El Fujimorismo Ascenso y Caida de Un Regimen Autoritario
El Fujimorismo Ascenso y Caida de Un Regimen Autoritario
El Fujimorismo Ascenso y Caida de Un Regimen Autoritario
El fujimorismo
Julio Cotler Romeo Grompone
CONTENIDO
Este proyecto forma parte del "Programa Institucional de Sociologa y Poltica 1998-1999", auspiciado por la Fundacin Ford. Donacin 980-0347
PRESENTACIN
IEP Ediciones / Julio COTLER - Romeo GROMPONE Horacio Urteaga 694, Lima 11 Telf.332-6194 Fax (5114) 332-6173 E-mail: [email protected]
LA GOBERNABILIDAD EN EL PER:
ENTRE EL AUTORITARISMO Y LA DEMOCRACIA
JULIO COTLER
1. La crisis de gobernabilidad durante los aos ochenta. La gobernabilidad contra la democracia. Las bases institucionales y sociales del rgimen autoritario. El nuevo ciclo de participacin pblica. Entre el autoritarismo y la democracia. Algunas observaciones finales. Post-Scriptum.
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ISBN: 9972-51-050-6 ISSN: 1019-455X Impreso en el Per Primera edicin, diciembre del 2000 1,000 ejemplares Hecho el depsito legal: 1501052000-4773
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Prohibida la reproduccin total o parcial de las caractersticas grficas de este libro por cualquier medio sin permiso del Instituto de Estudios Peruanos.
ROMEO GROMPONE
1. Las condiciones favorables para la afirmacin del rgimen. La debilidad del Estado. La construccin del autoritarismo. El control de las Fuerzas Armadas. Las posiciones divididas de los empresarios. Un gobierno de camarilla.
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El fujimorismo: ascenso y cada de un rgimen autoritario / Julio Cotler y Romeo Grompone Lima: IEP, 2000. (Ideologa y Poltica, 15) FUJIMORI, ALBERTO / MONTESINOS TORRES, VLADIMIRO / AUTORITARISMO / CORRUPCIN / PER W/04.04.02/I/15
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7. Polticas econmicas, reformas institucionales y autoritarismo. 8. Las idealizadas y distantes reformas de segunda generacin. 9. Maquinarias polticas y sectores populares. 10. Los operadores polticos. 11. Movimientos de independientes y lealtades polticas. 12. El autoritarismo acosado. 13. La recuperacin de la sociedad civil. 14. La expectativa de nuevos partidos. 15. Perspectivas de una salida ordenada. 16. Democracia: el breve espacio en que no ests. REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
114 119 124 137 141 152 158 164 169 172 175 DESPUS DE UNA LARGA DCADA de autoritarismo, el pas cuenta ahora con un gobierno democrtico de transicin con la presidencia de Valentn Paniagua. Los acontecimientos se precipitaron con tal velocidad en el ltimo ao, que es difcil comprender en su totalidad lo ocurrido. Esta tarea es indispensable no slo para dar cuenta de un perodo crucial en nuestra historia poltica, sino tambin para abordar con la mayor lucidez posible la responsabilidad de la recuperacin de las instituciones democrticas que, en verdad, nunca consiguieron afianzarse en nuestro pas. Desde esta perspectiva se emprende el anlisis de los dos artculos de este libro. Julio Cotler analiza los problemas irresueltos de gobernabilidad que enfrentaron en las dos ltimas dcadas tanto los gobiernos democrticos como los autoritarios en el campo de la poltica econmica, la subversin, el respeto a los derechos humanos y la estabilidad jurdica y poltica. En el proceso se armaron y desarmaron coaliciones de apoyo al gobierno por parte de
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los principales actores estratgicos del pas. El peso decisivo, sin embargo, recay en la comunidad internacional, cuyas preocupaciones para garantizar un escenario controlable la llev a tomar en distintas etapas, y en especial durante el gobierno de Alberto Fujimori, discursos contradictorios slo en apariencia. Aquellos transitaron en el primer perodo por un apoyo condicionado, sustentado especialmente en los lineamientos seguidos por el gobierno en poltica econmica y lucha contra el narcotrfico, considerando adems la situacin excepcional del pas que intentaba salir de las secuelas de la guerra interna y la hiperinflacin. Por argumentos tambin vinculados a la gobernabilidad, aos despus, en un contexto diferente, el rgimen se expuso al aislamiento y la condena por desmantelar las instituciones del Estado de Derecho, controlar medios de comunicacin, promover la reeleccin ilegal de Fujimori e intentar desempear un protagonismo en el escenario internacional que se enfrentaba a los intereses y prioridades de los actores externos ms influyentes. Esta situacin explica, entre otras razones, la descomposicin de un rgimen poltico que haba tomado, sobre todo en el ltimo perodo, rasgos mafiosos. Para entender este proceso se realiza el estudio en trminos de una secuencia razonada, de las iniciativas del gobierno de Fujimori y las cambiantes respuestas de los grupos ms influyentes del pas y sobre todo del gobierno de Estados Unidos a travs de sus diversas agencias, de la OEA y de los organismos internacionales de crdito. Un pas de relativa importancia internacional como el Per toma un inusitado protagonismo, en parte por los excesos y errores de clculo en los que incurri el gobierno de Fujimori en una convulsionada regin andina. Romeo Grompone, por su parte, considera las caractersticas principales del rgimen autoritario en un contexto de debilidad del Estado, as como las relaciones y alianzas con las Fuerzas
Armadas y parte del empresariado. Examina los rasgos principales de un gobierno de camarilla y la maquinaria poltica para conquistar las voluntades de los sectores populares. Intenta estudiar las razones por las que el neoliberalismo sirvi en el caso especial del Per para construir una autocracia y los lmites que no se podan transgredir en el proceso de reformas, si no se quera violentar el orden que se quera imponer. Considera que el sistema se basaba en lealtades frgiles, incluso entre los propios movimientos de independientes opositores, lo que convena al gobierno. Busca entender las razones por las que Fujimori y Montesinos desbordaron lmites y reglas impuestas por la comunidad internacional, en especial las de los organismos de inteligencia. Y, finalmente, analiza las perspectivas de recuperacin de la sociedad civil y de los partidos polticos, y las peculiaridades de una transicin en la que a diferencia de otros pases de Amrica Latina por la propia descomposicin del rgimen poltico, sobre todo de las Fuerzas Armadas resulta extremadamente complejo y hasta inviable establecer pactos y concesiones con los representantes del rgimen saliente. Los dos artculos coinciden en evitar un optimismo fcil por el advenimiento de un gobierno democrtico de transicin, al mismo tiempo que procuran persuadir, por la consideracin desapasionada de los hechos, que slo una democracia consolidada asegura al mismo tiempo gobernabilidad y cambios, temas para lo que se requiere voluntad y lucidez en los gobernantes y ciudadanos.
DURANTE LA PRESENTE DCADA el Per ha sido un caso singular de la participacin de diferentes actores internacionales en la escena nacional. Esta se presenta en pases cuyas autoridades se demuestran impotentes para enfrentar las amenazas que penden sobre la seguridad nacional y la estabilidad regional. Para tal efecto, gobiernos, organizaciones internacionales y supranacionales de distinto signo, sectores empresariales, instituciones militares y medios de comunicacin pertenecientes a los principales pases del mundo colaboran, al tiempo que ejercen presin sobre las dbiles autoridades nacionales y las desprestigiadas organizaciones polticas, para implantar la economa de mercado y defender los derechos humanos y el rgimen democrtico, a los que consideran objetivos complementarios para (re)establecer el orden institucional. El sorprendente grado de participacin y la significativa influencia que ejercen esos actores en la dinmica poltica del Per, dan cuenta de las preocupaciones y las tendencias que se
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derivan de la globalizacin, as como de las restricciones que sta representa para la frgil soberana estatal. Sin embargo, como no poda ser de otro modo, las coaliciones nacionales-internacionales que se han formado alrededor de dichos propsitos, entran en contradiccin en funcin de sus propios intereses y perspectivas, abriendo paso a desenlaces inesperados. El Per enfrent en los aos ochenta una crisis que amenaz disolver los lazos de su fragmentada sociedad y destruir su precaria organizacin estatal; en tales circunstancias, el gobierno elegido en 1990 se vio precisado a demandar el concurso de actores externos para equilibrar la economa, debelar la subversin, perseguir el narcotrfico y reducir la produccin de estupefacientes. El relativo xito alcanzado en esos cometidos determin una cierta recuperacin de la autoridad estatal, del equilibrio social y de la credibilidad externa del pas; en suma, dicha colaboracin propici el restablecimiento de la gobernabilidad que, de acuerdo a la clsica definicin de Huntington, consiste en la capacidad de la autoridad poltica para organizar y dirigir efectivamente, sino legtimamente, los asuntos pblicos. Pero para lograr tal propsito, el Ejecutivo y los militares destruyeron el desacreditado orden constitucional y fundaron un rgimen autoritario, aduciendo que esas decisiones respondan a la necesidad perentoria de reducir, o hasta eliminar, las presiones sociales, de un lado, y de promover la estabilidad poltica y econmica, del otro, tal como lo han venido pregonando especialistas, organizaciones econmicas y aparatos castrenses. Ante la manifiesta ineficacia del precario rgimen democrtico para encarar la hiperinflacin, la subversin y la violacin de los derechos humanos, los resultados relativamente positivos de las acciones gubernamentales propiciaron que el empresariado y los tecncratas se aliaran con el gobierno y que la mayora de
la poblacin diera pasivamente su respaldo a esa resolucin. De otro lado, este generalizado apoyo a la decisin gubernamental contribuy a que diversos actores externos convalidaran tal determinacin, asumiendo que el rgimen autoritario dara paso al restablecimiento de eficaces mecanismos democrticos en un futuro indeterminado. De tal modo, el rgimen logr armar un amplio y diferenciado sustento fundado en una red de alianzas internas y externas, al igual que en la inercia de las desarticuladas masas populares. Sin embargo, la resistencia poltica externa a esas medidas determin que el autoritarismo pretendiera adoptar una fachada legal; y el gobierno, en su afn de asegurar los fundamentos y la duracin indefinida del rgimen autoritario, formaliz la captura de los aparatos estatales y propici la transformacin del rgimen en una autocracia regida por una mafia de militares y civiles. Como era previsible, la restriccin de las libertades civiles y polticas, al igual que el control y la represin de los opositores al gobierno, se produjeron a la par que se extenda la corrupcin y se recurra continuamente a la difamacin, la extorsin, la mentira y el cinismo, afectando seriamente la moral poltica. A pesar de las crecientes crticas que formulaban diversos sectores de la sociedad, as como gobiernos extranjeros y organismos internacionales, los aliados del fujimorismo aceptaron abiertamente, o pretendieron no percibir, esos procedimientos arbitrarios, siempre que las autoridades cumplieran eficazmente sus requerimientos militares y econmicos en nombre de la gobernabilidad. Pero una vez que el rgimen asumi caractersticas mafiosas, las acciones de los gobernantes re vertieron en contra de los intereses de sus aliados estratgicos, determinando su distanciamiento y el fortalecimiento de quienes defendan los derechos humanos y la democracia, al tiempo que creca una cada vez mayor protesta social.
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En resumen, en tanto se formaba una constelacin de poderes internos y externos para sustentar el autoritarismo, la ruptura de dicha coalicin ocasion la descomposicin del rgimen y la apertura de un largo proceso de transicin con la manifiesta intervencin externa, as como el desarrollo de una nueva crisis de gobernabilidad que pone al descubierto la precariedad estatal. A pesar de la modesta importancia econmica y poltica del Per en el escenario mundial, el inslito rechazo internacional a sus autoridades gubernamentales constituye una evidencia del valor que se concede a la vigencia de los principios y las prcticas democrticas en la constitucin del orden poltico y la economa de mercado. Del mismo modo, el apoyo que obtiene el rgimen autoritario constituye tambin una manifestacin del inters que se deposita en la permanencia de dicho sistema para preservar la gobernabilidad poltica y econmica, acorde con los intereses dominantes. En consecuencia, el restablecimiento de normas y prcticas democrticas o, en su defecto, la continuidad de mecanismos autoritarios ser resultado de las tensiones y las transacciones que se desarrollen entre actores y coaliciones intemas y externas (inter-mestic). En este sentido, el presente documento se propone analizar grosso modo: (i.) las circunstancias que propiciaron en el Per la formacin y los cambios de la participacin poltica de diferentes tipos de actores y coaliciones internas y externas durante la ltima dcada del siglo, al igual que (ii) las consecuencias que ha producido tal situacin en varios planos del escenario nacional y los desenlaces que se vislumbran. Por ltimo, (iii) esperamos que este anlisis sobre el desarrollo y tratamiento de los problemas relativos a la gobernabilidad, en las nuevas condiciones internacionales, contribuya a sealar algunos problemas y posibilidades de la transicin y con-
solidacin democrtica en el Per y, tal vez, en aquellos pases de la regin andina que atraviesan por situaciones similares a las del nuestro.
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presidencial del Partido Aprista, y los pretendientes de las listas apristas al Parlamento Nacional, concitaran el apoyo mayoritario del electorado, porque prometan hacerse cargo de las contrapuestas demandas colectivas y avanzar en la integracin nacional. El resonante xito electoral de Alan Garca (19851990) y los amplios poderes que le concedi el Congreso acentuaron el carcter presidencialista del rgimen, lo cual llev al flamante Presidente a adoptar comportamientos caudillistas y voluntaristas que se tradujeron en decisiones de tipo nacionalista y estatista. Dentro de la nueva coyuntura internacional, este estilo de gobierno condujo a niveles insospechados la crisis que el pas arrastraba desde mediados de los aos setenta, y a una nueva situacin de ingobernabilidad. En efecto, el presidente Garca no slo impugn las condiciones del pago de la deuda externa y rechaz dictar las polticas de ajuste y de estabilizacin econmica que exigan los organismos multilaterales para brindarle su concurso, sino que adems atac al gobierno norteamericano por sus pretensiones hegemnicas. Estos hechos determinaron entonces el aislamiento del Per de los crculos financieros internacionales, en circunstancias que, despus de un breve interludio, la poltica "heterodoxa" de Garca agudizaba la inflacin y los problemas fiscales. Por ltimo, su intento de estatizar el sistema financiero para resolver los problemas existentes agravaron los enfrentamientos polticos y sociales. De otro lado, el uso patrimonial de los recursos del Estado y las prcticas clientelistas a que recurran el presidente Garca y el Apra, incrementaron el desorden econmico e intensificaron la corrupcin generada por dicho comportamiento, al tiempo que la poltica de "tierra arrasada" adoptada por las Fuerzas Armadas en su lucha contra la subversin, granje al gobierno la hostilidad de vastos sectores ciudadanos.
Como resultado de ello, el Per se vio afectado por una grave hiperinflacin, calificada como la segunda ms larga de la historia mundial, y los ingresos fiscales cayeron a tal punto que el precario aparato estatal dej de funcionar por completo. La bancarrota del aparato productivo gener la eclosin del sector informal y dio lugar a que amplios sectores sociales desconocieran y desacataran las normas oficiales y convencionales. Por otra parte, al sumarse el crecimiento combinado de la subversin y el trfico ilcito de drogas con la indiscriminada represin militar, se gener un clima de desorden, de temor e incertidumbre generales. De ah que la dramtica situacin que afectaba al pas fuera calificada indistintamente de "libanizacin", en referencia a la guerra civil en el Lbano, o de "anomia". A pesar de estas circunstancias, los divididos actores polticos y sociales legales persistieron (racionalmente?) en sus enfrentamientos sin reparar en los riesgos que corran, al tiempo que anulaban los esfuerzos destinados al logro de acuerdos para encarar conjuntamente los diversos aspectos de la crisis nacional. Mientras las organizaciones izquierdistas, para alcanzar sus objetivos y lograr salidas revolucionarias, procuraban la radicalizacin poltica y estimulaban el enfrentamiento cotidiano de las masas populares con los organismos gubernamentales y las fuerzas de seguridad, empresarios y militares, por su lado, proponan rescatar la autoridad estatal y poner en marcha la represin, como condiciones indispensables para establecer el orden pblico y el progreso social. Para tal propsito, adems de exigir la eliminacin de la subversin sin concesin alguna, estos ltimos plantearon en el "Plan Verde" anular las organizaciones polticas y sociales porque exacerbaban las demandas sociales "populistas" erosionantes del Estado, hacindose as eco de la ideologa de las dictaduras militares del cono sur. En tal contexto, las Fuerzas Armadas retomaron
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los conceptos sobre seguridad nacional, adquirieron una desmedida independencia de los debilitados poderes pblicos, con violaciones sistemticas de los derechos humanos, y se apresta, ron a intervenir en la conduccin poltica del pas. En tanto, las cancilleras y los estados mayores castrenses de los pases vecinos y de los Estados Unidos de Norteamrica no ocultaban su preocupacin por la situacin peruana y, ante la manifiesta impotencia de sus autoridades para impedir la inminente bancarrota estatal y la propagacin de sus consecuencias en la regin, se prepararon para intervenir en la poltica del pas. La conjugacin de estos graves problemas propici transformaciones polticas e ideolgicas que fueron restndole legitimidad al gobierno: la frustracin que ocasionaba en la mayora de la poblacin la conducta de las representaciones sociales y polticas, incapaces de encarar y resolver los dramticos problemas del pas, determin el descrdito de las organizaciones que conectaban a la sociedad con el Estado, y desprestigi el frgil rgimen democrtico. As, paralelamente al resquebraja, miento de los lazos institucionales de articulacin social y poltica, el Estado se desvaneca para todos los efectos prcticos. Simultneamente, las formulaciones mesinicas y las acciones terroristas de los movimientos subversivos, los planteamientos sobre la "utopa andina" y el "desborde popular", se conjugaron para desacreditar al Estado "criollo", pero sin proponer plataformas polticas realistas; en tanto que la crtica de Hernando de Soto al "mercantilismo" sentaba las bases de un movimiento liberal liderado por empresarios, profesionales e intelectuales entre los que destacaba la presencia de Mario Vargas Llosa. El renombre internacional de esas figuras, la enrgica crtica al rgimen social, as como el carcter de sus propuestas, acorde con los nuevos intereses hegemnicos, merecieron el
apoyo de diferentes sectores sociales y de influyentes crculos internacionales. Los mencionados autores achacaron la responsabilidad de los males del pas a los partidos polticos, por haber propiciado la colonizacin del Estado mediante prcticas "mercantilistas", que privilegiaban a determinados empresarios y trabajadores, a costa del libre desenvolvimiento de la sociedad. Pero Hernando de Soto se distanci de las crticas liberales de filiacin oligrquica al estigmatizar el mercantilismo por las restricciones que ste impona a los esfuerzos empresariales de los "informales", impidiendo de esta manera la incorporacin de las capas populares en el sistema capitalista. De ah que, al desvirtuar las naturales bondades de los agentes y de las reglas del mercado, el ejercicio mercantilista de los polticos propiciara el estancamiento econmico del pas y la falta de integracin social, contribuyendo as a la mayor fragilidad de las instituciones democrticas y de la conciencia ciudadana. En medio de la crisis nacional y la quiebra de los clsicos paradigmas, este diagnstico contribuy con eficacia a redefinir la problemtica nacional y las soluciones para resolverla, por lo que concit el apoyo de diferentes sectores sociales. En efecto, dado que las prcticas mercantilistas que procesaban los partidos polticos y el Estado constituan la raz del problema histrico del pas, aqullas deban ser erradicadas y reemplazadas por la liberalizacin de los mercados y la reduccin de las funciones estatales, permitiendo la reinsercin del pas en las corrientes hegemnicas y el florecimiento de las energas populares dispuestas a impulsar el desarrollo capitalista y la democracia. A pesar de que la crtica hecha al mercantilismo involucraba el comportamiento tradicional de los empresarios, stos no dudaron en apoyar resueltamente las tesis propuestas por los
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lderes del movimiento liberal para enfrentar la crisis econmica y procesar la modernizacin del pas. As tambin los militares se sumaron a la prdica liberal despus de constatar el fracaso del modelo nacionalista que haban apoyado durante el gobierno castrense. Pero en contra de los postulados de Hernando de Soto y de . Vargas Llosa, sectores empresariales y militares inscribieron el liberalismo econmico en el marco de los criterios realistas de "la razn de Estado", aduciendo que la recuperacin de la autoridad estatal y del orden institucional, logrados por la dictadura chilena, era requisito indispensable para promover la economa de mercado. De tal modo, militares y empresarios adoptaron una estrategia autoritaria para encarrilar por la senda de la economa de mercado a esta sociedad que haba perdido el rumbo. En suma, la desarticulacin social, el descrdito de las instituciones y la cuasi bancarrota estatal propiciaron el desgaste de los movimientos y las ideologas nacionalistas, simultneamente con el nacimiento de contrastadas corrientes de opinin que promovan tanto la liberalizacin econmica y poltica cuanto el autoritarismo poltico, como medio para estabilizar el orden social y desarrollar el aparato productivo; en resumen, la democracia y el autoritarismo se constituyeron en opciones antagnicas para alcanzar la gobernabilidad del pas.
2.
Durante los aos ochenta, el panorama extremadamente conflictivo y el desprestigio de los partidos determinaron que el Per mostrara el ndice ms alto de volatilidad electoral de Amrica Latina y que, al final de la dcada, la mayora ciudadana se inclinara en favor de candidatos "independientes"; de ah que
Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori concentraran la atencin pblica en los comicios presidenciales de 1990. El rechazo que en las capas medias y populares generaban el entorno y los postulados liberales de Vargas Llosa, en contraposicin al apoyo que brindaron a los independientes y a las propuestas heterodoxas que planteaba Fujimori, determinaron que, inesperadamente, ste resultara preferido por el voto ciudadano en la segunda vuelta electoral. Tal desenlace fue recibido con airado repudio por los empresarios y por la cpula militar que haban puesto sus esperanzas en Vargas Llosa: en atencin al origen social de Fujimori, a su apelacin a los sectores informales y a la defensa que haca de las medidas heterodoxas, as como por su carcter de outsider de los crculos polticos y econmicos dominantes, empresarios, militares y profesionales creyeron que el flamante Presidente era ajeno a los sentimientos y preocupaciones nacionales y que, por tanto, no representaba los intereses hegemnicos ni contaba con la experiencia ni el respaldo necesarios para enfrentar los difciles problemas del pas. Fujimori, sin embargo, despej tales aprensiones y logr revertir esa visin al asociarse con personajes claves que le permitieron forjar una exitosa poltica de alianzas con poderes fcticos nacionales e internacionales que contribuy a estabilizar la economa y el orden social, al igual que a conquistar el apoyo pasivo de las masas populares; en una palabra, mediante dicha asociacin el Presidente cre una amplia base de consenso que permiti establecer las condiciones de gobernabilidad del Per. En primer lugar, mediante la participacin de Vladimiro Montesinos, designado asesor presidencial en cuestiones de seguridad, Fujimori estableci una estrecha relacin con las Fuerzas Armadas, al tiempo que se haca cargo del proyecto poltico de aqullas, por lo que su jefatura ces de criticar a
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Fujimori en razn de sus orgenes asiticos; adems, por los contactos que el mencionado asesor mantena con agencias de inteligencia norteamericanas, el gobierno peruano y sus comandos militares lograron vincularse entre s y obtener el respaldo de sus equivalentes en los Estados Unidos. La identificacin de Fujimori con los intereses y los proyectos militares se concret en la reorganizacin de los aparatos castrenses y en la revisin de los planes de lucha contra la subversin. Esta revisin motiv que los aparatos y las actividades de "inteligencia" asumieran un papel destacado, reclamado por la asesora norteamericana durante los aos ochenta, contribuyendo al incremento de la importancia central de Montesinos en las relaciones entre las Fuerzas Armadas y el Ejecutivo. Adems, Fujimori se hizo eco de los intereses militares al poner en marcha una sistemtica campaa que responsabilizaba a los partidos polticos, a las organizaciones sociales y a las instituciones estatales por el caos del pas, crtica que extendi a la democracia representativa. Esta consigna le granje al Presidente un halo de renovacin que auguraba la modificacin de los obsoletos organismos y prcticas gubernamentales, as como la de las relaciones de la sociedad con el Estado, lo cual increment las simpatas con que contaba entre las desorientadas y fatigadas masas populares. En segundo lugar, gracias a la intervencin de Hernando de Soto, el presidente Fujimori logr el respaldo de los organismos multilaterales y del sistema financiero nacional e internacional. A pesar del declarado rechazo al programa liberal postulado por Vargas Llosa, el Presidente se vio precisado a acatar las condiciones de las instituciones financieras internacionales a fin de obtener los indispensables recursos econmicos y el apoyo poltico necesario para sacar el pas del hoyo. En efecto, en el marco de la aplicacin de la poltica de ajuste y estabilizacin, las contribuciones del "Grupo de Apoyo"
liderado por Estados Unidos y Japn, al igual que las de los organismos multilaterales, facilitaron el equilibrio de las variables macro-econmicas y la reduccin sistemtica de la inflacin en el curso de los dos primeros aos de gobierno. As tambin, la apertura de la economa, la flexibilizacin de las relaciones laborales, el inicio de la privatizacin de las empresas pblicas, el rescate del sistema financiero y la negociacin del pago de la abultada deuda externa, promovieron la confianza empresarial en Fujimori y favorecieron el repunte de las inversiones y del crecimiento econmico, despus de quince aos de crisis econmica intermitente. Estas reformas se vieron tambin acompaadas por el fortalecimiento del aparato estatal y, en consecuencia, por la mejora de sus capacidades para organizar y dirigir los asuntos pblicos, y de controlar y penetrar la sociedad y el territorio. La adopcin de tales medidas y los resultados que de ellas se derivaron llevaron a los gobiernos de los principales pases, los sectores financieros y los organismos multilaterales, as como a los medios de comunicacin internacionales, a alabar incesantemente la firme decisin de Fujimori y a presentarlo como modelo a los pases "emergentes", a la vez que las mismas circunstancias lograron que el Presidente obtuviera tambin el respaldo de empresarios, intelectuales y congresistas liberales. Finalmente, el Opus Dei aport igualmente su apoyo al gobierno, concretamente al presidente Fujimori. Es as como, a pesar de que pretenda proyectar una imagen de independencia ante los poderes fcticos para confirmar su aserto relativo a que "no se casaba con nadie" y que slo responda a "intereses nacionales", el Presidente no pudo ocultar las alianzas celebradas y el sustento que dichos poderes le otorgaban. Sin embargo, la relacin del Ejecutivo con militares, empresarios y tecncratas se vio plagada de tensiones, pero sin que stas llegaran a comprometer los fundamentos de la relacin
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establecida. En efecto, las intermitentes fricciones entre el Ejecutivo y los militares respondan a los intereses contrapuestos de las jefaturas de las diferentes armas entre s, y con el Presidente, respecto al papel poltico que deban cumplir sus respectivas instituciones en la conduccin del Estado. Igualmente eran fruto de las diferencias que se presentaban entre los comandos pemanos y los norteamericanos acerca de la estrategia y la lucha contra la subversin y el trfico ilcito de drogas; as como de los desacuerdos entre las planas mayores castrenses por la creciente participacin de Montesinos en la organizacin y despliegue de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, estas tensiones se fueron eliminando en razn de la creciente importancia que el Presidente concedi al "asesor", permitindole a ste y sus allegados adquirir un papel decisivo en la direccin de las Fuerzas Armadas y, a partir de esa instancia, en la de los poderes estatales. De otro lado, los conflictos entre el Ejecutivo, los tecncratas y los empresarios fueron el resultado de la resistencia del Presidente a ejecutar determinadas reformas, por los efectos polticos que ellas podan acarrear en los sectores medios y populares, circunstancia que muchas veces llev a esos mismos tecncratas y empresarios a dudar de la vocacin liberal del presidente Fujimori. A ello se agregaban las quejas de los empresarios contra la indiscriminada apertura comercial y la elevada carga impositiva; as como contra la dificultad que se les opona para acceder a las altas esferas del gobierno, a diferencia de las facilidades que para lo mismo se brindaba a los privilegiados inversionistas extranjeros; y finalmente contra el trato despectivo de "mercantilistas" que les infligan los tecncratas y el Ejecutivo; razones todas estas que fueron motivo de la permanente tirantez existente entre ellos. Sin embargo, tal como los empresarios repetan sin descanso, ellos apoyaban la implantacin de la economa libre de mercado
aunque disentan de algunas medidas concretas que para tal efecto el gobierno adoptaba inconsultamente. No poda ser de otro modo, porque la aplicacin total de las recomendaciones del "consenso de Washington" amenazaba la existencia de amplios sectores empresariales, marginales al proceso de internacionalizacin de la economa peruana, en tanto que la precariedad econmica e institucional de dichos empresarios determinaba su incapacidad para enfrentar con xito el robustecido aparato gubernamental y el respaldo con que ste contaba en los organismos multilaterales de crdito. Por ltimo, la participacin de los representantes evanglicos en el gobierno y las expresiones ofensivas del Presidente con respecto a la jerarqua eclesistica por su oposicin al control de la natalidad, crisparon las relaciones entre Fujimori y la Iglesia Catlica. Para resolver esta situacin, el Presidente retir a los evanglicos de las funciones ejecutivas y ces en dicha campaa. Sin embargo, la mayora de los religiosos peruanos acusaban al gobierno de desentenderse de los pobres al poner en marcha un "liberalismo salvaje", en contraste con el apoyo militante que el Opus Dei otorgaba a las reformas econmicas. Por otro lado, las relaciones entre el gobierno y las masas populares tambin sufrieron importantes cambios. En un primer momento, el abandono que hizo Fujimori de sus promesas electorales, sumado a los estragos que produjo el ajuste econmico en las debilitadas capas trabajadoras, acarre el desconcierto as como el rechazo de la mayora de la sociedad al gobierno; pero, al igual que en otros casos, la reduccin de la inflacin y el restablecimiento del orden econmico contribuyeron a que dicha mayora cambiara de opinin y brindara su apoyo a la eficacia de las decisiones presidenciales. Las mencionadas alianzas, el respaldo social y las atribuciones extraordinarias que el Congreso otorg al Presidente
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para resolver los apremiantes problemas econmicos determinaron la concentracin del poder en el Presidente. Influyeron asimismo en la afirmacin del estilo tecnocrtico de su gobierno y su aislamiento de las presiones sociales, tal como recomiendan los organismos multilaterales para asegurar la eficacia de sus medidas. Estos rasgos exacerbaron el presidencialismo poltico, por lo que algunos analistas identificaron al gobierno de Fujimori en la categora que O'Donnell denomina "democracias delegativas", representadas por Menem y Collor en Argentina y Brasil, respectivamente, puesto que las amplias atribuciones del Ejecutivo, en contraste con la debilidad de las instituciones estatales, lo autorizaban a ejercer el "decretismo" y a eludir el rendimiento de cuentas de sus actos de gobierno. En este contexto, la campaa del Presidente se concentr en el ataque a las desgastadas organizaciones polticas, acusndolas de impedirle avanzar en las reformas econmicas y en la reorganizacin del Estado. As el Ejecutivo se haca eco de los militares al rechazar las censuras a las impunes violaciones a los derechos humanos, aduciendo que eran falsas o que socavaban la moral del personal castrense en guerra contra la subversin, y que reforzaban adems el rechazo de los congresistas a la propuesta militar de suspender los derechos constitucionales a fin de facilitar un ataque eficaz contra los movimientos subversivos. En resumen, para el Ejecutivo y los militares el sistema poltico constitua un obstculo en la bsqueda de la reestructuracin y la pacificacin; o sea, para alcanzar la gobernabilidad del pas. A pesar de los esfuerzos de la oposicin para alcanzar un acuerdo poltico a fin de vencer los escollos a su gestin, Fujimori y los comandos militares decidieron resolver ese impasse mediante el denominado "autogolpe" de abril de 1992, que defini la
naturaleza castrense y autoritaria del rgimen. Pero, a diferencia de los regmenes "burocrtico-autoritarios" del cono sur, las presiones externas obligaron al gobierno que result del golpe de Estado a asumir una fachada legal ya aprovechar diversas contingencias para decantar la naturaleza castrense y autoritaria del rgimen, personalizado en Fujimori y Montesinos. Este sinuoso proceso de cambios fue motivo de confusin, incluso entre analistas y polticos experimentados, nacionales o extranjeros. Aparentemente, la decisin golpista responda a la necesidad coyuntural del gobierno de avanzar en los planes de reestructuracin econmica y de lucha contra la subversin, pero pronto se vio que dicha resolucin responda tambin a propsitos de mayores y largos alcances. En efecto, esa decisin encontraba origen en la manifiesta hostilidad contra la "partidocracia" del Presidente y de los militares, compartida por empresarios y algunos intelectuales, porque en dicho sistema se perciba a "politiqueros, populistas y mercantilistas" como figuras que perseguan la satisfaccin de sus intereses personales, en tanto impedan la ejecucin del "proyecto nacional" que los primeros se sentan llamados a cumplir. Por tal motivo, el golpe de Estado respondi a la conviccin del Ejecutivo y los militares acerca de la necesidad de usar mtodos autoritarios para modificar la legislacin y reorganizar los aparatos estatales para la puesta en marcha de dicho proyecto. Pero, an ms, dicha decisin responda a la profunda conviccin con respecto a que se requera de una "mano dura", a la manera de Singapur, que disciplinara a la sociedad y condujera al pas a buen puerto, por lo que Fujimori y los militares hicieron pblica su intencin de gobernar por lo menos otros veinte aos. Por ltimo, dicha decisin anticonstitucional respondi tambin al particular inters militar por eliminar la injerencia de los dirigentes polticos sobre el gobierno del pas, en modo de facilitar
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su propia participacin legtima en las decisiones gubernamentales para adecuadas a sus planes de recuperacin de la autoridad estatal y el mantenimiento del orden pblico. Fujimori y los militares estimaron acertadamente que una vasta gama de sectores sociales apoyaran sacrificar la democracia a cambio de rescatar el orden y la estabilidad la gobernabilidad mediante la imposicin de las reformas econmicas y la erradicacin de la subversin. De ah que ciertos idelogos del liberalismo y de otras canteras defendieran la decisin golpista, aduciendo que la situacin excepcional del pas requera de soluciones igualmente extremas para consolidar el poder estatal, el orden pblico y el fomento del mercado, para construir una efectiva democracia poltica en un futuro lejano. El Ejecutivo y el aparato castrense coincidieron igualmente en que los partidos polticos se opondran a la decisin golpista, puesto que los inhabilitaba en sus funciones mediadoras con la sociedad. Fue as que el gobierno cerr el Congreso, censur los medios de comunicacin, ces a miembros de los tribunales judiciales y del servicio diplomtico, intervino las universidades pblicas y persigui a los dirigentes polticos. Entre stos, persigui de manera especial al expresidente Alan Garca porque su liderazgo en el debilitado partido aprista poda constituir un obstculo a los planes militares y empresariales. Ello determin que el expresidente Garca debiera refugiarse en la Embajada de Colombia, en la que solicit asilo poltico para escapar a las amenazas contra su persona. Pero con excepcin del caso de Garca, la persecucin a los dirigentes polticos y la censura a la prensa se suspendieron porque, para sorpresa general, la mayora de la poblacin aprob la decisin anticonstitucional, en tanto los partidos polticos se vean hurfanos de apoyo a pesar de haber organizado y movilizado a la ciudadana a lo largo de seis dcadas.
Como se ha dicho, ello ocurri por el desprestigio que afectaba a los partidos polticos, pero tambin por su incapacidad para enfrentar unidos la decisin golpista. En consecuencia, el contraste que se apreciaba entre la dividida oposicin, en comparacin con la exitosa coalicin que representaba Fujimori, reforz el descrdito de esas organizaciones, al tiempo que propiciaba que el fujimorismo fuera percibido como la nica alternativa de gobierno y de gobernabilidad. Al decretar el golpe de Estado, Fujimori y los militares no se percataron sin embargo de los riesgos que corran en el mbito internacional a causa de las transformaciones que se haban ido produciendo, tanto en el escenario mundial como en el latinoamericano: de un lado, la cada del muro de Berln y la eliminacin de la amenaza comunista de la agenda poltica norte americana y, del otro, la globalizacin y los procesos de transicin democrtica en Europa Oriental, que dieron lugar a la aparicin de un clima liberal en los crculos polticos, empresariales e intelectuales, as como en los medios de comunicacin internacionales. Del mismo modo, el restablecimiento de la democracia en Amrica del Sur contribuy a reforzar esta tendencia mediante la suscripcin de una sucesiva serie de acuerdos internacionales en consonancia con dicho propsito: adems de la resolucin 1080 suscrita en Santiago de Chile en el ao 1991, por los pases miembros de la Organizacin de Estados Americanos (OEA), para condenar y excluir de esta organizacin a gobiernos originados en actos ilegtimos, este tipo de acuerdo fue ratificado en cuantas reuniones participan los jefes de Estado latinoamericanos y en las cumbres presidenciales a nivel mundial. Dichos factores contribuyeron a que el "auto-golpe" desatara una sorpresiva reaccin externa; ms an porque los gobernantes de Bolivia, Brasil y Guatemala pretendieron seguir
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el ejemplo peruano para resolver sus problemas internos, con la consiguiente amenaza a una "tercera ola" democrtica en Amrica Latina y por tanto a la gobernabilidad regional. Para cerrarle el paso a Fujimori y, de paso, a los intentos golpistas en otros pases, Estados Unidos moviliz el rechazo de los gobiernos latino americanos y presion por el restablecimiento del orden constitucional; amenaz con abandonar el Grupo de Apoyo, suspender la ayuda econmica al Per y vetar los prstamos de los organismos multilaterales en caso de que las autoridades peruanas desoyeran estas demandas. Por ltimo, como condicin para reanudar su colaboracin, exigi al Per sumarse a la estrategia blica norteamericana contra el narcotrfico. Esta inesperada reaccin de Washington produjo confusin en el gobierno fujimorista puesto que desmenta su tradicional complacencia con los golpes militares que se cean a sus intereses estratgicos; pero, asimismo, desconcert a los opositores del golpe militar, porque al asumir la defensa del pluralismo poltico ampar incluso a organizaciones y lderes polticos que sostenan posturas no antiliberales sino antinorteamericanas. Las inslitas presiones de Washington sobre el Per anularon las tentaciones golpistas en Bolivia y Brasil, en tanto que el encuentro de la movilizacin social con las presiones externas contribuy a deponer al presidente Serrano en Guatemala; pero, de manera sorprendente, los apremios de la Casa Blanca y del Departamento de Estado sobre Fujimori no lograron sus propsitos a pesar de la vulnerabilidad del Per frente a Estados Unidos. Este inslito resultado fue consecuencia de la combinacin de diversos factores: el respaldo de la mayora de la poblacin a la decisin golpista permiti a Fujimori ya los militares mantenerse firmes ante las presiones de la Casa Blanca, as como acusar al gobierno norteamericano de ignorar tanto los graves problemas del Per como la perentoria necesidad que se apreciaba en el
sentido de interrumpir la democracia para resolverlos, a fin de evitar el peligro de que el pas cayera en una situacin de ingobernabilidad. De ah que los militares y la "comunidad de inteligencia" norteamericanos prestaran su decidido apoyo al auto-golpe en contra del Departamento de Estado, porque permitira a los militares reprimir la subversin sin cortapisas legales, recuperar la autoridad estatal y asegurar la estabilidad regional. En cuanto a las instituciones financieras internacionales pblicas y privadas, ellas vieron con buenos ojos la decisin golpista, porque sta otorgaba al gobierno peruano facultades para impulsar las reformas y el crecimiento econmico, permitiendo as al pas honrar su deuda externa. De otro lado, el rechazo de los gobiernos de la regin a apoyar la unilateral intervencin norteamericana en los asuntos internos de uno de los pases miembros de la OEA desemboc en el incumplimiento por parte de sta de los compromisos suscritos en favor de la democracia. Esta situacin determin que la Casa Blanca desistiera de sus amenazas a Fujimori. No obstante, sus presiones lograron mediatizar los propsitos del "gobierno de emergencia y de reconstruccin nacional" al lograr que el Presidente se comprometiera con los cancilleres de la OEA a restablecer el orden constitucional. Paradjicamente, este compromiso condujo al gobierno civil-militar a adoptar una fachada democrtica que le permiti legitimar su ejercicio arbitrario a nivel nacional e internacional. En efecto, a fines de 1992 el Ejecutivo convoc a la poblacin a elegir sus representantes al Congreso Constituyente Democrtico (sic). Los resultados de los comicios eran previsibles, puesto que el Ejecutivo, al no encontrar cortapisas legales ni contrapesos polticos, concentr e hizo uso arbitrariamente de los recursos fiscales y de la administracin pblica, en tanto que las Fuerzas Armadas operaban abiertamente para asegurar el triunfo del gobierno. Los resultados electorales eran adems
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previsibles en razn de la abierta divisin con que los dirigentes polticos enfrentaron esta convocatoria ilegal, al igual que por la abstencin adoptada por los principales partidos de la oposicin para evitar que se hiciera evidente su debilidad electoral. En consecuencia, esta situacin favoreci a los candidatos reclutados por el entorno presidencial, as como a los autotitulados "independientes", dispuestos a ofrecer su apoyo al gobierno a cambio de futuras recompensas oficiales. La fortuna acompa a Fujimori en sus esfuerzos por consolidarse en el poder, gracias a la captura de los dirigentes subversivos y al inicio del desmantelamiento de sus agrupaciones en las vsperas electorales: la sensacin de alivio y de optimismo general que produjeron estos hechos fue capitalizada electoralmente por el gobierno. Pero, adems, el xito logrado contra la subversin sirvi para justificar la decisin golpista y reforzar el apoyo social, en tanto que las posiciones de los militares norteamericanos y de los inversionistas extranjeros se vean fortalecidas ante el Departamento de Estado. Como era de esperar, la mayora del Congreso Constituyente consagr la concentracin de poderes que usufructuaba el Ejecutivo, al formalizar la figura ya extremadamente presidencialista de Fujimori, y consagr la reeleccin presidencial a fin de asegurar su permanencia en el poder al menos por otros diez aos. Por su parte, mientras la opinin pblica impugnaba la amnista decretada por el Congreso a favor de los uniformados por las violaciones a los derechos humanos, las Fuerzas Armadas ampliaron y consolidaron su autonoma funcional, lo cual les permiti confirmar el control poltico-militar del territorio, que ya detentaban, extender la jurisdiccin castrense a los civiles en los casos de terrorismo y narcotrfico, al igual que, segn se les atribuy posteriormente, en los casos de delincuencia "agravada". As tambin, el asesor Montesinos, en razn del control que
ejerca dentro del Servicio de Inteligencia (SIN), ampliaba considerablemente su grado de influencia poltica, al concentrar la informacin y el anlisis de los movimientos subversivos, del trfico ilcito de drogas y, particularmente, de las actividades de la oposicin mediante un ampliado servicio de espionaje. Estos recursos hicieron que creciera significativamente el ascendiente que Montesinos ejerca sobre Fujimori, hasta el extremo que controlaba y organizaba su agenda poltica y su existencia cotidiana; y as fue consolidando su posicin clave en el entorno presidencial con el consiguiente desplazamiento de familiares y amigos del Presidente. Por estos motivos, no es de extraar que Montesinos fuera calificado de "Rasputn" y que se dijera que comparta el poder tanto con Fujimori como con el jefe de las Fuerzas Armadas. Entonces, los tecncratas de la administracin fujimorista aceleraron las reformas econmicas sin encontrar mayores dificultades, en tanto que la modificada composicin de las funciones gubernamentales determin la definitiva quiebra de las tradicionales relaciones entre sociedad y Estado. Dentro de las favorables condiciones externas presentes durante el periodo 1993-1997, estas medidas contribuyeron al flujo de capitales y de las inversiones extranjeras que avalaron las medidas econmicas del gobierno; en consecuencia, el horizonte de progreso econmico favoreci la aprobacin de la mayora de la poblacin a la gestin presidencial.
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No obstante contar el gobierno con todas las cartas a su favor y sin que mediara una oposicin organizada, el nuevo texto constitucional fue aprobado por un margen muy ajustado en el
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referndum de 1993; sorprendente resultado que permiti comprobar que el gobierno no tena suficiente control sobre la sociedad, y particularmente, sobre los abandonados sectores populares a los que se les atribua una natural predisposicin de sometimiento al ejercicio autoritario del poder. Ante este resultado, el entorno civil-militar de Fujimori aceler la reorganizacin de la composicin y funcionamiento de los organismos estatales a fin de reglamentar el desempeo y controlar la lealtad de su personal al rgimen, neutralizar a la oposicin y ganarse a las capas populares, de manera de ejercer el firme control poltico sobre el "frente interno" como condicin para obtener el apoyo de actores estratgicos del "frente externo". Para tales efectos, la sustancial ampliacin de las atribuciones del SIN le permiti extender la vigilancia a la jerarqua militar en tanto se independizaba de las Fuerzas Armadas, al punto de constituirse en un arma aparte, en modo tal que Montesinos lograba controlar la jerarqua militar colocando a sus allegados en la cpula del aparato castrense. Esta ampliacin de las funciones del SIN abarc tambin la vigilancia sobre el Ejecutivo incluso sobre Fujimori sobre los congresistas del rgimen, los miembros de la administracin de justicia y, en general, el personal de la administracin pblica. Montesinos adquiri entonces una influencia decisiva en el reclutamiento, promocin, marginacin o remocin de la jerarqua militar, del gabinete presidencial, de los parlamentarios, jueces y funcionarios. Adems, el SIN extendi sus atribuciones a fin de auscultar a la opinin pblica, acechar a los opositores al rgimen, ejecutar operativos psico-sociales y soterradas medidas represivas destinadas a anular las tendencias contrarias al rgimen, y favorecer las que se ajustaban a los propsitos particulares de esa dependencia oficial y los objetivos generales del gobierno cvico-militar.
De esta manera el SIN bajo el comando de Montesinos se constituy en el custodio de los intereses y las necesidades del "proyecto" poltico que encarnaban Fujimori, el general Hermoza, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, y el propio Montesinos. Es as como el SIN actuando como brazo poltico del gobierno captur las instituciones estatales y pas a ser las veces del "partido del Estado". Por este motivo rechaz la creacin de una organizacin poltica que aglutinara a los fujimoristas, por la competencia que podra originar, y slo en los momentos electorales permiti la creacin de movimientos ad-hoc para recabar el apoyo social al gobierno. En segundo lugar, para consolidar el rgimen autoritario la camarilla gobernante decidi darle peso a las polticas sociales y ganarse as el respaldo de las masas indigentes, que constituyen alrededor de la mitad de la poblacin del pas, y particularmente de las mujeres de estos sectores sociales, lo que coincidi con el inters de los organismos multilaterales de crdito para impulsar la lucha contra la pobreza. Para ello, el gobierno concedi especial inters a la canalizacin de la asistencia estatal a las mujeres de dichos sectores sociales, promovi la participacin de las profesionales en la administracin pblica y en las posiciones polticas, y en general decret dispositivos favorables a las mujeres. Como se dijo anteriormente, despus de la debacle del Estado durante los aos ochenta, la restauracin de la autoridad y el crecimiento de los ingresos fiscales fortalecieron la capacidad de las instituciones oficiales, lo que les permiti expandir su presencia en la sociedad. As, la concentracin del poder y el incremento sustantivo del gasto social facilitaron el control y la ejecucin de las polticas sociales, en detrimento de otras dependencias gubernamentales. En efecto, el 25% del presupuesto del pas se destina al Ministerio de la Presidencia, que ya cuenta con los recursos externos destinados a combatir la pobre-
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za, mientras la asignacin a los gobiernos locales equivale al 3% del mismo. Los alimentos que permiten sobrevivir al 40% de la poblacin y otro tipo de "donaciones" oficiales, as como la retrica que privilegia la "democracia social" por encima de la "democracia poltica", han contribuido a que Fujimori establezca una relacin directa con los sectores populares y que stos lo perciban como su representante personal. Esta relacin se vio reforzada por la cooptacin que lleva a cabo el gobierno de dirigentes locales, muchas veces provenientes de las debilitadas organizaciones populistas y de extrema izquierda, a fin de canalizar las demandas populares y los intereses del rgimen; asimismo, dicha relacin de Fujimori se refuerza con el control que ejerce el SIN sobre los canales de televisin y otros medios de comunicacin, al tiempo que hostiga a los que informan o emiten opiniones contrarias al rgimen, con el deliberado propsito de que las capas populares accedan slo a los testimonios oficiales. De tal modo, a pesar de los estragos que las polticas liberales producen en las masas populares, el asistencialismo y el control de los medios de comunicacin permitieron que Fujimori consolidara sus bases de apoyo entre la poblacin indigente. Por la extrema personalizacin del poder y el uso patrimonial que Fujimori hizo de los recursos pblicos, por la dependencia de las masas populares al Estado, y la retrica antipoltica, algunos analistas han catalogado al fujimorismo en la cuestionable especie de "neo-populista", lo que, en el mejor de los casos, parece dar cuenta de la confusin que producen los comportamientos y las alianzas del rgimen autoritario. En tercer lugar, el Ejecutivo persigui reforzar y ampliar las alianzas con poderes externos para fortalecer el rgimen y acallar, sino doblegar, las crticas internacionales. Para apuntalar esa relacin, Fujimori no slo sigui las recomendaciones, sino que inclu-
so proclam su firme adhesin a los organismos multilaterales de crdito, por lo que la mxima autoridad del Fondo Monetario Internacional declar que esas manifestaciones constituan "msica celestial" a los odos de los sectores financieros internacionales. En el mismo sentido Fujimori estableci una frmula de colaboracin con Washington en la lucha contra el narcotrfico: mientras que la produccin de la droga se trasladaba a Colombia, la interdiccin area logr reducir significativamente el cultivo de las hojas de coca y la comercializacin de cocana, en circunstancias que el consumo de estupefacientes y el crimen concentraban la atencin pblica en Estados Unidos. Estos resultados, adems de renovar los vnculos entre las Fuerzas Armadas y sus equivalentes norteamericanos, contribuyeron a afianzar las antiguas relaciones que Montesinos mantena con las agencias de seguridad de Estados Unidos y los organismos dedicados a la lucha contra el trfico ilcito de drogas; pero no por ello ha desaparecido la sospecha de que el asesor participa en esta actividad ilegal. De otro lado, Fujimori estrech relaciones con pases del Asia, en la esperanza de atraer capitales de esa regin, a la vez que proclamaba su simpata por los "valores asiticos", concretamente con el modelo de Singapur. Pero la sostenida ayuda de Japn no se vio acompaada con el flujo de inversiones que el Presidente alentaba para desligarse de la dependencia econmica y de las requisitorias liberales del gobierno norteamericano. Es as como la restauracin de la gobernabilidad y la consolidacin del "frente interno" otorgaron a Fujimori importantes crditos polticos en determinados centros de poder en Washington y en otras capitales, que contribuyeron a justificar la naturaleza autoritaria del rgimen y a aplacar los efectos de las denuncias por los atropellos a los derechos humanos y la destruccin de la democracia.
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En suma, las alianzas polticas y la eficacia del autoritarismo para resolver los aspectos ms evidentes de la crisis orgnica del pas condicionaron el apoyo interno y externo al fujimorismo, en tanto sus contrincantes seguan apegados a sus estrategias individuales. No obstante esas evidencias, idelogos del rgimen, ciertos crculos de la oposicin, as como algunos analistas extranjeros recurrieron a la difundida creencia de que la "cultura autoritaria" enraizada en la sociedad peruana explicaba el respaldo al gobierno. Pero no pasara mucho tiempo para que los hechos desautorizaran esta pretendida caracterizacin de la idiosincrasia nacional.
procedentes de gobiernos, organismos y medios de comunicacin internacionales, que desembocaron en el resquebrajamiento de las bases del rgimen autoritario. Paradjicamente, despus de la reeleccin presidencial y en la cspide de la popularidad del Presidente, los resultados de las elecciones municipales de 1996 fueron adversos a los candidatos oficiales en importantes ciudades, al tiempo que el delfn de Fujimori era derrotado por Alberto Andrade en Lima, principal plaza electoral del pas. Este candidato, aunque simpatizante de las medidas econmicas y del estilo autoritario del Presidente, pretenda emular su ascenso poltico fulgurante, manteniendo su independencia del fujimorismo. Este sorprendente fracaso del rgimen y del Presidente tuvo importantes consecuencias para fijar el curso de accin de la camarilla palaciega. En efecto, ese resultado llev a que el entorno de Fujimori concluyera que era preciso controlar ms los estrechos marcos de libertad, puesto que constituan obstculos a la consolidacin del rgimen en el largo plazo. Asimismo, dicho entorno lleg a aceptar que los votos a Fujimori no eran endosables a otro candidato, en razn del elevado grado de personalizacin del poder, por lo que l era indispensable para mantener la continuidad indefinida del rgimen autoritario. De ah que el problema de la sucesin, tpico de los regmenes autoritarios, pasara a constituir el eje de las preocupaciones y de las decisiones gubernamentales: cmo lograr mantener a Fujimori en el poder durante los prximos veinte aos. Para enfrentar el desafo que constitua Andrade, la digitada mayora parlamentaria restringi las atribuciones y los recursos municipales a fin de impedir que el flamante Alcalde de Lima, y otras figuras similares, pudieran erigirse en alternativas a Fujimori, al tiempo que, alegando la necesidad de modernizar la judicatura, el Ejecutivo intervino el Poder Judicial, el Ministerio Pblico y
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el Consejo de la Magistratura, por lo que logr obtener una influencia decisiva tambin en el Poder Electoral. En este contexto, la controlada mayora parlamentaria dict en 1996 una "interpretacin autntica" de la Constitucin que facultaba la segunda reeleccin presidencial de Fujimori en el 2000 y, para convalidar esta decisin, el Congreso destituy a los miembros del Tribunal Constitucional que haban dictaminado en contra de dicha interpretacin. Luego, mediante artificios legales, el gobierno intervino uno de los principales canales de televisin y persigui a su propietario, al igual que a su familia, por las denuncias que aqul haba formulado contra Montesinos y altos oficiales de las fuerzas armadas por su participacin en el narcotrfico y por las torturas y asesinatos de agentes del SIN que, supuestamente, haban filtrado informaciones a la prensa sobre acciones violentas contra los derechos humanos. Realiz adems actos de espionaje y de hostigamiento contra opositores del gobierno, concretamente contra la candidatura de Prez de Cullar. El rechazo de los controlados tribunales a anular estas decisiones motiv que opositores al rgimen denunciaran al gobierno ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por tales actos; en tanto las organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos, de la libertad de expresin, y varios gobiernos, especialmente el de los Estados Unidos, elevaron sus voces de protesta contra esas disposiciones y mantienen hasta el presente sus cerradas crticas a los sucesivos atropellos gubernamentales. La falta de escrpulos de los gobernantes, y los torpes o cnicos argumentos de los voceros oficiales para justificar esas violaciones de los derechos ciudadanos, produjeron un sentimiento de indignacin general que alent la emergencia del primer movimiento social de envergadura que congregaba a figuras re-
presentativas de distintos sectores de la sociedad en defensa de la libertad de expresin y por la democracia. Este movimiento se concret en la recoleccin de un milln y medio de firmas, equivalentes al 10% del padrn electoral, que llev a cabo el Foro Democrtico para solicitar al Congreso la convocatoria a un referndum a fin de que la ciudadana diera su veredicto sobre la legalidad de la interpretacin constitucional. Pero, una vez ms, las consabidas artimaas legales de la mayora de congresistas frustraron la realizacin de la consulta popular. Adems de esos agravios, la extorsin y las amenazas practicadas por los agentes de Montesinos en contra de empresarios y opositores al rgimen propiciaron que sectores de la sociedad, incluso los que aprobaban la gestin presidencial, descubrieran los vicios del autoritarismo y las virtudes de la legalidad democrtica para defender sus intereses y principios. De ah que cada vez ms se escucharan voces reclamando la necesidad de recuperar la institucionalidad democrtica. En efecto, como se ha visto, la mayora de la poblacin justificaba el desempeo autoritario por su eficacia para estabilizar econmica y polticamente el pas, ms que por supuestas caractersticas culturales de la sociedad; pero, logrado este objetivo, la continuidad de tal comportamiento lleg a ser percibido como un peligro para la gobernabilidad. Esta situacin fue percibida as porque evidenciaba que la falta de transparencia de los actos de gobierno y el rechazo a rendir cuenta de los mismos daban lugar al fomento de la corrupcin y a la existencia de continuas arbitrariedades gubernamentales, lo cual, a su vez, estimulaba la polarizacin poltica, inhiba las inversiones y alentaba el malestar social. En efecto, la concentracin de las decisiones en manos de la camarilla gobernante y su desatencin de los distintos intereses sociales, el secreto control poltico de Montesinos sobre los
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aparatos estatales y la sociedad, la red de corrupcin que logr tejer para favorecer a sus allegados y penalizar a sus adversarios, la persecucin gubernamental a los medios de comunicacin que censuran el espionaje, la extorsin y la corrupcin, en tanto privilegiaba a la prensa adicta al rgimen, despertaron la hostilidad y la desconfianza frente al gobierno y al presidente Fujimori, tanto en el pas como en el exterior. De tal modo, al igual que en otros casos semejantes, la cotidiana experiencia autoritaria propici el descubrimiento, por parte de capas medias y empresariales, de las virtudes de los principios y de las reglas democrticas, fenmeno que se extendi a las capas populares urbanas, al tiempo que el nuevo clima internacional favoreca que el fujimorismo fuese censurado por gobiernos y medios de comunicacin; e incluso que inversionistas y organismos multilaterales expresaran veladamente su desazn ante el comportamiento "irregular" del gobierno peruano. A la protesta por tales tropelas polticas, se sum la desaprobacin social por el pobre desempeo del programa econmico del gobierno: mientras en el periodo 1993-1995 el promedio anual del crecimiento econmico se acercaba al 8%, entre 1996,2000 ese porcentaje fue slo del 3%, equivalente al del crecimiento anual de la poblacin. Este declive se debi principalmente a factores polticos y reforz la insatisfaccin de diversos sectores sociales con el gobierno. Despus de la reeleccin presidencial, en 1996 el Ejecutivo se vio precisado a frenar el gasto pblico para equilibrar las cuentas fiscales por los excesos cometidos durante la campaa electoral, los cuales, aparentemente, haban contado con el consentimiento del Fondo Monetario Internacional, ya que ste no objet el incumplimiento de los acuerdos que haba establecido con el gobierno. La recesin econmica que produjo dicha medida determin que ese ao el crecimiento econmico
cayera al 2.4%, conforme a las controladas y discutibles fuentes oficiales. Para aplacar el descontento a que dio lugar tal situacin, el Ejecutivo design un gabinete ministerial que dict algunas tmidas medidas heterodoxas destinadas a re activar el aparato productivo, las cuales fueron interpretadas como un eventual cambio en la orientacin del gobierno; de all que esas medidas y la supuesta desviacin del modelo econmico fueran paralizadas por la tenaz oposicin de los organismos multilaterales, de los tecncratas y los empresarios. No obstante, los problemas fiscales originados por el gasto de los organismos estatales para confirmar la reeleccin de Fujimori en 1995, el intente frustrado del Ejecutivo de reproducir las estigmatizadas polticas de Alan Garca para reactivar la produccin, las espordicas declaraciones del Presidente contra el "neoliberalismo", para ponerse a tono con las crticas al consenso de Washington, la paralizacin de las reformas econmicas para mantener la popularidad del Presidente y asegurar su re-releccin en el 2000, contribuyeron a crear una sensacin de inseguridad entre los sectores empresariales y los tecncratas nacionales e internacionales. En efecto, todos esos actos parecan indicar que el pragmtico presidente Fujimori estara dispuesto a abandonar la economa de mercado y a hacer uso de procedimientos "populistas" si ello le aseguraba su consolidacin indefinida en el poder, aunque fuera a costa de la salud econmica del pas. Esta sospecha contribuy a que empresarios y tecncratas comenzaran a tomar distancias del Ejecutivo y manifestaran su rechazo a la dependencia de la economa frente a la poltica que (ingenuamente) haban credo superada con la implantacin de las reglas de la economa de mercado. Ello dio lugar a que esos sectores estratgicos, que hasta entonces haban otorgado su firme respaldo al gobierno, comenzaran a percibirlo crticamente
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dando inicio a un lento proceso de resquebrajamiento de la coalicin fujimorista. Sin embargo, en circunstancias que el descontento poltico y econmico creca en diferentes sectores, la fortuna nuevamente vino en ayuda de Fujimori para despejar las tensiones acumuladas. En diciembre de 1996 un grupo remanente de los movimientos insurgentes ocup la Embajada de Japn y secuestr a altos funcionarios del gobierno, a diplomticos, as como a ciudadanos peruanos y japoneses, despus de varios meses en que la atencin nacional e internacional estuvo concentrada en dicho evento, los militares eliminaron a los subversivos y rescataron a los retenidos, con el consiguiente alivio general. La decidida y exitosa actuacin de Fujimori y los militares concit el aplauso y la admiracin de gobiernos y de organismos castrenses extranjeros. Luego, en 1997, el conflicto blico con el Ecuador contribuy a que la sociedad otorgara su respaldo patritico al Presidente y a las Fuerzas Armadas, por lo que, al igual que en la ocasin anterior, fue puesto de lado el debate sobre las pendientes cuestiones polticas y econmicas. Las intensas presiones internacionales que ejercan los pases garantes del Tratado de Ro de Janeiro sobre Ecuador y Per para que solucionaran pacfica y definitivamente sus diferencias fronterizas determinaron que Fujimori otorgara ciertas concesiones al Ecuador, a pesar de la oposicin manifestada al respecto por buena parte de la opinin pblica, decisin que propici la resolucin del problema que ambos pases arrastraban desde tiempo atrs. Pero, para lograr tal acuerdo, los pases garantes del Tratado de Ro se vieron precisados a exigir la eliminacin de las resistencias que presentaban en ese sentido los comandos militares de ambos pases, lo cual culmin con la deposicin del general Hermoza Ros, jefe de las Fuerzas Armadas peruanas, y simultneamente con la de su contraparte ecuatoriano.
Desaparecida la competencia del general Hermoza, Montesinos culmin el proceso de concentracin del poder en las Fuerzas Armadas al depurar a los oficiales "hermocistas" de los altos mandos y reemplazados por sus allegados. A partir de esa posicin, invadi y conquist los predios estatales que se mantenan libres de su influencia, consolidando la red "montesinista" en el gobierno, por lo que pas a compartir el poder con Fujimori. De ah que se elevaran crticas al carcter desptico del rgimen autoritario y que ellas se concentraran en ambos personajes, al tiempo que la mayora de la poblacin desaprobaba la participacin de Montesinos en el gobierno. La firme decisin demostrada por el presidente para solucionar exitosamente el secuestro en la Embajada del Japn, al igual que para lograr los acuerdos con el Ecuador y, luego, para arreglar las cuestiones fronterizas pendientes con Chile, contribuy a reforzar la posicin de Fujimori, en tanto que, una vez ms, acentuaba la percepcin interna y externa en el sentido de que el Presidente era imprescindible para consolidar la paz del pas y la seguridad regional. Pero poco despus de que Fujimori alcanzara los altos ndices de aprobacin por los mencionados xitos, diversas cuestiones econmicas contribuyeron a agudizar las tensiones polticas entre variados sectores sociales y el rgimen autoritario. El efecto-tequila en 1997, el fenmeno marino del Nio y las contradictorias medidas que adopt el gobierno para encarar las crisis econmicas de Asia, Rusia y Brasil, produjeron en 1998 una aguda recesin de la que el pas no logra salir hasta hoy, sin que se perciban visos de recuperacin. Dicho contexto, y el rechazo al carcter autoritario del rgimen, contribuyeron a que la opinin pblica desaprobara mayoritariamente la gestin econmica del gobierno y a que descendiera la popularidad de Fujimori. Mientras en el perodo
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1991,1996 el promedio de aprobaci6n al Presidente rondaba el 65%, entre 1996,1998 descendi a 39%; proporcin relativa, mente alta que se explica por el apoyo que sectores de la poblacin menesterosa otorgaban al Presidente por las razones antes mencionadas. Estos cambios se reflejaron en las elecciones municipales de 1998 en las que el alcalde de Lima, Alberto Andrade, presunto candidato presidencial del ao 2000, derrot nuevamente al candidato oficial, mientras que opositores al rgimen fueron elegidos para dirigir las principales ciudades del pas. En estas circunstancias el gobierno se encontr bajo el fuego cruzado de diferentes sectores sociales: por un lado, las capas urbanas medias y trabajadoras criticaban al gobierno por la falta de empleo y de ingresos adecuados, por lo que le exigan la adopcin de medidas que incentivaran la demanda para corregir la deprimente situacin por la que atravesaban, coincidiendo as con las peticiones que formulaban los propietarios de las pequeas y medianas empresas; por otro lado, los propietarios de las grandes empresas y los tecncratas no ocultaban su contra, riedad por la paralizacin de las reformas de primera y segunda "generacin". En efecto, estos ltimos consideraban que dichas reformas eran indispensables para incentivar las necesarias inversiones extranjeras, elevar la eficiencia econmica, promover la seguirdad jurdica y la transparencia de las acciones gubernamentales, condiciones necesarias para generar confianza en el mbito empresarial e impulsar el crecimiento econmico. Es decir, los empresarios incorporaron los factores polticos, de naturaleza democrtica, en el tratamiento de las cuestiones econmicas. Pero si por una parte el gobierno trataba de satisfacer las demandas de los microempresarios a travs de las polticas asistencialistas, por otro lado desestimaba las solicitudes de empresarios y tecncratas en el sentido de avanzar en las reformas
estructurales, pues ellas resultaban incompatibles con la naturaleza del rgimen poltico. En efecto, se vio entonces que la demanda de privatizar ciertos servicios pblicos era rechazada porque sus consecuencias polticas podan afectar el respaldo popular al Jefe de Estado; que la solicitud de iniciar la "reforma del Estado" era ignorada en razn de que la autonoma del Poder Judicial, la descentralizacin, la transparencia y el rendimiento de cuentas del gobierno, entre otras exigencias, comprometan la estructura cerrada y concentrada del rgimen que, secreta e ilegalmente, buscaba controlar los aparatos de la administracin pblica y de las organizaciones de la sociedad. Adems, para el gobierno, las objeciones y las crticas de los empresarios y los tecncratas no encontraban asidero porque las decisiones adoptadas por Fujimori y su entorno se vean convalidadas por la apologa que aqullos haban hecho anteriormente de la concentracin del poder y la eficacia de sus decisiones, razn por la que los organismos multilaterales de crdito haban contribuido generosamente a sustentar la gobernabilidad del pas. Las violaciones a los derechos humanos y el rechazo del gobierno a ratificar su validez universal posicin que lo llev a votar con China y Cuba a fin de que se reconociera la relatividad cultural de los derechos humanos en la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas constituan aparentemente motivos de preocupacin en algunos sectores econmicos internacionales, no obstante lo cual connotados voceros de la banca transnacional se apresuraron a desmentir que la conducta del gobierno peruano a ese respecto influyera en las decisiones de los inversionistas, tal como era en efecto. En este contexto de estancamiento econmico y de creciente tirantez poltica, la contraposicin de los planteamientos para reactivar la economa se proyect en el gobierno y desem-
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boc en el cambio del equipo que haba realizado las reformas y pugnado infructuosamente en los ltimos aos para impulsarlas, por otros colaboradores a los que se les atribua condiciones para proyectar y ejecutar polticas alternativas para sacar al pas del atolladero. Sin embargo, no pasara mucho tiempo antes de que las esperanzas depositadas en el nuevo equipo se desvanecieran, sin pena ni gloria. Y as, en tanto empresarios y tecncratas debatan sesudamente sobre las distintas medidas que deba adoptarse y las consecuencias que ellas podan acarrear, parecan no percatarse de que el principal foco de inters del do Fujimori-Montesinos y la camarilla gobernante que dependa de ellos era asegurar el tercer triunfo electoral de Fujimori a como diera lugar, postergando todo otro tipo de consideracin para despus de las elecciones. Para tal efecto, el Ejecutivo decidi impulsar las polticas asistenciales y desarrollar una intensa campaa a fin de conquistar el voto popular, por lo que elev el gasto pblico en 1999 y el primer semestre del siguiente muy por encima de las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional, sin que ste se inmutara, y de los lmites fijados por la ley de "prudencia fiscal" del Congreso, sin que sus miembros formularan alguna observacin, lo que auguraba un duro ajuste post-electoral, al igual que en 1996. Para ello el gobierno estimaba que poda usar discrecionalmente las elevadas reservas internacionales provenientes de las privatizaciones y contaba con la tolerancia, sino con el respaldo, de los organismos multilaterales de crdito para llevar adelante sus planes, en razn de que se impona como la nica alternativa real de gobernabilidad. No obstante el crecimiento de las protestas y de los movimientos sociales alrededor de las cuestiones polticas y econmicas, no se logr socavar las bases internas y externas del
rgimen; sobre todo porque los dirigentes del abanico oposicionista persistieron en sus estrategias individuales que alientan la competencia en vez de la cooperacin mutua. Por tanto, las fuerzas opositoras no lograban presentarse como alternativa de gobernabilidad, a diferencia del slido autoritarismo fujimorista. Esta situacin responde a que dichos dirigentes comandan movimientos electorales y exnimes partidos que no tienen existencia orgnica, por lo que en general las lealtades polticas de sus miembros son efmeras y, asimismo, porque la representacin que asumen y las credenciales democrticas que presentan son dudosas, en el mejor de los casos. De all que esas figuras aparezcan como eventuales caudillos antifujimoristas que, paradjicamente, reproducen muchas veces el estilo de conduccin autoritario de su contrincante. A esto se suma el pesado legado de desconfianza mutua que cargan esos dirigentes, tanto por las posiciones antagnicas que adoptaron en diversas circunstancias histricas, como por la heterogeneidad de sus concepciones econmicas y polticas. Por ltimo, las caractersticas del sistema electoral tambin contribuyen a mantener divididos a los dirigentes de la oposicin; de all que, a pesar del clamor por la constitucin de un frente de oposicin que presentara una candidatura nica, surgieran varios aspirantes a la presidencia en competencia con Fujimori, que esperaban congregar en una eventual segunda vuelta electoral a la mayora de los electores opuestos al Presidente. Cada uno de esos postulantes competa por el mismo electorada, sin contar con bases organizadas ni planes concretos para enfrentar a Fujimori, por lo que se contentaron con adoptar posiciones defensivas ante la "guerra sucia" emprendida por el Estado, y siguieron en campaa con la ilusin de que las elecciones se realizaran en un marco relativamente libre y justo. En suma, tales condiciones confluan para inhibir la construccin
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de nuevas identidades polticas que representaran la pluralidad de intereses sociales alrededor de alternativas convincentes de gobernabilidad democrtica. Por otro lado, las dificultades que confrontaba la integracin de la oposicin se agravaban por las amenazas, la persecucin y los operativos "psico sociales" de los organismos estatales para amedrentar, desacreditar y dividir a sus rivales. El temor a las distintas formas de coaccin del gobierno, las continuas acusaciones lanzadas contra sus contrincantes por su incapacidad para constituir una fuerza sustentatoria de la gobernabilidad contribuan a que empresarios y capas medias se mostraran renuentes a involucrarse en la poltica; al tiempo que el asistencialismo estatal y el control de los medios de comunicacin propician la despolitizacin de las desorganizadas masas indigentes y su dependencia del Estado. Asimismo, la cooptacin gubernamental ha incentivado la proliferacin de trnsfugas provenientes de diferentes sectores y actividades sociales en las disciplinadas filas oficialistas; quienes dan as muestras de evidente deslealtad poltica y falta de respeto a principios convencionales, lo que tambin contribuye a fortalecer el descrdito de la poltica. A pesar del crecimiento del descontento econmico y el rechazo poltico al gobierno, esos factores propiciaron que en amplios sectores de la sociedad se percibiera al rgimen autoritario de Fujimori y Montesinos como la nica opcin vlida y que ella se proyectara al exterior como la sola eleccin capaz de asegurar la gobernabilidad y el progreso del pas. En esta medida, la creencia en que slo con el gobierno y en el gobierno es posible adelantar los intereses individuales y colectivos lleva a compartir la consigna del jefe de Sendero Luminoso cuando dice que "salvo el poder todo es ilusin".
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A despecho del descontento social, la resuelta voluntad del gobierno a forzar la segunda reeleccin de Fujimori en el 2000 para mantener la estructura de dominacin, asegurar la impunidad a la corrupcin de la camarilla mafiosa en nombre de la gobernabilidad en circunstancias que Pinochet era retenido en Londres determinaron que, con la estrecha colaboracin de las Fuerzas Armadas, el SIN organizara una ofensiva en el "frente interno" para doblegar a sus enemigos por todos los medios a su alcance, y lograr el triunfo electoral a cualquier precio. As el do Fujimori-Montesinos inaugur una "guerra sucia" contra la oposicin; pero, contrariamente a lo que esperaban, sus consecuencias revertieron en contra de ellos y de la red mafiosa que haban tejido en los poderes del Estado. El control de la prensa amarilla ("prensa chicha") por el SIN y el hostigamiento obsceno a los rivales de Fujimori, que redund en la difusin de un estilo poltico y cultural perverso, as como el monopolio de la informacin con que contaba el rgimen en los canales de televisin de seal abierta, contribuyeron a que la mayora de la poblacin tuviera una informacin parcial y distorsionada acerca de los candidatos y del proceso electoral. Estas acciones se vieron coronadas por el xito, puesto que produjeron el descenso de las intenciones de voto de algunos de los diferentes contrincantes de Fujimori. Sin embargo, a pesar de las amenazas y las acusaciones a la prensa que no se alineaba con el gobierno, y que desde el autogolpe de 1992 ha mantenido consistentemente sus crticas a los abusos del rgimen, esos medios no dejaron de dar muestras del fraude electoral en marcha, motivo por el que han sido elementos claves para que la oposicin siguiera viva y para que creciera cada vez ms en distintos sectores de la sociedad. A este respecto,
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el caso ms sonado y que puso en evidencia la catadura del rgimen, fue la denuncia de la falsificacin de un milln de firmas para inscribir la candidatura de Fujimori, denuncia hecha por el diario El Comercio, al que la opinin pblica singulariza por su objetividad y ponderacin. A pesar del escndalo nacional e internacional que se origin, los poderes pblicos no dudaron en acatar la voluntad de la coalicin gobernante: adems de las amenazas del SIN a los propietarios de dicho diario, el Congreso hizo la finta de investigar la acusacin sin obtener resultados concretos; el Jurado Nacional de Elecciones dictamin que la falsificacin no invalidaba la inscripcin electoral de la candidatura oficialista y el tribunal encargado del ::aso no encontr motivos para acusar a los autores; en cambio, de acuerdo a una conocida prctica adoptada por la Fiscala de la Nacin, sta culp a los testigos que haban denunciado el fraude por tal delito. Adems de la descarada intervencin de las Fuerzas Armadas a favor de Fujimori y de los candidatos al Congreso seleccionados por Montesinos, ste logr copar totalmente los rganos electorales con personal adicto a los intereses del SIN y, en esa medida, del rgimen. Pero, por otro lado, el presidente Fujimori encarg a Absaln Vsquez, uno de sus leales y fieles servidores, la organizacin de un movimiento electoral mediante el uso discrecional de los dineros pblicos, y de las dependencias encargadas del asistencialismo estatal, para fomentar la cooptacin de dirigentes rurales y de barrios populares con el objeto de asegurarse los votos de dichos sectores. Estas atribuciones que el Presidente concedi a Vsquez le permitieron a ste designar e incorporar a candidatos al Parlamento en la lista oficialista, por lo que apareci como un nuevo polo en la constelacin del poder, y pretendi confirmado as mediante la constitucin del partido poltico del rgimen. De
esta manera, la rivalidad entre Montesinos y Vsquez se traslad a una sorda pugna entre "montesinistas" y "absalonistas", en la que ambos bandos se esmeraban en exaltar su lealtad a Fujimori. Adems de la guerra sucia, Fujimori hizo gala de ser el representante autntico de los intereses populares, tal como lo mostraba con las continuas "donaciones" que realizaba entre la poblacin pobre gracias al uso discrecional de los recursos y de las instituciones pblicas, al tiempo que no perda ocasin para recordar, en el pas y en el extranjero, que bajo su direccin, y con la eficaz asesora de Montesinos, de las Fuerzas Armadas y del SIN, haba derrotado la subversin y reducido el trfico ilcito de drogas, publicidad que tantos rditos le haba otorgado hasta entonces. As, al presentarse como el garante del orden y la seguridad pblicas, vale decir, de la gobernabilidad del pas y, por extensin, de la regin sudamericana, Fujimori procuraba concitar el apoyo de actores estratgicos nacionales e internacionales y rearmar la coalicin interna y externa que lo haba sostenido, al igual que precaverse de los efectos de los ataques que dentro y fuera del pas se sucedan cada vez con mayor frecuencia e intensidad contra su gobierno por los sucesivos atropellos que cometa para asegurarse la re-reeleccin. Pero no fue posible concretar con facilidad esas intenciones a causa del nudo de contradicciones que haba creado el gobierno peruano. En circunstancias en que la Corte Interamericana de Derechos Humanos se aprestaba a dictaminar sobre el despojo del canal de televisin y de la nacionalidad de su propietario, Fujimori aprovech la oportunidad para relevar su propia figura como custodio de la gobernabilidad mediante la decisin de excluir al Per de la jurisdiccin de la Corte, a raz de que sta fallara en el sentido que unos ciudadanos chilenos, condenados por "traicin a la patria" por haber participado en actos sub-
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versivos, deban ser juzgados por el fuero ordinario; sentencia que se sumaba a la demanda del gobierno norteamericano para que una rea de terrorismo de su pas quedara sometida tambin a dicho fuero. Esta decisin de Fujimori fue duramente criticada en el exterior, pero la mayora de la poblacin la aprob como resultado de la defensa cerrada que hizo de las expeditivas sentencias dictadas por los jueces militares "sin rostro", as como porque tergivers el contenido de la resolucin de la Corte al sealar que sta mandaba liberar a los condenados por terrorismo, y afirmar que la demanda de Washington tena el mismo propsito. Adems de subrayar el carcter nacionalista de la decisin presidencial, los voceros del oficialismo aplaudieron la decisin de Fujimori al acusar a los miembros de la Corte de extremistas y "viejos decrpitos", en tanto que denunciaban a los opositores que criticaban tal medida por favorecer la libertad de los terroristas y auspiciar el renacimiento de los movimientos subversivos, conforme al libreto preparado por el SIN que groseramente la prensa amarilla reproduca. Fue as como el entorno palaciego aprovech el dictamen de la Corte Interamericana para curarse en salud, puesto que al dejar de estar sometido a su jurisdiccin poda ignorar la probable resolucin en favor de la devolucin del canal de televisin y de la nacionalidad a su propietario legtimo; pero, adems, esta circunstancia dio ocasin al gobierno para multiplicar los vejmenes a los opositores al rgimen y para erigir a Fujimori como defensor de la autonoma nacional y protector de la paz y el orden. Pero, de otro lado, Fujimori critic, ante los jefes militares reunidos en el Colegio de Defensa de Washington, las negociaciones entabladas por el gobierno colombiano con las guerrillas y, sin tomar en consideracin la situacin peculiar que enfrenta ese pas, propuso que se siguiera el ejemplo dado por el Per en
la lucha contra los movimientos subversivos y el narcotrfico llevada a cabo por el SIN y las Fuerzas Armadas, procurando as presentar a Montesinos como un valioso producto de exportacin no-tradicional. Sin embargo, la publicidad de esa inslita intervencin y en ese tipo de auditorio crisp las relaciones entre Per y Colombia, en tanto que los principales gobiernos sudamericanos no ocultaron su disgusto con el gobernante peruano por inmiscuirse en asuntos ajenos, lo que se agregaba a los resquemores que produca su manifiesto desdn a los derechos humanos ya la democracia. Pero como ya para entonces era sabido que el presidente Fujimori no daba puntada sin hilo, se hizo evidente que el propsito de su exhortacin a los militares norteamericanos estaba destinado a obtener la renovacin de su apoyo, a fin de contrarrestar las crecientes protestas internas y externas surgidas por la descarada manipulacin del proceso electoral peruano. Simultneamente, los medios de comunicacin internacionales intensificaron las crticas al carcter autoritario del rgimen poltico y a la falta de justicia, equidad y transparencia en que se desarrollaba la campaa electoral, lo que auguraba la manipulacin de sus resultados. Estos inslitos comentarios fueron recogidos por diversos gobiernos y organizaciones defensoras de los derechos humanos y la democracia, lo que contribuy a que stos se articularan con instituciones polticas y de la sociedad civil peruanas que persiguen los mismos objetivos, contribuyendo a su relativo fortalecimiento. As, la coalicin nacional-internacional favorable a la democracia logr desarrollarse y contraponerse a la que segua sosteniendo a Fujimori. Las reiteradas muestras de la falta de reparos del entorno palaciego para lograr extender su presencia en el poder propiciaron que dicha coalicin planteara la necesidad de restaurar
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las instituciones democrticas para la realizacin de elecciones libres y justas; al tiempo que para contrarrestar las acusaciones del fujimorismo los voceros de esa alianza propusieron a los candidatos suscribir un "acuerdo de gobernabilidad", como efectivamente sucedi. Sintomticamente, este desenlace motiv que el gobierno reaccionara agresivamente, puesto que ese acuerdo desmenta las acusaciones que aqul lanzaba a los opositores acerca de su incapacidad para ponerse de acuerdo, as como de ser incompetentes para garantizar la gobernabilidad del pas, en tanto pretenda competir y despojar al gobierno de la bandera que haba servido para recibir el apoyo interno y externo. Pero estos esfuerzos no lograron superar la dispersin de la oposicin, en tanto las intenciones de voto de les contendientes de Fujimori cayeron abruptamente como producto de la guerra sucia emprendida por el gobierno, lo que contribuy a que se difundiera una sensacin de fatalismo con respecto al resultado de los comicios. Pero sbitamente, a los pocos meses de las elecciones, la candidatura de Alejandro Toledo tom vuelo y congreg una vasta gama social y poltica de ciudadanos opuestos al fujimorismo. Una vez ms, esta situacin dejaba ver que la emergencia de movimientos electorales responda al vaco dejado por la quiebra de los partidos polticos; pero, asimismo, daba cuenta del cambio de actitud que se haba llevado a cabo con respecto al liderazgo poltico: Toledo, por su origen popular, por su exitosa trayectoria profesional y su nimo combativo representaba aparentemente las aspiraciones de los sectores sociales postergados, como habra sido el caso de Fujimori en 1990. De all que en pocos meses lograra convocar a vastos sectores populares. Como era previsible, los resultados de los comicios otorgaron ventaja a Fujimori sobre Toledo, aun cuando slo por algunos puntos, lo que motiv que el candidato opositor los desconociera y acusara al Presidente de haber usado ilegalmente los recursos
estatales para amaar el fraude electoral. El apoyo que Toledo recibi del conjunto de los dirigentes de la oposicin al rgimen confirm su liderazgo, y las masivas demostraciones que convoc a lo largo del pas para repudiar dichos resultados determinaron la transformacin del escenario poltico. As las cosas, el Per atraves por una experiencia indita en Amrica del Sur que puso en evidencia las consecuencias contradictorias de la globalizacin en pases cuya fragmentacin social y poltica dificulta el desarrollo autnomo del orden institucional, y faculta la intervencin externa para instaurar la democracia. A las protestas contra la participacin ilegal de las Fuerzas Armadas y del SIN en el proceso electoral, a las denuncias por el uso patrimonial de los recursos pblicos hecho por Fujimori, a las crticas de los opositores por la imposibilidad de acceder a los canales de televisin y por las infamias de la prensa amarilla contra los antagonistas del Presidente, se sumaron las acusaciones al gobierno por las irregularidades cometidas durante la campaa que hicieron las misiones de observacin electoral de la OEA, del Centro Carter y del National Democratic Institute. Asimismo, la pretensin del gobierno de avalar el fraude de los comicios del 9 de abril produjo enrgicas protestas de dichas instituciones, de gobiernos, de organizaciones defensoras de los derechos humanos y de la libertad de expresin, y de los medios de comunicacin internacionales. Por tal razn, el domesticado Jurado Nacional de Elecciones se vio obligado a reconocer que Fujimori no haba alcanzado en la primera vuelta los votos necesarios para ser llevado a la presidencia, y debi convocar a la segunda vuelta para fines de mayo, al tiempo que s reconoca como vlidos los fraudulentos resultados de las elecciones parlamentarias, en las que los candidatos del oficialismo se acreditaron la mayora de los escaos.
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En estas circunstancias, la misin de la OEA exigi el cambio de las arbitrarias condiciones en que se haba desarrollado el proceso electoral como requisito para aceptar los resultados de la segunda vuelta, y a medida que los organismos internacionales defensores de los derechos humanos y de la democracia siguieron presionando a los principales gobiernos para lograr tales modificaciones, el Departamento de Estado de los Estados Unidos y las dos cmaras legislativas de dicho pas amenazaron con la aplicacin de severas restricciones al Per en caso de que su gobierno no las llevara a cabo. Asimismo, la Unin Europea, conjuntamente con las cancilleras y los parlamentos de los gobiernos miembros, al igual que el gobierno del Japn se sumaron a la exigencia de la OEA, y, para sorpresa de muchos, incluso algunos gobiernos latinoamericanos se manifestaron en favor de esa exigencia. Simultneamente, los principales medios de comunicacin internacionales denunciaron en sus primeras planas el carcter autocrtico del rgimen y la falta de equidad, libertad y transparencia en que se haban realizado los comicios. En este sorprendente contexto, algunos destacados voceros oficialistas pretendieron erigirse en abanderados del nacionalismo para contrarrestar esa ofensiva que, al decir de uno de ellos, responda a "una conspiracin internacional de poderes neocoloniales para imponer sus valores liberales". Opus Dei dixit? A pesar de las inslitas presiones internacionales, el temor de Montesinos por las consecuencias que podan acarrear los cambios de las condiciones electorales, llev al gobierno a desentenderse de las exigencias de la OEA, por lo que la misin de observacin electoral de esta organizacin tom la decisin sin precedentes de retirarse del pas y desconocer la legitimidad de las elecciones, a la que se sumaron otros observadores nacionales e internacionales. Por su parte, Toledo decidi tambin retirarse de la contienda y solicitar a la ciudadana de abstenerse o de
anular el voto, tal como sucedi con alrededor del 30% del electorado, por lo que Fujimori result vencedor por walk-over. A las continuas manifestaciones que siguieron en contra del fraude electoral se agregaron adversas reacciones internacionales; pero de nada valieron todas esas demostraciones para detener la voluntad de la coalicin civil-militar de proclamar el triunfo de Fujimori. Fue as que, en un flagrante acto anticonstitucional, los altos mandos de las Fuerzas Armadas reconocieron pblicamente a Fujimori como Presidente y comandante en jefe de las instituciones castrenses aun antes de que lo hiciera el Congreso, dando por sentado que la decisin militar era la definitiva. La camarilla gobernante contaba con que ante los hechos consumados, las soterradas campaas psico-sociales del SIN contribuiran a que los opositores siguieran dispersos y sus dirigentes se contentaran con incorporarse en el controlado juego parlamentario, hecho que deba acallar las protestas sociales, tal como haba ocurrido en ocasiones anteriores. Dicha camarilla contaba tambin con que algunos representantes elegidos por los movimientos opositores podan ser chantajeados por el SIN, o con que, en razn de sus dbiles lealtades con los organizadores de esos movimientos, estaran dispuestos a vender su posicin y plegarse al gobierno. En efecto, por diferentes medios el gobierno logr cooptar a representantes elegidos en listas de la oposicin, lo que le permiti al oficialismo contar con una cmoda mayora en el Congreso; esto colm de indignacin a la ciudadana y contribuy a devaluar el papel de los trnsfugas como meros figurantes del gobierno pero, por otro lado, dejaba ver la caracterstica fragmentacin y debilidad de la oposicin. De all que el gobierno se esforzara por hacer ver que, mal que bien, la regimentada coalicin fujimorista era capaz de mantener la gobernabilidad
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del pas, en tanto que sus contrarios no slo no tenan la capacidad para asegurar la estabilidad sino que eran promotores del desorden y la violencia. Para confirmar este aserto, las manifestaciones de protesta contra el fraude electoral desembocaron en actos de violencia claramente provocados por el SIN y por diversos grupos marginales dispuestos a pasar a "la accin directa" contra el rgimen. A pesar de las evidencias en contra, el gobierno y los medios de comunicacin controlados por el rgimen culparon a los organizadores de la "Marcha de los Cuatro Suyos", concretamente a Alejandro Toledo, por los desmanes y las muertes que produjeron dichas manifestaciones. Tal como esperaba el gobierno, esas acusaciones le restaron respaldo a Toledo y contribuyeron a que vastos sectores se replegaran a la esfera privada por temor a las represalias oficiales y a la creacin de situaciones de quebranto de la tranquilidad pblica. Por su parte los actores externos, inclusa aqullos que haban dado muestras de simpata a su candidatura, se mostraron escpticos acerca de la capacidad de Toledo para controlar a sus huestes. La coalicin cvico-militar peruana contaba tambin con que los gobiernos de los pases desarrollados, al igual que los de Amrica Latina y en especial sus aparatos militares, los sectores econmicos nacionales e internacionales y los organismos multilaterales de crdito aceptaran con agrado o, en su defecto se veran obligados a acatar la consumacin del fraude electoral y a reconocer la vigencia del tercer gobierno de Fujimori. Efectivamente, los representantes de las organizaciones empresariales exhortaron al gobierno y a la oposicin a llegar a un acuerdo que eliminara la polarizacin poltica a fin de impedir que la situacin econmica se deteriorara an ms. Sin embargo, sus pasadas simpatas por Fujimori se disiparon a raz de que, el mismo da que ste inauguraba su tercer periodo de gobierno,
plante un plan econmico francamente heterodoxo de "sustitucin de importaciones competitivas" (?), lo que vena a confirmar las sospechas que se tena acerca de sus secretas simpatas populistas, propias de la corriente "absalonista". Entretanto, los inversionistas extranjeros y los organismos multilaterales se mantenan atentos al desenlace de los acontecimientos polticos antes de adoptar alguna decisin. Por su parte, gobiernos de la regin, de los Estados Unidos de Norteamrica y de Europa se apresuraron a reconocer al nuevo rgimen a fin de evitar el peligro de que el Per cayera en situaciones de ingobernabilidad, con la consiguiente expansin y agravamiento de la crisis por la que atraviesa la sub-regin andina, concretamente, Ecuador, Colombia y Venezuela, a cambio de la promesa de Fujimori de iniciar cambios democratizadores que, una vez ms, no se propona cumplir. Con la sola excepcin de los presidentes de Bolivia y Ecuador, la ausencia de los restantes jefes de Estado de Amrica Latina en la juramentacin del tercer periodo presidencial de Fujimori, as como la falta de altos dignatarios de los Estados Unidos y de Europa, constituyeron una clara demostracin de la contrariedad de sus gobiernos con la forma y los resultados del proceso poltico peruano. Ello determin que, no obstante la oposicin del gobierno peruano, el crtico informe de la misin de observadores de la OEA motivara la reunin de los cancilleres de los pases miembros de esa organizacin a fin de examinado y, si bien no objetaron los fraudulentos resultados electorales, concluyeron en la necesidad de enviar a Lima una misin de alto nivel para promover "el fortalecimiento de la democracia", encabezada por Eduardo Latorre, ex-canciller de la Repblica Dominicana. Este deba cumplir las funciones de "facilitador" de las negociaciones que deban realizarse entre los representantes del gobierno, de la oposicin y
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de la sociedad civil para resolver 29 problemas contenciosos. Los cancilleres acordaron tambin reunirse nuevamente para examinar el desarrollo y los resultados de dichas negociaciones. Al mismo tiempo, por recomendacin expresa de sus comisiones de Relaciones Exteriores, las dos Cmaras Legislativas norteamericanas emitieron la resolucin N 93, que fue ratificada por su Ejecutivo, en el sentido de que ste deba "certificar" a su Congreso el hecho de que el gobierno peruano colaboraba efectivamente en la solucin de tales cuestiones, como condicin para que Washington contine con su apoyo econmico y poltico para la aprobacin de la provisin de crditos de los organismos multilaterales. Por su parte, la Unin Europea manifestaba su inters por el desarrollo del procedimiento sealado por la OEA a fin de evaluar su cooperacin con el gobierno peruano. En suma, la manifiesta incapacidad de la dbil y fragmentada oposicin para forzar la transicin democrtica ocasion que las presiones polticas externas impusieran condiciones al autoritarismo fujimorista para que procesara su transformacin y abriera paso a dicha transicin, de lo contrario el Per corra el riesgo de ser aislado de la comunidad internacional y de pasar a ser considerado como un paria ms. El conjunto de esas resoluciones polticas neutraliz la accin de aquellos actores que podan seguir simpatizando con Fujimori tanto en el pas como en el extranjero, es decir, inversionistas y agencias de inteligencia, lo cual a su vez determin el aislamiento poltico de la camarilla gobernante peruana. Por lo tanto, paradjicamente, la formacin y las consecuencias del autoritarismo de la frmula Fujimori-Montesinos contribuyeron a resquebrajar la coalicin nacional-internacional constituida para sostener e impulsar al rgimen. La oposicin se vio frustrada ante la resolucin de la OEA porque sta no desconoci los resultados electorales y eludi
aplicar al Per la resolucin 1080, por lo que a regaadientes acept la mediacin de Eduardo Latorre, a pesar de sus fundadas dudas sobre el inters y la capacidad de la OEA para presionar a favor de la re-democratizacin del pas. La inslita decisin de la OEA desconcert e irrit tambin al gobierno porque, a diferencia de lo ocurrido en 1992, constituye una indita intervencin puntual en asuntos internos del Per, la cual, a su vez, propicia el despliegue de la mencionada serie de presiones y condicionamientos polticos y econmicos. Adems, las exigencias de la OEA pusieron en serios aprietos al Ejecutivo, debido a que las 29 cuestiones problemticas que deben ser negociadas y resueltas entre el gobierno, la oposicin y la sociedad civil comprometen aspectos cruciales de la dominacin autoritaria y del funcionamiento de la camarilla mafiosa, tales como la eliminacin de la injerencia poltica y la desactivacin del SIN, la reincorporacin en sus funciones de los miembros destituidos del Tribunal Constitucional, la independencia del Poder Judicial, del Ministerio Pblico y de la Fiscala de la Nacin, la devolucin de la nacionalidad y del canal de televisin a su propietario; la reorganizacin del Poder Electoral; la apertura de los medios televisivos a todas las organizaciones polticas; y as sucesivamente. Es decir, la solucin de esas cuestiones atacaba y erradicaba la red mafiosa y el poder de Montesinos; eliminaba las excesivas y arbitrarias atribuciones del Ejecutivo, a la par que restitua las funciones y la independencia del Poder Judicial, creaba las condiciones para que las acciones de gobierno fueran pblicas y pudieran ser fiscalizadas. En suma, la resolucin de esos problemas dara pie al desarrollo de las instituciones democrticas. Frente a tales peligros, los representantes del gobierno procedieron a dilatar la constitucin de la Mesa de Negociaciones y a poner impedimentos para definir los procedimientos que deba
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seguir; a debatir sobre la agenda de discusin y el orden en que deba revisarse los diferentes puntos, y por ltimo, con el cinismo que los caracteriza, culparon a los interlocutores por la falta de resultados concretos de las negociaciones. Entretanto, el Ejecutivo haca esfuerzos para recomponer la resquebrajada coalicin que hasta poco antes lo haba acompaado. Para tal efecto, design un gabinete ministerial en el que civiles y militares "montesinistas" tenan un papel crucial, entre los que se destacaba Carlos Boloa. Este constituye la pieza clave de la mencionada recomposicin poltica, puesto que por su orientacin ortodoxa y su exitoso desempeo en el Ministerio de Economa durante los primeros aos del rgimen, gozaba de la estima tanto empresarial como la de los medios internacionales. En su primer acto de gobierno ministerial, Boloa dej en claro que estaba dispuesto a seguir rigurosamente las reglas de la economa de mercado y se refiri desdeosamente a las concepciones heterodoxas vertidas en el programa econmico presentado por el presidente Fujimori pocos das antes, evidenciando as la marginacin de la fraccin "absalonista" de la conduccin econmica. Por otro lado, Boloa dict una serie de medidas destinadas a reducir el elevado dficit fiscal, las cuales agudizaron an ms las difciles condiciones que atraviesan los empresarios, por lo que se granje su desconfianza y enemistad, al tiempo que elevaba el presupuesto destinado a Defensa. Es decir, en vez de afianzar las alianzas del fujimorismo, Boloa ha contribuido a resquebrajarlas, al alejar por una parte a los "absalonistas", y por otra al forzar a los hostigados empresarios a tomar mayores distancias del gobierno. En tal circunstancia, la red poltica de Montesinos y de los militares constituye e l pilar seguro que le resta al gobierno, en
tanto que en el exterior las posiciones de los actores polticos favorables a la democratizacin del pas han ganado fuerza por encima de las que propugnan el mantenimiento del autoritarismo encarnado por Fujimori y Montesinos.
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La torcida trayectoria del rgimen ha dado lugar a que la mayora de la opinin pblica desconfe de la voluntad de los gobernantes para llevar a cabo las medidas democratizadoras, por lo que se espera que den largas a la solucin de los 29 puntos de la Mesa de Negociacin, a la vez que procuran recomponer la coalicin fujimorista y mantener la divisin de los opositores para as maquillar democrticamente al rgimen autoritario y acallar las protestas del exterior. Por su parte, para contrarrestar esta posibilidad la oposicin sigue manifestando su dficit tradicional: carecer de organizaciones polticas con convincentes alternativas econmicas y polticas que cimenten las bases de la gobernabilidad democrtica.
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responder, igualmente, al comportamiento que asuman los diferentes actores con respecto a ese problema. En este sentido, las complejas relaciones que se han ido elaborando entre instituciones nacionales e internacionales, pblicas y privadas, para reinstaurar el Estado de Derecho en el Per constituyen una experiencia singular que puede tener importantes consecuencias en el futuro del pas y de la regin, puesto que ella da muestras del valor que se confiere a la "clusula democrtica" como fundamento del orden interno y de las relaciones internacionales, al tiempo que anticipa el rechazo a eventuales quiebras constitucionales para resolver crisis de gobernabilidad. Sin embargo, como se seala en el texto que antecede, el resultado final ser responsabilidad de lo que hagamos o dejemos de hacer los peruanos. De ah que corresponda preguntarse si los opositores al rgimen autoritario lograrn superar su tradicional dficit, en trminos de organizacin y programas econmicos y polticos que propicien la participacin ciudadana para enfrentar eficazmente al fujimorismo, con la colaboracin de agentes externos que propugnan el restablecimiento y consolidacin del Estado de Derecho en el Per; o si, por el contrario, el resultado final habr de ser ms de lo mismo, o peor. Setiembre 2000
Post-Scriptum.
Cuando pareca que la poltica de hechos consumados consentira a Fujimori gozar de un tercer periodo, durante el cual tendra que enfrentar la crisis econmica y poltica que haba originado para que el rgimen permaneciera indefinidamente en el poder,
una serie de inesperados eventos produjeron en el curso de dos meses la ruptura de la coalicin fujimorista y, en consecuencia, tanto la quiebra del gobierno como la desintegracin del rgimen autoritario, dando paso a la constitucin de un gobierno de transicin. En tanto era evidente que el gobierno dilataba por todos los medios la resolucin de los problemas planteados en la Mesa de Negociacin auspiciada por la OEA, que haba sido motivo de continuas e intensas crticas internas y externas, el Ejecutivo acudi al expediente de la gobernabilidad para reconquistar el favor nacional e internacional. Despus de mostrar a Alejandro Toledo y al conjunto de la oposicin como fuente de desorden, Fujimori volvi a presentar a su gobierno como guardin del orden y de la paz en el pas y en la regin, debido a su inters y dedicacin personales como la habilidad de Montesinos y la esforzada colaboracin de la Fuerza Armada. Para tal efecto, en compaa de su asesor de inteligencia y rodeado del alto mando militar, en el mes de agosto convoc a una conferencia de prensa para exponer el xito que su gobierno haba tenido en desbaratar el trfico de armas provenientes de Jordania y destinadas a las guerrillas colombianas, en circunstancias que Washington y Bogot organizaban el "Plan Colombia". Pero entonces ocurri lo inesperado, pues el gobierno jordano present pruebas de que la venta de las armas se haba realizado por conducto oficial con el Per y puso como testigo de ello a los Estados Unidos, pas con el que tiene una relacin especial en los asuntos del Medio Oriente. Ello motiv que el presidente colombiano exigiera explicaciones a Fujimori y que los gobiernos de la regin, los medios de comunicacin y la opinin pblica nacionales e internacionales, repudiaran esta nueva manifestacin de la inescrupulosidad del mandatario peruano y de los miembros de su gobierno.
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La noticia vino a apoyar la sospecha general relativa a que Montesinos y altos oficiales de las Fuerzas Armadas estaban involucrados desde mucho tiempo atrs en este tipo de actos delictivos, as como en el trfico ilcito de drogas; y, adems, esa informacin sugera que las intenciones reales de dicha operacin estaban destinadas a sabotear las negociaciones del gobierno colombiano con las guerrillas y el mencionado Plan Colombia, con propsitos inconfesables. Fujimori y su entorno palaciego trataron de esquivar las crticas y los negativos comentarios que merecieron esas noticias, interna y externamente, en tanto que da a da sus representantes se esforzaban por postergar la solucin de los problemas planteados en la Mesa de Negociacin, y la crisis econmica al igual que el conflicto entre empresarios y el ministro de economa se agudizaban. Es decir que Fujimori y Montesinos, y su corte de seguidores, se encontraban cada vez ms aislados, dentro y fuera del pas; pero, como acontece en circunstancias similares con los dirigentes de regmenes cerrados y autocrticos, parecan desconocer esa situacin pues haban perdido el sentido de la realidad. A mediados de setiembre, la oposicin lanz un torpedo en la lnea de flotacin de la estructura fujimorista transformando las condiciones polticas del pas, al divulgar un video del archivo secreto del SIN en el que se vea a Montesinos en dicha dependencia comprar, literalmente, a uno de los parlamentarios trnsfugas. De inmediato surgieron las preguntas relativas a quin y cmo se obtuvo esta informacin secreta?, en momentos en que se rumoreaba que Montesinos a lo largo de diez aos haba coleccionado y guardado celosamente entre dos y tres mil videos de la misma naturaleza, en los que aparecan involucrados empresarios, polticos, militares, periodistas y hasta el mismo Fujimori. La respuesta ms verosmil que se obtuvo fue que altos mandos de la Marina, contrariados con Montesinos por sus ince-
santes manipulaciones en las Fuerzas Armadas, en conexin con la CIA, haban encargado a uno de sus agentes obtener y difundir esa prueba de corrupcin para desplazar a aqul del gobierno. Aparentemente, la participacin de la CIA en esa operacin se explicara porque, no obstante que Montesinos haba mantenido una relacin estrecha con la Agencia a lo largo de muchos aos, haba traicionado a la comunidad de inteligencia norteamericana con el asunto del trfico de armas, as como porque su conocida pero tolerada participacin en el narcotrfico haba sido puesta al descubierto. Adems de la irritacin que ello ocasion en las altas esferas norteamericanas, porque las enrgicas presiones de su Congreso y del Ejecutivo para que el Per emprendiera la redemocratizacin estaban siendo bloqueadas por Fujimori-Montesinos, la mencionada traicin y la decisin de las agencias de seguridad habran sido determinantes para sacar a Montesinos del gobierno. Cualquiera sea la verdad, el caso es que las agencias de seguridad norteamericanas dejaron de ser los aliados estratgicos de la coalicin fujimorista, cal como lo confirmaran los hechos que se sucedieron. Para que la coalicin fujimorista entrara en descomposicin, a dicha desercin se agreg el enfrentamiento de los empresarios con el gobierno, as como el distanciamiento de los inversionistas extranjeros, que luego se agudiz por la fragmentacin poltica de la representacin parlamentaria oficialista a raz del escndalo que produjo la divulgacin del mencionado video. Pero la nota final de este proceso fue que, a los pocos das de la difusin del video, Fujimori declar sorpresivamente su intencin de acortar su perodo presidencial y dirigir ordenadamente la transicin democrtica mediante la convocatoria a elecciones generales en abril de 2001, en las que se abstendra de participar para evitar suspicacias.
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Esta decisin, probablemente resultado de las presiones norteamericanas, determin la rpida desintegracin del "bloque en el poder" del gobierno y del rgimen autoritario, con el consiguiente aislamiento de Montesinos y la transformacin del panorama poltico. Al "asesor" no le qued otra salida que la de refugiarse en los cuarteles con sus protegidos y preparar su fuga; para lo cual se difundi la noticia que los generales montesinistas preparaban un golpe militar y que, supuestamente, para evitar tal desenlace el gobierno le haba proporcionado facilidades para huir a Panam, pas en el que solicit asilo poltico. Sorprendentemente, diferentes Presidentes de los ms importantes pases latinoamericanos, as como Washington, insistieron ante el Ejecutivo de aquel pas para que concediera el asilo solicitado, a fin de impedir el supuesto golpe militar y que la situacin poltica del Per desembocara en la ingobernabilidad, en tanto cundan las protestas sociales por tan inslita solicitud en favor de un delincuente que hua del pas. Mientras el gobierno panameo dudaba y la opinin pblica de ese pas rechazaba dicho pedido, Montesinos encontr bloqueadas las cuentas que haba depositado en algunos de los conocidos parasos fiscales del mundo y se declar amenazado, probablemente, por los narcotraficantes que haba traicionado, por la CIA y por la DEA. As, pareca tomarse realidad el pronstico formulado tiempo atrs por el norteamericano Elliot Abrams, ex-subsecretario de Estado, en el sentido de que el destino de Montesinos era seguirle los pasos al general Noriega. Sin embargo, con el concurso de Fujimori, quien confesara sentirse preocupado por la seguridad personal de su asesor, con quien segua mantenindose en contacto, ste retorn al Per y en vez de presentarse ante la justicia busc refugio en las
dependencias militares, en tanto el presidente Fujimori pretenda hacer creer que lo buscaba afanosa e infructuosamente, ante la burla general que suscitaba el sainete que protagonizaba. Esta situacin bochornosa culmin cuando el embajador de Suiza en el Per inform que en bancos de su pas se haba comprobado la existencia de varias cuentas de Montesinos por un total de alrededor de 50 millones de dlares, por lo que la opinin pblica no vacil en suponer que sera tambin propietario de muchos millones ms, conjuntamente con el Presidente. Nuevamente, se especul que dicha informacin slo poda provenir de una solicitud del gobierno norteamericano para atacar a Montesinos y desbaratar la red mafiosa que haba tejido a lo largo de los aos, y segua controlando en la clandestinidad, obstaculizando as la transicin a la democracia. Como era previsible, los sucesivos escndalos producidos por la difusin del video, la informacin sobre las secretas cuentas bancarias y la referente a la participacin de Montesinos y altos oficiales en el trfico de armas y de drogas estallaron en la cara de Fujimori, y aunque los personajes de su entorno afirmaron cnicamente que el Presidente no estaba enterado de los sucios manejos de Montesinos, a pesar de haber contado con su asesora y confianza personal a lo largo de diez aos, la mayora de la opinin pblica consider que, como no poda ser de otra manera, ambos eran cmplices de los mismos delitos. Para tratar de salvarse de esta acusacin, Fujimori hizo algunos pocos cambios en las filas castrenses y design a un procurador independiente para investigar a Montesinos, a quien el magistrado no tard en acusar y convertir en delincuente buscado a escala internacional, en tanto ste pasaba a la clandestinidad. Al mismo tiempo se hizo patente el desconcierto y la incapacidad del Presidente para seguir gobernando: ms que su propio desprestigio en el pas y en el extranjero, la persecucin a Monte-
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sinos determin el aislamiento de Fujimori y la posterior desintegracin del sofisticado sistema de control del Estado y de la sociedad que haba organizado y manejado personalmente el que hasta poco antes era su poderoso asesor. En un corto espacio de tiempo el primer vice-presidente de la Repblica renunci a su cargo, como muestra de su rechazo a la demanda planteada a la Mesa de Negociacin de la OEA por los jefes militares para que se amnistiara a los involucrados en violaciones de los derechos humanos y en trfico de drogas, como condicin para aceptar la transicin poltica, peticin que fue rechazada por los integrantes de dicha mesa; los trnsfugas renunciaron a seguir perteneciendo a la bancada parlamentaria oficialista, al tiempo que este ex disciplinado bloque se fragmentaba entre fujimoristas, propiamente dichos, montesinistas y absalonistas. Este cambio en la "correlacin de fuerzas" contribuy a que el Congreso iniciara el desmantelamiento del aparato montesinista mediante sucesivos cambios de los puestos claves en el Poder Judicial, el Ministerio Pblico y la Fiscala de la Nacin, al igual que en el Jurado Nacional de Elecciones, lo que culmin con la censura de la presidenta del Congreso y su reemplazo por un connotado miembro de la oposicin, al tiempo que se restitua en sus funciones a los destituidos miembros del Tribunal Constitucional. El final de esta historia tragi-cmica fue que, despus de varios intentos de salir del territorio nacional aduciendo motivos personales, Fujimori prcticamente fug del pas y anunci en Japn su renuncia a seguir desempeando la presidencia de la Repblica, la cual no fue aceptada por el Congreso que acord en cambio destituirlo por "incapacidad moral". Acto seguido, tambin el sorprendido gabinete ministerial y el segundo vicepresidente presentaron sus respectivas renuncias.
Este vaco permiti que, de acuerdo a las normas constitucionales, Valentn Paniagua, que haba sido designado presidente del Congreso, asumiera la primera magistratura del pas y designara un nuevo cuerpo ministerial con la participacin plural de independientes y representantes de la oposicin. En resumen, el ltimo captulo del fujimorismo se inici con el distanciamiento y enfrentamiento de los que haban sido sus aliados estratgicos durante diez aos, y termina con la incorporacin de figuras democrticas en el gobierno y el inicio del desmantelamiento de la red mafiosa que domin el pas a lo largo de la "segunda dcada prdida"; por lo que el gobierno transitorio tiene por delante la difcil tarea de avanzar en la eliminacin de los muchos "enclaves" autoritarios, que se mantienen inclumes, a la vez que construir las bases institucionales democrticas. *** Si la quiebra del sistema econmico, social y poltico propici el surgimiento y auge del fujimorismo, su cada encuentra al pas en situacin parecida; queda por ver si la reciente experiencia nos ha vacunado contra situaciones similares y nos ha convencido, finalmente, de que el autoritarismo es incompatible con la gobernabilidad, tout court. Tal vez, as podamos remontar democrticamente los mltiples y difciles problemas que habremos de enfrentar en el futuro cercano. Hacemos votos por ello. Noviembre 2000
EL COMIENZO DE UN RGIMEN democrtico de transicin deja la sensacin de que el pas est saliendo de una pesadilla. Y si bien es justificado dejarse llevar por fciles optimismos y abrirse a la ilusin y a la esperanza, lo cierto es que se debe transitar por varias lneas a la vez. Ellas no convergen fcilmente: la recuperacin de las instituciones democrticas, el desmantelamiento del sistema autoritario, tarea ms compleja que la de sustituir personas y realizar reformas polticas en corto plazo, llevar a cabo elecciones transparentes y competitivas asumiendo con realismo la debilidad de nuestros partidos polticos y superar el personalismo de los movimientos independientes, en quienes se cuela un cierto nivel del propio estilo fujimorista. Es necesario indagar las razones por las que el fujimorismo logr una extendida vigencia social, como los motivos por los que _________________ 1. Una primera versin de este documento ha sido discutida con Julio Cotler,
cuyas sugerencias he procurado recoger. Algunas ideas de este artculo fueron discutidas con Rolando Ames, Carlos Franco y Sinesio Lpez.
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no lleg a establecer un rgimen autoritario consolidado, opinin que sostenamos ante posiciones diferentes de algunos colegas . A veces es bueno hacer una interpretacin en el momento mismo en que se producen los hechos, aunque el anlisis pierda parte de rigurosidad. Se siente que se est intentando dar respuestas a preguntas vlidas y apremiantes. Nos proponemos aqu tratar de comprender lo ocurrido, sabiendo que el caso peruano no se presta a fciles interpretaciones y se hace necesario innovar el anlisis. El tramo final que recorri el gobierno de Alberto Fujimori y que termin con su renuncia tom la forma de un relato de espionaje y de redes de corrupcin que van mucho ms lejos que las iniciativas y los designios de los actores nacionales. Es una historia apasionante para quien no padece sus consecuencias. Poco tiene que ver con los escenarios conocidos de salida de un gobierno autoritario; los criterios de interpretacin poltica convencionales parecen estar as fuera de lugar. Quienes de una u otra manera se preocuparon por hacer anlisis comparados con otras situaciones de Amrica Latina vivieron, por lo menos en los ltimos tres aos, en el engao o en el espejismo. Incluso la propia idea de rgimen poltico se encontraba en cuestin en el caso peruano, si por tal entendemos una trama de instituciones y normas jurdicas vigentes y consentidas, a los procedimientos ordinarios y a los usos existentes en la formacin y en la ejecucin de las decisiones y el control de todas ellas y a la identificacin de reglas y pautas de seleccin e incorporacin y circulacin del personal poltico, directivo y sus instituciones. Esta urdimbre de instituciones y normas permite predecir conductas y comportamientos de los ciudadanos que saben a qu atenerse, tanto en un rgimen democrtico como en uno autoritario aunque en ste el precio sean las limitaciones e impedimentos en el ejercicio de sus derechos. La aspiracin de la
poltica es la emergencia de una esfera de decisiones pblicas claramente delimitadas. En pases que aspiran haber llegado a una etapa definida de modernidad, aun cuando se siten en la periferia del sistema, y hasta las dictaduras ms desembozadas se preocupan por defender una nocin de inters general, aunque sea perversa, distorsionada e intolerable para quienes tengan que soportada. Hasta 1996 y 1997 algunos autores podan sostener con fundamento, una teora que no comparto: que se trataba de un rgimen autoritario con rasgos hbridos en el que al mismo tiempo que se desconocan las instituciones del Estado de Derecho se toleraba la oposicin, se realizaban procesos electorales por ms irregulares que fueran y se contemplaban algunos componentes de los derechos ciudadanos. Estamos enfrentados ahora a las consecuencias del furor antiinstitucional del gobierno y la privatizacin del poder. En los ltimos aos se desmantelaron el Poder Judicial, se asisti a los puntillazos finales contra cualquier criterio de orden corporativo en las Fuerzas Armadas, el Congreso de la Repblica no se preocupaba por guardar siquiera las formas ejerciendo atribuciones de control. En la seduccin del control por parte del Ejecutivo, el Servicio de Inteligencia y la cpula de las Fuerzas Armadas, el sistema iba perdiendo condiciones de gobernabilidad ya que el respeto de criterios mnimos de estabilidad requiere poner algn lmite a lo que se puede hacer. La discrecionalidad no invada solamente la esfera pblica, se introduca incluso en el mbito de las relaciones sociales y los conflictos que tienen que ver con el derecho privado donde no existan seguridades jurdicas y yendo al otro extremo se inmiscua en el escenario internacional pretendiendo imponer criterios contra los poderes dominantes sin darse cuenta de sus reducidos niveles de influencia. Las instituciones polticas, aun las ms deleznables
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ayudan a que quienes ejercen el poder se ordenen, su falta introduce el desborde y la desmesura. Como veremos en este trabajo, una creciente oposicin ciudadana, el liderazgo probablemente circunstancial, pero no por ello menos valioso, de Toledo en una coyuntura crtica y, sobre todo, una corrupcin que no se conformaba con actos ilcitos nacionales e internacionales para beneficio de un reducido grupo sino que entraba de lleno en un complejo juego geopoltico, alterando las propuestas de Washington, no dejaron en definitiva otra alternativa a Fujimori que el adelanto de elecciones y finalmente su renuncia. El gobierno fujimorista, por lo menos explcitamente desde el golpe de estado de abril de 1992, y en sus propsitos iniciales, ha procurado establecer un rgimen autoritario basado en el control social, restricciones a la movilizacin y pluralismo limitado. Para cumplir con estos propsitos, se sustenta en una camarilla que establece nexos con una reducida coalicin social, sacando partido de la falta de alternativas polticas y de iniciativas de la sociedad civil. Si bien puede identificarse etapas que van de una demacracia vigente en 1990 al autoritarismo reconocido por la mayora de los intrpretes en los ltimos tres aos, ha sido imperturbable el pensamiento y los designios del grupo que controla el poder. Lo que ha ocurrido es una afirmacin de las intenciones primeras ayudada por un conjunto de condiciones favorables que comienza desde principios de la dcada como el desenlace de la guerra interna y la hiperinflacin y la debilidad de la clase poltica desplazada. En este trabajo se analiza en primer lugar las razones por las que este rgimen autoritario se implanta, entre ellas, adems de la ya mencionada debilidad de la oposicin poltica y social, la precariedad del aparato del Estado que abre espacios para la innovacin por parte de quienes ocupan el Ejecutivo para recreado en lo organizativo.
Se crean nuevas identidades que vinculan la labor del gobierno con el reconocimiento de la poblacin y el control social. Posteriormente se da cuenta de cmo se van construyendo los aliados de la camarilla, la cpula de las Fuerzas Armadas, sectores del empresariado y en sus primeras etapas el consentimiento de los organismos internacionales de crdito. Se explicar con algn detenimiento el funcionamiento de este autoritarismo, en tanto rgimen, ubicndose en un nivel analtico y sin detenerse en la historia del conjunto del proceso. La poltica de ajuste estructural es considerada tomando en cuenta que en el caso peruano no se ha acompaado por un proceso de desarrollo institucional en medio de condiciones econmicas extremas como en otros pases de la regin sino que se ha utilizado como instrumento de control social. Se asumi en el primer perodo la ortodoxia neoliberal no slo por razones econmicas sino porque adems permita afirmar la preeminencia del Ejecutivo, recurriendo a medidas inconsultas y tratando de hacer irrelevante o irrealista cualquier forma de oposicin partidaria o gremial. No ha supuesto, por otro lado, cambios institucionales orientados a la reforma de las instituciones jurdicas y la rendicin de cuentas, como recomiendan, por lo menos formalmente, los organismos internacionales preconizando las llamadas reformas de segunda generacin. El gobierno no slo no estuvo interesado en realizadas. Simplemente no se encontraba en condiciones de cumplidas sin perder algunos instrumentos sustantivos para el ejercicio de su dominio poltico y social. La ausencia de un proyecto de pas en las lites empresariales favoreci el logro de este objetivo. El gobierno de Fujimori ha buscado el apoyo de los sectores de menores ingresos urbanos y rurales. Esta poltica ha pasado del consenso pasivo a relaciones de clientelismo y en el ltimo perodo al intento de crear una maquinaria poltica de apoyo al
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gobernante. Ms all de esta descripcin somera se trata de un vnculo complejo en el que combinan relaciones de subordinacin con aceptacin de hechos consumados y bsqueda de logros personales, por lo que utilizar una explicacin unidimensional distorsiona el anlisis de este proceso. En este estudio se reconoce la importancia en las tareas de intermediacin de un grupo de operadores polticos que realizan cada vez ms sistemticamente las tareas de vincular gobierno con sociedad. Uno de los logros del autoritarismo ha sido que la oposicin se haya manifestado hasta ahora en instancias carentes de organicidad y en las que no existen criterios y estructuras de vinculacin que permitan afirmar las lealtades, haciendo voltiles tanto las adhesiones del electorado como las propias opciones de las personas elegidas en cargos de responsabilidad poltica. La llegada de Valentn Paniagua a la presidencia de la Repblica no garantiza a este respecto una situacin de cambio pero abre, sin duda, situaciones ms auspiciosas. El estudio analiza las razones y orientaciones que explican esta fragilidad. A nuestro criterio, este rgimen autoritario tena una condicin de extrema precariedad por su falta de instituciones estables y sus redes de corrupcin que producan desbalances cada vez ms difciles de sobrellevar. Interpretamos las complejas condiciones internacionales que precipitan su cada. Las condiciones de negociacin en la OEA, por ser los aspectos ms conocidos y encontrarse en pleno proceso, sern objeto de un anlisis posterior. Interesa ms pensar en esta coyuntura en las perspectivas de transformacin del rgimen poltico, las posibilidades abiertas para la renovacin de la sociedad civil y la vigencia de los partidos polticos, as como las condiciones de desmantelamiento del autoritarismo. La preocupacin final sern las vas para renovar la vida democrtica que requiere tanto de voluntad pol-
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situaciones sin salida. La competencia poltica tiene inscrita entonces la diferencia entre amigo y enemigo. Un enemigo que no se limita a los integrantes de los grupos alzados en armas sino que se extiende a quienes no comparten los mismos pareceres del gobierno, creando un ambiente corrosivo para los vnculos personales saturados de sospechas por una atmsfera de extrema polarizacin atenazada por el miedo. El autogolpe de 1992 seguido por la captura de Abimael Guzmn inicia un perodo de transformaciones en que se violent el Estado de Derecho con una amplia aceptacin por parte de la sociedad. Las formalidades democrticas perdan importancia ante sentimientos desbordados tanto por el temor como por la desesperanza. Ganaba espacio la idea de tomar decisiones rpidas, eficaces, sin consulta y transformadoras que desconocan el marco representativo y donde las instituciones reguladoras del Estado de Derecho para el gobierno y buena parte de la poblacin, se las consideraba como trabas que dadas las urgencias con las que se viva era conveniente pasar por alto. Lo que haba que hacer era dinamitar el Congreso para usar una imagen que literalmente expresa lo que la gente esperaba, dicho en el desolado lenguaje de este perodo. La pacificacin social no fue un momento de respiro que favoreciera un acuerdo de amplio espectro en el pas. La idea de una reconciliacin nacional, sentimiento de algunas lites intelectuales y de parte de la sociedad, no llegaba a entender que la implacable lgica de vencedores y vencidos no la utilizaba el gobierno en lo relativo a la subversin sino que la extenda al conjunto de sus opositores polticos. Constitua la oportunidad buscada por Fujimori con posterioridad al golpe para desacreditar la idea de los consensos como si ellos fueran contrapuestos a la eficacia. En el gobierno qued vigente un clima de crispacin poltica y de beligerancia. Ocho aos despus encontramos, como veremos, un rgimen autoritario que
no pudo terminar de consolidarse sin coaliciones estables y una incipiente oposicin social y poltica. Si se miran los acontecimientos con algn grado de distanciamiento es razonable pensar que el gobierno dispona de condiciones favorables para establecer este rgimen autoritario de control sostenido en un amplio apoyo de la opinin pblica. Contaba para ello con un conjunto de aliados estratgicos que si parecen restringidos en la presente coyuntura no lo eran cuando el proyecto comienza a delinearse. Tena las puertas abiertas en primer lugar en el frente militar. No existen experiencias en Amrica Latina en donde las Fuerzas Armadas inmersas en una guerra civil, y obtenido luego un triunfo militar, no hayan procurado aumentar sus prerrogativas en trminos de decisiones polticas. La particularidad del Per en todo caso es que la presin castrense es coherente con las intenciones del poder civil que entonces estaba en condiciones de realizar polticas de cooptacin en actores claves de la oficialidad. En las polticas econmicas no haba mucho que elegir. La mayora de las lites tecnocrticas con audiencia, pensando incluso en sociedades que no vivieron circunstancias tan graves como las del Per, enlazaban medidas de ajuste con lineamientos de poltica, tomando sin mrgenes de discusin las primeras como inevitables. La recurrente imagen del outsider que irrumpe por fuera del sistema, explicacin de los politlogos para dar cuenta de los nuevos liderazgos personalizados, tiene a su favor, en el caso de Fujimori, que aparentemente no le deba nada a nadie ni tampoco, tiempo despus, tena con quin competir. No se apoy en sus inicios en grupos econmicos ni en la intervencin meditica como Collor, opuesto a fuerzas polticas relativamente poderosas que lo sometan a prueba. No sucedi como en Bolivia que estos outsiders tuvieran una vigencia importante pero limitada a lo regional, y los movimientos de Palenque y Max Fernndez,
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an antes de la muerte de sus lderes, ya fueron absorbidos por el sistema de partidos existente. No es Fujimori tampoco el outsider, personaje menor dentro de la organizacin mayoritaria como el Partido Justicialista y el liderazgo de Menem en Argentina, que le fija los grandes lineamientos a seguir a Ortega y Reuteman. Fujimori no tena lista de agradecimientos, personas a quien cumplimentar ni enemigos de consideracin en frente. Y acceda al poder desde una situacin de indeterminacin que le dejaba libre las iniciativas con la seguridad de que cualquiera de ellas, por lo menos en el corto plazo, iba a tener un tono distinto al de los gobiernos democrticos anteriores. Es un momento de nuevos alineamientos porque todos los actores sociales y polticos se estaban redefiniendo, explorando a tientas pero intuyendo que en una situacin extrema las prdicas polticas tradicionales dejaban de tener vigencia y hasta el discurso bien articulado perda parte de su atraccin. Quizs la explicacin de Mayorga respecto a ciertas caractersticas de la sociedad boliviana ayude a la comprensin de lo que estaban enfrentando en el perodo otros pases andinos. El autor se refiere a una sociedad dominada por un sistema pobre e incapaz de establecer mediaciones sociales y a un Estado suspendido sin un centro hegemnico.3 Falta una oposicin poltica y social razonablemente organizada y las coaliciones tienden a ser inestables por ser cada movimiento autorreferencial, encerrado en sus propios intereses y poco dispuesto a la apertura. Por lo que los vnculos ya no siguen reglas ordenadoras atadas a una tradicin histrica sino que todo est por fundarse o pareciera que ______________
3. La referencia a Ren Mayorga es tomada de Alain Touraine. La parole et le sango Politique et socit en Amrique Latine. Pars: Editions Odile Jacob, 1988.
as lo fuera, que se improvisa siguiendo la corriente y que esa corriente vale en la medida de lo cercano que se puede estar con quienes ejercen el poder, en lo nacional y en el contexto internacional. Es un momento poltico que parece ms propicio para un autoritarismo fuertemente personalizado que para la afirmacin de un rgimen institucional democrtico. La ausencia de agrupamientos de clases ms o menos estables, a diferencia de lo que ocurra como clave para entender Amrica Latina en la dcada de los aos sesenta y setenta hace que la historia poltica en el Per y en otros pases de la regin se explique y simplifique a la vez en estos tiempos, recurriendo a la biografa de las personas, como si se necesitara de una indagacin extrapoltica para saber quin es quin y comprender as el sentido de sus decisiones. En estas nuevas lites los conocimientos no van por el acopio de informacin de una trayectoria que se explica siguiendo a las personas en instituciones sino que el relato es contado en una inevitable clave personal. As, no se trata del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) en una determinada etapa sino de Vladimiro Montesinos; no se indaga sobre el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas como institucin sino sobre las ms veleidosas opciones de Hermoza mientras permanece en el cargo y luego las iniciativas y aparentes irregularidades en la gestin de su sucesor Villanueva Ruesta; no es un Presidente conduciendo el pas sino el secreto designio de Fujimori que quiere desengancharse del marco jurdico establecido para su mandato. Este estilo de presentacin es, como veremos, ms apropiado para una camarilla que para el personal poltico de un rgimen estable. Personalizar al extremo es someter a los involucrados a la exposicin abierta e indeseada y vuelve al grupo ms peligroso ya que as exhibidos antecedentes e intenciones no puede retroceder, simplemente porque no se imaginan ni saben hacerlo.
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2.
Una situacin de estas caractersticas ocurre en parte por las dificultades de pensar en la unidad del poder del Estado como organizacin independiente y de actuacin de la cooperacin en una sociedad definida territorialmente y que superordena la economa, en la clsica formulacin jurdica de Hermann Heller.4 Es cierto que en sociedades desarrolladas no se puede tener esta concepcin monoltica por la misma complejidad del sistema administrativo cuyas instancias se separan y adquieren dinmicas, autnomas y complejas, ms all de lo que puede controlarse desde el poder. Esta situacin exige para conocerla elaborados anlisis institucionales en los que se toman en cuenta niveles de autonoma y cooperaciones normadas e informales en redes que se han establecido durante aos. En el Per no se ha llegado a una mnima aproximacin a este nivel. Skocpol toma como referencia a Weber, quien entiende que el Estado para reivindicar el control de los territorios necesita enraizar organizaciones jurdicas, administrativas, recaudatorias y coercitivas que van ms all de los gobiernos y que no slo estructuran las relaciones entre sociedad civil y autoridad pblica sino tambin muchas relaciones cruciales dentro de la misma sociedad civil. 5 Un Estado que haya afirmado su vigencia requiere una efectiva y amplia extensin del mbito regulado por la ley, lo que supone procedimientos establecidos entre instituciones y ______________
4. 5. La referencia al pensamiento de este autor ha sido tomada de Claus Offe Modernity and the State. East, West. Massachusetts: MIT Press, 1996. Sckocpol, Theda. El Estado regresa al primer plano: Estrategias de anlisis en la investigacin actual. En: Poltica, teora y mtodos, Edelberto Torres (comp.), Editorial Universidad Centroamericana Educa Flacso, Costa Rica.
personas con un amplio reconocimiento por la autoridad y los ciudadanos. Exige un aprendizaje que establezca relaciones cognoscibles entre criterios de comportamiento y consecuencia de los actos, apoyados en una juridicidad estable y relativamente conocida para el ciudadano. En este contexto el sistema legal satisface su pretensin de lograr comportamientos previsibles diferentes al de las relaciones que se van improvisando y cambiando desde el gobierno, en las que coexisten controles arbitrarios con conductas aleatorias, porque no se identifican las pautas a seguir tal como ocurre en nuestros pases. En el Per se ha vivido en sociedad de extendidas diferencias que restringen el marco de la aplicacin universal de la ley y zonas donde los ciudadanos sienten que existe un vaco legal o que esta misma ley, finalmente, no importa. Los esfuerzos de reforma de las ltimas dcadas, tanto por parte del gobierno militar de Juan Velasco como de los gobiernos democrticos, no han conseguido alterar esta situacin. La persistente crisis econmica, la generalizacin de la violencia poltica y social y la rpida deslegitimacin de los sucesivos gobiernos no han hecho sino agudizar esta sensacin de fragilidad del sistema. El rgimen establecido por Fujimori saca partido de esta situacin de debilidad del Estado que es tambin de falta de incidencia de la condicin de las personas como ciudadanos. Los regmenes autoritarios y los democrticos consolidados requieren de una maquinaria burocrtica estable responsable de las decisiones tcnicas que establecen rutinas en la labor del Estado. Es lo contrario de la idea del Estado politizado del que habla Chalmers para el caso de Amrica Latina, en donde los actores polticos y sociales antes que polemizar sobre un modelo de sociedad se enfrentan por conquistar el aparato estatal para maximizar intereses de corto plazo y disponer arbitrariamente de recursos orientados a sectores particularizados de la
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sociedad.6 En muchos de los pases ms desarrollados estos funcionarios son reclutados en universidades de lite. En sectores como relaciones exteriores, hacienda, salud y educacin sera posible seguir una trayectoria de polticas, iniciativas y personas que permanecieran relativamente estables en sus lneas fundamentales al margen de la orientacin de cada gobierno. Los cambios no deben suponer una ruptura radical con formas precedentes de gestin y de rutinas administrativas. En el Per ingres amos en cambio en el terreno de las preguntas absurdas y pertinentes. Existen funcionarios de carrera con cargos de responsabilidad? La respuesta no sale a boca de jarro. Acaso puede ubicarse all al viceministro de Hacienda Alfredo Jalillie con una larga trayectoria en el Ministerio de Economa y custodio exclusivo de saberes profesionales de un documento tan sofisticado y tan abierto a arbitrariedades controladas como el manejo del presupuesto. Quizs podamos agregar dos o tres nombres ms de estos burcratas de linaje. Esta debilidad del Estado como estructura burocrtica coexiste con la idea de que ste, segn indica Cotler, es el que haya tenido probablemente mayor penetracin social en la historia del Per en estos ltimos aos, extendiendo la realizacin de obras de infraestructura, apoyo alimentario y de expansin de una estructura de comunicaciones en zonas que a lo largo de la historia no fueron atendidas por los sucesivos gobiernos. En su gestin puede innovar sin estar atado a usos previos que tanto lo limitaran en sus iniciativas como le impediran los desbordes de autoridad. Esta tarea la cumple desde una red de instituciones creadas por _____________
6. Douglas Chalmers. Parties and Society in Latin America en Steffen Schmidt, James C. Scott, Carl Land y Laura Giusti (eds.): Friends, followers and factions. A reader in political clientelism. Berkeley: University of California Press, 1977.
la actual administracin, dependientes del Ministerio de la Presidencia, tambin surgido del actual gobierno. En esta situacin, se pone en contacto a grupos hasta entonces excluidos con las autoridades pero sin que se afirmen vnculos institucionalizados. La ayuda prestada surge entonces ms como consecuencia de la voluntad discrecional del gobernante que por el reconocimiento de un derecho. No se puede separar Estado de gobierno y no existe entonces un concepto de obligaciones que deben prestarse a la poblacin que se separen de la iniciativa presidencial. A la debilidad del Estado se agrega la sensacin de precariedad de los actores sociales. La crisis econmica de fines de los aos ochenta debilit al movimiento obrero, al barrial, al campesino y al estudiantil aun antes de que llegara un gobierno con orientaciones represivas como el saliente. Hubo una encarnizada guerra militar pero no un sostenido conflicto con el movimiento social. Fujimori no necesit entonces asumir en su integridad los aspectos ms caractersticos de lo que O'Donnell identifica como los estados burocrtico, autoritarios de la regin en la dcada de 1970.7 En efecto, no requera imponer una dominacin que subordinara intereses a una coalicin dominante. La debilidad de los actores sociales que se opusieran al proyecto, su desmantelamiento en la prctica daba campo libre al autoritarismo sin un principio de resistencia que se le enfrentara. Es ms, se apoyaba en un extendido consentimiento social. Tampoco necesitaba suprimir reivindicaciones nacionales que, como seala O'Donnell, apelaran a nociones ms o menos definidas de justicia sustantiva. El descrdito del gobierno de Alan Garca le haba quitado ______________
7. Guillermo O'Donnell. "Tensiones en el estado burocrtico-autoritario y la cuestin de la democracia". En: O'Donnell, Guillermo. Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratizacin. Argentina: Paids, 1997.
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relevancia a cualquier reivindicacin que se orientara hacia este tipo de reclamo. El Estado poda sustentarse en la reivindicacin de su autoridad en tanto presentaba su doble rostro de organizador de la dominacin y supuesto legitimador del inters del conjunto de la sociedad. Fujimori pudo exonerarse de darle en sus primeros aos una definicin enfticamente restringida y represiva a su poltica por la falta de patrones sociales de clases y organizaciones poltico partidarias a los cuales enfrentarse. La sociedad se volva crecientemente difcil de representar y en este sentido un autor tan perceptivo como Sinesio Lpez, cuando en su reflexin sobre ciudadana y poltica ubica a los informales a fines de los aos ochenta desbordando antiguos alineamientos sociales e investdos de pretensiones hegemnicas, parece estar sobreestimando la capacidad de estos actores de definir una propuesta ms o menos articulada.8 Al margen del alcance que se le ha dado a ese empresario emergente, como expresin de un cambio decisivo, lo cierto es que no estaban disputando una hegemona en el sentido poltico del trmino. Sus prcticas y proyectos iban por otra direccin, lo que no le quita o agrega mritos. La exclusin popular propia de un Estado autoritario poda hacerse sin mayores costos. Y en el plano poltico, como se sabe y no vale la pena insistir, los partidos haban perdido convocatoria y capacidad de iniciativa. No exista un marco estable de relaciones entre fuerzas polticas propias de un sistema de partidos en el que las probables alternancias se imponen a los juegos suma cero de todo o nada entre las organizaciones. El politlogo que a principios de los aos noventa fuera consultado acerca de esta situacin, ilustrara meticulosamente las razones que explican ______________
8. Sinesio Lpez. Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadana en el Per. Lima: IDS, 1997.
el fin de los partidos, pero slo dira vaguedades sobre los caminos para su reconstruccin. Podra criticar la falta de visin de los dirigentes de estas organizaciones, mas le costara establecer las vas que ellos deberan seguir para lograr una convocatoria que le diera a las organizaciones una relativa vigencia. Ciertamente, esa no es su tarea, pero indicaba un problema de creacin de estructuras de mediacin y de participacin que afectaba al conjunto de la sociedad, actores e intrpretes. Puestos en un imaginario punto de largada y partiendo desde cero, en aquel perodo Fujimori tena mayores probabilidades de conquistar voluntades desde el gobierno que los opositores desde el campo social, aun antes de que el primero desplegara masivamente sus polticas sociales y recurriera abiertamente a la manipulacin o cooptacin. Fujimori poda desde el vaco poltico actuar sin coaliciones, confiar en su reducido grupo de poder y resistirse a la alianza y a la negociacin.
3.
Tanto los regmenes autoritarios como los democrticos necesitan para consolidarse la creacin de una sociedad econmica en el sentido que sealan Stepan y Linz, de un conjunto de normas, instituciones, regulaciones y polticas que organizan la economa.9 Esta exigencia se mantiene an en el marco de una orientacin neoliberal, ya que ella precisa de un Estado que garantice una economa de mercado con estndares jurdicos regularizados, la superacin de imperfecciones y rigideces y el ______________
9. Juan J. Linz y Alfred Stepan. Problems of democratic transition and consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communist Europe. Londres: Hopkins University Press, 1996.
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otorgamiento de seguridades para la produccin de bienes y polticas en relacin a la educacin, la seguridad y la salud. El discurso antipoltico y autoritario poda ser en el contexto de los primeros aos de la dcada del noventa una estrategia para fortalecer alianzas cortando amarras con un pasado reciente en el que se tomaba cuentas por el presunto fracaso de la democracia en un pas donde no haba tenido tiempo de afirmarse como experiencia histrica. Fujimori poda ser visto como improvisado pero estaba libre de ataduras respecto a algn grupo social especfico. La afirmacin que hace Paramio para contextos de ajuste con sistema de partidos toma una significacin quizs ms radical cuando el escenario es copado por un liderazgo personalizado. Seala que si los gobernantes reformadores se enfrentan a una realidad social magmtica de grupos ms o menos desestructurados por la crisis, se encuentran en las mejores condiciones para hacer o deshacer coaliciones.10 Lo que explica el hiperpresidencialismo, aade, no es el carcter dramtico de las reformas econmicas sino ms bien la extrema descomposicin creada por la crisis econmica inflacionaria anterior. En este caso, la combinacin de la creacin de una sociedad econmica, el presidencialismo y el autoritarismo orientaban la estrategia con la que Fujimori buscaba la alianza con los poderes fcticos. El gobernante poda encontrar referentes en la sociedad para rechazar el ejercicio de un presidencialismo pluralista que atendiera al juego de la competencia ya relaciones de colaboracin con los actores parlamentarios, una vez advertida la decadencia de los partidos. Se trataba de lites sin representacin social o en una afirmacin ms radical an, esa misma condicin ______________
10. Ludolfio Paramio. "Las dimensiones polticas de las reformas econmicas en Amrica Latina". En: Zona Abierta N88/89, Madrid, 1999.
de lites estaba cuestionada. Resultaban momentos propicios, en cambio, para un presidencialismo mayoritario de iniciativas plebiscitarias, facultades amplias que se convertan en discrecionales, como en el conjunto de decretos de urgencia de 1992 que actuando dentro de los lmites de la legalidad apuntaba a crear desde el interior del propio rgimen poltico situaciones de ingobernabilidad que justificaban una interrupcin del orden constitucional.11 El gobierno poda invocar razones de Estado para terminar con el ya precario andamiaje institucional y dar el autogolpe. Y precipitar la toma de casilleros en las Fuerzas Armadas y dentro de los empresarios. La toma de casilleros no requera la constitucin de un bloque de poder en el que se comprometiera a las Fuerzas Armadas como institucin articulada en un proyecto comn como en el Estado burocrtico autoritario sino llegar a un acuerdo con las cpulas. Planteada de esta manera la situacin, podan atarse varios cabos al mismo tiempo para controlar la situacin. El primero era obtener un compromiso con los mandos para emprender en lo inmediato una estrategia autoritaria y al mismo tiempo involucrarse en conjunto en un proyecto de largo plazo. La segunda atadura era garantizar la estabilidad convirtiendo a esos mismos mandos en una cpula que se deba lealtades recprocas y favores al gobernante, con lo que el presidente y los oficiales estaban condenados a seguir juntos ya que perdan ambas partes si se respetaban los criterios institucionales. La tercera movida era ms audaz ya que ubicaba un intermediario que tena adems facultades decisorias entre el bloque civil y militar que fuera ______________
11. La distincin entre presidencialismo mayoritario y presidencialismo pluralista, aunque pensada para un contexto diferente, ha sido tomada de Jorge Lanzaro. "Uruguay: las alternativas de un presidencialismo pluralista". En: Revista mexicana de sociologa. N 2, abril-junio: 1998.
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confiable para el Presidente y que identificara movimientos y opiniones contrarias al estado de cosas que se impona. Montesinos era el operador del pacto no nicamente por la capacidad y audacia que hay que reconocerle sino porque se necesitaba una persona que procediera minuciosamente al desmantelamiento de las Fuerzas Armadas planificando ascensos y postergaciones. Se haca indispensable emprender una tarea de ingeniera poltica que promoviera cambios en la corporacin castrense de acuerdo a las intenciones del gobierno. Montesinos tena para el caso la virtud de estar por fuera del sistema para actuar con libertad y al mismo tiempo conocerlo en sus mnimos detalles. Distante para no moverse con fidelidades institucionales, cercano como para permitirse sondear intenciones y hacer razonadamente los juegos de la cooptacin y el desplazamiento. Asume entonces una tarea de arbitraje aunque sus decisiones no se basaran en criterios generales y despersonalizados. Forma parte entonces del mismo operativo la preocupacin por definir proyectos de largo plazo de la sociedad combinando represin, protagonismo militar y economa de mercado, recogiendo lo que era el balance de la experiencia chilena antes del retorno a la democracia; la prerrogativa presidencial que era tambin de los mandos, de prolongar el retiro de los jefes ms all de los 35 aos de permanencia en la institucin y un rgimen de ascensos que recortaba las ventajas a aquellos que haban estado en el 5% de calificacin superior en su promocin y, finalmente, el fortalecimiento del SIN cuya autoridad real era Montesinos.
4.
Las Fuerzas Armadas en Amrica Latina han demandado su intervencin activa en la vida poltica en un escenario de lucha contra
los movimientos subversivos y prolongan su permanencia en el poder una vez obtenido el triunfo militar. La habilidad de Fujimori fue la de establecer prestamente una alianza con ella convirtiendo la carencia de una organizacin poltica propia en una virtud porque la corporacin castrense le otorgaba la estructura que le faltaba, sin crearse situaciones de competencia entre cuadros polticos y oficiales. La mencionada alianza permita salvaguardar, en teora, las formalidades democrticas ya que en el imaginario del sistema presidencialista en la mayora de los pases de Amrica Latina la legalidad se sustenta en el hecho de que el titular del Ejecutivo haya llegado a su cargo por elecciones. El Presidente poda darle paso a un espacio de intervencin militar en un perodo histrico en que los golpes de Estado estaban desacreditados, reclamar por ello reconocimiento y libertades y permitirse un grado de intromisin aceptada en el nombramiento de los mandos. En esta situacin de extrema flexibilidad Fujimori poda recurrir a un operador poltico conocedor de la institucin como Montesinos, para que le ayudara a organizar su estrategia. El hecho de que el asesor viniera por fuera del sistema le garantizaba una obligada lealtad, no contaban sus opiniones en el inicio del proceso sin el asentimiento explcito del Presidente. La continuidad de esta lnea de accin llevaba a privilegiar en los lazos que se establecan con los oficiales las relaciones de cooptacin, un vnculo directo por el cual quien ocupaba un cargo estaba sujeto al albedro del Presidente. Un nuevo engranaje que se fue ajustando progresivamente hasta dirigir el conjunto del movimiento en los aos finales del rgimen fue sustituyendo a las rutinas de funcionamiento de la corporacin. Fernando Rospigliosi sostiene que Fujimori se apropia de un Plan de Golpe que ya estaba previsto desde 1988 y 1989 con
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el propsito de derrocar a Garca.12 El proyecto supona la permanencia en el poder de los militares en el largo plazo siguiendo una poltica neoliberal en lo econmico recogida de la experiencia chilena. Es cierto que en determinados momentos de extrema incertidumbre en la dcada del ochenta, particularmente con el shock econmico del que se responsabiliza al ministro aprista Abel Salinas, se temi por la continuidad del gobierno de Alan Garca. Aun reconociendo este hecho no puede menos que advertirse que la elaboracin de esquemas ambiciosos de alternativas de desarrollo, manejando distintas hiptesis de conflicto, forma parte de las prcticas habituales de las Fuerzas Armadas, ya que se supone que ellas deben estar en capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes. En lo que inequvocamente exista una disposicin compartida entre los militares y el Presidente era en la interpretacin que los estados de emergencia no constituyen una situacin prevista en el Estado de Derecho sino que lleva a transitar por una va alternativa la dispuesta constitucionalmente. Los decretos legislativos de 1991 que procuraron orientar la estrategia antisubversiva precipitaron el autogolpe; en buena parte se haba previsto el rechazo del Congreso como pretexto vlido para disolverlo. De modo inevitable esta situacin plantea una lnea divisoria entre leales al rgimen que se instaura y oficiales institucionalistas. El Presidente, asesorado por Montesinos, en una lnea de ofensiva pasa a retiro a generales que le parecan poco confiables, privilegiando a otros que por su llegada inesperada a una posicin de influencia iban a seguir las orientaciones y rdenes impartidas por el Presidente y su asesor. ______________
12. Fernando Rospigliosi. Las fuerzas armadas y el 5 de abril. La percepcin de la amenaza subversiva como una motivacin golpista. Lima: IEP, 1996.
En esta lnea, como anota Obando, resulta de una importancia decisiva la Ley de Situacin Militar de noviembre de 1991 que estableca que los comandantes generales seran designados por el Presidente entre los generales de mayor rango y ya no deba elegir necesariamente, como en la disposicin anterior, al ms antiguo.13 Adems, el Presidente decida cundo pasaban al retiro los candidatos, sin tomar en cuenta los aos de per, manencia en la institucin. El general elegido, Nicols Hermoza, tiene una condicin ambigua, le debe obediencia estricta a Fujimori y dispone de niveles de discrecionalidad con sus subordinadas ms amplios que los que se pueden sostener desde una lnea regular de mando. Esta lgica de funcionamiento trae como consecuencia probables deserciones de quienes se sienten postergados y exige entonces niveles detallados de informacin acerca de lo que est ocurriendo en los cuarteles. La consecuencia es que el SIN extiende sus competencias y penetra en el interior mismo de la corporacin castrense. Cada militar se siente juzgado por lo que dice y por lo que hace pero no est seguro de lo que debe decir y hacer. Irnicamente las Fuerzas Armadas siguen a su modo el precepto constitucional de no ser deliberantes debido a que no haba interlocutores de confianza en la institucin. El sistema enclaustraba a los militares y de este encierro se absorban las disidencias como las que en su oportunidad expresaron Salinas Sed, Arciniegas y Robles. Un rgimen sustentado casi exclusivamente en mecanismos de control lleva a una decadencia en el quehacer de las Fuerzas Armadas y le otorga oportunidades esperadas a oficiales mediocres. El ejrcito en particular ______________
13. Enrique Obando. Las relaciones civiles-militares en el Per 1980-1996: sobre cmo controlar, cooptar y utilizar a los militares (y las consecuencias de hacerlo). En: Stern, Steve (ed). Los senderos inslitos del Per. Lima: IEP-Universidad Nacional de Huamanga, 1999
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pierde un estilo de liderazgo intelectual como el que ejercieron en su tiempo Morales Bermdez, Mercado Jarrn y Hoyos Rubio, al margen de las diferentes orientaciones de cada uno de ellos. Los pronunciamientos de los ex comandantes en jefe del ejrcito preocupados por la suerte de su institucin no importaban solamente porque no disponan de tropas bajo su control sino porque ya el ejrcito dejaba de reconocerse en su historia. En este contexto no es de extraar que surjan bandas dentro de los oficiales que operan como paramilitares y formas de resistencia que actan desde la clandestinidad (los grupos Comaca y Len Dormido). Que esta resistencia alcanz ciertos niveles de efectividad se comprueba en el hecho de que se descubren a los autores de los crmenes de La Cantuta y Barrios Altos y no quedaba otra alternativa que someterlos al fuero militar y condenarlos. El poder de la cpula no poda tolerar que se introdujera principios de legalidad como resultado de informaciones que no podan evitar que se hicieran conocidas. Se despliegan dos lneas de respuestas, la ley de amnista y una mayor intervencin del servicio de inteligencia. Esta ley, como seala Mauceri, "a diferencia de las amnistas otorgadas en otros pases sudamericanos en el Per sta no sigue una respuesta institucional destinada a facilitar las condiciones necesarias para una transicin poltica sino, ms bien fue una iniciativa impulsada por el Ejecutivo y aprobada por el Congreso a pesar de las protestas pblicas, cuyo objetivo fue terminar con las investigaciones del Poder Judicial y de la prensa con relacin a los lazos existentes entre las operaciones de los escuadrones de la muerte y los servicios de inteligencia. De haber hecho pblicos estos lazos habran podido implicar a funcionarios de los ms altos niveles del Poder Ejecutivo".14 _____________
14. Philip Mauceri "Prerrogativas de las Fuerzas Armadas en alianza cvicomilitar en el Per. En: Tuesta Soldevilla, Fernando (ed). El juego poltico. Fujimori, la oposicin y las reglas. Lima: Fundacin Friedrich Ebert, 1999.
La disciplina se impone tambin con la creciente intervencin del SIN que se hace coextensiva al ejrcito y la sociedad ejerciendo sus poderes de control y disciplinarios. El SIN vigila a las instituciones militares, se infiltra en los ministerios, examina las implicaciones para la seguridad de cualquier poltica, se informa sobre las acciones de seguidores y opositores del rgimen, pone los titulares de primera plana de la mayor parte de la prensa popular y orienta la programacin de algunos canales de televisin de seal abierta entre otros operativos sicosociales; maneja sin rendir cuenta su propio presupuesto, que se asocia cada vez ms con el impreciso rubro de operaciones especiales. Hermoza, que haba sido uno de los principales beneficiarios del sistema, es finalmente desplazado. Montesinos al mismo tiempo que aumenta su poder oculto se arriesga a aparecer en pblico, probablemente siente que se ha suspendido la clusula de reserva que penda sobre l. La alianza con la mayora de los oficiales de su promocin le permite el control del conjunto del ejrcito con el consentimiento de Fujimori pero probablemente yendo ms all de lo que ste poda conocer. La institucin comienza a ser endeble hasta por su misma omnipresencia. Ya se poda estar en condiciones de seguir algunas de sus redes de corrupcin y este conocimiento anticipaba su cada. Una camarilla tiene que ser discreta y conocer el lmite de sus fuerzas. Montesinos involucrado en sus mltiples vnculos con el poder perdi reflejos. Fue finalmente desplazado por crculos internacionales ms poderosos que lo que l estaba en condiciones de advertir. Una de las tareas impostergables que ha tomado el nuevo gobierno democrtico de transicin es depurar estos mandos no slo por sus orientaciones autoritarias sino por su involucramiento evidente en una corrupcin generalizada. Es probable que por ms concesiva que pueda ser una transicin habr que hacer juzgamien-
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tos donde se deslinden responsabilidades vinculadas a la comisin de delitos comunes, asociados muchos de ellos al manejo irregular del presupuesto de la corporacin castrense, cuyos lineamientos fueron ocultados durante el autoritarismo y ahora resulta imprescindible conocer por haberse producido un desfalco de los fondos pblicos. Los oficiales a los que Montesinos convenci de que podan hacer lo que se les ocurra en su propio beneficio con el consentimiento del SIN, se encuentran ahora afortunadamente en una situacin de extrema debilidad. Resistencias e informaciones a estas formas de proceder surgirn probablemente no slo de la justicia ordinaria y militar sino de una nueva generacin de oficiales de las Fuerzas Armadas.
5.
Los empresarios por su parte practicaron el arte de la negociacin prudente y las maneras comedidas hasta en los comunicados de prensa que a veces tomaban un tono radical pero cuidadosamente controlado en aquello que desde el poder poda ser considerado como desborde. Este grupo haba adquirido desde fines de la dcada del ochenta por primera vez en la historia de los ltimos aos del pas un proyecto ideolgico que no siempre iba a seguir con una estricta fidelidad de defensa de una economa de mercado a la que Hernando de Soto le dio un vibrante tono de transformacin del conjunto de la sociedad y no nicamente de las lites. Los empresarios en medio de la debacle del gobierno de Garca podan contar con un inesperado viento de cambio a su favor y una candidatura comprometida en el proyecto como la de Vargas Llosa. Son tiempos adems en que el neoliberalismo apareca como la nica alternativa posible con la inesperada ventaja de que formalmente se poda
invocar al mundo popular y no dirigirse frontalmente contra ellos, superando un estilo confrontacional que era casi una segunda naturaleza en las lites por razones sociales y tambin tnicas. El cambio de orientacin de Fujimori incumpliendo sus promesas electorales permita, adems, una renovacin de liderazgos polticos que le daba oportunidad de situarse en el nuevo escenario sin el contrapeso de representaciones sociales que podan tener una direccin opuesta y contestataria. El rgimen, como indica Durand, da seales convincentes de establecer una economa que se inclina por el lado de las exportaciones tradicionales y no tradicionales, el gran comercio exportador, la banca controlada por los grandes grupos de poder econmico.15 Se constituye as una alianza proexportadora con el apoyo del Fondo Monetario Internacional y la banca internacional en un contexto de pago escrupuloso de la deuda externa, austeridad fiscal y alta generacin de ingresos. La Confiep, creada a mediados de los aos ochenta y a la cual no le preocupa sostener credenciales democrticas, apoya el autogolpe de 1992 invocando al restablecimiento del orden y de la moralidad. En su investigacin periodstica Sally Bowen seala que los indicadores macroeconmicos eran espectaculares, con un crecimiento del PBI en 1994 del 14.3%, el ms alto de la regin y la inflacin ms baja registrada en las ltimas dos dcadas.16 El apoyo al gobierno, como anota Cotler, no es uniforme sino que tiene que ver con la estratificacin de las represen______________
15. Francisco Durand. "La democracia, los empresarios y Fujimori". En: Tuesta Soldevilla, Fernando (ed). El juego poltico. Fujimori, la oposicin y las reglas. Lima: Fundacin Friedrich Ebert, 1999. 16. Sally Bowen. El expediente Fujimori. El Per y su presidente 1990-2000. Lima: Per Monitor, 2000.
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taciones gremiales que dependen de grupos econmicos de muy diferente capacidad.17 La Asociacin de Bancos, la Asociacin de Fondos de Pensiones, la Sociedad de Comercio Exterior y mi, neros, productores de hidrocarburos y de electricidad que constituyen el sector ms poderoso se beneficiarn del modelo y lo promovern aunque, de acuerdo al autor, tengan la ambigedad de reconocer el alcance decisivo de las transformaciones que estn ocurriendo y su escasa capacidad de influencia para introducir correctivos que se ajusten mejor a sus demandas y requerimientos. Las medianas y pequeas empresas agrupadas en la asociacin de exportadores, Adex, la Sociedad Nacional de Industrias y la Cmara Peruana de Construccin articulan intereses de pequeos y medianos empresarios, tienen elevados niveles de fragmentacin social, enfrentan problemas de sobrecostos laborales y de competitividad con aquellos de mayor eficiencia tecnolgica, y actan como lobbys en los que influyen liderazgos altamente personalizados dada la dispersin del grupo. Ante la incapacidad de integrarse con xito a la economa de mercado en los aos en que el gobierno persigui esta orientacin, enfrentan la acusacin de "mercantilistas" de parte de las empresas de mayor poder econmico. En las elecciones de la Confiep de 1998 se expresa claramente una divisin entre, por un lado, los grupos favorecidos por la poltica econmica del gobierno y los empre, sarios vinculados a la produccin y el comercio en el mercado nacional y, por otro, exportadores medianos que manifiestan discrepancias respecto al gobierno y su disposicin de no participar en las reuniones del gremio empresarial. El problema se resuelve slo parcialmente. La Confiep, para reconstituir precariamente su unidad, oscila entre opiniones crticas al gobierno y actitudes _____________
17. Julio Cotler. La articulacin y los mecanismos de representacin de las organizaciones empresariales. Documento de trabajo N 97. Lima: IEP, 1998.
que manifiestan una presunta comprensin de lo que est ocurriendo en el poder, evitando que las distancias planteadas conduzcan a una inevitable confrontacin. Llama la atencin que empresarios con mayor formacin acadmica que sus predecesores y que cuentan adems con una densa red de asesores, o de personas que se ofrecen para serio, no tengan una visin de largo plazo sobre el futuro del pas. La indiferencia frente al rgimen poltico por anteponer intereses particulares distorsiona la comprensin de esos mismos intereses particulares. Parecen vivir en el da a da, improvisando, sin otra alternativa que las que le propone el gobierno. Su conducta es marcadamente defensiva. Una lite empresarial necesita un proyecto y no armar y desarmar lobbys. Desde este punto de vista resulta razonable el mal disimulado desprecio que Fujimori ha sentido por ellas durante todo este perodo y que los empresarios, sabindolo, lo hayan acompaado en su gestin. En la trama de intereses puestos en juego en el gobierno en diversos episodios, lo que se presenta como una despojada racionalidad econmica expresa ms bien un sistema de prebendas abiertas que ayuda al sostenimiento del rgimen autoritario. El proceso de privatizaciones no ha sido indagado con profundidad pero el monopolio establecido a favor de la empresa telefnica le permite fijar a su albedro el costo de sus servicios sin que ello necesariamente se exprese en una mejor calidad de los mismos. El ex ministro de Economa Carlos Boloa promueve el rgimen de la Administracin de Fondo de Pensiones (AFP) y un sistema de enseanza superior alternativo organizado en un rgimen de sociedad annima y acta abiertamente, dejado el cargo, en estas dos lneas de actividad. El constructor Camet, tambin con posterioridad ministro de Economa, hace crecer considerablemente el volumen de negocios de su empresa familiar a travs de contratos para realizar obras pblicas con el Estado. Se trata
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probablemente de casos de corrupcin, pero responde a una lgica que la trasciende y afirma apoyos slidos para el autoritarismo. La reaccin de los empresarios que no se benefician del sistema y tienen visibilidad por sus cargos gremiales es presentar en este ltimo perodo sus candidaturas en listas opositoras. La reaccin del empresariado que no se beneficia del sistema tiene que enfrentar la supuesta racionalidad del modelo econmico impuesto y la falta de una consistente oposicin social y poltica. Se muestran desconfiados del rgimen establecido, ms por la poltica econmica que se aplica que por una comprensin de las ventajas de la institucionalidad democrtica; no les preocupa o no saben identificar las conexiones que existen entre uno y otro nivel. Durante varios aos esbozarn objeciones que se sostienen, la mayora de las veces desde una posicin defensiva. Slo cuando en las ltimas elecciones aparecen alternativas razonables desde los movimientos de independientes asumirn posiciones ms ntidamente opositoras, presentndose algunos de ellos como candidatos a congresistas, especialmente los que adquirieron visibilidad ante la opinin pblica por su gestin gremial. La demostracin de que se trata de un juego de corto alcance es la baja votacin obtenida. Algunos, como el ex presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, Eduardo Farah, pasan rpidamente del discurso opositor al gobiernista. l intentaba negociar mejor, pero una vez en el proceso comprende lo precario de la posicin obtenida para el logro de sus menguados objetivos. El gobierno de transicin democrtica ha elegido en su gabinete a Emilio Navarro, uno de los pocos empresarios que mantuvo en el perodo un discurso coherente y de principios en materia de poltica econmica, al margen que se pueda estar de acuerdo o no con sus posiciones.
6.
Un gobierno de camarilla
La camarilla se sustenta en cpulas militares y empresarios comprometidos pero tiene que contrarrestar en parte la presin internacional, lo que lograra en el autogolpe de 1992 y encuentra ahora crecientes dificultades para limitada ante la denuncia de nuevas irregularidades. En aquellos aos el pas viva dificultades severas por la guerra interna y el desorden econmico y si bien Fujimori barri desde el poder probables consensos con la oposicin, poda aducirse una situacin extrema y al mismo tiempo un esquema de transicin que pasaba por la formacin del Congreso Constituyente Democrtico y el referndum de una nueva constitucin. El gobierno tom en aquel entonces la iniciativa en la OEA y dispona a su favor no slo la condicin de excepcionalidad del caso peruano sino tambin un sostenido apoyo popular y una oposicin dbil e inconsistente. Los resultados con que se aprueba la nueva constitucin en 1993 son en cambio, por lo menos dudosos, pero no fueron objeto de impugnaciones mayores. Se identifican irregularidades pero no se tiene una fuerza social capaz de cambiar lo impuesto. Fujimori tena el campo libre incluso para sortear algunas derrotas y es claro que el proyecto autoritario no perda su unidad de propsitos y su direccin. Visto desde esta perspectiva, causa extraeza la vocacin de clasificar al rgimen desde la ciencia poltica identificando momentos a modo de fotos instantneas e ignorando el proceso. Se le llamar democracia delegativa, hbrida, semidemocracia y se le har pasar en el corto intervalo de 1992 a 1994 por todas las etapas de la reciente ortodoxia de los modelos de transicin en las corrientes ms influyentes en la ciencia poltica, dictablanda, democradura, democracia, cuando no haba esbozos de negociacin en el plano nacional y poco tiempo despus se iban desmantelando una a una las instituciones del Estado de Derecho,
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la independencia del Poder Judicial, de la Fiscala de la Nacin, del Consejo Nacional de la Magistratura, agregada a la insostenible argumentacin jurdica de la llamada Ley de Interpretacin Autntica que autorizaba una segunda reeleccin presidencial. La orientacin era imperturbable. Se trataba de consolidar un rgimen autoritario sostenido por una camarilla que sacaba partido de la debilidad del Estado. Para saber esto bastaba advertir el recorrido total y no detenerse a observar el paisaje en cada una de sus estaciones. En una sociedad con los actores sociales debilitados hay una suerte de economa del control que no necesita constituir un bloque del poder ni ir ms lejos que la represin selectiva. Es cierto que despus del autogolpe el gobierno aparentemente se liberaliza, cediendo en parte a la presin internacional llamando a elecciones para el Congreso Constituyente Democrtico, sometiendo la nueva Constitucin a un referndum y triunfando con claridad, al margen de algunas irregularidades, en las elecciones de 1995, y que en el gabinete dirigido por Dante Crdova en la primera etapa del segundo gobierno de Fujimori hubo cierta disposicin de apertura poltica. Visto el proceso en su conjunto existi en todas las etapas una lectura relativista de la democracia formal entendiendo que no era apropiada para nuestros pases. Si los rasgos autoritarios no son tan manifiestos en determinados perodos no se debe a convicciones de Fujimori y su personal poltico sino porque un sostenido apoyo popular le da un amplio espacio de iniciativa y discrecionalidad, sin que necesite preocuparse de sus opositores. La camarilla se plasma, entonces, en un grupo limitado de personas que establecen vnculos de lealtad basados en intereses compartidos que se definen en el momento mismo de su surgimiento, que exige manejos de poder de origen extrainstitucional y compromisos que se sostienen en lealtades restringidas asocia-
das a lo que cada uno sabe del otro en temas como la corrupcin o las violaciones de los derechos humanos.18 La mayora de las decisiones tienen rango de secreto de Estado. Quienes participan en ellas estn obligados y condenados a estar juntos. Esta camarilla se afirma desde adentro recurriendo a la amenaza y al chantaje, y desde afuera porque la salida de ella supone la exposicin a delitos de los que no puede eximirse porque ya no tienen una retaguardia de proteccin. Quizs este concepto suene un tanto conspirativo; pienso que s, que la conspiracin no lo explica todo pero es uno de sus rasgos inconfundibles. Una camarilla necesita establecer alianzas que otorguen estabilidad pero sin permitirle a estos nuevos socios el acceso a la caja negra donde estn registradas las principales decisiones. A diferencia de la mayora de los autoritarismos de Amrica Latina no hay una articulacin consistente entre el gobierno, las Fuerzas Armadas y los grupos de poder oligoplicos vinculados al capital internacional. No puede constituirse un bloque de poder o un grupo relativamente articulado de lites dominantes, como quiera llamarse. Por lo que en lugar de un pacto de dominacin establecido en nombre de los intereses generales de los sectores ms influyentes, el partido se juega en el terreno chico de las prebendas, otorgadas a las compaas beneficiadas por las privatizaciones en procesos poco transparentes, los beneficios tributarios y coberturas por prdida para algunos bancos, los contratos amaados para algunas constructoras, las exenciones para la minera. Son vnculos informales que se van redefiniendo en lugar de un acuerdo de largo plazo propio de un autoritarismo que se precie de su condicin y no tenga que mirar siempre a los costados. ______________
18. En estos dos prrafos sigo el artculo" Dictadura perfecta o autoritarismo inestable?" que he escrito en Ideele N128, junio del 2000.
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Un gobierno de camarilla necesita de seguridad interna y jugar a la imprevisibilidad con sus seguidores. No hay eslabonamientos que lleguen desde el poder hacia abajo. O mejor dicho, slo la camarilla sabe cmo se hace y se deshace el juego. Por esta razn a falta de una hegemona poltica y social claramente establecida, las maniobras sicosociales ocupan el mayor campo de la poltica. Por esto, como sealamos en un trabajo anterior, la muy real presencia de Montesinos y la paranoia sobre Montesinos termina siendo lo mismo. El "doctor", vigilante insomne, tortura, mata, interviene telfonos, hace "reglaje" de los movimientos de los opositores, digita los nombramientos de las Fuerzas Armadas, organiza la campaa electoral, soborna congresistas. En un sistema autoritario que quiere asegurarse de modo eficiente condiciones de duracin, el SIN ejecuta las tareas sucias manteniendo una relacin de subordinacin y si llegado el caso emprende acciones con relativa autonoma, ellas son conocidas en sus lneas generales por los centros neurlgicos del poder. Un autoritarismo que desinstitucionaliza aun sus propias estructuras de poder requiere ampliar las atribuciones del Servicio de Inteligencia que se desborda respecto a cualquier mecanismo de control. Es mucho ms que un temible brazo ejecutor. El sistema obrando as obtiene ventajas inmediatas. En efecto se dan seales inequvocas a opositores y aliados pero como ello ha ocurrido a travs de un manejo personalizado, se expone a continuas filtraciones de informacin Los mecanismos que slo se sustentan en el privilegio de la obtencin de algunos conocimientos estratgicos y en el temor, no aseguran estabilidad. Cualquier rgimen debe hablar o convencer de lo que est haciendo por el conjunto de la sociedad y por ese camino se asegura alineamientos estables de sus funcionarios. Fujimori no fue capaz de entenderlo, Montesinos no estaba interesado en hacrselo saber.
El proyecto del fujimorismo es el de un autoritarismo que no consigue afianzarse pero que ha perseguido durante sus aos de vigencia el control sobre la sociedad, la previsibilidad en el comportamiento de gobernantes y gobernados, la idea de una continuidad sin alternativas. En su clsica formulacin sobre los regmenes autoritarios, Linz seala que stos no buscan, a diferencia de los populismos histricos de Amrica Latina, una activa y extensa movilizacin de la poblacin, salvo en algunos momentos claves, por ejemplo el de las elecciones.19 Lo veremos luego con ms detalles. Basta sealar aqu que Fujimori, propagandista incansable, realizaba una mirada de pequeos actos prometiendo e inaugurando obras en los distritos urbanos y rurales. Tena un extremo cuidado en que se conocieran sus actividades pero era renuente a que hubiera pronunciamientos de adhesin ampliamente difundidos que hiciera visible la articulacin de un pacto social de vastos alcances. Hasta poco tiempo atrs manifestaciones de este tipo lo hubieran obligado a establecer una estructura con instancias intermedias llevando a hacer concesiones a liderazgos intermedios. Esta situacin, por la debilidad del gobierno, parece haber cambiado en las elecciones del 2000. Si se tratara de opciones podra decirse a modo de imagen que el gobernante prefera ir al pueblo y no que el pueblo llegara hacia l, lo que hubiera sido el reconocimiento esperado de un liderazgo carismtico o con pretensiones de serlo. Fujimori tomando la iniciativa, no deba rendir cuentas al mismo tiempo que apareca investido con la gracia de las concesiones otorgadas a la poblacin. Los grupos ms pobres extremando el reconocimiento pueden introducir subrepticiamente nuevas ______________
19. Juan Linz. Totalitarian and Authoritarian Regimes, en Fred I. Greenstein y Nelson W. Polsby (eds.), Handbook of Political Science: Macropolitical Theory. Massachusetss: Addison-Wesley.
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demandas a cumplir, convirtiendo la adhesin incondicionada en la solicitud de beneficios y compromisos que se iban renovando. Fujimori tiene que estar en constante movimiento para renovar adhesiones. No poda cuajar en un autoritarismo apacible, si cabe el trmino, en el que el sistema pudiera seguir andando por su cuenta y no a renovados empujones. Los autoritarismos permiten, como indica Linz, un pluralismo limitado. Van a controlar los principales medios de comunicacin por la adhesin y el chantaje, amenazarn a quien presente demandas sobre corrupcin y cerrarn con siete llaves procesos de investigacin, seguirn meticulosamente los pasos de sus adversarios reales y potenciales, crearn cadenas de delacin al interior de las Fuerzas Armadas, perseguirn periodistas que llegan a informaciones sobre violaciones de derechos humanos que quisieran dejar en reserva, forzarn exilios. Y al mismo tiempo permitirn un margen de maniobra a los intelectuales que se ilusionarn sobre el presunto ejercicio de sus libertades. El gobierno pudo organizar o colaborar con eventos culturales de una convocatoria plural en la que los participantes estn libres de decir lo que se les ocurra, entre otras razones por la inocuidad de sus opiniones. Las ONGs tuvieron oportunidad de hacer convenios con ministerios o gobiernos locales con alcaldes oficialistas, prestar asesora despojadamente tcnica, ser apreciadas en sus logros. Un rgimen autoritario no cierra las ventanas sino que las entorna para que el observador siga respirando sin enterarse cul es el paisaje que lo rodea. Y este clima se enlaza con otra caracterstica del autoritarismo que es la de crear una mentalidad ms que propiciar una ideologa. La prdica contra los polticos se sintetiza en unas pocas razones y en contados y repetidos denuestos. El neoliberalismo no se plasma en un discurso de acceso a una presunta modernidad sino en la idea de que es inevitable desprender las
iniciativas personales y familiares de lo que est ocurriendo en el conjunto de la sociedad. No se trata tanto de evitar que se piense distinto, se procura ms bien quitar espacio a la reflexin. Ms que las adhesiones entusiastas se busca que la gente adquiera unas cuantas visiones estereotipadas del orden social, fciles de resumir porque no estn expuestas a la deliberacin con otros argumentos. El proyecto autoritario h1jimorista lleg a estar ms cerca de lograr sus propsitos cuando consigui que predominara un ambiente de desidia. En efecto, adherentes y muchos de sus opositores empezaron a funcionar en la lgica del sistema, inmersos en la rutina de sus actividades, encerrados en ella porque no conseguan visualizar alternativas ni mucho menos comprometerse con construidas. Una irona de estos tiempos que le toc vivir al pas es que cuanto ms atado estaba el individuo a condiciones que no controlaba, mayores eran los discursos que exaltaban la autonoma personal y ms extendida la indiferencia hacia los otros, aun cuando se notara la perplejidad acerca de lo que le poda ocurrir a cada uno en el autocentramiento asumido. Fujimori era una paradjica garanta de continuidad de una situacin en la que la mayora de las lites estaba insatisfecha pero no saba cmo salir ni le interesaba hacerlo. La formulacin en boga era la aceptacin realista de las circunstancias o el pragmatismo, trmino que estuvo, como pocas veces en nuestra historia, desprovisto de cualquier intento de densidad conceptual y que daba la pobre seguridad de la falta de pasiones, los intereses poco esclarecidos y la repeticin de lo mismo. Fujimori y el conjunto de la sociedad llegaron a estar muy cerca de una coincidencia totalizadora en la devaluacin de las palabras.
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7.
En Amrica Latina, las polticas de ajuste y liberalizacin fueron por lo general, tratadas en trminos de la creacin de un crculo virtuoso en el cual pasada la etapa de indecisiones polticas seguidas luego por una fuerte direccionalidad econmica, se entrara en una etapa de cambios institucionales que otorgara estabilidad a las nuevas reglas de juego establecidas. Los actores liberados de la presin de la coyuntura buscaran referentes previsibles y de largo plazo. El ciudadano informado con capacidad de juzgar gobiernos y partidos, que lleva como probable desenlace a la alternancia en el poder de distintas fuerzas, es tambin percibido como un agente que comprende cules son sus mrgenes de intervencin, oportunidades y restricciones en el mercado ordenando as sus iniciativas personales. En buena medida ha predominado una lectura normalizadora y optimista de la realidad. Tanto organismos internacionales como economistas y politlogos influyentes pensaban que la liberacin de la economa de una matriz centrada en la intervencin de un Estado ineficiente conducira a una etapa posterior de bsquedas de consensos y progresiva estabilidad. Algunos autores incurren en una lectura inmersa de un evolucionismo triunfante y destacan la llegada de una etapa de competencia poltica en la que gobiernos de orientaciones diferentes a los que aplicaron las medidas de ajuste realizaran reformas institucionales que redefiniran en trminos de mayor eficacia la gestin pblica y la redistribucin. Los ejemplos que sustentan esta posicin se limitan por lo general al caso de Chile y a la alternancia en el poder en Argentina. Los problemas de conduccin econmica que enfrenta el gobierno de De la Ra, a los que se agregan casos de corrupcin, deberan poner coto a este razonamiento triunfalista, pero a al-
gunos grupos de la comunidad acadmica no les interesa tomar en cuenta sino como incidentales anomalas, sucesos que vayan en contra de su razonamiento prescriptivo acerca de lo que va a ocurrir. Consideraciones menos entusiastas provocan lo que est ocurriendo en Brasil y Bolivia, pases con graves dificultades econmicas y creciente conflictividad social. Sin embargo, el razonamiento de un proceso de desarrollo reciente de signo positivo en Amrica Latina se sigue manteniendo. El autoritarismo sera una desviacin del tipo ideal, no un orden que puede ser coherentemente explicado a partir de una determinada direccin poltica de la economa, que en los hechos no se aparta de recomendaciones sugeridas por los organismos internacionales de crdito y por buena parte de la comunidad acadmica. No han faltado entonces razonamientos deterministas. As, tuvo marcada influencia una interpretacin que preconizaba que al fin del segundo gobierno de Fujimori se entrara en una nueva fase de competencia entre fuerzas democrticas y que los acontecimientos tendan a lograr una estabilidad institucional. Sostener este punto de vista daba certificado de realismo, objetividad y sensatez. Cabe pensar en un escenario diferente para otros pases y en especial para el caso peruano: que del margen de libertad del Ejecutivo impuesto por una determinada situacin nacional e internacional se vaya moldeando un modelo de consolidacin del poder libre de todo criterio de rendicin de cuentas y que el mismo gobierno se encargue de graduar las polticas de ajuste, las de redistribucin social y las llamadas reformas de segunda generacin para garantizar su control sobre la sociedad. No puede comprenderse los intentos de consolidacin de este autoritarismo si no se asume que las primeras medidas de reforma se tomaban como inevitables y que deban darse seales efectivas de que el Estado diriga efectivamente la economa, y
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esta vez orientado hacia el cambio. Contaba en principio con un consenso previsible ya que, como seala Paramio, a menor confianza social con las viejas reglas, mayor disponibilidad para un discurso reformador, aun para aquellos grupos beneficiarios del antiguo estado de cosas.20 Este discurso reformador no generar resistencias ante medidas que buscan salir de la hiperinflacin y crear un horizonte ms o menos estable de expectativas en contraste con la incertidumbre anterior. En el caso de Fujimori parece haberse dado una confluencia entre lo que poda hacer y lo que le convena. Segn Efran Gonzles de Olarte, se aplic un modelo extremo de ajuste estructural caracterizado por la desregularizacin de los mercados, la privatizacin de las empresas, la liberalizacin del comercio exterior y la ausencia de polticas sectoriales y sociales.21 Un contexto econmico de escasa autonoma ante los organismos internacionales y alta autonoma frente a los grupos de inters externo poda convertirse en un rasgo poltico en condiciones de continuar por un plazo indefinido. El rgimen tena capacidad de prescindir de coaliciones sociales amplias de respaldo a las reformas que obligan a negociaciones polticas y a apelar en cambio a un consenso pasivo, dirigido desde el poder. En los hechos se propona dejar de lado cualquier pacto. Ya antes de la llegada del gobierno de Fujimori los sindicatos no tenan poderes de negociacin y la mayora de sus antiguos afiliados estaban buscando respuestas individuales de salida a la crisis. Las clases medias en un contexto hiperinflacionario y de tensin social hacan un rpido balance de costos y beneficios entre el antiguo modelo y el que se iba a implantar. Necesitaban una plataforma de _____________
20. Ludolfio Paramio. Ob. cit. 21. Efran Gonzles de Olarte. El neoliberalismo a la peruana: Economa poltica del ajuste estructural, 1997-2000. Lima: IEP.CIES, 1998.
seguridades mnimas en las que ap0yarse, por lo que entendan inevitable aceptar el ajuste como requisito indispensable para ordenar sus expectativas, darse tiempo para pensar lo que les esperaba, tener pautas mnimas de inteligibilidad. Slo ahora en una etapa diferente pueden hacer un balance ordenado de costos y beneficios, evaluar las ms de las veces el alcance de sus prdidas y distanciarse del gobierno. Los empresarios, cualquierra fuera su mbito de actividad y aun aquellos que estuvieron cercanos tradicionalmente al gobierno, no podan sacar ventajas de un Estado en bancarrota. Y as como no haba necesidad de establecer mecanismos de consulta con actores sociales, tampoco se requera de coaliciones. El conjunto de la clase poltica y no solamente la que tena influencia en el gobierno anterior poda ser responsabilizada de la situacin existente por parte de alguien que ingresa por fuera del sistema. La marginalidad de los grupos dominantes en una sociedad desestructurada daba campo libre para establecer una poltica de alianzas rgida y restringida, limitada slo a organismos internacionales, algunos grupos econmicos y la cpula de las Fuerzas Armadas. Visto en perspectiva, este estilo encuadraba bien con las prescripciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en el sentido que el Presidente y su equipo econmico mantuvieran un campo de maniobra sin restricciones, que se impusiera un estilo decretista en iniciativas legislativas tendientes a la reforma econmica y que la conduccin macroeconmica estuviera en manos de un reducido equipo de tcnicos aislados que definieran sus prioridades dejando de lado cualquier presin social. El proceso de ajuste estructural y de reformas econmicas fue exitoso en los trminos fijados por los organismos internacionales y los inversionistas extranjeros hasta 1997. Los mayores logros se situaron en el rea de las privatizaciones, donde se lleg
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a recaudar, segn Sally Bowen US$ 2.62 millones en 1994, y US$ 1. 1 milln en 1995 y US$ 2.63 millones en 1996.22 Estas medidas fueron acompaadas por una acelerada redefinicin de las relaciones laborales, con una legislacin que favorece la flexibilizacin del mercado de trabajo fomentando la contratacin temporal y la subcontratacin, a la vez que facilita el despido, regulando las condiciones de negociacin colectiva de los sindicatos y el derecho de huelga para debilitar a los gremios, estableciendo polticas salariales destinadas a mantener niveles de remuneraciones bajas y estancadas y, en general, encareciendo los gastos indirectos de planilla, afectando la estabalidad laboral.23 En 1997 se produce un cambio de poltica en lo que se refiere a las privatizaciones, ya que la nica empresa importante vendida por el Estado es la de Centromin y se postergan otras importantes y ya planificadas. La privatizacin recibi un nuevo enfoque con la creacin del Fondo Nacional de Ahorro Pblico (Fonahpu) a travs del cual el Estado ofrece al mercado parte de las acciones que haba retenido en la venta de empresas pblicas ya privatizadas. Los intereses en teora se iban a destinar al aumento de las pensiones de los jubilados. Sin embargo, la venta de estas acciones se hizo extremadamente lenta, no modificando significativamente la situacin de los eventuales beneficiarios de estos cambios. Haba llegado probablemente el momento poltico en el que la gente comienza a responsabilizar de su situacin econmica a la gestin actual y no se lo atribuye a una consecuencia previsible de las crisis heredadas. Fujimori no puede tomar como _____________
22. 23. Sally Bowen. Ob, cit. Francisco Verdera. Cambio en el modelo de relaciones laborales en el Per, 1970-1996. Suita, Osaka: The Japan Center for Area Studies, 2000.
referencia indefinidamente a la clase poltica desaparecida. De modo que para responder a las crecientes presiones sociales intenta hacer una poltica de redistribucin selectiva del gasto social hacia los ms pobres, sin procurar al mismo tiempo institucionalizar los cambios estructurales emprendidos realizando las llamadas reformas de segunda generacin. Estas reformas suponen aplicar medidas encaminadas a lo que los tcnicos llaman el "buen gobierno", incluyendo normas y organizaciones diseadas y previsibles en la educacin, la administracin pblica y la justicia.
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El gobierno no pudo ni le interes hacer este programa de transformaciones. Un cambio en las polticas destinadas a educacin obligara a modificaciones en las asignaciones presupuestales que alterara la lgica con la que se presta la ayuda social orientada desde el Ministerio de la Presidencia. Esta supone una poblacin beneficiaria de la gestin pblica con un mnimo de expectativas, que se van cumpliendo hasta un determinado umbral a travs de la asistencia alimentaria y la realizacin de obras de infraestructura. La economa de la asignacin de recursos se ajusta a una economa del poder. De este modo, el gobierno asigna lo justo a quien lo merece de acuerdo a sus propios criterios de legitima, cin, en la medida que va a tener como contrapartida un reconacimiento extremo si se le compara con la magnitud de la ayuda prestada. En cambio, la reforma educativa exigira trabajar con consensos amplios y expandir un marco general de redefinicin de expectativas y de planteamientos de demandas por parte de do-
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centes, estudiantes y padres de familia que creara un cuadro social difcilmente controlable, ya que del reconocimiento se pasara rpidamente a la exigencia y de hecho permitira construir referentes estables en nuevos actores de la sociedad civil. El rgimen una vez que define un proyecto autoritario de largo plazo con un reducido bloque en el poder no puede construir lo que para Gustavo Guerra Garca sera un modelo deseable de objetivos por parte del Ejecutivo, que se expresara en estrategias de desarrollo que contemplan el mediano plazo, un funcionariado pblico eficiente comprometido en una carrera pblica y una adecuada coordinacin multisectorial.24 Por el contrario, al gobierno le resulta ms adecuado para sus propsitos formular polticas para un corto perodo promoviendo una campaa de permanente renovacin de adhesiones. En las frecuentes superposiciones de competencia el poder real y, por ello, la ltima palabra le corresponde al Ministerio de la Presidencia. Se asegura as la lealtad del personal administrativo, no por el progreso ordenado hacia los cargos profesionales ms exigentes sino por la inestabilidad y el eventual despido ante seales de desafeccin con los criterios de regulacin predominantes. Incluso profesionales y acadmicos que se mueven en la ortodoxia neo liberal y que no parecen cuestionar al rgimen, como Mayen Ugarte, sealan que la falta de canales institucionales para negociar metas y polticas, la carencia de un cuerpo estable y competente de funcionarios pblicos que se encargue del manejo del Estado y la falta de inters por asegurar la activa par____________
24. Gustavo Guerra-Garca. La dimensin poltica del ajuste econmico en el Per. En: Elsa Bardlez, Martn Tanaka, Antonio Zapata. Repensando la poltica en el Per. Lima: Red para el desarrollo de las ciencias sociales, 1999
ticipacin ciudadana, han conspirado contra las intenciones de introducir medidas reformistas.25 En esta lnea, experiencias relativamente exitosas de las primeras etapas del ajuste y de las reformas estructurales, no slo pierden su impulso inicial sino que distorsionan su contenido. Ocurre por ejemplo con la Superintendencia Nacional de Administracin Tributaria (Sunat) a la que se apoya en las primeras etapas del gobierno, se busca crear una lite tecnocrtica con una radical modificacin de la estructura y los cuadros administrativos, se fijan metas mensuales de recaudacin de impuestos y se procura generar consenso en la sociedad civil acerca de la legitimidad de sus medidas y que ellas efectivamente van a aplicarse, por lo que va a ordenar la conducta de los distintos agentes econmicos. De hecho, el cambio deliberado en los cargos de direccin y la comprobacin de que la austeridad fiscal no estaba entre las prioridades del gobierno, visto en perspectiva no es sino una etapa previa de prdida de influencia de la Sunat, que antecede a que se convierta en un instrumento poltico para chantajear y acosar selectivamente a los opositores al rgimen y mantener exonerados de responsabilidad a aquellos que le sean leales, al margen que se haya incurrido o no en infracciones tributarias. En este proceso los funcionarios comprometidos en los llamados "islotes de eficiencia" de la administracin pblica, entre otros los que supervisan a las entidades privatizadas de prestacin de servicios, con sueldos elevados y reclutados en universidades de lite, pierden el derecho a la inocencia, a separar racionalidad ______________
25. Mayen Ugarte. "La reforma del Estado: alcances y perspectivas". En: Roberto Abusada. Fritz Du Bois. Eduardo Morn y Jos Valderrama. La Reforma Incompleta. Tomo II. Lima: Universidad del Pacfico-CIUPInstituto Peruano de Economa, 2000.
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administrativa de lgica poltica. Los mecanismos de control del rgimen se hacen demasiado contundentes como para pretender mantener una posicin neutral. El gobierno no puede afirmar su rgimen autoritario si es que emprende reformas institucionales en el Poder Judicial de acuerdo a las exigencias generalmente contempladas en las llamadas reformas de segunda generacin. Las atribuciones del Consejo Nacional de la Magistratura de seleccionar nombrar y despedir a jueces y fiscales se menoscaban por la creacin de Comisiones Ejecutivas en el Poder Judicial y en el Ministerio Pblico que se encargan de estas atribuciones. Este mismo Consejo Nacional de la Magistratura es despojado tambin de la competencia de investigar irregularidades y de destituir, llegado el caso, a vocales supremos entre los que se incluyen miembros de la Corte Suprema y fiscales supremos. Slo cuando recientemente se precipita la salida del rgimen la situacin cambia. Si de crear ilusiones de modernidad se trata, lo cierto es que el gobierno no fue capaz de construir una cultura en la que la gente se apropie del modelo econmico y lo haga parte de su comportamiento social y poltico, de modo que tanto sus beneficiarios directos como el conjunto de los actores sociales se acostumbren a manejarse de acuerdo a las reglas de una economa de mercado, entendiendo que ste es el nico marco estable para encontrar las oportunidades e identificar las restricciones. Contra las expectativas de los organismos internacionales, la mayora de las personas no llega a asumir una cultura posterior al ajuste de acuerdo a criterios de estabilizacin de expectativas, salvo en los sectores menos dinmicos, que ya no razonan en trminos de tomar riesgos ejerciendo autonoma y responsabilidad personales sino que aceptan lo que les toca en suerte sin otra opcin. Al mismo tiempo, el gobierno tampoco puede acceder a una etapa de correccin de algunas de las consecuencias de los cambios
impuestos, entre ellos la creacin de empleo, un Congreso ms vigilante, decisiones ms transparentes, un seguimiento de las condiciones y negociaciones en que se realizan los procesos de privatizacin y controles institucionales ante la eventualidad de una creciente corrupcin. El autoritarismo tiende as a cerrarse en su propio crculo sin poder darle continuidad a los primeros lineamientos de su poltica econmica ni introducir cambios que parte de la comunidad internacional y de la propia sociedad civil considera razonables. Por lo que debe afianzar sus alianzas bsicas: las cpulas de las Fuerzas Armadas custodiadas por su aparato de inteligencia, los empresarios nacionales e internacionales que obtuvieron beneficio de las primeras privatizaciones y los sectores populares en extrema pobreza. Se trata de un cuadro de alianzas precario pero que mantiene vigencia en la medida que todava no surgen actores que otorguen suficientes garantas de coherencia y de credibilidad. El sistema comienza a girar errticamente entre la continuidad de las polticas de ajuste para el pago de la deuda externa, la realizacin cada vez ms intermitente de privatizaciones y los arrestos populistas orientados a la redistribucin del gasto social. Esta situacin permaneci cuando se iniciaba el tercer perodo de gobierno. La poltica de propsitos inmediatos se impone finalmente a lo que pareca una racionalidad econmica que caminaba en una sola direccin. Dara la impresin de que en un contexto de incertidumbre jugar en varios campos era un ejercicio que se volva extremadamente complejo de realizar. Fujimori no poda al mismo tiempo impulsar el modelo y aplicar algunos correctivos de manera ordenada. Las experiencias de Argentina, Chile y, recientemente, Mxico sugieren que la atencin a estos diversos frentes requiere coherencia poltica, una activa discusin y, la mayora de las veces, la competencia y la alternancia en el
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poder. Son precisamente las condiciones que el gobernante no se encontraba dispuesto a cumplir.
9.
El gobierno de Fujimori contaba con un sostenido apoyo en los sectores de menores ingresos del medio urbano y rural. Las explicaciones de esta adhesin se encuentran para algunas interpretaciones en el aumento del gasto social dirigido a obras de infraestructura, electricidad y saneamiento dirigida a caseros y barrios populares. El Estado ha destinado parte del dinero de las privatizaciones y de la mayor recaudacin tributaria a un crecimiento importante del presupuesto nacional ya una masiva ayuda alimentaria por la cual son asistidos e142% de los hogares peruanos. Un nmero significativo de obras sociales llega a caseros hasta entonces olvidados. La ayuda prestada es un paliativo ante situaciones en las que no se percibe un horizonte de cambio. Para un grupo importante de los sectores populares lo que resuelve este gobierno es el lmite razonable de lo que puede esperarse y cualquier cambio supone riesgos que no quieren asumirse. Como consecuencia se revitalizan rasgos de clientelismo que ponen en el orden del da interpretaciones tradicionales sobre la sociedad peruana en la que las relaciones entre autoridades y actores sociales desperdigados permite conseguir lealtades y hasta traficar con ellas. Vamos a ver que este proceso no es tan simple. Lo cierto es que este tipo de consideraciones discurre a contracorriente de quienes entendan hasta pocos aos atrs que lo ms relevante de la sociedad peruana era la emergencia de un mundo popular que desbordaba las instituciones del propio Estado, estableca autnomamente sus propios criterios de legalidad y competencia, promova relaciones econmicas y cultura-
les que prescindan de la referencia a las autoridades; en fin, que haba pasado el tiempo de liderazgos controlistas impuestos desde el sistema poltico. La situacin es ms desconcertante an si se toma en cuenta que Fujimori realiza en marzo, abril y mayo del 2000 movilizaciones masivas en medio de una campaa electoral despus de diez aos de gestin en el gobierno en que no haba recurrido en ninguna oportunidad a esta estrategia. Y si bien puede haber interpretaciones encontradas sobre los motivos de esta concurrencia de la poblacin a los actos proselitistas del gobierno, por lo menos existe acuerdo que consigui una asistencia masiva y que mostraba una bien instrumentada organizacin. Quizs este aparente cambio sorprenda porque se tiene una concepcin simplificada y homognea del mundo popular y especialmente de los migrantes a la ciudad. Dara la impresin de que el ciclo de estudios basados en la conquista de la ciudad por las personas provenientes de los pequeos poblados y el campo ya ha llegado a su fin. Y que el desenlace del proceso es tan previsible como trivial. Se ha consolidado un proceso de diferenciacin interna en la que un grupo se ha integrado a parte de los sectores medios y otros continan en condiciones de pobreza en los que la falta de trabajo estable los coloca sin referentes integradores. La exclusin social puede ser consecuencia de la falta de acceso a un proceso de modernizacin o resultado de este mismo proceso. La ausencia de partidos y de organizaciones de intereses ms o menos articulados deja a cada individuo o a cada familia obligadas a hacer su propia sntesis, sin un discurso que provenga desde afuera al que tomar en cuenta, ya sea en su literalidad o a filtrado, distorsionado, o acomodado como sea, para que se convierta en un recurso til, de modo que las personas tengan un sentido mnimo de ubicacin. Durante los primeros meses del 2000 se asisti al surgimiento de una maquinaria poltica impulsada por el gobier-
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no.26 Se basa en relaciones clientelistas pero que no tiene como en la vieja relacin del patrn con sus subordinados un flujo recproco de beneficios y de favores en las que se aspira a una relacin continuada en el tiempo cara a cara y en el que se ofrece crdito, prebendas y asistencia a cambio de reconocimiento y apoyo poltico. Estos rasgos subsisten en vastos sectores. Es cierto que Fujimori puede establecer una relacin directa o simbolizada en su estilo de presentacin, pero no se explica el xito en esta lnea por el solo recurso a los medios y el recorrido incesante de todo el pas (aunque ambas estrategias importan) sin una organizacin administrativa que le otorgue sustento a este propsito. Este aparato es el que permite darle continuidad a los vnculos y darle la suficiente flexibilidad, creando as una rutina de funcionamiento que asegura un control cotidiano y que se activa en determinados perodos, tensando sus fuerzas, para convertirse en una instancia movilizadora. Si bien es notoria la accin del Ministerio de la Presidencia y en particular del Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (Pronaa) en este aparato de vigilancia y bsqueda de adhesiones sociales, esta mquina poltica es difcil de identificar en sus eslabonamientos precisos. Se vuelve un aparato omnipresente pero flexible, con la misma intencin de manipulacin y diferentes rostros y organizaciones. Los recursos principales pueden provenir del gerente de un Consejo Transitorio de Administracin Regional (CTAR) como ocurra en Cajamarca, de la Direccin de Agricultura, como en Piura, de algunos alcaldes provinciales y distritales, como en el caso de Lima, o plantearse la competencia entre distintas dependencias del gobierno, como ha ocurrido en ______________
26. El concepto de maquinaria poltica es tomado de Joan N. Nelson. Access to power. Politics and the urban poor in developing nations. New Jersey, Princeton: Princeton University Press, 1979.
la mayor parte del pas. La misma intermediacin no es un simple engranaje del sistema sino que pasa por negociaciones, manipulaciones, protestas de lealtad, desprestigio a sus competidores, a los que, sin embargo, se les puede convocar con un discurso de solidaridad de ideas y propsitos. Aunque suene contradictorio, la lealtad al vrtice del sistema pasa por la desconfianza recproca entre sus seguidores. Como se ha visto, ste es el recurso para que la camarilla no conceda una apertura relativa, lo que le exigira dar cuenta de una mnima parte de sus actos. La maquinaria poltica cuando crea organizaciones de intereses no entra en competencia con las ya existentes. Simplemente las desplaza porque sus contendores no tienen la fuerza suficiente para establecer una lnea de oposicin y resistencia. As, por ejemplo, el alcalde de San Juan de Lurigancho puede crear asociaciones de vecinos divididas por criterios impuestos desde el poder estableciendo quince zonas siguiendo en teora criterios del Instituto Nacional de Estadstica e Informtica (INEI), designando directamente a los responsables sin que los dirigentes de las antiguas federaciones puedan hacer algo en contra, aunque sea la opcin tctica u oportunista de adaptarse al nuevo esquema. Del mismo modo, los comedores dependientes del Pronaa no se preocupan por desprestigiar a los comedores autogestionarios. Desarrollan su lnea de accin sin tomar en cuenta a sus eventuales competidores. En este contexto no puede hablarse de paralelismo como en el tiempo de los gobiernos de Belaunde y Alan Garca porque con esta formulacin se alude a vnculos de competencia que simplemente han dejado de existir. La maquinaria poltica est a medio camino entre el clientelismo tradicional y la universalizacin de un derecho. Establece una dependencia clientelista, es cierto, pero no requiere de una relacin directa y personalizada. Toma ciertos rasgos universalistas como la facilidad de entrada a la relacin, ya que se ingresa a ella
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por la simple condicin de vecino de un asentamiento o de un casero que est viviendo en condicin de pobreza. No se basa, sin embargo, en el reconocimiento de un derecho y mantiene un rango de discrecionalidad cuidadosamente medido. No es la dependencia estricta ni una suerte de contrato social, pero perfilar parte de cada uno de estos rasgos le otorga consistencia en el propsito de conseguir adhesiones y en su flexibilidad para adaptarse a situaciones cambiantes. Esta ambigedad buscada hace que estn vigentes viejas lecturas de dependencia de la organizacin social pero tambin nociones de promocin y autoestima. Hacer una interpretacin en una sola direccin no slo no es comprender lo que est sucediendo sino pasar por alto la densa historia social de las ltimas dcadas. Es cierto que en algunos casos pareciera encontrarse a una poblacin disponible a nuevos vnculos de consentimiento, perdidos como estn los referentes articuladores comunes, como los partidos polticos, los grupos de intereses o al menos gobiernos locales que den garantas de eficiencia y de reconocimiento a la comunidad. Es posible que esta situacin conduzca a la apata y al fatalismo. No se limita, no obstante, a esta sola dimensin. En los lazos que se establecen pueden converger la conveniencia inmediata con la recuperacin de un sentido de comunidad, aunque esta vez se haga a travs del seguimiento a un lder. La gente entrelaza, de esta manera particular, expresin de intereses con formacin de identidades. Quizs pueda aducirse que esta interpretacin es tributaria de la teora de que los individuos en la sociedad de masas atomizados, resentidos, estn prestos a ser movilizados por un lder que les permita dar coherencia y cohesin a una identidad social fragmentada. Contra esta corriente de opinin se ha sealado con acierto, la vigencia de lazos familiares y de pertenencia tnica en sociedades de migrantes urbanos que contrarrestara el aislamien-
to ayudando a que se establezcan lazos de pertenencia y de interpretacin comunes. Y que adems estos migrantes perciben la vida urbana, ms all de lo que pueda ser su posicin en un determinado momento, como una sociedad abierta a renovadas oportunidades de progreso. Quizs estos argumentos ya no son vlidos para quienes integran la segunda o la tercera generacin urbana, viven en familias desestructuradas o en las que los cdigos de comunicacin ya no pueden consolidarse en una interpretacin comn entre las distintas generaciones. Y el medio urbano que es, adems, su nico punto de referencia parece cerrado en sus oportunidades y ya se ha producido un desfase, claramente asociado a la modernidad, entre las aspiraciones de realizacin personal y econmica, que no estn sujetas a principios rgidos de contencin y, por otra parte, los medios para conseguidas. Si as estn ocurriendo los acontecimientos, no puede rechazarse de plano que estamos viviendo las pulsiones y los callejones sin salida de una sociedad de masas en la que resulta manifiesta la distancia social y la segregacin urbana. Es probable que en una parte minoritaria pero significativa del mundo popular estn vivindose experiencias de este tipo. El discurso y la misma vivencia de la globalizacin hacen ms evidente las separaciones entre diversos actores sociales, por las dismiles experiencias de integracin a travs del consumo y de los conocimientos. Los nuevos circuitos de comunicacin contienen la promesa, por ms vaga e injustificada que sea, que la informacin y las nuevas oportunidades estn al alcance de todos. No obstante esta conviccin, el acceso le est negado a muchos que aspiraron a participar en estos renovados espacios sociales. El cambio decisivo ocurre, sin embargo, en las mismas condiciones en que se da la competencia poltica. Desestructurados los marcos organizativos las personas depositan su confianza en un liderazgo situado desde el poder que se convierte en la nica
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realidad tangible y la opcin se reduce en adherirse o distanciarse sin que existan otras opciones disponibles. Situaciones con estas caractersticas pueden presentarse en personas que no han tenido experiencia poltica anterior. No sirve en cambio para explicar la disposicin a colaborar con el gobierno de instituciones y lderes con una trayectoria social previa. El rgimen autoritario puede establecer un clientelismo que incluya dimensiones de promocin y reconocimiento que actores ahora comprometidos con la democracia no haban sido capaces de presentar. En este sentido no se tratara, como afirman Parodi y Murakami, de una tradicin plebiscitaria en la que los sectores populares delegan en los gobernantes la solucin de sus problemas e intereses, se despreocupan de los procedimientos para conseguir los resultados y no consideran prioritaria la participacin social.27 Lo que ocurre en el movimiento de mujeres, por ejemplo, tiene que ver con una relacin de mltiples facetas que las tediosas interpretaciones sobre la existencia o no de un rgimen neopopulista se abstienen de explicar. En todo caso est sucediendo una evolucin en las organizaciones de comedores, en la cual las mujeres conquistan espacios al margen de una "historia oficial virtuosa" elaborada por promotoras y promotores de ONGs que se encuentran des ubicados para explicar esta adhesin al gobierno despus de largos aos de una interpretacin optimista acerca del progreso de la conciencia cvica de las mujeres de bajos ingresos. En la teora de estos grupos, la mujer que se integraba con vacilaciones y temores a un comedor, enfrentndose a veces a los prejuicios de su marido o conviviente, le tocaba el turno de ser dirigenta, de all le corresponda la oportunidad de integrar ______________
27. Yusuke Murakami. La democracia segn C y D. Lima: IEP, 2000.
la federacin distrital, y en la fase siguiente, juntando trabajo denodado con mayores conocimientos, llegaba a formar parte de federaciones departamentales, desde esta posicin estaba en condiciones de aspirar a algn cargo electivo: regidora de su distrito, regidora provincial, hasta congresista. El sistema se iba renovando, en el discurso oficial, en la medida que el progreso de estas mujeres a cargos de mayor responsabilidad iba dando oportunidades para el surgimiento de una nueva generacin de personas con responsabilidades dirigenciales. Esta evolucin positiva tomaba como supuesto, tambin, que la participacin institucional traa consigo otros procesos positivos, como el acostumbramiento a manejarse con reglas que hacan previsibles los comportamientos; de esta manera estructuraba el dilogo y favoreca la distribucin de responsabilidades. Se alentaba as una preocupacin extendida por mantener el vnculo representativo con la comunidad que la haba elegido y que inclua procesos regulares de rendicin de cuentas. En buena medida, los eventos de estas asociaciones combinaban la presentacin de plataformas y propuestas ante las autoridades generalmente formuladas con asesoramiento profesional externo lo que resulta razonable siempre que ese apoyo sea transparente y deje en claro los mrgenes de libertad de las dirigencias con discusiones sobre los acercamientos y desvos respecto a un modelo ideal de asociacin que slo tena vigencia a nivel de discurso. En poltica resulta ingenuo imaginar trayectorias lineales. La afirmacin de un liderazgo democrtico requiere el reconocimiento de dificultades y bloqueos, y no caer en la ilusin o el simplismo de pasados por alto como si se tratara de ruidos e interferencias ocasionales que no alteran en lo fundamental la claridad del mensaje. Lo que sucede es que las personas interesadas en la participacin acumulan cargos en lugar de compartirlos.
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En el caso de las dirigentas de los comedores, stas recorren asociaciones a nivel distrital y provincial, intervienen en todas ellas, manejan vnculos con diversas organizaciones de cooperacin nacionales y de fuera del pas, participan en eventos, salen a la prensa, expresan opiniones inconsultas, a veces obligadas por las circunstancias, porque los acontecimientos que ocurren en una determinada coyuntura no dan tiempo para propiciar una instancia de deliberacin, se especializan y a veces se profesionalizan en su gestin. El manejo de todos estos frentes e instancias indica un acelerado aprendizaje institucional que las hace ms eficaces pero tambin con mayor conciencia de su ventaja relativa e ingresan a una abierta competencia poltica con aquellas que pugnan por ocupar posiciones parecidas a las suyas o desplazadas abiertamente. Por lo que son frecuentes las acusaciones de malos manejos administrativos o de irregularidades o transgresiones en el manejo de fondos, a veces ciertas, otras como parte de una disputa en la que se encuentran obligadas a utilizar todos los recursos disponibles para sustentar una posicin de poder, incluso recurrir a acusaciones sin fundamento. En esta dinmica no se puede dejar un cargo y aspirar a un reemplazo ordenado, sino que se ven expuestas a una condicin de extrema vulnerabilidad. Por lo que estas dirigentas incurren en una ambigedad no siempre advertida: asumen por su propia iniciativa una responsabilidad poltica y al mismo tiempo, como indica una de ellas, entre otros muchos ejemplos posibles "ha sido forzada a asumir sus cargos" y se siente "enclaustrada" ejercindolos. Se entremezcla el lenguaje de las obligaciones y el lenguaje de las oportunidades, el reconocimiento de valores democrticos y un talante poco concesivo y radicalmente dirigista. Por otro lado, no se va pasando ordenadamente de un estadio a otro superior. La historia poltica de estas dirigentas registra
en muchos casos postulaciones generalmente sin xito, lo que las lleva a afianzarse a la federacin a la que estn integradas y no a intentar un relativo distanciamiento de ella. Se sienten irreemplazables y bloqueadas, teniendo en cuenta un conocimiento acumulado que adquirieron en una prctica que supona elementos democratizadores y al mismo tiempo la incapacidad de trascender el crculo de vnculos establecidos una vez que haba llegado a cierto nivel de consolidacin. Las limitaciones en la vida asociativa traban el ingreso a la poltica institucional, ambos planos debilitados se conectan cada vez menos entre s. Por otro lado, las ONGs se acostumbran a trabajar con un mismo grupo de referencia, lo que les otorga garantas de que los objetivos formales, mesas de coordinacin, talleres, actividades de sensibilizacin en temas de gnero entre otras, sern cumplidos. Dirigentas y profesionales de organismos de intervencin social se requieren recprocamente; este vnculo no surge necesariamente de una relacin de clientelismo sino del temor de cada una de las partes de deshacer relaciones establecidas por largo tiempo y probar otras nuevas. En trminos rigurosamente administrativos y de evaluacin de ventajas de corto plazo se arriesgan a perder en una estrategia alternativa. Adems, en la medida que la prctica profesional o el trabajo de las dirigentas se desliga de un proyecto de cambio, no se necesita revisar el alcance de la influencia ni el impacto social, salvo en los trminos generalmente controlables de una metodologa tecnocrtica. Y se puede sostener y hasta sofisticar un discurso ciudadano sobre reconocimiento de derechos y ejercicio de poder, sin darle en los hechos un contenido inclusivo e integrador por no hacerlo parte de una apropiacin colectiva del conjunto de la comunidad. En esta perspectiva el funcionamiento de una maquinaria poltica impulsada por el gobierno no supone necesariamente un
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retroceso en la democratizacin social; si se tiene en cuenta que las dificultades venan desde antes; y que ms all de la relacin de dependencia que se establece, ella admite diversas lecturas ms complejas y con mayores matices que la que sucede con el clientelismo tradicional. En primer lugar, surge una nueva promocin de dirigentas sociales que en parte reemplaza a las tradicionales. Este proceso no ocurre por la va institucional, o mejor dicho se manifiesta en el contraste entre una institucin que se va fortaleciendo y otra que pierde progresivamente influencia. En todo caso se asiste al surgimiento de un nuevo grupo de personas diferentes que ejercen el poder en los barrios populares de Lima, las ciudades intermedias y los caseros. Estas mujeres no hacen una lectura unvoca, pueden tener gestos de deferencia hacia el Presidente o el encargado del Pronaa, pero valoran sus cargos no solamente de modo instrumental sino introduciendo una dimensin de reconocimiento que creen haber logrado por sus propios mritos. Una dirigenta de los centros de acopio de los comedores populares organizados por el Pronaa puede reivindicar por ejemplo una dimensin de autonoma y los trminos de su discurso no son diferentes en sus ideas fuerza a la de las dirigentas tradicionales. Cambian en todo caso el grupo destinatario que pretende controladas, ahora se dirige contra las ONGs reivindicando los mrgenes de accin que les permite el gobierno. Puede ser un discurso justificatorio de un comportamiento pero tambin debe tener mrgenes de conviccin. No se trata solamente de un intercambio de bienes por ayuda, tal como lo interpretan generalmente las profesionales que por dcadas han trabajado con un grupo de dirigentes determinado. Supone un manejo complejo en que se reconoce la manipulacin pero se valoran los logros personales alcanzados. Considerar este vnculo como solamente pragmtico es simplificar la explicacin que exculpa de errores cometidos al que interpreta.
Quizs las viejas y las nuevas dirigentas se parezcan ms de lo que generalmente se quiere reconocer; en todo caso tanto desde el gobierno como de personas que provienen del debilitado movimiento social se pretende ampliar las distancias entre unas y otras, cerrando las perspectivas de dilogo e introduciendo exclusiones con condenas establecidas de antemano. Por otro lado, este criterio de promocin no ocurre solamente entre las mujeres de sectores populares. El antroplogo Ponciano del Pino observa que los planes de desarrollo y de promocin de las comunidades propiciadas por el gobierno en zonas campesinas posibilitan el surgimiento de jvenes dirigentes que no necesariamente van a asumir un discurso cerradamente oficialista. Resulta simplista asociar apertura del sistema poltico a travs de la renovacin de su personal, con la extensin de opiniones opositoras. En todo caso, lo que seguramente se desconoce es una nocin de pluralismo de propuestas en la medida que las personas que asumen responsabilidades siguen la orientacin del gobierno. No obstante, dicho esto cabe reconocer que en el escenario de los aos ochenta y principios de los noventa haba tambin una opcin predefinida de lo que deban ser las opiniones de quienes tomaban una posicin directiva en una organizacin social. Por otro lado, la concesin de determinados beneficios en coyunturas electorales, por ejemplo ollas y cocinas para una organizacin, puede ser entendida como resultado de una negociacin autnoma con el gobierno aunque sea a modo de justificacin. El mejoramiento de la prestacin del servicio ha sido una reivindicacin de los comedores cualquiera sea su esquema de organizacin. As, determinados actos de apoyo al gobierno pueden ser vistos como el resultado de las condiciones de un acuerdo que antes requiri una propuesta previa. No son considerados como una manipulacin sino como resultado de un acuerdo, o por lo menos se entiende que la manipulacin no
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hubiera existido de no haberse presentado una demanda previa de la asociacin, lo que permite justificar en el plano discursivo el juego de relaciones establecidas con las autoridades. Fundamentalmente, las mujeres no entienden que han ingresado en un tipo de organizacin radicalmente distinto en sus caractersticas que la de los cada vez menos numerosos comedores autogestionarios. Entre las que se vinculan con el Pronaa tambin hay actividades de capacitacin destinadas a la generacin de ingresos mediante organizacin de microempresas, algunas de ellas con "mercados cautivos" como panaderas que proveen de ese producto a la red de comedores de una zona. El Ministerio de Promocin de la Mujer y el Desarrollo Humano puede promover desde cursos de autoestima, campaas de salud reproductiva, lucha contra la violencia familiar, del mismo modo que las ONG y probablemente -no hemos tenido oportunidad de comprobarlo-- con el mismo contenido a cargo de personal que ha recibido parecida capacitacin. Por lo que los cambios pueden ser menores que aquellos que percibe un observador externo. Por otro lado, a estas mujeres les preocupa, como a las de la anterior generacin, tener acceso a quienes toman las decisiones polticas, y en este sentido es razonable hacerlo con el gobierno. Lo que adems, no en todos los casos, se traduce en un vnculo excluyente, ya que las organizaciones pueden hacer por ejemplo convenios de capacitacin con otras instituciones pblicas y privadas. Las mujeres con mayores capacidades, iniciativas o ambiciones pueden intentar hacer una carrera poltica utilizando al Pronaa, manejando su propia red de contactos y ocupando cargos progresivamente de mayor responsabilidad, sin sentir que esta actitud marca una ruptura radical con los estilos de hacer poltica de la generacin anterior. Lo percibirn ms como un cambio de reivindicaciones que una modificacin de las pautas de com-
portamiento. Quizs en el futuro tengan que aferrarse a los vnculos con los interlocutores seleccionados, no necesariamente por lealtades con el gobierno, sino para mantener su posicin de influencia, y se acostumbren a tender vas de encuentro y de negociacin con un conjunto de instituciones pblicas y privadas de distinta orientacin, tratando de conseguir ventajas de cada una de ellas. No sera extrao, por ejemplo, encontrar una dirigenta integrada a los centros de acopio del Pronaa y participando en una Escuela de Lderes auspiciada por alguna ONG. En todo caso, no se puede prever una trayectoria lineal de las nuevas promociones de dirigentes, como vimos que tampoco resultaba adecuado hacerlo con las ms antiguas, ni suponer que van a tener una orientacin proclive a ste o a cualquier gobierno, fija, inmodificable. En el conjunto de las organizaciones vecinales, ni las anteriores fueron tan autnomas ni las nuevas tan dependientes. Lo que exime de dar explicaciones sobre un supuesto viraje desde una extrema conciencia ciudadana a una arcaizacin de la poltica por una relacin de clientelismo expuesta en sus rasgos ms fuertes y elementales. Hay una tendencia a imponer desde fuera oposiciones radicales cuando los actores combinan distintos comportamientos en diferentes instancias. Lo que no quiere decir que no exista un sistema de castigos y recompensas ms explcito establecido por el Pronaa, que va graduando el apoyo a las organizaciones segn las adhesiones mostradas.
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La presencia de maquinarias en lugar de partidos con ideologa y en el momento que el liderazgo ejercido por el presidente pierde parte de su capacidad de convocatoria, hace surgir la figura del operador poltico como intermediario entre las orientaciones de
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las organizaciones sociales que libradas, a sus propias fuerzas, se confinaran a lo local y no tendran acceso a las decisiones y las autoridades del gobierno central. El engranaje que trata de ser cuidadosamente armado sustituye la relacin cara a cara del clientelismo. En buena parte estos operadores polticos han sido antes militantes de partidos de masas o con vocacin de tal, como la izquierda y el APRA. Reivindican los conocimientos adquiridos como cuadros de organizacin asociados a la capacidad de movilizar personas y recursos. Sus habilidades vuelven a ser reivindicadas al servicio de un proyecto autoritario defendiendo en un nuevo contexto la idea de frentes donde actuar: barriales, provinciales, de organizaciones de supervivencia y de jvenes o hasta de grupos de intereses creados y controlados desde el poder. Absaln Vzquez, fogueado cuadro partidario en dcadas anteriores, es quien desde el gobierno est en mejores condiciones para evaluar a este personal poltico dispuesto a actuar y al mismo tiempo a travs de estos reclutamientos armar su propio aparato poltico. Se crea as una estructura paralela a la del SIN, esta vez con rostro visible, que dara un sustento social no desdeable al fujimorismo aunque Fujimori mismo se retirara del primer plano. Algunos de ellos actan exclusivamente por razones de conveniencia personal; otros lo hacen por razones ms complejas, entre ellas la tentacin de movilizar y disciplinar a la sociedad. Es lo que saben hacer, es lo que hicieron siempre. Se trata de un agudizado sentido de oportunidad para ejercer sus prcticas militantes pero no en todos los casos un oportunismo de tangibles ventajas personales. Interpretar a los operadores no es tarea sencilla. En ellos se plantea la incapacidad de discernir en la prctica lo que acaso puedan hacer intelectualmente, que es la distincin entre medios y fines. Como se ha sealado, tomando el caso de los militantes
polticos, en teora actan como piensan, pero al fin involucrados en el activismo se piensa como se acta; la prctica es el criterio orientador.28 Esta situacin latente en un contexto de partidos ideolgicos de confrontacin, se extrema cuando ya no existe proyecto de largo plazo. Puestos en esta disyuntiva puede caerse como la mayoras en el desasosiego, la incertidumbre y el desestimiento, o dejar que los medios se liberen del pesado fardo de una utopa de sociedad y se conecte en cambio con pequeos planes, con metas precisas y fciles de lograr. Realizada esta tarea de simplificacin intelectual puede pensarse, como lo hace un operador del gobierno en Tarapoto, que tomamos entre otros ejemplos posibles, en capitalizar la tradicin organizativa de la poblacin, formar redes que esta vez sern ms eficaces porque se puede llegar a las instancias de decisin con una intencin reivindicacionista velada, y no planteando una confrontacin. El acercamiento a los sectores populares justifica el abandono de sus antiguas adhesiones partidarias. Sus organizaciones, en la percepcin de los operadores, se haban alejado del pueblo, ellos tienen la oportunidad de vincularse nuevamente con este sujeto idealizado al que haban tomado como objeto de sus esfuerzas. Pueden articular nuevamente la prctica de conjugar realismo con antielitismo, se sienten nuevamente en su sitio. Por otra parte, tentacin de las ideas totalizadoras, pueden entender que lo que est acaeciendo en la realidad corresponde a una inexorable lgica histrica. El autoritarismo se justifica y est investido de razn porque simplemente est aconteciendo. Lo real es necesario. ________________
28. Esta observacin ha sido tomada de Maggy Le Saux: "Aspectos psicolgicos de la militancia de izquierda en Chile desde 1973". En: Proposiciones 12, Ao 6, Vol. 12. Octubre-diciembre 1986.
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En muchos de estos militantes surge como una suerte de fetichismo el libro esclarecedor que justifica que se tome una nueva orientacin. As, el militante mencionado de Tarapoto encuentra a Popper como autor de cabecera, curiosamente con la confesin de que est leyendo un texto de mercadotecnia que se inspira en algunos principios de Clausewitz, el cual indica que "toda guerra se gana con una posicin mayoritaria" y que es necesario crear estructuras. En este caso un nuevo partido. Como en sus primeros tiempos de militantes, pueden seguir pensando la poltica como confrontacin antes que negociacin, o en el mejor de los casos esta negociacin como una maniobra tctica en el enfrentamiento. Un operador marca en positivo una oscilacin de Sendero Luminoso a Fujimori en el cual los dos resultan bien parados. Ambas partes entendan que se jugaban problemas "de vida y muerte"; mientras que otros partidos y movimientos que no entendieron en su dramatismo lo que estaba en juego se condenaron al fracaso. Se produce as una extraa conjuncin de los "duros", unidos por una parecida actitud de intransigencia frente a tendencias ms moderadas. Se renuncia a las ideologas pero queda la intolerancia con que las mismas se defendan. El operador puede ubicarse entonces con menos dificultades de las previstas en este nuevo contexto. Los operadores son adherentes convencidos de Fujimori, militantes a tiempo completo, realizando o anticipndose a sus maniobras, procurando crear situaciones de hecho a su favor y al mismo tiempo jugando a la transicin dentro del mismo rgimen. A criterio de la mayora de ellos, Fujimori no poda durar en el mediano plazo, como finalmente ocurri, y los recambios se van a dar dentro de sus propias filas; esta vez no alrededor de personalidades sino de organizaciones sociales con poder, como Vamos Vecino, por ejemplo. Los operadores se disponen otra vez para un asalto ordenado hacia mayores posiciones de influen-
cia basadas en credenciales de fidelidad. Y a veces en el proceso renacen las viejas convicciones que parecan abandonadas. Un aprista que trabaja con el gobierno puede decir, por ejemplo, que no ha renunciado a sus ideales pero que ellos pueden slo resurgir dentro de la evolucin del propio rgimen autoritario y no de una contraproducente oposicin desde fuera que les alejara de los resortes en donde se ejerce verdaderamente el poder. Por lo que la fidelidad presente explicara la desafeccin futura y lo que es ms complicado an, sin hacer un discurso alternativo sino de continuidad con el rgimen. Las lealtades se bifurcan en el momento de imaginar un escenario de transicin, procurando combinar viejos y nuevos contenidos y adhesiones. El operador es un adherente entusiasta del presente autoritario del rgimen pero imagina que va a actuar con un renovado protagonismo cuando las circunstancias se modifiquen. Y seguro de su condicin, no tiene inconveniente de proclamar abiertamente lo que piensa. En las nuevas condiciones que surgen desde la cada del fujimorismo y el surgimiento de un gobierno democrtico de transicin, estos operadores vinculados a Absaln Vsquez se encuentran en mejores condiciones que los dirigentes tradicionales del fujimorismo para seguir tratando de mantener influencia poltica por su relativo arraigo social. Lo que se ha superado es la expectativa de convertirse en protagonistas decisivos porque ha quedado atrs la perspectiva de un recambio ordenado dentro del mismo rgimen autoritario.
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partidos como estructuras de mediacin o bien convertirse ellos mismos en nuevos partidos. Es un problema terico en el que no encontramos respuestas claras y se enlaza con una posible renovacin de la poltica cuyos alcances no comprendemos bien. Se presta a afirmaciones aventuradas, a esperanzas, a dudas y a aprensiones. En la reciente coyuntura electoral el llamado Partido Solidaridad Nacional, los movimientos Somos Per y Per Posible aparecieron cada uno de ellos en diferentes momentos como los principales contendores a la re-reeleccin presidencial de Fujimori. La oposicin democrtica ahora liderada por Toledo se hace visible como consecuencia, en parte contingente, de las campaas dirigidas contra otras opciones tanto o ms que por las potencialidades de un nuevo liderazgo y una nueva alternativa. Visto en perspectiva realista, la defensa de las instituciones democrticas ha sido resultado de la polarizacin provocada por una campaa electoral fraudulenta. Cuestionadas exiga ir ms all de los comicios mismos. Obligaba a hacer explcito el andamiaje del sistema mismo. El movimiento de Toledo tuvo que tomar como bandera la defensa de la democracia y el cambio, tema sobre el que no haba incidido en su campaa y en cierta manera se oblig a ir asumindolo, en medio de las circunstancias que pusieron este problema en primera lnea. No se trata de juzgar la sinceridad de las convicciones sino las circunstancias que hicieron que ellas se expresaran. No sabemos si estos grupos u otros que surjan en el futuro podrn adquirir niveles apreciables de organizacin. Por ahora impresionan como frgiles y voltiles. En primer lugar por dificultades o renuencias a institucionalizarse, salvo como una proclama retrica o una imprecisa aspiracin de futuro. La toma de decisiones, incluida la regulacin de ingresos al movimiento, queda reservada al lder ya su entorno de confianza, grupo que en principio no tiene otra legitimacin que la de su cercana al conductor. No
hay entonces criterios para reconocer las jerarquas establecidas. Tampoco se sabe las razones por las que algunas personas se acercan al movimiento, si es por convencimiento de la necesidad de una perspectiva de cambio, o por iniciar apresuradamente una carrera poltica. Direcciones y postulante s son improvisados en su surgimiento y siguen improvisando en la marcha del proceso. Hay conversaciones, cambios de ideas apresuradas pero no se puede generar una estructura que permite un dilogo bajo parmetros conocidos. No existen ni las convenciones de la democracia ni las del autoritarismo. Por lo que el marco de relaciones establecido entre los seguidores del movimiento es imprevisible y discrecional. En casos que exista una voluntad de constitucin de una organizacin poltica se teme que una definicin programtica disperse ms que una y que criterios democrticos claramente establecidos de eleccin de autoridades provoquen tendencias centrfugas ms que aquellas dirigidas a la concentracin de esfuerzos. Pareciera que la instancia de articulacin poltica no suprimiera la atomizacin sino que tendiera a expandida. Al margen de la discusin un tanto estereotipada y a veces banal sobre la irrelevancia de la formulacin de programas en una nueva poltica meditica, la capacidad de plantear ideas claras y precisas en los temas de la agenda crea dentro de una organizacin poltica un margen de inteligibilidad, al saberse con un grado razonable de precisin sobre lo que se est hablando. Este hecho favorece el establecimiento de compromisos, entre otros motivos porque en funcin de lo proyectado se tiene idea de lo que puede esperarse y exigirse de cada uno de los participantes. Sujetarse a las presiones de cada coyuntura contribuye a la inestabilidad y define una presentacin errtica de planteamientos, que sacrifica la ventaja de largo plazo por la sujecin al momento. Este hecho le quita estabilidad a la organizacin. Y
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tambin es un proceso percibido por los ciudadanos, que por ello toman opciones poco entusiastas y variables. Paradjicamente mientras los movimientos reivindican el predominio de lo tcnico sobre lo poltico, los expertos son los ltimos en ser reclutados, en el momento de tener que salir de los planteamientos generales y las declaraciones de intenciones y exponer con algn detalle sus ideas. Este hecho precipita un clima de rumores con cierto aire conspirativo que tiene ms que ver con el ambiente creado por largos aos de funcionamiento del autoritarismo que con una renovacin democrtica. Las personas que asesoran actan ms como un equipo creado a propsito en una situacin de riesgo y contingencia, adaptndose a un contexto en lo que algo se tiene que decir sobre poltica econmica y social, ms que consecuencia de un proceso de reflexin colectiva que combine proyecciones de largo plazo con impulsos democratizadores. Recordemos que Silva Ruete, ahora ministro de Economa del gobierno transitorio, aparece como el vocero del Plan de Gobierno de Somos Per muchos meses despus de organizado el grupo. Es el asesor de un poltico, no un idelogo destacado de un grupo. Vale tanto o tan poco como eso. El economista Hernn Garrido Lecca ingresa con parecidos propsitos a Solidaridad Nacional y al margen de juz~ gar las razones de su rpido retiro, su desvinculacin se asocia probablemente a incongruencias y distanciamientos surgidos de la circunstancia de ingresar de golpe a un escenario con un conjunto de reglas improvisadas que no conoca. Ni su entrada ni su retiro tienen una exigencia de justificacin como ocurrira en un partido poltico. Gustavo Gorriti y lvaro Vargas Llosa aparecen asesorando la campaa de Toledo como acto de compromiso y no simple asesoramiento profesional, o ayudando a establecer una vasta red de relaciones internacionales, slo a partir de la segunda
vuelta. De no ocurrir este escenario de confrontacin en tomo a libertades e instituciones democrticas, probablemente no se hubiera dado este acercamiento a Toledo, o este hecho no hubiera adquirido mayor relevancia. Establecidas as las cosas importa saber ms quin interviene, que lo que se est presentando como propuesta o mejor dicho, una vez conocido el actor se conoce el probable planteamiento y as --en una lgica que vindola bien est contaminada de fujimorismo- siguiendo trayectorias y personas podemos identificar una poltica. La tendencia es la casi prosecucin de lo inmediato concentrndose los esfuerzos en ganar a la opinin pblica tal como ella se expresa en las encuestas. Y esta opinin pblica tendr en parte la misma volatilidad de la que aquellos que quisieron seguida de cerca. No existe un espacio de afirmacin y lo ganado en un determinado momento puede perderse en un breve tiempo. En contraste con estos movimientos independientes y por razones diferentes en cada caso los liderazgos autoritarios consolidados y los partidos polticos buscan un enraizamiento social que sin dejar de atender los temas asociados a la imagen que se quiere proyectar a travs de los medios supone una lectura de la realidad que atiende a un anlisis de correlaciones de fuerzas y dotarse adems de una mnima estructura organizativa que permita adhesiones estables y el eslabonamiento de una cadena de intermediaciones que otorgue mrgenes de seguridad, de identificacin y de control respecto a los adherentes y seguidores. En los movimientos polticos de independientes se produce una desestabilizacin entre los incentivos selectivos y los colectivos, a favor de los primeros. Como seala Panebianco: "la teora de los incentivos selectivos explica bastante bien el comportamiento de las lites que compiten entre s dentro del partido
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por el control de los cargos as como de los clientes que intercambian votos contra beneficios materiales y de ciertos sectores de la militancia que pretenden ascender en su carrera. Como mximo los incentivos selectivos (a base de servicios colaterales de ayuda, de organizacin del tiempo libre, etc.) pueden reforzar pero no crear la identificacin que es ms bien resultado de los incentivos colectivos."29 Los movimientos independientes en el Per no se han creado en una red de solidaridades mutuas que permita afirmar lealtades y plasmar una idea de renovacin. Los incentivos colectivos suponen adhesiones a fines definidos por la organizacin y que tienen un margen amplio de incondicionalidad. Hacen de la poltica una actividad identificante. Estos fines pueden diluirse con la profesionalizacin poltica pero son un necesario punto de partida para una organizacin. Afirman un sentimiento de pertenencia y restringen los mrgenes de libertad de dirigentes y de seguidores. Sucede, en cambio con los nuevos movimientos en el Per, que los dirigentes pueden hacer lo que se les ocurra y sus adherentes, desprovistos de identificaciones simblicas y de cdigos interpretativos estables, desistir o desvincularse, de acuerdo a expectativas cumplidas o fracasadas respecto a la posicin a la quieren aspirar. La ideologa no es solamente una propuesta de sociedad, un programa de accin sino tambin un mecanismo de rendicin de cuentas que hace previsible lo que cada persona puede hacer. Curiosamente, termina siendo mucho ms pragmtica que los bruscos cambios de orientacin porque contienen una utopa de "verdad poltica" a la que cada parte debe atenerse si no quiere afrontar los costos de la modificacin de su actitud. ______________
29. Angelo Panebianco. Modelos de partido. Organizacin y poder en los partidos polticos. Madrid: Alianza Editorial, 1982.
Devaluado un proyecto en improvisada plataforma electoral no puede crear un lazo vinculante. La falta de un ncleo reflexivo en los movimientos no slo los desgasta internamente sino que les dificulta anticipar con claridad los movimientos de sus adversarios. Corren da a da por el almanaque, cada jornada se explica por la anterior y no pueden o no quieren mirar ms all. Constituido un sistema de intereses antes que un sistema de solidaridad, les resulta extremadamente complejo establecer un cimiento comn para institucionalizarse. Pasan a ser un movimiento de squito pero los notables no articulan. Recurrimos otra vez a Panebianco, quien seala que "la legitimidad del liderazgo est en funcin de su capacidad para distribuir bienes pblicos (incentivos colectivos) y bienes privados (incentivos selectivos). Si el flujo de beneficios se interrumpe, la organizacin entra automticamente en crisis, estallarn revueltas, los lderes sern puestos en tela de juicio cada vez ms duramente y se multiplicarn las maniobras para provocar un cambio de guardia y salvar as la organizacin". 30 En realidad el razonamiento de Panebianco supone un estadio superior al de los movimientos independientes. Hay lderes, flujos y capacidades de reemplazo. En el Per en cambio estos movimientos comienzan a vivir todo este conjunto de problemas asociados a lgicas de identificaciones y de intereses cuando la organizacin no ha terminado por articularse. Pueden emerger, expandirse y estallar sin que se est en condiciones de saber cundo ocurrieron cada uno de estos momentos; el tiempo es demasiado apretado, todo ocurre muy rpido como para marcar etapas. Estos movimientos de independientes no pueden entonces renovar sus lites personalizadas ni, por lo general, asegurar leal______________
30. Angelo Panebianco. Ob.cit.
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tades estables. Quienes ingresan a ellos estn por lo general predispuestos a asumir una actitud reticente. Ello se debe a que tienen incertidumbre de la posicin que van a ocupar y no estn en condiciones de definir una estrategia de afirmacin personal dentro de la organizacin por inexistencia de instancias institucionalizadas. Un ejemplo entre muchos posibles: una promotora de una ONG de provincia consigui un lugar poco expectante en Solidaridad Nacional yendo a hablar directamente con Castaeda Lossio, hacindole conocer antecedentes y vnculos. El ao anterior se rumoreaba que haba sido considerada para ocupar la direccin del CTAR, con una orientacin, por supuesto, gobiernista. Quizs haya en este caso algo ms que oportunismo poltico. Ocurre que los caminos de realizacin personal y poltica se comienzan a entremezclar y los deslindes de posiciones entre los distintos movimientos, fueron por lo menos en las primeras etapas, poco claros. Cada uno puede imaginar acceder a una posicin de privilegio y la mayora intuye tambin un brusco cierrapuertas. La falta de adhesiones convencidas se debe en parte, tambin, a que slo unos pocos tienen acceso a quienes toman las decisiones, y de existir ese privilegio, con frecuencia no tiene una nocin precisa de cunto tiempo puede durar. A ello se le agrega una incertidumbre adicional: las dudas sobre las perspectivas de consolidacin del movimiento al que se han integrado y la falta de incentivos para correr riesgos por la aludida debilidad de lazos vinculantes. Resulta inevitable que en estos movimientos se produzcan situaciones de bloqueos. El jefe o el candidato duda con frecuencia de las capacidades de influencia del representante local y ste a su vez de la capacidad de convocatoria que puede alcanzar el jefe o candidato. Las consecuencias pueden ser postergaciones inesperadas de quienes haban tenido una posicin expectante o bien deserciones de los miembros de estos movimientos.
Como resultado de la carencia de propuestas, de la falta de organicidad y del carcter provisorio de las lealtades, las discrepancias carecen de un marco de racionalizacin para procesadas y toman entonces formas personalizadas, siendo a menudo indefinible el lmite que separa los enconos, las ideas y los intereses que, por lo general, terminan superponindose. En el proceso se van perdiendo las razones desde las cuales evaluar por qu se ha sido finalmente elegido y a quin se representa. Al margen de la sinceridad de sus argumentos, el desertor del Frente Independiente Moralizador (FIM) Waldo Ros, entiende que ha sido electo, no para defender una propuesta integral sino un inters determinado, el canon minero para Huaraz, y slo puede conseguido pasndose a las filas del oficialismo. Por lo mismo, los consensos entre dirigencias y representantes de los movimientos de independientes son tambin precarios y pocas veces definen un referente estable de entendimiento. Por lo contrario, los acuerdos se establecen y se deshacen con facilidad obligando a continuos recomienzos. La imprevisibilidad, asociada a esta falta de un contexto de racionalizacin, crea aspiraciones de los miembros de los movimientos que no estn en condiciones de evaluar con realismo. La:: indefiniciones en el cuadro que estn viviendo pueden hacer que la mayora considere plausible en algn momento llegar a ocupar una posicin de preeminencia contando con pocos recursos materiales o de influencia. Esta situacin permite sostener adhesiones por un tiempo, que pueden ser seguidas por un abandono de la organizacin. Las reglas establecidas precipitan una conducta oportunista de corto plazo. Los movimientos de independientes no terminan con frecuencia de armarse involucrados como estn en esta dinmica de ingresos y deserciones. No deberle nada a nadie es un equvoco signo de fortaleza en poltica. Porque puede ser tanto expresin de un xito
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personal, como de la falta de instituciones que protejan. En lugar de ideas, una adecuada presentacin personal; en lugar de un profesional orientado a la poltica, el dueo de una mediana empresa o un ex rector de universidad de provincias que tiene solidaridades de contados alcances y casi siempre poco dispuestas a comprometerse. Las nuevas lites polticas son ms proclives a cambios de posiciones que las antiguas. El concepto de lealtad pierde vigencia cuando no se encuentra la ventaja de expresar la voz en una organizacin, si la propia empresa poltica no tiene un modelo de gestin y de objetivos bien precisado. No hay que defender ni quines lo defiendan. Queda nada ms ni nada menos que esgrimir los principios frente a eventuales chantajes por parte del autoritarismo; no hay ms all de ellos otra lnea de proteccin. La pudieron establecer quienes tuvieron trayectorias partidarias previas, puestos como congresistas y alcaldes, tareas cumplidas de acusadores y de acusados como ocurre por lo general con los que han sido electos por los movimientos Somos Per o Unin por el Per. Los otros llegaron aluvionalmente al poder, convocados sin indagar convicciones ni establecer compromisos, entendiendo que eran acogidos ms por su probable influencia personal que por sus ideas, que ni siquiera necesitaron pensar y exponer. Por esta razn la condicin de trnsfuga es tan frecuente y al mismo tiempo tan previsible. Por un lado, el gobierno autoritario con su maquinaria judicial y tributaria dispuesta a buscar los puntos dbiles de personas que emprendieron alguna actividad privada y junto a la amenaza la oferta de prebendas. Por el otro, los movimientos en fase de constitucin poco pueden hacer para defenderlos y no conocen lo suficiente al amenazado para ofrecerle su confianza. Puestas as las cosas, sin el marco legitimador de una vida partidaria desde el cual defenderse, la desercin puede ser una opcin aconsejable. Justifica, adems, una inversin de tiempo y a veces de dinero que puede
ser resarcida por el gobierno incurriendo desde el soborno directo a facilitarle contactos y redes de influencia con las que pueden renovar los vnculos con sus electores o crear otros nuevos. Esta anulacin de un lazo representativo le quita asidero a un juego de mayoras y minoras en el congreso dentro de marcos previsibles, tergiversa la voluntad de los votantes y permite que el autoritarismo sea el punto de atraccin al que confluyen los representantes ms dbiles, ms amenazados o ms dispuestos a sacar una rpida ventaja personal al precio de un desprestigio que deja de ser un estigma en la medida que entra dentro de la lgica de un comportamiento generalizado. En esta lnea puede entenderse no slo el soborno de Montesinos al congresista electo Alberto Kouri sino hasta la falta de buenos modales, rodeos, subterfugios con los que se realiza la operacin de compraventa. El compromiso de Kouri con Per Posible fue dbil desde el comienzo. No tena que explicar a otros, y ni siquiera a s mismo, su cambio de opcin. Haba llegado literalmente por su propio esfuerzo a ocupar una posicin en el mercado y poda hacerla valer. O en la hiptesis ms pesimista, nadie poda salvarlo de amenazas y chantajes. Los trnsfugas oscilaron entre la sensacin de peligro y la sensacin de oportunidad. Desde este punto de vista, la fragilidad de los representantes de los movimientos de independientes expresaba la capacidad de la camarilla nucleada en el autoritarismo. Ella no poda controlar al conjunto de la sociedad pero s conocer a quines presionar, por qu razones y en qu momentos. Estaban expuestos a ser derrotados por un vasto movimiento social pero no por una paulatina renovacin del personal poltico porque con cada uno de estos nuevos integrantes puede ubicarse el punto justo donde ejercer la fuerza para trastocar sus voluntades. El sistema pareca resistirse al gradualismo. Su lgica no permita pequeos reem-
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plazos. No poda actuar sino en mayora y por un tiempo y contra los pronsticos que podan hacerse a partir del resultado de los comicios del 9 de abril del 2000 pudo logrado, hasta que lleg la situacin de descalabro del rgimen. Y queda pendiente la ambigedad si estos movimientos de independientes son aquellos llamados a sustituir al autoritarismo o ayudan a su vigencia ms all de la voluntad de sus principales dirigentes. La fragmentacin social le quita dramatismo a los ingresos y salidas en las opciones sobre las que no puede ejercerse mecanismos de rendicin de cuentas. El principio que los represen, tantes lo son de la nacin surgi en el constitucionalismo liberal y en el conservador por el temor de la presin que podan ejercer los intereses particulares, de los pequeos poderes locales de los propietarios, primero, de los partidos de masas, despus, y alentaba la idea de una deliberacin sin restricciones ni condicionamientos entre pares. En el escenario actual se produce una perversa inversin de estos principios. No hay que defenderse de los intereses particulares porque slo hay intereses particulares, se busca clausurar el mbito mismo de formacin de ideas en lugar de facilitar las condiciones para su discusin libre. La poltica representativa queda encerrada en el crculo del autoritarismo. Los movimientos de independientes llegaron tan lejos como lo permitieron sus precarios mrgenes de formacin. En estas condiciones, slo el fortalecimiento de actores sociales puede provocar cambios en los actores polticos.
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El autoritarismo acosado
En este trabajo hemos expuesto las razones por las que entendamos que este rgimen autoritario no terminaba de afirmarse y
asegurar condiciones de gobernabilidad. Resultaba previsible suponer que al no tener alianzas estables y concentrar el poder en pocas personas -lo que supona vigilancia sobre seguidores y opositores y manejo excluyente de las cada vez ms visibles redes de corrupcin- se produjeran filtraciones de informacin. Comenzaron a abrirse expedientes a los que se quera dar rango de secreto de Estado, se fue erosionando la confianza de quienes buscaban beneficios del sistema y sentan que no les llegaba la oportunidad, y la oposicin ganaba fuerza manejndose en dos planos, el de la denuncia y el de la presentacin de alternativas econmicas y sociales ante un modelo que presentaba fisuras, fracasos e incongruencias. El desenlace se precipit en trminos de una tragedia para el gobierno en que como en Macbeth ocurri una muerte espantosa antes que un espanto sin fin. Montesinos interviniendo en triangulaciones en el trfico de armas jug fuerte, quiso sacar beneficios y probablemente cumplir una misin histrica a su medida en el intrincado laberinto en el que se encuentran los pases andinos. Rebas as los umbrales de tolerancia de Washington que hasta entonces, visto en perspectiva, haban sido extremadamente altos en relacin a su antiguo agente de inteligencia. El video que muestra a Montesinos sobornando a Kouri es escandaloso hasta por su trivialidad. Se realiza la operacin de la compra y venta sin guardar las buenas maneras, de modo que no quedaran dudas de quin era el sbdito en la relacin. Fue el pretexto buscado cuando ya se le haba bajado el pulgar al asesor. Vale la pena detenerse en los detalles que explican el anticipo de elecciones de Fujimori. Conviene, sin embargo, advertir que hasta ese momento el gobernante tena la ilusin de estar ante una situacin relativamente controlable. Es cierto, fue demasiado ostensible la transgresin de las reglas durante las elecciones. Un rgimen ms afianzado o que tuviera menos que
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perder hubiera actuado de modo distinto. El objetivo de ganar las elecciones habra sido emprendido con una utilizacin menos evidente de los fondos del Estado. Poda establecer controles eficaces sin necesidad de una intervencin directa y sin matices en la programacin de los medios de comunicacin. Estaba en condiciones de conseguir el apoyo popular en base a sus polticas de asistencia social sin necesidad de recurrir a un trfico tan evidente de influencias que inclua sanciones explcitas a las organizaciones que se mostraran renuentes a prestarse a la campaa de movilizacin del gobierno. Finalmente, el SIN poda influir en la coyuntura sin recurrir de modo ostensible a la amenaza y al chantaje. Si el manejo fue as, tan desembozado, se deba a que la derrota en las elecciones no poda aceptarse siquiera como una probabilidad lejana. Dejar el poder, y ahora se comprende mejor, supona estar expuestos a denuncias de corrupcin a las que no se estaba en condiciones de responder. Desde esta perspectiva no se poda arriesgar lo mnimo y enfrentar el margen de aleatoriedad que tienen los comicios aun en condiciones tan favorables para el gobierno, cuando queda la duda al confrontarse con una ciudadana tan voltil en sus opciones. Por esta razn el proceso electoral y las elecciones mismas tenan que ser fraudulentas. El gobierno dio una imagen impresentable ante la comunidad internacional y los acuerdos de la Asamblea de Windsor lo obligaron a negociar. La obtencin de una mayora parlamentaria mediante compra y chantaje, pero tambin, como vimos, por la incapacidad de los movimientos independientes de generar lealtades estables, poda resolver ordenadamente la mayora de puntos en debate, entre ellos la reforma del Poder Judicial, el nombramiento de un nuevo Tribunal Constitucional, reformas electorales, y cambios en el Servicio de Inteligencia que se limitaran a amagues de modificaciones institucionales sin afectar lo que haba sido hasta entonces su estilo de intervencin. En el
caso del empresario de televisin Baruch Ivcher poda intentar adormecer el problema separndolo en dos etapas, el de la nacionalidad que requiere una decisin poltica donde no hay lugar para los subterfugios y el de la resolucin sobre la propiedad de las acciones del canal en que se supeditaba en teora a un fuero judicial donde el Ejecutivo poda influir decididamente en las sentencias finales. El trfico de armas desde Jordania al Per para abastecer a las FARC, en la que estaba comprometido el ejrcito peruano era la tercera operacin emprendida con este objetivo,31 habindose realizado intercambios de informacin sobre estos imprevistos vuelos entre militares colombianos y peruanos en setiembre de 1999 y junio del 2000. El Per entraba de lleno a actuar poltica y militarmente en la convulsionada regin andina caracterizada por la presencia de movimientos guerrilleros en Colombia, levantamientos indgenas en Ecuador, resurgimiento de las protestas campesinas en Bolivia y eclosin de un movimiento nacionalista formado inicialmente por militares de baja graduacin en Venezuela. La operacin ilcita del ejrcito peruano atacaba centralmente la estrategia privilegiada de Washington en la regin, que es el Plan Colombia. Puede darse diversas interpretaciones sobre esta lnea de accin. De atenemos a la interpretacin del subsecretario del Departamento de Estado norteamericano, Thomas Pickering, su puesta en marcha obligara a las FARC a sentarse en la mesa de negociacin, comprometindolas adems en la erradicacin y sustitucin de _______________
31. Los detalles sobre militares colombianos y peruanos que intercambiaban informacin sobre operaciones de trfico de armas fueron informados con anticipacin por la revista colombiana Cambio, de acuerdo a un artculo de la revista Caretas del 31 de agosto del 2000.
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cultivos.32 Las preocupaciones entre los que se mueven dentro de esta lnea de interpretacin es garantizar que se respetan los derechos humanos, advertir sobre los peligros ambientales y para la salud del que se derivan del uso de microherbicidas, sealar la necesidad de extender una ayuda econmica, poltica, social y humanitaria y dar cuenta de los riesgos de emprender medidas inconsultas sin participacin de la poblacin afectada. Otros autores interpretan que se trata de una intervencin militar de ms amplios alcances, dirigida a controlar la regin, lo que explicara que al mismo tiempo se instale una base area estadounidense en el puerto ecuatoriano de Manta y una base de lanzamiento de cohetes en El Esequibo, territorio en litigio entre Venezuela y Guyana. Este escenario explicara la reaccin del canciller brasileo Luiz Felipe Lamprea, quien previendo una intensificacin del conflicto en el ao 2002, teme "el empleo de nuestro territorio como santuario, e incluso, la realizacin de acciones militares colombianas en nuestro pas con fines de persecusin". El acuerdo de cooperacin militar establecido en agosto del 2000 entre Brasil y Venezuela se ubicara en una lnea de respuesta a una creciente intervencin estadounidense.33 Ms all de las opiniones que se puedan tener sobre los alcances del Plan Colombia, existe consenso sobre su importancia estratgica para la regin. Queda por saber por qu Fujimori y Montesinos decidieron caminar al borde del abismo. Las explicaciones pueden ir desde el deseo de recuperar protagonismo, dar seales de posibles desplazamientos en sus alianzas o, en una lnea ms afn a la sicologa, pensar que el asesor se haba encerrado _______________
32. 33. Esta informacin ha sido tomada del artculo de Fernando Cepeda: Los diamantes ensangrentados de la revista Ideele N 131, setiembre del 2000. Luis Bilbao El Plan Colombia de Estados Unidos. Militarizacin de la poltica. En: Le Monde Diplomatique. Setiembre 2000.
en el crculo de su propio poder, de la informacin que manejaba, perdiendo los contornos de hasta dnde poda llegar su influencia consideraba que sta, al margen de cualquier presin, viniera de donde viniera, incluso poda desafiar a las agencias del gobierno norteamericano. Y su cada precipita la renuncia de Fujimori, conocedor o no de todas estas maniobras, quien ante el peso de futuras acusaciones, debe inevitablemente abandonar su cargo de Presidente. El viaje a Panam, el retorno al Per, la informacin suministrada por el gobierno suizo sobre sus cuentas bancarias, indican que el agente de la CIA haba cado en desgracia. Queda al descubierto una vasta red de corrupcin vinculada a las comisiones obtenidas en compra de armamentos, cupos cobrados a narco, traficantes, chantajes utilizando al Poder Judicial, defraudacin tributaria, manejos irregulares del presupuesto destinado a la defensa nacional, probablemente beneficios obtenidos en el proceso de privatizacin de empresas pblicas. Aun cuando pueda aducirse la falta de coordinacin que en ocasiones se registra entre las distintas agencias del gobierno norteamericano, estas circunstancias, por lo menos en sus lneas generales, debieron ser conocidas por todas ellas y, sin embargo, pasadas por alto. Mientras grupos significativos vinculados a derechos humanos, apoyo a la democracia y de supervisin electoral estadounidenses trataban de influir para que en el Per se instalara el Estado de Derecho, los crculos dirigenciales tomaban en cuenta bsicamente la gobernabilidad del pas, lo que les llevaba a tomar una actitud de crtica mesurada respecto a Fujimori. En parte por la oposicin poltica y social pero sobre todo por factores internacionales, esta idea de estabilidad ya no puede sostenerse. Aun cuando se quiera mantener una posicin optimista destacando el terco enfrentamiento de la oposicin ante un proceso electoral fraudulento y la capacidad de ella de moverse con
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inusitada soltura en el frente interno y en el escenario internacional, no se llega ni de cerca en el caso peruano a lo que Huntington caracteriza como un escenario de ruptura. 34 En efecto, no se asiste a la cada de un grupo ultraconservador aislado en el gobierno porque la resistencia social lo haya conducido a un juego imposible de permanencia llevndolo a su derrota inevitable. Es recin en la ltima etapa de noviembre del 2000 y por la evidencia de la impresionante maquinaria de corrupcin de Montesinos y las responsabilidades inocultables de Fujimori, que la oposicin toma por primera vez la iniciativa con capacidad de imponerse. El autoritarismo qued envuelto en sus propias redes de corrupcin, no pudo evitar que se infiltraran informaciones, incluso a cargo de organismos de inteligencia del exterior y sus principales protagonistas tuvieron que renunciar lejos del pas o refugiarse en la clandestinidad en la que estaban acostumbrados a moverse. Esta vez no para ejercer el poder sino para evitar que las autoridades a las que acostumbraban controlar, sustituidas por otras nuevas, los sometan a los fueros de un Poder Judicial actuando con criterios jurdicos. Haba llegado el final del juego.
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Si del lado del rgimen puede advertirse un escenario de tierra arrasada, las fuerzas democrticas cuentan con algunos recursos para reconstruir la sociedad civil y el sistema de partidos. Es dbil todava lo que se ha acumulado y confusas las estrategias a seguir para pensar en el largo plazo. Se trata de emprender una tarea ______________
34. Samuel Huntington. La Tercera Ola. La democratizacin a finales del siglo XX. Buenos Aires: Paids, 1994.
con voluntad e inteligencia y caminando a paso forzado. Segn Avritzer, en la historia de la mayora de pases de Amrica Latina, mientras se extendan los discursos sobre la autonoma de derechos y la importancia de los debates pblicos, stos en los hechos estaban ausentes en las prcticas polticas dominantes.35 En los ltimos aos se realiz en el pas un aprendizaje sobre las potencialidades del sistema legal como instancia para extender la vigencia de la sociedad civil, tanto como lugar de enfrentamiento con el gobierno como mbito para promover espacios de encuentro de individuos sin la intermediacin y al margen de la autoridad pblica. No constituyeron logros espectaculares, por cierto, pero superaron en parte la fragmentacin social y una sensacin de desaliento acerca de las perspectivas de una accin poltica ante un rgimen que pareca dominarlo todo, por la represin y el control, que en algn momento lleg a ser predominante. Con sus raleadas fuerzas el movimiento sindical plantea por primera vez con insistencia una reivindicacin democrtica que se antepone al discurso maximalista y las demandas puntuales. Los colegios profesionales comprenden que las demandas de cada una de sus corporaciones requieren un marco jurdico que brinde las garantas, seguridades y oportunidades del Estado de Derecho. Los movimientos regionales convocan a viejos y nuevos actores sociales tomando una diversidad que hay que rescatar en la multiplicidad de sus expresiones en distintas provincias del pas. Desde una pretensin purista en lo terico puede sealarse la vaguedad de sus demandas de defensa de la descentralizacin, pero esta imprecisin finalmente tiene la ventaja que obliga______________
35. Leonardo Avritzer. "Modelos de sociedad civil: un anlisis de la especificidad del caso brasileo". En: Alberto J. Olvera (coordinador). La sociedad civil. De la teora a la realidad. El Colegio de Mxico, 1999.
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damente los lleva a discutir y buscar nuevas definiciones, quizs ms creativas y seguramente ms democrticas que los paquetes programados de los organismos de cooperacin preocupados por monitorear la evolucin en los procesos de participacin y de construir ciudadana en grupos acotados de la poblacin. En nuestras conversaciones con estos nuevos dirigentes hemos comprobado persistencias de un discurso tradicional y reconocimiento de la necesidad de buscar nuevos interlocutores y de innovar procedimientos y propuestas. Sienten que ha llegado el momento de proponer y de escuchar, sacudindose de prejuicios y de un eco que se va apagando de viejas polmicas. Si como primera lnea de defensa recurren a la retrica, ante la presencia de un nuevo interlocutor fcilmente se desplazan al problema de plantearse nuevas preguntas sobre su ubicacin en una sociedad que est cambiando. Lo ms importante es una disposicin ciudadana sin un foco asociativo preciso en la que emerge una disposicin contestataria, al tiempo que se generan sentidos comunes compartidos acerca del intolerable carcter autoritario del rgimen. En ocasiones toma como referente el liderazgo de Toledo, pero claramente esa conduccin es aceptada y trascendida a la vez. Son manifestaciones de defensa de los principios ticos en la sociedad civil que expresan la resistencia a la accin instrumental que busca que se acepte el ejercicio inevitable del poder y los principios impositivos del mercado, fortaleciendo en cambio espacios de encuentro y definiendo inequvocamente autonomas personales y sociales que acogen, aun con los problemas de nuestra sociedad, los valores de una modernidad relativamente avanzada. Como ha ocurrido en otros procesos, una de las primeras expresiones de esta orientacin hacia el cambio son los artistas que recurren a distintas expresiones de resistencia simblica, la ms conocida es la del lavado de banderas. Sus expre-
siones van ms lejos que las palabras que se pueden balbucear porque la indignacin no siempre es elocuente, se pierde y trastabilla en su propio furor. Ayudan a expresar nuestros sentimientos y a que otros los comprendan. Logran inesperadas complicidades en quienes de otra manera no se hubieran podido encontrar. Las nuevas generaciones de estudiantes, por su parte, abandonan en algunos de sus grupos un discurso indiferente y autocentrado y se movilizan tambin, siguiendo una prdica en donde predominan los valores democrticos. Reconociendo lo auspicioso de estas iniciativas y pensando en una reconstruccin democrtica la tarea es evitar que esta actitud tica sea slo de corto alcance. Se corre el riesgo de que valgan para un momento poltico de salida de un rgimen corrupto y quede exhausta en sus energas y propsitos una vez que ha pasado el momento ms lgido de una coyuntura crtica. Creo advertir en estos movimientos un rechazo a los polticos que no logra zafarse del clima intelectual que impuso el fujimorismo, an entre sus ms convencidos opositores. Y que extremando la idea de la democracia como una utopa de consenso sin fisuras, estos nuevos actores rechacen su dimensin pluralista, aquella en donde se enfrentan proyectos de sociedad pero tambin intereses de grupo y hasta personales; que, en definitiva, a los nuevos grupos les cueste aceptar el conflicto aun cuando en el futuro ste se encuentre institucionalizado. Esta situacin plantea algunos problemas cruciales, el primero de ellos buscar que estos movimientos se inserten y contribuyan a renovar la poltica. Sin una activa discusin los recin ingresados en la vida pblica pueden caer en una actitud de desencanto, o en la postura elitista de considerarse una suerte de reserva moral al margen de las potencialidades y las miserias de quienes aspiran a construir otra vez la democracia. Estos meses fueron tambin de una activa movilizacin de la sociedad civil en Lima y provincias. Las que se realizaron entre
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la primera y la segunda vuelta consiguieron cuestionar la legitimidad del tercer gobierno de Fujimori, impidieron por lo pronto que se proclamara ganador en abril del 2000. Pero visto el proceso en su conjunto no se tom el cielo por asalto, por decirlo de alguna manera. Consiguieron una amplia convocatoria, sin alcanzar la abrumadora contundencia que tuvieron en otros pases de Amrica Latina o en Europa del Este cuando se quera precipitar la cada de un rgimen. Y los sucesos que ocurrieron el 28 de julio del 2000 en Lima con el incendio del Banco de la Nacin no respondieron a una irresistible espontaneidad de grupos que no podan soportar ms el estado de cosas existente o una decisin calculada en sus consecuencias por una direccin que estaba buscando precipitar alternativas, duea de una situacin. Surgi como una bien urdida provocacin desde el poder, que saba con precisin realizar maniobras de infiltracin y calcular los niveles de violencia o transgresin a los que podan llegar aquellos que todava se movilizaban. El examen desapasionado de estas circunstancias no significa desvalorizar que se haya llegado al escenario de la calle. Ellos valieron por s mismos como expresin de resistencia e influyeron tambin decisivamente en los escenarios de negociacin impulsados por la OEA. Por otra parte, frente a razonamientos que hablan de que se haba superado una etapa "movimientista" y se ingresaba a otra meditica, en las circunstancias que estaba viviendo el Per, la falta de instituciones mediadoras obligaba a que las personas ms all de que fueran convocadas por el liderazgo de Toledo buscaran momentos privilegiados de encuentro y reconocimiento pblico en el acto callejero, a la vez que los medios masivos de seal abierta ocultaban concertadamente noticias y procesos que no le convenan al gobierno. Sinesio Lpez observa que si existi una influencia meditica, sta se dio a travs de un periodismo de investigacin y denuncia que se abri paso en circunstancias
adversas en peridicos como El Comercio, La Repblica y Liberacin, a travs de un canal de cable y algunas radioemisoras. O'Donnnel y Schmitter teorizando sobre las transiciones, sealan que la movilizacin es un recurso cuando el rgimen autoritario se liberaliza, pero cuando se ingresa a una fase de negociacin se pierden incentivos para realizadas y esa misma movilizacin obstaculiza el acuerdo entre las lites.36 Como observa Olvera, en el razonamiento de estos autores sobre las transformaciones de un sistema poltico, la alusin a la sociedad civil se limita a una etapa primera y limitada a la protesta y no existe una preocupacin por entender sus vas de institucionalizacin y permanencia.37 Probablemente la influencia de estas concepciones tan centradas en ltima instancia en aquello que pueden hacer las lites, explica que hayamos llegado en la mayora de Amrica Latina a democracias de baja calidad en trminos de inclusin social y delineamiento de un horizonte de cambios y que sigan vigentes problemas de consolidacin. Tampoco se puede aspirar, es verdad, a un estado de movilizacin permanente. Quizs, como ocurriera en algunos pases del Este, viviendo como estamos en una sociedad fragmentada, se tenga que recurrir a foros y espacios de encuentro entre personas de distinta procedencia de clase, gnero, generacin y etnia para no caer en crculos de aislamiento que faciliten que la nica va de articulacin disponible quede en el albedro de quien ejerce la autoridad, corrindose el riesgo de repetir la historia de imposicin y autoritarismo. Pensar en recrear una esfera pblica no es ______________
36. Guillermo O'Donnell y Philippe C. Schmitter. "Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas". En: Transiciones desde un gobierno autoritario. Buenos Aires: Paids, 1988. Alberto J. Olvera. "Los modos de la recuperacin contempornea de la idea de sociedad civil". En Olvera, ob.cit.
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entonces una aspiracin desde la filosofa poltica ni una simple apuesta a la innovacin sino una estrategia a la vez compleja y razonable. Un proceso de integracin social requiere del conocimiento mutuo entre personas de distinta condicin que pueden comprender lo que les une y el alcance de las diferencias, para intentar superar aquellas que surgen de la desigualdad, y enriquecer a la vez interpretaciones y discursos que son expresiones del pluralismo cultural que es necesario acoger como parte del acervo de los ciudadanos. Lo que estamos afirmando es por cierto mucho ms fcil de decir que de hacer. Y sin embargo no hay otra va para que se garantice vigencia social a la democracia. Requiere del concurso de organizaciones de intereses, grupos culturales, movimientos regionales, asociaciones vinculadas a la defensa de los derechos humanos ms amplia que la del circuito de las ONGs, reconociendo por supuesto que ellas contribuyeron decisivamente al desmantelamiento de la dictadura, se necesita tambin de universidades que renueven creadoramente su vnculo con la sociedad y espacios de confluencia en las que el dilogo no quede en manos de expertos "facilitadores" que ordenen filantrpica, mente la agenda. Es una va que no se puede recorrer adormecindose en el gradualismo. Entendiendo los abismos que nos separan a unos y otros, lograr que tenga algn sentido el concepto de sociedad civil requiere de un democratismo extremo, una consecuente "reforma intelectual y moral".
rgimen autoritario quita espacio a una prdica dirigida frontalmente contra la poltica y los polticos, lo que no significa por cierto una renovacin rpida de la confianza en ellos. Resulta trivial sealar a esta altura que el cuestionamiento de las ideologas de transformacin social, la crtica dirigida al Estado en tanto encargado de tareas orientadas a la reduccin de las desigualdades y el predominio de la ideologa neoliberal han debilitado a las organizaciones polticas como articuladoras de propuestas, profesionalizado al poltico, debilitando el lazo representativo y orientado a dirigentes y a la sociedad a opciones moderadas o de centro poltico. Sin embargo, los politlogos aferrados a este discurso todava consistente en sus rasgos esenciales, estn perdiendo probablemente algunos reflejos. El Per ha pasado la etapa de ajuste estructural y los intentos, como vimos limitados, de reforma del Estado, y ya se est en condiciones de hacer un balance de esta experiencia. Como en el resto de Amrica Latina, res urge la discusin sobre los criterios de ordenamiento de la sociedad, mucho ms all de los lmites impuestos por el Consenso de Washington y la prdica de las organizaciones internacionales de crdito que, por lo menos declarativamente, estn ms abiertas a temas relativos a polticas sociales y condiciones de equidad. De modo todava larvario, se estn formando corrientes de opinin con mensajes relativamente ms propositivos. La imagen del candidato importa pero no lo es todo. Es previsible que se trate de sustentar en el corto plazo un mensaje social cristiano que reivindique la economa social de mercado, la intervencin subsidiaria del Estado y algunas polticas redistributivas sustentadas a partir del, con frecuencia, elusivo concepto del bien comn. En sus lneas principales continuarn haciendo correctivos menores a sus propuestas los defensores de las polticas neoliberales. Los aos vividos bajo el autoritarismo pueden dar-
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le vigencia a prdicas como las de Francisco Tudela, donde se combine la ortodoxia econmica con la apelacin de la decisin poltica centrada en el Ejecutivo, reivindicador del momento de unidad del pueblo-nacin, intolerante al enfrentamiento, hostil a los mecanismos de mediacin y enfrentado a las corrientes internacionales que se preocupan por la vigencia de los derechos humanos. Probablemente Toledo asuma una orientacin socialdemcrata moderada, no muy elaborada en sus lneas estratgicas pero tomando como centro la re activacin econmica y el problema del empleo. Como indica Sinesio Lpez, este candidato termin siendo una hechura de los ciudadanos y est obligado a recoger sus aspiraciones y lneas de preocupacin. La opcin socialdemcrata puede ser defendida por el APRA, que todava no ha conseguido renovar su imagen. Queda tambin en teora un espacio para la izquierda: las personas que defienden esta alternativa no consiguen, ni en muchos casos les interesa, conjugar el cuestionamiento a la dominacin de grupos econmicos cada vez ms concentrados y decisivos a nivel internacional utilizando polticas deliberadamente excluyentes, con un rescate o, en otros casos, un descubrimiento de la reivindicacin de la democracia como rgimen poltico y no slo como apelacin vaga a una forma de convivencia social. Pareciera que quienes sostienen orientaciones de izquierda estuvieran escindidos en dos polos, uno que insiste en una intransigencia mal fundamentada y otro que desconfa de un pensamiento crtico. Los actores en este caso pareciera que no estn a la altura de las ideas que proclaman, no pueden soportar el lastre de la equivocacin que cometieron alguna vez, de la culpa, del desnimo. Y en otro plano, con un discurso probablemente errtico queden expresiones del fujimorismo cuyos candidatos saquen partido del aparato construido en los ltimos aos y del grado de reconocimiento no definitivamente perdido por el gobernante.
Y ms all de este alineamiento un tanto rgido que hemos utilizado, por todas partes del pas encontramos gentes dispuestas a construir y participar en organizaciones polticas, ncleos de tcnicos competentes en algunos casos, dirigentes sociales, integrantes de movimientos regionales, universitarios de todos los estamentos que estn haciendo una mirada al pas como si todo tuviera que ser observado nuevamente; profesionales de ONGs que sienten el lmite de sus prcticas, jvenes de distinta procedencia social que oscilan entre el colectivo cultural y la institucionalidad poltica. Quizs las perspectivas abiertas a la formacin de partidos no sea definitivamente el desenlace que espera en el corto plazo hay incluso dificultades de conseguir firmas para lograr la habilitacin legal de nuevos agrupamientos pero existen mayores oportunidades que a principios de la dcada anterior. En todo caso, la apelacin a la discusin de propuestas formulada en sus rasgos generales probablemente ya no sea una vana invocacin a una discusin ilustrada dirigida a ciudadanos esclarecidos. Tiene que ver con la experiencia que las adhesiones voltiles motivadas por razones oportunistas promueven la corrupcin. Lo hemos analizado ya cuando aludimos a las vinculaciones entre movimientos de independientes y abdicaciones en las lealtades polticas. En un estudio sobre este tema que se realizara en Italia entre 1994 y 1996, cuando se produjo en ese pas el colapso del sistema de partidos, Donatella della Porta sealaba que la comisin de actos ilcito s tena una asociacin negativa con la capacidad de los partidos de elaborar programas de larga duracin, la apelacin a la ideologa, el estmulo de la participacin y la preocupacin por ganar un electorado de opinin. 38 El desacreditado ______________
38. Donatella della Porta. "Partidos polticos y corrupcin. Reflexiones sobre el caso italiano". En: Nueva Sociedad 145, setiembre-octubre, 1996.
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mundo de las ideas crea entonces ataduras y compromisos que ayudan a la transparencia en la gestin pblica. Quizs porque la gente siente que a quien eligi es su representante en los hechos y no solamente en una ficcin jurdica. El ciudadano tiene algo que saber, algo que exigir, se muestra atento. Lo cierto es que quienes comienzan a subestimar que se tenga un proyecto de sociedad, ayudan a que ellos u otros encuentren justificacin para sus posteriores transgresiones. No slo se trata de programas sino de procedimientos. Para las prximas elecciones no existe tiempo para difusin de propuestas, reclutamientos, creacin de un crculo de influencia entre simpatizantes no incorporados y elecciones primarias que legitimen a los postu1antes de las distintas agrupaciones. Sin embargo, es razonable pensar que slo definiendo con rigurosidad 10 que cada agrupacin se propone hacer, habr promociones de candidatos respetando criterios democrticos y competencias reconocidas y los niveles de involucramiento de los elegidos en una organizacin pueden ser as sostenidos en el tiempo, librando al sistema de las deserciones motivadas por el ms despiadado clculo de costo y beneficio. Por ahora, parecen confluir las conveniencias de los lderes de movimientos y partidos con el intento de consolidacin de sus organizaciones. Coexistir la democratizacin interna con la necesidad de asegurar controles. Falta, no obstante, un hecho decisivo. Para que puedan resurgir los partidos se necesita, como ha ocurrido en otros pases de Amrica Latina, la influencia de un ncleo intelectual que se integre a estas organizaciones o tenga relaciones de colaboracin con ellas. Junto a los dirigentes sociales, dicho ncleo puede darle consistencia a la iniciativa, plantear exigencias, ser ms acucioso en la rendicin de cuentas de lo ofrecido y de lo actuado. Probablemente no exista esta perocupacin en buena parte de nuestros profesionales, acadmicos,
artistas. No se trata de incurrir otra vez en la trillada discusin del compromiso sino de evitar retricas encontradas, la de la entrega sin vacilaciones a una causa, el discurso ilustrado del poder subversivo del arte, dicho curiosamente por quienes pretenden ser posmodernos, los presuntos desencuentros entre autonoma individual y preocupacin por lo que pasa en el pas, el elogio de la indiferencia como rescate de la propia e intransferible lucidez. Al margen de cualquier juicio de valor, es fcil de comprobar que en Amrica Latina el fortalecimiento de la democracia requiri del involucramiento de los intelectuales y que en el Per esta ausencia es una de las limitaciones que debe enfrentar el sistema poltico.
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Un rgimen autoritario y personalizado se ha encontrado en el Per obligado a abandonar el poder sin que existan en la oposicin actores polticos y sociales consolidados. Hasta noviembre del 2000 existan dificultades para encontrar una transicin ordenada. La falta de lineamientos estables y consistentes generaron un amplio espacio de indeterminacin. Hasta hace pocos meses, en la mesa de negociacin de la OEA slo poda llegarse a acuerdos provisorios y expuestos a una posterior revisin. Slo en el perodo reciente las fuerzas polticas contrarias al gobierno recuperan fuerza, iniciativa y capacidad de propuesta. Cuando comienza la transicin en un Estado burocrtico autoritario con Fuerzas Armadas institucionalizadas, puede pactarse que no habr persecuciones y represalias por actos cometidos por los oficiales mientras estaban en el poder. Ellos como contrapartida se repliegan ordenadamente, definen un perfil profesional y se subordinan al poder civil. En el caso peruano
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estamos ante una coalicin de civiles y militares que se comprometieron en hechos que se fueron alejando progresivamente de intereses que puedan defenderse argumentando que estaban vinculados a criterios de seguridad nacional. Por otra parte, no se respet la carrera militar con promociones ordenadas y se crearon mecanismos de vigilancia y control. Por esta razn, resulta probable que se produzcan desde filtraciones de informacin, hasta denuncias pblicas sobre la comisin de actos ilcitos, la mayora dentro de los marcos del derecho penal ordinario, sin que pueda ponrseles un punto final sin alterar el orden jurdico que se quiere reconstruir. No corresponde establecer acuerdos de reconciliacin y comisiones de la verdad, tan genricos en sus planteamientos que permitan una exencin de responsabilidades, comprendiendo al conjunto de personas involucradas por la comisin de cualquier delito, prescindiendo de considerar ante qu tipo de transgresin estamos. Y no tiene sentido distinguir en estos casos entre civiles y militares. Por la naturaleza excluyente del rgimen, los responsables sern probablemente un grupo relativamente reducido de funcionarios con alta concentracin de poder. Las circunstancias parecen recomendar que se emprenda una estrategia en que se transite al mismo tiempo por dos vas: por un lado la actuacin independiente del Poder Judicial, por otro una rpida renovacin institucional redefiniendo tareas en las Fuerzas Armadas y en algunas instituciones pblicas, de modo que quienes ocupen cargos jerrquicos sean personas que hayan estado fuera del proceso en los ltimos aos y no se sientan obligados, en consecuencia, a intentar una defensa corporativa. El desafo que se enfrenta en el retorno a la democracia radica en la capacidad de tomar decisiones rpidas, radicales y confiables. La descomposicin del rgimen obliga a ser intransigente, no por la ausencia de un espritu tolerante sino por el hecho de que para afirmar el
principio mismo de tolerancia, es necesario restablecer niveles mnimos de confianza entre gobernantes y gobernados. La depuracin de los cuadros militares, sometidos y socios a la vez de Montesinos y Fujimori, el cambio de los mandos y aspiraciones de las Fuerzas Armadas, iniciativas del nuevo gobierno de Valentn Paniagua y de la gestin del ministro de Defensa, Walter Ledesma, son tareas que se deben emprender desde ya. Al mismo tiempo que hay que abrir la caja negra de los presupuestos militares donde se han probado gastos sin rendicin de cuentas y probable comisin de delitos. A diferencia de otras transiciones, las fuerzas democrticas estn confrontadas a una cpula militar dbil y aislada que va a tener que enfrentar responsabilidades ineludibles. La democracia renovada y las propias Fuerzas Armadas deben emprender despus una discusin colectiva para comprender tanto lo que ha ocurrido como las nuevas tareas que deben emprender en la sociedad. Lo que es seguro es que si quieren vender una verdadera modernizacin, deben vincularse a la sociedad y no caer en el aislamiento buscado a veces por los propios militares. Todava las Fuerzas Armadas y los civiles desconfan entre s por razones atendibles y el autoritarismo vivido ha exacerbado este sentimiento. La incorporacin castrense enfrentada a un escenario nacional e internacional que da nuevas dimensiones a sus responsabilidades tradicionales de defensa, debe proceder a pensar y emprender nuevas formas de insercin. El tema no es sencillo porque requiere superar prejuicios y abrirse a nuevas ideas. Quizs venga en auxilio de una discusin creativa la urgencia de superar una extrema decadencia institucional.
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"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos" deca un poeta latinoamericano. Diez aos de fujimorismo no pasaron en vano. Funcionarios pblicos ejecutores de polticas sociales desconfiados, manipuladores o corruptos, disposicin a la obediencia sin previa deliberacin por miedo o por convencimiento, desidia en los opositores ante la contundencia de lo que pareca inevitable, hartazgo conviviendo con el sentimiento de la inutilidad de los cambios. Se ha insistido en que estamos viviendo en una sociedad polarizada. Pienso sin embargo que la idea ms fuerte es la de la fragmentacin. Extendidas las diferencias sociales, la pobreza se toma como un hecho natural. La polarizacin supone un momento de polmica girando sobre los mismos temas. La fragmentacin parte del hecho de que distintos actores estn hablando de cosas diferentes. El neo liberalismo, al margen de la discusin sobre su conveniencia produjo mltiples fracturas, entre ellas el encierro espacial e intelectual de las lites, que como vimos no se han caracterizado precisamente por su creatividad, y las dificultades de comunicacin entre las raleadas clases medias y una sociedad de pobres. Suenan por cierto extraos algunos discursos pertinentes para la comunidad acadmica norteamericana que asocian la democracia con la incertidumbre aceptada y la consideran como una consecuencia contingente de conflictos. El clima intolerable del autoritarismo, hasta el mismo desconcierto en que hoy viven muchos de los que lo apoyaron enfrentados a los patticos acontecimientos recientes, exige reconocer que aun cuando haya dificultades histricas para instaurar el Estado de Derecho, que no es del caso detallar aqu; ello es una tarea impostergable si no queremos caer en este envilecimiento de las relaciones personales
que promovi el fujimorismo con su intolerancia y su desprecio a los ciudadanos y su empecinado propsito de enfrentar a unos con otros. Esta corrosin de los vnculos sociales traslada en las relaciones con los otros lo que en el plano poltico se vive como falta de derechos y garantas. Se puede invocar en nombre del realismo las virtudes de la negociacin, difcil en cambio es apelar a la tolerancia ante un grupo que interpretaba que las personas que sostenan una opinin distinta eran potenciales agresores o inaceptables enemigas. Quizs se pueda llegar a mnimos acuerdos, aquellos que ayuden a recuperar la institucionalidad perdida, que en verdad nunca en nuestra historia tuvo una enraizada vigencia. Queda por saber si se puede pasar por alto los "agravios" de un rgimen de salida como el que tuvimos: violaciones a los derechos humanos, amenazas y chantajes, saqueos que se irn descubriendo progresivamente en cuentas bancarias desperdigadas en diversas plazas financieras, dilapidacin de aquello que la sociedad procur salvar en medio de su sacrificio, enfrentando duras medidas de ajuste estructural, fondos obtenidos de las privatizaciones de cuyo destino probablemente no puede darse cuenta. Fujimori no est al margen de la comisin de estos actos ilcitos y su renuncia es una demostracin de la bancarrota de un sistema en la que el gobernante descubierto no puede aducir argumentos en su defensa. Es necesario que el gobierno democrtico de transicin haga comprender a buena parte de la ciudadana, todava desconcertada, la magnitud del dao que se le ha infringido al pas. Y que al mismo tiempo emprenda los primeros y definitivos pasos para que las personas que aceptaron el clientelismo sepan que el Estado de Derecho ofrece tanto garantas como oportunidades. En un plano ms profundo se trata de luchar contra esta devaluacin de palabras y argumentos que el fujimorismo impuso
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y que va a ser un lastre difcil de arrojar. Es imprescindible restablecer un dilogo interrumpido, o que a veces ni siquiera ha llegado a entablarse, entre actores polticos y sociales y entre personas de distinta procedencia cultural y de diferentes situaciones econmicas. Se trata, como siempre, de vencer y de convencer. Y para ello tiene que estar claro para las grandes mayoras, que se abre una perspectiva de cambio que va desde la vigencia de comportamientos ticos, a una inevitable transformacin social, llevada con realismo pero con una decisin firme de llegar tan lejos como se pueda.
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