El Misterio de Los Polvos

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Ellery Queen

El Misterio de los Polvos

EL MISTERIO DE LOS POLVOS


(THE FRENCH POWDER MYSTERY)

ELLERY QUEEN
Traduccin del ingls Miguel Gimnez Sales

Manfred B. Lee and Frederic Dannay Por concesin de Scott Meredith Literary Agency, Inc. de New York, y Universitas de Barcelona Edicin espaola: Ediciones Picazo, 1974 Portada: Joan Farr, fotografa Alberto Santal, grafismo Primera edicin: Noviembre, 1974 Depsito legal: B. 43943-1974 ISBN: 84-31-0121-9 Impreso en Espaa, por C. G. Creaciones Grficas, S. A. Andrs Doria, 29. Barcelona-3 Printed in Spain Digitalizado por JLVC

Ellery Queen

El Misterio de los Polvos

PRLOGO
NOTA: En una de las primeras novelas de Ellery Queen apareci un prlogo escrito por un caballero que firmaba J. J. McC. Los editores ignoraban, y siguen ignorando, la verdadera identidad de este amigo de los dos Queen. Sin embargo, como deferencia a los deseos del autor, el seor J. J McC. ha sido bastante amable para volver a redactar unas lneas a guisa de prembulo a esta novela, lneas que siguen a continuacin. He seguido las aventuras de los Queen, padre e hijo, durante muchos aos con algo ms que un inters casual. Durante ms tiempo, tal vez, que cualquier otro de entre la legin de admiradores suyos. Lo cual me sita, o as asegura Ellery, en la postura desafortunada del Coro, el triste heraldo del antiguo drama griego que resuena en el odo de los espectadores y recibe de ellos, a lo sumo, su impaciencia. No obstante, es con gran placer que, una vez ms, acepto este papel de prologuista para una moderna novela de crimen e investigacin. Este placer se deriva de dos causas: de la clida acogida otorgada a la primera novela de Ellery Queen, de cuya publicacin fui ms o menos responsable, bajo su nom de plume, y de la larga y ardua amistad que me une con los Queen. He dicho ardua porque la tarea del simple mortal de mantenerse al ritmo de la atropellada vida de un inspector de la ciudad de Nueva York, y de la actividad intelectual de un escritor y lgico por aadidura, slo puede describirse acertadamente con dicha palabra. Richard Queen, a quien conoc ntimamente antes de su retiro, veterano con treinta y dos aos de servicios en el Departamento de Polica de Nueva York, era un hombre dinmico, de pelo gris y mucha energa. Conoca el crimen, conoca a los criminales y conoca la ley. Sin embargo, a estos atributos poco comunes, una unos mtodos atrevidos que le situaban por encima del inspector de Polica normal. Firme abogado de los mtodos inspirados de su hijo, no dejaba por ello de ser un detective prctico de pies a cabeza. Bajo su largo rgime, el Departamento de Polica, excepto aquellas ocasiones en que sus superiores decidan salir a primer plano para satisfacer una teora o una opinin de la Prensa, consigui una cifra rcord de crmenes solucionados que, hasta la fecha, es nico en los anales de la Polica de Nueva York. Ellery Queen, cosa fcil de imaginar, deploraba los aspectos menos imaginativos de la profesin de su padre. Era un lgico puro, con cualidades de soador y artista, combinacin mortal para los bribones tan desafortunados que eran viviseccionados por su mente. Su trabajo, antes de retirarse su padre del servicio activo, apenas fue visible al pblico, aparte de su costumbre de escribir alguna novela detectivesca, cuando se aburra. Principalmente, estaba siempre ocupado en el estudio de la cultura y otros conocimientos primordiales, y como gozaba de una fortuna independiente, dejada por un to materno, que le separaba de la clase conocida como parsito social, viva lo que caractersticamente se califica de existencia intelectual ideal. En l era natural su inters por el crimen, debido al ambiente que le rodeaba, y que desde su infancia le haba saturado con relatos de asesinatos y quebrantos a la ley, pero el elemento artstico de su naturaleza no le permita tomar parte en la rutina policaca.

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Recuerdo vvidamente una conversacin sostenida entre padre e hijo hace varios aos que puso de manifiesto sus antagnicos puntos de vista respecto al tema criminal. Transcribo aqu dicha conversacin porque la misma cristaliza la diferencia existente entre ambos hombres, punto totalmente esencial para comprender a los dos Queen. El inspector estaba hablando de su profesin en mi beneficio, mientras Ellery permaneca repantigado en una butaca situada entre los dos. -La investigacin ordinaria del crimen -deca el inspector-, es casi una cosa mecnica. Casi todos los crmenes los cometen los criminales, es decir, unos individuos acostumbrados por el ambiente y su propia conducta a quebrantar la ley. Y tales personas, en el noventa y nueve por ciento de casos, poseen fichas policacas. El detective, en esos hipotticos noventa y nueve por ciento de casos, ya tiene material para trabajar. Las medidas Bertillon, las huellas dactilares del archivo, fotografas ntimas... un expediente completo. Adems, el polica tiene, asimismo, un pequeo archivo sobre las diversas manas y costumbres del criminal. Todava no hemos desarrollado esta fase de la investigacin tan bien como en Londres, Viena y Berln, pero, al menos, poseemos ya unos buenos cimientos. El ladrn que virtualmente emplea siempre el mismo mtodo para abrir puertas y ventanas o volar las cajas de caudales por ejemplo, un pistolero que fuma y deja la colilla de una determinada marca de cigarrillo, slo por puro hbito, el bandido con una desordenada pasin por las mujeres, el hombre que atraca siempre solo, o el que invariablemente utiliza un vigilante... estas idiosincrasias de mtodo son, a veces, unas pistas definidas para la identidad de los criminales tan excelentes como sus huellas dactilares. Al lego le parece peculiar -continu el inspector Queen, despus de inhalar una pulgarada de polvo de rap, costumbre inveterada del viejo-, que un criminal emplee siempre el mismo modus operandi, que siempre deje caer una colilla de cigarrillo de la misma marca, que siempre lleve la misma mscara, que siempre organice una juerga con mujeres despus de un golpe afortunado... Mas no hemos de olvidar que el crimen es el "negocio" del criminal, y que todo negocio tiene su marca de fbrica. -Tu polica psicolgico -sonri Ellery- no desdea la ayuda de informadores. Algo parecido al pequeo pajarito que se instala en el lomo del rinoceronte y le avisa de la proximidad del peligro. -Iba a referirme a esto -replic su padre-. Como dije al principio, tenemos mucho material con que trabajar en una investigacin criminal. Pero por encima de todo, a pesar de la burlona actitud de mi hijo, dependemos de los delatores, informadores, chivatos del hampa para la solucin de los crmenes rutinarios. Es un secreto a voces que sin el chivato, un gran porcentaje de delitos quedaran sin solucionar. Los chivatos son esenciales para la Polica de una gran ciudad, tanto como lo es para el abogado el profundo conocimiento del cdigo legal. Y esto es razonable, puesto que en el hampa, debido a los chismes que circulan por ella, todo el mundo conoce las interioridades y los resultados de un trabajo. Nuestro problema consiste en encontrar al chivato que pase la informacin a cambio de una gratificacin adecuada. No siempre es fcil, claro... -Un juego de nios -le ataj Ellery con tono provocativo. Luego sonri. -Creo firmemente -prosigui el viejo imperturbable- que todos los Departamentos de Polica del mundo se derrumbaran antes de seis meses si la institucin del chivato dejara de existir. Ellery Queen se dispuso a rebatir esta opinin. -La mayor parte de lo que dices, oh querido progenitor, es verdad slo a medias. Y ese noventa y nueve por tiento que tanto alabas no tiene para m el menor encanto. Ah, pero el ltimo uno por ciento...!

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Volvise hacia m, sonriendo. -Donde falla el detective policiaco, J. J., es en el caso del crimen cuyo perpetrador no es un criminal habitual, que, por consiguiente, no deja huellas dactilares que se correspondan con otras de los archivos, y cuya idiosincrasia es completamente desconocida por la sencilla razn de que anteriormente tal individuo jams haba cometido un delito. Esta persona, hablando en general, no pertenece al hampa y la Polica no puede servirse de ningn chivato, delator o informante. Ellery dej de sonrer. -En este caso falta el material con que trabajar al momento, aparte del crimen en s y de las pistas que el mismo puede revelar tras una atenta observacin e investigacin. Obviamente, y lo digo con el mayor respeto por la respetable profesin de mi padre, obviamente es mucho ms difcil en tales casos atrapar al criminal. Lo cual explica dos cosas: el alto porcentaje actual de crmenes mayores sin solucionar en este pas, y mi propia vocacin. El French Powder Mystery es uno de los casos ms antiguos en los archivos de los Queen, en el cual Ellery dio muestras de su talento casi nico. Guarda notas de todo el caso, siendo sta una de sus mejores costumbres. En consecuencia, tras desenmascarar a la persona culpable, escribi un libro con este asunto, presentando los hechos de una forma literaria. Yo le induje a pulir el manuscrito y a publicarlo como su segunda novela bajo su nom de plume... en una poca en que me hallaba cobijado bajo el sagrado techo de la villa italiana de los Queen. Pues hay que recordar que Ellery, despus de renunciar a su querida profesin, ya casado y domesticado, guarda dentro de un archivo todas las notas referentes a sus casos, y slo las exhortaciones de un amigo lograron vivificar aquel antiguo manuscrito. Hay que agregar, en honor al inspector Queen, que el papel relativamente pequeo que desempe en el caso French se debi a la enorme presin oficial y en gran parte a las tensiones a que estuvo sometido por el recin nombrado comisario, Scott Welles. Al terminar, deseo destacar que los Queen todava viven entre los montes italianos, que el hijo de Ellery hace ya pinitos y ha aprendido con inocente gravedad caray, que Djuna goza de perfecta salud y que ltimamente ha pasado por la dificultad de un cmico amoro con una chica campesina, que el inspector todava redacta monografas para revistas alemanas y efecta algunas jiras de inspeccin por los departamentos policacos del Continente, que la seora de Ellery Queen se ha recuperado felizmente de su ltima enfermedad, y finalmente, que el propio Ellery, despus de su visita a Nueva York el otoo pasado, ha regresado a su paisaje romano con gratitud en el corazn y, segn dice (aunque yo lo dudo), sin aorar las distracciones del West Side. Lo cual slo me deja por decir que espero sinceramente que el lector gozar tanto con la lectura de esta presente obra como goc yo. J. J. McC. Nueva York. Junio de 1930.

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ALGUNAS PERSONAS IMPORTANTES Relacionadas con la investigacin del caso French.


Nota: Presentamos a continuacin una lista de los personajes ms ntimamente involucrados con el Powder French Mystery. Aconsejamos al lector que lea dicha lista y procure aprendrsela de memoria, y tambin a referirse a la misma durante el curso de la historia. El lector, al mismo tiempo, tendr presente que el gozo conseguido con una buena novela detectivesca se deriva de la batalla entre la inteligencia del lector y el ingenio del autor. Una atencin escrupulosa al reparto de personajes suele ser un medio excelente para conseguir la victoria final en tal batalla. Ellery Queen

WINIFRED MARCHBANKS FRENCH: Requiescat in pace. Qu conjunto de malvadas mentiras yaca bajo su muerte? BERNICE CARMODY: Una joven de mala suerte. CYRUS FRENCH: Un avatar comn americano... prncipe de los mercaderes y puritano. MARION FRENCH: Una cenicienta vestida de seda. WESTLEY WEAVER: Secretario y enamorado... y amigo del autor. VINCENT CARMODY: L'homme sombre et malbeureux. Tratante en antigedades. JOHN GRAY: Director. Un donante de finales de libro. HUBERT MARCHBANKS: Director. Hermano ursino de la difunta Winifred French. A. MELVILLE TRASK: Director. Borrn en un escudo de armas. CORNELIUS ZORN: Director. Un nabab panzudo con inhibiciones. CORNELIUS ZORN: Seora de. Esposa medusa. PAUL LAVERY: El impecable franais. Pionero del arte decorativo moderno. Autor de estudios tcnicos en el terreno de las bellas artes, particularmente L'art de la Faiance, publicado por Montserrat, Pars, 1913. ARNOLD MACKENZIE: Escocs y encargado general de la Casa French. WILLIAM CROUTHER: Detective y fiel custodio de la ley, de la Casa French. DIANA JOHNSON: Una modelo de espanto. JAMES SPRINGER: Un misterioso gerente del Departamento de Libros. PETER OFLAHERTY: Leal vigilante nocturno de la Casa French. HERMANN RALSKA, GEORGE POWERS, BERT BLOOM: Vigilantes nocturnos. HORTENSE UNDERHILL: Ama de llaves tirana. DORIS KEATON: Doncella de los French. HONORABLE SCOTT WELLES: Comisario de Polica. DOCTOR SAMUEL PROUTY: Forense del condado de Nueva York. HENRY SAMPSON: Fiscal de distrito del condado de Nueva York. TIMOTHY CRONIN: Ayudante del fiscal de distrito del condado de Nueva York. THOMAS VELIE: Sargento a las rdenes del inspector Queen. HANGSTROM, HESSE, FLINT, RITTER, JOHNSON, PIGGOTT: Detectives a las rdenes del inspector Queen. SALVATORE FIORELLI: Jefe de la Brigada de Narcticos. JIMMY: Experto en huellas dactilares, a quien siempre se le ha conocido slo por el nombre. DJUNA: Ayuda de cmara y criado para todo de los Queen, que interviene muy poco. INSPECTOR RICHARD QUEEN: Que se ve tremendamente acosado en esta aventura. ELLERY QUEEN: Que tiene la suerte de solucionarla.

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Detectives, policas, empleados, un mdico, una enfermera, enterrador negro, un vigilante de transportes, etc., etc.

PRIMER EPISODIO
Hablando entre parntesis... en numerosos casos, la nica diferencia entre el xito y el fracaso en una investigacin criminal es una especie de... reluctancia osmtica (por parte de las percepciones mentales del detective) a internarse entre los cilios de lo QUE PARECE SER y llegar a la corriente vital de LO QUE ES EN REALIDAD. De Una prescripcin para el crimen, del doctor Luigi Pinna.

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LOS QUEEN ESTABAN EN EL SALON Estaban acomodados en torno a la vieja mesa de nogal del apartamento de los Queen cinco individuos diferentes en su aspecto. Entre ellos se hallaba el fiscal dc distrito Henry Sampson, hombre esbelto, de ojos brillantes. Al lado de Sampson resplandeca Salvatore Fiorelli, jefe de la Brigada de Narcticos, un corpulento italiano con una larga cicatriz en la mejilla derecha. El pelirrojo Timothy Cronin, ayudante del fiscal de distrito, tambin estaba presente. Y el inspector Richard Queen y su hijo Ellery, sentados uno al lado del otro con distintas expresiones faciales. El viejo pareca sombro y se morda las guas del bigote. Ellery contemplaba, sin verla, la cicatriz de Fiorelli. El calendario de la mesa afirmaba que era martes, 4 de mayo de 19... Por entre las cortinas de las ventanas se filtraba una agradable brisa primaveral. El inspector mir a los reunidos. -Qu ha hecho Welles? Me gustara saberlo, Henry. -Vamos, Queen..., Scott Welles no es tan malo. -Va de cacera, hace una buena matanza y esto le da derecho a ser elegido comisario de Polica, verdad? Oh, s, claro, claro... Y el trabajo se amontona ante nosotros. -No es tan malo -repiti Sampson-. Hablando con justicia, ha hecho algunas cosas tiles... El Comit para Aliviar a los Damnificados por las Inundaciones, obras sociales... Un hombre tan activo en un campo apoltico no puede ser completamente malo, Queen. -Cunto lleva en el cargo? -rugi el inspector-. No, no me lo diga, deje que lo adivine. Dos das. Pues bien, aqu tienen lo que ha hecho en esos dos das. Aprieten los dientes. El inspector hizo una pausa, posiblemente para darles tiempo a apretarlos. -Nmero uno: reorganiza el Departamento de Personas Desaparecidas. Y no s por qu el pobre Parsons se ha despedido. Nmero dos: distribuye de tal forma a siete capitanes de comisara que ahora necesitan planos callejeros para reconocer sus territorios habituales. Por qu? Ah, ustedes lo sabrn, yo no. Nmero tres: cambia la formacin del Trfico B, C y D. Nmero cuatro: reduce un escuadrn de dos docenas de detectives de segundo grado a simples guardias de patrulla. Alguna razn? Ciertamente! Alguien, cuyo nieto del abuelo conoce al cuarto secretario del gobernador, necesitaba un puesto y...

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Nmero cinco: revisin de los reglamentos de la Academia de Polica. Y s que tambin piensa cambiar algo en mi Brigada de Homicidios... -Le estallar una vena -le advirti Cronin. -Y todava no han odo nada -continu el iracundo inspector-. Todos los detectives de primer grado han de saber redactar un parte diario..., un parte personal diario dirigido a la oficina del comisario! -Bueno -sonri Cronin-, le agradar leerlos. La mayor parte de esos chicos no saben deletrear la palabra homicidio. -No leer nada, Tim. Cree que malgastar su tiempo? Ni por su ta Martha! No, seor. Los enviar, en realidad ya los ha enviado, a mi despacho, por medio de su untuoso secretario, Theodore B. B. St. Johns, con un mensaje corts: El comisario saluda al inspector Richard Queen, y le agradecer su opinin, dentro de una hora, sobre la veracidad de los partes adjuntos. Y aqu me tienen, sudando la gota gorda con el fin de mantener despejada la cabeza en esta investigacin sobre los narcticos..., y al mismo tiempo he de poner mi visto bueno en esos malditos partes. El inspector hundi dos dedos en su caja de rap. -Todava no sabe la mitad, Queen --observ Fiorelli-. NO sabe que ese mequetrefe, ese zopenco, ese civil, entr en mi departamento, husmeando por entre los muchachos, y cogi una lata de opio del estante, y se la envi a Jimmy para... psmese!, para que sacara las huellas dactilares! Las huellas dactilares, Dios mo! Como si Jimmy pudiese sacarlas y encontrar las de un adicto despus de que una docena de manos han tenido la lata bien apretada... Adems, ya tenamos las huellas requeridas. Pues no, no acept una explicacin. Y luego, Stern vino corriendo a verme, contndome que el tipo que buscbamos se haba presentado a la Central, y haba robado una lata de opio. Fiorelli extendi las manos y luego se meti un cigarro habano entre los gruesos labios. Fue en aquel momento cuando Ellery cogi un volumen de la mesa, con las cubiertas ajadas, y empez a leer. La sonrisa de Sampson se desvaneci. -Bromas aparte, si no solucionamos pronto lo relativo a las drogas nos veremos en un aprieto. Welles no debera forzarnos la mano en el caso White. Parece como si esa banda... Movi dubitativamente la cabeza. -Esto es lo que me exaspera -se quej el inspector-. Aqu me tienen buscando a la banda de Pete Slavin, y he de perder el da entero declarando ante el tribunal. Rein un silencio que no tard en romper Cronin. -Qu ocurri con OShaughnessy en el crimen del Kingsley Arms? -pregunt con curiosidad-. Cant de plano? -Anoche -asinti el inspector-. Tuvimos que apretarle un poco los tornillos, pero comprendi que lo tenamos cogido y cant -las lneas de dureza en torno a su boca se suavizaron-. Ellery realiz una buena labor. Cuando uno piensa que llevbamos todo el da en el caso sin el menor atisbo de prueba de que OShaughnessy hubiera asesinado a Herrin, aunque estbamos seguros de que lo haba hecho l, llega mi hijo, pasa diez minutos en el lugar del crimen, y nos entrega la prueba que achicharrar al asesino. -Otro milagrito, eh? -ri Sampson-. Cul es la verdadera historia, Queen? Todos miraron a Ellery, pero el joven estaba hundido en su butaca, leyendo atentamente. -Tan simple como hacer rodar un leo -rezong el inspector-. Claro que por lo general todas las soluciones son sencillas cuando l las explica. Djuna, ms caf. Quieres t tambin, hijo?

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Una figura gil asom la cabeza desde la cocina, sonri, inclin la cabeza y desapareci. Djuna era el ayuda de cmara y hombre para todo: cocinero, doncella y, de manera oficiosa, la mascota del inspector Queen, Ellery Queen y el Departamento de Polica. Luego volvi a salir con una cafetera y llen de nuevo las tazas que haba sobre la mesa. Ellery cogi la suya sin mirar y empez a beber, con los ojos clavados en el libro. -Simple no es la palabra adecuada, claro -prosigui el inspector Queen-. Jimmy haba espolvoreado toda la habitacin en busca de huellas dactilares sin encontrar ms que las del propio Herrin... el cual estaba ms muerto que mi bisabuela. Todos los muchachos fueron sugiriendo distintos sitios donde espolvorear... como si fuese un juego peg un puetazo sobre la mesa-. Entonces lleg Ellery. Le cont el caso y le mostr lo que habamos encontrado. Ya recordarn que hallamos las pisadas de Herrin en el rastro de yeso cado en el piso dcl comedor. Esto nos tena muy intrigados, debido a la circunstancia de que era imposible que Herrin hubiese estado all. Y ah es donde la mentalidad superior luci en todo su esplendor. Aunque ms que mentalidad superior tal vez debera calificarlo de truco. Ellery dijo: Estn seguros de que son stas las huellas de los pies de Herrin? Yo lo afirm sin asomo de duda. Cuando le dije el motivo, asinti... y no obstante era imposible que Herrin hubiese dejado sus pisadas en aquella estancia. Mas all estaban las huellas, desmintiendo lo imposible. Muy bien, exclam este encanto de hijo, despus de todo, tal vez Herrin no haya estado en esta habitacin. Pero, Ellery, esas huellas!, objet yo. Tengo una idea..., murmur l. Y entr en el dormitorio. El inspector Queen exhal un profundo suspiro antes de continuar. -Ciertamente tena una idea. En el dormitorio inspeccion los zapatos que el cadver llevaba puestos, se los quit, cogi los polvos de Jimmy, pidi la copia de las huellas dactilares de OShaughnessy, espolvore los zapatos... y all estaba una bellsima impresin de un pulgar! S, concordaba con las huellas del archivo. Era de OShaughnessy. Como ven, nosotros buscamos huellas en todas partes menos en el lugar ms indicado: en el propio cadver. Mas, a quin se le poda ocurrir ir a buscar el signo del asesino en los zapatos de su vctima? -S -gru el italiano-, un lugar improbable. Cmo se le ocurri tal idea? -Ellery razon que si Herrin no haba estado en el comedor y s sus zapatos, ello significaba sencillamente que alguien los haba usado por all. Infantil, eh? Pero haba que dar en el clavo -el viejo contempl la cabeza inclinada de Ellery con fingida irritacin-. Ellery, qu diablos ests leyendo? Eres un anfitrin muy descorts, hijo. -En esta ocasin la familiaridad de un profano en la materia con las huellas dactilares dio buen resultado -sonri Sampson. -Ellery! El joven levant la vista. Blandi el libro en seal de triunfo y empez a recitar ante el asombro de los presentes: Si iban a dormir con las sandalias puestas, la correa morda los pies y las sandalias se les helaban pronto. Esto se deba en parte a que, ya que sus sandalias viejas haban fallado, ahora llevaban botas hechas con cuero de buey. Mir a todos los reunidos y luego a su padre. -Sabes, pap, que esto me ha dado una idea esplndida? Su semblante resplandeca cuando alarg la mano para coger un lpiz. El inspector Queen se puso de pie, gruendo.

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-No es posible sacarle nada del cuerpo cuando est de ese humor...! Vamos, Henry... Viene usted, Fiorelli? Vmonos al Palacio de Justicia.

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LOS REYES ESTABAN EN CONTADURA Eran las once cuando el inspector Queen sali de su apartamento de la calle Ochenta y Siete Oeste en compaa de Sampson, Cronin y Fiorelli, hacia el Palacio de Justicia. Precisamente en aquel instante, a unos kilmetros ms al Sur, un hombre se hallaba de pie, quedamente, junto a la ventana maestra de un apartamento privado. Dicho apartamento estaba situado en el piso sexto de Casa French, unos grandes almacenes de la Quinta Avenida. El hombre de la ventana era Cyrus French, principal accionista de la sociedad y presidente de la Junta de Directores. French contemplaba el trfico del cruce de la Quinta Avenida con la calle Treinta y Nueve, sin verlo. Era un individuo de rostro agrio, de unos sesenta y cinco aos de edad, corpulento, de cabello gris acerado. Llevaba un traje adecuado a su rango, de color oscuro. Y luca una flor blanca en la solapa. -Supongo que qued bien claro -murmur- que la reunin era para las once de esta maana, Westley. Volvise bruscamente hacia un joven sentado ante un escritorio situado delante de otra ventana. Westley Weaver asinti. Apenas tena treinta aos y estaba recin afeitado. -Muy claro -dijo. Levant la mirada del cuaderno de taquigrafa en el que estaba escribiendo-. En realidad, aqu tengo una copia al carbn del memorndum que ayer por la tarde redact yo mismo. Envi una copia a cada director, aparte de la que hall usted esta maana en su escritorio. Seal una hoja de papel que se hallaba al lado del telfono. Salvo los cinco libros que permanecan en pie entre los sujetalibros de nice cilndricos al extremo derecho de la mesa, el telfono y el memorndum, su superficie estaba desierta. -Hace una media hora he comprobado por telfono que todos los directores haban recibido el memorndum. Y han prometido llegar a tiempo. French gru y volvi a contemplar el denso trfico matinal. Con las manos cruzadas a la espalda, empez a dictar rdenes para la Casa con una voz ligeramente rasposa. Cinco minutos ms tarde se vieron interrumpidos por una llamada a la puerta exterior, ms all de una antesala. -Adelante! -grit French con irritacin. Se oy el rumor de una mano que hurgaba en la invisible manija. -Oh, s, claro, esta puerta est cerrada! musit French-. Abra, Westley. El joven cruz rpidamente la antesala y abri la pesada puerta. Apareci en el umbral un anciano que, al sonrer, dej ver unas encas descoloridas, seguidamente, con una celeridad inaudita en un hombre de sus aos, penetr en la habitacin. -Nunca me acuerdo que tienes la puerta cerrada, Cyrus -voce, estrechando las manos de Westley y French-. Soy el primero? -S, John -asinti French sonriendo vagamente-. Los otros no tardarn en llegar.

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Westley le ofreci una butaca al anciano. -Sintese, por favor, seor Gray. Gray, con sus setenta aos a cuestas, no los aparentaba. Tena una cabeza de pjaro con un pelo blanco y ralo. Su rostro mostraba el color indefinido del pergamino, constantemente estaba arrugado por una sonrisa que elevaba su fino bigote blanco por encima de unos labios muy rojos. Llevaba cuello de pajarita y corbata de lazo. Acept la silla y sentse con un movimiento ampuloso. -Qu tal el viaje, Cyrus? -pregunt-. Hallaste a Whitney muy difci1? -No mucho, no mucho! -manifest French, reanudando su paseo por la estancia-. En realidad, si llegamos oficialmente a un acuerdo esta maana, el asunto quedar zanjado antes de un mes. -Excelente! Buen trabajo, Cyrus! John Gray se frot las manos con un gesto raro que hizo que emitieran un sonido rasposo. Hubo una segunda llamada a la puerta. Westley volvi a atravesar la antesala. -El seor Traks y el seor Marchbanks -anunci-. Y si no me equivoco, el seor Zorn sale del ascensor. Dos individuos cruzaron la antesala hacia el despacho, y un instante despus un tercero. Westley regres a su butaca. La puerta se cerr sola, dejando or un chasquido. Los recin llegados estrecharon todas las manos y se dejaron caer en sendas butacas en torno a la mesa de conferencias colocada en el centro de la habitacin. Formaban un grupo peculiar. Traks... A. Melville Traks, del Registro Social, estaba sentado con su habitual postura, es decir, muy hundido en la butaca, mientras jugueteaba indolentemente con un lpiz. 5us asociados apenas le prestaban atencin. Hubert Marchbanks se sentaba pesadamente. Era un hombre de carnes fofas, de cuarenta y cinco aos, torpn con las manos. A intervalos regulares, su voz se elevaba en un jadeo asmtico. Cornelius Zorn contemplaba a sus socios por detrs de unas gafas de montura de oro. Tena el crneo pelado y cuadrado, los dedos gruesos y luca un bigote rojizo. Su figura, muy baja, pareca llenar toda la butaca. Tena aspecto de carnicero sbitamente enriquecido. French se instal a la cabecera de la mesa y pase la mirada por la asamblea con solemnidad. -Caballeros... sta es una conferencia que formar historia en los anales de nuestra Casa -hizo una pausa para aclararse la garganta-. Westley, disponga que coloquen fuera a un hombre para que nadie pueda molestarnos. -S, seor. Westley cogi el telfono y murmur: -Con el despacho del seor Crouther, por favor una pausa-. Crouther? Quin...? Oh, s... No, no le busque. Hgalo usted mismo. Enve a uno de los vigilantes de la tienda a la puerta del despacho del seor French, en su apartamento del sexto piso, con el fin de que no deje entrar a nadie. El seor French no desea ser molestado bajo ningn concepto mientras dure la conferencia... No, no tiene que entrar, slo quedarse de vigilancia a la puerta... A quin enviar...? A Jones? Muy bien. Dgaselo a Crouther cuando le vea... S, cuando llegue... Ah, est aqu desde las nueve? Bien, entonces dgaselo cuando le vea. Ahora estoy muy ocupado. Colg el aparato y regres rpidamente a la silla situada a la derecha de French. Cogi un lpiz y abri un cuaderno. Los cinco directores estaban revisando un montn de papeles. French permaneca sentado contemplando el cielo de mayo del exterior, mientras los dems se familiarizaban con los datos de los documentos, con las manos sobre la mesa. De repente volvise hacia el joven Westley y murmur:

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-Por poco lo olvido, Westley. Pngame con mi casa. Son... s, las once y cuarto. Ya se habrn levantado. Mi esposa estar ansiosa por m, puesto que no he hablado con ella desde ayer, cuando me march a Great Neck. Westley le dio a la telefonista el nmero de la casa particular de French y un momento ms tarde volvi a hablar por el auricular. -Hortense? Se ha levantado la seora French...? Bueno... est Marion? O Bernice...? Muy bien, hablar con Marion. Se volvi un poco de espaldas a French, el cual estaba conversando en voz baja con el viejo John Gray. A Westley le brillaban los ojos y se haba ruborizado. -Hola, Marion... Aqu, Wes. Lo siento... llamo desde el apartamento... Tu padre desea hablar contigo... -Westley querido! -exclam una voz femenina por el telfono-. S, te entiendo... Oh, lo siento, cario, pero estando ah pap, no podemos hablar mucho. Me quieres? Dmelo. -No puedo... -susurr el joven rgidamente. Mas su rostro, invisible para French, era muy elocuente. -Ya lo s, tonto -ri la chica-. Lo dije para hacerte sonrojar. Porqu te has sonrojado, verdad? Volvi a rer. -S, s... -Bien, psame a pap, querido. Westley se aclar la garganta y se volvi hacia French. -Aqu est Marion, seor -le entreg el instrumento a su jefe-. Hortense Underhill dice que ni la seora French ni Bernice han bajado todava. French se apresur a coger el aparato. -Marion, aqu tu padre. Acabo de llegar de Great Neck y estoy bien. Ha pasado algo...? Qu te ocurre? Pareces cansada... Est bien, querida. Slo deseaba que supierais que he llegado ya. Dselo a mam... Esta maana estar demasiado ocupado para volver a llamarla. Adis, hijita. Volvi a hundirse en la silla, mir gravemente a la Junta y dijo: -Ahora, caballeros, puesto que ya han tenido tiempo de familiarizarse con las cifras del asunto Whitney, pongamos manos a la obra. Blandi un dedo ante los reunidos. A las once cuarenta y cinco son el telfono, interrumpiendo una acalorada discusin entre French y Zorn. La mano de Westley asi el aparato. -Diga... El seor French est ahora muy ocupado... Es usted, Hortense? Qu pasa...? Un momento -se volvi hacia French-. Perdone, seor... Hortense Underhill est al telfono y parece inquieta. Quiere hablar con ella o la llamar ms tarde? French mir a Zorn con ojos centelleantes, el cual se estaba secando el sudor de la frente y el cuello. Luego, arrebat el telfono de manos de su secretario. -Bien, qu sucede? -Seor French -repuso una voz femenina temblorosa-, algo terrible ha ocurrido. No encuentro a la seora French ni a la seorita Bernice! -Eh, qu dice? Qu pasa? Dnde estn? -No lo s, seor. No han llamado a las doncellas en toda la maana y hace unos minutos sub a ver si les ocurra algo. Oh, no lo creer, seor... No lo entiendo... -Hable de una vez! -Sus camas no estn deshechas. Creo que anoche no han dormido en casa.

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-Idiota! -rugi French colrico-. Por esto me interrumpe en medio de una conferencia? Anoche llovi y probablemente se quedaron en casa de alguna amiga. -Pero, seor French, habran llamado... -Por favor, Hortense! Siga con sus quehaceres. Ya me ocupar de esto ms tarde. Golpe la horquilla del telfono con el receptor. -Tonteras... -musit. Luego se encogi de hombros. Volvise hacia Zorn, con las palmas de sus manos sobre la mesa-. Bien, sigamos. Se atreve usted a decirme que se opone al trato debido slo a unos cuantos miles de dlares? Permita que le diga una cosa, Zorn...

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HUMPTY-DUMPTY SUFRIO UNA GRAN CADA La Casa French ocupaba una manzana cuadrada en el centro del sector medio de Nueva York, en la Quinta Avenida. En la lnea divisoria situada entre la parte ms elegante de la avenida en su lado superior y el distrito comercial inferior, formaba un compuesto de riqueza y miseria. A medioda, sus anchos pasillos y sus seis plantas estaban atestados de empleadas y mecangrafas, a media tarde, el tono de su clientela mejoraba perceptiblemente. Sin embargo, la Casa se ufanaba de sus precios bajos, de poseer los modelos ms modernos, de tener a la venta los artculos ms necesarios para la vida actual de todo Nueva York. Como resultado de este compromiso entre unos precios atractivos y unos productos exclusivos, French's era el establecimiento ms popular de la ciudad. Desde las nueve de la maana a las cinco y media de la tarde, aquellos almacenes se vean repletos de clientes, y apenas era posible pasar por las aceras que rodeaban a aquella construccin de mrmol. Cyrus French, propietario del local, ayudado por su Junta de socios, ejerca toda su fuerza financiera en la poderosa organizacin, convirtiendo a Casa French, institucin que contaba ya con la edad de dos generaciones de propietarios, en un verdadero espectculo ms de la gran urbe. En aquellos das, mucho antes de que el movimiento artstico se hubiera comunicado en Estados Unidos a artculos ms prcticos de uso diario, Casa French ya haba efectuado contactos estrechos con sus representantes europeos y realizaba exhibiciones de objetos de arte, muebles artsticos, y vajillas modernas. Estas exposiciones atraan a la tienda a grandes masas de mirones y compradores. Uno de sus principales escaparates, que daba a la Quinta Avenida, estaba dedicado a exhibiciones peridicas de artculos importados. Dicho escaparate se haba convertido en el punto focal de todos los ojos de Nueva York. Multitudes curiosas contemplaban constantemente aquella cristalera. La maana del martes, veinticuatro de mayo, a las doce menos tres minutos, se abri la puerta posterior del escaparte y surgi por la misma una modelo vestida de negro, con delantal y cofia blanca. Recorri con la mirada el escaparate, pareci apreciar su contenido y luego se qued quieta, como aguardando un momento determinado de antemano para iniciar su labor. El contenido del escaparate estaba dispuesto con el fin de ilustrar una combinacin de dormitorio y saln, de acuerdo con un diseo ultramoderno creado por Paul Lavery, de Pars, segn indicaba una placa en una esquina. Dicha placa daba a conocer la autoridad de los

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artculos exhibidos por Paul Lavery, y llamaba la atencin hacia las conferencias de Paul Lavery en el quinto piso. La pared posterior, en la que se hallaba la puerta por donde haba entrado la modelo, no mostraba ningn adorno, aparte de una pintura color verde manzana. De la misma pared colgaba un enorme espejo veneciano, sin marco, y de bordes irregulares. Contra la pared se hallaba una mesa larga y estrecha, mostrando un veteado sin pintar aunque muy encerado. Sobre la mesa haba una lmpara sin prisma, fabricada con un cristal glaseado que en aquella poca slo se produca en una fbrica de objetos de arte moderno de Austria. Piezas raras, como butacas, mesitas, libreras, un divn, todo ello de fabricacin muy poco ortodoxa, peculiar y atrevida de lneas, estaba desordenadamente colocado en el escaparate. Las paredes laterales servan de fondo a varios objetos de diversos usos. Las lmparas del techo y las paredes pertenecan todas a una variedad disimulada, que empezaba a ganar muchos adeptos m el Continente. A las doce, la modelo, que desde su aparicin haba permanecido inmvil, empez a moverse activamente. Por aquel entonces, ya se haba reunido delante del escaparate una ingente masa de espectadores, aguardando la demostracin de la modelo, con ojos famlicos. Cogiendo una vara de metal de la que colgaban diversas placas con frases diversas, la modelo empu una especie de batuta de marfil y fue sealando la leyenda de la primera placa, procediendo luego y con solemnidad a dirigirse hacia una de las piezas exhibidas en la pared oriental, donde empez una pantomima para demostrar su fabricacin y propiedades. La quinta placa (por entonces, la muchedumbre se haba duplicado, inundando toda la acera), deca: CAMA EMPOTRADA Este mueble moderno est escondido en la pared occidental y se abre elctricamente por medio de un botn. Es un diseo especial, creado por Paul Lavery, y es el nico que hay de esta clase en este pas. Volviendo a sealar las palabras, para destacarlas ms, la modelo anduvo indolentemente hacia la pared indicada. All, toc un botn que sobresala de la pared. Antes de apretar el botn, volvi a contemplar una vez ms a la multitud que se apretujaba frente al cristal. Los cuellos se alargaban con el fin de ver mejor aquella prometida maravilla. Y lo que todos vieron fue una maravilla... tan inesperada, tan horrible, tan grotesca, que en el momento en que surgi, todos los rostros parecieron congelarse por efectos de la incredulidad. Fue como un instante arrancado de una horrible pesadilla. Porque, en el momento en que la modelo presion el botn de marfil, un sector de la pared se desliz hacia fuera y hacia abajo con un rpido movimiento silencioso, se desplegaron dos patas de madera y apareci la parte delantera de una cama, quedando sta en posicin horizontal... con el cuerpo de una mujer, de rostro muy plido, ajado, distorsionado, con los vestidos manchados de sangre en dos lugares, cuerpo que, abandonando la cama cubierta por una colcha de seda, cay al suelo, a los pies de la modelo. Eran exactamente las doce y cuarto.

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TODOS LOS CABALLOS DEL REY La modelo profiri un penetrante alarido, tan estridente que la multitud agolpada frente al escaparate lo oy perfectamente. Luego, sus ojos giraron en sus rbitas y la joven cay desvanecida al lado del cadver. Los espectadores presentaban un cuadro de inmovilidad, todos callados, petrificados por el terror. De pronto, una mujer de la acera, con la cara presionada contra el cristal, lanz un chillido. La inmovilidad, entonces, se troc en frenes, el silencio en un rugiente clamor. La gente se apart del escaparate, alejndose de manera alocada, como en una estampida de espanto. Un nio cay y fue pisoteado por varias personas. Se oy un silbato policiaco, y una figura con uniforme azul se abri paso entre el gento, haciendo frecuente uso de la porra. El polica pareca asombrado por el gritero... aunque todava no haba visto las dos figuras cadas sobre el piso del escaparate. De repente, se abri la puerta interior de aqul y un individuo que luca una barbita puntiaguda y un monculo entr corriendo en la falsa habitacin. Sus ojos se fijaron en las dos mujeres inmviles en el suelo, y luego en la multitud atemorizada al otro lado del cristal y en el polica que blanda la porra, hasta que por fin volvi a concentrar la mirada en el suelo. Profiriendo una maldicin en voz baja, salt hacia delante, asi un cordn de seda disimulado en un rincn, cerca del vidrio fronterizo, y tir del mismo. Al momento cay una cortina a modo de teln, ocultando desde la calle la vista del escaparate. El hombre barbudo se arrodill al lado de la modelo, le busc el pulso, toc con cierta vacilacin el rostro de la otra mujer, se levant y corri hacia la portezuela. En la planta baja del establecimiento empezaba a reunirse ya un grupo de clientes y empleados, al otro lado del escaparate. Tres hombres, vigilantes de seccin, corrieron hacia la portezuela con nimos de entrar. El barbudo grit secamente desde la puerta: -Eh, vosotros, avisad al momento al detective del local...! No, no importa, ah viene... Seor Crouther! Seor Crouther! Por aqu! De prisa! Un individuo de anchos hombros y pesada corpulencia, se iba abriendo paso por entre los reunidos. Acababa de llegar a la puerta del escaparate cuando el polica que haba dispersado a la muchedumbre de la acera lleg a toda marcha y le sigui al interior del escaparate. Los tres hombres desaparecieron, puesto que el polica cerr la puerta tras s. El barbudo estaba a un lado. -Ha ocurrido un accidente terrible, Crouther... Oh, me alegro de que est usted aqu, agente... Dios mo, qu tragedia! El detective del local cruz la falsa habitacin y contempl a las dos mujeres. -Qu le ha ocurrido a la chica, seor Lavery? -Supongo que se ha desmayado.

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-Eh, Crouther, deje que eche un vistazo -pidi el polica, apartando a Lavery a un lado sin ceremonias. Se inclin sobre el cuerpo de la mujer que haba cado de la cama. Crouther se aclar la garganta dndose importancia. -Oiga, Bush. No es ste momento para efectuar un examen. No debemos tocar nada hasta haber avisado a la Central. El seor Lavery y yo nos quedaremos aqu de guardia mientras usted usa el telfono. Vamos, Bush, no pierda el tiempo! El polica pareci indeciso un instante, se rasc la nuca y finalmente sali del escaparate apresuradamente. -Valiente jaleo! -gimi Crouther-. Qu ha sucedido, seor Lavery? Quin diablos es esta mujer? Lavery se sobresalt y se mes la barbita con sus largos dedos. -No lo sabe? Oh, claro que no... Dios santo! Qu vamos a hacer? -No se excite tanto, seor Lavery -le aconsej Crouther, frunciendo el ceo-. Se trata de un trabajo policiaco, ni ms ni menos. Por suerte, yo he podido llegar al momento. Aguardaremos a los chicos de la Central. De modo que tenga calma y... Lavery contempl framente al detective. -Estoy perfectamente calmado, Crouther. Y sugiero... -calcu1 las palabras con autoridad- que rena usted inmediatamente a sus ayudantes a fin de mantener el orden en la planta baja. Procure que nadie se entere an de la verdad. Llame al seor Mackenzie. Enve a alguien que advierta al seor French y la Junta de Directores. Creo que estn conferenciando arriba. Se trata de un asunto... de carcter mucho ms grave de lo que usted cree... Vamos, muvase! Crouther mir a Lavery con cierta rebelda en sus pupilas, movi la cabeza y fue hacia la puerta. Al abrirla, cruz el umbral un hombre bajito y moreno que llevaba un maletn de mdico. Mir rpidamente a su alrededor y, sin una sola palabra, se arrodill junto a los dos cuerpos. Dedic una mirada a la modelo y le busc el pulso. Luego habl sin levantar los ojos. -Eh... seor Lavery... es usted, verdad? Tendr que ayudar... y pida que le eche una mano a alguno de esos tipos de fuera. La modelo slo est desmayada. Que le den un vaso de agua y la tiendan en el divn... Luego, que alguien vaya a buscar una de las enfermeras del botiqun. Lavery asinti. Fue a la puerta y llam, dominando los excitados murmullos: -Eh, seor Mackenzie, venga, por favor! Un individuo de media edad, con un agradable rostro escocs, entr atropelladamente en el escaparate. -Aydeme, por favor -le rog Lavery. El mdico estaba ya atareado con el cuerpo de la otra mujer. Sus movimientos ocultaban el rostro de sta. Lavery y Mackenzie levantaron el cuerpo insensible de la modelo y lo transportaron al divn. Luego, enviaron a uno de los vigilantes del piso a buscar un vaso de agua, y el hombre volvi en un periquete. La modelo se trag un sorbo de agua y lanz un gemido. El mdico levant la vista gravemente. -Esta mujer est muerta -anunci-. Desde hace bastante tiempo. Ms an: la mataron de un disparo. Justo en el corazn. Creo que se trata de un asesinato, seor Lavery. -Nom du chien! -exclam el barbudo. Su rostro estaba tan gris como el de la muerta. Mackenzie cruz el escaparte para contemplar el semblante del cadver. Retrocedi exhalando un grito. -Cielo santo! Es la seora French!

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Y TODOS LOS HOMBRES DEL REY La puerta del escaparate se abri rpidamente y entraron dos hombres. Uno era un individuo alto y esbelto que fumaba un cigarro negruzco, quien se detuvo en seco, mir a su alrededor y, al divisar el cadver, avanz inmediatamente hacia el extremo ms alejado de la cama empotrada, donde yaca la mujer muerta. Dirigi una breve mirada al mdico, inclin la cabeza a guisa de saludo, y sin ms se arrodill. Al cabo de un momento, levant la vista. -Usted es el mdico de este establecimiento, verdad? -S -asinti el interrogado con cierto nerviosismo-. Slo he hecho un examen superficial. Est muerta... -Ya lo veo -asinti el recin llegado-. Soy Prouty, el forense. No se mueva, doctor. Volvi a inclinarse sobre el cadver, abriendo su maletn. El segundo de los recin llegados era un gigante de poderosas mandbulas. Se qued en la puerta, que cerr al momento. Sus ojos se pasearon por el rgido rostro de Lavery, por el ceniciento de Mackenzie, y por el del mdico del local. Su propio semblante estaba helado, duro, inexpresivo. Hasta que el doctor Prouty empez el reconocimiento del cadver no entr en accin el gigante. Entonces dio un paso adelante, hacia Mackenzie, mas se detuvo de pronto al or unos golpes dados a la puerta. -Adelante! -orden secamente, quedndose entre la puerta y la cama, ocultando de este modo el cadver a los que entrasen. Se abri la puerta. Y apareci un pequeo ejrcito de hombres. El gigante les cerr el paso. -Un momento -pronunci lentamente-. No puede entrar tanta gente. Quines son ustedes? Cyrus French, con voz colrica, respondi: -Yo soy el dueo del establecimiento, y estos caballeros tienen todos derecho a estar aqu. Forman la Junta de Directores. ste es el seor Crouther, nuestro detective privado. Por favor, hgase a un lado. El gigante no se movi. -Conque el seor French, eh? La Junta de Directores...? Ah, hola, Crouther. Quin es ste? Seal a Westley Weaver, que se hallaba detrs del grupo, con el rostro muy plido. -El seor Weaver, mi secretario -explic French con tono impaciente-. Y usted quin diablos es? Qu ha ocurrido aqu? Djeme pasar! -Ya... -el gigante reflexion un instante, vacil y dijo con firmeza-. Yo soy el sargento Velie de la Brigada de Homicidios. Lo siento, seor French, pero tiene que obedecer mis rdenes. Entre, pero no toque nada y permita que sea yo quien mande aqu. Se apart. Pareca aguardar algo con cierta impaciencia. Lavery corri hacia French, cuando vio que ste se diriga hacia la cama empotrada. Apresuradamente le intercept el paso, asindole de una solapa.

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-Seor French... no mire, por favor... French, con petulancia, le hizo a un lado. -Sulteme, Lavery. Qu es esto, una conspiracin? En mi tienda slo mando yo! Continu hacia la cama, y Lavery retrocedi, con una mirada resignada en su rostro. De repente, como asaltado por una sbita idea, se llev a un lado a John Gray, susurrndole algo al odo. Gray palideci, pareci clavado en el suelo, y luego, lanzando un quejido casi inaudible, se plant al lado de French. Lleg a tiempo. El dueo del local se haba ya inclinado por encima del hombro del doctor Prouty. Ech una ojeada al rostro de la difunta y cay al suelo sin articular ni un sonido. Gray le cogi a tiempo. Lavery salt tambin y ayud a trasladar el cuerpo inerte del dueo del local a una butaca del otro extremo del escaparate. Haba aparecido ya una enfermera, la cual le estaba administrando los primeros auxilios a la modelo tendida en el divn. De repente, corri hacia French, coloc un frasquito debajo de su nariz, y le orden a Lavery que le palmotease las manos. Gray se paseaba arriba y abajo, musitando consigo mismo. El mdico del local se apresur a ayudar a la enfermera. Los directores y el secretario formaban un grupo horrorizado, y de pronto se movieron vacilando hacia el cadver. Westley y Machbanks gritaron a la par cuando vieron el semblante gris. Zorn se mordi un labio y apart la mirada. Traks le imit, horrorizado. Luego, con el mismo movimiento mecnico, todos retrocedieron lentamente a un rincn, con expresin estupefacta. Velie asest un grueso ndice hacia Crouther. -Qu has hecho? -Cuidarme de todos los detalles -sonri el detective-, no se preocupe. Tengo a todos mis muchachos en la planta, y ya han dispersado los grupos. Todo va bien. Sargento, confe en Bill Crouther. Seguro que sus muchachos no tendrn mucho que hacer. -Bien -gru Velie-, puedes hacer algo ms mientras esperamos. Seala un sector de esta planta en torno al escaparate y que nadie penetre en l. Ya es un poco tarde, supongo, para cerrar las puertas. No servira de mucho. La persona que hizo esto debe estar ahora a muchos ki1metros de aqu. En marcha, Crouther! El detective de la tienda asinti, se alej y retrocedi. -Eh, sargento, sabe quin es la mujer muerta? Esto podra ayudarnos... -S? -sonri heladamente Velie-. No la veo, pero no creo equivocarme. Es la esposa de French. Maldicin, vaya sitio para cometer un asesinato. -No! -exclam Crouther desmayadamente-. La esposa de French? Del gran jefe? Vaya, vaya! Ech una ojeada al cuerpo inerte del propietario del establecimiento y un momento ms tarde su voz reson por el local, mientras imparta las rdenes. Silencio en el escaparate. El grupo del rincn no se haba movido. La modelo y French revivan... Los ojos de la joven estaban muy enrojecidos, y con una mano asa la falda almidonada de la enfermera. El rostro de French era un estudio en blanco, medio cado en la butaca, escuchando la voz de John Gray, que murmuraba palabras llenas de simpata. El propio Gray haba perdido parte de su vitalidad. Velie hizo una sea a Mackenzie, que estaba nerviosamente junto al doctor Prouty. -Usted es Mackenzie, encargado de la tienda, eh? -S, sargento. -Pues ya es hora de moverse, Mackenzie -Velie le mir framente-. Repngase, pues alguien tiene que conservar la calma aqu. Y esto es parte de su trabajo -el encargado cuadr los hombros-. Escuche. Esto

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es importante y debe realizarse bien. Ningn empleado -baj la vozdebe abandonar este edificio y le hago a usted responsable de ello. Segundo, entrese del nombre de los empleados que no estn en sus puestos. Tercero, haga una lista de todos los empleados ausentes hoy de la tienda, con los motivos alegados. Nada ms! Mackenzie murmur sumisamente y se alej. Velie se acerc a Lavery, que estaba hablando con Westley, y lo llev a un lado. -Usted parece tener mando aqu. Puedo saber quin es usted? -Soy Paul Lavery, y exhibo muebles de arte moderno en la quinta planta. Este escaparate pertenece a mi exposicin. -Ya. Bueno, pues mantenga despejada la cabeza, seor Lavery. La muerta es la seora French, verdad? Lavery desvi la mirada. -S, sargento. Ha sido un verdadero choque para todos. En nombre de Dios, cmo pudo venir aqu y...? Call bruscamente, mordindose el labio. -Bonita pregunta, eh? -gru el sargento-. Veamos, aguarde un momento, seor Lavery. Gir sobre los talones y se dirigi vivamente a la puerta para recibir a otro grupo de personas. -Buenos das, inspector, buenos das, Queen. Encantado de verles. Esto es un verdadero enredo -se apart y pase la mano por la habitacin y sus ocupantes-. Lindo, eh? Un buen lugar como escenario de un crimen! Para Thomas Velie, ste era un discurso muy largo. El inspector Richard Queen, bajo, encorvado, con la cabeza en forma de pjaro... sigui el movimiento circular de la mano del sargento. -Dios mo! -exclam-. Cmo hay tanta gente aqu? Me sorprende en usted, Thomas... -Inspector... -el aludido call al or el vozarrn del sargento-, pens que poda... Su voz se torn inaudible al susurrar el resto de la frase junto al odo del inspector. -Ah, bien, s, Thomas -el inspector le palme en un brazo-. Ahora me lo contar todo. Pero antes echar un vistazo al cadver. Cruz el escaparate, hacia el extremo de la cama empotrada. Prouty, palpando con sus manos el cadver, le salud con el gesto. -Asesinato -musit-. Ni rastro del revlver. El inspector observ atentamente el semblante lvido de la muerta y sus desordenadas ropas. -Bien, los muchachos ya lo buscarn ms tarde. Contine, Doc. Suspir y volvi junto a Velie. -Vamos, Thomas. Desde el principio. Sus ojos estudiaron a todos los reunidos, en tanto Velie explicaba resumidamente todo lo que l saba. Fuera, podan verse varios agentes y policas de paisano. Bush, el patrullero, estaba entre ellos. Ellery Queen cerr la puerta y se apoy en ella. Era alto y delgado, con manos atlticas, y dedos finos. Llevaba un pantaln gris, inmaculado, bastn y chaqueta clara. En la nariz cabalgaban unas gafas. Ms arriba se elevaba una frente de amplias proporciones, blanca casi y sin arrugas. El cabello era liso y negro. Del bolsillo de la chaqueta sobresala un libro de tapas descoloridas. Contempl con curiosidad a todos los reunidos... con curiosidad y lentitud, como disfrutando con el escrutinio. Pareca archivar en algn rincn de su cerebro las caractersticas de cada uno de aquellos personajes. Su examen casi era visiblemente digerible. Y no obstante, no estaba completamente concentrado en su examen, ya que escuchaba tambin el relato del sargento. De repente, sus ojos captaron la figura de Westley Weaver, que se hallaba desdichadamente en un rincn, apoyado a la pared.

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Los ojos de ambos jvenes expresaron un mutuo reconocimiento. Y ambos avanzaron simultneamente, extendiendo la mano. -Gracias a Dios, Ellery Queen! -Por las Siete Vrgenes de Tefilo... Westley Weaver! -exclam Ellery. Se estrecharon las manos con verdadero placer. El inspector Queen les mir un instante y volvi a concentrarse en la narracin del sargento. -Resulta maravillosamente estupendo contemplar de nuevo tus clsicas facciones, Ellery -murmur Westley. De pronto, su rostro volvi a adquirir unas lneas de dureza-. Es... aqul el inspector? -En carne y hueso, Westley -asinti Ellery-. El pater en persona, con su buen olfato de siempre. Oh, chico, cuntame. Hace... O Tempes... cuatro o cinco aos que no nos veamos, verdad? -Exactamente, Ellery. Me alegro de verte, y por ms de un motivo. Tu presencia me conforta un poco... -continu el joven secretario en voz baja-. Oh, todo esto es... -Esta tragedia, eh? -dijo Ellery, perdiendo la sonrisa-. Dime, cmO ests metido en esto? No habrs matado a esa dama, verdad? Su tono era humorstico, pero tras el humor haba una nota de ansiedad que su padre, con los odos alerta, encontr un poco rara. -Ellery! -grit Westley, mirando fijamente a su amigo-. Esto no tiene gracia -la expresin desdichada volvi a aparecer-. Es espantoso, El, simplemente espantoso. No tienes idea de lo que... Ellery palme el brazo del joven, se quit las gafas con movimiento distrado y procedi a limpiarlas. -Dentro de un momento volver a estar contigo, Westley -murmur-. Mantendremos una conversacin tte--tte. Aguarda, quieres? Mi padre me est mirando... Vaya, Wes, levanta la barbilla... Se apart de su amigo, volviendo a sonrer. Las pupilas de Westley mostraban una leve esperanza cuando volvi a apoyarse en la pared. El inspector murmur algo al odo de su hijo durante un instante. Ellery replic tambin en voz baja. Luego, se dirigi hacia el lecho empotrado y se inclin por encima del hombro del forense, contemplando como ste examinaba concienzudamente el cadver. El inspector se volvi hacia los presentes. -Por favor, guarden silencio -pidi. Todos enmudecieron al momento.

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TESTIMONIO El inspector dio un paso al frente. -Es necesario que todos se queden aqu -empez a decir sentenciosamente-, en tanto llevamos a cabo unas elementales, pero necesarias, investigaciones. Permtanme que les aclare, para salir al paso de cualquier reclamacin de privilegio especial que pensaran formular, que indudablemente se trata de un caso de asesinato. En dichos casos, en que la justicia dicta siempre la sentencia ms severa de cuantas existen en el cdigo, la ley no respeta ni a las personas ni a las instituciones. Una mujer ha muerto violentamente. Alguien la mat. Ese alguien puede estar en este momento a varios kilmetros de distancia... o en esta habitacin. Comprendern, caballeros -sus cansadas pupilas se fijaron en los cinco directores especialmente-,

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que cuanto antes terminemos con esto, tanto mejor. Ya hemos perdido bastante tiempo. Se dirigi bruscamente a la puerta, la abri y llam con voz penetrante: -Piggott! Hesse! Hagstrom! Flint! Johnson! Ritter! Seis detectives entraron en el escaparate. Ritter, muy corpulento, cerr la puerta de nuevo. -Hagstrom, el cuaderno. El aludido sac del bolsillo una libreta y un lpiz. -Piggott, Hesse, Flint... el escaparate. El inspector aadi algo en tono bajo. Los tres detectives sonrieron y se dispersaron por diferentes sectores de la falsa habitacin, dando comienzo a un registro metdico de los muebles, los suelos y las paredes. -Johnson... la cama. Uno de los dos policas restantes fue directamente a la cama empotrada y empez a examinar su contenido. -Ritter... no te muevas. El inspector se llev una mano al bolsillo y sac la caja de rap, llenndose la nariz con el picante polvillo. Devolvi la cajita al bolsillo. -Bien... -murmur, contemplando atentamente a su auditorio. Ellery le mir y reprimi una sonrisa-. Usted... Apunt un dedo acusador hacia la modelo, que le contemplaba con los ojos desmesuradamente, temblando de espanto. -S... s -tartamude, ponindose de pie. -Su nombre? -Di... Diana Johnson, seor -susurr ella, mirndole con asustada fascinacin. -Diana Johnson, eh? -el inspector avanz, blandiendo el dedo ante ella-. Por qu abri esa cama a las doce y cuarto? -Tena que hacerlo -murmur la joven-. Era... Lavery extendi un brazo hacia el inspector. -Yo puedo explicarlo. -Seor mo! Lavery se ruboriz y sonri cnicamente. -Adelante, seorita Johnson. -Bueno, seor, era la hora de la demostracin. Siempre entro aqu un poco antes de las doce y dispongo el acto -las palabras se atropellaban en su garganta-. Luego, cuando me dispongo a presentar este mueble -indic la cama-, despus de haber exhibido este otro -seal la combinacin de divn, cama y librera-, voy hacia la pared, aprieto el botn y... y hoy, ha cado esta mujer muerta a mis pies. Se estremeci y lanz un profundo suspiro, mirando al detective Hagstrom que estaba atareado tomando nota de sus palabras, en taquigrafa. -No tena la menor idea de que hubiese un cadver en la cama cuando apret el botn, seorita Johnson? La modelo abri mucho los ojos. -No, seor! De haberlo sabido no habra tocado el botn ni por un milln de dlares. La uniformada enfermera solt una risita nerviosa. Cuando el inspector la mir con severidad call instantneamente. -Muy bien, nada ms -el inspector volvise hacia Hagstrom-. Lo has tomado todo? El taqugrafo asinti, manteniendo un severo silencio. El inspector Queen se encar con el grupo. -Enfermera, llvese a la seorita Johnson al botiqun de arriba y no la pierda de vista hasta nueva orden. La modelo se tambale en su afn por salir del escaparate y la enfermera la sigui con expresin huraa.

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El inspector llam al patrullero Bush. El agente salud, cuadrndose, contest a las preguntas respecto a lo ocurrido en la acera cuando cay el cadver, despus dentro del escaparate, y posteriormente al ser enviado a su puesto de la Quinta Avenida. -Crouther! -grit. El detective del local permaneca al lado de Ellery y el doctor Prouty. Levant la vista hacia el inspector. -Usted es el detective privado de esta tienda? -S, inspector. Arrastr los pies al frente y sonri dejando al descubierto dos hileras de dientes manchados por la nicotina. -El sargento Velie me ha comunicado que le orden mantener el orden en la planta baja con sus ayudantes, cuando se descubri el cadver. Lo hizo? -S, seor. Cog media docena de ayudantes mos y los puse de vigilancia -replic Crouther prontamente-. Pero todava no han hallado a nadie sospechoso. -No era de esperar -gru el inspector volviendo a tomar rap-. Bien, cunteme qu vio al entrar aqu. -Inspector, me enter del crimen cuando uno de mis detectives telefone a mi despacho para comunicarme que haba ocurrido algo en la acera... tal vez una manifestacin. Baj inmediatamente y al pasar por el escaparate o que el seor Lavery gritaba mi nombre. Corr hacia aqu, vi el cadver en el suelo, y a la chica desmayada al lado. Bush, el agente de patrulla, entr casi al momento. Orden que nadie tocase nada hasta la llegada de la Polica, luego me cuid de la gente de dentro y de fuera y, en general, todo hasta la llegada del sargento. A partir de entonces, segu sus instrucciones. -Est bien, Crouther -le ataj el inspector-. No se aleje, que puede sernos til. Estamos cortos de personal y... Dios santo! Un bazar como ste! Murmur en voz baja y se volvi hacia el forense. -Doctor, ha terminado ya? El mdico, an arrodillado, asinti. -S, inspector. Listo. Desea ahora un informe preliminar? Pareca no estar muy dispuesto a facilitar tal informacin delante de aquel puado de profanos en la materia. -S -gru el inspector-. Ser ms conveniente. -Veremos. Prouty se incorpor con un quejido, y apret firmemente el cigarro negro que tena entre los dientes. -Mataron a esa mujer de dos disparos -explic lentamente-, procedentes de un revlver Colt 38. Probablemente, las dos balas pertenecen a la misma arma... cosa que no podr afirmar hasta que hayan puesto los proyectiles bajo el microscopio. Ense dos bolitas de metal enrojecidas, completamente deformadas. El inspector las cogi, las revolvi entre los dedos, y en silencio las entreg a Ellery, el cual se inclin inmediatamente con curiosa avidez. Prouty contemplaba ensoadoramente el cadver, hundiendo las manos en los bolsillos. -Una bala -prosigui-, entr en el cuerpo por el centro de la regin cardiaca. Una hermosa herida pericrdica, inspector. Aplast el esternn, atraves el septum pericrdico, que es la membrana que separa al pericardio de la cavidad principal, y sigui el curso lgico... primero a travs de la capa fibrosa del propio pericardio, y luego por la capa serosa interior, donde se hallan las grandes arterias. Tambin se derram un poco del fluido pericrdico, amarillo. La bala penetr en el cuerpo por un ngulo y produjo una herida terrible...

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-Fue la muerte instantnea? -intervino Ellery-. No era necesaria la segunda bala? -En absoluto -asegur el forense-. La muerte hubiera sido instantnea por cualquier de las dos heridas. En realidad, la segunda bala... aunque tal vez no sea la segunda. No puedo afirmar, claro est, cul fue disparada primero, pero dir que la bala nmero dos hizo un trabajo an mejor que la nmero uno. Porque penetr en el precordial, la regin situada un poco ms abajo del corazn y encima del abdomen. Se trata tambin de una herida contusa y como el sector precordial contiene muchos msculos y vasos sanguneos de primera magnitud, es un lugar tan vital como el corazn. Prouty call de pronto. Sus ojos se posaron casi con irritacin en el cadver. -Dispararon junto al cuerpo? -quiso saber el inspector. -No hay seales de plvora, inspector -repuso el forense, contemplando el cuerpo con el ceo fruncido. -Fueron ambas balas disparadas desde el mismo sitio? -inquiri Ellery. -Es difcil asegurarlo. Los ngulos laterales son similares, indicando que ambas balas fueron disparadas desde la derecha de la mujer. Pero me preocupa un poco el curso descendente. Los dos son demasiado semejantes. -A qu se refiere? -pregunt Ellery, inclinndose. -Bien -refunfu el forense, casi mordiendo el cigarro-, si esa mujer se hallaba en la misma posicin cuando fueron disparadas ambas balas, presumiendo, claro, que las dos se disparasen sucesivamente, debera ser ms descendente el ngulo precordial que el pericrdico. Porque la regin precordial se halla situada debajo del corazn, y el revlver debi apuntarse ms abajo... Bueno, tal vez no soy quin para decir esto. Supongo que puede haber varias explicaciones para esta anomala. Sin embargo, ser conveniente que Ken Knowles cuide de todo esto. -Lo har -prometi el inspector, suspirando-. Nada ms, Doc? Ellery levant la vista. -Cunto tiempo lleva muerta? -se interes. -Unas doce horas -repuso el forense-. Podr fijar la hora de la muerte con ms aproximacin cuando haya efectuado la autopsia. Mas, con toda seguridad, no falleci antes de la medianoche pasada ni despus de las dos de la madrugada. -Listo ya? -pregunt el inspector Queen. -S, aunque hay algo que me... -Prouty cuadr la barbilla-. Aqu hay algo raro, inspector. Por lo que s de heridas precordiales, es extrao que sta haya sangrado un poco. Habr observado, inspector, que la tela encima de ambas heridas est tiesa por la sangre coagulada, pero no tanto como cabra esperar. Al menos, como esperara un mdico. -Por qu? -He visto muchas heridas precordiales -prosigui el forense tranquilamente-, y siempre han sangrado mucho, inspector. Especialmente en este caso, en que el agujero es ancho, debido a su angularidad, debera de haber sangre en abundancia. La herida pericrdica ha sangrado bastante, aunque no con profusin. Pero la otra... S, aqu hay algo raro y he preferido llamarle la atencin, inspector. Ellery advirti a su padre con la mirada, en el momento en que ste abra la boca para contestar. El inspector cerr los labios con fuerza y despidi a Prouty con un ademn. Ellery le devolvi al forense las dos balas, y ste las meti dentro del maletn. El mdico de la Polica cubri luego el cadver con la colcha de la cama y se march, siendo sus ltimas palabras una promesa de avisar al furgn del depsito.

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-Est por aqu el mdico de este local? pregunt Ellery. El doctor avanz un paso. -Soy yo -sonri tristemente. -Tiene que aadir algo al anlisis del forense, doctor? -pregunt el inspector con amabilidad. -Nada, seor, nada en absoluto -afirm el mdico, mirando a Prouty, que ya se retiraba-. El suyo ha sido un diagnstico preciso. Las balas entraron... -Gracias, doctor. El inspector le volvi la espalda y llam imperativamente al detective del bazar. -Crouther -dijo en voz baja-, cul es su principal vigilante nocturno? -OFlaherty... Peter OFlaherty, inspector. -Cuntos vigilantes nocturnos hay aqu? -Cuatro. OFlaherty cuida de la puerta de la Calle 39. Ralska y Powers hacen rondas, y Bloom est de servicio a la entrada de carga y descarga de la misma Calle 39. -Gracias -el inspector se volvi hacia el detective Ritter-. Busca a Mackenzie, el encargado del local, y que te d las direcciones de OFlaherty, Ralska, Powers y Bloom, y trelos aqu en un taxi lo antes posible. Ritter se alej al momento. De repente, Ellery se irgui, se ajust las gafas sobre la nariz y se acerc a su padre. Ambos sostuvieron un dilogo en voz baja durante unos instantes, tras lo cual Ellery retrocedi hacia la cama y el inspector llam con el gesto a Westley. -Seor Weaver -dijo-, tengo entendido que usted es el secretario particular del seor French, verdad? -En efecto, seor. El inspector ech una mirada de soslayo a Cyrus French, que estaba derrumbado en la silla. John Gray, solcitamente, le acariciaba un brazo a modo de consuelo. -Prefiero, por el momento, no molestar al seor con preguntas. Bien, ha estado con l toda la maana? -S, seor. -Ignoraba el seor French que su esposa estuviese en la tienda? -Lo ignoraba, seor. La respuesta fue inmediata y aguda. Weaver contemplaba al inspector con mirada suspicaz. -Y usted? -Yo tambin lo ignoraba, seor. -Hum... -el inspector hundi la barbilla en su pecho y pareci meditar un instante. De pronto, su ndice se dirigi hacia el grupo de directores reunidos al otro extremo del escaparate-. Y ustedes, caballeros? Estaba alguno de ustedes enterado de la presencia de la seora French en el establecimiento esta maana? Hubo un coro de aterrados No!. El rostro de Cornelius Zorn se puso al rojo vivo y empez a protestar colricamente. -Por favor! -el inspector le oblig a callar-. Seor Weaver, a qu se debe la presencia en la tienda esta maana de esos caballeros? No suelen venir por aqu todos los das, eh? El sincero semblante del secretario se ilumin con evidente alivio. -Todos nuestros directores se ocupan activamente de la Casa, inspector. Y vienen todos los das, aunque slo sea por una hora. En cuanto a esta maana, haba una conferencia privada en el apartamento particular del seor French, en el sexto piso. -Eh? -el inspector pareci sorprendido y encantado al mismo tiempo-. Un apartamento particular arriba? Ellery pareci volver a la vida. Cruz de nuevo el escaparate, volvi a murmurar con su padre, y el viejo asinti.

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-Seor Weaver -prosigui luego, con avidez-, cunto tiempo han estado usted y los componentes de la Junta en el apartamento particular del seor French esta maana? Weaver pareci sorprenderse ante la pregunta. -Pues... toda la maana, inspector. Yo llegu a las ocho y media aproximadamente. El seor French a las nueve, y los dems directores un poco despus de las once. -Ya -el inspector reflexion-. Sali usted del apartamento durante algn momento de la maana? -No, seor -la respuesta pareci un pistoletazo. -Y los dems? El seor French, alguno de los directores... -presion pacientemente el inspector. -No, seor. Todos permanecimos all hasta que uno de los detectives del local nos inform de lo ocurrido. Y debo aadir, seor... -Westley, Westley... -intervino Ellery apaciguadoramente. El joven volvise hacia el joven detective con mirada de asombro. Luego, sus ojos se abatieron hacia el suelo ante la significativa ojeada de Ellery. Weaver se mordi los labios. No termin la frase empezada. -Bien -el inspector pareca estar disfrutando secretamente, sin hacer caso de las miradas asombradas y dirigidas hacia l desde todos los ngulos del escaparate-. Bien, ahora tenga mucho cuidado. A qu hora les comunicaron... lo sucedido aqu? -A las doce y veinticinco minutos -replic Weaver con tono tranquilo. -Muy bien. Entonces, todos salieron del apartamento? -Weaver asinti-. Cerr usted la puerta? -La puerta se cerr a nuestras espaldas, inspector. -Y el apartamento qued sin custodia? -Nada de eso -explic Weaver-. Al comenzar la conferencia esta maana, a sugerencia del seor French, hice que uno de los detectives del local se estacionase delante de la puerta del apartamento. Probablemente an sigue all, porque tena rdenes concretas. En realidad, recuerdo haberle visto por el corredor cuando todos bajamos para saber qu pasaba. -Muy bien! -sonri el viejo inspector-. Un detective del local? De confianza? -Absolutamente, inspector -intercal Crouther desde su rincn-. El sargento Velie lo conoce. Se llama Jones y es antiguo polica. Haba ido de ronda con Velie. El inspector mir al sargento, el cual asinti. -Thomas -dijo el inspector llevndose una mano al bolsillo en busca de un poco de rap--, comprubalo, quieres? Mira si Jones sigue all, si ha estado all constantemente y si ha visto algo. Por ejemplo, si alguien ha intentado penetrar en el apartamento desde que el seor French, el seor Weaver y los seores directores lo abandonaron. Y llvate a uno de los muchachos para que lo releve... entendido? Velie gru y sali del escaparate. Mientras l sala lleg un polica, que salud al inspector, manifestando: -Inspector, en el telfono del departamento de artculos de piel preguntan por el seor Westley Weaver. -Cmo, una llamada? -pregunt el inspector, volvindose hacia el joven secretario, que pareca muy desdichado en su rincn. El joven se irgui. -Probablemente es Krafft, de la oficina de control. Tena que entregarle un informe esta maana, y con la conferencia y esto, se me ha pasado por alto. Puedo...? El inspector vacil, mirando de reojo a Ellery, quien estaba jugueteando distradamente con sus gafas. De pronto, suspir y asinti. -Adelante -repuso el inspector Queen-. Pero vuelva inmediatamente.

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El joven sigui al polica hacia el mostrador de artculos de piel, que daba directamente frente a la puertecita del escaparate. Una empleada le entreg el telfono. -Hola... Krafft? Al habla Weaver. Respecto al informe... Quin? Oh...! En su rostro se produjo un notable cambio cuando el joven secretario escuch la voz melodiosa de Marion French. Inmediatamente baj el tono de voz y se inclin ms sobre el aparato. El polica, que estaba detrs, trat de aproximarse subrepticiamente para sorprender la conversacin. -Qu ocurre, querido? -pregunt Marion, ansiosamente-. Pasa algo? He intentado comunicar contigo en el apartamento, pero el telfono no contesta. La telefonista te ha estado localizando... Cre que pap y los directores tenan una conferencia esta maana... -Marion -la voz del joven era insistente-. No puedo explicrtelo ahora. Ha ocurrido algo, cario... algo tan... -call, como luchando mentalmente con algn problema. Apret los labios-. Querida, quieres hacer una cosa, por favor? -Oh, Wes -la voz de la chica sonaba casi con angustia-, qu sucede? Le ha ocurrido algo a pap? -No, no... est bien. -Westley se inclin ms sobre el aparato-. S buena y no preguntes nada ahora... Dnde ests? -En casa, querido. Pero, Wes, qu ocurre? haba una nota de temor en su voz-. Tiene algo que ver con Winifred o Bernice? No estn en casa, es... ni han estado en casa en toda la noche... -dej or una leve risa-. Bueno, no tengo por qu preocuparme, claro. Coger un taxi y dentro de quince minutos estar ah. -Pens que lo haras. -Westley casi solloz de alivio-. Y, suceda lo que suceda, sabe que te quiero, queridsima, te quiero, entiendes? -Westley, tonto, me ests asustando... Bien, hasta ahora. No tardar. Por el aparato se oy un leve chasquido, muy tierno y el polica retrocedi como asustado... aunque sonriendo. El joven se ruboriz, tartamude y sacudi la cabeza. -Agente -murmur luego-, pronto llegar una seorita. Tardar un cuarto de hora. Por favor, comunquemelo tan pronto llegue. Es la seorita Marion French. Yo estar en el escaparate. El agente dej de sonrer. -Bueno, no s -se rasc la nuca-. Tendr que informar de esto al inspector. Yo carezco de autoridad. Acompa al joven al escaparate a pesar de las protestas de aqul contra la presin de la mano en su brazo. -Inspector -dijo respetuosamente el agente sin soltar el brazo de Westley-, ese joven quiere que le comunique la llegada de una tal seorita Marion French que, segn l, no tardar en llegar. El inspector levant la vista sorprendido, y su sorpresa no tard en trocarse en brusquedad. -No le llamaba el seor Krafft? -indag. Antes de que Westley pudiese contestar, intervino el agente. -No, seor, ni mucho menos. Era una voz femenina y creo que ese sujeto la llam Marion solamente. -Oiga, inspector! -exclam Westley amoscado, sacudindose de encima la mano del polica-. Esto es una memez. Cre que me llamaba el seor Krafft, pero era la seorita French... la hija del seor French. Una llamada... semipersonal. Y me tom la libertad de rogarle que viniera aqu lo antes posible. Nada ms. Es esto un crimen? En cuanto a desear saber cundo llega... Naturalmente, quiero evitarle el sobresalto de entrar aqu de sopetn y encontrarse con su madrastra muerta en el suelo.

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En el idioma ingls, por no existir en el lenguaje corriente el tuteo (la segunda persona del singular de los verbos slo se emplea para hablar con Dios o personalidades muy encumbradas, o acaso en poesa), se supone que dos personas se tutean cuando solamente se llaman por el nombre de pila, sin anteponer ningn tratamiento. (N. del T.).

El inspector tom un polvo de rap y pase la mirada de Westley a Ellery. -S, entiendo. Lo siento, seor Weaver. No hay objecin, agente -aadi, mirando al polica. -S, seor. Este... joven ha dicho la verdad. -Lo cual es una suerte para l -gru el inspector-. Bueno, qudese aqu, seor Weaver. Nosotros cuidaremos de esa muchacha cuando llegue. Y ahora... -se frot las manos-. Seor French! El anciano levant los ojos enrojecidos, mirando fijamente al inspector. -Seor French, podra ahora decirnos algo que ayude a aclarar este misterio? -Yo... pues... cmo dice? -balbuci French, separando la cabeza del respaldo de la silla con un gran esfuerzo. Pareca haber quedado idiotizado por la muerte de su esposa. El inspector le contempl compasivamente, busc los ojos de John Gray, cuyo semblante pareca amenazador y musit: -Bien, no importa. Ellery, hijo mo, quieres que echemos una ojeada al cadver? Ellery se estremeci. -Los mirones -observ-- ven ms que los jugadores. Y si crees que esta cita no encaja aqu, pap, es que no conoces al autor favorito de tu hijo: Annimo. De acuerdo, echemos esa ojeada.

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EL CADAVER El inspector Queen pas al otro lado del escaparate, donde yaca el cuerpo entre la cama y el cristal. Apartando a un lado al detective Johnson, que estaba registrando las ropas de la cama, el viejo se arrodill en el suelo junto a la mujer muerta. Separ la blanca sbana. Ellery se inclin por encima del hombro de su padre, con la mirada como distrada, aunque panormica. El cuerpo yaca en una postura algo extraa, con el brazo izquierdo extendido y el derecho ligeramente doblado bajo la espalda. La cabeza estaba de perfil, con un sombrerito marrn patticamente ladeado sobre un ojo. La seora French haba sido en vida una dama esbelta, de manos y pies delicados. Tena los ojos fijos, con una especie de mirada sobresaltada, muy abiertos. La boca permaneca torcida y por la barbilla pareca caer un pequeo reguero de sangre, ya seca. Las ropas que llevaba eran sencillas y severas, aunque de calidad, como era de esperar en una mujer de la edad y posicin de la seora French. Un abriguito castao claro, con adornos de piel de zorro en el cuello y los puos, un vestido oscuro de material de punto, con un dibujito color naranja en el corpio y la cintura, medias de seda y un par de zapatos color marrn. El inspector levant la vista. -Te has fijado en el barro de los zapatos El? -inquiri.

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-No hace falta ser muy perspicaz, pap -asinti el joven-. Ayer llovi todo el da. Te acuerdas del aguacero de anoche? No es raro que la pobre seora se mojara un poco los pies. En realidad, tambin hay rastros de humedad en el abriguito... S, pap, la seora French estuvo ayer bajo la lluvia, lo cual no es muy importante. -Por qu? -Porque probablemente se moj los zapatos y el abrigo cuando atraves la acera para entrar en la tienda replic Ellery-. Eso no es importante. El inspector call. Su mano se hundi repentinamente bajo el cuello del abrigo y reapareci con un pauelo de color terroso. -Aqu hay algo -exclam, revolviendo la prenda de gasa entre sus manos-. Debi deslizarse hacia el interior del abrigo cuando se cay de la cama. De pronto, solt otra exclamacin. En una esquina del pauelo haba unas iniciales bordadas. Ellery se inclin ms sobre el hombro de su padre. -M. F. -murmur. Se enderez, frunci el ceo y no aadi nada ms. El inspector volvi la cabeza hacia el grupo de directores que se hallaba al otro lado del escaparate. Estaban como apretujados, sin perder de vista ningn gesto de los policas. Al moverse el inspector, le miraron culpablemente y desviaron los ojos. -Cmo se llamaba la seora French? -pregunt el inspector, dirigindose al grupo. Como si se lo hubiese preguntado a cada uno por separado, un coro de voces exclam: -Winifred! -Winifred, eh? -repiti el viejo inspector, concentrando de nuevo su mirada en el cadver. Luego, mir a Westley con sus ojos grises-. Winifred, eh? -repiti. El joven asinti mecnicamente con la cabeza. Pareca horrorizado a la vista del pauelo de seda que blanda el inspector-. Winifred, qu ms? Algn otro nombre, o iniciales? -Winifred... Winifred Marchbanks French tartamude el secretario. El inspector asinti brevemente. Se levant, se acerc a Cyrus French y ste le mir con ojos sombros, vidriosos. -Seor French... -el inspector sacudi suavemente por el hombro al anciano propietario del local-, seor French, era de su esposa este pauelo? -lo sostuvo ante los ojos del viejo-. Me entiende? Era de la seora French este pauelo? -Eh...? Oh, djeme verlo. French lo cogi con cierto frenes y se inclin sobre la tela vidamente, examinando las iniciales con dedos febriles. -Bien, seor French? -le urgi el inspector. -No. La negativa fue incolora, tona. El inspector se volvi hacia el silencioso grupo. -Puede alguno de ustedes identificar este pauelo? Lo sostuvo en alto. No obtuvo respuesta. El inspector repiti su pregunta, contemplndolos uno a uno. De todos el nico que esquiv su mirada fue Westley. -Conque usted, eh, Westley? Vaya, no es hora de tonteras, jovencito -rezong Queen, asiendo al secretario por el brazo-. Qu significan las iniciales M. F.? Marion French? El joven trag saliva, mir desdichadamente a Ellery, quien le devolvi la mirada compasivamente, y al final dirigi la vista a Cyrus French, que estaba murmurando para s. -No creer usted que ella... ella tenga nada que ver con todo esto! -grit Westley, liberando su brazo-. Es absurdo! Una locura! No, usted no puede creerlo, inspector. Es demasiado delicada, demasiado joven, demasiado...

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-Marion French... -murmur el inspector, volvindose hacia John Gray-. Segn tengo entendido, la hija de Cyrus French. Gray asinti. De repente, el viejo Cyrus trat de levantarse. Profiri casi un rugido. -Dios mo! Marion no! No! Sus pupilas relampagueaban, en tanto Gray y los dems directores saltaban para sostenerle. El espasmo slo dur un instante. Luego, volvi a caer sobre la butaca. El inspector Queen reanud el examen de la muerta. Ellery, testigo mudo del drama, iba observando por turnos a todos los presentes. De pronto, dirigi una mirada tranquilizadora a Westley, que estaba apoyado contra la mesa, y despus se agach para recoger del suelo un objeto casi oculto por la arrugada falda de la mujer. Era un pequeo bolso de piel de ante, que ostentaba las iniciales W. M. F. Ellery sentse al borde de la cama y dile vueltas al bolso entre las manos. Con curiosidad, lo abri y empez a esparcir su contenido sobre el colchn de la cama. As puso al descubierto un monedero, una polvera, un pauelito de encaje, un estuche de tarjetas de oro, todo ello con las iniciales W. M. F. Finalmente sac un lpiz de labios con montura de plata. El inspector levant la mirada. -Qu es eso? -El bolso de la difunta -murmur Ellery-. Quieres examinarlo? -Yo... -el inspector mir a su hijo en son de burla-. Ellery, a veces me agotas la paciencia. Ellery le entreg el bolso con una sonrisa. El viejo lo examin minuciosamente. Luego ech un vistazo a los artculos esparcidos sobre la cama y pareci disgustado. -Bien, no hay nada que no debiera estar ah dentro -refunfu. -De veras? -inquiri Ellery. -Qu quieres decir? -gru el viejo cambiando de tono y volviendo a contemplar el contenido del bolso-. Un monederito, una polvera, un pauelo, un estuche de tarjetas, barra de labios... qu tiene esto de interesante? Ellery cambi de postura de modo que su espalda ocultase todos aquellos objetos de la curiosidad de los dems. Seguidamente cogi el pintalabios y se lo ofreci a su padre. El inspector lo acept cautelosamente, casi suspicazmente. De pronto se le escap una exclamacin. -Exactamente... C. -murmur Ellery-. Qu te parece? El estuchito del lpiz labial era ancho y hondo. En la caperuza haba una inicial: C. El inspector lo estudi atentamente, como queriendo indagar toda la verdad en su interior. Luego, levant los ojos y pareci querer interrogar a los reunidos dentro del escaparate, pero Ellery se lo impidi con una expresiva mirada y volvi a apoderarse del pintalabios. Desenrosc la tapa e hizo salir la barrita de carmn casi un centmetro por encima del orificio superior. Sus ojos se posaron en el plido semblante de la muerta y, ante lo que observaron sus pupilas, resplandecieron. Se arrodill rpidamente junto a su padre, con ambos cuerpos ocultando sus manejos de la vista de los dems. -Echa un vistazo a esto, pap -murmur Ellery en voz muy baja, volviendo a darle el pintalabios. El viejo lo mir extraado. -Envenenado? -susurr-. Es imposible! Cmo lo sabes sin un anlisis? -Oh, no, no... -replic Ellery siempre en voz bajsima-. Se trata del color, pap, el color. El rostro del inspector se ilumin. Traslad su mirada desde la barra de labios en manos de su hijo a los labios de la difunta. La cosa estaba clara. Aquel colorido no proceda del estuchito que Ellery

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tena en la mano. Los labios de la muerta mostraban un color rosa bastante plido, mientras que el carmn del pintalabios era de tono oscuro. -Dame, Ellery! -el inspector arrebat el estuchito de manos de su hijo y febrilmente dibuj una lnea sobre una mejilla de la muerta. -S, es distinto -asinti. Limpi la raya con la punta de la sbana. Despus, aadi pensativamente. -Sin embargo, no lo entiendo... -Debera de haber otra barra de labios, verdad? -observ Ellery, ponindose de pie. El anciano cogi el bolso y lo registr apresuradamente. No, no haba ningn otro pintalabios. De pronto le hizo una sea al detective Johnson. -Has hallado algo en la cama o el armario, Johnson? -Nada, jefe. -Seguro? Ni siquiera un pintalabios? -Ni eso. -Piggott! Hesse! Flint! Los tres detectives suspendieron el registro del escaparate y se aproximaron al inspector. El viejo les repiti la misma pregunta. Nada. Los detectives no haban hallado nada fuera de lugar en el escaparate. -Est por aqu Crouther? Crouther! El detective de la tienda casi corri hacia el inspector Queen. -Estoy tratando de que todo se normalice en la tienda -explic-. Por ahora, todo anda patas arriba. Bien, qu desea, inspector? -No vio por aqu ningn pintalabios cuando encontraron el cadver? -Pintalabios? No, inspector. Y de haberlo visto no lo habramos tocado. Orden a todo el mundo que no tocase nada. Esto es fundamental en nuestro oficio, inspector! -Seor Lavery! El francs casi dio un salto. No, no haba visto ningn pintalabios... Tal vez la presentadora. -No creo... Piggott, enva alguien al botiqun y que averigen qu vio o qu sabe la chica Johnson. El inspector volvise hacia Ellery, frunciendo el ceo. -Es gracioso, eh, Ellery? No pudo nadie de aqu apoderarse de ese condenado pintalabios? -Un trabajo honrado -sonri Ellery-, como afirma Tom Dekker, siempre se retrata en un rostro sincero y agradable, pero temo mucho, pap, que... No, tus esfuerzos para encontrar al supuesto ladrn del pintalabios son vanos. Yo podra efectuar una conjetura... -Cul, Ellery? -gru el inspector-. Dnde est ese pintalabios, si nadie lo cogi? -Aparecer en el curso del tiempo inexorable afirm Ellery imperturbable-. Pero examina de nuevo el semblante de esa pobre mujer... S, pap, particularmente el sector labial. No observas nada interesante, aparte del color del carmn? -Cmo? El inspector volvi a concentrar su mirada en el cadver. Luego, sac la cajita de rap y tom una generosa porcin. -No, no veo nada que... Por Cristo! -exclam casi para s-. Los labios no estn pintados totalmente... -Exactamente -asinti Ellery, dando vueltas entre sus dedos a las gafas-. Me fij en este fenmeno tan pronto como mir el cadver. Qu asombrosa yuxtaposicin de circunstancias pudo inducir a una mujer, todava en los umbrales de la madurez, a dejar sus labios pintados a medias? Frunci la boca y se sumi en una honda reflexin. Sus ojos, no obstante, no se apartaron de la boca de la muerta, que mostraban el color del rouge en ambos labios: en el superior haba dos manchas de

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carmn sin frotar, y en el inferior otra exactamente en el centro. En el sitio donde el carmn no haba sido restregado, los labios mostraban un tono purpreo: el color de la muerte sin adornos. El inspector se pas una mano por la frente. En aquel momento regres el detective Piggott. -Y bien...? -La chica se desmay -explic el detective-, tan pronto como el cadver cay de la cama empotrada. No se fij en nada, y mucho menos en un pintalabios. El inspector Queen cubri de nuevo el cuerpo de la muerta con la sbana.

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EL VIGILANTE Se abri la portezuela y entr el sargento Velie, acompaado por un individuo de mirada fija, vestido de negro. El recin llegado salud al inspector Queen respetuosamente y se qued en posicin de firmes. -ste es Robert Jones, inspector -le present Velie con su voz de bajo profundo-. Pertenece a la fuerza de vigilancia de la tienda y yo le garantizo personalmente. Jones fue el que llamaron esta maana para que montase guardia delante del apartamento del seor French. -Qu puede decirme, Jones? -inquiri el inspector. -Esta maana, me ordenaron que montara guardia delante del apartamento del seor French, a partir de las once -inform el detective-. Me qued all de pie con la intencin de impedir que alguien interrumpiera la conferencia. Segn las instrucciones recibidas... -Quin le dio las instrucciones? -Creo que fue el seor Weaver el que las telefone, seor -replic el detective Jones. El inspector mir al joven secretario, el cual asinti. Luego le indic al detective que continuase. -Segn mis instrucciones -prosigui Jones-, me estuve paseando por delante del apartamento sin interrumpir la reunin. Estuve en el corredor de la sexta planta hasta las doce y cuarto. Fue entonces cuando se abri la puerta y el seor French, los otros directores y el seor Weaver salieron muy excitados y cogieron el ascensor para bajar. -Saba por qu esos seores salieron tan excitados del apartamento? -No, seor. Como he dicho, estaban muy excitados y no se fijaron en m. No me enter de que la seora French haba muerto hasta que los chicos vinieron a contrmelo media hora ms tarde. -Cerraron la puerta los directores cuando salieron del apartamento? -La puerta se cerr sola. -Y usted no entr en el apartamento? -No, seor. -Quiso entrar alguien en el apartamento mientras estaba usted all de guardia? -Nadie, inspector. Y cuando salieron los directores, no subi ms que ese compaero que he dicho, el cual me cont todo lo ocurrido, y volvi a bajar inmediatamente. Yo, por mi parte, he estado arriba

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hasta hace cinco minutos, cuando vino el sargento Velie a llamarme, dejando a dos agentes all. -Est seguro de que nadie entr en el apartamento, Jones? -insisti el inspector-. Esto podra ser muy interesante. -Totalmente seguro, inspector -replic Jones claramente-. El motivo de quedarme all una vez salieron los directores fue no saber exactamente cules eran las circunstancias de lo que ocurra, y siempre he pensado que lo mas seguro es no moverse del sitio en tales ocasiones. -Bien hecho, Jones. Gracias. Nada ms. Jones salud, se acerc a Crouther y le pregunt qu deba de hacer. El jefe de los detectives de la tienda, abombando el pecho, le orden que se retirase. Jones se march al instante.

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LOS VIGILANTES El inspector se aproxim a la puerta y atisb hacia fuera, por encima de las cabezas del gento que atestaba la planta principal. -Mackenzie! -grit-. Est por ah Mackenzie? -Aqu estoy! -repuso la dbil voz del encargado del establecimiento. Diga, inspector. El viejo retrocedi al interior del escaparate, hurgando en su cajita de rap. Despus mir al grupo de directores casi malvolamente. Aunque por el momento pareca haber recobrado el buen humor. Los ocupantes del escaparate, con excepcin de Cyrus French, que continuaba sumido en un letargo de dolor e indiferencia ante lo que suceda a su alrededor, habanse recuperado en parte del horror y la creciente angustia. Zorn miraba subrepticiamente su reloj de oro; Marchbanks se paseaba belicosamente arriba y abajo; Trask echaba hacia atrs la cabeza a intervalos casi regulares y se tomaba un trago del frasco de whisky que llevaba en un bolsillo. Gray, con el rostro tan blanco como su cabellera, permaneca en silencio detrs de la butaca de French. Lavery estaba inmvil, vigilando con inquisitivas pupilas los menores movimientos del inspector y sus hombres, y Westley, con su semblante juvenil y tenso y arrugado por la preocupacin, pareca estar padeciendo una autntica agona. Frecuentemente buscaba la mirada de Ellery, como pidiendo una ayuda que, en realidad, saba no poda obtener. -Debo rogarles que por algn tiempo se armen de paciencia, caballeros -dijo el inspector, atusndose el bigote con su pequea mano-. Todava quedan varias cosas por hacer aqu, y luego veremos... Ah, Mackenzie... supongo que es usted, eh? Son sos los vigilantes? Bien, que pasen. El escocs, que aparentaba unos cincuenta aos, penetr en el escaparate seguido de cuatro individuos de rostro asustado y manos temblorosas. Ritter cerraba la marcha. -S, inspector. A propsito, he hecho que registrasen a mis empleados, tal como orden el sargento Velie. Mackenzie hizo avanzar a los cuatro vigilantes, los cuales dieron un solo paso al frente, con cierta renuencia. -Cul de ustedes es el vigilante principal? quiso saber el inspector. Un tipo corpulento, de facciones carnosas y ojos plcidos dio otro paso, secndose la frente.

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-Soy yo, Peter OFlaherty. -Estaba usted de servicio anoche, OFlaherty? -S, seor. -A qu hora entr usted? -A la normal, seor. Despus de las cinco. Yo relevo a OShane en la ventanilla del despachito del lado de la Calle 39. Esos muchachos -indic, con un ndice gordo y calloso a los dos que tena detrsentraron conmigo. Y estuvieron aqu toda la noche, como de costumbre. -Ya -asinti el inspector-. OFlaherty, sabe lo que ha ocurrido? -S, seor, me lo han contado. Es una vergenza, seor -respondi el escocs sobriamente. Luego, ech una ojeada a Cyrus French y volvi a ladear la cabeza hacia el inspector, como si ste hubiese cometido una indiscrecin. Sus compaeros siguieron su mirada y volvieron a mirar al frente del mismo modo. -Conoca de vista a la seora French? -interrog el inspector, estudiando al otro con sus vivaces pupilas. -S, seor -asinti OFlaherty-. Sola venir a la tienda despus del cierre, cuando el seor French todava estaba dentro. -Muy a menudo? -No, seor, no mucho. Pero yo la conoca bien. -Hummm... -el inspector pareci relajarse-. Bueno, ahora, OFlaherty, conteste cuidadosa... y verazmente. Lo mismo que si se hallase en el estrado de los testigos. Vio anoche a la seora French? En el escaparate reinaba un silencio absoluto... un silencio preado de latidos y pulsaciones acelerados. Todos los ojos estaban fijos en el ancho rostro del vigilante nocturno. ste se humedeci los labios, pareci reflexionar y cuadr los hombros. -S, seor. -A qu hora? -Exactamente a las once y cuarenta y cinco, seor -replic OFlaherty-. Despus de esa hora slo queda abierta una entrada, seor. Todas las dems estn atrancadas. La de la Calle 39 es la de los empleados, seor. Y no es posible entrar en el local por ninguna otra puerta. Ellery avanz de repente y todas las miradas se volvieron hacia l. Le sonri a OFlaherty. -Lo siento, pap, pero se me ha ocurrido una idea... OFlaherty, segn lo he entendido, slo queda abierta una puerta despus de cerrar la tienda: la Entrada de Empleados. OFlaherty apret las mandbulas reflexivamente. -Pues, s, seor. Qu hay de malo en ello? -Muy poco -sonri Ellery-, salvo que yo crea que haba tambin en la Calle 39 una entrada nocturna para carga y descarga... -Oh, eso...! -exclam el vigilante despreciativamente-. Apenas es una entrada, seor. Casi siempre est cerrada. Lo que iba diciendo es que... Ellery levant una mano. -Un momento, OFlaherty. Usted acaba de decir: Casi siempre est cerrada. Qu ha querido decir con esto? -Bueno... -el escocs se rasc la cabeza-. Que est completamente cerrada y atrancada durante toda la noche, excepto desde las once a las once y media. De modo, que apenas cuenta. -sta es su opinin -objet Ellery-. Cre que habra una buena razn para tener all toda la noche apostado un vigilante. Quin es? -Bloom -el aludido dio un paso al frente y todos le miraron atentamente. Bloom, un hombre de media edad, con el pelo rojo entreverado de blanco, contempl a su alrededor con inseguridad. -S, soy yo. Y anoche no ocurri nada fuera de lo normal en mi puesto, si es lo que desean saber.

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-Nada? -repiti Ellery amablemente-. Dgame: por qu est abierta esa entrada de carga y descarga entre las once y las once y media todas las noches? -Para la entrega de los comestibles y otros artculos -contest Bloom-. Todos los das hay mucho movimiento en el restaurante pblico, lo mismo que en la cafetera para los empleados. Y todas las noches nos traen provisiones frescas. -Cul es la compaa encargada de traer los vveres? -quiso saber el inspector. -Buckley y Green, seor. El mismo camionero viene todas las noches. -Ya -asinti el inspector-. Hagstrom, ve a interrogar a los hombres del camin. Algo, Ellery? -S -el joven se volvi hacia el vigilante pelirrojo-. Cuente qu sucede cada noche cuando llega el camin. -Ver, yo entro de servicio a las diez -repuso Bloom-. A las once llega el camin y Johnny Salvatore, el conductor, toca al timbre de la entrada de carga. -Est cerrada dicha entrada a partir de las cinco y media? -S, seor -intervino MacKenzie, el encargado de la tienda-. Se cierra automtica a esa hora. Y no vuelve a abrirse hasta que el camin llega a las once. -Siga, Bloom. -Cuando llama Johnny, yo abro la puerta, levantando el cierre metlico. El camin entra, y Marino, el ayudante descarga los gneros y los almacena, mientras Johnny y un servidor vigilamos desde mi despachito. Nada ms. Cuando han terminado se largan con el camin, yo bajo el cierre, y me quedo all toda la noche. Ellery medit unos instantes. -Permanece la puerta abierta mientras el camin va descargando? -Seguro -asinti Bloom-. La descarga apenas dura media hora y adems, nadie podra entrar mientras tanto sin verlo nosotros. -Est completamente seguro de esto? -insisti Ellery-. Positivamente seguro? Podra jurarlo? Bloom vacil. -Bueno, no comprendo cmo alguien conseguira colarse -repuso pensativamente-. Marino cuida de la descarga y Johnny y yo estamos en mi cuchitril, junto a la puerta. -Cuntas luces elctricas hay en este almacn de descarga? Bloom pareci aturdido. -Pues... una encima de donde queda el camin, y otra ms pequea en mi cuartito. Johnny, adems, deja encendidos los faros del camin. -Es muy grande ese almacn? -Oh, tiene unos treinta metros de largo por veinte de ancho. Las camionetas de reparto de la tienda tambin estn all durante la noche. -Queda muy apartado de su cuartito el camin cuando lo descargan? -Oh... pues cerca del fondo, donde hay una rampa que va a la cocina. -Y slo hay una luz encendida en tanto espacio -murmur Ellery-. Supongo que su cuchitril est cerrado... claro. -Hay un cristal que da al almacn. -Bloom, si yo le hiciese jurar que nadie puede entrar en ese almacn sin verle usted, lo jurara? Bloom sonri torvamente. -Bueno, seor... no s... -Vio usted entrar anoche a alguien mientras estaba la portalada abierta y usted y Salvatore se hallaban en el despachito vigilando la descarga? -No, seor. -Pero, pudo entrar alguien? -Pues... tal vez.

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-Una pregunta ms -pidi Ellery-. Las entregas de gnero se efectan todas las noches, sin falta, y a la misma hora exactamente? -S, seor. Siempre ha sido as, que yo recuerde. -Otra pregunta, y perdone. Cerr usted la portalada de nuevo a las once y media de anoche? -En punto. -Y vigil la puerta toda la noche? -S, seor. Sentado en mi silla, al lado de la puerta. -Sin ninguna perturbacin? No oy o vio algo sospechoso? -No, seor. -Hum... Bien, si alguien hubiera tratado de salir del edificio por aquella puerta... -interrog Ellery destacando cada palabra-, lo habra usted visto u odo? -Seguro, seor -asinti Bloom dbilmente, mirando con desesperacin a Mackenzie. -Est bien -gru Ellery, alargando un brazo hacia Bloom con indolencia-. Inspector, adelante con su inquisicin. El viejo Queen, que haba escuchado el interrogatorio con expresin de alivio, suspir y le espet a OFlaherty. -Usted dijo que la seora French lleg a la tienda a las once y cuarenta y cinco. Veamos, sepamos lo dems. El vigilante nocturno elev las cejas y luego procedi a secarse la frente con una mano vacilante, mirando en direccin a Ellery. Despus, decidi proseguir con el resto de su historia. -Estuve sentado all toda la noche, sin levantarme, mientras Ralska y Powers efectuaban sus rondas de hora en hora. ste es mi trabajo, aparte de comprobar quines salen con retraso, como los administrativos y algunas otras personas. S, seor. Yo... -Despacio, OFlaherty -le ataj el inspector-. Cuntenos qu sucedi exactamente cuando lleg la seora French. Est seguro de que fue a las once y cuarenta y cinco minutos? -S, seor. Consult el reloj de la mesita porque tengo que anotar todas las entradas en mi hoja de registro. -Oh, una hoja de registro, eh? -musit el inspector-. Seor Mackenzie, podran traerme lo antes posible esa hoja de registro? El aludido asinti y sali del escaparate. -Bien, OFlaherty, adelante. -Pues, anoche. a travs del cristal de mi cuarto vi llegar un taxi y del mismo salt la seora French. Pag al conductor y llam a la puerta. Fui a ver quin era y abr al momento. La seora me dio las buenas noches y me pregunt si su marido, el seor Cyrus French, se hallaba an en el local. Le contest que no, que el seor Cyrus French se haba marchado precisamente muy poco despus de entrar yo de servicio, llevando una cartera de mano. Ella me dio las gracias, se detuvo al parecer para pensar algo, luego dijo que iba a subir al apartamento particular del seor French y ech a andar hacia el ascensor privado que slo se emplea para subir al apartamento. Le pregunt si quera que uno de los vigilantes manejase el ascensor y contest que no, dndome las gracias. Luego, estuvo buscando la llave del apartamento en su bolso. S, eso fue lo que hizo. Entonces la sac y me la ense. Y a continuacin... -Un momento, OFlaherty -le interrumpi el inspector un poco aturdido-. Dice usted que la seora French tena una llave del apartamento? Cmo es esto? -Ver, seor, para el apartamento del seor French hay slo un nmero limitado de llaves -repuso OFlaherty con ms tranquilidad-. Por lo que yo s, el seor Cyrus French posee una; la seorita Marion tiene otra; una ms la seorita Bernice (como llevo trabajando diecisiete aos en la casa conozco a toda la familia), el seor Weaver tiene otra, y hay una llave maestra en mi despachito. O sea que

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existen media docena en total. La llave maestra la tenemos por si acaso necesitamos abrir el apartamento en un caso de emergencia. -Ha declarado usted que la seora French le ense su llave antes de entrar en el ascensor. Cmo sabe que era la llave del apartamento? -Oh, es muy fcil, seor. Se trata de una llave especial, y cada llavecita lleva un pequeo disco de oro con las iniciales de su poseedor. S, la seora French me ense su llave. Adems, yo conozco su llave, y era aqulla, seguro. -Un momento, OFlaherty -el inspector volvise hacia el joven secretario-. Tiene encima la llave de ese apartamento, Weaver? Djemela, por favor. Westley sac un estuchito de piel con varias llaves del bolsillo de la americana y se lo entreg al inspector. Entre otras varias haba una con un disco de oro en el que se hallaban grabadas las iniciales. W. W. El inspector mir de nuevo a OFlaherty. -Una llave como sta? -Igual, seor -asinti el vigilante nocturno-, exceptuando las iniciales. -Muy bien -asinti Queen, devolvindole el llavero a Westley-. Siga, OFlaherty y dgame: Dnde guarda usted la llave maestra del apartamento? -En un cajn especial del escritorio, seor. Siempre est all, de da y de noche. -Estaba en su sitio anoche? -S, seor. Siempre lo compruebo. Estaba all, sin equivocacin posible, seor. Tambin lleva una etiqueta con la palabra maestra bien visible. -OFlaherty -prosigui interrogando el inspector-, estuvo usted en su cubculo toda la noche? No sali de all? -No, seor! -repuso enfticamente el vigilante-. Desde que entr all a las cinco y media, no sal hasta que esta maana me revel OShane, a las ocho y media. Yo estoy ms horas que l porque l tiene ms trabajo en su turno, con la entrada de los empleados y dems. Y respecto a dejar la cabina, yo me traigo de casa un bocadillo y caf en el termo. No, seor, no abandon la vigilancia en toda la noche. -Ya. El inspector sacudi la cabeza como para aclarar alguna oscura niebla y le indic al escocs que prosiguiera con su relato. -Bien, seor, cuando la seora French sali del despachito, me levant de la silla, sal a mi vez y la vi alejarse hacia el ascensor. Entr en l y ya no volv a verla, seor. Al ver que no bajaba, no me extra porque en otras ocasiones la seora French se haba quedado toda la noche en el apartamento. Y pens que anoche haba decidido quedarse a dormir aqu. Y esto es todo lo que s. Ellery se estremeci. Cogi el bolso de la difunta y lo balance ante la mirada del vigilante. -OFlaherty -murmur casi gruendo-, lo haba visto antes de ahora? -S, seor. Es el bolso que llevaba anoche la seora French. -El mismo bolso del que sac la llavecita del apartamento? El vigilante pareci extraado. -S, seor. Ellery pareci satisfecho y susurr unas palabras al odo de su padre. El inspector frunci el ceo, asinti y se volvi hacia Crouther. -Crouther, por favor, vaya a buscar la llave maestra que hay en la entrada de la Calle 39. El detective de la tienda gru en asentimiento y sali del escaparate.

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-Bien -el inspector cogi el pauelo de seda con las iniciales M. F. hallado en el cuerpo de la muerta-. OFlaherty, recuerda si anoche llevaba este pauelo la seora French? Pinselo con calma. El vigilante cogi el pauelo con sus toscos dedos y le dio varias vueltas, arrugando la frente. -Ver... -murmur con vacilacin-, no podra afirmarlo. Por un momento me pareci que s lo llevaba la seora French, mas no estoy seguro. No, no puedo afirmarlo, no, seor. Le devolvi el pauelo al inspector con un gesto de desaliento. -No est seguro? -el inspector dej el pauelo en la cama-. Todo fue normal anoche? No hubo ninguna alarma? -No, seor. Naturalmente, ya sabe usted que el establecimiento tiene seales de alarma contra el robo. Anoche todo estuvo ms silencioso que en una iglesia. No ocurri nada. -Thomas -el inspector se dirigi al sargento-, Llama al departamento central de alarmas y comprueba si hubo algo anoche. Seguramente no, pues ahora ya lo sabramos. Velie sali del escaparate tan callado como siempre. -OFlaherty, vio anoche entrar a alguien ms en la tienda, aparte de la seora French? Durante cualquier momento de la noche? -No, seor, absolutamente a nadie. Ni a un alma -repuso el vigilante escocs, como ansioso de dejar ese punto bien aclarado despus de su vacilacin referente al pauelo de seda. -Ah, venga, Mackenzie! Por favor, deme esa hoja de registro. Queen se la cogi al encargado, que acababa de entrar con un largo pliego de papel enrollado. El inspector lo ley apresuradamente. De pronto, algo pareci llamarle la atencin. -Segn esta hoja, OFlaherty -exclam-, veo que el seor Weaver y el seor Springer fueron los ltimos en salir de al tienda ayer por la tarde. Fue usted mismo quien lo anot? -S, seor. El seor Springer sali hacia las seis y cuarto, y el seor Weaver unos instantes ms tarde. -De acuerdo, Weaver? -inquiri el inspector, volvindose hacia el secretario. -S -asinti Westley con voz desprovista de expresin-. Anoche me qued un poco ms para disponer unos documentos del seor French. Creo que me afeit... En efecto, sal un poco antes de las siete. -Quin es Springer? -Oh, James Springer es el jefe del Departamento de Librera, inspector -aclar Mackenzie-. A menudo se queda hasta tarde. Un hombre muy consciente de su deber. -S, ya... Bien, escuchen -el inspector se dirigi hacia los dos vigilantes que todava no haban abierto los labios-. Tienen algo que decir? Algo que aadir al relato de OFlaherty? Uno a la vez... Su nombre? Uno de los vigilantes se aclar nerviosamente la garganta. -George Powers, seor. No tengo nada que decir. -Todo estuvo normal cuando efectu sus rondas? Vigila usted esta parte de la tienda? -S, seor, todo estuvo normal. No, seor. Yo no me cuido de esta planta, sino Ralska. -Ralska, eh Cmo se llama usted, Ralska? exigi el inspector. -Hermann, seor. Hermann Ralska. Creo que... -Cree, eh? -el inspector volvise hacia el otro lado-. Hagstrom, est usted tomando nota de todo, verdad? -S, jefe -sonri el detective, garabateando con su lpiz sobre un cuaderno. -Bien, Ralska, usted cree algo, sin duda de importancia -continu el inspector-. De qu se trata? -Me pareci -repuso Ralska con cierto envaramiento-, haber odo anoche algo raro en esta planta baja, seor.

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-De veras? Qu oy exactamente? -Pues... fue aqu, delante del escaparate. -Ya -el inspector apenas murmur el monoslabo-. Conque fuera del escaparate... Muy bien, Ralska, qu fue? El vigilante pareci tranquilizarse ante el tono ms calmado del inspector. -Era la una de la madrugada. Quizs un poco antes. Yo estaba en la parte de la tienda que cae cerca de la Quinta Avenida esquina a la Calle 39. Este escaparate da a la Quinta Avenida, pasando el cuartito de vigilancia nocturna, de modo que yo estaba bastante lejos de aqu. Y o un ruido extrao. No consigo aclarar qu fue. Tal vez alguien arrastrando los pies, una puerta al cerrarse... no, no lo s. De todos modos no sospech nada, pues de noche siempre se oyen ruidos que parecen raros y son, en cambio, perfectamente naturales. De todos modos mir hacia aqu y no vi nada, por lo que pens que era mi imaginacin. Incluso prob un par de puertas de los escaparates. Pero todas estaban cerradas. Tambin prob sta. Luego fui a cambiar unas palabras con OFlaherty y continu la ronda. Nada ms. -Oh... -el inspector pareca desanimado-. De manera que no sabe de dnde proceda el ruido... si es que hubo alguno. -Si hubo alguno, como usted bien dice -opin Ralska, rascndose la nuca-, tuvo que venir de esta seccin de la planta, cerca de los grandes escaparates. -No ocurri nada ms en toda la noche? -No, seor. -De acuerdo, ustedes ya han terminado. Pueden irse a casa y dormir si pueden. Esta noche reintgrense al trabajo como de costumbre. -S, seor; s, seor. Los cuatro vigilantes se marcharon del escaparate. El inspector blandi la hoja de registro y se dirigi al en cargado de la tienda. -Mackenzie, ha consultado usted esta hoja? -S, inspector -replic el encargado-, pens que a usted le interesara y la consult cuando vena hacia aqu. -Estupendo! -alab el inspector-. Y ahora, Mackenzie, cul es su veredicto? Salieron ayer todos los empleados de la tienda a sus horas normales? La expresin del viejo inspector era casi de indiferencia. Mackenzie no vacil. -Como puede usted ver, poseemos un sistema de salidas muy sencillo, por departamentos. Puedo asegurarle que todos los empleados que ayer por la tarde trabajaron aqu salieron a su debido tiempo y en forma normal. -Incluso los administrativos y otros caballeros, como la Junta de Directores? -S, seor. Todos los nombres estn debidamente registrados. -Muy bien, gracias -agradeci pensativamente el inspector-. Por favor, no se olvide de entregarme una lista de los ausentes, Mackenzie. Velie y Crouther regresaron juntos al escaparate. El segundo le entreg al inspector una llave, rplica exacta de la que haba enseado Westley, con una etiqueta en la que se lea maestra. El sargento afirm que la compaa de aparatos de alarma no haba registrado nada desusado en la noche anterior. El inspector se volvi hacia Mackenzie. -Es de fiar ese OFlaherty? -Completamente. Dara su vida por el seor French, inspector -replic el encargado calurosamente-. Es el empleado ms antiguo de la tienda, puesto que conoce al seor French de los tiempos antiguos. -Digo lo mismo -proclam Crouther, ansioso de interponer tambin su opinin.

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-Se me acaba de ocurrir... -el inspector Queen se enfrent con Mackenzie inquisitivamente-. Es muy privado el apartamento del seor French? Quin tiene acceso al mismo, aparte de la familia del jefe y el seor Weaver? Mackenzie se rasc la barbilla pensativamente. -Casi nadie, inspector -repuso-. Naturalmente, la Junta de Directores se rene peridicamente all arriba para mantener sus conferencias y otros asuntos del negocio; pero las nicas llaves existentes se hallan en posesin de las personas que ha mencionado OFlaherty. En realidad, es un poco raro lo poco que todos sabemos respecto a ese apartamento. En todo el tiempo que yo llevo en los almacenes, y hace ya unos diez aos, no recuerdo haber estado en ese apartamento ms de media docena de veces. Creo que la ltima vez fue la semana anterior, en que me llam el seor French para darme unas instrucciones especiales respecto al local. En cuanto a los dems empleados... el seor French siempre se ha mostrado inflexible en disfrutar de aislamiento. Aparte de OFlaherty, que abre la puerta tres veces por semana para que entre all la mujer de la limpieza, y dejarla salir, no hay ningn otro empleado que tenga acceso ni ocasin de visitar el apartamento. -Comprendido. El apartamento... Por lo visto volvemos a referirnos a l... -musit el inspector-. Bien, creo que aqu ya no tenemos que hacer nada ms. Ellery, qu opinas? El joven se ajust las gafas sobre la nariz con un vigor inusitado y mir a su padre. En sus pupilas brillaba un destello incomprensible. -Opinar? Pensar...? -sonri torvamente-. Mi maquinaria de raciocinio ha estado ocupada durante la ltima media hora en un pequeo y obstinado problema. Se mordi los labios. -Un problema? Cul? -indag su padre afectuosamente-. No hemos tenido un solo instante para aclarar las ideas y t hablas de problemas! -El problema -anunci Ellery Queen, en voz baja para no ser odo de los dems- del por qu falta la llave del apartamento que posea la seora French.

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MARION -No existe tal problema -replic el inspector-. No hay ningn motivo especial por el que tengamos que encontrar aqu la llave. Adems, no creo que esto tenga demasiada importancia. -Alors... no hablemos de ello -sonri Ellery-. A m siempre me preocupan las omisiones. Retrocedi un paso y sac del bolsillo su cigarrera. Su padre le mir astutamente, pues su hijo casi nunca fumaba. Un agente abri la puerta del escaparate en aquel momento y se aproxim al inspector. -Ah fuera hay una joven que se llama Marion French. Pregunta por el seor Weaver -susurr roncamente-. Se ha asustado mucho al ver tanto jaleo. La acompaa uno de los detectives de la planta baja. Qu hago, inspector? El viejo Queen enarc las cejas. Mir al joven Westley. El secretario pareci intuir la importancia del mensaje, aunque no haba odo las palabras. Dio un paso al frente. -Perdn, inspector -murmur-, pero si ha llegado la seorita French, le pido permiso para salir en su busca y...

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-Asombroso poder de adivinacin! -grit el inspector, sonriendo-. S, creo que... Vamos, seor Weaver. As me presentar a la, sin duda, encantadora hija del seor French. Thomas -aadi volvindose hacia el sargento-, cudate de esto. Que no salga nadie. Nosotros volveremos al momento. Precedido por Westley, el inspector sali del escaparate. Ya en la planta, el joven secretario ech a correr. En el centro de un grupo de detectives y agentes, haba una joven muy rgida, con la cara desprovista de color, las pupilas agrandadas por el miedo. Al divisar a Westley dej escapar un gritito y avanz dbilmente. -Westley, qu ocurre? -pregunt-. Esos policas... Extendi los brazos. Y ante las sonrisas de complicidad del polica y el inspector, los dos jvenes se abrazaron. -Cario... has de serenarte... -susurr Westley desesperadamente al odo de la chica. -Dime, Wes... Qu ha pasado? No ser...? apart los ojos horrorizada-. No ser... Winifred? Antes de que l asintiese, la joven ley en sus ojos la respuesta. El inspector trat de interponerse entre ambos. -Seor Weaver -sonri-, puedo tener el placer...? -Oh, s... claro! -el joven retrocedi rpidamente, soltando a la muchacha. Pareca asombrado por la interrupcin, como si se hubiera olvidado momentneamente del lugar donde estaba, de las circunstancias que le rodeaban, de la hora. -Querida Marion, te presento al inspector Richard Queen. Inspector, la seorita French. El viejo le tom una mano y se inclin ceremoniosamente. Marion murmur un encantada, mientras sus grandes ojos contemplaban con inters a aquel anciano de bigote y cabello blancos, inclinado sobre su mano. -Est usted... investigando un crimen, inspector? -tartamude ella, retirando la mano y asindose a un brazo de Westley. -Por desgracia, as es, seorita French. Y lamento enormemente que nos hayamos conocido en unas circunstancias... tan terribles -Westley le mir muy asombrado. El viejo Maquiavelo! De haber sabido que dira esto... El inspector continu con tono suave-: Se trata de su madrastra, querida... La han asesinado. Terrible! Terrible! Chasque la lengua como una gallina vieja. -Asesinada! -repiti la muchacha, tensando todo el cuerpo. La mano que asa el brazo del joven tembl un poco y se solt flojamente. Por un instante, el inspector y Westley pensaron que iba a desmayarse, e involuntariamente se aprestaron a sostenerla. Marion se tambale un momento. -No, yo... Gracias -murmur-. Dios mo! Winifred! Y ella y Bernice estuvieron fuera de casa toda la noche. El inspector se envar y su mano hurg en el bolsillo, para sacar la caja de rap. -Ha dicho usted Bernice, seorita French? -pregunt-. El vigilante tambin pronunci ese nombre... Una hermana? -Oh... oh, Wes, querido, llvame lejos de aqu... por favor! Enterr la cara en la solapa de la chaqueta del joven secretario. -Una observacin muy natural, inspector -gru el joven, sosteniendo a la muchacha-. La seora Hortense Underhill, el ama de gobierno, llam esta maana al seor French durante la conferencia celebrada arriba para comunicarle que ni la seora French ni Bernice, su hija, haban dormido en casa. Por tanto, es natural que Marion... bueno, la seorita French... -S, s, claro -el inspector sonri y toc a la joven en el brazo. Ella se sobresalt convulsivamente-. Quiere venir con nosotros, por favor, seorita French? Y tenga valor. Deseo que vea una cosa.

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Esper. Westley le dirigi una mirada ultrajada, pero apret alentadoramente el brazo de la joven y casi la arrastr hacia el escaparate. El inspector les sigui, llamando a uno de los agentes, el cual inmediatamente ocup un puesto delante de la portezuela del escaparate cuando los tres estuvieron dentro. Hubo cierta agitacin en el momento en que Westley se hizo a un lado para dejar pasar a Marion. Incluso el viejo French, sacudiendo su estupor, dej que a sus pupilas se asomase cierta luz de comprensin. -Marion, querida! -gimi con voz quebrada. La joven se apart de Westley y cay de rodillas ante la butaca de su padre. Nadie habl. Todos se miraban con inquietud. Padre e hija estaban estrechamente abrazados. Por primera vez, desde que haba entrado en la cmara mortuoria, Marchbanks, hermano de la difunta, abri los labios. -Esto es... un infierno! -gimi lentamente, mirando al inspector con ojos enrojecidos. Ellery, desde su rincn, avanz ligeramente la cabeza-. Yo... voy a salir de aqu. El inspector le hizo un gesto a Velie. El corpulento sargento fue hacia la puerta y mir a Marchbanks sin decir nada, con los membrudos brazos cados a los costados. Marchbanks, grueso y alto, pareci encogerse ante el enorme sargento. Enrojeci, musit unas palabras y retrocedi. -Veamos, seorita French -empez el inspector-, me permite que la moleste con unas preguntas? -Oiga, inspector! -protest al punto el joven Westley, a pesar del dedo de Ellery, movido en advertencia-, cree que esto es absolutamente necesario? -Cuando quiera, inspector -repuso la joven, incorporndose, con los ojos an rojizos, si bien claramente duea de s. Su padre haba vuelto a dejarse caer en la butaca. Ya se haba olvidado de la muchacha. sta sonrile dbilmente a Westley, quien correspondi con una mirada ardiente. No obstante, y a pesar de su muestra de valor, Marion continu con la mirada alejada del cadver de su madrastra. -Seorita French -interrog el inspector, enseando el pauelo de seda-, es suyo esto? -S -respondi ella, palideciendo-. Cmo ha llegado hasta aqu? -Esto es precisamente lo que nos gustara saber -replic el polica-. Puede darnos alguna explicacin de su presencia? Las pupilas de la muchacha centellearon, mas respondi con serenidad: -No, no puedo. -Seorita French -prosigui el inspector tras una leve pausa-, hallamos su pauelo en torno al cuello de la seora French, debajo del abrigo. Le dice esto algo a usted... tal vez una sugerencia? -Lo llevaba mi madrastra? -se extra la joven-. No... no lo entiendo. Nunca se lo haba puesto. Mir desvalidamente a Westley, y despus desvi los ojos para fijarlos en Ellery. Durante unos instantes, ambos se contemplaron mutuamente. Ellery vio a una muchacha esbelta, con una cabellera color negro humo y unos ojos grises y profundos. Las lneas de su juvenil cuerpo eran perfectas. Daba la impresin de rectitud y claridad, de honradez, con sus ojos claros, sus labios firmes, sus manos fuertes, un encantador hoyuelo en la barbilla y una naricilla recta y breve. Ellery sonri. Marion, por su parte, vio a un joven atltico, con la sugerencia de vigor natural, una frente de intelectual y unos labios, fros, quietos, serenos. Aparentaba unos treinta aos, aunque era ms joven. En sus ropas haba el inconfundible sabor de Bond Street. Sus dedos, largos y finos, tenan asido un librito, y la estaba contemplando casi

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por encima de sus gafas. De pronto, Marion se ruboriz y sus ojos volvieron a concentrarse en el inspector. -Cundo vio por ltima vez este pauelo, seorita French? -indag el inspector. -Oh, yo... -el tono de la muchacha cambi, tratando de tranquilizarse por completo-. Creo recordar que lo llev ayer. -Ayer? Muy interesante. Recuerda dnde...? -Sal de casa inmediatamente despus de almorzar -declar ella-, llevando el pauelo debajo del abrigo. Me encontr con una amiga en Carnegie Hall y pasamos la tarde en el concierto, un recital a cargo del famoso pianista Pasternak. Nos separamos despus del concierto y yo cog un autobs hasta aqu. Y creo recordar que todo el da llev el pauelo... -frunci el entrecejo graciosamente-. Sin embargo, no recuerdo si lo llevaba al llegar a casa. -Vino a esta tienda, seorita French? -la interrumpi el inspector cortsmente-. Por algn motivo especial? -Pues.. no. Pens que todava encontrara a pap. Saba que tena que marcharse hacia Great Neck, aunque no saba exactamente a qu hora y... El inspector levant ridculamente una mano pequea y blanquecina. -Un momento, seorita French. Ha dicho usted que su padre se march ayer a Great Neck? -S. Por... algn negocio. Supongo que no hay nada malo en esto, verdad? -la joven se mordi los labios. -No, no, claro -sonri el inspector. Se volvi hacia Westley-. Por qu no me dijo usted que el seor French haba efectuado ayer un pequeo viaje? -Porque usted no me lo pregunt -replic el joven. El inspector se sobresalt y luego ri. -Un tanto para usted -murmur-. Cierto. Cundo regres y por qu se march? Westley contempl compasivamente la inerte figura casi derribada sobre la butaca. -Se march ayer por la tarde, bastante temprano, para conferenciar con Farnharm y Whitney sobre la finca de este ltimo. Un asunto de emergencia, inspector, que esta maana se discuti en la conferencia de directores. El seor French me cont que esta maana, muy temprano, el chofer del seor Whitney lo haba trado a la ciudad, llegando a los almacenes a las nueve. Algo ms? -De momento, no -el inspector se volvi hacia Marion-. Perdone, querida, por esta interrupcin. Diga, adnde se dirigi usted especficamente cuando lleg a la tienda? -Al apartamento de pap, en la sexta planta. -De veras? -murmur el inspector-. Y por qu, si me permite preguntarlo, seorita, fue usted al apartamento de su padre? -Usualmente subo all cuando vengo a la tienda, cosa que no sucede a menudo -declar Marion-. Adems, me dijeron que el seor Weaver estaba all trabajando, y me pareci muy... agradable hacerle una visita. Mir a su padre con cierta aprensin, mas el viejo se mostr insensible a sus palabras. -Subi all directamente al entrar en la tienda? Y se march inmediatamente al salir del apartamento? -S. -Es posible -insinu el inspector- que dejase caer el pauelo en el apartamento, seorita French? La joven no contest inmediatamente. Westley trat frenticamente de atraer su atencin, moviendo los labios y formando el adverbio No!, mas la joven sacudi la cabeza. -Es posible, inspector.

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-Ya -sonri el inspector-. Bien, cundo vio por ltima vez a la seora French? -Anoche, a la hora de cenar. Yo tena una cita para despus y me march casi inmediatamente. -Estaba la seora French como siempre? No observ algo anormal en sus palabras o sus acciones? -Bueno... pareca algo preocupada por Bernice -contest Marion lentamente. -Ah! -el inspector Queen se frot las manos. Entonces, debo suponer que su hermanastra... es su hermanastra, verdad?, no cen en casa. -No -replic Marion tras cierta vacilacin-. Winifred, mi madrastra, me dijo que Bernice haba salido y que no cenara en casa. Pero pareca inquieta por algo. -No le dio ninguna razn o indicio de tal inquietud? -En absoluto. -Cmo se apellida su hermanastra? French tambin? -No, inspector. Conserva el apellido de su padre: Carmody -murmur Marion. -Ya... ya. El inspector pareci hundirse en un mar de reflexiones. John Gray se movi con impaciencia, le susurr un par de palabras a Cornelius Zorn, el cual movi tristemente la cabeza y se apoy resignadamente en el respaldo de la butaca del viejo French. Queen no les prest la menor atencin. Luego, mir directamente a la joven Marion. sta pareca haber encogido un poco su cuerpo. -Por el momento, slo otra pregunta, seorita French -dijo-, y la dejar tranquila. Puede sugerir, por lo que usted sepa de los asuntos privados de la seora French, o por algo que haya transpirado recientemente, anoche... o durante el da de ayer... puede sugerir -repiti-, una explicacin posible de este crimen? Naturalmente, se trata de un asesinato -prosigui apresuradamente antes de que ella pudiera contestar-, y s que usted desea contestar, claro est, honestamente. No se apresure, medite cuidadosamente todo lo que ocurri ayer... -call un instante-. Seorita French, desea confiarme algo? El silencio en el escaparate era muy profundo, como un latido que palpitase invisiblemente en el ambiente. Ellery escuchaba las respiraciones tensas, hondas, vea los ojos agudizados, las manos retorcidas, los cuerpos de todos los presentes, excepcin hecha del de Cyrus French, inclinndose hacia delante, contemplando a Marion French, en el centro, rgida y plida. -No, inspector -respondi, casi casualmente. Los ojos del viejo Queen parpadearon. Todos se relajaron. Alguien suspir. Ellery observ que era Zorn. Traks encendi nerviosamente un cigarrillo y dej consumir la cerilla. Marchbanks estaba sentado, con el cuerpo inmvil. Westley esboz un gesto de desesperacin. -Entonces, nada ms por ahora, seorita French -decidi el inspector, con un tono tan casual como el de ella. Pareca completamente absorto en la contemplacin de la corbata de Lavery-. Por favor -aadi con tono sumamente amable-, no salga an de este escaparate. Seor Lavery... puede prestarme unos momentos de atencin? Marion retrocedi y Westley se coloc a su lado, arrastrando una silla. La joven se hundi en ella con una dbil sonrisa, llevndose las manos a los ojos. Despus, una de sus manos busc afanosamente la otra del joven secretario. Ellery les prest atencin un momento y luego concentr su mirada en Lavery. El francs salud, aguard, con los dedos jugueteando con su pequea barbita.

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CABOS SUELTOS -Tengo entendido, seor Lavery, que usted es el responsable de esta exposicin de muebles modernos y futuristas. La voz del inspector contena una nota de frescura. -Correcto. -Cunto hace que dura esta exposicin? -Un mes. -Dnde estn situados los salones de su exposicin? -En el quinto piso -Lavery separ los dedos-. Oh, en Nueva York se trata de un proyecto pionero, inspector. El seor French y su Junta de Directores me invitaron a exhibir algunas de mis creaciones al pblico americano, pues todos ellos estn seguros del buen porvenir de este movimiento futurista. Y debo aadir que la mayor parte de los detalles de la exposicin fueron planeados por el seor French en persona. -A qu se refiere? Lavery sonri, enseando sus blancos dientes. -Por ejemplo, a la exhibicin de este escaparate. Fue exclusivamente idea del seor French, y creo que ha sido una excelente propaganda para el establecimiento. Ciertamente, ha subido desde la acera tanta gente al quinto piso que incluso tuvimos que colocar empleados especiales para contenerla. -Ya -asinti el inspector-. De modo que este escaparate fue idea del seor French... S, s, ya me lo ha dicho. Este escaparate, cunto tiempo lleva amueblado de esta forma, seor Lavery? -Veamos... estamos al final de la segunda semana de exhibicin del dormitorio-saln... -repuso Lavery, acaricindose de nuevo la barbilla-. Exactamente, el da catorce. Maana tenamos que cambiar de mueblaje, para presentar un modelo de comedor. -Oh, de modo que cambian los escaparates cada quince das... Entonces, es sta la segunda exhibicin que presenta usted en este escaparate? -Exactamente. La primera exhibicin era un dormitorio completo. Queen abri mucho los ojos y luego volvi a entrecerrarlos con cierta expresin de hasto, y unas enormes bolsas de cansancio aparecan bajo los prpados. Dio una vuelta por la falsa habitacin, y volvi a detenerse delante de Lavery. -Opino -murmur al fin-, que este desdichado accidente y sus circunstancias resultan demasiado fortuitos... Dganos, seor Lavery, se celebra la exhibicin de este escaparate todos los das a la misma hora? -S, s, ciertamente. -Exactamente a la misma hora del da, seor Lavery? -insisti el inspector. -Oh, s! -afirm Lavery-. La modelo penetra aqu todos los das a medioda, desde que empez la exhibicin. -Muy bien! -aplaudi el inspector-. Seor Lavery, durante el mes en que han tenido lugar esas demostraciones, se ha alterado, que usted sepa, de algn modo el horario? -No, seor -repuso positivamente el francs-. Y lo s con toda certeza, seor. Mientras la modelo presenta el mobiliario, yo suelo estar detrs del escaparate por si ocurriera alguna emergencia. No doy la conferencia en el quinto piso hasta las tres y media de la tarde. El inspector enarc las cejas. -Ah, de modo que da usted conferencias.

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-Naturalmente! -proclam Lavery muy ufano-. Y me han asegurado que mi descripcin de la obra del viens Hoffman ha producido cierta inquietud en el monde artistique. -De veras? Lo celebro -sonri el inspector-. Otra pregunta, seor Lavery, y habr terminado con usted por el momento. Es completamente espontnea esta exhibicin? Quiero decir -aadi- si se ha hecho alguna publicidad para que el pblico se enterase de dicha exhibicin y las conferencias que usted da en el quinto piso. -Puede jurarlo. La propaganda y los anuncios se planearon con todo cuidado -replic Lavery-. Enviamos circulares a las academias de arte y organizaciones similares. Y tengo entendido que los parroquianos del establecimiento recibieron cartas personales firmadas por la Direccin. Sin embargo, casi toda la publicidad se ha llevado a cabo por medio de la Prensa. Supongo que usted habr ledo dichos anuncios. -Bueno, no suelo leer los anuncios de las casas de muebles -se apresur a responder el inspector-. Y supongo que a usted le habrn hecho mucha publicidad. -Pues... s -Lavery volvi a ensear sus dientes-. Si se digna usted examinar mis lbumes de recortes... -Oh, no hace falta, seor Lavery. S que es usted un genio de la decoracin futurista. Gracias por su paciencia. -Un momento, por favor -intervino Ellery avanzando muy sonriente. El inspector le mir y agit brevemente la mano como diciendo: Tu testigo!, y se retir hacia la cama, sentndose con un profundo suspiro. Lavery se haba parado, como clavado en el suelo, acaricindose la barba. Ellery hizo una pausa, dando vuelta entre sus manos a las gafas. -Estoy muy interesado en su trabajo, seor Lavery -declar al fin con una sonrisa encantadora-. Aunque temo que mis estudios de esttica no se vieron demasiado abrumados por la decoracin interior moderna. En realidad, me interes en extremo su conferencia sobre Bruno Paul... -De manera que asiste usted a mis conferencias, eh? -exclam Lavery, enrojeciendo de placer-. Tal vez me mostr demasiado entusiasta de Paul... Ah, le conozco mucho. -S? -inquiri Ellery casualmente-. Bueno, supongo que usted habr estado alguna otra vez en Amrica, seor Lavery. Su ingls apenas tiene el menor acento galo. -Oh, he viajado bastante -admiti Lavery-. sta es mi quinta visita a Estados Unidos, seor Queen... no es as? -S, tengo la suerte de ser un vstago del inspector -sonri Ellery-. Seor Lavery, cuntas demostraciones al da se celebran en este escaparate? -Slo una. -Qu tiempo dura cada demostracin? -Exactamente treinta y dos minutos. -Interesante -murmur Ellery-. A propsito, est siempre abierta la puerta de este escaparate? -Nada de eso. Aqu dentro hay siempre algunas piezas valiosas. Siempre est cerrada, excepto en los momentos de la demostracin. -Claro, soy un estpido -sonri Ellery-. Usted tendr una llave, claro. -Existen varias, seor Queen -respondi Lavery-. La idea de la cerradura es impedir que durante el da entre nadie aqu y que por la noche puedan penetrar los ladrones. Cabe suponer que despus del cierre, en un establecimiento tan bien custodiado como ste, con aparatos de alarma y vigilantes, los escaparates estn bien protegidos contra los robos. -Si me permite la interrupcin -reson dbilmente la voz de Mackenzie, el encargado-, yo puedo aclarar mejor que el seor Lavery el asunto de las llaves.

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-Encantado -asinti Ellery, volviendo a juguetear con las gafas. El inspector, sentado en la cama, lo contemplaba todo en silencio. -Poseemos cierto nmero de llaves duplicadas -explic Mackenzie-, de cada uno de los escaparates. En este caso particular, el seor Lavery tiene una; Diana Johnson, la modelo, posee otra (que deja en el escritorio del Despacho de Empleados cuando sale); el encargado de la planta baja y el detective del piso poseen una cada uno, y una serie de pares de llaves de todos los escaparates en el despacho general del entresuelo. S, mucha gente podra apoderarse de una de esas llaves. Ellery no pareci preocupado. Sbitamente fue a la puerta, la abri, mir hacia fuera y volvi al interior del falso dormitoriosaln. -Seor Mackenzie, quiere por favor llamar al empleado del mostrador de artculos de piel, enfrente de este escaparate? Mackenzie sali y no tard en regresar con un individuo de media edad, bajo y fornido. Tena la cara plida y estaba muy nervioso. -Ha estado de servicio toda la maana? -inquiri Ellery amablemente. El otro asinti con el gesto-. Y ayer por la tarde? -nueva afirmacin-. Ha abandonado su puesto en algn momento de esta maana o ayer por la tarde? -No, seor -el empleado habl con tono de completa seguridad. -Muy bien -murmur Ellery-. Observ, durante esta maana o ayer por la tarde, si entraba o sala alguien de este escaparate? -No, seor. No me he movido para nada del mostrador, y habra visto si alguien entraba o sala de aqu, seor. No... no he tenido demasiado trabajo -aadi el empleado, dirigindole una mirada a Mackenzie. -Gracias. El empleado se march con ligereza. -Bien -suspir Ellery-. Al parecer progresamos, aunque nada tenga an una forma definida. Se encogi de hombros y volvi a mirar al francs. -Seor Lavery, quedan iluminados los escaparates despus de anochecido? -No, seor Queen. Despus de cada demostracin se corren las persianas, y no vuelven a levantarse hasta el da siguiente. -Entonces -Ellery destac las palabras-, supongo que esas lmparas son falsas. Todos los ojos siguieron vidamente la direccin del dedo ndice de Ellery. Estaba sealando unas lmparas de cristal que colgaban del techo y sobresalan de la pared. Por toda respuesta, Lavery se acerc a la pared del fondo y tras manipular un instante, sac una lmpara. Donde hubiera debido estar la bombilla no haba nada. -Aqu no necesitamos luces -explic-, por lo que no instalamos ninguna. Con gran rapidez volvi a colocar la lmpara en su sitio. Ellery dio un paso al frente con decisin. Mas de pronto retrocedi y se volvi hacia su padre. -A partir de ahora -anunci con solemnidad-, estar callado y, latnicamente, pasar por un filsofo.

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FUERA DEL ESCAPARATE... Un agente entr en el escaparate, mir a su alrededor como buscando a una persona con autoridad, y el viejo Queen lo llam

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perentoriamente; el agente murmur unas palabras y se march casi con tanta rapidez como haba entrado. El inspector se llev aparte inmediatamente a John Gray; y le susurr algo al odo. Gray asinti y se aproxim a Cyrus French, el cual miraba al vaco, murmurando consigo mismo. Con la ayuda de Westley y Zorn, Gray consigui girar la butaca del dueo del establecimiento, de modo que quedara de espaldas al cadver. French no se dio cuenta de nada. El mdico del establecimiento se apresur a tomarle el pulso. Marion se llev una mano a la garganta; luego se incorpor rpidamente y se inclin sobre el respaldo del asiento de su padre. Se abri la puerta y entraron dos individuos de blanco, con una camilla. Saludaron al inspector, el cual indic el cadver con el pulgar. Ellery se haba retirado a un rincn al lado de la cama, y pareca estar en profunda comunin con sus gafas. Frunca el ceo, tabaleaba sobre los cristalitos, y de pronto dej su abrigo sobre la cama y tom asiento, con la cabeza entre las manos. Finalmente, como si hubiese llegado ante un muro insalvable o una conclusin, sac del bolsillo del abrigo un volumen y empez a escribir apresuradamente en la portada posterior. No prest la menor atencin a los dos sanitarios que se inclinaban sobre la difunta. Tampoco protest cuando un individuo que acababa de penetrar en el escaparate, lo apart de la cama y empez a discutir con un ayudante de fotgrafo respecto a la muerta, su posicin en el suelo, la cama, el bolso y otros artculos relacionados con la vctima. Los ojos de Ellery iban siguiendo los movimientos del fotgrafo de manera distrada. De repente, se meti el librito en el bolsillo y aguard pensativamente a que su padre se fijara en l. -Dios mo, hijo -exclam el inspector-, estoy cansado. Y preocupado. Y aprensivo. -Aprensivo? Vamos, pap, no te pongas as. Aprensivo por qu? Este caso se est solucionando por s solo... por s solo. -Oh, probablemente ya has atrapado al asesino y lo tienes dentro del bolsillo -gru el viejo--. No estoy preocupado por el asesino, sino por Welles. -Lo siento -sonri Ellery-, no permitas que Welles te preocupe. No creo que sea tan malo como lo has pintado. Y en tanto t te preocupas por l, yo he estado trabajando de manera subterrnea... Captas la idea? -No es tan malo, claro -sonri el inspector-. Dios mo, es capaz de presentarse aqu en cualquier momento, El. No haba pensado en ello. Por ahora ya ha recibido un informe por telfono y... S... qu pasa? Un agente penetr en el escaparate y dej un mensaje. -Vaya -rezong el inspector-, precisamente Welles viene hacia aqu. Ahora, querr arrestos, interrogatorios interminables, periodistas por todas partes olisquendolo todo. El aspecto simptico de Ellery se desvaneci. Cogi a su padre por un brazo y lo condujo rpidamente a un rincn del escaparate. -En tal caso, pap, te dir lo que pienso... -mir a su alrededor y baj la voz-. No has llegado a ninguna conclusin? Me gustara conocer tus pensamientos antes de declarar los mos. -Bueno -refunfu el viejo cautelosamente-, de m para ti, en todo este caso hay algo raro. Respecto a los detalles, me siento un poco aturdido... aunque seguramente t menos que yo, pues ya s que eres buen observador. En cuanto al crimen, al posible motivo, a la historia... tengo la sensacin de que el asesinato de la seora French fue una necesidad imperiosa para su asesino -Ellery asinti pensativamente-. No tengo la menor duda de que se trata de un crimen

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cuidadosamente planeado. A pesar de lo raro del sitio, de la aparente torpeza del crimen, tenemos muy pocos datos para proseguir la investigacin. -Qu me dices del pauelo de la joven French? -Caracoles! -exclam el inspector-. Por lo menos, esto resulta claro. Indudablemente, lo dej olvidado en algn sitio y la seora French lo cogi... Pero seguro que el comisario se agarrar a este detalle. -Creo que en esto te equivocas, pap -refut Ellery-. No se atrever a meterse con los French. No olvides el podero de Cyrus French como presidente de la Liga Antivicio... No, pap, por el momento, Welles no atosigar demasiado a Marion... -Y tus conclusiones cules son, hijo? Ellery sac su librito y ense la contraportada en la que haba escrito algo unos momentos antes. Levant la vista. -No he prestado atencin, pap, a esos remotos matices del crimen. Aunque, ahora que los has sacado a relucir, creo que probablemente has acertado en el significado de largo alcance del motivo, ms que en el crimen en s. No, he estado ocupado principalmente con asuntos ms directos. Y tengo cuatro interesantes rompecabezas por resolver. Oye con atencin. Ellery hizo una pequea pausa. -Primero, y seguramente el ms importante -empez, estudiando sus notas-, tenemos el rompecabezas de la seora French. Poseemos una secuencia del incidente. El vigilante nocturno, OFlaherty, observa que la vctima, a las once cincuenta de la noche posee la llave del apartamento con el disquito de oro. La mujer desaparece de escena hasta hoy a las doce y cuarto, momento en que es hallada muerta, sin la llave en su poder. Y aqu se plantea la siguiente pregunta: Por qu falta la llave? Frente a las circunstancias parece que se trate solamente de un simple asunto de encontrarla. Pero... fjate en las posibilidades. Es bastante posible suponer que la desaparicin de la llave est relacionada directamente con el asesinato, y ms directamente con el asesino. Desaparece un criminal, desaparece una llave. No es difcil imaginarse que los dos han desaparecido juntos. Si es as, y por el momento supondremos que s lo es, por qu se llev la llave el asesino? Obviamente, no podemos todava contestar a esta pregunta, aunque sabemos que el asesino tiene en su poder una llave del apartamento privado de French en el sexto piso. -As es -musit el inspector-. Me alegro de que sugirieses que apostase un agente frente a ese apartamento. -S, estaba pensando precisamente en esto -confes Ellery-. Sin embargo, todava me preocupa algo ms. No puedo dejar de preguntarme: indica tal vez la ausencia de esa llave que trajeron el cuerpo al escaparate desde otro lugar? -No lo creo -objet el inspector-. No creo que la llave signifique... -No discutamos por esto -le aplac Ellery-. En cambio, yo entreveo una sola y muy interesante posibilidad que torna mi pregunta lgica, y creo que el pauelo de Marion French apunta hacia la misma posibilidad. Creo tambin que pronto podr dilucidar este punto, lo cual me pondr en mejor situacin para afirmar lo que acabo de expresar... Ahora permite que pase al punto nmero dos. Ellery mir a su padre, el cual asinti. -El pensamiento natural que acude a la mente tras haber hallado el cadver en el escaparate, es que el crimen se cometi all. Usualmente, nadie discutir este extremo. -Aunque a m me parece un poco raro -observ el inspector. -De veras? Tal vez dentro de poco pueda ayudarte a cristalizar tus sospechas -repuso Ellery vivamente-. Entramos aqu, hallamos un cadver, y decimos: aqu se ha cometido un crimen. Pero luego

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empezamos a observar. Prouty, el forense, nos dijo que la mujer llevaba muerta unas doce horas. El cadver fue descubierto poco despus de medioda. Lo cual sita la muerte de la seora French hacia la medianoche anterior. Dicho de otro modo, sta es la hora en que se cometi cl asesinato. Observa que el mismo se cometi en plena noche. Cul es el aspecto del escaparate a esa hora... lo mismo que todo este sector del edificio? Oscuridad absoluta! -Y bien...? -apremi el inspector. -Ya veo que no tomas demasiado en serio mi dramatismo -sonri Ellery-. Oscuridad absoluta, repito. Y sin embargo, suponemos que aqu se cometi un crimen. Damos vueltas por el escaparate y nos preguntamos: hay aqu alguna luz? En caso afirmativo, se acabaron las dudas. Con la puerta cerrada, y las persianas echadas por la parte de la calle, cualquier luz encendida aqu sera invisible desde fuera. Investigamos y descubrimos... que no hay aqu ninguna luz. Muchas lmparas... sin bombilla. Incluso creo que las lmparas no deben estar conectadas con ningn cable. Y entonces comprendo que nos hallamos ante un crimen cometido, al parecer, en unas tinieblas totales, absolutas. Te gusta esa idea? A m, no! -Te advierto que existen unos chismes llamados linternas -ironiz el inspector. -De acuerdo. Ya se me ocurri. Y me pregunt: Si el crimen se cometi aqu, fue necesario que el criminal ejecutase algo antes. Un crimen supone un encuentro previo, una cita, una pelea probable, un crimen y, en este caso, disponer del cadver, ocultndolo en un lugar muy raro e inconveniente... una cama empotrada. Y todo esto a la luz de una linterna! Aqu, Cyrano de Bergerac contestara: No, gracias! -El asesino pudo traer bombillas -mascul1 el inspector. De pronto, los ojos de padre e hijo se encontraron y ambos se echaron a rer. Ellery volvi a recobrar su gravedad. -Bien, por el momento dejemos de lado el asunto de la iluminacin. Pero admitirs que tu solucin es altamente improbable e improcedente. El inspector asinti a regaadientes. -Y ahora -prosigui Ellery Queen-, voy a referirme a ese enigmtico pintalabios de la inicial C. Y llego al punto nmero tres. En muchos aspectos, este punto tiene una significacin muy marcada. La conclusin inmediata es que el pintalabios de la letra C no pertenece a la seora French, cuyas iniciales, grabadas en otros artculos de su bolso, son (eran, mejor dicho) W.M.F. El pintalabios sealado con la C es de tono mucho ms oscuro que el carmn de los labios de la muerta. Lo cual no s1o confirma que el pintalabios de la C no perteneca a la difunta, sino que tiene que existir, en algn lugar, otro pintalabios que s perteneca a la seora French. Me sigues? Entonces, dnde est ese pintalabios? No est en el escaparate. Por tanto, est en otra parte. Se lo llev el asesino junto con la llave? Parece una tontera... Ah, pero, tenemos la menor pista...? S, fjate en los labios de la muerta. A medio pintar! Y con un tono ms claro de rojo... Qu nos aclara esto? Que la seora French se vio interrumpida cuando se estaba retocando los labios con su propio pintalabios, que ahora no encontramos. -Por qu interrumpida? -intervino el inspector. -Has visto alguna vez a una mujer que deje sus labios a medio pintar? Oh, no, pap... Debi haber una interrupcin que impidi que la difunta terminase de pintarse los labios. Y una interrupcin muy violenta. De lo contrario, no hay nada que impida a una mujer terminar de retocarse los labios, cosa que casi todas pueden hacer de modo casi inconsciente. -S, la interrumpi el asesino --observ el inspector. -Tal vez -sonri Ellery-. Sin embargo, has captado todas las implicaciones de este acto, verdad, pap? Si fue interrumpida en esta

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accin por el criminal, un instante antes de ser interrumpida por el asesinato, y el pintalabios no est en el escaparate... -Claro, claro -exclam el viejo. Luego se calm-. Cierto, el asesino debi llevarse consigo el pintalabios por motivos que ahora desconocemos. -Por otra parte -aadi Ellery-, si el asesino no se lo llev, todava est en algn sitio de este edificio. Podras iniciar un registro a fondo de ese funerario de artculos de venta pblica. -Oh, imposible... Aunque supongo que ms tarde tendremos que intentarlo. -Tal vez no sea necesario dentro de quince minutos -sonri Ellery-. De todos modos, aqu se presenta una cuestin muy interesante: de quin es el pintalabios con la inicial C? Tal vez fuese mejor enterarnos de esto, pap. Y tengo la nocin de que la respuesta a esta pregunta acarrear complicaciones... la Scott Welles. A la mencin del nombre del comisario de Polica, los rasgos del inspector se tensaron. -Ser mejor terminar de darme tus conclusiones, Ellery, porque ese tipo llegar de un momento a otro. -Termino al momento -Ellery se quit las gafas y las volte entre sus dedos-. Antes de continuar con el punto nmero cuatro, recuerda que hemos de buscar dos accesorios femeninos: el pintalabios de Madame y su llave con el disquito de oro. Ellery se aclar la garganta y volvi a encajar las gafas en su nariz. -El punto nmero cuatro -prosigui con pupilas relucientes-, tiene relacin con las dotes de observacin de nuestro bienamado forense, Sam Prouty. A ste le ha parecido extrao que las heridas de la seora French sangraran tan poco. Al menos, haba pocas huellas de sangre en su cuerpo y sus ropas. A propsito. Tambin haba una mancha de sangre en la palma de su mano izquierda... Lo has observado, claro. -S, en efecto -asinti el inspector-. Probablemente se llev la mano a una de las heridas en el momento del disparo. -Y luego -agreg Ellery-, dej caer la mano en el momento de la muerte y entonces, el maravilloso divn-cama, que debi detener su mano, segn todas las leyes de la fsica, no lo hizo, por lo que la mano cay flojamente a un costado... -Entiendo -volvi a asentir el inspector. -Exactamente. Dicho de otro modo, aqu tenemos una interesante combinacin de elementos que explican el fenmeno de que dos heridas de revlver hayan sangrado poqusimo. El inspector estaba absorto. -Bueno, permteme que resuma las indicaciones relativas a este punto -continu rpidamente Ellery-. Para m, la ausencia de la llave del apartamento perteneciente a la seora French; la ausencia de una iluminacin normal en el escaparate; la ausencia del pintalabios de la difunta, que debi tener en la mano en el momento de su muerte, puesto que sus labios estn a medio pintar, la ausencia de sangre de las heridas... la presencia del pauelo de Marion French, y otro punto de carcter ms general, aunque no menos convincente... todo esto conduce a una conclusin. -Que el asesinato no se cometi en ese escaparate -aadi el inspector, tomando un polvo de rap. -Exacto. -Cul es el punto de carcter general que indica esta conclusin, Ellery? -No te ha extraado que el criminal escogiera un escaparate como ste para escenario de un crimen? -S, pens en ello, pero... -Pero te has dejado arrastrar por los detalles aparentes y no te has sumido en el aspecto psicolgico del caso. Piensa en el secreto,

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en el secreto que requiere un crimen perfectamente planeado. Y aqu... qu hizo el asesino? Qu tena para empezar? Un escaparate a oscuras, por donde rondan peridicamente los vigilantes. Muy peligroso de principio a fin. En el centro de la planta baja, donde se halla el ncleo principal de ventas. A menos de veinte metros del cubculo del vigilante nocturno. Por qu? No, pap, esto es una necedad. Y fue la primera idea que me asalt cuando llegamos aqu. -Cierto, cierto -murmur el inspector-. Y sin embargo... si el crimen no se cometi aqu, por qu tomarse la molestia de trasladar aqu el cadver, si es esto lo que hizo el criminal? Yo creo que el traslado era todava ms peligroso que el mismo crimen. Ellery frunci el ceo. -Tambin pens en esto, claro. Y hay una explicacin: era necesario. Ahora empiezo a vislumbrar la manipulacin de una fina mano italiana. -Vaya, Ellery -le ataj el inspector con impaciencia-, la cosa est clara para m despus de tu anlisis: este escaparate no fue el escenario del crimen. Y naturalmente... t crees que el verdadero lugar donde se cometi el asesinato es el apartamento de arriba! -Oh, bueno... -concedi Ellery distradamente-. Naturalmente. De lo contrario, nada tendra sentido. La llave, el lugar 1gico donde buscar el pintalabios, la intimidad, la iluminacin... S, s, el apartamento particular del sexto piso es el lugar ideal. Y es, claro est, mi primer objetivo... -Esto resulta realmente deprimente, El! -se quej el inspector, como asaltado por una sbita idea-. Imagnate! Ese apartamento lo ha utilizado un grupo de cinco personas incesantemente desde las ocho y media de la maana, momento en que lleg Weaver. All nadie observ nada raro, lo cual significa que por entonces ya haba suprimido todas las huellas del crimen... Dios mo, si al menos...! -No te inquietes por anticipado! -sonri Ellery, de nuevo de buen humor-. Claro que han eliminado todo rastro del crimen. Por as decirlo, al menos la capa superior. Quizs incluso la capa intermedia. Pero ms abajo, subterrneamente... an podemos encontrar algo... Quin sabe? S, decididamente, el apartamento de arriba es mi primer objetivo. -No puedo quitarme de la mente por qu motivo habrn utilizado el escaparate para esconder la difunta -frunci el ceo el inspector-. A menos que se trate del elemento tiempo. -Cielo santo! Positivamente eres un genio, pap! ri Ellery afectuosamente-. Acabas de solucionar un pequeo problema! Por qu ocultar el cadver en el escaparate? Veamos, apliquemos la 1gica. Ellery medit unos instantes antes de continuar: -Existen dos posibilidades, como en todas las cosas de la vida, una de las cuales puede ser correcta. Primero: desviar la atencin del verdadero escenario del crimen, que indudablemente es el apartamento. Segundo, y ms lgico: impedir que el cadver fuese encontrado antes de medio da. El asesino saba, como todo Nueva York, que sa era la hora de la demostracin. -Mas, por qu, Ellery? -inquiri el inspector-. Por qu retrasar el descubrimiento del cuerpo hasta medioda? -Ah, si lo supiera... -murmur el joven-. De forma general -aadi, encogindose de hombros- parece razonable que si el asesino dej el cadver aqu para que fuese descubierto a medioda, y lo saba con toda seguridad, es porque l tena que ejecutar algo antes de medioda precisamente, algo que un descubrimiento prematuro del cadver habra imposibilitado. Lo comprendes? -S, pero... -Exactamente; pero por qu? -le ataj Ellery-. Qu tena que hacer el asesino en la maana del crimen? No lo s.

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-Estamos dando tumbos en la oscuridad, El refunfu el inspector-. Saltamos de una premisa a una conclusin sin el menor rayo de luz... Por ejemplo: por qu no poda el asesino hacer lo que tena que hacer, si tena que hacer algo, anoche mismo, en el edificio? Hay telfonos y hubiera podido comunicarse con alguien... -Telfonos? Las llamadas pueden comprobarse ms tarde. -Oh, ir inmediatamente a comprobar si... -Un momento, pap -le detuvo Ellery-. Por qu no envas a Velie a que busque alguna huella de sangre en el ascensor privado? El inspector mir a su hijo y luego blandi el puo. -As me condene! Qu estpido soy! Naturalmente... Thomas! Thomas! Velie atraves el escaparate, como una flecha. El inspector le susurr algo al odo y sali a la planta. -S, deb pensar antes en este detalle -gru el inspector, volvindose hacia su hijo-. Naturalmente, si el crimen se cometi en el sexto piso, el cadver tuvo que ser bajado desde all. -Probablemente no hallaremos nada -suspir Ellery-. Por mi parte, elijo la escalera. Mira, pap, quiero que me hagas un favor. Welles no tardar en llegar. Segn todas las apariencias, este escaparate ha sido el escenario del asesinato. Deseo que le hagas escuchar de nuevo todas las declaraciones, que le entretengas aqu, durante una hora. Yo subir al apartamento con Wes... Tengo que visitarlo al momento. Desde que se interrumpi la conferencia all no ha entrado nadie..., ya que la puerta ha estado constantemente custodiada y es posible que haya algo... El inspector se retorci las manos desvalidamente. -S, hijo, lo que quieras. T tienes el cerebro ms despejado que el mo. Retendr a Welles aqu abajo. Tenemos que examinar el despachito de la Entrada de Empleados, el almacn de carga y descarga y toda la seccin de la planta baja... Pero, por qu te llevas a Weaver? -baj ms la voz-. Ellery, no estars llevando un juego demasiado peligroso? -Caramba, pap! -Ellery agrand los ojos con sincero asombro-. Qu quieres decir? Si sospechas lo ms mnimo del pobre Wes, qutatelo ahora mismo de la cabeza. Wes y yo fuimos grandes amigos en la academia. Te acuerdas de aquel verano que estuve con un condiscpulo en Maine? Bien, fue en la casa del padre de Westley. Conozco a ese chico tan bien como a ti. El padre es pastor protestante y la madre es una santa. Antecedentes limpios, y su vida siempre ha sido un libro abierto. Sin secretos, sin pasado... -Pero ignoras lo que puede haberle ocurrido en esta ciudad, hijo -objet el inspector-. Hace aos que no le ves y... -Oye, pap -replic Ellery con gravedad-. Jams te ha ido mal siguiendo mis consejos, verdad? Pues sigue ste ahora. Wes es tan inocente de este crimen como un corderito. Su nerviosidad est relacionada nicamente con Marion French. Ah, el fotgrafo te llama. Regresaron junto al grupo. El inspector Queen convers unos instantes con el fotgrafo de la Polica. Luego lo despidi y llam al encargado de la tienda. -Dgame, seor Mackenzie... -preguntle bruscamente-, cul es la condicin del servicio telefnico de este local despus de cerrar. -Todos los telfonos -repuso el escocs-, excepto una lnea exterior, quedan desconectados a partir de las seis. Y dicha lnea est conectada con el cuchitril de OFlaherty, junto a la entrada nocturna. Cuando hay una llamada la atiende l. Por lo dems, no hay servicio telefnico de noche. -Por la hoja-registro de OFlaherty veo que anoche no hubo ninguna llamada- desde aqu ni desde fuera -observ el inspector, consultando el papel. -Inspector, puede confiar en OFlaherty.

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-Bien -continu el viejo polica-, y si en algn departamento trabajan hasta ms tarde? Queda abierto su servicio telefnico? -S -asinti Mackenzie-. Pero slo a peticin escrita del jefe del departamento... y aadir que esto ocurre muy pocas veces. El seor French siempre ha insistido en que se observe de manera bastante estricta la hora de cierre. Claro que de vez en cuando hay excepciones, pero si en la hoja de OFlaherty no hay ninguna llamada telefnica registrada anoche, es porque no hubo ninguna, confe en ello. -Ni siquiera qued una lnea conectada en el apartamento del seor French? -Ni siquiera en el apartamento del seor French -repiti el encargado-. Siempre es as, a menos que el seor French o el seor Weaver den orden en contra. El inspector volvise hacia Westley, el cual movi la cabeza en sentido negativo. -Otra cosa, seor Mackenzie. Sabe usted, sin contar la visita de anoche, cul fue la ltima vez que la seora French estuvo en la tienda? -Creo que fue el lunes de la semana pasada, inspector -contest el interrogado tras cierta vacilacin-. S, estoy seguro. Vino a hablarme de un vestido de importacin. -Y no volvi? El inspector pase la vista por los dems ocupantes del escaparate. Nadie contest. Velie regres en aquel momento, susurr unas palabras al odo del inspector y se retir. El inspector se dirigi a Ellery. -Nada en el ascensor... ninguna mancha de sangre. Un polica entr en el escaparate y se cuadr delante del inspector. -Ha llegado el comisario, inspector. -Ahora salgo -repuso el viejo malhumorado. Cuando sala del escaparate, Ellery le dirigi un guio de advertencia. Su padre asinti levemente. Regres unos momentos despus acompaando a la pomposa y casi grotesca figura del comisario Scott Welles, y a un pequeo ejrcito de policas y agentes. Ellery y Westley Weaver ya haban desaparecido. Y Marion French estaba sentada en una butaca, con una mano de su padre cogida entre las suyas, contemplando el interior del escaparate como si al marcharse Westley se le hubiese llevado su corazn y su coraje.

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SEGUNDO EPISODIO
En cuanto a la palabra PISTA, debemos su gnesis a la mitologa. Pista desciende etimolgicamente de CLEW [igual que otras palabras de terminacin similar: TREW, BLEW, etc.], que son una traduccin literal del ingls antiguo del griego, cuya palabra es THREAD, directamente enlazada con la leyenda de Teseo y Ariadna y el ovillo del hilo que ella le entreg para que pudiera salir del Laberinto tras matar al Minotauro. Una pista, en el sentido detectivesco, puede ser intangible o tangible; puede derivarse de un estado mental o de un hecho fsico y material; o puede derivarse de la presencia de un objeto normal o anormal... Pero siempre, sea cual sea su naturaleza, una pista es el hilo que gua al investigador criminal a travs de un laberinto de datos no esenciales hasta la luz de la comprensin ms completa. (De la introduccin de William OGreen a la obra de John Strang: Ars criminalis.)

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EN EL APARTAMENTO. El dormitorio Ellery y Westley Weaver subieron, sin ser observados al pasar por los corredores de la planta baja. Al fondo de la tienda, el joven indic, tras una curva de la pared, una puerta enrejada. Un polica estaba de guardia all. -El ascensor privado, Ellery. El joven detective exhibi su pase policial firmado por el inspector Queen. El polica se llev una mano a la gorra y abri la puerta enrejada. Ellery observ la escalera situada al lado y se meti en la jaula del ascensor. Cerr cuidadosamente la puerta, apret el botn del nmero y el ascensor se elev lentamente. Los dos jvenes guardaron silencio. Westley tena los labios fruncidos. El ascensor tena aplicaciones de bronce y ebonita, con el suelo de espuma. Estaba inmaculadamente limpio. Adosado a un lado haba una especie de divn cubierto de terciopelo negro. Ellery se ajust las gafas y mir a su alrededor con inters. Se inclin para examinar con ms atencin el asiento aterciopelado y alarg el cuello hacia un oscurecimiento sospechoso de una esquina. -Deb suponer que Velie no pasara nada por alto -murmur.

______________________________________________________________________ En ingls: clue. En ingls: Guieus. En ingls: hilo, hebra.

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El ascensor se detuvo. La puerta se abri automticamente y los dos salieron a un corredor ancho y desierto. En uno de sus extremos haba un ventanal. Casi directamente enfrente del ascensor haba una puerta de caoba. Una placa deca: PRIVADO CYRUS FRENCH Un polica de paisano estaba recostado indolentemente contra el marco de la puerta. Pareci reconocer a Ellery al momento, ya que le salud y se hizo a un lado. -Ha de entrar, seor Queen? -pregunt. -Exacto -asinti el joven detective-. Sea bueno y vigile esto mientras husmeamos aqu dentro. Si ve a alguien, con autoridad para entrar, tabalee sobre la puerta. Si se trata de una persona sin autoridad, aljela inmediatamente. Comprendido? El polica asinti. Ellery volvise hacia Westley. -La llave, Wes -pidi con tono natural. Sin rechistar, el joven le entreg el llavero que el inspector Queen haba examinado poco antes. Ellery eligi la llavecita con el disco de oro y la insert en la cerradura. La hizo girar y el pestillo retrocedi sin hacer ruido. Ellery empuj la hoja de madera. Pareci sorprendido por el peso de la puerta, puesto que entr en el apartamento, quit la mano del pestillo y la puerta se cerr inmediatamente. Ellery prob el picaporte. -Qu estpido soy! -musit, volviendo a abrir con la llave. Aguard a que Westley penetrase en el apartamento y dej que la puerta volviera a cerrarse por s sola. -Un cerrojo especial de muelle -coment Westley-. Por qu te sorprendes, Ellery? Esto asegura una independencia absoluta. El viejo es bastante retrado. ______________________________________________________________________ MEMORANDUM INTERNO. COPIA A los seores: French P Gray Marchbanks Traks Zorn Weaver

Lunes, 23 mayo 19... Para el martes por la maana, 24 de mayo, a las once en punto, se convoca una asamblea especial de la Junta de Directores en el Saln de Conferencias. No deje de asistir. En la misma se discutirn los detalles de la negociacin WhitneyFrench. Es de esperar que por entonces se haya llegado a una decisin final. Su presencia es necesaria. El seor Weaver se encontrar con el seor French en el Saln de Conferencias a las nueve de la maana para preparar las notas de la discusin directorial. (Por orden) Westley Weaver, ( Firmado ) Cyrus French, Secretario.

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______________________________________________________________________ -Entonces la puerta no puede abrirse desde fuera sin una llave, eh? -pregunt Ellery-. No hay modo de retener el pestillo para que la puerta no se cierre? -La puerta siempre es tan obstinada como ahora -replic Westley sonriendo ligeramente-. Aunque no entiendo cul es la diferencia. -Tal vez sea una diferencia de carcter universal -repuso Ellery frunciendo el entrecejo. Se encogi de hombros y mir a su alrededor. Se hallaban en una antesala pequea, casi desprovista de muebles, con una claraboya en el techo. Una alfombra persa en el suelo, un banco alargado tapizado de cuero, flanqueado por dos ceniceros de pedestal. A la izquierda haba una sola silla y una estantera con revistas. Nada ms. La cuarta pared contena una puerta, ms pequea que la de entrada al apartamento y de aspecto menos formidable. -No es excesivamente impresionante -observ Ellery-. Es ste el gusto normal de los multimillonarios? Westley pareca haber recobrado parte de su fogosidad al estar a solas con Ellery. -No juzgues mal al viejo -replic-. Es un verdadero ricachn y sabe distinguir entre una estancia fea y otra linda. Esta antesala est destinada a hacer esperar a los individuos de la Liga Antivicio que vienen a visitarle. Es como una sala de espera. Aunque, a decir verdad, no se usa mucho. French posee una serie de oficinas en la ciudad relacionadas con sus actividades de la Liga Antivicio, y casi todos los asuntos de esta materia los trata all. Aunque supongo que no supo resistir al placer de traer aqu algunos de sus colegas. -Ha habido ltimamente visitantes? -indag Ellery con la mano en el pomo de la puerta interior. -Oh, no, en varios meses. El viejo ha estado demasiado ocupado con el asunto Whitney. Y supongo que ha dejado un poco de lado la Liga Antivicio. -Entonces, puesto que aqu no hay nada de inters, continuemos -razon Ellery. Pasaron a la estancia contigua, y la puerta se cerr tambin automticamente. Sin embargo, no tena cerradura. -Esto es la biblioteca -explic Westley. -Ya lo veo -asinti Ellery, apoyndose en la puerta para abarcar la habitacin. A Westley pareca asustarle el silencio. -Tambin es el saln de Conferencias -aadi, humedecindose los labios-, para las asambleas de la Junta, y el refugio del viejo. Bastante bien, verdad? La estancia tena unos ocho metros cuadrados por lo menos, segn calcul Ellery, y presentaba un aspecto muy comercial. En el centro haba una mesa de caoba muy larga, rodeada por butacas tapizadas de cuero rojo. Las sillas se hallaban mal colocadas en torno a la mesa, mostrando las seales de una retirada apresurada de los conferenciantes. Encima de la mesa haba montones de papeles desordenados. -Usualmente no est as -coment Westley, observando la mueca de desagrado de su acompaante-. Pero la conferencia era importante, todos estaban excitados y con la noticia del accidente de abajo... Es raro que no haya ms desorden todava. -Naturalmente. En la pared opuesta haba un retrato al leo que representaba un caballero de rostro ajado y poderoso mentn, ataviado a la moda de los aos ochenta. Ellery enarc una ceja inquisitivamente. -El padre del seor French... el fundador -explic Westley.

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Debajo del retrato haba varias estanteras de libros, un silln de aspecto cmodo, y una mesita modernista. Encima del silln haba colgada una acuarela. La pared del lado del corredor y la que se levantaba cerca de donde ambos jvenes estaban se hallaban cuidadosamente amuebladas. En ambas paredes, a derecha e izquierda, se abran puertas idnticamente decoradas, del tipo de rotacin por goznes. Dichas puertas estaban forradas con cuero rojo y con clavos de bronce engastados. El lado de la habitacin que daba a la Quinta Avenida contena un escritorio situado a unos dos metros del muro posterior. Encima de la brillante superficie se vea un telfono de estilo francs, una hoja de papel de un cuaderno de notas, y en el borde de la mesa, dando cara al resto de la estancia, haba cinco libros colocados entre unos bellos sujetalibros de nice. Detrs del escritorio, la pared presentaba un amplio ventanal, con un cortinaje de terciopelo rojo. El ventanal daba a la Quinta Avenida. Ellery termin su primer examen con las cejas fruncidas. Luego mir al llavero de piel de Westley, que an tena en su mano. -A propsito, Wes -exclam de pronto-, sta es tu llave? Se la has prestado alguna vez a alguien? -Es mi llave, Ellery -asinti el joven con indiferencia-. Por qu? -Pens que sera interesante saber si alguna vez haba dejado de estar en tu poder. -En absoluto. Nunca se ha separado de m. En realidad, por lo que s, las cinco llaves han estado exclusivamente en poder de sus dueos desde que se construy este apartamento. -Ya -asinti Ellery secamente-, pero te olvidas de la seora French -contempl la llave calculadoramente-. Te molestara, Wes, que por el momento me quedase con tu llave? Creo que me dedicar a coleccionar esta clase de llaves. -Como gustes -accedi Westley en voz baja. Ellery sac la llave del llavero, que devolvi al joven y se la guard en el bolsillo de la chaqueta. -Dime -pregunt luego-, esto tambin es tu despacho? -Oh, no -neg el joven-. El mo est en el quinto piso. All voy todas las maanas antes de subir aqu. -En fin... -exclam Ellery en francs-, aux armes! Westley, mi mayor deseo es hurgar en la intimidad del dormitorio de French. Puedes indicarme el camino? El muchacho seal la puerta claveteada. Ambos atravesaron la estancia alfombrada, en completo silencio, y Westley empuj la puerta. Penetraron en un dormitorio ancho, cuyas ventanas daban a la Quinta Avenida y a la Calle 39. El dormitorio era sumamente modernista en su color y en su decorado. Unos lechos gemelos parecan hundirse en el suelo, con unas bases ovaladas de madera muy pulimentada. Haba un armario de forma rara y un tocador femenino que indicaba que la habitacin haba sido designada tanto para el seor French como para su esposa. Dos diferencias de tono en una de las paredes sealaban otros dos armarios. Dos butacas de forma extraa, una mesita de noche, otra con un telfono entre las camas, varias alfombras... Ellery, poco familiarizado con las modas continentales, encontr que el dormitorio de Cyrus French constitua un estudio muy interesante. En la pared del corredor haba una puerta, entreabierta. Ellery divis un lavabo de losetas de colores, tan moderno como el dormitorio. -Qu buscas, si es que buscas algo especfico? -inquiri Westley. -Un pintalabios. Debera estar aqu... Y una llave. Ojal no est aqu. Ellery sonri y pas al centro de la habitacin.

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Observ que las camas estaban hechas. Todo pareca en perfecto orden. Fue al armario y mir en la parte superior. Su vista sintise atrada por el tocador. Se acerc, como temiendo lo que poda hallar. Westley le segua con curiosidad. La superficie del tocador contena muy pocos objetos. Una bandejita de madreperla; un tarro de polvos, un espejo de mano. En la bandeja haba varios artculos femeninos: unas tijeritas, una lima, un cepillito de uas. Nada pareca haber sido usado recientemente. Ellery frunci el ceo. Volvi la cabeza y de nuevo concentr la mirada como si el tocador le fascinase. -Realmente -murmur--, tendra que estar aqu. Entre todos los lugares ste es el ms lgico. Claro! Sus dedos haban tocado la bandejita, que estaba ligeramente curvada en los extremos. Al moverla, algo rod sobre la mesa del tocador; algo que haba estado medio oculto por la bandeja; algo que cay al suelo. Con una sonrisa de triunfo, Ellery lo recogi. Era un pequeo pintalabios, de color dorado. Westley se acerc sobresaltado y Ellery indic las tres iniciales de la caperuza: W. M. F. -Vaya, el pintalabios de la seora French! exclam el joven secretario. -De la querida seora French -asinti Ellery. Dio vueltas a la caperuza y en el tubo apareci un dedo de pasta roja. -Esto parece encajar -exclam Ellery en voz alta. Como asaltado por una sbita idea, hurg en el bolsillo de la chaqueta y extrajo el pintalabios plateado, hallado en el bolso de la difunta. Westley reprimi un grito de asombro. Ellery le mir agudamente. -Conque lo reconoces, eh, Wes? -sonri el joven detective-. Dime, puesto que estamos solos y tu inocente cerebro puede confiar en m... a quin pertenece ese pintalabios con la inicial C? Westley parpade y mir fijamente a Ellery. -A Bernice -pronunci lentamente. -A Bernice? A Bernice Carmody? -repiti Ellery-. La joven desaparecida. Supongo que la seora French era su verdadera madre. -La seora French era la segunda esposa del viejo. La hija del primer matrimonio es Marion. La primera esposa falleci hace unos siete aos. Bernice lleg a la casa con la seora French, cuando el viejo se cas con ella. -Y ste es el pintalabios de Bernice. -S. Lo he reconocido inmediatamente. -Es evidente por el salto que diste -sonri Ellery. Luego continu -. Qu sabes t, Wes, de esa desaparicin? Por la forma de comportarse Marion French, supongo que sabe algo... Bien, bien, Wes, ten paciencia conmigo. Yo no estoy enamorado. -Oh, estoy seguro de que Marion no oculta nada! -protest Westley-. Cuando tu padre y yo fuimos a recibirla al llegar a la tienda, Marion nos cont que ni Bernice ni la seora French haban dormido en su casa. -De veras? -Ellery estaba realmente intrigado-. Caramba, chico, cuntamelo todo. -Esta maana, poco antes de iniciarse la conferencia -explic el joven secretario-, el viejo me rog que llamara a su domicilio particular y le comunicase a la seora French que l acababa de llegar de Great Neck. Habl con Hortense Underhill, que es el ama de llaves... o algo ms, pues lleva con el viejo unos doce aos. Hortense me dijo que slo Marion estaba levantada. Eran ya ms de las once. Entonces French habl con su hija, dicindole las cosas de costumbre en tales casos. -Contina.

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-A las doce menos cuarto, Hortense llam un poco asustada. Estaba inquieta por el silencio de la casa, y cuando fue a mirar en los dormitorios de la seora French y Bernice, los hall vacos, con las camas hechas. Lo cual significaba, claro est, que ambas mujeres haban pasado la noche fuera de casa. -Qu dijo a esto French? -Pareci ms enojado que preocupado -replic Westley-. Dijo que seguramente se habran quedado en casa de alguna amiga. Continu atento a la conferencia y cuando nos dieron la mala noticia... -Por qu diablos no se ha ocupado pap de esa desaparicin? -murmur Ellery, con una mueca. Fue hacia el aparato telefnico y pidi hablar con el sargento Velie. Cuando la voz de ste tron a travs del cable, Ellery le explic rpidamente los hechos y le orden comunicarle al inspector Queen que l consideraba necesario iniciar inmediatamente la bsqueda de la joven Bernice; aadi que tambin era preciso que el comisario Welles continuase abajo, mientras el inspector consiguiera retenerle all. Velie gru que haba comprendido y colg. Ellery pidi inmediatamente a la centralita el nmero del domicilio particular de French y rog que le pusieran en comunicacin con la casa. -Hola... -hubo un murmullo ininteligible en el telfono-. Hola... La Polica al habla. La seorita Hortense Underhill...? Esto no importa, seorita Underhill... No ha vuelto an la seorita Bernice?... Ya... Por favor, coja un taxi ahora mismo y venga rpidamente a la tienda French... S, s, ahora mismo!... A propsito, tiene doncella la seorita Carmody?... Muy bien, que venga con usted... S, suban al apartamento privado del seor French, en el sexto piso. Cuando lleguen, pregunten por el sargento Velie. Colg. -Bernice an no ha vuelto -explic-. Y slo el Destino sabe por qu motivo -contempl pensativamente los dos pintalabios que tena en la mano-. Era viuda la seora French, Wes? -inquiri. -No. Divorciada de Carmody. -Vincent Carmody, el anticuario, tal vez? pregunt Ellery sin cambiar de expresin. -El mismo. Le conoces? -Un poco. Estuve en su establecimiento. Ellery frunci el ceo, mirando los dos tubitos. De pronto, su mirada se agudiz. -Me pregunto si... Dej el tubito dorado a un lado y dio vueltas al plateado entre sus dedos. Despus, abri la caperuza y gir el tubo haciendo brotar la pasta. Continu retorciendo el tubo distradamente hasta dejar visible toda la pasta. Y continu retorciendo el tubo. Ante su sorpresa se oy un chasquido metlico... Y toda la pasta le cay en la mano! -Vaya, qu hay aqu? -pregunt sinceramente asombrado, atisbando en la cavidad. Westley se inclin. Ellery agit el tubito y lo sacudi. En la palma de su mano cay una cpsula de un centmetro y medio de ancho y tres de largo. Estaba llena de una sustancia blanca y cristalina. -Qu es? -murmur Westley. Ellery levant la cpsula y la llev a la luz. -Diantre -exclam, en tanto una sonrisa sarcstica elevaba las comisuras de sus labios-, jurara que esto es herona! -Herona? Te refieres a la droga? -se extra Westley. -Exactamente -Ellery devolvi la cpsula al tubito del pintalabios, coloc la pasta en su lugar y se guard el conjunto en su bolsillo-. Buena herona comercial. Tal vez est equivocado, aunque lo dudo. Har que en el laboratorio analicen el polvo. Westley -agreg, volvindose

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directamente hacia el secretario-, dime la verdad. Que t sepas... hay algn miembro de la familia French adicto a las drogas? -Ahora que has descubierto esta muestra de herona -repuso el joven con presteza-, si lo es, creo recordar algo raro en la conducta y los actos de Bernice, especialmente en los ltimos tiempos. ste es su pintalabios, verdad? Ellery, no me sorprendera que Bernice fuese adicta a esa droga. ltimamente est nerviosa, irritable, alternando perodos de malhumor con otros de hilaridad y regocijo... -Ests describiendo los sntomas exactos -asinti Ellery-. Bernice, eh? Esa damita se vuelve cada vez ms interesante. Y la seora French... o Marion? O el viejo French? -Marion no! -casi grit Westley. Luego, sonri avergonzado-. Lo siento. No, Ellery, olvidas que el viejo es el jefe de la Liga Antivicio... Dios mo! -Valiente situacin, eh? -sonri Ellery-. Y la seora French se comportaba con normalidad, claro. -Absolutamente. -Sospechas que sea drogadicto alguien ms de la familia, aparte de Bernice? -No sospecho de nadie ms. El joven secretario hizo una pausa y mir fijamente a su amigo. -No, estoy seguro de que no hay nadie ms en la familia que sea adicto a las drogas -aadi concluyentemente-. Con toda seguridad, el viejo no lo es. Marion ha comentado a veces el extrao comportamiento de Bernice y sus acciones raras, pero estoy totalmente seguro de que no sospecha nada... En cuanto a la seora French... bueno, es difcil saber qu pensaba. Siempre fue muy reservada en lo tocante a su hija Bernice. Mas si sospechaba algo, no lo dijo. Me inclino a creer que lo ignoraba todo. -Y no obstante... -murmur Ellery con los ojos brillantes-, resulta muy raro que la evidencia la hayamos encontrado en poder de la seora French... en su bolso, en realidad... Muy raro, eh? Westley se encogi de hombros cansinamente. -Mi cabeza es una perfecta olla de grillos. -Westley, muchacho -sonri Ellery, ajustndose las gafas-, qu dira, a tu entender, el viejo French, si supiera que hay un drogadicto en la familia? El joven se estremeci antes de responder. -No conoces los escndalos que da el viejo cuando se enfada! Estoy convencido de que esto hara ms que enfadarle... De repente, Westley call, contemplando suspicazmente a Ellery. El joven detective sonri. -El tiempo pasa deprisa -exclam casi alegremente-. Vamos al lavabo! En sus pupilas se reflejaba, sin embargo, una nueva luminosidad.

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EN EL APARTAMENTO. El lavabo -No s qu espero encontrar aqu -murmur Ellery dubitativamente, cuando estuvieron en el impoluto y reluciente cuarto de bao-. En realidad, este cuarto es el ltimo lugar donde debera mirar... Todo est en su sitio, verdad, Westley? Hay algo fuera de lugar? -No -contest el joven prontamente, aunque con cierta nota de inseguridad en la voz. Ellery le mir agudamente y tendi la vista a su alrededor.

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Era un cuarto largo y estrecho. La baera estaba hundida en el suelo. El lavabo era pequeo y moderno. Encima colgaba un armario disimulado en la pared. Ellery abri la portezuela. Haba tres estantes de vidrio con varios frascos de medicinas caseras, champ, ungentos, un tubo de pasta de dientes y otro de crema de afeitar, una maquinilla de afeitar en un estuche de madera, dos peines y otros objetos de tocador. Ellery cerr la puerta disgustado. -Vamos, Wes -gru-, estoy perplejo. Aqu no hay nada. No obstante, abri una puerta lateral. Era una alacena donde guardaban la ropa del bao. Meti la mano dentro de un cesto y sac varias toallas sucias. Las examin cuidadosamente y volvi a meterlas en el cesto, mirando a Westley. -Bien, dispara, hijito -exclam sonriendo-. Hay algo en tu cabeza. Qu hay podrido en Dinamarca? -Es muy raro -dijo Westley pensativamente, tironendose del labio inferior-. Entonces me pareci raro, y ahora que ha ocurrido esto... lo encuentro todava ms raro. Ellery, aqu falta algo! -Falta algo? -repiti Ellery, cogiendo fuertemente a su amigo por el brazo-. Dios mo, y t mantienes la boca cerrada! Qu falta, chico? -Pensars que soy un idiota... -Westley! -Lo siento -el joven se aclar la garganta-. Falta una cuchilla de afeitar. Escrut el rostro de Ellery buscando una sonrisa de burla. Pero Ellery no ri. -Una cuchilla de afeitar? Cuntamelo todo -le urgi el detective, apoyndose en la puerta de la alacena. Su mirada se dirigi calculadoramente al lavabo. -Esta maana llegu un poco antes de lo acostumbrado -manifest Westley, con el ceo fruncido-. Tena que prepararlo todo para cuando llegase el viejo y tena que disponer varios documentos para la conferencia. Usualmente, el viejo no llega hasta las diez; slo en ocasiones especiales, como esta conferencia, viene antes. De modo que sal de casa apresuradamente, pensando que me afeitara aqu. Lo hago a menudo, y por este motivo tengo aqu una maquinilla. Cuando llegu, hacia las ocho y media, cog la maquinilla... y no haba hoja. -Esto no es muy extraordinario -sonri Ellery-. No tenas ninguna, eh? -Pues s haba una -protest Westley-. Me pareci precisamente extrao porque anoche, antes de irme a casa, me afeit aqu y dej la cuchilla en la maquinilla. -No tenas otras? -No. Se haban gastado todas y tena que comprar ms. Pero esta maana me olvid de ello. En consecuencia, cuando quise rasparme un poco la barba para estar ms presentable, no pude por falta de cuchilla. La de anoche haba desaparecido! Parece tonto, eh? Precisamente, ayer haba dejado la cuchilla en la maquinilla porque no tena otras, y s bien que siempre es posible afilar una hoja gastada para utilizarla en otro afeitado. -O sea que haba desaparecido completamente. Ests seguro de haberla dejado en la maquinilla? -Segursimo. La limpi y la dej puesta. -No la rompiste ni la tiraste? -Te juro que no, El -replic Westley-. La hoja estaba ah. Ellery curv los labios humorsticamente. -Buen problema --coment-. Por esto tienes barba esta maana? -Exacto. En toda la maana no pude afeitarme. -Parece extrao -reflexion Ellery-. La cuchilla habra debido estar en el armarito, s. Dnde estn las hojas de French?

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-Nunca se afeita l -contest Westley secamente-. Nunca. Todas las maanas viene un barbero. Ellery no hizo ms comentarios. Abri el armario y sac el estuche de madera. Examin la maquinilla plateada, mas no hall en ella nada de inters. -La has tocado esta maana? -A qu te refieres? -La sacaste del estuche? -Oh, no, en absoluto. Cuando observ que no tena la cuchilla, no me molest siquiera en sacarla del estuche. -Muy interesante -dijo Ellery. Despus, llev el mango de la maquinilla al nivel de sus ojos, sujetndolo por la punta, tratando de no tocar con los dedos la superficie plateada. Respir sobre el metal. La superficie se empa un instante. -Ni la menor huella -coment-. Indudablemente, la limpiaron -sonri repentinamente-. Empezamos a descubrir seales de una presencia, una aparicin, un fantasma aqu, anoche, viejo amigo. Sera un l, una ella, o varios ellos? -Piensas que la cuchilla desaparecida -ri Westley- tiene algo que ver con este embrollo? -Pensar es saber -cit Ellery solemnemente-, recurdalo, Wes. Creo que abajo dijiste que saliste de aqu ayer un poco antes de las siete. La cuchilla, por tanto, desapareci de este apartamento entre las siete de anoche y las ocho y media de esta maana. -Asombroso! -exclam Westley con sarcasmo-. Es as como hay que reflexionar para llegar a ser un famoso detective? -Rete, animal! -le espet Ellery severamente. Luego, adopt una actitud meditativa-. Creo que ser mejor pasar a la habitacin contigua -aadi en un tono de voz totalmente distinto-. Empiezo a distinguir una ligera luz... An est muy lejos... slo es un dbil resplandor... Bien, allons, enfant!

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EN EL APARTAMENTO. La sala de cartas Ellery sali del cuarto de bao, atraves el dormitorio, y entr de nuevo en la biblioteca. Westley le sigui, traicionando su semblante un inters objetivo que contrastaba con su nerviosidad de antes. Pareca haber olvidado algo. -Qu hay detrs de esa puerta? -pregunt Ellery, indicando la que estaba forrada de rojo y claveteada en el otro extremo de la biblioteca. -La sala de cartas -replic Westley-. Crees que vale la pena registrarla? Diantre, me ests excitando, Ellery! Call, con el rostro alargado, mirando a su amigo. -Un cuarto de cartas, eh? -repiti Ellery-. Oye, Wes, t fuiste el primero en entrar esta maana en el apartamento y, por tanto, ests en posicin de saber si... alguno de los que hoy estuvo en esta biblioteca entr en alguna otra habitacin? Westley medit unos instantes. -Exceptuando el viejo, que entr en el dormitorio cuando lleg, dejando all el sombrero y el abrigo, nadie abandon la biblioteca. -No entr French en el cuarto de bao para lavarse? -No. Tena mucha prisa para dictarme varios documentos y prepararse para la conferencia. -Estabas con l cuando entr en el dormitorio?

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-S. -Y ests seguro de que ninguno de los dems, Zorn, Traks, Marchbanks o Gray, abandon la biblioteca esta maana? -dio una breve vuelta por la estancia-. A propsito, supongo que no te moviste de aqu en toda la maana. -Esta maana he de contestar slo afirmativamente -sonri el joven-. S a las dos preguntas. Ellery se restreg las manos con regocijo. -Entonces, el apartamento, con la nica excepcin de la biblioteca, se halla exactamente en las mismas condiciones que cuando llegaste a las ocho y media. Excelente, excelente, mi omnisciente Westley! Anduvo vigorosamente hacia la puerta de la sala de cartas y la abri. Westley estaba casi pegado a sus tacones. Y, por encima del hombro de Ellery, el joven secretario grit lleno de asombro. La sala de juego era ms pequea que la biblioteca y el dormitorio. Estaba decorada con madera de castao. En la nica ventana que daba a la Quinta Avenida, haba un rico cortinaje, y una alfombra cubra el suelo. Pero Ellery, siguiendo la mirada de su acompaante, vio que estaba contemplando horrorizado una mesa de juego de forma hexagonal, cubierta con bayeta verde, situada en el centro de la habitacin. Un cenicero de bronce y varios naipes, peculiarmente dispuestos, estaban sobre la mesa. Y algo separadas de la misma haba dos sillas plegables. -Qu pasa, Wes? -pregunt Ellery. -Pues... que esa mesa no estaba ah anoche! -tartamude Westley-. Entr aqu a buscar mi pipa antes de irme y estoy seguro de que... -Quieres decir -le ataj Ellery- que la mesa estaba plegada, fuera de la vista? -Exactamente. La mujer de la limpieza arregl esta salita ayer por la maana. Y esas colillas en el cenicero... Ellery, alguien estuvo aqu anoche, despus de marcharme yo! -Naturalmente. Y tambin hubo alguien en el cuarto de bao, a juzgar por la cuchilla desaparecida. Lo importante es saber por qu hubo alguien aqu. Un momento -aadi Ellery, dirigindose rpidamente a la mesa y contemplando los naipes con curiosidad. A ambos lados de la mesa haba dos montoncitos de cartas: uno con los naipes hacia arriba, y el otro hacia abajo. En el centro de la mesa haba dos filas de cuatro montones, cara arriba, con la numeracin en orden descendente, como comprob Ellery. Y entre las dos filas haba tres pilas menores. -Banca! -exclam el detective-. Muy raro! mir a Westley-. Conoces el juego? -No -confes el joven-. Reconoc la colocacin de las cartas como las de ese juego, porque lo he visto jugar en casa de French. Pero no lo entiendo muy bien; me da dolor de cabeza. Claro que tambin me lo causan os dems juegos de cartas. No s mucho de eso. -Ya lo recuerdo -ri Ellery-, especialmente aquella noche en Bloomsbuty, cuando tuve que sustituirte para recuperar aquel pagar de cien d1ares. Dices que has visto jugar a banca en casa de los French... lo cual es muy sugestivo. Creo que preciso hacerte varias preguntas. No hay mucha gente que sepa jugar a la banca rusa. Westley contempl pensativamente a Ellery y sus ojos se concentraron furtivamente en las cuatro colillas del cenicero. Rpidamente, apart de all la mirada. -Slo dos personas de casa de French juegan a ese juego -murmur. -Y son... o eran, continuando con el pasado... -le apremi Ellery. -La seora French... y Bernice. -Oh...! -murmur Ellery-. La esquiva Bernice... No juega nadie ms?

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-El viejo aborrece cualquier clase de juego explic Westley, blandiendo el ndice ante el semblante de Ellery-. Nunca juega a cartas. Ni sabe ver la diferencia entre un as y una sota. Marion juega al bridge, aunque slo como una necesidad social. No le gustan los naipes, y yo nunca haba odo hablar de ese juego, la banca rusa, antes de entrar al servicio de la tienda French. Sin embargo, la seora French y Bernice se apasionan por ese juego. Y juegan siempre que tienen una oportunidad. Los dems apenas lo comprendemos. Sin duda, es como una fiebre. -Y las amistades de la familia? -Bueno -repuso Westley lentamente-, el viejo nunca ha llegado a prohibir que en su casa se juegue a cartas. Por esto dispuso esta salita de juegos en su apartamento. Para uso de los directores... que a veces juegan aqu entre las sesiones y las juntas. Pero en el domicilio particular de los French he visto a muchos conocidos y visitantes... y jams he visto que ninguno jugase a la banca, exceptuando a la seora French y su hija. -Estupendo... estupendo -coment Ellery-. Simtricamente concluyente! As me gustan las cosas... -pero tena la frente arrugada-. Y los cigarrillos... dime, por qu llevas cinco minutos tratando de no mirar hacia el cenicero? Westley enrojeci culpablemente. -Oh... -ca1l un instante-. No quera decrtelo, Ellery, pero me hallo en la postura ms... ms... -Naturalmente, esos cigarrillos son de la marca preferida por Bernice. Podas haberlo dicho antes. -Cmo lo sabes? -grit el joven-. Supongo que mi expresin lo pregon... S, son de la marca que fuma Bernice. Su propia marca. Se los fabrican especialmente. Ellery cogi una colilla. Tena el extremo plateado y un poco ms abajo llevaba un nombre: La Duchesse. Ellery hurg entre las dems colillas. Su mirada se agudiz al observar que todos los cigarrillos, sin excepcin, haban sido fumados de igual modo: hasta unos dos centmetros del final. -Todos muy bien aprovechados -coment. Oli la colilla que tena en la mano y mir inquisitivamente a Westley. -S, perfumados a la violeta, creo -asinti el joven secretario-. El fabricante les pone el aroma de acuerdo con los gustos del cliente. Recuerdo que Bernice telefone no hace mucho haciendo un pedido, estando yo en casa de los French. -Esa marca, La Duchesse, es bastante rara, por lo que puede aportar ciertas pistas en una investigacin... Yo dira que eso indica buena suerte, eh? Hablaba ms para s que para su amigo. -A qu te refieres? -Bah, no importa... Naturalmente, la seora French no fuma. -Cmo... cmo lo sabes? -se admir Westley. -Qu bien concuerda todo! -prosigui Ellery-. Bien, muy bien... Y Marion... fuma? -No, gracias a Dios! Ellery le contempl burlonamente. -Vaya... -call y aadi-. Veamos qu hay detrs de esa puerta. Atraves la habitacin hasta la pared donde haba la ventana. Una puerta ms pequea daba a un dormitorio sencillamente amueblado. Ms all haba un diminuto cuarto de bao. -Un cuarto para un sirviente -explic Westley-. Originalmente, se plane para un ayuda de cmara; en cambio, que yo sepa, no se ha utilizado jams. El viejo no es remilgado y prefiere tener un ayuda de cmara en su mansin de la Quinta Avenida.

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Ellery examin rpidamente las dos habitaciones. Volvi a salir al instante, encogindose de hombros. -Ah no hay nada y no habr... -call, blandiendo las gafas en el aire-. Wes, aqu nos hallamos en una situacin admirable. Considralo: ahora poseemos tres indicios directos de la presencia de Bernice Carmody anoche en este apartamento. O mejor, dos indicios directos, y uno, el primero, circunstancial. El pintalabios con la C hallado en el bolso de la seora French. Este indicio es el menos apabullante de los tres, claro, puesto que no prueba su presencia aqu anoche, ya que pudo traerlo la propia seora French. Pero hay que tenerlo en cuenta. Segundo, la partida de banca, que cualquier testigo puede afirmar que slo la seora French y su hija Bernice, de toda la familia y amistades, se apasionan por ella. Observa que la partida parece haber sido interrumpida en un momento crtico. La forma en que estn dispuestas las cartas da la impresin de que suspendieron la partida cuando estaba ms empeada... Y tercero, el indicio ms poderoso de los tres, los cigarrillos La Duchesse. Pertenecen con tanta claridad a Bernice, que seran aceptados como prueba por cualquier tribunal, apoyados por una circunstancia de naturaleza confirmatoria. -Y qu? No veo... -grit Westley. -El hecho sospechoso es que Bernice Carmody ha desaparecido -replic Ellery con gravedad-. Una fuga? Casi le dispar la palabra al joven. -No puedo... no puedo creerlo -repuso Westley dbilmente, aunque con cierto alivio en su voz. -Seguro, el matricidio es un acto antinatural murmur Ellery-, aunque no es desconocido en el mundo... ni siquiera imposible. Al contrario, es muy posible en ciertos casos. Y en realidad, se han cometido varios en la historia de la Humanidad. Sus reflexiones se vieron perturbadas por una llamada a la puerta principal del apartamento. Son excesivamente, teniendo en cuenta que haba tres muros de separacin, correspondientes a la sala de cartas, la biblioteca y la antesala. Westley se sobresalt. Ellery se irgui, mir rpidamente en torno suyo y le hizo un gesto a su amigo para que le precediese fuera de la habitacin. Luego, cerr la puerta claveteada. -Debe haber llegado Hortense Underhill y la doncella -murmur Ellery casi con alegra-. Es posible que ahora obtengamos ms pruebas contra Bernice Carmody. Vamos!

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EN EL APARTAMENTO. De nuevo en el dormitorio Westley abri la puerta exterior, dejando entrar a las dos mujeres. El sargento Velie se hallaba plantado slidamente detrs de ambas. -Ha enviado usted en busca de esas seoras, seor Queen? -inquiri con su voz de trueno, llenando el marco de la puerta con su corpulencia-. Uno de los agentes las sorprendi cuando intentaban colarse en el ascensor, y dijeron que usted las haba llamado. Es cierto? Su mirada se pase por el apartamento... hasta donde abarcaba su vista desde la puerta. Ellery sonri. -Est bien, Velie -repuso-. Conmigo estarn a salvo. Qu tal va el comisario con mi padre? -Oh, muy bien -gru Velie, y tras mirar a Westley apret los puos.

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-Sigui la pista que le di por telfono? pregunt Ellery con serenidad. -S. Est entre las personas desaparecidas. Dos muchachos se ocupan de ella -el rostro del sargento pareci quebrarse en una fugaz sonrisa-. Cunto tiempo necesitar todava colaboracin del inspector abajo, seor Queen? -Ya le llamar, Velie. Ahora, sea buen chico, y lrguese. Velie sonri, mas su rostro continuaba tan inmvil como siempre cuando dio media vuelta y se encamin al ascensor. Ellery se volvi hacia las dos mujeres, que estaban de pie, muy juntas, contemplndole con cierta aprensin. Se dirigi a la ms alta y mayor de ambas, una mujer envarada, de cincuenta aos, con el cabello canoso y ojos muy azules. -Usted es Hortense Underhill, verdad? -S, el ama de gobierno de los seores French. Su voz era impersonal, acerada. -Y esta seorita es la doncella de la seorita Bernice Carmody cierto? La otra mujer, una criatura tmida con el cabello castao, fea de cara, se sobresalt al verse interrogada directamente y se aproxim ms al ama de llaves. -S -repuso sta-. La seorita Doris Keaton, doncella de Bernice. -Muy bien -sonri Ellery, apartndose a un lado con una leve inclinacin de cortesa-. Quieren seguirme, por favor? Abri paso a travs de la puerta que conduca al dormitorio principal. Westley cerr la marcha. Ellery indic las dos butacas. -Sintense, por favor. Las dos mujeres obedecieron. Doris Keaton mantuvo sus ojos fijos en Ellery, acercando subrepticiamente su butaca a la de Hortense Underhill. -Seorita Underhill -empez Ellery, las gafas en la mano-, ha estado alguna vez en esta habitacin? -S. El ama de llaves pareca determinada a no mirar a Ellery. Sus helados ojos destellaban una fra pasin. -De veras? -Ellery hizo una pausa sin apartar la mirada-. Puedo saber en qu ocasin? El ama de llaves no se dej conmover. -Varias veces. Claro que no vine jams salvo a peticin expresa de la seora French. Siempre por sus vestidos. -Sus vestidos? -Ellery estaba intrigado. La mujer asinti con mirada ptrea. -Claro. Esas ocasiones eran raras, mas cuando la seora French deseaba quedarse aqu toda la noche, me peda que al da siguiente le trajese otro vestido y ropa interior para cambiarse. Por esto... -Un momento -la interrumpi Ellery, con un resplandor poco amable en las pupilas-. Era sta su costumbre normal? -S, seor. -Cundo... -Ellery se inclin hacia delante-, cundo se lo pidi por ltima vez? El ama de llaves no respondi al momento. -Hace... unos dos meses -contest finalmente. -Tanto? -He dicho que hace dos meses. Ellery suspir y se enderez. -Entonces, claro, uno de esos armarios perteneca a la seora French? -dijo, indicando los dos que haba empotrados en la pared. -S, aqul -asinti Hortense, sealando el que se hallaba ms cerca del cuarto de bao-. Pero no slo perteneca a la seora French, ya que las chicas tambin guardaban cosas ah. Ellery enarc las cejas.

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-De veras, seora Underhill? -exclam. Su mano rasc suavemente la barbilla-. Entonces, debo suponer que tanto la seorita Marion como la seorita Bernice utilizaban a veces este apartamento. El ama de llaves le mir severamente. -A veces. No a menudo. Slo cuando no lo utilizaba la seora French. En ocasiones traan una amiga a pasar la noche... como una distraccin. -Ya. Sabe si recientemente han dormido aqu con una de esas amigas? -No, que yo sepa. Por lo menos, hace cinco o seis meses. -Muy bien! -aprob Ellery, blandiendo las gafas en el aire con gran vigor-. Seorita Underhill, deseo que me cuente exactamente en qu circunstancias vio por ltima vez a la seorita Carmody y cundo. Las dos mujeres intercambiaron unas miradas preadas de significado. La doncella se mordi el labio inferior y apart culpablemente la mirada. En cambio, el ama de llaves no perdi la compostura. -Esperaba que me hara esta pregunta -anunci con tono tranquilo-. Pero no tiene usted por qu pensar que esas dos corderitas tengan nada que ver con este desdichado asunto. Puede creerlo como si fuera el Evangelio. No se dnde est Bernice; seguro que le han jugado una mala pasada y... -Seorita Underhill -la cort Ellery-. Todo esto es muy interesante, pero tenemos un poco de prisa. Si no le molesta responder a mis preguntas... -De acuerdo, si se empea -la mujer se mordi los labios, cruz las manos sobre las rodillas, mir con indiferencia a Westley y empez a decir-. Fue ayer... Ser mejor que empiece desde el momento en que se despertaron; me resultar ms fcil. Ver, la seora French y la seorita Bernice se despertaron ayer por la maana hacia las diez, y la peluquera las atendi a cada una en sus habitaciones. Se vistieron y tomaron algo. Marion ya se haba desayunado. La serv yo misma. -Perdone, seorita Underhill -la ataj Ellery-. Oy de qu hablaban durante el almuerzo? -No escucho lo que no debo or -replic el ama de llaves rgidamente-, de modo que slo s que hablaron de un nuevo vestido de Bernice. La seora French pareca un poco distrada. En una ocasin meti una manga en el caf... Claro es que siempre fue un poco rara, con presentimientos y todo eso... Que Dios bendiga su pobre alma! Bueno, despus de almorzar estuvieron en la sala de msica hasta las dos, hablando. No s de qu, claro! Parecan desear quedarse solas. Y al salir o cmo la seora French le ordenaba a Bernice subir a vestirse, porque iban a dar una vuelta por el parque. Bernice subi y la seora French me retuvo para ordenarme que le dijera a Edward Young, el chofer, que preparase el coche. Luego, la seora French tambin subi a vestirse. Al cabo de cinco minutos baj Bernice, vestida para salir a la calle, y cuando me vio me orden decirle a su madre, me lo orden en un susurro, que haba cambiado de idea respecto al paseo por el parque, y que se iba de compras. Y casi sali corriendo de casa! Ellery pareci sumamente preocupado. -Muy claro todo, aunque contado con cierta volubilidad, seora Underhill -observ Ellery sonriendo-. Cul fue, segn usted, el estado nervioso de la seorita Carmody ayer? -Malo -suspir el ama de llaves-. Claro que Bernice siempre ha sido una joven sensible y tornadiza. Pero ayer me pareci ms nerviosa que de usual, pensndolo bien. Estaba muy plida cuando se march... Westley se movi como a punto de protestar, mas Ellery lo acall con la mirada. -Bien, poco despus, baj la seora French vestida para el paseo. Pregunt por Bernice y cuando le cont lo ocurrido, y la forma en que

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su hija se haba marchado, cre por un instante que iba a desmayarse... pobrecita! Estaba tan plida y mareada que no pareca ella misma. Despus, se recobr y repuso: Est bien, Hortense. Dgale a Young que meta de nuevo el auto en el garaje. No saldr. Y volvi a subir. Oh, s! Antes de desaparecer me orden avisarla tan pronto como volviese Bernice. Pues bien, aqulla fue la ltima vez que vi a Bernice, y prcticamente la ltima que vi a la seora French. La pobrecita estuvo en su habitacin toda la tarde, baj a cenar con Marion y regres de nuevo a su cuarto. Me pareci angustiada por Bernice, y por dos veces cre que iba a telefonear, pero siempre pareci cambiar de idea. Bueno, a las once y cuarto baj con el abrigo y el sombrero puestos... S, s lo que va a preguntarme: llevaba la estola color castao y el abrigo de tela con ribete de piel... Dijo que iba a salir. Y se march. No volv a verla. -No pidi el coche? -No. Ellery dio una vuelta por la habitacin. -Dnde estuvo todo el da la seorita Marion? -pregunt al cabo. Westley le mir sorprendido. -Oh, la seorita Marion se mostr muy alegre y normal... y se levant temprano, como siempre, pues es muy madrugadora. Despus de almorzar sali de casa, diciendo que se iba de compras con una de sus amigas. Creo que por la tarde estuvo en el Carnegie Hall, porque el da anterior me haba enseado dos entradas para un concierto de piano dado por un pianista extranjero. Pobre, le gusta tanto la msica! No volvi a casa hasta despus de las cinco y media. Ella y la seora French cenaron juntas, y Marion se extra de la ausencia de Bernice. Despus de cenar volvi a vestirse y se march. -A qu hora regres la seorita Marion? -No lo s. Me acost a las once y media, despus de despedir al servicio. No vi entrar a nadie. La seora French me orden que me acostara, sin aguardarla. -Vaya, no se trata de una mansin particularmente bien cronometrada, al parecer -coment riendo Ellery-. Por favor, seora Underhill, dgame cmo vesta Bernice cuando se march... hacia las dos y media, supongo. Hortense Underhill se agit en su asiento con cierta inquietud. La doncella contempl estpidamente al joven. -Ya -murmur el ama de llaves-. Veamos. Bernice llevaba su sombrero de fieltro azul con el alfiler, el vestido gris, el abrigo con cuello de piel gris y un par de zapatos negros con hebillas brillantes. Es esto lo que quera saber? -Exactamente -respondi Ellery con su sonrisa ms seductora. Luego, se llev aparte a Westley-. Sabes por qu he llamado a consulta a esas dos distinguidas damas? -pregunt en tono bajo. -A no ser porque deseabas enterarte de lo que le ha sucedido a Bernice... -el joven sacudi la cabeza-. Oye, no estars buscando ms indicios de su presencia en este apartamento, verdad? Ellery asinti con disgusto. -Tenemos ya tres indicios de la supuesta presencia de esa joven en este apartamento. Pues bien, creo que habr ms. Indicios que tal vez no veamos ahora. El ama de llaves, no obstante, y la doncella... La doncella de Bernice... -se interrumpi y sacudi la cabeza bajo el peso de sus propias ideas. Seguidamente se volvi hacia las dos mujeres-. Seorita Doris -la doncella casi peg un salto, aterrada-. No se asuste, seorita Doris -sonri Ellery-. No la morder. Ayud ayer por la tarde a vestirse a la seorita Bernice? -S, seor -susurr la muchacha. -Reconocera sus prendas, por ejemplo lo que llevaba ayer, si las viese aqu? -Creo... que s, seor.

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Ellery se aproxim al armario situado ms cerca al cuarto de bao y lo abri, dejando al descubierto diversos vestidos, unos zapatos negros en un estante, y otro con diversas cajas de sombreros... Despus, retrocedi. -ste es su territorio, seorita Doris. Vea qu encuentra. Se situ detrs de la joven, acechndola con sus agudas pupilas. Estaba tan absorto en sus movimientos que ni siquiera se fij en la presencia de Westley a su lado. El ama de llaves, sentada y con el aspecto de una estatua de granito, les contemplaba a los tres. Los dedos de la doncella temblaban hurgando entre los numerosos vestidos. Despus de revisar todas las perchas, volvise tmidamente hacia Ellery y sacudi negativamente la cabeza. l le indic que continuara. La muchacha se puso de puntillas y procedi a destapar las sombrereras, una a una, escrutando en su interior. Las dos primeras contenan sombreros de la seora French, segn dijo ella con vacilacin. Hortense Underhill lo corrobor a regaadientes. La doncella levant la tapa de la tercera sombrerera. Profiri una leve exclamacin y retrocedi, rozando a Ellery Queen. El contacto pareci quemarle la piel. Dio un salto y busc un pauelo. -Y bien...? -la apremi suavemente el detective. -Es... es el sombrero de la seorita Bernice articul Doris Keaton, mordiendo nerviosamente su pauelo-. El... el que llevaba ayer tarde cuando sali de casa! Ellery contempl el sombrero dentro de la caja. El sombrero, debido al peso de la corona, estaba volcado. Encima del ala, doblada hacia abajo, haban insertado un alfiler, visible desde donde l estaba... Ellery efectu una peticin y la doncella sac el sombrero de la caja y se lo entreg. Ellery le dio vueltas entre sus dedos, silenciosamente devolvi el sombrero a la doncella, la cual lo cogi en silencio tambin, meti la mano dentro de la corona, la volvi de dentro afuera, y diestramente la dej de nuevo en la sombrerera en esta posicin. Ellery, que iba ya a apartarse del armario, se puso instantneamente rgido. Sin embargo, call, mirando cmo la joven dejaba las tres sombrereras en el estante. -Ahora los zapatos, por favor -pidi Ellery. Obediente, la doncella se inclin sobre el estante que contena los zapatos y cuando iba a coger uno, Ellery la detuvo palmendole la espalda y volvise hacia el ama de llaves. -Seorita Underhill, quiere, por favor, comprobar si es este sombrero el de la seorita Carmody? Alarg el brazo, cogi la sombrerera, sac el sombrero azul y se lo entreg a Hortense Underhill. El ama de llaves lo examin brevemente. Ellery haba retrocedido y se hallaba junto a la puerta del lavabo. -Es suyo -asinti la mujer belicosamente-. Aunque ignoro qu tiene que ver... -Lo comprendo -sonri Ellery-. Quiere, por favor, colocar de nuevo la sombrerera en el estante? La mujer, furiosa, meti la mano dentro del sombrero, lo invirti y lo coloc en esa posicin en la sombrerera. Luego, la elev cuidadosamente hasta la estantera y regres lentamente a su butaca. Westley observ la breve sonrisa de Ellery con gran extraeza. Despus, Ellery hizo una cosa sorprendente... una cosa que arranc una mirada de perplejidad de sus tres acompaantes. Alarg la mano hacia la estantera del armario y cogi la misma sombrerera! La abri, silbando una tonada indolentemente y, sacando el sombrero, se lo entreg a Westley. -Vamos, Wes, danos tu masculina opinin -dijo animosamente-. Es el sombrero de Bernice Carmody?

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Westley contempl a su amigo con asombro, cogiendo el sombrero mecnicamente. Se encogi de hombros y estudi el sombrero. -Me parece familiar, Ellery, aunque no estoy muy seguro. Casi nunca me fijo en las prendas de las mujeres. -Humm... -ri Ellery-. Devuelve el sombrero a la caja, Wes, viejo amigo. El joven suspir, cogi el sombrero por la corona y lo dej caer, con el ala hacia abajo, dentro de la caja. Cogi la tapa, la coloc, dej la sombrerera en el estante... por tercera vez en menos de cinco minutos. Ellery volvise hacia la doncella. -Seorita Doris, es muy meticulosa la seorita Bernice en sus costumbres? -pregunt, jugueteando con sus gafas. -No... no le entiendo, seor. -La molesta mucho? Guarda generalmente ella misma sus cosas? Exactamente, cules son sus obligaciones? -Oh... -la doncella trat de captar la mirada del ama de llaves en busca de ayuda. Luego, fij los ojos en la alfombra-. Bueno, la seorita Bernice era... es siempre muy cuidadosa con sus cosas. Guarda casi siempre ella misma sus sombreros y sus abrigos cuando se los quita al volver a casa. Yo me ocupo de otras cosas ms personales, como arreglarle el cabello, preparar sus vestidos... -Una joven muy meticulosa -aadi Hortense Underhill, heladamente-. Rara y desacostumbrada, he dicho yo siempre. Y Marion es igual. -Encantado de orlo -asinti Ellery con gravedad-. Aunque encantado no sea la palabra apropiada. Bien, Doris, los zapatos... -Eh? -se sobresalt nuevamente la muchacha. -He dicho los zapatos. Al menos haba una docena de pares, de diversos estilos y colores, que sobresalan de un estante. Todos los zapatos, sin excepcin, estaban dentro de sendas bolsas, colocados con la puntera hacia dentro del armario y los tacones hacia fuera, y frenados por el reborde del estante. La joven Keaton empez su inspeccin. Fue observando los zapatos, cogiendo algunos para examinarlos de cerca. De pronto, levant un par de piel negra, que estaban juntos en una bolsa. Lucan sendas hebillas que brillaban bajo un rayo de sol que penetraba por la ventana. -stos! -grit-. Estos zapatos! Ayer, cuando sali de casa, los llevaba la seorita Bernice. Ellery se los cogi de los temblorosos dedos. Al cabo de un instante se volvi hacia Westley. -Hay barro -dijo lacnicamente-. Y algo de humedad. S, es indudable! Le devolvi los zapatos a la doncella, la cual los puso en su lugar. Al momento, los ojos de Ellery se agudizaron. La joven acababa de colocar los zapatos dentro de la bolsa con los tacones hacia dentro del armario, a pesar de que todos los dems estaban al revs. -Seorita Underhill! -llam Ellery, volviendo a coger los zapatos negros. El ama de gobierno se levant con semblante hosco. -Son de la seorita Carmody? -le pregunt el detective, entregndole los zapatos. -S -asinti ella, tras un breve examen. -Bien, puesto que estamos de acuerdo en esto sonri Ellery, cambiando de tono-, por favor, tenga la bondad de dejarlos usted en el armario. El ama de gobierno obedeci sin rechistar. Ellery, observndola atentamente, solt una risita al ver que la mujer haba imitado la accin de la doncella, dejando los zapatos con la puntera y la hebilla hacia fuera. -Westley! -llam.

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El aludido se acerc lentamente. Haba estado junto a la ventana, mirando hacia la Quinta Avenida. Cuando el joven dej los zapatos en el armario, los cogi por los tacones y los dej con las puntas hacia dentro. -Por qu has hecho esto? -inquiri Ellery, mientras ambas mujeres estaban ya convencidas de su locura. -Qu? -pregunt Westley. -Calma, Hamlet -sonri Ellery-. Por qu has dejado los zapatos con los tacones hacia fuera? Westley le mir fijamente unos instantes. -Porque todos estn colocados as -respondi al cabo-. Por qu tena que dejarlos de otro modo? -Alors, on a raison -murmur el detective-. Seorita Underhill, por qu dej usted los zapatos con las punteras hacia fuera, cuando los dems estn al revs? -Todo el mundo sabe el motivo -refunfu ella-. Esos zapatos negros tienen hebillas grandes. No ha visto lo que ha ocurrido cuando el seor Weaver los coloc con las punteras hacia dentro? Que las hebillas rasgaron el plstico de la bolsa! -Maravillosa mujer! -se admir Ellery-. Claro, los dems zapatos no tienen hebilla... Ley la confirmacin en los ojos del ama de gobierno. Dej al tro delante del armario y se pase en silencio por el dormitorio. Tena los labios fruncidos en honda meditacin. De pronto, volvise hacia la seorita Underhill. -Deseo que observe este armario con suma atencin y me diga, si le es posible, si hay ah algo que no debiera estar. Retrocedi y agit una mano. La mujer emprendi la labor con gran actividad y eficiencia, por entre los vestidos, las sombrereras y los zapatos. Westley, la doncella y Ellery la contemplaban en silencio. La mujer hizo una pausa en su tarea, contempl con indecisin una bolsa de zapatos, volvi a avizorar el estante superior, vacil y se volvi hacia Ellery. -No estoy segura -balbuci pensativamente, con sus heladas pupilas fijas en las del detective-, pero creo que, si bien las cosas de la seora French estn aqu, tal como es debido, no hay aqu dos cosas de la seorita Bernice que deberan estar. -No! -exclam Ellery. No pareca demasiado sorprendido-. Sin duda, se trata de un sombrero y un par de zapatos. La mujer le mir agudamente. -Cmo lo sabe? Pues s, es esto. Recuerdo que, hace varios meses, cuando traje varias cosas de la seora French, Bernice me pidi que trajese su gorrita gris. Bien, lo hice. Y adems, un par de zapatos grises, de tacn bajo, con dos tonos de gris, que estoy segura traje de casa... se volvi rpidamente hacia la joven Doris-. Estn en el armario de la seorita Bernice, Doris? La doncella sacudi la cabeza con vigor. -No, seorita Underhill. Hace tiempo que no he visto esos artculos. -Pues ya est. Un sombrerito gris, de fieltro, muy ajustado, y un par de zapatos grises. Faltan ambas cosas. -Y esto es precisamente lo que quera saber concluy Ellery-. Muchas gracias. Westley, por favor, acompaa a esas fieles sirvientas... Oh, perdn, seorita Underhill, empleadas domsticas, abajo. O mejor an, que el guardia que vigila este apartamento las acompae hasta el sargento Velie y que procure que no les vea el comisario Welles hasta que todos suban aqu, al menos. Indudablemente, seorita Underhill, Marion French agradecer -volvi a inclinarse el ama de llaves- su maternal y clida presencia. Buenas tardes!

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Tan pronto se cerr la puerta exterior, Ellery corri hacia el cuarto de juegos. Entr con paso felino y veloz y contempl la mesa, con los montones de naipes y el cenicero lleno de colillas. Sentse en una silla y examin los naipes. Cogi luego un montn y extendi las cartas ante s, sin destruir la secuencia. Frunci el ceo y estudi los once montones de cartas del centro de la mesa. Finalmente, se puso en pie, mostrse intrigado, derrotado y dej los naipes como los haba encontrado. Estaba mirando tristemente las colillas cuando oy el ruido de la puerta del apartamento y a Westley que entraba en la biblioteca. Ellery dio media vuelta y sali del cuartito. La puerta forrada de cuero rojo se cerr suavemente a sus espaldas. -Han bajado las damas? -inquiri. Westley asinti con hosquedad. Ellery cuadr los ojos, con los ojos muy relucientes. -Seguro que ests inquieto por Marion -murmur-. No, Wes, no te inquietes, porque ests actuando como una abuelita. Contempl lentamente la biblioteca en conjunto. Poco despus, su mirada se concentr en el escritorio situado ante el ventanal. -Creo -anunci dictatorialmente, yendo hacia la mesa- que descansaremos, y sta es una mera forma de hablar, y observaremos lo que haya que observar. Como el descanso es la suave salsa del trabajo, como dijo Plutarco... sintate, Wes!

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EN EL APARTAMENTO. La biblioteca Sentronse, Ellery en el cmodo silln giratorio del escritorio, Westley en una de las butacas de cuero de la mesa de conferencias. Ellery se relaj, dejando que su mirada se pasease de una a otra pared, posndose en los grabados, en los papeles del escritorio, en la superficie de cristal de la mesa... Sus ojos se fijaron distradamente en el memorndum que haba al lado del telfono. Con perfecta despreocupacin, lo cogi y lo hoje. Era un memorndum oficial; en el mismo haba un mensaje mecanografiado. Ellery ley vidamente lo escrito. Luego, levant la vista hacia el desconsolado semblante de Westley. -S, claro -murmur-, es concebible... Call de repente y cambi de tono-. Dime, Wes... cundo escribiste este mensaje? -Eh? -Westley se sobresalt al or el tono de su amigo-. Oh, eso... Es un mensaje que envi a toda la Junta de directores. Lo mecanografi ayer por la tarde, cuando el viejo se march a Great Neck. -Cuntas copias hiciste? -Siete en conjunto, una para cada director, una para m y otra para el archivo. Esta copia es la del viejo. -Cmo estaba encima del escritorio? -inquiri rpidamente Ellery. Westley pareci sorprendido ante la pregunta, al parecer bastante incongruente. -Caramba, es un puro formulismo -explic el joven-. La dej aqu para que el viejo la viera esta maana y supiese que yo haba advertido a los directores. -Y estaba aqu, sobre la mesa -insisti Ellery- cuando anoche saliste del apartamento?

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-Naturalmente! -exclam Westley-. Dnde iba a estar? No slo esto, sino que todava segua aqu esta maana -sonri dbilmente el secretario. Ellery, en cambio, no perdi la gravedad. Sus pupilas echaban chispas. -Ests completamente seguro? -se incorpor a medias en el silln giratorio, con rara excitacin-. Esto parece encajar con el resto del rompecabezas -murmur, volviendo a hundirse en el silln-. Y qu bien explica un extremo inexplicable! Se guard el papel azul, pensativamente, en una cartera que sac del bolsillo de pecho de su chaqueta. -No digas nada de esto, eh? Westley asinti y volvi a caer en su apata. Ellery se inclin hacia delante, apoy los codos sobre el cristal de la mesa y se cogi la cabeza entre las manos. Comenz a mirar fijamente ante s. Algo pareci perturbar su ensueo. Sus pupilas, vacuas, inquietas, se concentraron en los libros equilibrados entre las dos piezas de nice, que se hallaban austeramente sobre el escritorio, en su lnea visual. Al cabo de un instante, como para satisfacer la creciente curiosidad, se incorpor y se absorbi en los ttulos de los volmenes. Con un largo brazo cogi uno y lo atrajo hacia s para una observacin ms atenta. -Por la sabidura de Biblifilo! -exclam al fin, mirando a Westley-. Vaya coleccin extraa de obras! Tiene el viejo la costumbre de leer obras tan aburridas como Un estudio sobre Paleontologa? O se trata de un libro de texto, remanente de tus das de estudiante? Creo que no experimentaste jams gran aficin a esa ciencia. Y el autor es John Morrison. -Oh, eso... -Westley pareci ligeramente aturdido-. No... cosas del viejo, supongo, Ellery. Son libros suyos, s. Nunca me fij en los ttulos. Qu has dicho? Paleontologa? Ignoraba que tuviese aficin a esa ciencia. Ellery contempl calculadoramente a su amigo unos momentos y volvi a dejar el libro en su sitio. -Adems... -aadi el detective suavemente-, todos son atractivos. -Cmo? -pregunt el joven nerviosamente. -Fjate en los ttulos: Trfico y Comercio en el siglo XIV , por Stani Wedjowski. Un ejemplar raro, aunque no me extraa que el departamento de libros de un bazar se interese por la historia del comercio. Y ste: Historia de la msica para nios, por Ramn Freyberg. Imagnate, una historia de la msica para nios! Adems, Nuevos descubrimientos en filatelia, por Hugo Salisbury. Una pasin por los sellos! Extrao, extrao... y... Cielo santo! Antologa de la tontera, por ese enorme idiota llamado A. L. Throckmorton -Ellery busc con sus ojos la mirada del joven Westley-. Querido joven Dane -musit lentamente-, comprendo que un biblifilo crnico tenga esta extraa coleccin en su despacho, por algn siniestro propsito particular, pero as me aspen si entiendo cmo esta literatura encaja con Cyrus French, jefe de la Liga Antivicio y prncipe de los mercaderes... No creo que tu amo posea potencialidades intelectuales en el campo de la paleontologa, que sea aficionado a los sellos de Correos, que sienta pasin por el comercio medieval, que sepa tan poco de msica que deba leer una divulgacin infantil, y finalmente que se complazca leyendo una sarta de chistes ms o menos verdes. Wes, amigo mo, en esto hay ms de lo que ve el ojo vacilante. -Por mi parte, me pierdo en un mar de conjeturas -confes el joven. -Y tienes razn, hijito, tienes razn -murmur Ellery, levantndose y yendo hacia la librera situada en la pared izquierda. Comenz a tararear el tema de la Marcha eslava, mientras escudriaba los volmenes colocados tras los cristales. Al cabo de unos instantes volvi a la mesa de despacho; tom asiento y repas de

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nuevo los libros equilibrados por los dos sujetalibros, con aire distrado. La mirada de Westley le segua con inquietud. -Por los libros de la librera -dijo al fin el detective-, creo que mis sospechas son ciertas. En esos estantes slo hay obras sobre el bienestar social y obras de Bret Harte, O. Henry y Richard Harding Davis, et al. Todo lo cual puede incluirse perfectamente en el estrato intelectual del viejo. Sin embargo, encima del escritorio... -medit un segundo-. Y no presentan seales de uso -aadi, como molesto por un crimen tan horrendo contra la literatura-. En dos casos, hay todava pginas sin cortar. Westley, dime la verdad, se halla French interesado en esos temas? Blandi el ndice delante de los libros. -Que yo sepa, no -replic el joven inmediatamente. -Marion? Bernice? La seora French? Los directores? -Puedo contestar positivamente en el caso de la familia French -repuso Westley, abandonando la butaca y pasendose por delante del escritorio-. Ninguno de ellos lee esos temas. En cuanto a los directores... ya les conoces. -Gray podra estar interesado en esta mezcla suspir Ellery-. Pertenece a ese tipo. Pero esa historia infantil de la msica... Diantre! Se estremeci. Luego, sac una libreta del bolsillo y procedi a anotar los ttulos y los autores de cada volumen. Despus, volvi a contemplar los libros, en tanto jugueteaba distradamente con los sujetalibros. -No debo olvidar interrogar a French respecto a esos libros -murmur casi para s, en tanto Westley segua pasendose ardorosamente por la estancia-. Sintate, Wes! Perturbas mis ideas! -Westley se encogi de hombros y retorn a su butaca-. Son bonitos -continu Ellery, refirindose a los sujetalibros-. Una forma muy bonita de trabajar el nice. -Debieron costarle un montn de dlares a Gray! -Oh, fueron un obsequio de Gray a French? -Gray se los regal en su ltimo cumpleaos, en marzo. Fueron importados. Recuerdo que Lavery hizo unos comentarios referentes a su rareza y su exquisitez hace unas semanas. -Has dicho... marzo? -repiti Ellery de repente, acercando ms a sus ojos uno de los brillantes sujetalibros- O sea, hace slo dos meses, y esto... Rpidamente, cogi la otra pieza de nice, coloc ambas juntas sobre el escritorio, con meticulosa delicadeza. Despus, llam a Westley a su lado. -Observas alguna diferencia entre los dos? -le pregunt excitado. Westley se inclin, alarg una mano para levantar una pieza... -No lo toques! -le advirti Ellery con severidad-. Qu dices? Westley se irgui de nuevo. -No hace falta que grites, Ellery -le reproch al detective-. A mi entender, el fieltro que hay debajo de ste se ha descolorido un poco. -No hagas caso de mis modales bruscos, hijito -sonri Ellery-. Ya me pareca que esta diferencia de tonalidad no era producto de mi imaginacin. -No comprendo por qu han de variar de tono esos dos fieltros -observ Westley intrigado y volviendo a su butaca-. Esos sujetalibros son casi nuevos. Lo eran cuando los recibi el viejo... Y de haber estado uno de los fieltros descolorido, yo me habra fijado. Ellery no contest al momento. Continu mirando las dos piezas de nice. Ambas eran de forma cilndrica, con la talla en el costado exterior. Debajo, donde los sujetalibros tenan que rozar la superficie del escritorio, estaban forrados de fieltro de color verde. A la clara luz de la tarde, filtrndose por el ventanal, uno exhiba una marcada diferencia de tono.

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-Aqu tenemos un misterio -musit Ellery-. Y por el momento no s qu significa, si significa algo -levant la vista hacia el joven con las pupilas llameantes-. Han salido en alguna ocasin estos sujetalibros de esta estancia desde que Gray se los regal a French? -No -replic el secretario--. Nunca. Yo vengo aqu todos los das y siempre los he visto aqu. -Se han roto, ha habido que repararlos desde entonces? -Claro que no! -exclam Westley, extraado-. Esto parece una tontera, El. -Y no obstante, es algo esencial -el joven detective volvi a sentarse y empez a juguetear con sus gafas, con los ojos clavados en las dos piezas de nice-. Gray es ntimo de French, verdad? -pregunt sbitamente. -Su mejor amigo. Se conocen desde hace ms de treinta aos. Peridicamente han sostenido algunas disputas respecto a las obsesiones del viejo, o sea la esclavitud, la prostitucin y otros temas semejantes, pero usualmente estn en excelentes trminos. -S, claro -murmur Ellery. Cay de nuevo en honda meditacin-. Me pregunto si... -aadi, siempre mirando los nices. Hundi la mano en el bolsillo de su chaqueta y sac una lupa. Westley contempl a su amigo con asombro y al final estall en una carcajada. -Palabra, Ellery! Como Sherlock Holmes, eh? Era una broma inofensiva, inocente como l mismo. Ellery sonri ladinamente. -S, esto parece teatral -admiti-. Pero a veces lo he hallado muy til. Se inclin y aplic la lupa al extremo forrado de un sujetalibros. -Buscas huellas dactilares? -ri Westley. -Nunca se sabe -sentenci Ellery-. Aunque una lupa no es infalible. Es preciso espolvorear con los polvos adecuados para... Apart el sujetalibros y se inclin sobre su compaero. Mientras inspeccionaba el fieltro, su mano empez a temblar convulsivamente. Sin hacer caso de la pregunta de Westley: Qu ocurre?, fij su atencin rgidamente en un sector de la tela donde sta se pegaba al nice, en un borde. Una lnea muy tenue, tanto que pareca un cabello a simple vista, se ensanch ligeramente bajo la luz. Dicha lnea, estaba compuesta en realidad de pasta... un pegamento que haba servido para empastar el fieltro al nice. El segundo sujetalibros tambin mostraba la misma lnea. -Coge la lupa, Wes -ordenle Ellery-, y enfcala sobre la juntura entre la tela y el nice. Dime qu ves... pero no toques la superficie de la piedra! Westley se inclin y mir vidamente a travs de la lupa. -Bueno, veo un poco de polvo pegado al pegamento... -Un polvillo muy poco ortodoxo -asinti Ellery, cogiendo la lupa y volviendo a examinar la lnea del reborde. Al instante siguiente fue pasando la lupa por las dems superficies del sujetalibros. Luego, ejecut la misma operacin con el segundo nice. -Oye, El -exclam Westley-, no podra tratarse del mismo polvillo que encontraste en el pintalabios de Bernice? Dijiste que era herona... -Buena sospecha, Wes -sonri Ellery, con el ojo pegado an a la lupa-. Aunque lo dudo... Esto requiere un anlisis inmediato. Hay algo que est lanzando un aviso a mi subconsciente. Dej la lupa sobre la mesa, contempl una vez ms los dos sujetalibros y levant el telfono. -Que llamen al sargento Velie... s, al sargento de detectives... que se ponga al aparato -despus habl rpidamente con Westley mientras aguardaba con el auricular pegado al odo-. Si este polvillo

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es lo que creo, el asunto se espesar como un pur. Ya veremos. Coge un poco de algodn del cuarto de bao, Wes. Hola, es Velie? -continu por el telfono, en tanto el joven desapareca por la puerta claveteada-. Aqu Ellery... S, en el apartamento de arriba. Velie, enveme al momento uno de sus mejores muchachos... Quin...? S, Piggott o Hesse. Al momento! Y que no se entere Welles... No, claro... Pero que le entretengan un rato todava. Ri y colg. Westley regres con una cajita llena de algodn. -Viglame, Wes -anunci riendo-. Vigila cuidadosamente porque tal vez en un futuro no muy lejano tendrs que declarar ante un tribunal lo que haga hoy aqu... Ests a punto? -Soy todo ojos -sonri Westley. -En avant! -grit Ellery. Con el floreo de un prestidigitador, Ellery sac del bolsillo izquierdo de su chaqueta un estuche metlico. Presion un pequeo botn y se abri la tapa y dej al descubierto diversos compartimientos, muy diminutos, forrados de terciopelo, cada uno de los cuales contena un brillante instrumento. -sta -sonri Ellery ampliamente- es una de mis pertenencias ms queridas. Me lo regal el Herr Burgomeister de Berln el ao pasado por mi pequea ayuda en el caso de Don Dickey, aquel ratero americano... Muy til, verdad? -Qu diablos es esto? -inquiri Westley. -Uno de los inventos ms tiles que haya realizado la mente humana para luchar contra los delincuentes -replic Ellery, atareados sus dedos con los diversos compartimientos-. Esto se fabric especialmente para este humilde servidor como muestra de la gratitud del alcalde de Berln y la colaboracin del Departamento de Polica alemn. Incidentalmente, lo fabricaron de acuerdo con mis propias instrucciones, pues saba lo que necesitaba. Observars que un nmero casi increble de instrumentos se hallan en el interior de este estuche de aluminio. Aqu se encuentra todo lo ms necesario para una labor detectivesca... a escala enana, pero todos los instrumentos son compactos, fuertes, extraordinariamente tiles. -Que me maten! -ri Westley-. No saba que te tomabas tan en serio esta clase de investigaciones. -El contenido de este estuche te convencer -ri Ellery-. Aqu tenemos dos lentes accesorias Zeiss para mi lupa de bolsillo; como ves, son ms potentes que muchos. Aqu tienes una cinta de medir, de acero, con retroceso automtico, de dos metros y medio de longitud. Lpices rojo, azul y negro. Un comps de dibujo con lpiz especial. Un frasquito con polvillo blanco y negro para huellas dactilares, con almohadilla para el estampado y cepillos de pelo de camello. Un paquete de sobres glaseados. Calibres y destornilladores minsculos. Una sonda plegable, ajustable a diversas longitudes. Agujas de acero templado. Papel tornasol y dos diminutos tubos de ensayo. Combinacin de cuchillo con dos hojas, sacacorchos, abrelatas, lima... Brjula especial... No, no te ras. No todas las investigaciones se llevan a cabo en el corazn de Nueva York. Una cuerda de hilo muy resistente. Lacre. Un encendedor fabricado especialmente para m. Y naturalmente, un cronmetro realizado por el mejor relojero del mundo, un suizo empleado por el Gobierno alemn. Qu opinas de mi neceser, Wes? El joven pareca incrdulo. -Todo lo que has enumerado se halla dentro de este pequeo estuche de aluminio? -Exactamente. El estuche mide doce centmetros de ancho por quince de largo, y el conjunto pesa menos de dos libras. Con el espesor de un libro normal. Oh, s, olvidaba mencionar un espejito encajado en la tapa. Bien, ser mejor que ponga manos a la obra. Mantn tus ojos bien abiertos!

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De un compartimiento, Ellery extrajo unas pinzas. Tras ajustar una poderosa lente a la lupa, coloc cuidadosamente el primer nice en una posicin fija sobre la mesa, se llev la lupa al ojo con la mano izquierda, y con la derecha empez a maniobrar sobre el pegamento que contena las sospechosas partculas. Le orden a Westley que tuviera dispuesto uno de los sobres glaseados y, tras quitar los casi invisibles granitos, los guard en el sobre. Dej las pinzas y la lupa y cerr el sobre con lacre. -Creo que los he recogido todos -exclam satisfecho-. Y si me he dejado algn granito, Jimmy lo recoger... Adelante! Era el detective Pigott. Cerr la puerta exterior con suavidad y entr en la biblioteca con mal disimulada curiosidad. -El sargento me ha dicho que me llamaba usted, seor Queen -manifest mirando a Westley. -S. Un segundo, Pigott, y le dir qu ha de hacer. Ellery procedi a garabatear una nota al dorso del sobre, nota que reley luego: Querido Jimmy: Analiza los granos de polvo de este sobre. Extrae cualquier partcula adicional de la lnea del pegamento del sujetalibros marcado A, y analzala tambin. Busca granitos similares en el nice marcado B. Tras analizar el polvillo, y no antes, busca en ambos sujetalibros huellas dactilares, aparte de las mas. Yo poda haberlas sacado, pero si t hallas alguna, haz que la fotografen inmediatamente en el laboratorio y saquen una fotocopia. Telefoname personalmente toda la informacin, tan pronto como la obtengas. Estoy en el apartamento de French de la tienda French de la Quinta Avenida. Pigott te explicar. E. Q. Tras marcar los nices con las letras A y B con lpiz rojo, los envolvi primero en algodn, luego en un papel que Westley le entreg, y el paquete pas a manos del polica. -Lleve eso a Jimmy, del Centro, lo antes posible, Piggott -orden con insistencia-. No permita que nada le entretenga. Si Velie o mi padre le pregunta adnde va, diga que es asunto mo. Y por encima de todo, no permita que el comisario Welles husmee nada! Ahora... volando! Pigott sali del apartamento sin hablar. Conoca demasiado los mtodos del joven Queen para formular preguntas. Al salir, divis la sombra del ascensor que suba. Dio media vuelta y corri hacia la escalera, empezando a bajar en el instante en que se abra la puerta metlica del ascensor y emergan del mismo el comisario Welles, el inspector Queen y un pequeo cortejo de detectives y policas de uniforme.

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SEALES FORZADAS Al cabo de cinco minutos, el corredor privado del sexto piso estaba atestado de gente. Dos policas se hallaban de guardia a la puerta. Otro estaba de espaldas al ascensor, fijos los ojos en la escalera. En la antesala del apartamento, varios detectives fumaban cigarrillos bastante apestosos. Ellery estaba sentado, muy sonriente, detrs del escritorio de Cyrus French en la biblioteca. El comisario Welles se paseaba por la habitacin, gritando rdenes a los policas, abriendo las portezuelas de la librera y observando con sus ojillos de miope todas las cosas

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que le resultaban extraas. El inspector Queen hablaba con Velie y Crouther, junto al ventanal; Westley permaneca en un rincn, casi invisible. Con la vista atisbaba furtivamente la puerta que daba a la antesala, donde saba que estaba Marion French. -Dijo usted, seor Queen -gru el comisario Welles, casi sin resuello-, que las colillas y los naipes... cmo demonios se llama ese juego? Ah, s, banca, son los nicos signos de la presencia de esa chica Carmody aqu, verdad? -Nada de eso, comisario -replic Ellery con burlona seriedad-. Se olvida usted de los zapatos y el sombrero del armario. Creo que le he contado la identificacin de ambas prendas llevada a cabo por el ama de llaves... -S, claro -refunfu Welles. Luego frunci el ceo-. Eh, los peritos en huellas! -grit de pronto-. Ya han inspeccionado todo el cuarto de juego? Sin esperar respuesta, grit una orden casi ininteligible a varios fotgrafos que se hallaban atareados junto a la mesa de juego, fotografiando las colillas y los naipes. Finalmente, secndose la frente, llam imperiosamente al inspector Queen. -Qu piensa, inspector? -pregunt-. Parece un caso muy claro, eh? El inspector mir de reojo a su hijo y sonri burlonamente. -Tal vez, comisario. Primero tenemos que encontrar a la jovencita... Apenas hemos empezado a trabajar. No hemos tenido tiempo de comprobar ni una sola coartada, por ejemplo. A pesar de que todas las pistas sealan a Bernice Carmody, no estamos satisfechos ni lo estaremos hasta haber ahondado mucho ms... -mene la cabeza-. De todos modos, comisario, tenemos por delante mucho trabajo. Desea interrogar a alguien? Todos aguardan en el corredor. -No -desisti el comisario ferozmente-. En este estado del caso, yo no... -se aclar la garganta-. Qu tiene ahora en su lista? Yo he de bajar al Ayuntamiento a conferenciar con el alcalde, por lo que no puedo concederle a este caso mi atencin personal. Bien...? -Deseo aclarar algunos puntos oscuros -replic Queen secamente-. Ah fuera hay varias personas que hemos de interrogar. El mismo French, por ejemplo. -French...? Oh, s, s. Mal asunto. Lo siento por l. Vaya golpe... -Welles mir a su alrededor con nerviosismo y baj la voz-. A propsito, Queen, si bien no tiene por qu apartarse en absoluto de la lnea trazada por su deber, tal vez sera conveniente permitir que French se marchase a casa para ser atendido por su mdico... En cuanto a este asunto de su hijastra, espero... -hizo una pausa de incomodidad-, bien, tengo la sensacin de que la muchacha ha efectuado una ligera escapada. Claro est, tendrn que buscarla concienzudamente... Malo, malo... Bien, he de irme. Dio media vuelta y con un suspiro de alivio se dirigi a la puerta, seguido por su escolta de detectives. En el umbral volvi a girar sobre s mismo y aull: -Quiero una solucin rpida, Queen! El mes pasado quedaron demasiados homicidios sin resolver. Desapareci con un estremecimiento final de sus grasas. Durante varios segundos rein un gran silencio, en tanto se cerraba la puerta del apartamento. Luego, el inspector se encogi de hombros y cruz la estancia hacia Ellery. ste le ofreci una butaca y los dos susurraron varios minutos. A intervalos se oan las palabras libros y Bernice. El rostro del viejo inspector se iba alargando y ensombreciendo a medida que hablaba su hijo. Finalmente, sacudi la cabeza y se puso en pie. Un altercado ms all de la antesala hizo que todas las cabezas se girasen hacia all. La apasionada voz de una mujer y los gruidos de un hombre se intercalaban de manera extraa. Las aletas de la nariz de Westley temblaron y, atravesando el apartamento, abri la puerta.

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Marion French intentaba apartar a un lado la corpulenta figura de un guardia. -He de ver al inspector Queen! -gritaba la joven-. Mi padre...! Por favor, no me toque! Westley asi el brazo del detective con violencia y lo apart del umbral. -Quite las manos! -grit-. Ya le ensear yo a tratar a una dama... Habra atacado al detective de no haber Marion arrojado las manos en torno al cuerpo del muchacho. Por entonces, el inspector y Ellery estaban ya a su lado. -Eh, Ritter, aprtese! -exclam el inspector-. Qu le ocurre, seorita French? -Mi... mi padre -jade ella- . Oh, esto es cruel e inhumano. No ven que est enfermo, casi loco? Por favor, permitan que me lo lleve a casa! Acaba de desmayarse! Avanzaron por el pasillo. Varias personas rodeaban a Cyrus French, el cual estaba derribado sobre una silla, muy blanco el rostro. El mdico del bazar, menudo y moreno, estaba inclinado sobre French, con expresin angustiada. -Sin sentido? -pregunt el inspector preocupado. -Debera de estar en cama -asinti el galeno-. Se trata de un colapso peligroso. Ellery le susurr unas palabras a su padre. El viejo asinti y sacudi la cabeza. -No puedo correr riesgos, Ellery. Ese hombre est enfermo. Hizo una sea a dos policas y Cyrus French, con los brazos colgando, fue transportado hasta su apartamento y colocado encima de uno de los lechos. Un instante ms tarde, recobr el conocimiento. John Gray se abri paso y penetr raudamente en el dormitorio. -No puede terminar con ese estado de cosas, inspector? -rezong agriamente-. Exijo que enven a French inmediatamente a su casa! -No se aturrulle, seor Gray -le aconsej el inspector-. Se ir a su casa dentro de un momento. -Y yo le acompaar -replic Gray-. Me necesita. Hablar con el alcalde, inspector. Yo... -Cllese ya! -tron Queen con el rostro escarlata. Se volvi hacia el polica Ritter-. Busca un taxi. Tras una pausa que aprovech para inhalar un poco de rap, el inspector continu: -Seorita French -Marion se estremeci ante el tono irritado del viejo polica-, puede marcharse con su padre y el seor Gray. Pero, por favor, no se mueva de casa hasta que la visitemos esta misma tarde. Tendremos que inspeccionar su domicilio y tal vez interrogar al seor French... si est en condiciones para ello. Y... lo siento mucho, querida. La joven sonri a travs de sus hmedas pestaas. Westley pas rpidamente a su lado y la llev aparte. -Marion, cario... lamento que hayas tenido que soportar tanta brutalidad -tartamude-. Te hizo dao ese detective? -No seas tonto, querido -replic ella, abriendo los ojos con asombro-. Y no te compliques la vida con la Polica. Ayudar al seor Gray a llevar a pap a casa y me quedar all, tal como ha ordenado el inspector Queen. T... no estars en ningn lo, verdad? -Quin, yo? -ri el muchacho-. No dejes que tu preciosa cabecita se inquiete por m. Y en cuanto a la tienda, yo me ocupar de todo. Dselo as a tu padre cuando hables con l. Me amas...? Como nadie miraba, Westley se inclin con rapidez y la bes. Los ojos de la joven resplandecieron amorosamente. Cinco minutos ms tarde Cyrus French, Marion y John Gray haban abandonado el edificio, acompaados por un polica.

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Velie se acerc al inspector. -He puesto dos muchachos a trabajar sobre la pista de la chica Carmody -inform-. No se lo quise decir antes, estando aqu el comisario. Queen frunci el ceo y despus sonri. -Todos mis detectives se estn convirtiendo en traidores del Ayuntamiento -murmur-. Thomas, quiero que investigues los movimientos de la seora French a partir del momento en que anoche sali de su casa. Seran las once y cuarto. Probablemente tom un taxi, porque lleg aqu a las once cuarenta y cinco, lo que significa que pill el trfico de la salida de los teatros. De acuerdo? Velie asinti y se march. Ellery volvi a sentarse ante el escritorio, silbando quedamente, con una expresin distrada en sus pupilas. El inspector hizo entrar en la biblioteca a Mackenzie, el gerente del bazar. -Ha comprobado los movimientos de los empleados, seor Mackenzie? -le pregunt. -Mi ayudante me ha entregado hace poco un informe -respondi el otro-. Por lo que se ha podido determinar -Ellery era todo odos-, todos los empleados que se registraron ayer y hoy estuvieron en sus puestos. Precisamente, hoy todo ha sido regular a este respecto. Naturalmente, hay varios ausentes, cuyos nombres tengo aqu -indic la lista que llevaba en la mano-. Si desea investigar lo referente a ellos, tome la lista. -S, les echaremos una ojeada -afirm el inspector, cogiendo el papel. Volvise luego hacia un detective y le entreg la lista-. Bien, seor Mackenzie, ya pueden seguir trabajando como de costumbre. La tienda puede continuar con su rutina habitual, mas procuren que nada de esto trascienda an a la Prensa. Mantengan cerrado el escaparate de la Quinta Avenida y aguarden rdenes. Por algn tiempo tendr que continuar sellado. Nada ms. Puede irse. -Me gustara -intervino Ellery, cuando Mackenzie se hubo marchadoformularles una pregunta a los seores directores, pap, si no tienes inconveniente. -Ni siquiera he pensado en ellos -confes el inspector-. Hesse, haga pasar a Zorn, Marchbanks y Trask. Son los tres que quedan. El detective no tard en volver con los tres directores. Se mostraban colricos e inquietos, y Marchbanks mordisqueaba furiosamente un cigarrillo. El inspector le hizo una seal a su hijo y retrocedi un par de pasos. Ellery se puso en pie. -Slo una pregunta, caballeros, y creo que el inspector Queen les permitir marcharse. -Ya era hora -mascull Trask, mordindose el labio. -Seor Zorn -empez Ellery, ignorando al que acababa de hablar-, existe algn da especfico para las reuniones de la Junta de Directores? Zorn jugueteaba nerviosamente con la cadena de oro de su reloj. -S... s, claro. -Si no es mucho preguntar qu da? -Los viernes por la tarde, cada quince das. -Se adhieren estrictamente a esta rutina? -Pues... s. -Entonces, cmo hoy, siendo martes, haba asamblea? -Se trataba de una ocasin especial. El seor French nos convoca cuando lo exige el negocio. -Y las reuniones normales se celebran, sin tener en cuenta las especiales? -S. -Entonces, supongo que hubo una asamblea el viernes pasado.

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-S. Ellery volvise hacia Marchbanks y Traks. -Es correcta la declaracin del seor Zorn, caballeros? Ambos inclinaron hoscamente la cabeza. Ellery sonri, les dio las gracias y volvi a su asiento. El inspector sonri tambin, les dio las gracias a los tres directores y les comunic amablemente que podan marcharse. Los acompa a la puerta y le susurr sus instrucciones al polica que estaba de guardia. Zorn, Marchbanks y Trask abandonaron inmediatamente el apartamento. -El, ah fuera hay un tipo interesante -observ el inspector-. Vincent Carmody, el primer esposo de la seora French. Ser mejor verle. Hesse, dentro de dos minutos haz pasar a ese individuo. -Mientras estaban abajo, pap -inquiri Ellery-, comprobaste las entradas y salidas de anoche por la puerta de carga y descarga? -Seguro -asinti el inspector, tomando un polvillo de rap-. El, es una portalada muy graciosa, si me permites la expresin. Con el vigilante y el camionero dentro del cuchitril del primero, cualquiera pudo deslizarse dentro del edificio, especialmente de noche. Investigamos a fondo. Y ciertamente, parece que el asesino entr anoche por all. -Lo cual contesta a la pregunta de cmo entr -manifest indolentemente Ellery-, pero no a la de cmo sali. A las once y media qued cerrada esa puerta para el asesino. Y si sali por all, tuvo que hacerlo antes de dicha hora, verdad? -En cambio la seora French no lleg aqu hasta las once cuarenta y cinco, El -objet el inspector-, y segn Prouty la mataron hacia medianoche. Por consiguiente, cmo pudo el asesino marcharse antes de las once y media? -La respuesta es que no pudo y, por tanto, no se march antes. Existe alguna puerta por la que pudo pasar a la tienda desde el almacn? -Ninguna -gru el inspector-. Existe una puerta situada y disimulada entre las sombras del almacn. No estaba cerrada, puesto que nunca lo est, porque esos tipos dan por supuesto que si la puerta exterior se halla cerrada, la interior no tiene por qu estarlo. Bien, da directamente a un corredor paralelo al que pasa por delante del cuchitril del vigilante y se adentra hacia el edificio principal. En la oscuridad, debi resultar ridculamente fcil pasar por esa puerta, recorrer calladamente el corredor, dar la vuelta a la esquina y llegar al ascensor y la escalera. Probablemente es sta la respuesta. -Y la llave maestra del despachito del vigilante? -pregunt Ellery-. Dijo algo el vigilante de da? -Nada en absoluto -replic desconsoladamente el inspector-. Se llama OShane y jura que durante su turno esa llave no sali del cajn de su mesa, cajn que est bien cerrado. Se abri la puerta y entr Hesse acompaando a un individuo de elevada estatura, ojos penetrantes y barbilla gris. Era bien parecido, aunque de modo sofisticado, y su presencia deba dominar en cualquier ambiente. Ellery observ con inters la barbilla triangular. Vesta descuidadamente, con ropas de calidad. Se inclin envaradamente ante el inspector y aguard. Sus ojos examinaron atentamente a todos los presentes. -No tuve apenas oportunidad de hablar con usted abajo, seor Carmody -le espet el inspector Queen-, y deseo hacerle algunas preguntas. Sintese, por favor. Carmody dejse caer sobre una butaca. Salud con el gesto al joven Westley. -Veamos, seor Carmody -empez el inspector, pasendose por delante del escritorio al que estaba sentado Ellery-, se trata de varias preguntas poco importantes tal vez, pero necesarias. Hangstrom,

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listo? -mir al detective aludido, el cual asinti, con el cuaderno de taquigrafa en la mano. El inspector reanud su paseo. De repente levant la vista. Los ojos de Carmody parecan arder. -Seor Carmody, tengo entendido que es usted el nico propietario de los Estudios Holbein, y que se ocupa en antigedades. -Cierto asinti Carmody, con voz lenta, vibrante y deliberada. -Estuvo casado con la seora French, de la que se divorci hace siete aos? -Cierto tambin. El tono de Carmody indicaba finalidad, dejando emanar un gran dominio personal. -Ha visto a la seora French desde que se divorciaron? -S, muchas veces. -Socialmente? No exista ninguna tirantez en sus relaciones? -Ninguna. S, encontr a la seora French en varias reuniones y fiestas. El inspector estaba ligeramente sorprendido. El testigo contestaba exactamente a lo que se le preguntaba y nada ms. -Cuntas veces, seor Carmody? -Tal vez dos veces por semana durante la temporada social. -Y la vio por ltima vez... -El lunes por la noche de la semana pasada, en una cena ofrecida por la seora Standish Prince en su casa. -Habl con ella? -S -Carmody se estremeci ligeramente-. La seora French se interesaba por las antigedades, inters que cultiv durante nuestro matrimonio -pareca fabricado de acero, sin mostrar el menor rastro de emocin-. Conversamos un rato respecto a una butaca Chippendale que ella estaba ansiosa de obtener. -Y de nada ms, seor Carmody? -De nuestra hija. -Ah! -el inspector frunci los labios y se tirone del bigote-. Dejaron a la seorita Bernice Carmody bajo la custodia de su esposa despus del divorcio? -S. -Vea usted peridicamente a su hija? -S. Aunque la seora French obtuvo la custodia de nuestra hija, qued entendido que yo podra verla cuando quisiera. Por fin haba cierto color en el tono de voz. El inspector mir a Vincent Carmody fugazmente. Despus, inici otra serie de preguntas. -Seor Carmody, puede sugerir alguna explicacin para este crimen? -No, en absoluto -la voz de Carmody volvi a sonar helada. Sin razn aparente mir a Ellery, sosteniendo su mirada sobre el joven unos instantes. -Tena enemigos la seora French? -No. Se halla libre de la profundidad de carcter que a menudo crea animosidad en los dems. Carmody poda estar refirindose a una completa desconocida por su tono impersonal. -Ni siquiera usted, seor Carmody? -insinu suavemente el inspector. -Ni siquiera yo, inspector -repuso Carmody con e1 mismo tono helado--. Si esto le preocupa, mi amor por mi esposa se enfri durante nuestra vida conyugal, y cuando desapareci por entero ped el divorcio. La verdad es que no alimentaba ninguna amargura hacia ella... ni tampoco ahora. Naturalmente -aadi sin cambiar la inflexin de su tono-, tiene usted que aceptar mi palabra. -Pareca nerviosa la seora French las ltimas veces que usted la vio? No dijo si algo la perturbaba? No le dio la pista de alguna posible angustia?

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-Nuestras conversaciones, inspector, no eran de carcter ntimo. No observ nada raro en ella. La seora French era una mujer extraordinariamente prosaica. Le aseguro que no perteneca a esa clase de mujeres angustiadas. El inspector no respondi. Carmody continu sentado. Luego, habl sin previo aviso, sin pasin. Meramente, abri la boca y empez a hablar, mas result tan inesperado que el inspector sobresaltse violentamente y tom una pulgarada de rap para disimular su agitacin. -Inspector, evidentemente me est usted interrogando con la secreta esperanza de que yo tenga algo que ver con el crimen, o est en posesin de alguna informacin de vital inters. Bien, inspector, est perdiendo el tiempo. Crame -Carmody se inclin hacia delante con los ojos llameantes- cuando le digo que no tena el menor inters por la seora French... viva, ni lo tengo ahora que ha muerto. Ni en toda la tribu French. Slo me preocupa mi hija. Tengo entendido que ha desaparecido. Si es as, se trata de un juego sucio. Y si en su cerebro anida la menor idea de que mi hija sea una asesina... usted es tonto. Acabar por perpetrar un crimen contra una chica inocente si no emprende inmediatamente su bsqueda y trata de conocer los motivos de su desaparicin. A este respecto, obtendr usted mi mxima colaboracin. Si no la hace buscar inmediatamente, pondr sobre su rastro a una serie de detectives privados. Nada ms. Carmody se puso en pie y aguard nuevas preguntas. -Le aconsejo -murmur el inspector-, que en lo sucesivo, seor Carmody, use otro tono. Puede irse. Sin pronunciar otra palabra, el anticuario abandon el apartamento. -Bien, qu opinas del seor Carmody? -pregunt el inspector burlonamente. -Nunca he conocido a un anticuario que no fuese un poco excntrico -replic Ellery riendo--. Sin embargo, ste es un gato fro... Pap, deseara volver a ver al seor Lavery. El francs estaba plido y nervioso cuando lo acompaaron a la biblioteca. Pareca terriblemente cansado y se sent al momento, estirando sus largas piernas con un suspiro. -Podan haber puesto sillas en el corredor -se quej-. He tenido suerte de ser el ltimo! C'est la vie, hein? -se encogi de hombros resignadamente-. Puedo fumar? Encendi un cigarrillo sin aguardar respuesta. Ellery se levant y se desperez vigorosamente. Mir a Lavery, ste le mir a l, y ambos sonrieron sin razn aparente. -Ser brutalmente franco, seor Lavery -gru Ellery-. Usted es hombre de mundo. Y no se dejar dominar por un falso sentido de la discrecin. Seor Lavery, no sospech nunca, durante sus contactos con los seores French, que Bernice Carmody era adicta a las drogas? Lavery se sobresalt y mir rpidamente a Ellery con alarma en sus ojos. -Ya lo ha descubierto sin ver a la chica? Le felicito, seor Queen. A su pregunta contestar sin vacilar: S! -Oh, vamos... -protest Westley desde su rincn-. Cmo lo sabe, Lavery? En tan poco tiempo... -Conozco los sntomas, Weaver -replic el francs-. La tez demacrada, color azafrn; los ojos ligeramente desorbitados, los dientes en mal estado, el nerviosismo, la irritabilidad, cierto aspecto furtivo constante; la sbita histeria y la sbita serenidad... la excesiva delgadez, ms patente cada da... No, no era difcil diagnosticar la dolencia de esa joven -volvise hacia Ellery haciendo un gesto rpido con los dedos-. Naturalmente, mi opinin no es ms que eso, una opinin. No poseo ninguna clase de pruebas. Mas, a falta de un diagnstico mdico en contra, no tengo inconveniente en jurar que esa muchacha es una drogadicta en estado avanzado.

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-El viejo... -gru Westley. -Naturalmente, es algo que todos lamentamos -se apresur a murmurar el inspector-. Sospech al momento que era una drogadicta, seor Lavery? -Tan pronto como me fij en ella -confes enfticamente el francs-. Para m fue una verdadera sorpresa que los dems no reparasen en algo tan evidente. -Tal vez s lo saban... -musit Ellery, juntando las cejas. Bruscamente, hizo un gesto como rechazando una idea y volvi a dirigirse a Lavery. -Ha estado alguna vez en este apartamento, seor Lavery? -indag. -En el apartamento del seor French? -repiti el francs-. Todos los das. El seor French era muy amable, y yo he utilizado esta habitacin constantemente desde que llegu a Nueva York. -De acuerdo, nada ms -sonri Ellery-. Puede retirarse a su departamento de conferencias, si no es demasiado tarde, y dar su leccin de decoracin a los palurdos norteamericanos. Adis, caballero! Lavery se inclin, ense los dientes en una amplia sonrisa y sali del apartamento a grandes zancadas. Ellery sentse al escritorio y escribi vidamente en la solapa de su ya repleto cuaderno.

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OPINIONES E INFORMES El inspector Queen estaba napolenicamente en el centro de la biblioteca mirando hacia la puerta de la antesala. Murmur algo y fue girando la cabeza lentamente, de lado a lado, como un terrier. Llam a Crouther, el detective del bazar, quien ayudaba a uno de los fotgrafos junto a la puerta del cuarto de juegos. -Oiga, Crouther, usted se halla en situacin de saber una cosa -el inspector se llen la nariz de rap-. Esta puerta me la ha recordado. Por qu diablos se le ocurri a French poner un resorte especial en la puerta del corredor? Creo que, para tratarse de un apartamento poco utilizado, esta precaucin es excesiva. Crouther sonri desdeosamente. -No se caliente los cascos por esto, inspector -replic-. El viejo est loco por el aislamiento, nada ms. No le gusta que le interrumpan. -Pero una cerradura a prueba de ladrones en este edificio! -Bien -objet Crouther-, tiene usted que aceptarlo as, inspector. En realidad -baj la voz-, el viejo siempre ha sido un poco extrao en varios aspectos. Me acuerdo muy bien de la maana en que recib una orden escrita del viejo, con varias firmas y mucha palabrera, pidiendo la cerradura especial. Esto fue hace dos aos, cuando reconstruy el apartamento. Segu sus rdenes y un cerrajero fabric la cerradura especial con el resorte. Al viejo le encant. -Y por qu poner un hombre de vigilancia a la puerta? -continu el inspector-. Ciertamente, la cerradura ya es suficiente para mantener alejado a todo el mundo. -Bueno... -vacil Crouther-, al jefe le gusta tanto el aislamiento que ni siquiera tolera las llamadas a la puerta. Supongo que por esto me pide de vez en cuando que ponga a un muchacho de guardia. A mis chicos no les gusta estar de guardia aqu arriba. Ni siquiera pueden entrar en la antesala a sentarse. El inspector estudi unos instantes sus botas y llam a Westley.

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-Venga aqu, muchacho -el joven se acerc-. Qu hay detrs de esa mana de French por el aislamiento? Por lo que dice Crouther, este sitio es casi como una fortaleza. Quin diablos entra aqu, aparte de la familia? -Inspector, se trata slo de la idiosincrasia del viejo -repuso Westley-. No se lo tome en serio. Es bastante excntrico. Muy pocas personas penetran en este apartamento. Aparte de m, su familia inmediata, el grupo de directores, y el seor Lavery el mes pasado, prcticamente no se permite la entrada aqu a nadie de la organizacin. No, esto no es cierto, ya que el seor Mackenzie, el gerente, viene a veces a recibir rdenes del viejo. En realidad, estuvo aqu la semana anterior. Pero aparte de Mackenzie, este apartamento est cerrado para todos los dems. -Est en lo cierto, Weaver -asinti jocosamente Crouther. -Nada ms, inspector -finaliz el joven-. Ni siquiera Crouther ha estado aqu en los ltimos aos. -La ltima vez que estuve, antes de ahora record Crouther-, fue hace dos aos, cuando cambiaron los muebles. Y cranme -aadi enrojeciendo como recordando alguna gran injuria-, no hay derecho a tratar as al detective de un bazar. -Tendra que trabajar para nosotros, Crouther sonri el inspector-. Entonces sabra lo que es bueno. -Hubiera debido explicar -agreg Westley tmidamente-, que este tab se halla ms o menos limitado a los empleados. Aqu viene bastante gente, en su mayor parte visitantes citados por el viejo, y los relacionados con la Liga Antivicio. Casi todos clrigos. Y algunos polticos, no muchos. -S, es cierto -apoy Crouther. -Bien -gru el inspector, mirando de soslayo a los dos interrogados-, la cosa est mal para la chica Carmody, eh? Qu piensan ustedes? Westley pareci apenado y casi dio media vuelta. -No s, inspector -refunfu Crouther, dndose importancia-. Mis ideas sobre el caso... -Ah, sus ideas... -el inspector pareci sobresaltado y despus reprimi una sonrisa-. Cules son sus ideas, Crouther? Tal vez tengan algn valor. Ellery, que estaba sentado distradamente, escuchando la conversacin a medias, se meti el cuaderno en el bolsillo, se puso en pie y se acerc perezosamente al grupo. -Qu es esto, una autopsia? -pregunt sonriendo-. Cules son sus ideas sobre este caso, Crouther? El detective del bazar pareci embarazado y se movi con inquietud. De pronto, cuadr los hombros y se decidi a hablar, adoptando gozosamente el papel de orador. -Creo... -Ah! -exclam el inspector. -Creo -repiti Crouther- que la seorita Carmody es una vctima. S, seor, una vctima a la que desean colgarle el crimen! -No... -murmur Ellery. -Adelante -orden el inspector con curiosidad. -Resulta tan claro como el caldo de un asilo, con su perdn, inspector. Ha odo hablar de una hija que se haya cargado a su madre? No es natural. -Pero los naipes, Crouther, los zapatos y el sombrero... -record gentilmente el inspector. -Un truco, inspector -objet el otro-. No cuesta mucho plantar un par de zapatos y un sombrero. No, seor, nadie me har creer que esa chica cometi la faena. No lo creo, vaya. Yo poseo sentido comn... Que la chica mat a la madre? Nunca en la vida!

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-S, no est mal -concedi el inspector-. Y ya que est analizando el crimen, qu opina del chal de la seorita Marion? Cree que sta est complicada en algn modo? -Quin, la chiquita? -gru Crouther-. Otro truco. O alguien dej el chal por equivocacin. No es difcil tampoco plantar un chal. -Entonces -intervino Ellery-, cmo calificara usted este caso? -Tal vez no me crea usted -opin Crouther-, pero a m me parece un caso de asesinato y secuestro. No puedo explicrmelo de otro modo. -Asesinato y secuestro? -repiti Ellery-. No es mala idea. Bien explicado, Crouther. El detective resplandeca. Westley, que haba reprimido voluntariamente todo comentario, exhal un suspiro de alivio cuando se produjo una llamada a la puerta. El guardia del pasillo exterior abri para dejar paso a un hombrecillo completamente calvo, que llevaba una cartera abultada. -Buenas tardes, Jimmy -le salud animadamente el inspector-. Lleva algo para nosotros en esa cartera? -Seguro, inspector -asinti el hombrecillo-. He venido lo antes posible. Hola, Ellery. -Encantado de verle, Jimmy -repuso Ellery, con expresin expectante. En aquel momento, penetraron atropelladamente en la biblioteca varios fotgrafos y expertos en huellas dactilares. Jimmy los salud a todos por el nombre. -Ya hemos terminado, inspector -anunci uno-. Algo ms? -No, por el momento -respondi Queen, volvindose hacia el grupo-. Has encontrado algo? -Muchas huellas -inform uno-, pero prcticamente todas en esta habitacin. Ninguna en el cuarto de juego ni en el dormitorio, salvo algunas del seor Ellery Queen. -A1go extrao en las impresiones de esta habitacin? -Es difcil decirlo. Si la Junta de Directores ha estado toda la maana en esta biblioteca, las huellas sern todas legtimas. Aunque tendremos que comprobarlas. De acuerdo, inspector? -De acuerdo. El inspector volvise hacia el detective del bazar. -Crouther, hasta la vista. -Adis -salud el detective, saliendo detrs del grupo de expertos y fotgrafos. El inspector, Westley y el llamado Jimmy, junto con Ellery, continuaron de pie en el centro de la biblioteca. Los detectives agregados personalmente al inspector se hallaban en la antesala, hablando en voz baja. El inspector cerr la puerta de comunicacin y volvi hacia el grupo, frotndose las manos. -Bien, seor Weaver... -mascull. -Est bien, pap -se apresur a sonrer Ellery-. No hay secretos para Wes. Jimmy, si tiene algo que comunicar, hgalo inmediatamente y tambin de manera grfica. -Est bien -el calvo se rasc su lironda cabeza-. Qu desean saber? Meti la mano en la cartera y reapareci asiendo un artculo envuelto en papel de seda. Lo desenvolvi cuidadosamente y uno de los sujetalibros de nice qued al descubierto. El segundo nice, tambin envuelto en papel de seda, fue colocado encima del escritorio. -Los sujetalibros, eh? -murmur el inspector, inclinndose pare examinar lee lneas del pegamento de la base. -Qu eran, Jimmy -Ellery fue directamente al grano- los granitos de polvo que le envi? -Polvo corriente para sacar huellas dactilares -contest Jimmy al momento-. De la variedad blanca. Aunque de qu modo se incrust en el nice... lo ignoro.

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-De acuerdo -sonri Ellery-. Polvillo para huellas dactilares, eh? Hall algo ms en el pegamento? -Pues s -asinti el calvo-. Sobre todo, polvo ordinario. Bueno, en los sujetalibros no hay ninguna huella, aparte de las suyas, seor Queen. El inspector Queen pase su mirada de Jimmy a Westley y Ellery, con una extraa luminosidad en su expresin. Su mano hurg nerviosamente dentro de la cajita de rap. -Polvo para huellas dactilares! -exclam asombrado-. Es posible que...? -No, ya he comprobado lo que ests pensando, pap -intervino Ellery apresuradamente-. Nadie de la Polica penetr aqu antes que yo. Y fui yo quien descubri el polvillo. En realidad, al momento vi de qu se trataba, pero quise asegurarme. Si piensas que alguno de tus muchachos espolvore los sujetalibros, olvdalo. -Entonces, comprendes lo que esto significa, claro -exclam el inspector muy excitado-. Yo he pasado por toda clase de experiencias -aadi-, con criminales que usaban guantes. En realidad, sta es una de las costumbres de la profesin, incluso en las novelas. Guantes, medias, lonas, fieltro... todo utilizado para no dejar huellas dactilares o para destruir las dejadas. Pero esto... esto parece obra de... -Un supercriminal? -sugiri Westley. -Exactamente. Un supercriminal! -proclam el viejo inspector-. Como en una novela barata, eh? La mayora de los policas se burlan de las mentes supercriminales. Pero yo las he conocido... Unos pajarracos raros y estupendos... -contempl a su hijo con desconfianza-. Ellery, el hombre, o la mujer que cometi este crimen no es un criminal vulgar. l, o ella, tuvo gran cuidado al cometer el asesinato y luego, no satisfecho con el uso de guantes, espolvore la habitacin con un producto utilizado por la Polica para detectar huellas dactilares, para encontrar las suyas y borrarlas... No existe en mi cerebro la menor duda de que estamos luchando contra una mente prodigiosa, con un delincuente que est por encima del criminal medio. -Un supercriminal... -murmur Ellery. Despus, se encogi de hombros-. S, eso parece... El individuo comete el crimen en esta habitacin y se toma la enorme molestia de buscar y borrar sus posibles huellas. Dej algunas? Quizs. Y tal vez la faena que tena que cometer era tan delicada que impeda el uso de guantes... No est mal la idea, eh, pap? -Pero carece de sentido -gru el inspector-. No veo qu pudo hacer para no poder llevar unos guantes. -Tambin sobre esto tengo una idea -observ Ellery-. Mas no la dir por el momento. No utiliz guantes y estaba seguro de haber dejado sus huellas en los sujetalibros... los cuales, por tanto, se hallan relacionados con lo que llev a cabo. Muy bien! Se limit a restregar la superficie de los nices para borrar sus huellas? No! En cambio, cogi el polvo adecuado y espolvore delicadamente los sujetalibros, y donde hall un manchn se apresur a borrarlo. De este modo, se asegur de no dejar huellas. Muy listo! Aunque un poco molesto... evidentemente el criminal jugaba con su vida y no quiso correr riesgos. No aadi el joven lentamente-, no quiso correr riesgos. Se produjo un leve silencio, roto solamente por el susurro de la mano de Jimmy al acariciarse su bola de billar. -Al menos -coment el inspector impacientemente-, ya no tenemos que buscar ms huellas aqu. El criminal que se tom tantas molestias no debi dejar ninguna. Por tanto, olvidmoslo por el momento y pasemos a otra cosa. Jimmy, envuelva de nuevo los sujetalibros y llveselos a la Central. Har que le acompae uno de mis muchachos. No quiero correr riesgos.

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-De acuerdo, inspector -asinti el calvo, envolviendo de nuevo las dos piezas de nice y guardndolas en la cartera. Acto seguido, exclam alegremente-. Bien, hasta la vista, amigos. Y desapareci del apartamento. -Ahora, seor Weaver -dijo el inspector, instalndose cmodamente en una butaca-, charlemos un poco y sepamos algo de los individuos a quienes hemos conocido esta tarde. Sintate, Ellery, que me pones nervioso. Ellery sonri y regres al escritorio, por el que pareca sentir gran apasionamiento. Westley se dej caer en una butaca, resignadamente. -Lo que usted mande, inspector -murmur, mirando a Ellery, el cual mantuvo la vista fija en los libros del escritorio. -Como introduccin -empez el inspector animadamente-, cuntenos algo de su jefe. Un tipo raro, eh? Tal vez su labor en la Liga Antivicio lo ha vuelto un poco tarumba, no? -Creo que juzga usted al viejo equivocadamente -replic el joven secretario con tono fatigado-. Es el hombre ms bueno y generoso del mundo. Si puede usted concebir una mezcla de pureza arturiana con una decidida estrechez de apariencia, llegar a comprenderle. No es hombre de mente liberal, en el sentido generalmente aceptado del trmino. Posee una voluntad de hierro, de lo contrario no sera el jefe de la Liga Antivicio. Odia al vicio instintivamente y ciertamente en su familia nunca ha habido el menor escndalo ni se ha producido ningn crimen. Por esto, el de ahora le ha herido tan profundamente. Probablemente se asusta ante la indebida propaganda de que ser objeto en la Prensa: ESPOSA DEL JEFE DE LA LIGA ANTIVICIO ASESINADA ALEVOSAMENTE.. o lo que sea. Adems, creo que amaba tiernamente a su esposa. No creo que ella le amase... -el joven vacil, pero continu con lealtad-, a pesar de que siempre se mostr buena con l. Naturalmente, era bastante ms joven que el viejo. El inspector tosi. Ellery contempl a su amigo con mirada lastimera, pero sus pensamientos estaban lejos de all. Tal vez en los libros, ya que estaba jugueteando con ellos. -Diga, Weaver -pidi el inspector-, observ algo... algo anormal ltimamente en las acciones del seor French? Mejor an, sabe personalmente algo que pudo preocuparle secretamente en los pasados meses? Westley guard silencio varios segundos. -Inspector -murmur al fin con franqueza-, yo s muchas cosas del seor French, su familia y sus amistades. Pero no soy ningn chismoso. Debe comprender que esta situacin me resulta muy embarazosa. Es difcil traicionar confidencias. El inspector pareci complacido. -Ha hablado como un hombre, seor Weaver. Ahora, Ellery, contesta a tu amigo. Ellery contempl compasivamente al joven. -Wes, querido, han matado a un ser humano a sangre fra. Nuestra misin consiste en castigar al asesino que arrebat tal vida. No puedo estar en tu cerebro, pues s que es difcil para una persona consciente airear secretos de familia, pero en tu lugar, yo hablara. Porque, Wes Ellery hizo una leve pausa-, t no ests entre policas sino entre amigos. -Conforme, hablar -decidi Westley-, y ojal sirva para bien. Creo que ha preguntado si hubo algo anormal en las acciones del viejo en los ltimos meses, verdad, inspector? Pues s, ha dado usted en el clavo. El seor French se hallaba secretamente preocupado, trastornado porque... -Por qu?

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-Porque -aadi Westley- hace unos meses se desarroll una desdichada amistad entre la seora French y... el seor Cornelius Zorn. -Zorn, eh? -coment el inspector en voz baja-. Un lo amoroso, verdad? -Eso temo. Aunque ignoro qu vio ella en l... Oh, ahora s estoy chismeando. Lo cierto es que se vean a menudo, tanto que incluso el viejo, el hombre ms ingenuo del mundo, comprendi que pasaba algo. -Nada definido, supongo. -No creo que ocurriese algo definido, inspector. Y naturalmente, el seor French ni siquiera le insinu nada a su mujer. No quiso herir sus sentimientos. Pero yo s que estaba hondamente conmovido, porque una vez dej escapar algo en mi presencia, que me dio a entender su estado de nimo. Claro que estoy convencido de que esperaba que todo terminase bien. -Supongo que Zorn no opinaba lo mismo... -Indudablemente. Zorn no intent nunca ocultar sus sentimientos hacia la seora French. Inspector, era una mujer atractiva. Y Zorn es un imbcil. Oh, perdn. Lo cierto es que rompi una vieja amistad cuando empez a salir con la esposa del viejo. Creo que fue esto, ms que nada, lo que apesar al seor French. -Est casado Zorn? -intervino Ellery. -Oh, s -replic el joven, mirando fijamente a su amigo-. Sophia Zorn tambin es una mujer rara. Creo que odiaba a la seora French, pues en su rostro no haba nunca la menor simpata hacia ella. Un tipo bastante singular esa mujer. -Ama a Zorn? -Es difcil saberlo. Posee un gran sentido de la posesin, motivo por el que se muestra muy celosa. Esto lo demostraba en todas las oportunidades posibles, lo cual nos pona violentos a todos. -Supongo que es conocimiento comn -sonri torvamente el inspector-. Esas cosas siempre lo son. -Demasiado comn -replic tristemente Westley-. Todo el asunto fue pura farsa. Dios mo, hubo veces en que yo mismo me sent impulsado a estrangular a la seora French! Estaba matando al viejo! -Pues no haga esta declaracin delante del comisario Welles, Wes -sonri el inspector-. Cules son los sentimientos de French hacia sus familiares? -Amaba a la seora French... mostrndose sumamente corts y considerado con ella -repuso Westley-. En cuanto a Marion -se abrillant su mirada-, siempre ha sido la nia de sus ojos. Un amor perfecto entre padre e hija. Para m... esto no es grato -aadi pesaroso. -Lo comprend por la frialdad con que se trataban ustedes -coment secamente el inspector. Westley enrojeci-. Y Bernice? -Bernice y el seor French? Oh, lo que cabra esperar en estas circunstancias. El viejo es justo en todas sus cosas. Naturalmente, Bernice no es hija suya y no puede amarla como a Marion, por ejemplo. Pero a ambas las trata exactamente igual. Las dos obtienen su atencin, y les concede la misma pensin, les compra las mismas ropas... No existe entre ambas la menor diferencia en el nimo del viejo. Aunque, claro, una es su hija y la otra su hijastra. -Lo cual es un epigrama -sonri Ellery-. Di, Wes, qu hay entre la seora French y Carmody? Ya has odo su declaracin... Es la verdad? -Ha dicho la verdad exacta -corrobor el joven-. Ese hombre es un enigma, con la sangre fra de un pez, salvo en lo tocante a Bernice. Pero trat a la seora French, despus del divorcio, como una necesidad social. -A propsito, por qu fue el divorcio? -quiso saber el inspector. -Infidelidad por parte de Carmody -explic Westley-. Diantre, estoy ms chismoso que una portera. La verdad es que Carmody se dej atrapar

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en una habitacin de hotel con una damita de un coro, y aunque el asunto se silenci, acab por transpirar. La seora French, que en aquellos tiempos era muy moral, inmediatamente solicit el divorcio, que consigui, junto con la custodia de Bernice. -No deba de ser muy moral -intervino Ellery-, segn implica su asunto con Zorn. Ms bien deba saber de qu lado del pan estaba la mantequilla y decidi que haba otros peces en el mar y... -Un discurso complicado -coment Westley-, pero entiendo perfectamente. -Empiezo a comprender diversos aspectos del carcter de la difunta -observ Ellery-. Ese tipo, Marchbanks, es su hermano, verdad? -S, mas se odian a muerte... mejor dicho, se odiaban -puntualiz Westley-. Marchbanks tampoco es trigo limpio. De todos modos se vean muy poco los dos. Lo cual resultaba un poco molesto para el viejo, porque Marchbanks llevaba muchos aos como director de esta empresa. -Tambin est claro que bebe demasiado -dijo el inspector-. Se llevan bien Marchbanks y French? -Tienen muy poco contacto social -aclar Westley-. En cambio en el negocio se conllevan bien; aunque esto se debe a la gran sensibilidad del viejo. -Por el momento, slo tengo curiosidad por otro miembro de este caso -manifest el inspector-. Se trata del caballero de la Junta de Directores llamado Trask. Tiene algn contacto con la familia French? -Pues s... -afirm el joven, aadiendo con asco-: Oh, me siento como una vecina de barrio cualquiera. Ver, el seor Melville Trask forma parte de la Junta por pura tradicin. Su padre ya era socio, y al morir el viejo Trask le sucedi su hijo. No quera, pero finalmente acept el cargo, slo como un adorno personal. No tiene ni chispa de cerebro, a pesar de que es muy astuto. En realidad, Traks ha cortejado a Bernice ltimamente, con bastante asiduidad. -Interesante -murmur Ellery-. Por qu motivo, Wes? Por la fortuna de la familia? -Has dado exactamente en el clavo -asinti el joven-. El viejo Trask perdi mucho en el mercado de valores, y su hijo ha llegado a un punto de irremediable ahogo. Por tanto, me imagino que ha planeado un matrimonio de conveniencia. Y ah entra Bernice. Trask la ha estado asediando, cortejando y adulando a su madre. Al final consigui atraer la atencin de la muchacha (ha tenido tan pocos admiradores, pobre muchacha!) y supongo que estn ms o menos prometidos. Nada oficial, claro. -Oposicin? -pregunt el inspector. -S, principalmente por parte del viejo. Cree deber suyo proteger a su hijastra contra un hombre como Trask. ste es un granuja de la peor especie. La pobre chica pasara una vida perruna a su lado. -Wes, por qu est Trask tan seguro de que Bernice heredar una fortuna? -inquiri sbitamente Ellery. -Bueno... -vacil Westley-, la seora French era rica por s misma. y, claro est, no era ningn secreto que al morir ella... -Todo ira a parar a Bernice -concluy el inspector. -Interesante -coment Ellery, ponindose en pie y desperezndose-. Y sin ningn motivo, ahora recuerdo que no he probado bocado desde esta maana. Salgamos a tomar un bocado y una jarra de cerveza. Algo ms, pap? -Nada -neg a viejo, volviendo a caer en su habitual malhumor-. Cerraremos esto. Hangstrom! Hesse! Coged esas colillas y esos naipes y metedlo todo en mi cartera. Tambin los zapatos y el sombrero... Ellery cogi los cinco libros del escritorio y se los entreg a Hangstrom. -Llvese esto tambin, Hangstrom -le dijo-. Todo va a la Central, verdad, pap? -Claro.

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-Entonces, Hagstrom, me los llevar yo mismo -aadi Ellery. El polica los envolvi cuidadosamente en un papel manila, y entreg el paquete a Ellery. Westley cogi su sombrero y su abrigo de un armario del dormitorio y l, junto con el inspector y Ellery, precedidos por los detectives, salieron del apartamento. Ellery fue el ltimo en salir. Ya en el corredor, con la mano sobre el pomo de la puerta exterior, pas lentamente la mirada desde el apartamento al paquete que tena en la mano. -As termina la primera leccin -murmur. Apart la mano y la puerta se cerr automticamente. Dos minutos ms tarde, slo quedaba en el corredor un guardia de uniforme, sentado en una silla, leyendo un peridico.

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TERCER EPISODIO
La caza del hombre es una de las profesiones ms extraas y apasionantes del mundo. Emociona... en la proporcin exacta del cazador. Llega a su completa realizacin en el investigador que observa microscpicamente los fenmenos de un crimen, ensamblndolos precisamente y ejercitando el don de imaginacin concedido por Dios; as concierta una teora que abarca TODOS los fenmenos sin omitir ninguno, ni una miga de hecho... Penetracin, paciencia pasin, son las cualidades raramente combinadas que compone el genio de la investigacin criminal, lo mismo que compone el genio de toda profesin, a menos que se excepten las artes extramundanas... De Hay un hampa, James Redix (el Viejo).

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TABACO La mansin de Cyrus French daba al ro Hudson, en la parte inferior de Riverside Drive. Era vieja, sombra; se hallaba bastante separada del Drive y rodeada por macizos de flores y plantas. Una verja circundaba la propiedad. Cuando el inspector Queen, Ellery y Westley penetraron en el vestbulo, encontraron al sargento Velie enzarzado en animada conversacin con otro detective. ste desapareci al entrar el terceto y Velie mir a su superior con expresin aturdida. -Hemos tropezado con algo, inspector -comunic con su voz de bajo-. Hemos conseguido hallar al taxi que alquil la seora French anoche, casi a las once. Era uno de la compaa Yellows que recorre regularmente este distrito. El chofer ha recordado inmediatamente el rostro de su pasajera. -Y supongo... -rezong hoscamente el inspector. -Nada importante -Velie se encogi de hombros-. La mujer subi al taxi, casi delante de esta casa, hacia las once y pico de anoche. Le orden llevarla a la Quinta Avenida. Y el taxista obedeci. En la Calle 39 la mujer le orden parar y salt a tierra. Abon la carrera y el coche se alej. El conductor no la vio cruzar la calle. Nada ms. -No es mucho -murmur Ellery-. No efectuaron ninguna parada durante el trayecto, ni se comunic ella con nadie? -Se lo pregunt al chofer. Nada de eso. Ella no le dio ninguna otra orden al taxista hasta llegar a la Calle 39. Naturalmente, el trfico era denso y el coche tuvo que frenar varias veces. Es posible que alguien se asomara a la ventanilla para hablar unas palabras con la dama en una de tales ocasiones. Sin embargo, el taxista lo niega. -Y debe estar en lo cierto -suspir el inspector. Una doncella recogi los abrigos y los sombreros e inmediatamente apareci Marion French. Estrech cariosamente la mano de Westley, les sonri a ambos Queen y se puso a su disposicin. -No, seorita French, por el momento no queremos hablar con usted -neg el inspector-. Cmo est su padre? -Mucho mejor -la joven hizo una mueca de disculpa-. En el apartamento me comport bastante mal, seor Queen. S que usted ya me ha perdonado... Pero ver desmayado a pap me hizo perder el control.

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-No hay nada que perdonar, Marion -gru Westley-. Al menos eso creo. El inspector no se dio cuenta de lo mal que estaba tu padre. -Vamos, Westley -sonri el inspector-. Seorita French, cree que su padre podr recibirnos, aunque sea dentro de media hora? -Bueno... Si lo permite el mdico, inspector. Oh, pero sintense. Me ha trastornado tanto todo esto... Estoy confusa, aturdida... -una sombra oscureci su semblante. Todos aceptaron las butacas-. Inspector -continu la joven-, hay una enfermera con pap, y el mdico. Un amigo. Y el seor Gray. Quiere que vaya a ver si...? -Claro, querida. Y dgale a la seorita Hortense Underhill que venga un instante. Cuando Marion sali del saln, Westley se disculp y corri tras ella. -Oh, Wes... -exclam la muchacha, un instante despus en el pasillo. Se produjo un sbito silencio y un chasquido sospechoso. Finalmente, un rumor de pasos alejndose. -Creo que ha sido un saludo a la diosa Venus -murmur Ellery-. No s por qu el viejo Cyrus se opone a que Wes sea su yerno. Supongo que desea riqueza y buena situacin para su hija. -De veras? -Bueno, no s. -Bien, no es asunto nuestro -suspir el inspector, tomando un polvo de rap-. Thomas -aadi-, qu se sabe de Bernice Carmody? Algn rastro? Velie mostr una cara ms larga que de ordinario. -Uno, que apenas puede ayudarnos. Ayer por la tarde vieron a esa chica al salir de esta casa. La persona que la vio es un vigilante del barrio. La conoce de vista. La vio andar a buen paso hacia la Calle 72, bajando por el Drive. No se reuni con nadie y pareca encaminarse hacia un sitio definido, con bastante prisa. El vigilante slo le concedi un vistazo, por lo que ignora si descendi un trecho largo por el Drive o torci por una calle lateral. -Malo, malo -gru el inspector-. Esa chica es altamente importante, Thomas -suspir-. Pon ms chicos al trabajo si lo juzgas necesario. Tenemos que localizarla. Supongo que posees su descripcin completa, ropas y dems. -S -asinti Velie-, y ya la buscan cuatro hombres. Hortense Underhill entr en el saln. Ellery se puso en pie. -Pap, te presento a la seorita Underhill, ama de llaves. Seorita Underhill, mi padre, el inspector Queen. Desea formularle unas preguntas. -Para esto he venido -asinti ella. -Hum... -gru el inspector a guisa de introduccin-. Mi hijo me ha contado, seorita Underhill, que la seorita Carmody sali de esta casa ayer por la tarde contra los deseos de su madre... Que en realidad, sali furtivamente. Es cierto? -Completamente -afirm la mujer, mirando malvolamente a Ellery. Luego sonri-. Aunque no comprendo que esto tenga algo que ver con el caso. -Opino lo contrario -rezong el viejo-. Era normal ese procedimiento en la seorita Carmody? Me refiero a salir a escondidas de su madre. -Ignoro qu quiere usted dar a entender, seor inspector -replic framente el ama de gobierno-, pero si desea implicar a esa chica... S, el ltimo mes lo hizo varias veces. Sali de casa sin decir nada y estuvo fuera unas tres horas en cada ocasin. Al regreso siempre sostuvo un altercado con la pobre seora French. -Usted no sabe, claro, adnde iba -pregunt lentamente Ellery-. O lo que deca la seora French en dichos... hum... altercados.

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Hortense Underhill hizo chascar los dientes de modo desagradable. -No. Tampoco su madre saba adnde iba su hija. Por esto rean. Y Bernice nunca lo dijo. Se limitaba a sentarse tranquilamente y dejar que su madre chillara... Excepto la ltima semana. Fue entonces cuando hubo la gran escena. -Oh, algo extraordinario, eh? -inquiri Ellery-. Y supongo que la seora French se enter entonces de la verdad, no? El ama de llaves se permiti una expresin de sorpresa que endureci sus facciones. -S, eso creo -afirm ms quedamente que antes. De pronto favoreci a Ellery con una mirada de inters-. Pero ignoro de qu se trataba. S, creo que la seora French descubri adnde iba su hija, y que la pelea fue por este motivo. -Cundo tuvo lugar, seorita Underhill? -intervino el inspector. -El lunes hizo ocho das. Ellery silb en tono bajo. l y el inspector cambiaron expresivas miradas. El inspector inclinse hacia delante. -Dgame, seorita Underhill, los das en que la seorita Carmody desapareca por tres horas... recuerda si eran siempre los mismos de la semana o diferentes? Hortense Underhill traslad la mirada de padre a hijo, abri la boca, medit Un instante y volvi a centrar la mirada en el inspector. -Pensndolo bien -dijo lentamente-, no era siempre en lunes. Recuerdo un martes, un mircoles y un jueves... Creo que cada semana se trataba de un da consecutivo... Qu puede significar esto? -Ms, seorita Underhill -manifest Ellery frunciendo el ceo-, de lo que ahora podemos adivinar. Ha tocado alguien los dormitorios de la seora French y la seorita Carmody desde esta maana? -No. Cuando me enter del asesinato cometido en el bazar cerr los dos dormitorios. No saba si... -...si sera importante, verdad, seorita Underhill? -termin por ella Ellery-. Fue usted muy lista. Quiere, por favor, guiarnos arriba? El ama de llaves se levant sin decir nada y, saliendo del saln, recorri un pasillo hasta llegar a una amplia escalera, seguida por los tres hombres. La mujer se detuvo en el segundo piso y abri una puerta con una llave que separ de un manojo. -ste es el cuarto de Bernice -anunci, hacindose a un lado. Penetraron en un dormitorio, de color verde y marfil, amueblado con muebles anticuados. Un enorme lecho endoselado dominaba la habitacin. A pesar de los espejos, los colores y algunos artculos exticos, la habitacin resultaba deprimente. Muy fra e impersonal. Los rayos del sol se filtraban por tres anchos ventanales, y en vez de prestar calor al ambiente general, contribuan, de forma grotesca, a enfriarlo. Los ojos de Ellery no se ocuparon de tal cosa. Inmediatamente los enfoc en una mesita de talla que haba junto a la cama, donde reposaba un cenicero lleno de colillas. Rpidamente atraves la estancia y cogi el cenicero. Despus, volvi a dejarlo en la mesita con un extrao brillo en sus pupilas. -Se hallaba este cenicero aqu esta maana, cuando cerr usted la puerta, seorita Underhill? -inquiri el joven. -S, no toqu nada. -Entonces, no han limpiado esta habitacin desde el domingo, verdad? El ama de llaves enrojeci. -Se limpi el lunes por la maana, cuando se levant Bernice -replic-. No quiero ninguna imputacin contra mi empleo, seor Queen! Yo... -Pero, por qu no el lunes por la tarde? -la interrumpi Ellery sonriendo.

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-Porque Bernice ech a la doncella cuando estuvo hecha la cama -suspir el ama de llaves-. Y la chica no tuvo tiempo de vaciar el cenicero. Espero que esto le deje satisfecho! -Oh, s -murmur Ellery-. Pap... Velie, acrquense un momento. Ellery seal silenciosamente las colillas. Al menos haba treinta en el cenicero. Todos los cigarrillos, sin excepcin, pertenecan a una variedad turca, y todos los haban fumado hasta un cuarto de su longitud, aplastndolos luego. El inspector cogi una colilla y observ una palabra estampada en oro cerca de la punta. -Bueno, qu tiene esto de raro? -mascull-. Pertenecen a la misma marca que las colillas encontradas en la mesa de juego del apartamento. La chica deba estar muy nerviosa. -La longitud, pap, la longitud -se impacient Ellery-. Bien, no importa... Seorita Underhill, la seorita Carmody fuma siempre La Duchesse? -S, seor -asinti ella con desgana-. Y demasiados para su salud. Se los vende un griego con un nombre muy raro... Xanthos, creo, el cual los fabrica por encargo especial para las jovencitas de la clase alta. Perfumados! -Mediante pedido, eh? -Exacto. Cuando la provisin de Bernice se agota, se limita a repetir un pedido, o sea una caja de quinientos. Y aunque se trata de un vicio, la pobre chica no tiene culpa alguna, puesto que muchas muchachas de su edad y posicin tienen el mismo hbito... aunque ella fuma con exceso para su edad y el bien de su salud. Su madre no ha fumado jams, lo mismo que Marion y el seor French. -S, s, sabemos todo esto, seorita Underhill, muchas gracias. Ellery sac un sobre glaseado de su estuchito de herramientas y verti en su interior el contenido del cenicero. Luego le entreg el sobre a Velie. -Ser mejor que guarde esto junto con los dems artculos relacionados con este caso -aconsej-. Creo que en la recapitulacin final resultar de gran inters. Y ahora, seorita Underhill, si puede concedernos algunos minutos ms...

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DE NUEVO LAS LLAVES Ellery inspeccion rpidamente la habitacin y se acerc a una puerta que se abra en una pared lateral. Abri y profiri una exclamacin de satisfaccin. Se trataba de un armario atestado de prendas femeninas: vestidos, abrigos, zapatos y sombreros en profusin. Volvise otra vez hacia Hortense Underhill, que le contemplaba con cierta inquietud. Apret los labios cuando vio que el joven detective pasaba su mano por los vestidos colgados del perchero. -Seorita Underhill, dijo usted que la seorita Carmody no haba vuelto al apartamento desde hace varios meses? La mujer asinti. -Recuerda qu ropas llevaba entonces? -Oh, seor Queen -objet ella con tono rgido-, no tengo tanta memoria como usted cree. Cmo podra acordarme de este detalle? -Muy bien -sonri Ellery-. Dnde est la llave del apartamento, propiedad de la seorita Carmody? -Oh... -el ama de gobierno estaba realmente sobresaltada-. Es gracioso... Me refiero a su pregunta. Porque precisamente ayer por la

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maana, Bernice me dijo que haba extraviado su llave y me pidi que le dejara una de las llaves para hacer un duplicado. -Extraviada, eh? -Ellery estaba desalentado-. Est segura, seorita Underhill? -Como se lo digo. -Bueno, no har ningn mal registrar un poco -respondi Ellery animosamente-. Velie, ayude un poco. No te importa, verdad, pap? Al cabo de un instante, Ellery y el sargento estaban registrando el armario con furiosa determinacin, con acompaamiento de las risitas del inspector y los respingos de indignacin de Hortense Underhill. -En realidad -murmur Ellery, apretando los dientes, y palpando rpidamente las manos por los vestidos-, la gente no suele perder las cosas. Slo se lo imaginan. En este caso, la seorita Carmody buscara en los lugares ms obvios y abandon la bsqueda. Probablemente no mir en las prendas debidas. -Ah, aqu est, seor! -Esplndido, Velie! El sargento sostena en alto un abrigo de pieles. En la mano izquierda reluca una llave con el disquito de oro. -En un bolsillo interior, seor Queen. Seguramente, cuando la seorita Carmody us este abrigo por ltima vez, haca bastante fro. -Sutil y complicado -coment Ellery, cogiendo la llave. Era un duplicado exacto de la llave de Westley, que Ellery sac de su bolsillo y comparado con la ltima encontrada, era como su hermana gemela, salvo por las iniciales B. C. grabadas en el disco. -Por qu quieres todas las llaves, El? -pregunt el inspector-. No veo el motivo... -Oh, pap, t posees enormes poderes de perspicacia -replic Ellery con gravedad-. Cmo sabes que deseo tener todas las llaves? S, tienes razn, las quiero y pronto tendr toda la coleccin. El motivo es tan claro como el caldo del asilo de que habl Crouther. Sencillamente, no quiero que, por ahora, entre nadie en el apartamento. Metise las dos llaves en el bolsillo y se volvi hacia la huraa ama de llaves. -Quiso la seorita Carmody que le fabricasen un duplicado de la llave? -indag. -Por lo menos, yo no lo encargu -refut la seorita Underhill-. Porque, pensndolo bien, no saba si Bernice se burlaba de m cuando dijo que haba extraviado la llave. Y ayer tarde ocurri algo que me tuvo indecisa, y opin que era mejor aguardar a que ella volviese a hablarme de la llave. -Qu ocurri, seorita Underhill? -inquiri el inspector, amablemente. -A decir verdad, algo raro -replic ella pensativamente. De repente, sus ojos centellearon y su expresin adquiri ms humanidad-. S, deseo ayudarles -murmur-. Y cada vez pienso ms que esto les ayudar... -Nos ha dejado petrificados por la excitacin, seorita Underhill -musit Ellery, sin cambiar de expresin-. Siga, por favor. -Ayer por la tarde, hacia las cuatro... No, creo que fue hacia las tres y media, me llam Bernice por telfono. Fue despus de haber salido de casa tan... misteriosamente. Los tres hombres estaban rgidos por la atencin. Velie gru un juramento entre dientes, pero call bajo una severa mirada del inspector. Ellery se inclin hacia delante. -Siga, seorita Underhill. -Fue muy extrao -prosigui el ama de llaves-. Bernice me haba contado casualmente que haba extraviado la llave, poco antes de almorzar. Y sin embargo, cuando me llam, lo primero que dijo fue que

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deseaba la llave del apartamento, y que iba a enviar a alguien al momento a recogerla. -Es posible -intercal el inspector-, que pensara que usted ya haba hecho fabricar un duplicado. -No, inspector -refut el ama de llaves-. Creo que ni siquiera pensaba en ello. Pareca haber olvidado lo de la llave extraviada. Naturalmente, al momento le record que aquella misma maana me haba comunicado que haba perdido su llave, pidiendo un duplicado. Bernice pareci aturdida y al fin exclam: Oh, s, Hortense! He sido una estpida al olvidarme de esto... Luego, empez a decir algo ms, pero lo pens mejor y aadi: No importa, Hortense, no es importante. Pens que tal vez me interesara ir esta noche al apartamento. Le record que poda utilizar la llave maestra que posee el vigilante nocturno si tanto deseaba ir al apartamento. Mas no pareci muy interesada en mi sugerencia y colg. Hubo un breve silencio. Por fin, Ellery levant la vista con unas chispas de inters en sus pupilas. -Recuerda, seorita Underhill -inquiri-, qu fue lo que la seorita Carmody empez a decir antes de interrumpirse y decir otra cosa? -Es difcil decirlo con exactitud, seor Queen replic ella-. Pero tuve la impresin de que Bernice iba a pedirme que consiguiese para ella otra llave del apartamento. Tal vez est equivocada. -Tal vez -asinti Ellery-, aunque jurara que no... -Bien -aadi la seorita Underhill como si le hubiera asaltado otra idea-. Tambin tuve la impresin cuando empez a decir algo y se interrumpi, de que... -De que alguien le estaba hablando a Bernice, verdad? -concluy Ellery. -Exactamente, seor Queen. El inspector mir a su hijo con extraeza. Velie se inclin torpemente hacia delante y susurr algo al odo del viejo Queen, el cual sonri. -Muy bien, Thomas -aprob-. Es justamente lo que yo pensaba. Ellery blandi un dedo de aviso. -Seorita Underhill, no aguardo milagros de sus dotes de observacin -dijo en tono serio y admirativo-, pero me gustara preguntarle... si est completamente segura de que fue la seorita Bernice la que habl con usted por telfono. -Exacto! -grit el inspector. Thomas Velie sonri ampliamente. El ama de llaves contemplaba a los tres policas con pupilas tremendamente lmpidas. Los cuatro se sintieron sobresaltados como por una corriente elctrica. -No... creo... que fuese ella...! -susurr la mujer. Poco despus salieron del dormitorio y penetraron en un cuarto contiguo. Era de tonos ms severos y estaba inmaculadamente limpio. -Es el dormitorio de la seora French -anunci Hortense en voz baja. Su acidez natural pareca haberse fundido bajo la sbita comprensin de una tragedia complicada. Su mirada segua a Ellery con gran respeto. -Se halla todo en perfecto orden, seorita Underhill? -pregunt el inspector. -S, seor. Ellery fue hacia un armario y escudri su contenido atentamente. -Seorita Underhill, quiere mirar por estos vestidos y decirnos si hay aqu algunas prendas pertenecientes a la seorita Marion? El ama de llaves busc entre las perchas mientras los tres hombres miraban a su alrededor. La mujer no se apresur y al final sacudi la cabeza en una negacin rotunda.

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-Entonces, la seora French no tena costumbre de ponerse ropas de la seorita French? -Oh, no, seor! Ellery sonri satisfecho y garabate una lnea casi incomprensible en una hoja de su libreta.

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DE NUEVO LOS LIBROS Los tres hombres estaban algo incmodos en el dormitorio de Cyrus French. La enfermera permaneca en el pasillo, separada de la estancia por una slida puerta. Marion y Westley se hallaban en el saloncito. El mdico de French, el doctor Stuart, un individuo de aspecto impresionante, con gran irascibilidad profesional, contempl a los Queen desde el lado de la cama. -Slo cinco minutos -concedi. El seor French no est en condiciones de contestar. El inspector sonri de forma contemporizadora y contempl al doliente. Cyrus French yaca en su enorme cama, y sus nerviosas miradas iban de uno a otro de sus inquisidores. Su semblante careca de color por completo y una de sus manos asa agarrotadamente la colcha de seda. Su cabello gris caa sobre la arrugada frente. El inspector se aproxim a la cama. Luego, se inclin hacia delante y pregunt en voz baja: -Soy el inspector Queen, de la Polica, seor French. Me oye? Est bastante fuerte para contestar a unas preguntas relativas a... al accidente sufrido por la seora French? Los ojillos del interrogado dejaron de moverse y se concentraron en el rostro agrisado del viejo inspector. De pronto, el enfermo parpade inteligentemente. -S... s -asinti French, humedecindose los labios exanges con la punta de la lengua-. Todo lo que sea... para aclarar este enigma. -Gracias, seor French -el inspector se inclin un poco ms-. Hay en su mente alguna explicacin para la muerte de su esposa? Los ojos acuosos parpadearon de nuevo. Cuando por fin el anciano dej de mover los prpados, su expresin fue de completa incredulidad. -No... ninguna -musit French-, ninguna. Tena... tantos amigos... Y ningn enemigo. Es... es increble que alguien... Que un canalla la haya asesinado... -Ya -el inspector se acarici el bigote con una mano casi temblona-. Entonces, no conoce a nadie que tuviera un motivo para matarla? -No... -la dbil voz iba cobrando fuerzas-. Oh, la vergenza, la notoriedad... Esto ser mi muerte... Con todos mis... mis tremendos esfuerzos para poner fin al vicio... tener que ocurrirme a m esto! Es fatal! Fatal! Su voz se tornaba ms violenta. El inspector mir alarmado al mdico, el cual se apresur a tomar el pulso del enfermo. Luego, con voz extraordinariamente amable, el doctor calm al paciente hasta que ste volvi a mostrarse casi sereno. -Les falta mucho? -inquiri el doctor Stuart-. No se demore, inspector! -Seor French -volvi el viejo Queen a la carga-. Siempre lleva encima la llave personal de su apartamento? Los mortecinos ojos volvieron a cobrar animacin. -Eh? La llave? Oh, s, siempre.

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-Est seguro de que no la prest a nadie en los ltimos quince das? -Seguro... a nadie. -Dnde la tiene, seor French? -continu el inspector con tono urgente-. No le importar cedrnosla por unos das, verdad? Naturalmente, en inters de la justicia. Dnde...? Oh, s. Doctor Stuart, el seor French le pide que saque su llavero del bolsillo posterior de su pantaln. En el armario. En silencio, el corpulento mdico se dirigi al armario, busc dentro los pantalones de su paciente y regres con un estuchito de piel. El inspector examin la llave con el disco de oro y las iniciales C. F. La extrajo del manojo y le devolvi el estuche al doctor, el cual volvi a meterlo en el pantaln. French yaca inmvil, con los ojos velados por los abultados prpados. El inspector le dio a Ellery la llave de Cyrus French, y el joven la junt en su bolsillo con las dems. Despus fue Ellery el que se acerc a la cama. -Tenga calma, seor French -murmur-. Slo le haremos un par de preguntas ms y le dejaremos tranquilo. Seor French: recuerda qu libros hay en su escritorio de la biblioteca? En el apartamento, claro. El anciano abri los ojos. El doctor Stuart gru colricamente, murmurando: -Tonteras... malditos polizontes! -Libros? -S, seor French. Los libros del escritorio de su apartamento. Recuerda los ttulos? -Libros... -French frunci los labios en un esfuerzo de concentracin-. S, s, claro. Mis obras favoritas. Aventura de Jack London; El regreso de Sherlock Holmes, de Conan Doyle; Graustark, de McCutcheon; Cardigan, de Robert W. Chambers; y... djeme pensar... haba otra.. S: Soldados de fortuna, por Richard Harding Davis. S, de Davis. Conoce a Davis? Un buen chico.. Ellery y el inspector cambiaron miradas expresivas. El rostro del segundo se torn carmes con reprimida emocin. -Vaya lo! -musit. -Est seguro, seor French? -insisti Ellery, inclinndose de nuevo sobre la cama. -S, s... Son mis libros... Lo se -susurr el anciano con cierto enojo en la voz -Claro... Bien, seor. Est usted interesado en temas tales como paleontologa, filatelia, el comercio medieval, folklore y msica elemental? Los fatigados ojos se abrieron asombrados. La cabeza se movi de lado a lado. -No. No soy un... aficionado. Mis lecturas serias se reducen a obras de sociologa, a mi labor para la Liga Antivicio. Ya conoce usted mi posicin... -Est seguro de que sus cinco libros de Davis, Chambers y Doyle y los dems son los que ahora estn sobre su escritorio del apartamento, seor French? -Eso supongo... -musit el enfermo-. Llevan aos all. Han de estar... Nunca observ ningn cambio... -Muy bien, excelente. Gracias, seor French Ellery mir furtivamente al doctor Stuart, que daba claras seales de impaciencia-. Una sola pregunta ms, seor French, y le dejaremos tranquilo. Ha estado recientemente en su apartamento el seor Lavery? -Lavery? Claro. Todos los das. Como invitado mo. -Entonces, nada ms. Ellery retrocedi y garabate una anotacin en su libreta. French cerr los ojos, cambi de postura y relaj el cuerpo.

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-Vyanse, por favor -rezong el doctor-. Ustedes han retrasado su recuperacin en un da. Volvise truculentamente de espaldas a ellos. Los tres hombres salieron del cuarto a puntillas. Ya en la escalera, el inspector musit: -Cmo intervienen esos malditos libros en el caso, hijo mo? -Regstrame, pap -replic sobriamente Ellery-. Ojal lo supiese! Descendieron a la planta baja en completo silencio.

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CONFIRMACIN Encontraron a Marion y Westley sentados tristemente en el saln, con las manos enlazadas y sospechosamente callados. El inspector tosi, Ellery frot concienzudamente con el pauelo sus gafas y Velie fij los ojos en un Renoir de la pared de enfrente. Los dos muchachos se pusieron en pie. -Cmo... cmo est pap? -pregunt Marion apresuradamente, llevndose una mano a su mejilla teida de escarlata. -Ahora descansa, seorita Marion -replic el inspector con cierto embarazo-. Ah... un par de preguntas, jovencita, y nos marcharemos. Ellery... El joven detective fue directamente al grano. -Siempre ha tenido usted la llave del apartamento de su padre en su poder, seorita Marion? -Ciertamente, seor Queen. No pensar usted... -Una pregunta categrica, seorita Marion --dijo Ellery suavemente-. O sea que dicha llave no la ha abandonado a usted en... digamos cuatro semanas, eh? -No, seor Queen. Es ma y todo aquel que necesita entrar en el apartamento posee una llave de propiedad. -Asunto aclarado. Podra prestarme la suya por algn tiempo? Marion volvise hacia Westley con manifiesta vacilacin y el joven le apret el brazo tranquilizadoramente. -Obedece a Ellery, querida -susurrle. Sin protestar, Marion toc el timbre llamando a la doncella, la cual no tard en entregarle a Ellery una llavecita exactamente igual a las otras del apartamento de French con las iniciales M. F. grabadas en el disquito dorado. Ellery se la guard en el bolsillo donde ya tena las dems y murmur las gracias, retrocediendo un paso. El inspector avanz. -Debo formular lo que tal vez juzgar usted una pregunta algo impertinente, seorita French -murmur. -Bueno, por lo visto estamos completamente a su merced, inspector -sonri ella dbilmente. El inspector se acarici el bigote antes de inquirir: -Cules son o eran sus relaciones entre usted y su madrastra y su hermanastra? Amistosas? Tirantes? Abiertamente enemistosas? Marion no respondi al instante. Westley se puso en pie y se apart del grupo. Los magnficos ojos de la muchacha, de pronto, se fijaron lealmente en los del viejo polica. -Creo que tirantez es el trmino exacto -dijo en voz baja, pero clara-. Nunca ha habido demasiado amor en los tres lados del tringulo. Winifred siempre prefiri a Bernice, cosa muy natural, pues era su hija, y Bernice y yo no nos llevamos muy bien desde el principio. Empezaron a suceder cosas... el abismo se fue ensanchando...

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-Cosas? -repiti prontamente el inspector. Marion se mordi el labio y enrojeci. -Bueno, cosas sin importancia, naderas -dijo evasivamente. Luego, explic deprisa-. Todos tratbamos de ocultar la aversin mutua... en beneficio de pap. Aunque temo que no siempre lo conseguimos. Pap es ms listo de lo que cree la gente. -Ya -el tono del inspector estaba lleno de preocupacin. Irgui el cuerpo con un movimiento peculiar-. Seorita French: conoce algo que pudiese darnos una pista respecto al asesinato de su madrastra? Westley palideci y solt un respingo. Pareci a punto de formular una protesta, pero Ellery pos una mano en su brazo. La joven se envar mas no parpade siquiera. Luego se pas una mano por la frente. -Pues... no -susurr. El inspector esboz un gesto desdeoso. -Oh, por favor... no me haga ms preguntas sobre ella! -gimi la joven-. No puedo continuar, hablando as de ella, tratando de decir la verdad, porque... baj un poco el tono de voz-, porque es de muy mal gusto calumniar a un muerto! Se estremeci. Westley la rode con un brazo protector y ella volvise hacia l con un suspiro de alivio, enterrando el rostro en el pecho varonil. -Seorita French -la voz de Ellery era sumamente corts-. Podra usted ayudarnos en un punto. Su hermanastra... qu marca de cigarrillos fuma? El asombro de Marion ante pregunta tan fuera de lugar la oblig a levantar la cabeza. -Pues... La Duchesse. -Exactamente. Fumaba La Duchesse, exclusivamente? -S. Al menos, desde que la conozco. -Tena... -insisti Ellery- tena alguna peculiaridad en su modo de fumar? Una costumbre un poco... inslita? Las cejas de la joven se juntaron reflexivamente. -Si por costumbre especial se refiere a cierto... nerviosismo... s. -Un nerviosismo manifestado de alguna forma? -Fuma incesantemente, seor Queen. Y jams le da ms de cinco o seis chupadas a un cigarrillo. No tiene carcter para fumar calmosamente. Unas cuantas chupadas y tritura todo lo que queda, y es bastante, del cigarrillo. Siempre los deja en el cenicero retorcidos, deformados. -Muchas gracias. Los firmes labios de Ellery Queen se abrieron en una sonrisa de satisfaccin. -Seorita French -volvi al ataque el inspector-, usted sali de esta casa anoche despus de cenar. No regres hasta medianoche. Dnde estuvo usted durante esas horas? Silencio. Un silencio asustado y lleno de implicaciones emotivas, casi compuesto de sustancia fsica. Fue un cuadro creado por un fugaz instante; el inspector, alerta y controlado, se inclin hacia delante; el cuerpo erecto de Ellery mantuvo sus msculos completamente inanimados; el corpachn de Velie pareci ms recio y robusto; las facciones de Westley mostraron una tremenda agona y la desdicha de la pobre Marion hizo que su esbelta figura se encogiese ligeramente. Todo pas en menos de un segundo. Marion suspir y los cuatro hombres recobraron su estabilidad. -Estuve... paseando por el parque -respondi ella. -Oh! -sonri el inspector, acaricindose de nuevo el bigote-. Entonces, nada ms, seorita French. Buenas tardes.

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Palabras muy simples, tras las cuales el inspector, Ellery y el sargento pasaron al vestbulo y salieron de la casa sin aadir nada ms. Pero dejaron a Marion y a Westley en un estado de depresin y aprensin tan profundo que ambos permanecieron como clavados en el sitio, mirndose mutuamente hasta mucho despus de haberse cerrado la puerta de la casa.

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LOS QUEEN HACEN RECUENTO El crepsculo se abata sobre la ciudad cuando Velie se despidi de los Queen, delante de la mansin de los French, para poner en marcha la maquinaria oficial que intentaba encontrar a la desvanecida Bernice Carmody. Una vez se hubo marchado Velie, el inspector contempl el tranquilo ro, el cielo oscurecido, y a su hijo, el cual estaba pulimentando enrgicamente sus gafas. Por ltimo desliz su mirada en el pavimento de la acera. -El aire nos sentar muy bien -suspir al cabo-. Necesito despejar el cerebro. Ellery, paseemos hasta casa. Ellery asinti y ambos descendieron hasta la primera esquina del Driver. All torcieron al Este y emprendieron un paso lento pero constante. Anduvieron otro bloque en silencio hasta romper a hablar. -Realmente, es sta la primera ocasin que tengo -murmur agradecidamente Ellery-, de poner en orden la multitud de datos que poseemos. Factores significativos. Factores importantes, pap! Hay tantos que me producen mal a la tte. -De veras? El inspector pareca deprimido, triste, con los hombros alicados. Ellery le mir agudamente. Luego, apret la presin sobre el brazo de su padre. -Vamos, pap, anmate -le aconsej-. S que ests medio ahogado, mas esto se debe a las preocupaciones que has tenido ltimamente. Mi cerebro ha estado ms libre y est lo bastante despejado como para captar la significacin de los datos fundamentales de este caso. Djame pensar en voz alta. -Adelante, hijo. -Una de las pistas ms valiosas de este mundo la proporciona el hecho de que el cadver fuese hallado en el escaparate de la Quinta Avenida. -Supongo -refunfu el inspector- que vas a decirme que ya sabes quin hizo la faena. -S. El inspector quedse tan asombrado que se detuvo en seco y contempl a Ellery con incredulidad y extraeza. -Ellery, bromeas, claro. Cmo puedes saber...? no acab la frase. Ellery sonri con gravedad. -No interpretes mal mis palabras. Aseguro saber quin mat a la seora French. Y aadir que existen ciertos indicios que sealan insistentemente a un individuo. No tengo pruebas. No comprendo bien una dcima parte de las implicaciones. Estoy completamente ignorante del motivo, de la historia indudablemente srdida que se oculta tras ese crimen... En consecuencia no te dir cul es el nombre que revolotea por mi mente. -Ya -gru el inspector, reanudando la marcha. -Vamos, pap... -ri Ellery.

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Cogi con mayor fuerza el paquete de libros que haba cogido del escritorio del apartamento de French y que llevaba obstinadamente bajo el brazo desde que haba salido del bazar. -Poseo una razn estupenda -continu-. En primer lugar es concebible que me haya dejado extraviar por una serie de coincidencias. En cuyo caso, sera un asno si acusara a alguien y luego tuviera que tragarme la acusacin. Cuando tenga pruebas... Bueno, aunque sea una sola, t lo sabrs, pap. Por ahora, hay muchas cosas que parecen inexplicables. Por ejemplo: esos libros. Durante unos instantes no dijo ms y ambos prosiguieron su paseo por las calles. -Empezar -sigui al fin- por el hecho sospechoso de que el cadver de la seora French fuese encontrado en el escaparate. Y al decir sospechoso todava me quedo corto. Debido a todos los motivos que ya examinamos antes: la falta de sangre, la llave desaparecida, el pintalabios, los labios a medio pintar, la mala iluminacin y lo burlesco de un escaparate como escenario de un crimen. El inspector se limit a mascullar unas palabras. -Est claro que a la seora French no la mataron en aquel escaparate. Entonces, dnde? La declaracin del vigilante, segn la cual el apartamento era el destino de la seora French; la llave del apartamento desaparecida, llave que ella tena consigo cuando OFlaherty la vio dirigirse al ascensor... todo esto sugera que haba que registrar el apartamento al instante. Cosa que hice inmediatamente. -S, todo esto ya lo s -rezong el viejo. -Paciencia, Digenes! -ri Ellery-. El apartamento cont su historia grficamente. La presencia de la seora French all pareca indudable. Los naipes, los sujetalibros y la historia que contaban... -No s qu historia contaban -exclam el inspector-. Te refieres a los polvos? -No precisamente. Bien, olvidemos los sujetalibros por el momento y sigamos con el pintalabios que hall en el tocador del dormitorio. Perteneca a la seora French. El color armonizaba con el de sus labios a medio pintar. Las mujeres no dejan jams de pintarse los labios hasta el final a menos que intervenga algo de naturaleza tremendamente seria. El asesino? Posiblemente. Ciertamente, todos los factores apuntan hacia el asesino. Por tanto, por toda esa serie de razones, que supongo maana podrs conocer en gran detalle, llegu a la conclusin de que la seora French fue asesinada en el apartamento. -No pienso discutir contigo, porque probablemente tienes razn, aunque tus razones suenen todava un poco retorcidas. Bien, sigue y refirete a cosas ms concretas. -Debes concederme un margen de confianza -volvi a rer Ellery-. Demostrar lo del apartamento, no temas. Mas por el momento, pensemos que el apartamento es el escenario del crimen. -De acuerdo. Concedido... por el momento. -Muy bien. Si es as, y no fue el escaparate el sitio donde mataron a la seora French, el cadver fue simplemente transportado del apartamento al escaparate y dejado en la cama empotrada. -En ese caso, s. -Pero por qu?, me pregunt. Por qu llevaron el cadver al escaparate? Por qu no lo dejaron en el apartamento? -Para que pensramos que el apartamento no haba sido el escenario del crimen? Esto no tiene sentido porque... -S, porque no se tomaron la molestia de disimular la presencia de la seora French en el apartamento... aunque me inclino a pensar que dejar all el pintalabios fue un olvido. Es evidente, pues, que el motivo de trasladar el cadver no fue pretender ocultar que el apartamento era el escenario del crimen, sino retrasar el descubrimiento del cadver.

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-Entiendo -murmur el inspector. -Naturalmente, se trata del elemento tiempo continu Ellery-. El asesino saba que a las doce en punto, todos los das, se efectuaba la exhibicin del escaparate, y que el mismo estaba cerrado y sin uso hasta dicha hora. Empec a buscar un motivo que explicara el traslado del cadver y el hecho de que el mismo no deba descubrirse hasta despus de medioda me dio la respuesta. Por algn motivo, el asesino necesitaba retrasar el descubrimiento del crimen. -No entiendo por qu. -Naturalmente, no de manera definida, pero podemos efectuar cierta generalizacin que servir para este propsito. Si el asesino se las ingeni para que el cuerpo no fuese descubierto hasta medioda, ello significa que tena que hacer algo durante la maana, algo que el descubrimiento del cadver prematuramente le habra impedido hacer. Est claro? -Bastante -concedi el inspector. -Allons... continuons! -exclam Ellery-. A simple vista, eso de tener que ejecutar algo que el descubrimiento prematuro del cadver habra impedido realizar, resulta tonto. Sin embargo, conocemos ciertos factores. Por ejemplo: no importa cmo entr el asesino en el bazar, mas lo cierto es que tuvo que permanecer all toda la noche . Haba dos maneras de entrar sin ser visto, pero ninguna de salir sin ser observado despus del crimen. Pudo permanecer escondido en cualquier sitio de la tienda hasta despus de la hora del cierre y luego subir al apartamento; o pudo deslizarse por la puerta de carga y descarga de la Calle 39. Ciertamente, no pudo salir por la puerta de los Empleados porque OFlaherty estuvo all toda la noche, en una posicin perfecta para vigilar a todo el que hubiera salido eventualmente. Y OFlaherty no vio a nadie. El asesino no pudo tampoco salir por la puerta del almacn, la de carga y descarga, porque a partir de las once y media estuvo cerrada toda la noche, y la seora French no lleg hasta las once cuarenta y cinco. De haber salido el presunto asesino por la puerta del almacn, no habra podido matar a la seora French. Pues dicha puerta estuvo cerrada para l, al menos, media hora antes de la muerte de dicha mujer. De modo... que el criminal tuvo que quedarse en la tienda toda la noche. El inspector asinti con la cabeza, y dijo: -En tal caso, no pudo escapar por lo menos hasta las nueve de la maana siguiente, cuando se abrieron las puertas al pblico, momento en que logr salir como un parroquiano cualquiera. Bien, entonces, a qu tanto jaleo de llevar el cadver al escaparate para impedir que fuese descubierto antes de medioda? Por qu? -pregunt el inspector-. Si pudo salir del bazar a las nueve y tena que hacer algo, por qu no lo hizo entonces? En ese caso, no habra tenido que importarle en qu momento se descubra el cadver, pues l poda realizar lo que fuese inmediatamente despus de las nueve. -Precisamente -la voz de Ellery sonaba agudamente-. Si tena libertad para salir a las nueve del bazar y quedarse fuera, no tena razones para retrasar ms el descubrimiento del cadver. -Pero, Ellery -objet el inspector-, el asesino demor el descubrimiento del cadver! A menos que... Su rostro pareci iluminarse. -Exactamente -asinti Ellery-. Si el asesino est relacionado con el bazar, habran observado su ausencia, o al menos habra estado en peligro de tal cosa despus del encuentro de un cadver. Ocultando el cuerpo en un lugar donde l saba que no sera hallado hasta medioda, tena toda la maana para encontrar la oportunidad de marcharse y hacer... lo que tuviese que hacer. Naturalmente -continu Ellery, tras una pausa-, hay algo ms. Ignoramos si el asesino ya haba planeado esconder el cadver en el escaparate antes de cometer su crimen. Aunque pienso que el cambio de lugar no fue planteado mucho antes. Por

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este motivo, ordinariamente, nadie penetra en el apartamento antes de las diez de la maana. Westley tiene su propio despacho y el seor French nunca llega antes de esa hora. Por tanto, en su plan original, el asesino debi pensar cometer all el crimen y dejar all el cadver. De este modo, ya tena bastante tiempo para salir del bazar y regresar antes de las diez. Pues mientras hubiera podido atender a su asunto antes del descubrimiento del cadver, l estaba a salvo. Pero cuando entr en el apartamento, o tal vez despus de cometer el crimen, vio algo que le oblig necesariamente a llevarse el cadver al escaparate. Ellery hizo una pausa. -Sobre el escritorio haba un memorndum. Estuvo all toda la tarde del lunes, y Westley jura que estaba todava all cuando se march por la tarde. Y el martes por la maana se hallaba exactamente en el mismo sitio. Por consiguiente, el asesino lo vio. Y se enter de que Westley llegara a la biblioteca a las nueve en punto! Un inocente memorndum convocando a junta, un inocente memorndum que debi llenar de pnico al asesino. Si llegaba alguien al apartamento a las nueve, l no podra realizar lo que ineludiblemente tena que hacer. Por tanto, tena que trasladar el cadver de all. Entendido? -S, parece muy slido tu razonamiento -concedi nuevamente el inspector, con una chispa de inters en su pupilas. -Era una cosa vital que tena que realizar inmediatamente -continu Ellery pensativamente-. Incuestionablemente, la persona que cometi el crimen no estuvo escondida por la tarde, en la tienda, hasta la hora del cierre. Y te dir por qu. La hoja de entradas y salidas es una verdadera comprobacin respecto a todos los que estn relacionados con esta investigacin. Esa hoja nos da la hora de entrada y salida de todo el mundo. Todas las personas por las que estamos interesadas abandonaron el edificio a las cinco y media o antes, con excepcin de Westley y ese Springer, jefe del departamento de libros. Y como decididamente les vieron salir, no pudieron quedarse en el bazar hasta la hora del crimen. Recuerdas los nombres? Aunque las personas como Zorn, Marchbanks, Lavery y otros no firmaron la salida, se anotan sus nombres y las horas cuando salen del edificio, como ocurri ayer. Y puesto que se march todo el mundo, el asesino tuvo que volver a entrar por la nica puerta viable: la de la Calle 39, la del almacn, la de carga y descarga. Lo ms lgico para el asesino era esto, porque de este modo poda establecer una coartada para la tarde, y le quedaba tiempo de entrar en la tienda por la puerta del almacn entre las once y las once y media. -Tendremos que comprobar doblemente los movimientos de todo el mundo en la noche de ayer -gimi el inspector- Ay, ms trabajo! -Y probablemente, no servir para nada. Pero concedo que es necesario. Habr que comprobarlo lo antes posible. Bueno -prosigui Ellery, torciendo los labios en una sonrisa desdeosa-. En este caso hay muchas ramificaciones. Por ejemplo: por qu tuvo que ir Winifred, la seora French, al bazar? Ah tienes una buena pregunta! Minti cuando le dijo a OFlaherty que iba a subir al apartamento? Claro, el vigilante la vio coger el ascensor, lo cual significa casi con toda seguridad que la mujer subi al sexto piso, especialmente teniendo, como tenemos, las pruebas de su presencia all. Adems, adnde poda ir? Al escaparate? Ridculo! No, creo que podemos afirmar sin lugar a dudas que la pobre mujer subi directamente al apartamento. -Tal vez el chal de Marion French estaba ya en el escaparate, y por algn motivo ignorado la seora French quiso llevrselo -sugiri el inspector, sonriendo torvamente. -Ni t te lo crees -replic Ellery-. El chal de Marion tiene una explicacin muy sencilla. Estoy plenamente seguro de ello, por muy misteriosa que pueda parecer esa chica. Aunque tambin es un punto interesante. Tena Winifred una cita con cierta persona, en el bazar,

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en el apartamento? Concediendo que todo el asunto est envuelto en el misterio (una cita clandestina en un bazar desierto), no podemos descartar en absoluto que la desdichada mujer acudi a la tienda para entrevistarse con una persona determinada. En cuyo caso, estaba enterada de la forma en que su visitante, que se convirti en su asesino, pensaba entrar en la tienda? O crea que entrara, lo mismo que ella, por el almacn? Evidentemente no, pues no le mencion a OFlaherty otra persona, cosa que hubiera hecho de no tener algo que ocultar. En cambio, le dio al vigilante la impresin de que haba ido all a buscar algo. Luego, la mujer estaba complicada en un asunto oscuro, y saba que su visitante adoptara precauciones misteriosas para evitar ser descubierto. El visitante era Marion o Bernice? Tenemos razones para creer, por todo lo que sabemos, que pudo ser Bernice. La partida de banca, los cigarrillos de la muchacha, el sombrero y los zapatos de la misma... particularmente lo ltimo muy significativo y alarmante. Por otra parte, examinemos ciertas consecuencias respecto a Bernice. Ellery hizo una pausa y respir hondamente. -Hemos concedido que el asesino de la seora French se llev la llave del apartamento. Esto podra indicar a primera vista a Bernice, porque sabemos que aquella tarde haba extraviado su llave; en realidad, no la llevaba consigo puesto que hoy la hemos encontrado en su casa. S, parece como si Bernice hubiese estado anoche en el apartamento, llevndose consigo la llave de su madre. Pero, estuvo en la tienda? El inspector se detuvo un instante para contemplar atentamente a su hijo. -Creo que ha llegado el momento -prosigui aqul-, de referirme a este particular. Bernice no estuvo anoche en el apartamento de French. Tal vez podr hacerlo comprender mejor afirmando que Bernice no es ninguna parricida... o matricida, como quieras. En primer lugar, a pesar de los naipes para la partida de banca, que todo el mundo saba era una pasin de ambas mujeres, la presencia de los cigarrillos traicionan la farsa. Bernice, adicta a las drogas, fuma (o fumaba) siempre slo un cuarto de cada cigarrillo (cigarrillos marca La Duchesse), aplastando el resto en un cenicero. Pero las colillas encontradas en el apartamento haban sido fumadas sin excepcin hasta el final. Naturalmente, esto no es conclusivo. Sin embargo, podamos haber hallado totalmente fumados uno o dos cigarrillos... pero no una docena...! Esto no encaja, pap. Alguien los dej all con la sana intencin de arrojar las sospechas sobre la chica desaparecida. Despus, tenemos el asunto de la falsa llamada a Hortense Underhill, al parecer procedente de Bernice. Oh, llamada falsa, pap, absolutamente falsa! No, Bernice no se habra acusado tan tontamente. En cambio, alguien necesitaba su llave hasta el punto de arriesgarse a llamar a Hortense Underhill y enviar un mensajero. -Los zapatos... el sombrero... -murmur de pronto el inspector, mirando a su hijo con asombro. -Exactamente -asinti el joven-. Muy significativos y alarmantes, como dije antes. Si tendieron una trampa a Bernice, y nosotros hallamos en el lugar del crimen el sombrero y los zapatos que ella llevaba el da del crimen... esto significa simplemente que tambin a ella la mataron violentamente! Bernice debe de ser una vctima, pap. Aunque ignoramos si est o no muerta ya. Depende de la historia que se esconde tras ese crimen. Pero, ciertamente, esta deduccin concuerda con la desaparicin de la joven y el asesinato de su madre. Y ambas cosas estn estrechamente ligadas. Entonces, por qu tuvieron que apoderarse de esa joven, pap? Tal vez, de estar libre, habra sido una peligrosa fuente de informacin... peligrosa para el criminal, claro.

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-Ellery -exclam el inspector, temblando de excitacin-, el asesinato de la seora French, el secuestro de Bernice... que era una drogadicta...! -No estoy particularmente sorprendido, pap sonri Ellery-. T siempre has sabido cazarlas al vuelo. S, eso creo yo tambin. Recuerda que Bernice sali de casa de su madre, no slo voluntariamente, sino vidamente. Es suponer demasiado que iba a repostarse de droga? En cuyo caso, y sta parece una excelente posibilidad, todo el caso se ve complicado por las manipulaciones de unos distribuidores de drogas. Temo mucho que hayamos cado en un delito tan vulgar como ste. -Vulgar? -se irrit el inspector, enarcando las cejas-. Ellery, esto est ya mucho ms claro. Y con todo ese barullo sobre el aumento de distribucin de drogas... Ah, si logrsemos descubrir el crculo que opera tan diestramente... si pudiramos atrapar a esos canallas... Ellery, sera una hazaa maravillosa. Cmo me gustar ver el rostro de Fiorelli cuando le cuente lo que se oculta tras ese crimen. -Bueno, no te excites demasiado, pap -replic Ellery con pesimismo-. Tal vez sea tour de force. De todos modos, es una buena conjetura en estos momentos, mas no debemos dejarnos ganar por falsas esperanzas. En realidad, tenemos otra pista que puede ayudarnos a localizar ms precisamente la geografa del crimen. -Los sujetalibros? -Claro. Todo esto se basa, tal vez, en un razonamiento complicado y excesivo, pero opino que al final los resultados me darn la razn. Las conclusiones que se apoyan en una serie de circunstancias tan propicias, tienen un alto porcentaje de probabilidades a su favor. -Cierto, hijo. -Westley afirma positivamente que los sujetalibros de nice no fueron jams reparados ni se separaron de la biblioteca del apartamento desde que John Gray se los regal a French. Examinando dichos sujetalibros, hallamos una notable diferencia de matiz en las felpas de sus bases. Westley ofreci la explicacin de algo raro. Por qu? Porque fue sta la primera vez que l observ la diferencia de matiz en el colorido. Y llevaba meses viendo dichos nices todos los das. Est seguro de que, de nuevos, las felpas presentaban el mismo color, cosa que as debi ser. Nuevo asentimiento del inspector. -En realidad, si bien no existe un mtodo probatorio por el que podamos afirmar cundo se produjo esa decoloracin, puedo asegurar que la felpa de la base ms clara -razon Ellery, contemplando el pavimento de la acera- ha sido empastado recientemente. Lo jurara. El engrudo, aunque de accin poderosa y ya seco, muestra todava una viscosidad y una pegajosidad que proclama lo que digo. Y lo mismo afirmo respecto a los granitos de polvo adheridos a la base. S, sta es la evidencia. Los sujetalibros fueron manipulados anoche por el criminal. Podramos suponer que los toc la seora French, si no fuera por el hecho de que utilizaron los polvos para huellas dactilares. Esto fue obra de un supercriminal, pap, no de una dama de la alta sociedad. Ellery sonri. -Tratemos de relacionar ms ntimamente los sujetalibros con el crimen -bizque los ojos y guard silencio un instante. El viejo segua a su lado, viendo sin ver el panorama callejero-. Entremos en el escenario del crimen. Hallamos muchas cosas de naturaleza peculiar. Los naipes, las colillas, el pintalabios, el sombrero, los zapatos, los sujetalibros... todo ello carente de naturalidad. Hemos relacionado todos estos elementos, excepto los sujetalibros, directamente con el asesinato. Por qu no, pues, en vista de todas las posibilidades, tambin esas piezas de nice? Puedo proporcionar

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unas hiptesis excelentes con los hechos conocidos. Por un lado, el polvillo para huellas dactilares. Accesorio del crimen. Y sabemos que se cometi un crimen. Hallamos el polvillo adherido a la felpa recin pegada, lo cual tambin es sospechoso junto con lo que sigue. Ciertamente, va en contra de todo razonamiento decir que las felpas eran de distinto color al principio. No es ello posible en un par de piezas tan valiosas y nicas. Y dicha diferencia de color no se haba observado antes. No, todas las probabilidades apuntan a la conclusin de que anoche alguien arranc una felpa, la sustituy por otra, espolvore los sujetalibros para poder borrar toda huella delatora, e, inadvertidamente, dej unos granitos de polvo en el engrudo recin colocado. -Esto queda demostrado a mi satisfaccin -aprob el inspector. -Alors...! Yo examin los sujetalibros. Son de nice slido. Adems, el nico cambio de su composicin lo constituye el cambio de la felpa de una de las bases. Por tanto, llego a la conclusin de que no repararon el sujetalibros para ocultar algo en su interior ni extraer nada del mismo, porque no hay hueco interior. Todo est en la superficie. El inspector volvi a asentir. -Teniendo esto presente, me pregunt: qu otro motivo pudo tener el asesino para sustituir la felpa de una base, si no era para extraer nada de la pieza? Bueno, tenemos el crimen en s. Podemos relacionar el crimen y la reparacin de un nice? El inspector mir dubitativamente a su hijo. -S, podemos! -proclam triunfalmente el ltimo-. Por qu sustituir una felpa por otra? Porque ocurri algo que le hizo pensar al asesino que, si dejaba la felpa primitiva en la base del nice, traicionara el rastro del crimen. Recuerda que el criminal tena urgente necesidad de demorar el descubrimiento del asesinato hasta que hubiese llevado a cabo no sabemos qu accin en el transcurso de la maana. Y saba que la gente penetrara en la biblioteca a las nueve en punto, por lo que si esa gente se fijaba en el sujetalibros descubrira el crimen entonces. -Sangre! -exclam el inspector. -Has dado en el clavo -afirm su hijo-. Slo poda tratarse de manchas de sangre. Tena que ser algo de naturaleza directamente sospechosa, de lo contrario el asesino no se habra tomado tantas molestias. Los naipes, todo lo dems... nada de ello habra sugerido un crimen antes de encontrarse el cadver. Ni siquiera nadie habra supuesto algo sucio. Pero sangre...! La sangre es la marca ineludible de la violencia. -Tienes razn. -Por consiguiente, llegu a la conclusin de que, por alguna causa desconocida, la sangre manch la felpa de la base, y el asesino se sinti obligado a cambiarla y a esconder o destruir la manchada de sangre. Anduvieron unos segundos en silencio. El inspector estaba sumido en hondos pensamientos. Luego, fue Ellery quien volvi a hablar. -De este modo fui progresando con gran rapidez en la reconstruccin de los elementos fsicos del crimen. Y cuando llegu a la conclusin respecto a la base manchada de sangre, inmediatamente se me apareci con claridad meridiana otro hecho aislado. Recuerdas las sospechas de Prouty en relacin con la falta de sangre del cadver? Y nuestra conviccin por ello de que el asesinato se haba cometido en otra parte? Bien, ste era el eslabn perdido. -De acuerdo -aprob el inspector, sacando excitadamente su cajita de rap. -Los sujetalibros -prosigui Ellery rpidamente- no tuvieron obviamente importancia en relacin con el crimen hasta despus de cometido ste, cuando se vieron manchados de sangre. Despus, claro,

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toda la cadena de incidentes resultaba lgica: el cambio de la felpa, la manipulacin de los sujetalibros, y la aplicacin de los polvos para huellas dactilares, a fin de poder borrar las posibles huellas. -Lgico. -Entonces, razon, las manchas de sangre en la base del sujetalibros fueron un accidente. La pieza de nice estaba inocentemente encima del escritorio. Cmo se manch de sangre? Existen dos posibilidades. La primera es que el sujetalibros fuese usado como un arma. Mas esto no tiene sentido, porque las heridas lo fueron por disparo de arma de fuego y no existan en el cadver seales de golpe alguno. Por tanto, la nica posibilidad restante es que la sangre manchara el sujetalibros inadvertidamente. Cmo pudo ocurrir tal cosa? El inspector mir inquisitivamente a su hijo. -Muy fcilmente. El sujetalibros se halla encima del escritorio. Y el nico camino por el que la sangre pudo manchar la base del nice, donde era imposible borrarla o quitarla, era corriendo por encima del cristal de la superficie del escritorio hasta empapar la felpa. -Contina -se limit a gruir el inspector. -La seora French estaba sentada al escritorio. -S -aadi el inspector, excitado-. El disparo la alcanz debajo del corazn. La mujer cay abatida sobre la butaca y, entonces, otra bala penetr en su corazn. La sangre de la primera herida surgi antes de que cayese hacia atrs, y la sangre de la segunda herida man cuando ella cay de bruces sobre el escritorio... La sangre se fue escurriendo... y manch la felpa de la base del nice. -Una descripcin perfecta -sonri Ellery-. Recuerda que Prouty estuvo seguro de que las heridas de tipo precordial sangran profusamente. S, probablemente es esto lo que ocurri. Y ahora podemos ya reconstruir el crimen. Si la seora French estaba frente al escritorio y dispararon contra su corazn, el asesino estaba enfrente de ella y dispar desde el otro lado de la mesa. Debi estar a una distancia de varios palmos, porque en las ropas de la vctima no haba seales de plvora. Tal vez pudiramos calcular la estatura aproximada del asesino determinando la angularidad a que penetraron las balas en el cuerpo. Pero no tengo mucha fe en esto, porque no sabemos exactamente qu distancia recorrieron las balas, o sea a qu distancia se encontraba exactamente la seora French de su asesino cuando ste dispar. Y un error de centmetros destruira todos los clculos. Tal vez nuestro experto en balstica, Kenneth Knowles, podra hacer un trabajo brillante en esto, aunque lo dudo. -Yo tambin -suspir el inspector-. Sin embargo, resulta consolador poder situar un crimen con tanta precisin. Todo concuerda, Ellery, y tu razonamiento es perfecto. Bien, har que Knowles, a pesar de todo, ponga manos a la obra. Algo ms, hijo? Ellery call unos instantes. Torcieron por la Calle 87 Oeste. A media manzana llegaron ante un edificio vetusto, en el que vivan. Apretaron el paso. -Hay algo ms a lo que no quiero referirme por causas poco claras, pap -agreg Ellery de repente-. Y todas las seales son claras. Todo concuerda, s. Probablemente, t fuiste el nico que estuvo presente en el lugar del crimen con la potencialidad necesaria para conjuntarlo todo. Los dems... Y t te hallabas obsesionado por la presencia del comisario Welles... Sonri. Haban llegado a los peldaos del porche. -Pap -aadi Ellery, con un pie en el primer escaln-. En una fase de la investigacin me encuentro completamente a oscuras. Y esa fase... -golpe el paquete que llevaba bajo el brazo- la constituyen los cinco libros que cog del escritorio de French. Parece tonto suponer que tengan algo que ver con el crimen y, no obstante, tengo la impresin de que podran contar muchas cosas.

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-La concentracin te ha dejado un poco atontado, hijo, eso es todo -rezong el inspector, ascendiendo los peldaos. -Y no obstante -observ Ellery introduciendo la llave en la cerradura de la anticuada puerta-, esta noche pienso dedicarla a un serio anlisis de estos libros.

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CUARTO EPISODIO
La Polica oriental tiene mucha fe y concede mucha menos importancia a las coartadas de los criminales que los occidentales. Nosotros, por otra parte, sabemos sobradamente de lo que es capaz una mente criminal, astuta... y preferimos sondear las emociones y los instintos en lugar de quebrantar historias ms o menos bien urdidas. Esto se explica indudablemente por la diferencia psicolgica de las dos razas. La oriental es notablemente ms suspicaz que la occidental, y se ocupa ms de lo fundamental que de superficialidades. Donde el mundo occidental se siente inclinado a gritar Banzai!, aclamando a sus granujas ms notorios, nosotros nos tapamos los odos, o al menos los amortiguamos respecto a los delitos menores, o decapitamos a los grandes delincuentes, aunque siempre sealando, por ejemplo (tal vez con sutileza autnticamente japonesa) la abrumadora ignominia del castigo... Del Prefacio a la edicin inglesa de Un millar dc hojas, de Tamaka Hiero.

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ELLERIUS BIBLIOFILUS El hogar de los Queen se hallaba domiciliado en una de las mansiones de la Calle 87 Oeste. All vivan padre e hijo entre las maderas sin barnizar de una generacin muerta y desaparecida, lo cual daba lugar a comentarios respecto a la influencia del hijo sobre el padre. Ya que Ellery, cuya coleccin de buenos libros, cuyo conocimiento por las antigedades, cuyo amor por lo mejor del pasado, superaba su inclinacin natural hacia las comodidades de la poca moderna, se opona contra las amargas quejas del inspector, referentes al polvo y la suciedad. Cabra esperar, por tanto, que los Queen viviesen en el piso superior del edificio, y que la puerta fuese de roble tallado (en la que apareca, como nico indicio de sus habitantes, una placa que pregonaba: LOS QUEEN), y que cuando uno fuese admitido por el joven de sangre gitana, Djuna, asaltara el olfato del visitante un aroma a cuero viejo y a masculinidad. Haba una antesala con un vasto tapiz (regalo del duque de... a cambio de los servicios del inspector en un asunto sumamente reservado). Dicha antesala era opulentamente gtica, siendo voluntad de Ellery, contra la opinin del viejo que deseaba, muebles incluidos, llevarlo todo a una subasta. Haba tambin un saln y una biblioteca. Atestada de libros, repleta de libros. Un techo de roble, una chimenea natural e inmensa, con repisa tambin de roble y hierro forjado, con unas espadas de Nuremberg cruzadas encima, lmparas antaonas y muebles macizos. Sillas, divanes, taburetes bajos, almohadones de cuero, de piel, ceniceros de pie... un verdadero pas de hadas de la soltera. Del saln se pasaba a un dormitorio, un lugar de reposo casto y cmodo.

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Todo el conjunto se hallaba presidido por el pequeo y voltil Djuna, el hurfano adoptado por el inspector Queen durante los aos de soledad en que Ellery asista a la Universidad. El mundo de Djuna se limitaba a su amado seor y a la casa. Ayuda de cmara, cocinero, mayordomo y, en algunas ocasiones, su confidente. A las nueve de la maana del mircoles, veinticinco de mayo, da siguiente al descubrimiento del cadver de la seora Winifred French en el bazar de su esposo, Djuna estaba disponiendo la mesa para un tardo desayuno en el saln. Ellery se hallaba fuera de la estancia. El inspector estaba sentado hoscamente en su silln favorito, contemplando las morenas manos del diligente Djuna. Son el telfono y fue el ayuda de cmara quien descolg el aparato. -Es para usted, pap Queen -anunci pomposamente-. El seor fiscal. El viejo cruz volando la habitacin. -Hola, hola... Henry... Bueno... un leve progreso. Algo me dice que Ellery sigue el buen rastro. En realidad, me cont... Cmo...? S, para m es un asunto diablico... No he conseguido todava... En fin, Henry, la situacin es como sigue. El inspector habl largo tiempo con voz que fluctuaba entre la desesperacin y la excitacin. El fiscal Henry Sampson le escuch atentamente. -Y aqu estamos -concluy el viejo inspector-. Pero creo que Ellery no tardar en salir con uno de sus viejos trucos. Anoche estuvo varias horas estudiando esos malditos libros... S, ciertamente, le mantendr informado. Creo que pronto tendr trabajo para usted. Ellery suele obrar milagros, aunque yo apostara mi paga de un ao a que... Oh, bien, no tema, que todo saldr bien, amigo! El inspector colg el aparato a tiempo de saludar a un bostezante Ellery que se anudaba la corbata y quera alisar las arrugas de su batn, todo a la vez. -Caramba! -gru el inspector, hundindose en su silln-. A qu hora te acostaste, jovencito? Ellery termin su delicada manipulacin y sentse en una butaca, golpeando amistosamente a Djuna en las costillas. -Vaya, vaya... -murmur, cogiendo una tostada-. An no te has desayunado, pap? No? Aguardabas a tu retoo? Pues reglate con este caf olmpico... Hablaremos mientras comemos. -A qu hora? -repiti el inspector inexorablemente, sentndose a la mesa. -Para ser temporal -repuso Ellery, tomando un sorbo de caf-, a las tres y veinte. Los ojos del viejo se suavizaron. -No debiste acostarte tan tarde -dijo, cogiendo la cafetera-. Acabars reventado. -Esencial, mi querido progenitor -ri el joven-. Mas hay cosas por hacer... -vaci su taza-. Te has enterado de algo nuevo esta maana? -De muchas cosas que no significan nada -replic el inspector-. Llevo a1 telfono desde las siete. Sam Prouty me ha dado un informe preliminar de la autopsia. Nada que aadir a lo de ayer, salvo que no hay absolutamente ningn signo de envenenamiento ni aficin a las drogas. La mujer no se drogaba. -Interesante, aunque no muy informativo -sonri Ellery-. Qu ms? -Knowles, el experto en balstica, se ha mostrado demasiado vago. Afirma que no puede situar la distancia exacta a que fueron disparadas las balas. La angularidad puede fijarse con bastante aproximacin, pero segn sus clculos, el asesino lo mismo puede medir metro y medio que dos metros. No es muy iluminador, verdad? -No mucho. Con esta clase de pruebas jams condenarn a un hombre. Claro que tales datos casi nunca son perfectos. Y los que no se presentaron ayer a trabajar al bazar?

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-Uno de los muchachos estuvo realizando comprobaciones con Mackenzie todo el da. Y Mackenzie ha llamado hace poco. Todo el mundo pudo dar una explicacin plausible, sin la menor cosa suspicaz. En cuanto a la joven Bernice, el pobre Thomas estuvo en pie toda la noche. Pasaron el distrito a cepillo. Estuvo en contacto con el Departamento de Personas Desaparecidas. Yo le comuniqu lo referente a las drogas y la Brigada de Narcticos ha estado investigando en los lugares de costumbre. Ni rastro. -S, se la ha tragado la tierra... -Ellery frunci el ceo y se sirvi otra taza de caf-. Confieso que esa chica me tiene preocupado. Como dije ayer, todas las seales indican que la han suprimido. O bien que la tienen secuestrada en un escondite estupendo. En el lugar del asesino, creo que la habra aadido a mi lista de vctimas... Aunque existe una remota posibilidad de que siga con vida, pap. Velie debe redoblar sus esfuerzos. -No te preocupes por Thomas -sonri el inspector-. Si esa muchacha vive, l sabr encontrarla. Y si ha muerto... Bueno, har lo que pueda. Volvi a sonar el telfono, y fue a contestar el inspector. -S, al habla el inspector Queen -su tono cambi mgicamente, adoptando una excesiva formalidad-. Buenos das, comisario. En qu puedo servirle? Bien, seor, estamos realizando gigantescos progresos. S, hemos reunido muchos cabos sueltos, y todava no han transcurrido veinticuatro horas desde que se encontr el cadver... Oh, no, el seor French est un poco... desasosegado por todo el asunto... S, pudimos interrogarle fcilmente... Nada en absoluto, seor... S, lo s. No le apretaremos las clavijas. No, comisario. Lavery posee una reputacin intachable. S, claro, un extranjero... Cmo? Absolutamente no! Existe una explicacin completamente racional para el chal de la seorita Marion French. Y a decir verdad, comisario... Una solucin rpida? Comisario, la obtendremos lo antes posible... S, seor, lo s... Gracias, comisario, le tendremos al corriente. Colg el receptor y exclam con voz desdichada: -Y esto es una muestra del comisario de Polica ms cerril y de cabeza ms hueca que esta ciudad haya tenido nunca. Ellery se ri a carcajadas. -Acabars por echar espuma por la boca si no te contienes. Cada vez que te oigo arrojar chispas contra el comisario Welles me recuerdas el dicho alemn: Quien est en un empleo debe aprender a soportar los reproches y las censuras. -Por el contrario, Welles me ha dedicado palabras encomiables, hijo -replic el inspector-. Est totalmente asustado por el caso French. ste ostenta un gran poder como reformador social, y a Welles no le gustan las posibles complicaciones. Has escuchado la sarta de tonteras que le he soltado por telfono? A veces creo que he perdido todo respeto hacia m mismo. Ellery, de repente, se haba sumido en profundos pensamientos. Sus ojos escrutaban los cinco libros del escritorio de French, que se hallaban en una mesita cercana. Con un murmullo de simpata, se puso en pie, fue hacia la mesita y hoje los libros afectuosamente. El viejo inspector estrech los ojos. -Afuera con ello! -exclam-. T has descubierto algo en estos libros! Salt del silln, muy excitado. -S, creo que s -confes el joven lentamente. Cogi los cinco libros y los traslad a la mesa del desayuno-. Sintate, pap: Anoche no malgast totalmente las horas. Ambos tomaron asiento. Las pupilas del inspector brillaban de curiosidad a1 coger uno de los libros y hojearlo descuidadamente. Ellery le contemplaba sonriendo.

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-Supongamos, pap -coment el joven-, que coges esos cinco libros y los examinas. La situacin es sta: t tienes cinco volmenes, y el nico hecho cierto es que se trata de los libros ms extraos que pueda tener una persona en su poder. Buscar un motivo por el que dichos libros estuvieran donde estaban? Ah va uno. Ellery encendi pensativamente un cigarrillo y se recost en el respaldo de su silla, enviando al techo voluntas de humo. El inspector cogi los volmenes y fue examinndolos uno a uno. Cuando hubo terminado con el primero, cogi el siguiente y as sucesivamente basta el quinto. Las arrugas de su frente se profundizaron. Luego, mir a Ellery con mirada inquisitiva. -Maldito me vea si hallo algo notable en esos libros -refunfu-. No tienen ningn punto de semejanza. Ellery sonri y se inclin bruscamente hacia delante. Despus, golpe enfticamente con el ndice los cinco volmenes. -En esto reside precisamente lo ms notable -dijo-: que no poseen ningn punto de semejanza. Y en realidad, salvo un ligero nexo de unin, carecen de todo punto de semejanza. -Hablas en griego para m -gru el inspector-. Aclara eso. Por toda respuesta, Ellery se levant y desapareci por la puerta del dormitorio. Al cabo de un momento reapareci llevando una larga boja de papel en la que haba una serie de palabras y notas garabateadas. -ste -anunci dejando la boja sobre la mesa- es el resultado de mi sesin de anoche, con los fantasmas de cinco autores de carcter infantil... Preste atencin, nclito pap Queen. Ellery hizo una pausa antes de continuar. -Los libros, con ttulo y autor, son los que siguen: Nuevos descubrimientos en Filatelia, por Hugo Salisbury; Trfico y comercio en el siglo XIV, por Stani Wedjowski; Historia de la Msica para nios, por Roman Freyberg; Un estudio sobre paleontologa, por John Morrison; y finalmente, Antologa de la tontera, por A. I. Throckmorton. Ellery dej los cinco libros. -Bien, analicemos estas obras. Nmero uno. Los ttulos no tienen la menor relacin entre s. Por esto, podemos descartar la idea de que el tema de dichas obras tenga inters para nuestra investigacin. Nmero dos. Su falta de semejanza se ve aumentada por varios puntos. Por ejemplo: todas las tapas son de color distinto. Cierto, hay dos azules, pero de diferente matiz. Los tamaos tambin son distintos: tres libros son de grandes dimensiones, desiguales entre s tambin, uno de ellos es una edicin de bolsillo y el ltimo es de tamao normal. Las encuadernaciones son diferentes: tres en piel, aunque de grano distinto; uno es de lujo, y otro est forrado en tela. El formato interior es diferente. En dos casos, el papel es India ligero en sombra; en los otros tres se ha utilizado el blanco, siendo aparentes de ste los pesos diferentes. En el examen atento, el estilo tipo es distinto en cada caso. Asimismo difiere el nmero de pginas, y su enumeracin no da ningn mensaje. No significan nada... Incluso hay gran disparidad de precios. El libro encuadernado en piel cuesta diez dlares; dos valen cinco; el cuarto es de tres con cincuenta; y la edicin de bolsillo cuesta slo dlar y medio. Los editores son diferentes. Las fechas de edicin y la numeracin de publicacin tambin... -Pero, Ellery... todo esto es ms o menos obvio... -rezong el viejo inspector-, y adnde nos conduce? -En un anlisis -replic el joven-, no hay nada que sea excesivamente trivial para pasarlo por alto. Todos estos factores tal vez no signifiquen nada o pueden significar mucho. De todos modos, son

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factores bien definidos de esos cinco libros. Y si no para otra cosa, ciertamente sirven para indicar que fsicamente difieren en casi todo. Nmero tres, y ste es un dato importante: la esquina superior de la parte derecha de la contraportada en su cara interior, lo repetir: la esquina superior de la parte derecha de la contraportada en su lado interior, contiene una anotacin hecha a lpiz... de una fecha! -Una fecha? El inspector cogi uno de los libros y busc el sitio indicado. All, en la parte superior de la derecha, haba una nota trazada a lpiz. Examin cuidadosamente los otros cuatro libros, y todos presentaban una fecha en el mismo lugar. -Si dispones dichas fechas cronolgicamente prosigui Ellery tranquilamente-, el resultado es ste: 13/4/19... 21/4/19... 29/4/19... 7/5/19... 1/5/19... Consultando el calendario descubr que dichas fechas representan, progresivamente: mircoles, jueves, viernes, sbado y lunes. -Muy interesante -musit el inspector-. Por qu falta el domingo? -Un punto interesante -concedi Ellery-. En cuatro casos tenemos das consecutivos de la semana, con una semana de diferencia entre s. En un caso se omite el domingo. Que se trate de un error por parte de la persona que puso las fechas no tiene consistencia; que falte un libro es imposible porque el nmero de das existente entre las cuatro primeras fechas es de ocho, y slo en el ltimo caso dicha cifra aumenta a nueve. Se omiti el domingo por el motivo de que, generalmente, suele omitirse el domingo, por ser da festivo. Aunque por el momento no comprendo a qu clase de trabajo pueden referirse tales fechas. Pero podemos aceptar la irregularidad de la omisin del domingo como una omisin regular en el mundo lgico del trabajo. -Bien -aprob el inspector. -Entonces, llegamos al punto nmero cuatro. Y ste es de considerable inters. Pap, coge los cinco libros y lee los ttulos por el orden cronolgico de las fechas. El viejo obedeci. -El trfico y el comercio en el siglo XIV, por Stani Wedjowski. El... -Un momento -le interrumpi Ellery-. Cul es la fecha de su interior? -El trece de abril. -Qu da marca el calendario para esa fecha? -Mircoles. El rostro de Ellery se ilumin en triunfo. -Y bien? -exclam-. No ves la relacin? El inspector pareci ligeramente sobresaltado. -Oh, no... El segundo es Antologa de la Tontera, por A. I. Throckmorton. -Fecha y da? -Jueves, veintiuno de abril... El otro es Historia de la msica para nios, por Roman Freyberg... Viernes, veintinueve de abril... Diablo! Viernes, veintinueve de abril! -S, adelante -le alent Ellery. ______________________________________________________________________ Tngase en cuenta para la posterior aclaracin que los das de la semana en ingls son
como siguen: Monday = lunes. Tuesday = martes.

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Wednesday Thursday Friday Saturday Sunday = = = = = mircoles. jueves. viernes. sbado. domingo.

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El inspector concluy con rapidez. -Nuevos descubrimientos en filatelia, por Hugo Salisbury, con la fecha del sbado, siete de mayo... Y el ltimo es Un estudio sobre paleontologa, por John Morrison... Lunes, claro. Oh, Ellery, esto es realmente asombroso. En todos los casos, el da coincide con las dos primeras letras del apellido del autor. -Y ste es el mejor resultado de mi sesin nocturna -sonri Ellery-. Lindo, eh? Wedjowski... wednesday (mircoles); Throckmorton... thursday (jueves); Freyberg... friday (viernes); Salisbury... saturday (sbado), y Morrison... monday (lunes), faltando el domingo. Coincidencia? -Hijo mo, estamos ante una encrucijada -sonri sbitamente el inspector-. Esto no me impresiona con referencia al crimen, pero lo encuentro altamente interesante. S, por todos los cielos. -Si te preocupa el crimen en s -replic Ellery-, escucha mi punto nmero cinco. Hasta ahora tenemos cinco fechas. Trece de abril, veintiuno de abril, veintinueve de abril, siete de mayo y diecisis de mayo. Supongamos, en bien de la argumentacin, que existe un sexto libro en el limbo. Entonces, de acuerdo con todas las leyes de la probabilidad, ese sexto libro, si existe, ostentar una fecha de ocho das ms a partir de lunes, diecisis de mayo, o sea... El inspector se puso en pie de un salto. -Extraordinario, Ellery! -rugi alborozado-. Martes, veinticuatro de mayo... el da del... -le fall la voz con desaliento-. Oh, no, no es el da del crimen, sino el da siguiente. -Oh, pap, no te dejes abatir por una nimiedad semejante -ri Ellery-. Como dijiste, la cosa es extraordinaria. Si existe un sexto libro, llevar la fecha del veinticuatro de mayo. Y podemos suponer la existencia de dicho ejemplar. La continuidad es demasiado irresistible. Las cosas no ocurren as porque s. Ese problemtico sexto libro nos indica nuestro primer lazo definido entre el crimen y los libros... Pap, no recuerdas que nuestro criminal tena que hacer algo urgente la maana del da veinticuatro de mayo? El inspector le contempl fijamente. -Piensas acaso que el libro... -Oh, pienso tantas cosas... -replic Ellery bruscamente, irguiendo su esbelta figura-. Pero creo que el sexto libro existe necesariamente. Y s1o hay una pista posible para dicho volumen... -Que el nombre del autor empiece por Tu... -Exactamente -asinti Ellery, recogiendo los libros y dejndolos cuidadosamente en un cajn de un escritorio adosado a la pared. Regres a la mesa central y contempl pensativamente la calvicie de su padre, que tena la cabeza inclinada sobre el mantel. -Toda la noche he pensado -continu el joven- que solamente una persona poda proporcionarme la codiciada informacin sobre esos libros... Pap, existe una historia siniestra tras las fechas de esos libros, historia conectada indudablemente con el crimen. Y estoy tan seguro de esto que te apuesto una cena en Pietros. -No apuesto -gru el inspector, parpadeando-, al menos contigo, que siempre ganas. Y quin es ese sabelotodo? -Westley Weaver -repuso Ellery-. Y no lo sabe todo. Creo que est reteniendo alguna informacin que cree de poca importancia, pero que para nosotros significa la solucin del misterio. Opino que retiene esa informacin por algn motivo relacionado con Marion French. El pobre Wes cree que Marion est metida en este asunto hasta el cuello. Y tal vez est en lo cierto... quin sabe? Sea como sea, si existe en este caso alguna persona en la que confo plenamente, sta es Wes. A

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veces es un poco obtuso, pero es honrado. Bien, ir a sostener una charla con Westley. No vendr mal una pequea discusin con l. ______________________________________________________________________ Recurdese que el martes en ingls es Tuesday Cogi el telfono y marc el nmero del bazar French. El inspector le contemplaba dudosamente. -Wes? Aqu Ellery... Podras coger un taxi y venir a casa, slo por media hora? Es muy importante... S, djalo todo y ven al instante.

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EL RASTRO DE BERNICE El inspector merode por el apartamento con una fiebre de impaciencia. Ellery complet su tocado en el dormitorio y escuch los ocasionales estallidos de su padre contra el destino, el crimen y los comisarios de Polica. Djuna, tan silencioso como siempre, quit los platos del desayuno de la mesita del saln y se retir a la cocina. -Claro -mascull el inspector en un momento de lucidez-. Prouty dijo que l y Knowles estaban seguros de que la seora French permaneca sentada cuando dispararon la segunda bala. Lo cual corrobora en parte tu anlisis, Ellery. -Ayuda -asinti el joven-. El testimonio de los expertos nunca molesta, especialmente cuando los expertos son tan buenos como Knowles y Prouty. El inspector solt una maldicin entre dientes. -Todava no has escuchado tantas declaraciones de expertos en los tribunales como yo. A m lo que me preocupa es el revlver. Knowles afirma que las balas proceden de un Colt 38, negro, de esos que pueden adquirirse por muy pocos centavos, de manos de cualquier perista. Claro, si Knowles tuviera el arma en su poder podra establecer sin duda si las balas fueron disparadas con ella, porque podra comparar las huellas del interior del can con las estras de los proyectiles, a pesar de su aplastamiento. Incidentalmente, ambas balas pertenecen a la misma pistola. Pero, qu diablos adelantamos con eso? -Hablas en enigmas -sonri Ellery-. No lo s. -Y sin el arma carecemos de gran parte de evidencia. No estaba en el bazar, pues los chicos lo registraron de arriba abajo. Por tanto, el asesino se la llev consigo. Era esperar demasiado encontrarla bonitamente. -Bien -observ Ellery, ponindose una chaqueta-, no ser tan positivo. Los criminales hacen cosas estpidas, pap, como sabes mejor que yo. Aunque admito que... El timbre de la puerta son imperiosamente y Ellery se sobresalt. -Oh, no puede ser Wes tan temprano... El inspector y Ellery penetraron en la biblioteca y hallaron al digno Djuna que dejaba paso a William Crouther, el detective privado del bazar French. Crouther estaba muy excitado y empez a hablar al instante. -Buenos das, caballeros, buenos das! -exclam-. Descansando tras un da pesado, eh? Bien, creo que tengo algo interesante para ustedes... S, creo que esto es un hecho. -Encantado de verle, Crouther -minti el inspector, mientras su hijo entornaba los prpados, como anticipando la noticia que iba a comunicar el detective-. Sintese, muchacho, y cuntenos lo que sepa.

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______________________________________________________________________ Perista: comprador de objetos robados (N. del T.). -Gracias, gracias, inspector -agradeci Crouther, hundindose en el silln del inspector con un profundo suspiro-. No he dormido mucho, la verdad -anunci, con una risita preliminar-. Anoche estuve largas horas investigando y estoy en pie desde las seis de la maana. -Las herramientas honradas no requieren recompensa del cielo -sentenci Ellery. -Cmo? -gru Crouther. Luego, se extendi una amplia sonrisa por su rostro y extrajo dos aceitosos cigarros del bolsillo de pecho-. Un chiste, eh, seor Queen? Fuma, inspector? Y usted, seor Queen? Bueno, con su permiso... Encendi el cigarro y arroj la cerilla descuidadamente e la chimenea. Un espasmo de dolor pas por el semblante de Djuna, que estaba borrando de la mesa las ltimas huellas del desayuno. Djuna era un tirano domstico. Ech una mirada venenosa a Crouther y se march de nuevo a la cocina. -Veamos, Crouther, de qu se trata? -se impacient el inspector-. Escupa ya, hombre! -S, inspector -el detective baj misteriosamente la voz y se inclin hacia los dos anfitriones, puntuando sus palabras con el cigarro humeante-. Qu creen que estuve haciendo? -No tenemos la menor idea -replic Ellery, interesado. -He estado siguiendo... el rastro de Bernice Carmody! -declar Crouther con su voz de bajo. -Oh! -el inspector estaba claramente desanimado. Mir a Crouther con desgana-. Es eso todo? Yo tengo a una escuadra de muchachos en la misma tarea, Crouther. -De acuerdo -murmur el detective, retrepndose en el asiento y echando la ceniza al suelo-, no esperaba exactamente que me besara por esto, inspector. Pero volvi a bajar la voz- le apuesto algo a que sus hombres no han descubierto lo mismo que yo! -Ah, ha conseguido algo, eh? -pregunt rpidamente el inspector-. Buena noticia, Crouther. Lamento haberme precipitado. De qu se trata? -El rastro de la chica sale fuera de la ciudad! grit Crouther con triunfo. Los ojos de Ellery parpadearon francamente sorprendido. -Tan lejos ha llegado? -se volvi sonriendo a su padre-. Creo que Crouther ha aventajado a Velie, pap. -Fue de este modo -Crouther cruz las piernas y ech una bocanada de humo hacia el techo. Pareca estar disfrutando con la situacin-. Trabaj sobre la idea, con todos los respetos para sus muchachos, inspector, de que Bernice Carmody haba desaparecido... asesinada o secuestrada. O algo por el estilo. Pens que ella no haba cometido el asesinato, a pesar de todas las pruebas en contra. Por tanto, me tom la libertad de dar anoche varias vueltas en torno a la mansin de los French y averiguar lo que pudiese. Habl con el ama de llaves y me cont lo mismo que a ustedes. Le molesta, inspector? Bien, averig lo de ese especial que la vio descendiendo por el Drive hacia la Calle 72. Encontr tambin a un taxista que recogi a una mujer de su descripcin en la avenida del West End y la Calle 72. Un taxi particular; y supongo que tuve suerte. En realidad, seguir un rastro es cuestin de suerte y olfato. No es cierto, inspector? -Hum... -gru el aludido-. Ciertamente, usted le ha ganado por la mano a Tom Velie. Qu ms? -Bastante ms -Crouther encendi de nuevo su cigarro-. El conductor llev a la joven al Hotel Astoria. Y ella le orden aguardarla.

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Entr en el vestbulo y volvi a salir a los dos minutos con un joven alto y rubio, bien vestido, con una maleta en la mano. Subieron al taxi. Segn el conductor, la joven pareca un poco asustada, aunque no dijo nada. El hombre alto indic un paseo por Central Park. Ya en el parque, hacia el centro, el hombre golpe la ventanilla de separacin y orden parar al taxista, pues iban a apearse. El conductor lo encontr un poco raro, ya que los pasajeros no suelen apearse en medio del parque, mas no replic, y el hombre rubio abon el importe de la carrera y despidi al coche. Pero no sin que el taxista contemplase claramente el semblante de la muchacha. Estaba plida y como bebida. De modo que el chofer se alej con lentitud, manteniendo los ojos bien abiertos. Seguro, la pareja se meti en un automvil estacionado a menos de quince metros e inmediatamente el coche se puso en marcha hacia la parte alta de la ciudad. -Bien -murmur el inspector-, una buena historia. Tendremos que interrogar a ese taxista. Tiene usted el nmero de matrcula del coche particular? -El taxista se hallaba demasiado lejos para verla -repuso Crouther con una mueca de pesar. Luego, su rostro se aclar-. Pero no tanto como para no distinguir que se trataba de una matrcula de Massachussets. -Excelente, Crouther, excelente! -aprob Ellery de pronto, ponindose en pie-. Gracias a Dios que alguien ha conservado la cabeza sobre los hombros! Vio el taxista qu clase de coche era? -S -sonri Crouther ante la alabanza-. Un coche cerrado, sedn... azul oscuro... marca Buick. -Buen trabajo -coment el inspector-. Cmo se port la chica al pasar de un auto a otro? -Bueno, el taxista no pudo fijarse en todo rezong el detective-, en cambio dijo que le pareci que ella tropezaba y que el hombre la haba cogido fuertemente del brazo. -Perfecto, perfecto! -murmur el inspector-. No pudo el taxista vislumbrar siquiera al conductor del otro coche? -No. Aunque debi de haber alguien dentro del Buick, porque, segn el declarante, la pareja subi a la parte de atrs y el coche arranc al momento. -Qu hay del hombre alto y rubio, Crouther? -insisti Ellery, fumando furiosamente-. Tenemos una descripcin perfecta del mismo, gracias al taxista? Crouther se rasc la cabeza. -No pens en preguntarlo, la verdad -confes-. Oh, inspector, por qu sus muchachos no cogen el hilo donde yo lo solt? Tengo ahora mucho trabajo en el bazar, pues all todo anda manga por hombro y... Desean el nombre y las seas del conductor? -Ciertamente. El inspector luch interiormente con un problema espiritual mientras Crouther escriba las seas y el nombre. Cuando Crouther se lo entreg result evidente que haba vencido la virtud, ya que Queen sonri dbilmente y estrech la mano del visitante. -Le felicito, Crouther. Buena labor! Crouther estrech la mano del inspector y sonri ampliamente. -Encantado de servirle, inspector Queen. Y esto demuestra que los detectives privados tambin sabemos hacer alguna cosita, eh? Yo siempre digo que... Reson el timbre de la puerta y el inspector sintise aliviado al poder soltar la mano. Ellery y el viejo se miraron furtivamente un instante. Luego, Ellery fue hacia la puerta. ______________________________________________________________________ Central Park, como indica su nombre, es un extenssimo parque situado en el corazn de
Manhattan, que abarca bastantes bloques, y a su alrededor se elevan los edificios ms seoriales de la isla de Manhattan, formada por las curvas de los dos brazos del ro

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Hudson, que encierra la isla, separndola del resto de los distritos de Nueva York, Bronx, Battery, Greenwich Village, etc. Ese parque est abierto toda la noche y es cita casi obligada de las parejas de enamorados. (N. del T.).

-Espera compaa, eh, inspector? -sonri Crouther-. Bueno, no quiero molestar. Ser mejor que... -No, no, Crouther, qudese. Tengo la idea de que nos ser til -dijo Ellery rpidamente, cruzando la antesala. Crouther volvi a sonrer y tom asiento. Ellery abri la puerta. Westley Weaver, con el pelo alborotado, y una expresin angustiada en el rostro, entr rpidamente en el apartamento.

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EL SEXTO LIBRO Westley estrech todas las manos tendidas, expres cierta sorpresa ante la presencia de Crouther, el cual sonri torpemente, moviendo los pies con dificultad sobre la alfombra, se restreg el rostro con mano nerviosa y se sent. Mir aprensivamente al inspector. Ellery sonri al observar los detalles. -No hay ningn motivo para la neurosis, Wes dijo gentilmente-. No se trata de un tercer grado. Coge un pitillo, ponte cmodo y escucha unos instantes. Todos arrastraron las sillas en torno a la mesa. Ellery estudi pensativamente sus uas. -Hemos examinado esos libros que cog del escritorio de French -empez-. Y hemos descubierto varias cosas interesantes. -Libros? -exclam Crouther asombrado. -Libros? -repiti Westley con tono poco normal. -S, libros -insisti Ellery-. Los cinco volmenes que ayer tanto me intrigaron. Westley -mir al joven fijamente-, tengo la idea de que en tu cerebro se halla cierta informacin muy til para nosotros. Una informacin relativa a esos volmenes. A fuer de sincero, observ cierta vacilacin por tu parte cuando me refer a esos libros por primera vez. Dinos, cules son tus escrpulos, si albergas alguno, respecto a esta historia... si existe tal historia? Westley enrojeci violentamente y empez a tartamudear. -Oh, vamos, Ellery, yo nunca... -Oye, Wes -le interrumpi el joven detective-. En tu mente hay algo. Si se trata de Marion, te aseguro que ninguno de nosotros tiene la menor sospecha contra esa joven. Puede esconderse algo tras su nerviosidad, mas no se trata de nada criminal, y probablemente tiene que ver muy poco directamente con el asesinato de la seora French. Sirve esto para ahuyentar los escrpulos de tu espritu? Westley contempl largo tiempo a su amigo. El inspector y Crouther estaban sentados, casi inmviles. De pronto, el joven habl con tono distinto, lleno de confianza. -Pues s -confes-. He tenido constantemente a Marion en mi pensamiento, en su posible relacin con el asunto del crimen, y esto me ha restado sinceridad contigo, Ellery. S, s algo respecto a esos libros. Ellery sonri satisfecho. Los otros dos aguardaron en silencio a que el muchacho pusiera en orden sus ideas. -T has tenido ocasin -Westley adopt un tono narrativo- de mencionar a un tal Springer. Creo que este nombre se pronunci cuando estaba inspeccionando la hoja de entradas y salidas del vigilante

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nocturno, seor Queen. Recuerden que el lunes por la tarde, Springer no sali del edificio hasta las siete, y que yo sal tras l. Estos datos se hallan registrados en la hoja de OFlaherty. -Springer? -Ellery frunci el ceo. El inspector asinti. Westley mir a Crouther con vacilacin y volvise hacia el inspector. -Puedo...? -balbuci con embarazo. Ellery contest por su padre. -S, Wes. Crouther est en el caso desde el principio y me imagino que en el futuro tambin podr ayudarnos. Adelante. -Bien, entonces -asinti Westley. Crouther se hundi ms en su silln, muy complacido-. Hace unos dos meses, he olvidado la fecha exacta, el Departamento de Contabilidad llev a la atencin del seor French ciertas irregularidades sospechosas en el Departamento de Libros. Springer es el jefe del mismo. Las irregularidades eran de naturaleza financiera, y pensaban que los recibos no estaban en relacin con el volumen de ventas. Era un asunto confidencial y el viejo se mostr muy alterado por ello. No haba nada definido en las sospechas del Departamento de Contabilidad, y como todo el asunto era vago, se orden a los contables que temporalmente lo olvidasen, y el viejo me pidi que llevara a cabo una investigacin por mi cuenta. -Springer, eh? -gru Crouther-. Es gracioso que yo no me enterase de eso, seor Weaver. -El seor French no se lo crey -explic el joven-, y no quiso que lo supieran demasiadas personas. Las sospechas eran muy nebulosas. Y como yo me cuido de los asuntos relacionados personalmente con el viejo, me lo confi a m. Naturalmente -prosigui el joven secretario, yo no poda indagar de da. Springer siempre estaba en el Departamento. De modo que me vi obligado a investigar a horas extraordinarias. Llevaba tres o cuatro tardes comprobando facturas y albaranes del Departamento de Libros, cuando cre observar algo raro. En realidad, hasta entonces no haba notado nada inslito. Los dos Queen y Crouther escuchaban con enorme atencin. -La noche a que me refiero -continu Westley-, iba a penetrar en el Departamento de Libros cuando distingu una claridad inusitada: varias lmparas encendidas. Mi primer pensamiento fue que alguien estaba trabajando fuera de las horas normales, y cuando mir precavidamente vi mi sospecha confirmada al parecer. Springer estaba solo, haciendo algo por los pasillos del Departamento. No s exactamente qu me oblig a permanecer escondido, tal vez el hecho de sospechar ya de l... pero me escond y contempl lo que estaba haciendo, lleno de pasmo. La atencin de los tres oyentes haba crecido de punto. -Le vi dirigirse hacia una estantera, tras mirar a su alrededor de manera furtiva, y coger rpidamente un libro. Sac un lpiz del bolsillo y, abriendo el libro por la contraportada, efectu una rpida anotacin. Cerr el libro, hizo una especie de marca en la tabla posterior del estante, e inmediatamente dej el volumen en otra estantera. Observ que pareca ansioso respecto al lugar donde dejar el libro, pues busc en diversos lugares antes de quedar satisfecho. Nada ms. Luego, entr en su despachito particular del fondo del Departamento y poco despus volvi a salir con abrigo y sombrero. Sali del Departamento casi rozndome, en tanto yo me apretujaba ms contra la pared de mi refugio. Unos momentos despus, salvo un par de bombillas que quedan encendidas toda la noche, se apagaron todas las luces. Despus averig que haba firmado en la hoja de salidas, informndole al vigilante nocturno que ya haba terminado su jornada, y que fue OFlaherty el que apag las luces. -Esto no me parece raro -observ Crouther-. Deba formar parte de su trabajo.

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-Cuando se busca una actividad sospechosa -murmur el inspector-, generalmente se descubre. -Yo tuve la misma idea -asinti Westley-. En primer lugar, me pareci raro que Springer trabajara ms horas de las debidas, pues es costumbre que no agrada al seor French. Claro que el incidente poda ser perfectamente inocente. Entonces, me dirig a la estantera tan pronto sali Springer y cog el volumen que l acababa de dejar. Mir en la contraportada y hall una fecha y el nombre y nmero de una calle, escritos a lpiz. -Unas seas? -interrumpi curiosamente Ellery, al mismo tiempo que el inspector. -Cules? -aadi el viejo. -Las he olvidado, pero tengo una nota en el bolsillo. Quieren...? -Por el momento, la direccin no importa -dijo Ellery con calma-. Todava no he puesto en claro el asunto de los cinco libros. Se trata de los marcados por Springer? -No, oh, no -replic el joven secretario-. Aunque tal vez sea mejor que termine mi historia como una secuencia de incidentes. Es algo complicada... Tras observar la fecha y las seas, cuyo significado no capt en absoluto, examin la tabla del estante donde primitivamente haba estado el libro, y donde Springer tambin haba escrito algo. Y hall una ligera lnea subrayando el nombre del autor. -Esa tabla trasera del estante me ha fascinado desde que la han nombrado -murmur Ellery-. Ests seguro, Westley, de que la lnea subrayaba todo el nombre? No estaba slo debajo de las dos primeras letras? Westley se sobresalt. -Bueno, as era -proclam-. Pero cmo diantres lo sabes, Ellery? -Trabajo de adivinanza -sonri Ellery-. De acuerdo, sigue. No es extrao -aadi, volvindose a su padre-. Pap, era imposible sacar algo ms de esos volmenes. No son los originales, claro. Sigue, Wes, por favor. -Por el momento no tena ningn motivo para adoptar ninguna decisin respecto a aquel libro. Me limit, por tanto, a anotar la fecha y las seas y, tras dejar el libro en su sitio, continu investigando los archivos de Springer. En realidad, me olvid del asunto de los libros. Y hasta la semana siguiente, en efecto al cabo de ocho das, que el incidente volvi a mi memoria. -Seguro que Springer hizo lo mismo! -grit Crouther. -Bravo, Crouther! -murmur Ellery. Westley sonri fugazmente v prosigui: -S, en las mismas circunstancias, Springer efectu la misma maniobra, y como yo me hallaba en el mismo sitio de la vez anterior, pues continuaba investigando los archivos da tras da, volv a sorprenderle. Esta vez me intrig que repitiese con todo detalle la misma maniobra de la semana anterior. Sin embargo, segu sin darle importancia, limitndome a apuntar la fecha y las seas nuevamente, distintas a las anteriores. Luego, continu mi indagatoria. Hasta la tercera semana, transcurridos otros ocho das, mis sospechas no empezaron a perfilarse. -Y entonces -le ataj Ellery-, cogiste un duplicado del libro, que era Trfico y Comercio del siglo XIV, escrito por un caballero llamado Stani Wedjowski. -Correcto -confes Westley-. Entonces pens que la fecha y las seas posean una importancia vital. Aunque sin tener idea de cul era dicha importancia. Pero comprend que aquellos libros servan a algn propsito y decid intentar un pequeo experimento. En el caso del libro de Wedjowski, despus de marcharse Springer, cog otro ejemplar de la obra, marqu en la parte posterior la fecha como referencia, hice una nota privada de las nuevas seas, y me llev el ejemplar duplicado conmigo para estudiarlo. Tal vez hubiera algo en el texto

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que me iluminase. Dej el original exactamente igual como lo haba dejado Springer, naturalmente. -Adelante -le anim Ellery. -Estudi el libro hasta que me bailaron las letras ante los ojos. No saqu nada en claro. Y durante las cuatro semanas siguientes repet esta tctica. Observ que Springer realizaba su misteriosa labor cada ocho das, y me dediqu al estudio aplicado de los libros sealados. No tenan sentido para m y, empec a desesperarme. Naturalmente, continuaba asimismo examinando los archivos del Departamento de Libros, y comenc a divisar cierta claridad. Springer se aprovechaba de un fallo del Departamento de Contabilidad, y falsificaba sus cuentas de manera diablicamente astuta. Entonces comprend que los libros deban de tener gran importancia, ya relacionados con mi investigacin, ya con otra cosa. Pero no haba duda de que se referan a algo poco limpio. A la sexta semana estaba completamente desesperado. Esto fue el lunes por la tarde... el da del asesinato, aunque no tena la menor idea de lo que iba a suceder al cabo de unas horas. Vigil a Springer como de costumbre, le vi ejecutar el mismo rito de siempre, y marcharse. Pero esta vez yo estaba decidido a hacer una cosa atrevida: cog el libro. -Bravo! -aplaudi Ellery. Encendi un cigarrillo con mano temblorosa-. Muy inteligente. Sigue, Wes, que esto es terriblemente excitante. El inspector no dijo nada y Crouther contemplaba al joven Westley con nuevo respeto. -Dupliqu las marcas en otro ejemplar del mismo libro y lo dej donde Springer haba dejado el original, que me llev conmigo. Tuve que trabajar deprisa, porque aquella noche deseaba seguir a Springer y obtener una pista de sus movimientos. Tuve suerte porque l se haba detenido a charlar con OFlaherty. Cuando sal del bazar, con el libro bajo el brazo, tuve tiempo de verle torcer por la esquina de la Quinta Avenida. -Buen detective -se admir Crouther. -Un poco -ri el joven-. Segu a Springer toda la tarde. Cen solo en un restaurante de Broadway y entr en un cine. Me pegu a sus talones como el tonto que soy, porque no hizo nada sospechoso, no telefone a nadie, no habl con nadie y finalmente, hacia medianoche, se march a su casa. Vive en e1 Bronx, en una casa de apartamentos. Vigil la casa durante una hora, e incluso sub de puntillas hasta su piso. Sin embargo, Springer no volvi a salir. Por fin me fui a casa, siempre con el libro de Springer bajo el brazo, aunque no ms sabio que antes de mi persecucin. -Sin embargo -aprob el inspector-, mostr usted muy buen sentido al pegarse a l como una lapa. -Cul es el ttulo del sexto libro y dnde est? Cmo no lo encontr junto con los otros cinco sobre el escritorio de la biblioteca de French? Porque fuiste t, claro, quien los puso all -pregunt Ellery velozmente. -Cada cosa a su tiempo -sonri Westley-. E1 libro es Tendencias modernas en la decoracin de interiores, por Lucian Tucker -el inspector y Ellery se miraron comprensivamente a la mencin del nombre del autor-. No lo encontraste entre los otros cinco porque no lo dej all. Me lo llev conmigo a casa. En realidad, pensaba que los duplicados carecan de importancia, y en cambio era evidente que s la tenan los originales. Tal vez estaba equivocado, pero me figur que, como el sexto era un original, tena ms valor que los otros cinco. De modo que lo dej el lunes por la noche en lugar seguro: en mi propio dormitorio. En cuanto a los otros cinco, el motivo de dejarlos en la biblioteca del viejo fue para poder examinarlos en mis ratos libres.

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_____________________________________________________________________ Recurdese que martes es Tuesday en ingls. (N del T ) No quise molestar al viejo respecto a ellos y a todo el asunto, porque estaba muy ocupado con ese negocio de Whitney, y adems, siempre me deja a m esos detalles. Por tanto, me limit a deslizar los cinco libros, uno a uno, entre los sujetalibros del viejo, llevndome cada vez uno de los que all haba, libros que me limit a esconder en la librera, detrs de otros volmenes. De esta forma, al trmino de las cinco semanas haba sustituido los cinco libros primitivos del viejo por los duplicados del Departamento de Springer. Lo hubiera explicado todo si el viejo se hubiese dado cuenta de la sustitucin, pero no se fij y yo no dije nada. Aquellos libros favoritos suyos eran slo para crear ambiente, y estaba tan acostumbrado a verlos sobre el escritorio, que dio por supuesto que eras los mismos. Esto suele pasar... Tambin era imposible que Springer los viera entre los sujetalibros, pues jams es llamado al apartamento del seor French. -Entonces, quieres decir -murmur Ellery, con una luz de animacin en sus pupilas- que cada semana colocabas un nuevo libro entre los sujetalibros. En otras palabras, que el primer libro, la obra de Wedjowski, estaba sobre el escritorio desde haca seis semanas, eh? -Exacto. -Esto es sumamente interesante -musit Ellery, hundindose ms en su butaca. El inspector pareci resucitar. -Veamos, Westley. Echemos una ojeada a esas direcciones. Dijo usted que las lleva encima, no? Por toda respuesta, el joven exhibi un cuadernito de bolsillo. Extrajo una hoja. El inspector, Ellery y Crouther se inclinaron para leer curiosamente las siete direcciones. -Bien, yo... -la voz del inspector sonaba queda pero excitada-. Ellery, conoces esas direcciones? Aqu hay dos seas que los chicos de Fiorelli han tenido bajo sospechas durante varias semanas como depsitos para la distribucin de drogas. Ellery contempl pensativamente a su padre, en tanto Crouther y Westley se miraban mutuamente. -No me sorprende --coment Ellery-. Dos, eh? Esto significa que las siete casas son probablemente centros de distribucin de drogas, centros que cambian semanalmente... Muy hbil! -de repente se inclin hacia delante-. Wes... la sexta direccin! -casi grit-. La sexta direccin! Dnde est? Deprisa! Westley extrajo otra hoja de papel. La direccin era un nmero de la Calle 98 Este. -Pap, tenemos suerte -manifest Ellery-. Comprendes lo que tenemos en nuestras manos? El depsito de drogas de ayer! La fecha, veinticuatro de mayo, martes... Oh, el rastro est tan caliente que echa chispas! -Tienes razn, por todos los santos! -exclam el inspector-. Si esa casa de la Calle 98 todava est alquilada, y no veo por qu no ha de estarlo, nosotros... Se puso en pie y cogi el telfono. Dio el nmero de la Central de Polica y al cabo de un instante estaba hablando con el sargento Velie. Habl rpidamente y pidi que le pusieran con la Brigada de Narcticos. Luego, convers gravemente con Fiorelli, el jefe de la Brigada, tras lo cual colg. -Se lo he comunicado a Fiorelli y ahora mismo harn una redada en la Calle 98 -explic briosamente, tomando una pulgarada de rap-. Se llevan a Thomas, y pararn aqu para recogernos. No quiero perderme el espectculo! El inspector apret ferozmente las mandbulas.

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-Una redada, eh? -Crouther se puso en pie con los msculos en tensin-. Le importa que les acompae, inspector? Para m ser una excursin... -Ninguna objecin, Crouther -asinti distradamente el inspector-. Usted se merece una diversin. Fiorelli ya haba hecho sendas redadas en las otras dos direcciones que yo he reconocido, aunque en ambas ocasiones los pjaros ya haban volado. Ojal no ocurra ahora lo mismo! Ellery abri la boca, pero volvi a cerrarla firmemente. Westley pareca abrumado por la bomba que haba lanzado sin saberlo. Y se dej caer en su silla, terriblemente abatido.

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NUDOS DESENMARAADOS Todos miraron inquietamente a Ellery. Crouther, con la boca semiabierta, volvi a cerrarla y se rasc la cabeza. Westley y el inspector se movieron en sus butacas en el mismo instante. Ellery, sin pronunciar palabra, pas a la cocina. Se le oy susurrarle algo a Djuna. Ellery reapareci, juguete con sus gafas y empez a darles vueltas indolentemente en sus manos. -Acaba de ocurrrseme esta terrible idea... y sin embargo -murmur con ojos resplandecientes-, no es tan mala. Volvi a cabalgar las gafas en su nariz y se puso en pie nuevamente, pasendose por delante de la mesa. Djuna sali de la cocina y del apartamento. -Mientras aguardamos el coche de la Brigada explic Ellery-, tal vez podramos avanzar un poco ms, teniendo en cuenta lo que acaba de revelarnos Westley -mir uno a uno a todos los presentes-. Duda ya nadie de que estn utilizando el bazar de French como centro distribuidor de drogas? Los desafi con sus lmpidos ojos. Las facciones de Crouther mostraron una mueca de desagrado. -Oiga, seor Queen, esto es muy deshonroso para m -gru-. No niego que Springer sea un granuja; en realidad, no puede ser de otro modo, pero cmo se imagina que pueda operar un crculo distribuidor de drogas debajo de nuestras mismas narices? -No se asuste, Crouther -sonri Ellery-. Meramente, han usado el establecimiento de French... Vaya oportunidad -continu con tono admirativo- para un crculo de drogas! Empleando un sencillo cdigo, que en mi mente ya est aclarado, transmitindolo mediante unos libros inocentes y estableciendo todo el negocio en el respetable dominio del propio jefe de la lucha contra el vicio... ste es un toque de genio, s, amigos mos. Diantre, no cabe otra alternativa. Encontramos a intervalos de ocho das, y la nica excepcin es uno de nueve, por la intervencin del domingo, al jefe del Departamento de Libros trazando unas direcciones y unas fechas en, y ste es uno de los bellsimos elementos del esquema, libros de divulgacin, muy poco vendibles. Han observado que la fecha de cada libro no es la fecha en que Springer la escribi? No, en cada caso era para el da siguiente. El libro marcado mircoles, cuyo autor posee un apellido que empieza por We, estaba colocado en el mismo estante... Todas las semanas en el mismo estante, verdad? -S -asinti Westley. -El libro marcado para el mircoles era colocado en el mismo estante que los dems, la tarde del martes. El libro sealado para el jueves, lo era la tarde del mircoles. Y as cada semana. Qu

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significa esto? Obviamente, que Springer no dejaba pasar mucho tiempo entre la tarde en que preparaba el libro con la direccin y el momento en que el libro deba ser retirado. -Retirado? -repiti el inspector. -Claro. Todo apunta hacia un plan perfectamente concebido para comunicarle a alguien una direccin mediante un libro. Si Springer hubiese podido comunicar de palabra las direcciones a la persona o personas implicadas en el caso, a qu elegir un sistema tan complicado? No. Existe la posibilidad de que Springer conociera a la persona o personas que retiraban los volmenes, pero stos, por ser simples peones, no le conocen a l. Aunque esto se aparta de la cuestin principal. El meollo del asunto es que Springer no permita que el libro marcado estuviese mucho tiempo en el estante. Podan comprarlo, y un desconocido observar las seas. Pap, en el lugar de Springer, cmo hubieses dispuesto la hora de retirada del libro? -Muy claro. Si Springer lo preparaba por la tarde, deban retirarlo a la maana siguiente. -Exactamente -sonri Ellery-. Y qu riesgo corra l? Escriba la direccin en un libro, en una hora en que nadie poda ya cogerlo ni venderlo; y a la maana siguiente, el mensajero lo coga del estante, lugar bien sealado en el plan original. En realidad, el mensajero deba llegar a la tienda lo antes posible por la maana, tal vez en el momento de abrir, a las nueve. Daba una vuelta, finalmente se diriga a la estantera, coga el libro que saba dnde estara por anticipado, por medio de una seal a la que me referir dentro de un instante, lo pagaba y sala con la informacin apetecida debajo del brazo. Seguro, limpio y ridculamente fcil. El inspector no sonri. -De esto podemos extraer varias consecuencias -prosigui Ellery-. Podemos suponer que cuando llegaba un mensajero por la maana no entraba en contacto con Springer; en realidad, todo apunta a una completa separacin entre Springer y el mensajero, ignorando uno u otro la identidad mutua. Por tanto, la nica pista que el mensajero posea para localizar el libro marcado la tarde antes era un cdigo o un sistema dispuesto de antemano. Esto es de sentido comn. Pero, cul poda ser este cdigo? sta es la parte ms hermosa del plan. Hizo una pausa para destacar sus palabras. -Por qu, me pregunt, era necesario para el plan que el apellido del autor de cada libro, al menos las dos primeras letras del mismo, coincidieran con las dos primeras letras del libro elegido por el mensajero? La cuestin queda contestada si suponemos una ignorancia completa por parte del mensajero. Si, al efectuar su trabajo, le daban como primera orden: Cada semana irs al Departamento de Libros del bazar French en busca de un libro que contendr una direccin. El libro estar en el estante superior de la cuarta estantera situada en tal y tal sitio del Departamento. El libro siempre estar en el mismo lugar del estante. Bien, cada semana tendrs que ir un da distinto. Con ocho das de intervalo entre cada visita al bazar. Salvo cuando haya un domingo, en que contars nueve das... desde el sbado anterior al lunes siguiente. Digamos que el da de recogida del libro es un mircoles. Entonces, el libro a retirar pertenecer a un autor cuyo apellido empezar por We, que corresponde a las dos primeras letras de Wednesday. Para que la identificacin sea absolutamente segura, y puedas salir del Departamento de Libros lo antes posible, para que no tengas que buscar el libro demasiado, debajo del nombre del autor aparecer una lnea trazada a lpiz, identificando posiblemente el debido volumen. Retiras el libro, miras en la contraportada para asegurarte de que las seas estn all, compras la obra y te largas... Resulta plausible? Hubo un coro de vehementes asentimientos.

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-Un esquema muy ingenioso -reconoci Ellery pensativamente-, aunque algo complicado. Realmente, las complicaciones deberan suavizarse con el paso del tiempo. Lo bello del plan era que el mensajero slo necesitaba recibir las rdenes una sola vez, y llevarlas a cabo indefinidamente, durante meses, sin un solo desliz... Al jueves siguiente volvera en busca del libro marcado, libro cuyo apellido del autor deba empezar por Th; al viernes siguiente, por las iniciales Fr, y as sucesivamente. Es debatible lo que haca el mensajero con el libro. A mi entender, se trata de una sociedad centralizada de distribuidores de drogas, cuyos peones saben lo menos posible del juego, y probablemente se hallan en completa ignorancia respecto a los jefes del crculo. Y naturalmente, se presenta la cuestin... -Mas por qu -quiso saber Westley-, el intervalo de ocho das? Por qu cada semana de igual manera? -Buena pregunta que tiene una respuesta muy simple -replic Ellery-. Esa gente no poda aceptar el menor fallo o desliz. Si cierta persona entraba en el Departamento de Libros a las nueve en punto de cada lunes, al cabo de algn tiempo alguien poda fijarse en ella. Pero yendo all un lunes, despus un martes y ms adelante un mircoles, con ocho das de separacin entre visita y visita, existan pocas probabilidades de ser recordado. -Dios mo! -exclam Crouther amilanado-. Vaya banda! No es extrao que jams sospechramos nada de sus manejos! -S, muy listos -refunfu el inspector-. Entonces, Ellery, t piensas que esas direcciones son todas los sitios donde han vendido la droga, eh? -Sin la menor duda -repuso Ellery, encendiendo otro cigarrillo-. Y hablando de listeza, de qu te extraas? Ese crculo no utiliza dos veces la misma casa! Esto resulta patente por el cambio de seas cada semana. Y es aparente asimismo que su sistema de distribucin lo convierte en un negocio semanal. La Brigada de Narcticos acabara por descubrir un depsito usado una semana tras otra; la gente observara una sospechosa actividad, y las seas terminaran por conocerse, pues la gente del hampa siempre acaba por hablar. Pero cmo puede la Brigada atrapar a una banda que cambia de domicilio todas las semanas? Ah, s, el plan es asombroso. Fiorelli se enter de dos direcciones gracias a unos soplones; mas el hecho de que no encontrara nada demuestra que el plan era bueno. Naturalmente, cuando hicieron la redada, la gente haba desaparecido. Probablemente celebran una soire de tarde semana tras semana y desmantelan inmediatamente el lugar cuando se ha marchado el ltimo parroquiano. -Cierto -rezong el inspector. -Consideremos ahora hasta qu punto es seguro ese crculo distribuidor. Deben poseer un canal regular de comunicacin con los clientes, y supongo que la lista es muy limitada. Demasiadas personas resultara peligroso. Lo cual significa que los clientes son acaudalados, probablemente de la alta sociedad, que reciben el aviso por telfono... slo una direccin. Ya conocen lo dems. Qu hace el cliente? Qu desea? Todos conocemos el afn desesperado del adicto a las drogas. Ante l ve una fuente regular de suministro y, mucho ms importante, una fuente segura. y... los clientes no hablan. Hay algo mejor? -Este plan me enloquece -confes el inspector-. Vaya atrevimiento! Pero si esta vez les echamos el guante... -Slo podemos confiar en la suerte -sonri Ellery-. Ya veremos. Aqu tambin hay que formular varias preguntas ms directamente aplicables al asesinato. Podemos presumir que Bernice es, o era, cliente del misterioso crculo. Y creo que el motivo siniestro y misterioso que todava no habamos logrado imaginar para el crimen empieza a surgir a la luz. Winifred French no era adicta a las drogas. Llevaba en su bolso un pintalabios de su hija Bernice lleno de

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herona... Y el pintalabios la condujo a ella a la muerte! Una coincidencia excesiva, pap! Interesante, verdad?, especialmente por carecer de otro motivo para el crimen. Aunque el motivo apenas tiene importancia para desentraar este caso. Lo principal es acorralar al asesino y atrapar a los distribuidores de drogas. Una tarea doble que, a mi entender, ofrece diversas dificultades... El inspector mir fijamente a su hijo. -Otra pregunta -prosigui Ellery impertrrito-. Es Springer un pen o el rey del juego? Yo creo que est dentro del crculo, que conoce todos los datos, pero que no es el principal responsable. Y aqu se presenta otra cuestin: dispar Springer el arma fatal, apuntada contra la seora French? Por el momento, prefiero no ahondar en este tema. Ellery hizo una pausa para inhalar el humo del cigarrillo. -Finalmente, indica este asunto de las drogas que el asesinato de Winifred y la desaparicin de su hija son partes integrantes del mismo delito, en lugar de dos crmenes separados? Creo que s, aunque no s cmo puedo llegar al fondo de la verdad, a menos... que suceda cierta eventualidad. Y Ellery se sent, restregando sus gafas con un pauelo. El inspector, Westley Weaver y el detective suspiraron al mismo tiempo. Permanecieron sentados, sin hablar y contemplndose mutuamente hasta que oyeron la sirena del coche que anunciaba la llegada de Fiorelli, Velie y la Brigada de Narcticos.

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LA REDADA! El coche de la Polica, lleno de detectives y oficiales, cruz raudo el West Side, hacia la parte alta de la ciudad. El trfico se apartaba mgicamente a su paso. Centenares de ojos seguan su curso veloz. El inspector estaba muy grave charlando con el sargento Velie. Le contaba la historia de Crouther relativa al taxista y al misterioso automvil con matrcula de Massachussets. El sargento acab por prometer una rpida investigacin entre los taxistas. Crouther estaba sentado a su lado, en tanto Velie iba anotando el nombre y direccin del taxista. Westley haba regresado al bazar. Fiorelli estaba muy quieto, mordindose las uas. Tena el rostro endurecido y febril, con el inspector a un lado. -Hice que un puado de muchachos se dirigiera antes a la Calle 98 para rodear la casa -gru-. No quiero correr riesgos. Los muchachos estn camuflados, pero no dejarn que huya ni una rata. Ellery estaba tranquilamente sentado, contemplando cmo se apartaban los autos y se sobresaltaban los transentes. Sus dedos tabaleaban sobre el tablier del coche. El poderoso vehculo lleg finalmente a la Calle 98 y se desvi al Este. El barrio se espesaba, cada vez ms miserable. Cuando el vehculo atraves el East River, el panorama result an ms deprimente, con los edificios vetustos y la desdichada humanidad del distrito. Al fin, el coche policial se detuvo. Un hombre de paisano surgi milagrosamente de un portal y se plant en medio de la calle, sealando un edificio bajo, de dos plantas, con la madera desvencijada y falto de pintura, que se inclinaba con indolencia a un costado como

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si en una ltima convulsin, estuviera a punto de ser tragado por la tierra. La puerta principal estaba cerrada. Las ventanas fuertemente atrancadas. La casa pareca deshabitada, sin vida. Cuando chirriaron los frenos, una docena de individuos de paisano aparecieron por extraos lugares y portales. Algunos que estaban ya en el maltrecho patio del edificio a asaltar haban sacado las armas y avanzaban hacia la parte posterior de la casa. Un alud de policas y guardias salt de la camioneta que segua al coche policial y, encabezados por Fiorelli, Velie y el inspector, con Crouther detrs, corrieron hacia los peldaos de madera. Fiorelli golpe fieramente los paneles de la puerta. No hubo ni un solo susurro en respuesta. A una seal del inspector Queen, Fiorelli y Velie empujaron la madera con sus poderosos hombros. La madera se astill y la puerta se hundi, revelando un interior oscuro y polvoriento, una araa de luz rota y un tramo de peldaos sin alfombrar que conduca al segundo piso. La Polica inund el edificio, ambos pisos simultneamente, abriendo puertas, husmeando en los rincones, con las armas a punto. Ellery, mientras tanto, tranquilamente detrs de tanto alboroto, se hallaba altamente divertido ante la sicologa de la boquiabierta multitud que se haba reunido milagrosamente delante de la casa, mantenida aparte por algunos guardias de uniforme, comprendiendo al instante que la redada haba fallado. La casa estaba vaca sin el menor signo de ocupantes.

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REQUIEM Estaban en el interior de una de las polvorientas habitaciones, un saln anticuado, con los maltratados restos de una chimenea victoriana que proclamaba calladamente das mejores. Fiorelli permaneca apoyado en la repisa. Su rostro bovino tena un color pizarroso; pate un pedazo de madera achicharrado al otro lado de la habitacin. Velie estaba ms hurao que de costumbre. El inspector se haba tomado el final de la redada con ms filosofa. Inhal un poco de rap y envi a un detective en busca del portero o superintendente del edificio, si haba alguno en aquella casa o en una vecina. Ellery callaba. El detective no tard en regresar con un individuo negro casi blanco de pavor. -T te cuidas de esta casa? -le espet el inspector con brusquedad. El negro se quit el sombrero y movi los pies con inquietud. -Eso hago, seor. -Qu eres, portero, encargado...? -Todo, seor. Cuido de varias casas de este bloque. Las alquilo en nombre de los propietarios. -Ya. Estaba ayer ocupada esta casa? -S, seor! -el negro inclin vigorosamente la cabeza-. Hace cuatro o cinco das vino un tipo y alquil toda la casa. Esto me dijo el agente. Le pagaron al agente un mes de alquiler. Yo lo vi con mis propios ojos. -Qu clase de hombre era el inquilino? -Bajito con bigote negro. -Cundo se traslad? -Al da siguiente... domingo. Vino una camioneta con varios muebles.

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-Te fijaste en el nombre del coche de mudanzas? -No, seor, seguro que no. No haba ninguno. Era una camioneta abierta con los costados tapados con una lona. No haba ningn nombre. -Viste mucho por aqu al hombre del bigote negro? El negro se rasc la cabeza. -No, seor, no lo vi mucho. Creo que no lo vi hasta ayer por la maana. -Cundo fue eso? -Cuando volvi a marcharse, seor. No me habl, pero hacia las once lleg el mismo camin, entraron dos hombres en la casa y poco despus sacaron los muebles. No tardaron mucho, porque haba muy pocos muebles, y yo mismo vi salir al hombre de la casa, decirles algo a los dos ayudantes y alejarse. El camin tambin desapareci. El hombre se limit a dejar la llave de la casa colgada de un gancho, como le haba indicado el agente. El inspector murmur algo al odo de Velie y volvise de nuevo hacia el negro. -Viste entrar a alguien en la casa durante esos cuatro das? -interrog el inspector-. Especialmente el martes por la tarde... o sea ayer. -S, seor, ayer pero no antes. Mi vieja generalmente est sentada todo el da en la acera, y me dijo que anoche hubo una verdadera invasin de personas, desde primeras horas de la tarde. Y todos murmuraron bastante al hallar la casa cerrada. Oh, sera una docena de personas, a intervalos espaciados. Y todos se marchaban rpidamente. -De acuerdo -pronunci lentamente el inspector-. Da tu nombre, seas y las de la compaa inmobiliaria para la que trabajas a este agente y mantn el pico bien cerrado sobre todo esto. No lo olvides! El negro se asust, murmur una afirmacin y tartamude la informacin requerida a un agente de la Brigada de Narcticos, tras lo cual sali rpidamente del saln. -Bueno, esto lo aclara todo -djoles el inspector a Velie, Fiorelli, Ellery y Crouther, que estaban agrupados frente a la chimenea-. Se olieron la tostada y huyeron. Algo les hizo entrar en sospechas y tuvieron que huir, sin tiempo para distribuir la droga a los clientes. Hoy da debe de haber en esta ciudad una docena de adictos sufriendo mil tormentos. Fiorelli esboz un gesto de disgusto. -Ah, que se mueran -gru-. Si pudiera poner mis manos en los miembros de esa maldita banda... -Mala suerte -replic el detective de los almacenes French-. Debimos movernos ms deprisa. -Tratar de encontrar a esa camioneta -dijo Velie-. Quiere ayudarme, Crouther? -aadi sardnicamente. -Ver, yo no quise decir... -protest Crouther. -Nada de rias -se interpuso el inspector-. Intntelo, Thomas, pero supongo que se trata de una camioneta particular que slo trabaja para los jefes de la banda. Y ahora que sus miembros se han asustado, no resultar muy fcil encontrarles. Eh, Ellery? -Sugiero -contest el joven, hablando por primera vez desde que empezara la redada-, que nos marchemos a casa. Ya hemos tenido nuestro Waterloo -sonri tristemente-, para decirlo con elegancia. Fiorelli y Velie se reunieron con los dems policas rumbo a la Central, dejando a un guardia uniformado frente a la casa tomada por asalto. Crouther, tras darle un amistoso codazo al sargento Velie en las costillas, se march hacia el bazar. -Ya me avisarn -sonri-. Tambin tengo mi trabajo. Par un taxi que iba hacia el Sur y los Queen le siguieron en otro. Ellery contempl la esfera de su reloj de plata. El inspector le mir con intriga.

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-No s por qu quieres irte a casa -gru-. Ya llevo demasiado tiempo sin aparecer por el despacho. En el escritorio debe de aguardarme una buena tarea. Por primera vez en varios meses no he asistido al reconocimiento matinal y supongo que Welles habr llamado... Ellery contemplaba fijamente su reloj, con una sonrisa distrada vagando en sus labios. El inspector call sbitamente. Ellery abon la carrera cuando el coche se detuvo delante de su domicilio de la Calle 87, acompa gentilmente a su padre escalera arriba y no habl hasta que Djuna hubo cerrado la puerta. -Diez minutos -anunci con satisfaccin, guardando el reloj de nuevo-. Es el tiempo normal desde la Calle 98 y el ro hasta la Calle 87 del otro lado. Sonri y se despoj del liviano abrigo. -Te has vuelto loco? -rezong el inspector. -Por completo -asinti Ellery. Fue hacia el telfono y marc un nmero. -French? Pngame con el seor Springer del Departamento de Libros... Hola, el Departamento de Libros? El seor Springer, por favor... Cmo? Quin habla...? Oh, ya... No, nada. Gracias. Colg. El inspector se estaba retorciendo el bigote con una expresin de clara agona. Mir fijamente a Ellery. -No irs a decirme que Springer... -murmur dbilmente. Ellery no pareca conturbado. -Me alegro -repuso simplemente-. El seor Springer, segn su joven ayudante, se ha puesto sbitamente enfermo apenas hace cinco minutos y se march del bazar apresuradamente, diciendo que no volvera en todo el da. El viejo se dej caer en un silln. -Cmo diablos pude prever esta complicacin? -gimi-. Pens que estara todo el da en el bazar. Volver en todo el da? Nunca ms volveremos a verle, ni en sombras! -Oh, s, le vers -le anim Ellery. Y acto seguido aadi una cita: -Los preparativos son media batalla, y nada se pierde por estar en guardia. Ah, el buen espaol que pronunci esta sentencia dijo una gran verdad, padre!

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COARTADAS: MARION-ZORN Musitando imprecaciones contra la ilusiva cabeza de James Springer, el inspector se march a la Central, dejando a Ellery cmodamente instalado delante de una puerta vidriera, fumando y meditando. Djuna, a su modo simiesco, se sent inmvil a sus pies, en el suelo, sin parpadear, bajo la reluciente luz del sol que penetraba a raudales en la estancia. Cuando el inspector regres dos horas ms tarde, Ellery, siempre fumando, estaba sentado al escritorio redactando una serie de notas. -Sigues pensando en el caso? -le pregunt su padre con inquietud, dejando el sombrero y el abrigo sobre una silla. Djuna se apresur a recoger las prendas y a colgarlas en el armario. -Sigo todava -asinti Ellery escuetamente. En su frente haba una profunda arruga. Se levant, contempl reflexivamente las notas, con un suspiro volvi a dejarlas sobre la

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mesa y se encogi de hombros. La arruga desapareci y se disolvi en una serie de arruguitas de buen humor cuando se fij en el desaliado bigote de su padre. -Algo nuevo en el despacho? -inquiri con simpata. El inspector empez a pasearse nerviosamente. -Muy poco. Thomas ha buscado al taxista de que habl Crouther... y estamos en un callejn sin salida, al parecer. El hombre nos dio una buena descripcin del secuestrador rubio, y naturalmente hemos enviado telegramas a todo el Este. Particularmente a Massachussets. Con la descripcin del coche y de Bernice Carmody. Supongo que tendremos que esperar... -Hum... -Ellery quit la ceniza del cigarrillo-. Esperar no sacar a Bernice de la tumba -dijo sbitamente-. Y sin embargo, an cabe la posibilidad, muy nimia, de que est con vida. Yo no limitara la bsqueda al Nordeste. Esta banda es astuta. La matrcula poda ser falsa. A lo mejor se han encaminado hacia el Sur, han cambiado de coche... Pueden haber hecho una docena de cosas. En realidad, si encontris a Bernice, muerta o viva, aqu en Nueva York, no me sorprendera en absoluto. Al fin y al cabo, el rastro termin en Central Park. -Thomas y los muchachos mantienen los ojos muy abiertos -record el inspector con desconsuelo-. Y conoce tantos trucos como t, hijo mo. Si existe la menor esperanza, atrapar a la chica... y a la banda. -Cherchez la femme -cit Ellery con ligereza. Despus, sentse a reflexionar. El inspector cruz las manos a la espalda y volvi a su paseo, contemplando a su hijo con mirada intrigada. -Marion French me llam a la Central -manifest de pronto. -S? -Ellery enarc las cejas. -Ya me imagin que te interesara -sonri el viejo-. S, la chica llam varias veces esta maana, mientras yo estaba aqu, y cuando por fin me localiz me pareci algo excitada... tal vez no excitada sino febril. Y pensando en ti, hijo mo, que es ms de lo que puedo decir de ti, incidentalmente, la he citado aqu. Ellery se limit a sonrer. -Supongo que Westley ha hablado con ella continu el inspector. -Pap! -exclam Ellery riendo-. Ocasionalmente me dejas atnito con tu penetracin. Son el timbre y Djuna abri la puerta del apartamento. Marion French, ataviada con un severo traje negro y un sombrerito coquetn, la barbilla en desafo, penetr en el saln. Ellery se puso en pie, llevndose una mano a la corbata. El inspector avanz apresuradamente y se dirigi a su visitante. -Adelante, seorita French. Era todo sonrisas y paternalismo. Marion le sonri a Djuna y salud al inspector en tono grave. Enrojeci ante las calurosas frases de bienvenida de Ellery. Y sentse en el silln del inspector, a invitacin expresa de ste, encaramndose en el borde del mullido asiento, con las manos fuertemente enlazadas y muy apretados los labios. Ellery permaneca junto al ventanal. El inspector cogi una butaca y sentse frente a la joven. -Veamos, de qu desea hablarme, querida? -inici la conversacin en tono casual. La mirada de Marion se pos tmidamente en Ellery, volviendo a fijarse en el inspector. -Yo... se trata de... -De su visita a casa del seor Zorn el lunes por la tarde, verdad, seorita French? -intervino Ellery, sonriendo. La joven lanz un respingo. -Cmo! Usted lo saba!

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Ellery esboz un gesto despreciativo. -No lo saba. Digamos que lo adivin. Los ojos del inspector parecieron querer taladrar a la joven; en cambio su voz son gentil. -Tena algo contra usted el seor Zorn... o era un asunto ms directamente relacionado con su padre, querida? La joven pase sus ojos de uno a otro hombre, sin dar crdito a sus odos. -Y pensar... -murmur. Se ech a rer con una nota de histerismo-. Y pensar que yo crea que se trataba de un profundo secreto... -una sombra que se interpuso entre sus ojos desapareci al instante-. Bien, supongo que desean or una historia coherente. Westley me aconsej... Oh, no deba decirlo, pero en fin... Me aconsej contarlo todo. Y yo... -el inspector y Ellery se sobresaltaron ante tanta ingenuidad-. De todos modos -prosigui la muchacha, sonriendo dbilmente-, supongo que ya estarn enterados de las... las relaciones entre mi madrastra y el seor Zorn... Realmente, eran ms habladuras que otra cosa! -proclam. Se calm inmediatamente-. Pero yo no estaba segura. Y todos tratamos con tanto afn de mantener a mi padre en la ignorancia... Aunque temo que no lo conseguimos por completo. El miedo salt a sus ojos. Call repentinamente y mir al suelo. Ellery y su padre intercambiaron las miradas. -Siga, seorita French -la anim el segundo con el mismo tono amable. -Despus escuch, por casualidad -la joven cobraba confianza en sus oyentes-, algo que confirm en parte los rumores. Nada... El asunto no haba ido muy lejos, mas se volva peligroso. Incluso yo me di cuenta... As estaban las cosas el lunes. -Se lo cont a su padre? -inquiri el inspector. -Oh, no -tembl ella-. Pero yo tena que salvar la salud de pap, su reputacin, su... su paz mental. Ni siquiera me confi a Westley. Visit al seor Zorn... y a su esposa. -Siga. -Fui a su apartamento. Me hallaba totalmente desesperada. Fue despus de cenar, y saba que ambos estaran en casa. Deseaba la presencia de la seora Zorn porque saba... que es celosa como una bruja. Incluso me amenaz... -La amenaz, seorita French? -pregunt el inspector. -Oh, no fue nada -se apresur Marion a responder-, pero me dijo que estaba al corriente de la situacin. Y que era culpa de Winifred si... si el seor Zorn se haba encaprichado de ella. La seora Zorn es... oh, es espantosa... -sonri torpemente-. Bueno, ustedes me tomarn por una chismosa completa. Ante los dos acus al seor Zorn y... le dije que el asunto deba terminar. La seora Zorn se enfureci y empez a maldecir. Todo su despecho se volvi contra Winifred. La amenaz con llevarla a los tribunales. El seor Zorn intent discutir conmigo, pero... supongo que la fuerza de dos mujeres en contra le hizo perder toda la energa. Se march como un vendaval... dejndome a solas con su terrible mujer. Pareca loca... -Marion volvi a estremecerse-. yo me asust y... bueno, supongo que ech a correr. Desde el pasillo segu oyendo sus gritos... Y esto es todo, inspector Queen, esto es todo -farfull-. Cuando sal del apartamento de los Zorn eran ms de las diez. Me senta dbil y mareada. Necesitaba dar un paseo por el parque, como dije ayer. Anduve largo rato hasta hallarme a punto de caer exhausta, y al final regres a casa. Llegu hacia medianoche. Hubo un pequeo silencio. Ellery, tras contemplar impasiblemente a la muchacha, volvi la cabeza. El inspector se aclar la garganta. -Se fue directamente a la cama, seorita French? -pregunt. -Vaya -la joven le mir directamente-, a que se refiere? Yo... -el temor volvi a brillar en sus pupilas, pero agreg valerosamente-. S, inspector.

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-Vio a alguien cuando regresaba a su casa? -No... no. -No vio a nadie, no habl con nadie? -No. -Bien -frunci el ceo el inspector-, de todos modos, seorita French, obr usted bien al querer confesar este... ejem... este hecho. -Yo no quera -declar ella tmidamente-. Pero Westley, cuando se lo cont, me oblig. -Por qu no quera contarlo? -intervino amable Ellery. Eran sus primeras palabras desde que Marion iniciara su relato. La muchacha tard bastante en responder. -Prefiero no contestar, seor Queen -dijo al fin con decisin. Se puso en pie. El inspector la imit al momento. Luego, la acompa en silencio a la puerta del apartamento. Cuando volvi al saln, Ellery estaba riendo. -Transparente como un ngel -coment-. No frunzas el ceo, pap. Has comprobado los movimientos de Cyrus French? -Oh, eso... -el inspector pareca deprimido-. S, Johnson se ocup anoche del asunto. Recib esta maana su informe. Estuvo en casa de Whitney en Great Neck. Creo que hacia las nueve sufri un ligero ataque de indigestin y se retir inmediatamente. -Coincidencia? -sonri Ellery. -Eh? -el inspector se enfurru ms an-. Bien, esto, al menos, da cuenta de sus movimientos. -S? -Ellery cruz sus largas piernas-. Como ejercicio puramente intelectual -agreg malvolamente-, no hay nada de eso. Cyrus se retira a descansar a las nueve. Supongamos que desea regresar a Nueva York, sin que lo sepa su anfitrin. De pronto, por la noche, se desliza fuera de la casa y echa a andar carretera adelante... Aprisa! Le vio alguien marcharse por la maana en el coche de Whitney? -El chofer, claro -murmur el inspector-, el cual lo trajo a la ciudad. Johnson inform que French sali de la casa antes de que los dems se levantasen... Pero el chofer...! Ellery se ech a rer. -Mejor que mejor. Es fcil comprar el silencio y la complicidad de un chofer -aadi-. Nuestro magnate de la Liga contra el Vicio, se desliza secretamente de la casa; su cmplice, el chofer, le lleva secretamente a la estacin. A esa hora hay un tren. Lo s, porque hace tres semanas, un lunes por la noche, lo tom cuando regresaba de casa de Boomer. Y tarda slo media hora en llegar a la estacin de Pennsylvania. A tiempo de penetrar por la puerta del almacn... -Pero habra tenido que quedarse en el bazar toda la noche! -protest el inspector. -Concedido. Tambin tenemos un chofer sobornado para procurar una magnfica coartada... Ves qu sencillo? -Un cuento de hadas! -gru el inspector. Juntos se echaron a rer-. He dado rdenes para estar informado de todas las coartadas. Llam a Zorn desde el despacho y le orden venir aqu. Deseo saber si su historia concuerda con la de Marion. Y saber tambin qu hizo a partir de las diez de la noche. Ellery perdi su aspecto interesado, pareciendo poco satisfecho. Se frot la frente cansinamente. -Podra ser prudente aclarar todas las coartadas -manifest-. Y quiz tambin sera una buena idea convocar aqu a la seora Zorn. Mientras tanto, yo emulara a los estoicos. El inspector efectu una serie de llamadas telefnicas, en tanto Djuna buscaba los nmeros en los listines, y Ellery se instal en una butaca, cerrando los ojos. Media hora ms tarde, los esposos Zorn estaban sentados juntos en el saln de los Queen, frente al inspector. Ellery estaba en un rincn, casi escondido tras una librera.

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La seora Zorn era una mujer de huesos largos, canosa y de tez rojiza. Llevaba el cabello dorado partido en medio, de modo muy severo. Tena ojos verdes y labios delgados. Pareca, a primera vista, menor de treinta aos, pero una observacin ms atenta dejaba al descubierto unas cuantas arrugas en torno a la boca y los ojos, que aadan diez aos ms a su aspecto. Vesta a la ltima moda y sus modales eran arrogantes. Pese a la historia contada por Marion, los dos esposos parecan en trminos sumamente amistosos. La seora Zorn agradeci la presentacin que su marido le hizo al inspector con una agradable sonrisa, y puntuaba cada observacin de su cnyuge con un S, querido.... El inspector la estudi con sus ojillos astutos y decidi no andar con rodeos. Volvise primero a Zorn. -Les he llamado como un paso lgico en esta investigacin, para que expliquen sus movimientos de la noche del lunes pasado, seor Zorn. La mano del director del bazar se elev nerviosamente hacia su calva. -El lunes por la noche? La noche... del asesinato, inspector? -En efecto. -Insina...? -se puso en pie de un salto y el furor destell tras sus lentes de montura de oro. La seora Zorn ejecut un leve gesto con el ndice, gesto que calm a su marido como por ensalmo. -Cenamos -prosigui, como si no hubiera ocurrido nada- en nuestro apartamento. Y estuvimos en l toda la noche. Bueno, hacia las diez sal de casa y me march al Penny Club, de la Quinta Avenida y la Calle 32. All me encontr con Gray y discutimos el asunto Whitney durante media hora, aproximadamente. Me entr jaqueca, le dije a Gray que me iba a dar una vuelta, nos dimos las buenas noches y sal del club. Di un largo paseo por la Quinta Avenida, hasta llegar a la casa, en la Calle 74. -A qu hora, seor Zorn? -pregunt el inspector. -Hacia las once y cuarto. -Estaba levantada la seora Zorn cuando usted lleg? La mujer prefiri responder por su marido. -No, inspector, no! Desped a los criados, despus de salir mi esposo de casa, y me acost. Me dorm inmediatamente y no le o llegar. Sonri, exhibiendo una blanca dentadura. -Temo no comprender cmo... -insinu cortsmente el inspector. -Mi marido y yo dormimos en habitaciones separadas, inspector Queen -explic ella sin inmutarse. -Hum... -el inspector volvise hacia Zorn, el cual no se haba movido en absoluto durante el inciso-. Encontr a alguien conocido durante su paseo? -Pues... no. -Cuando entr en su casa le vio alguien? Zorn se tirone de las guas del bigote. -Temo que no. Slo hay un vigilante nocturno en la centralita a partir de las once, y cuando entr no estaba en su puesto. -Supongo que el ascensor ser automtico, claro -insinu el inspector con sequedad. -S, exacto. El inspector volvi la cabeza hacia la seora Zorn. -A qu hora vio usted a su esposo por la maana... la maana del martes? La mujer elev sus cejas rubias. -El martes por la maana... veamos... Oh, s, a las diez. -Completamente vestido?

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-S. Estaba leyendo el peridico de la maana cuando yo entr en el saloncito. El inspector sonri torpemente y se levant para dar una vuelta por la habitacin. Finalmente se detuvo delante de Zorn y lo contempl severamente. -Por qu no me ha contado la visita de la seorita French a su apartamento el lunes por la noche? Zorn se qued inmvil. El efecto del nombre de Marion en la esposa fue sorprendente. El color huy de sus mejillas y sus pupilas se dilataron peligrosamente. Fue ella la que habl. -Esa...! -exclam con voz apasionada. Tena el cuerpo tenso por la ira. La mscara de cortesa cay de su rostro, revelando a una mujer vieja... maliciosa y cruel. El inspector no pareci haberla odo. -Bien, seor Zorn? -insisti. El interrogado se humedeci los labios con la punta de la lengua. -S, es verdad -murmur-. No pens que tuviese nada que ver con... S, la seorita French nos visit, marchndose hacia las diez. El inspector esboz un movimiento de impaciencia. -Hablaron de sus relaciones con la seora French, verdad? -insisti. -S... s, exacto -las palabras surgieron de la boca de Zorn lentamente. -Su esposa se enfureci? Las pupilas de la aludida despidieron chispazos verdosos. -S -musit el marido. -Seora Zorn -los ojos de la mujer se velaron-. Usted se acost poco despus de las diez de la noche del lunes y no sali de su habitacin hasta las diez de la maana siguiente. -S, inspector Queen. -En tal caso -concluy el inspector-, no hay nada ms de que hablar... por ahora. Cuando los Zorn hubieron desaparecido, el inspector vio que Ellery segua sentado en su rincn, riendo silenciosamente. -No le veo la gracia -gru. -Oh, pap, todo ese jaleo... -exclam Ellery-. La vie c'est confuse! Qu bien casan entre los hechos... Qu piensas de este ltimo interrogatorio? -No s de qu hablas -se irrit el inspector-, pero se una cosa. Cualquiera de nuestros sospechosos pudo realizar esa faena. Tomemos un caso hipottico. Supongamos que X es el presunto asesino. A X no se le ve hasta despus de las once y media. Dice que se fue a casa y se acost. No hay testigos. Bien, supongamos que no se march a casa. Supongamos tambin que penetr furtivamente en el bazar por la puerta del almacn. Y que sali a la maana siguiente. Volvi a casa, entr en su apartamento sin verle nadie, y volvi a presentarse pblicamente a las diez y media, o ms tarde, vindole todo el mundo. Se supone, claro, que durmi en casa toda la noche y que por tanto no pudo cometer el crimen. Y no obstante, es fsicamente posible... -Cierto, cierto -murmur Ellery-. De todas formas, veremos qu dice la prxima vctima. -Que ya debera haber llegado -se quej el inspector, entrando en el cuarto de bao para secarse el sudoroso rostro.

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COARTADAS: MARCHBANKS

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Marchbanks no sonri. Contempl al inspector ceudamente e ignor a Ellery. Dej el sombrero y el bastn sobre la mesa con un golpe fuerte, negndose a que Djuna le ayudase. Sentse sin ser invitado y tamborile sobre el brazo del silln. Bien, caballerito, ya est aqu, pens el inspector. Tom rap deliberadamente, contemplando a Marchbanks con curiosidad. -Marchbanks -empez con sequedad-, dnde estuvo usted el lunes por la tarde y la noche? El hermano de la difunta frunci el entrecejo. -Qu es esto, un tercer grado? -Si escoge ese camino -gru el inspector con tono desagradable-, no iremos muy lejos. Repito: dnde estuvo el lunes por la noche? -Si quiere saberlo estuve en Long Island. -Oh, Long Island! -repiti el inspector debidamente impresionado al parecer-. Cundo se march all, adnde exactamente y cunto tiempo estuvo? -La Polica siempre insiste en obtener una historia -se burl el interrogado, afirmando s1idamente los pies sobre la alfombra-. Muy bien. Sal de la ciudad hacia las siete de la tarde. En mi coche... -Conduca usted mismo? -S. -Iba alguien con usted? -No! -grit Marchbanks-. Desean escuchar o no mi historia? -Contine -le invit el inspector. Marchbanks le mir malvolamente. -Sal de la ciudad el lunes a las siete de la tarde en mi auto. Me dirig hacia Little Neck... -Little Neck, eh? -volvi a interrumpirle el inspector. -S, Little Neck -rugi Marchbanks-. Qu hay de malo en ello? Me haban invitado a una fiesta en casa de un amigo mo... -Su nombre? -Patrick Malone -explic Marchbanks con resignacin-. Cuando llegu, no haba en casa nadie ms que el criado de Malone. Me explic que en el ltimo instante, haban llamado a mi amigo por cuestin de negocios y que la fiesta se haba suspendido. -Saba usted que poda ocurrir tal eventualidad? -Si se refiere a si saba si podan llamar a Malone de repente, s lo saba. Haba hablado de esta posibilidad anteriormente por telfono. De todos modos, no pensaba pasar all toda la noche. De modo que me largu al momento y continu hasta mi propio refugio, a unos kilmetros ms lejos. Lo tengo para mis idas ocasionales a Island. Yo... -Tiene sirvientes all? -No, es una casita pequea y yo prefiero la soledad cuando descanso. De modo que dorm all y regres a la ciudad en mi coche por la maana. El inspector sonri sarcsticamente. -Supongo que no hall a nadie en toda la noche ni por la maana que pueda atestiguar esta declaracin. -No s a qu se refiere. Qu insina? -S o no? -No. -A qu hora lleg aqu? -A las diez y media. Me levant algo tarde. -Y a qu hora de la noche del lunes lleg usted a casa de su amigo Malone y habl con su criado? -Oh, hacia las ocho u ocho y media. No me acuerdo con exactitud. El inspector dirigi una mirada burlona a su hijo, al otro lado de la habitacin. Despus se encogi de hombros. El rostro de Marchbanks se ensombreci al ponerse de pie.

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-Si no tiene ms preguntas que hacerme, inspector Queen, me marchar ya. Recogi el sombrero y el bastn. -Ah, otra cosa. Sintese, Marchbanks -el aludido obedeci con desgana-. Qu motivo le achaca usted al asesinato de su hermana? Marchbanks se estremeci. -Tem la pregunta. Golpeando a un rbol, eh? La verdad es que no me sorprende. La Polica de esta ciudad es... -Por favor, responda a la pregunta. -No he pensado en ningn motivo, ni deseo pensar en ninguno! -grit de pronto Marchbanks-. Esto es cosa suya! Lo nico que s es que mataron a mi hermana y deseo ver a su asesino en la silla elctrica. Call, falto de aliento. -S, s, comprendo este sentimiento natural de venganza -dijo cansadamente el inspector-. Bueno, seor Marchbanks, puede irse, pero no salga de la ciudad.

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COARTADAS: CARMODY Vincent Carmody fue el siguiente. Su reticencia era ms marcada que de costumbre. Casi dobl su excesiva longitud y sentse calladamente en el silln inquisitorial. Esper. -Ah... seor Carmody -empez el inspector. El anticuario no se dign contestar a lo que era a todas luces un prembulo-. Ah, seor Carmody, le hemos convocado para una pequea consulta. Estamos comprobando los movimientos de todo el mundo relacionado directa o indirectamente con la seora French. Se trata de un puro formulismo... -Hum... -gru Carmody, con los dedos entre las hebras de su barbita. El inspector hurg apresuradamente en su caja de rap. -Bien, caballero, me gustara escuchar un relato de sus movimientos la noche del lunes... la noche del crimen. -Del crimen... -repiti negligentemente Carmody-. Esto no me interesa, inspector. Qu se sabe de mi hija? El inspector contempl con creciente irritacin el rostro inexpresivo del anticuario. -La bsqueda de su hija est a cargo de las debidas personas. An no ha sido encontrada, aunque poseemos nuevas noticias que es probable nos conduzcan a su localizacin. Por favor, responda a mi pregunta. -Es fcil! -exclam Carmody con gran amargura-. S lo que significa esta frase en labios de la Polica. Estn ustedes en un callejn sin salida y lo saben. Yo he puesto un detective en el caso. -Quiere por favor responder a mi pregunta? -Tranquilo... -replic Carmody-. No s que mis movimientos del lunes por la noche tengan nada que ver con el caso. Ciertamente, yo no rapt a mi hija. Pero si insiste, aqu los tiene: el lunes, ya tarde, recib un telegrama de uno de mis ayudantes. Me comunicaba el descubrimiento de una casa prcticamente repleta de piezas de la primera etapa americana en las regiones agrestes de Connecticut. Invariablemente me gusta investigar personalmente tales hallazgos, por lo que tom un tren en la Grand Central a las nueve y catorce. Hice trasbordo en Stamford y no llegu a destino hasta medianoche. La casa est bastante apartada de la carretera. Pero posea la direccin e inmediatamente llam a la gente de la casa. Bien, no haba nadie. No s qu pas. No haba all ningn hotel o posada y regres a la

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ciudad. No logr transbordar a tiempo y no llegu aqu hasta las cuatro de la madrugada. Nada ms. -Hay algo ms, seor Carmody -disinti el inspector-. Le vio alguien volver a la ciudad, tal vez en su apartamento? -No. Era demasiado tarde y no haba nadie levantado. Adems, vivo solo. Me desayun en un restaurante cercano a mi apartamento. El camarero puede identificarme. -Sin duda -sonri el inspector-. Hall a alguien durante su viaje que pueda recordarlo? -No. A menos que el revisor del tren... -Bien! -el inspector cruz las manos detrs de la espalda y contempl a Carmody con evidente disgusto-. Por favor, redacte todos sus movimientos en la noche del lunes y enve la nota a mi despacho de la Central. Otra pregunta: saba que su hija Bernice es drogadicta? Carmody dio un brinco y rugi. En un instante, su rostro adquiri el tinte rojizo del mayor furor. Ellery se incorpor en su silla del rincn, pues por un instante pareci como si el anticuario estuviera dispuesto a abofetear al inspector. Mas el viejo no se inmut, mirando framente a su adversario. Carmody, con los puos apretados, volvi a sentarse. -Cmo lo han averiguado? -murmur con voz estrangulada-. Pens que nadie... -los msculos de su garganta estaban terriblemente tensosexcepto Winifred y yo... -Ah, lo saba tambin la seora French? -inquiri el inspector al momento-. Desde cundo? -De modo que se sabe -gimi Carmody-. Dios mo! -levant hacia el inspector un rostro demacrado-. Yo, hace un ao. Winifred... -el semblante se endureci-. Winifred no lo saba. Sus ojos de madre... -aadi con amargura-. Maldicin! Pensaba principalmente en s misma... Yo mismo se lo dije hace dos semanas. No quera creerme. Nos peleamos. Sin embargo, al final se convenci... lo vi en sus ojos. He hablado de esto innumerables veces con Bernice. No tena vergenza. No quiso divulgar de dnde consegua el suministro de la droga. Desesperado ya, habl con Winifred. Pens que sta conseguira convencerla. Ya no s nada ms... -su voz baj hasta un susurro-. Iba a llevarme fuera a Bernice... a curarla... Y de pronto han matado a Winifred y Bernice ha desaparecido... La voz se extingui. Bajo los ojos haba grandes manchones morados. El hombre sufra... profundamente y slo Ellery comprendi con qu perversa psicologa. Luego, sin suspirar siquiera, sin otra palabra de explicacin, Carmody se puso en pie, cogi el sombrero y sali apresuradamente del apartamento de los Queen. El inspector, desde la ventana, le vio correr alocadamente calle abajo, con el sombrero todava en la mano.

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COARTADAS: TRASK. Trask lleg a su cita con los Queen con media hora de retraso. Se mostr indolente, saludando a los Queen con indolencia, sentndose con indolencia, encendiendo un cigarrillo con indolencia, cigarrillo aplicado con indolencia a una boquilla de jade, y aguardando con indolencia el interrogatorio del inspector. -Dnde estaba la noche del lunes? Oh, por la ciudad... -declar vagamente con un gesto indolente del brazo. Luego se atus las guas del bigote.

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-En dnde de la ciudad? No s; realmente, no me acuerdo... En algn club. A qu hora? Hacia las once y media. Dnde estuvo antes de esa hora? Oh, se apart de unos amigos y fue a un teatro de Broadway al empezar la funcin. Cul era el club? Realmente, no se acordaba... Cmo que no se acordaba? Bueno, a decir verdad, tom unas copas que deban contener dinamita pura... ja, ja, ja! Se puso achispado en seguida. Qu borrachera! No recordaba nada, slo el fro del agua en su cara a las diez, el martes por la maana en la estacin de Pennsylvania. Todo estaba revuelto en su cerebro. Debi ser una noche espantosa. Y nada ms. Slo tuvo tiempo de correr hacia su casa y cambiarse de ropa. Luego, asisti a la Junta de Directores de casa French. -Muy bonito! -murmur el inspector, contemplando a Trask como si fuese un animal. El visitante arroj la ceniza en direccin a un cenicero, sin acertar. -Trask! -la voz del inspector reson como un trallazo, sobresaltando al nombrado-. Est seguro de no recordar en qu club estuvo aquella noche? -Oh, inspector, me ha asustado usted -rezong Trask-. Ya le he dicho que no. Oh, estoy completamente alocado. No recuerdo nada. -Bien, mala cosa -gru el inspector-. Si no le molesta contestar, Trask... saba que Bernice Carmody era drogadicta? -No! De veras? -Trask se incorpor con sobresalto-. Entonces, yo estaba en lo cierto! -Ah, lo sospechaba? -Algunas veces. Bernice sola comportarse de manera extraa. Mostraba todos los sntomas de la drogadicta. He visto a muchas. Quit una mota de ceniza de la gardenia de su solapa con gesto displicente. -Qu le impidi comprometerse definitivamente con la seorita Carmody? -insisti el inspector. -Oh, no... -Trask adopt una expresin virtuosa-. No romp por eso. Intentaba curarla una vez casados. Sin que lo supiese su familia. Malo... malo -suspir. Tras una pausa volvi a suspirar. -Cules han sido sus relaciones con Cyrus French? -exigi el inspector con impaciencia. -Oh... -Trask resplandeci de nuevo-. Absolutamente idneas. Es de esperar que un individuo se muestre de acuerdo en todo con su futuro yerno, verdad? Ja, ja, ja! -Bien, salga de aqu -rugi el inspector bruscamente.

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COARTADAS: JOHN GRAY John Gray dobl limpiamente sus guantes, los dej junto a su impoluto sombrero negro, y lo entreg todo sonriendo a Djuna. Luego, le estrech decorosamente la mano al inspector, salud a Ellery y tom asiento a requerimientos del primero. -Bien -sonri, atusndose el blanco bigote-. Un hogar encantador. Mucho! Qu tal prosigue la investigacin, mi querido Queen? Parloteaba como un loro viejo, sin dejar descansar nunca los ojillos. El inspector se aclar la garganta.

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-Se trata de ciertas comprobaciones, seor Gray. Mera rutina. No le habr molestado mi llamada? -No, en absoluto -repuso Gray amablemente-. Vengo de ver a Cyrus... y est mucho mejor, mucho mejor. -Estupendo -alab el inspector-. Seor Gray, para que todo sea legal, podra usted darnos cuenta de sus movimientos en la noche del lunes? Gray mir a su interlocutor inexpresivamente y luego sonri. De pronto, estall en una afectuosa carcajada. -Muy hbil, inspector, muy hbil! Usted desea asegurarse de todo. Muy interesante! Supongo que les ha hecho a todos la misma pregunta, claro. -Oh, s -le tranquiliz el inspector-. Y todava nos quedan unos cuantos. Los dos se echaron a rer. De pronto, Gray se puso serio. -El lunes por la noche? Veamos... -volvi a atusarse el bigote pensativamente-. Claro... el lunes por la noche pas toda la velada en el club. El Penny Club. Cen all con unos amigotes, jugu a billar... lo de costumbre. Hacia las diez, o poco despus, lleg Zorn... Se acuerda de l, eh? Uno de nuestros directores. Zorn charl un poco conmigo. Discutimos sobre Whitney, sobre los detalles que debamos tratar en la conferencia del da siguiente con French y una media hora despus, Zorn se quej de jaqueca y se march. -Exacto, esto concuerda muy bien -aprob el inspector, sonriendo-. Porque el seor Zorn estuvo aqu no hace mucho y nos cont su charla en el Penny Club con usted. -De veras? -sonri Gray-. Entonces, supongo que queda muy poco por contar, inspector. -Algo ms, seor Gray -le detuvo el inspector sonriendo bonachonamente-. Slo para la legalidad... cmo pas el resto de la noche? -Oh, de modo vulgar, amigo mo. Sal del club hacia las once y camin hacia casa; no vivo muy lejos de all, en la avenida Madison. Simplemente, me fui a casa y me met en la cama. -Vive solo, seor Gray? -Por desgracia, como soy un misgino -repuso plcidamente el visitante-, no tengo familia, inspector. Una vieja criada cuida de la casa. Yo vivo en un apartamento de hotel. -Entonces: estaba la criada levantada cuando regres usted del club, seor Gray? El interrogado extendi sus manos brevemente. -No. Hilda se march el sbado anterior a Jersey City, para visitar a un hermano enfermo, y no volvi hasta el martes por la tarde. -Ya -el inspector tom un poco de rap-. Pero seguramente alguien le vio llegar a su apartamento. Gray pareci sobresaltarse y luego volvi a sonrer con una de sus afables sonrisas. -Oh, usted desea establecer mi coartada, eh, inspector? -Llammoslo as, seor. -Entonces no hay ms que decir -replic Gray-. Porque Jackson, el conserje de noche, me vio entrar en el hotel. Pregunt si haba correo y charl con l varios minutos. Despus cog el ascensor hasta mi apartamento. El rostro del inspector resplandeci. -Realmente -murmur-, no hay ms que decir. Salvo... -su semblante volvi a alargarse-, saber a qu hora habl usted con ese conserje y cogi el ascensor. -A las once y cuarenta minutos. Recuerdo haber echado un vistazo al reloj que hay encima del mostrador de Jackson para comparar con la hora de mi reloj. -Dnde est su hotel, seor Gray?

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-En la esquina de Madison y la Calle 37, inspector. Es el Burton. -Entonces ya... A menos, Ellery, que desees formularle alguna pregunta al seor Gray... El viejo director volvise con cierta sorpresa. Haba olvidado la presencia del joven, que segua sentado tranquilamente en su rincn, asistiendo a la conversacin. Gray pareci expectante cuando Ellery sonri. -Gracias, pap. S, tengo algo que preguntarle al seor Gray, si no es demorarle demasiado... -mir inquisitivamente al visitante. -En absoluto, seor Queen -se apresur a manifestar el aludido-. Si puedo ayudar en algo... Ellery incorporse en la silla y tens los msculos. -Seor Gray, voy a formularle una pregunta especial. Confo en su discrecin, en su lealtad hacia el seor French, y deseo que responda con franqueza. -Estoy completamente a su disposicin. -Permtame presentar un caso hipottico -continu rpidamente Ellery-. Supongamos que Bernice fuese una drogadicta... -Una drogadicta? -Gray frunci el ceo. -Exacto. Y supongamos que ni su madre ni su padrastro conociesen esta... enfermedad ni su estado. Supongamos que de repente la seora French conociese la verdad... -Entiendo -murmur Gray. -Y de este caso hipottico se deriva una pregunta tambin hipottica: qu cree usted que hara la seora French? Ellery encendi un cigarrillo. Gray medit largo rato. Luego, mir fijamente a los ojos del joven. -Lo primero que se me ocurre, seor Queen -respondi-, es que la seora French no confiara en Cyrus. -Interesante. Usted les conoce bien a ambos... -S -Gray cuadr la mandbula-. Cyrus es un amigo de toda la vida. Yo conozco, o conoca, a la seora French como el mejor amigo de la familia. Y estoy seguro, familiarizado como estoy con el carcter de Cyrus y el de la seora French, que sta no le habra dicho nada a su marido. Se lo habra guardado estrictamente para s. Posiblemente informara a Carmody, su primer marido... -No necesitamos entrar en tantos detalles, seor Gray -le ataj Ellery-. Pero, por qu no se lo hubiera dicho a French? -Porque Cyrus es supersensible respecto al vicio, particularmente a las drogas. Ha de recordar usted que la mayor parte de los ltimos aos los ha dedicado a borrar el vicio de esta ciudad, dentro de lo posible. Creo firmemente que descubrir que en su propia familia haba un caso de... Bien, esto le trastornara gravemente. Aunque, claro est -aadi rpidamente-, no lo s con absoluta seguridad. De todos modos, la seora French no se habra confiado a su esposo. Tratara de curar secretamente a su hija, tal vez... -Uno de los motivos para el silencio de la seora French, en este caso hipottico -razon Ellery-, sera, supongo, la necesidad de asegurar para su hija una buena tajada de la fortuna de su esposo. Gray pareci algo incmodo. -Bueno, yo no... S, puede usted estar en lo cierto. La seora French era una mujer calculadora... aunque no carente de escrpulos, entiende? Eso s, una mujer prctica y calculadora. Creo que, maternalmente, estaba decidida a que Bernice entrara en posesin de una buena parte de los bienes de Cyrus cuando ste falleciese... Se trata de algo de eso, seor Queen? -Ya basta -sonri Ellery-. Muchsimas gracias, seor Gray. -Entonces... nada ms -concluy el inspector. Gray pareci aliviado. Acept el abrigo, el sombrero y los guantes de manos de Djuna; murmur un adis corts y se march.

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Ellery Queen El inspector y Ellery escalera hacia la calle. le oyeron

El Misterio de los Polvos descender apresuradamente la

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HA LLEGADO EL MOMENTO... Los Queen cenaron en silencio. Djuna sirvi en silencio y despus quit el servicio en silencio. El inspector hurg dentro de su caja de rap y Ellery entr en comunin con su primer cigarrillo de la velada, luego con su pipa y de nuevo con un cigarrillo. Mientras tanto, nadie pronunci una sola palabra. Era un silencio de simpata, cosa frecuente en el hogar de los Queen. Finalmente, Ellery suspir y dirigi la vista a la chimenea. Fue el inspector quien primero habl. -Respecto a m -murmur-, hemos perdido desdichadamente el da. Ellery enarc las cejas. -Vamos, pap, cada da te muestras ms irascible. Si no supiese las preocupaciones que recaen ahora sobre tus hombros, me enfadara contigo. -Por mi mentalidad obtusa? -pregunt el inspector. -No, por tu falta de vigor mental -Ellery volvi la cabeza y sonri a su padre-. Es que los incidentes de hoy no significan nada para ti? -La redada fall, Springer huy, no hay nada tangible en las coartadas de esa gente... No encuentro motivo de regocijo en todo esto -se lament el inspector. -Bien, bien... -Ellery frunci el ceo-. Tal vez sea demasiado optimista... pero est tan claro el asunto...! Se puso en pie y empez a rebuscar en el escritorio. De pronto, exhibi un montn de notas y las hoje rpidamente ante los asombrados ojos de su padre. Despus, volvi a guardarlo todo en el cajn. -Todo ha terminado... -anunci- todo ha terminado, salvo el discurso final... y las pruebas. Yo poseo todos los hilos, todos los cabos sueltos que conducen hasta el asesino de la seora French. No constituyen una prueba slida, como exigen nuestros venerables tribunales y nuestro sistema de acusacin. Qu puede hacerse en semejante caso, pap? El inspector arrug la nariz disgustado. -Bien, acepto que lo que est oscuro para m sea un faro de luz para ti... S que a mi edad he criado un monstruo de Frankestein en mi interior... Se ech a rer y pos una mano cariosa sobre la rodilla de Ellery. -Buen chico -murmur-. No s qu hara sin ti. -Tonteras -rechaz Ellery, enrojeciendo-. Tambin te vuelves sentimental, pap? -junt los dedos-. Escucha, inspector. Tienes que ayudarme a encontrar una decisin. -S, s... -el inspector retrocedi, embarazado-. T tienes un caso, una explicacin... y ninguna prueba. Qu hacer? Farolear, hijo mo. Farolear como si quisieras ganar el envite con una pareja de cuatros y encontrases verdadera oposicin. Aumentar la apuesta de nuevo! Ellery le mir pensativamente. -He estado tanteando el reborde de... Diablo! -de repente abri mucho los ojos-. Qu estpido he sido! Tena un as en la manga y lo haba olvidado. Farolear? Vers muy pronto! Atrajo el telfono hacia s, vacil y se volvi hacia el inspector, que le contemplaba cariosamente.

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-Aqu hay una lista -dijo, escribiendo en un papel- de algunas personas de importancia. Quieres llamarlas, mientras yo repaso mis notas, pap? -Para qu hora? -inquiri sumisamente el padre. -Para maana por la maana a las nueve y media -replic Ellery-. Y llama tambin al fiscal y dile que le entregaremos a nuestro amigo Springer. -A Springer! -grit el inspector. -A Springer -repiti Ellery solemnemente. Acto seguido rein el silencio, slo interrumpido peridicamente por la voz del inspector al telfono.

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PARNTESIS Y DESAFO AL LECTOR A menudo he hallado que es un ejercicio estimulante, cuando leo novelas detectivescas, hacer una pausa al llegar a este punto del relato, muy poco antes de saber la solucin, y tratar de efectuar un anlisis lgico para intentar desentraar la identidad del criminal. Como creo que muchos paladares delicados de esta clase de manjares se hallan interesados tanto en el razonamiento como en la lectura, someto al espritu deportivo de mis lectores un reto. Sin leer las ltimas pginas, lector: quin mat a la seora French? Existe gran tendencia entre los aficionados a la novela policaca a adivinar quin es el culpable por medio del ciego instinto. Bien, es inevitable que ocurra esto, lo admito, pero la aplicacin de la estricta lgica y el sentido comn son ms importantes, siendo origen de gran alborozo. Por tanto, afirmo sin reservas que el lector se halla ahora en posesin de todas las pistas que rodean a este misterioso caso, pudiendo por consiguiente descubrir al criminal. Y aseguro que un examen suficiente y diligente de todo lo sucedido anteriormente le ayudar a deducir correctamente todo lo que est por venir. Arrivederci! E. Q.

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EL LTIMO EPISODIO
Cuarenta aos al servido de la Sret, le conducen a uno al mayor celo por la caza. Gracias a Dios, yo no me he cansado. Al menos en mi caso, que ha estado lleno de inters... Hubo ese admirable Henri Tocqueville, que se cort la garganta ante mis propios ojos cuando lo atrincheramos en su escondrijo de Montmartre... y Petit Charlot, que mat a dos de mis muchachos ms fieles y le arranc un pedazo de la nariz al sargento Mousson, en el combate que tuvo lugar antes de ser reducido... Ah, bien! Tengo inclinacin por los recuerdos, pero... Puedo decir que incluso hoy, viejo y dbil cono estoy, no abandonara jams el ltimo coupin main, la ltima fase de la caza, cuando la presa, jadeante, desesperada, se pone de espaldas al muro... No, no, ni por todas las delicias del paraso turco. De las Memorias de un prefecto, por Auguste Brillon.

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TODO LISTO! Llegaron uno a uno, furtivos, curiosos, impasibles, aburridos... abiertamente nerviosos casi todos. Entraron calladamente, conscientes del apretado cordn policiaco, en un ambiente tenso, de ojos astutos que observaban y calculaban sus menores movimientos... conscientes sobre todo del desastre inevitable, con unos efectos que ignoraban y slo podan adivinar. Eran las nueve y media de aquel fatal jueves por la maana. La puerta que todos cruzaban en completo silencio era la del apartamento privado de Cyrus French, en el bazar. Fueron pasando por la antesala, hacia la quietud de la enorme biblioteca, sentndose en unas butacas que daban frente, marcialmente, a las puertas vidrieras. Llenaron la estancia. En la fila de enfrente se sentaba el viejo Cyrus en persona, una figura blanca y temblorosa. Sus dedos estaban desesperadamente enlazados con los de Marion French, que estaba a su lado. Westley Weaver, con el rostro demacrado por la falta de descanso, ocupaba la silla contigua a la de la joven. A la izquierda de French se hallaba el doctor Stuart, el viejo mdico, vigilando a su paciente con anhelo profesional. Junto a Stuart se hallaba John Gray, con aspecto de pjaro, inclinndose ocasionalmente sobre el gordo abdomen del doctor para hablar al odo de su amigo enfermo. En la fila posterior estaba Hortense Underhill, el ama de llaves, y Doris Keaton, la doncella. Ambas estaban rgidamente sentadas, susurrando mutuamente y observndolo todo con cierto pnico. En apretadas filas... Marchbanks; el imponente Zorn, jugueteando con la cadena de su reloj; una aromada y llena de pieles seora Zorn, dedicando sonrisas al grave francs, Paul Lavery, que se acariciaba la barbita; Trask, con una flor en el ojal, pero sumamente plido, con enormes crculos morados bajo los ojos; el anticuario Vincent Carmody, una figura saturnina, sombra, inexpresiva, que incluso sentado dominaba a todos los presentes con su estatura; Arnold Mackenzie, el amable encargado del bazar; Diana Johnson, la modelo que haba descubierto el cadver de la seora French... los cuatro vigilantes de la tienda: OFlaherty, Bloom, Ralska y Powers...

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Hubo poca conversacin. Cada vez que se abra la puerta de la antesala la gente se volva en su asiento, alargaba el cuello, y volva a concentrar la vista en la ventana, con aspecto culpable. La mesa de conferencias estaba contra la pared. En una fila de sillas delante de la mesa se vea al sargento Thomas Velie y a William Crouther, jefe de los detectives del bazar, charlando en voz baja; a Salvatore Fiorelli, de la Brigada de Narcticos, con sus brillantes ojos ocultando sus pensamientos, y una cicatriz pulsando lentamente bajo su cerlea tez; a Jimmy, el calvo experto en huellas dactilares de la Central. En la puerta de la antesala, se hallaba el detective Bush, relegado al importante papel de custodio de la biblioteca. Una nube de guardias, entre ellos los policas favoritos del inspector Queen: Piggott, Hangstrom, Flint, Ritter y Johnson, agrupados en la pared directamente opuesta a la mesa de conferencias. En cada rincn de la estancia permaneca un guardia de uniforme, con el casco en la mano. Ni el inspector Queen ni Ellery haban hecho an acto de presencia. La gente empezaba a cuchichear en voz baja. Todas las miradas se dirigan de reojo a la puerta, custodiada por la maciza espalda de Bush. Gradual, tangiblemente, otro silencio se apoder del ambiente. Los susurros temblaban, agonizaban, moran. Las miradas se tornaron ms furtivas, los rechinamientos de las sillas ms frecuentes. Cyrus French tosa con violencia, en agona. La mirada del doctor Stuart expresaba su ansiedad. Westley se incorporaba cuando haba pasado el ataque de tos del anciano; Marion pareca asustada; las cabezas de ambos jvenes se tocaban casi... Crouther se pas una mano por la cara. -Qu diablos nos retiene aqu, sargento? -grit-. Qu pasa? Velie movi pesarosamente la cabeza. -Que me registren. Crouther se encogi de hombros. El silencio aument. Todo el mundo estaba como petrificado. El silencio se hizo ms embarazoso a medida que transcurran los segundos; el silencio creca, se tornaba vivo... De pronto, el sargento Velie hizo una cosa extraa. Su ndice, que descansaba sobre sus rodillas, golpe tres veces, rtmicamente. Ni siquiera Crouther capt la seal, a pesar de estar a su lado. Pero el polica de guardia, que haba estado vigilando la mano del sargento, inmediatamente entr en accin. Al instante, todos los ojos se concentraron en l, con lastimosa avidez. El polica fue a la mesa, que estaba tapada cuidadosamente con una lona, y la apart. Retrocedi, dobl la lona y se retir a la puerta nuevamente. Mas ya se haban olvidado de l. Como si los rayos de un faro estuviesen concentrados sobre la mesa, todos los ojos contemplaron los objetos esparcidos encima del mueble. Eran bastantes y heterogneos. Estaban dispuestos por filas encima de la mesa, todos con una etiqueta delante. All se hallaba el pintalabios con las iniciales W. M. F., que Ellery habla hallado en el tocador; el otro pintalabios con el monograma C hallado en el bolso de la mujer muerta; cinco llaves con discos de oro: las llaves del apartamento, cuatro de las cuales ostentaban las iniciales de Cyrus French, Marion French, Bernice Carmody y Westley Weaver, y la quinta con la palabra Maestra grabada en el disco; los dos nices labrados, con un frasco de polvillo blanco y un cepillo entre ambos; los cinco extraos libros que Ellery haba cogido del escritorio de French; la maquinilla de afeitar del lavabo; dos ceniceros llenos de colillas. con una serie mucho ms corta que la otra; el chal de gasa con las iniciales M. F., hallado en torno al cuello de la vctima; una tabla sobre la que estaban dispuestas las cartas de juego; el memorndum azul con el nombre de Cyrus French escrito a mquina; el sombrero azul

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y los zapatos encontrados en el armario del dormitorio y que Hortense Underhill y Doris Keaton haban identificado como pertenecientes a Bernice Carmody el da de su desaparicin; y un revlver Colt del 38, negro, con dos trocitos de metal que eran las dos balas fatales. Aparte, muy a la vista, un par de esposas... smbolo y portento de lo que iba a ocurrir. All descansaban en silencio las pistas reunidas durante la investigacin, claramente, ante todas las miradas de los inquietos invitados de Ellery Queen. La espera ya no fue larga. Se oy una leve conmocin en el corredor exterior. El sargento Velie se puso en pie y cruz rpidamente la puerta de la antesala, apartando a un lado al patrullero Bush. Desapareci, y cerr a sus espaldas la puerta. Dicha puerta se convirti al punto en el centro focal de todas las miradas, semicolricas, semiasustadas... Aquella puerta detrs de la cual se escuchaba el murmullo de varias voces... como una letana misteriosa... Y como cortado el murmullo por un cuchillo, las voces cesaron y sigui un instante de silencio, durante el cual gir el pomo de la puerta y ocho hombres penetraron en la biblioteca.

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EL FIN DE TODAS LAS COSAS La mano de Ellery Queen haba movido el pomo... un joven sutil, con las facciones tensas y una mirada aguda que barri al instante la estancia, y regres luego a la antesala. -Adelante, comisario -murmur, manteniendo la puerta abierta. Scott Welles gru y apareci a la vista de todos. Tres individuos de paisano, sus guardaespaldas, le flanqueaban al atravesar la habitacin hacia el escritorio. Luego, apareci una figura que a la asamblea reunida le pareci el inspector Richard Queen, muy erguido. Estaba plido. Sigui al grupo del comisario en silencio. A continuacin entraron el fiscal Henry Sampson y su ayudante, el pelirrojo Timothy Cronin, susurraban entre s, sin prestar atencin a los ocupantes de la habitacin. Velie, en la retaguardia, cerr cuidadosamente la puerta de la antesala, le indic a Bush que ocupara su puesto, y volvi a su asiento al lado de Crouther. ste le mir inquisitivamente, mas Velie call y arrellan su inmenso corpachn. Los dos hombres se dedicaron a contemplar a los recin llegados. Se produjo un murmullo cuando Ellery Queen y sus compaeros llegaron junto al escritorio, dominando la situacin. El inspector Queen seal inmediatamente las butacas de conferencia situadas a la derecha, un poco ms atrs del escritorio, asientos que deban ocupar el comisario y sus guardaespaldas. Welles pareca un hombre ms triste y ms prudente, pues tom asiento sin decir nada, con los ojos fijos en Ellery Queen, de pie ante el escritorio. El inspector Queen se sent a la izquierda de la mesa, con Cronin a su lado. El fiscal ocup un lugar al lado del comisario. El escritorio en el centro, con los diversos artculos reclamando la atencin general. Y dominando la escena... S, el escenario estaba a punto. Ellery Queen examin cnicamente la estancia y sus ocupantes una vez ms, sintise satisfecho y se dispuso a perorar. Pas detrs del

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escritorio y permaneci de espaldas a las vidrieras. Su mano se tendi hacia el cristal de la superficie, hacia los sujetalibros, jug con el frasquito de polvos... Sonri, se irgui, levant la cabeza, se quit las gafas y contempl calmosamente al auditorio. No habl hasta que rein un silencio absoluto. -Damas y caballeros... Buen principio. Sin embargo, algo vagamente fantstico flotaba en el ambiente; era el suspiro simultneo de muchos pechos. -Damas y caballeros. Hace sesenta horas la seora Winifred French hall la muerte en este edificio. Hace cuarenta y ocho horas fue encontrado su cadver. Esta maana nos hemos reunido en un Waterloo privado para pronunciar el nombre de su asesino. Ellery hablaba quedamente y efectu una brevsima pausa. Pero despus del suspiro en masa, nadie habl ni murmur nada. Estaban sentados, esperando tensamente. La voz de Ellery adopt un tono cortante. -Muy bien, se requieren unas explicaciones preliminares. Comisario Welles... -volvise ligeramente hacia el aludido-, puedo conducir esta encuesta con su permiso? Welles asinti al instante. -Entonces, dir -prosigui Ellery-, que ocupo solamente el sitio del inspector Queen, el cual no puede hablar a causa de una afeccin a la garganta. Correcto, seor? -se inclin solemnemente hacia su padre, el cual palideci ms an y asinti mudamente-. Adems -prosigui el joven detective-, si alguna vez me permito el empleo del pronombre personal Yo en mi discurso de esta maana, comprendan que es por mera conveniencia, ya que en realidad pasar a describir la investigacin llevada a cabo slo por el inspector Queen. Call bruscamente, pase una mirada retadora por la habitacin, slo encontr ojos muy abiertos y odos muy atentos, y al momento pas a referirse al caso del asesinato French. -Les conducir a travs de la investigacin de este crimen, damas y caballeros -dijo con tono decidido-, paso a paso, deduccin a deduccin, observacin a observacin, hasta llegar a la inevitable conclusin. Hangstrom, toma nota de todo? Los ojos siguieron la direccin de la mirada de Ellery. A un lado de la estancia se hallaban congregados los policas. Hangstrom estaba sentado, con un lpiz y un cuaderno de taquigrafa sobre las rodillas. Hangstrom inclin la cabeza. -Lo que se diga aqu esta maana -explic Ellery-, formar parte del expediente oficial del caso. Y basta de incisos! Se aclar la garganta. -La seora Winifred Marchbanks French fue hallada muerta de dos balas, una en el corazn y otra en la regin precordial inferior, el martes, quince minutos despus del medioda. Cuando el inspector Queen lleg al lugar del crimen observ varios hechos que le indujeron a creer hizo una pausa- que el escaparate de la planta baja no era el sitio donde se haba cometido el crimen. Todos estaban sumamente atentos. Fascinacin, temor, aversin, toda la gama de emociones se retrataba en aquellos plidos rostros. Ellery prosigui con rapidez: -Haba cinco elementos componentes en la investigacin inicial que sealaban a la conclusin de que el crimen no se haba cometido en el escaparate. El primero era el hecho de que, si bien la noche del lunes la seora haba posedo su llave personal de este apartamento, la llave faltaba de entre sus efectos el martes por la maana, cuando se encontr su cadver. OFlaherty, el vigilante nocturno, declar que la difunta posea la llave la noche del lunes cuando subi aqu en el ascensor. Sin embargo, la llave haba desaparecido. Una bsqueda por toda la tienda no llev al descubrimiento de la llave. Qu caba

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deducir? Que la llave y el crimen estaban relacionados. Cmo? Bueno, la llave perteneca a este apartamento. Si faltaba, no era un indicio de que tambin este apartamento estaba relacionado con el crimen? Al menos, haba suficiente base para llegar a la conclusin de que el apartamento haba sido el verdadero escenario del crimen. Ellery hizo una pausa; sus labios se retorcieron en regocijo ante el fruncimiento de todas las cejas que tena delante. -Un razonamiento capcioso? Leo la incredulidad en sus semblantes. Pero tengan bien presente que la falta de la llave no significaba nada en s misma... mas aadida a los otros cuatro factores a que voy a referirme, s significaba mucho. Reanud el hilo de su discurso. -El segundo elemento era grotesco y divertido. Ustedes vern, incidentalmente, que la investigacin de un crimen no se apoya en los hechos ms salientes sino en incongruencias como las que tendr ocasin de mencionar esta maana. Me refiero al hecho de que el crimen debi cometerse poco despus de medianoche. Esto se ha calculado sencillamente gracias al informe del doctor Prouty, mdico forense, segn el cual la seora French llevaba unas doce horas muerta cuando se encontr su cadver. Si hubiese disparado contra la difunta en el escaparate, a medianoche -prosigui Ellery-, su asesino habra tenido que cometer el crimen en la oscuridad ms absoluta, o con la dbil iluminacin de una linterna de bolsillo. Ya que en aquella fingida habitacin no haba luces, ni siquiera bombillas, ni cable alguno de electricidad. No obstante, nos vimos obligados a admitir que el asesino se encontr con su vctima, habl con ella, tal vez se pele con ella, dispuso de su cuerpo en la cama empotrada despus de disparar por dos veces, limpi las manchas de sangre, todo lo cual era imposible en un lugar sin iluminacin alguna! No, no era razonable. Por tanto, el inspector Queen, lgicamente, concluy que el crimen no se haba cometido en el escaparate. Hubo un murmullo de excitacin. Ellery sonri y continu. -Esto, sin embargo, no era el nico motivo para tal creencia. Haba un tercer factor. El pintalabios, el pintalabios de plata, con el monograma C, hallado en el bolso de la seora French, junto al cuerpo. Que aquel pintalabios no perteneca a la difunta es algo que no discutir ahora. El factor importante es que contena un carmn de un matiz decididamente ms oscuro que el carmn de los labios de la mujer asesinada. Lo cual significaba que el pintalabios de la seora French tena que estar en alguna parte. Y no estaba! Dnde poda estar? Se lo haba llevado el asesino? Esto no tena mucho sentido. La explicacin ms plausible pareca ser que el pintalabios perdido estaba en algn lugar de este edificio... Por qu? Por qu no en casa de la seora French... o al menos fuera de la tienda? Por este motivo: los labios de la seora French, sus labios ya inmviles, que estaban pintados con un carmn ms plido, indicaban que la aplicacin del carmn no se haba completado. Haba dos manchitas de carmn a cada lado del labio superior y otra en el centro del labio inferior. No haban corrido el carmn, que claramente haban aplicado con el dedo, dejndolo de este modo... Ellery volvise hacia Marion amablemente-. Cmo se aplica usted el carmn de labios, seorita French? -Como usted ha descrito, seor Queen -susurr ella-. Con tres toques, dos en el labio superior y uno en el centro del labio inferior. -Gracias -sonri el joven-. Por tanto, tenemos una evidencia visible de una mujer que empez a pintarse los labios y no termin la operacin. Lo cual no es natural. Hay muy pocas cosas que impiden a una mujer que termine esta clase de operaciones. Muy pocas! Una de

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ellas es una interrupcin sumamente violenta. Una interrupcin violenta? Se cometi un asesinato! Qu ms interrupcin? Cambi de tono. -Pareca probable. Pero de todos modos, los labios no haban sido pintados a medias en el escaparate. Dnde estaba el pintalabios? Fue mera confirmacin que lo hallsemos ms tarde en el apartamento. El punto nmero cuatro era fisiolgico. El doctor Prouty se mostr extraado por el hecho de que hubiese tan poca sangre en el cadver. Las dos heridas, especialmente una de ellas, debieron sangrar profusamente. La regin precordial contiene muchos vasos sanguneos y msculos que quedaron destrozados por el paso de la bala, la cual dej una herida honda y amplia. Dnde estaba la sangre? La habra limpiado el asesino? Pero en la oscuridad, o en la semioscuridad del escaparate, no poda haber eliminado posiblemente todas las huellas de una hemorragia abundante. Por tanto, nos vimos obligados una vez ms a deducir que la sangre haba brotado... en otra parte. Lo cual significaba que a la seora French no la haban matado en el escaparate. Y el quinto punto era psicolgico -Ellery sonri-, y temo que no pesara mucho ante un tribunal. Sin embargo, result abrumador. Era algo peligroso desde el punto de vista de un asesino. Una cita y un crimen denotan secreto, soledad, varios requerimientos exactos. Y el escaparate no procuraba nada de esto. Est a menos de quince metros del despachito del vigilante nocturno. La zona est patrullada a intervalos regulares. Los disparos se oyen... En cambio, no se oy ninguno. No! El inspector Queen y yo llegamos, a travs de los cinco motivos enumerados, aunque ninguno fuese concluyente por s, a la decisin de que el crimen no se cometi en el escaparate. El joven detective call. El auditorio segua su relato con intensa concentracin. El comisario Welles contemplaba a Ellery con una nueva luz en sus ojillos. El inspector estaba hondamente sumido en sus pensamientos. -Si no se cometi en el escaparate -prosigui Ellery-, dnde? La llave indicaba el apartamento, y ciertamente era el mejor lugar, pues posea todas las condiciones posibles: intimidad, secreto, iluminacin... De modo que el inspector Queen, fiando en mi discernimiento y discrecin, y puesto que l no poda abandonar el escaparate, presunto escenario del crimen, me rog que subiera aqu e investigase. Cosa que hice con interesantes resultados. Lo primero que hall en el apartamento fue el pintalabios de la seora French, sobre la mesa del tocador -Ellery lo cogi, exhibindolo un instante-. Este pintalabios demostraba que la seora French haba estado en el apartamento el lunes por la noche. El hecho de que se encontrase bajo el borde curvado de una bandejita de madreperla del tocador, casi oculto, demostraba que, probablemente, el asesino no lo haba visto. En realidad, el asesino no tena motivos para buscarlo porque, al parecer, no haba observado que el matiz del pintalabios que la seora French tena en su bolso y el del carmn de sus labios no eran idnticos. Ellery devolvi el objeto metlico al escritorio. -Bien, hall el pintalabios sobre el tocador. Qu significaba? Pareca claro que la seora French lo haba usado, sentada al tocador, cuando se vio interrumpida. Pero el hecho de que el pintalabios continuase en el tocador sealaba que a dicha seora no la mataron en el dormitorio. Entonces, cul fue la interrupcin? Obviamente, o una llamada a la puerta exterior o el ruido del asesino al penetrar en el apartamento. No poda ser esto ltimo, puesto que el asesino posea la llave del apartamento como pronto demostrar. Evidentemente, hubo una llamada a la puerta de la biblioteca. La seora French deba esperarla, ya que la trastorn tanto, o era para ella tan importante, que inmediatamente solt el pintalabios, sin acordarse de pasar un

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dedo sobre los labios y cruz la biblioteca para abrir la puerta de la antesala. Presumiblemente abri la puerta, el visitante nocturno entr y ambos pasaron a la biblioteca, donde la seora French se situ detrs del escritorio, y el visitante ante ella... o sea que la seora French estaba donde estoy yo ahora y el asesino donde se halla el detective Hangstrom. Cmo lo s? -prosigui rpidamente Ellery-. Sencillamente. Al examinar la biblioteca, descubr estos sujetalibros, que estaban sobre el escritorio -exhibi cuidadosamente las dos piezas de nice-, en los que haban manipulado. La felpa verde de una base tena un matiz ms claro que el del compaero. El seor Weaver afirm que los sujetalibros slo tenan dos meses de antigedad, que eran un obsequio del seor Gray al seor French con ocasin del ltimo cumpleaos de ste, y que l los haba visto en perfectas condiciones, en aquella ocasin, con las felpas de las bases exactamente iguales de color. Adems, jams haban salido esas piezas de esta habitacin, ni siquiera haban abandonado el escritorio. Aparentemente, pues, el cambio de felpa se produjo la noche antes. Lo cual qued demostrado cuando, al examinar la base con una potente lupa, descubr unos granitos de polvillo blanco pegados a la costura de la felpa con la base. Ellery hizo una leve pausa antes de proseguir. -El engrudo todava estaba un poco viscoso -explic el joven-, demostrando que lo haban aplicado recientemente. Los polvos, tras un anlisis llevado a cabo por m y despus por un experto en huellas dactilares, demostr que era polvo ordinario para destacar huellas dactilares, como el que utiliza la Polica. Pero el empleo de dicho polvo indicaba un crimen. En el nice no haba ninguna huella. Lo cual significaba que haba borrado las huellas. Entonces, por qu los polvos? Obviamente, primero para espolvorear la superficie con objeto de destacar las posibles huellas, y luego borrarlas. Esto era evidente. No obstante, aqu tenamos la gran cuestin: por qu manejar los sujetalibros? -Ellery sonri--. Era una pregunta importante, y la respuesta cont algo tremendamente primordial. Veamos: sabemos que los manejaron para quitar una de las felpas. Mas por qu haba que cambiarla? Sus ojos desafiaron maliciosamente a sus oyentes. -Slo caba una respuesta lgica. Para ocultar o eliminar un rastro del crimen. Pero cul era tal rastro que necesitase quitar toda una felpa, bajar al departamento de felpas y bayetas (con el inherente peligro que cabe imaginar), volver con la felpa y el engrudo y finalmente empastar la base? Deba tratarse de un rastro peligrossimo. El rastro ms peligroso que cabe concebir en un crimen es... la sangre. Y sta era la respuesta. El doctor Prouty haba establecido definitivamente que haba manado mucha sangre. Y yo acababa de localizar el sitio exacto donde haba sido vertida la sangre de la seora French! Proced a reconstruir el incidente. Los sujetalibros se hallaban al extremo opuesto del escritorio, frente al sitio donde yo estoy ahora. La sangre, por consiguiente, debi seguir un reguero desde una posicin similar a la ma en este momento. Si suponemos que mataron a la seora French estando aqu, con la primera bala entrando por encima del abdomen en la regin precordial, la sangre tuvo que brotar directamente sobre el cristal del escritorio, y empez a extenderse hacia el sujetalibros, empapando su base. Luego, ella debi caer sobre la silla, inclinndose hacia delante cuando la segunda bala penetr directamente en su corazn. Herida que tambin sangr un poco. Slo qued manchado un sujetalibros, el que se hallaba ms cerca del centro de la mesa. Y hubo tanta sangre que el asesino se vio obligado a quitar la felpa y sustituirla por otra nueva. Por qu se sinti

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obligado a eliminar el rastro de su crimen? A esto llegaremos despus. En cuanto a la diferencia de colorido de la nueva felpa... es un hecho ptico bien conocido que es ms difcil distinguir los colores a la luz artificial que a la del da. De noche, sin duda, las dos felpas parecan idnticas. Con la ayuda del sol yo descubr inmediatamente la diferencia. Como ven, hemos concluido el sitio exacto donde muri asesinada la seora French. En cuanto a la posicin de su atacante qued determinada por el ngulo de las heridas, que sealaba a la izquierda, indicando que el asesino estaba a la derecha. Ellery hizo una pausa y se frot los labios con un pauelo. -Me he apartado un poco del tema principal de mi exposicin, porque era necesario convencerles de que ya posea pruebas fehacientes de que el crimen se cometi en el apartamento. Hasta que descubr los sujetalibros no estuve seguro, a pesar de haber encontrado esas colillas y esos naipes -los exhibi fugazmente-, en la salita de juego contigua. Dej la tabla con lo exhibido. -Encontramos los naipes sobre la mesita, dispuestos de un modo que indicaban el poco conocido juego de la banca rusa, cuya partida haba quedado interrumpida al parecer. El seor Weaver declar que la noche antes haban limpiado la habitacin, y que los naipes no estaban all. Lo cual significaba que alguien haba utilizado la salita durante la noche. El seor Weaver tambin declar que de toda la familia French, y sus amistades y conocidos, solamente la propia seora French y su hija Bernice Carmody conocan y eran grandes aficionadas a dicho juego, aficin que era bien conocida de todo su crculo de amistades. Las colillas del cenicero llevaban la marca La Duchesse, que tambin el seor Weaver identific como la favorita de la seorita Carmody. Adems, estaban aromados con su perfume favorito de violetas. Por tanto, pareca que la seora French y su hija haban estado en este apartamento el lunes por la noche, que la seorita Carmody haba fumado sus acostumbrados cigarrillos y que ambas mujeres haban jugado a la banca rusa. En el armario del dormitorio descubrimos un sombrero y un par de zapatos identificados por la seorita Underhill, ama de llaves de los French, y por la seorita Keaton, su doncella, como los mismos que llevaba la seorita Carmody el lunes, da del crimen, cuando sali de casa, sin que volviera a ser vista. Otro sombrero y otro par de zapatos faltaban del armario, lo que indicaba al parecer que la joven se haba quitado los mojados por la lluvia, reemplazndolos por otros secos. Ellery hizo una leve pausa y mir a su alrededor con ojos muy resplandecientes. Entre sus oyentes no se oa el menor rumor. Parecan hipnotizados, atentos slo al andamiaje creciente de las pruebas aportadas. -Bien, sabiendo que el apartamento era el escenario del crimen, se planteaba una pregunta: Por qu trasladar el cadver al escaparate? Con qu propsito? Pues deba de existir uno... Ya que existan demasiados factores de habilidad, de un esquema coordinado, como para creer que el asesino era un loco homicida, que cometa las acciones sin razn alguna. La primera alternativa era que haban trasladado el cadver para fingir que el apartamento no era el sitio del crimen. Pero esto no concordaba con los hechos, ya que si el asesino deseaba eliminar todo rastro del crimen en el apartamento, por qu no quit tambin los naipes y vaci el cenicero? Por qu dej el sombrero y los zapatos? Cierto, si no se descubra el cadver o se sospechaba el asesinato, el hallazgo de tales artculos no indicara un crimen. Pero el asesino poda albergar la esperanza de mantener oculto el cadver eternamente.

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Algn da sera hallado, se registrara el apartamento, y los naipes, las colillas y lo dems indicara que el apartamento era el escenario del crimen. Por tanto, era evidente que haban trasladado el cadver por otro motivo muy distinto. Cul? La respuesta lleg tras cierta meditacin: el retraso en el descubrimiento del cadver. Cmo llegamos a esto? Por simple aritmtica mental. La exhibicin se llevaba a efecto todos los das a las doce. Era una regla invariable. Nadie entraba en el escaparate hasta medioda. Todo esto era de conocimiento general. Si se ocultaba el cuerpo en la cama empotrada, el asesino tena la absoluta seguridad de que nadie lo encontrara antes del medioda. Y sta era una buena razn para nosotros, la nica contra la idea de que el escaparate fuese el lugar del crimen con todos sus inconvenientes, ya mencionados anteriormente. Por tanto, no haba duda de que el asesino se tom la molestia de transportar el cadver seis pisos ms abajo, hasta el escaparate, porque saba con toda seguridad que nadie lo descubrira hasta el medioda siguiente. Lgicamente, se planteaba una pregunta: por qu deseaba el asesino retrasar el descubrimiento del cadver? Pinsenlo bien y vern que slo existe un motivo convincente: porque el culpable tena que hacer algo el martes por la maana que el descubrimiento del cadver le habra impedido hacer, o habra convertido en algo muy arriesgado. Todos estaban pendientes de sus palabras. -Cmo es esto posible? -continu Ellery, chispeantes los ojos-. Por el momento, pasemos a otra cuestin. Tras penetrar el asesino en el bazar, tuvo que continuar all toda la noche. Tena tres medios de entrada, pero ninguno de salida sin ser visto. Pudo esconderse en el almacn durante el da; pudo entrar despus del cierre por la puerta de los Empleados; o pudo deslizarse al interior del edificio por la puerta del almacn a las once de la noche, mientras un camin estaba descargando los vveres para la cafetera. Con toda seguridad emple este mtodo, ya que OFlaherty no vio pasar a nadie por su puerta, y entrar a las once era mejor para los propsitos del asesino que permanecer all escondido desde las cinco y media hasta medianoche. Mas, cmo salir? OFlaherty declar que nadie pas por su puerta. Las dems salidas estaban cerradas debidamente. Y la puerta del almacn de la Calle 39 se cerr a las once y media, quince minutos antes de la llegada de la seora French al bazar y media hora antes de ser asesinada. Por tanto, el criminal tuvo que permanecer toda la noche en el edificio. No pudo escapar hasta las nueve de la maana siguiente, al abrirse las puertas al pblico. Entonces, s poda salir confundido entre los numerosos parroquianos. Pero aqu tenemos otro factor. Si poda salir del bazar a las nueve, con plena libertad, por qu no poda atender a su importante asunto sin pasar por todo el jaleo de llevar el cadver al escaparate a fin de asegurarse la impunidad hasta medioda? Lo cierto es que traslad el cuerpo. Luego no poda salir del establecimiento a las nueve con entera libertad. Necesitaba ese retraso. Tena que quedarse en el bazar hasta despus de las nueve! Simultneamente se oy una exclamacin ahogada en un rincn de la habitacin. Ellery mir a su alrededor para averiguar quin la haba proferido, impulsado por el asombro y tal vez por el temor. -Ya veo que varios de ustedes han comprendido mis explicaciones -sonri-. Slo poda existir una razn que explicase por qu nuestro asesino tena que quedarse en la tienda hasta despus de las nueve: que el criminal estuviera relacionado con el bazar! La incredulidad y la suspicacia estaban grabadas en todos los semblantes. Cada cual se apart visiblemente de su vecino, como comprendiendo que cada uno y todos ellos podan ser sealados como culpables.

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-S, aqu habamos llegado finalmente -prosigui Ellery con voz carente de emocin-. Si nuestro misterioso criminal era un empleado del bazar, con capacidad oficial u oficiosa, ciertamente se habra notado su ausencia al descubrirse un asesinato. No podan observar su ausencia, que evidentemente era para l de capital importancia. Se hallaba en una situacin muy difcil. El memorndum Ellery exhibi el papel azul-, dejado en este escritorio por el seor Weaver le notific al asesino que al da siguiente, a las nueve en punto de la maana, estaran en el apartamento el seor Weaver y el seor French. Si dejaba el cadver en el apartamento, el crimen sera descubierto a las nueve, se armara el consiguiente revuelo, y l no podra abandonar la tienda ni un solo instante para atender a su misterioso negocio. Incluso se controlaran las llamadas telefnicas. De modo que tena que asegurarse de que el cadver no sera encontrado hasta que l hubiese podido largarse, o telefonear (llamada que no dejara rastro si no haba motivo para controlarla). El nico medio que conoca para retrasar el hallazgo del cadver era esconderlo en el escaparate. Cosa que hizo con todo xito. Por entonces, ya habamos aclarado el detalle menor de la entrada del asesino en el edificio. Tenamos la carta de registro de entradas y salidas del lunes. Nuestro asesino tena que ser un empleado de la tienda o estar relacionado con la misma. Y no obstante, la hoja sealaba que todo el mundo haba firmado regularmente la salida a las cinco y media. Luego, el asesino haba penetrado ms tarde por la puerta del almacn, nica viable. Otro punto, ahora que estamos tratando del deseo del criminal para demorar el hallazgo del cuerpo. Se me ocurri, como sin duda se les habr ocurrido a ustedes, que nuestro misterioso criminal corri unos graves riesgos y se embarc en numerosos viajes de gran complicacin, cuando empez a limpiar el escenario del crimen. Por ejemplo, llevar el cadver escalera abajo. Mas esto queda explicado por el hecho de que tena que atender por la maana a su negocio, negocio que todava no hemos aclarado. Asimismo, por qu tomarse el trabajo y correr el peligro de ir en busca de una felpa nueva, limpiar cuidadosamente toda la sangre y dems? La respuesta vuelve a ser la necesidad de ganar tiempo por la maana, y el hecho de haber encontrado a las nueve de la maana un sujetalibros manchado de sangre habra dado inmediatamente la alarma. Evidentemente, pues, lo que el criminal tena que hacer era tan apremiante, tanto, que no vacil en correr cualquier peligro con tal de poder salir por la maana. Ellery hizo una pausa y sac una hoja de papel de un bolsillo de su chaqueta. -Por el momento abandonaremos la conclusin general de que el asesino es un empleado del bazar, o alguien muy relacionado con el mismo. Por favor -aadi-, tengan esto presente mientras me lanzo a otras especulaciones diferentes. Hace unos momentos llam su atencin hacia cuatro pruebas concretas de la presencia de Bernice Carmody en el apartamento la noche del lunes. Por el orden en que las encontramos eran: los naipes demostrando que la seorita Carmody y su madre haban jugado a la banca rusa; los cigarrillos marca "La Duchesse", aromados de violeta, la marca especial de la seorita Carmody; el sombrero de dicha joven, que llevaba el lunes por la tarde cuando desapareci; y sus zapatos, que llevaba en la misma ocasin. Ahora probar que, lejos de demostrar que la seorita Carmody estuvo en el apartamento la noche del lunes, esas pruebas demuestran exactamente lo contrario continu Ellery animadamente-. Los naipes no contribuyen en modo alguno a esta refutacin, pues estaban bien dispuestos para la partida y los dejaremos por el momento. Sin embargo, las colillas son ms iluminadoras. Estas colillas -exhibi las de un cenicero- fueron halladas en la salita de cartas.

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Como ven -cogi una colilla-, este cigarrillo fue casi consumido por completo, ya que slo queda la punta con el nombre de la marca. Sin excepcin, los diez o doce cigarrillos del cenicero fueron fumados por entero. Por otra parte, en el dormitorio de la seorita Carmody, en su casa, encontramos estas otras colillas exhibi el segundo cenicero-, y como observarn -cogi tambin una colilla-, la marca tambin es "La Duchesse", pero el cigarrillo slo fue consumido hasta una cuarta parte, ya que la seorita Carmody, evidentemente, slo le dio seis o siete chupadas antes de arrojarlo al cenicero. Y todos los cigarrillos encontrados en su dormitorio haban sido tratados de igual manera. Dicho de otro modo -sonri Ellery-, nos hallamos con dos series de cigarrillos, ambas fumados al parecer por la misma persona, pero con colillas sumamente distintas. Al indagar este hecho, averiguamos que la seorita Carmody, por motivos no muy claros, es sumamente nerviosa, de forma que todas sus amistades, todos sus familiares, estn de acuerdo en que siempre fuma sus cigarrillos favoritos apresuradamente, arrojndolos a menos de la mitad. Cul es la deduccin? -prosigui Ellery impertrrito y tras una perceptible pausa-. Simplemente, que la seorita Carmody no fum los cigarrillos cuyas colillas encontramos en este apartamento, sino que fueron fumados o preparados por alguien que no conoca la costumbre de fumar de la seorita Carmody, de arrojar los cigarrillos a medio consumir. Pasemos ahora al sombrero y los zapatos -sigui Ellery sin dar tiempo a sus oyentes de digerir la ltima observacin-, y encontramos tambin seales de una manipulacin extraa. La apariencia indica que la seorita Carmody estuvo aqu el lunes por la noche, que habindose mojado con la lluvia de aquella noche y antes de salir del apartamento, se cambi los zapatos y el sombrero, ponindose otros que escogi entre las prendas que guardaba en el armario del dormitorio. Pero nosotros descubrimos que el sombrero lo haban metido en una sombrerera, con el ala hacia el fondo. Y que los zapatos estaban guardados en la bolsa con los tacones salientes hacia fuera. Al comprobar la habitual naturaleza de tales procedimientos, consideramos que un elevadsimo tanto por ciento de seoras colocan los sombreros en las sombrereras con la corona hacia el fondo y el ala arriba; asimismo, que los zapatos que poseen grandes hebillas, como dicho par, se guardan en sus bolsas con las puntas hacia fuera para que las hebillas no desgarren el material de la bolsa. Sin embargo, ambas cosas estaban colocadas con sumo desprecio de las costumbres femeninas. Y la consecuencia es obvia: no fue la seorita la que guard el sombrero y los zapatos sino un hombre. Porque la costumbre masculina es guardar los sombreros con el ala hacia abajo; y un hombre no se fija en el detalle de las hebillas. Todos los zapatos del armario enseaban los tacones, porque ninguno tena hebillas; pero los de la seorita Carmody, automticamente, deberan de haber sido guardados con las puntas hacia fuera. Todos estos detalles, uno a uno, confieso que resultan dbiles y poco concluyentes. Mas si se consideran los tres juntos, la evidencia es demasiado poderosa para dejarla de lado, y si no fuera la seorita Carmody la que se fum los cigarrillos, ni la que guard el sombrero y los zapatos, tuvo que ser... un hombre. Ellery se aclar de nuevo la garganta. Su tono estaba lleno de energa, a pesar de la incipiente ronquera. -A este respecto existe otro elemento de considerable inters -reanud su exposicin de los hechos-. Al examinar el lavabo, el seor Weaver y yo descubrimos un robo muy extrao. Una cuchilla de afeitar del seor Weaver, que l haba utilizado el lunes por la tarde, limpindola y dejndola en el estuche porque era su ltima hoja y saba que tendra que afeitarse por la maana... dicha cuchilla,

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repito, no estaba all el martes por la maana. El seor Weaver, que la noche del lunes estuvo muy ocupado y, en consecuencia, se olvid de comprar nuevas cuchillas, lleg al apartamento el martes por la maana, a las ocho y media, porque tena que disponer varias cosas para el seor French, que deba llegar a las nueve. Pensaba afeitarse en el apartamento, pero la hoja de afeitar que haba guardado la noche anterior ya no estaba. El seor French, permtanme el inciso, no usa cuchillas pues no se afeita l mismo. Dnde estaba la cuchilla? Naturalmente, quedaba claro que alguien la haba utilizado el lunes por la noche o a primera hora de la maana del martes, antes de llegar el seor Weaver. Quin pudo utilizarla? Slo una de dos personas: la seora French o su asesino. S, la seora French pudo emplearla para cortar algo... y tambin el criminal. De las dos alternativas, la segunda es ms tentadora. Recuerden que el criminal, por una serie de circunstancias, estaba obligado a pasar la noche en el bazar. Dnde estara ms seguro? Ciertamente, en este apartamento! No poda rondar por los pisos, ni ocultarse en ellos con un margen de seguridad tan grande como en el apartamento No, con los vigilantes rondando de noche! Bien, encontramos una cuchilla usada. Lo cual sugiere el procedimiento de afeitarse. Por qu no? Sabemos que el criminal tena que presentarse por la maana como empleado del bazar. Por qu no afeitarse mientras ocupaba temporalmente el apartamento? Ello nos indica un argumento en su favor ms que fra, pero se trata de un argumento en su favor ms que en su contra. Por qu faltaba la hoja? Evidentemente, le haba ocurrido algo. Qu? Se haba roto? Por qu no? Era una cuchilla bastante usada y estaba gastada. Un poco de fuerza al atornillar la maquinilla y la hoja pudo partirse fcilmente. Supongamos que ocurri esto. Por qu el asesino no se limit a tirarla? Porque es un ser muy astuto y, a su modo, un excelente psiclogo. Si se ve una cuchilla rota es ms fcil recordar que no estaba rota la ltima vez que se utiliz. Si no se encuentra la hoja, la memoria no se despierta tan fcilmente. Un objeto alterado es un estimulante ms vigoroso que otro desaparecido. Al menos, esto pensara yo en el lugar del asesino; y en efecto, creo que la persona que plane todo esto, hizo lo correcto al llevarse la hoja... correcto segn l. Lo cierto es que el seor Weaver pens muy poco o casi nada en la hoja desaparecida hasta que yo le interrogu; y entonces, slo entonces, se fij en el hecho debido a que yo aportaba a la investigacin una observacin impersonal, libre de prejuicios. Ellery sonri ligeramente. -He hablado de suposiciones y deducciones ms o menos dbiles, como habrn visto; mas todos estos elementos juntos, esos datos que he destacado en los ltimos diez minutos, creo que les harn comprender que la cuchilla fue usada por el asesino para afeitarse, que se rompi, y que el hombre se la llev consigo. No tenemos pruebas de que se utilizase la hoja ms que para su uso legtimo. Bien, temporalmente dejemos esto y pasemos a otro punto, bastante diferente, y a su modo uno de los ms significativos de toda la investigacin. Hubo el rumor de varios cuerpos al moverse en los asientos y diversas respiraciones profundas. Los ojos de Ellery no pestaearon siquiera. -Tal vez hayan pensado -reanud el hilo de su discurso con tono implacable-, que ms de una persona pudo quedar implicada en este caso; que tal vez, si la seorita Carmody no guard el sombrero y los zapatos y no se fum los cigarrillos, pudo estar presente en el apartamento; que otra persona, un hombre, pudo guardar dichas prendas mientras ella estaba por aqu. Bien, yo demostrar lo contrario. Coloc las palmas de las manos sobre el escritorio y se inclin ligeramente hacia delante. -Quines, damas y caballeros, tenan acceso legal a este apartamento? Respuesta. Los cinco poseedores de las llaves. O sea el

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seor French, la seora French, la seorita Carmody, la seorita Marion French y el seor Weaver. La llave maestra estaba celosamente custodiada en la mesa de OFlaherty, y nadie poda cogerla sin l saberlo, o sabindolo el vigilante de da, OShane. Y dicho conocimiento no existe, lo que indica claramente que la llave maestra no interviene para nada en nuestros clculos. De las seis llaves in esse, podemos dar buena cuenta de cinco. La de la seora French se perdi. Todas las otras estn presentes y estaban en poder de sus respectivos propietarios. Los detectives han buscado afanosamente la llave de la seora French. Sigue extraviada. En otras palabras, no est en este edificio, a pesar de que OFlaherty afirma, con seguridad, que la seora French la llevaba consigo cuando entr en la tienda el lunes por la noche. Dije al principio de esta demostracin que probablemente el asesino se llev la llave. Y ahora aadir que: no slo se la llev, sino que tena que cogerla. Tenemos una confirmacin en el hecho de que el criminal necesitaba una llave. El lunes por la tarde, poco despus de salir furtivamente la seorita Carmody de su casa, la seorita Underhill, el ama de llaves, recibi una llamada telefnica. La persona que llamaba afirm que era la seorita Carmody. Y pidi la llave del apartamento de dicha seorita, aadiendo que enviara un mensajero a buscarla al momento. Pero aquella misma maana, Bernice Carmody le comunic a la seorita Underhill que haba extraviado la llave, pidindole que encargase un duplicado, tras pedir una de las otras llaves. La seorita Underhill duda de que quien llam fuese la seorita Carmody y est dispuesta a jurar que haba alguien al otro extremo de la lnea y que ese alguien replic prestamente cuando la seorita Underhill record el extravo de la llave y las instrucciones que la joven le haba dado aquella maana. La persona que telefoneaba colg, mostrando una gran confusin. Deduccin? Seguramente que no llam la seorita Carmody sino un secuaz o cmplice del asesino, que efectu la llamada para conseguir la llave del apartamento. Ellery exhal el aire de sus pulmones y volvi a llenarlos plenamente. -Dejo momentneamente a su propia reflexin las consecuencias que pueden deducirse de este hecho. Y permtanme que ahora les conduzca, por un laberinto lgico, a otra conclusin, que ya empec antes a esbozar. Por qu necesitaba el asesino una llave? Obviamente, para procurarse un medio de acceso al apartamento. No poda conseguirla a no ser por medio de una segunda persona que poseyese una, si no posea l una. Seguramente esperaba que la seora le abrira la puerta, mas en el cuidadoso planeamiento del crimen la posesin de la llave poda ser muy importante, lo cual explica la llamada y el proyectado mensajero. Bien, vamos al punto primordial! El criminal mat a la seora French en el apartamento. Tena delante un cadver y saba que deba bajarlo al escaparate por los motivos indicados, cuando le asalt una idea. Saba que la puerta del apartamento posee un resorte que la cierra sola. l no tena llave, al no haber conseguido apoderarse de la de Bernice Carmody. Deba sacar el cadver del apartamento. Y no obstante, despus tena que trabajar mucho aqu dentro, para limpiar el rastro de sangre, plantar los zapatos y el sombrero, los naipes, las colillas, etctera. En realidad, incluso limpiando la biblioteca y plantando las pruebas falsas antes de bajar el cadver, necesitaba entrar de nuevo en el apartamento. Tena que buscar en la tienda la felpa, el engrudo, y todo lo necesario para los sujetalibros. Cmo podra volver a entrar en el apartamento? Tambin necesitaba dormir aqu... entonces, cmo

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entrar aqu de nuevo? Si trasladaba el cadver, antes o despus de la limpieza, segua necesitando entrar otra vez aqu. Su primera idea debi ser insertar algo entre la puerta y el suelo para impedir el cierre por el resorte. Pero y los vigilantes? Debi pensar: los vigilantes rondan por este corredor cada hora. Con toda seguridad observarn una puerta entreabierta, y entrarn a investigar. No, la puerta tena que estar cerrada. Ah, qu idea! La seora French posea una llave, la suya, con la que haba entrado aqu. Conforme, la usara l. Podemos imaginarnos al criminal abriendo el bolso mientras su duea yaca, muerta y sangrando, sobre el escritorio, encontrando la llave, metindosela en el bolsillo, levantando el cadver y saliendo del apartamento, seguro de que poda volver aqu arriba. Pero -sonri torvamente Ellery- tena que regresar aqu con la llave para poder entrar. Por tanto, no la encontraran sobre el cadver. Cierto, poda subir, efectuar la limpieza y volver a bajar con la llave. Pero, y esto es muy sencillo, y tonto, cmo volvera a entrar aqu? Adems, iba a correr un gran peligro, corriendo otro riesgo de ser sorprendido en la planta baja al penetrar nuevamente en el escaparate para dejar la llave en el bolso de la difunta. Ya era peligroso la primera vez, aunque fuese inevitable, mas una segunda... No, probablemente se imagin que lo mejor era embolsarse la llave y disponer de ella al salir del bazar por la maana. De acuerdo, poda dejarla en el apartamento, en la mesita de cartas. De todos modos, el hecho de que no estuviese aqu demuestra que se la llev consigo... Tena dos alternativas y eligi sta. Ellery call un fugaz instante. -Y de ah inferimos que el criminal cometi su delito sin cmplices. Observo cierta duda en los semblantes de ustedes. Pues la cosa est clara. De haber tenido un cmplice, no se habra visto obligado a coger la llave. Habra llevado el cadver abajo, y su cmplice se habra quedado en el apartamento para abrirle la puerta al regreso. Lo entienden? El hecho de que tuviera que coger la llave demuestra que fue la labor de un hombre solo. S, preveo la objecin: Pudo tratarse de dos personas y ambas trasladar el cuerpo abajo. Y a esto replico con seguridad: No! Porque ello habra significado un riesgo doble. Un vigilante detectara ms fcilmente a dos personas que a una sola. Este crimen fue debidamente planeado... y su autor no se habra atrevido a correr tantos riesgos. Ellery call bruscamente y repas sus notas. Nadie se movi. Cuando levant la vista, sus labios estaban fuertemente apretados, revelando una tensin interna cuya causa nadie logr adivinar. -Ahora, damas Y caballeros, llego al punto anunci con tono neutro- en que puedo describir prolijamente a nuestro esquivo criminal. Desean escuchar mi descripcin? Mir en torno, desafiando a todo el mundo con la mirada. Los cuerpos rgidos por la excitacin se inclinaron hacia delante. Todos desviaron, no obstante, la cabeza. Nadie habl. -Naturalmente, supongo que s -prosigui Ellery en el mismo tono, con una nota de amenaza-. Adelante! Los ojos parecan echar chispas cuando empez su retrato. -Nuestro asesino es un hombre. Las tcticas empleadas para guardar el sombrero y los zapatos en el armario as lo demuestran, junto con la prueba de la cuchilla extraviada. La energa fsica necesaria para trasladar el cadver abajo tambin apunta a la masculinidad, lo mismo que el resto: la agilidad mental, con los rastros de gran sentido comn; la sangre fra, la carencia de escrpulos... todo esto seala una figura masculina, incluso con una barba que hay que afeitar a diario. Todos seguan el movimiento de sus labios con las respiraciones suspendidas.

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-Era un hombre solo, sin cmplices. Las deducciones de la llave perdida, ya mencionadas, lo indican as. No haba el menor rumor en la biblioteca. -Un hombre solo relacionado con esta tienda. Lo demuestran el traslado del cadver al escaparate y todas sus complicaciones, que ya he expuesto. Ellery se relaj ligeramente. De nuevo pase la mirada por la habitacin con una sonrisa. Se llev el pauelo a los labios, mir tmidamente al comisario Welles, que estaba sentado en actitud de cansancio, tapndose los ojos con una mano frgil; luego, mir a los detectives inmviles de su izquierda; a Velie, a Crouther, a Jimmy, a Fiorelli, a su derecha. Y reanud su discurso. -En un punto no hemos llegado todava a una conclusin -confes secamente-. Me refiero a la naturaleza del asunto que el criminal deba tratar al da siguiente por la maana. Lo cual nos lleva al tema de inters absorbente de los cinco libros que encontr en este escritorio, a esa interesante mezcla de paleontologa, msica elemental, comercio de la moyen ge, filatelia y chistes de vodevil. Ellery se enzarz en una rpida descripcin de los extraos volmenes, las anotaciones, la historia de Westley sobre la duplicidad de Springer, la revelacin de que las direcciones pertenecan a lugares de distribucin de drogas, y finalmente al infructuoso asalto a la casa de la Calle 98, direccin hallada en el sexto libro que cogi Westley. -Cuando Springer dispuso el sexto libro -prosigui, ante la tensin de su auditorio-, podemos suponer que no sospechaba que otra persona conoca sus manejos. De lo contrario no habra preparado el libro, dejndolo libre para las investigaciones del seor Weaver. De modo que cuando Springer sali del bazar el lunes por la tarde, seguido por el seor Weaver, ignoraba que el sexto libro Tendencias modernas en decoracin interior, de Lucian Tucker, estuviera en posesin de nuestro detective por aficin. Y como Springer no encontr a nadie ni habl con nadie en toda la noche, ni siquiera cuando lleg a su apartamento del Bronx (hemos efectuado averiguaciones en la compaa telefnica y sabemos que tampoco llam ni lo llam nadie), no pudo enterarse de que el sistema de seales haba sido descubierto hasta el da siguiente por la maana cuando se integr al trabajo. Dicho de otro modo, despus del asesinato. Si suponemos que, no Springer sino otra persona, pudo ser advertido por alguien de fuera del descubrimiento de seales, no debemos olvidar que el nico medio por el que pudo establecerse dicha comunicacin fue por telfono, puesto que dicho individuo no sali del bazar en toda la noche. Y averiguamos que el servicio nocturno telefnico de la tienda queda cortado de noche, con excepcin de una lnea que va al despachito de OFlaherty. Lnea que no se utiliz, segn testimonio del propio vigilante. Entonces, nos vemos obligados a llegar a la conclusin de que fue imposible que alguien de la tienda, el lunes y a primera hora de la maana del martes se comunicara con Springer o cualquier otra persona respecto al sexto libro que Weaver se haba llevado consigo. Ellery prosigui rpidamente. -El hecho de que el sistema de distribucin de drogas quedase desorganizado a la maana siguiente, martes, como se vio claramente con el abandono imprevisto de la casa de la Calle 98 la tarde del martes, slo pudo deberse a que alguien durante la noche descubri que alguien haba logrado enterarse del sistema de seales. Repito que el hecho de que Springer, el lunes por la maana, se tomase la molestia de sealar el sexto libro, demostraba que todava consideraba que dicho mtodo era seguro. Y no obstante, a la maana siguiente la banda se alarm y todos huyeron de la Calle 98, sin proporcionar siquiera

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las drogas a sus habituales clientes. La explicacin lgica es que alguien averigu la verdad durante la noche. Este descubrimiento slo pudo deberse: primero, a haber observado la ausencia del sexto libro de su sitio normal despus de marcharse Weaver... y segundo, a haber descubierto los cinco libros duplicados en el escritorio de French durante la noche. 0 tercero, a ambas cosas. Por tanto, hemos de concluir que, puesto que la desorganizacin tuvo lugar a la maana siguiente al crimen, slo pudo ordenarla alguien que el lunes por la noche efectu uno de esos descubrimientos, o ambos a la vez. Alguien, simplificando, que estuvo en el bazar despus de marcharse Springer y Weaver, y que no pudo salir de la tienda ni comunicarse con nadie hasta despus de las nueve de la maana del martes. La comprensin ilumin varios semblantes. Ellery sonri. -Ya veo que algunos de ustedes anticipan la conclusin inevitable. Quin de la tienda, estuvo aquella noche en situacin de realizar uno o ambos descubrimientos? La respuesta es: el asesino, el hombre que mat a la seora French en la habitacin donde los cinco libros estaban a la vista. Hay algo en las acciones posteriores del asesino que demuestre que descubri los cinco libros del apartamento? S. El hecho de que el asesino trasladara el cadver al escaparate a fin de tener tiempo a la maana siguiente de atender a su negocio urgente... punto que hasta ahora era oscuro. La cadena deductiva, damas y caballeros continu Ellery con voz triunfal-, es demasiado fuerte y perfectamente ensamblada para que no proclame la verdad. El asesino tena que avisar a la banda el martes por la maana. 0 sea que, aadiendo otro eslabn a la descripcin de su personalidad, el asesino es un hombre solo, relacionado con la tienda y que pertenece a una banda de traficantes de drogas, poderosa y bien organizada. Hizo una pausa, hojeando los cinco libros del escritorio. -Adems, estamos en situacin de aadir otro elemento a la descripcin del asesino. De haber podido entrar nuestro asesino distribuidor de drogas en el apartamento de French antes de la noche del crimen -y por antes me refiero a cualquier momento dentro de las cinco semanas anteriores a la noche fatal-, habra visto los libros encima de la mesa, habra entrado en sospechas y habra ordenado la sbita desaparicin del sistema de seales. Y como hasta aquella noche el sistema continu en vigor, de ah se sigue que el asesino no haba estado en la biblioteca de French al menos desde las cinco semanas anteriores a la comisin del crimen. As, tenemos otra confirmacin de que fue el asesino el que vio esos libros sobre la mesa, ya que al examinar y luego borrar las manchas de sangre del sujetalibros no pudieron pasarle por alto los ejemplares, comprendiendo ante su tremendo horror, su significado. En realidad -continu Ellery rpidamente-, no existe ninguna dificultad en deducir que el asesino, al ver los libros incriminatorios sobre el escritorio, baj inmediatamente al Departamento de Libros con una linterna para determinar si alguien haba andado tambin con el sexto libro. Y naturalmente, descubri que haba desaparecido... descubrimiento que tornaba imperativo poder advertir a sus compinches de que el juego haba terminado. sta es una conjetura muy honorable que pronto, soy feliz al anunciarlo, podremos comprobar ms positivamente. Ellery call casi en seco, secndose la frente con el pauelo y puliendo los lentes con mirada ausente. Esta vez, el rumor de las conversaciones perturb el ambiente, comenzando con una cadencia de tono menor para subir a grandes proporciones, y cesando slo cuando Ellery levant la mano pidiendo silencio.

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-Para completar el anlisis -reanud su discurso, colocando las gafas en su nariz-, pienso efectuar algunas objeciones personales. Porque los coger a ustedes uno a uno, y los medir al milmetro, analizndolos por entero. Instantneamente, la biblioteca se convirti en un gritero, expresiones de clera, de resentimiento, de extraeza, de egosmo inconfesables. Ellery se encogi de hombros y volvise hacia el comisario Welles. ste dijo: S con tono decidido y mir framente a la gente que tena delante. Todos callaron. Ellery volvise hacia sus oyentes con una semisonrisa. -Realmente -aclar-, an no me he repuesto de la sorpresa. Existe escasa causa para protestar ustedes... al menos, casi todos. Sea como sea, el juego de la eliminacin es fascinante. Segn la primera unidad de mi medida -el hecho de que el asesino es un hombre-, podemos absolver al instante, aunque sea como ejercicio intelectual, a la seorita Marion French, la seorita Bernice Carmody y la seora Zorn... que quedan fuera del juego. La segunda unidad (que el hombre actuaba solo) no cuenta, siendo intil para determinar la identidad, de modo que pasaremos a la tercera unidad, que es que el asesino, siendo un hombre, est relacionado con este establecimiento. Y la cuarta unidad, que es que el asesino no ha estado en este apartamento en las ltimas cinco semanas. Tenemos, primero, al seor Cyrus French. -Ellery se inclin ante el dbil millonario-. El seor French ciertamente est relacionado con esta casa. El seor French pudo cometer el crimen, si se juzga como un factor la posibilidad fsica. Demostr en privado no hace mucho que, de haber sobornado el seor French al chfer de su anfitrin, el seor Whitney, para traerle a la ciudad desde Great Neck la noche del lunes y olvidarse de ello, podra haber llegado a este apartamento con tiempo suficiente para entrar por la puerta del almacn y subir aqu. Nadie volvi a verle, excepto el chfer, despus de retirarse a su dormitorio en casa del seor Whitney a las nueve del lunes, quejndose de una leve indigestin. Sin embargo -Ellery sonri ante el rostro purpreo de Cyrus French-, el seor French estuvo en esta habitacin todos los das de esas cinco semanas; en realidad, todos los das durante. Y si esto no parece concluyente, el seor French puede descansar tranquilo. Porque existe otra razn, que incluso dej de mencionar, que torna su culpabilidad una imposibilidad psicolgica. French se relaj, dejando asomar a sus labios una vaga sonrisa. Marion le acarici la mano. -El seor John Gray, donante de los sujetalibros y amigo ntimo de la familia French es otra posibilidad. Usted, seor Gray -continu gravemente Ellery, mirando directamente al viejo director-, queda eliminado por diversos factores. Aunque est relacionado con la tienda en una capacidad principal, y aunque su ausencia el martes por la maana poda ser observada manifiestamente, tambin ha sido un visitante frecuente de esta biblioteca en estas ltimas cinco semanas; en realidad, el viernes asisti a una conferencia, segn creo. Y posee una coartada para la noche del lunes que comprobamos y hallamos ms slida de lo que creamos. Porque no solamente el conserje de su hotel confirm su declaracin de haber hablado con l el lunes a las once cuarenta de la noche, lo cual impide que entrara en este bazar, sino que otra persona, que usted no conoce, residente del mismo hotel, le vio entrar en su apartamento a las once cuarenta y cinco. An sin esto, no hubisemos dudado de su inocencia, pues no tenemos motivos para suponer que su amigo, el conserje, no sea un hombre honrado. Sin ms motivos, como en el caso del chfer del seor Whitney, supuestamente sobornado por el seor French, que indudablemente

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tambin en honrado. En el caso del seor French mencion el soborno como una eventualidad, improbable pero dentro de lo posible. Gray volvi a sentarse con un suspiro y meti las manos en los bolsillos de su chaqueta. Ellery volvise hacia el nervioso y sanguneo Cornelius Zorn, que jugaba con la cadena de su reloj. -Seor Zorn, su coartada era dbil y usted poda, con perjurio por parte de su esposa, haber cometido el crimen. Pero aunque es usted uno de los directores de esta tienda, ha estado en esta biblioteca, al menos, una vez por semana durante varios meses. Y usted, como el seor French y el seor Gray, queda absuelto por la imposibilidad psicolgica a que me refer antes. Seor Marchbanks -continu Ellery, volvindose hacia el hermano de la difunta-, su historia relativa a su viaje en automvil hacia Long Island y su permanencia nocturna en su casita de recreo en Little Neck, sin verle nadie, tambin daba a entender que poda haber vuelto subrepticiamente a la ciudad a tiempo de entrar en la tienda y cometer el asesinato. Pero ayer no tena necesidad de mostrarse tan iracundo, pues queda absuelto por ese factor secreto mo, y por ser un asistente regular a las conferencias semanales de este apartamento, lo mismo que el seor Gray y el seor Zorn. -En cuanto al seor Trask... -el tono de Ellery se endureci levemente-, aunque estaba borracho y rodando por las calles -la mandbula de Trask se abati en tremendo asombro-, la noche del lunes y la madrugada del martes, queda libre de mis sospechas por su presencia en las conferencias y por mi secreto. Ellery hizo una pausa y contempl largamente los ptreos rasgos de Vincent Carmody. -Seor Carmody. En muchos aspectos le debo mis disculpas y mi compasin. Est usted enteramente eliminado de nuestras especulaciones por el hecho de no estar relacionado en modo alguno con el bazar. De haber cometido el asesinato, a pesar de su historia del viaje a Connecticut, que poda ser falsa, no habra necesitado bajar el cadver de la difunta al escaparate, porque usted poda salir de la tienda a las nueve en punto sin restricciones ni temor de que su ausencia fuese observada. Usted no pertenece a los almacenes en absoluto. E incidentalmente, queda eliminado por mi encantador y misterioso elemento. Y ahora -prosigui Ellery, volvindose hacia las facciones galas de Paul Lavery-, voy con usted. Oh, no se asuste! -sonri el joven-. Usted no cometi el crimen! Estaba tan seguro de ello que ni siquiera me molest en comprobar sus movimientos la noche del lunes. Usted lleva varias semanas subiendo a este apartamento. Adems, lleg aqu directamente desde Francia hace muy poco tiempo; por tanto, queda fuera de toda probabilidad que le supusiera enredado con una banda de traficantes de narcticos que operaban intensamente en este pas. Adems, no poda ser nuestro asesino, porque usted, lgicamente, no cumple con mi ltimo requisito, que guardo celosamente. Y, si yo fuese un buen psiquiatra, aadira que un hombre de su inteligencia refinada y continental, jams habra cometido las terribles equivocaciones que han colocado en tan gran embrollo a nuestro culpable. Porque creo que, de todos nosotros, usted es el nico que sabe cmo colocan las mujeres los sombreros en las sombrereras y los zapatos en las bolsas. Ya hemos -prosigui Ellery, entornando los prpados, para esconder el brillo febril de sus pupilas- estrechado el campo investigador de modo considerable. Podemos discutir el caso del seor Mackenzie, el encargado general del bazar, empleado de la tienda... No, no, seor Mackenzie, no se levante para protestar, porque ya est eliminado! Debido a mi requisito secreto, que casi est a punto de ser expuesto, y porque usted ha estado en este apartamento en las ltimas semanas. En cambio cualquiera de los centenares de empleados del bazar, que jams han estado en este apartamento y cuyos movimientos de la noche

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del lunes no se pueden comprobar, podra ser el asesino. Dentro de un momento llegaremos a esto. En este instante, damas y caballeros -Ellery le hizo una seal al patrullero Bush, el cual inmediatamente inclin la cabeza y sali, dejando la puerta abierta-, en este momento deseo presentarles a un caballero que hasta ahora slo ha sido una entidad casi desconocida; no es menos que un personaje que... Hubo un rumor de pasos al otro lado de la puerta exterior; se abri luego la de la antesala y entr Bush, seguido por un polica que sujetaba a un individuo, de rostro muy plido, esposado y sujeto por el codo. -El seor James Springer! -anunci Ellery. El joven retrocedi ligeramente, con una sonrisa torva en su rostro. El detective escolt a su prisionero hasta el interior de la biblioteca, donde inmediatamente dispusieron dos sillas. Los dos hombres se sentaron, Springer manteniendo sus manos esposadas sobre las rodillas y mirando fijamente el suelo. Era un individuo de mediana edad, con facciones agudas y cabello gris; una magulladura en la mejilla derecha era la prueba de una reciente refriega. Todos los presentes le contemplaron calladamente. El viejo French no pudo hablar a causa del furor que le agit a la vista de su infiel empleado. Westley y Marion haban enlazado las manos por encima del tembloroso brazo del anciano. Pero tampoco haba palabras entre los oyentes, y s solamente miradas vidas, y en un solo caso una inmovilidad frigorfica. -Seor Springer -empez Ellery quedamente, aunque su voz estall como una bomba en el tenso ambiente de la habitacin-, seor Springer, usted ha tenido la amabilidad de declarar en favor del Estado. El seor Springer, que huy con la mala idea de que poda evadir la accin de la Polica, fue atrapado ayer cuando intentaba escapar, porque ya lo sospechbamos. El seor Springer ha aclarado varios extremos que posiblemente no habramos podido deducir. Por ejemplo, que el asesino es el jefe superior de la banda de drogas, que ahora se ha esparcido por todo el pas, siendo perseguidos afanosamente todos sus miembros. Que el asesino es lo que, en trminos criminales, se llama una "mente maestra" de la banda de drogas de esta ciudad. Que la seorita Carmody, que en la investigacin descubrimos que era una probable drogadicta, en estado avanzado de adiccin, cay bajo el hbito pernicioso de la herona, conoci a la "mente maestra", fue introducida al sistema de seales, y lleg a necesitar tanto la droga que buscaba voluntariamente nuevos reclutas en su ambiente social, siendo por tanto casi un miembro activo de la banda. Que la aficin de la seorita Carmody pas inadvertida para sus familiares hasta que su padre empez a sospechar y se lo cont a su antigua esposa, la seora French; que sta, tras observar a su hija, descubri la verdad. Que la seora French, de forma directa, acus a su hija de estar mezclada con un asunto de drogas y que finalmente venci la resistencia de aqulla, obligndola a confesrselo todo... incluyendo el nombre del hombre relacionado con la tienda "French", el cual le suministraba directamente las drogas. Que la seora French, que no inform a su marido de este triste caso debido a la violenta aversin hacia el vicio del anciano, el lunes le quit a su hija el nuevo suministro de droga, que guardaba en el doble fondo de su pintalabios. Que la seora French oblig a su hija a citarse con dicho hombre, empleado de la tienda, para el lunes por la noche a las doce, en secreto, para suplicarle en beneficio de su hija, para obligarle mediante la amenaza de contarlo todo a la Polica, a que libertase a su hija de la presa cruel de las drogas, permitiendo que su madre la curara en secreto. Que el sbado la seorita Carmody concert la cita. Que dicho hombre inform inmediatamente el estado alarmante a su jefe, la "mente maestra", el cual, con su acostumbrada sangre fra, orden matar a la seora French, que se hallaba en posesin de una

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informacin demasiado vital para dejarla con vida; y asimismo secuestr a la seorita Carmody, que haba resultado ser un tornillo torcido en la maquinaria de la banda, por lo que era preciso suprimirla. Que ese hombre, bajo la amenaza de ser tambin asesinado, lo plane todo y penetr en la tienda por la puerta del almacn, pues como empleado del bazar saba estara abierta a aquella hora. Que esper en el bazar hasta las doce, subiendo entonces al apartamento del sexto piso, donde llam y fue admitido por la seora French, que haba llegado unos minutos antes. Que la mujer se situ detrs del escritorio, segn ya deducimos, y que ambos discutieron; que el individuo ignoraba que la seora French llevaba en el bolso el pintalabios con la herona, pues de lo contrario lo habra cogido; que sin vacilar dispar contra la seora French, matndola; que la vctima sangr abundantemente, manchando la sangre un sujetalibros; que al inclinarse sobre el escritorio se fij en los cinco volmenes y comprendi que alguien estaba enterado del sistema de seales; que se fij en el memorndum anunciando que a las nueve de la maana siguiente habra gente en este apartamento; que comprendi que no poda comunicarse con nadie de la banda respecto a los ltimos sucesos, porque no poda salir de la tienda antes de llegar la maana, ni poda telefonear; que, en consecuencia, decidi esconder el cadver en el escaparate, lo cual deba concederle amplio margen de tiempo para salir por la maana y comunicarse con sus cmplices, ya que si dejaba el cuerpo en el apartamento sera descubierto antes de las nueve, y l no podra razonablemente abandonar el edificio; y finalmente, que dej el cadver donde lo encontramos. Asimismo, que al regresar de la planta baja entr en el Departamento de Libros y confirm sus sospechas de que faltaba tambin el sexto volumen. Que se llev consigo la llave de la seora French, despus de haber fracasado en su intento de conseguir la de Bernice Carmody aquella tarde mediante el truco de la llamada telefnica. Finalmente, que limpi el apartamento, que cambi la felpa del sujetalibros, que plant las pruebas contra Bernice, que se qued aqu toda la noche, que se afeit de madrugada, que se le rompi la hoja y se la llev consigo; y que sali del bazar poco despus de las nueve, junto con los primeros parroquianos, para volver a entrar de nuevo como un empleado normal, a fin de firmar en la correspondiente hoja. Que luego consigui escabullirse de nuevo para avisar al jefe de la banda del descubrimiento del sistema de seales. Ellery se aclar la garganta y continu implacablemente: -El seor Springer tambin fue lo bastante amable como para despejar la incgnita del secuestro de la seorita Carmody. Con la accin de la seora French el domingo, quedndose con la provisin de herona de su hija, la joven se desesper y se puso en contacto con el asesino. Esto se armonizaba con los planes de ste. Cit a la chica en la parte baja de la ciudad, dicindole que le entregara un nuevo suministro. La joven fue all el lunes por la tarde y pronto qued secuestrada, siendo conducida a un refugio de Brooklyn, donde fue asesinada. Le confiscaron las ropas, que llevaron a nuestro asesino, quien todava no haba cometido su principal delito. El asesino trajo consigo dichas prendas a este apartamento, el sombrero y los zapatos al menos, envueltos en un paquete, aunque primero los moj con la lluvia para que el engao resultase perfecto. Y antes de proceder al desenlace total slo queda un cabo suelto por explicar. Y ste es el motivo de haber plantado los naipes de la banca rusa, las colillas, los zapatos y el sombrero, implicando a Bernice en el crimen de su madre. Esto tambin qued subrayado, aunque con protestas, por el seor Springer, que haba sido un tornillo... un tornillo de importancia, en la banda de drogas. El asesino dej pruebas de la presencia aqu de la seorita Carmody porque sta se haba desvanecido. Como la haban asesinado y

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sera dada por desaparecida, exista un motivo lgico para relacionar los dos sucesos: la desaparicin de la hija y el asesinato de la madre. La gente pensara que la joven era culpable de este crimen. Como esto no era cierto, el asesino pens que podra confundir a la Polica, apartndola del verdadero rastro. El asesino no esperaba en realidad que el engao durara mucho tiempo, pues no era ms que otra treta en el camino, pero todo lo que pudiese apartar de l las sospechas era deseable. Y ese enga requera pocas molestias. Los cigarrillos los compr en "Xantos", la tienda donde la seorita Carmody se surta de tabaco, puesto que ella le manifest una vez dnde adquira los cigarrillos de su marca preferida. Tambin estaba el asesino enterado de la aficin de ambas mujeres por la banca rusa. Y lo dems era un juego de nios... Ahora estaban todos sentados al borde de los asientos, esforzndose para no perder una sola slaba. Ocasionalmente, se contemplaban mutuamente con intriga en las pupilas, como si no pudieran comprender exactamente el final del anlisis. Ellery atrajo de nuevo su atencin con sus palabras siguientes. -Springer! -el nombre restall con violencia. El preso se sobresalt, palideci y levant la vista furtivamente. Sus ojos volvieron luego a dirigirse al suelo, examinando atentamente el dibujo de la alfombra. -Springer, he contado fielmente su declaracin? Los ojos del hombre rodaron en sbita agona, buscando anhelosamente un rostro entre los oyentes. Cuando habl, lo hizo en tono ronco y montono, apenas audible. -S... -Muy bien! -aprob Ellery, inclinndose hacia delante con tono triunfal-. Todava tengo que referirme a ese factor secreto al que me he referido varias veces... Recordarn que habl de los sujetalibros y de los granitos de polvo blanco incrustados en la costura de la felpa nueva. Aquel polvo era el que usamos siempre para detectar las huellas dactilares. Desde el momento en que estuve seguro de la naturaleza del polvo, se disiparon todas las telaraas de mis ojos y present la verdad. Al principio cremos, damas y caballeros -prosigui Ellery-, que el empleo de dicho polvo indicaba que el criminal era un asesino de alta categora, un supercriminal. Un hombre que utilizaba los mismos elementos que la Polica. Bien, fue la idea natural. Pero -la palabra surgi con mpetu-, pero poda sacarse de ello otra consecuencia... una consecuencia que eliminaba de golpe a todos los sospechosos... -su mirada destell fuego, y la afona desapareci de su voz. Se inclin hacia delante, por encima del escritorio y todas las pistas, como sujetando a los presentes con el magnetismo de su personalidad-. A todos los sospechosos... menos a uno -repiti lentamente. Al cabo de un momento preado de amenazas continu: -Menos uno, que es el hombre empleado en esta tienda; que no ha estado en este apartamento en las ltimas cinco semanas; que intent engaarnos con un rastro falso, consiguiendo la declaracin de un cmplice que dio una informacin falsa respecto a los movimientos de Bernice Carmody, la cual en realidad ya estaba muerta; que al mismo tiempo fue lo bastante listo para decir, cuando vio que creamos que la seorita Carmody haba sido implicada en el crimen pese a su inocencia, que l opinaba lo mismo, a pesar de haber sido l quien fragu las pistas falsas; que estaba presente, el nico que estuvo presente, cuando se cont toda la historia de los libros sealados por Springer y la falsificacin en la contabilidad del Departamento de Libros, el cual asi la primera oportunidad para advertir a Springer de que huyese, comprendiendo que si atrapbamos a Springer, l mismo estara en grave peligro; el cual, y esto es lo ms importante de

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todo, era la nica personalidad relacionada con esta investigacin para la que era natural y lgico el empleo de los polvos para detectar huellas dactilares... Call sbitamente, con los ojos fijos en un ngulo de la habitacin. -Viglale, Velie! -grit de sbito con voz penetrante. Antes de que los dems pudieran volverse, antes de que captasen el significado de la escena que se desarrollaba en la biblioteca, hubo el ruido de un violento forcejeo, un rugido de furor, el jadeo de varias respiraciones, y finalmente una detonacin ensordecedora. Ellery se qued inmvil, detrs del escritorio. Tampoco se movi mientras todos corran hacia el lugar donde yaca el cuerpo de un hombre, ya rgido por la muerte, en un charco de sangre. Fue el inspector Queen el que lleg antes junto al contorsionado cuerpo, gracias a un ligero salto; fue l quien se arrodill rpidamente sobre la alfombra, apartando a un lado la pesada corpulencia del sargento Velie; y fue l tambin quien gir el cadver del suicida, y quien murmur en palabras inaudibles incluso para el oyente ms prximo: -Sin pruebas legales... y el farol dio buen resultado! Gracias a Dios por tener un hijo como Ellery...! El rostro del muerto perteneca al detective del bazar, William Crouther.

FIN

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