Desarrollo Local y Educación
Desarrollo Local y Educación
Desarrollo Local y Educación
El tema de los desarrollos locales cobra importancia en las últimas décadas como
escenario de oportunidades para el fortalecimiento y sustentabilidad de la calidad de vida
social. Así, surgen diversas tendencias que valoran las bondades de los espacios locales
en relación con los desafíos del país en su conjunto. En la actualidad, adquiere relevancia
el pensar la ciudad y la formación de ciudadanías emergentes.
La educación no está ajena a este fenómeno, en cuanto los esfuerzos de estos últimos
años se han concentrado en producir una reforma escolar descentralizada y significativa
para las nuevas generaciones en su integración a la sociedad del conocimiento. En este
contexto, constatamos algunos cuestionamientos respecto al carácter economicista de
dicho proceso y exploramos nuevas tendencias pedagógicas en los desarrollos locales
que valorizan la ciudad y los procesos de innovación social de ciudadanía, aportando a
una visión mas integral de la educación, el desarrollo y la democracia.
Las fuentes profesionales y experienciales a las cuales recurrimos para hablar con el
lector, pertenecen al mundo de la pedagogía social, la educación popular y la educación
social que caracterizan variadas experiencias y corrientes educacionales
latinoamericanas.
Particularmente nos interesa relevar las reflexiones que tres vertientes de intervención
socioeducativa han producido sobre el desarrollo local: la educación para la participación
ciudadana, la educación ambiental y la pedagogía urbana.
Las tres vertientes antes mencionadas ubican el tema del desarrollo local como un
contexto que puede permitir la intervención de los educadores, situar – se, proyectar
sentidos de acción colectiva y modelar “el florecimiento del desarrollo humano”.
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Este artículo se basa en los contenidos producidos en el Proyecto FONDECYT N° 1960299 “Participación
Social, Conocimiento y Educación: rescate de un proceso de legitimación de necesidades educativas”,
desarrollado por Sonia Lavín H. y Eusebio Nájera M. Investigadores del Programa Interdisciplinario de
Investigaciones en Educación (PIIE), Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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Qué entendemos por desarrollo local
Detrás de estos planteamientos, existe un análisis de la realidad que atiende a los déficit
del sistema económico mundial de los años 60 del reciente siglo pasado, considerado
como una crisis de sustentabilidad mundial. Temas como el aumento progresivo de la
pobreza en el mundo, la emergencia de nuevos y potentes problemas sociales y políticos
(enfermedades, hambre, dictaduras, etc.) y los problemas medioambientales emergentes
(contaminaciones, calentamiento global, desastres ecológicos) son adjudicados al
proceso de desarrollo dominante en esa época.
Por otra parte, las debilidades teóricas que ofrecen los paradigmas clásicos sobre el
desarrollo humano de la época (los mega relatos populistas), no logran dar cuenta de los
cambios acelerados que se van produciendo en los distintos ámbitos del acontecer
cotidiano y global. Las naciones van perdiendo potencia aglutinadora, la democracia se
observa cada vez más como una utopía, la guerra fría construye muros de contención y
división para la humanidad, el tercer mundo se hace visible a los demás con su tragedia,
los jóvenes comienzan su odisea redentora (vg. Mayo del 68), capitalismo y comunismo
van perdiendo credibilidad como trayectorias viables a futuro.
Desde países del primer mundo, surgen propuestas por “otros desarrollos” (a escala
humana, ecologismo, desarrollo comunitario). Estos modelos revalorizan la economía
local y la descentralización del estado. El espacio local cobra fuerza como el lugar
privilegiado donde iniciar las reformas necesarias para enfrentar la crisis mundial.
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Se destacan en esta génesis, la presencia de corrientes de la educación popular, los
movimientos urbano populares, las organizaciones no gubernamentales y los centros
académicos independientes.
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Paradójicamente, la ola descentralizadora liberal (1979 a la fecha) “ha desenterrado en
quince años lo que la marea centralizadora enterró en ciento cincuenta” (Salazar y Pinto,
1999).
En lo sustancial, los cambios que se despliegan en los noventa en los espacios locales
tienen que ver con la elección directa por votación popular de Alcaldes, modificaciones
menores a la legislación vecinal y un ordenamiento más específico de las atribuciones del
municipio (Ley Orgánica de Municipalidades) que consagra el rol “administrativo” de la
política emanada por el nivel central.
Por otro lado, se consolida un método globalizado de intervención territorial que produce
transformaciones importantes en cuanto al uso del suelo y los modos de vida. Desde la
lógica de mercado, se instalan centros empresariales, al igual que malls y supermercados
a lo largo de la periferia a los centros urbanos. Las inmobiliarias construyen áreas de
condominios exclusivas, equipadas y conectadas a través de autopistas y caminos a
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centros de servicios urbanos. En el campo de las políticas públicas se generan
desafecciones de territorios protegidos por su ecología y se facilita la inversión privada
con fines de lucro. Esto modifica sustancialmente los modos y estilos de vida de grandes
sectores del país.
Nos enfrentamos así, a una revalorización del espacio local como ciudades al servicio de
la dinámica de modernización dominante (Sassen, 1990), abiertas a las dinámicas
globales pero con efectos disruptivos en el ámbito de la calidad de vida de la gente y la
conservación del medio ambiente que son tratadas judicialmente.
Al desarrollo local se llega por diferentes ángulos. La ciencia tradicional con sus fragmentos
disciplinarios aborda la realidad local en estancos separados y objetivados, lejanos a la
dinámica cotidiana de las personas y grupos sociales. Así, hablamos por ejemplo de
economía local con prescindencia de los intercambios económicos complejos que se dan
entre los habitantes, de estos con los programas estatales o del mundo de los negocios
externo “hacia dentro”.
Una perspectiva distinta es el enfoque cualitativo que sugiere una lectura relacional,
significada por sujetos sociales e históricos, elaborada como discursos de actores sociales y
movimientos, interactuando con el sistema institucional.
En este sentido se pone el acento en una manera de conocer que acepta lo relativo de la
subjetividad individual o colectiva y que intenta desde el encuentro y la comunicación, la
objetivación de las realidades situacionalmente compartidas. La aproximación metodológica
descansa entonces en un punto de partida abierto a las preguntas y las exploraciones, a la
confrontación argumental con el otro.
Por otra parte, un enfoque de acercamiento a lo local, tiene que incorporar la dimensión
educativo cultural que contienen los conflictos sociales actuales. Se hace indispensable
plantear una pedagogía de la ciudad, que recree las categorías de ciudadanía y sociedad
civil al mismo tiempo que colabore proactivamente en la formación de una ciudad
democrática..
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parecen imponerse a los intentos de dar continuidad formal y simbólica a los
espacios públicos. Estamos convencidos que la dialéctica
movilidades-centralidades es una cuestión clave del urbanismo moderno. Y
que la concepción de los espacios públicos es a su vez un factor decisivo,
aunque no sea el único, en el tipo de respuesta que se da a la cuestión
anterior”. (J. Borja, 1994.)
En 1950, sólo el 30% de la población mundial vivía en las ciudades, para el año 1995, era
el 45%. En el año 2000 esta llegaba al 50%. Se prevé que hacia al año 2000, América
Latina tiene un 76,8% de su población viviendo en ciudades, siendo una de las cifras más
grandes del mundo.
En el caso chileno, el Censo del 2002, arroja una población urbana de 13.044.221, lo que
significa que un 86,7% de los chilenos reside en ciudades. Sólo un 49,1% de la población
total se concentra en la Región Metropolitana.
Como muy bien lo describe Luis Santos, 1987, las ciudades han pasado de ser espacios
de constitución de sociedad (la magia del estar juntos, la búsqueda de la fraternidad ante
la amenaza del lobo, la forja de ciudadanos libres del mundo) a lugares de intercambio
económico marcados por gestiones financieras globales que transforman el sentido de
vivir en la ciudad. Así, opulencia y pobreza se nutren y reproducen aceleradamente en las
últimas décadas.
Pero esta dinámica no alcanza a todo el conjunto de ciudades del mundo y tampoco
abarca dentro de las ciudades elegidas a todos los habitantes de estas. Se generan
entonces nuevas marginalidades que a juicio de Wacquant, 2001, son tratadas desde un
enfoque de “infraclase”. Por una parte, esconde el alejamiento del Estado de funciones
sociales relevantes y su uso en procesos de desregulación de la economía y por otra
parte, naturaliza y psicologiza los problemas sociales separando su análisis, de las
condiciones estructurales de la desregulación de la economía, la ausencia de trabajo y el
aumento sostenido del desempleo y la pobreza. Esto último provoca un cambio en las
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lógicas institucionales tendientes a incrementar el control punitivo de esos sectores
deprimidos a través de programas de ”tolerancia cero” que no aluden a un enfrentamiento
frontal frente a problemas de envergadura reales tales como el comercio de las drogas, el
tráfico de influencias y la corrupción que atenta contra la democracia.
Tanto en los años ochenta como en los noventa, los negocios inmobiliarios y la
producción industrial desregulada actúan afectando y transformando espacios de uso
social y ecológicos. A su vez, se establecen áreas populares homogéneas y segregadas
geográficamente a partir de una dinámica de erradicaciones y establecimiento progresivo
de villas socio populares en zonas mal evaluadas económicamente.
Ducci, 1997, haciendo mención al período de los años noventa y refiriéndose a la política
de vivienda social en Chile, establece que nos enfrentamos a la conformación de
“ciudades de pobres” o ghettos al interior de cualquier ciudad, construida por el Estado
con su política habitacional.
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En este escenario, una gran cantidad de personas viven (o sufren) condiciones de
deterioro de calidad de vida y en la marginación son expulsadas de los espacios de
participación decisional ya sea a nivel local o nacional.
“Sería muy exagerado decir que es una tendencia general; sin embargo, para
crear una imagen un poco dramática, diría que sí hay una tendencia fuerte en
la historia urbana: una tendencia hacia la segregación y, por qué no, una
tendencia hacia la ghetización.” (Touraine, 1998.)
Las últimas décadas han mostrado que la educación se ha constituido –al decir de Delors-
en “un tesoro” para la humanidad. Los profundos cambios económicos, sociales, políticos y
culturales en el mundo han repercutido fuertemente en la vida cotidiana de las personas y
comunidades. Muchas de estas transformaciones van acompañadas de nuevos desafíos
para los proyectos vitales y socioculturales de la población mayoritaria.
Empero, una de las dinámicas más influyente de este período lo constituye, la globalización.
La educación pasa a ser un factor relevante en este escenario, en cuanto puede adecuar a
la población a los actuales requerimientos socioproductivos de las economías de libre
mercado. Según CEPAL, 1991, la educación se constituye en la década de los 90 -junto al
conocimiento- como el "eje de la transformación productiva con equidad" para la región.
El caso chileno asume esta impronta, en cuanto se expresa como referente del éxito en las
políticas educacionales actuales, en el continente.
A nuestro juicio, son tres las orientaciones predominantes que ayudan a comprender esta
reforma: en primer lugar, la preocupación de los organismos internacionales financieros (BM
y FMI) por estimular reformas escolares adecuadas a los requerimientos del crecimiento
económico. El encuentro mundial de Jomtien centrado en el slogan de la “satisfacción de
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necesidades básicas de aprendizaje”, constituye un icono de esta dinámica y una forma
inteligente de reducir el campo de las ofertas institucionales frente a los graves déficit
mundiales.
En segundo lugar, nos encontramos con la propuesta de CEPAL, a principios de los años
noventa sobre “educación y conocimiento: ejes de la transformación productiva con
equidad”, a través de la cual se pretende reorientar estructuralmente el modelo de libre
mercado en la región. En esta propuesta los sistemas escolares tienen un rol preponderante
a la hora de formar recursos humanos calificados para el ingreso a la sociedad del
conocimiento. Se requiere un cambio en el paradigma educativo hacia la formación de
capacidades cognitivas y actitudes básicas orientadas hacia la creatividad y flexibilidad
productiva y al mismo tiempo, una actualización de los valores que exige esta nueva etapa
de modernización.
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De acuerdo a Apple, 1988, el "cómo" ha reemplazado a las interrogantes del "por qué", en
materia de debate educacional. El discurso dominante enfatiza en la eficiencia, la
producción, los estándares, la relación costo-eficacia, las técnicas de trabajo, la disciplina
laboral y otros, desplazando inquietudes tendientes a un curriculum democrático, a la
autonomía del profesor, y a la igualdad de clase, sexo y raza. Tras esta situación, se
esconde una crisis estructural en la economía, en las relaciones de autoridad y en los
valores. En este sentido, se ha logrado con relativo éxito, transferir la responsabilidad de los
problemas sociales desde la economía a la educación.
Por otra parte, desde hace décadas, diversos estudios (Vasconi, 1995; Coraggio, 1995;
Giroux, 1992; Paulston, 1993; Wolfe, 1983; entre otros) resaltan la excesiva preocupación
por los componentes institucionales de los sistemas educativos nacionales, descuidando las
diversidades y heterogeneidades que ofrece el fenómeno educativo en la sociedad.
Trilla, 1993, nos aporta un nivel de comprensión al respecto, incorporando una cosmovisión
pluralista de la presencia de “otras educaciones”. En cuanto exista un discurso dominante
que confunda educación con escolaridad, tenemos que referirnos a las “otras educaciones”
como señalamiento de una pedagogía mas incluyente y democrática.
El autor distingue tres sectores: el primero que comprende "las instituciones y medios de
formación y enseñanza ubicados en la estructura educativa graduada, jerarquizada y
oficializada. En la nomeclatura se confunden a veces entre sistema escolar, sistema
educativo formal, sistema de la enseñanza reglada y sistema académico. Un segundo
sector "formado por el conjunto de instituciones y medios educativos intencionales y con
objetivos definidos que no forman parte del sistema de enseñanza graduado o formal. Es
la educación no formal. Por último, un tercer sector, constituido por el conjunto de
procesos y factores que generan efectos educativos sin haber estado expresamente
configurados a tal fin. Es la educación informal.
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A su vez, Lavín y Nájera, 1997,2 precisan en una investigación educativa, un campo de
desafíos propios a la educación entendida en su acepción mas integral y orientada en
relación a las necesidades e inquietudes actuales de la sociedad civil (en especifico, el
conocimiento y la participación ciudadana).
Por otro lado, el estudio descubre dominios educativos recurrentes de la sociedad local
que hablan de el desenvolvimiento de relaciones familiares y vecinales en un escenario
de diversidad y colaboración; la instalación de dispositivos organizacionales, de
asociatividades autogestionarias para la mutualidad y para la participación; la
construcción de identidad desde el relato del sí mismo y la construcción participativa de
sociedad; el testimonio necesario, en la memoria oral, de lo “nuestro”.
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Lavín Herrera, Sonia y Eusebio Nájera Martínez “Participación Social, Conocimiento y Educación: rescate de
un proceso de legitimación de necesidades educativas” Informe Final Proye cto FONDECYT N°1960299,
Santiago de Chile, Octubre, 1998.
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Las pedagogías en la ciudad.
En los últimos años, una serie de acontecimientos a nivel mundial, marcados por el
fenómeno de la globalización y por otra parte, los cambios paradigmáticos observados en
el quehacer científico y en las expresiones culturales de la sociedad civil, reponen en el
campo de la pedagogía, una reflexión sobre la relación entre educación y ciudad. La
marcada tendencia en Latinoamérica a la concentración urbana de la población, el
aumento sostenido de la pobreza absoluta y los rasgos de debilitamiento de los estados y
naciones en los procesos culturales son algunas de las variables que encuadran el
análisis educacional actual.
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lo que garantiza procesos más permanentes de desarrollo y calidad de vida para el
conjunto de la sociedad.
“Ante todo, debemos pensar en la ciudad a la vez como lugar para habitar y
para ser imaginado. Las ciudades se construyen con casas y parques, calles,
autopistas y señales de tránsito. Pero las ciudades se configuran también con
imágenes. Pueden ser las de los planos que las inventan y las ordenan. Pero
también imaginan el sentido de la vida urbana las novelas, canciones y
películas, los relatos de la prensa, la radio y televisión. La ciudad se vuelve
densa al cargarse con fantasías hetereogéneas. La urbe programada para
funcionar, diseñada en cuadrícula, se desborda y se multiplica en ficciones
indivuales y colectivas.” (García Canclini, 1999.)
No es posible ni objetivo de este texto, describir todas y cada una de las manifestaciones
que la sociedad civil (entendiendo a los sectores populares en ella) desarrolla como
productores de ciudad. Sólo queremos resaltar el empoderamiento y capital social
existente que es necesario profundizar y proyectar.
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Creemos que la potencia que posee la relación -cada vez más comprensible y visible-
entre educación y ciudad, conlleva el requerimiento de levantar propuestas que
fortalezcan este camino y produzcan articulaciones y redes de apoyo en este sentido.
La transversalidad del tema puede ser acogido tanto en el diseño de una “ciudad
educadora” como en las prácticas socioeducativas constructoras y reproductoras de
ciudadania.
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democrática del conocimiento; transversalización del currículo a partir de los
desafíos de las situaciones urbanas cotidianas; salir de la sala de clases; debate
sobre valores y moral ciudadana, etc..
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