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Ttul'dellibroen ingls:
THE BORTION: AN HISTORICAL ;ROMANCE 1966'
.. Richard Brautigan, 1970, 1971, EU de NA Simon and SchusterlEditores, Nueva York Traduccin de la primera edicin en ingls por Federico CampbelI Primera edicin en espaol DR. EDITORIAL EXTEMPORANEOS, S. A. I 1972 "e Av. Melchor Ocampo 256-A, B Y C Mxico 5, D. F. Apartado postal 5-442 Impreso y hecho en l\:Ixico L, ..... ,, Printed and made in M exico 9 33 57 93 125 145 Indice Libro 1: Muchachas de Bfalo, saldrn uste- des hoy en la noche? Libro 2: Vida Libro 3: Llamando a las cavernas Libro 4: Tijuana Libro 5: Mis tres abortos Libro 6: El hroe " ~ Libro 1 Muchachas de Bfalo, saldrn ustedes hoy en la noche? La biblioteca Esta biblioteca es muy hermosa, est perfectamente sincronizada, es exuberante y norteamericana. Es me- dianoche y la biblioteca de manera profunda y como si fuera un nio dormido se sumerge en la oscuridad de estas pginas. Aunque la biblioteca est "cerrada", yo no tengo que irme a casa porque sta es mi casa y lo ha sido durante aos, y adems, tengo que estar aqu todo el tiempo. En parte consiste en eso mi tra- 10 RICHARD BRAUTIGAN bajo. ~ o quiero dar la impresin de un burcrata me- nor, pero me da miedo el solo hecho de pensar lo que pasara si viniese alguien y no me encontrara. Me he sentado junto a este escritorio horas enteras contemplando los oscuros estantes de libros. Amo su mera presencia, la forma en que honran a la madera en la que yacen. S que va a llover. Las nubes han estado jugando todo el da con el azul estilo del cielo llevando de un lado a otro susne- gros y pesados vestuarios, pero hasta ahora nada de lluvia ha cado. "Cerr" la biblioteca a las nueve, pero si alguien tiene que traer un libro basta que toque el timbre que est junto a la puerta y que me localiza en cualqui'er parte, puede tocar el timbre que est junto a la puer- ta y que me encuentra en cualquier parte de este lu- gar no importa lo que yo est haciendo: durmiendo, cocinando, comiendo, o haciendo el amor a Vida, quien pronto estar aqu con nosotros. Sale del trabajo a las 11: 30. El timbre fue trado de Fort Worth, Texas. El tipo que nos lo trajo ya muri y nadie supo cmo se lla- maba. Trajo el timbre y lo puso en la mesa. Pareca algo cohibido y se fue, era muy extrao, hace mu- chos aos. No es un timbre muy grande, pero suele viajar ntimamente a travs de un hilo de plata que conoce el mapa por el que merodean nuestros odos. De vez en cuando traen libros al atardecer, o ya de noche, o muy temprano 'en la maana. Tengo que estar aqu para recibirlos. En eso consiste mi trabajo. "Abro" la biblioteca a las nueve en punto de la ma- ana y la "cierro" a las nueve de la noche, pero aqu . EL ABORTO 11 estoy veinticuatro horas al da, siete das a la sema- na, con el fin de recibir los libros. Hace unos das una anciana trajo un libro a las tres de la maana. O sonar el timbre en lo ms profun- do de mi sueo como si el zumbido de una pequea supercarretera se fuera introduciendo en mis odos desde una gran distancia. Tambin despert a Vida. -Qu es eso? -dijo. -El timbre -dije. -No, es un libro -dijo ella. Le dije que se quedara en la cama, que se volvie- ra a dormir, que yo me encargara del asunto. Me levant y me vest de la manera ms adecuada para bienvenir la entrada de un libro nuevo en nuestra bilioteca. Mi ropa no es muy cara pero se ve amable, limpia, y mi presencia humana es muy acogedora. La gente se siente mejor cuando me ve. Vida se haba vuelto a dormir. Se vea bien con todo su pelo largo y negro desparramado como un abanico de lagos oscuros sobre la almohada. No pude resistir ,la tentacin de levantar las cobijas y cont'em- pIar su larga figura dormida. Un olor fragante se elev como un jardn sobre esa cosa increblemente extraa que era su inmvil y dra- mtico cuerpo extendido. Sal y 'encend las luces de la biblioteca. Se vea bastante alegre, a pesar de que eran las tres de la maana. La anciana esperaba tras el grueso cristal de la puer- ta de enfrente. Como la biblioteca es muy pasada de moda, la puerta le tiene un afecto casi religioso . 12 RICHARD BRAUTIGAN La mujer se veia muy excitada. Era muy vieJa, ochenta yo dira, y llevaba el tipo de ropa que de al- guna manera la relacionaba con los pobres. P'ero no importa ... ricos o pobres ... el servicio es igual para todos y nunca podra ser diferente. -La acabo de terminar -dijo a travs del grueso cristal antes de que yo pudiera abrir la puerta. Su voz, aunque muy disminuida en su tono por el cris- tal, estallaba de regocijo, imaginacin y en Cierta for- ma de juventud. -Me alegro -dije a travs de la puerta. Todava no lograba abrirla dei todo. Compartarr.os la misma excitacin a travs del cristal. -Ya est hecho! -dijo al entrar en la biblioteca; la acompaaba una anciana de ochenta aos. -Felicidades -dije-. Es ta,n hermoso escribir un libro. -Me vine caminando hasta aqu -dijo-o Empec a caminar a medianoche. Hubiera llegado ms pronto si no estuviera tan vieja. . -Dnde vive usted? -dije. -En el hotel Kit Carson - d i j o ~ . Y he escrito un libro. Luego me lo puso en las manos como si se tratara de lo ms precioso dei mundo. Y lo era. Era una libreta de hojas sueltas del tipo de las que abundan en cualquier parte de Estados Unidos. No hay un lugar donde no se encuentren. Tena una gruesa etiqueta pegada en la cubierta y sobre la etiqueta, escrito con gruesas lneas de crayn verde, estaba el ttulo: .\ 0' 4 ~ .. EL ABORTO COMO HACER CRECER FLORES CON LUZ DE VEL EN CUARTOS DE HOTELES POR MRS. CHARLES FINE ADAMS 13 -Es un ttulo maravilloso -dije-o No creo que tengamos un libro como ste en la biblioteca. Esta es una primera adquisicin. Una larga sonrisa le cruzaba la cara que se haba vuelto vieja haca cerca de cuarenta aos, erosionada por los gases y los exilios de la juventud. -Me ha tomado cinco aos escribir este libro - d i j o ~ . Vivo en el hotel Kit Carson y all en mi cuarto he hecho crecer muchas flores. En mi cuarto no hay ventanas, por eso t'engo que usar velas. Son de lo mejor. Tambin he hecho crecer flores con la luz de una lmpara y con lupa, pero no parece fun- cionar muy bien, especialmente por lo que toca a los tulipanes y a los lirios del valle. Incluso he tratado de acelerar su crecimiento con linternas, pero el in- tento result muy decepcionante. Puse tres o cuatro linternas sobre unas flores de muerto, pero no sirvi de nada. Lo mejor son las velas. A las flores parece gustarles el olor de la cera derretida; no s si usted me entienda. Basta ponerles enfrente una vela para que empiecen a crecer. Empec a hojear el libro. Esta es una de las cosas que tengo que hacer aqu. En realidad, soy el ni- co que lo hace. El libro fue escrito a mano con cra- yones rojos, verdes y azules. Haba dibujos del cuar- to del hotel y las flores que crecan en el cuarto. El cuarto de la anciana era muy pequeo y estaba lleno de flores. Las flores estaban en latas de hojalata 14 RICHARD BRAUTIGAN y en botenas y en vasijas rodeadas de velas. Encen- didas. El cuarto pareca una catedral. Tambin haba el dibujo del antiguo gerente del ho- tel y otro dibujo del elevador del hotel. El elevador pareca un sitio muy deprimente. En su dibujo del gerente del hotel, ste se vea muy infeliz, cansado, y pareca pedir a gritos unas vaca- ciones. Tambin pareca' que miraba por sobre sus hombros algo que estaba a punto de entrar en su cam- po visual. Era algo que no quera ver y pareca estar ya muy, cerca. Debajo del dibujo estaban escritas las siguientes palabras: GERENTE DEL HOTEL KIT CARSON HASTA QUE FUE CESADO POR BEBER EN EL ELEVADOR Y ROBARSE LAS SABANAS. El libro tena unas cuarenta pagmas. Se vea muy interesante y era sin duda una buena adquisicin para nuestra biblioteca. -Tal vez est usted muy cansada -dije-o Por qu no se sienta mientras le preparo una taza de caf instantneo? -Sera estupendo -dijo ella-o Me ha tomado cer- ca de cinco aos escribir este libro sobre las flores. He trabajado en l muy intensamente. Amo las flo- res. Lstima que mi cuarto no tenga ventanas; hice lo mejor que pude con las velas. Los tulipanes resul- taron de maravilla. Vida dorma profundamente cuando regres al cuar- to. Encend la luz y Vida despert. Pestaeaba y su cara tena la suave calidad marmrea de las mujeres \ .... , . . , , ~ EL ABORTO 15 bellas cuando se les despierta de repente y an estn cansadas. -Qu sucede? -dijo-o Ya s, es otro libro -aa- di, contestando su propia pregunta. -S -dije. -De qu trata? -dijo automticamente, con la amable voz de un fongr,afo humano. -De cmo hacer crecer flores en cuartos de hotel. Puse a calentar el agua del caf y me sent junto a Vida; ella se irgui un poco y me puso la cabeza so- bre llS piernas de tal forma que mis muslos quedaron envueltos en su hmeda cabellera negra. Poda ver uno de sus pechos. Era maravilloso. -Bueno, qu es eso de hacer crecer flores en cuar- tos de hotel? -dijo Vida-o No debe ser tan fcil. Cmo es eso? -Con la luz de las velas -dije. -Ah, ah -dijo Vida. No poda verle la cara pero saba que estaba sonriendo. Vida tiene sus ideas so- bre la biblioteca. -Lo escribi una anciana -dije-o Le encantan las flores pero en el cuarto de su hotel no hay ventanas; por eso las hace crecer con velas. -Ah, qu cosas -dijo Vida, en el mismo tono de voz que siempre usa al referirse a la biblioteca. Para ella este lugar es pavoroso y no tiene mucho inters en l. No le respond. El agua del caf estaba lista; tom una cucharada de caf instantneo y la puse en una taza. -Caf instantneo? -dijo Vida. -S -dije-o Lo estoy haciendo para la seora que acaba de traer el libro. Ya es una anciana muy mayor 16 RICHARD BRA UTIGAN y camin un gran trecho para negar hasta aqu. Creo que necesita una taza de caf instantneo. -Pues parece que 10 necesita; y a lo mejor tam- bin necesita un poco de alcohol amlico. No te creas, bromeando. Necesitas que te ayude? Me le,- vanto. -No, no mi amor Yo me encargo de esto. Ya nos comimos las galletas que hiciste? -No -dijo. Estn por ah en una de esas bolsas -seal la bolsa de papel blanco que estaba en la mesa-o Creo que todava quedan algunas galletas de chocolate. -Para qu las pusiste en la bolsa? -le pregunt. -No s -dijo-o Para qu se ponen las galletas en las bolsas? Simplemente las puse. Vida apoyaba la cabeza en el brazo y me observa- ba. Se vea increble, su cara, sus ojos, su ... -,-Excelente observacin -dije. Tom la taza de caf y la puse en una bandeja de madera, junto con una lata de leche, azcar y un pla- tito con galletas. Vida me haba regalado la bandeja. La compr en Cost Plus Imports y me dio la sorpresa un da con ella. Me encantan las sorpresas. -Luego te veo -dije-o Vulvete a dormir. \ -Okey -y se meti debajo de las cobijas cubrin- dose la cabeza. Adis, mi amor. Llev el caf y las galletas a la anciana. Estaba ante la mesa medio dormida y con la cabeza sobre el brazo. Haba en su rostro una expresin de sueo. Lament interrumpirla. S lo mucho que un sueo puede significar, pero, en fin ... -Hola -dije. EL ABORTO 17 -Ah, hola -dijo ella, cortando el sueo brusca- mente. -Es hora de un cafecito -dije. -Ah, qu amable -dijo ella-o Precisamente es lo que necesito para despabilarme. Estoy un poco cansa- da porque me vine caminando desde muy lejos. Tal vez me pude haber esperado hasta maana y tomar el autobs, pero quera traer el libro cuanto antes por- que apenas lo acabo de terminar hoy a media noche, luego de trabajar en l durante cinco aos aproxima- damente. Cinco aos -repiti, como si Cinco Aos fuera el nombre de un pas del que ella fuera presi- dente y las flores cultivadas a la luz de las velas ran su gabinete y yo el Ministro de Bibliotecas. -Quisiera que registrramos el libro ahora -dije. -Estupendo, eso me .suena muy bien -dijo-o Las galletas estn deliciosas. Usted las hizo? Me pareci extrao que se me planteara una pre- gunta de esa naturaleza. Nunca me haban pregunta- do una cosa as. La pregunta me dej espantado. Es curioso que la gente lo agarre a uno fuera de guardia preguntndole algo sobre unas galletas. -No -dije. Yo no las hice. Las hizo una amiga. -Bien, qu bien, quienquiera que las haya hecho las sabe hacer muy bien. El chocolate es delicioso. Muy chocolatoso. -Qu bueno -dije. Ya haba llegado el momento de registrar el libro. Aqu tenemos la costumbre de registrar todos los li bros que recibimos, en el Gran Libro de la Bibliote- ca. Es un registro de todos los libros que vamos reci- biendo da con da, semana tras semana, mes tras mes, ao con ao. Todo entra en el Gran Libro. 1.0 RICHARD BRAUTIGAN No usamos la. clasificacin decimal Dewey ni otro sistema de ndices para localizar nuestros libros. Re- gistramos su ingreso a la biblioteca en el Gran. -Libro de la. Biblioteca y luego devolvemos el libro a su autor para que con toda libertad lo coloque en el lugar .de la biblioteca que le plazca,en cualquier estante que mejor satisfaga su capricho. En realidad no importa en qu lugar se coloca un libro porque nadie trata de .Iocalizarlos ni nadie vie- ne jams a leerlos. No 'es ese el tipo de nuestra bibliq. teca. Esta es otra clase de biblioteca. -Me encantan las galletas -dijo la anciana, mien- tras terminaba la ltima galleta-o Qu buen sabor a chocolate. De estas galletas ya no hay en las tiendas. Las hizo su amiga? -S -dije'-. Las hizo una gran amiga. -Bien, qu bien. Ya no hay muchas de esas en eS- tos das, usted me entiende ... -S -dije-o Las galletas de chocolate son muy buenas. Vida las haba hecho. Hasta este momento la anciana ya se haba termi- nado las ltimas gotas de caf, pero se las volvi a be- ber, a pesar de que ya no quedaba ninguna en la taza. Quera cerciorar:se de que no dejaba una sola gota en la taza, al grado de beberse dos veces la ltima gota de caf. Poda decirse que ya se preparaba a despedirse por- que trataba de levantarse de la silla. Algo me deca que nunca ms volvera por aqu. Esta sera su nica v i s i ~ ta a la biblioteca. -,ra sido maravilloso escribir un libro -dijo-o Ahora que ya est hecho, puedo volver a mi cuarto :EL ABORTO 19 del hotel y a mis flores. Estoy muy cansada. -Su libro -dije, extendindoselo-. Puede ponerlo en cualquier parte de la biblioteca, en el estante que quiera. -Qu emocionante -dijo. Llev su libro muy lentamente a la seccin que sue- len escoger los nios impulsados por quin sabe qu orientacin subconsciente. No recuerdo haber visto a nadie mayor de cincuenta aos colocar all un libro, pero ella se dirigi hacia all como si fuera guiada por las manos de los nios y coloc su libro sobre cmo hacer crecer flores con velas en cuartos de hotel en- tre un libro sobre los Indios (pro) y un tratado ilus- trado y muy favorable sobre la mermelada de fresa. Se vea muy feliz al abandonar la biblioteca y ca- minar muy despacio rumbo a su cuarto del hotel Kit Carson y a las flores que all la esperaban. Apagu las luces de la biblioteca y traje la bande .. ja a mi cuarto. Conoca tan bien la biblioteca que no me costaba ningn trabajo caminar en la oscuridad. El camino de regreso a mi cuarto se me haca muy agradable por el recuerdo de las flores, de Norteam- rica y Vida que dorma como una fotografa en la bi- blioteca. El accidente de automvil La biblioteca vio la luz primera de sus das debido al deseo y a la necesidad impostergable de tener un lu- gar as. Se trataba simplemente de que hubiera una biblioteca como sta. Aquel deseo engendr la existen- cia del edificio de esta biblioteca, que no es muy gran- 20 RICHARD BRAUTIGAN de por cierto, y a su personal de planta que en este momento da la casualidad de que est formado por m. La biblioteca es antigua, en el estilo de los ladrillos amarillentos del San Francisco posterior al terremo- to, y se localiza en el nmero 3150 de la calle Sacra- mento, en San Francisco, California, 94115, aunque no se aceptan libros por correo. Deben traerse en perso- na. Ese es uno de los principios fundamentales de la biblioteca. Muchas personas han trabajado aqu antes que yo. Con el tiempo se ha visto en el lugar un reajuste de personal considerable. Me pareCe que yo soy el biblio- tecario nmero 35 o 36. Me dieron el empleo porque era la nica persona que llenaba los requisitos y esta- ba disponible. Tengo treinta y cinco aos y nunca hice estudios de bibliotecario. He adquirido, en cambio, cierto tipo de conocimientos que resultan muy compatibles con el manejo de esta biblioteca. S entender a la gente y me encanta lo que estoy haciendo. Me parece que soy el nico norteamericano que pue- de desempear este puesto actualmente yeso es lo que estoy haciendo. Cuando termine mi labor aqu, ya en- contrar otra cosa que hacer. Pienso que el futuro me depara grandes cosas. El bibliotecario que me precedi estuvo aqu tres aos, pero finalmente tuvo que renunciar porque le tena miedo a los nios. Pensaba que maquinaban algo en su contra. Ahora vive en casa de unos viejos ami- gos suyos. El mes pasado me envi una tarjeta postal. Era ininteligible. Antes de l trabaj como bibliotecario un joven per- teneciente a una pandilla de motociclistas, la que aban- EL ABORTO 21 don durante seis meses con el fin de dedicar a la biblioteca un poco de su ternura. Tiempo despus re- gres a la banda y nunca dijo a sus camaradas dnde haba estado. -Dnde te metiste en los ltimos meses? -le pre- guntaron. -He estado cuidando a mi madre -dijo-o Estaba enferma y necesitaba grandes cantidades de sopa de pollo muy caliente. Quieren saber algo ms? Ya no tenan qu preguntarle. El bibliotecario anterior a l estuvo aqu dos aos, luego se march, de repente, a un chaparral a u s t r a ~ liano. No se ha vuelto a saber de l. He odo rumores de que an est vivo, pero tambin se ha dicho que est muerto; sea como fuere, est como est, vivo o muerto, yo estoy seguro de que todava est en el cha- parral australiano porque dej dicho que no regre- sara y que si volva a ver otro libro en su vida se cortara el cuello con una navaja. El bibliotecario anterior a l fue una muchacha que renunci porque estaba embarazada. Una tarde, un joven poeta le ech el ojo. Ahora viven Juntos en Mis- sion District y ya no son muy jvenes. Tienen una hija muy bella que no encuentra trabajo. Quieren irse a vivir a Mxico. A m me parece que sera un error de su parte. He visto a muchas parejas que se han ido a Mxico y que se separan inmediatamente cuando vuelven a Es- tados Unidos. Quienes quieran permanecer juntos, creo, no deberan ir a Mxico. El bibliotecario que estuvo antes que ella slo dur un ao. Muri en un accidente automovilstico. Un coche perdi el control y se estrell contra la biblia- 22 RICHARD BRAUTIGAN teca. Y lo mat. Nunca he podido entender cmo su- cedi, porque la construccin de la biblioteca es de ladrillos. Los 23 Ah, se siente tan bien estar aqu en la oscuridad de los libros. No estoy cansado. Hoy por la tarde he re- cibido ms o menos el promedio de libros que nor- malmente suelen traer: 23. All estn, muy bien orde- nados en los estantes. Apunt los ttulos, los nombres de los autores y al- gunos datos sobre las circunstancias del recibimiento de cada libro, en el Gran Indice de la Biblioteca. Me parece que 'el primer libro ingres hacia las 6: 30 de la maana. MI TRICICLO, por Chuck. El autor tena cinco aoS' y una cara que pareca haber sido arrasada por un torna- do de cicatrices. El libro careca de ttulo y de palabras en su interior; slo tena dibujos. -Cul es el ttulo de tu libro? -pregunt. El nio abri el libro y me hizo ver e'l dibujo de un triciclo. Me pareci ms bien una jirafa dentro de \ un ascensor. -Es mi triciclo -dijo. -Precioso -dije-o Y cmo te llamas t? -Es mi triciclo. -S -dije-. Muy bonito, pero, cmo te llamas? -Chuck. Puso el libro sobre el escritorio y luego corri hacia la puerta, dicindome: EL ABORTO 23 que irme. Afuera me esperan mi mam y mi hermana. lbaa decirle que poda poner el libro en el estante que quisiera, pero ya haba desaparecido. LA VESTIMENTA DE PIEL Y LA HISTORIA DEL HOMBRE, porS. M. Justice. El autor venia en motoci- cleta y vesta diversas prendas de cuero. Todo su libro hecho de piel. No s cmo, pero el libro fue im- preso. Nunca haba visto un libro de 290 pginas impre- so en piel. . Al entregar el libro a la biblioteca, el autor declar: -Me gusta la gente a la que le gusta la piel. AMOR. SIEMPRE HERMOSO, por Charles Green. El autor tena cerca de cincuenta aos y dijo que estuvo tratando de encontrar editor para su libro y que tena diecisiete aos cuando lo escribi. -Este libro ha roto el record de rechazos en las .edi- toriales -dijo-o Se han negado a .publicarlo 459 ve- ces y ahora ya estoy demasiado viejo. EL ESTEREO y DIOS, por el Reverendo Lincoln Lin- coln. El autor dijo que Dios vigilaba nuestros tocadiscos estereofnicos. Ignoro qu quiso decir con eso, pero arroj con gran fuerza el libro contra el escritorio y desapareci. HERMOSO PASTEL, por Brbara Jones. La autora no pasaba de veinte aos y llevaba un bonito vestido blan- co. -El libro es acerca de un pastel -dijo. SAM SAM SAM, por Patricia Evens Summers. 24 RICHARD BRAUTIGAN -Es un libro de ensayos literarios -dijo-o Siem- pre he sentido gran admiracin por Alfred Kazin y Edmund Wilson, especialmente por las teoras de Wil- son sobre Una vuelta de tuerca. Era una mujer de casi sesenta aos y se pareca mucho a Edmund Wilson. HISTORIA DE NEBRASKA, por Clinton York. El au- tor era un caballero de cerca de cuarenta y siete aos y aclar que nunca haba estado en Nebraska, pero que siempre le haba interesado esa regin. -Desde que era nio, para m todo ha sido Nebras- ka. Otros nios oan el radio o deliraban hablando de bicicletas. Yo me puse a leer todo lo que encontraba acerca de N ebraska. Nunca supe qu fue lo que me impuls a interesarme en el tema. Pero, de todas ma- neras, sta es la historia ms exhaustiva que se haya escrito sobre Nebraska. El libro vena en siete volmenes que el hombre cargaba en una bolsa de supermercado al entrar en la biblioteca. ME BESO TODA LA NOCHE, por Susan Margar. La autora era una mujer de mediana edad, un tanto inex- presiva, y pareca que nunca la haban besado. Haba que verla dos veces para corroborar si en en verdad \ tena labios en la cara. Era impresionante desGubrir su boca, casi totalmente escondida debajo de la nariz. -Es sobre besos -dijo. Creo que a su edad ya no estaba para subterfugios. Ni insinuaciones. ALCE, por Richard Brautigan. El autor era alto, rubio, EL ABORTO 25 tena un largo bigote amarillo que le daba una apa- r:i:encia anacrnica. Tal pareca que se hubiera senti- do mucho ms a gusto viviendo en otra poca. Era el tercero o cuarto libro que traa a la bibliote- ca. Siempre que llegaba con un nuevo libro se vea un poco ms viejo, un poco ms cansado. Se vea bas- tante joven cuando trajo su primer libro. No puedo recordar el ttulo, pero me parece que tena algo que ver con N orteamrica. -De qu trata ste? -le pregunt, porque pare- ca tener ganas de que le preguntaran algo. -Es un libro ms -dijo. Supongo que me equivoqu al pensar que tena ga- nas de que le preguntaran algo. ES LA REINA DE LA OSCURIDAD, CAMARADA, por Rod Keen. El autor llevaba pantalones de pechera y botas de hule. -Trabajo en los alcantarillados de la ciudad -dijo, extendiridome el libro-o Es de ciencia ficcin. TUS ROPAS ESTAN MUERTAS, por Leo Steinman. El autor, anciano, tena la apariencia de un sastre ju- do. Era muy viejo y pareca que el mismo Don Quijo- te le hubiera confeccionado unas camisas. -Realmente estn muertas, sabes? -dijo mostrn- dome el libro como si fuera un pedazo de ropa, una pierna de pantaln. JACK, HISTORIA DE UN GATO, por Hilda' Simpson. La autora era una nia como de doce aos ms o me- nos y apenas entraba en la pubertad. Sus pechos pare- can dos limones contra el suter verde. De&pertaba a la adolescencia de manera deliciosa. 26 RICHARD BRAUTIGAN -Y ahora qu traes contigo? -dije. Hilda ya haba trado previamente cinco o seis libros. -Es un libro sobre mi gato Jack. Es un animal muy noble, de veras. Pens que podra incluirlo en el libro, traerlo aqu y hacerlo famoso -dijo sonriendo. EL DOSTOIEWSKI CULINARIO, por James Falon. El autor dijo que se trataba de un libro de recetas encontradas en las novelas de Dostoiewski. -Algunas son muy buenas -dijo-o Ya he comido todo lo que cocin Dostoiewski. MI PERRO, por BilI Lewis. El autor tena siete aos y dijo "gracias" cuando puso el . libro en uno de los es- tantes. HOMBRE, * por Canton Lee. El autor era un caballero chino como de setenta aos. -Es un western -dijo-o Trata acerca de un ladrn de caballos. Siempre paso el tiempo leyendo westerns, as que me decid a escribir uno. Por qu no? Pas treinta aos de mi vida trabajando como cocinero en Phoenix. VICTORIA EN VIETNAM, por Edward Fox. El autor era un joven muy serio y dijo que slo podra conse- guirse la victoria en Vietnam si se mataba a toda la gen- \ te de ah. Recomendaba que despus de que matra- . mos a todos podramos traspasar el pas a Chiang Kai-shek, para que as pudiera atacar a China. -Slo es cuestin de tiempo -dijo. En castellano, en el original. EL ABORTO 27 TINTA DE IMPRESOR, por Fred Sinkus. El autor era un experiodista cuyo libro estaba ilegiblemente escrito a mano y las palabras desledas en whisky. -Ya est -dijo, y me entreg el libro-o Veinte aos -aadi, alejndose tranquilamente de la biblio- teca, apenas sostenindose en pie. Me qued contemplando veinte aos de labor entre mis manos. TOCINO MUERTO, por Marsha Paterson. La autora era una mujer joven inclasificable, a no ser por cierto aire de angustia en la cara. Me entreg el libro gra- siento y, llena de pnico, sali huyendo de la biblio- teca. En. efecto, el libro pareca estar hecho de tocino. Me dispona a abrirlo y ver de qu trataba, pero cam- bi de idea. No saba si fredo o ponerlo en el estante. A veces me parece una hazaa trabajar aqu como bibliotecario. UFO VERSUS CBS, por Susan Dewitt. La autora, una anciana, me dijo que su libro, escrito en la casa que su hermana tiene en Santa Brbara, versaba sobre la gran conspiracin marciana que se apoderara de la ca- dena de televisin Columbia Broadcasting System. -Aqu, en mi libro, estn todos los detalles -dijo-o Recuerda usted aquellos platillos voladores del ve- rano pasado? -S, me parece que s -dije. -Aqu est todo -dijo ella. El libro se vea muy atractivo y estoy seguro de que en l estn todos los platillos. EL HUEVO FUE PUESTO DOS VECES, por Beatrice 28 RICHARD BRAUTIGAN Quinn Portero La autora dijo que su coleccin de poesa era un resumen de toda la sabidura que haba logrado reunir durante los veintisis aos que vivi en un ran- . cho de gallinas de San Jos. -Es posible que no sea poesa -aclar-o Nunca fui a la universidad, pero seguro que es acerca de gallinas. ANTES QUE NADA, EL DESAYUNO, por Samuel Humber. El autor sotena que el desayuno era un re- quisito indispensable al viajar, pero que no se le daba suficiente importancia en muchos de los libros de via- jes; por ello, decidi un buen da escribir un libro sobre la importancia del desayuno en los viajes. EL BOSQUE RAPIDO, por Thomas Funnell. El autor no pasaba de treinta aos y pareca cientfico. Su pelo era ralo y se le vean las ganas de hablar sobre su libro. ~ E s t e bosque es mucho ms rpido que cualquier otro bosque normal -dijo. -Cunto tiempo le llev escribirlo? -pregunt, sa- biendo que a los escritores les gusta que les hagan este tipo de preguntas. -Yo no lo escrib -dijo-o Se lo rob a mi madre. Se lo tiene muy bien merecido, la perra inmunda. NECESIDAD DE LEGALIZAR EL ABORTO, por el Doctor O. El autor se vea muy medicinado y muy ner- vioso; tena aproximadamente cuarenta aos. El libro careca de ttulo en la portada. El ndice estaba muy bien mecanografiado, y era como de trescientas pgi- nas. -Es todo lo que puedo hacer -dijo. -Quiere usted ponerlo en algn estante? -dije. EL ABORTO 29 -No -dijo-o Usted encrguese de eso. Yo ya no puedo hacer nada ms. Todo es una verdadera ver- genza. Acaba de empezar a llover fuera de la biblioteca. Pue- do or chapotear las gotas contra la ventana y el eco entre los libros. Par'ecen saber que est lloviendo en la hermosa oscuridad de estas vidas mientras espero a Vida. Muchachas de Bfalo saldrn ustedes hoy en la noche? Debo aclarar desde ahora que la mayor parte de la biblioteca no se encuentra aqu. El edificio no es muy grande y por lo mismo no podra contener todos los libros que se han trado durante todos estos aos. La biblioteca ya estaba en funciones antes de que yo viniera a San Francisco. Se inaugur poco des- pus de 1870 y no perdi ningn libro en el terremo- toe incendio que tuvo lugar en 1906. Mientras todo el mundo andaba corriendo como gallinas con las ca- bezas cortadas, nosotros tuvimos mucho cuidado; ante todo, nada de pnico, nada de aterrorizarse. La biblioteca yace en un terreno inclinado que co- rre a lo largo y hacia abajo de la calle Clay, que hace esquina con la calle Sacramento. Slo usamos una pe- quea parte del lote y el resto est cubierto de pasto, hierbas, flores, botellas vacas de vino y nidos de amantes. Unas viejas escaleras de cemento se suceden a tra- vs de los edificios verdes de la calle Clay, frente a 30 RICHARD BRAUTIGAN los cuales hay lmparas elctricas antiguas, amigas de Thomas Edison, montadas en altos tallos de esprra- gos metlicos. Las lmparas estn instaladas en lo que fue una vez el segundo aterrizaje de las escaleras. Las luces no fUncionan ms y todo est tan crecido y es tan an- tiguo que es difcil saber por qu a fin de cuentas todo esto tena que existir. El traspatio de la biblioteca prcticamente ha des- aparecido debajo de las escaleras y las hierbas. Sin embargo, el csped de enfrente es muy limpio. No queremos que el lugar parezca totalmente una jungla. Podra ahuyentar a la gente. De vez en cuando viene un muchacho negro y cor, ta el csped. N o tengo dinero con qu pagarle, pero no le importa. Lo hace porque le caigo bien y porque sabe que tengo que estar adentro todo el tiempo y que por lo mismo no puedo cortar el csped. Siempre tengo que estar aqu, listo para recibir ms libros nuevos. En este preciso momento el csped est invadido de flores, de dientes de len y miles de margaritas des- parramadas aqu y all como una mancha Rorschach diseada por Rudi Gernreich. Las dientes de len son solteras y ms o menos se las arreglan entre s, pero, esas margaritas! Lo s porque las miro a travs de la puerta de cristal. El lugar est constantemente invadido de ladridds desde muy temprano, cuando despiertan los perros, y todava muy entrada la noche cuando los perros se van a dormir. Nos encontramos a unos c,uantos pasos de un hos- pital de perros y, aunque no puedo ver el hospital, EL ABORTO 31 muy pocas veces los perros dejan de ladrar. Ya me he acostumbrado. En un principio odiaba los condenados ladridos. As me ha Sucedido siempre; no me gustan los perros, pero ahora, cuando ya llevo tres aos aqu, me he ido acostumbrando a: sus ladridos. Ya no me molestan. Al contrario, a veces me gustan. Hay altas ventanas arqueadas en la biblioteca, so- bre los estantes, y adems tres rboles verdes' que aso- man por la ventana y desparraman sus ramas como una masa cOl1tra el vidrio. Amo esos rboles. A travs del cristal de la ventana y enfrente de la calle se encuentra una enorme cochera blanca con autos que entran y salen todo el tiempo, en horas de urgencia y enfermedad. Frente al estacionamiento hay un enorme letrero azul que dice GULF. Antes de que la biblioteca viniera a San Francisco estaba en Saint Louis; luego estuvo en Nueva York, durante mucho tiempo. Por eso tenemos muchos li- bros holandeses. Dado que el edificio es tan pequeo, nos hemos visto forzados a almacenar miles de libros en otro lu- gar. Despus del terremoto de 1906 nos cambiamos a este pequeo edificio para estar del lado ms segu- ro de la ciudad, pero no hay mucho cupo aqu, por voluntad o porque as lo determina el destino. Hemos aceptado 114 libros sobre el modelo T Ford, 58 sobre la historia del banjo, y 19 sobre las pieles de bfalo, desde que se inaugur la biblioteca. Conservamos todos los ndices que integramos al registrar el ingreso de cada libro, pero en su mayor 32 RICHARD BRAUTIGAN parte los libros estn almacenados en unas cuevas si- tuadas en el norte de California. Yo no tengo nada que ver con el almacenamiento de los libros en las cuevas. Ese es trabajo de Foster. El tambin me trae la comida, porque no puedo salir de la biblioteca. Foster no ha estado aqu desde hace unos meses, por lo cual me imagino que anda en otra de sus borracheras. A Foster le encanta beber y siempre le resulta fcil encontrar con quin hacerlo. Foster tiene cerca de cua- renta aos y viste permanentemente una camiseta de mangas, no importa qu tiempo haga; llueva o haga sol, calor o fro, siempre lleva su camiseta, su eterna prenda que slo la muerte podra arrebatarle de su cuerpo. Foster tiene el pelo rubio tan pardo como el de un bfalo y nunca lo he visto sin que est sudando. Es un gran amigo, de estilo algo exagerado, jocoso podra decirse, y tiene una facultad extraordinaria para encantar a la gente, a completos extraos, y ha- cer que le inviten a beber. Se entrega a borracheras de meses en los pueblos madereros cercanos a las cue- vas, se corre juergas con los leadores y se dan a la caza de muchachas indias en los bosques. Me imagino que volver uno de estos das, con la cara roja y curtida, lleno de excusas y manejando su enorme camin verde, listo para cargarlo de libros y llevrselos a las cuevas. ~ Libro 2: Vida' Vida La primera vez que la vi, Vida sobrellevaba penosa- mente el hecho de haber nacido en un cuerpo que no le corresponda y apenas era capaz de mirar a la gente; quera escapar y esconderse de esa cosa en la que es- taba contenida. Esto sucedi en San Francisco a fines del afio pasado. Una tarde, despus de salir del trabajo, vino a la 34 RICHARD BRA UTIGAN biblioteca: El establecimiento estaba "cerrado" y yo me encontraba en mi cuarto haciendo un poco de caf y pensando en los libros que haban llegado ese da. En uno de los libros se hablaba sobre un pulpo de enormes alas de cuero que en la noche sobrevolaba los patios de las escuelas exigiendo que lo dejaran en- trar a clases. Estaba poniendo azcar en el caf cuando o que sonaba el timbre de la puerta muy suavemente; ape- nas poda orlo, pero fue suficiente para alertarme y correr a abrir. Sal y encend la luz de la biblioteca. Detrs de los religiosos cristales de la puerta se encontraba una mu- chacha joven. Me espant. Aparte de una cara increblemente delicada, hermo- sa, con un pelo tan largo que le caa en los hombros como aletas de murcilago, haba algo muy inusitado en ella, pero no poda definir con exactitud qu era porque su cara era un perfecto laberinto que momen- tneamente me distrajo de aquella cosa indefinible y perturbadora. No me miraba directamente mientras esperaba que yo corriera la llave de la puerta y la dejara entrar. Traa algo bajo el brazo. Era algo envuelto en un papel marrn de bolsa y pareca un libro. Uno ms para las cuevas. -Hola ,-dije-. Pase por favor. , -Gracias ......,dijo ella, y entr con cierta torpeza en la biblioteca. Me sorprendi su torpeza ... No ~ e mi raba directamente a los ojos ni pareca mirar la bi:- blioteca. Seguramente vea otra cosa. Y lo que vea' no estaba frente a m, ni atrs de m, ni a mi lado. EL ABORTO 35 -Qu trae all? Un libro? -dije, con toda la in- tencin de parecer un bibliotecario amable para que ella se sintiera a gusto. Su cara era tan delicada, la boca, la nariz, los ojos, la barbilla, la curva de sus mejillas, todas sus faccio- nes eran bellsimas. Casi era doloroso verla. ----S -dijo-o Espero no haberlo molestado. Es tarde. -No -dije-o De ninguna manera. No, por favor, pase, pase al escritorio y registraremos su libro en el ndice de la biblioteca. As lo hacemos con todos los libros. -Me preguntaba cmo iba a hacerlo usted -dijo. -Viene de muy lejos? -pregunt. -No -dijo-o Apenas sal de trabajar. Tampoco se miraba a s misma. No s qu era lo que miraba, pero sin duda miraba algo de manera muy intensa. Creo que lo que miraba estaba dEmtro de ella, y tena una forma que slo ella poda percibir. Avanz hacia el escritorio muy torpemente, pero una vez ms la delicadeza de su rostro me distraa de la fuente de su torpeza. -Espero no haberlo molestado. S que ya es muy tarde -dijo desesperanzada, y luego dej la cosa que miraba dentro de s misma y me mir con la veloci- dad de la luz. En realidad s me molestaba pero no en la forma que ella supona. Algo incongruente haba en ella, pero an no lograba definirlo. Su cara, como un crculo de espejos, me hizo olvidar aquella extraa sensacin. -No, de ninguna manera -dije-o Este es mi tra- bajo y me encanta hacerlo. En ningn otro lugar po- dra estar mejor que aqu. -Qu? -dijo ella.' ~ 36 RICHARD BRAUTIGAN -Me encanta mi trabajo -Qu bueno que lo haga feliz -dijo. Pronunci la palabra feliz como si la hubiera estado buscando en la distancia con un telescopio., En sus labios rgi. dos y galileos .Ia palabra sonaba celestial. De pronto not qu era lo que me pareca tan ex- traordinariamente extrao en ella. Su cara era per- fecta, tan delicada, tan pequea, pero su cuerpo se haba desarrollado demasiado en relacin a su cara. Tena los pechos muy grandes, muy desarrollados, y la cintura increblemente delgada; y sus abultadas caderas remataban en unas largas piernas majestuosas. Su cuerpo era muy sensual e incitaba a la lujuria, mientras que su rostro botticelliano llevaba mi ima- ginacin al espacio sideral. De pronto percibi mi asombro ante su cuerpo. . Se ruboriz amargamente, tom la bolsa de papel, y sac el libro. -Este es mi libro -dijo. Lo puso en el escritorio dando un paso hacia atrs. Iba a alejarse ms pero cambi de idea. Me mir de nuevo y tuve la sensacin de que al- guien surga en su mirada, como si su cuerpo fuera un castillo y una princesa lo habitara. El libro tena una cubierta color mrmol y le falta- ba' el ttulo. Pareca una pieza dura de mampostera. -De qu trata? -dije, con el libro en la mano, las emanaciones de odio que salan de pagmas. . --Trata de esta cosa -dijo y de repente, en forma por dems histrica, se desaboton el abrigo y lo abri como si fuera la puerta de un horrible calabozo re- pleto de instrumentos de tortura, sufrimientos y con- EL ABORTO 37 fesiones sbitas. Llevaba un suter azul, una falda y. un par de botas de cuero negras a la moda. Tena un cuerpo extra- ordinariamente lleno y terriblemente desarrollado de- bajo de sus ropas, a tal grado que cualquier estrella de cine o reina de la belleza o vdette hubiera exu- dado amargamente el maquillaje de pura envidia. Se haba desarrollado a un grado tal que sobrepa- saba la imaginacin del hombre occidental: los pechos enormes, la cintura delgada, las caderas ligeramente altas, las piernas largas y torneadas como en Playboy. Era tan extraordinariamente bella que en caso de que los publicistas le hubieran puesto las manos en- cima la chica se habra convertido ya en un parque nacional. Sus grandes ojos giraron hacia m como se despla- za la marea de un piscina y empez a llorar. -Este libro trata de mi cuerpo -dijo-o Lo odio. Es demasiado grande para m. Es el cuerpo de otra persona. No es el mo. Met la mano en el bolsillo y. saqu un pauelo y una barra de chocolate. Cuando la gente se aflige o se preocupa, siempre le digo que todo saldr . bien y les doy una barra de chocolate. Les asombra y les hace bien. -Todo saldr bien -dije. Le ofrec un MiIky Way. Lo sostuvo sorprendida en la mano y se le qued viendo. Le di luego el pa- uelo . -Scate los ojos -dije-, y cmete el chocolate mientras te traigo un vaso de jerez. ' Se puso a jugar abstradamente con el envolto'io de chocolate como si se tratara de un instrumento pro- 38 RICHARD BRAUTIGAN veniente de algn remoto siglo del futuro, mientras yo fui y traje un poco de jerez para los dos. Me ima- gin que ambos lo necesitbamos. Cuando regres ella coma la barra de chocolate. -No es buensimo? -dije sonriendo. Supongo que mi ridiculez, al ofrecerle una barra de chocolate, la hizo sonrer y casi me mir directa- mente a los ojos. . -Por favor, sintate aqu -dije sealando una mesa y un.as sillas. Ella tom asiento como sli su cuerpo fuera seis pulgadas ms grande de lo que realmente era. Despus de sentarse, su cuerpo todava segua sentndose. Yo serv para cada uno un vaso de jerez Gallo (era lo nico que la biblioteca poda proporcionar) y luego se produjo una especie de silencio incmodo mientras bebamos el jerez. Estaba a punto de decirle que era una chica muy hermosa y que no se deba sentir mal por ello, que se equivocaba rotundamente al pensar que su cuerpo era una desgracia, pero decid mejor esperar un poco. No era eso precisamente lo que eUa quera orme decir ni tampoco era lo que yo quera decirle. Des- pus de todo, yo tengo mucho ms tacto. Ninguno de los dos queramos hablar de lo que pens en un prin- cipio. . -Cmo te llamas? -dije. -Vida. Vida Kramar. - Te gusta que te llamen Viiida o Vaida? -esto la hizo sonrer. -Vaida. -Cuntos aos tienes? -Diecinueve. Pronto cumplir veinte. El diez de EL ABORTO 39 este mes. -Vas a la escuela? -No. Trabajo de noche. Estuve en la Universidad del Estado durante algn tiempo, luego me inscrib en la Universidad del California, pero no s ... Ahora . trabajo de noche, y no est mal. Casi me miraba. -Acabas de terminar tu libro? -dije. -S, lo termin ayer. Quera decir, expresar lo que se siente ser como yo. Cre que era lo menos que po- dra hacer en la vida. Cuando tena once aos, mis pechos eran de treinta y seis pulgadas. Estaba en sex- to ao. Durante los ltimos ocho aos he sido el ob- jeto, la veneracin y el blanco de por lo menos 'un milln de bromas asquerosas. Cuando estaba en sp- timo ao me llamaban "la de los puntitos"'. No es precioso? Y nunca me ha ido mejor que entonces. Mi libro trata sobre mi cuerpo, sobre lo horrible que es tener a la gente encima y sentir que los hombres se le acercan a una y se arra:tran ante algo que no soy. Mi hermana mayor s me ve realmente como soy. -Es horrible. -Durante muchos aos tuve un sueo en el que me levantaba de la cama en la noche y entraba al cuarto de mi hermana y le cambiaba mi cuerpo por el suyo. Me quitaba mi cuerpo y se lo pona a ella. Le quedaba perfecto. Cuando despertaba, en la ma- ana, me encontraba con el cuerpo que realmente me corresponda y mi hermana tena esta horrible cosa que ahora llevo yo. Probablemente no sea un sueo muy bonito, pero lo estuve teniendo siempre entre Jos diez y los once aos. Nunca te podrs imagirtar lo que se siente ser como yo. No puedo ir a ningn sitio 40 RICHARD BRAUTIGAN sin provocar silbidos, gruidos, aullidos y obscenida- des de todo tamao; todos los hombres que encuentro quieren irse a la cama conmigo en cuanto me ven. Me equivoqu de cuerpo. Me miraba directamente a los ojos. Su forma de mirar pareca imperturbable; me miraba fijamente, como se contempla un edificio de muchas ventanas llenas de gente. Sigui hablando: -Toda mi vida ha sido un tormento. Yo, yo no s. .. Escrib el libro con el fin de decir qu horrible es la belleza fsica, y comunicar todo el terror que lle- va implcito. Hace tres aos muri un hombre en un accidente automovilstico por culpa de mi cuerpo. Yo caminaba por una autopista. Haba ido a la playa con mi familia, pero ya no poda soportar a mis parientes que insistan en que me pusiera un traje de ,bao: "No seas tmida, tranquilzate y divirtete". Me sen- ta muy mal con toda la atencin que atraa. Cuando un hombre como de ochenta aos dej caer la bola de helado de su cono en sus pies, me vest y me fui a dar un paseo por la carretera que pasaba justo cerca de la playa. Yo quera ir a cualquier parte. De pron- to, un hombre apareci en un carro. Aminor la mar- cha y me qued viendo como un tonto. Trat de ig- norarlo, pero insista en verme. Se olvid de todo, de dnde estaba y de lo que estaba haciendo y dej que el coche se fuera directamente hasta d o n d e ~ saba un tren. Corr hacia l y todava estaba vivo. Muri en mis brazos y me segua mirando. Era horrible. Haba sangre entre nosotros y no me quitaba los ojos de encima. Del brazo le saltaba una parte del hueso. Su espalda se ablandaba. "Eres bellsima", dijo cuando EL ABORTO 41 muri. Y justamente eso era lo que yo estaba neceo sitando para sentirme feliz. Cuando tena quince aos, un estudiante de la clase de qumica en la escuela se cundaria tom cido clorhdrico porque me negu a salir con l. Es cierto que estaba un poco trastorna- do, pero eso no me hizo ms feliz. El director me prohibi llevar suter en la escuela. Es esto -dijo Vida, gesticulando con las manos sobre el pecho-o No soy yo. No puedo hacerme responsable de lo que oca- siona mi cuerpo contra mi voluntad. Adems, nunca trato de utilizarlo para conseguir algo de nadie; nun- ca lo he hecho. Me he pasado la vida ocultndolo y ocultndome. Difcilmente podras imaginar lo que es pasarse la vida escondindose una de su propio cuer- po, como si se tratara de un monstruo en una pelcu- la, y luego tener que usarlo todava para comer, dor- mir e ir de un lugar a otro. Siempre que me bao siento como si fuera a vomitar. No es esta mi piel, quin sabe de quin ser. Nunca dej de mirarme al decir estas cosas. Me senta como una estatua en un parque. Tomamos un poco ms de jerez. Tuve el presentimiento de que ba- mos a necesitar mucho ms jerez antes de que ter- minara la noche. -No s qu decirte -dije-o Yo soy slo un biblio- tecario. No puedo fingir que no eres hermosa. Sera tanto como fingir que te encuentras en un lugar fue- ra del mundo, en China o en Africa, o que ests he- cha de algn otro material, o que eres una planta, o una llanta, o chcharos congelados o una estacin de autobuses. Entiendes? -No s -dijo. -Es la verdad. Eres una muchacha muy linda y no 42 RICHARD BRAUTIGAN vas a cambiar, as que lo mejor que puedes hacer es calmarte y acostumbrarte a lo que eres. Me mir y luego dej caer descuidadamente el abri- go sobre el respaldo de la silla, como si fuera una piel vegetal. -Una vez trat de ponerme vestidos muy holgados, my informales, pero de nada me sirvi porque me cans de andar vestida como puerca. Una cosa es te- ner esta cosa llena de carne y otra que la gente me ande llamando beatnik. Entonces me dirigi una gran sonrisa y me dijo: -Bueno, ese es mi problema. Ahora qu hacemoS? Qu es lo que sigue? Tienes ms chocolates? Hice como que sacaba uno del bolsillo y ella se ri estrepitosamente, lo cual me result muy simptico. De pronto, todo su inters se volvi hacia m en for.- ma por dems extraa. -Por qu vives en esta biblioteca tan rara? -dijo-o En este lugar adonde slo vienen los fraca- sados con sus libros. Me despierta curiosidad. Cun- teme su vida, seor Bibliotecario chocolatero. Al decir estas cosas sonrea. -Aqu trabajo -dije. -Decir eso es fcil, pero, de dnde vienes? Adn- de vas? -Bueno, he hecho todo tipo de cosas -dije con un falso tono de anciano-o He trabajado en empaca- doras, aserraderos, fbricas, y ahora estoy aqu. -Dnde vives? -Aqu -dije.
- Vives en la biblioteca? -S. Tengo un cuarto grande atrs, con unacoci- nita y un bao. . EL ABO'RTO' 43 -Djame verlo -dijo-o De repente me ha entra- do una gran curiosidad; me intrigas. Un seor joven como t que trabaja en un lugar espantoso como ste. .. en realidad, todo esto no indica que te hayas salido mucho del juego t tampO'co. -Le ests dando al clavo -dije, y ya senta que haba establecido contacto con ella. -As soy yo -dijo-o Es pO'sible que est loca, pero no soy tonta. Djame ver tu cuarto. -Muy bien -dije, sin estar muy seguro--. Est un poco desordenado. -Ests bromeando -dijo-. Quieres decir que aqu hay algo ordenado? No s cmo decrtelo, pero tengo la impresin de que has armado aqu un tinglado muy especial y muy loco. Esta biblioteca es, en cier- ta fO'rma, una extravagancia. Se levant de la silla y estir los brazos. Es difcil describir el resto ... nunca en mi vida haba visto a una mujer tan bien dotada, con un cuerpO' tan perfecto cuyo hechizo empezaba ya a invadirme. Le mostr mi cuarto con la misma premu- ra que se ve en la marea al avanzar hacia la playa. -Mejor tomo mi abrigo -dijo; dobl el abrigO' en- tre los brazos-o Despus de usted, seor Bibliotecario. -Nunca lo he hecho antes -dije abstrado, como si realmente nadie hubiera visto mi cuarto. -Ni yo -dijo ella-o Ser algo distinto para los dos. Empec a decir algo ms, pero estaba en tal forma abstrado que se me paraliz la lengua o la sent dis- tante e intil. -La biblioteca no est abierta ahora, verdad? -dijo-o Quiero decir, es medianoche y slo se abre para recibir libros muy especiales, para gente que vie- 44 ne tarde, como yo, verdad? -S, est cerrada, pero ... -Pero qu? -dijo. RICHARD BRAUTIGAN No supe de dnde vena ese pero, que se desvane- ci tan rpido como vino, reintegrndose a algn cru- ce de olvidos. -Pero. .. nada -dije. -Es mejor que apagues las luces entonces -dijo-o No tienes por qu desperdiciar la electricidad. -S -dije, sintiendo que una puerta se cerraba tras de m y sin poder evitar la sensacin de que esta muchacha, a primera vista tmida e infeliz, se estaba convirtiendo en algo muy importante y muy fuerte que yo no saba cmo manejar. -S, es mejor que apague las luces -dije. -S -aadi ella. Apagu las luces de la biblioteca y encend las de mi cuarto. No era lo nico que estaba yo encendien- do cuando se cerr la puerta tras de m y otra puerta se abri ante nosotros. -Tu cuarto es muy sencillo -dijo, poniendo su abrigo en mi cama-o Me gusta que sea as. Debes llevar una vida muy solitaria con todos estos fracasa- dos y chiflados, incluyndome a m, que vienen a traerte libros. -Para m es mi casa -dije. -Es triste -dijo-o Cunto tiempo llevas vivien- do aqu? -Aos -dije. -Eres muy joven para haber vivido aqu tanto tiempo -dijo-: Qu edad tienes? -Treinta y uno. -Es una buena edad. EL ABORTO 45 Estaba de espaldas hacia m y miraba el aparador de la cocina. -Est bien que me mires -dijo, sin moversiquie- ra un poco la cabeza-o Por alguna extraa razn no me importa que me mires. En realidad, me hace sen- tir bien, pero deja de actuar como bandido cuando lo haces. Me re. De repente se volvi hacia m y me mir a medias, lueg(l directamente y sonri contenta. -Realmente, me las he visto muy duras -coment. -Creo que casi lo entiendo -dije. -Qu amable -dijo. Extendi los brazos y se pas la mano por el pelo, provocando con ello un relampa- gueo de murcilagos que le revoloteaban en torno a los odos-o Quisiera tomar caf -aadi y me mir. -Lo pondr a calentar -dije. -No, djame a m hacerlo -dijo-o S hacer un caf estupendo. Es mi especialidad. Me dicen la Rei- na de la Cafena. -Bueno, qu caray -dije, un poco avergonzado-o Lo siento, pero slo tengo caf instantneo. -Entonces que sea instantneo -dijo-o As es el juego. A lo mejor tambin tengo mi estilo con el caf instantneo. Uno nunca sabe -dijo sonriendo. -Te traer las cosas -dije. -Ah, no -dijo-o Yo las traigo. Quiero conocer esta cocina tuya. Quiero saber ms de ti, y lo mejor es empezar por la cocina. Me basta todo esto para ver que eres un poco como yo. No ests a gusto en el mundo. -Por 10 menos djame hacer el caf -dije-o Es ... -Sintate -me orden-o Me pones nerviosa. No 46 RICHARD BRAUTIGAN se necesita ms de una persona para hacer caf ins- tantneo. Yo encontrar todo lo que haga falta. Me sent en la cama junto a su abrigo. Encontr todo lo necesario e hizo el caf como si estuviera preparando una gran comida. Nnca haba visto tanto cuidado y tanto amor puestos en una taza de caf instantneo. Tal pareca que preparar una taza de caf instantneo fuera un ballet y ella una bai- larina que haca piruetas entre la cuchara, la taza, la jarra y la cacerola llena de agua hirviente. Limpi la mesa,pero luego decidi quetomra- mos el caf en la cama, porque era mucho ms cmodo. Nos sentamos en la cama, tan apretados como dos chinches en una alfombra. Tomamos el caf y habla- mos acerca de nuestras vidas. Ella haba trabajado como tcnica laboratorista en un pequeo instituto que estaba estudiando los efectos de varios experimentos efectuados en perros con el fin de resolver una de las ms enigmticas cuestiones de la ciencia. -Cmo conseguiste el trabajo? -dije. -A travs de un anuncio en el Chronicle. -Que pas en la Universidad de San Francisco? -Me hart. Uno de ls profesores de ingls se ena- mor de m. Le dije que se fuera a volar y entonces me reprob. Me puse furiosa y me cambi a la U n i ~ vcrsidad de California. -Y qu pas en la UC? -La misma historia. No s qu les pasa a los!,ro- fesores de ingls conmigo, pero en cuanto me ven Ve- nir caen como guillotinas. -Dnde naciste? -En Santa Clara. Bueno, bueno, muy bien, ya he contestado a todas tus preguntas. Ahora cuntame EL ABORTO 47 cmo conseguiste este trabajo. Cul es tu cuento, seor Bibliotecario? -Simplemente tom posesin de l. -Entonces no fue por un anuncio en el peridico. -Nop. - Cmo tomaste posesin de la biblioteca? -El tipo que estaba antes no soportaba a los ni- os. Crea que le iban a robar los zapatos. Yo vine con un libro que haba escrito y mientras l lo re- gistraba en el Gran Indice de la Biblioteca, entraron dos nios y l dio un golpe seco en el escritorio, y entonces le dije que lo mejor era que yo me encar- gara de la biblioteca y que l se pusiera a hacer algo que no tuviera nada que ver con nios. Me dijo, en- tonces, que senta que se estaba volviendo loco, y as fue como consegu el trabajp. - Qu hacas antes de empezar a trabajar aqu? -Anduve en todos lados: en empacadoras, aserra- deros, fbricas. Una mujer me mantuvo durante un par de aos, luego se hart de m y me mand al diablo. No s ... -dije-o Todo era muy confuso a n ~ tes de que empezara a trabajar aqu. - Y qu vas a hacer despus de que te vayas de aqu. .. o es que no piensas irte de aqu alguna vez? --No s -dije,-. Ya saldr algo. Tal vez consiga otro trabajo o encuentre a otra mujer que me man- tenga nuevamente, o a lo mejor escribo una novela y la. vendo al cine. Vida se diverta con lo que le contaba. Habamos terminado ya el caf .. Era chistoso por- que sbitamente nos dimos cuenta de que ya no te- namos caf en las tazas y estbamos sentados juntos en la cama. "%0 RICHARD BRAUTIGAN -Y ahora qu vamos a hacer? -dijo ella-o Ya no podemos tomar ms caf y es tarde. -No s -dije. -Creo que sera muy cursi que nos acostramos -dijo-o Pero no se me ocurre nada mejor que po- damos hacer. No me quiero ir a dormir sola. Me gus- tas. Quisiera quedarme aqu contigo toda la noche. -Es un misterio -dije. - Quieres dormir conmigo? -dijo, no mirndome a m ni mirando hacia otro lado tampoco. Sus ojos se dirigan hacia un lugar indeterminado, medio mi- rndome y medio mirando otra cosa. -No tenemos adnde ir - d i j e ~ . Me sentira como un criminal si te dejara ir ahora en la noche. Es di- fcil dormir con extraos. Hace muchos aos que no lo hago, pero no creo que t y yo seamos extraos, verdad? Volvi sus ojos % hacia donde yo estaba. -No, no somos extraos. -,Quieres dormir conmigo? -pregunt. -No s qu es lo que pasa contigo -dijo-, pero me haces sentir muy bien. -Ha de ser mi ropa. Es muy tranquilizadora, muy calmante. Siempre ha sido as. Siempre me consigo ropa que hace que la gente se sienta mejor cuando est conmigo. -Yo no me quiero acostar con tu ropa -aclar sonriendo. -Quieres dormir conmigo? -dije. . ~ -Nunca he dormido con un bibliotecario -dijo, 99 por ciento mirando hacia m. .. el otro uno por cien- to empezaba a voltear. Empec a ver que empezaba a girar hacia m. EL ABORTO 49 -Traje un libro en el que repudiaba mi cuerpo y lo denunciaba como algo grotesco y paquidrmico, pero ahora lo que quiero es tomar esta enorme m- quina y recostarla junto a ti en medio de esta. extra- a biblioteca. Rumbo a Tijuana Qu cosa tan abstracta es quitarse la ropa frente a un ser extrao por primera vez. No es precisamente lo que intentamos hacer. El cuerpo parece como ale- j ado de s mismo y resulta extrao a este mundo. La mayor parte de nuestras vidas vivimos en forma privada bajo nuestras ropas, excepto en un caso como el de Vida cuyo cuerpo vive fuera de ella, igual que un continente perdido y habitado por sus propios di nosaurios. -Apagar las luces -dijo, sentndose junto a m en la cama. Su pnico me alarm. Todava unos segundos an- tes pareca tranquila y relajada. Qu brbara, con qu facilidad movilizaba todos sus monstruos en la men- te. Mi reaccin fue firme. -No, por favor, no. Sus ojos dejaron de moverse por unos segundos. Hicieron un alto como de aviones azules. -S -dijo-o Es buena idea. Ser muy difcil, pero no tengo otro camino. No puedo seguir as toda la vida. Gesticul al contemplar su cuerpo como si ste se encontrara tenddo en la distancia, en medio de un valle triste y solitario, y ella arriba de una montaa con la vista hacia abajo. Sus ojos se llenaron de l- 50 RICHARD BRAUTIGAN grimas. Ahora haba lluvia en las azules alas de los aviones. Luego dej de llorar sin que le quedara una lgri- ma en los ojos. La mir de nuevo y todas las lgri- mas se haban desvanecido. -Tenemos que dejar las luces encendidas -dijo-o No llorar. Te lo prometo. Me levant y por primera vez en un milln de aos la toqu. Toqu su mano. Mis dedos se movieron cau- telosamente entre sus dedos. Su mano estaba fra. -Ests fra -dije. -No -dijo-o Slo mi mano est fra. Se movi suavemente, torpemente hacia m y des'- cans su cabeza en mi hombro. Cuando su cabeza me toc, pude sentir mi sangre que daba un salto, mis nervios y mis msculos se extendan como fantasmas proyectados hacia el futuro. Mi hombro 'estaba empapado en una piel suave y blanca y sobre largos cabellos de relampagueantes mur- cilagos. Dej avanzar mi mano y le toqu la cara. Era tropical. -Ves? -dijo, sonriendo desfallecientemente-. Era slo mi mano. Era maravilloso incursionar sohre su cuerpo, tratar de no espantar la como a un venado que podra correr y escurrirse en los bosques. Yo, poticamente, cambi mi hombro como las l- timas lneas de un soneto de Shakespeare (El amor es una nia; entonces no debo decirlo / Dar total cre- cimiento a lo que no ha crecido) y al mismo empo baj su espalda hasta que qued tendida en la ~ a m a . Yaca all mirndome en el momento en que yo me inclinaba hacia adelante, descendiendo lentamente; la EL ABORTO 51 bes en la boca tan suavemente como pude. No quise que ese primer beso llevara consigo el menor sabor de carnicer. La decisin Es difcil decidir si se empieza por la parte superior o por la parte inferior de una muchacha. Con Vida no saba yo por dnde empezar. Realmente era un problema. Despus de que se irgui con cierta torpeza y puso mi cara en un pequeo recipiente que eran sus ma- nos y me volvi a besar suave y dulcemente otra vez, tena yo que empezar por algn lado. Me miraba constantemente; nunca me dejaban sus ojos, como si yo fuera un campo areo. Cambi de recipiente y su cara ~ e volvi una flor en mis manos. Dej que mi mano vagara suavemente sobre su cara mientras la besaba y mi otra mano des- cenda por su cuello y sus hombros. Pude ver el futuro que se remova en su mente en el momento en que me aproximaba a los confines de su pecho. Sus senos eran tan grandes, y estaban tan perfectamente moldeados bajo el suter que mi est- mago qued tambalendose como en una escalera la primera vez que los toqu. Nunca me dejaban sus ojos y dentro de ellos pude ver el acto de mis manos que se aventurahan entre sus senos. Era como una breve iluminacin azul. Me sent un tanto titubeante, desde un cierto pun- to de vista bibliotecario. -Te lo prometo -dijo ella incorporndose .hacia 52 RICHARD BRAUTIGAN m y apretndome ms fuerte las manos contra sus senos. Por supuesto, ella no tena idea de lo que me estaba haciendo. La escalera empez a dar vueltas. Me bes de nuevo, pero esta vez con la lengua. Su lengua resbal por la ma como un pedazo de vidrio caliente. Una decisin continuada Bien, mi decisin haba sido empezar por la parte superior; tena que llevarla a cabo, y pronto llegamos al momento de quitarle la ropa. Podra decir que ella no quera para nada tener nada que ver con esta operacin. No iba a ayudarme, desde luego. Todo dependa de m. Qu desgracia. No era exactamente lo que yo haba planeado cuan- do empec a trabajar en la biblioteca. Yo slo quera encargarme de los libros porque el otro bibliotecario no poda seguir hacindolo. Le tena miedo a los ni- os, pero claro, ahora ya era demasiado tarde para pen- sar en sus temores. Yo tena mis propios problemas. No slo me haba limitado a tomar el libro de esta linda muchacha. Ahora me enfrentaba a la posibili- dad de tomar su cuerpo que yaca ante m y tena que quitarle la ropa, para que as pudiramos unir nuestros cuerpos como un puente a travs del abismo. -Necesito que me ayudes -dije. No dijo nada. Simplemente me sigui viendo. Aque- lla breve e intermitente luz azul irrumpi una vez ms en sus ojos, pero se perda bajo los prpados. -Qu puedo hacer? -dijo. I EL ABORTO 53 -Sintate, por favor -dije. -Muy bien. Se levant desmaadamente. -Por favor levanta los brazos -dije. -Es sencillo, no? -dijo. No s lo que estaba sucediendo, pero sin duda al- guna ya haba empezado. Hubiera sido mucho ms simple tomar con gentileza su libro, registrarlo en la biblioteca, y mandarla por donde vino, pero a estas alturas eso era ya la prehistoria o la gramtica de un lenguaje perdido. -Cmo es esto? -dijo y luego sonri-o Me sien- to como un cajero de un banco de San Francisco. -Eso es -dije-o Entonces haz lo que diga el che- que -y empec a quitarle suavemente el suter. Res- bal sobre su estmago y subi sobre sus senos en uno de los cuales se ator momentneamente, por lo cual tuve que bajar y empujarlo hacia el pecho, y luego desaparecieron en el suter el cuello y la cara, para volver a aparecer luego que el suter sali de sus manos. Era fantstica la forma en que se vea. Me pude haber colgado de all durante un buen rato, pero se- gu movindome, tena que hacerlo. Mi misin en la vida era quitarle el sostn. -Me siento como nia -dijo ella-. Se puso de lado para que pudiera alcanzar el broche del sostn en la espalda. Tante en busca del broche por algu- nos momentos. Nunca he tenido mucha suerte con los sostenes. -Quieres que te ayude? -dijo. -No, yo lo hago -dije-o Me llevar unos das pero yo lo hago. No te desanimes. All. .. AH! Vida se ri. 54 RICHARD BRAUTIGAN En realidad no necesitaba sostn alguno. Sus senos permanecieron firmes cuando se separ de ellos el sos- tn que como el techo adicional de una casa fue a re- unirse con el suter. Era un montn difcil de ropas. Cada prenda haba sido ganada en una guerra ex- traa. Sus pezones eran pequeos y se vean delicadamen te sonrosados en comparacin con la amplia expan- sin de sus senos. Sus pezones eran muy finos. Eran una incongruencia ms en el cuerpo de Vida. Luego, al mismo tiempo, ambos miramos sus botas de cuero negras y largas, como una nube de anima- les que invadan sus pies. -Te voy a quitar las botas -le dije. Ya haba acabado con la parte superior de su cuer- po y ahora me dispona a actuar sobre la inferior. No cabe la menor duda de que las muchachas tienen in- numerables partes. Le quit las botas y luego las medias. Me gustaba la forma en que mis manos corran en sus pies como el agua en un riachuelo. Sus dedos eran los guijarros ms lindos que he visto. . -Levntate por favor -dije. Realmente habamos dado un paso hacia adelante. Se levant y le desabo- ton la falda que luego fui dejando caer por sus ca- deras y piernas hasta el suelo; Vida brinc de la falda y sta fue a dar al montn de las otras prendas obte- nidas en tan duras batallas. Me asom al interior de sus ojos antes de quitarle los calzones. Junto a los bordes de los ojos brillaban an breves luces azules y sus prpados se mantenan inmviles. -Ves? -me dijo-o Esta no soy yo -se irgui y EL ABORTO 55 me puso los brazos en el cuello-o Pero tratar de es- tar aqu para ti, seor Bibliotecario. Dos (37-19-36) soliloquios -No entiendo por qu las mujeres quieren este tipo de cuerpos. Son grotescos y tratan con tanto ahn- co de conseguirlos; levantan cielo y tierra con dietas, operaciones, inyecciones, ropa interior obscena, todo por llegar a tener una de estas condenadas c6sas; y si ya lo intentaron todo y no lo consiguen las muy es- tpidas se ponen a falsificarlo. Pues bien, aqu est uno que se pueden llevar gratis si lo quieren. Vengan a cogerlo, perras. No saben en lo que se estn me- tiendo o a lo mejor les gusta. Tal vez todas son tan puercas como las mujeres que utilizan sus cuerpos para cambiar el curso del dinero, como las estrellas de cine, las modelos, las putas. -Ay, Cristo! -Yo simplemente no alcanzo a entender laatrac- cin fatal que cuerpos como ste ejercen en hombres y mujeres. Mi hermana tiene mi cuerpo, alto y flaco. Todas estas capas de carne estn ms a I I ~ de lo que yo soy. No son mis pechos. No son mis nalgas. No son mis labios. Vivo dentro de esta porquera. Me puedes ver? Mira bien. Aqu estoy, seor Bibliote- cario. Se levant; me puso los brazos en el cuello, puse mis manos en sus caderas. As estuvimos vindonos mutuamente. -Creo que te equivocas -dije-o Aunque no te gus- te, lo cierto es que eres una mujer muy bella y tienes 56 RICHARD BRAUTIGAN un gran recipiente. No ser tal vez lo que t quieras que sea pero, sea como sea, t conservas este cuerpo y deberas hacerte cargo de l con el mayor orgullo que puedas. S que es difcil, pero despreocpate de lo que piensa y quiere la gente. Tienes algo que es hermoso; trata de vivir con ello. La belleza es una de las cosas ms difciles de entender en este mundo. No hagas tuyos los afanes sexuales juveniles del res- to del mundo. Eres una mujer joven, lista, inteligen- te, y es mejor que empieces a usar tu cabeza en lu- gar de tu cuerpo,que es lo que justamente has estado haciendo hasta ahora. No seas una triunfalista fatal. La vida suele ser demasiado corta para dilapidarla de esta manera. Este cuerpo eres t y es mejor que te va- yas acostumbrando a l porque es el nico que te fue concedido para habitar este mundO' y no te puedes esconder de ti misma. Esta eres t. Deja que tu her- mana tenga su cuerpo y t empieza a aprender des- de ahora en qu forma puedes apreciar y utilizar me- jor el tuyo. Creo que lo gozaras ms si te calmaras y dejaras de pensar en las cloacas de la gente. Si te acomplejas por los complejos de los dems, entonces el mundo entero se convertir en un inmenso patbulo. Nos besamos. Libro 3 Llamando a las cuevas Llamando a las cuevas Afqrtunadamente pude ponerme en contacto con Fos- ter, que estaba en las cuevas, cuando Vida descubri que estaba embarazada. Vida y yo discutimos el asun- to. La decisin en favor del aborto se produjo sin amarguras y la asumimos tranquilamente. -No estoy preparada para tener un hijo -dijo Vida-o Ni t tampoco, trabajando en un lugar tan loco como ste. Tal vez en otra ocasin, tal vez para 58 -RICHARD BRAUTlGAN otra ocaSlOn seguramente, pero no ahora. Me encan- tan los nios, pero no es el momento. Si no puedes darles lo mximo que puedas de ti,entonces lo mejor es esperar. Hay demasiados nios en el mundo, pero no demasiado amor. La solucin es el aborto. -Creo que tienes razn -dije-o No s ni estoy muy seguro de que la biblioteca sea un lugar muy loco, pero s creo que an no estamos listos para te- ner un hijo. Tal vez dentro de unos aos. Creo que debes usar la pldora despus del aborto. -S -dijo ella-o De hoy en adelante, la pldora. Luego sonri y aadi: -Parece que nuestros cuer- pos nos atraparon. --Sucede a veces -dije. -Sabes algo sobre este tipo de asuntos? -dijo Vida-o Yo, un poco. Mi hermana tuvo un aborto el ao pasado en Sacramento; antes de tenerlo fue a ver a un mdico en Martin County que le puso unas inyecciones de hormonas, pero de nada le sirvieron porque ya era demasiado tarde. Las inyecciones sir- ven si las tomas pronto y son un poco ms baratas que un aborto. -Creo que mejor le hablo a Foster -dije-o El se vio en un lo de estos el ao pasado y tuvo que llevar a Tijuana a una de sus nias indias. -Quin es Foster? -dijo Vida. -Es el que se encarga de las cuevas -dije. - Qu cuevas? -Este edificio es muy pequeo, como' puedes ver -dije. -Qu cuevas? -dijo ella. Supongo que me senta confuso por la gravedad de los acontecimientos en el vientre de Vida. No me ha- ELABOllTO 59 ba dado cuenta. Me calm un poco y dije: -Tenemos unas cuevas en el norte de California, donde almacenamos la mayora de 10S'libros porque este edificio es muy pequeo para nuestra coleccin. La biblioteca es muy antigua. Foster est encargado del trabajo de las cuevas. Viene cada dos o tres me- ses, llena su camioneta de libros y se los lleva a las cuevas donde los va almacenando. Tambin me trae comida y algunas otras pequeas c'osas que necesito. El resto del tiempo procura mantenerse ebrio y se dedica a la caza de las mujeres del pueblo cercano a las cuevas, casi todas ellas indias. Es un gran tipo. Un estallido de hombre. El ao pasado tuvo que ir a Ti- juana. Me lo cont todo. All conoce a un buen m- dico. En las cuevas hay telfono. Lo llamar. Nunca lo he llamado. Nunca he tenido que hacerlo. Aqu las cosas son muy calmadas. Pero mejor nos ponemos a resolver este asunto. Quieres ver la biblioteca mien- tras telefoneo? -S -dijo Vida-o Por supuesto. Ser un privile- gio. Nunca pens que acabara siendo la bibliotecaria de este lugar, pero supongo que deb haberlo imagi- nado cuando entr con el libro bajo el brazo. Sonrea; llevaba un vestido verde y corto. Su son- risa coronaba el vestido. Pareca una flor. -Slo tomar unos minutos - d i j e ~ . Creo que en la esquina hay un telfono, digo, si es que todava est all. No he salido de aqu en tanto tiempo que es probable que ya lo hayan quitado. -No, todava est all -dijo Vida, sonriendo-o Yo me encargo de todo. No te preocupes. La biblioteca qued'a en buenas manos. Me extendi las manoS' y me bes. 60 RICHARD BRAUTIGAN -Ves? -4lijo. -Sabes cmo registrar los libros en el Gran Indi- ce de la Biblioteca? -dije. -S -dijo ella-o S cmo hacerlo y a cada perso- na que traiga un libro le dar un tratamiento de rey. No te preocupes. Todo saldr bien. Deje de preocu- prse, seor Bibliotecario. Creo que has estado aqu demasiado tiempo. Tendr que secuestrarte ms tarde. -Podras pedirles que esperaran -dije-o Slo es tar afuera unos minutos. -Vamos -4lijo Vida-o Ya djate de glndulas de abuelita, ya deja esas secreciones de poltrona, te va a hacer dao. Afuera (brevemente) Ah, realmente haba sido mucho tiempo. No me ha- ba dado cuenta de que estar en la biblioteca tantos aos era casi como estar en una casa donde no trans- curre el tiempo, tal vez en un avin de libros, volan- do por las pginas de la eternidad. De hecho, estar afuera era bastante diferente a mi- rar por la ventana o por la puerta. Avanc por la calle sintindome extraamente torpe sobre la acera. El ce- mento era muy duro, agresivo, o q1.liz yo estaba muy ligero, muy pasivo. Era algo digno de pensarse. Tuve algunos problemas para abrir la caseta tele- fnica pero finalmente logr entrar y empec a Ha- mar a Foster cuando sbitamente ca en cuenta de que no traa dinero. M busqu en todos los bolsillos pero nada, ni un centavo. En la biblioteca nunca ne- EL ABORTO 61 cesitaba dinero. -Tan pronto de regreso? -dijo Vida. Se vea muy linda tras el mostrador, con su vestido verde y su ca- beza como flor. -No tengo un centavo -dije. Despus de que termin de rerse, lo cual le tom como cinco minutos, tom su bolsa y me dio varias monedas. -Eres demasiado para m -dijo-o Ests segura de que no se te ha olvidado cmo usar el dinero? Lo tomas as -sostuvo una moneda imaginaria entre los dedos y empez a rerse otra vez. Sal. Ya tena la moneda. Foster viene Habl por telfono a Foster. Pude or que sonaba el telfono que tena en las cuevas. Son siete u ocho veces y luego contest: -Qu pasa? -dijo Foster. Quin habla? De qu se trata, qu es lo que pretendes, desgraciado ... ? ,No sabes que es la una de la tarde? Qu eres? Un vampiro? -Soy yo -dij e-o Oyeme, condenado borracho. -Ah -dijo-o El nio. Caray, por qu no lo dices? Qu es lo que pasa all? Alguien llev un elefante con un libro escrito en l? Bueno, dale de comer al faIfa y por all llegar con la camioneta. -Muy chistoso, Foster -4lije. -No est mal, eh? -dijo-o Nada es imposible en ese .{iepsito luntico que tienes all. Qu pasa, muo chacho? 62 RICHARD BRAUTIGAN -Tengo un problema. - T? -dijo-o Cmo diablos puedes tener un pro- blema t si todo el tiempo ests adentro? O es que la palidez de la prisin que tienes empieza a desva- necerse? -No -dije-o Mi novia est embarazada. -jTIN TI RI TIN! jCU COl -dijo Foster y la con- versacin se interrumpi por un momento mientras Foster se rea tan fuerte que casi sacudi la caseta telefnica. Finalmente dej de rer y dijo: -Parece que en verdad has 'estado trabajando muy duro en la biblioteca, pero, desde cundo la fornica- cin es uno de sus servicios? Novia, eh? Embaraza- da, eh? JCU co muchacho! Ya te son el pajarito. Empez a rerse de nuevo. Todo el mundo se rea ese da menos yo. qu necesitas? -dijo-o Un viajecito a Tijuana? Una visita a mi abortero amigo, el doctor Garda? -Algo .as -dije. -Bien. Tomar unos tragos de desayuno -dijo-, y saldr hoy en la camioneta; llegar ya tarde en la noche. -Bueno -dije-o Eso es lo que necesito. Luego hubo una gran pausa al otro lado de la lnea. -Ustedes no tienen nada de dinero, verdad? Foster. -Es una broma o qu? -dije-o Dnde podra con- seguirlo? Ya sabes que mi empleo es el peor pagado del mundo porque no me pagan ni un centavo. Tuve que pedirle una moneda a mi novia para hablarte por cobrar. EL ABORTO 63 -Espera, creo que an estoy atragantado -4iijo-. No s que ha estado pasando. Estaba pensando que probablemente me lo gast todo anoche en unas bidas, o fue la semana pasada? No tengo un centa- vo. CU col jNi un centavo! -Y qu hay de mi comida? -dije, dndome cuen- ta de que tambin haba consumido mi dinero de vi- ticos. -Es bonita? -dijo Foster-. Conjurara una tor- menta de polvo con una vela a media noche? -Qu? -dije. -Te llevo el dinero, entonces -dijo-o Costar unos doscientos dlares si damos con un mdico ade,- cuado y que se porte como es debido. A veces le gusta especular (es el hombre de negocios que lleva aden- tro) pero puedes ablandarlo ponindole los dos bille- tes de cien en la mano. Vamos a ver. Necesitas bo- letos de avin y dinero para un par de das y tal vez un cuarto de hotel para que ella descanse despus de ver al doctor Garda. Ir al bar y pondr de cabeza a alguno de los clientes hasta que le saque del bolsillo todo Jo que necesito, as que cuelga, nio. Llegar hoy tarde en la noche y echar a andar el asunto. Nunca imagin que llegaras a esto, nio. Saluda a tu novie- cita y dile que todo saldr bien: Foster est en camino, Masturbacin jEse Foster! Regres a la biblioteca. Alguien sala cuando yo llegaba. Era un muchacho muy joven, como de diecisis aos. Pareca muy cansado y nervioso. Pas de prisa. -Dale gracias a Dios, mi amor, de que no te per- 64 RICHARD BRAUTIGAN diste -dijo Vida-o Me preocupaba que no pudieras encontrar el camino de regreso. Qu bueno verte de nuevo, mi amor. Rode el escritorio y casi sin aliento se acerc a m y me dio un largo beso. Haba perdido como el 50 por ciento de su torpeza desde que aquella noche del . ao pasado lleg a la biblioteca. El 20 por ciento que le quedaba me tena inquieto. -Qu tal sali? -dijo. -Muy bien -dije-o Toma tu moneda. Foster vie- ne hoy en la noche. -Qu bueno -dijo ella-o Me sentir mejor cuan- do todo esto haya terminado. No me gustara esperar ms el aborto. Me da gusto que podamos hacerlo cuan- to antes. -A m tambin. Foster conoce a un gran mdico -dije-o Todo saldr bien. Foster se encargar de ello. -Qu bien, qu bien -dijo-o Y el dinero? Yo tengo ... -No, no -dije-o Foster traer el 'dinero. -;,Ests seguro?, porque ... -No, estoy seguro -dije-o Quin era el mucha- cho que sali? -Uno que trajo un libro -dijo-o Lo recib muy bien, de la manera ms atenta, y registr el libro con mi mejor letra en el Gran Indice de la Biblioteca. -Hum -dije-o Es la primera vez que yo no re- cibo un libro en aos. -Mi amor -dijo ella-o No eres tan viejo, aunque lo pretendas, pero ese modo de pensar te va a e n v e ~ jecer si sigues insistiendo. Me bes otra vez. -Lo voy a ver -dije. , ; ~ , EL ABORTO 65 -Lo de tu edad? -dijo. -No, lo del libro. Se qued all y me sonri, mientras me acercaba al escritorio y abra el Gran Indice de la Biblioteca para leer: EL OTRO LADO DE MI MANO, por Harlow Blade, Jr. El autor tena cerca de diecisis aos y pareca un poco ms triste de lo que podra estar a esa edad. Se mostr muy tmido. Pobre nio. Me estuvo viendo con el rabillo del ojo. Finalmente dijo: -Usted es el bibliotecario? -S -le dije. -Esperaba encontrar a un hombre. -Sali -le dije-o Yo estoy en su lugar. No muerdo. -N o es usted hombre -dijo. -Cmo te llamas? -Qu? -Tu nombre, por favor. Tengo que apuntarlo en el Indice antes de que podamos aceptar tu libro. Tie- nes nombre, verdad? -S, Harlow Blade, Jr. . -Ahora dime, de qu trata tu libro? Debo tener ese dato tambin. Basta que me digas de qu trata y lo apunto en el Indice. -Yo esperaba 'encontrar a un hombre aqu. De qu trata tu libro? El tema, por favor. -Masturbacin ... Mejor me voy. Empezaba a darle las gracias por traer el libro y a decirle que poda ponerlo en el lugar que quisiera de la biblioteca, pero se fue sin decir ms. Pobre nio. Qu lugar ms raro esta biblioteca, pero supongo que es el nico lugar a donde se puede traer un libro. Yo traje los mos y an estoy aqu. 66 RICHARD BRAUTIGAN Vida me sigui hasta el escritorio y me puso el brazo en el hombro y ley el principio despus de que yo termin de leerlo. -Creo que no est mal -dijo. Ah, la letra de otro bibliotecario apareca ante m en el escritorio. Era el primer libro que no haba re- cibido yo y que no haba registrado yo en aos. Mir a Vida por un momento. Deb haberla vis- to de manera muy extraa porque dijo: -Ah, no. No, no, no. Foster Foster neg a medianoche. Estbamos en mi cuarto, sentados. Tombamos caf y hablbamos de cosas sin importancia que luego se olvidan, excepto quizs en los momentos crepusculares de nuestras vidas. Foster nunca se haba molestado Cll.ocar el timbre de la puerta. Deca que lo haca p : ~ n s a r que estaba entrando en alguna iglesi:l y que de iglesias ya haba tenido bastante en su vida. TAN! TAN! TAN!, toc la puerta con el puo; casi rompa el cristal. Foster no poda pasar inad- vertido ni ser olvidado. -Qu es eso'? -dijo Vida, brincando espantada de la cama. -Es Foster -dije. -Parece un elefante -dijo. -Nunca toca el timbre -dije. Salimqs a la biblioteca, encendimos las luces y all estaba Foster al otro lado de la puerta todava dn- dQle de golpes. EL ABORTO 67 Una gran sonrisa le invada la cara; traa su im- prescindible camiseta de mangas. Nunca se pona ca- misa, abrigo o suter. No importaba qu tiempo :Hi- ciera, fro o calor, o viento, Foster siempre llevaba puesta su camiseta. Sudaba a mares y su frondoso pelo rubio de bfalo casi le caa en los hombros. -jHola! -dijo. Su voz atraves el cristal como si ste fuera de papel-. Qu es lo que pasa aqu'? Abr la puerta y vi la camioneta estacionada enfreno te. La camioneta era grande y extraa; pareca un ani- mal prehistrico dormido frente a la biblioteca. -Bien. Heme aqu -dijo, me puso un brazo enci- ma y me dio un gran abrazo. En la otra mano tena una botella de whisky a la mitad. -Cmo va la cosa? Salud. Ya lleg Foster. Hola, t -le dijo a Vida-o Dios! Eres guapsima. Qu br- baro. Qu gusto haber venido. Cada milla vali la pena. Dios, seora, es usted tan guapa que caminara diez millas descalzo en una helada maana simplemen. te para ver su caca. Vida rompi su silencio. En su cara haba una gran sonrisa. Poda decirse que le cay bien al instante. Dios, cmo se haba relajado su cuerpo durante es- tos meses que habamos vivido juntos. Todava era un poco torpe, pero ahora en vez de considerarlo como un defecto lo vea como una forma de poesa y era encantadora. Vida se acerc y abraz a Foster. El le dio un gran abrazo tambin y le ofreci un trago de whisky. -Te caer bien -dijo. -Bien, lo probar -dijo. Limpi la boca de la botella con la mano, le ofreci la botella y Vida tom un traguito. 68 RICHARD BRAUTIGAN -Ey, nInO'. Prueba un pO'cO' t tambin. Le crece- r pelO' a tus librO's. -TO'm un tragO'. Guaug! -Dnde cO'nseguiste el whisky? -dije. -Se lO' compr a un indio muerto. El empate AD -Por dnde entramos? -dijo FO'ster. Tena el brazo sO'bre Vida. Eran como dO's chcha- ros, guisantes o arvejas en su vaina. Me gustaba que empezaran a simpatizar. Regresamos a mi cuarto a descansar y a hacer los planes para Tijuana. -Dnde has estado toda mi vida? -dijo Foster. -No en un campo de concentracin -dijo Vida. -Precioso! -dijo Foster-. Dnde encO'ntraste a esta nia? -Ella vinO' sola -dije. -Debera estar yo trabajando en la biblioteca -dijO' Foster-. NO' en las cuevas. Me equivoqu de lugar. Eres la cosa ms bella que he visto en toda mi vida. Dios mo, eres ms bella que el retratO' de mi madre. -Debe ser el whisky -dijO' Vida-o Siempre me veo mejO'r a travs de esos fluidos colO'reados de mbar. -S, es el whisky. Me ests poniendo mi prueba 86. Tomar por un tiempo la biblioteca mientras us- tedes se van a las montaas a sacudir los librO's de las cuevas. Es un lugar muy hermosO'. Pero no le digan a nadie que me conocen. JesucristO' y el viejO' Foster quemaron sus naves al mismo tiempo. En estos das so- brevivo de mi buen fsico. EL ABORTO' 69 El plan para Tijuana Regresamos a mi cuarto, nos sentamos juntos en la cama, tomamos un poco de whisky e hicimos planes para nuestro viaje a Tijuana. Generalmente no bebo pero me imagin que l situacin concerniente a ese momento de nuestras vidas ameritaba un pequeo trago. -Bien, se trata de un pequeo aborto -dijo Fos- ter-o Estn seguros ahora? -S -dije-o Ya lo discutimos. Es lo que queremos. Foster mir a Vida. -S -dijoeIla-. Somos demasiado inmaduros para tener un hijo ahora. Slo nos confundira y esta con- fusin no traera nada de bueno a un hijo. Ya es su- ficientemente difcil venir a este mundo sin tener pa- dres inmaduros y confusos. S, yo quiero el aborto. -OK, entonces -dijo Foster-. No hay de qu te- ner miedo. Conozco un buen doctor: el doctor Garca. No te har dao ni habr complicaciones posteriores. Todo saldr bien. -Te tengo confianza -dijo ella. Vida tom mi mano. -Los arreglos sO'n muy simples -dijo Foster-. To- marn un avin. Hay uno que sale a las 3: 15 de la maana a San Diego. Ya les tengo los boletos de viaje redondo. Llam al doctor y los est esperando. Llega- rn a T J antes de medioda y todo habr terminado en unas cuantas horas. Pueden regresar por la tar- de en el avin, si se sienten con ganas, pero si se quie- ren quedar la noche en San Diego les he hecho reser- vaciones en el Green Hotel. Conozco al tipo que es gerente del hotel. Es un buen hombre. Te sentirs un poco dbil despus del aborto, as que depende de ti 70 RICHARD BRAUTIGAN si quieres quedarte. Slo depende de cmo te sientas, pero no trates de venir si te sientes un poco aturdi- da; mejor pasen la noche en el hotel. A veces el doc- tor Garca trata de especular sobre el precio del abor- to, pero le dije que ustedes slo tenan 200 dlares y no ms y dijo "OK, Foster, lo haremos". No habla muy buen ingls pero es muy amable y muy bueno. Es un doctor comn y corriente. Me hizo un buen tra- bajo con aquella muchacha india el a.o pasado. Quie- ren saber algo ms? Qu brbara, qu bella eres! Dio a Vida un gran abrazo. -Yo creo que ya lo cubriste todo -dije. -;,A Vida? -dijo l. -No, no creo que falte ningn detalle -dijo Vida. ---l, y la biblioteca qu? -dije. --Y la biblioteca qu? -dijo Foster. - Quin la va a cuidar? Tiene que haber alguien aqu. Es un aspecto muy importante de la biblioteca. Alguien tiene que estar aqu las veinticuatro horas del da para recibir y registrar los libros. Esa fue la idea al fundar la biblioteca. No podemos cerrarla. Tiene que quedarse abierta. ---Quieres decir yo? -dijo Foster-. Ah no. Yo soy cuevero. Tienes que conseguirte a otro. -Pero alguien tiene que quedarse aqu -dije, vin- dolo sin quitarle los ojos de encima. -Ah, no -dijo Foster. -Pero -dije. Vida se diverta horrores con todo el asunto. A m me constaba que Vida no comparta la intensidad de mis sentimientos respecto a la biblioteca. Yo poda entender que se trata en m de una vocacin bastan- te rara, pero era algo que tena que hacer. '1 [ ' ~ EL ABORTO 71 -Yo soy cuevero -dijo Foster-, y nada ms. -Este es nuestro trabajo -dije-o Para esto se nos contrat. Tenemos que ocuparnos de la bilioteca y de la gente que necesita de sus servicios. -Estaba a punto de tocar ese tema -dijo Foster-. Es una operacin de pagos muy lentos. En dos aos no se me ha pagado nada. Se supone que gano $ 295.50 al mes. -Foster! -dije. --Estaba bromeando -dijo Foster-. F'ue slo una broma. Ten, toma un poco de whisky. -Gracias. -Vida? --dijo Foster. -Si -dijo ella-o Otro traguito me caer de mara- villa. Me tranquiliza. -Es el viejo tranquilizador indio -dijo Foster. -Te puedes encargar del lugar por un da o dos mientras vamos a Mxico a lo del aborto -dije-o No te matar dedicarle un da de trabajo. Hace aos que no mueves un dedo .. -Mi trabajo est en las cuevas -dijo-o Es una responsabilidad muy grande cargar los libros y llevar- los hasta all para acomodarlos, guardarlos y asegu- rarse de que las filtraciones de las cavernas no los lle. nen de hongos. - Filtraciones en las cavernas!? -dije, horrorizado. -Olvida que haya hablado de eso -dijo Foster-. No quiero discutirlo ahora, pero OK, me quedar aqu y me encargar de la biblioteca hasta que regreses. No me gusta pero lo har. -Filtraciones en las cuevas? -repet. -Qu es lo que tengo que hacer aqu? -dijo Fos- ter-o Cmo trato a los locos que traen los libros? 72 RICHARD BRAUTIGAN Qu es lo que haces t aqui? Toma un poco de whis- ky. Cuntame qu es lo que haces aqu. A Vida le diverta lo que estaba sucediendo. Cierta- mente era muy bella. Nos sentamos muy cmodos en la cama, realmente. El whisky nos haba hecho sentir flotar al borde de nuestros cuerpos y al borde de nues- tras mentes. -Es delicioso -dijo Vida. La amiga No. 1 de Foster -Qu es eso? -dijo Foster, movindose en la cama. -El timbre -dije-o Llega alguien con un libro para la biblioteca. Te ensear cmo recibimos con honores un libro en la biblioteca. Se trata de "darle la bienvenida"... es la frase que aqu usamos. -Suena como una sala fnebre- dijo Foster'-. Qu hora es? -Foster busc algo en el cuarto-o No oigo el tic taco Mir el reloj. Foster no poda verlo por la posicin que tena en la cama. -Ya pasa de la medianoche. -Es un poco tarde para traer un libro, no te pare- ce? Medianoche! Las doce. -Abrimos veinticuatro horas al da, siete das a la semana. Nunca cerramos --dije. -Dios mo! -dijo Foster. -Ves lo que quiero decir? -dijo Vida. -Claro -dijo Foster-. Este muchacho necesita un desc}nso. Luego mir a Vida. La miraba de una manera cl- sica computorada masculina, sin ser obvio o sensual EL ABORTO 73 y Je gustaba lo que miraba. Vida lo miraba sonriendo, sin abrir la boca. Permaneca imperturbable en su son- risa. Creo que esto haba sucedido antes. No era la misma chica que trajo su libro meses atrs. Se haba vuelto alguien ms con su cuerpo. -S -dijo Foster, finalmente-o S, tal vez mejor vamos a ver quin trae ese libro. No queremos tener- la, digo, tenerlos esperando. Hace fro all afuera. Foster nunca haba reparado en el fro en toda su vida; estaba medio borracho y su imaginacin empe- zaba a andar al galope. -Qu es lo que hay que hacer? -dijo Foster-. Mejor voy yo solo y me encargo del asunto. Ustedes nios pueden seguir sentados. No hay razn para de- jar de estar cmodos cuando el viejo Foster anda por aqu. Yo me encargo de ese libro. Adems, tengo que descubrir por mi cuenta todo lo que pasa aqu si es que vaya administrar este asilo mientras ustedes estn en Tijuana. La sonrisa de Vida se haba abierto; podan verse los inmaculados bordes de sus dientes. En sus ojos reverberaban pequeas luces. Yo tambin sonrea. -Qu es lo que tienes que hacer? Apuntas el ttu- lo del libro y el nombre del escritor y algunos datos sobre el tema del libro en el Gran Indice de la Bi- blioteca, verdad? -As es - d i j e ~ . Y tienes que ser amable tambin. Esto es muy importante. Tienes que hacer que la per- sona y el libro se sientan bien recibidos porque ste es el principal propsito de la biblioteca, es decir, aco- ger afectuosamente los volmenes despreciados, lri- cos o embrujados, ms importantes de las letras nor- 74 RICHAHD llRAUTIGAN teamericanas. -Ests bromeando -dijo Foster-. Seguramente ests bromeando. -Vamos, Foster -dije-o O volver a tratar lo de las filtraciones en las cavernas. No se te olvide, las filtraciones en las cavernas. -Muy bien. Muy bien Cu co -dijo Foster-. Lo har lo mejor que pueda y adems quin sabe: a 10 mejor estoy en mi mejor momento. No soy tan mal tipo. Piensa en ello, tengo muchos amigos. Quiz no lo admitan, pero ocupo un gran lugar en sus corazones. El timbre sonaba an pero apenas se oa; de todas maneras, alguien deba acudir pronto a la puerta. Fos- ter se levant de la cama. Se pas la mano por su rubia cabellera de bfalo, como si se peinara, antes de presentarse en la biblioteca. Blanco como la nieve Cuando Foster fue a la biblioteca a recibir su primer libro, Vida y yo seguimos sentados en la cama to- mando pequeos sorbos de la botella de whisky que Foster nos haba dejado. Poco tiempo despus Vida y yo estbamos tan relajados que se nos hubiera po- dido alquilar como un campo de margaritas. De pronto, perdimos la nocin del tiempo. Foster volvi arrojando la puerta. Se vea furioso, metido en su camiseta sudada. -Creo que mejor clausuramos esta casa de locos mientras ustedes se van al sur -dijo, pidiendo whis- ky con la mano derecha-o Pnganse a pensar en ello, deberamos cerrar para siempre este maldito lugar. EL ABORTO 75 Todo mundo a su casa. Recojan sus canicas. Esto es, si todava les quedan. Foster bebi un gran trago de whisky. Hizo una mueca y se sacudi cuando le cay al estmago. -Esto es mejor -dijo limpindose la boca con la mano. -Qu sucedi? -dijo Vida-o Parece que te pren- di la vacuna contra la biblioteca. _y me lo dices t. Ms whisky! -dijo Foster, di- rigindose a la botella como si sta fuera un blsamo curativo. -Espero que no hayas espantado a nadie -dije--. No es ese el fin de la biblioteca. Es un servicio, no un suplicio que tengamos que cumplir. _Espantarlos? Ests bromeando, nio? Fue todo lo contrario. Qu barbaridad, generalmente me llevo bien con la gente. -Qu pas? -repiti Vida. Bien. Sal y no estaba all precisamente lo que yo esperaba encontrar. Quiero decir, estaba parada all afuera ... -Quin era? -dijo Vida. _ Una mujer? -dije yo. -No importa -dijo Foster-. Djame seguir, por favor. S, all estaba una mujer yeso que yo uso la palabra mujer con muy serias reservas. Estaba tocan- do el timbre y traa un libro bajo el brazo. Me acer- qu a la puerta, lo cual fue un gran error de mi parte. -Qu pareca, cmo era? -dije. -No tiene importancia -dijo Foster. -Vamos -le dijo Vida-o Dinos. Ignorndonos, J!'oster sigui adelante, contando la historia a su manera. 76 RICHARD BRAUTIGAN -Cuando abr la puerta ella abri la boca al mismo tiempo. "Quin eres?", exigi saber en un tono como de trompeta. -"Soy Foster", le dije. -"Pues no te pareces a ninguno de los Foster que conozco", dijo ella. "Se me hace que eres otro por- que t no eres Foster." -"As me llamo", dije. "Siempre he sido Foster." -"jJa! Basta ya contigo. Dnde est mi madre?", pregunt amenazante. -"Cmo que tu madre? Eres muy vieja para te- ner madre todava", le dije. Ya estaba harto de se- guirle la cuerda. "Qu quieres hacer con ese libro?", le dije. -"Eso a ti no te importa, impostor de Foster. Dn- de est mi madre?" --"Buenas noches", le dije. -"Cmo que buenas noches? Yo no me vaya nin- guna parte. Me quedo aqu hasta que me digas dn- de se encuentr,a mi madre." -"Yo no s dnde est tu madre y francamente, para citar a Clark Gable en Lo que el viento se llev, me importa un bledo." -"jLlamar a mi madre Clark Gable!", dijo ella tra- tando de abofetearme. Bueno, como eso ya era dema- siado entonces la agarr la mano en el aire, se la torc y le di un gran empujn. Sali volando por la puerta como un bote de basura." -"jDeja salir a mi madre!", gritaba. "Mi madre, mi madre, mi madre!" -Empec a cerrar la puerta. Ya todo se estaba vol- viendo como un sueo. No saba si despertar o golpear a la muy perra. Trat de acercarse al cristal y enton- EL ABORTO 77 ces tuve que salir y acompaarla por las escaleras. Tu- vimos una pequea lucha en el camino pero le puse con fuerza la mano en el brazo y se calm; al mismo tiempo le ofrec caballerosamente torcerle su cuelllo de gallina si no se pona a caminar por la cal1e tan rpido como se lo permitieran sus piernas de perche- ro. Por ltimo gritaba: "No est bien que yo termine as, haciendo estas locuras que hago, sintindome como me siento, diciendo todas estas cosas", y al decir esto arrancaba las pginas de su libro y las arrojaba por la cabeza como una novia en su boda. -Como una novia en su boda? -dijo Vida. -Las flores -dijo Foster. -Perdn, es que no te entend -dijo Vida. -Ni yo tampoco entend -dijo Foster-. Recog una de las hojas para ver de qu clase de libro venan, pero no haba escrito nada en ellas. Eran blancas como la nieve. -As es como son las cosas aqu de vez en cuando -dije-o Nos llegan algunos autores perturbados, pero por lo general todo es tranquilo. Lo nico que tienes que hacer es ser paciente con ellos y tomar nota del autor del libro, su ttulo, y hacer una pequea descrip- cin del contenido en el Gran Indice de la Biblioteca, y dejarlos que pongan el libro en el lugar que elijan. -Con ste fue fcil -dijo Foster. Empec a decir algo. -La descripcin -dijo Foster. Empec a decir algo. -Blanco como la nieve -dijo Foster. La camioneta -Dormir en la camioneta -dijo Foster.