Vida de Jesucristo
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La Vida de Jesucristo
James Stalker
ndice:
Captulo 1: Nacimiento, infancia y juventud de Jess Captulo 2: La nacin y poca Captulo 3: El ao de retiro
Captulo I
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ascendieron la pedregosa subida que conduca a la puerta de la poblacin; l amedrentado de ansiedad, y ella casi muerta de fatiga. Llegaron al mesn, pero lo hallaron atestado de forasteros que llevando el mismo negocio que ellos, haban llegado con anticipacin. Ninguna casa abri amistosamente sus puertas para recibirlos, y se resolvieron a preparar para su alojamiento un rincn del corral, que de otro modo hubiera sido ocupado por las bestias de los numerosos viajeros. All, en esa misma noche, ella dio a luz a su hijo primognito; y por no haber una mano femenil que la ayudara, ni cama que lo recibiera, lo envolvi ella misma en paales y lo acost en un pesebre. De esta manera fue el nacimiento de Jess. Nunca comprend bien lo pattico de la escena hasta que, estando un da en el cuarto de un antiguo mesn de la poblacin de Eisleben, en la Alemania Central, me dijeron que en ese mismo punto, cuatro siglos haca, en medio del ruido de un da de mercado y la confusin de un mesn, la esposa del pobre minero Hans Lutero, que estuvo all en un negocio, sorprendida como Mara por una angustia repentina, dio a luz, en medio de tristeza y pobreza, al nio que haba de ser Martn Lutero, el hroe de la Reforma y el creador de la Europa moderna. A la maana siguiente, el ruido y la actividad comenzaron de nuevo en el mesn y en el corral. Los ciudadanos de Beln seguan con sus ocupaciones; el empadronamiento continuaba; y entre tanto el ms grande suceso de la historia del mundo se haba verificado. Nunca sabemos dnde pueda estarse iniciando el comienzo de una nueva poca. La venida de cada nueva alma al mundo es un misterio y un arca cerrada llena de posibilidades. Slo Jos y Mara conocan el tremendo secreto; que sobre ella, la virgen rstica y esposa del carpintero, se haba conferido la honra de serla madre de Aquel que era el Mesas de su raza, el Salvador del mundo y el Hijo de Dios. Haba sido predicho en la antigua profeca que el haba de nacer en ese mismo punto: "Pero t, Beln Efrata, pequea para estar entre las familias de Jud, de ti me saldr el que ser Seor en Israel". El decreto del soberbio emperador hizo caminar hacia el sur a la fatigada pareja; pero otra mano los iba guiando, la de Aquel que encamina los intentos de emperadores y reyes, de estadistas y parlamentos, para llevar a cabo Sus propios propsitos, aunque ellos no lo conozcan. Los guiaba l que endureci el corazn de Faran, llam a Ciro como esclavo a sus pies, hizo del poderoso Nabucodonosor siervo suyo, y de la misma manera poda dominar para su magno propsito la soberbia y la ambicin de Augusto Csar. El grupo alrededor del nio Aunque Jess hizo su entrada al teatro de la vida de una manera tan humilde y silenciosa; aunque los ciudadanos de Beln ni soaban lo que pasaba entre ellos; aunque el emperador de Roma ignoraba que su decreto haba tenido que ver con el nacimiento de un rey que haba de reinar no slo sobre el mundo romano, sino tambin sobre muchas tierras en donde las guilas romanas no llegaron jams; aunque a la maana siguiente la historia del mundo segua ruidosamente las vas de sus intereses ordinarios, completamente inconsciente del suceso que acababa de verificarse, sin embargo, este acontecimiento no pudo dejar del todo de llamar la atencin. Tal como la criatura salt en el vientre de la anciana Elizabet cuando se le acerc la
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madre del Seor, as cuando apareci Aquel que traa consigo un mundo nuevo, anticipaciones y presagios de la verdad nacieron en varios de los representantes del mundo antiguo que haba de desaparecer. Aqu y all, un temblor indefinido y apenas perceptible, conmovi a almas sensibles que estaban en espera, y las reuni alrededor de la cuna del nio. Ved al grupo que se junt para mirarle! Representa en miniatura toda su historia futura. Primero vinieron los pastores, de los campos vecinos. Lo que no fue visto por los reyes y los grandes del mundo, fue motivo que arrebat a los prncipes del cielo hasta hacerles romper los lmites de la invisibilidad con que se revisten, para expresar su gozo y explicar la significacin del gran suceso. Y buscando los corazones ms dignos para comunicarlo, los hallaron en estos sencillos pastores, que pasaban una vida de contemplacin y oracin en los campos llenos de instructivos recuerdos; en donde Jacob haba guardado sus rebaos, donde Booz y Rut se casaron, y David, el personaje mximo del Antiguo Testamento, pas su juventud. All aprendan stos, por el estudio de los secretos y necesidades de sus propios corazones, mucho ms, tocante a la naturaleza del Salvador venidero, que lo que pudiera aprender el fariseo en medio de la pompa religiosa del templo, o el escriba hurgando a ciegas en las profecas del Antiguo Testamento. El ngel los dirigi a donde estaba el Salvador, y se apresuraron a ir a la aldea para hallarlo. Eran representantes de la gente aldeana "de corazn bueno y recto" que ms tarde form la mayor parte de sus discpulos. Despus de ellos vinieron Simen y Ana, representantes de los devotos e inteligentes escrutadores de las Escrituras que en aquel tiempo esperaban que apareciera el Mesas, y despus vinieron a ser algunos de sus ms fieles adherentes. Al octavo da despus de su nacimiento, el nio fue circuncidado, "conforme a la ley", ingres en el pacto y con su propia sangre escribi su nombre en la lista de la nacin. Poco despus, cuando terminaron los das de la purificacin de Mara, lo llevaron de Beln a Jerusaln para presentarlo al Seor en el templo. Era "el Seor del templo entrando al templo del Seor"; pero pocos de los que visitaban el sagrado recinto deben de haber recibido menos atencin por parte de los sacerdotes, porque Mara, en vez de ofrecer el sacrificio que era usual en semejantes casos, slo pudo ofrecer dos trtolas, la ofrenda de los pobres. Sin embargo, haba ojos que observaban, sin ser deslumbrados por la ostentacin y el brillo del mundo, ante los cuales la pobreza del nio no lo ocultaba. Simen, el anciano santo, que en respuesta a sus oraciones haba recibido promesa secreta de que no morira sin que hubiera visto al Mesas, encontr a los padres con el nio. Como un rayo pas por su inteligencia la idea de que ste, por fin, era Aqul; y tomndolo en sus brazos, alab a Dios por la venida de la luz que iba a ser revelada a los gentiles y la gloria de su pueblo Israel. Mientras hablaba, otro testigo entr en el grupo. Era Ana, viuda piadosa que literalmente moraba en los atrios del Seor y haba limpiado la vista de su espritu con la eufrasia y la ruda de la oracin y el ayuno, hasta que pudo traspasar con una mirada proftica el velo del sentido. Agreg su testimonio al del anciano, alabando a Dios y confirmando el tremendo secreto a las otras almas que estaban en espera y en busca de la redencin de Israel.
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Los pastores y estos ancianos santos estaban cerca del punto en que el nuevo poder entraba al mundo. Pero el mismo suceso conmovi a almas susceptibles que estaban a una distancia mucho mayor. Es probable que fuera despus de la presentacin en el templo y despus que sus padres haban vuelto a Beln, adonde queran fijar su residencia en vez de Nazaret, que Jess fue visitado por los sabios del Oriente. Estos eran miembros de la clase instruida conocida por el nombre de magos, depositarios de la ciencia, la filosofa, la habilidad mdica y los misterios religiosos de los pases de ms all del Eufrates. Tcito, Suetonio y Josefo nos dicen que prevaleca, en las regiones de donde vinieron los magos, una expectacin general di que un gran rey iba a levantarse en Judea. Sabemos tambin, por los clculos del gran astrnomo Kepler, que en ese mismo tiempo se vea en el cielo una brillante estrella temporaria. Los magos se dedicaban con ardor al estudio de la astrologa y crean que todo fenmeno extraordinario en el cielo era seal de algn suceso notable en la tierra; y es posible que, viendo alguna relacin entre esta estrella, a la cual indudablemente su atencin estaba activamente dirigida, y esa expectacin general de que hablan los antiguos historiadores, se dirigieran hacia el Occidente para ver si esta esperanza haba sido cumplida. Pero debe de haberse despertado en ellos un deseo ms profundo, al que Dios respondi. Si su indagacin comenz por la curiosidad y la especulacin cientfica, Dios la condujo en adelante hasta llegar a la verdad perfecta. Este es su modo de actuar siempre. En vez de increpar a los imperfectos, l nos habla en lenguaje que comprendemos, aunque exprese su idea muy imperfectamente y de este modo nos conduce a la verdad perfecta. De la misma manera que hizo uso de la astrologa para conducir a la astronoma, y de la alquimia para conducir a la qumica, y tal como el Renacimiento literario precedi a la Reforma, as l emple la erudicin de estos hombres, que era mitad error y supersticin, para conducirnos a la luz del mundo. La visita de ellos era una profeca de cmo, en el futuro, el mundo gentil recibira la doctrina y salvacin divinas y traera sus riquezas y talentos, su ciencia y filosofa para ofrecerlos a los pies de Jess. Todos stos se colocaron alrededor del nio para adorarle; los pastores con su sencilla admiracin, Simen y Ana con la reverencia aumentada por la sabidura y la piedad de largos aos, y por ltimo los Magos con sus valiosos dones del Oriente y sus almas preparadas para recibir la instruccin. Pero mientras estos ilustres adoradores contemplan al nio, podemos ver con la imaginacin cmo aparece tras ellos, un semblante siniestro y asesino. Este era Herodes. Este prncipe ocupaba entonces el trono de la nacin, el trono de David y de los Macabeos. Era un usurpador extranjero de baja cuna; sus sbditos lo aborrecan, y ocupaba el trono solamente por el favor de los romanos. Era capaz, ambicioso y esplndido. Sin embargo, tena un alma tan cruel, astuta, sombra e impura, que solamente poda encontrarse entre los tiranos de los pases orientales. Haba sido culpable de todos los crmenes, y haba por decirlo as hecho nadar su palacio en la sangre de su esposa, de sus tres hijos, y de muchos de sus parientes. Ahora en su vejez estaba atormentado por las enfermedades, los remordimientos, el odio del pueblo, y el cruel temor que le causaba el pensamiento de que se levantara un aspirante al trono que l haba usurpado.
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Los magos haban tenido que llegar a la capital para preguntar dnde haba de nacer Aquel cuya estrella haban visto en el Oriente. Esta pregunta hiri a Hero-des en su punto ms susceptible, pero con diablica hipocresa ocult sus temores. Habiendo sabido por los sacerdotes que el Mesas nacera en Beln, hacia all dirigi a los extranjeros e hizo de modo que volviesen y le dijeran con exactitud dnde se encontraba el nuevo Rey, a quien esperaba destruir de un solo golpe. Sus planes fueron frustrados. Los magos, amonestados por Dios para que no volviesen, regresaron a su pas por otro camino. Entonces su furia estall como tempestad y envi sus soldados a que matasen en la ciudad de Beln a todos los nios de dos aos abajo. Tan fcil le hubiera sido hender una montaa de diamante como cortar la cadena de los designios divinos. Meti su espada al nido, pero ya el pjaro haba volado. Jos y Mara huyeron con el nio a Egipto y all permanecieron hasta la muerte de Herodes. Volvieron despus, y residieron en Nazaret, siendo amonestados que no fueran a Beln, porque all hubieran estado en los territorios de Arquelao, hijo de Herodes y semejante a su sanguinario padre. El semblante asesino de Herodes, contemplando de una manera malvola al nio, era una triste profeca de cmo los poderosos del mundo haban de perseguirlo y cortar su vida de sobre la tierra. Los aos de silencio en Nazaret Falta de informes fidedignos Los datos que hasta aqu poseemos son relativamente completos; pero con su establecimiento en Nazaret, despus del regreso de Egipto, se acaban nuestros informes. Lo dems de la vida de Jess, hasta el principio de su ministerio pblico, nos est encubierto con un denso velo que se levanta una sola vez. Nosotros habramos deseado que la narracin hubiese continuado, siendo igualmente completa con respecto a los aos de su niez y juventud. En las biografas modernas hay pocas partes ms interesantes que las ancdotas que relatan de la juventud de sus hroes, porque en stas podemos ver, en miniatura y con encantadora simplicidad, el carcter y el plan de su vida en el porvenir, Qu no daramos por saber los hbitos, las amistades, los pensamientos, las palabras y las acciones de Jess, durante tantos aos? Pero as plugo a Dios, cuyo silencio no es menos admirable que sus palabras. Era natural que donde Dios haba guardado silencio y la curiosidad era muy intensa, la imaginacin del hombre procurara llenar el vaco. Por eso, en los primeros tiempos de la iglesia, aparecieron evangelios apcrifos, pretendiendo dar todos los detalles de los acontecimientos que los evangelios inspirados no mencionan. Estn llenos especialmente de dichos y hechos de la niez de Jess. Pero estos escritos slo manifiestan cuan incapaz es la imaginacin humana de tratar semejante tema, y por el contraste de su oropel y exageracin, ponen en relieve la solidez y veracidad de la narracin de las Escrituras. Ellos le hacen autor de frvolas maravillas, diciendo que haca pjaros de barro y los echaba a volar, y que cambiaba en cabritos a sus compaeros de juego, etc. En una palabra, son colecciones de fbulas indignas y blasfemas. Un mal xito tan grotesco nos amonesta a no entrometer la imaginacin en el recinto sagrado. Bstanos saber que l creca en sabidura, en estatura, y en favor con Dios y con los hombres. Fue un nio y un joven real y pas por todos los grados de un desarrollo natural. Su
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cuerpo y su inteligencia crecan juntos, el primero aumentndose en vigor, y la otra adquiriendo conocimientos y poder. Su carcter, en continuo crecimiento, manifestaba tal gracia que cualquiera que le viese descubra y amaba su bondad y pureza. Pero aunque no se nos permite dar rienda suelta a nuestra imaginacin, no se nos prohbe y es ms bien nuestro deber hacer uso del material autntico que nos proporcionan costumbres de la poca o incidentes de su vida posterior que se relacionan con su edad temprana, para enlazar la infancia con el perodo de su vida en que los evangelistas toman de nuevo el hilo de la biografa. Y es posible que de este modo adquiramos, a lo menos en cierto grado, una idea verdadera de lo que l era como nio y como joven, y entre cules influencias continu su desarrollo durante tantos aos de silencio. Su hogar Sabemos cules fueron las influencias del hogar en que fue educado. Su hogar era uno de aquellos que hacan la gloria de su pas como la hacen de los nuestros, hogares de piadosos e inteligentes artesanos. Jos, el jefe de la familia, era un hombre sabio y santo; pero el hecho de que no se le menciona en el resto de la vida de Jess ha hecho que se crea generalmente que muri durante la juventud de Cristo, dejando a es e el cuidado de la familia. Su madre probablemente ejerci la ms decisiva de todas las influencias exteriores sobre el desarrollo de Jess. Lo que era ella puede inferirse del hecho de haber sido escogida de entre todas las mujeres del mundo, para ser coronada con el ms alto honor que a una mujer pudiera concedrsele. El cntico que de ella nos queda, tocante a su gran privilegio, nos la presenta como un alma religiosa, rebosante de fervor potico y de patriotismo, y como una mujer que estudiaba las Escrituras y especialmente lo relativo a las mujeres clebres, porque est saturado del Antiguo Testamento y amoldado sobre el cntico de Ana. Ella no fue una reina milagrosa de los cielos, como la califica la supersticin, sino una mujer pura, eminentemente santa, amante y de alma elevada. No necesita ella ms aureola. Bajo el influjo del amor de Mara creca Jess, que igualmente la amaba con amor ardiente. Haba otros miembros de la familia; tena hermanos y hermanas. De dos de ellos, Santiago y Judas, tenemos Epstolas en las Escrituras, y por ellas podemos conocer sus caracteres. Tal vez no sea irreverente inferir del tono severo de sus escritos, que en el estado de incredulidad deben de haber sido de carcter duro y poco simptico. Nunca creyeron en Jess durante su vida y probablemente no fueron sus compaeros muy ntimos en Nazaret. Es probable que estuvo solo la mayor parte del tiempo, y lo pattico de su dicho que "no hay profeta sin honra sino en su tierra y en su casa" tuvo tambin aplicacin aun antes de que l iniciara su ministerio. Influencias educativas Jess recibi su educacin en casa, o tal vez en la de algn escriba de la sinagoga de la aldea; pero fue solamente la educacin de un pobre. Como decan con desprecio los escribas, "nunca haba aprendido", o como nosotros diramos, no era graduado de ninguna institucin. Esto es cierto; pero el amor al saber se haba despertado en l en edad muy temprana. Todos los
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das experimentaba la alegra que produce la buena y profunda meditacin. Tena la mejor clave para adquirir conocimientos: la inteligencia lista y el corazn amante; y los tres grandes libros: la Biblia, el Hombre, y la Naturaleza, estaban abiertos delante de l. Es fcil comprender el entusiasmo ferviente con que Jess se dedic al estudio del Antiguo Testamento. Sus dichos, llenos de citas de l, nos dan una prueba muy convincente de que este estudio formaba, por decirlo as, el alimento de su inteligencia y el consuelo de su alma. El estudio que hizo de las Escriturasen su juventud fue el secreto de la admirable facilidad con que haca uso de ellas en lo sucesivo para enriquecer su predicacin y reforzar su doctrina, para resistir los asaltos de sus opositores, y para vencer las tentaciones del maligno. Las citas que hizo Jess de aquellas Escrituras nos indican tambin que las ley en el original hebreo y no en la versin griega que se usaba generalmente. El hebreo era idioma muerto aun en Palestina, tal como actualmente lo es el latn en Italia; pero era natural que l deseara leer las Escrituras en las mismas palabras en que fueron escritas. Aquellos que no han logrado tener una buena educacin, pero que con muchas dificultades han logrado aprender lo suficiente del griego para leer el Nuevo Testamento, entendern mejor como Cristo, en una aldea, se posesionara de aquel antiguo idioma y con cunto deleite se dedicara al estudio de los pergaminos de la sinagoga o de los manuscritos que l mismo pueda haber tenido. El idioma en que l hablaba y pensaba familiarmente era el arameo, rama del mismo tronco a que perteneca el hebreo. Tenemos fragmentos de ste en algunos de los dichos memorables de Jess, tales como: "Talita, cumi", y "Eloi, Eloi, lama sabactani". Por otra parte, tuvo la misma oportunidad de aprender el griego, que un muchacho nacido en Panam o en Puerto Rico tendra para aprender el ingls, pues Galilea de los gentiles estaba habitada por muchos que hablaban el griego. De modo que l posey, probablemente, tres idiomas: uno, el gran idioma religioso del mundo, en cuya literatura estaba profundamente versado; otro, el ms perfecto que jams ha existido para expresar las ciencias y los conocimientos humanos, aunque no tenemos evidencia de que estuviese familiarizado con las grandes obras de literatura griega; y el tercero, el idioma del pueblo al cual con especialidad diriga sus predicaciones. Hay pocos lugares donde la naturaleza humana pueda estudiarse mejor, que en un pequeo pueblo o aldea, porque all se conoce casi totalmente la vida y carcter de sus habitantes. En una ciudad puede verse mayor nmero de personas, pero con pocas est uno relacionado ntimamente, porque all slo la vida exterior es visible; no as en una aldea, donde la vista exterior es reducida, pero la interior es profunda y la espiritual ilimitada. Nazaret era una ciudad notable por su maldad, como puede muy bien inferirse de aquella pregunta proverbial: "De Nazaret puede haber algo de bueno?". Jess no conoca el pecado en su propia alma, pero en la ciudad tena delante la exhibicin completa del tremendo problema del mal con el cual era su misin luchar. Entraba en contacto ntimo con la naturaleza humana por motivo de su oficio. No cabe duda de que l trabajaba como carpintero en el taller de Jos. Quines podan conocerlo mejor que los que vivan en el mismo lugar y los que, ms tarde, admirados por su predicacin, exclamaron: "No es ste el carpintero? ". Sera difcil comprender plenamente la significacin del hecho de que de entre todas las condiciones en que Dios pudiera haber colocado a su Hijo, durante su permanencia entre los hombres, escogiese la de un artesano. Este hecho sell con
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eterno honor el trabajo del obrero. Hizo tambin que Jess se familiarizase con los sentimientos de la multitud y le ayud a conocer lo que es el hombre. Despus se dijo que l saba esto tan perfectamente, que no necesitaba que ningn hombre se lo ensease. Los viajeros nos dicen que el lugar en donde l creci es uno de los ms hermosos de la tierra. Nazaret est situado en un valle apartado, en forma de cuenca, entre las montaas de Zabuln, precisamente en donde stas descienden al valle de Esdraeln, con el cual est unido por una vereda escarpada y pedregosa. Sus blancas casas. con vides que trepan por las paredes, se medio ocultan entre los huertos y arboledas de olivo, higuera, naranjo y granado. Sus campos estn divididos por cercas de cacto, y adornados con flores de diferentes colores. Tras la aldea se levanta una colina de 150 metros de altura, desde cuya cima se disfruta de una de las vistas ms hermosas del mundo. Al norte se ven las montaas de Galilea, y las cumbres del Hermn cubiertas de nieve; al oeste, la cumbre del Carmelo, la costa de Tiro y las relucientes aguas del Mediterrneo; a unas cuantas millas al este, la masa cnica del Tabor; y al sur el llano de Esdraeln con las montaas de Efran ms all. La predicacin de Jess nos muestra cuan profundamente l haba aspirado la esencia de la belleza natural y lo mucho que se haba deleitado en los variados aspectos de las estaciones. Fue mientras andaba por estos campos cuando era joven que recogi aquellas hermosas figuras que usaba con tanta abundancia en sus parbolas y discursos. En aquella colina adquiri el hbito de su vida posterior, de retirarse a las montaas para pasar la noche en oracin solitaria. Las doctrinas de su predicacin no fueron formuladas en el momento de pronunciarlas. Fueron emitidas como una corriente al presentarse la ocasin, pero el agua de ella se haba estado recogiendo en un recndito manantial durante muchos aos. Su doctrina la haba desarrollado en los campos y en las montaas durante los aos de feliz y tranquila meditacin y oracin. Debe mencionarse todava otra influencia educativa. Cada ao, despus de haber cumplido los doce aos, iba con sus padres a Jerusaln, a la fiesta de la Pascua. Afortunadamente tenemos el relato de la primera de estas visitas. Es la nica ocasin durante treinta aos, en que el velo de lo desconocido se levanta un tanto. Todos aquellos que recuerdan su primer viaje de la aldea a la capital de su pas, comprendern el gozo y agitacin que debe de haber experimentado Jess al salir del hogar. Por ms de 100 kilmetros el camino atraviesa una regin de la cual cada kilmetro rebosaba de recuerdos histricos e inspiradores. El se uni a la creciente caravana de peregrinos que caminaban, llenos de entusiasmo religioso, para conmemorar la gran fiesta eclesistica del ao. Se diriga hacia una ciudad que cada corazn judo amaba con una intensidad mayor que la que se haya dado jams a cualquier otra capital. Una ciudad llena de objetos y recuerdos a propsito para tocar las ms profundas fuentes de inters y emocin en su alma. En tiempo de la Pascua la ciudad herva con forasteros de ms de SO pases diferentes, que hablaban otros tantos idiomas y vestan otros tantos trajes diferentes. Jess tomaba parte, por primera vez, en una solemnidad antigua y llena de recuerdos patriticos y sagrados. No ha de extraarnos que cuando lleg el da en que deba volver, estuviese tan excitado con los nuevos objetos de inters, que no se uniese a la compaa en el lugar y tiempo sealados. Un lugar fascinaba su inters sobre cualquier otro: el templo, y especialmente la escuela donde ense-
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aban los maestros de la sabidura. Su mente rebosaba de preguntas, cuya aclaracin poda pedir a aquellos doctores. Su sed de sabidura tena la primera oportunidad para satisfacerse. All pues, escuchando a los orculos de la sabidura de aquel tiempo y con la excitacin pintada en su semblante, le hallaron sus atribulados padres, que volvan con ansiedad para buscarlo, habindole echado de menos despus de la primera jornada hacia el Norte. Su respuesta a la pregunta un tanto represiva de su madre, descubre el carcter de su alma en el tiempo de su juventud, y nos deja ver ampliamente los pensamientos que lo ocupaban en las campias de Nazaret. Nos muestra que a pesar de su juventud se haba elevado ya sobre las masas del pueblo, las que pasan la vida sin preguntarse cul ser la significacin o el trmino de la existencia. Saba que haba de desempear una misin divinamente sealada, cuyo cumplimiento deba ser la sola ocupacin de su vida. Este fue el pensamiento ardiente de toda su vida posterior. Debiera ser el primero y el ltimo pensamiento de toda vida. En la vida posterior de Jess vemos que con frecuencia repite en sus predicaciones ese pensamiento, y por ltimo lo omos resonar, cual campana de oro, al concluir su obra, en aquellas palabras tan solemnes: " Consumado es!". Se ha preguntado con frecuencia si Jess supo siempre que era el Mesas, y en caso contrario, cmo y cundo le vino este conocimiento; si le fue sugerido al or a su madre referir la historia de su nacimiento, o si le fue anunciado por inspiracin interior. Vino este conocimiento de una sola vez, o gradualmente? Cundo fue que tom forma en su alma el plan de su carrera, que llev a cabo tan resueltamente desde el principio de su ministerio? Fue el lento resultado de aos de reflexin, o le vino instantneamente? Estas preguntas han ocupado la atencin de los ms eminentes cristianos, y han recibido muy diferentes contestaciones. Y no me atrever a resolverlas; mucho menos, teniendo delante la respuesta que dio a su madre, me permito pensar en que haya habido un tiempo en que no supiese cul iba a ser su misin en este mundo. Sus visitas subsecuentes a Jerusaln deben de haber tenido mucha influencia sobre el desarrollo de su carcter. Si volvi con frecuencia a escuchar y a hacer preguntas a los rabinos de las escuelas del templo, no debe de haber tardado en descubrir cuan superficial era su renombrada sabidura. Es probable que en estas visitas anuales descubriese la completa corrupcin de la religin de aquel tiempo, y la necesidad de una reforma radical tanto en la doctrina como en la prctica, y marcase las prcticas y las personas que ms tarde haba de atacar con la vehemencia de su indignacin sagrada. Tales fueron las condiciones externas entre las cuales creci Jess hasta la edad madura. Sera fcil exagerar la influencia que pudiera suponerse que ejercieron sobre su desarrollo. Mientras ms grande y original sea el carcter, menos depende de las peculiaridades de su situacin. Se alimenta de las fuentes profundas que tiene dentro de s, y en su germen encierra un tipo que se desarrolla segn sus propias leyes y que desafa las circunstancias. En otras circunstancias cualesquiera, Jess hubiera llegado a ser, en todos los puntos esenciales, exactamente la misma persona que lleg a ser en Nazaret.
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Captulo 2
LA NACIN Y LA POCA
Llegamos ahora al tiempo en que, despus de treinta aos de silencio y retiro en Nazaret, iba Jess a presentarse en el teatro de la vida pblica. Es pues, el punto en que conviene hacer un examen de las circunstancias de la nacin en la cual iba a trabajar, y formar un concepto claro de su carcter y de sus propsitos. Toda biografa notable es el registro de la entrada al mundo de una nueva fuerza, que trae consigo algo diferente de todo lo que ha habido antes, y del modo en que esto nuevo es gradualmente incorporado con las fuerzas conocidas, para formar parte de lo futuro. Es obvio, pues, que los que quieren formarse idea de esta fuerza necesitan dos cosas: primero, una clara comprensin del carcter de la nueva fuerza misma; y segundo, una consideracin del mundo en que se ha de incorporar. Sin sta, no es posible entender la diferencia especfica de aqulla, ni puede apreciarse la manera en que ser recibida; es decir, la bienvenida que le sea dada o la oposicin con que tenga que luchar. Jess hizo al mundo el aporte ms original tendiente a modificar la historia futura de la raza que lo que ha trado cualquier otro. Pero no podemos comprender ni su carcter, ni las dificultades que confront mientras procuraba incorporar en la historia el don que traa, sin tener una idea clara de la condicin de la esfera en que iba a pasar su vida. El teatro de su vida Cuando al concluir el ltimo captulo del Antiguo Testamento, volteamos la hoja y vemos el primer captulo del Nuevo, tendemos a pensar que en el tiempo de Mateo se hallaban las mismas personas y el mismo estado de cosas que en el de Malaquas. Pero no puede haber idea ms errnea. Cuatrocientos aos pasaron entre Malaquas y Mateo, y efectuaron en Palestina un cambio tan completo como no se ha efectuado en ningn otro pas en igual tiempo. Hasta el lenguaje mismo del pueblo haba cambiado; y ahora existan costumbres, ideas, partidos, e instituciones tales que si Malaquas hubiese resucitado, apenas habra conocido su pas. La condicin poltica del pas Polticamente el pas haba pasado por vicisitudes extraordinarias. Despus del cautiverio haba sido organizado como una especie de Estado sagrado bajo la direccin de sus sumos sacerdotes; pero conquistador tras conquistador lo haba hollado, cambiando todas las cosas. Por algn tiempo los valientes macabeos haban restaurado la antigua monarqua. La batalla de la libertad se haba ganado muchas veces y otras tantas se haba perdido; un usurpador ocupaba el trono de David; y por fin el pas estaba completamente bajo el poder del gran imperio romano, que haba extendido su dominio sobre todo el mundo civilizado. El pas haba sido dividido en varias porciones pequeas, que el extranjero tena bajo diferentes formas de gobierno tal como los ingleses gobernaban la India. Galilea y Perea eran gobernadas por reyezuelos, hijos de aquel Herodes bajo cuyo reinado naci Jess, quienes mantenan con el imperio romano una relacin semejante a la que tenan los reyes sbditos de la India para con la reina Victoria. Judea estaba bajo un oficial romano que era subordinado del gobernador de Siria y guardaba para con aquel
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funcionario una relacin como la del gobernador de Bombay con el gobernador general de Calcuta. Los soldados pasaban revista en las calles de Jerusaln; los estandartes romanos ondeaban sobre las fortalezas del pas; los recaudadores del tributo del imperio se sentaban a las puertas de todas las ciudades. Al Concilio Sanedrn, rgano supremo del gobierno judo, le era todava concedida una sombra de su poder; sus presidentes los sumos sacerdotes eran viles instrumentos de Roma, puestos y quitados segn el capricho de aqulla. Tanto haba cado la nacin orgullosa, cuyo ideal siempre haba sido gobernar el mundo, y cuyo patriotismo era una pasin religiosa y nacional tan intensa como nunca ardi en otro pas alguno. La condicin religiosa y social Respecto a la religin los cambios haban sido igualmente grandes y la cada igualmente completa. Es cierto que exteriormente pareca haber progreso en lugar de retroceso. La nacin era mucho ms ortodoxa que en ningn perodo anterior de su historia. En un tiempo, su peligro principal haba sido caer en la idolatra; pero lo que haba sufrido en la cautividad la haba corregido de aquella tendencia para siempre. Desde entonces, dondequiera que han llegado los judos han sido los monotestas ms intransigentes. Despus de la vuelta de Babilonia se organizaron los oficios y rdenes sacerdotales, y los servicios del templo y las fiestas anuales continuaron observndose en Jerusaln con estricta regularidad. Adems se organiz una nueva y muy importante institucin religiosa que casi dej en segundo trmino el templo y su sacerdocio. Esta fue la Sinagoga con sus rabinos. Parece que antiguamente no exista, pero debe su existencia a la reverencia que se tena a las Escrituras. Las sinagogas se multiplicaban dondequiera que haba judos, y cada sbado se llenaban con las congregaciones ocupadas en la oracin; se pronunciaban exhortaciones por los rabinos una nueva orden creada por la necesidad de que hubiera traductores del hebreo, en el que se encontraban las Escrituras y que haba llegado a ser un idioma muertoy se daba lectura a casi todo el Antiguo Testamento una vez al ao, en odos del pueblo. Se establecieron escuelas de teologa semejantes a nuestros seminarios, donde se educaban los rabinos y donde los libros santos eran inspirados. Pero, a pesar de toda aquella religiosidad, la religin haba declinado tristemente. Las exterioridades se haban multiplicado y la espiritualidad haba desaparecido. Por ms ruda y pecaminosa que haya sido a veces la nacin antigua, era capaz, aun en sus peores tiempos, de producir poderosas figuras religiosas que sostenan en alto el ideal de la vida y conservaban la relacin entre la nacin y el cielo; y las inspiradas voces de los profetas mantenan fresca y limpia la corriente de la verdad. Pero no se haba odo la voz de ningn profeta desde haca cuatrocientos aos. Los libros de las antiguas profecas se conservaban con reverencia idoltrica; pero no haba hombres con suficiente inspiracin del Espritu para entender lo que l mucho antes haba escrito. Los representantes de la religin de aquel tiempo eran los fariseos. Como su nombre hebreo lo ndica, en su origen se levantaron como campeones de la separacin de los judos de entre las dems naciones. Era una idea noble mientras la distincin a que se daba importancia consista en la santidad. Pero era mucho ms difcil mantener esta distincin que la diferencia en
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las peculiaridades exteriores, tales como el vestido, el alimento, el lenguaje, etc. En el curso del tiempo esta diferencia vino a sustituir aqulla. Los fariseos eran ardientes patriotas, listos siempre para dar su vida por la libertad de su pas, y aborrecan el lujo extranjero con intensidad apasionada. Despreciaban y aborrecan a las dems razas, y retenan con una fe tenaz la esperanza de un futuro glorioso para su pas. Pero insistieron tanto en la misma idea que llegaron a creerse especialmente favorecidos del cielo simplemente porque eran descendientes de Abraham, y perdieron de vista la importancia del carcter personal. Multiplicaron las peculiaridades judaicas y sustituyeron con observancias exteriores tales como ayunos, oraciones, diezmos, abluciones, sacrificios, etc., la gran diferencia caracterstica de amor hacia Dios y hacia el hombre. Al partido fariseo perteneca la mayor parte de los escribas. Se llamaban as porque eran a la vez intrpretes y copistas de las Escrituras y abogados del pueblo; pues estando el cdigo legal de los judos incorporado en las Escrituras, la jurisprudencia lleg a ser una rama de la teologa. Eran los principales intrpretes en las sinagogas, aunque se permita hablar a todo varn que estuviera presente en el culto. Profesaban una reverencia ilimitada a las Escrituras, contando cada palabra y letra de ellas. Tenan magnfica oportunidad para difundir entre el pueblo los principios religiosos del Antiguo Testamento, exhibiendo los gloriosos ejemplos de sus hroes y diseminando las palabras de los profetas, pues la sinagoga fue uno de los medios ms poderosos de instruccin que jams se ha inventado en pas alguno. Pero ellos perdieron del todo esta oportunidad. Formaron una estril clase eclesistica y escolstica, usaron de su posicin para su propio engrandecimiento y despreciaron a aquellos a quienes daban piedras en lugar de pan, considerndolos como una canalla vulgar e ignorante. Lo ms espiritual, esencial, humano y grande en las Escrituras lo pasaban por alto. Generacin tras generacin se multiplicaban los comentarios de sus hombres notables, y los discpulos estudiaban los comentarios en vez del texto. An ms, era entre ellos una regla que la interpretacin correcta de un pasaje tena tanta autoridad como el texto mismo; y puesto que las interpretaciones de los maestros famosos se considerabais correctas, el cmulo de opiniones tenidas en tanto aprecio como la Biblia misma lleg a adquirir proporciones enormes. Estas eran "las tradiciones de los ancianos". Gradualmente vino a estar en boga un sistema arbitrario de exgesis por el cual, cada opinin poda relacionarse con algn texto y recibir el sello de la autoridad divina. Cada una de las peculiaridades farisaicas que se inventaban era sancionada de este modo. Estas se multiplicaron hasta aplicarse a todos los detalles de la vida personal, domstica, social y pblica, y llegaron a ser tan numerosas que requeran toda una vida para aprenderlas. La instruccin de un escriba consista en estar familiarizado con ellas, con los fallos de los grandes rabinos, y con las formas de exgesis que ellos haban sancionado. Esta era la hojaresca con que ellos alimentaban al pueblo en las sinagogas. Cargaban la conciencia con innumerables detalles, cada uno de los cuales se representaba tan divinamente sancionado como cualquiera de los diez mandamientos. Esta fue la carga intolerable que Pedro dijo que ni l ni sus padres haban podido soportar. Esta fue la horrible pesadilla que se apoder, por tanto tiempo, de la conciencia de Pablo.
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Pero tuvo consecuencias an peores. Es una ley bien conocida de la historia que, siempre que el ceremonial es elevado al mismo nivel que la moral, sta pronto se pierde de vista. Los escribas y los fariseos haban aprendido a hacer a un lado, mediante su exgesis arbitraria y sus discusiones casusticas, las obligaciones morales de mayor peso, y compensaban el desprecio que de ellas hacan, aumentando las observancias rituales. As podan ostentar el orgullo de la santidad, mientras daban rienda suelta a sus egostas y viles pasiones. La sociedad estaba podrida por dentro con los vicios, y barnizada por fuera con una religiosidad engaosa. Haba un partido de protesta. Los saduceos impugnaban la autoridad que se daba a las tradiciones de los padres, demandaban que se volviera a la Biblia, y a nada ms que la Biblia, y reclamaban la moralidad en lugar del ritual. Pero su protesta era efecto solamente de un espritu de negacin y no impulsada por el ardiente principio opuesto de religin. Eran escpticos, fros y mundanos. Aunque alababan la moralidad, era una moralidad raqutica, y sin la iluminacin de ningn contacto con las regiones elevadas de las fuerzas divinas, de donde debe venir la inspiracin de una moralidad pura. Rehusaban sobrecargar sus conciencias con los penosos escrpulos de los fariseos; pero era porque deseaban llevar una vida de comodidad y regalo. Ridiculizaban el exclusivismo farisaico, pero haban perdido lo que era ms propio del carcter, la fe y las esperanzas de la nacin. Se mezclaban libremente con los gentiles, afectaban la cultura griega, acostumbraban diversiones extranjeras, y consideraban intil pelear por la libertad de la patria. Una de las ramas extremas de esta secta eran los herodianos, quienes aprobaban la usurpacin de Herodes, y trataban, por medio de corteses lisonjas, de ganarse el favor de los hijos de ste. Los saduceos pertenecan principalmente a las clases ms elevadas y ricas de la sociedad. Los fariseos y los escribas formaban lo que pudiramos llamar la clase media aunque algunos de ellos pertenecan a las familias de alto rango. Las clases bajas y los campesinos estaban separados de sus ricos vecinos por una gran cima; pero se apegaban a los fariseos por admiracin, como los ignorantes se allegan siempre a los partidos extremos. Ms abajo todava haba otra clase numerosa que haba perdido toda conexin con la religin y con la vida social bien ordenada; sta la formaban los publcanos, las rameras, y otros pecadores, por cuyas almas nadie se interesaba. Tal era el estado lastimoso de la sociedad en medio de la cual Jess haba de desarrollar su influencia. Una nacin esclavizada; las clases ms elevadas entregadas al egosmo, a las intrigas de la corte y al escepticismo; los maestros y representantes principales de la religin perdidos en un mero formalismo, jactndose de ser los favoritos de Dios, mientras que sus almas estaban carcomidas por la falsa esperanza y por el vicio; el pueblo comn desviado por ideales falsos; e hirviendo en el fondo de la sociedad, una masa abandonada de pecado desvergonzado y desenfrenado. Este era el pueblo de Dios! S, a pesar de su horrible degradacin, stos eran los hijos de Abraham, de Isaac y de Jacob, los herederos del pacto y de las promesas. Atrs, ms all de los siglos de degradacin, descollaban las figuras imponentes de patriarcas, de reyes segn el corazn de Dios, de salmistas, de profetas y de generaciones de fe y de esperanza.
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S, y por delante haba grandeza tambin. La palabra de Dios, una vez enviada del cielo y vertida por la boca de los profetas, no poda volver a l vaca. El haba dicho que a aquella nacin le sera concedida la perfecta revelacin de S mismo, que en ella aparecera el ideal perfecto del hombre, y que de ella saldra la regeneracin de toda la raza humana. Por eso les esperaba un futuro maravilloso. El ro de la historia se haba perdido como en las arenas del desierto; pero estaba destinado a reaparecer y a seguir el curso que Dios le haba sealado. El trmino en que se cumplira esta promesa estaba cercano, por ms que las seales de los tiempos parecan extinguir toda esperanza. No es cierto que todos los profetas desde Moiss haban hablado de uno que haba de venir, precisamente cuando la oscuridad fuera ms profunda, y ms honda la degradacin, para restaurar la perdida gloria del pasado? Tal pregunta se haca no pocas almas feles en aquel tiempo tan penoso y lleno de degradacin. Hay hombres buenos an en las pocas peores de la historia. Haba hombres buenos aun en los egostas y corrompidos partidos judaicos. Pero especialmente persiste la piedad en tales pocas, en los hogares humildes del pueblo. As como nos es permitido esperar que en la Iglesia Romana en los tiempos modernos haya quienes a pesar de todas las ceremonias interpuestas entre el alma y Cristo puedan llegar hasta l, y por medio de un instinto espiritual apoderarse de la verdad y dejar a un lado lo falso, as entre el pueblo comn de Palestina hubo algunos que oyendo leer las Escrituras en las sinagogas y leyndolas en sus hogares, instintivamente descuidaron las exageradas e interminables explicaciones de sus maestros y vieron la glora del pasado, de la santidad, y de Dios, que los escribas no alcanzaban a ver. El punto de ms inters para estas personas era la promesa de un libertador. Sintiendo hondamente la vergenza de la esclavitud nacional, lo falaz de los tiempos, y la iniquidad tremenda que se fermentaba bajo la superficie de la sociedad, ansiaban y oraban por el advenimiento del Prometido y la restauracin del carcter y la glora nacionales. Tambin los escribas se ocupaban mucho de este punto de las Escrituras; y era un distintivo principal de los fariseos el apreciar altamente las esperanzas mesinicas. Pero ellos haban torcido las profecas sobre el particular por interpretaciones arbitrarias, y pintaban el futuro con colores tomados de su propia imaginacin carnal. Hablaban del advenimiento como de la venida del reino de Dios, y del Mesas como el Hijo de Dios. Pero lo que ellos principalmente esperaban de l era que por la accin de sus maravillas y por su fuerza irresistible, libertara a la nacin de la servidumbre y la levantara al ms alto grado de esplendor mundano. No dudaban que simplemente porque eran miembros de la nacin escogida, seran destinados a ocupar los lugares ms elevados en el reino, y nunca sospecharon que les era necesario un cambio interior para poder llegar hasta l. Los elementos espirituales del mejor tiempo, es a saber la santidad y el amor, estaban ocultos a sus mentes tras las formas deslumbrantes de una gloria material. Tal era el aspecto de la historia juda cuando lleg la hora de realizarse el destino nacional. Esto complic extraordinariamente la obra que el Mesas deba llevar a cabo. Era de esperarse que l encontrase una nacin empapada en las ideas inspiradas por las visiones de sus precursores los profetas, a cuya cabeza pudiera colocarse y de la cual recibiera una cooperacin entusiasta y eficaz. Pero no fue as, Apareci en un tiempo en que el pas haba cado de sus ideales y haba falseado sus tradiciones ms sublimes. En vez de hallar a una nacin llena de
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santidad y consagrada a la obra divinamente ordenada de ser una bendicin para todos los pueblos, nacin que l podra fcilmente llevar a su completo desarrollo y salir con ella luego a la conquista espiritual del mundo, hall que su primera obra deba ser proclamar una reforma en su propio pas, y soportar la oposicin de las preocupaciones que se haban acumulado all durante siglos de degradacin. Las ltimas etapas de su preparacin Entre tanto, Aqul que cada uno esperaba conforme a sus miras, estaba en medio de ellos sin que se sospechara su presencia. Difcilmente podan ellos pensar que Aqul que era el objeto de sus meditaciones y oraciones, creca en el hogar de un carpintero all en la despreciada Nazaret. Pero as era. All estaba, preparndose para su carrera. Su mente estaba ocupada en considerar las vastas proporciones de la obra que tena por delante, tal como las profecas del pasado y los hechos del presente indicaban; sus ojos estaban fijos en todo el pas, y su corazn doliente a causa del pecado y vergenza de la nacin. Senta moverse dentro de s las fuerzas gigantescas necesarias para hacer frente al vasto designio; y gradualmente se volva una pasin irresistible el deseo de salir y dar expresin a los pensamientos que tena, y de ejecutar la obra que le haba sido encomendada. Jess no tena ms que tres aos para llevar a cabo la obra de su vida. Si tomamos en consideracin cuan rpidamente pasan tres aos de una vida ordinaria y lo poco que generalmente queda hecho a su fin, comprenderemos cules deben de haber sido la grandeza y la calidad de ese carcter, y cules la unidad e intensidad de esa vida que en un tiempo tan asombrosamente breve hizo impresin tan honda e indeleble sobre el mundo, y leg a la humanidad una herencia tan valiosa de verdad y de influencia. Es generalmente admitido que al entrar en la vida pblica Jess tena una mente cuyas ideas estaban completamente desarrolladas y ordenadas, un carcter perfectamente definido en todas sus partes, y unos designios que marchaban a su fin sin la menor vacilacin. Durante los tres aos no hubo ninguna desviacin de la lnea que marc para s desde el principio. La razn de esto debe de haber sido que durante los treinta aos anteriores a su ministerio pblico, sus ideas, su carcter, y sus designios pasaron por todos los grados de un desarrollo completo. A pesar del humilde aspecto exterior de su vida en Nazaret, era debajo de la superficie una vida de intensidad, variedad y grandeza. Bajo su silencio y retiro se verificaron todos los grados de un crecimiento que dio nacimiento a la magnfica flor y fruto que todos los siglos contemplan con admiracin. Su preparacin dur mucho tiempo. Para uno que posea facultades como las de que l dispona, treinta aos de reticencia y reserva absolutas fueron largo tiempo. En su vida posterior l no despleg otro rasgo caracterstico mayor que su grandiosa reserva en palabra y obra. Esto tambin lo aprendi en Nazaret. All esper hasta que sonara la hora de su preparacin completa. Nada poda tentarlo a que saliera antes de su tiempo, ni el ardiente deseo de intervenir con protesta indignada en la escandalosa corrupcin de la poca, ni las creces de su pasin de hacer bien a sus semejantes. Pero al fin arroj de s la herramienta del carpintero, dej a un lado el vestido de trabajador, y se despidi de su hogar y del querido valle de Nazaret. Pero faltaba algo todava. Su carcter, aunque en secreto haba crecido hasta adquirir tan nobles proporciones, necesitaba toda-
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va una preparacin especial para la obra que tena que hacer; y sus ideas y designios, a pesar de estar muy maduros ya, necesitaban ser solidificados por el fuego de una importante prueba. An faltaban los ltimos dos incidentes de su preparacin: el bautismo y la tentacin. El bautismo de Jess. Jess no vino ante la nacin, de su retiro de Nazaret, sin una nota de aviso. Puede decirse que su obra fue comenzada antes de que l pusiera mano a ella. Una vez ms, antes de or la voz de su Mesas, la nacin haba de escuchar la voz de la profeca, callada durante tanto tiempo. Por todo el pas corran nuevas de que en el desierto de Judea haba aparecido un predicador; no como los que repetan en las sinagogas las ideas de hombres ya muertos, ni como los cortesanos y lisonjeros maestros de Jerusaln, sino un hombre rudo y fuerte, que hablaba de corazn a corazn, con la autoridad de uno que est seguro de su inspiracin. Juan haba sido nazareno desde su nacimiento; haba vivido aos enteros en el desierto, vagando en comunin con su propio corazn por las solitarias riberas del Mar Muerto. Vesta el manto de pelo y el cinto de cuero de los antiguos profetas, y su rigor asctico no buscaba alimento ms delicado que langostas y miel silvestre que hallaba en el desierto. Sin embargo, conoca bien lo que es el hombre. Estaba informado de todos los males de la poca, de la hipocresa de los partidos religiosos, y de la corrupcin de las masas; posea un poder maravilloso para escudriar el corazn y conmover la conciencia, y sin temor alguno descubra los pecados favoritos de todas las clases sociales. Pero lo que ms llam la atencin hacia l, e hizo vibrar todo corazn judaico de un cabo del pas al otro, era el mensaje que traa. Este no era otra cosa que manifestar que estaba para venir el Mesas, y que iba a establecer el reino de Dios. Toda Jerusaln sala a l. Los fariseos estaban ansiosos de or las nuevas mesinicas, y aun los saduceos fueron despertados momentneamente de su letargo. Multitudes venan de las provincias para or su predicacin, y los esparcidos y ocultos individuos que ansiaban y oraban por la redencin de Israel se congregaban para dar la bienvenida a la conmovedora promesa. Pero a la vez que este mensaje, Juan traa otro, que en diferentes almas despertaba muy diferentes sentimientos. Deca a sus oyentes que la nacin en general no estaba preparada para recibir al Mesas; que el simple hecho de descender de Abraham no sera motivo suficiente para que fuesen admitidos a su reino, sino que haba de ser un reino de justicia y de santidad, y que la primera obra de Cristo sera rechazar a todos aquellos que no fuesen caracterizados por estas cualidades, as como el agricultor arroja con su aventador la paja y el hortelano corta todo rbol que no da fruto. Por esto llamaba a la nacin en generala toda clase y a todo individuoal arrepentimiento, mientras todava haba tiempo, como una preparacin indispensable para gozar de las bendiciones de la nueva poca. Como signo externo de este cambio interior, bautizaba en el Jordn a todos aquellos que reciban con fe su mensaje. Muchos fueron movidos por el temor y la esperanza y se sometieron al rito, pero eran muchos ms los que se irritaban por la exposicin de sus pecados y se retiraban llenos de ira e incredulidad. Entre stos estaban los
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fariseos hacia los cuales l era especialmente severo, y quienes se ofendieron hondamente porque l tena en tan poco aprecio la descendencia de Abraham a la cual ellos daban tanta importancia. Un da apareci entre los oyentes del Bautista, uno que llam su atencin de una manera especial, e hizo temblar su voz que nunca haba vacilado mientras denunciaba en lenguaje enrgico a los ms elevados maestros y sacerdotes de la nacin. Y cuando ste se present, despus de concluido el discurso, entre los candidatos para el bautismo, Juan retrocedi. Comprenda que a ste no corresponda el bao de arrepentimiento que no vacilaba en aplicar a todos los otros, y que l mismo no tena derecho para bautizarlo. Haba en el semblante del candidato una majestad, una pureza, una paz, que hiri a este hombre duro como una roca, con un sentimiento de indignidad y de pecado. Era Jess, que haba venido directamente ac, de la carpintera de Nazaret. Parece que Juan y Jess no se haban visto antes, aunque sus familias tenan parentesco, y la conexin entre sus carreras haba sido predicha antes de su nacimiento. Esto puede haber sido debido a la distancia entre sus respectivos hogares en Galilea y en Judea, y an ms a los hbitos peculiares de Juan. Pero cuando, obedeciendo al mandato de Jess, procedi Juan a la administracin del rito, lleg a entender la significacin de la abrumadora impresin que el desconocido haba hecho sobre l; porque le fue dado el signo por el cual, como Dios le haba indicado, haba de conocer al Mesas, de quien l era precursor. El Espritu Santo descendi sobre Jess, al tiempo que sala del agua en actitud de oracin, y la voz de Dios en el trueno lo anunci como su Hijo amado. La impresin hecha en Juan por la simple mirada de Jess revela mucho mejor que lo que haran muchas palabras, cul era su aspecto cuando iba a comenzar su obra, y las cualidades del carcter que haba estado madurndose en Nazaret hasta su perfecto desarrollo. El bautismo mismo tena una significacin importante para Jess. Para los dems candidatos que lo recibieron, el rito tena un significado doble. Indicaba el abandono de sus pecados anteriores, y su entrada en la nueva era mesinica. Para Jess no poda tener la primera de estas significaciones, sino en tanto que l se hubiera identificado con su nacin, adoptando este modo de expresar su conviccin de la necesidad que ella tena de ser purificada. Pero significaba que tambin estaba ya entrando por esta puerta a la nueva poca de la cual l mismo iba a ser el autor. Este acto expresaba su idea de que haba llegado el tiempo en que deba abandonar las ocupaciones de Nazaret y dedicarse a su obra especial. Pero aun ms importante fue el descenso del Espritu Santo sobre l. No era sta una vana manifestacin, ni simplemente una indicacin para el Bautista. Era el smbolo de un don especial, dado entonces, para prepararlo para su obra, y para culminacin del prolongado desarrollo de sus facultades peculiares. Es una verdad que se olvida con frecuencia, que el carcter humano de Jess dependa, desde el principio hasta el fin, del Espritu Santo. Estamos inclinados a imaginarnos que la conexin entre este carcter y la naturaleza divina haca esto innecesario. Al contrario, lo haca mucho ms necesario, porque para ser rgano de su naturaleza divina, su naturaleza humana deba estar investida de dones supremos, y sostenida constantemente por el ejercicio de ellos.
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Estamos acostumbrados a atribuir la sabidura y gracia de sus palabras, su conocimiento sobrenatural aun de los pensamientos de los hombres, y los milagros que haca, a su naturaleza divina. Pero en los Evangelios tales prerrogativas se atribuyen constantemente al Espritu Santo. Esto no significa que eran independientes de su naturaleza divina, sino que en ellos su naturaleza humana fue capacitada mediante un don especial del Espritu Santo, para ser el instrumento de su naturaleza divina. Este don le fue dado en su bautismo. Era anlogo al posesionamiento de los profetas, tales como Isaas y Jeremas, por el Espritu de inspiracin en aquellas ocasiones de que han dejado el relato, en que fueron llamados a iniciar su vida pblica. Es anlogo tambin al derramamiento especial de la misma influencia que reciben a veces en su ordenacin, aquellos que van a comenzar la obra de su ministerio. Pero a l le fue dado sin medida, mientras que a otros siempre ha sido dado slo en cierta medida; y comprenda especialmente el don de poderes milagrosos. La tentacin de Jess Un efecto inmediato de esta nueva investidura parece haber sido el que experimentan con frecuencia, en menor grado, otros que en su pequea medida han recibido el mismo don del Espritu para alguna obra. Todo su ser fue conmovido con respecto a su obra. Su anhelo de ocuparse de ella fue elevado al punto ms alto, y sus pensamientos se ocuparon intensamente de los medios por los cuales la haba de llevar a cabo. Aunque su preparacin para su obra haba durado muchos aos, aunque su corazn estaba puesto en ella, y el plan de su vida estaba claramente definido, era natural que cuando se dio la seal de comenzarla inmediatamente, y se sinti repentinamente posedo de los poderes sobrenaturales necesarios para ejecutarla, se presentaron en tumulto a su mente innumerables pensamientos y sentimientos, y que buscara un lugar solitario en donde reflexionar una vez ms sobre toda la situacin. Por tanto, se retir apresuradamente de las riberas del Jordn y fue impulsado al desierto, segn se nos dice, por el Espritu que acababa de serle dado. All, por cuarenta das vag entre arenales y montaas ridas, estando su mente tan absorbida con las emociones e ideas que se amontonaban sobre l que se olvid aun de comer. Pero nos causa sorpresa y asombro cuando leemos que durante estos das su alma era escenario de una terrible lucha. Se nos dice que fue tentado por Satans. Con qu podra l ser tentado, en momentos tan sagrados? Para entender esto es menester recordar lo antes dicho del estado de la nacin judaica, y especialmente sobre la naturaleza de las esperanzas mesinicas que abrigaban. Esperaban a un Mesas que obrara maravillas deslumbrantes y estableciera un imperio que abarcara todo el mundo, con Jerusaln como su centro, y haban puesto en segundo trmino las ideas de justicia y santidad. Invirtieron por completo el concepto divino del reino que no poda menos que dar a los elementos espirituales y morales la preferencia sobre las consideraciones materiales, morales y polticas. Ahora bien, lo que tent a Jess fue ceder en algo a estas esperanzas, al ejecutar la obra que su Padre le haba encomendado. Debe de haber previsto que de no hacerlo as, era probable que la nacin, viendo frustradas sus esperanzas, se apartara de l con incredulidad e ira.
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Las diferentes tentaciones no fueron ms que modificaciones de este mismo pensamiento. La sugestin de que cambiara las piedras en pan para satisfacer su hambre era una tentacin a hacer uso del poder de milagros de que acababa de ser dotado, para un objeto inferior a aquellos para los cuales le fue conferido. Esta tentacin fue precursora de otras en su vida posterior, tales como cuando la multitud peda una seal, o que descendiera de la cruz para que pudieran creer en l. Es probable que la sugestin de que se arrojara del pinculo del templo fuera tambin una tentacin a condescender con el deseo del vulgo de ver maravillas, porque era parte de la creencia popular que el Mesas aparecera repentinamente y de una manera maravillosa; tal como, por ejemplo, si saltara del pinculo del templo para caer en medio de las multitudes congregadas abajo. Es claro que la tercera y principal tentacin, la de ganarse el dominio de todos los reinos del mundo por un acto de homenaje al maligno, no fue ms que un smbolo de obediencia al concepto universal de los judos de que el reino venidero haba de ser una vasta estructura de fuerza material. Era una tentacin tal como la que todo obrero de Dios, fatigado con el lento progreso de la justicia, debe de sentir con frecuencia, y a la cual personas aun de las mejores y ms sinceras han cedido a veces; una tentacin a comenzar por fuera en vez de comenzar por dentro, a hacer primero una gran armazn de conformidad externa con la religin, y llenarla despus con la realidad. Fue la tentacin a que sucumbi Mahoma cuando hizo uso de la espada para sojuzgar a aquellos a quienes despus iba a dar la religin, y a la que sucumbieron los jesuitas cuando bautizaban a los paganos primero y los evangelizaban despus. Nos causa asombro pensar en que se presentaran semejantes sugestiones a la santa alma de Jess. Poda ser tentado l a desconfiar de Dios y aun a adorar al maligno? No hay duda de que estas tentaciones fueron arrojadas de l como las imponentes olas se retiran, hechas pedazos, del seno de la pea sobre la que se han arrojado. Pero estas tentaciones pasaron sobre l no slo en esta ocasin, sino muchas veces antes en el valle de Nazaret, y frecuentemente despus en las luchas y crisis de su vida. Debemos tener presente que no es pecado el ser tentado, que slo es pecado ceder a la tentacin. Y de hecho, cuanto ms pura sea el alma tanto ms doloroso ser el aguijn de la tentacin al buscar entrada en su pecho. Aunque el tentador se apart de Jess slo por algn tiempo, fue sta la lucha decisiva; fue completamente derrotado y su poder destruido de raz. Milton ha indicado esto concluyendo en este punto el Paraso Restaurado. Jess sali del desierto con el plan de su vida, formado sin duda mucho antes, endurecido por el fuego de la prueba. Nada es ms notable en su vida posterior que la resolucin con que llevaba a cabo este plan. Otros hombres, aun aquellos que han ejecutado grandes obras, no han tenido a veces ningn plan definido, y slo han visto gradualmente, en la evolucin de las circunstancias, el camino que deban seguir. Sus propsitos han sido modificados por los eventos y por los consejos de otros. Pero Jess principi con su plan perfeccionado, y nunca se desvi de l ni en el grueso de un cabello. Rechaz la intervencin en este plan de su madre y de su discpulo principal, tan resueltamente como lo sostena bajo la furibunda oposicin de sus enemigos declarados. Y su plan era establecer el reino de Dios en el corazn de cada hombre, y poner su confianza no en las armas de fuerza poltica y material sino en el poder del amor y en la fuerza de la verdad.
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Su ministerio Divisiones de su ministerio pblico Se calcula generalmente que el ministerio pblico de Jess dur tres aos. Cada uno de ellos tiene su carcter propio. El primero puede llamarse el ao de retiro, tanto porque los datos que tenemos de l son muy escasos, como porque durante este ao, parece slo haber estado saliendo muy lentamente a la luz pblica. Fue pasado en su mayor parte en Judea. El segundo fue el ao de popularidad, durante el cual todo el pas haba llegado a saber de l. Su actividad era incesante, y su fama resonaba por toda la extensin del pas. Transcurri casi totalmente en Galilea. El tercero fue el ao de oposicin. durante el cual su popularidad iba menguando, sus enemigos se multiplicaban, y lo atacaban con ms y ms tenacidad, y por fin l sucumbi, vctima del odio. Pas los primeros seis meses de este ao final en Galilea, y los otros seis en otras partes del pas. Bajo este aspecto el bosquejo de la vida del Salvador se parece al de muchos reformadores y bienhechores de la humanidad. Una vida tal comienza, muchas veces, con un perodo durante el cual el pblico llega gradualmente a tener noticias del nuevo hombre que est entre ellos. Luego viene el perodo en que su doctrina o reforma es llevada en hombros de la popularidad; y concluye con una reaccin en la cual las aejas preocupaciones e intereses que han sido atacados por l se recobran del ataque, y ganando a su favor las pasiones del vulgo lo destruyen en su rabia.
*** EL AO DE RETIRO
Los datos que de este ao poseemos son en extremo escasos, y consisten slo en dos o tres incidentes, que deben ser enumerados aqu, especialmente porque forman una especie de programa de la futura obra de Jess. Cuando l sali del desierto despus de los cuarenta das de tentacin, con su plan para el futuro mejor comprendido y ms asegurado por aquella terrible lucha, y con la inspiracin de su bautismo que hencha an su corazn, apareci otra vez en la ribera del Jordn, y Juan lo seal como su gran sucesor, del cual haba hablado frecuentemente. Lo present especialmente a algunos de sus discpulos escogidos, quienes al momento se hicieron discpulos de Jess. Los primeros discpulos Captulo 3
Es probable que el primero de stos a quienes Jess habl fuera el hombre que ms tarde haba de ser su discpulo favorito y dar al mundo el ms inspirado retrato de su carcter y vida. Juan el Evangelistaporque en verdad lo eraha dejado de este primer encuentro, y de la
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entrevista que sigui, una narracin que retiene en toda su frescura la impresin que la majestad y pureza de Cristo hicieron en su alma impresionable. Los otros jvenes que se juntaron a l al mismo tiempo fueron Andrs, Pedro, Felipe, y Natanael. Haban sido preparados para seguir a su nuevo Maestro, por haber estado asociados con el Bautista; y aunque no abandonaron por lo pronto sus ocupaciones para seguir a Jess, como lo hicieron ms tarde, recibieron en su primera entrevista impresiones que determinaron toda su carrera subsecuente. Parece que los discpulos del Bautista no pasaron todos a la vez a unirse con Cristo. Pero los mejores de ellos lo hicieron. Algunos mal intencionados trataron de excitar envidia en Juan, llamando su atencin al hecho de que l iba perdiendo influencia mientras el otro la ganaba. Pero conocan poco a ese gran hombre, cuyo principal rasgo caracterstico era su humildad. Les contest diciendo que era su gozo menguar mientras Jess creca, porque Cristo era el esposo que conduce la esposa a su casa, mientras que l no era ms que el amigo del esposo, cuya felicidad consista en ver la corona de festiva alegra puesta en las sienes del otro. Con sus nuevos seguidores Jess se apart de la escena del ministerio de Juan y se fue para el norte, a Cana de Galilea, para asistir a unas bodas a que haba sido invitado. Aqu hizo la primera manifestacin del poder milagroso de que acababa de ser dotado, cambiando el agua en vino. Fue una manifestacin de su gloria hecha especialmente para sus nuevos discpulos quienes segn se nos dice, desde entonces creyeron en l, lo cual quiere decir sin duda, que fueron completamente convencidos de que l era el Mesas. Tambin tena por objeto dar la nota fundamental de su ministerio como totalmente diferente del ministerio del Bautista. Juan era un ermitao asctico, que hua de las moradas de los hombres y llamaba a sus oyentes a que salieran al desierto. Pero Jess traa nuevas de gozo a los hogares de los hombres; iba a mezclarse en la vida comn de ellos, y a efectuar una feliz revolucin en sus circunstancias, lo cual sera como cambiar en vino el agua de su vida. Poco despus de este milagro, Jess volvi otra vez a Judea para asistir a la Pascua, donde dio otra prueba an ms notable del alegre y entusiasta estado de su mente en aquel tiempo. Purg el templo de los vendedores de animales y de los cambiadores de dinero, que haban introducido su trfico a los atrios sagrados. Se les permita a estas personas seguir su sacrlego trfico bajo el pretexto de la comodidad de los forasteros que venan para adorar en Jerusaln, vendindoles las vctimas que no podan traer desde pases extranjeros, y proporcionndoles a cambio de dinero extranjero las monedas judaicas que eran las nicas con que podan pagar sus contribuciones al templo. Pero lo que haba comenzado bajo el velo de un pretexto piadoso, haba llegado a ser una perturbacin enorme al culto, y a echar a los proslitos gentiles del lugar que Dios les haba concedido en su casa. Es probable que Jess haya presenciado con indignacin esta vergonzosa escena muchas veces durante sus visitas a Jerusaln. Ahora, con el celo profetice de su bautismo sobre l, prorrumpi en una manifestacin de su desagrado. La misma mirada de irresistible pureza y majestad que haba asombrado a Juan cuando Jess peda el bautismo, evit de parte del innoble gento toda resistencia hizo que los espectadores reconocieran en l las facciones de los profetas
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El primer milagro
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de los das antiguos, ante quienes reyes y turbas igualmente temblaban. Fue el principio de su obra de reformacin contra los abusos religiosos de la poca. Nicodemo Hizo otros milagros durante la fiesta, los cuales deben de haber suscitado muchos comentarios entre los peregrinos de todo lugar, cuya multitud llenaba la ciudad. Uno de los resultados de estos milagros fue el traer a su alojamiento, una noche, a aquel venerable y ansioso investigador a quien pronunci el maravilloso discurso sobre la naturaleza del nuevo reino y los requisitos para ser admitido en l, que nos ha sido conservado en el captulo 3 del Evangelio segn San Juan. Pareca ser una seal de esperanza el que uno de los principales de la nacin se acercara a l en un espritu tan humilde; pero Nicodemo fue el nico de ellos sobre cuya mente la primera manifestacin del poder del Mesas produjo una impresin honda y favorable. Hasta aqu seguimos con claridad los primeros pasos de Jess. Pero en este punto nuestros informes con respecto al primer ao de su ministerio, despus de comenzar con tanta abundancia, terminan por completo y durante los ocho meses siguientes nada sabemos de l, sino que bautizaba en Judea"aunque Jess no bautizaba, sino sus discpulos"y que l "haca y bautizaba ms discpulos que Juan". Qu puede significar semejante vaco? Es de notarse tambin que slo en el cuarto Evangelio tenemos los pocos detalles indicados arriba. Los otros tres omiten por completo el primer ao de su ministerio, y comienzan su narracin con el ministerio en Galilea, apenas indicando de la manera ms ligera que hubo uno anterior en Judea. Causas de la escasez de informes sobre este ao
Es harto difcil explicar esto. La explicacin ms natural sera tal vez, que los incidentes de este ao eran' imperfectamente conocidos al tiempo en que los evangelios fueron escritos. Sera enteramente natural que los pormenores del perodo durante el cual Jess no haba llamado mucho la atencin pblica, se hubieran recordado con menos exactitud que los perodos en que l era, por mucho, el personaje ms conocido del pas. Pero, en verdad, los sinpticos hacen poca mencin de lo que suceda en Judea hasta que se acercaba el fin de su vida. Es a Juan a quien debemos la narracin sistemtica de sus repetidas visitas al Sur.
Pero es difcil que Juan, al menos, haya ignorado los acontecimientos de estos ocho meses. Quizs hallemos la explicacin, fijndonos en un hecho poco observado, referido por Juan; que por algn tiempo Jess continu en la obra del Bautista. Bautizaba por manos de sus discpulos y juntaba aun mayores multitudes que Juan. No quiere decir esto que estaba convencido, por la poca impresin que su manifestacin de s mismo en la Pascua haba producido, que la nacin an estaba enteramente incapaz de recibirlo como el Mesas, y que era necesario continuar la obra preparatoria de arrepentimiento y bautismo; y por consiguiente, teniendo en reserva su carcter ms elevado, se hizo por algn tiempo colega de Juan? Confirma esta opinin el hecho de que fue al tiempo de la prisin de Juan, a fines de este ao, cuando entr de lleno en su carrera mesinica en Galilea. Tambin se ha sugerido otra explicacin ms profunda del silencio de los sinpticos acerca de este periodo, y sus pocas noticias de sus visitas posteriores a Jerusaln. Jess vino primeramente a la nacin judaica, cuyos representantes autorizados se hallaban en Jerusaln. El era el Mesas prometido a sus padres, el complemento de la historia de su nacin. En verdad tena una misin mucho ms extensa para con todo el mundo, pero deba comenzar con los
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judos y en Jerusaln. La nacin sin embargo, representada por sus caudillos en Jerusaln, lo rechaz, y as l se vio obligado a establecer desde otro centro la comunidad que haba de abarcar todo el mundo. Habindose hecho evidente esto antes del tiempo en que fueron escritos los evangelios, los sinpticos pasaron casi en silencio, como obra de resultados puramente negativos, su actividad en el centro de la nacin, y concentraron la atencin en el perodo de su ministerio en el cual l estaba formando la compaa de almas feles que haba de ser el ncleo de la iglesia cristiana. Sea esto como fuere, a fines del primer ao del ministerio de Jess ya se proyectaba sobre Judea y Jerusaln la sombra de un tremendo suceso futuro; la sombra del ms espantoso crimen nacional que el mundo ha visto jams, el rechazamiento y la crucifixin de su Mesas. *** Captulo 4
EL AO DE POPULARIDAD
Galilea, la escena del trabajo de este ao Despus de pasar un ao en el Sur, Jess cambi la esfera de su actividad al Norte del pas. En Galilea podra l dirigirse a mentes que no estaban ofuscadas por las preocupaciones y el arrogante orgullo de Judea, donde tenan su centro las clases sacerdotales e instruidas y caba esperar que si su doctrina e influencia se arraigaban profundamente en una parte del pas, aunque remota del centro de autoridad, podra volver al Sur sostenido por un irresistible reconocimiento nacional y ganar de un asalto la ciudadela misma de la preocupacin. Su extensin y poblacin El campo en donde despleg su actividad durante los siguientes dieciocho meses era bastante reducido. Aun toda la Palestina era un pas muy limitado: bastante menor que la repblica de El Salvador, y apenas un tercio del rea de Costa Rica. Es importante que se tenga esto presente, porque hace inteligible la rapidez con que el movimiento que inici Jess se extendi por todo el pas, y cmo las multitudes le siguieron de todas partes. Es de inters recordar esto como una demostracin del hecho de que las naciones que ms han contribuido a la civilizacin del mundo han sido limitadas, durante el perodo de su grandeza, a territorios muy pequeos, Roma no era ms que una sola ciudad, y Grecia era un pas muy pequeo. Galilea era la ms septentrional de las cuatro provincias en las que Palestina estaba dividida. Tena casi 100 kilmetros de largo por 50 de ancho. Estaba constituida, en su mayor parte, por una elevada meseta, cuya superficie estaba interrumpida por irregulares masas montaosas. Cerca de su lindero oriental, remataba sbitamente en un gran barranco por el cual corra el Jordn, y en medio del cual, a 150 metros bajo el nivel del Mediterrneo, estaba el hermoso Mar de Galilea, de forma de arpa. Toda la provincia era muy frtil, y su superficie estaba densamente cubierta de grandes aldeas y pueblos. Pero el centro de actividad era la cuenca del lago, extensin de agua de 20 kilmetros de largo por 10 de ancho. A su margen oriental, alrededor del cual corra un listn de
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verdor de unos 400 metros de ancho, se elevaban colinas altas y desnudas, surcadas por lechos de torrentes. Por el lado occidental las montaas descendan lentamente y sus faldas estaban ricamente cultivadas, produciendo esplndidas cosechas de todas clases, mientras que a su pie, la ribera estaba verde con vigorosos bosques de olivos, naranjos, higueras y todos los productos de un clima casi tropical. Al extremo septentrional del lago, el espacio entre el agua y las montaas estaba ensanchado por la boca del ro, y regado por muchas corrientes de las colinas, de tal manera que era un perfecto paraso de fertilidad y hermosura. Se llamaba la llanura de Genesaret, y an en la actualidad, cuando toda la cuenca del lago casi no es ms que una ardiente soledad, se cubre todava de mieses, dondequiera que lo toca la mano del agricultor; y en donde la pereza lo ha dejado desatendido, est cubierto de espesos matorrales de espinos y adelfas. En el tiempo de nuestro Seor contena las principales ciudades de aquella regin, tales como Capernan, Betsaida y Corazn. Pero toda la ribera estaba tachonada de pueblos y aldeas y formaba una verdadera colmena de bulliciosa vida humana. Los medios de subsistencia eran abundantes, gracias a las cosechas y frutas de toda clase que los campos producan tan ricamente; y las aguas del lago hervan de peces, dando empleo a miles de pescadores. Adems, pasaban por aqu los grandes caminos reales de Damasco a Egipto y de Fenicia al Eufrates, y lo hacan un vasto centro de trfico. Miles de naves para la pesca, el transporte, o la diversin se movan de aqu para all sobre la superficie del lago, de tal manera que toda la regin era un foco de energa y prosperidad. Vuelta de Jess del Sur La noticia de los milagros que Jess haba hecho en Jerusaln, ocho meses antes, haba sido llevada a Galilea por los peregrinos que haban estado al Sur en la fiesta. Sin duda tambin las noticias de su predicacin y su bautismo en Judea haban dado origen a mucha conversacin y admiracin antes de que l llegara. Por consiguiente, cuando volvi entre ellos, los galileos estaban algo preparados para recibirlo. Visita a Nazaret Uno de los primeros lugares que visit fue Nazaret, el hogar de su niez y juventud. Apareci all en la sinagoga un sbado, y siendo ahora conocido como predicador, fue invitado a leer la Escritura y a hablar a la congregacin. Ley un pasaje de Isaas en el cual se da una descripcin fervorosa de la venida y de la obra del Mesas: "El Espritu del Seor Jehov est sobre m, porque me ungi Jehov; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazn, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la crcel; a proclamar el ao de la buena voluntad de Jehov...". Mientras haca comentarios sobre el texto, pintando los rasgos caractersticos del tiempo del Mesasla emancipacin del esclavo, el enriquecimiento del pobre, la curacin de los enfermosla curiosidad del auditorio al or por primera vez, a un joven predicador que se haba educado entre ellos, pas a un encantado asombro, y prorrumpieron en los aplausos que era costumbre permitir en las sinagogas judaicas.
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Pero pronto vino la reaccin. Comenzaron a murmurar: No era ste el carpintero que haba trabajado entre ellos? No eran sus padres vecinos suyos? No estaban sus hermanas casadas en la poblacin? Su envidia se despert. Y cuando prosigui dicindoles que la profeca que acababa de leer se cumpla en l mismo, manifestaron un colrico desdn. Le exigieron una seal, como aquellas que se deca que haba hecho en Jerusaln; y cuando les hizo ver que no poda actuar milagros entre los incrdulos, se arrojaron sobre l en una tempestad de envidia e ira. Arrastrndolo de la sinagoga a una pea detrs de la poblacin, si no se hubiera librado de una manera milagrosa, lo habran despeado, coronando as su iniquidad proverbial con un hecho que habra despojado a Jerusaln de su mala preeminencia de matar al Mesas. Cambio de su morada a Capernaum Desde aquel da Nazaret no fue ms su hogar. Es cierto que en otra ocasin, movido de su amor profundo para con sus antiguos vecinos, la visit, pero sin mejor resultado. Desde entonces estableci su residencia en Capernaum, en la ribera noroeste del Mar de Galilea. Esta poblacin ha dejado de existir por completo. No es posible descubrir con certeza ni aun su sitio. Puede ser que sta sea una razn para que, en la mente del cristiano, no se relacione con la vida de Jess, con "la misma prominencia que tiene Beln, en donde naci, Nazaret, en donde fue criado, y Jerusaln, en donde muri. Pero debemos fijar aquella poblacin en nuestra memoria al lado de stas, porque fue su residencia durante dieciocho de los meses ms importantes de su vida. Se le llama su propia ciudad, y en ella se le pidi el tributo como ciudadano de la localidad. Estaba perfectamente adaptada para ser el centro de sus trabajos en Galilea, porque era el foco de la actividad en la cuenca del lago, y estaba cmodamente situada para excursiones a todas partes de la provincia. Todo cuanto suceda all se saba pronto en todas las regiones situadas alrededor. Su vida en Capernaum En Capernaum, pues, comenz su ministerio en Galilea; y por muchos meses fue su costumbre estar all con frecuencia, como centro de sus operaciones, haciendo viajes en todas direcciones y visitando los pueblos y aldeas de Galilea. Unas veces su viaje era tierra adentro, hacia el Poniente. Otras veces era una vuelta, siguiendo las poblaciones situadas a la ribera del lago, o una visita a la tierra del lado oriental. Tena una nave que le serva para llevarlo donde quisiera. Volva a Capernaum a veces slo por un da, a veces por una semana o dos. Su popularidad A las pocas semanas, en toda la provincia resonaba su nombre. Era el tema de conversacin en toda nave del lago y en cada casa de toda la regin; las mentes de todos estaban movidas con una profunda excitacin, y todos deseaban verlo. Las multitudes comenzaron a juntarse alrededor de l. Se hacan cada vez ms grandes. Aumentaban hasta contarse por miles y por docenas de miles. Lo acompaaban dondequiera que iba. La noticia corri por todas partes ms all de Galilea y traa multitudes de Jerusaln, Judea, y Perea, y aun de Idumea en el extremo Sur, y de Tiro y Sidn en el lejano Norte. A veces no poda quedarse en ninguna poblacin, por cuanto las multitudes impedan el trnsito de las calles y se atropellaban unos a otros. Se vea obligado a sacarlos fuera, a los campos y desiertos. El pas estaba conmovido del uno al otro extremo, y encendido con grande excitacin respecto de l.
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Los medios que empleaba Cmo fue que Jess produjo tan grande y tan extendido movimiento? No fue por declararse el Mesas. Es cierto que el haberlo hecho as hubiera despertado en todo pecho judaico la ms profunda sensacin de que era capaz. Pero por lo general, Jess ocultaba su verdadero carcter, aunque se revel de vez en cuando, como lo hizo en Nazaret. Sin duda el motivo de esto fue que entre las excitables multitudes de los incultos galileos con sus groseras esperanzas materialistas, semejante declaracin hubiera causado un levantamiento revolucionario contra el gobierno, que hubiera distrado la atencin del pueblo del verdadero objeto de Jess y hubiera hecho caer sobre la cabeza de ste la espada romana, de la misma manera que en Judea esta declaracin le hubiera trado un ataque fatal de parte de las autoridades judaicas. Para evitar interrupciones de una y otra clase, mantena en reserva la revelacin plena de s mismo, esforzndose en preparar el espritu pblico para recibirle en su verdadero significado interior y espiritual cuando llegara el debido momento para divulgarla y dejando entre tanto, que su identidad se comprendiera por su carcter y su obra. Los dos grandes medios que Jess empleaba, en su obra, y que excitaron tanta atencin y entusiasmo, eran sus milagros y su predicacin. Milagros Tal vez sus milagros movieron ms hondamente la atencin. Se nos refiere cmo se extendi por dondequiera con la rapidez de un incendio la noticia del primer milagro que hizo en Capernaum, hecho que atrajo multitudes a la casa en donde estaba; y siempre que haca un nuevo milagro de carcter extraordinario, la excitacin se haca mayor y el rumor de l se extenda por todos lados. Cuando, por ejemplo, cur por primera vez la lepra, la enfermedad ms maligna que se conoca en Palestina, el asombro del pueblo no tuvo lmites. Lo mismo sucedi I la primera vez que venci un caso de posesin demonaca; y cuando restaur al hijo de la viuda de Nan, I result una especie de temor abrumador, seguido de una I deliciosa admiracin y del hablar de miles de lenguas. Toda Galilea estuvo por algn tiempo en movimiento, por lo numeroso de los enfermos de todas clases que andando o arrastrndose, llegaban hasta cerca de l, y de los grupos de solcitos amigos que llevaban sobre lechos y camillas a los que no podan andar. A uno y otro lado de las calles de las aldeas y ciudades estaban alineados los enfermos, al tiempo que pasaba el mdico divino. Algunas veces tena que atender a tantos que no tena tiempo ni para comer, y en una poca estaba tan absorto en sus benvolos trabajos y tan arrebatado de la santa excitacin que le causaban, que sus parientes con indecorosa premura trataron de interrumpirlo, dicindose unos a otros que estaba fuera de s. Los milagros de Jess en su conjunto, eran de dos clases milagros que se hacan sobre el hombre, y milagros hechos en la esfera de la naturaleza externa, tales como cambiar el agua en vino, calmar la tempestad, y multiplicar los panes. Aqullos eran, por mucho, los ms numerosos. Consistan principalmente en curar a los que tenan enfermedades ms o menos malignas, tales como los cojos, ciegos, sordos, paralticos, leprosos, etc. Parece haber variado mucho su modo de hacerlos por motivos que no podemos explicar. Algunas veces emple medios materiales tales como el tacto, barro mojado puesto en la parte afectada, o haciendo que el paciente se baara. En otras ocasiones los san sin el uso de medios, y an a veces a distancia.
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A ms de estas curaciones fsicas, curaba tambin las enfermedades mentales. Estas parecen haber prevalecido de una manera especial en Palestina en esa poca, y haber excitado el temor ms extremo. Se crea que eran acompaadas de la entrada de demonios en las pobres vctimas locas o rabiosas, y esta idea no era sino muy verdadera. El hombre a quien san Jess entre los sepulcros de la tierra de los gadarenos fue ejemplo horroroso de esta clase de enfermedad, y el cuadro de l sentado a los pies de Jess, vestido y en su juicio, demuestra el efecto que su presencia tan cariosa, calmante y autoritativa, tena en las mentes distradas por estas enfermedades. Pero los ms extraordinarios de los milagros de Jess sobre el hombre fueron los casos en que restaur los muertos a la vida. No eran frecuentes, pero como era natural, produjeron una impresin extraordinaria siempre que sucedan. Los milagros de la otra claselos que hizo sobre la naturalezaeran del mismo carcter indescriptible. Algunas de sus curaciones de la enfermedad mental, si estuvieran solas, podran ser explicadas por la influencia de una naturaleza poderosa sobre un alma perturbada; y de la misma manera algunas de sus curaciones corporales podran ser explicadas por la influencia que ejerca sobre el cuerpo por medio de la mente. Pero un milagro como el andar sobre el tempestuoso mar est completamente fuera del alcance de toda explicacin natural. Por qu empleaba Jess estos medios? Pueden darse a esta pregunta varias respuestas. Primero, hizo milagros porque su Padre le dio estas seales como prueba de que l lo haba enviado. Muchos de los profetas del Antiguo Testamento haban recibido la misma prueba de la autenticidad de su misin, y aunque como los Evangelios nos informan en su sencilla veracidad, Juan que revivi el oficio de profeta no hizo milagros, era de esperarse que Aqul que era un profeta mucho mayor que el ms grande de los que haban venido antes de l, mostrara aun mayores seales de su misin divina que cualquier otro. Era una demanda estupenda la que l haca sobre la fe de los hombres anuncindose como el Mesas, y habra sido injusto esperar que fuera admitida por una nacin acostumbrada a los milagros como seales de una misin divina, si l no hubiera hecho ninguno. En segundo lugar, los milagros de Cristo eran la manifestacin natural de la plenitud divina que moraba en l. Dios estaba en l y su naturaleza humana estaba llena de los dones del Espritu Santo sin medida. Era natural que un ser como l en el mundo, tambin manifestara prodigios en l. El mismo era el gran milagro, del cual sus milagros particulares no eran ms que chispas o emanaciones. El era la interrupcin mxima del orden natural, o ms bien un nuevo elemento que haba entrado en el orden natural para enriquecerlo y ennoblecerlo, y sus milagros entraron con l, no para perturbar sino para restaurar la armona de la naturaleza. Por consiguiente todos sus milagros llevaban el sello de su carcter. No eran simples manifestaciones de poder, sino tambin de santidad, sabidura y amor. Los judos a menudo le pedan simples prodigios gigantescos, para satisfacer su mana de maravillas. Pero l siempre los rechazaba, haciendo solamente los milagros que fueran auxilio para la fe. El exiga fe por parte de todas las personas a quienes curaba, y nunca responda ni a la curiosidad ni a los desafos incrdulos que se le hacan para que exhibiera maravillas. Esto
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distingue sus milagros de los prodigios fabulosos de los antiguos nigromantes y de los "santos" de la Edad Media. Estaban caracterizados por una sabidura y benevolencia invariables, porque eran la expresin de su carcter en su plenitud. En tercer lugar, sus milagros eran smbolos de su obra espiritual y salvadora. No se necesita ms que considerarlos por un momento para ver que todos eran triunfos sobre la miseria de este mundo. La humanidad es presa de mil males, y aun la naturaleza externa lleva seales de alguna catstrofe del pasado. "Toda la creacin gime a una, y a una est con dolores de parto hasta ahora". Este vasto conjunto de males fsicos en la suerte de la raza humana es la consecuencia del pecado. Esto no quiere decir que se puede hallar la relacin entre cada enfermedad o desgracia y algn pecado especial, aunque puede hacerse en muchos casos. Las consecuencias de los pecados pasados recaen sobre toda la raza. La miseria del mundo es la sombra causada por el pecado. El mal fsico y el mal moral, estando tan ntimamente relacionados, se explican uno al otro. Cuando l curaba la ceguera corporal, era un tipo de curacin del ojo interior; cuando levantaba a los muertos, quera indicar que l era la resurreccin y la vida en el mundo espiritual tambin; cuando san al leproso, su triunfo hablaba de otro triunfo sobre el pecado; cuando multiplic los panes, sigui con el discurso sobre el pan de vida; cuando calm la tempestad, era una seguridad de que poda hablar de paz a la conciencia perturbada. De esta manera sus milagros eran una parte natural y esencial de su obra mesinica. Eran un excelente medio de darse a conocer a la nacin. As los que eran curados se unan a l por las fuertes ligas de la gratitud, y sin duda, en muchos casos, la fe en l como hacedor de milagros conduca a una fe ms elevada. As fue en el caso de su devota seguidora Mara Magdalena, de quien ech siete demonios. A l mismo, esta obra debe de haber trado gran pesar y gran gozo a la vez. Para su corazn tan tierno y exquisitamente simptico, que nunca se hizo insensible ni en el menor grado, debe de haber sido desgarrador tener contacto con tanta enfermedad, y ver los efectos espantosos del pecado. Pero l estaba en su lugar debido, pues convena a su amor supremo estar en donde haba necesidad de socorro. Y qu gozo debe de haberle causado distribuir bendiciones por todas partes y borrar las huellas del pecado; ver volver bajo su tacto la salud; recibir las miradas alegres y llenas de gratitud de los ojos que se abran; or las bendiciones de madres y hermanas, mientras restauraba sus amados a sus brazos; ver la luz de amor y bienvenida en los rostros de los pobres, al entrar en sus pueblos y aldeas. Beba profundamente la bienaventuranza de hacer el bien del pozo del cual quera que sus discpulos estuvieran bebiendo siempre. Predicacin El otro gran instrumento de que Jess se serva para su obra era su enseanza. Era, por mucho, el ms importante de los dos. Sus milagros no eran ms que la campana que llamaba al pueblo a or sus palabras. Impresionaban a aqullos que tal vez no hubieran sido susceptibles a la otra influencia ms sutil, y los conducan hasta estar al alcance de ella. Es probable que los milagros hicieran ms ruido, pero su predicacin tambin extenda su fama por todos lados. No hay otro poder cuya atraccin sea ms segura que el de la palabra elocuente. Los brbaros que escuchaban a sus poetas y narradores de leyendas, los griegos que
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escuchaban la refrenada pasin de sus oradores, y las naciones prcticas como los romanos, todos igualmente han confesado que el poder de la elocuencia es irresistible. Los judos la apreciaban sobre casi todo otro atractivo, y entre las figuras de sus afamados antepasados, a ninguno reverenciaban ms que a los profetas aquellos elocuentes anunciadores de la verdad que el cielo les enviaba de edad en edad. Aunque el Bautista no haca milagros, las multitudes acudan a l en tropel, porque reconocan en sus acentos el trueno de este poder, el cual ningn odo judo haba escuchado por tantas generaciones. Jess tambin fue reconocido como profeta, y por consiguiente su predicacin causaba excitacin intensa: "Hablaba en las sinagogas de ellos, siendo glorificado de todos". Sus palabras eran escuchadas con admiracin y asombro. Algunas veces la multitud en la playa del lago le oprima tanto para orle, que l tena que entrar en un navo y dirigirse a ellos desde la cubierta, mientras se extendan en semicrculo sobre la ascendente ribera. Sus mismos enemigos dieron testimonio de que "jams habl hombre alguno como este hombre", y a pesar de ser poco lo que nos queda de su predicacin, es muy suficiente para que nos hagamos eco del mismo sentimiento y comprendamos la impresin que produca. Todas sus palabras juntas que nos han sido conservadas no ocuparan ms lugar, impresas, que una media docena de sermones ordinarios; pero no es exageracin el afirmar que forman la herencia literaria ms preciosa de la raza humana. Sus palabras, como sus milagros, eran expresiones de l mismo, y cada una de ellas tiene en s algo de la grandeza de su carcter. La forma de la predicacin de Jess era esencialmente judaica. La mente oriental no funciona de la misma manera que la occidental. El modo nuestro de pensar y hablar, en su mejor estado, es fluido, expansivo, y estrictamente lgico. La clase de discurso que ms nos agrada es aquel que toma un asunto importante, lo divide en sus diferentes partes, lo trata ampliamente bajo cada una de sus divisiones, relaciona estrechamente una parte a otra, y concluye con una apelacin conmovedora a los sentimientos, con el fin de influir en la voluntad, conducindola a algn resultado prctico. La mente oriental, al contrario, suele meditar por mucho tiempo sobre un solo punto, verlo por todos lados, concentrar toda la verdad acerca de l, y emitira en unas pocas palabras penetrantes y fciles de grabarse en la memoria. El estilo es conciso, epigramtico, magistral. El discurso del orador del Occidente es una estructura sistemtica, o como una cadena en la cual cada eslabn est firmemente unido con los dems; el oriental es como el cielo en la noche, lleno de innumerables puntos ardientes, que brillan sobre un fondo oscuro. Tal era la forma de la enseanza de Jess. Estaba constituida por muchas sentencias, cada una de las cuales contena la mayor cantidad posible de verdades en la menor extensin posible, expresada en lenguaje tan conciso y penetrante que se fija en la memoria como una flecha. Leedlas y hallareis que cada una de ellas mientras las meditis, absorbe la mente ms y ms como un vrtice, hasta que se pierde en sus profundidades. Hallaris tambin que hay muy pocas de ellas que no sepis de memoria. Se han arraigado en la memoria del cristianismo como ninguna otra palabra lo ha hecho. An antes de que se comprenda su sentido, la expresin, tan perfecta y sentenciosa, se fija con firmeza en la mente. Pero haba otro rasgo caracterstico en la forma de la enseanza de Jess: estaba llena de figuras retricas. Pensaba en imgenes. Haba sido siempre un observador amante y exacto de la naturaleza eme le rodeaba de los colores de las flores, las costumbres de las aves, el creci-
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miento de los rboles, los cambios de estaciones- y un observador igualmente perspicaz de las costumbres de los hombres en todos los niveles de la vida: en la religin, en los negocios, y en el hogar. El resultado fue que no poda ni pensar ni hablar sin que su pensamiento se vertiera en el molde de alguna figura natural. Su predicacin era vivificada con alusiones de esta naturaleza, y por consiguiente estaba llena de color, movimiento, y variadas formas. No eran afirmaciones abstractas; se transformaban en verdaderos cuadros. De esta manera, en sus dichos podemos ver, como en un panorama, los aspectos del campo y de la vida de aquel tiempo: Los lirios movidos del viento, cuya hermosura vistosa deleitaba los ojos; las ovejas siguiendo al pastor; las puertas anchas y angostas de la ciudad; las vrgenes con sus lmparas, aguardando en la oscuridad la venida de la procesin nupcial; el fariseo con sus anchas filacterias y el publicano con la cabeza inclinada, orando juntos en el templo; el rico sentado en su palacio en banquete, y el mendigo echado a su puerta con los perros lamiendo sus llagas; y centenares de otros cuadros que descubren la vida ntima y minuciosa de aquella poca sobre la cual la historia en general marcha descuidadamente con paso majestuoso. Pero la forma ms caracterstica que empleaba era la parbola. Era una combinacin de las dos cualidades ya mencionadas: la expresin concisa y fcil de grabarse en la memoria, y el estilo figurado. Usaba un incidente tomado de la vida comn y lo transformaba en un cuadro hermoso, para expresar la correspondiente verdad en la regin ms elevada y espiritual. Era entre los judos un modo favorito de presentar la verdad, pero Jess le imparti su ms rico y perfecto desarrollo. Cerca de la tercera parte de todos los dichos suyos que nos han sido conservados son en forma de parbolas. Esto demuestra como se fijaban en la memoria de los discpulos. De la misma manera, es probable que los oyentes de los sermones de cualquier predicador, despus de algunos aos, se acordarn de los ejemplos mucho mejor que de cualquier otra parte de ellos Cmo han quedado estas parbolas en la memoria de todas las generaciones desde entonces! El hijo prdigo, El sembrador, Las diez vrgenes, y otras muchas, son otros tantos cuadros colgados en millones de espritus. Cules pasajes de los grandes maestros de expresin de Hornero, de Virgilio, de Dante, de Shakespeare han conseguido para s un poder tan universal sobre los hombres o se han conservado tan perennemente nuevos y verdaderos? Nunca tuvo que ir lejos para buscar ejemplos. Como un maestro pintor har, con un pedacito de yeso o de carbn, una cara que os har rer, llorar, o maravillaros, as Jess tomaba los objetos e incidentes ms comunes alrededor de l el coser un pedazo de gnero sobre un vestido viejo, la rotura de un odre viejo, los muchachos en la plaza jugando a matrimonios o a funerales, o la cada de una choza en una tempestad y los transformaba en cuadros perfectos, hacindolos, para el mundo, los vehculos de la verdad inmortal. No era extrao que las multitudes le siguieran! Aun el ms ignorante tendra gusto en semejantes cuadros y llevara, como un tesoro para toda su vida, al menos la expresin de las ideas de Jess, aunque podra necesitarse el pensamiento de generaciones para penetrar las cristalinas profundidades de ellas. Nunca hubo discursos tan sencillos y sin embargo tan profundos, tan pintorescos y sin embargo tan absolutamente verdaderos.
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Tales eran las cualidades de su estilo. Las cualidades del predicador mismo han sido conservadas para nosotros en las crticas de sus oyentes y se manifiestan en sus discursos contenidos en los Evangelios. La ms prominente de estas cualidades parece haber sido su autoridad: "Las gentes se admiraban de su doctrina, porque les enseaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas". La primera cosa que notaron sus oyentes fue el contraste entre sus palabras y la predicacin que acostumbraban or de los escribas en las sinagogas. Estos eran los representantes del sistema ms muerto y ms rido de teologa que haya sido considerado como religin en cualquier siglo. En vez de explicar las Escrituras, que estaban en sus manos y que hubieran prestado a sus palabras un poder vivo, no hacan ms que referir las opiniones de los comentadores, y tenan miedo de presentar cualquiera afirmacin que no estuviera sostenida por la autoridad de algn maestro. En lugar de ocuparse de los grandes temas de la justicia y la misericordia, del amor y de Dios, torturaban el texto sagrado para hacer de l un manual de ceremonias, y predicaban sobre la debida anchura de las filacterias, las debidas posturas en la oracin, la debida duracin de los ayunos, la distancia que era permitido andar el sbado, y otras cosas por el estilo; porque en estas cosas consista la religin de aquel tiempo. Para ver en los tiempos modernos, alguna cosa un poco parecida a la predicacin que prevaleca entonces, tenemos que volver para atrs hasta el perodo de la Reforma, cuando segn nos dice el bigrafo de Knox, las arengas pronunciadas por los monjes eran vacas, ridculas y miserables en extremo. "Cuentos fabulosos tocantes al fundador de alguna orden religiosa, los milagros que haca, sus combates con el demonio, sus veladas, ayunos y flagelaciones; las virtudes del agua bendita, el crisma, el persignarse, y el exorcismo; los horrores del purgatorio, y el nmero de individuos libertados de l por la intercesin de algn santo poderoso. Estos, con groseras bromas, charlas y chismes de viejas formaban los temas favoritos de los predicadores, y eran presentados al pueblo en lugar de las puras, saludables y sublimes doctrinas de la Biblia " Tal vez el contraste que el pueblo escocs, tres siglos y medio ha, sinti entre semejantes arengas y las elevadas palabras de Wishart y Knox, nos d la mejor idea que podemos formarnos del efecto que la predicacin de Jess produca en sus contemporneos. Nada saba l de la autoridad de los maestros y escuelas de interpretacin, pero hablaba como uno que haba visto con sus propios ojos los objetos del mundo eterno. No necesitaba que nadie le hablara de Dios ni del hombre, porque conoca a ambos perfectamente. Estaba posesionado del conocimiento de su misin, el cual lo llevaba adelante e imparta vehemencia a toda palabra y accin. Se conoca a s mismo como enviado de Dios, y sus palabras como las de Dios y no suyas propias. No vacilaba en decir a los que desatendan sus palabras que en el da del juicio seran ellos condenados por los de Nnive y por la reina de Saba, quienes haban escuchado a Jons y a Salomn, porque ellos estaban oyendo a uno mayor que todo profeta o rey de la antigedad. Los amonestaba que de la aceptacin o rechazamiento del mensaje que l traa, dependa su eterna felicidad o miseria. Tal era el tono de solicitud, de majestad y de autoridad que hiri con asombro a sus oyentes. Otra cualidad que el pueblo notaba en l era su intrepidez: "Pues, mirad, habla intrpidamente" (Valera "pblicamente", Juan 7:26). Esto les pareca ms asombroso porque l
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era hombre indocto, que ni haba cursado las escuelas de Jerusaln, ni recibido licencia de ninguna autoridad terrenal. Pero esta cualidad provena de la misma causa que su autoridad. La timidez nace generalmente de la conciencia de s mismo. El predicador que teme a sus oyentes y respeta la persona de los grandes y sabios, est pensando en s mismo y en lo que se dir de lo que hace. Pero aquel que se siente impulsado a una misin divina se olvida de s mismo. Para l toda congregacin es igual a cualquiera otra, sean nobles o plebeyos; piensa slo en el mensaje que tiene que dar. Jess siempre miraba directamente a las realidades espirituales y eternas. El encanto de la grandeza de ellas se haba apoderado de y todas las distinciones humanas desaparecan en presencia de ellas; los hombres de todas clases no eran mis que hombres para l. Era llevado adelante por el torrente de su misin, y ninguna cosa que pudiera sucederle poda detenerle en temores o dudas. Manifest su valor principalmente atacando los abusos e ideales de su tiempo. Sera una equivocacin completa pensar en l como todo dulzura y humildad. Casi no hay otro elemento ms saliente en sus palabras que una vena de ardiente indignacin. Era una edad de imposturas ms que cualquiera otra que haya habido. Ellas ocupaban todo alto puesto. Se ostentaban en la vida social, ocupaban las ctedras de la enseanza y sobre todo, degradaban la religin en todas sus partes. La hipocresa haba llegado a ser tan universal que ya haba dejado de desconfiar de s misma. Los ideales del pueblo eran completamente mezquinos y errneos. Se siente, pulsando en todas las palabras de Jess desde el principio hasta el fin, una indignacin contra todo esto, que haba comenzado con su primera observacin en Nazaret y se maduraba a medida que creca en su conocimiento de la poca. Segn l afirmaba terminantemente, las cosas ms apreciadas entre los hombres eran una ofensa a la vista de Dios. Nunca hubo en la historia del lenguaje una polmica tan asolado, tan aniquiladora, como la de l contra las figuras a quienes, antes de que sus ardientes palabras fueran descargadas sobre ellos, la multitud renda honores: el escriba, el fariseo, el sacerdote y el levita. Una tercera cualidad que sus oyentes notaban era su poder: "Su palabra era con potestad". Esto fue el resultado de aquella uncin del Espritu Santo sin la cual aun las verdades ms solemnes caen en el odo sin efecto. Estaba lleno del Espritu sin medida. Por consiguiente la verdad se apoder de l. Arda y se hencha en su pecho, y l la hablaba de corazn a corazn. Tena el Espritu no slo en tal grado que le llenaba a l mismo, sino que lo poda impartir a otros. Se derramaba con sus palabras y se apoderaba de las almas de sus oyentes, llenando de entusiasmo la mente y el corazn. Una cuarta cualidad que se observaba en su predicacin, y que de seguro fue muy prominente era su gracia: "Estaban maravillados de las palabras de gracia que salan de su boca". A pesar de su tono de autoridad y sus ataques severos y denodados contra la poca, se difunda sobre todo lo que deca un brillo de gracia y de amor. En esto especialmente se manifestaba su carcter. Cmo poda Aqul que era la encarnacin del amor hacer menos que dejar que el brillo y el calor del fuego celestial que moraba en l se difundieran sobre sus palabras? Los escribas de aquel tiempo eran duros, orgullosos y sin amor. Lisonjeaban a los ricos y honraban a los sabios, pero de las grandes masas de sus oyentes decan: "Esta gente no sabe la ley, malditos son". Pero para Jess toda alma era infinitamente preciosa. No importaba bajo qu
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humilde vestido o deformidad social estaba escondida la perla; no importaba aun bajo qu basura e inmundicia de pecado estaba sepultado; nunca la perda de vista, ni por un instante. Por consiguiente, hablaba con el mismo respeto a sus oyentes de todos los grados sociales. Verdaderamente las parbolas del captulo 15 de San Lucas eran el amor divino mismo manifestndose desde lo ms ntimo del ser divino. Tales eran algunas de las cualidades del predicador. Cabe mencionar una ms, que quizs incluya a todas las dems, y es tal vez la cualidad ms elevada de todo discurso pblico. Se diriga a los hombres como hombres, no como miembros de alguna clase o como poseedores de alguna cultura peculiar. Las diferencias que dividen a los hombres, tales como riquezas, rango, y educacin, son todas superficiales. Los elementos en que todos son iguales el extenso sentido del entendimiento, las grandes pasiones del corazn, los instintos primarios de la conciencia son profundos. No quiero decir que sean los mismos en todos los hombres. En algunos son ms profundos, en otros menos; pero en todos son ms profundos que otra cosa cualquiera. Aquel que se dirige a estos sentimientos apela a lo ms profundo de sus oyentes. Ser inteligible para todos igualmente. Todo oyente recibir de l su propia porcin; la mente estrecha y de poca profundidad recibir todo lo que puede tomar, y la ms grande y profunda se llenar en el mismo banquete. Es por eso que las palabras de Jess son perennes en su frescura. Son para todas las generaciones, y para todas igualmente. Apelan a los elementos ms profundos de la naturaleza humana hoy, en Inglaterra o en China, tanto como lo hacan en Palestina cuando fueron pronunciadas. Cuando llegamos ahora a investigar cul era la materia de la predicacin de Jess, esperamos tal vez encontrarle explicando el sistema de doctrina que conocemos, tal como viene expuesto en un catecismo o en una confesin de fe. Pero lo que hallamos es muy diferente. No hizo uso de ningn sistema de doctrina. Es verdad que no podemos dudar de que todas las numerosas y variadas ideas de su predicacin, as como aquellas a que no dio expresin, coexistan en su mente como un sistema perfectamente desarrollado de verdad. Pero no coexistieron as en su predicacin. No empleaba la fraseologa teolgica, hablando de la Trinidad, de la predestinacin o del llamamiento eficaz, aunque las ideas que estos trminos abarcan formaban la base de sus palabras, no hay que dudar de que sea el deber de la ciencia descubrirlas. Pero l hablaba el lenguaje de la vida ordinaria y concentraba su predicacin en unos cuantos puntos luminosos que afectaban el corazn, la conciencia y la poca. La idea central y la frase ms comn de su predicacin era el reino de Dios. Todos recordarn cuntas de sus parbolas comienzan con "El reino de los cielos es semejante" a esto o a aquello. El dijo: es menester que tambin a las otras ciudades predique yo el reino de Dios", caracterizando as el asunto de su predicacin; y de la misma manera se dice que envi a sus apstoles "a predicar el reino de Dios". El no invent la frase. Era una expresin histrica, trada del pasado, y muy comn en la boca de sus contemporneos. El Bautista haba hecho gran uso de ella, siendo la sustancia de su mensaje: "El reino de Dios se acerca". Qu significa esta expresin? Se refera a una nueva era que los profetas haban predicho y los santos haban esperado. El tiempo de espera estaba cumplido. Muchos profetas y justos, deca Jess a sus contemporneos, haban deseado ver lo que ellos vean, pero no lo haban visto. Afirmaba que tan grandes eran los privilegios y las glorias de la nueva poca, que
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el que menos participaba de ellas era mayor que el Bautista, aunque ste haba sido el mayor representante del tiempo antiguo. Todo esto no era ms que lo que sus contemporneos habran esperado or, si hubieran comprendido que el reino de Dios realmente haba venido. Pero miraban en todas direcciones y preguntaban en dnde estaba la nueva era que Jess deca que haba trado. En este punto, l y ellos estaban en completo desacuerdo. Ellos se fijaban ms en la primera parte de la frase, "el reino", l en la segunda, "de Dios". Ellos esperaban que la nueva era apareciera bajo magnficas formas materiales; en un reino del que Dios sera en verdad el gobernador, pero que mostrara, en s mismo, esplendor mundanal, fuerza de armas, y un imperio universal. Jess vea la nueva era en un imperio de Dios sobre el corazn amante y la voluntad obediente. Ellos lo buscaban afuera. El deca: "Est dentro de vosotros". Ellos esperaban una era de glora y felicidad externas. El basaba la glora y la bienaventuranza del nuevo tiempo en el carcter. Y era un carcter totalmente diferente de aquel que se consideraba entonces como el que imparta glora y bienaventuranza al individuo que lo posea: el del orgulloso fariseo, del rico saduceo o del sabio escriba. Bienaventurados -deca l- son los pobres en espritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazn, los pacificadores, los que son perseguidos a causa de la justicia. La tendencia principal de su predicacin era exponer esta idea del reino de Dios, el carcter de sus miembros, su felicidad en poseer el amor y comunin de su Padre en los cielos, sus expectativas en el mundo venidero. Pona de relieve el contraste entre este reino y la religin de exterioridades de la poca, con su carencia de espiritualidad y su sustitucin de observancias ceremoniales en lugar del carcter. Invitaba a su reino a todas las clases sociales. Invitaba a los ricos, demostrando, como en la parbola del rico y Lzaro, la vanidad y el peligro de buscar la felicidad en las riquezas; y a los pobres, infundindoles un sentimiento de su propia dignidad, persuadindoles con el afecto ms exuberante y las palabras ms convincentes que la nica riqueza verdadera consiste en el carcter, y asegurndoles que si buscaban primero el reino de Dios, su Padre celestial, que alimentaba a las aves y vesta los lirios, no los dejara sufrir. Pero el centro y el alma de su predicacin era l mismo. En l estaba la nueva era. El nuevo carcter que haca a los hombres sbditos del reino y participantes en los privilegios de ese reino, poda conseguirse slo en l. Por esto el resultado prctico de cada uno de los discursos de Cristo era el mandato de venir a l, aprender de l, seguirle a l. "Venid a m todos los que estis trabajados y cansados" era la palabra principal, la ms profunda, y la final de todos sus discursos. Es imposible leer los discursos de Jess sin notar que maravillosos como son, sin embargo, algunas de las doctrinas ms caractersticas del cristianismo tal como estn expuestas en las epstolas de San Pablo, ahora conservadas con aprecio en las almas de los cristianos ms devotos y ms sabios, ocupan en ellos un lugar insignificante. Especialmente esto se echa de ver respecto a las grandes doctrinas del Evangelio, tales como la manera en que el pecador se reconcilia con Dios, y cmo en su alma perdonada se produce gradualmente el carcter que lo hace parecido a Cristo y aceptable al Padre. La falta de
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referencia a tales doctrinas puede haberse exagerado mucho, siendo el hecho que no hay una sola doctrina prominente del gran apstol cuyos grmenes no se encuentren en la enseanza de Cristo mismo. Sin embargo, el contraste es lo suficiente marcado para dar cierta excusa a los que niegan que las doctrinas distintivas de San Pablo sean elementos legtimos del cristianismo. Pero la verdadera explicacin del fenmeno es muy diferente. Jess no era slo un instructor. Su carcter era ms grande que sus palabras, y as lo era tambin su obra. La parte principal de esa obra era hacer expiacin por los pecados del mundo con su muerte en la cruz. Pero sus discpulos ms ntimos nunca quisieron creer que l haba de morir, y hasta que se verificara su muerte, era imposible explicar su significado ms profundo. Las doctrinas ms distintivas de San Pablo no son ms que explicaciones de dos grandes hechos: la muerte de Cristo y el Espritu enviado por el Redentor glorificado. Es obvio que estos hechos no podan ser bien explicados en las palabras de Jess mismo, cuando todava no se haban verificado; pero suprimir la explicacin inspirada de ellos sera apagar la luz del evangelio y robarle a Cristo su glora ms elevada. El auditorio de Jess variaba en diferentes ocasiones, tanto en su nmero como en su carcter. Muchas veces era una gran multitud. Se diriga a stas en todas partes: sobre la montaa, en la orilla del mar, en el camino, en las sinagogas, en los atrios del templo. Pero estaba igualmente pronto a hablar con un solo individuo, por humilde que fuera. Se aprovechaba de toda oportunidad para hacerlo as. A pesar de estar rendido de cansancio, habl con la mujer junto al pozo de Jacob. Recibi a Nicodemo a solas y ense a Mara en su casa. Se dice que en los Evangelios se mencionan diecinueve de estas entrevistas privadas. Dan a sus discpulos un ejemplo notable. Esta es tal vez la ms eficaz de todas las formas de instruccin, y de todos modos, constituye la mejor prueba de solicitud en ensear. El hombre que predica con entusiasmo a miles de personas puede ser un simple orador; pero aquel que busca oportunidad para hablar directamente al individuo sobre la condicin de su alma, debe de tener el verdadero fuego celestial ardiendo en su corazn. Frecuentemente su auditorio se compona del crculo de sus discpulos. Su predicacin haca divisin entre sus oyentes. El mismo, en sus parbolas, tales como el sembrador, la cizaa y el trigo, la fiesta de bodas, etc., describa con una vividez sin igual, los efectos de su predicacin sobre las diferentes clases. A algunos su predicacin los repela totalmente. Otros la escuchaban con asombro, sin que les tocara el corazn; otros eran afectados por algn tiempo, pero pronto volvan a sus antiguos intereses. Es terrible pensar cuan pocos eran, aun cuando era el Hijo de Dios quien predicaba, los que oan para la salvacin. Los que lo hicieron as gradualmente formaron a su alrededor un cuerpo de discpulos. Le seguan, escuchando todos sus discursos, y con frecuencia les hablaba a solas. Tales eran los quinientos a quienes apareci en Galilea despus de su resurreccin. Algunos de ellos eran mujeres, tales como Mara Magdalena, Susana y Juana la esposa del mayordomo de Heredes, quien como era rica, supla con gusto sus pocas y sencillas necesidades. A estos discpulos les daba una instruccin ms perfecta que a las multitudes. Les explicaba en privado cualquiera cosa que fuera oscura en su enseanza pblica. Ms de una vez hizo la extraa aseveracin de que hablaba en parbolas a la multitud, para que oyendo no entendiesen. Esto no poda sino significar que a aquellos que realmente no tenan inters en la
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verdad no se les daba ms que la hermosa corteza, pero que el fin de la falta de claridad era incitar a una investigacin ms profunda, as como un velo que medio cubre un bello rostro hace ms intenso el deseo de verlo; y que a aquellos que tenan una ansiedad espiritual de saber ms, gustosamente les comunicara el secreto. Estos ltimos, cuando se hizo evidente que la nacin en general no era digna de ser el instrumento de la obra del Mesas, llegaron a formar el ncleo de aquella sociedad espiritual, elevada por encima de todas las limitaciones locales y las distinciones de rango y nacionalidad, por medio de la cual el espritu y la doctrina de Cristo haban de ser diseminados y perpetuados en el mundo. El apostolado Llamamiento y educacin de los doce. Quiz la formacin del apostolado debe colocarse a la par de los milagros y la predicacin como un tercer medio por el cual l efectuaba su obra. Los hombres que llegaron a ser los doce apstoles no eran ms, al principio, que discpulos ordinarios como otros muchos. Esta, al menos, era la posicin de los que ya eran sus seguidores durante el primer ao de su ministerio. Al comenzar su actividad en Galilea, sus relaciones con l pasaron a un grado ms alto. Los llam para que abandonaran sus empleos ordinarios y estuviesen constantemente con el, y es probable que no pasaron muchas semanas antes de que los ascendiese al tercero y final grado de intimidad con l, ordenndolos como apstoles. Fue cuando su obra haba llegado a ser tan extensa y apremiante que le era completamente imposible abarcarla toda, que por decirlo as, se multiplic a s mismo, nombrndoles a ellos como sus ayudantes. Los comision a ensear los elementos ms sencillos de su doctrina, y les confiri poderes milagrosos semejantes a los suyos propios. De esta manera fueron evangelizadas muchas poblaciones que l no tena tiempo para visitar, y muchas personas que no pudieron llegar a tener contacto personal con l, fueron curadas. Pero, como lo demostraron los sucesos futuros, sus fines al nombrarlos tenan un alcance mucho mayor. Su obra era para todo tiempo y para todo el mundo. No era posible que fuese terminada durante la vida de una sola persona. Previo esto, e hizo provisin para ello, haciendo una temprana eleccin de agentes que pudieran llevar adelante sus planes despus de su partida y por medio de los cuales pudiera extender su influencia sobre la humanidad. El mismo no escribi nada. Pudiera pensarse que escribir hubiera sido el mejor modo de perpetuar su influencia, y de dar al mundo una idea perfecta de s mismo; y no podemos menos que imaginarnos, animados de un vehemente deseo, lo que sera un volumen escrito por sus propias manos. Pero por razones sabias l se abstuvo de esta clase de trabajo y se resolvi a vivir, despus de su muerte, en la vida de hombres escogidos. Es sorprendente ver qu clase de personas escogi l para tan grande destino. No pertenecan a las clases instruidas y de ms influencia. Sin dudas los cabecillas y caudillos de la nacin deban haber sido los instrumentos de su Mesas, pero ellos mismos se mostraron totalmente indignos de tan alta vocacin. El no los necesitaba; no le haca falta la influencia de poder y sabidura carnales. Siendo su costumbre hacer uso de aquellos elementos de carcter que no se limitan a ninguna condicin de vida o grado de cultura, no vacil en confiar su causa a doce hombres sencillos que carecan de instruccin y que pertenecan al pueblo comn.
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Hizo la eleccin despus de una noche de oracin, y sin duda despus de muchos das de deliberacin. El resultado demostr con qu penetracin de carcter l haba actuado. Resultaron ser instrumentos perfectamente adecuados para el gran designio; cuando menos dos de ellos eran hombres de dones supremos; y aunque uno de los doce result ser traidor, y es probable que aun despus de hechas todas las explicaciones la eleccin de l seguir siendo un misterio explicado apenas en parte; sin embargo, la eleccin de agentes que al principio daban tan poca esperanza, pero que al fin alcanzaron tan grande xito, ser siempre uno de los principales momentos de la incomparable originalidad de Jess. Sera sin embargo una explicacin muy inadecuada de la relacin que exista entre Jess y los doce, sealar solamente la penetracin con que descubri en ellos los grmenes de aptitud para su grande porvenir. Llegaron a ser hombres muy notables, y al fundar la iglesia ejecutaron una obra de importancia inconmensurable. Se puede decir, en un sentido, que ellos ni soaron que estaran sentados en tronos, gobernando al mundo moderno. Ellos se levantan como una hilera de columnas majestuosas al travs de las llanuras de la historia. Pero la luz que los baa y los hace visibles proviene slo de Cristo. El les dio toda su grandeza; y la de ellos es una notable prueba de la de l. Qu no debe de haber sido Aqul cuya influencia les daba tanta magnitud de carcter, y los hizo aptos para tan gigantesca tarea! Al principio eran rudos y carnales en extremo. Qu esperanza haba de que alguna vez pudieran apreciar los designios de una mente como la de l, heredar su obra, poseer en grado alguno un espritu tan exquisito, y transmitir a generaciones futuras una representacin fiel de su carcter? Pero los educaba con la paciencia ms cariosa, soportando sus vulgares esperanzas y sus torpes interpretaciones de lo que l quera decir. No olvidndose ni por un momento del papel que ellos iban a hacer en el futuro, se dedic a ensearles, como su obra principal. Estaban en compaa con l ms constantemente aun que el cuerpo general de los discpulos, viendo todo lo que l haca en pblico y escuchando todo lo que deca. Muchas veces ellos formaban el auditorio, y en tales ocasiones l les descubra las glorias y los misterios de su doctrina, sembrando en sus mentes la semilla de la verdad que despus con el tiempo y la experiencia deba fructificar. Pero la parte ms importante de su educacin era algo que quizs notaron poco entonces, a pesar de que estaba produciendo tan magnficos resultados: la influencia silenciosa y constante del carcter de Jess sobre ellos. Los atraa a s mismo e imprima en ellos su propia imagen. Esto fue lo que los hizo llegar a ser lo que fueron. Por medio de esto, ms que por otra cosa alguna, las generaciones de los que lo aman dirigen sus miradas a ellos con envidia. Admiramos y adoramos aun a tan grande distancia las cualidades de su carcter, pero iQu sera haberlas visto en la unidad de su vida, y sentir durante aos enteros su influencia transformadora! Podemos conocer con alguna exactitud los rasgos distintivos de ese carcter, cuya glora ellos vean y bajo cuya potencia vivan? 7 carcter humano de Jess. Tal vez el rasgo que notaran primero los discpulos en Jess sera su concentracin en su propsito. Es indudable que esta cualidad marca el tono fundamental que se oye en todos sus dichos que nos han sido conservados, y es el pulso que
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sentimos latir en todas sus acciones cuyo recuerdo tenemos. Estaba posesionado de un propsito que lo guiaba y lo impulsaba hacia adelante. La mayor parte de las vidas no se dirigen hacia ningn fin particular, sino que se dejan llevar adelante, bajo la influencia de variados sentimientos e instintos o por las corrientes de la sociedad, y nada terminan. Pero es evidente que Jess tena por delante un objetivo definido, que absorba sus pensamientos y desarrollaba toda su energa. A menudo daba como motivo para no hacer algo: "Mi hora no ha llegado", como si su designio absorbiera cada momento y como si cada hora tuviera designada su parte propia en la tarea. Esto imparta a su vida un celo y rapidez de ejecucin de que la mayor parte de las vidas carecen. Esto le salv tambin de perder su energa en detalles, y del cuidado por las cosas pequeas en que se disipan las vidas de los que no tienen una vocacin definida; y esto hizo que su vida, a pesar de ser tan variadas sus actividades, fuera una perfecta unidad. Muy ntimamente relacionada con esta cualidad haba otra muy saliente, que puede llamarse su fe. por la cual se quiere decir su asombrosa confianza en la realizacin de su propsito, y una aparente desatencin a los medios y a la oposicin. Si se considera, aun de la manera ms general, cuan vasto era su propsito reformar su nacin y emprender un movimiento religioso que deba ser eterno y universal; si se toma en consideracin la oposicin que encontraba y que l prevea que su causa tendra que encontrar a cada paso; y si se recuerda lo que l, como hombre, era un indocto campesino de Galilea su tranquila e intrpida confianza en su buen xito aparecer tan slo menos notable que el buen xito mismo. Despus de leer los Evangelios, una persona se pregunta con asombro qu hizo l para producir una impresin tan tremenda en el mundo. No cre ninguna maquinara complicada para asegurar el efecto. No puso su mano sobre los centros de influencia: educacin, riquezas, gobierno, etc. Es cierto que instituy la iglesia. Pero no dej ninguna explicacin detallada de la naturaleza de ella ni reglas para su constitucin. Era la sencillez de una fe que no busca medios, ni hace preparativos, sino que sencillamente sigue adelante y ejecuta su obra. Era la misma cualidad que segn l, poda traspasar montaas, y la que ms deseaba ver en sus discpulos. Era la insensatez del evangelio, de que se jactaba Pablo, saliendo con el denuedo que da el poder, pero con una escasez ridcula de equipo, para conquistar al mundo griego y romano. Una tercera cualidad saliente de su carcter era su originalidad. La mayor parte de las vidas se explican fcilmente. No son ms que productos de las circunstancias y copia de miles de otras vidas semejantes que coexisten con ellas o las han precedido. Nos modelan los hbitos y costumbres del pas a que pertenecemos, la moda, y el gusto de nuestra generacin, las tradiciones de nuestra educacin, las preocupaciones de nuestra escuela o secta. La obra que ejecutamos nos es determinada por un concurso fortuito de circunstancias; en lugar de crecer nuestras convicciones naturalmente desde adentro, las maneja una autoridad que viene de afuera; nuestras opiniones no son tradas en fragmentos por cada viento que sopla. Pero, cules circunstancias formaron al Hombre Cristo Jess? Nunca hubo otra edad ms rida y estril que aquella en que l naci. Era como una alta y vigorosa palmera nacida en un desierto. Qu haba en la vida estrecha de Nazaret para producir un carcter tan gigantesco? Cmo era posible que la aldea notoriamente pecadora produjera una pureza tan viviente?
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Quizs algn escriba le haya enseado las letras y los rudimentos del saber, pero su doctrina era una contradiccin completa de todo lo que los escribas enseaban. Nunca se apoderaron de su espritu libre, las modas de las sectas. Cuan claramente, en medio de los sonidos que llenaban el odo de su poca, oa l la desatendida voz de la verdad, tan diferente de aqullos! Cuan claramente, detrs de las pretensiones y las formas aceptadas de la piedad, vea la hermosa y desatendida figura de la santidad verdadera! Creca desde adentro. Diriga sus ojos directamente a los hechos de la naturaleza y de la vida, y crea lo que vea, en vez de permitir que su vista fuese modificada por lo que otros decan haber visto. Era igualmente fiel a la verdad en sus palabras. Se presentaba y hablaba sin vacilacin lo que crea, aunque sacuda hasta sus cimientos las instituciones, los credos, y las costumbres de su pas, y desataba las opiniones del pueblo en centenares de los puntos en que haban sido educados. Puede decirse en verdad, que a pesar de que la nacin judaica de su tiempo era un terreno totalmente rido, del que no era posible esperar que creciera cosa alguna que fuera vigorosa o grande, l se volvi a la primitiva historia de su nacin y nutra su espritu con las ideas de Moiss y de los profetas. Hay algo de verdad en esto. Pero, a pesar de su cariosa y constante familiaridad con ellos, los trataba con mano libre e intrpida. Los libr de s mismos y exhibi en su perfeccin las ideas que ellos enseaban slo en germen. Qu contraste entre el Dios del pacto con Israel y el Padre en los cielos que l revelaba; entre el templo con sus sacerdotes y sacrificios cruentos, y el culto en espritu y verdad; entre la moralidad nacional y ceremonial de la ley y la moralidad de la conciencia y del corazn! Aun en comparacin con las figuras de Moiss Elas, e Isaas, l se eleva sobre ellos en solitaria originalidad. Una cuarta y muy gloriosa cualidad de su carcter era su amor a os hombres. Ya se ha dicho que estaba posesionado de un propsito que dominaba todo. Pero en el fondo de un gran propsito es necesario que haya una gran pasin que le d forma y lo sostenga. El amor al hombre era la pasin que diriga e inspiraba a Jess. No se nos dice de manera explcita, cmo naci y creca este amor en el retiro de Nazaret, y de qu elementos se nutra. Slo sabemos que cuando apareci en pblico sta era una pasin dominante que sofocaba todo amor propio, le llenaba de una compasin ilimitada hacia la miseria humana, y le haca capaz de seguir adelante, sin vacilar, en la empresa a que se haba consagrado. Slo sabemos en general que este amor se nutra del concepto que tena del valor infinito del alma humana. Sobrepasaba todos los lmites que otros hombres han puesto a su benevolencia. Generalmente las diferencias de clase y de nacionalidad enfran el inters de los hombres unos por otros. En casi todo pas se ha considerado como una virtud aborrecer a los enemigos; y hay acuerdo general en aborrecer y evitar a aquellos que hayan violado las leyes de la respetabilidad. Pero Jess no haca caso de estas convenciones, teniendo en contra de ellas el concepto dominante del valor que perciba igualmente en el enemigo, el extranjero y el proscrito de la sociedad.
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Este amor dio forma al propsito de su vida. Le dio la simpata ms tierna e intensa hacia toda especie de dolor y de miseria. Era su motivo ms profundo para adoptar la vocacin de sanar. En donde ms necesidad haba de socorro, hacia all lo impulsaba su compasivo corazn. Pero era especialmente a salvar el alma a lo que su amor le impela. Saba que sta era la verdadera joya, para rescatar la cual deba emprenderse todo, y que las angustias y los peligros de ella eran los mayores de todos. Ha habido a veces un amor a otros sin este designio vital. Pero la sabidura diriga su amor hacia el verdadero bienestar de aquellos a quienes amaba. Comprenda que estaba haciendo lo mejor posible para ellos cuando los salvaba de sus pecados. Pero el atributo ms prominente de su carcter era su amor hacia Dios. Es el supremo honor y privilegio del hombre ser uno con Dios en sentimiento, pensamiento, y propsito. Jess tena esta cualidad en grado perfecto. Para nosotros es muy difcil formarnos en nuestro interior un concepto adecuado de Dios. La mayora de los hombres apenas piensan en l alguna vez, y aun los ms piadosos tienen que confesar que les cuesta un esfuerzo supremo disciplinar su mente hasta formar el hbito de tenerlo siempre presente. Cuando pensamos en l, es con un sentimiento penoso de la falta de armona entre lo que hay en nosotros y lo que hay en l. No podemos quedarnos ni por pocos momentos en su presencia, sin sentir en cierto grado que sus pensamientos no son nuestros pensamientos, ni sus caminos nuestros caminos. Con Jess no fue as. Siempre estaba consciente de la presencia de Dios. Nunca pas una hora, nunca efectu una accin, sin referencia directa a Dios. Dios lo rodeaba como el aire que respiraba o la luz del sol en que andaba. Sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus deseos nunca fueron, en lo mnimo, diferentes de los de Dios; su propsito, segn su ms plena conviccin, era el propsito de Dios para l. Cmo lleg a tener esta armona absoluta con Dios? En gran parte debe atribuirse a la perfecta armona de su naturaleza en s, pero en cierta medida la adquiri por los mismos medios por los cuales nosotros la procuramos con tanto trabajo; por el estudio de los pensamientos y propsitos de Dios, revelados en su Palabra, la cual desde su niez era su gozo constante; cultivando en toda su vida la costumbre de orar, para la cual hallaba tiempo aun cuando no tena tiempo para comer; y resistiendo con paciencia la tentacin de dar lugar a sus propios pensamientos y propsitos que fueran diferentes de los de Dios. Esto fue lo que le dio tanta fe e intrepidez en su obra; saba que el llamamiento para ejecutarla vena de Dios, y que l no deba morir hasta que fuese concluida. Esto fue lo que hizo de l, con toda su conciencia de s mismo y su originalidad, un modelo de humildad y sumisin; porque siempre reduca todo pensamiento y deseo a la obediencia a la voluntad de su Padre. Este fue el secreto de la paz y la majestuosa calma que impartan tanta grandeza a su conducta en las horas ms aflictivas de su vida. Saba que lo peor que pudiera sucederle sera contrariar la voluntad de su Padre acerca de l. Tena siempre a mano un retiro de perfecto descanso, silencio y luz, en el cual poda refugiarse del clamor y la confusin que le rodeaba. Este era el gran secreto que leg a sus discpulos cuando les dijo al partir: "La paz os dejo, mi paz os doy".
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La impecabilidad de Jess ha sido indicada con frecuencia como el atributo culminante de su carcter. Las Escrituras, que refieren con tanta franqueza los errores de sus hroes ms grandes, tales como Abraham y Moiss no tuvieron que registrar ningn pecado de l. No hay otro rasgo de los santos de la antigedad ms notable que su penitencia. Cuanto ms perfectamente santos fueron, tanto ms abundantes y amargas fueron sus lgrimas y lamentaciones por su naturaleza pecadora. Pero aunque es admitido de todos que Jess era la suprema figura religiosa en la historia, l nunca manifest este distintivo de la santidad; nunca hizo confesin de pecado alguno. No debe ser esto porque no tena pecado que confesar? Sin embargo, la idea de la impecabilidad es demasiado negativa para expresar la perfeccin de su carcter. El era sin pecado; pero lo era porque estaba completamente lleno de amor. El pecado contra Dios no es ms que la expresin de la falta de amor hacia Dios, y el pecado contra el hombre es falta de amor al hombre. Un ser completamente lleno de amor tanto a Dios como al hombre, no puede, de ninguna manera, pecar contra el uno o el otro. Esta plenitud de amor a su Padre y a la humanidad, dominando toda manifestacin de su ser, constitua la perfeccin de su carcter. A la impresin producida en ellos por su prolongado contacto con su Maestro, deban los doce todo lo que llegaron a ser. No podemos indicar con exactitud en qu tiempo comenzaron a comprender la verdad central del cristianismo, que tenan que publicar al mundo despus, es a saber que detrs de la ternura y majestad de este carcter humano, haba en l algo ms augusto; ni por qu grados sus impresiones se maduraron hasta llegar a la plena conviccin de que en l la humanidad perfecta estaba en unin con la divinidad perfecta. Este era el trmino de todas las revelaciones que les haca de s mismo. Pero el quebrantamiento de su fe al tiempo de la muerte de l muestra cuan poco maduras deben haber estado hasta entonces sus convicciones con respecto a su personalidad, por ms dignamente que hayan podido, en ciertas horas felices, expresar su fe en l. Fue la experiencia de la Resurreccin y Ascensin la que dio a las impresiones inestables que por largo tiempo haban estado acumulndose en su mente, el toque que las hizo cristalizarse en la conviccin inconmovible de que en Aqul con el cual les fue concedido asociarse tan ntimamente, Dios estaba manifestado en la carne.
***
Captulo 5
EL AO DE OPOSICIN
El cambio de sentimientos hacia l. Durante todo un ao Jess prosigui su obra en Galilea con energa incesante, andando entre las multitudes dignas de lstima que solicitaban su ayuda milagrosa y aprovechando toda oportunidad para derramar sus palabras de gracia y verdad en el odo de la muchedumbre o del ansioso inquiridor solitario. En centenares de hogares a cuyos miembros haba devuelto la salud y la alegra, su nombre debe de haber llegado a ser el asunto principal de conversacin. Miles de
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espritus cuyas profundidades haban sido movidas por su predicacin, pensaban en l con gratitud y amor. El eco de su fama resonaba cada vez ms distante. Por algn tiempo pareca que todos los de Galilea iban a ser sus discpulos y que el movimiento comenzado de esta manera podra con facilidad extenderse hacia el sur, venciendo toda oposicin y envolviendo todo el pas en un entusiasmo de amor para con el que los curaba, y de obediencia al Maestro. Pero apenas haban pasado doce meses, cuando se hizo tristemente evidente que esto no haba de ser. La mente galilea result ser terreno pedregoso, en donde la semilla del reino brot con rapidez, pero con igual rapidez se marchit. El cambio fue repentino y completo, y alter de una vez todas las condiciones de la vida de Jess. Permaneci en Galilea otros seis meses: pero stos fueron muy diferentes de los doce anteriores. Las voces que se oan alrededor de l ya no eran aclamaciones resonantes de gratitud y aplauso, sino voces amargas y blasfemas de oposicin. Ya no se le poda ver movindose de una poblacin grande a otra en el centro del pas, bien recibido por los que lo aguardaban para ver o experimentar sus milagros, y seguido por miles, ansiosos de no perder ni una sola palabra de sus discursos. Era un fugitivo buscando los lugares ms distantes y extraos y acompaado slo por un nmero reducido de discpulos. Al fin de los seis meses dej a Galilea para siempre, pero no como en un tiempo pudiera haberse esperado, llevado en alto sobre la crecida ola de reconocimiento pblico, para hacer fcil conquista de los corazones en la parte meridional del pas y tomar posesin victoriosa de Jerusaln, hecha incapaz de resistir a la voz unnime del pueblo. Es cierto que trabaj por otros seis meses en la parte meridional del pas Judea y Perea y que donde sus milagros eran vistos por primera vez no faltaban las mismas seales de entusiasmo pblico que haba encontrado en los primeros meses de gozo en Galilea; pero lo ms que hizo fue aadir unos pocos a la compaa de los fieles discpulos. En verdad, desde el da en que sali de Galilea, se dirigi constantemente hacia Jerusaln; y los seis meses que pas en Perea y Judea pueden considerarse como ocupados en un lento viaje para all; pero el viaje fue emprendido con la plena conviccin, que expresaba abiertamente a sus discpulos, de que en la capital no habra de conseguir ningn triunfo sobre corazones entusiastas y mentes convencidas, sino un rechazamiento nacional definitivo, ser muerto en vez de coronado. Debemos indicar las causas y el progreso de este cambio de sentimiento de parte de los galileos, y de este triste cambio en la carrera de Jess. Causas de la oposicin Desde el principio, las clases influyentes e instruidas haban tomado una actitud de oposicin a Jess. Los sectores ms mundanos de ellas los saduceos y los herodianos por largo tiempo les prestaron poca atencin. Tenan sus propios negocios en que ocuparse: sus riquezas, su influencia poltica y sus diversiones. Poco les interesaba el movimiento religioso que se verificaba entre las clases inferiores. El rumor pblico de que haba aparecido uno que profesaba ser el Mesas no despert ningn inters en ellos, porque no participaban de las esperanzas populares sobre el asunto. Se decan unos a otros que ste no era ms que otro de los pretendientes que las ideas peculiares del pueblo seguramente levantaran de tiempo en tiempo.
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Fue slo cuando les pareci que el movimiento amenazaba conducir a una revolucin poltica, la cual atraera sobre el pas la mano frrea de sus gobernantes romanos y dara al Procurador una excusa para nuevas extorsiones en que peligraran las propiedades y comodidades de ellos mismos, que se despertaron y fijaron su atencin en l. Motivos de la oposicin de los fariseos Fue muy diferente la reaccin de los sectores ms religiosos de las clases elevadas: los fariseos y los escribas. Ellos tomaban un inters profundo en todos los acontecimientos eclesisticos y religiosos. Un movimiento de carcter religioso entre el pueblo excitaba fuertemente su atencin, porque ellos mismos aspiraban a la influencia popular. Una voz nueva en el campo profetice o la promulgacin de una nueva doctrina o dogma cautivaba su odo inmediatamente. Pero sobre todo, cualquiera persona que se presentara como el Mesas, produca en ellos una grande excitacin, ya que abrigaban los ms ardientes deseos mesinicos, y en este tiempo sufran intensamente bajo el yugo extranjero. En su relacin con el resto de la comunidad, ellos correspondan a nuestro clero y principales legos religiosos, y es probable que formaran una proporcin similar de la poblacin y ejercan cuando menos tanta influencia como stos tienen entre nosotros. Se ha calculado que el nmero de ellos puede haber llegado a seis mil. Se consideraban como las personas mejores del pas, los que conservaban la respetabilidad y la ortodoxia, y las masas los respetaban como personas que tenan el derecho de juzgar y determinar todos los asuntos religiosos. No se les puede acusar de haber desatendido a Jess. Le daban su ms empeosa atencin desde el principio. Le seguan paso a paso. Discutan sus doctrinas y sus pretensiones, y tomaron por fin una decisin respecto a l. Esta decisin fue adversa, y la confirmaron con hechos, no disminuyendo su actividad ni por una hora. Esta es tal vez la ms solemne y asombrosa circunstancia en toda la tragedia de la vida de Cristo. Aquellos que lo rechazaban, lo perseguan como a una fiera, y lo asesinaron, eran los hombres que se consideraban como los mejores de la nacin, como sus maestros y modelos, los que celosamente conservaban las Escrituras y las tradiciones del pasado. Eran hombres que esperaban ansiosamente al Mesas, quienes juzgaron a Jess, segn ellos crean, de conformidad con las Escrituras, y pensaban que estaban obedeciendo los dictados de su conciencia y sirviendo a Dios al tratarle como lo hacan. No puede dejar de pasar a veces por la mente del lector de los Evangelios un fuerte sentimiento de lstima y una especie de simpata hacia ellos. Jess era tan diferente del Mesas que ellos esperaban y que sus padres les haban enseado a esperar! Contrariaba tan completamente sus preocupaciones y mximas, y deshonraba tantas cosas que ellos haban aprendido a considerar como sagradas! Se les puede compadecer seguramente; nunca hubo crimen como el de ellos, y nunca hubo castigo como el de ellos. Sentimos la misma tristeza con respecto a aquellos que se hallan arrojados en medio de cualquiera grande crisis en la historia del mundo y que, no entendiendo las seales del tiempo, han cado en errores fatales, como lo hicieron, por ejemplo aquellos que en el tiempo de la Reforma no pudieron declararse y seguir la marcha de la Providencia.
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Sin embargo, qu era lo que les pasaba en el fondo? Era precisamente que estaban tan cegados por el pecado que no podan ver la luz. Sus opiniones con respecto al Mesas haban sido pervertidas por siglos enteros de apego al mundo y de falta de espiritualidad. En esto eran herederos parecidos a sus antepasados. Consideraban a Jess como pecador, porque no se conformaba con las ordenanzas que sus padres profanamente haban aadido a la Palabra de Dios, y porque el concepto que ellos tenan de lo que es un hombre bueno, al cual concepto no corresponda Jess, era completamente falso. Jess les daba evidencia suficiente, pero no poda darles ojos para verla. Hay algo en el fondo de los corazones buenos y sinceros que, por ms larga y profundamente que haya sido sepultado bajo la preocupacin y el pecado, salta con alegra y con el deseo de abrazar lo que sea verdadero, lo que sea venerable, lo que sea puro y grande, cuando se acerca. Pero nada de esto haba en ellos; sus corazones estaban cauterizados, endurecidos y muertos. Para juzgarle, usaban sus reglas anticuadas y normas arbitrarias, y nunca bast la grandeza de l para desviarles de su fatal actitud de oposicin. El les pona delante la verdad, pero no tenan el odo afecto a la verdad para reconocer su sonido encantador. Les traa la ms deslumbrante pureza, tal que hubiera hecho a los arcngeles velar sus semblantes para mirarla, pero ellos no fueron intimidados. Les acerc el rostro mismo de misericordia y amor celestial, pero sus ofuscados ojos no respondieron. Podemos en verdad tener lstima de la conducta de tales personas como una espantosa calamidad, pero es mejor temerla y temblar ante ella como una espantosa culpabilidad. Mientras ms completamente pecaminosos llegan a ser los hombres, ms inevitable es que pequen; en cuanto ms grande se hace el cmulo de pecado de una nacin, ms inevitable es que se cometa algn horrendo crimen nacional. Pero cuando lo inevitable sucede, es objeto no slo de lstima, sino tambin de santa y celosa ira. Una cosa en Jess que desde el principio excit la oposicin de ellos fue lo humilde de su origen. Sus ojos estaban deslumbrados por las preocupaciones propias de los ricos y sabios, y no podan ver la grandeza del alma cuando se les presentaba aparte de los accidentes de posicin y cultura. El era hijo del pueblo. Haba sido carpintero, y segn crean ellos, haba nacido en la ruda y malvada Galilea. No haba cursado las escuelas de Jerusaln, ni bebido de las fuentes acreditadas de sabidura que existan all. Crean que un profeta, y sobre todo el Mesas, deba nacer en Judea, educarse en Jerusaln como el centro de la cultura y de la religin, y aliarse con todo lo que fuera distinguido e influyente en la nacin. Por el mismo motivo se ofendan a causa de los discpulos que l escogi y en cuya compaa andaba. Sus instrumentos escogidos no eran de entre ellos mismos, los sabios y de alta cuna, sino legos sin educacin, pobres pescadores. An ms, uno de ellos era publicano. Nada de lo que Jess hizo, tal vez, ofendi ms que la eleccin de Mateo, recaudador de tributos, para apstol. Como agentes de una potencia extranjera, los recaudadores de impuestos eran odiados por todo patriota y por toda persona respetable, tanto por su ocupacin como por sus extorsiones y su carcter. Cmo poda Jess esperar que hombres respetables y educados entraran en un crculo como el que haba formado alrededor de s?
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Adems, se mezclaba libremente con la clase nfima de la poblacin; con publcanos, rameras y pecadores. Nosotros que vivimos en los tiempos cristianos hemos aprendido a amarle ms por esto que por otra cosa alguna. Nos es fcil ver que si en verdad l era el que salvaba del pecado, no poda hallarse en una compaa que le conviniera mejor que la de los que ms necesitaban la salvacin. Ahora sabemos que poda creer que muchas de aquellas almas perdidas eran ms bien vctimas de las circunstancias, que pecadores voluntarios, y que pasando el imn por encima de la basura atraera muchos fragmentos de metal precioso. Los ms puros de espritu y los de ms elevada cuna han aprendido, desde entonces, a seguir sus pisadas, bajando a los confines de la inmundicia y del vicio para buscar y hallar a los perdidos. Pero ningn sentimiento de esta naturaleza se reconoca en el mundo antes de su venida. La masa de pecadores que estaban fuera de los lmites de la respetabilidad eran despreciados y aborrecidos como enemigos de la sociedad, y no se haca ningn esfuerzo para salvarlos. Al contrario, todos los que aspiraban a una distincin religiosa evitaban como una contaminacin aun el contacto con ellos. Simn el fariseo, cuando hosped a Jess, no dudaba de que si fuera profeta y supiera quin era la mujer que le tocaba, la hubiera despedido. Tales eran los sentimientos del tiempo. Sin embargo cuando Jess trajo al mundo el nuevo sentimiento y les mostr el rostro divino de misericordia, deban habero reconocido. Si sus corazones no hubieran sido completamente duros y crueles habran corrido a dar la bienvenida a esta revelacin humana de lo divino. El espectculo de pecadores que abandonaban sus malos caminos, de mujeres pecaminosas que lloraban a causa de su mala vida, y de extorsionadores como Zaqueo que se volvan sinceros y generosos, deba haberles deleitado. Pero no produjo este resultado, sino slo que aborreciesen a Jess por su compasin, y le llamasen amigo de publcanos y pecadores. Un tercer y muy grave motivo de oposicin era que l mismo no practicaba ni instaba a sus discpulos a practicar muchas de las observancias rituales, tales como ayunos, escrupulosidad en el lavamiento de manos antes de la comida, etc., que se consideraban entonces como los distintivos de un hombre santo. Se ha explicado ya cmo tuvieron principio estas costumbres. Haban sido inventadas en una edad fervorosa pero mecnica, con el fin de hacer resaltar las peculiaridades del carcter judaico y mantener la separacin entre los judos y las dems naciones. La intencin en su origen fue buena, pero el resultado fue deplorable. Pronto se olvid que no eran ms que invenciones humanas; se consideraban como obligatorias por autoridad divina, y fueron multiplicadas hasta regir toda hora del da y toda accin de la vida. Para la mayora de los hombres, llegaron a sustituir a la verdadera piedad y moralidad. Para las conciencias sensibles formaban una carga intolerable, porque apenas se poda dar un paso o mover un dedo, sin peligro de infringir alguna de ellas. Pero nadie dudaba de su autoridad, y la observancia escrupulosa de ellas era reputada como la insignia de una vida santa. Jess las consideraba como el mal ms grande de la poca. Por esto las desatenda y animaba a otros a hacer lo mismo, conducindolos al mismo tiempo a los grandes principios de juicio, misericordia y fe, y hacindolos sentir la majestad de la conciencia y la profundidad y
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espiritualidad de la ley. Pero de all result que Jess fue considerado como impo y engaador del pueblo. Especialmente en lo referente al sbado se notaba la diferencia entre l y los maestros religiosos. Sobre este punto las restricciones y reglas arbitrarias inventadas por ellos haban llegado a la ms portentosa exageracin, hasta el grado de cambiar el da de descanso, de gozo y bendicin, en una carga insoportable. El acostumbraba hacer sus curaciones en el sbado. Ellos crean que semejantes trabajos eran una violacin del mandamiento. El expuso el error de su objecin repetidas veces, explicndoles el carcter de la institucin misma como hecha "para el hombre", haciendo referencia a los antiguos santos, y aun a la analoga de las costumbres de ellos mismos en el da santo. Pero no se convencieron, y como l segua con su prctica a pesar de las objeciones de ellos, qued esto como motivo constante y amargo para que lo odiaran. Se comprender fcilmente que habiendo llegado a estas conclusiones por consideraciones tan mezquinas, no estaban de ningn modo dispuestos a escucharle cuando se anunciaba a s mismo como el Mesas, profesaba perdonar el pecado, e insinuaba su relacin superior con Dios. Habindose convencido de que l era impostor y engaador, consideraban semejantes aseveraciones como blasfemias odiosas, y no podan menos que desear tapar la boca al que las profera. Puede parecer extrao que no fueran convencidos por los milagros que haca. Si realmente haca los numerosos y estupendos milagros que se refieren de l, cmo podan resistir a una prueba tan evidente de su misin divina? La discusin entre las autoridades y el rudo razonadora quien Jess cur de la ceguera, en el captulo nueve de San Juan, demuestra cuan estrechados se vean a veces por razonamientos semejantes. Pero se haban satisfecho a s mismos con una rplica audaz. Debe recordarse que entre los judos, los milagros nunca se haban considerado como prueba concluyente de una misin divina; podan ser hechos por profetas falsos lo mismo que por los verdaderos. Podan ser atribuidos a la accin divina o a la diablica. Si era una cosa o la otra, deba determinarse por otras consideraciones. Por estas otras consideraciones ellos haban llegado a la conclusin de que l no era enviado por Dios; por consiguiente, atribuan sus milagros a una alianza con los poderes de las tinieblas. Jess combati esta interpretacin blasfema con toda la fuerza de una indignacin santa y con argumentos concluyentes; pero es fcil ver que sta era una posicin en que espritus como los de sus opositores podan atrincherarse con un sentimiento de mucha confianza. Muy temprano ellos haban formado un juicio adverso a l, y nunca lo cambiaron. Aun durante su primer ano en Judea, ya estaba casi formada la decisin en su contra. Cuando se extendi la noticia de su xito en Galilea, los llen de consternacin, y enviaron comisiones desde Jerusaln, para actuar de acuerdo con los adherentes locales de ellos para hacerle oposicin. Aun durante su ao de regocijo Jess tuvo repetidos encuentros con ellos. Al principio los trataba con consideracin y apelaba a su inteligencia y a su corazn. Pero pronto vio que esto era intil, y acept su oposicin como inevitable. Expona a sus oyentes lo vaco de las pretensiones de aqullos, y amonestaba a sus discpulos en contra de ellos. Entre tanto, ellos hacan todo lo que podan pan envenenar la mente del pblico en contra de l. Su xito fue
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tristemente completo. Cuando a fines del ao la ola de popularidad de Jess comenz a retroceder, se aprovecharon de esa ventaja, atacndole ms y ms atrevidamente. En su propsito maligno incluso llegaron a azuzar los espritus fros de los saduceos y herodianos, persuadindoles, sin duda, de que l estaba fomentando una revuelta popular que pondra en peligro el trono de su amo Herodes, que reinaba sobre Galilea. Aquel prncipe despreciable y sin carcter se hizo tambin perseguidor de Jess. Tena otros motivos de temerlo adems de los que indicaron sus cortesanos. Haca tiempo l haba asesinado a Juan Bautista. Era uno de los crmenes ms viles y detestables que se hallan en la historia, ejemplo aterrador del modo en que el pecado conduce al pecado, y de la perseverancia maligna con que una mujer mala consigue su objeto. Poco despus de cometido este crimen, sus cortesanos vinieron para hablar de los supuestos designios polticos de Jess. Pero cuando tuvo noticia del nuevo profeta, un pensamiento aterrador atraves su conciencia culpable. "Es Juan Bautista", exclam l, "a quien degoll. Se ha levantado de entre los muertos". Sin embargo deseaba verlo, sobrepujando su curiosidad a su terror. Era el deseo del len de ver al cordero. Jess nunca respondi a la invitacin. Pero precisamente por esto Herodes puede haber estado ms inclinado a escuchar las sugestiones de sus cortesanos de que lo arrestara como persona peligrosa. No pas mucho tiempo sin que procurase matarlo. Jess se mantena fuera de su alcance, y sin duda esto, a la vez que otros motivos ms importantes, ayud a cambiar el carcter de la vida de Jess en Galilea durante los ltimos seis meses de su permanencia all. Enajenacin del pueblo comn Opiniones populares acerca de l. Haba parecido por algn tiempo que su dominio sobre el espritu y el corazn del pueblo comn llegara a ser tan poderoso que traera irresistiblemente un reconocimiento nacional. Muchos son los movimientos vistos al principio con desagrado por autoridades y dignatarios que, encomendndose a las clases inferiores y consiguiendo su entusiasta reconocimiento, han podido llegar a posesionarse de las clases ms elevadas y conquistar los centros de influencia. Hay en el consentimiento nacional un punto en donde cualquier movimiento que a l llega se vuelve avalancha contra la cual la preocupacin y el desagrado oficial, por grandes que sean, no pueden sostenerse. Jess se entreg al pueblo comn de Galilea y ellos le dieron en cambio su amor y admiracin. En lugar de odiarlo como lo hacan los fariseos y los escribas, y llamarlo comiln y bebedor de vino, lo consideraban como profeta. Lo comparaban con las ms grandes figuras del pasado, y muchos, segn se impresionaban ms por lo sublime o lo conmovedor de sus enseanzas, decan que era Isaas o Jeremas, resucitado de entre los muertos. Era una idea comn de la poca que la venida del Mesas deba ser precedida por la resurreccin de algn profeta. Aquel en quien ms se pensaba era Elas. Por consiguiente, algunas personas crean que Jess era Elas. Pero lo consideraban slo como el precursor del Mesas, y no como el Mesas mismo. El no corresponda en nada a su concepto groseramente materialista del Libertador venidero. De vez en cuando en verdad, despus de que l haba hecho
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algn milagro extraordinariamente notable se levantaba una o algunas pocas voces, diciendo: "No es ste el que haba de venir? " Pero maravillosos como eran sus hechos y sus palabras, sin embargo, todo el aspecto de su vida era tan diferente de las preocupaciones de ellos, que la verdad no alcanz a imponerse en sus espritus fuerte y universalmente. Efecto de alimentar a los cinco mil. Por fin pareci haber llegado la hora decisiva. Esto fue precisamente en aquel punto crtico a que nos hemos referido a menudo: el fin de los doce meses en Galilea. Jess haba sabido de la muerte del Bautista, e inmediatamente se apresur a ir con sus discpulos a un lugar desierto para meditar y hablar sobre el funesto suceso. Naveg al lado oriental del lago, y desembarcando con sus discpulos en la verde llanura de Betsaida, subi con ellos a una montaa. Pronto se junt al pie de la montaa una gran multitud para orle y verle. Supieron en donde estaba, y vinieron a l de todas partes. Siempre pronto a sacrificarse por otros, descendi para hablarles y curarles. Se iba acercando la noche al mismo tiempo que se prolongaba su discurso, cuando movido de un impulso de compasin por la multitud necesitada, efectu el estupendo milagro de alimentar a los cinco mil. El efecto fue tremendo. Ellos se convencieron instantneamente de que ste no era otro sino el Mesas, y como no tenan sino un solo concepto de lo que esto quera decir, procuraron tomarlo por la fuerza y hacerlo rey. Queran obligarlo a hacerse el jefe de una revuelta mesinica, por la cual podran arrebatar el trono al Csar y a los principillos que ste haba establecido sobre las diferentes provincias. Negativa de Jess a ser su rey. Pareca ser la hora suprema del buen xito. Pero para Jess mismo era una hora de triste y amarga vergenza. Este era el nico resultado de su ao de trabajo! Este era el concepto que todava tenan de l! Y queran ellos determinar el curso de sus acciones, en vez de preguntarle humildemente qu quera que ellos hicieran! Acept esto como una indicacin decisiva del efecto de su obra en Galilea. Vio cuan poco profundos eran sus resultados. Galilea se haba sentenciado a s misma como indigna de ser el centro desde donde su reino pudiera extenderse sobre el resto del pas. Huy de tales deseos carnales, y al da siguiente, encontrndolos otra vez en Capernaum, les dijo cunto se haban equivocado respecto de l. Ellos buscaban un rey de pan, que les diera ociosidad y abundancia, montaas de pan, ros de leche, toda clase de comodidad sin trabajar. Lo que l tena para dar era el pan de vida eterna. Su discurso fue como una corriente de agua fra sobre el entusiasmo fogoso de aquellas turbas. Desde esa hora la causa de Jess estaba perdida en Galilea. "Muchos de sus discpulos se volvieron atrs, y no andaban ms con l". Esto era lo que l buscaba. El mismo dio el golpe mortal a su popularidad. Resolvi dedicarse desde entonces a los pocos que realmente entendan su carcter y que eran capaces de ser adherentes de una empresa espiritual. El aspecto cambiado de su ministerio
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Prueba de los discpulos. Sin embargo, a pesar de que el pueblo de Galilea, en su generalidad, se haba mostrado indigno de l, un nmero considerable permaneca fiel. El ncleo de este grupo lo formaban los apstoles; pero haba tambin otros, probablemente hasta el nmero de algunos centenares. Estos llegaron ahora a ser objeto de su cuidado especial. Los haba salvado como "tizones arrebatados 'de en medio del fuego", cuando toda la Galilea lo haba abandonado. Para ellos debe de haber sido un tiempo de grande prueba. Sus opiniones eran, en gran parte, las del pueblo. Ellos tambin esperaban un Mesas de esplendor mundano. Es cierto que haban aprendido a incluir en su concepto elementos ms profundos y espirituales, pero este concepto contena adems los elementos tradicionales y materialistas. Debe de haber sido un misterio penoso para ellos que Jess tardara tanto en ceirse la corona. Tan penoso haba sido esto para el Bautista en su solitaria prisin, que comenz a dudar si no habran sido ilusiones la visin que haba tenido en la ribera del Jordn y las grandes convicciones de su vida, y envi a preguntar a Jess si l realmente era el Cristo. La muerte del Bautista debe de haberles sido un golpe tremendo. Si Jess era el Poderoso que ellos pensaban, cmo poda permitir que su amigo llegase a tal fin? Pero a pesar de esto, no lo abandonaron. Mostraron qu ralo que los retena cerca de l por la respuesta que uno de ellos dio cuando, despus de la dispersin que sigui al discurso de Capernaum, les hizo la triste pregunta: "Queris acaso iros tambin vosotros? " Le respondi Simn Pedro: "Seor, a quin iremos? T tienes palabras de vida eterna". Sus opiniones no eran claras; estaban en medio de perplejidades; pero saban que de l estaban recibiendo la vida eterna. Esto los ligaba estrechamente con l, y les dio fuerza para esperar hasta que les aclarara aquellos misterios. Durante los ltimos seis meses que pas en Galilea, abandon en gran parte su antiguo trabajo de predicar y hacer milagros, y se consagr a la instruccin de estos adherentes. Hizo con ellos largos viajes a las partes ms distantes de la provincia, evitando la publicidad en cuanto fuera posible. As lo hallamos en Tiro y Sidn, lejos* al noroeste; en Cesrea de Filipo, en el lejano nordeste; y en Decpolis al sur y oriente del lago. Estos viajes, o ms bien huidas, se deban en parte a la amarga oposicin de los fariseos y en parte al temor de Herodes, pero principalmente al deseo de estar a solas con sus discpulos. El resultado precioso de estos viajes se ve en un incidente que se verific en Cesrea de Filipo. Jess comenz a preguntar a sus discpulos cules eran las opiniones populares acerca de l, y le dijeron las varias conjeturas que circulaban: que era un profeta, que era Elas, que era Juan Bautista, etc. "Pero vosotros, quin decs que soy", pregunt l; y Pedro contest por todos; " T eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! ". Esta era la conviccin deliberada y definitiva en la cual ellos estaban resueltos a permanecer, sucediera lo que sucediera. Jess recibi esta confesin con grande regocijo, e inmediatamente reconoci en los que la hicieron el ncleo de la futura iglesia que iba a ser edificada sobre la verdad a que ellos haban dado expresin. Pero el haber alcanzado ellos esto no hizo sino prepararles para una nueva prueba de su fe. Desde entonces, se nos dice, comenz l a informarles sobre sus sufrimientos y muerte que se aproximaban. Estos acontecimientos se destacaban con claridad en su propia mente como el nico fin que poda esperarse de su carrera. Esto lo haba indicado a ellos antes; pero con esa fina y cariosa consideracin con la que siempre acomodaba su enseanza a la capacidad de ellos, no
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se refera a estas cosas con frecuencia. Pero ahora que eran capaces hasta cierto punto de soportarlo, y como era inevitable y estaba ya cerca, lo afirmaba constantemente. Sin embargo, ellos mismos nos dicen que no lo entendan ni en lo ms mnimo. En unin de sus compatriotas esperaban a un Mesas que se sentara en el trono de David, y cuyo reino no tendra fin. Crean que Jess era este Mesas; y les era completamente incomprensible cmo, en lugar de reinar, haba de ser muerto al llegar a Jerusaln. Le escuchaban, discutan sus palabras entre s, pero consideraban la significacin literal de lo que deca como una absoluta imposibilidad. Pensaban que l no haca ms que emplear una de las expresiones parablicas a que era tan afecto, y que el verdadero significado era que la humilde forma actual de su obra haba de morir y desaparecer, y que su causa se levantara, por decirlo as, del sepulcro en una forma gloriosa y triunfante. El procuraba desengaarlos, entrando ms y ms minuciosamente en los detalles de sus sufrimientos venideros. Pero sus mentes no podan recibir la verdad. Las frecuentes disputas entre ellos en este perodo, sobre quin sera el mayor de ellos en el reino venidero, y la peticin de Salom, que deseaba que sus hijos se sentaran el uno a la derecha de Jess y el otro a su izquierda en su reino, demuestran cuan lejos del sentido verdadero estaban aun los mejores de ellos. Cuando dejaron a Galilea y subieron a Jerusaln, fue con la conviccin de que "el reino de Dios iba a ser manifestado inmediatamente", es decir, que Jess, al llegar ala capital, dejara la apariencia de humillacin que haba llevado hasta entonces, y venciendo todo obstculo por alguna manifestacin de su glora hasta entonces oculta, se sentara sobre el trono de sus padres. Cules eran los pensamientos y sentimientos de Jess mismo durante este ao? Para l fue un ao de dolorosa prueba. Ahora por primera vez las profundas lneas de ansiedad y dolor se trazaban en su semblante. Durante el ao de trabajos prsperos en Galilea, l estaba sostenido por el gozo de su constante buen xito. Pero ahora llegaba a ser, en el sentido ms exacto el "varn de dolores". Detrs de l estaba su rechazamiento por Galilea. La tristeza que senta al ver que el terreno en el cual haba empleado tanto trabajo resultaba ser estril, puede medirse slo por la grandeza de su amor a las almas que deseaba salvar, y la profundidad de su consagracin a su obra. Delante de l estaba su rechazamiento en Jerusaln. De este rechazamiento en Jerusaln estaba ahora seguro; se le presentaba y se destacaba constantemente y de una manera inequvoca a sus ojos, cada vez que los diriga hacia el futuro. Absorba sus pensamientos. Era una perspectiva terrible; y ya que se acercaba, conmova a veces su alma con un conflicto de sentimientos tales que apenas nos atrevemos a imaginrnoslos. Permaneca mucho tiempo en oracin. Este haba sido siempre su deleite y su recurso. En su perodo de mayor ocupacin estuvo a menudo tan cansado de los trabajos del da, que al acercarse la noche estaba para dejarse caer rendido de fatiga. A pesar de esto, acostumbraba escaparse de las multitudes y de sus discpulos y subir a la cima de una montaa, donde pasaba la noche en solitaria comunin con su Padre. Nunca dio un paso importante sin pasar una noche as. Pero ahora l estaba a solas con mucha mayor frecuencia que en ningn otro perodo, exponiendo su situacin a Dios "con vehemente clamor y lgrimas".
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Sus oraciones recibieron una respuesta admirable en la Transfiguracin. Esta escena gloriosa se verific a mediados del ao de oposicin, un poco antes de que dejara a Galilea y emprendiera su viaje final. La Transfiguracin se verific en parte para bien de los tres discpulos que lo acompaaron a la cima de la montaa, para aumentar su fe y hacerlos capaces de confirmar a sus hermanos. Pero tuvo un propsito especial referente a l mismo. Era una gracia especial de su Padre, un reconocimiento de su fidelidad hasta esta hora y una preparacin para lo que an le esperaba. Su partida, que iba a efectuar en Jerusaln, fue el tema de que conversaba con sus grandes predecesores Moiss y Elas, quienes podan participar de sus mismos sentimientos y a cuya obra haba de dar cima con su muerte. Inmediatamente despus de este suceso, dej a Galilea y se dirigi hacia el sur. Ocup seis meses en el camino a Jerusaln. Era parte de su misin predicar el reino en todo el pas, y as lo hizo. Envi setenta de sus discpulos delante de l a fin de preparar las aldeas y poblaciones para recibirlo. Otra vez, en este nuevo campo, hubo las mismas manifestaciones que se haban visto en Galilea durante los primeros meses de su trabajo all; las multitudes que le seguan, las maravillosas curaciones, etc. No tenemos sobre este perodo informes suficientes para seguirlo paso a paso. Lo encontramos en los confines de Samaria, en Perea, en las riberas del Jordn, en Betania, en la aldea de Efran. Pero Jerusaln era su trmino. Puso su rostro como un pedernal para ir all. A veces estaba tan absorto en la anticipacin de lo que le iba a suceder all, que sus discpulos, vindole caminar delante de ellos rpidamente y en silencio, quedaban llenos de asombro y aterrados. Una que otra vez, es cierto, ceda en algo su exaltacin, como cuando bendeca a los nios o cuando visitaba la casa de sus amigos en Betania. Pero su modo de ser en este perodo era ms austero, absorto y excitado que nunca. Sus disputas con sus enemigos eran ms violentas, y las condiciones que impona a los que se ofrecan para ser discpulos eran ms rigurosas. Todo indicaba que el fin se acercaba. Estaba posedo de su gran propsito de expiar los pecados del mundo, y su alma se angustiaba hasta que no fuera cumplido. La catstrofe se acercaba rpidamente. Durante los ltimos seis meses de su vida hizo dos visitas breves a Jerusaln antes de la ltima de todas. En cada ocasin la oposicin de las autoridades tom una forma ms amenazante. Procuraron arrestarlo en la primera ocasin, y tomaron piedras para apedrearlo en la segunda. Ya haban decretado que cualquiera que lo reconociese como el Mesas fuese excomulgado. Pero la excitacin producida en el espritu popular por la resurreccin de Lzaro a las puertas mismas de la ciudadela eclesistica fue lo que acab de convencer a las autoridades de que no podan quedar satisfechas sino con su muerte. As lo resolvieron en su concilio. Esto se verific slo un mes antes de que llegase el fin, y le hizo salir, por lo pronto, de las inmediaciones de Jerusaln. Pero se retir solamente hasta que sonara la hora que su Padre le haba designado.
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Captulo 6
EL FIN
La Pascua Estaba por terminarse el tercer ao del ministerio de Jess, cuando las estaciones trajeron en su giro la gran fiesta anual de la Pascua. Se dice que en semejante ocasin se juntaban en Jerusaln hasta dos o tres millones de forasteros. No slo se congregaban de todas partes de Palestina, sino que venan por mar y por tierra de todos los pases en donde la raza de Abraham estaba dispersa, para celebrar el suceso que dio comienzo a su historia nacional. Eran atrados por varios motivos. Algunos venan con los pensamientos solemnes y el profundo gozo religioso que correspondan al recuerdo venerable que se celebraba. Algunos deseaban principalmente reunirse con parientes y amigos de quienes haban estado largo tiempo separados por residir en tierras lejanas. No pocos de los ms bajos traan consigo las pasiones favoritas de su raza, y se interesaban principalmente por hacer algn buen negocio en un concurso tan grande. Pero este ao, los espritus de miles de personas estaban llenos de excitacin especial y venan a la capital esperando ver algo ms notable que todo lo que haban visto hasta entonces. Esperaban ver en la fiesta a Jess, y abrigaban muchos vagos presagios sobre lo que pudiera suceder relativo a l. El nombre de l era la palabra que ms que ninguna otra, pasaba de boca en boca entre los grupos de peregrinos que llenaban los caminos, y entre las reuniones de judos que conversaban entre s sobre la cubierta de las naves que venan de Asia Menor y de Egipto. Sin duda estaran presentes casi todos los discpulos de Jess, abrigando la ardiente esperanza de que por fin, en esta reunin nacional l dejara la apariencia de humillacin que ocultaba su gloria, y de alguna manera irresistible demostrara que era el Mesas. Debe de haber acudido multitud de personas de la parte meridional del pas, en donde l haba pasado los ltimos meses, llenos de las mismas opiniones entusiastas acerca de l que haban prevalecido en Galilea a fines de su primer ao all. Sin duda haba tambin miles de galileos favorablemente dispuestos hacia l y prontos a tomar el ms profundo inters en todo nuevo aspecto de sus asuntos. Otros miles, de puntos ms lejanos, que haban odo hablar de l pero nunca lo haban visto, suban a la capital con la esperanza de que l estara all, y de que tendran la ocasin de ver un milagro o de escuchar las palabras del nuevo profeta. Las autoridades de Jerusaln tambin esperaban su venida, aunque con sentimientos muy diferentes. Esperaban que algn suceso les dara por fin la oportunidad de quitarlo de en medio; pero no podan menos que temer que l se presentase a la cabeza de un squito provincial que le diera la supremaca sobre ellos. El rompimiento final con la nacin Su arribo a Betania Seis das antes de que comenzara la Pascua, Jess lleg a Betania, la aldea de sus amigos Marta, Mara y Lzaro, situada a media hora de distancia de la ciudad al otro lado de la cumbre
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del Monte de los Olivos. Era un lugar muy a propsito para vivir durante la fiesta, y all se aloj con sus amigos. Las solemnidades comenzaban el jueves, de modo que fue el viernes de la semana anterior cuando l lleg a Betania. Haba sido acompaado, en los ltimos 30 kilmetros, por una inmensa multitud de peregrinos, de quienes l era el centro de inters. Lo haban visto curar al ciego Bartimeo en Jeric y el milagro haba producido en ellos una excitacin extraordinaria. La aldea resonaba con la reciente resurreccin de Lzaro, cuando los peregrinos llegaron a Betania y en seguida llevaron a las multitudes que desde todas partes se haban reunido ya en Jerusaln, la noticia de que Jess haba llegado. Entrada triunfal en Jerusaln Por consiguiente, cuando despus de descansar en Betania durante el sbado, sali el domingo para ir a la ciudad, hall las calles de la aldea y los caminos cercanos llenos de una vasta multitud. Estaba formada en parte por los que lo haban acompaado el viernes, en parte, por nuevas aglomeraciones que haban venido tras l desde Jeric y haban odo hablar en el camino de sus milagros, y en parte por aquellos, que, oyendo que l se acercaba, haban salido en gran nmero para verlo. Lo recibieron con entusiasmo, y comenzaron a exclamar " Hosana al Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Seor! Hosana en las alturas! ". Era un movimiento mesinico tal como aquellos que l antes haba evitado. Pero ahora l lo acept. Probablemente estaba satisfecho de la sinceridad del homenaje que se le tributaba; y la hora haba llegado en que ninguna consideracin poda permitirle ocultar ms a la nacin el carcter con que l se presentaba y lo que exiga de la fe de ellos. Pero al ceder a los deseos de la multitud de que asumiera el carcter de un rey, mostr de una manera inequvoca en qu sentido aceptaba tal honor. Mand traer un pollino de asno, y habiendo sus discpulos puesto sobre el animal sus vestidos, se sent encima y camin a la cabeza de la multitud. No vena armado de pies a cabeza, ni montado en caballo de guerra, sino como Rey de sencillez y de paz. El cortejo pas la cuesta del Olivete y baj por su costado; atraves el Cedrn, y subiendo el declive que conduca a la puerta de la ciudad, pas por las calles hasta llegar al templo. La procesin se aumentaba conforme avanzaba. Gentes en gran nmero corran de todas direcciones para unirse a ella. Las aclamaciones resonaban cada vez ms fuertes. Los de la comitiva cortaban ramas de palmeras y de olivos y las agitaban triunfalmente. Los ciudadanos de Jerusaln corran a sus puertas, se asomaban a sus balcones, y preguntaban: "Quin es ste?". Los de la procesin contestaban: "Este es Jess, el profeta de Nazaret". Fue en efecto, una demostracin enteramente provincial. Los de Jerusaln no tomaron parte en ella, sino que se abstuvieron con indiferencia. Las autoridades saban demasiado bien lo que aquello quera decir, y lo vieron con ira y temor. Llegaron a Jess y le mandaron dar orden a sus seguidores de que se callasen, insinuando sin duda que si no lo haca, la guarnicin romana que tena su cuartel cerca, descendera sobre l y sobre ellos, y castigara la ciudad misma por un acto de traicin al Csar. No hay punto en la vida de Jess en el cual nos sintamos ms inclinados a preguntar: Qu habra sucedido, si sus aspiraciones se hubieran realizado; si los ciudadanos de Jerusaln
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hubieran sido arrastrados por el entusiasmo de los provincianos, y si las preocupaciones de los sacerdotes y escribas hubieran sido vencidas por el torrente de la aprobacin pblica? Estas cuestiones nos llevan muy pronto a un punto donde no hallamos fondo, pero ningn lector inteligente de los Evangelios puede menos que hacrselas. Jess se haba ofrecido formalmente a la capital y a las autoridades de la nacin, pero no lo aceptaron. El reconocimiento provincial de sus pretensiones no bastaba para conseguir el consentimiento nacional. Acept la decisin como final. La multitud esperaba una seal de l, y en su condicin excitada la hubiera obedecido, cualquiera que hubiera sido. Pero no les dio ninguna y, despus de mirar un poco a su alrededor en el templo, los dej y volvi a Betania. Frustrada as las esperanzas de la multitud, las autoridades tuvieron una oportunidad de la cual no tardaron en aprovecharse. Los fariseos no necesitaban estmulo, y aun los saduceos, aquellos fros y orgullosos amigos del buen orden, viendo en el estado del espritu popular un peligro para la paz pblica, se aliaron con sus acerbos enemigos en la decisin de quitarlo de en medio. El gran da de controversia El lunes y el martes volvi a aparecer en la ciudad y se ocup de su antiguo trabajo de sanar y ensear. Pero en el segundo de estos dius intervinieron las autoridades. Fariseos, saduceos y herodianos. pontfices, sacerdotes y escribas, hicieron en esta sola ocasin causa comn. Vinieron a l mientras enseaba en el templo y le preguntaron con qu autoridad haca estas cosas. Con toda la pompa de traje oficial, de orgullo social y de celebridad popular, se pusieron en contra del sencillo galileo, mientras las multitudes presenciaban la escena. Entraron en una astuta y prolongada controversia con l, sobre puntos escogidos de antemano, ponindole al frente sus ms hbiles controversias para sorprenderle en sus propias palabras. Procuraban o desacreditarlo ante la concurrencia, o sacar de sus labios, en el calor de la discusin, algo que sirviera de base para acusarlo ante la autoridad civil. As, por ejemplo, le preguntaron si era lcito dar tributo a Csar. Si contestaba que s. ellos saban que su popularidad se acabara al instante, porque esta sera una contradiccin completa a las ideas mesinicas del pueblo. Si por el contraro contestaba que no, lo acusaran ante el gobernador romano. Pero Jess era en extremo superior a ellos. Hora por hora rechazaba el ataque con firmeza. Su rectitud pona en vergenza la duplicidad de ellos, y su destreza en el argumento volvi contra el pecho de ellos todos los dardos que le dirigan. Por fin l llev la lucha a los terrenos de ellos mismos, y les convenci de tanta ignorancia o tanta falta de sinceridad que les puso en completa vergenza delante de los espectadores. Entonces, cuando los hubo hecho callar, solt sobre ellos la tempestad de su indignacin en la filpica que nos ha sido conservada en el captulo veintitrs de San Mateo. Expresando sin restriccin alguna el juicio adverso que haba estado formando durante toda su vida sin haberlo manifestado, expuso las hipcritas prcticas de ellos en frases que caan como rayos e hicieron de ellos un objeto de escarnio y de risa, no slo para los oyentes en aquella ocasin, sino desde entonces para el mundo entero.
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Este fue el rompimiento final entre l y ellos. Haban sido completamente humillados delante de todo el pueblo, sobre el cual estaban puestos en autoridad y honor. Esto les pareca intolerable, y se resolvieron a no perder ni una hora en buscar la venganza. Esa misma noche el Concilio Sanedrn celebr una sesin, en el calor de su ira, con el fin de formar algn plan para deshacerse de l. Quizs Nicodemo y Jos de Arimatea hayan protestado contra los procedimientos; pero los hicieron callar con indignacin, y por unanimidad acordaron matarlo inmediatamente. Pero las circunstancias contuvieron su cruel premura. Convena guardar cuando menos las apariencias de la justicia, y adems, era evidente que Jess gozaba de una popularidad inmensa entre los forasteros que llenaban la ciudad. Qu no poda hacer esa multitud ociosa si se le arrestaba en presencia suya? Era necesario esperar hasta que la masa de los peregrinos saliera de la ciudad. Acababan de llegar con grande repugnancia a esta conclusin, cuando recibieron una sorpresa inesperada y muy grata; uno de los propios discpulos de l se present y ofreci entregarlo por precio. Judas Iscariote Judas Iscariote es la palabra de escarnio usada por toda la raza humana. En su "Visin del infierno", Dante lo coloca en el ms profundo de todos los crculos de los condenados, como el nico que participa con Satans mismo del castigo ms extremado; y al fallo del poeta corresponde el de toda la humanidad. Sin embargo, Judas no era un monstruo de iniquidad tal que est ms all de nuestra comprensin o aun de nuestra simpata. La historia de su vil y espantosa cada es perfectamente inteligible. El se haba unido con los discpulos de Jess, como lo hicieron los otros apstoles, con la esperanza de tomar parte en una revolucin poltica y de ocupar algn alto puesto en un reino terrenal. Parece inconcebible* que Jess lo hubiera hecho apstol si no hubiera habido en l, en algn tiempo, un entusiasmo noble y una consagracin a l. Que era persona de energa superior y de capacidad administrativa, puede inferirse del hecho de que era tesorero de la compaa apostlica. Pero haba en la raz de su carcter un germen de corrupcin que gradualmente absorbi todo lo que haba de bueno en l, y se convirti en una pasin tirnica. Era el amor al dinero. Lo alimentaba con los hurtos de las pequeas sumas de dinero que Jess reciba de sus amigos para las necesidades de su acompaamiento y para el auxilio de los pobres entre los cuales l estaba continuamente. Judas esperaba dar satisfaccin ilimitada a esta pasin cuando llegara a ser canciller de la tesorera en el nuevo reino. Las miras de los otros apstoles eran quizs tan mundanas, al principio, como las de l. Pero el efecto de sus relaciones con el Maestro fue muy diferente. Ellos se hacan cada vez ms espirituales; l se haca siempre ms mundano. En verdad, mientras Jess viva, ellos nunca alcanzaron a tener la idea de un reino espiritual aparte de uno terrenal, pero los elementos espirituales que su Maestro les haba enseado a agregar a su concepto material se hacan cada vez ms prominentes. En gran manera fue quitado todo lo esencial de su concepto mundano, y qued solamente la corteza, que a su debido tiempo sera destruida y desaparecera.
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Pero las ideas terrenales de Judas lo ocupaban ms y ms, y lo despojaban cada vez ms de todo lo que hubiera en l de espiritual. Se impacientaba por la realizacin de estas ideas. Predicar y curar a los enfermos le pareca prdida de tiempo; la pureza y la espiritualidad de Jess lo irritaban. Por qu no estableca el reino de una vez? Despus podra predicar tanto como quisiera! Por fin comenzaba a sospechar que no habra reino alguno tal como lo haba esperado. Se consideraba como engaado, y comenz no slo a despreciar a su Maestro, sino a aborrecerlo. El hecho de que Jess no se hubiese aprovechado de la buena disposicin del pueblo en el Domingo de Ramos, acab de convencerlo de que era intil continuar ms en la causa. Vio que el barco se hunda, y se resolvi a abandonarlo. Llev a cabo su resolucin de una manera tal que corresponda a su pasin dominante y ganaba para s el favor de las autoridades. El ofrecimiento de Judas lleg a stas en el momento ms a propsito. Lo aceptaron ansiosamente, y habiendo convenido en el precio con este hombre miserable, lo enviaron a que buscara la oportunidad conveniente para entregarlo. La hall ms pronto de lo que ellos esperaban; a la segunda noche despus de haberse concluido el vil contrato. Jess en presencia de la muerte Multitud de sus pensamientos El cristianismo no tiene otra posesin ms preciosa que el recuerdo de Jess durante la semana en la cual estuvo cara a cara con la muerte. Inefablemente grande como era siempre, puede decirse reverentemente que nunca fue tan grande como durante estos das de la ms horrenda calamidad. Todo lo que tena de ms sublime y de ms tierno, los aspectos humano y divino de su carcter fue manifestado como nunca lo haba sido antes. Jess vino a Jerusaln con el conocimiento pleno de que su muerte se acercaba. Durante todo un ao el hecho haba estado constantemente a su vista, y lleg por fin lo que por mucho tiempo se haba esperado. Saba que era la voluntad de su Padre, y cuando lleg la hora dirigi sus pasos con valor sublime al lugar fatal. Pero no fue sin un conflicto terrible de sentimientos; flujo y reflujo de las ms diversas emociones. Angustia y xtasis, el abatimiento ms prolongado y abrumador, el gozo ms triunfante y la paz ms majestuosa iban y venan dentro de l como los movimientos de un vasto ocano. La muerte en perspectiva Algunas personas han dudado en atribuir a Jess algo del horror a la muerte tan natural en los hombres, pero seguramente carecen de razones suficientes. Es un instinto perfectamente inocente; quizs el mismo hecho de que el organismo fsico de Jess era puro y perfecto, puede haber sido causa de que este instinto fuera ms fuerte en l que en nosotros. Tngase presente cuan joven era. Tena apenas treinta y tres aos, y las corrientes de la vida eran fuertes en l. Estaba lleno de actividad. Que estas corrientes poderosas fuesen detenidas y que la luz y el calor de su vida fuesen apagados en las aguas heladas de la muerte, debe de haberle sido completamente repugnante. La visita de los griegos
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Un incidente acaecido el lunes le caus un grande acceso de este dolor instintivo. Algunos griegos que haban venido a la fiesta expresaron por conducto de dos de los apstoles su deseo de tener una entrevista con l. Haba en este perodo muchos paganos en diferentes partes del mundo donde se hablaba el griego, que haban hallado en la religin de los judos radicados entre ellos un asilo contra el atesmo y la repugnante inmoralidad de la poca, y se haban hecho proslitos del culto a Jehov. A esta clase pertenecan estos que le buscaban. Pero su peticin conmovi a Jess con pensamientos que ellos ni se imaginaban. Solamente dos o tres veces en el curso de su ministerio, segn parece, tuvo contacto con los representantes del mundo de ms all de los lmites de su propio pueblo, siendo su misin exclusivamente para las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero en cada una de estas ocasiones encontr una fe, una cortesa, y una nobleza que contrastaba con la incredulidad, la grosera y la pequeez de los judos. Cmo poda l menos que ansiar sobrepasar los lmites estrechos de Palestina y visitar naciones de genio tan sencillo y generoso? Debe de haber tenido a menudo visiones de una carrera como la que Pablo efectu despus, cuando llev las gozosas nuevas de tierra en tierra y evangeliz a Atenas, Roma y los dems grandes centros del Occidente. Qu gozo habra proporcionado a Jess semejante carrera, que senta dentro de s la energa y la abundante benevolencia tan a propsito para ese objeto! Pero la muerte estaba cerca para extinguirlo todo. La visita de los griegos hizo que lo inundara una grande ola de pensamientos. En vez de responder a su peticin, permaneci absorto, su semblante se oscureci, y su cuerpo se estremeca con la angustia del conflicto interior. Pero pronto se recobr y dio expresin a los pensamientos con los cuales fortificaba su alma en aquellos das: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, l solo queda; mas si muriere, mucho fruto lleva". "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traer a m mismo". Poda ver ms all de la muerte, por terrible y extraa que fuese la perspectiva, y poda asegurarse de que el efecto del sacrificio de s mismo sera infinitamente ms grande y ms extenso que jams podra serlo el de una misin personal al mundo pagano. Adems, la muerte era lo que su Padre le haba designado. Esta era la ltima y ms profunda consolacin con la que calmaba su alma humilde y fiel en esta ocasin como en otras semejantes: "Ahora est turbada mi alma; y qu dir? Padre, slvame de esta hora! Mas por esto he venido en esta hora. Padre, glorifica tu nombre!" Compasin por su patria La muerte se le acercaba con todo su acompaamiento terrible. Deba ser vctima de la traicin de uno de sus propios discpulos a quienes haba escogido y amado. Su vida iba a ser arrebatada por manos de los de su propia nacin, en la ciudad tan querida de l. Haba venido para exaltar su nacin hasta el cielo, y la haba amado con una consagracin nutrida de la ms inteligente y tierna familiaridad con su historia pasada y con los grandes hombres que la haban amado antes de l, y tambin del conocimiento de todo lo que poda hacer por ella. Pero su muerte hara descender el azote de mil maldiciones sobre Palestina y Jerusaln. Cuan claramente prevea el porvenir, lo muestra el memorable discurso profetice de Mateo 24, que pronunci a sus discpulos en la tarde del martes, sentado en la pendiente del Monte de los Olivos, con la desgraciada ciudad a sus pies. Cuan amarga era la angustia que le
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causaba qued demostrado el domingo, cuando aun en la hora de su triunfo, mientras la multitud gozosa lo conduca por el camino de la montaa, se detuvo en el punto en que la ciudad se presenta a la vista, y con lgrimas y lamentaciones predijo su ruina. Este deba haber sido el da de bodas de la hermosa ciudad, cuando se desposara con el Hijo de Dios; pero la palidez de la muerte estaba ya sobre su faz. El, que la hubiera estrechado contra su corazn, como la gallina recoge sus polluelos debajo de sus alas, vea las guilas ya en el cielo, volando velozmente para despedazarla. Soledad En las tardes de esta semana iba a Betania; pero es lo ms probable que haya pasado la mayor parte de las noches a solas, al aire libre. Vagaba por la soledad de la cumbre y entre los olivares y jardines que cubran las laderas de la colina, quiz pasando muchas veces por el mismo camino por donde la procesin haba avanzado. Mientras miraba al travs del valle, desde el punto en que se haba detenido antes, a la ciudad que dorma a la luz de la luna, interrumpa el silencio de la noche con gritos ms amargos que las lamentaciones que haba intimidado a la multitud; repitiendo muchas veces a su solitario corazn las grandes verdades que haba pronunciado en presencia de los griegos. Su aislamiento era terrible. Todo el mundo estaba en su contra: Jerusaln que ansiaba su muerte con odio apasionado, y los miles de provincianos que se haban apartado de l por el desengao que haban sufrido. Ni uno solo de sus apstoles, ni aun Juan, comprenda en el menor grado la situacin, ni era capaz de ser el depositario de los pensamientos de Jess. Esta era una de las gotas ms amargas de su cliz. Comprenda, como ninguna otra persona lo ha comprendido, la necesidad de vivir en el mundo despus de su muerte. La causa que l haba inaugurado no deba morir. Era para todo el mundo, y haba de durar por todas las generaciones y alcanzar todas las partes del globo. Pero despus de su partida, quedara en manos de los apstoles, quienes se mostraban ahora tan dbiles, tan indiferentes e ignorantes. Eran capaces de desempear la obra? No haba resultado uno de ellos ser traidor? No naufragara la causa, ya ido l? tal vez as le deca el tentador y todos sus extensos planes para la regeneracin del mundo no desapareceran como las visiones imaginarias de un sueo? Consuelo en la oracin Sin embargo, no estaba solo. Entre las densas sombras de los huertos y en la cima del Olivete, buscaba el recurso inagotable de otros y ms felices tiempos, y lo hall en su necesidad extrema. Su Padre estaba con l, y ofreciendo splicas con vehemente clamor y lgrimas, fue odo y librado de su temor. Tranquilizaba su espritu la conviccin de que el perfecto amor y sabidura de su Padre determinaban todo lo que le suceda, y de que estaba glorificando a su Padre y cumpliendo con la obra que le haba encomendado. Esto bastaba para desvanecer todo temor, y llenarlo de un gozo inefable y glorioso. En el cenculo Por fin se aproximaba la conclusin. Lleg la noche del jueves, cuando en toda casa de Jerusaln se coma la Pascua. Jess tambin, con los doce, se sent para comerla. El saba que
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sta era su ltima noche sobre la tierra y que sta era su reunin de despedida de los suyos. Afortunadamente se nos ha conservado una historia bastante completa de esta ocasin, la cual es bien conocida de todo cristiano. Fue la noche cumbre de su vida. Su alma rebosaba ternura y grandeza indescriptibles. Algunas sombras, es verdad, cruzaron su espritu en las primeras horas de la noche. Pero pronto pasaron; y durante las escenas de lavar los pies de los apstoles, comer la Pascua, instituir la cena del Seor, el discurso de despedida, y la oracin pontifical, toda la gloria de su carcter se daba a conocer. Se dej llevar completamente de los alegres impulsos de la amistad, manifestando sin lmite su amor a los suyos. Como si se hubiera olvidado de las imperfecciones de los discpulos, se regocijaba previendo las futuras victorias de ellos y el triunfo de su propia causa. Ninguna sombra interceptaba a su vista el rostro de su Padre, ni disminua la satisfaccin con que miraba su obra ya a punto de consumarse. Era como si la Pasin hubiera pasado ya, y la gloria de su exaltacin comenzase a brillar sobre l. Getseman Pero muy pronto vino la reaccin. Levantndose de la mesa a la media noche,pasaron por las calles y salieron fuera de la poblacin por la puerta oriental de la ciudad; atravesando el Cedrn, llegaron a un lugar muy frecuentado por l al pie del Olivete; el huerto de Getseman. Aqu sigui la pasmosa y memorable agona. Fue el acceso final del espritu de depresin que haba estado luchando toda la semana con el espritu de gozo y confianza que lleg a su colmo mientras estuvieron a la mesa. Fue el ataque final de la tentacin, de la cual su vida nunca haba estado exenta. Pero no nos atrevemos a analizar los elementos de la escena. Sabemos que todo concepto nuestro ha de ser completamente incapaz de agotar su significado. De qu manera, sobre todo, podemos apreciar aun en el menor grado,lo que formaba el elemento principal de esa escena, el peso abrumador, aselador, del pecado del mundo, que l expiaba? Pero la lucha termin en una victoria completa. Mientras los pobres discpulos pasaban dormidos las horas de preparacin para la crisis que ya estaba cerca, El se haba preparado completamente para ella. Haba subyugado los ltimos restos de tentacin; la amargura de la muerte haba pasado ya; y pudo sostener las escenas que siguieron con una calma que nada poda alterar, y con una majestad que convirti su juicio y crucifixin en el orgullo y la gloria de la humanidad. El juicio Acababa de triunfar en esta lucha cuando por entre las ramas de los olivos vio moverse a la luz de la luna la turba de sus enemigos, que venan bajando por la ladera opuesta, con el fin de arrestarlo. El traidor estaba a la cabeza de ellos. El conoca bien este sitio tan favorito de su Maestro, y probablemente esperaba hallarlo all dormido. Por este motivo haba escogido para su negro intento la media noche. Esta hora convena tambin a los que lo enviaban, porque teman el estado exaltado de los forasteros galileos que llenaban la ciudad. Por otra parte saban cunto horror causara a sus amigos si habiendo terminado el juicio durante la noche, lo podan presentar al despertarse el pueblo por la maana, como un criminal ya sentenciado y en manos de los que haban de ejecutar la ley. Haban trado linternas y antorchas, pensando que podran hallar a su vctima escondido en alguna cueva o que tendran que perseguirlo por entre el bosque. Pero l sali a encontrarlos a
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la entrada del huerto, y ellos temblaron cobardemente ante su mirada majestuosa y sus asoladoras palabras. El se entreg voluntariamente y lo condujeron otra vez a la ciudad. Probablemente era cerca de la media noche, y las horas restantes de la noche y de la madrugada fueron ocupadas con los procedimientos legales que deban observar antes de que pudieran satisfacer su sed de venganza. El juicio doble; motivo de esto Hubo dos juicios: uno eclesistico y otro civil, en cada uno de los cuales hubo tres grados. Aquel se verific primero ante Anas, luego ante Caifs, y una comisin irregular del Concilio Sanedrn y finalmente ante una sesin formal de esta corte; el juicio civil se verific, primero ante Pilato, luego ante Herodes, y por fin ante Pilato otra vez. La razn de este juicio doble era la situacin poltica del pas. Judea, como ya se ha explicado, estaba sujeta directamente al imperio romano. Formaba parte de la provincia de Siria, y era gobernada por un oficial romano que resida en Cesrea. Pero no era la poltica de Roma despojar de todas las formas de gobierno propio a los pases que haba subyugado. Aunque rega con manos de hierro, recolectando tributos con severidad, suprimiendo con prontitud toda seal de rebelin y haciendo efectiva su autoridad suprema en las grandes ocasiones, conceda sin embargo a los conquistados, tanto como poda, las insignias de su antiguo poder. Era especialmente tolerante en materia de religin. En Palestina permita al Concilio Sanedrn, corte suprema eclesistica de los judos, juzgar todas las causas religiosas. Solamente si la sentencia era de pena capital, su ejecucin no poda verificarse sin que la causa fuese revisada por el gobernador. Cuando un reo era sentenciado a la pena capital por el tribunal eclesistico judo, deba ser enviado a Cesrea y procesado ante la corte civil, a menos que el gobernador estuviera por acaso, en ese tiempo en Jerusaln. El crimen de que fue acusado Jess corresponda naturalmente a la corte eclesistica. Esta corte le sentenci a la ltima pena. Pero no tena el poder para ejecutarla. Deba entregarlo al tribunal del gobernador, que estaba en ese tiempo en la capital, pues era su costumbre visitada en la Pascua. El juicio eclesistico Jess fue conducido primero al palacio de Anas. Este era un anciano de setenta aos, que haba sido sumo sacerdote veinte aos antes, y an conservaba el ttulo, como lo hacan cinco de sus hijos que le haban sucedido, aunque su yerno Caifs era el sumo sacerdote actual. Su edad, su inteligencia y la influencia de su familia le daban una inmensa importancia social y era en la realidad aunque no en la forma, cabeza del Concilio Sanedrn. No juzg a Jess, pero quiso verlo y hacerle algunas preguntas, de modo que pronto fue llevado del palacio de Anas al de Caifs,que probablemente formaba parte del mismo grupo de edificios oficiales. Caifs, como actual sumo sacerdote, era presidente del Concilio Sanedrn ante el cual Jess fue juzgado. Una sesin legal de esta corte no poda verificarse antes de que saliera el sol, quiz cerca de las seis. Pero muchos de sus miembros estaban ya presentes, atrados por su
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inters en el juicio. Estaban ansiosos de emprender su trabajo, tanto para satisfacer su propio odio contra l, como para evitar que el pueblo interviniera en los procedimientos. Por esto resolvieron tener una sesin irregular, en la cual pudiera prepararse la acusacin, las pruebas y lo dems, de modo que cuando llegara la hora legal de abrir las puertas, no hubiera ms que hacer que repetir las formalidades necesarias y llevarlo al gobernador. As se hizo; y mientras Jerusaln dorma, estos "jueces celosos" se apresuraron a poner por obra sus negros designios. No comenzaron como podra haberse esperado, con una exposicin clara del crimen de que le acusaban. En verdad, les hubiera sido difcil hacerlo as porque estaban muy divididos entre s mismos. Muchas de las cosas de la vida de Jess que los fariseos consideraban como criminales eran vistas por los saduceos con indiferencia; y otros de sus actos tales como la purificacin del templo, que haban causado enojo entre los saduceos, agradaban a los fariseos. El sumo sacerdote comenz por preguntarle acerca de sus discpulos y su doctrina, evidentemente con el propsito de descubrir si haba enseado algunos principios revolucionarios que pudieran formar la base de una acusacin ante el gobernador. Pero Jess rechaz la insinuacin, afirmando con indignacin que siempre haba hablado abiertamente ante todo el mundo, y exigiendo que indicaran y probaran cualquier mal que l hubiera hecho. Esta rplica poco comn indujo a uno de los sirvientes de la corte a herirle en el rostro con una bofetada, acto que segn parece, la corte no reprimi, y que demostraba qu clase de "justicia" poda l esperar de parte de sus jueces. Despus se intent presentar testigos contra Jess, y varios se presentaron repitiendo afirmaciones que decan haber odo de l, de las cuales se esperaba poder formar una acusacin. Pero esto no dio resultado alguno. Los testigos no concordaban entre s; y cuando por fin, se logr que dos se unieran en una relacin torcida de algo que l haba dicho al principio de su ministerio, la cual pareca tener algn carcter criminal, result ser tan insuficiente que hubiera sido absurdo presentarse con eso ante el gobernador como la base de una grave acusacin. Ellos estaban resueltos a que l haba de morir; pero pareca que la presa se les escapaba de las manos. Jess contemplaba todo en absoluto silencio, mientras los testimonios contradictorios de los testigos se destruan mutuamente. Tranquilamente tom su posicin natural de superioridad sobre sus jueces. Lo comprendan; y por fin el presidente, en un rapto de ira e irritacin, se levant y le mand que hablase. Por qu habl el presidente en voz tan alta y penetrante? El espectculo humillante que se estaba verificando en el tribunal y la dignidad silenciosa de Jess comenzaban a turbar las conciencias aun de estos hombres as congregados al amparo de la noche. La causa se haba perdido por completo, cuando Caifs se levant de su asiento y con una solemnidad teatral le hizo esta pregunta: " Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres t el Cristo, el Hijo de Dios!". Fue una pregunta hecha simplemente con el fin de que se recriminara a s mismo. Pero l, que haba guardado silencio cuando bien poda haber hablado, ahora habl cuando poda haber guardado silencio. Con gran solemnidad contest afirmativamente que s, que l era el Mesas y el Hijo de Dios. Nada ms necesitaron sus jueces. Por unanimidad lo declararon culpable de blasfemia y digno de muerte.
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Todo el juicio se haba conducido con precipitacin y con total desatencin a las debidas formalidades de un cuerpo judicial. Todo era dictado por el deseo de descubrir alguna criminalidad y no de hacer justicia. Las mismas personas eran a la vez acusadores y jueces. Ni se pens en presentar testigos a favor de la defensa. Aunque los jueces actuaban, sin duda, en conciencia al dar el fallo, su decisin era la de espritus cerrados desde mucho antes contra la verdad y posedos de las pasiones ms amargas y vengativas. El juicio se consider como terminado ya, siendo una mera formalidad los procedimientos legales despus de la salida del sol, que se concluiran en pocos momentos. Por consiguiente, Jess fue entregado como reo sentenciado, a la crueldad de sus carceleros y del gento. Sigui una escena sobre la cual quisiramos correr un velo. Estall sobre l una brutalidad oriental de ultrajes tal que hiela la sangre. Parece que los mismos miembros del Concilio Sanedrn tomaron parte en ella. Este hombre que los haba confundido, disminuido su autoridad y expuesto su hipocresa, era para ellos muy odioso. Aun la frialdad de los saduceos poda Hervir con bastante calor, una vez que se excitara. El fanatismo farisaico invent nuevas crueldades. Le dieron de bofetadas, le escupieron, y cubrindole el rostro y mofndose de sus dones profticos le mandaban profetizar quin le haba herido, mientras le golpeaban cada uno a su turno. Pero no nos detendremos en contemplar una escena tan vergonzosa para la naturaleza humana. El juicio civil Probablemente fue entre las seis y las siete de la maana cuando llevaron a Jess, atado de cadenas, a la residencia del gobernador. Qu espectculo! Los sacerdotes, maestros y jueces de la nacin judaica conduciendo a su Mesas, para pedirle a un gentil que le diera la muerte! Era la hora del suicidio de la nacin. Esto era todo lo que haba resultado de la eleccin que Dios haba hecho de ellos, tomndolos sobre alas de guilas, y sostenindolos todos los das de la antigedad, envindoles profetas y libertadores, redimindolos de Egipto y de Babilonia, y haciendo que su divina gloria por muchos siglos pasase delante de sus ojos! Pareca estar burlada la misma Providencia. Pero Dios no puede ser burlado. Sus designios marchan a travs de todo el hilo de la historia con paso irresistible, sin atender a la voluntad del hombre; y aun esta hora trgica, en que la nacin judaica converta los beneficios divinos en objeto de irrisin, estaba destinada a demostrar las profundidades de su amor y de su sabidura. El hombre ante cuyo tribunal iba Jess a aparecer era Pondo Piloto, gobernador de Judea desde haca seis aos. Era el tipo de un romano, no de los sencillos del tiempo antiguo, sino de los del tiempo del imperio; un hombre cuya alma careca por completo de la antigua justicia romana, pero amante de los placeres, imperioso y corrompido. Aborreca a los judos a quienes gobernaba, y en momentos de clera derramaba libremente la sangre de ellos. Los judos correspondan con pasin a su aborrecimiento, y lo acusaban de todo crimen, mala administracin, crueldad y robo. Visitaba a Jerusaln con la menor frecuencia posible; porque en verdad, para una persona acostumbrada a los placeres de Roma, con sus teatros, baos, juegos y alegre sociedad, Jerusaln, con su religiosidad y el espritu revoltoso de sus habitantes, era una residencia triste. Cuando la visitaba, habitaba en el magnfico palacio de Heredes el Grande, pues
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era costumbre comn que los oficiales enviados por Roma a los pases conquistados ocuparan los palacios de los soberanos depuestos. Por la ancha avenida que conduca al frente del edificio, atravesando un magnfico parque, arreglado con calles, estanques y rboles de todas clases, los miembros del Concilio Sanedrn y la multitud que se haba ido uniendo a la procesin a su paso por las calles, condujeron a Jess. El tribunal estaba al aire libre, sobre un embaldosado de mosaico, al frente de aquella porcin del palacio que una sus dos colosales alas. Las autoridades judaicas esperaban que Pilato aceptara la decisin de ellos como suya propia, y que sin entrar en los pormenores del asunto pronunciara la sentencia que deseaban. Los gobernadores de las provincias hacan esto con frecuencia, especialmente en asuntos de religin, los que, como extranjeros, no era de esperarse que entendiesen. Por esto, cuando l pregunt cul era el crimen de Jess, ellos respondieron: "Si este no fuera malhechor, no te lo habramos entregado". Pero l no estaba en disposicin de hacer concesiones, y les dijo que si l no juzgaba al criminal, ellos tendran que contentarse con aplicarle el castigo que la ley les permita. Parece que l saba algo de Jess. "Saba que por envidia lo haban entregado". Es seguro que estaba informado de la procesin triunfal del domingo; y el hecho de que Jess no hiciera uso de aquella demostracin para realizar algn fin poltico, puede haberle convencido de que no era peligroso bajo este punto de vista. El sueo de su esposa puede indicar que Jess haba sido objeto de conversacin en el palacio; y quiz el hombre de sociedad y su esposa hayan sentido que su tedio por la visita a Jerusaln haba disminuido con la historia del entusiasta y joven aldeano que desafiaba a los fanticos sacerdotes. Forzados, contra lo que esperaban, a hacer cargos formales, las autoridades judaicas arrojaron una andanada de acusaciones, de entre las cuales sobresalan estas tres: que perverta la nacin, que prohiba pagar el tributo romano y que se haba establecido como rey. En el Concilio Sanedrn ellos lo haban condenado por blasfemia; pero tal acusacin habra sido tratada por Pilato, como ellos bien saban, de la misma manera que fue tratada despus por el gobernador romano, Galin, cuando los judos de Corinto la presentaron contra Pablo. Por eso tuvieron que inventar nuevas acusaciones, las cuales presentaran a Jess como peligroso al gobierno. Es humillante pensar que al hacerlo as, no slo llegaron a la ms grosera hipocresa, sino hasta a falsedades deliberadas; porque de qu otro modo podemos calificar la segunda acusacin, cuando recordamos la respuesta que l dio a esta misma pregunta el martes anterior? Pilato comprenda su pretendido celo por la autoridad romana. Conoca el valor de esta vehemente ansiedad de que el tributo romano fuese pagado. Levantndose de su asiento para escapar de los gritos fanticos de la turba, condujo a Jess al interior del palacio con el objeto de interrogarlo. Aunque no lo saba, era para l un momento solemne. Qu suerte tan terrible era la suya que le conduca a ese lugar y en tal tiempo! Haba centenares de oficiales romanos esparcidos por el imperio, que regan su vida por los mismos principios que normaban la de l. Por qu le toc a l venir a aplicar estos principios a este caso? Pilato no tena ni la ms remota idea de los resultados que estaba determinando. El reo puede haberle parecido un poco ms interesante y su causa ms difcil que las de otros; pero era
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solamente uno de los centenares que pasaban diariamente por sus manos. vNo era posible que le ocurriera que, aunque l pareca ser el juez, tanto l como el sistema que representaba comparecan ante el juicio de Uno cuya perfeccin juzgaba y descubra el carcter de todo hombre y sistema que se aproximaba a l. Le pregunt acerca de las acusaciones hechas en su contra, informndose especialmente de si era verdad que pretenda ser rey. Jess respondi que no haba sustentado tal pretensin en un sentido poltico, sino solamente en el terreno espiritual, como Rey de la verdad. Esta respuesta habra conmovido a cualquiera de aquellos espritus ms nobles del paganismo que pasaban su vida en busca de la verdad; y fue dada tal vez para ver si en el espritu de Pilato haba respuesta a tal sugestin. Pero ste no abrigaba tal pasin por la verdad, y pas adelante con una risa de desprecio. Sin embargo, estaba convencido de que detrs de ese rostro puro, pacfico y melanclico no haba nada de demagogo o revolucionario mesinico y volviendo al tribunal, dijo a los acusadores que lo haba absuelto. Este anuncio fue recibido con gritos de ira contrariada, y con la reiteracin en alta voz de las acusaciones en contra de Jess. Era aquel un espectculo enteramente judaico. Muchas veces esta chusma fantica haba vencido los deseos y decisiones de sus gobernantes extranjeros, solamente por sus clamores y pertinacia. Pilato deba haberlo librado y protegido inmediatamente. Pero l era un verdadero hijo del sistema en que haba sido educado; la poltica de conveniencias y estratagemas. En medio de los gritos que heran sus odos tuvo el gusto de or uno que le brindaba una excusa para deshacerse de todo el negocio. Ellos gritaban que Jess haba excitado al pueblo "por todo el pas, comenzando desde Galilea, hasta este lugar". Esto le record que Herodes, gobernador de Galilea, estaba en la ciudad y que poda excusarse de tan dificultoso asunto envindoselo a l, pues era un procedimiento comn de la ley romana transferir un prisionero del tribunal en que era arrestado al del territorio en que resida. Por esto lo mand en manos de los soldados de su guardia y acompaado por los infatigables acusadores, al palacio de Herodes. Hallaron a este principillo, que haba venido a Jerusaln para asistir a la fiesta, en medio de su pequea corte de aduladores y alegres compaeros, y rodeado de los guardias que mantena en imitacin de sus amos extranjeros. Mucho se alegr al ver a Jess, cuya fama haba sonado por tanto tiempo en todo el territorio que l gobernaba. Era el tipo de un prncipe oriental; tena un solo pensamiento en su vida: su propio placer y diversin. Fue a la Pascua solamente para distraerse. La venida de Jess pareca prometerle una nueva sensacin, cosa de la cual l y su corte tenan a menudo necesidad urgente; esperaba ver a Jess hacer algn milagro. Era un hombre completamente incapaz de tomar en serio cosa alguna, y aun pas por alto el negocio por el que los judos estaban tan preocupados, y comenz a proferir un diluvio de preguntas y observaciones sin dar lugar a la respuesta. Pero al fin se cans, y entonces esper la contestacin de Jess. Pero esper en vano, pues Jess no se dign dirigirle una sola palabra de ninguna clase. Herodes haba olvidado el asesinato del Bautista, pues en su alma sin carcter toda impresin era como escrita en el agua; pero Jess no lo haba olvidado. Comprenda que Herodes deba avergonzarse al ver en su presencia al amigo del Bautista. No se humillara ni aun
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hablando a un hombre capaz de tratarlo como un simple operador de milagros que poda comprar el favor de su juez exhibiendo su habilidad; miraba con tristeza y vergenza a aquel que haba abusado tanto de s mismo que ya no le quedaba ni conciencia ni virilidad. Pero Herodes era incapaz de sentir la fuerza aniquiladora del desdn de aquel silencio. El y sus hombres de guerra tuvieron en nada a Jess. Echaron sobre sus hombros una tnica blanca a imitacin de la que usaban en Roma los candidatos que aspiraban a algn cargo, para indicar que era candidato al trono de los judos, pero tan ridculo que era intil tratarlo sino con desprecio, y lo mand volver a Pilato. En ese traje volvi Jess sus cansados pasos al tribunal del romano. Entonces sigui de parte de Pilato una serie de procedimientos que hicieron de su persona el tipo del contemporizador, para ser exhibido a los siglos bajo la luz de Cristo que todo lo revela. Era evidentemente su deber, cuando Cristo volvi de Herodes, pronunciar desde luego el fallo de absolucin. Pero en vez de hacerlo as, ech mano a la poltica y, forzado de un paso falso a otro, fue por fin despeado al precipicio de una completa traicin a la justicia. La ejecucin de aquel monstruoso propsito fue sin embargo interrumpida por un incidente que pareca ofrecer a Pilato una vez ms, un medio de escaparse de la dificultad. Era costumbre del gobernador romano, en la maana de la Pascua, poner en libertad cualesquiera de los presos que el pueblo deseara. Era un privilegio altamente apreciado por los habitantes de Jerusaln, porque siempre haba en la crcel una abundancia de presos, a quienes la multitud consideraba como hroes, por haberse rebelado contra el aborrecido yugo extranjero. En este momento del juicio de Jess la turba de la ciudad, desbordndose de las calles y callejuelas a la manera de los orientales, lleg como un torrente por toda la avenida, hasta frente del palacio, pidiendo a gritos su prerrogativa anual. Por esta vez la peticin agrad a Pilato, porque vio en ella una manera de escaparse de su desagradable posicin. Pero esto result ser un lazo en que estaba metiendo el cuello. Ofreci a la turba la vida de Jess. Por un momento sta qued indecisa. Pero ellos tenan un favorito, un caudillo distinguido contra la dominacin romana. Adems empez inmediatamente a correr por todos los odos una voz que acuda a todo motivo de persuasin con el objeto de inducirles a que no aceptaran a Jess. En lugar del celo que una hora antes haban mostrado tener para con la ley y el orden, los miembros del Concilio Sanedrn no tuvieron escrpulo en ponerse del lado del campen de la revuelta, y tuvieron muy buen xito en envenenar la mente del pueblo, que comenz a clamar a favor de su propio hroe Barrabs. "Qu, pues, har con Jess? ", pregunt Pilato, esperando que la respuesta de ellos fuera: "Dnoslo tambin". Pero l se equivocaba; las autoridades judaicas haban ejecutado con xito su trabajo. De miles de pechos reson el grito: " Sea crucificado!". Tales sacerdotes, tal pueblo: la nacin ratificaba lo que sus sus gobernantes decan. Completamente confundido, Poncio Pilato pregunt con enojo: "Por qu? Qu mal les ha hecho?". Pero l haba puesto la decisin en sus manos, y ellos gritaron: "Fuera con l! Crucifcale, crucifcale! ". Pilato no pensaba todava en sacrificar la justicia por completo. Todava tena un recurso en reserva, pero entre tanto mand a azotar a Jess; el acostumbrado preliminar de la crucifixin. Los soldados lo llevaron al cuartel vecino, y all satisficieron sus instintos crueles con los sufrimientos de Jess. No podemos describir la vergenza, y el dolor de este repugnante castigo,
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Qu sera para l, con su honor y amor a la naturaleza humana, el ser maltratado por aquellos hombres groseros y ver tan de cerca la ms extrema crueldad de la naturaleza humana! Los soldados se daban gusto en esta obra, y agregaban el insulto a la crueldad. Cuando acabaron de azotarle, le hicieron sentar, pusieron sobre sus hombros un manto de grana en burlesca imitacin de la prpura real y un pedazo de caa en las manos como cetro; y tejiendo algunas ramas espinosas de una zarza cercana y dndole la apariencia grosera de una corona, clavaron las punzantes espinas sobre sus sienes. Entonces, pasando por delante de l, cada uno por turno hincaba la rodilla, mientras al mismo tiempo escupan su semblante y tomando de su mano la caa, le heran en la cabeza y en el rostro. Al fin, habiendo saciado su crueldad, lo condujeron nuevamente al tribunal, llevando la corona de espinas y el manto de prpura. Al ver la mofa de los soldados las multitudes lanzaron gritos y carcajadas insensatas. Pilato, con semblante burlesco, empuj adelante a Jess, para que las miradas de todos se concentraran en l, y exclam: " He aqu el hombre! " Quera decir que seguramente no era necesario hacer ms con l; que no vala la pena ocuparse de l. Acaso podra uno tan quebrantado y tan miserable hacer algn dao? Cuan poco entenda sus propias palabras! Aquel " Ecce Homo! " resuena todava por todo el mundo y atrae las miradas de todas las generaciones a aquel rostro maltratado. Y contemplndolo, la vergenza desaparece; se ha quitado de l para caer sobre Pilato mismo, sobre los soldados, los sacerdotes y la multitud. La deslumbrante gloria ha destruido el ltimo resto de ignominia, y ha tachonado la corona de espinas con centenares de puntos de deslumbrante brillantez. Pero Pilato estaba igualmente equivocado en su concepto del pueblo que gobernaba, cuando supuso que la vista de la miseria y debilidad de Jess satisfara la sed de venganza. La objecin que ellos haban hecho siempre contra l haba sido que uno tan pobre y sin ambicin quisiera ser el Mesas; y la vista de l ahora, azotado y escarnecido por el soldado extranjero pero todava queriendo ser rey, hizo que su ira rayara en locura. Ahora ms que nunca, gritaron: " Crucifcale!" Ahora tambin por fin dejaron escapar la acusacin verdadera, la que haca mucho que tena lacerando sus corazones y que ya no podan soportar por ms tiempo: "Nosotros tenemos una ley", gritaron, "y segn nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios". Estas palabras tocaron en el corazn de Pilato una fibra en la cual ellos no pensaron. En las antiguas tradiciones de su tierra natal haba muchas leyendas de hijos de los dioses que en tiempos pasados haban vivido sobre la tierra de modo tan humilde que no se podan distinguir del comn de los hombres. Era peligroso tener que ver con ellos, pues un mal que se les hiciera atraera sobre el ofensor la ira de los dioses padres. La fe en estos antiguos mitos haba desaparecido desde haca mucho tiempo, porque no se vean en la tierra hombres tan distintos de sus semejantes que hiciera necesaria semejante explicacin. Mas en Jess, Pilato haba visto algo inexplicable que le haba llenado de un terror indefinido. Y ahora las palabras de la multitud: "El se hizo Hijo de Dios...", cayeron como un
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rayo. Hicieron volver de lo ms escondido de su memoria las antiguas y olvidadas historias de su niez, y revivieron el terror pagano, que forma el tema de algunos de los ms grandes dramas griegos, de cometer inadvertidamente un crimen que desatara la venganza tremenda de los cielos. Su mente pagana razonaba de este modo: No podra Jess ser el Hijo del Jehov de los hebreos, como Castor y Plux lo fueron de Jpiter? Apresuradamente lo hizo entrar otra vez al palacio y mirndole con nuevo pavor y curiosidad, le pregunt: "De dnde eres t?" Pero Jess no le respondi ni una palabra. Pilato no le haba escuchado cuando Jess deseaba explicarle todo; haba ultrajado su propio sentimiento de justicia por la flagelacin; y si un hombre vuelve la espalda a Cristo cuando l habla, la hora vendr en que preguntar y no recibir respuesta. El orgulloso gobernador estaba sorprendido e irritado a la vez, y pregunt: "A m no me hablas? No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte? ". A lo que Jess respondi, con la indescriptible dignidad de que la brutal vergenza de su tortura no le haba hecho perder nada: "Ninguna potestad tendras contra m, si no te fuese dada de arriba". Pilato se haba jactado del poder que tena para hacer lo que quisiera con el prisionero; pero era en realidad muy dbil. Volvi de su entrevista privada con la determinacin de ponerlo en libertad inmediatamente. Los judos vieron esta resolucin pintada en su semblante y esto les hizo sacar su ltima arma, la que tenan en reserva desde el principio; amenazaron acusarle ante el emperador. Esto fue el significado del alarido con que interrumpieron sus primeras palabras: "Si a ste sueltas, no eres amigo de Csar". Esto haba estado en la mente tanto de ellos como de Pilato en todo el curso del juicio. Esto era lo que le haba hecho estar tan indeciso. No haba otra cosa que un gobernador romano temiera tanto como que fuese enviada por sus sbditos semejante queja. En este tiempo era especialmente peligroso; porque ocupaba el trono imperial un sombro y desconfiado tirano, que se complaca en degradar a sus propios servidores, y que se encendera en un momento a la insinuacin de que uno de sus subordinados favoreca a un aspirante al poder real. Pilato comprenda demasiado bien que su administracin no poda resistir a una inspeccin, pues haba sido cruel y corrompido en extremo. Nada puede estorbar tan absolutamente a un hombre en hacer el bien que quiere, como el mal que ha practicado en su vida pasada. Esta fue la tentacin que rindi por fin a Pilato, precisamente cuando se haba resuelto a obedecer a su conciencia. El no era un hroe que siguiera sus convicciones a toda costa. Era enteramente mundano, y vio que tena que entregar a Jess a la voluntad de ellos. Sin embargo, l era preso no slo de la ira por su completa derrota, sino tambin de un poderoso temor religioso. Pidiendo agua, se lav las manos en presencia de la multitud, y exclam: "Soy inocente de la sangre de este justo". Se lav las manos cuando deba haberlas usado. El agua no lava tan fcilmente la sangre. Pero la turba, en triunfo completo, hizo mofa de sus escrpulos llenando el aire con sus vociferaciones de: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos". Pilato sinti vivamente el insulto, y volviendo contra ellos su enojo, quiso tener tambin su triunfo. Ech a Jess delante de modo que todos lo vieran, comenz a burlarse de ellos, pretendiendo considerarlo como verdaderamente su Rey, y pregunt: "A vuestro rey he de
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crucificar?". Ahora toc a ellos su turno para sentir el a-guijn de la mofa y gritaron: " No tenemos ms rey que Csar!". Qu confesin en boca de los judos! Era renunciar a la libertad y la historia de la nacin. Pilato les tom la palabra y entreg inmediatamente a Jess para que lo crucificaran. La crucifixin Ellos haban conseguido arrebatar a su vctima de las manos de Pilato, en contra de la voluntad de ste, y "tomaron entonces a Jess y le condujeron fuera de la ciudad". Al fin podan satisfacer su odio en el ms alto grado. Lo llevaron precipitadamente al lugar de ejecucin, con todas las manifestaciones de un triunfo inhumano. Los ejecutores eran soldados de la guardia del gobernador; pero moralmente la accin perteneca por completo a las autoridades judas. Ni aun as quisieron dejarla a cargo de los empleados de la ley a quienes corresponda, sino que con indecorosa ansiedad se pusieron ellos mismos a la cabeza de la procesin, con el objeto de celebrar su venganza contemplando los sufrimientos de Jess. La turba Deben de haber sido ya cerca de las diez de la maana. La multitud frente al palacio se haba ido aumentando. Cuando la procesin fatal, encabezada por los miembros del Concilio Sanedrn pas por las calles, atrajo a muchos ms. Era da de fiesta, de modo que haba millares de ociosos, listos para cualquier novedad. Todos aquellos, especialmente, que haban sido inoculados con el fanatismo de las autoridades, salieron en gran nmero para presenciar la ejecucin. Era pues en medio de millares de espectadores despreciativos y crueles que Jess caminaba a la muerte. El Calvario El lugar donde l padeci no puede sealarse ahora con certeza. Estaba fuera de las puertas de la ciudad, y era indudablemente el lugar comn de ejecucin. Se llama generalmente el monte del Calvario, pero no hay nada en los Evangelios que justifique semejante nombre, ni parece haber habido ninguna colina en las inmediaciones sobre la cual pudiera haber tenido lugar. El nombre Glgota, "lugar de la calavera", puede significar la cima de una colina que tuviese tal forma, pero ms probablemente se refiere a las horribles reliquias all esparcidas de las tragedias verificadas en aquel lugar. Era probablemente un espacio ancho y despejado, en el que poda reunirse una multitud de espectadores; y parece haber estado al lado de algn camino muy frecuentado, porque adems de los espectadores estacionarios, haba muchos otros que pasando por all, hacan tambin mofa de Jess en sus sufrimientos. Los horrores de esta forma de muerte La crucifixin era una muerte indeciblemente horrible. Como nos dice Cicern, que estaba familiarizado con este suplicio, era el ms cruel y vergonzoso de todos los castigos. Aade "que nunca al cuerpo de un ciudadano romano se acerque esto, ni aun a su pensamiento, vista ni odo". Estaba reservada para los esclavos y los revolucionarios, cuyo fin deba marcarse con especial infamia. Nada poda ser ms contranatural y repugnante que colgar a un hombre con
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vida en semejante posicin. La idea parece haber tenido su origen en la costumbre de clavar bestias dainas en algn lugar pblico, como una especie de diversin vengativa. Si la muerte hubiera venido durante los primeros golpes, an as habra sido terrible y dolorosa. Pero generalmente la vctima padeca dos o tres das con el dolor ardiente de los clavos en sus manos y pies; la tortura de tener las venas sobrecargadas; y lo peor de todo, la sed insoportable que aumentaba cada vez ms. Era imposible no moverse para aliviar sus penas; sin embargo, cada movimiento traa consigo una nueva y excesiva agona. Su triunfo sobre ellos Pero con gusto nos apartamos del horrible espectculo para pensar cmo, por la fuerza de su alma, su resignacin y su amor, triunf Jess sobre la vergenza, la crueldad, y el horror de esa muerte. De la misma manera que el sol, al ponerse con encamada gloria, hace que aun el charco corrompido brille como un escudo de oro, e inunda de esplendor aun los objetos ms viles que alumbren sus rayos, as l convirti el smbolo de la esclavitud, maldad y horror, en smbolo de lo ms puro y glorioso en el mundo. La cabeza estaba suelta en la crucifixin, de modo que l poda no slo ver lo que suceda abajo, sino tambin hablar. Pronunci a intervalos siete palabras, las cuales se nos han dejado como siete ventanas por las cuales podemos ver aun dentro de su misma mente y corazn y aprender las impresiones hechas en l por lo que aconteca. Ellas nos demuestran que mantena inquebrantable la serenidad y majestad que le caracterizaron durante el juicio, y que exhiba de una manera sobresaliente todas las cualidades que ya haban hecho ilustre su carcter. Triunf sobre sus sufrimientos, no por la serenidad indiferente del estoico, sino por el amor que le haca olvidarse de s mismo. Cuando desmayaba en la va dolorosa, bajo la carga de la cruz, olvid su fatiga y ansiedad para compadecerse de las hijas de Jerusaln y de los hijos de ellas. Cuando lo clavaron en la cruz, estaba absorto en oracin por sus asesinos. Olvid los sufrimientos de las primeras horas de crucifixin por su inters en el ladrn arrepentido, y en su cuidado de proveer un nuevo hogar para su madre. Nunca mostr su verdadero carcter ms completamente; carcter de absoluta negacin en su trabajo por los dems. Sus sufrimientos mentales Fue en verdad, solamente por su amor que pudo sufrir tan profundamente. Sus sufrimientos fsicos, aunque intensos y prolongados, no fueron mayores que los que han soportado otros, a menos que lo exquisito de su organismo fsico los haya aumentado a un grado que a los dems hombres nos es inconcebible. El no dur ms que cinco horas, tiempo ms corto que el comn, tanto que los soldados que estaban encargados de quebrarle las piernas, se sorprendieron al encontrarlo ya muerto. Sus peores sufrimientos eran los del espritu. El, cuya vida era amor, que ansiaba el amor como el ciervo suspira por las corrientes de agua, estaba rodeado de un mar de odio y de pasiones oscuras, amargas e infernales, que surgan a su alrededor y rompan en oleadas contra la cruz. Su alma era completamente pura; la santidad era su misma vida; pero el pecado la rodeaba y la oprima con su contacto detestable, que la haca estremecerse en todas sus partes.
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Los miembros del Concilio Sanedrn fueron los primeros en descargar sobre l todas las expresiones posibles de desprecio y de odio malicioso, y el pueblo segua fielmente su ejemplo. Estos eran los hombres que l haba amado y amaba an con pasin inextinguible; y ellos le insultaban, le golpeaban y pisoteaban su amor. Por los labios de ellos el maligno reiteraba una y otra vez la tentacin con la cual haba acometido a Jess durante toda su vida, la de salvarse a s mismo y ganar la fe de la nacin por alguna manifestacin de poder sobrenatural hecha para su propia gloria. Aquella masa agitada de seres humanos, de semblantes desfigurados por la pasin y que le miraban con ferocidad, era un eptome de la iniquidad de la raza humana. Los ojos de Jess tuvieron que mirar todo esto, y la brutalidad, la tristeza, la falta de honor a Dios y esta exhibicin de la vergenza de la naturaleza humana fueron para l como un haz de lanzas concentradas en su pecho. Llevando el pecado del mundo Haba otra angustia todava ms misteriosa. No solamente oprima as su alma santa y amante el pecado del mundo reflejado en las personas de los que estaban a su derredor; tambin vena a atormentarlo de lejos, del remoto pasado y-del futuro. El llevaba los pecados del mundo; y el fuego destructor del carcter de Dios, que es el reverso de la luz de su santidad y amor, flameaba contra l para destruir as el pecado. As plugo al Seor afligirlo, cuando a Aqul que no conoci pecado, constituy en pecado a causa de nosotros. Obscuridad Estos son los sufrimientos que hicieron aterradora la cruz. Despus de dos horas, se apart l completamente del mundo exterior y dirigi su mirada hacia el mundo eterno. Al mismo tiempo, una extraa oscuridad cubri la tierra,y Jerusaln tembl bajo una nube cuyas lbregas sombras parecan el comienzo de su condenacin. El Glgota estaba casi desierto. Jess, silencioso, permaneca suspendido de la cruz, en medio de la oscuridad exterior e interior, hasta que al fin, de las profundidades de una angustia que ningn pensamiento humano sondear jams, sali la exclamacin: "Dios mo, Dios mo, por qu me has desamparado?". Este fue el momento en que el Angustiado bebi la copa de amargura hasta las ltimas gotas. Ultimas palabras Pero la oscuridad pas, y el sol volvi a brillar. Tambin el espritu de Cristo sali de su eclipse. Con la fuerza de la victoria obtenida en la ltima lucha, exclam: " Consumado est! " y entonces, con perfecta serenidad, entreg su espritu con un texto de un salmo favorito: "Padre, en tus manos encomiendo mi espritu". La resurreccin y la ascensin La muerte del cristianismo Nunca hubo en el mundo una empresa que pareciera ms completamente terminada que la de Jess, en aquel sbado que era el ltimo de la antigua dispensacin. El cristianismo mora con Cristo y era sepultado con l en la tumba. Es cierto que nosotros, mirando atrs desde esta
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distancia y viendo la piedra colocada a la boca del sepulcro, experimentamos poca emocin. Nosotros estamos ya en el secreto de la Providencia y sabemos lo que ha de suceder. Cuando l fue enterrado, no haba un solo ser humano que creyera que l se levantara antes del da del juicio. Las autoridades judaicas estaban completamente satisfechas de esto. La muerte finaliza toda controversia; y haba terminado aquella que exista entre Jess y ellos, con el triunfo de ellos. El se haba puesto delante como el Mesas, pero casi no tena ninguna de las seales que ellos esperaban de uno que se presentara con tales pretensiones. Nunca recibi ningn reconocimiento nacional de importancia. Sus adeptos eran pocos y sin influencia. Su carrera haba sido muy corta. Ahora yaca en la tumba. No haba que pensar ms en l. La reaccin de los discpulos El quebrantamiento de los discpulos haba sido completo. Cuando l fue aprehendido, "dejndolo, huyeron". Pedro, en verdad, le sigui hasta el palacio del sumo sacerdote, pero slo para caer ms ignominiosamente que todos los dems. Juan le sigui hasta el Glgota, y puede haber esperado, casi sin creerlo, que en el ltimo momento descendiera de la cruz para ascender al trono mesinico. Pero aun el ltimo momento pas sin que nada se hiciera. Qu les quedaba, sino volver a sus hogares y a su pesca, como hombres engaados, que seran burlados durante el resto de su vida por la insensatez de seguir a un pretendiente, y a quienes se preguntara por los tronos en que haba prometido sentarlos? Jess, en verdad, haba predicho sus sufrimientos, muerte y resurreccin. Pero ellos nunca entendieron estas palabras; las olvidaron o les daban un significado alegrico, y cuando l estaba ya muerto, ellas no les impartan consuelo alguno. Las mujeres vinieron al sepulcro, el primer domingo cristiano no para ver la tumba vaca, sino para embalsamar el cuerpo. Mara corri para decirles a los discpulos, no que haba resucitado, sino que su cuerpo haba sido quitado y puesto no saba ella dnde. Cuando las mujeres dijeron a los dems discpulos que l las haba encontrado, "sus palabras les parecan un desvaro, y no las creyeron". Pedro y Juan, como Juan mismo nos dice, "no conocan todava la Escritura, que l haba de resucitar de entre los muertos". Podra haber otra cosa ms pattica que las palabras de los dos discpulos que iban a Emmas: "Esperbamos que l era aquel que haba de redimir a Israel?" Cuando los discpulos se reunieron, "estaban lamentndose y llorando". Nunca hubo hombres tan completamente desilusionados y desalentados. Pero ahora nosotros podemos alegramos de que ellos se hayan entristecido tanto. Ellos dudaron para que nosotros pudiramos creer. Porque cmo se explica que estos mismos hombres, algunos das despus, estuvieran llenos de confianza y gozo, su fe en Jess reavivada, y la empresa de la cristiandad otra vez en movimiento con una vitalidad mucho mayor que la que haba posedo jams? Ellos nos dicen que la causa de esto es que Cristo ya haba resucitado y que ellos lo haban visto. Nos hablan de sus visitas a la tumba vaca, y de cmo l apareci a Mara Magdalena, a las otras mujeres, a Pedro, a los que iban a Emas, a diez de ellos en una ocasin, a once de ellos en otra, a Santiago, a los quinientos, etc.
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Son crebles estas historias? Pudieran no serlo, si se encontrasen aisladas. Pero la afirmacin de la resurreccin de Cristo iba acompaada con la resurreccin, indiscutible del cristianismo. Y cmo se explica la segunda sino por la primera? Podra decirse que Jess haba llenado las mentes de sus discpulos con sueos de imperios que no haba podido llevar a cabo; y que stos, habiendo tenido una vez la idea de una tan magnfica carrera, no podan volver a sus redes, e inventaron esta historia con el objeto de llevar adelante la empresa por su propia cuenta. O podra decirse que solamente se imaginaron haber visto lo que cuentan acerca del resucitado. Pero lo que causa admiracin es que cuando renovaron su fe en l, ya no se les ve ms siguiendo fines mundanos, sino fines intensamente espirituales. Ya no esperaban tronos, sino la persecucin y la muerte. Sin embargo, se dirigieron a su nueva obra con una fuerza de inteligencia, nunca antes haban mostrado. As como Cristo se levant de entre los muertos con un cuerpo transfigurado, lo mismo sucedi con el cristianismo. Se haba desembarazado de todo lo que tena de carnal. Qu es lo que efectu este cambio? Ellos dicen que fue la resurreccin y la vista de Cristo resucitado. Pero no es el testimonio de ellos en s la prueba de que l resucit. La prueba incontestable es el cambio mismo, el hecho de que pronto llegaran a ser valientes, llenos de esperanza, creyentes, sabios, posedos de ideas nobles y razonables sobre el porvenir del mundo, y preparados con recursos suficientes para fundar la iglesia, convertir al mundo, y establecer entre los hombres el cristianismo en toda su pureza. Entre el ltimo sbado de la antigua dispensacin y el tiempo, pocas semanas despus, en que este estupendo cambio se haba indudablemente verificado, debe de haber intervenido algn acontecimiento que pueda presentarse como causa suficiente de tan grande efecto. Solamente la resurreccin responde a las exigencias del problema, y en tal virtud, est probada con una demostracin ms convincente de lo que pudiera serlo cualquier otro testimonio. Es una felicidad que este acontecimiento sea capaz de tal prueba; porque si Cristo no resucit, vana es nuestra fe; pero si l resucit, entonces toda su vida milagrosa es creble, porque ste es el mayor de los milagros; su misin divina queda demostrada, porque debe de haber sido Dios quien lo resucit, y se nos da la visin ms consoladora que la historia ofrece de las verdades del mundo eterno. Cristo resucitado Cristo resucitado permaneci sobre la tierra el tiempo suficiente para satisfacer a sus adherentes de la verdad de su resurreccin. Ellos no se convencieron fcilmente. Los apstoles recibieron la noticia de las mujeres con incredulidad sarcstica; Toms dud del testimonio aun de los otros apstoles, y algunos de los quinientos, a quienes l apareci sobre la montarla de Galilea, dudaron de su propia vista, y creyeron slo cuando oyeron su voz. La paciencia tan tierna con que l trat a estos incrdulos muestra que aunque su apariencia fsica estaba cambiada, en su corazn era el mismo de siempre. Esto fue patticamente demostrado tambin por los lugares que visit en su forma gloriosa. Estos fueron los sitios queridos en los cuales haba orado, predicado, trabajado y sufrido: las montaas de Galilea, el muy amado lago, el Monte de los Olivos, la aldea de Betania y sobre todo Jerusaln, la ciudad fatal que haba matado a su propio hijo, pero a la cual l no poda dejar de amar.
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La ascensin A pesar de esto, haba claras y evidentes indicaciones de que l no perteneca ya a este mundo inferior. En su humanidad resucitada notamos cierta reserva que no exista antes. Prohibi a Mara Magdalena tocarle, cuando ella quiso besar sus pies. Se apareca en medio de los suyos repentinamente y tambin repentinamente desapareca de la vista. Slo de vez en cuando estaba en su compaa, y ya no concedindoles el trato constante y familiar de das pasados. Al fin, al cabo de cuarenta das, cuando el propsito que le detena an en la tierra estuvo cumplido, y cuando los apstoles, fortalecidos por su nuevo gozo, estaban listos para llevar las nuevas de Su vida y de Su obra a todas las naciones, su humanidad glorificada fue recibida arriba en aquel mundo a que perteneca por perfecto derecho.
*** CONCLUSIN
Ninguna vida concluye, aun para este mundo, cuando el cuerpo que por un poco de tiempo la ha hecho visible, desaparece de sobre la faz de la tierra. Entra en la corriente de la siempre creciente vida de la humanidad y all contina actuando con toda su fuerza para siempre. En verdad, la magnitud real de un ser humano muchas veces slo puede medirse por lo que esta vida posterior nos muestra que aquel era. As fue con Cristo. La modesta narracin de los Evangelios apenas nos prepara para la demostracin maravillosa de la fuerza creativa que produjo su vida, cuando pareca estar concluida. Su influencia en el mundo moderno es la prueba de cuan grande es, y es hasta hoy; porque debe haber tanto en la causa como hay en el efecto. Se ha extendido sobre la vida del hombre, y la ha hecho florecer con el vigor de una primavera espiritual. Ha absorbido en s todas las otras influencias, como un poderoso ro que corre por en medio de un continente recibe tributarios que bajan de centenares de montes. Y la cualidad ha sido aun ms excepcional que su cantidad. Pero la prueba ms importante de lo que l era, no se halla en la historia general de la civilizacin moderna, ni en la historia pblica de la iglesia visible, sino en la experiencia de la sucesin de los verdaderos creyentes que, como eslabones de una cadena, llegan hasta l, a travs de las generaciones cristianas. La experiencia de millares de almas redimidas por l de s mismas y del mundo, prueba que la historia qued dividida con la aparicin de un regenerador que no era un mero eslabn en la cadena de los hombres comunes, sino Uno a quien la raza no poda por s misma producir; el tipo perfecto, el Hombre entre los hombres. La experiencia de millares de conciencias que, aunque permanecen sensibles a su propia depravacin, sin embargo, son capaces de regocijarse en una paz con Dios a quien han hallado ser el ms grande motivo de una vida santa, prueba que en medio de las edades fue hecho un acto de reconciliacin por el cual los hombres pecadores pueden unirse con el santo Dios. La experiencia de millares de espritus
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beatificados por la visin de un Dios que a los ojos purificados por la Palabra de Cristo es luz tan completa que no hay ninguna tiniebla en l, prueba que la revelacin final del Eterno al mundo ha sido hecha por Uno que lo conoca tan perfectamente que l mismo no poda ser menos que divino. La vida de Cristo en la historia no puede cesar. Su influencia se aumenta cada vez ms. Las naciones muertas esperan hasta que sta les alcance, y ella es la esperanza de los espritus ms ardientes que estn trayendo una nueva poca. Todos los descubrimientos del mundo moderno, cada desarrollo de ideas ms justas, de poderes ms elevados, de sentimientos ms exquisitos en la humanidad, son solamente nuevos auxilios para interpretar esa influencia. Levantar la vida al nivel de las ideas y del carcter de Cristo es el programa de la raza humana.
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