogos y de los Padres del Concilio, no est comprendida en la definicin de Trento.
Puede ser interesante sealar algunas precisiones de carcter doctrinal sobre la realidad de la conversin eucarstica, como han sido propuestas por el Magisterio posterior. En la Bula Auctorem Fidei de Po VI contra el Snodo de Pistoia 99 se reafirma la necesidad de profesar la transubstanciacin que el snodo juzgaba una cuestin meramente escolstica. Po XII en la Encclica Humani generis, afirma, contra las teoras de un opsculo annimo difundido en Roma en los aos cuarenta, que es insuficiente a la profesin de fe eucarstica la afirmacin de aqullos que reducen las especies eucarsticas a signos eficaces de la presencia espiritual de Cristo y de su ntima unin con los fieles en su Cuerpo mstico 100. El mismo Papa en su discurso de 22 de septiembre de 1956 en el Congreso de Pastoral Litrgica de Ass, condena como insuficiente la teora escolstica que reduce la relacin entre la presencia de Cristo en el cielo y la presencia eucarstica a algo llamado relacin real y esencial de contenido y de presencia que las especies eucarsticas tendran con el Seor que est en el cielo. Se trata de la confutacin de una teora que algunos atribuan a un ilustre profesor de la Gregoriana, P. Filograssi 101. Pablo VI en la Encclica Mysterium Fidei, entre otras, ofrece estas esenciales precisiones contra las teoras que se propagan, especialmente en Holanda:
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Es preciso afirmar la transustanciacin y no hablar de una simple transignificacin o transfinalizacin. Se necesita, adems, conservar el sentido propio de las definiciones dogmticas y de su terminologa. Las especies del pan y del vino, tras la consagracin, tienen un nuevo significado y un nuevo fin porque contienen una nueva realidad que llamamos ontolgica. El Papa ofrece esta explicacin de la transustanciacin en la terminologa literal latina: Conversa substantia seu natura panis et vini in corpus et sanguinem Christi, nihil panis et vini maneat, nisi solae especies, sub quibus totus et integer Christus adest in sua physica realitate, etiam corporaliter praesens, licet non eodem modo quo corpora adsunt in loco (DS 4413).
Se afirma, pues, un cambio de la sustancia o naturaleza y se afirma la realidad ontolgica y la presencia fsica de Cristo, incluso si es diferente el modo de presencia, en cuanto no se trata de una presencia local. Posteriormente en el Credo del Pueblo de Dios, de 1968, se precisa el sentido de las especies eucarsticas que quedan: manentibus dumtaxat panis et vini proprietatibus, quas nostris sensibus percipimus: quedan slo las propiedades del pan y del vino que nosotros percibimos con nuestros sentidos. Estas propuestas y precisiones del Magisterio son suficientes, no para comprender el misterio, que supera nuestras capacidades, sino para discernir la formulacin teolgica ms adecuada, con la cual el Magisterio une indisolublemente el dogma de la presencia real y el dogma de la transustanciacin. El Catecismo de la Iglesia Catlica (nn. 1373-1381) se limita a recoger la doctrina clsica del Magisterio tridentino y de los ltimos Pontfices. Con una nota caracterstica dedicada a la necesidad de reafirmar el culto de la Eucarista en nuestro mundo (nn. 1378-1381) 102.
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Los captulos 5 y 6, y los respectivos cnones 3 y 4 contienen algunos corolarios sobre la presencia eucarstica que son de la mxima importancia:
1. El captulo 5 defiende, con palabras de gran fe y piedad, la verdad de la permanencia de la presencia real, ms all de la misa, y la legitimidad del culto de adoracin hacia la Eucarista, fuera de la misa, especialmente en la fiesta del Corpus, con sentido de fe y de gratitud hacia el sacramento que celebra la victoria y el triunfo de Cristo sobre la muerte. 2. El captulo 6 confirma la costumbre de conservar el santsimo sacramento en las iglesias para la comunin de los enfermos. 3. El canon 3 afirma la presencia de Cristo, enteramente, en cada una de las dos especies y tambin en sus partes, en caso de que fueran divididas. 4. El canon 4 confiesa la permanencia de la presencia real despus de la consagracin, tambin despus de la comunin, y antes y despus (no slo en in usu), en las partculas que sobran y que se conservan tras la comunin.
La fe en la presencia eucarstica y la legitimidad del culto eucarstico han sido siempre reafirmadas por la Iglesia, tambin en recientes Documentos del Magisterio como la Encclica Mediator Dei de Po XII, Mysterium Fidei de Pablo VI, la carta Dominicae Coenae de Juan Pablo II y la instruccin Eucharisticum mysterium.
Algunos apuntes
1. La presencia del totus Christus en cada una de las especies es un dogma de fe que brota tambin de la naturaleza misma del Cristo glorioso que no se puede dividir. En la afirmacin quizs hay algo de polmica contra los husitas, defensores a ultranza de la comunin bajo las dos especies, como si con una sola no se diera una comunin en el totus Christus.
2. La presencia del totus Christus tambin en las partculas singulares y sus divisiones, e incluso en una parte del vino consagrado en el cliz, es una verdad de fe. La presencia gloriosa del Seor no se divide. La antigedad cristiana ha conservado la fe en la presencia de Cristo en los fragmentos eucarsticos. En la secuencia del Corpus, Toms cant este misterio: Se recibe
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ntegro, sin que se le quebrante ni divida; recbese todo entero. Recbelo uno, recbenlo mil; y aqul lo toma tanto como stos, pues no se consume al ser tomado... Cuando se divide el sacramento, no vaciles, sino recuerda: Cristo tan entero est en cada parte, cuanto antes en el todo. Se divide slo el signo no se toca la sustancia; nada es disminuido de su persona...
3. El misterio ms grande de la Eucarista no es slo la presencia eucarstica, sino la admirable multipresencia del nico Cristo en todas las Eucaristas de la tierra.
4. La permanencia de la presencia Eucarstica despus de la misa y la comunin es ampliamente testimoniada por la tradicin, por la comunin de los enfermos, los mrtires, los impedidos; la Eucarista era llevada a casa, para la comunin eucarstica intrasemanal, segn el testimonio de la Tradicin Apostlica (nn. 37-38). La Iglesia de Oriente, por no haber conocido un culto eucarstico como el desarrollado en Occidente a partir del medievo, conoce la conservacin del sacramento para los enfermos y celebra la liturgia de los presantificados con la comunin eucarstica y en dicha ocasin hace su adoracin al misterio de la presencia del Seor.
5. La misma estructura sacramental de la Eucarista requiere esta presencia permanente del Seor. Y la permanencia de las especies se considera que dura hasta que dura la estructura sacramental del signo del pan y del vino, incluso en partes mnimas. De todos modos, en cada caso es necesario el mximo respeto por los fragmentos de la hostia consagrada y del vino.
Hemos expuesto y explicado los contenidos esenciales de la fe catlica sobre la presencia real y la transustanciacin, como se han propuesto autorizadamente por el Magisterio de la Iglesia. En la teologa eucarstica, ms all de cuestiones dogmticas se dan tambin las legtimas investigaciones teolgicas, abandonadas a la libre discusin de los telogos, con tal que respeten la verdad del dogma. Queremos aqu, de manera sucinta y sobria, sealar algunos puntos de la teologa eucarstica para ilustrar tambin el status quaestionis de alguna doctrina y controversias recientes.
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El estudio de la presencia de Cristo en la Eucarista ha tenido en nuestros das un notable enriquecimiento por parte de la Biblia, la tradicin patrstica y la liturgia. No entendemos tratar aqu de manera exhaustiva el tema, sin considerar algunos elementos propios de la presencia eucarstica.
El marco teolgico-celebrativo
La presencia del Seor en la Eucarista debe ser estudiada en su mbito propio que es el del memorial y el de la comunin eucarstica. Presencia y memorial se exigen recprocamente, de otra manera se tendra slo una celebracin puramente simblica. Pablo VI en la Mysterium Fidei encuadra el tema de la presencia en el mbito del sacrificio y del memorial. Recordamos tambin las palabras de Max Thurian, ya citadas a propsito del memorial, sobre la exigencia intrnseca de la presencia verdadera, real y sustancial del Seor a fin de que el memorial no se reduzca a un simple juego de palabras. Presencia y comunin se reclaman mutuamente. Si no hay donacin de la realidad del cuerpo y de la sangre del Seor, no hay una koinonoia y se banaliza todo el alcance de las palabras del Seor. Contra el espiritualismo de Calvino, un reformado como Von Allmen no vacila en afirmar: Si la Cena comunica a Cristo con la Iglesia, es preciso que estn realmente presentes el uno y la otra, de otra manera su comunin es imposible. Indirectamente significa que ya que el Nuevo Testamento conoce tan profundamente el tema de la comunin eucarstica, por el testimonio apostlico, la presencia real de Cristo en el momento de la Cena es tan evidente como la presencia real de la Iglesia que la celebra 103.
La teologa del Vaticano II (SC 7), corroborada por la Mysterium Fidei, ha redescubierto la mltiple presencia de Cristo en la Iglesia y en la liturgia. No para oscurecer la presencia eucarstica, sino para ponerla ms de relieve como momento culminante de la presencia sacramental de Cristo en la Iglesia.
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Notemos que la presencia eucarstica hace uso, a partir de la nocin misma de presencia, de la riqueza antropolgica del trmino. Que Cristo est presente quiere decir: est all, abierto al don y a la comunicacin. El Yo soy (Eg eim) de la presencia eucarstica, encarna lo de YHWH, lo del Verbo que ha puesto su tienda en medio de nosotros, y lo de la presencia del Resucitado en su Iglesia en una constante parousa es decir, presencia. Los textos del Vaticano II subrayan el carcter personalista de la presencia de Cristo. A menudo utilizan la terminologa Cristo Verbo Encarnado que ha muerto y ha sido glorificado para sacar a la luz el personalismo y la riqueza de sus misterios 104. El Cristo de la Eucarista lleva consigo la acumulacin de todos sus misterios salvficos, vividos en su carne y presentes en su humanidad glorificada. Su presencia eucarstica, como la celeste, es al mismo tiempo divina, encarnada, victimal, viviente, gloriosa... Los diversos modos de la presencia de Cristo en la asamblea, en la palabra, en la plegaria y en el sacramento, son verdaderos y reales. Pero alcanzan su vrtice en la presencia real eucarstica que comprende todos estos modos de presencia y aade algo especfico y culminante. La Eucarista supone la presencia de Cristo en la asamblea, en la palabra eucarstica, en la plegaria eucarstica, en la accin sacramental eucarstica de ofrenda sacrificial y de donacin salvfica en el alimento y bebida; pero ella es la presencia de toda la persona de Cristo en su unanimidad gloriosa, pero como realidad sustancial, que asume, cambindolas, el pan y el vino, para ser la mxima penetracin ontolgica de su presencia en este mundo. La presencia de Cristo, sin embargo, es sacramental; se nos da a travs de la mediacin del pan y del vino, signos que revelan su persona, a fin de que objetivamente, segn nuestra naturaleza humana, podamos ver, gustar, sentir y saborear su presencia de modo humano, a travs de las especies sacramentales ampliamente significantes, su misterio de vida y de donacin sacrificial. Es necesario valorar todo el sentido simblico del pan y del vino, como ha sido ampliamente recordado.
sta es la perspectiva del concilio de Trento y del Vaticano II. La mejor investigacin sobre tema la encontramos en el libro de F.X. Durwell 105. He aqu algunas indicaciones teolgicas del benemrito estudioso del misterio pascual.
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La clave de comprensin de la Eucarista en toda su riqueza no puede ser ms que el misterio pascual: se excluyen otros puntos de partida y otras claves de lectura que no ofrecen todas las garantas.
El misterio pascual es la realidad nica, viva y actual de Cristo. El modo de estar presente en su Iglesia. El misterio pascual es misterio parusaco, de presencia, aparicin, comunicacin y comunin personal y vital. Es el misterio definitivo, que viene de su situacin definitiva, escatolgica y se nos ofrece. Es siempre una presencia pero a travs del signo, que se ofrece en el misterio pascual: el cuerpo entregado y la sangre derramada, pero ya en su realidad gloriosa y pneumtica, colmados de Espritu Santo.
Somos, pues, invitados a ver en el misterio eucarstico su realidad, no del terminus a quo (el pan y el vino, la posibilidad terrena de un cambio, las formulaciones filosficas) sino del terminus ad quem de la conversin sacramental, es decir del Cristo de la gloria, el nico realmente existente y el nico que en la plenitud de su Pascua es aqul que era, que es y que viene, el Viviente, el Alfa y la Omega. Es desde la contemplacin de este Cristo Seor que estamos llamados a comprender y vivir el misterio eucarstico en todos sus componentes: presencia, sacrificio, comunin. Slo a partir de este Cristo pascual, se entrev la posibilidad efectiva de la totalidad de su presencia, de la posibilidad de hacerse presente en todas partes, del efectivo poder de cambiar el pan y el vino en su cuerpo y sangre gloriosos, de dar en el sacramentosacrificio-banquete la plenitud de su comunicacin salvfica. La presencia de Cristo en la Eucarista, como se explicar mejor, en el captulo tercero, es salvfica, es comunicacin de salvacin. Tal es el sentido de las palabras y de las frmulas preparatorias a la comunin. En el rito romano: El cuerpo... La sangre de Cristo guarde mi alma para la vida eterna. En el rito hispano-mozrabe: El cuerpo de Cristo sea tu salvacin... La sangre de Cristo est contigo como verdadera redencin. La frmula bizantina: Se te comunica, siervo de Dios, el venerado y santsimo Cuerpo y sangre del Seor y Dios Salvador Jesucristo, en remisin de tus pecados y para la vida eterna. Amn.
Bibliografa: K. RAHNER, La presenza del Signore nella comunit di culto, en Nuovi Saggi, Ed. Paoline, Roma 1969, pp. 479-494. ptima sntesis teolgica sobre la relacin entre presencia eucarstica y otros modos de presencia.
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2. La transustanciacin
Despus de haber expuesto la doctrina de la Iglesia sobre la conversin sacramental, debemos hacer ahora algunas ampliaciones y ofrecer algunas informaciones sobre el debate teolgico moderno en torno a este dogma. Recordemos que toda la fuerza de la definicin de la Iglesia parte del dato de fe, es decir, de la verdad de las palabras de Cristo y del poder de su voluntad que puede hacer y hace del pan y del vino su cuerpo y su sangre. Toda teora que no respete este cambio real reduce la Eucarista a una presencia puramente simblica. Pertenece tambin a la definicin, la permanencia de la especie o propiedad del pan y del vino; ellos son el modo, el vehculo con el que Cristo nos da, de manera sensible y humana su presencia sacramental. No son, pues, rectas las explicaciones que reducen las especies a simples apariencias; ni se puede admitir, la sentencia de algunos autores ortodoxos, como S. Bulgakov, que habla de una transformacin total, tambin de los accidentes. En dicho caso Dios nos hara ver, gustar, tocar las especies que en realidad no lo seran ya. Una posicin que ya haba sido defendida por Descartes. A lo largo de la historia de la Iglesia, a partir del medievo, se han dado diversas interpretaciones de la transustanciacin. Clara y clsica es la doctrina de santo Toms que ya en su poca rebati algunas teoras contemporneas no del todo conformes a la fe. Nos remitimos, por lo tanto, a la S. Theologiae III, qq. 75-77, aunque algunas cosas son demasiado minuciosas, especialmente en el q. 77. Es, sobretodo, a partir del concilio de Trento cuando emergen en la Iglesia diversas teoras que tratan de ir ms all de la definicin conciliar, para ofrecer una vlida y ulterior explicacin filosfico-teolgica que, con frecuencia, se revela ms bien inexacta. Los telogos ortodoxos, en general, excepto alguno que ha buscado el camino de la explicacin de una presencia total y de una transformacin total, rechazan adentrarse en el campo de la especulacin y siguen respetuosos del misterio.
Aplicaciones metafsicas
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La teora de la anihilatio. La sustancia del pan y del vino deja de ser porque Dios la aniquila, y la sustituye por el cuerpo de Cristo. Es la sentencia medieval, ya rechazada por santo Toms, S. Th., q. 75, a. 3. La teora de la reproduccin. Segn F. Surez, en la conversin eucarstica se da una especie de reproduccin del Cuerpo de Cristo; esto se da mediante una accin de Dios que es casi-creativa, aunque no propiamente tal, porque el cuerpo de Cristo es pre-existente. Una teora similar es propuesta por el cardenal Lugo. La teora de la adductio. Segn R. Bellarmino, no se trata ni de un aniquilamiento ni de una reproduccin, sino de una venida o adductio del cuerpo de Cristo que est en el cielo en las especies eucarsticas, pero sin movimiento local.
Teora de la simple conversin. Expuesta por santo Toms en la q. 75, a. 4 es la ms sobria y es propuesta, generalmente, por los autores escolsticos y neoescolsticos modernos; est prcticamente subtendida en las definiciones del Magisterio: se trata de una simple accin divina que convierte toda la entidad del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Objeto de esta conversin es la sustancia del pan y del vino; no se da aniquilamiento, sino conversin de una sustancia en la otra; el cuerpo de Cristo y su sangre ya preexisten, porque se trata de su presencia gloriosa; las especies sacramentales tienen una relacin real con el cuerpo y sangre en cuanto que los contienen (realis habitado continendi corpus Christi).
Apenas iniciado el viraje cientfico en la filosofa, los pensadores cristianos se sintieron en el deber de aplicar a la conversin eucarstica las
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nuevas explicaciones cientficas, porque tenan miedo que una crisis del sistema hilemrfico pudiese acarrear consecuencias desastrosas para la fe y la teologa eucarstica. As, las nuevas definiciones o explicaciones de la sustancia eran traducidas en nuevas explicaciones de la transustanciacin. En realidad estas sentencias se han demostrado ms peligrosas que la sobria explicacin filosfico-teolgica.
Descartes piensa que la esencia de las cosas consiste en su extensin. No acepta, pues, la explicacin escolstica y considera que en la conversin eucarstica cambia tambin la extensin de las especies que, sin embargo, son mantenidas por el poder de Dios en suspenso, para hacernos ver y sentir lo que en realidad ya no es. Las partculas del pan y del vino se unen con el alma de Cristo en una especie de empanacin o a la manera de una unin hiposttica de Cristo con el pan.
Leibniz distingue entre la sustancia de las cosas que es un complejo de mnadas y su manifestacin fenomnica: extensin, impenetrabilidad... que derivan de las formas derivadas de las mnadas. En la Eucarista las mnadas del pan y del vino cambian en las mnadas del cuerpo y sangre de Cristo, mientras permanecen los efectos fenomnicos derivados del pan y del vino.
Similares tendencias se han manifestado en nuestro siglo. Era lgico con algunos autores preguntarse si obviamente, dado que la sustancia de las cosas est formada por tomos, molculas, electrones, no se tuviese que traducir en trminos fsicos tambin la transustanciacin. O, incluso, como hizo un cierto L. Beaudiment o el dominicano A.H. Maltha, si no era justo preguntarse, dado que en una hostia hay tantas sustancias como complejos moleculares, si en la hostia consagrada hay tantas presencias y se dan tantas transustanciaciones cuantas son las sustancias fsicas. La cuestin fue propuesta de nuevo vistosamente en la teologa romana del jesuita F. Selvaggi, en la revista Gregorianum y mereci una respuesta del telogo milans C. Colombo que suscit un notable consenso y dio a la cuestin un viraje para resituarla en su verdadero marco teolgico y metafsico.
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Mientras florecan las explicaciones fsicas, aparecan, por reaccin, las teoras simblicas de la presencia y de la transustanciacin. Vinieron a proponerse en un opsculo annimo La prsence relle (atribuido al francs Y. de Montcheuil, representante de la nouvelle thologie) que prcticamente reduca la presencia a un puro simbolismo del cuerpo y de la sangre del Seor. Posteriormente, llegaron las diferentes teoras que han interpretado la presencia real a partir de la filosofa fenomenolgica y existencialista. El ncleo central de estas teoras est en la determinacin de las cosas y de su sustancia, por tanto su verdadero ser, no est tanto en su realidad fsica o metafsica (en s), sino en su relacin con la persona (para nosotros); es la persona la que da el sentido a las cosas; ellas son tales por su significado y por su destino, por su objeto y finalidad. Las cosas son despus el vehculo de la comunicacin interpersonal. En el don de la taza de t de mi ta, se dijo entonces en un clebre ejemplo, est todo el amor y el don de mi ta, como en la Eucarista est el don del Seor. Muchas han sido las investigaciones sobre estas teoras. Desde el punto de vita antropolgico, catequtico y bblico, infelices han sido tambin los ejemplos propuestos. A primera vista podemos decir que es desde estas premisas desde donde se acuan las palabras transignificacin y transfinalizacin, como sustitutivas de la transustanciacin. Pensemos en un conocido ejemplo: un pedazo de tela (en s) se convierte en una bandera que representa la patria (para nosotros). La aplicacin hecha al misterio eucarstico ha sido propuesta as: las cosas son lo que son para el hombre, su entidad est no en su composicin fsico-qumica, sino en su sentido y en su finalidad. Ahora bien, lo importante en la Eucarista no es su composicin fsico-qumica o su entidad metafsica, sino su sentido, que cambia y su finalidad que muta. Es alimento y bebida espiritual, signo del don espiritual de Cristo a nosotros. Por tanto, la conversin eucarstica se puede considerar como una transignificacin y una transfinalizacin, un cambio de significado y de finalidad. Hemos visto como Pablo VI rechaza dichas teoras. Y esto con toda la razn del mundo. Si el cambio concierne slo al sentido y al fin de la Eucarista, se trata entonces, no de un cambio real, sustancial en s, sino de un cambio slo accidental y puramente subjetivo. Algo que el hombre podra hacer, una mera proyeccin de sentido y de finalidad, pero no es un cambio real y sustancial. Algunos autores han querido investigar la cuestin observando que, si las cosas tienen su significado y su finalidad, en una dependencia trascendental de Dios Creador, entonces dicho sentido y finalidad trascendental depende tambin de su naturaleza. Lo que se da es, por lo tanto, un cambio de sentido y de finalidad para nosotros, a partir de su relacin trascendente con Dios, como ocurre en la Eucarista; el cambio de sentido y de finalidad depende
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del cambio de la realidad ontolgica. No se puede admitir como explicacin total la transignificacin o la transfinalizacin, si no en cuanto exigen un cambio sustancial, una transustanciacin.
Perspectiva teolgica
Las diversas teoras sobre la transustanciacin han puesto de relieve la fuerza expresiva del trmino, la sabidura de la formulacin dogmtica del Tridentino que ha podido salvaguardar la fe y la expresin de la fe de la Iglesia en la Eucarista, contra las explicaciones insuficientes o irreconciliables con el dogma. Tambin en su expresividad, el trmino y su explicacin quedan encuadrados en la justa perspectiva teolgica y en su comprensin mistrica, a la luz de la analoga de la fe. La transustanciacin, por lo tanto, debe ser comprendida en este alto contexto de la fe y de la teologa, sin reducirla al campo meramente filosfico, simblico, fsico, qumico, manteniendo tambin el sentido de misterio que envuelve el trmino y el profundo sentido de la accin de Dios. Es preciso, por lo tanto, volver a la teologa de los Padres, teniendo presente tambin la especulacin racional. He aqu algunas consideraciones que me parecen pertinentes para una ulterior investigacin teolgica, respetuosa con el Magisterio de la Iglesia y con los datos de la fe.
1. La palabra transustanciacin y su definicin dogmtica son la expresin clara y simple del cambio que se da en la Eucarista a nivel de realidad ontolgica, con la necesaria permanencia de las especies o propiedad del pan y del vino. Es la exigencia de la verdad de las palabras de Cristo. Dicho cambio de la sustancia indica la accin profunda y divina sobre el ser de las cosas, exclusiva, por lo tanto, de Dios.
2. El concepto de transustanciacin, sin embargo, es analgico respecto a otras formas de conversin sustancial, al menos por tres razones: es el nico caso en la naturaleza, en el que una conversin sustancial no comporta una conversin de las especies o accidentes; el terminus ad quem de la conversin ya preexiste; por lo tanto, no es producido por el cambio mismo;
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el terminus ad quem de la conversin sustancial sacramental no es del mismo orden natural, en cuanto que se trata del totus Christus.
3. Dicha analoga est patente en la necesidad de establecer la simetra de la conversin: Decir que cambia slo la sustancia del pan slo en la sustancia del Cuerpo y de la sangre de Cristo o en la sustancia del totus Christi, parece demasiado poco, por el realismo con el que se afirma la presencia del Seor en la Eucarista. Pablo VI afirma que Cristo est presente en su realidad fsica, aunque se trata de la conversin de la sustancia o naturaleza del pan. Afirmar que cambia toda la sustancia fsica del pan y del vino, parece requerir tambin el cambio de los componentes fsico-qumicos de las propiedades del pan y del vino y, por lo tanto, la conversin en la sustancia fsico-qumica de Cristo. Y tambin esto es demasiado, porque no se respeta el dogma que afirma la real permanencia de las especies y parece un poco exagerado traducir en trminos fsico-qumicos la naturaleza del Cristo Resucitado.
4. La transustanciacin, por lo tanto, manteniendo la profundidad de su significado original, debe ser vista, adems, a la luz de algunos misterios que estn implicados en la Eucarista misma: Es a partir del Cristo glorioso y resucitado, Seor de todo lo creado en el cual han sido hechas todas las cosas y en el cual se asientan todas las cosas, que es preciso comprender el misterio de la presencia y de la transformacin del pan y del vino. Es la perspectiva del Seoro de Cristo y de su dimensin pascual, escatolgica, cuya entidad, aunque se escapa, sabemos que no est limitada por el tiempo y por el espacio; l tiene el poder de someter todas las cosas. Es a la luz del misterio del Espritu Santo, creador, santificador y recreador, de su poder de transformar las cosas y cambiarlas en realidades sobrenaturales que contemplamos la Eucarista, la presencia y la conversin actuada durante la celebracin. sta, mi opinin personal, opinin teolgica y opcin teolgica est confiada a la reflexin racional y de fe, sin ninguna pretensin, pero para mantener, en su riqueza misteriosa y expresiva, el dogma de la transustanciacin, al amparo de teoras fsicas, metafsicas y simblicas que no dan razn de las implicaciones del misterio, como ha sido expresado por el Magisterio de la Iglesia.
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Bibliografa: Sobre este tema cfr. los estudios ya citados, de modo especial mi estudio: Transustanciacin... donde se encuentra una sntesis documentada de las discusiones modernas.
El dogma de la presencia eucarstica del Seor en la Eucarista es el fundamento inquebrantable de la legitimidad del culto eucarstico fuera de la misa, segn la doctrina del concilio de Trento, como hemos visto. El principio es claro. Si el Seor est presente en la Eucarista, puede y debe ser adorado. Dicha doctrina ha sido constantemente afirmada por la Iglesia, a pesar de la negacin de los protestantes. Tambin las Iglesias ortodoxas, a pesar de no tener un culto eucarstico como el de las iglesias de Occidente, profesan la misma fe y manifiestan la misma adoracin hacia la Eucarista en la reserva eucarstica para los enfermos y en la liturgia de los presantificados.
1. Desde el punto de vista histrico el desarrollo especial del culto eucarstico fuera de la misa, ms all de la reserva y la comunin de los enfermos, se desarrolla en el medievo, como reaccin a la negacin de la presencia real por parte de Berengario de Tours. Dicha devocin est ligada tambin a la devocin a la humanidad de Cristo, al deseo de ver la hostia y al fervor por los milagros eucarsticos. Incluso cuando alguna vez este culto se ha desarrollado sin un verdadero sentido de la globalidad de la Eucarista, abandonando la participacin en el sacrificio y en la comunin, ha desarrollado una serie de formas populares que han hecho una fuerte presin en el pueblo: adoracin prolongada, procesiones, visitas al Santsimo y adoracin nocturna.
2. Desde el punto de vista pastoral con la reforma litrgica se ha restablecido un cierto orden en la jerarqua de valores entre celebracin eucarstica, participacin del pueblo en la comunin y adoracin. Aunque el Concilio no ha hablado prcticamente de este aspecto de la adoracin (slo algunos indicios en la PO 5), la Instruccin Eucharisticum Mysterium, ha restablecido tambin el orden y el equilibrio doctrinal. A nivel pastoral est claro que la adoracin del Santsimo Sacramento ha perdido muchas de las manifestaciones de otros tiempos, al menos a nivel cuantitativo, ya que el tiempo reservado ordinariamente a la adoracin es ahora ocupado por las misas vespertinas.
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Pero una pastoral bien enfocada no debe abandonar esta dimensin de culto, de fe y de espiritualidad eucarstica, como expresin que se relaciona con la comunin eucarstica y prepara a ella de nuevo. Juan Pablo II ha querido revalorizar el culto eucarstico, despus de una cierta crisis, con la carta Dominicae Coenae, y con las recomendaciones de la Congregacin para el Culto Divino Inaestimabile donum, nn. 20-27.
3. Litrgicamente el culto al Santsimo est regulado por el apropiado Rito de la comunin fuera de la misa y culto eucarstico, Roma 1979, aprobado oficialmente en la edicin tpica latina en 1973. En las Premisas y en los ritos tenemos las normas que hacen referencia a la celebracin de los actos litrgicos correspondientes: bendicin eucarstica y procesin con el Santsimo. En la estructura celebrativa se prevn los momentos de canto, de silencio, de escucha de la palabra, de plegaria y de adoracin. La adoracin puede estar integrada tambin en una celebracin de la liturgia de las horas. Las procesiones con el Santsimo hoy, cuando se celebran como autntica manifestacin de fe y con la debida participacin, expresan el sentido profundo de la Iglesia, pueblo en camino, guiada y sostenida por la presencia de su Seor por los caminos del mundo.
4. Muchos son los motivos teolgicos que pueden ayudar a redescubrir y desvelar el sentido de la adoracin eucarstica. Fundamentalmente son los de la presencia del Seor, del respeto que ya en la antigedad se daba hacia los fragmentos de la Eucarista, la fe del Pueblo de Dios, los frutos de santidad... La conciencia de la presencia del Seor, revelada por la exgesis bblica y por la teologa actual, hace del tabernculo de nuestras iglesias y capillas, el lugar de la presencia de Cristo en medio de su Iglesia, ms all de la celebracin. De un renovado amor por la Palabra, no puede dejar de brotar un amor profundo a la Palabra hecha carne que mora en medio de nosotros.
5. Las actitudes espirituales que deben prevalecer en la adoracin del Santsimo Sacramento, segn las bellas recomendaciones expresadas por la Iglesia en la Eucharisticum Mysterium nn. 49-60, deben estar en sintona con el misterio mismo de la presencia, que viene del sacrificio y lleva a la comunin. Una espiritualidad que debe inspirarse en la plegaria eucarstica (alabanza, epiclesis, ofrenda, intercesin) y que se expresa en adoracin, coloquio familiar, comunin espiritual. Las formas de la adoracin pueden ser las ms simples, como la plegaria silenciosa y la ms solemne, al igual que la procesin con el Santsimo. Se debe garantizar, sin embargo, siempre una digna celebracin y participacin del pueblo.
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6. A nivel ecumnico, incluso quedando un elemento de polmica por parte de los protestantes, la veneracin del Santsimo Sacramento constituye uno de los tesoros de la piedad de la Iglesia catlica que alguna vez ha suscitado un poco de nostalgia eucarstica en algunos hermanos protestantes. En el diario del Prior de Taiz, R. Schutz, se lee: Estos das me recojo, a menudo, en oracin en la pequea iglesia romana, ante el tabernculo. Este lugar est habitado. La fe de la Iglesia catlica lo testimonia ya desde los primeros siglos. Por qu no me recojo ante la reserva del pan eucarstico que conservamos sobre un pequeo altar, una vez acabada la misa aqu en Taiz? Ser porque la fe de nuestras iglesias de origen no est confirmada por los siglos (24.05.1969). El mismo BEM en el n. 32 hace una alusin respetuosa.
7. La comunin fuera de la Misa. El modo ordinario de participar en la Eucarista es obviamente la celebracin de la Misa con la comunin eucarstica. Sin embargo, se pueden dar circunstancias en las cuales la comunin puede ser recibida fuera de la celebracin. Un caso, por ejemplo, puede ser el de la comunin recibida en el marco de una celebracin de la Palabra, a falta de sacerdote para celebrar la Eucarista, presidida, segn las leyes de la Iglesia, por un laico (catequista, religioso o religiosa) o por un dicono. El otro caso puede ser el de la comunin fuera de la Misa por una causa razonable, tanto si se trata de un enfermo, como si se trata de una persona impedida para asistir a la celebracin eucarstica. La Iglesia quiere que en todos los casos se observen los ritos prescritos para favorecer la dignidad y el sentido pleno de esta participacin en la Eucarista que es siempre comunin en el cuerpo de Cristo y en su sacrificio. Ministro ordinario de la comunin eucarstica es el sacerdote o el dicono. Otras personas, con la debida preparacin y misin por parte de la Iglesia, pueden ser ministros extraordinarios de la Eucarista 106.
8. El vitico o comunin eucarstica para los enfermos. Es la ltima Eucarista del cristiano. Puede ser recibida, juntamente, con la uncin de los enfermos y eventualmente durante la celebracin de todo el rito eucarstico en la estancia del enfermo, segn las prescripciones de la Iglesia. La unin con Cristo y su sacrificio reviste, en este caso, un significado especial, ya que la enfermedad y la cercana de la muerte son vividas a la luz del misterio pascual. Cristo, tomando posesin, mediante la comunin, de sus fieles los ayuda a vivir con l el paso hacia la vida eterna, con la ventaja del Cuerpo mstico y con la esperanza de la resurreccin final 107.
Bibliografa:
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Il culto eucaristico fuori della Messa, en Rivista liturgica 67 (1980) n. 1, monogrfico. El culto eucarstico, Cuadernos Phase n. 23, 1992. J. M. CANALS, El culto a la Eucarista, Centre de Pastoral liturgica, Barcelona, 1996.
CAPTULO TERCERO LA EUCARISTA, BANQUETE SACRIFICIAL. COMUNIN CON CRISTO Y CON LOS HERMANOS EN LA IGLESIA
Sumario: 1. Panorama investigaciones intercomunin. histrico. 2. Enseanzas del Magisterio. 3. Algunas teolgicas. Apndice: Eucarista: dilogos ecumnicos e
Bibliografa: Es clsica la obra de H. DE LUBAC, Corpus Mysticum. Leucaristia e la Chiesa nel medievo, Jaca Book, Miln 1982. Del mismo autor es justo recordar las pginas centrales sobre la Eucarista y la Iglesia de su conocido libro Meditazione sulla Chiesa Ed. Paoline, Miln 1955, pp. 176-196. M. GESTEIRA GARZA, La eucarista, misterio de comunin, Salamanca, Sgueme, 19922. AA.VV. Eucaristia e Chiesa. Atti della Settimana Teologica, en Bollettino della diocesi di Verona 70 (1983), nmero monogrfico sobre el tema con varios estudios que se citarn: I.BIFFI, Eucaristia e Chiesa nel medievo e nel concilio di Trento, en Eucaristia e Chiesa, o.c., pp. 501-513. Para una visin del tema en la teologa del Vaticano II y en la actual reflexin cfr. los estudios de
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E. RUFFINI, Eucaristia e Chiesa nel Vaticano II, en Eucaristia e Chiesa, o.c., pp. 515-529. G. COLOMBO, Eucaristia e Chiesa nella riflessione sistematica, ibid, pp. 557574. B. FORTE, La Chiesa nellEucaristia, DAuria, Npoles 1975. J.M.R. TILLARD, Chair de lEglise, chair du Christ. Aux sources de lecclesiologie de communion, Pars, Cerf, 1992; versin espaola. Salamanca, Sgueme 1995. En la misma lnea teolgica se inserta el primer documento de dilogo oficial catlico-ortodoxo, suscrito en Mnaco en 1982: Il mistero della Chiesa e dellEucaristia alla luce del mistero della Santissima Trinit.
PREMISA La Eucarista, presencia de Cristo y memorial de su sacrificio, est esencialmente ordenada a la comunin; ella misma es banquete de comunin y es precisamente en la comunin eucarstica donde se da la comunin en el sacrificio de Cristo y en su Persona. De este modo, l nos pone en relacin con el Padre y con el Espritu; es, a travs de la comunin eucarstica como se realiza el fin mismo de la Eucarista: hacer la Iglesia, realizar la comunin con la Trinidad y la humanidad y cumplir el misterio de aquella unidad que es la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Est claro que pueden darse diversos modos de participar en la Eucarista y que la eficacia del sacrificio eucarstico alcanza a aqullos que no comulgan; tambin es verdad que hay modos de estar en contacto con Cristo presente en la Eucarista a travs de la adoracin y el culto del Santsimo Sacramento; pero, debemos decirlo, incluso para corregir cierto minimalismo eucarstico que se ha introducido en la visin de la Eucarista: el misterio eucarstico que expresa y realiza la comunin con Cristo y entre nosotros requiere la participacin digna y comprometida de los fieles en el banquete eucarstico. Sobre este tema, aunque se han dado perodos de alejamiento por parte de los cristianos de la comunin eucarstica, no se han dado controversias ni herejas y no se puede apelar a un Magisterio de la Iglesia articulado, como el que poseemos sobre el sacrificio y sobre la presencia. La falta de problemas de tipo especulativo no disminuye la importancia vital de este aspecto de la comunin que por el contrario, como se ver enseguida, constituye el punto nodal de la reflexin eucarstica de hoy, el empeo ms sentido de la Iglesia que quiere vivir segn la lgica de la comunin eucarstica con todas las consecuencias, incluso sociales. Y aqu se sita tambin la
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espiritualidad y la mstica de la Eucarista hoy, en torno al sacrificio de Cristo y a la comunin con l, a fin de que se realice el misterio de la Iglesia-Eucarista: muchos un solo cuerpo (Rm 12, 5; 1 Co 10, 17). En torno a este aspecto de la Eucarista tendremos ocasin de aprehender los puntos ms actuales de la teologa y de la espiritualidad eucarstica, en plena sintona con el Magisterio.
1. PANORAMA HISTRICO
La relacin entre la Eucarista y la Iglesia que se da mediante la celebracin de la fraccin del pan y la comunin eucarstica, est ya bien presente en la misma institucin de la Eucarista, como Cena comunitaria en la cual Jess realiza la comunin con los suyos en el momento de su Pasin, a travs de su cuerpo y su sangre ofrecidos como alimento y bebida. Desde la perspectiva de Juan, tanto la Cena como la cruz tienen esta dimensin de unidad, de reunin de los hijos de Dios dispersos; el servicio, la caridad, la plegaria por la unidad son el ambiente natural y la exigencia normal de la Eucarista que Jess instituye y manda repetir en su memoria. La doctrina de los Apstoles vincula conjuntamente la celebracin de la fraccin del pan a la realidad de la comunidad cristiana y a sus empeos de comunin hasta el compartir los bienes. Pero es, sobretodo, Pablo quien en 1 Co 10, 16-17 afirma la identificacin Eucarista-Iglesia para extraer en 1 Co 11, 17-34 las consecuencias de la que es una verdadera celebracin comunitaria de la Cena del Seor, sacramento de su donacin total a la Iglesia. En Pablo, pues, el tema de la comunin personal y comunitaria en el cuerpo y la sangre de Cristo propone esta triple identificacin entre la Iglesia y la Eucarista: 1) a nivel de lenguaje: tanto la Iglesia como la Eucarista son cuerpo (soma) del Seor; 2) a nivel de simbolismo eficaz: la unidad del pan y del cliz sugiere el simbolismo del nico Cuerpo y del nico Espritu en la Iglesia; 3) finalmente, en la profunda realidad: la Iglesia es Cuerpo de Cristo porque se nutre del cuerpo de Cristo que es la Eucarista. Tenemos ya aqu la fecunda idea desarrollada por los Padres: la Eucarista hace la Iglesia; la Iglesia hace la Eucarista. Una frase que es justa con tal que sea comprendida de este modo: Cristo dndose a la Iglesia en la Eucarista la convierte en su Cuerpo; Cristo, presente en la Iglesia, dndose en la Eucarista, la celebra y la da a los suyos. La estructura profunda de estas identificaciones muestra a la Iglesia como aquel Cuerpo mstico y al mismo tiempo real que el Cristo de la gloria tiene sobre la tierra; y presenta a la Eucarista como aquel cuerpo misterioso (sacramental), o bien real (objetivo), que hace de la Iglesia el cuerpo que ella recibe. El cuerpo y la sangre de la Eucarista reclaman luego aquel misterio de la total donacin de Cristo a la Iglesia como su Esposa y su
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Cuerpo, hecha una vez sobre la cruz y repetida en cada celebracin eucarstica (cfr. Ef 5, 25-27). En la poca patrstica la relacin Eucarista-Iglesia es muy sentida; no se puede imaginar la Iglesia sin verla en torno al nico altar, en la perfecta comunin de la fe, bajo la presidencia del obispo con su presbiterio, como nos sugiere Ignacio de Antioqua: Procurad serviros con fruto de la nica Eucarista; una es, en efecto, la carne de nuestro Seor Jesucristo y uno el cliz por la unidad de su sangre, uno el altar como uno el obispo con los presbteros y diconos, mis cofrades, a fin de que todo lo que hagis lo hagis segn Dios 108. De la Eucarista fluye toda la vida y la accin de la comunidad cristiana y de la caridad social hasta el martirio. La Iglesia se reencuentra en su propio signo y en su experiencia fundante en torno al misterio del cuerpo y de la sangre del Seor. Bastan aqu algunas sobrias ilustraciones de este hecho con los textos patrsticos esenciales. Cipriano de Cartago nos habla del simbolismo venerado en la tradicin antigua: Cuando el Seor llama a su cuerpo el pan compuesto por la unin de un gran nmero de granos, seala la unidad de nuestro pueblo... Y cuando l llama a su sangre el vino resultante de un gran nmero de racimos y granos, y formando una nica bebida, l significa que nuestra grey est hecha de una multitud reconducida a la unidad. Es, tambin, l el que sugiere otro simbolismo: Cuando en el cliz el agua se mezcla con el vino, es el pueblo quien se mezcla en Cristo, es el pueblo de los creyentes el que se implica y se une a aqul en quien cree. Esta mezcla, esta unin del vino y del agua en el cliz del Seor es indisoluble. As la Iglesia, esto es, el pueblo que est en la Iglesia y que fiel y firmemente, persevera en la fe, no podr nunca estar separado de Cristo, sino que l ser fiel a un amor que de dos har uno (Ep. 63, 13; cfr. Ep. 69, 5.2). Este tema ser retomado con frecuencia por otros Padres posteriores. Agustn desarrolla con gran intuicin catequtica el proceso paralelo que lleva a la confesin del pan y el proceso de los nefitos que se convierten en el Cuerpo de Cristo 109. Expresiones similares encontramos en un conocido sermn de Gaudencio de Brescia: El pan es considerado con razn imagen del cuerpo de Cristo. El pan, en efecto, resulta de muchos granos de trigo. Ellos son reducidos a harina y la harina despus es pastada con agua y cocida a fuego. As tambin el cuerpo mstico de Cristo es nico pero est formado por toda la multitud del gnero humano, llevada a su condicin perfecta mediante el fuego del Espritu Santo... Por la sangre de Cristo vale, en un cierto sentido la misma analoga del vino, similar a la del pan. En un primer momento se da la recoleccin de muchos granos o racimos en la via por l mismo plantada. Sigue el pisar la uva en la prensa de la cruz... 110
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Pero es, sin duda, san Agustn quien mejor ha explotado cuanto se puede decir de la relacin Eucarista-Iglesia, desde el mltiple simbolismo de unidad en la unin eficaz del Cuerpo por medio de la Eucarista. Hemos recordado ya el vnculo entre Cristo y la Iglesia en el nico sacrificio. Baste ahora citar uno de los muchos textos en los cuales se identifica el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, con la Eucarista que es recibida por los fieles: Qu ves sobre el altar? El pan y el cliz (...) pero para la ilustracin de vuestra fe, os decimos que este pan es el cuerpo de Cristo y el cliz es su misma sangre... Pero si queris comprender qu es el Cuerpo de Cristo escuchad al apstol que os dice: Vosotros sois el cuerpo de Cristo (...). As pues, vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros, lo que est sobre el altar es el smbolo de vosotros mismos, y lo que vosotros recibs es vuestra realidad. Vosotros mismos lo confirmis diciendo: Amn. Se os dice: He aqu el cuerpo de Cristo; y vosotros respondis: Amn, as sea. Sois, pues, miembros de Cristo para responder en verdad: Amn 111. Recordemos de nuevo el ya citado texto alusivo al sacrificio eucarstico que es tambin sacrificio de la Iglesia: ste es el sacrificio de los cristianos: Tambin siendo muchos somos un solo cuerpo de Cristo (Rm 12, 5); y la Iglesia lo renueva continuamente en el sacramento del altar, conocido por los fieles, donde se ve que en lo que ofrece (la Eucarista), se ofrece tambin a s misma (la Iglesia) 112. Juan Crisstomo plantea toda su eclesiologa sobre el misterio eucarstico que l celebra con el pueblo; y de ello hace brotar todas las consecuencias de una vida cristiana comprometida en el amor a los hermanos. He aqu un texto significativo: Muchos son los vnculos que nos ligan conjuntamente: una misma mesa es puesta delante de todos..., a todos se da la misma bebida y nosotros la recibimos tambin del mismo cliz. El Padre, queriendo inducirnos a amar, en su sabidura ha meditado tambin esto, que nosotros bebemos del mismo cliz, smbolo de la ms perfecta caridad... Nosotros hemos sido hechos partcipes de una mesa espiritual comn; debemos, por lo tanto, estar unidos por un mismo amor espiritual 113. En efecto, desde esta conviccin, Crisstomo llevar adelante el paralelismo entre la presencia de Cristo en la Eucarista y en el hermano, estableciendo de manera ideal la correspondencia entre el sacramento eucarstico y el sacramento del hermano. Clebre es un texto suyo en el cual se expresa as: La Iglesia no es un museo de oro y plata... Queris honrar el cuerpo del Seor? No lo desdeis cuando lo veis cubierto de harapos; despus de haberlo honrado en la Iglesia con hbitos de seda, no lo abandonis fuera sufriendo el fro, no lo dejis en la miseria... Aqul que ha dicho: Esto es mi cuerpo... y que os ha garantizado con su palabra la verdad de las cosas, ha dicho esto tambin: Lo que os habis negado hacer al ms pequeo, me lo habis negado a m mismo 114. Este aspecto eclesial tiene su formulacin orante en las plegarias eucarsticas con las cuales la Iglesia celebra el misterio. Ellas expresan todo el misterio de la Iglesia comunidad, Cuerpo, Esposa y Pueblo de Dios. Ellas ponen a la Iglesia en estado eucarstico mediante las diferentes expresiones de la plegaria: alabanza, accin de gracias, invocacin, ofrenda e intercesin. Ellas
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afirman, sobretodo, la unidad que se realiza por el nico Espritu del Seor mediante la comunin en el nico cuerpo y en el nico cliz. En la Anfora alejandrina de Basilio de Cesarea se pide: Haznos dignos, Seor, de comulgar en tus santos misterios, para la santificacin del alma, del cuerpo y del espritu, para que nos convirtamos en un solo cuerpo y en un solo espritu... En la anfora de Teodoro de Mopsuestia se sealan estos efectos de la efusin del Espritu Santo sobre los dones: Para que todos juntos seamos hechos unnimes por un mismo vnculo de caridad y de paz, y nos convirtamos en un solo cuerpo y en un solo espritu, como llamados estamos a una sola esperanza de nuestra vocacin 115. Tambin el canon romano expresa una visin de la Iglesia eucarstica como familia de Dios, pueblo del Seor, comunidad ordenada en los diversos ministerios, Iglesia santa y catlica... 116 Esta conciencia ha permanecido con claridad en la teologa eucarstica oriental que habla voluntariamente de una eclesiologa eucarstica, es decir, de una experiencia de la Iglesia que nace de la celebracin de los misterios. Hay un testimonio, de nuevo, en el medievo bizantino, Nicols Cabasilas, el cual escribe a propsito de la Eucarista, que es tambin experiencia del misterio de Pentecosts por la efusin del Espritu en los dones y en los fieles: Los santos misterios representan a la Iglesia no como smbolos, sino como el corazn representa los miembros y como la raz de un rbol sus ramas... Los santos misterios, en efecto, son el cuerpo y la sangre de Cristo, que para la Iglesia es verdadero alimento y verdadera bebida. Participando en ellos, no es la Iglesia quien los transforma en el cuerpo humano... sino que es ella misma quien es transformada en estos dones, igual que el elemento superior y divino prevalece sobre el terreno 117. En la teologa occidental, este aspecto eclesial de la Eucarista no est tan acentuado. Ciertamente no falta la dimensin teolgica en la comprensin del misterio. Santo Toms tiene muy presente que la gracia de la Eucarista es la unidad del Cuerpo mstico, la comunin con Cristo y entre nosotros, la unidad del pueblo cristiano 118. No faltan telogos, especialmente del rea monstica que han puesto de relieve la admirable relacin teolgica y espiritual entre la Eucarista y la Iglesia. El mismo maestro de santo Toms, S. Alberto Magno haba escrito: Como el pan... est hecho de muchos granos los cuales comunican todo su contenido y se compenetran el uno con el otro, as el verdadero Cuerpo de Cristo est hecho de muchas gotas de sangre de nuestra naturaleza... mezcladas entre s, y as muchos fieles... unidos en el afecto y comunicados con Cristo Cabeza constituyen msticamente el nico cuerpo de Cristo... y por eso este sacramento nos lleva a hacer la comunin de todos nuestros bienes temporales y espirituales 119. Sin embargo, en el medievo la atencin primordial se pone sobre otros aspectos: la presencia, la adoracin, el sacrificio. La misma prctica rarefacta de la comunin eucarstica es en provecho de una forma de contemplacin de
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la hostia consagrada; ciertamente esto no contribuye a desarrollar esta eclesiologa eucarstica y esta relacin indisoluble entre Eucarista e Iglesia mediante la comunin del nico cuerpo y sangre del Seor. Algn guio al carcter eclesial de la Eucarista se encuentra tambin en la doctrina del concilio de Trento especialmente en el proemio del decreto sobre la presencia real (cfr. supra). Nuestro tiempo, como tiempo de la Iglesia redescubierta como Cuerpo mstico y Pueblo de Dios en virtud de los sacramentos y de la Eucarista, parece sin duda ms sensible a este aspecto. A ello ha contribuido el despertar eclesiolgico y la reforma litrgica, la reflexin conciliar y la misma eclesiologa que est a la bsqueda de su autocomprensin como Cuerpo de Cristo por medio de la celebracin eucarstica, mxima experiencia del ser Iglesia. Han sido notables los trabajos de H. De Lubac, arriba citados. Pero sobre este tema han escrito pginas muy bellas tambin autores protestantes como J.J. Von Allmen 120: la Eucarista como revelacin de los lmites y de la plenitud de la Iglesia. Estamos en la feliz convergencia de una eclesiologa que encuentra su raz sacramental en la Eucarista. Como ha escrito J. Ratzinger: Se podra definir brevemente la Iglesia como Pueblo de Dios en virtud del Cuerpo de Cristo, en el sentido de que el nuevo pueblo recibe de la Cena del Seor su propia realidad 121. Es de nuevo la Eucarista la que hace la Iglesia, volviendo as a la mejor comprensin del misterio como realizado por Jess en la Cena y en la cruz y como ha sido proclamado por Pablo. Este filn teolgico-espiritual, sin duda, deber ser de nuevo, estudiado y desarrollado mejor, pero ya poseemos algunas lneas seguras de doctrina en el ms reciente Magisterio eclesial.
Una nueva sensibilidad en la presentacin del misterio eucarstico aparece en los documentos del Vaticano II. En la LG 3 ya se afirma: Con el sacramento del pan eucarstico, se representa y produce la unidad de los fieles. La relacin Eucarista-Cuerpo mstico est claramente expresada en el n. 7: En la fraccin del pan eucarstico participando nosotros realmente en el cuerpo del Seor, somos elevados a la comunin con l y entre nosotros. De nuevo en el n. 11 se dice: Alimentndose del cuerpo de Cristo en la asamblea santa, muestran concretamente la unidad del pueblo de Dios, que es felizmente expresada y admirablemente producida por este augustsimo sacramento.
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Esta presencia eucarstica de Cristo en todas las legtimas asambleas de los fieles, bajo la presidencia del obispo y en comunin de fe y de amor, hace la Iglesia local en su ms simple expresin, incluso en una comunidad pobre, pequea, dispersa, pero que posee la presencia de Cristo por virtud del cual se recoge la Iglesia una, santa, catlica y apostlica. En efecto, nuestra participacin en el cuerpo y la sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a transformarnos en lo que recibimos, a hacernos revestir en todo, en el cuerpo y en el espritu, de Aqul en el cual hemos muerto, hemos sido sepultados y hemos resucitado 122. En el mismo nmero de la LG se afirma con la cita de un texto de la liturgia hispano-mozrabe, a propsito de la Cena del Seor a fin de que por medio de la carne y de la sangre del Seor est estrechamente unida toda la fraternidad del cuerpo 123. Estamos en el centro de una eclesiologa eucarstica que el Concilio presenta tambin con estos efectos y estos compromisos: No es posible que se forme una comunidad cristiana si no teniendo como raz y fundamento la celebracin de la santa Eucarista, de la cual, por lo tanto, debe empezar cualquier educacin tendente a formar el espritu de comunidad. Y la celebracin eucarstica, a su vez, para ser plena y sincera debe avanzar tanto en las diversas obras de caridad y en la recproca ayuda, como en la accin misionera y en las diferentes formas de testimonio cristiano 124. Juan Pablo II en la Carta Dominicae Coenae ha puesto de relieve este semblante desarrollando nuevamente algunos aspectos novedosos de la reflexin teolgica y de la espiritualidad eucarstica como la relacin entre la Eucarista y la caridad, el prjimo y la existencia cotidiana. Tomando como base estas enseanzas podemos recordar ahora algunos aspectos sistemticos que ponen de relieve la relacin con la Eucarista como comunin con Cristo en la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia catlica reserva una bella disertacin al tema del banquete pascual (nn. 1382-1405). Es, por lo tanto, obligado referirse a algunos de los puntos doctrinales en cada uno de los argumentos que seguirn 125.
Pasamos ahora a sealar brevemente algunos aspectos de la Eucarista como comunin con Cristo, don del Espritu y comunin con los hermanos en la Iglesia.
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La Eucarista es el cuerpo y la sangre de Cristo entregados a nosotros como comunin; en ella comemos y bebemos la carne y la sangre de Cristo, nos alimentamos de l. La gran riqueza de aspectos de esta comunin est, precisamente, en la riqueza misma que es Cristo. En primer lugar, la comunin nos une a Cristo en su misterio pascual y, por lo tanto, a la plenitud de sus misterios; pero l mismo nos pone en comunin con el Padre que efunde en nosotros el Espritu Santo, de manera que la Eucarista es comunin con la Trinidad 126. El aspecto sacramental del alimento y de la bebida sugiere, al mismo tiempo, la vida que l da y la transformacin interior en l; mejor dicho, como dice santo Toms: El efecto propio de la Eucarista es la transformacin del hombre en Cristo 127. La Eucarista renueva y acrecienta aquella comunin con Cristo iniciada en el bautismo a fin de que Cristo viva en nosotros y nosotros vivamos en l. Ella tiene tambin un aspecto esponsal de comunin del Esposo Cristo con la Esposa Iglesia, afirma Teodoreto de Ancyra: Comiendo los miembros del Esposo y bebiendo su sangre, nosotros cumplimos una unin esponsal 128. Son muchos los textos patrsticos y litrgicos que evidencian esta gracia crstica de la comunin eucarstica. Valga para todos la enseanza de Juan Crisstomo a propsito de la Eucarista: Es el Cuerpo que fue ensangrentado, golpeado por la lanza, por quien brotan las fuentes de salvacin, las de la sangre y del agua por toda la tierra. Cristo es levantado de los abismos en una luz fulgurante, y dejando aqu sus rayos, ha accedido hasta el trono celeste. Ahora bien, ste es el cuerpo que l nos da para tener y comer 129. Y cuanto confiesan algunos conocidos himnos de la liturgia latina: Adoro te devote, Ave verum corpus natum... Como ha sido ya recordado, a propsito de la relacin entre Eucarista y Penitencia, el primer empeo fundamental de la comunin eucarstica es el de una digna preparacin. No nos podemos acercar a la Eucarista conscientes de pecado mortal. Es la constante enseanza de la Iglesia la que inspirndose en san Pablo (cfr. 1 Co 11, 28) pide a todos examinarse a s mismos para no comer indignamente el cuerpo del Seor; de hecho, no sera lgico acercarse al banquete de la comunin con Cristo sin haber cumplido el obligado camino de conversin en el sacramento de la penitencia. Slo en caso de necesidad y no pudiendo confesarse, nos podemos acercar a la comunin, previo el acto de contricin, y con el propsito de acceder cuanto antes a la confesin sacramental 130.
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La comunin con Cristo, puesto que instaura una verdadera simbiosis (vive en m y yo en l), requiere el compromiso constante de una vida evanglica, a fin de que se pueda vivir en Cristo viviendo como l. La relacin entre el comer la Eucarista y vivir la Palabra adquiere aqu todas las lgicas consecuencias, especialmente las referentes al precepto de la caridad. El Catecismo de la Iglesia Catlica recuerda como primer efecto de la comunin el crecimiento de nuestra comunin con el Seor Resucitado, recordando los textos del evangelio de Juan y un texto eucarstico de la liturgia siro-antioquena (nn. 1391-1392). Adems, la comunin nos separa del pecado, cancela los pecados veniales y nos preserva del pecado mortal aunque se distingue la especificidad de la Eucarista respecto al sacramento de la reconciliacin (nn. 1393-1395).
La comunin eucarstica es comunin con y en el Espritu Santo. Cristo Resucitado comunica a sus discpulos la plenitud del Espritu que es tambin el don de la Nueva Alianza en su sangre. Son muchos los textos litrgicos que subrayan esta relacin entre el Espritu Santo y la liturgia, como don eucarstico. La epiclesis eucarstica recuerda tambin esto: desciende el Espritu sobre los dones a fin de que se llenen de Espritu Santo los que comulgan. Recordemos algunos textos patrsticos y litrgicos. Quizs uno de los textos ms antiguos que ponen en relacin la Eucarista con la accin y el don del Espritu Santo es la homila pascual del Annimo cuartodecimano, en ella leemos estas palabras: stos son para nosotros los manjares de la sagrada solemnidad, sta la mesa espiritual, ste el gozo y el alimento inmortal. Nosotros que nos nutrimos del pan bajado del cielo y que bebemos el cliz que da alegra como sangre viva y candente que ha recibido la impronta del Espritu celeste... 131. En algunos textos de los Padres posteriores tendremos la misma idea que vincula el tema, vino, fuego, sangre, espritu y caridad. S. Efrn el sirio canta en uno de sus himnos: En tu pan est escondido el Espritu que no puede ser comido. En tu vino hay un fuego que no puede ser bebido: el Espritu en tu pan, el fuego en tu vino, maravilla sublime que nuestros labios han bebido... El Espritu Santo es el fuego al cual se acerca el que es puro y del cual se aleja quien es disoluto. E Isaac de Antioqua: Venid a ver, comed la llama que har de vosotros ngeles de fuego y gustar el sabor del Espritu 132.
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Ambrosio de Miln escribe: La comunin con Cristo es, pues, comunin con el Espritu. Cada vez que bebis recibs la remisin de los pecados y os embriagis del Espritu (De Sacramenti, V, 3, 17). El don del Espritu Santo en la Eucarista tiene un tpico valor eclesial. Un autor occidental discpulo de Agustn, Fulgencio de Ruspe, escribe entre otras cosas: Se dice que el Espritu viene, mientras es implorado por los fieles, cuando crece y aumenta el don de la caridad y de la humanidad... Por eso la Iglesia santa, mientras pide en el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo, que le sea enviado el Espritu Santo, pide, ciertamente, el don de la caridad con el cual pueda conservar la unidad del Espritu en el vnculo de la paz (Ef 4, 3) 133... Y con mayor insistencia, estableciendo el paralelismo entre Espritu Santo y caridad: As el Espritu Santo que concede a la Iglesia la caridad y en ella la conserva, santifica con su poder divino el sacrificio 134. Las epiclesis consagratorias ponen de relieve la accin del Espritu Santo que llena de s el pan y el vino, de modo que los que comulgan se nutren del pan espiritual y de la sangre espiritual. En algunas anforas orientales, entre los gestos de Jess en la cena se recuerda que l llen el cliz con su Espritu... 135.
La comunin eucarstica reclama la unin con los hermanos que participan en la misma mesa eucarstica y forman con nosotros la Iglesiaasamblea. Pero la comunin en la Eucarista extiende nuestra unidad a todos aqullos que profesan la misma fe y, en la misma unidad bajo los legtimos pastores, forman el nico Cuerpo de Cristo. Esta comunin en las cosas santas (communio sanctorum) es el vnculo sacramental que hace de toda la Iglesia el nico Cuerpo del Seor, unido en el mismo Espritu. Teodoro de Mopsuestia explica as el sentido eclesial de la epiclesis: El sacerdote pide entonces que venga la gracia del Espritu Santo sobre todos aquellos que estn reunidos, a fin de que cuantos son hechos un solo cuerpo por el sacramento del renacimiento, estn ahora prximos en la unidad del nico cuerpo por la participacin en el Cuerpo del Seor y unidos en la comunin y en la paz, en el deseo de servirse recprocamente (PE 208). Uno de los textos ms altos sobre la unidad de todos en Cristo y en la Iglesia, mediante la comunin eucarstica es obra de Cirilo de Alejandra que comenta as el captulo 17 de Juan: Para fundirse en la unidad con Dios y entre nosotros, y para amalgamarnos los unos con los otros, el Hijo unignito, sabidura y consejo del Padre, plane un medio maravilloso: por medio de un solo cuerpo, su propio cuerpo, l santifica a los fieles en la mstica comunin,
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hacindolos concorpreos consigo y entre s 136. La idea de la concorporeidad y consanguinidad de todos, con Cristo y entre nosotros, es tambin propia de Cirilo de Jerusaln en su catequesis mistaggica IV (22), n. 3. Esta conciencia debe avanzar hacia la reconciliacin fraterna, hacia la perfecta comunin eclesial en la misma fe y en el amor a los Pastores de la Iglesia, que queda ya expresado con la plegaria por el Papa y los obispos, y por todos los otros componentes de la Iglesia. El compromiso de vida eucarstica que nace de aqu est precisamente en el vivir en comunin perfecta con la Iglesia, con la conciencia de ser miembros de este Cuerpo. El Catecismo de la Iglesia Catlica, en un nmero sinttico (n. 1396) recuerda el sentido de la comunin eclesial con el clebre texto de Agustn ya citado arriba 137.
Como ha escrito Juan Pablo II: El autntico sentido de la Eucarista se convierte por s en escuela de amor activo hacia el prjimo... La Eucarista nos educa en este amor del modo ms profundo; ella demuestra, en efecto, el valor que tiene a los ojos de Dios cada hombre, nuestro hermano y hermana, as se ofrece Cristo a s mismo de igual modo a cada uno, bajo las especies del pan y del vino. Si nuestro culto eucarstico es autntico, debe hacer crecer en nosotros la conciencia de la dignidad de cada hombre. La conciencia de esta dignidad se convierte en el motivo ms profundo de nuestra relacin con el prjimo (Dominicae Coenae n. 6 y 4-7). En la antigedad cristiana la Eucarista ha sido el centro de una vasta sociabilidad sin fronteras que ha dispuesto a la creacin de una verdadera y propia vida social de ayuda, asistencia y promocin que naca del altar eucarstico. Hoy de nuevo, la Eucarista educa en el dilogo, en el servicio, y debe traducirse en una vida social que invita a la condivisin de los bienes y extiende la caridad a nuevas iniciativas inspiradas por el mismo movimiento de ofrenda y de don que es el de la Eucarista. Podemos decir con un telogo ortodoxo: La liturgia eucarstica, siendo fundamentalmente una adoracin y una ofrenda, es tambin una reestructuracin activa y responsable del mundo por parte de los cristianos; ella tiene una dimensin fundamentalmente poltica. Puede restaurar el tiempo, el espacio, las relaciones de las personas humanas entre s y la relacin del ser humano con la naturaleza. Su carcter eucarstico, es decir, la
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capacidad de recibir la vida, los otros, los frutos de nuestro trabajo, la naturaleza, al igual que los dones, la capacidad de ofrecerlos recprocamente y de ofrecerlos al mismo tiempo a Dios... en la alegra y en la gratuidad, es diametralmente opuesto al modo egosta segn el cual se organiza nuestra civilizacin de consumo 138. Los cristianos, pues, son invitados por la Eucarista a instaurar una civilizacin del amor que se inspire en el mismo modo de celebrar, uniendo la adoracin y la condivisin y difundiendo por todas partes la paz de Cristo. Tambin en este punto el Catecismo (n. 1397) recuerda cmo la Eucarista nos compromete en las relaciones con los pobres, citando un bello texto del gran Doctor de la fraternidad eucarstica, Juan Crisstomo.
Bibliografa: Para la antigedad cristiana A. HAMMAN, Vita liturgica e vita sociale, Jaca Book Milano 1971. Para la actualidad se puede citar el bello documento de la Conferencia Episcopal Italiana, Eucaristia comunione e comunit, Roma 1983, especialmente los nn. 34-55. Son muchos los estudios sobre una tica que nace de la celebracin y desde la experiencia eucarstica. cfr. por ejemplo, el pensamiento de un ortodoxo: C. YANNARAS, La libert dellethos. Alle radici della crisi morale in Occidente, Dehoniane, Bolonia 1984; y las orientaciones de PH. J. ROSATO, Linee fondamentali e sistematiche per una teologia etica del culto, en AA. VV. Liturgia. Etica della religiosit,. Curso de Moral, v. 5, Queriniana, Brescia 1986, pp. 11- 70. cfr. tambin nuestro artculo: Eucaristia, pane della pace, en AA. VV., Sul monte la pace, Teresianum, 1990, pp. 151-174. cfr. tambin el documento de base para El XLVI Congreso Eucarstico Internacional celebrado en Wroclaw, Polonia, mayo de 1997: Eucaristia e libert, con mi presentacin: LEucaristia sorgente di libert, Centro eucarstico de Ponteranica 1997.
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La Eucarista reclama enrgicamente la dimensin escatolgica de la vida cristiana. Es comunin con el Cristo de la gloria, prenda de vida eterna y de resurreccin corporal. Y celebrada hasta que l venga comunica una plenitud de gracia que solamente podr tener una realizacin en la vida eterna. Ella es, en efecto, la prenda de la gloria futura. En esta perspectiva escatolgica queremos hacer alusin a tres dimensiones conectadas con el misterio de la comunin con Cristo y con los hermanos. Este aspecto escatolgico est presente en el Catecismo de la Iglesia Catlica (nn. 1402-1405) con una serie de enseanzas bblicas: el pan eucarstico es prenda de vida futura, es experiencia del Marana-tha, anticipacin del banquete eterno, esperanza de la vida eterna.
En la celebracin de la Eucarista y en la comunin entramos en comunin con los santos de la gloria a travs de la presencia de Cristo. As se expresa claramente la fe de la Iglesia en las plegarias eucarsticas en las cuales se afirma la comunin con la Virgen Mara y los santos y se invoca su intercesin (cfr. SC 8; LG 50 y 51). Esta comunin se extiende a una intercesin para la salvacin eterna de los difuntos, incluyendo a aqullos cuya fe slo Dios ha podido conocer. Esta comunin es ya un signo, una anticipacin de la gloria prometida, y nos viene dada en Cristo: concdenos a nosotros tus hijos... obtener la heredad de tu reino, donde con todas las criaturas, liberadas de la corrupcin y de la muerte, cantaremos tu gloria 139.
La comunin en Cristo por medio de los signos de su cuerpo y de su sangre que tocan al hombre en su corporeidad, es la garanta de aquella resurreccin corporal que Jess mismo ha prometido a quien come su carne 140. Los Padres Apostlicos, especialmente Ignacio, Justino e Ireneo, han subrayado este misterio de la comunin con Aqul que es inmortal y que ha prometido la resurreccin tambin a nuestros cuerpos.
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La Eucarista es el nico pan que es frmaco de inmortalidad, antdoto contra la muerte, alimento de vida eterna en Jesucristo 141. De este alimento la sangre y nuestras carnes se nutren en vistas a la transformacin 142. Nuestros cuerpos nutridos por la Eucarista, depositados en la tierra y disueltos, resurgirn a su tiempo... Nuestros cuerpos que reciben la Eucarista, por eso mismo, no son ya corruptibles, porque tienen en s la esperanza de la resurreccin... 143. El concilio Vaticano II habla de esto indirectamente en la Lumen gentium 48 afirmando que Cristo se une a los fieles con el alimento del propio cuerpo y de la propia sangre, para hacerlos partcipes de su vida gloriosa. Cada comunin eucarstica deposita en nuestros cuerpos las semillas de la incorrupcin y hace de nuestros cuerpos, tambin despus de la muerte, semillas que no mueren, sino que esperan la futura resurreccin. Como ha escrito Chiara Lubich en una bella y original intuicin teolgica: Se podra decir que en virtud del pan eucarstico el hombre se convierte en Eucarista para el universo, en el sentido de que est con Cristo, germen de transfiguracin del universo. En efecto, si la Eucarista es causa de la resurreccin del hombre, no puede ser que el cuerpo del hombre, divinizado por la Eucarista, est destinado a corromperse bajo tierra para concurrir a la renovacin del cosmos? No podemos decir que despus de muertos somos nosotros, con Jess, la Eucarista de la tierra? La tierra nos come como nosotros comemos la Eucarista: por lo tanto, no para transformarnos a nosotros en tierra, sino a la tierra en cielos nuevos y tierras nuevas. Es fascinante pensar que los cuerpos de nuestros muertos cristianos tienen el papel de colaborar con Dios en la transformacin del cosmos 144.
La Eucarista en cuanto cuerpo y sangre del Seor resucitado es ya el anuncio de la Pascua del universo de aquella transformacin misteriosa de los Cielos nuevos y de la Tierra nueva. El Vaticano II en la GS 38-39 pone de relieve la continuidad de nuestra actividad humana con el misterio de la gloria y la espera de las promesas escatolgicas. Y habla de la Eucarista en estos trminos: Un signo de esta esperanza y un vitico para el camino lo ha dejado el Seor a los suyos en aquel sacramento de fe en el cual los elementos naturales, cultivados por el hombre, se transforman en su cuerpo y sangre gloriosas, como banquete de comunin fraterna y pregustacin del convite del cielo.
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Una plegaria eucarstica de la Iglesia retoma estos conceptos y hace alusin al Reino donde todas las criaturas sern liberadas de la corrupcin y de la muerte. La Eucarista, nueva creacin, es ya desde esta vida la prenda y la anticipacin de la plenitud de novedad del Cristo resucitado que viene a nuestro encuentro para hacernos partcipes de la vida inmortal 145.
6. Sntesis de fe y de vida
En la comunin eucarstica, cada da, la Iglesia y los cristianos actualizan el mandato de Cristo: Haced esto en memoria ma. El sacrificio y la presencia de Cristo se hacen de la Iglesia a travs de la comunin eucarstica en la cual se realiza la unin nupcial entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Porque Cristo se da a la Iglesia en su cuerpo y en su sangre y la Iglesia es verdadero Cuerpo de Cristo. Podemos traducir en palabras el gesto inefable de la comunin eucarstica. Cristo dndose a su Iglesia, parece decir: Te doy mi cuerpo para que t seas mi Cuerpo; te doy mi sangre para que vivas de m y como yo. A su vez la Iglesia entregndose a Cristo en la comunin parece decir: Te ofrezco mi vida, toda mi corporeidad, para que t puedas vivir en m. ste es el cambio cotidiano que hace la Iglesia Cuerpo mstico de Cristo, continuamente renovado y rejuvenecido por la efusin del Espritu que los Padres de la Iglesia ven efundido en el cliz de la sangre eucarstica y en el cuerpo eucarstico del Seor. A este Cuerpo de Cristo resucitado se incorporan da tras da todos los fieles que acceden a la Eucarista a fin de que en ellos se realice aquella transformacin que Agustn describa con estas palabras: La fuerza de este alimento es la de producir la unidad, a fin de que reducidos a ser el Cuerpo de Cristo convertidos en sus miembros, seamos aquello que recibimos 146; es la misma conviccin de Len Magno en el texto ya citado: la Eucarista no hace otra cosa ms que cambiarnos en lo que recibimos 147. La Eucarista es, de nuevo segn las palabras de Agustn, sacramento de la piedad, signo de la unidad, vnculo de caridad 148. Ella realiza el misterio de la unidad entre todos que es, segn la plegaria de Jess y la teologa de Pablo, el fin del sacrificio de la cruz. Como dice Chiara Lubich: Uniendo los cristianos mediante la Eucarista a s mismos y entre s en un nico cuerpo, que es el suyo, da la vida a la Iglesia en su esencia ms profunda: cuerpo de Cristo, fraternidad, unidad, vida, comunin con Dios 149.
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Ante el misterio de la Eucarista, el Catecismo de la Iglesia Catlica, despus de haber recordado el texto ya citado de Agustn (O sacramentum pietatis...) exclama: Cuanto ms dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que impiden la comn participacin en la mesa del Seor, tanto ms apremiantes son las plegarias al Seor para que vuelvan los das de la plena unidad de todos aquellos que creen en l (n. 1398). Esta paradoja, la Eucarista fuente de unidad y signo actual de divisin, nos introduce en el tema del dilogo ecumnico en torno a la Eucarista.
1. Dilogos teolgicos
Por ser la Eucarista el signo y la causa de la unidad, el misterio eucarstico es hoy la manifestacin concreta de la divisin de los cristianos, por el simple hecho de que no todos los cristianos pueden participar en la nica Eucarista. Diversos factores comprometen esta dolorosa realidad. La no posibilidad actual de comulgar en el mismo cliz y en la misma Eucarista entre catlicos y ortodoxos, viene del hecho de que, aunque teniendo una misma fe eucarstica, aquella fe indivisa del primer milenio de la Iglesia, diversas son hoy las concepciones respecto a la Iglesia y a su constitucin. El profundo vnculo entre Iglesia y Eucarista, manifestacin de la unidad en la fe y en la vida y comunin en la misma Eucarista, impiden hoy una recproca comunin eucarstica y empujan enrgicamente a la bsqueda de una unidad que permita poder compartir el mismo altar y el mismo cliz (cfr. UR 15 y 22). Ms all de las divergencias en el campo eclesiolgico con otras Confesiones cristianas, por diversos motivos, somos divergentes en la fe eucarstica. Para algunas Iglesias se trata de una concepcin diversa del ministerio ordenado y de su necesidad para la vlida celebracin del misterio eucarstico. Slo en la sucesin apostlica y en el ministerio sacerdotal se tiene una vlida Eucarista, segn la doctrina de la Iglesia catlica. Adems, en las Confesiones surgidas de la Reforma y tambin en la Comunin Anglicana, no se tiene una clara afirmacin de la realidad de la Eucarista y de su sentido sacrificial, como son credos por la Iglesia Catlica y Ortodoxa, a pesar de los
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recientes intentos de acercamiento a las posiciones doctrinales de la Iglesia Catlica. Pero a pesar de todo, en nuestro tiempo han sido notables los esfuerzos puestos en marcha en las Iglesias para una mejor comprensin y formulacin de la fe eucarstica, tanto por parte de autores individuales, como por parte de grupos de dilogo oficial a nivel de Iglesias, como en documentos de grupos interconfesionales ms o menos oficiales. En el campo de las Iglesias de la Reforma es necesario reconocer el esfuerzo cumplido por algunos autores para una plena recuperacin de la doctrina eucarstica tradicional de la Iglesia primitiva a nivel bblico, patrstico, litrgico y teolgico. En el campo del dilogo oficial con los diversos grupos, Iglesias y comunidades cristianas, es notable el esfuerzo cumplido por la Comisin oficial mixta catlico-anglicana sobre la Eucarista (ARCIC I) con un notable acercamiento sobre el tema de la presencia, de la transustanciacin y del sacrificio-memorial. Pero el ltimo juicio de la Iglesia catlica pone de relieve que no todas las dudas han desaparecido. Entre los autores protestantes que han contribuido mucho a la mejor comprensin de la Eucarista citamos en particular a J. Jeremas, J.J. Von Allmen, Max Thurian (antes de hacerse catlico), J. De Wateville, cuyas obras hemos citado ya durante el curso de nuestro estudio. Otros dilogos sobre el argumento son aqullos entre catlicos y protestantes del rea centroeuropea recogidos en 1971 en el Documento de Combes y publicados bajo el ttulo interrogativo: Hacia una misma fe eucarstica?, Taiz 1972. En los Estados Unidos han sido diversos los documentos de dilogo sobre la Eucarista entre catlicos y luteranos. El ltimo fruto de dilogo intereclesial prometido por el Consejo ecumnico de las Iglesias es la formulacin de la doctrina bblica y teolgica sobre la Eucarista en el Documento de Lima sobre el Bautismo, Eucarista y Ministerio (BEM). A pesar de las convergencias, al menos verbales, en la sntesis bblica sobre la Eucarista y en el lenguaje litrgico de la celebracin, notables divergencias separan todava las Iglesias de la Reforma, en la interpretacin y el alcance de la presencia real y del sacrificio eucarstico, de las posiciones de la Iglesia catlica y de las Iglesias ortodoxas. Divergencias que crean incomodidad y que plantean el problema teolgico de una fe que a pesar de proponerse con idnticas frmulas verbales se mantiene distinta en la afirmacin de los contenidos de esta fe y en la dimensin real del hecho de la presencia y del sacrificio eucarstico. Estas diferencias se han agravado despus por el hecho de no encontrar una convergencia doctrinal sobre el tema del ministerio ordenado, sobre el concepto de la sucesin apostlica y sobre la constitucin jerrquica de la Iglesia.
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2. Intercomunin eucarstica
En estas condiciones de dilogo teolgico, la participacin comn en la Eucarista, por muchos deseada como signo de unidad, es posible solamente en ciertas situaciones que implican a los individuos singulares y no a las comunidades eclesiales como tales, segn las posiciones oficiales de las diversas Iglesias. Mientras la participacin comn en la Eucarista y la misma concelebracin de la Cena son comnmente admitidas entre las confesiones protestantes, comprendida la Comunin Anglicana, la Iglesia catlica y especialmente las Iglesias ortodoxas se sitan en posiciones rgidas, es decir, de absoluta negacin de un determinado modo de celebrar la Eucarista con ministros de las otras Iglesias y tambin entre ortodoxos y catlicos. La Iglesia ortodoxa ha confirmado recientemente la oposicin tambin a la hospitalidad eucarstica para cristianos individuales de otras confesiones, comprendidos los catlicos. El mismo Patriarcado ortodoxo de Mosc que haba concedido la reciprocidad de la comunin eucarstica hacia la Iglesia catlica en el caso en que los fieles catlicos en caso de necesidad quisieran acercarse a la comunin, ha vuelto a sus rgidas posiciones de absoluta negacin. La Iglesia catlica prohbe a sus miembros la participacin eucarstica mediante la comunin en las otras Iglesias. Solamente en caso de necesidad autoriza a los propios fieles a acceder a la Eucarista en las Iglesias en que sta es considerada vlida, es decir, prcticamente en las Iglesias ortodoxas. A su vez en caso de necesidad admite a la comunin eucarstica a los fieles de las Iglesias orientales que no tienen comunin con la Iglesia catlica, en caso de que lo pidan espontneamente y estn bien dispuestos; esto vale para los miembros de las otras Iglesias las cuales, a juicio de la Sede Apostlica, en relacin con los sacramentos en cuestin (en este caso la Eucarista) se encuentren en la misma condicin que las Iglesias orientales. Los otros cristianos, sin embargo, a juicio del obispo o de la Conferencia Episcopal, pueden recibir en determinados casos de necesidad la Eucarista, a condicin de que manifiesten la fe catlica sobre este misterio y estn bien dispuestos 150. El Catecismo de la Iglesia Catlica recuerda, en sntesis, la posicin de la Iglesia respecto a la intercomunin (nn. 1399-141). La Eucarista queda as en el centro mismo de la unidad de la Iglesia como condena de las divisiones en el Cuerpo de Cristo y como estmulo de la bsqueda de aquella unidad catlica, plena y perfecta, en la fe y en la vida, vivida por la Iglesia en los diez primeros siglos de su existencia, pero con las
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fisuras e imperfecciones de aquel tiempo. Renunciar a esta tensin hacia la plena unidad, sobrepasando las etapas de una paciente bsqueda de la verdad y del amor, sera renunciar al sentido pleno de la Eucarista como causa y signo de la plenitud de la unidad eclesial segn el querer de Cristo.
3. Eclesiologa eucarstica
Hay tambin una cuestin teolgica importante a la cual no podemos dejar de aludir: la eclesiologa eucarstica. Se trata de un tema importante sobre el cual se ha alcanzado un cierto entendimiento entre catlicos y ortodoxos con el Documento de Mnaco de 1982. Sin embargo, las posiciones han sido muy diversas por el hecho de la diversa eclesiologa catlica y ortodoxa; la primera fundada sobre la comunin en torno al primado de Pedro y la segunda fundada en torno al principio episcopal y a la comunin entre las iglesias a nivel episcopal. Para la Iglesia catlica la eclesiologa eucarstica supone, a la vez, la plenitud de la Eucarista y la plenitud de estar el Cuerpo del Seor en la Iglesia catlica en la cual subsistit la Iglesia de Cristo. La Eucarista hace la Iglesia en su unidad jerrquica y, por lo tanto, en la comunin con el Papa y los Obispos 151. Diferente es la posicin de las Iglesias ortodoxas y de modo especial de algunos telogos, como N. Affanassiev y J. Ziziuolas. Segn el pensamiento de N. Affanassiev respecto al sentido de la eclesiologa eucarstica la Iglesia local se funda en torno al Obispo 152. Ms abierto y articulado es el pensamiento del mximo representante actual de la eclesiologa ortodoxa, el metropolita, J. Zizioulas 153.
Bibliografa: Para las posiciones en la poca del concilio Vaticano II: J. CASTELLANO, La presencia real en clima ecumnico, en Ephemerides Carmeliticae 19 (1968) pp. 354-372. Para una puntualizacin crtica sobre el tema cfr. B. GHERARDINI, Eucaristia ed ecumenismo, en A. PIOLANTI, Il Mistero eucaristico, o.c., pp. 631-661. Entre los otros documentos cfr. Documento di Windsor sullEucaristia del 1971.
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AA.VV. Eucaristia. Sfida alle Chiese divise, Messaggero, Padua 1984. G.J. BEKES, Eucaristia e Chiesa. Ricerca dellunit nel dialogo ecumenico, Casale Monferrato, Piemme 1985. Sobre el dilogo entre catlicos y luteranos cfr. K.W. IRWIN, American Lutherans and Roman Catholics in dialogue on the Eucharist; a methodological critic and proposal, Studia Anselmiana n. 76, Roma 1979. Respecto al Documento de Lima est, por ahora, siendo contrastado por parte de las diversas Iglesias. Se necesita esperar al resultado concreto de la consulta para ver cules son los verdaderos puntos de convergencia en torno a los temas fundamentales de la fe eucarstica. Una valoracin del Documento desde el punto de vista eucarstico en HA SUN HO, La riflessione teologica sullEucaristia, alla luce del documento di Lima BEM, P.U.U, Roma, 1991. Sobre el problema teolgico de la intercomunin se puede consultar la obra en colaboracin entre telogos de diversas denominaciones Vers lintercommunion, Mame, Pars 1970; para una puesta al da: G. WAINWRIGHT, Eucaristia, en Dizionario di movimento ecumenico, EDB, Bolonia 1994, pp. 505-509. Todos los documentos del dilogo ecumnico se encuentran en la edicin completa: Enchiridio Oecumenicum, Ed Dehoniane, I, Bolonia 1986, II, 1988. Para una exposicin y un balance cfr. B. SESBO, Pour une thologie oecumnique, Cerf, Pars 1990, pp. 189-243. P. MC-PATLAN, The Eucharist makes the Church. Henri de Lubac and John Zizioulas in dialoge, T&T Clark, Edimburgo 1993. JAUME FONTBONA I MISS, Comunin y sinodalidad. La eclesiologa eucarstica despus de N. Afanassiev en I. Ziziuolas y J.M.R. Tillard, Herder, Barcelona 1994; en breve en su artculo: La eclesiologa eucarstica en Oriente y Occidente, en Phase 35 (1995) pp. 209-217.
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La Eucarista es vida. Su celebracin est en el centro de la existencia cristiana, como subrayan hoy, conscientemente, los mejores exegetas de textos eucarsticos. Por eso como conclusin de nuestras reflexiones teolgicas sobre la Eucarista queremos proponer algunas consideraciones teolgicoespirituales que nos permitan captar, al mismo tiempo, la plenitud de la experiencia eucarstica, sus lmites y sus obligados compromisos. Cuanto aqu queremos decir reproduce de algn modo temas ya tratados, pero los propone de nuevo con la urgencia de una teologa para celebrar y vivir. Desde estas perspectivas me parece que podemos encontrar las indicaciones ms sugestivas de la pastoral eucarstica de hoy que se orienta precisamente hacia una eclesiologa eucarstica, para una Iglesia que de la Eucarista toma las directrices para ser en el mundo sacramento universal de salvacin.
La celebracin eucarstica realiza la plenitud de la vida eclesial en la cual converge la revelacin de Dios y la manifestacin de la plena humanidad de la Iglesia. En estas tres dimensiones encontramos esta plenitud de vida: la Trinidad, la Iglesia y la humanidad.
Si, segn la frase de Orgenes, la Iglesia es la plenitud de la Trinidad, es preciso afirmar que esto se realiza en la Eucarista. Aqu tenemos la mxima revelacin y comunicacin de Dios, la punta mxima de las relaciones de la Iglesia con su fuente, su modelo y su meta. El carcter trinitario de la plegaria eucarstica desvela el sentido trinitario de la Eucarista: del Padre, por Cristo en el Espritu Santo.
Plenitud de la revelacin y comunicacin del PADRE. La Eucarista es el don del Padre, sntesis de todas las maravillas de la historia de la salvacin que de l provienen, fuente de aquella vida que el pan de vida nos comunica. La Eucarista es una plegaria filial y una accin paterna de Dios. La plegaria expresa de manera ascendente, hacia Dios Padre, cuanto se da de manera descendente, del Padre hacia nosotros.
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Plenitud de CRISTO. La Eucarista es la presencia de Cristo en su misterio pascual, como sacerdote y vctima, don de Dios a los hombres, don de los hombres a Dios. En el Cristo de la gloria tenemos la sntesis de los misterios de la carne de Cristo. En la Eucarista se tiene la mxima presencia de Cristo en la Iglesia a nivel de significado, de eficacia y de densidad ontolgica. La comunin con l a travs de los elementos terrestres del pan y del vino y de nuestra corporeidad, estn para indicar el realismo de la presencia y de la salvacin en la cual estn ya implicados nuestros cuerpos y los elementos de la naturaleza.
Plenitud pentecostal del ESPRITU SANTO. La Iglesia que ora y acta en el Espritu Santo, pide y obtiene este don de Cristo que transforma el pan y el vino y rene a la Iglesia en la unidad del nico Cuerpo eclesial. El sacerdote que ora y consagra lo hace en la persona de Cristo y en virtud del Espritu Santo. La Eucarista, cuerpo glorioso de Cristo, est llena del Espritu Santo que lo vivifica y es vivificante (cfr. PO 5). El Seor es la fuente del Espritu; con la comunin se renueva la efusin de este don que sucedi sobre la cruz en el da de Pascua, segn Juan y en el da de Pentecosts, segn Lucas. El Espritu del Resucitado es aqul que hace la Iglesia y produce comunin. La Eucarista aparece as como la experiencia de la mxima comunin a nivel vertical y horizontal, como una imagen viva de la Trinidad. La Iglesia eucarstica es Iglesia trinitaria, hecha a imagen de aquella misteriosa comunin de personas en la nica naturaleza. Tambin nosotros aun siendo muchos, somos un solo cuerpo. Si Tertuliano dijo que la Iglesia es el cuerpo de los Tres, este principio se realiza en el misterio eucarstico. Unidos en la misma vida divina, cada uno conserva su rostro, su irrepetible personalidad. Por eso la Eucarista no cancela si no aquello que es contrario a la unidad del amor; deja subsistir todas aquellas diferencias de vocacin, edad, cultura y carismas que enriquecen la Iglesia... En una Iglesia que vive la comunin efectiva y afectiva resplandece, por la Eucarista, el rostro de Dios uno-trino.
Como ya hemos subrayado, si la Eucarista hace la Iglesia, es aqu donde tenemos la mxima experiencia de la comunin con Cristo y entre nosotros que es la esencia misma de la Iglesia. A nivel de signo la Iglesia nunca se parece tanto a s misma en cuanto pueblo, cuerpo, familia, esposa, templo... como cuando celebra la Eucarista. Pero nunca posee con tanta intensidad a Cristo y su Espritu como cuando celebra el misterio eucarstico.
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Esto es verdad en la realidad de la Iglesia universal y en la concrecin de la Iglesia particular y local. Por eso, una Iglesia eucarstica debe hacer resplandecer las notas de la Iglesia: unidad y santidad, apostolicidad y catolicidad. La comunin visible con el obispo y con el Papa, expresada en la plegaria y con el affectus communionis in caritate, in oboedientia et in unitate, hasta en la disciplina que regula la celebracin, es un signo de comunin efectiva que revela la Iglesia apostlica.
3. Plenitud de humanidad
La Eucarista, lo hemos dicho, revela a la Iglesia como nueva humanidad, renovada por Cristo y por su Espritu. El compromiso de vivir segn el Evangelio proclamado es el signo de una humanizacin evanglica. Pero la misma asamblea ofrece un rostro humansimo de una Iglesia de hermanos unidos en la variedad de las personas, de las edades y de las condiciones sociales. Las personas son valoradas y reclamadas a una conversin del corazn en la mutua caridad. La acogida, el signo de la paz, el canto que une, el sentido de la fiesta, la llamada de nuevo al compromiso, la presentacin de los dones de la tierra y el compartir los bienes son, entre otros, signos de una plenitud de humanidad.
La gozosa experiencia de plenitud no nos debe hacer olvidar los muchos lmites de nuestra Eucarista. La celebracin del misterio pascual nos remite inexorablemente a su cumplimiento, al da de su venida definitiva. Se vive, pues, en toda celebracin el ya y todava-no de la escatologa que acrecienta la esperanza y el deseo de la venida de Cristo. No se olvide que es en lo interno de la celebracin donde brota del corazn de la Iglesia Esposa, bajo el impulso del Espritu, el Marana-th, como grito impaciente despus de cada encuentro con Cristo que ha dejado casi una herida en el corazn de la Iglesia. Pero all est tambin el todava-no de la historia, es decir, la experiencia no total de ser Iglesia eucarstica por parte de los fieles por diversas razones.
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Podra ser ilustrado este todava-no de la Iglesia eucarstica con algunas pinceladas provocadoras:
Todava no reflejamos en nuestra experiencia de Iglesia eucarstica, el verdadero rostro eucarstico, por falta de vida de fe y de caridad, por ignorancia del misterio que celebramos, por incoherencias con la lgica de la Eucarista, por la falta de conversin al misterio pascual y a sus exigencias. Y claro que nosotros limitamos por nuestra parte los efectos de la Eucarista que dependen de nuestra libre acogida; por eso, el encuentro cotidiano en la mesa eucarstica nos permite ser renovados constantemente en el misterio pascual. Tenemos necesidad de la Eucarista para no resignarnos a la mediocridad de nuestra experiencia cristiana en la Iglesia.
Todava-no todos los hijos de Dios que son invitados a la salvacin y a la comunin se sientan a la mesa eucarstica. Cada celebracin nos permite verificar cuntos sitios estn todava vacos y cuntos hermanos faltan a la llamada, o porque todava no conocen el Evangelio de la Eucarista o porque conscientemente lo rechazan, o bien porque sigue siendo para ellos indiferente.
Todava-no todas las Iglesias que celebran la Eucarista han alcanzado la unidad visible que la Eucarista quiere formar en una comunin orgnica.
Todava-no vivimos en la historia expresamos en la Eucarista. De la celebracin desfigura el rostro eucarstico de la Iglesia, hasta individuos y en la comunidad cristiana el hecho misterio y se hayan encontrado con Cristo. Por configurarnos a la Eucarista cada da porque cada el rostro eucarstico de la Iglesia.
lo que sacramentalmente a la vida, poco a poco se hacerse irreconocible en los de que hayan celebrado el eso tenemos necesidad de da se desfigura en nosotros
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Tambin en la experiencia de tantos lmites, la Iglesia celebra sin cambios de opinin su esperanza y se proyecta hacia el futuro prometido: Confiesa la comunin con los santos y la esperanza de reunirse con ellos en la gloria. Espera la resurreccin corporal prometida por el pan que da la vida eterna; reconoce que la Eucarista deja en nuestros cuerpos semillas de resurreccin que florecen tras el misterioso perodo de la muerte y de la sepultura en la novedad de cuerpos resucitados. Proclama, casi hasta el lmite de la utopa, la esperanza de los Cielos nuevos y de la Tierra nueva que la transformacin eucarstica prefigura en una Pascua del universo (cfr. GS 38-39).
Entre el ya y el todava-no, entre la plenitud y los lmites, despuntan los compromisos de la Eucarista y la Iglesia vive cotidianamente la celebracin del misterio eucarstico, como realidad y esperanza.
Hoy estamos tentados de medir la eficacia de la Eucarista con el metro de nuestro compromiso, de hacer depender los frutos de la celebracin de nuestra acogida, de proporcionar el opus operantis Christi con el opus operantis Ecclesiae en el sentido que hoy tiene esta frmula: la libre adhesin y respuesta de la Iglesia. En Cristo, primognito de toda criatura, en la Iglesia que es sacramento universal de salvacin, la Eucarista tiene una eficacia y un valor que estn confiados a la plegaria misma de Cristo y superan las experiencias limitadas y constatables de la Iglesia celebrante. Un cambio misterioso se da entre el cielo y la tierra en cada Eucarista, una penetracin de lo divino se insina en nuestro mundo en todo altar. Las actitudes de alabanza y de accin de gracias, la splica para la venida del Espritu, la ofrenda y la intercesin tienen una eficacia cierta aunque misteriosa, con la misma eficacia del misterio pascual. Cristo no vuelve al Padre, valga la expresin, con las manos vacas. Remite al Padre la oblacin de
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toda la humanidad de la cual la Iglesia es voz y sacramento. Por eso la Eucarista no es extraa a nuestro mundo, tambin a lo que queda indiferente, como no es indiferente al mundo Cristo y su misterio de redencin.
2. El compromiso de la evangelizacin
De la Eucarista nace un empeo de evangelizacin con todas sus consecuencias: anuncio gozoso de la resurreccin del Seor y de la salvacin, preparado por la preevangelizacin del testimonio, profundizado en la catequesis, hecho eficaz y significativo con las obras evanglicas y con el testimonio de la unidad de los creyentes en Cristo y de la caridad: a fin de que el mundo crea. 3. El testimonio de vida eucarstica Los gestos sacramentales de la celebracin, de la palabra a la plegaria y de la ofrenda a la comunin, piden una lgica continuidad en una vida que podamos definir eucarstica. El Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, ofrece a la Eucarista su corporeidad para una penetracin en la historia y en la vida. En las palabras y en los gestos de los cristianos el Cristo de la Eucarista prolonga su presencia, si estos son conformes al estilo mismo del Evangelio. Al contrario, en los gestos de justicia, de lealtad, de solidaridad, de servicio, hechos con la animacin interior del Espritu, el cristiano ofrece en el mundo el rostro de Cristo en signos comprensibles incluso para quien no tiene fe y que remiten al Evangelio del Seor, al Cristo humilde, pobre, misericordioso y justo que ha pagado en persona el mensaje de renovacin de la humanidad. El cristiano, la Iglesia, las comunidades, se convierten por la Eucarista y en la lgica del misterio eucarstico, en sacramentos del encuentro con Dios, o bien en expresiones de la benevolencia y de la misericordia de Dios para todos los hombres. No hay que maravillarse de que tal vez el testimonio de una vida eucarstica pida hoy, como en los primeros tiempos de la Iglesia, la lgica del martirio: lo evidente de la muerte violenta, pero tambin lo escondido del dar la vida y la sangre hasta la ltima gota, da tras da. IV. POR UNA IGLESIA DE ROSTRO EUCARSTICO
En densas y sugestivas pginas de espiritualidad eucarstica, F.X. Durwell habla del rostro eucarstico de la Iglesia, es decir, de aquella imagen ideal que la Iglesia ofrece de s cuando celebra la Eucarista. Los rasgos luminosos del rostro eucarstico son simplemente los de una Iglesia que ama,
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en el sacramento del amor de Cristo hasta el don de la vida; de una Iglesia que cree y sabe, que en la fe posee el secreto de la vida y de la historia y celebra la fe que le ha sido dada; es una Iglesia que espera y se proyecta hacia el da del Seor; es una Iglesia destinada a la resurreccin, lavada de sus pecados, evanglica en sus compromisos puesto que evangelizada y evangelizadora. Es una Iglesia icono de la Trinidad. Este rostro eucarstico de la Iglesia est destinado a ser mostrado al mundo en la continuidad de vida eucarstica que brota de la celebracin. La Eucarista es entonces, como se record en el Congreso Eucarstico Nacional de Miln en mayo de 1983, la forma de vida de la Iglesia, aquel molde interior en la cual se vaca cada da para recibir en la gracia del Espritu las semblanzas de Cristo, el primognito. Sin la Eucarista la Iglesia se deforma, no adquiere aquel rostro eucarstico que la hace semejante a Cristo. Con la Eucarista se con-forma, da a da, a Cristo en la gracia del Espritu Santo que es el icongrafo interior de la belleza y de la santidad eclesial en el Cuerpo y en los miembros individuales (F.X. Durwell, o.c., pp. 153-166). Vivir como se celebra; vivir lo que se celebra, queda la leccin de vida cada da nueva en el don renovado de la Eucarista. Este rostro de la Iglesia no puede no ser un rostro mariano. La Iglesia que celebra la Eucarista recuerda la presencia de Mara en el misterio eucarstico. La Eucarista es el corpus natum ex Maria Virgine. En las plegarias eucarsticas la Virgen Mara es recordada e invocada. Pero hay ms; segn la feliz intuicin de Pablo VI en la Marialis cultus 16, Mara es modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto divino. Toda celebracin eucarstica es interiormente mariana porque la Iglesia debe conformarse a su modelo de escucha de la Palabra, de gratitud, de invocacin del Espritu, de ofrenda de Cristo, de intercesin por la salvacin de todos. En la celebracin eucarstica y en la vida que brota de ella, Mara es modelo de una Iglesia que vive hasta el fondo el misterio que celebra. As pues, la Iglesia que celebra la Eucarista debe ser como Mara, su modelo: humilde, pobre, discreta, fiel a Dios y a su gente, materna y acogedora, reserva de esperanza para la humanidad porque tiende hacia las promesas de Dios que es fiel a su alianza. El cristiano que participa en la Eucarista es hecho partcipe del misterio del Crucificado resucitado, es decir, de aquel misterio que est en el centro de nuestra fe y de nuestra vida. Juan Pablo II ha escrito: la Eucarista es la celebracin sacramental del anonadamiento voluntario grato al Padre y glorificado con la resurreccin. El cristiano aprende a ser en la oblacin de s y en el amor hacia los hermanos eucarista para el mundo, as como Cristo ha sido y es siempre en la celebracin de la Misa, Eucarista para el Padre y para la humanidad (cfr. Dominicae Coenae n. 6). Bibliografa: Sobre la relacin Mara-Eucarista cfr..
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AA.VV., Maria nella comunit che celebra lEucaristia, Collegamento Nazionale Mariano, Roma 1982. Me permito sealar mi contribucin sobre la presencia y ejemplaridad de Mara como es propuesta por la gran tradicin eclesial en las plegarias eucarsticas de Oriente y de Occidente La nostra comunione con Maria nella celebrazione del memoriale del Signore, ibid., pp. 71-100 o bien Vergine Maria, en Nuovo Dizionario di Liturgia, pp. 1553-1580.
El estudio del misterio eucarstico no puede dejar de suscitar al final una accin de gracias, una Eucarista y al mismo tiempo una splica. La expresamos con una plegaria extrada de la Liturgia de san Basilio: TE DAMOS GRACIAS SEOR, DIOS NUESTRO, PORQUE HEMOS PARTICIPADO EN TUS SANTOS, INMACULADOS, INMORTALES Y CELESTES MISTERIOS QUE T NOS HAS DADO PARA EL BIEN Y SANTIFICACIN DE NUESTRAS ALMAS Y DE NUESTROS CUERPOS. T QUE IMPERAS SOBRE TODO, CONCEDE QUE LA COMUNIN DEL SANTO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO SE CONVIERTA PARA NOSOTROS EN: FE SIN MIEDO, AMOR SIN FALSEDAD, AUMENTO DE SABIDURA, CURACIN DEL ALMA Y DEL CUERPO, VICTORIA SOBRE TODA FUERZA ADVERSA, OBSERVANCIA DE TUS MANDAMIENTOS Y DEFENSA VLIDA ANTE EL TREMENDO TRIBUNAL DE CRISTO
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BIBLIOGRAFA GENERAL NB. Se ofrecen algunas indicaciones generales. En cada captulo se especifica la bibliografa pertinente. Los libros sealados con un asterisco (*) pueden servir como manuales de ayuda para seguir algunos temas del curso. 1. Repertorios bibliogrficos recientes B. SESBO, Eucharistie: deux generations de travaus, en tudes n. 355, 1981, pp. 99-115. Eucharistie. Bibliographie internationale 1975-1984. Suplemento 96-98, CERDIC, Publications, Estrasburgo, 1985. G. COLOMBO, Per il trattato sullEucaristia, en Teologia 13 (1988) 95-31; 14 (1989) 105-137. C. MAGNOLI, Saggio di bibliografia eucaristica (1980-1989), en AA.VV., LEucaristia celebrata: professare il Dio vivente. Linee di ricerca, Roma, CLV, 1991, pp. 126-146. D.N. POWER, Il mistero eucaristico. Infondere nuova vita alla Tradizione, Brescia, Queriniana, 1997, pp. 437-444 bibliografa seleccionada en ingls y en italiano. 2. Tratados sistemticos A. Tratados clsicos G. ALASTRUEY, Tratado de la Santsima Eucarista, Madrid, BAC, 1952. Mysterium Fidei, Pars 1931. M. DE LA TAILLE, I. FILOGRASSI, De Sanctissima Eucharistia, Roma 1957. V. HERIS, Le mystre de lEuharistie, Pars 1952. (*) C. JOURNET, La messe. Prsence du sacrifice de la Croix, Brujas 1958 (ed. espaola: Descle de Brouwer, Bilbao, 1968). M.J. NICOLS, LEucaristia, Roma, Ed. Paoline, 1961. Il mistero eucaristico, Firenze, 1955 (ed. espaola: Rialp, Madrid 1958). A PIOLANTI ID. (ed.), LEucaristia. Il misterio dellaltare nel pensiero e nella vita della Chiesa, Roma 1957. A.M. ROGUET, LEucharistie, en Initiation Thologique, IV, Pars 1956, pp. 501-596. (*) M. SCHMAUS, Dogmatica Cattolica, IV/1, Turn, Marietti 1966, pp. 227-480 (ed. espaola: Rialp, Madrid 1962). B. Tratados postconciliares (*) J. AUER- J. RATZINGER, Il mistero dellEucaristia, Ass 1972. J. DE BACCIOCHI, LEucharistie, Tournai 1964. A. BENI, LEucaristia, Turn 1971. La Eucarista como misterio central, en Mysterium Salutis IV/ 2, Madrid, Ed. (*) J. BETZ, Cristiandad. A. GERKEN, Teologia dellEucaristia, Roma, Ed. Paoline 1977 (ed. espaola: San Pablo, Madrid 1991). M. GESTEIRA GARZA, La Eucaristia. Misterio de comunin, Madrid, 1983. (*) L. LIGIER, Il sacramento dellEucaristia, Roma, Gregoriana, 1977. (*) M. NICOLAU, Nueva Pascua de la Nueva Alianza, Madrid 1974. (*) A. PIOLANTI, Il mistero eucaristico, LEV, 1983 (ed. espaola: Rialp, Madrid 1958). (*) J.A. SAYS, El misterio eucarstico, Madrid, BAC, 1986. (*) J. SARAIVA MARTINS, I sacramenti delliniziazione cristiana, Roma, Urbaniana, 1988 (con amplio relieve de datos en el tratado sobre la Eucarista). (*) V. CROCE, Cristo nel tempo della Chiesa. Teologia dellazione liturgica, dei sacramenti e dei sacramentali, Turn Leuman, LDC, 1992 (con amplio tratamiento sobre la Eucarista). (*) B. TESTA, Los sacramentos de la Iglesia, Valencia, Edicep 199 3. Voces recogidas en los Diccionarios AA.VV., Eucharistie, en Dictionnaire de Thologie catholique, V, 989-1368. Eucaristia, en Nuovo Dizionario di Teologia, Roma, Paoline 1977, pp. 447A. AMBROSANIO, 470.
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J. BETZ, Eucaristia, en Dizionario Teologico, Brescia Queriniana, 1966, pp. 611-636. Eucaristia, en Sacramentum mundi III, Brescia, Morcelliana, 1975, pp. 669-692 (ed. ID., espaola: Herder, Barcelona). J. CASTELLANO, Eucaristia, en Dizionario Enciclopedico di Spiritualit, Roma, Citt Nuova, 1990, pp.956-974. S. CIPRIANI, Eucaristia, en Nuovo Dizionario di Teologia Biblica, Ed. Paoline, 1988, pp. 519-530. R. GERARDI, Eucaristia, en Dizionario di Teologia pastorale sanitaria, Turn, Ed. Camilliane, 1997, pp. 412-421. F. MARINELLI, Eucaristia, en Dizionario di Spiritualit dei Laici, Miln, OR, 1981, pp. 263-262. S. ROSSO, Eucaristia, en Enciclopedia di Pastorale III: Liturgia, Casale Monferrato, Piemme, 1989, pp. 204-232. E. RUFFINI, Eucaristia, en Nuovo Dizionario di Spiritualit, Ed. Paoline, 1979, pp. 601-622. R. TURA, Eucaristia, en Dizionario Teologico Interdisciplinare, Turn, Marietti, pp. 148-165. P. VISENTIN, Eucaristia, en Nuovo Dizionario di Liturgia, Ed. Paoline, 1984, 482-508. 4. Obras generales con una visin global del misterio eucarstico AA. VV., Enciclopedia eucaristica, Miln, Ed. Paoline 1964. AA. VV., LEucaristia. Simbolo e realt, Bolonia, Ed. Dehoniane, 1973. AA. VV., Eucaristia. Aspetti e problemi dopo il Vaticano II, Ass, Ed. Cittadella, 1968. AA. VV., Eucaristia. Memoriale del Signore e sacramento permanente, Turn-Leumann, LDC, 1967. Celebrare lEucaristia. Significato e problemi della dimensione rituale, TurnAA. VV., Leumann, 1983. AA. VV., Anamnesis. Eucaristia. Teologia e storia della celebrazione, Casale Montferrato, Marietti, 1983. AA.VV., Vincolo di carit. La celebrazione eucaristica rinnovata dal Vaticano II, Ed. Qiqajon, Comunit di Bose, 1995. (*) J. ALDAZABAL, La Eucaristia, en AA.VV., La celebracin de la Iglesia. II. Los Sacramentos, Salamanca 1988, pp. 181-436; versin italiana, Turn Leumann, LDC, 1994, pp. 193-482. LEucaristia, en A.G. MARTIMORT, La Chiesa in preghiera II, Brescia, Queriniana, R. CABIE, 1985 (ed. espaola: Herder, Barcelona 1992). J. DE SAINTE MARIE, LEucharistie salut du monde. tudes sur le saint sacrifice de la messe, sa clebration, sa conclbration, Pars 1982. F.X. DURWELL, LEucaristia, sacramento del mistero pasquale, Roma, Ed. Paoline 1982. C. GIRAUDO, Eucaristia per la Chiesa. Prospettive teologiche sullEucaristia a partire dalla Lex orandi, Roma-Brescia, Gregoriana-Morcelliana, 1989. MAZZA E., La celebrazione eucaristica, genesi del rito e sviluppo dellinterpretazione, Cinisello Balsamo, Ed. San Paolo, 1996. Origine dellEucaristia e sviluppo della Teologia eucaristica, en AA.VV., Celebrare il ID., mistero di Cristo II, La celebrazione dei sacramenti, Roma, Edizioni Liturgiche, 1996, pp. 125290. G. PADOIN, Il pane che io dar, Roma, Borla, 1993. D. POWERS, Il mistero eucaristico. Infondere nuova vita alla tradizione, Brescia, Queriniana, 1997; orig. ingls The Eucharistic mystery. Revitalizing Tradition, New York 1993. J.A. SAYS, La presencia real de Cristo en la Eucarista, Madrid, BAC, 1976. E. SCHILLEBEECKX, La presenza eucaristica, Roma, Ed. Paoline, 1968. J.M.R. TILLARD, LEucaristia. Pasqua della Chiesa, Roma, Ed. Paoline, 1969. M. THURIAN, LEucaristia. Memoriale del Signore, sacrificio di azione di grazie e di intercessione, Roma, Ave, 1979. J.J. VON ALLMEN, Saggio sulla Cena del Signore, Roma, Ave 1968. DEO PATRI OMNIPOTENTI PER CHRISTUM IN UNITATE SPIRITUS SANCTI OMNIS HONOR ET GLORIA