Rivera
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Cruce de relatos ficcionales, tramas intersticiales, collage de lecturas crticas, previas y propias. La reflexin se orienta sobre algunos desplazamientos operados en las representaciones culturales en ficciones literarias argentinas de las ltimas dcadas. Los textos: Dos veces junio de Martn Kohan; El profundo sur, Tres tazas de t. En esta dulce tierra de Andrs Rivera y algunos momentos de Glosa o Nadie nada nunca de Juan Jos Saer. El nfasis intenta estar puesto en la representacin simblica de las relaciones sociales e intersubjetivas. En el anlisis de sus prcticas discursivas que pueden mostrarse como un campo mvil de confrontacin contra modelos totalizantes y hegemnicos: culturales y polticos. Pretendo, poder hablar, adems, de la representacin de lenguajes, sujetos sociales e instituciones en nuestros actuales contextos de crisis socioeconmicas. Las ficciones a abordar plantean espacios alternativos de resistencia. Ellas configuran un modo de hacer la cultura que va desde procesos de autoconocimiento al debate y la revisin de la tradicin cultural. El procedimiento de la alegora recupera imgenes, que en forma de restos, lee a contrapelo y construye fbulas de la violencia estatal. El poder que ejerce la letra delimita un territorio que converge en narraciones de la violencia que por su peculiaridad, el pensamiento crtico llama "ficciones del estado delincuente".1 Hay historias que constituyen la ficcin del estado, del estado autoritario, que se erigen como verdades aunque sean una farsa de ellas. Y hay tambin segn una lectura "a contrapelo" 2,
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Josefina Ludmer analiza el delito como un instrumento critico en una serie de textos de la literatura argentina. Cf su propuesta de ficciones de un "estado delincuente" en Josefina Ludmer: El cuerpo del delito. Un manual. Buenos Aires: Perfil, 1999.
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La tesis benjaminiana del relato contrafctico de la historia desarrolla la idea de"(...) pasarle a la historia el cepillo a contrapelo". Cf. Walter Benjamin: "Tesis deFilosofa de la Historia" en Discursosinterrumpidos. I. Madrid, Tauros, 1989, pp.176-191.
contra-relatos, versiones de resistencia, miradas clandestinas, rumores de discursos que la escritura literaria en su prctica con la palabra viva, absorbe y devuelve transformndola. La violencia estatal de las ltimas dcadas en la vida cotidiana, -obligada a contextualizar, me refiero a Argentina y a Latinoamrica -, supera los estudios de los ensayos de las ciencias polticas y sociales y emerge con fuerza en el campo de la ficcin. No poda ser de otro modo en tanto que la literatura discute las problemticas de una sociedad en su propio registro. La ltima dictadura, no fue como lo pareca entonces, un "Estado de excepcin". Las complejas relaciones sociales de la vida poltica argentina tienen que ver con la construccin del estado moderno. La representacin cultural de la violencia y del delito estatal pueden verse como un desplazamiento operado desde el Facundo. Se pueden considerar aos claves tambin, 1919 por el accionar conjunto de la Liga Patritica y el ejrcito, que reprimen a los huelguistas en Buenos Aires. Tal como lo escenifica Andrs Rivera en El profundo sur3. No menos significativa tampoco, en cuanto a fechas, es la alternancia entre democracias y dictaduras que se producen entre 1930 y 1976 Y que produjo variadas representaciones de esta problemtica. "Jams se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie" dice Benjamin en sus paradigmticas y siempre citadas "Tesis de filosofa de la historia". Es de la barbarie de la que quiero hablar, pero no la de los iletrados, en este caso.
Es posible asignarle a la palabra 'barbarie' un conjunto de variaciones semnticas, ideolgicas y literarias que son producto de extensos procesos de transformacin. La representacin simblica de las relaciones sociales e intersubjetivas se fue modificando en el cruce de las prcticas culturales correlativas con los ideologemas de las unidades culturales y etapas histricas en las que se insert. Las lneas polmicas acerca de las formas de 'la barbarie' tienen su representacin en un proceso de continuidades y rupturas en el campo de la cultura nacional que puede ir desde Sarmiento a Arlt, walsh, Borges, Cortzar, Rivera., Piglia, Saer, por un lado, en una propuesta no exhaustiva. En un plano ms abarcativo y, considerando el espacio continental, es posible pensar adems en otras prcticas culturales que escenifican la forma en que se manifiestan hasta, por qu no, los actuales terrorismos en la cultura global y su representacin por ejemplo en el film canadiense "Las invasiones
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brbaras-, o, el uso indiscriminado de la violencia en la sociedad estadounidense patentizada en el documental de Michael Moore: "Bowling for Columbine"; o en su ltimo Farenheitt 9/11. Desde esta perspectiva me interesa hablar de Dos veces junto4 de Martn Kohan.
En un sentido para recuperar esa zona del relato elidida, pero que est presente en una imagen o en una representacin alegrica. 5 Pero adems para insistir en la construccin de nuestra memoria y en sus lazos con la reescritura de nuestra historia cultural. La contigidad de historias en fragmentos, las intrigas, las formas del terror encubiertas o explcitas, son procedimientos y estrategias discursivas relevantes en el texto. Dos veces junio: (2002) De los dos relatos superpuestos, uno habla de la euforia delirante del Mundial del '78 en Junio de ese ao; y se trata, sin duda, de un gran mito nacional. El otro relato, en una factura discontinua y fragmentada, pone en escena el agujero negro de la historia nacional: los campos de detencin y tortura, la apropiacin de bebs nacidos en cautiverio durante la ltima dictadura. La temtica que no es nueva, fue abordada por mltiples ficciones y por el discurso de la crtica desde los '8O. Sin embargo, me interesa revisar no slo el cruce de las series histricas y ficcionales, sino la manera en que la literatura sigue profundizando en nuestro, siglo, modos de representacin en un hacer cultural, en los que construye su barbarie, su propio siniestro. Euforia y pesadilla pueden ser dos entradas o dos modos de representacin para designar los tonos de un discurso cultural en una suerte de caracterizacin de identidades. Me refiero al tono eufrico y al disfrico con el que se pueden leer las dos grandes lneas que atraviesan el discurso ideolgico de Latinoamrica. En Dos veces Junio esos tonos, adquieren distancia y transformacin. Una lectura poltica del texto percibe una potica que yuxtapone segmentos, territorios del discurso de la violencia en sus distintas formas. La instalacin de sus marcas en los cuerpos, en los espacios, en la atmsfera asfixiante, en la fuerza de las armas. La escritura escindida en una serie de fragmentos discontinuos trabaja tpicos representativos de situaciones lmites. Se escenifican los sistemas de control ejercidos por un poder poltico totalizador. La ficcin se construye como un espacio alternativo en tanto articula
MartnKohan: Dos veces junio, Buenos Aires, Sudamerican.a. 2002. El modo de representacin "alegrica" a partir de los restos o fmgmentos de una experiencia est desarrollada por Walter Benjamin: El origen del drama barroco alemn. Barcelona, Tauros. 1990, pp. 155-233.
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lo que Hannah Arendt,6 en la necesidad de introducir un concepto nuevo, y tal vez polmico, denomina la banalidad o la trivialidad del mal. Esta trivialidad en Dos veces junio recurre a un cruce perverso entre las esferas privadas y pblicas, a la deshumanizacin de las vctimas y al goce del poder. Al respecto, es posible asociar lo acontecido en Argentina, la manera en que la ficcin discute estos problemas, en nuestro caso el texto de Kohan, y el anlisis realizado por Todorov en Frente al lmite,7 acerca de las conductas humanas en los campos de exterminio en la segunda guerra mundial. Todorov considera que tendemos a vincular dichas prcticas de aniquilacin con "la irrupcin del mal", no slo en un punto extremo sino adems, en el hecho de que esa manifestacin del mal es resistente a las explicaciones, o en todo caso a las explicaciones racionales. Es esa misma resistencia, la que descarta, por ser una proporcin mnima, la condicin de anormal, de sdico o de monstruo del torturador o del guardin del campo de detencin y exterminio. Fragmentacin y formas de la discontinuidad. Las voces que articulan la trama del poder poltico que construy una versin de la realidad, una ficcin en la que los militares eran el mito mesinico que vena a extirpar ese cuerpo extrao que haba entrado en el tejido social y que se materializaba en lo que se haca en los cuerpos de las vctimas8 son las de un conscripto-chofer; las de mdicos que controlan la resistencia de los presos en la sala de torturas; la de una parturienta que da a luz a su hijo en un centro de detencin; las de un sargento que cumple rdenes; las de un cabo que consigna en un cuaderno con errores ortogrficos: '"A partir de qu edad se puede empezar a torturar a un nio?".9 Son enunciados que van configurando el funcionamiento de un discurso social en lo que Ludmer10 llama "el estado delincuente", Esos discursos articulan ficciones de exclusin y de eliminacin; una de las textualidades centrales de nuestra cultura en el siglo que pas yen el que est transcurriendo. La deshumanizacin de las vctimas.
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Cfr. Hanna Arendt: Eichmann en Jerusa/em, Barcelona Lumen, 1967. Tzvetan Todorov: Frente al lmite, Mxico, Siglo XXI, 1993. (Primera edicinen francs. Pars, editions du Seuil, 1991) 8 Cfr. al respecto las ideas sustentadas por Jorgelina Corbatta: Narrativas de la guerra sucia en Argentina Buenos Aires. Corregidor, 1999. 9 Kohan: Op.cit, p.11. 10 Josefina Ludmer: El cuerpo del delito. Un manual. Op.cit Ya en la cita anterior de Ludmer se trabaj su idea de considerar 'el delito' como un instrumento crtico, como 'un til' que le permite segmentar la cultura, la literatura argentina, proponiendo la figura del estado delincuente. Agregamos: Este estado construye "una farsa de verdad", sostenida en creencias que le permiten en una cultura xenfoba 'legalizar el delito'. Las ficciones literarias registran estos imaginarios sociales y construyen lo que Ludmer llama "ficciones de exclusin". (La parfrasis y el entrecomillado me pertenecen).
La deshumanizacin de las victimas opera en el texto por enunciados que dan cuenta del uso del cuerpo, de la violacin y apropiacin a partir de un lenguaje distanciado: el del informe mdico, que emplea formas verbales ilocutivas tales como: "recomienda", "postula", "aclara", "verifica".
El doctor Padilla recomend (...) que nadie hiciera uso de la detenida, hasta tanto no pasaran unos treinta das del alumbramiento.11
Adems de considerar al detenido, como un simple elemento residual, un otro, dentro de un sistema de exclusin y despojarlo de su humanidad, sometindolo, hay en el texto la escenificacin de una fase ms perversa an. Es la que se ejerce al demostrar el poder de uno sobre el otro, en la posesin de la vida del enemigo poltico. Ese dominio impuesto, concierne a la representacin de las relaciones intersubjetivas; en ellas se dramatiza el goce significado en el ejercicio de ese poder. Un soberano absoluto que goza al experimentar la decisin sobre la vida y la muerte del otro; goza en el sufrimiento que inflige a la vctima al ejercer su superioridad en una accin real o en un simulacro de ella:
(...) En la nuca percibi la presin del dedo sobre el gatillo, ya disparando. (...) Despus entendi que no le haban disparado. Hubo insultos y hubo risas festejando el simulacro. Tras haberse resignado a que iba a morir, tena que resignarse ahora a que la vida seguira. Se sinti otra vez demasiado dbil. Esa flaqueza () estaba en los planes, porque volvieron a interrogarla en ese preciso momento. 12
Lo pblico y lo privado. La ciudad de Buenos Aires se escinde en una realidad cotidiana que vive su ritmo, su rutina: vehculos en las calles, negocios que funcionan, yen otra controlada, silenciada. Toda ella es como una gran zona de detencin. La descripcin de los espacios se desplaza entre una urbe vaca, agazapada y el brille de los televisores encendidos en el interior de las casas o de los bares. Esquinas oscuras, personas que corren, descampados, ratas que chillan, ciudad sin gente, los vidrios esmerilados de los Ford Falcon atravesando las calles. El lenguaje enuncia estrategias de
enfrentamiento, en una doble direccin, cuya ambigedad describe tcticas en el campo de juego o en el de la guerra.
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Cuando se va en persecucin de un contrario no es conveniente ponerse justo detrs de l. (...) Lo ms adecuado si se cuenta con la tuerta suficiente es abrirse de la lnea de carrera y sobrepasarlo por un costado, y recin entonces girar para ofrecerle un punto de choque desde una posicin frontal. 13
En correspondencia con el tpico de la guerra sucia- tambin la topologa de la ciudad es un espacio cerrado y segmentado. Los itinerarios estn representados por un orden autorizado y reglamentado. Se distinguen "jurisdicciones" y "competencias". Hay los vallados infranqueables y a cada competencia corresponde una responsabilidad.
Todo se dimensiona en trminos de ganar y perder. Los enunciados que describen los resultados de los partidos de ftbol se desplazan en analoga a una atmsfera que subyace. Son las marcas tambin en el cuerpo de la ciudad: "Infinita marcha fnebre", tristeza general" que se dispersa por todas partes. La voz del soldado-conscripto es siempre la que escande: el lenguaje blico, la desolacin en los rostros, la distribucin de las zonas territoriales, el acopio de objetos obtenidos como botn de guerra, la apropiacin del beb nacido de una cautiva. Es una voz que produce, repite, filtra, estiliza la voz de la barbarie. Como cuando cita las palabras de su jefe: "Hay que pensar que un prisionero ya es un muerto"14 o "Las guerrilleras se hacen prear a propsito (...) "porque piensan que si estn preadas no las vamos a tocar".15
El profundo sur (1999) El acontecimiento. Un soldado del ejrcito argentino dispara sobre un huelguista en una calle de Buenos Aires. Sin embargo, otra persona es la vctima y un tercero descarga su arma sobre el agresor. La represin de los huelguistas de 1919 es organizada por el ejrcito y la Liga Patritica argentina. La materialidad discursiva de esa red teje en esa historia, un segmento de la sociedad argentina. La potica de la fragmentacin est presente en la conformacin del relato, as como en los enunciados que representan las ostensibles posiciones ideolgicas de los sujetos. El soldado del ejrcito que mata, el poeta asesinado, el librero combatiente, el huelguista revolucionario.
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En esta ficcin de delito se puede observar el lugar de construccin de la subjetividad del delincuente, en su doble va. La del soldado que mata, respondiendo a la orden del poder poltico-militar, as como la representacin de un estado autoritario que obliga a matar. El delito del estado est justificado por un tipo de verdad que se postula, parodiada, en el texto y que responde a un universo de creencias al que personaje soldado, Roberto Bertini, adscribe. Ataca a una Buenos Aires ocupada por bolcheviques judos o judos y bolcheviques. Es una ficcin que se construye alrededor de la exclusin poltica y de la eliminacin fsica del adversario. Aunque en el relato, la vctima es equivocada, muere el poeta en vez del huelguista. En el interior de una cultura autoritaria, la razn de Estado, determina quien es el delincuente. El texto consigna en la letra, el orden y la ley del estado autoritario.
Eduardo Pizarra ley, en La Nacin, que se sucedan desordenadas manifestaciones con banderas rojas y rojinegras cubrindolas. Que el Ejrcito, al mando de uno de sus ms prestigiosos generales, y la polica, con la cooperacin de civiles, se esforzaban por restablecer el orden y la ley. Que la Liga Patritica Argentina, con la tima de algunos de los apellidos ms conspicuos de la sociedad portea, convocaba a la ciudadana a defender el pas de la marea bolchevique. Eduardo Pizarro sali a las calles de la ciudad. Eduardo Pizarro era un nombre viejo, pero curioso.(23) 16
El relato trabaja, adems, el lugar de construccin de la subjetividad del asesino en una historia que escenifica la perversin, -el incesto-, en la representacin de las relaciones familiares. El narrador a lo largo de los sucesivos capitulas se interroga acerca de los motivos que configuran a las diferentes subjetividades: la vctima, el librero combatiente. Sin embargo, la incertidumbre o la falta de respuestas ubican al texto en una esttica de fines del siglo XX portadora de un sentido ambiguo a la hora de explicar o al menos entender las posiciones de los sujetos. Por qu alguien mata y desde qu lugar se mata. "Jean Dupuy se pregunt, revlver en mano, por qu l se coloc de este lado y no del otro". "Tres tazas de t". Integra el volumen de cuentos: La lenta velocidad del coraje. (1998) El lugar del narrador, en su rol antropolgico/temtico, se puede ver como el de alguien pre-ocupado por el sentido polticamente correcto del relato de historias de vida. Cmo construye su posicin en el juego de fuerzas de los discursos, cmo instala el plemos? A partir de la referencia de un
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universo ficcional recortado por enunciados de una marcada subjetividad en modalizaciones evaluativas, afectivas, axiolgicas. Relato que proviene de la tradicin oral familiar, los recuerdos del abuelo del narrador, que entroncan con crnicas de pogroms pertenecientes a sectores de la inmigracin juda argentina. Teniendo en cuenta el tpico, la organizacin de los recursos enunciativos se apoya en una serie de trminos muy marcados y evaluados por la cultura occidental: judos, cosacos, pogroms. Junto con el empleo de verbos intrnsecamente subjetivos como "saqueban", "incendiaban", "violaban". La construccin del marco donde la narracin opera, las escenas que refieren los pogroms, son la estrategia para enmarcar a modo de antecedente, los episodios que se quieren contar: la historia particular de Casimiro Bajuch convertido en Henri Beaumont. La intencionalidad, pareciera ser, la de querer echar luz sobre una verdad, para desocultar prejuicios ancestrales que no se pueden desarraigar y que conectaran de algn modo las referencias de ambos relatos. La lgica de las acciones: el encarcelamiento del militante "clandestino", el padre de Casimiro, en la Polonia de los zares; su destierro; la entrega en crianza del nio Casimiro a los hermanos del padre que viven en Francia. La esmerada educacin que recibe por parte de los tos. el cambio de nombre, la adquisicin de la identidad francesa, la pertenencia a la institucin militar, la patria francesa, la derrota, la conspiracin (supuesta) de los judos, el mandato (poltico-militar), el asesinato de los tos. De nuevo aqu, hay la referencia a dos mundos enfrentados, con una construccin subjetiva valorativa que pone en discurso los sistemas de exclusin de identidades, lenguas y culturas. El capitn Henri Beaumont que est dispuesto a preservar el orden a cualquier precio. Est presente la evaluacin ideolgica parodizada del narrador de Rivera, en la defensa de lo nacional y lo propio al decir: "un nido de agitadores extranjeros, (...) accin satnica de elementos e ideas extranacionales", La conciencia enunciadora del narrador, explicita la idea de conjetura, al suponer como certeza la conspiracin de los tos, apoyada en un dialecto: el idisch, con sus sonidos guturales, ininteligibles que parecen un lenguaje codificado, connotadores de otredad, diferencia, extranjera. El narrador instaura la polmica al construir una figura de hroe nacional" que en funcin de la obediencia al mandato de la nacionalidad francesa, reniega de su identidad de sangre y elimina el grupo de pertenencia biolgico. El conflicto de identidades no est explicitado; se muestra el quiebre, la jerarqua institucional que se impone como valor y como verdad. El "deber ser" y el "deber hacer" se cruzan. Ser buen francs, cumplir con las jerarquas,
con las instituciones polticas, militares, exige determinadas acciones basadas en las creencias. El joven soldado acepta su destino, es un modelo de subordinacin al hacer un bien a la patria, eliminando la falsa conspiracin. Ser judo no entra en la idea de nacionalidad francesa, porque es ser extranjero y "conspirador". La voz enunciadora es crtica porque en algn lugar est presente que el crimen es gratuito. Es una voz que denuncia un delito legitimado por el estado francs en el que el joven cree. La preocupacin metanarrativa de la escritura tiene un valor tico. Ese el lugar que se construye y desde donde habla. Los saberes y experiencias de vida que pone en circulacin lo posicionan en una ideologa vinculada con la exclusin. En esta dulce tierra (1984) La narracin refiere "el relato de una derrota" que se autodefine como "una suma de divagaciones atroces y estupor" como una..." excecrable quimera narrada", como "un juego de azar", como una refutable narracin. La escritura realiza un doble movimiento. Una direccin trata de recuperar el secreto que todo pasado alberga. Ese propsito, marcado ideolgicamente, est recorrido, en su propuesta escrituraria, por otras preocupaciones. El referido que construye, (Jitrik, 1995) afirma y niega a la vez, o al menos invalida u obstaculiza la afirmacin con su posicin hipottica, conjetural o dubitativa. Por un lado, enunciados que producen acciones, actos del personaje, saberes, por el otro, un quiebre en las referencias de esos mismos saberes y/o acciones. La voz narradora no sabe qu sucedi realmente, y presenta varias opciones posibles, que son opciones que no se complementan. Que es lo que s se sabe, que es lo que s se dice. Una dramtica de la ciudad que habla del desencanto, de las miserias humanas, de la muerte, en los cuerpos enfrentados, desintegrados, -"las carrerillas con cabezas de salvajes" que llevan los cuchilleros de la mazorca-, en los perseguidos polticos, en la configuracin de los espacios, en un afuera: la calle, las rejas del portn, el ro y en un adentro: la casa, las casas, las habitaciones, el stano, el escondite, las paredes, que son la pura intemperie, la inseguridad, el riesgo. Un narrador que en los silencios y en las omisiones narrativas, en los matices irnicos, en las vacilaciones, en la escenificacin de la violencia, en la migracin y pervivencia de ciertos tpicos, en la sntesis de elementos heterogneos de la literatura y la cultura nacional y universal, en la articulacin de fragmentos que dan cuenta de su recorrido contrafcrico por la historia, en las inflexiones propias de la narrativa de los '80, convoca, otra vez, un estado policial, delincuente. El crimen en la estructura poltica que se refracta en el conglomerado social.
Si el texto concita la barbarie y su opuesto, de la tesis sarmientina, -las coordenadas temporales y espaciales junto con las referencias a personajes histricos (Rosas, Lavalle, Paz, Avellaneda, Quiroga, Maza, Martn Rodrguez, Rivadavia, Sarmiento, etc.) as lo evidencian -; est intersectada por la mirada de Rivera: la sombra de los argentinos es el sufrimiento, ser argentino es una suerte de suicida; la lectura sesgada, entre lneas, de la novela, no puede evitar su cruce dialgico con otra referencialidad: la ltima dictadura argentina. Cuerpos sin nombres, el anonimato, la interrogacin, los tormentos.
...ech una mirada a la larga y angosta sala,...a las sbanas grises que cubran los cuerpos sin nombre. recogidos en ponalesy sanjones...(29) Quines son sus amigos?, le haba preguntado el hombre pequeo y delgado, dueo del veneno que lo preservara de esas humillaciones indecibles, pero que no exculpan al delator. Y Cufr no nombr a sus amigos porque eran pocos y frgiles e indefensos, porque los exterminaban con hierros y plomo, porque arrastraban una turbia demencia bajo el desamparo de los cielos del exilio. (33) ...y oli....el salobre y espeso aroma de la sangre y la presencia de la muerte en el sudor y la ira de los cuerpos y en el brillo fugaz de los aceros, .... y en la certeza de que matar o morir, en ese Buenos Aires enfermo y mudo, eran jugadas de una misma mano. (33) Nada haba acabado del todo: ni la jerga trastornada de ese tiempo ni el susurro an inteligible de la historia. Dej atrs el casco de la ciudad; a los vicarios de Dios, que sancionaban con el fuego del infierno y el potro del tormento a quienes defendan la perversa doctrina de que los hombres nacen iguales, que la riqueza es un robo y la pobreza una paciencia intolerable;.....(35) Cufr so que lpidas grises flotaban en aguas grises y estancadas.... Apellido y fechas haban sido borradas por las aguas grises y estancadas, o por remotas lluvias o remotos vientos. O jams hubo apellido y fechas en la lpida...Ese nombre desconocido para l, qu le deca en el sueo? No le deca nada o le deca tanto que, en el sueo, pugn por gritar y no pudo? ...Cufr en el sueo, rog al sueo que le develase su secreto, las claves de lo que fue. El sueo se apiad....y le devel la clave de lo que fue. Y Cufr, que, dormido, so que estaba despierto, supo. (56)
El texto dramatiza las relaciones de fuerza entre la construccin de un personaje como individuo de la resistencia poltica y un estado preconstitucional con su estatuto de impunidad. El personaje, sujeto fragmentado, se debate entre la lucha/enfrentamiento como proyeccin del
deber de la conciencia y las mltiples formas de la resistencia. Cufr es un perseguido ms y otra de las vctimas de tal estado y desde ese lugar observa que su profesor francs no puede entender el sentido, -casi como un mitema de la aventura del hroe -del regreso de Cufr de Pars a un tormentoso Buenos Aires caracterizado por la persecucin estatal. La marca identificatoria del discurso es una mirada que se proyecta en el pasado. En su construccin, insiste en caminos recurrentes: el estado policial, la impunidad, la traicin, la delacin, los mecanismos del poder, la metfora del desencanto. Estos son sus tpicos. Contar la historia, revisarla, es transitar por mltiples zonas: desde los obreros del salitre chileno, Iquique, el norte argentino, hasta las ideas de Saint Simon, el racionalismo cartesiano a la burguesa como clase, algunos de los nombres de los personajes de la historia argentina del siglo XIX, el tema de la nacionalidad o el funcionamiento de las fuerzas del orden. Shakespeare, Borges, Sarmiento o Mrmol. En la novela de Rivera se lee que la historia argentina en su mirada contrafctica, tiene ciertas claves para leer el presente de la escritura. Como todo documento de cultura lo es a un tiempo de barbarie, en el sentido del angel benjaminiano. Las formas de las relaciones con el poder y la muerte, la descomposicin de los cuerpos, el anonimato de las vctimas, la convivencia con el peligro, la inseguridad. La derrota del proyecto revolucionario, de algn modo est enunciada en los discursos que ficcionalizan la historia. En esta dulce tierra, es uno de ellos. La muerte de las utopas no es slo la imagen de la posmodemidad. Su derrota desde la lectura de Rivera est prefigurada en los discursos de la cultura del siglo XIX. Ficciones que involucran prceres pero sobre todo traidores. El pasado es una imagen que relampaguea. Cul es esa imagen? No saber Qu es, o qu significa ser argentino. El dibujo de marcas identitarias en crisis. La pertenencia a la tierra, a, "la dulce tierra", sucumbiendo, o el exilio. Se incursion as en ficciones de delito configuradoras de un estado nacional delincuente que remite a la historia poltica del pas. Desde poticas fragmentarias en las que la incertidumbre impregna los textos produciendo un efecto que vacila entre la evanescencia del sentido o su persecucin desde las fracturas o los intersticios. Ficciones de eliminacin, una de las textualidades ms fuertes en nuestro imaginario, tejidas como espacios alternativos de resistencia para seguir interrogndonos sobre nuestra tradicin cultural.
Actividad I (Plan I)
A continuacin se detalla el desarrollo de una clase de Literatura Argentina pensada para un 4 ao. Con el fin de hacer ms compresible la propuesta he decidido incluir los temas de la unidad y la articulacin de una de las clases. Unidad: La literatura argentina del siglo XIX y la construccin del imaginario nacional. Contexto histrico, cultural e ideolgico argentino de la generacin del 37. El Romanticismo como vnculo de una actitud combativa. Esteban Echeverra El matadero. Facundo Domingo Faustino Sarmiento. Intertextualidad. El farmer de Andrs Rivera. Objetivos: Contextualizar a la literatura argentina del SXIX en su realidad histrica, cultural e ideolgica desde una visin latinoamericana y europea. Comprender y estudiar el proceso literario en su relacin con otros discursos sociales: Poltica, Historia, Filosofa, Arte, etc. Establecer relaciones de intertextualidad entre discursos antagnicos y dicotmicos.
Estrategias de enseanza. La metodologa utilizada y descripta a continuacin est pensada para el momento de articulacin y relacin de El farmer de Andrs Rivera. Lecturas realizadas previamente. *El matadero de Esteban Echeverra. (Texto literario completo) *Facundo De Domingo F. Sarmiento (Seleccin de fragmentos) *El farmer de Andrs Rivera (Texto literario completo)
Marco terico. Poltica y literatura o literatura y poltica? Hay mucho sobre esta relacin, nunca aclarada, nunca dejada de lado, que piensa al texto literario dentro de los confines propios que le marcan los tiempos sociales. En ambos mundos (el poltico y el literario) se confa la posibilidad procedimental al lenguaje: ste es la materia de la cual se nutren estas esferas que continuamente parecen retroalimentarse y vivir en una constante muestra de canibalismo lingstico. Deca que poco se ha dicho de la relacin que se establece entre lo poltico, la esfera de lo moral, de la precisin lingstica, del orden y de la buena lectura, y la literatura; o sea, de cmo la poltica es, en su origen tico, una invencin, un objeto literario. Mueven estas reflexiones la idea de que el texto literario siempre deja un resto, algo indecible, que permite perpetuar las diferentes lecturas y sentidos que pareceran emanar de sus cimientos. Con esto
quiero afirmar que es este carcter de irreductibilidad del fenmeno lo que permite emparentar a la poltica con la esfera literaria. Se puede afirmar que la literatura es poltica, no en tanto su forma de circulacin, sino en que ambas esferas confan a la invencin su posibilidad creadora. No ser la primera vez en que se manifieste que es el lenguaje quien forma nuestra percepcin del mundo y es sta la materia desde la cual ambos fenmenos parten. La poltica se asemeja a la literatura en su origen: tanto una, como otra, concurren en una afirmacin tica con la cual cuestionan el orden establecido. El poltico, as como el literario, se proyectan en el mundo, actan sobre lo social, produciendo su "verdad"; intrascendente en el caso del primero, trascendente en el caso del segundo. Durante el siglo XIX, la literatura se relacion ntimamente con las luchas de orden poltico que se desarrollaban en nuestro territorio. Por esta razn, lo textos literarios en sus diferentes gneros estuvieron condicionados por el factor poltico. Por ejemplo, casi toda la produccin escrita hasta la cada de Rosas (1852) fue realizada en el exilio y contra el poder poltico que imperaba en Buenos Aires. Esta situacin, no poco frecuente en nuestro pas, determin de alguna manera los temas que abordaron los escritores y la forma particular que eligieron para sus producciones. La problemtica central de los escritores e intelectuales de la poca no pasaba por la literatura entendida como producto esttico-, sino por la necesidad de utilizar la escritura como instrumento para organizar la poltica e institucionalidad del pas. Los propsitos polticos que unan a la generacin del 37 eran los de la Revolucin de Mayo, es decir, los ideales de libertad y democracia y, especialmente, de independencia cultural, que no haba llegado a desarrollarse plenamente. En el plano literario, el grupo buscaba fundar una literatura nacional que rompiera con la herencia espaola y se acercara a las ideas francesas. Para los escritores del siglo XIX la poltica ocupaba un lugar primordial mientras que la literatura un lugar secundario. El ensayo era la prctica de escritura adecuada que les permita argumentar sobre sus ideales, no as la ficcin. Sin embargo, los intelectuales usaron tanto la escritura de ficcin como el ensayo de ideas para expresar su oposicin al poder poltico . Dicha oposicin no se dio solamente en el siglo XIX. A lo largo del siglo XX, el discurso de los intelectuales enfrent y enfrenta el poder de diferentes maneras. En este contexto se presentar la lectura comparativa de los textos de Esteban Echeverra El matadero, Domingo F. Sarmiento Facundo (seleccin de fragmentos) y Andrs Rivera El farmer. Ledo desde la perspectiva del Romanticismo, El matadero es un relato de denuncia poltica y social que muestra hasta qu punto, en esa poca, la superacin del enfrentamiento entre unitarios y federales era impensable. Los jvenes del matadero, entrenados en el cuchillo y en la pelea, difcilmente podran ser la cabeza pensante de una nacin. Esta representacin del conflicto poltico propio de la poca enfrenta dos mundos: el del joven unitario y el de la Mazorca, el de la civilizacin y el de la barbarie, el de la ciudad y el del campo, el del espritu y el del materialismo. Esta brutal oposicin slo pudo producir muerte y violencia. Domingo Faustino Sarmiento fue otro escritor que en la primera mitad del siglo XIX denunci a Rosas y se opuso a su gobierno. De hecho, su produccin literaria se circunscribi al perodo 1838-1852. Sin embargo, la ficcin que cultiv Sarmiento estaba muy unidad a la escritura poltica, a la palabra relacionada con la verdad. Tal vez Echeverra no se decidi a publicar El matadero en la poca de Rosas porque no confiaba demasiado en la efectividad poltica de la ficcin literaria. Esa misma desconfianza quiz llev a Sarmiento a adoptar para Facundo un encabalgamiento entre lo ficcional y lo histrico. Mucho se ha escrito acerca del gnero de esta obra: novela o ensayo? En sus pginas confluyen distintos gneros: la autobiografa (en la primera parte de la obra, por ejemplo); la biografa de Facundo Quiroga y la modalidad del ensayo, en tanto plantea como objetivo aclarar el proceso argentino que se inicia con Facundo Quiroga y llega hasta Rosas. El esquema bsico del libro se asienta sobre la oposicin civilizacin-barbarie, modernidadtradicin, ciudad-campaa; Buenos Aires-el interior del pas. La literatura es el lugar de la mediacin entre estas oposiciones.
La lectura de El farmer permite la conjugacin de pasado y presente, ficcin e historia. Dichos opuestos establecen un dilogo que concede a la obra una renovada vigencia y actualidad. Andrs Rivera arma una trama discursiva-poltica que retoma los opuestos que marcaron las dcadas de 1830 a 1850: unitarios y federales, civilizacin y barbarie, campaa- ciudad. Es tambin en este contexto en el que escoge la figura mtica de Rosas retomando valores que la generacin del 37 utiliz para erigir la dimensin mtica de este personaje en base a obediencia, terror, exilio, pero tambin, unificacin institucional y prosperidad. Revisa el pasado nacional con el fin de realizar un recuento de perversidades, infamias, traiciones y culpas que atraviesan lo privado y lo pblico. Nadie podra imaginar a un Rosas golpeando su pecho y hablando en primera persona. Por qu Rosas? Simplemente porque Rosas es la representacin del Mal y al poner en juego la salvaguardia de que Rosas habla de s mismo y se justifica y afirma: "Quien gobierne podr contar, siempre, con la cobarda incondicional de los argentinos"17 permite a Rivera realizar una lectura del pasado nacional a partir de un gesto poltico en el que convergen una actitud crtica y un compromiso esttico. El siglo XIX representa para el autor un momento histrico en el cual ha ledo y sigue leyendo el miedo como norma de disciplinamiento corporal y social, la muerte como instrumento para ordenar la vida. Su escritura se vuelve ms intensamente poltica en cuanto ms explora en la intimidad del personaje y es la tcnica de la digresin la que le permite, en cierta medida, llenar esos vacos de la historia y de la poltica nacional. Esa escritura de aspecto inacabado es lo que da lugar a exaltar la incgnita, la duda y la ambigedad en el personaje de Rosas que piensa y se piensa. A su vez, tambin esto le permite a Rivera transitar entre la experiencia lingstica de lo incierto, la experiencia narrativa de lo ntimo y evitar la verdad histrica Rosas es mito y desencanto, representa el nombre del primer terror alojado en el cuerpo social de la patria; la mitificacin de su figura est, en Rivera, doblemente expuesta: en primer lugar, como la amenaza siempre presente del miedo o de la muerte como instrumento para ordenar la vida individual y social y en segundo lugar, como fuerza (negativa) que busca reproducirse y perpetuarse. Metodologa de trabajo. El grupo de alumnos deber realizar la lectura individual de los textos seleccionados para su posterior reflexin. A) En torno a la lectura de la obra de Esteban Echeverra El matadero. 1) La literatura del siglo XIX en nuestro pas se caracteriz por su relacin directa con las ideas polticas. Estbamos organizando el pas y la Literatura dio el poder de sus palabras para la construccin de ideales. Haba que usar la palabra como un arma. *De qu manera se dan estas caractersticas? Transcribe citas textuales que puedan ser muestra de sus ideas y marcas de subjetividad del autor (explcita o implcitamente). *Ubiquen en la obra el fragmento en el que el narrador manifiesta que los jvenes del matadero no podran ser la cabeza pensante de una nacin. Quines podran serlo, por oposicin? *Cules son los valores y creencias de los personajes: Matasiete, el joven unitario y el juez? *Comparen el modo de hablar del joven unitario con el de los mazorqueros. Cmo caracterizaran el nivel de lengua de cada uno? *Qu se intenta sealar al incluir ese contraste en el texto? *De qu otro modo se muestran en el texto las diferencias entre unitarios y federales? B) En torno a la lectura de fragmentos de la obra de Sarmiento, Facundo Facundo encarna caracteres colectivos. Emana de l una fuerza, una conviccin, una seguridad en s mismo que est muy por encima de quienes lo acompaan. Por miedo o por ignorancia, porque se ha
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delegado en l la vida y la justicia, porque interpreta la manera de sentir, actuar y pensar del hombre de la campaa, el caudillo representa la ley. Es simblicamente el Padre. Por eso se lo sigue ciega y obedientemente porque, quienes lo hacen, no han sido capaces de asumir su libertad y sus responsabilidades. Facundo es la violencia, el coraje, el atropello a cualquier ley que no sea la de l mismo. Pero, adems, para Sarmiento, por su concepcin romntica, es el hombre representativo, el hombre grande, que por sus condiciones excepcionales, resulta un instrumento de la historia. *Qu aspectos de Quiroga permiten a Sarmiento verlo como el hombre grande y representativo? Con quines lo compara? *Determinen qu aspectos positivos y negativos coexisten en la personalidad del caudillo. *Por qu el gobierno de Rosas goz de la adhesin de toda la sociedad? *Apliquen la afirmacin de esta cita al anlisis de otros momentos de la historia argentina. Hay un momento fatal en la historia de todos lo pueblos, y es aquel en que, cansados los partidos de luchar, piden antes de todo el reposo de que por largos aos han carecido, aun a expensas de la libertad o de los fines que ambicionaban; este es el momento en que se alzan lo tiranos que fundan dinastas e imperios. ()
Sarmiento, Domingo F. Civilizacin y barbarie. Buenos Aires, Eudeba, 1961 (Fragmento)
C) En torno a la lectura de El farmer de Andrs Rivera. Intertetualidad. Cuando un texto nombra (desde la parodia o la cita) a otro, decimos que se dan elementos de relaciones intertextuales o polifnicas: voces que se unen en la trama del texto y nombran a otro. En El farmer se dan cita los discursos de Juan Manuel de Rosas y el de Domingo F. Sarmiento en torno a dos ejes sustanciales: escritura y poltica. Ambos Rosas y Sarmiento- construyen su imagen pblica, cada uno de su persona, a partir de la escritura. *De qu manera Rosas y Sarmiento construyen esa imagen pblica de su persona? *Desde qu perspectiva ideolgica-poltica escribe cada uno? *Por qu Rosas tambin se considera rival literario de Sarmiento? Actividad final de cierre y reflexin. El grupo de alumnos y alumnas realizar la lectura de los siguientes textos. A) Marcos Aguinis, Un pas de novela, Planeta. Buenos Aires. 1988.
*Por qu dice que la colonia es una Ley en barbecho? *Qu diferencia hay entre la ley (con minscula) y la Ley (con mayscula), segn Aguinis? *Estn de acuerdo con el autor en que el fenmeno del caudillismo sigue vigente? Fundamenten B) Fragmento de una entrevista realizada a Andrs Rivera: Un estilo propio habla de la experiencia histrica, Entrevistas, en Razn y Revolucin ao 2000, reedicin electrnica. () En algn otro momento, lleg El farmer, que ah s Martini lanz una primera edicin de cinco mil ejemplares lo cual era excepcional. Pero, por qu? No por las virtudes de la escritura, que no haba muchas en mi opinin, sino porque el personaje central era Juan Manuel de Rosas que sigue, an hoy, pesando en la poltica argentina. A tal punto puedo sostener ese juicio, que a las reuniones en bibliotecas de barrio a las que fui convocado, nunca falt, mejor dicho siempre estuvo presente, un viejo rosista al que le importaba un pito la esttica del libro, la escritura, l vena a defender la figura de Rosas. Por cierto, yo no me negu nunca al encontronazo poltico, no me atuve al escritor en su torre de marfil, dicindole, no, yo de poltica no discuto. Cmo no voy a discutir de poltica si todos mis libros estn impregnados de poltica y me es imposible concebir, an si uno escribe nada ms acerca del tringulo amoroso (marido, mujer, amante), prescindir de la poltica. Algo les pasa, an a los neutrales. La poltica tiene una ingerencia solapada o abierta en todas las actividades de la vida, tambin en los tringulos amorosos. Claro, por ahora, la poltica burguesa. Entrevista a Andrs Rivera: Un estilo propio habla de la experiencia histrica, Entrevistas, en Razn y Revolucin n 6, otoo de 2000, reedicin electrnica. *A partir de una discusin grupal, expliquen y fundamenten la siguiente hiptesis extrada de la entrevista: La poltica tiene una ingerencia solapada o abierta en todas las actividades de la vida. * Despus del trabajo realizado- se pueden establecer lmites precisos entre Poltica, Literatura e Historia? Justifiquen la respuesta.