Alberto Romero - España Está Un Poco Mal
Alberto Romero - España Está Un Poco Mal
realizado en Madrid, a mediados de 1937. Romero recorri, como 61 narra en este libro muchos pueblos; visit las ciudades amenazadas por al pueblo esa la metralla; vi sufrir +-J sufripaol. E n uno de sus recorridos, en un reportaje calle. jero, un chiquillo le sali al encuentro, y a la pregunta insistente del escritor acerca del estado de Espaa, el muchacho le contest: "Espaa est un poco mal." Esta frase llena de esperanza y de resignacin al mismo tiempo, ha servido a Romero para dar ttulo al presente libro, en el cual no hay partidismo ni prejuicios. Romero no es comunista ni socialista: pertenece al grupo de hombres de buena voluntad que quierer. un mucdo democrtico y libre en el cual todos puedan expresar a su sabor opi niones y creencias. "Espafia est un poco mal" es un hito ms digno y limpio, en el camino del novelista de "La viuda del conventillo" y "La mala estrella de Pe rucho Gonzlez", hombre de conciencia, de sensi bilidad y justiciero. ERCILLA.
Nio de salud precaria, mis primeras jornadas por la vida transcurren en el casern del bisabuelo, un viejito de noble estampa, al que despus de sus das m e ,outaba acariciar con afectuosa curiosidad en el daguerrotipo conservado por m madre durante tantos aos i en el fondo de una cajueia repleta de embelecos familiares. olientes un poco a benju y otro poco a caoba, y q u e yo repasaba, sin poder reprimir una sensacin como de angustia q u e haca temlblar mis dedos de rap tor de misterio al contacto de ese mundillo henchido de ternura. Vieja casona criolla, sus anchos patios empedra dos donde crecan naranjos y enredaderas, sus zagua nes penumbrosos, las alacenas talla'das en los muros, sus desvanes profundos, constftuian un mundo demasiado vasto para la imaginacin e un chico enfermizo a quien la vida pareca condenar a ser el explorado solitario de aquellos rincones hendidos de sorpresas y sonoridades que, como el eco de un pasado lejano, brotabm a la menor presin de la realidad. Vida amable, melanclica. Un da entraron dos '* maestros" e n el hogar del bisabuelo y la fisonoma del casern cambi como cambia el rostro de las mujeres viejas despus de someterse a las manipulacio-
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nes de esos torpes magos de la belleza femenina. Se derribaron muros; una mampara de nogal flamante reemplaz a la verja de hierro; desaparecieron los na. ranjos que ensombrecan el patio, y yo, resbalando los pies sobre baldosas espejeantes, hube de empezar m i aprendizaje en la vida nuevai, que ola a barniz, a pintura fresca. Transformacin definitiva y violenta en la que apan y desaparecen cosas en forma inesperada, por s das surgi para m el conocimiento del abuelito espaol, de quien mi padre conservaba como recuerdo tina ajada cartera! de apuntes, un monograma graoro, un revlver con cacha de marfil y una d mbar que al cogerla dejaba entre los dedos un suave olor a nicotina. Al pequeo patrimonio dejado por ese gran bohemio q u e fu mi abuelo, hay que agregar una veintena de libros, algunos ilustrados r, en tomos grue con empastaduras deslum-
inquietud, y acariciando esa boquilla de mbar, y sobre todo, el trabuco, sent que en mi vida, un si e s no es y montona, despertaba la curiosidad de ver, r cosas nuevas, y admir al abuelo que pigrnentalba mi existencia con su espritu de aventura y su generosidad rumbosa de trotamundos. Juan, don Juan como lo llamaba mi madre, dienldo mis manos noveleras en el cajn del kscritorio donde dorman los trebejos del abuelo, me di con pasin, con amor, a darle vida y sentido al captulo familiar dentro del cual me sent el ausente triste
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Despilfarrador, inquieto, de ocupado, alegre, el misterio de esa vida que era la vida del abuelito espaol, se desparramaba en menudas sugerencias al acariciar e ejemplar del Quijote, los enormes tomos de i la historia de Lafuente, un Gil Blas y un Balmes que despedan un leve polvillo dorado a contraluz de la vena tana
Cuando estall el conlflicto con Espaa, mi abuelo que viva e n Valparaiso, mardh a su Sevilla. Parte dc la familia qued ac: mi abuela. chilena; mi padre, chileno, y una hermana suya. Muchos aos estuvo ausent e ; vivi en Madrid, en Andaluca, en Pars. Y viaj por el mundo, y, como los hombres que viajan muchd por amor al viaje, retorn pobre y aahacoso, a refugiar su pobreza y sus aahaquea en el hogar.
Dadivoso y sin ningGn sentido prctico ni la menor ambicin. ese doh Juan aiidaluz, de quien hered mi padre su bondad y sti optimismo, sumados a la bmuiIla de mbar y al mbnogramarde oro, fu poco a poco adentrndose en mi espritu, e n mi sensibilidad poco traba jada *
Gran tipo de espaol, de espaol romntico enamorado de la vida, las cenizas del abuelo descansan bajo un palmo de tierrd que mira al mar desde lo alto $el cerro porteo donde mis padres solan llevarme las tardes de vacaciones. El terremoto de 1906 derriib el tmulo y sobre el maleza1 se alza ahora una losa y sobre la losa queda
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Presagios de espaolidad, ancestro removido con el andar despacioso de los &os, yo no podra rematar estas glosas sin consignar un recuerdo a la memoria de otro anciano espao'l, conterrneo del abuelo Juan, al que conoc en Valparaso por la poca de esas mis anidanzas sentimentales, que han aclarado tantas cosas de mi vida en 1 s edad reflexiva.
sea una casa importadora de artculos espaoles, SI-
Se llamaba Leonardo.
tuada en la calle Prat. Obsequioso y acogedor, yo recuerdo a don Lecnardo con su jacquet gris claro y una corbata, invariablemente blanca, q u e se le confunda con el blanco de la barbita y de los bi$gotazosblancos, por entre c1.1yas guias afloraba una sonrisa bonachona y cordial. Alto, enjuto, la senectud no haba logrado mellar el organismo del seor Reina, ni restade agilidad al fsico, hecho con los elementos esenciales que aseguran el normal funcionamiento de las Celulas orgnicas. Don Leonardo estaba casi siempre solo y tena una frase sacramental para responder a saludo de mi l padre : -Aqu m e tiene usted, jgual, siempre igual exclamaba don Leonardo, como resumiendo el resultado de un ao de esa su vida apacible de viejo que vive en funcin de pasado. Mirado desde el gran ventanal abierto a la calle. el almacn daba una, sensacin de stano, que se ite
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Z L poco ~
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nuaba a medida que lq pupila iba conformando el diaIragma, a la luz del interior. Largo ms q u e espacioso, el local, con su hacinamiento de mercadera heterognea y sus pipas de vientre dorado recostadas perezosamente a lo largo del muro, me atraa con una fuerza extraa, irrefrenable. Armas forjadas en acero toledano, Irascos de aceitunas de pulpa sensual, mantones deslumbrantes, cajas de galletas, lindas ciigarreras, affiches con manolas exuberantes y paisajes impresos en colores agresivos, constitqan ese mundo pintoresco y extrao d e don Leonardo, el que sola despus evocar repasando las lminas de una coleccin de Blanco y Negro que descubr en casa. Todo esto debi ocurrir entre los cinco y los diez aos, que fueron aos de almacenamiento de emociones, de recuerdos; aos de reunir pequeas cosas que juego tendran un valor en la conciencia. Don Leonardo debi sucumbir en su soledad de caballero espaol, y yo sucumb en la ma soadora, cuando mi padre habl de cosas serias, del deber, de la responsabilidad. e IPero mi destino de evadido de m mismo estaba trazado, y en el colegio segu viviendo esa existencia que se estremece cuando suena el pito de las locomotoras, cuando frente a la playa cruzan los barcos que anubarran el cielo con su aliento denso de inquietud. El abuelito espaol, su trabuco, la Loquilla de mbar, el librito de apuntes y don Leonardo Reina y mis correras por el viejo Valrparaiso de oalles torcidas y puertas tachonadas de leyendas marineras. . .
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Todo acab de un modo vulgar y repentino cua do los maestros comenzaron a derriAbar los mur de la casa interior, vieja casi como la casona del bis buelo, que tena naranjos y desvanes sombros y ri cones misteriosos. Perdido en los caminos del viaje imaginario pa el cual la vida le da a uno los billetes falsificados q ruedan por ah, eoh a andar. (Naufrag el baohiller, y luego. . . Una historia la ga, tonta como todas las historias sentimentales q puede escribir un hombre frente a un libro de cont bilidad. l Pero esta maana ha repiqueteado e telfono tras el auricular he sentido el llamado de una vozd mujer y de espaola: -Romero, +querra usted ir a Espaa? Pens e n el abuelito espaol, en ese don Juan b tarate y h e n o ; y en don Leonardo, y en las aceit nas de don Leonairdo y en SUB mantones bonitos c tno mariposas. (Bresagios de Espaa? El libro de cuentas tena cara de risa y el cale dario marcaba una fedha: 14 de Abril. Y bajo este sol lindo del 14 de Abril, me he pue to a redariar unas lneas dirigidas a Mara Zambran y un poco a, la buena de Dios ha salido esta glos con ttulo y todo: Presagio de Espaa.
Marchar a Espaa, antes de ahora, habra significndo viajar; realizar una etapa alucinante del itinerario trazado en la niez; conocer ciudades y paisajes que al retorno uno acaba por hallar inferiores al mundo imaginario que surge de la realidad cotidiana como una reaccin del espritu.
Pero en este 1937 estertoreante y tembloroso, la Pennsula en guerra lanza una interrogacin sobre el mundo, y el viaje adquiere un sentido de contornos densos e inquietantes.
tierra madre,
En medio de las cosas terribles que sacuden a la lograremos cqncretar un juicio acerca di la realidad espaola? Pienso en Madrid, en el asedio de Madrid y en !a resistencia tan significativa de Madrid; y el coraun palpita, grvido de presentimientos obscuros y angustiesos,
L o s peridicos no consignan ninguna referencia acerca del Congreso de Escritores que se oelebrar en
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de los
Pirineos, si el azar de la guerra se empea en maloi y r a un acuerdo tobmado en Pars, en 1935, por ! a Asociacin Internacional de Escritores, que fij como sede de la segunda reunin la capital de Espaa. El chismecillo lugareo surge de esa! actitud intencionadamente discreta de l ,prensa: un congreso rojo, a escritores rojos, y hasta no falta quien delire con el oro de Mosc, ni )falta quien mconseje prudencia4 ni quien deslice una insidia amistosa o un consejo de esos que tienen doble fondo como el cofre de los prestidigitadores. -No te darn pasaportes, ni podrs entrar en Espaa, ni habr Congreso - dice uno, ms optimista que los otros, que aconsejan tomar los documentos en el consulado francs. Como he de ir a Paris, acudo al Consulado de Francia,, donde me atiborran de folletos de propagailda de la Exposicin y luego visan mis documentos con una anotacin breve y precisa: Non valable par 1E.spagne a Espaa, Madrid: l expectacin crece. Los peridicos ahora hablan de los disturbios de Barcelona y d e miles de muertos y de un Comit de no Intervencin. Pero pongo el pasaporte en l valija y tranqui!o a espero el desenlace.
EN MARC
26 de Mayo. Una claridad hosca se derrama haci-i
stIs
niqueles iil!antes, sus baldosas enceradas, su puleritur, su sigilo. Los amables muchachos de la Panagra se deslizan sin hacer ruido, y c c n movimientos diestros
Visteq de blanco ccmo los eniermercs y como loa enfermeros en trance de dar cloroiormo al paciente, van abrindose camino por entre esa gente que despide a 10s viajeros como a condenados a sucumbir en la mesa misma de 1 . operacin. 2 Un chico coge el pasaporte y luego reqresa c t n un seor que se empea en revisar el equipaje. -Vea usted lo que dice aqu: Non valable par 1Espagne me defiendo.
Pero el hombre no se convence y quiere enteran: d e si entre los trece kilos y medio de equipaje, hay c m y n o libros y zapatos, que revisa de cualquier manera mientras los dems viajeros ocupan s u sitio en el avin. 2
hay que correr para no quedarse en tierra s dando cuentas con el hombrecito que aplica las no mas de ese extrao arancel de exportacin.
aclara suavemente a la altura e la c dad de Los Andes. Sin ?obresaltos, las hlices comienzan a mord una atmsfera ms lmpida, que se distiende con u transparencia fria bajo la superficie luminosa de la m ana. Nuestro destino depende ntegramente de la pe cia del piloto e igual que nuestro destino, el piloto se dej a ver. l Por un raro presentimiento anoto el nombre conductor del San Martn: J. Pourcell (Transcurren meses, y leyendo La Nacin Buenos Aires, ese mster Pourcell, tan diestro, tan cidido, se me aparece convertido en una piltrafa carne carbonizada, convertido en un montn de hue calcinado^ que un pobre arriero descubri recorrien las montaas de la provincia de San Luis.) Un zumbido insistente, pero parejo hasta pare armonioso, delata el funcionamiento de los motore El campo semeja una enorme carta geogrfica la que !os caminos, los randhos, los ganados y los cidentes del terreno se insinan como los signos de mapa de4ajo de nosotros. L ~ e g adesaparecen los puntos de referencia y
La maIiana
E'apaika est
'uin
poco m d
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cordillera da la sensacin de un cetceo jven que sale a curiosear al camino, en medio del cual se desliza la mquina como un pjaro extrao, al que el animalota saluda sacudiendo sus espaldas cargadas de nieve. .Mister Pourcell acelera el ritmo d e ascensin, y en lnea iecta enfila hacia la cumibre del Aconcagun que brills como un cono resplandeciente suspendido en el espacio intensamente azul. La montaa, con sus aristas rugosas, se alarga como el fuelle de un acorden junto al ventanillo. Las hlices, cantanido, adormecen el odo y una sensacin plcida acaba por desconectar al viajero de 1 realidad, por elevarlo por encima de la realidad. s A la altura de Caciheuta alcanzamos a divisar los viedos de Mendoza, el Cerro de la Gloria, y luego la ciudad silenciosa y chata surge en el valle, volcndose como las piezas de un tablero de ajedrez, cuand o el "San Martn" realiza uno de esos virajes apretados que preceden al aterrizaje. Mientras visan los pasaportes, bebemos caf y fumamos e w tabaco argentino consistente y amargo que hace toser al que no tiene hbito de aspirar su perfuinq especioso. U n periodbta limeo hace frases en torno a1 paisaje y nos somete, a un colega argentino y a m, a un concienzudo interrogatorio para establea cer l Imposibilidad de realizar una descripcin honrada de lo que l llama, con frase atrevida, "la gran diosidad y magnificencia de la montaa". El telgrafo AnunciR neblina cerrada en Buenos Aires. -Y eso < q u significa)
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de la pampa, que se escurre bajo el avin, tersa iin cubrecanla he.r.ho con trocitos de todos co encajados el uno en el otro, formando u,ra capr geGmetria -Sar?tiago avisa que puede seguir hasta M video - me informa el asistente, que est dispon !ns mesas pava el almuerzo. Has- hnmbr.c. a dos mil metros y devoramo pidarnen:c nuestra racin de caldo, los empared a el ave, l macedonia. Luego nos coge una somnolencia amable San Martn y la pampa se tornan una visin c sa; una visin larga, larga, que dura hasta Bueno ES, que es otra visin confusa, con iardines, t alargados, torres altsimas y rieles y banderas. banderas rezagadas del 25 de mayo se estremece a %re !os jirones de neblina que flotan a l ver rio, y pasamos delante de ellas tajando el aire u m ve!ocidad desesperada, para, diez minutos tarde, emprender el vuelo en un anfibio que nos por encima del Plata hasta Montevideo, la ciudad dn, llena de intimidad y alegra. Tras la mquina van quedando, desparrarn los barcos que hacen la carrera Buenos Aires-M video. --El Almanzora grita el piloto, sealan
esposas y sus hijas, llenan de estrpito la cubierta, el comedor, los salones, y dondequiera que uno vaya se los encuentra gozosamente arrellanados en su euforia de ciudadanos que han logrado conquistarse un pasable buen vivir. El consumo de whisky corre de cuenta de un escocs inmensamente grueso y alto, que viaja en compa;ia He su esposa y de su hija, altas y gruesas como 61. Estanciero muy rico de Saata Cruz, el hombre se instala en un rincn del bar Cksde muy temprano y mientras su mujer y su hija lo contemplan sumidas en respetuoso silencio, el hombre bebe grandes vasos de whisky y fuma un cigarro puro de psimo olor.
los
es
la de
Como yo observara que el estanciero se calaha lentes para beber, Pablo Rojas Paz afirma que el o hombre no l hace porque los necesite, sino simplemente porque con los anteojos aumenta el tamao de la copa y el volumen del contenido. Esta gente ruidosa y pueril vive en un mundo al
que no puedo conectarme, y slo al comienzo, con al colega Rojas Paz en seguida, tentamos una exploracin en torno a esas isonomas extraas y a esos earacteres extraos, basta dar unidad a un mundo m h afn que se congrega en torno a Ia perenne alegra da Amparo Mom, que va a Espaa zi reunirse con su compaero, el gran poeta Ral Gonzlez Tun, y ea as cmo una noche nos encontramos reunidos dos ecultores brasileos, Vctor Amstrong y su esposa, A l berto Girondo, y don Rafael Girondo y su seora, admirable por su seoro y su bondad de corazn. L o s Girondo - l clasificacin resulta difcil cuana do se trata d e gentes cuyo espritu cae en el denominatienen esa cordiallidad fcil que caracdor comn teriza al argentino bien, al autntico wgentino, y me, sorprenden su criollismo elegante y la enorme facilidad con que asimilan la nota e color, el detalle tpico de nuestras tierras. El deporte de viajar no atena su autoctonismn ni ese orgullo de raza que aflora constantemente en la conversacin. Una inoche, no recuerdo a propsito de qu/: ni por qu, surgi el tema del circo y del circo c.hileno, en CMya imporhncia yo jams haba reparado. Don Rafael, con muuha erudicih, hizo la historia de un tony clebre y la d e otros de menor importanciai o que haba encontrado a l largo de aus viajes; y luego, en broma, afirm: a s t e d e s los chilenos tienen la paternidad del circo en Amrica; Chile es la tierra de los tonys. La conversacin M perdi en el rumor de la mwe-
jada y charlando de otras cosas, despiris, arribamos R Lisboa, y por la tarde, viniendo de Cintra, surge en e l camino la to!da flotante de un circo empavezado de Banderines. --Un circo, &e, Romero! grita don Rafael. Gii.ondo, apuntando a mi chilenidad. En efecto, era un circo; pero de lado a fado de !a calle cruzaba un carteln y en wacteres de todos dolores se destacaba esta leyenda:
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A partir de Santos, el barco deja de ser la casa honesta de los Rabbitts, y como que no quiere la cosa, R l fisonoma de los Babbitts se meacIan cmas de gena te aleatoria, formando un bric a brac en el que no faltan los personajes turbios, como esta mujercita que borda mariposas en un gran bastidor, asumiendo actitudes provocativas delante de los caballeros. Con todo, el elemento ms abucdante lo constituyen los eclesisticos y unos sejores de barba que se confunden con los eclesisticos. Cabina de por medio a la ma, viaja un franciscano joven, flaco, alto. Dos o tres veces me he cruzado con su mirada clara, henchida de pureza y bajo ese sayal presiento una vida torturada de autntico discpulo del poveretto de Ass. Me interesa conocer la historia del tempIo de San, l l Framcisco, e ms rico y e ms viejo templo de 10s trescientos quince que hay en <pI estado de Baha.
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Pero el Padre es alemn y como yo apenas entiendo el portugus que hablan los portugueses, el de este Padre a!emn me desconcert hasta no entender nada. Pero la cosa no termin ah: uno de los caballer o s d e barba que me sorprendiera cuando intentaba reportear al franciscano, ha venido por la noohe a! camarote a comunicarme que a la maana siguiente habria misa, y. c o m o buen cat!ico, se empe6 en flc\-arme de sacristn : Cenor. El hombre n o ha querido escucmmne y escapa sigiloso por el pasilio anoohecido del barco.
Una jaqueca salva i situacin; pero el seor se dea clara mi amigo y \meatrapa en el bar, en cubierta, en l sala de conversacin. a El noticiario de a bordo anuncia la muerte del g e neral Mola, y como se habla de Espaa, el pobre hombre me pregunta si voy a la Espaa bermella o a la de Franco, que es la suya. -Usted es portugus? C - titubea el viejo, resbalando la mirada hacia un blanco lejano, y luego se excusa con una cortesa tramposa y se va a chismorrear con una seorita calva que ocupa un asiento en la mesa donde nos han instalado a Amparo Rlom, a Rojas Faz y a m. Todo esto va tomando un cariz feo, y ms que feo, desagradable, que huele a asechanza, pienso. Pero cae la noche 5 con la noche se aflojan los nervios y uno acaba por ubicarse en su sitio y transige!
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en que los dems ocupen el suyo y sean como san TJ no como uno quiere que sean.
En la clasiiicacin de !as jerarquas, d hombre del reloj debe ocupar un sitio expectable, y s u misin e cargo tiene que corresponder a una, denominzci6n ra aa en la jerga de los marinos. Grande C Q ~ Oun medidor de corriente elctrica. forvado en un estuche de piel negra, nuestro hombre, desde por ia maana, pasea con su reloj, como un loc o \paseasu locura. Es un sujeto silencioso, de cara rubicunda y enormec rnostachos rubios. Imperturbable, mirando siempre como hacia1 el trmino de una ruta cuyo conoci1 miento escapa a conocimiento humano, entra en todos los sitios sin pedir permiso ni hacerse anunciar, y marchando recto hacia un punto tambien desconocido p3. ra nosotros, coge una llave, ?a conecta con el teloj y despcis de hacerla girar en un medio circulo, sale, estelando sobre nuestras cabezas un desprecio frio, insolen* te. En estos das de calor tropical, en que los nervios andan un poco por su cuenta, la figura de este sujeto automatizado resuIta particularmente odiosa. S fuera un hombre inteligente como Chapln, tirai o ra el reloj. Pero no l parece, a pesar de su figura arrogante y s u eterna mueca de desprecio, y me o figuro entre sueos atormentado por la pesadilla del-reJ ioj; l veo cadver, tendido en un atad q u e no pueo de tener otra forma que la de un reloj.
Como no s si el reloj que Ileva este odioso personaje sirve para dar la hora y controlar la maroha de los dems relojes e ignoro cul es su misin y por qu se le tolera, interrogo a mi amigo Vctor Amstrong, que es el hombre que conoce todos los secretos del barco, y Amstrong me informa: --Es el sereno y llena una funcin importantisima de vigilancia. Si se durmiera, el reloj lo delatara. E n ceda reparticin hay tuna llave y como el hombre tiene que recorrerlas todas para comprobar que no OCIIrre nada anormal, han inventado el reloj de cuerda intermitente, que deja estampado su trayecto y la hora precisa en que entr a cada parte. -Y al hombre tambin habrn tenido que inventarlo, porque mire que es horrible. . -S, ,horrible para usted, para mi, si nos obligaran a llevar un reloj a cuestas; pero a l no lo obliga nadie a desempear ese menester y a lo mejor result que nos mira en menos, imaginando que la funciln a 1 que 6 cumple est por encima de todas las de-
ms.
Desde hace tres das navegamos con mar de fondo, sin divisar tierra. Por entre las me= del grii* cruza el hambre automtico, rubicundo, serio, indiferente El estanciero de Santa C u rz autmata tambin-, !sa maM S entrelazadas sobre el abdomen, mira su whisky por detrs d e los lentes y bosteza; en seguida bosteza l e hija gorda, y despus la mam. Tedio, e la intolerancia del tedio 3 Todo puede ser: hace tres dias :. .
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Roger, el ingls que atiende el servicio de l mea sa, es el hambre ms simptico de la tripulacin. Como buen ingls, se niega a aprender castellano; quiere ensearnos su ingles y si por cortesa pedimos un plato a viva voz, el hambre exige que la pronunciacin sea correcta y hay que repetirle muchas veces las cosas para que se d por entendido de aquello que entiende tan bien como nosotros, slo que es ingls y el ingls cree que su idioma es el primero del mundo y merece respeto. Despus de Roger, .hay que situar en el plano de los $hombres simpticos al negro lamparero Negro teido a tinta ohina, negro be elevada estatura, corpulento; oficia de electricista y de repartidor de luces. El espectculo que ofrece este negro comienza A l puesta del sol y dura hasta que obscurece. Y o l a a Be visto, cargado de lmparas, subir por la escalerrt de proa y lo he sentido cantar mientras reparte sus lu* ces que, como estrellas, como juguetes bara l s neo gros, va fijando en los botes salvavidas, en los puen-
tes.
Mono grande para los niitos rubios, para esos hijos de millonario y esas nieras tercas y orgullosa* que juegan slo con sus pupilos, e negro ha logrado l conquistarse a la poblacin menuda del "Almanzora y canta para ella y zapatea y se rie ensendoles
..
PUB
dientes blancos y enormes. Hoy se ha re@etido e simulacro de salvataje que l nos sirven dos o tres Y por semana como nmr-
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ro de entretenimiento y he visto al negro caminar, serio, en r;Yedio de la tripulacin, llevando s u salvavida-, y esa gorrita que no ie calza en su cabezota motuda. Pareca enojado, triste. C o m o el pato rabioso de 10s dibujos animados, rnavculiaba no s i qu protesta, y ocultaba s u figura imponente cumdo lo observa-
ban.
intil porque el negro tiene conciencia del decoro. como puede tenerla Babbitt o cualquiera que rehuse de j a i s c irrstantanear en paos menores. i Bravo, John !l -o saludo. Y el negro me mira sorprendido y se sonre con sus dientazos blancos, mientras el estpido seor Babbitts. vociferante, pliega su mquina. iNegrito ilcno de humanidad, de alegra, si yd fuera hiio de millonario querra tener un juguete cica y muchas Itmparas p2va que las echase a volar por l n noche como mariposas, como estrelles!
y f u i intil;
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Pernambuco Luz enceguecedora y caliente; flores vvidas. En un erial prximo a l drsena retozan los mulos de un a regimiento de artillera. Lentamente bordeamos la ra que se interna en la
ciudad.
L o s bondis pintarrajeados c o m o trencitos de juguete se entrecruzan en las calles que no son estrechas como las de Santos ni febriles como las de Ro, sino espaciosas, claras. Bebemos caf en esos dedalitos de porcelana POlicroma en los ique el buen catador toma a sorbos el licor estimulante y oloroso. El chofer, en su afn por ensearnos las cosas tpicas de la ciudad. n o s leva a visitar el pez-buey; un animalote gordo y pacfico que habita en la pileta de una plaza. Recio como un hipoptamo, para dejarse ver, l a bestia cobra derechos en golosinais que coge con su hocico voraz, desapareciendo en seguida bajo la superiicie del agua. En una casa de cambio me dan unos reis fal603, lo que ocasiona una discusin agria e ininteligible con un vendedor. Entre gritos y protestas acude un polica y ste dirime la cuestin con sapiencia salomnica : -Pselos usted como pueda, es lo mejor - dice.
'?
desliza a lo largo de una avenida anchurosa, bordeada de grandes rboles que dan al ambiente una quietud fresca. Nota tpica, cuando Ilegamos al trmino de la calle, el mulato que gua la mfquina lanza un grito: -iLa revolucin! Y con una alegra que hace ms encendido el resplandor de SUS pupilas, nos ensea un palacio suntuoso, destrozado por la metralla. -Residencia del seor Pessoa de Queiroz; muito" rico ; pero gobiernista, malo, malo-balbucea. Al trav6s de la narracin del mulato advierto una inquietud, un deseo de contar cosais que parece contenido por no s qu prevencin. - insina - est contra el pueblo y -Vargas el pueblo contra Vargas. hlucha polica, muchos soldados; pero habr revolucin.
"
y se queda pensativo
como he visto quedar pensativo a los hombres con quienes he hablado en Ro, en Bahia, e n Santos. En el cielo se insina una nubecilla y la atmsfera se torna hmeda, oprimente. * Cruzando la plaza, comienza a llover y la mquina resbala por el pavimento con paso inseguro.
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America, con su olor a algas y a sal y a bosque. acisba su paso y vindolo tan indiferente, se acurruca entre las rocas y calla, estremecido s u cuerpo bonito en un voluptuoso temblor de esperanza.
Proa adelante, un puado d e rocas cierra el horizonte, calmo C O ~ Qel mar, azui como el mar.
L a hlice gira perezosa y la isla portuguesa de San Vicente se aclara a la vista, como un erial sin pAjaros ni aves marinas ni rboles. Por detrs de l torrecilla graciosa del faro que se a interna en el agua, surgen enormes tanques de petr-
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leo y los brazos potenies de la estacibn radiotelegrfica disparan d cielo mis.ci-osos mensajes. Un rabe que provee r e diamantes del Brasil a las fbricas de avienes, habla de la guerra, de una gran base naval y de la importancia tctica que llegara 3 tener Can Vicente si se produjera un conflicto armado. Guerra? L a pesadilla de Europa comienza a en-
sombrecer el paisaje y hiede a petrleo. . . Agiles y graciosos, los barquitos de los negros que hacen la pesca del tiburn vienen al encuentro del barco y saltan a merced de la estela que va dejando la hlice. L o s ms audaces se apegan a! casco, cogen las cuerdas y brincan, grita11 : -Pd~neg, argehat, plalta . Animalitos acuticqs de tez a&ocb.latntla, su &er o de jazz-hand, desespciado, alepre, resuena a mu chas millas.
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-&2ister, monsieur, seor. Las petroleras atufaran ei aire con su aliento denso y ftido, y luego anclamos*mar afuera, frente a la isla. Las bombas comienzan a trabajar inyectando en el vientre del barco un grueso chorro de combustible. Una moneda cae desde la cubiertd y un negrito se sumerge en el agua, siguiendo el rastro del metal hasta una profundidad inverosmil. Desde arriba vemos agitarse el cuerpo en un arco elegante y las plantas de 10. pies, muy blancas, desaiparecen en lo hondo del mar para surqii en seguida como el perrillo de caza que a trae l perdiz entre los dientes.
mi-
jurian .
Y o crea, como una . -_ . . , . estos negros eran los residuos de una raza inferior. Pero un seor serio y elegante qiie viaja en un compartimiento de hijo, se entretiene en echar trd?os de metal al agua para engaar a los pobres muchachos que se juegan honradamente la vida, mis escrpulos se des7-y ;
barco a proveerse de perfumes, tabaco, jabn. chocolate. , Las corbatas de colores vivozi desaparecen en un san-. GmrnPn Pnmn J e n , m , v e o n 1 cerveza y el whisky. , , C......CI.I
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UGUUpUAbGbA.
Como me llaimara la atencin una nativa adclescente de lindos ojos que con otras inativas jvenes pasea su esbeltez voluptuosa por cubierta, un negro me guia el ojo. A tierra muito linda: ven. te enseo. . . Uno de los negrcs se llama Blanco y Azul; otro, Angelo. Angelo y Blanco y Azu: se van a las manos queriendo disputarse un tarro de galletas que ha volado por el aire hasta caer en el mar. Ms fuerte, ms gil, Blanco y Azul gana la partida; pero ha descubierto que dentro del tarro van unas hojas de peridico y con una seriedad imponderable se da a deletrear los caracteres.
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-Sabes leer, Blanco y Azul? - grita la seora Girondo . -Blanco y Azul sabe de todo; Blanco y Azul muy inteligente - responde el chiquillo con desparpajo, y certero, agrega: -T, argentina; yo saber niucho de Rosario de Santa F e . Y diciendo esto coge el contenido del tarro y con una probidad ejemplarizadora l reparte con Angelo o y sus contendores que tripulan el bote. La noche va cayendo sobre los negros. John, el lamparero, enciende los reflectores y entre las luces I&das y potentes, los cuerpecillos danzan como demonios. -Money, argent, plata. . . Mister, Monsieur, t3eor . El vocero se quiebra al chocar contra los farellones de la costa y durante la noche, en alta mar, lo sentimos repetirse con una insistencia desesperante : -Money. . . money!
Madeira fajbrica sillas de mimbre, lindos encajes y ese vino dorado, transparente y dulzn que ha dado popularidad geogrfica a su nombre como ;la cerveza. se la ha dado a Baviera y 110s cerdos a Chicago. Curiosa y bonita como una tarjeta postal iluminBda de acuerdo con la vieja tknica, las calles derivan del cerro en un zig-zag amurallado por tapiales bajos sobre los que se entrecruzan enormes bananos y guias
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de parras y ramas florecidas de rboles extraos que, enlazando con los del jardin de la casa del frente, forman u n a bveda perfumada y bella, en medio de la cual surgen de pronto rinconcitos con fuentes de azuiejo o una puerta colonial o un templo.
L a s iecidencias de 10s extranjeros miran hacia el mar con s u elegancia1 sin carcter ni color que habla de negocios afortunados o de grandes salarios forman20 un conjunto confortable, del que nos alejamos para ver de cerca el Mercado de Flores, los negocios policromos; las floristas con sus trajes tpicos, de corcelete aImidonado ceido al busto y falda de color, rueduda como la corola de las campanillas.
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1
II
Unos policas que parecen generales en jefe del Estado Mayor dirigen el trnsito, que no necesita ser dirigido, porque la ciudad carece de tranvas y la gente se moviliza a pie o en unas carretitas tiradas por bueyes que se deslizan sobre unas especies de skis que el conductor lubrifica desparramando un lquido espeso sobre ei pavimento. L o s ingleses creeran no haber estado en Madeira si no montaseri durante una hora en una de estas carretas extraas como gndolas de tierra; extraas como carretas patinadoras.
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El amigo Babbitt asalt la primera de las gndolas y en las otras han ido a columpiarse los dems.
bye - gritan hccerlo -n Londres).
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Oyendo fados, con una copa de ese gran vino de Madeira scbre la mesa, dejo transcurrir la tarde. N i
bonitas n elegantes, las rnuje Ios turistas que invaden las te Una vampiresa decadente mesa c~ntig.aa la ma y, C G T Gtra mesa charlan ccstro o bien peinados y correctos; per Icr, dejan colgar sobre los hc Luego me entero de que son credencial del estudiante n o c( cones sino en llevar capa, una - - ~ - - .- . Rlster Rabbitt ha terminRdo su peseo y- iim-cha hacia el muelle, del brazo con s u seora. Es hora de partir, de abandonar Modeira, la tierra romntica, bonita; la tierra del vino y de los encajes, d': las flores y los En !a retina queda fl rada, de una autntica c
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?O~CLZ~L+~ cc ! a tierra de la hiprbole y de l intza rrogacin. Lisboa, la capital de [a interrogacin y de !a hiprbole. Viven los personajes de Eca de Queiroz, y la ciuJ dad, hermosa, con rincones PLandonados : sijs arrabales sucios, conserva todos los trazos de la hisioria y los recuc--dos de un pasado opulento. C,^h:e l bahia vuelan aviones que lucen en la coa la una cruz swstica.
E n las drsenas se entremezclan los pertrechos de guerra destinados a prolongar la re\ cliiciri espaola que este pais del paisaje dulce como el que pintaban IQC ariistPS del Renacimic -.to, ci-ve* sin tapuios al lado dc F'ranco . Ametralladoras, cailones, bomba:, iusrles y c h s e s consignados a los nios de \Espaa, a las mujeres de Espaa se hacinan ante 10s ojos del viajero curioso. Pero, pas de 10. hip2rbolp k 5 o a t;anC ti3 Iindo ceinenierio que se llama 21 CerneEterio de Ngestra Se9-i. de 10s Placeres y el h'histerio de Rcluciones Exter',-res abre sus puertas e n el Palacio de !as Novedades.
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Alberto Romero
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Un hombrecillo turbio se empea en presentarme o unas rneninas" y luego me ensea l que l llama tarjetas picantes", extrayendo de entre un muestrario de inocentes paisajes unos grabados obscenos y resobados. '6demOds'' - pontifica un jovencito, tcc-Con nico en el gnero - y si usted va a Pars, all encontrar cosas ms interesantes que comprar.
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Desde el barrio portuario, pintoresco, hermoso, lleno de color y de barcas viejas y de pescadoras bonitas, fuertes, cimbreantes; y de tipos extraos y de veleros ennegrecidos, cruzamos hasta el Arco de Napolen que cierra la gran Plaza situada frente al antiguo muelle de mrmol de prestigio histrico, formando con s u arcada un prtico a la Rua do Comercio, la calle de la banca, de las tiendas elegantes, del ajetreo, y de
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-1 .=. -1- L Po he podido explica,iilc: ci * .---. ut; c --L+I-I L V -: puiquc i1L1jitar, de tanto policia, de tanto libro d e crimen, de tanto hombre armado. Cierto que el trmino medio de la gente no parece gozar de fortuna, y que hay muchos asilos. Pero nadie habla de poltica, ni se advierten actitudes nerviosas, ni violencia. -Cierto, mucho polica; percl cidese usted, porque al lado de la polica uniformada hay otra ms nu-
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merosa que viste de civil y tiene el odo fino y la madura. A la pupila de esta gente no escapa nada, ni 1a actividad del cuerpo dipiomtico, sobre todo si se trata de diplomticos que representan algn pas libre+. a En el Palacio de Palhav flamea l bandera de Bungos Y el seorito espaol tiene su alegre cuartiul dd cam paa en el Casino de Estoril, donde se juegan las pese:tas y trazan planes de campaa y guerrean.
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-Puede que sea exagerado; pero se calcula que Vea cincuenta mil los refugiados espaoles - se estanea mi informante. - Y no s cuntos; pero ran contarse por cientos a los espaioles que por simsospecha, la polica portuguesa deja en la frontera i que los tomen los rebeldes. Y esa qente no se salporque son comunistas o llevan etiqueta de simpatia iblicana . Desde los Cernimos, donde reposan Vasco de Garna, Camoens y Guerra Junqueiro a la sombra de las columnas de palmeras que recuerdan el pasado espler .saliI
fuer r---tes del gran Palacio $de Cintra, surgen en el espacio las &ir neneas monumentales que dejaron los moriscos con-LO recuerdo de su sibaritismo, de su sensualidad sido
XII . El bao de
en
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Alberto Romero
su concha de piedra conseJiis que el tiemp- ha ido aquietando, pero que sucieren danzas de cuerpos desnudos y fiestas lde an3r. EI interior podra ser i~iteresante y rriaravilloso si e1 m ~ fy s t o de los reyes rio se hubiese empeado en adulterar en forma abominable 10s aposentas. Lucgn el Portuga! descubrX ei turismo y para halagar a !os turistas que- pasea Cook, di6 barniz a esa herencia rlcjada par c: riltirno Don )\/lance1 y poso 2Intura fresca dopde 110 cabe otra pintura que 1u :JeI t:empo. Pero el tiempo se detuvo en Monserrat y es fcil descubrir sus hueIlas en los rincones floridos d e M o n s e rrat, en las residcncias incomparables da Rtonserrat y hasta en su clima fresco, perfiimndo; en S I ~ S viejps o , . puertas, en los senderos que trepan hzcia l alto de 1 montaa y, sobre todo, en la Quinta de Monserrat, de propiedad de un ing!s q u e hx plxitado entre piedras y entre surtidores y cavidades hondas, todas las especies forestales y vegetales avenibles con e! clima. -(Qu tal, che Romero? Pero en Monserrat no cabe ningn comentario y eso bien lo sabe mi amigo Girondo. Ni comentarios n i fotos. . . Un carro de labranza nos cierra el paso. Y hay ?que correr para no quedarnos en tierra y divisar Ystoril, la elegante si!i;eta de Estoril, s u playa clara, sus chalecitos claros. Con t3do, Estoril se parece a cualquicr otro sitirj o , - 1 e! ra;ino--saivo las seoritos espaoles qiiz tambin se parecen s los seoritos de otras partes . puede uno verlo e n Mar del Plata o cn Via del Mar.
Espaha e:9th
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poco mal
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Bonita tarde; Lisboa deja la sensacin de l %ia a p6rboIe y d e u n a interrnsmcin oae le anrieta a uno l garganta.
inglesa
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El AlIrnanzora
- no
Caras nuevas de gentes q u e han embarcado en e l puerto par;3 ir a Francia e Ing!aierra, surgen en cubierta
qu.
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,( y usted?. .. Telermta (de los espritus, de los versos? Y esta Gabriela i la que, como ahora, sin conocerla, yo habra reccmocido en Pekn o en Pars o en una calle de Buenos Aires o de Santiago, se me aparece serena, alta, tocad a con l elegancia de lo simple. a C o n ciabriela viaja una portorriyuea de excelente humor y entendimiento fino y gran cultura: hargot * Arce. Cabrie:la, con sus doce aos de Europa, me parece ms c2. iilena, ms henchida de chilenidad visionaria y de i mpenes v de intuiciones aue miran a Chile y a Amri
-s,
fio
Alberto Romero
los palos del "Almanzora" el viento silba gozoso y leve en el corazn. Gabriela, Amparo, Margot y Alberto Girondo y
Rafael Girondo, y buena y comprensiva como las almas buenas, la seora Girondo, duele pensar que han
Los minutos se precipitan en esta madrugada er1 la que nos sentimos rodar como una valija por la pa sarela mecnica del puerto de Cherburgo, el ms m o . derno de Francia, el ms cmodo. El buen don Vcto; Amstrong. rumbo a Southampton, se queda perdidt con sus ojos azules llenos de bondad y de sueo entrc un monton de maletas, y el "Almanzora", de la Roya Mail, grande y silencioso, desaparece en la drsena, de jndonoc en tierra Francesa con la nostalgBa de su' buenos das, de sus Babbitts, de Roger, del negro lam parero, del hombre del reloj.
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Un carrito movido por u% motor elctrico, velo;2 y silencioso, va diluyendo los montones de equipaje. Puerto militar, el aire se estremece con la vibracin di las hlices de los aviones que practican vuelos de en sayo y en los fuertes dispara la artillera pesada, sa cudiendo el espacio con su tronar seco y rotundo. Sol las seis de la maana. Delante de m tengo a un se iior que lleva un tigre joven atado a una cadena. CUI excntrico, un domador de circo? L a gente, que tienc l knaginacin despierta y trabajada por el spectculc a
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Alberto Kom,ero
constante de las grancles ciudades, no se sorprende, n i 1 , . 1 se NDurla, ni aemuesrra temor ni hace aspaviento como la gente de mi tierra cuando ve a un hombre vestida l con un traje que no sea el que lleva todo e mundo o un sombrero distinto al modelo de moda.
Alargo el pasaporte a un funcionario y ste lo visa l sin preguntar nada, sin mirar. Luego me encaro con e vista de aduana, un viejeciIlo tal vez veterano rle muchas! guerras de las que conserva unos mostachos bizarros y ciiormes, un kepis militar, una casaca lirnpia en ia qut ostenta la cintita de varias condecorhcioaea. Al hombre no le interesa fastidiar a las visitas y la revisin se reduce a unas cuantas preguntas:
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-1
-No.
Y pone un sello a cerrados, y pasamos.
bultos que se han quedado
de el andn mislimo del puerto hasta Pars por unos l cuantos francos, y aguardando que parta p a s x por e hall de la aduana, que tiene un techo muy alto y es espacioso, limpio, claro y confortable. Pequea ciudad, cerrada, sin salir de ah uno puede proveerse de cuanto se le ocurra en las tiendecillac agrupadas en el hall, donde hay, adems, una buena confitera y un restorn y telgrafos y telfonos. Una chica espaola se empenia en ir conmigo a vagar por la ciudad soolienta donde van salindonos al paso viejos que fuman en pipa de barro-y calles viejas, viejsimas, bordeadas de casa8 chatas, grises, y
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farolas dle gas y tahonas y queseras y almacenes de m e nestnas . A niuestro lado pasa un caballero llevando bajo el brazo una de esas marraquetas de pan, largas como bastones muy bien barnizados, que los franceses consumen a I ebanaldas, calculadas metdicamente. Luego viene un coronel de kepis galoneado y levita celeste. repida un tranva viejo tratando de vencer una curva; yo X ago algunas reflexiones acerca de la cocina francesa y 12I chica bosteza,
? .
Con Rojas Paz y Ai t partimiermo del tren que ia Koyal pone a ciisposicion de I c s TI iajc:ros de sus barcos: dos vagones, un coche. comedor Y un revisor corts \que toma los billetes 1 n cuando 1 no se instala en e carro y aesaparece en seguida c orno sombra protectora que no se har presente i si no se la necesita, n fastidiar si no nos fastidian. hl 1. . 1 iirnpio en Ha llovido y la iyorrnanam *.visre a e 1 . - _ medio d e sus grandes rboles, sus casitas de juguetera, sus vacas pintadas, sus !pCercherones rollizos, sus castillos, 5us pueblitos alegres y luminosos. La F>reocupacin de la tierra asalta a hombres, miijeres y niios y el campo respira salud y es bello, enormemente: bello. Cuai2do uno triata de resumir en una emocin de conjunto el paisaje, comprende ia pintura impresionista. Son tarse como son; rincones magnficos que no na que un pintor los destrozara si tan !!en(
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simples
de
insinuacin para
Hasta Caen donde apenas nos detenemos cinco minutos, el tren corre con velocidad loca; pero sin sobresaltos, suavemente.
me
ria del crimen fascista; los de izquierda no disimulan su indignaicin y delatan con franqueza el mvil del atentado.
Rohan, la ciudad museo y el Sena que recogi en Rohan las cenizas de Juana de Arco, surgen en el c a ~ mino. (Cuanto tiempo quedaremos en Pars? (Qu nos ofrecer Pars? Esta sensacin de marchar hacia lo desconocido de las sensaciones, aturde.
to de ciudad con sus barriadas obscuras, sus usinas.
El campo comienza
a comprimirse,
a tomar aspec-
Y asoman los primeros puenLes del Sena y las cpulas del Sagrado Corazn. Son las tres de la tarde.
Gn Saint Nazxe estn aguardndonos Uelia Carril, Max Aub, Ral Conzlez Tun, Neruda.
n .
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C R aajerivacion con que POS cronibias C ~ ~ V udn-I ~ E deritas sobre el plano de Pars, cae de la pluma como un cuerpo sin vida. Y es que Pers no necesita adjetivos, ni ]-,ay adjetivos nuevos que echarle encima. Desde el ventanillo del taxi entrev un trozo del Sena, la Plaza de la Concordia, los Campos ESseos. los jardines de las Tulleras y deslizndonos a l !argo de o calles amplias y populosas y de viejas calles srdidas henchidas de silencio, hemos llegados al hotclito del Boulevaad Pasteur, donde me instalo en un cuarto de! quinto piso de la casa.
Baxric3 de pequeos burgueses, de gente estudiosa, 1 1 .. 1 1 1 e 1 1 de obreros acomouaaos, 1 ias rienaas ue ia vecinaaa san modestas y los restoranes cumplen su funcin de dar bien de comer, sin lujo.
quet llevando un saquito de papel o u n bo!s o de malla
san ;-.at+a.;nios
rro que van tirando del extremo de una cadena. Paen los que el marido joven hace (ie
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fi3era y seioras bastas y mujeres en bicicleta y pa rejas de e-amorados q u e se detienen para besarse con Lana naturz liclad encantadora. Vida orientada en un sentido de orden y reposo, fa saludable sencillez de esta burguesa tan activa, tan sobria, inspiran sentimientos de una opacidad amable y coodial.
Y
Sin premura, como esta primera hora de contemplacin, q u e d a vivir m i s quince das de Pars. Hoy ser una calle cualquiera, maana otra. Ir6 Q pie - divago - y sin brjula, sin Baedecker, m e dejar llevar por mi propio dinamismo, por mi curiosidad, hasta caer en los grandes bulevares. Y en la tarde ser otra calle, y por la noche otra, y as recoger I savia de Pars, la IecciBn de Pars, sus cosas. n
r-
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como hotel; pero ISS cuartos no tienen telfono, ni campanilla elctrica, ni bao y la servidumbre se marcha al medioda y los Asbitantes de los siete pisos qyedamos entregados a la voluntad del conserje que, como el hotel, es un personaje nominal y misterioso que jams est visib!e ni escu&a a nadie.
Esta falta de confort sera inadmisible si uno residiera en otra ciudad; pero n o en Pars, donde el hombre se torna humilde, simple y desprejuiciado. Espectculo la ciudad y la vida, la calle le da todo a viajero: pequeo confort, alegra, goce y quietud: l Podo.
Poriada admirable para una edicin de LOSMiserables tirada por Maucci en esos librotes de cubierta charra, cerca del Innava descubro un trozo de calle vieja y un hotel que no tiene nombre, srdido, destartalado. A la puerta charlan rr tas qiia hacen labor d e costura,
...Y,-.VV Parte integrante de la cal.-, viejas, y dan ia impresin de que han nacido ah y de que nunca se movern de ese rincn desde el que m . i, ran a 10s hombres sin enfadarse porque los hombres no las miran a ellas.
yvI.
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a u e Darecc abominable
pacio; caminar a ! buena de Dios y mirar, con los a ojos, con los sentidos.
La tarde declina en Montparnasse sobre una igEesita de arauitectura vulzar, sobre las tiendas de flores, los iilmacenes elegantes, las libreras. 1 Frente Popular es patriota y tolerante, v junto El a Ia frontis ae i casa. corno en ei a e cc>uos IUB tfli11~;1us a pblicos, laiinea la bandera h n c e m de !a libertad, R igualdad y 1 fraternidad. ;3
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Un soldado besa a una mujercita y sin actitud de sometimiento saluda a un oiicia) que va por la calle con su esposa. El Domme y La Coupole absorben a esa multitud heterognea y gozosa en cuyo apretujamiento se confunden las grandes pipas de barro y e habano, l s l a cabelleras tratadas a la gomina y las melenas rezagadas. Turcos, marroques, una chinita vestida de k i mono y una cocotte de rostro perverso se encuentran en la misma terraza del caf donde toman el aperitivo un matrimonio y unas turistas inglesas. La Rotonde ha dejado de ser el sitio elegante l donde se reun!.? e gran mundo internacional, y ayanquizada, tiene ahora mquinas para servir caf express y batidoras elctricas para mixturar los alcoholes. K k , con sus inmensas ojeras, su traje extico y su i estela de perfume desciende de un automOvi1 y tuerce la calle donde est su cabaret, el cabaret de Kik, diminnto y extrao coraio un d d a l para dar de beber a, t o s snobs ricos alcoholes caros y champn. Ms all de una feria de*libros viejos aparece l a Avenida del Observatorio, recostada en el crepsculo con su perspectiva desconcertante. A las nueve debo concurrir al Select donde se reunen Pablo Neruda y unos muchachos escritores de l colonia sudmericana. a Pero, asalto romntico, el recuerdo de Daro me coge en pleno bouIevar. Closerie des Lilas: s, es Daro, el caf de Daro. Igual o inferior a tantos restoranes de Pars, para m ese cartel tiene toda l rca
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I c:/.i
Alberto Romero
.-cnancia. de una &poca barbuciente, desorbitada de admiracin al poeta. Mundial, Azul, L o s raros ; le& a Vargas ViIa, a Verlaine: era un muchacho, nada ms que un muchacho con ganas de viv;r.
donde viviera Daro sus noches de opulencia y abulia, hay alhora sentados unos cabaileros que lucen en la sc!apa el botoncillo de la Legin de Honor. Burgueses a sin historia, damas con poca historia que valga l pena recordar, empleaditos de comercio y militares que fuman, beben y rhzr!an a grandes voces, invaden el caf. (CuO! sera la_ m e s a familiar de Rubn? Miro, busco y esos hombres no reparan en m; en mi actitud trascendental; en m, que lleno de inquietud estoy cavando la fosa a mis quince aos romnticos.
gan cerveza.
sobre esa. c o s 2 muerta y tremenda que uno lleva consigo sin saberlo.
l Rodando a la deriva por e Bouievard Montparnasse oigo sonar las horas: las once, las doce. Y no teago sueo; y sigo andando, y no s a dnde ir n conozco a nadie. i
En nuestro Select se reunen unas muchachas que parecen hombres y, rincln aparte, unas hombres que p a ~ e c e n mu&cXas. Pero como cada cual conserva
alegra del sbado restalla en los uniformes policromiados de los alumnos del politcnico que vienen cawlino a sus casas a hacer sus vacaciones de fin de semaina . El I:Iueblo ha ido a Pre Lachaise a acompaiar los aesi:os de los hermanos Roselli. Un camin de
1 knlrta d o - _._- _., -- __ -1-
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-il--aueIga, ha comenzado la huelga! - rumorea la m-ultitud . Esta vez son los camareros, los mozos de caf los que reclaman mejor salario, menos horas de trabajo. y COMO ante la proximidad del granizo, los patrones de ! o s grandes aestoranes se dan a desarmar las mesas, a amontonar sillas con las que forman barricadas. atascando las puertas. no participamos en la huelga - dice -Nosotros el camarero-porque no tenemos nada que pedir.
Esta curiosa actitud de los muchachos del "Select" i me permite ocupar m mesa y desde la terraza sigo la, rbrica que trazan las bicicletas a escabullirse por entrer i los miles de automviles que ruedan por el Bulevar. De tres asientos unas, otras de dos, los aparatitos zigzaa guean con sorprendente agilidad llevando a los parisienses a los puebfos vecinos del Sena, donde vail a pescar, t respirar aire puro, a olvidar Pars.
El sol de la tarde subraya el juego de los msculos de mdchachas y muchachos y una alegra limpia flo& a en el dorado de as melenas, ein l carne desnuda. :S( I Con sus embelecos de PE X y una casa sinttica
sin perdonar ningn Con Neruda y ibado de sol. onzlez Tun viene Alberto, el
que parece la dama que habita la casa de los altos, tad sencilla es esa Rosa ensayista, esa Rosa de los buenosi versos, de la prosa lmpida y profunda. Siempre "a 1 1 11 11 . - 1 .__._ . CI1 sin somDrero y 1 10s caDeiios negros ia a a n a perril p u r o i un aire de seora antigua que se rejuvenecc- en lo*
ojos vivaces y grandes. Rosa Chacel fuma constmte-
mente y se abstrae. Rosa es espaola, y los espaoles Juan Larrea, el escultor Lacassa, Alberto, Eugenio viven un poco as: h a z , Eduardo Ugarte, Renau abstrados, un poco dentro de s mism2s
A e n a m o s en Pags - propone Pablo n r 1 .1 1 * I rages es un restorancito numiiae nonae se reunen Flix Pita Rodrguez, Alejo Carpentier, Gonzalo M o re: a veces Csar Val!ejos y a veces Jose Bergamn, aue m e *- -- - - - una - . ~dramtica. !a ms drarntia fipura . ~ _ . ~ __.. _ . . .. ~~~.~ . ~ ~ ~ ---- Darece ca de entre todas las figuras literarias de Espaa.
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Un Jess vivo golpea en ese pecho lleno de sensibilidad, de amor, y Bergamn ama la justicia, a m a R Tess. ama a Esoaa v es leal v catlico: oiensa e * e porvenir de Espaa y se entristece. l a Hombres que viven intensamente la angustia de l revolucin, los acontecimientos de cada da cierran un
crculo en torno a ellos y en medio de ese crculo, rnuy en medio, me desconcierta sentirme espectador, el espectador silencioso que no podr aportar sino buena9 intenciones y una admiracin siacera y callada. Otro contertulio familiar se hace presente.
- Lucho Vargas 1 Henriette! grita Pablo Neruda, calando un punto aparte en la conversacin.
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L a pipa entre los labios, este Luis Vargas Rozas, al que conoca como pintor y de quien conservo un apunte tan interesante como mal habido en mi rincrt: santiaguino, deja la impresin del nio que se ha dejado los libros de estudio ocuitos en algn1 escondrijo de casa para irse a hacer la cimarra. Alto, fuerte, con ademanes perezosos, Lucho Vargas mira al travs da la pipa humeante con unas pupilas que parecen miopes y parecen desconfiadas; se rasca la nuca hasta voltear sobre la frente un sombrerito aybitrariamente pequeo que lleva puesto sobre su gran cabeza rapada como la de Rodin, y en esa actitud de roconocimientu espera a que Wenriette que hace de lazarillo del muchachote atolondrado, lo cojarde un brazo, com3 esta noche en que. sin frmulas ni presentaciones nos hernos estrechado la mano en el comedor d e Pags.
Espritu generoso, inquieto, la sensacin de pereza se desvanece en seguida y Vargas se entyega como es: un laborioso a quien la noche coge siempre fatigado, pera siempre dispuesto a la amistad y a vivir animosamente m maana.
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muchos chilenos. Recuerdos de la tierra y de lo qixz en ella amo, esa primicia, despus de un mes de silencio, alborotan el puIso. -10 recibo una carta al ao y esaibo otra das a su nombre a l
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hembras agrias y desgreadas que atisban por raa de los vidrios rotos de una ventana
la cela-
(Cmo hemos llegado hasta ah? Lucho V a y a s l o sabe y m e dejo llevar por sobre el andamial de un puente montado por encima de la va frrea. D&jo brillaban unas luces, y ciudad de escamoteo, salvando la curva, caemos en medio del Bulevar Basteur .
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El lfilm de Pars se proyecta echando a andar por l a maana y comiendo en un figoncito del trayecto, quo los hay econmicos y hasta con sabor tpico. As van saiiendo los Invlidos, el Bois de Boulogne, Versailles, Notre Dame, el Louvre, la Santa Capilla, el Luxemburgo *
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Desde i Magdalena salto a la colina de Montmara tre. El metro m e deja una tarde en Pkre Lachaise y otra visito las cenizas gloriosas encerradas en el Panten o evoco a Balzac en su casita vieja donde se conservan sus libros, su mesa de trabajo, sus cuadros y la escaleriala por donde el maestro escapaba al acoso de sus acreedores. Cosas todas para m; espectculo ntimo; gran fiesta de color, de lneas, de luces, las crnicas que deba enviar a Santiago, se quedan sin escribir. Saliendo de la iglesia de San Germn tomo una! calle de anticuarios y de talleres de encuadernacin qun no son ms elegantes que el taller de un Cellini, pero de los que salen libros tan primorosamente empastaA dos como obras de orfebrera, y, caminando recto, llego al Sena. Una palomita alborota sobre la cabeza de Voltaire y se permite jugarle una broma no muy limpiq al filosfo, que luce una peluca crespa de la que se sirven los pjaros para sus menesteres ntimos.
El Sena tiene una puesta d e sol diferente para cada, da. Me place curiosear entre esos escaparates de libros viejos donde uno encuentra lminas de misales,
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Alberto Romero
cuadros, medallas, grabados raros y libros pornogrificos L a fiebre del libro pornogrfico se ramifica hacia todos los barrios y el tema es siempre o casi siempra el mislmo , mujeres (lesbianas y masoquistas en actitudes provocativas. -Mal de Pars? abordo a un librero, y el buen hombre se sonre. -No, Pars es una ciudad normal; la pornografa es industria para los extranjeros. Le he preguntado si existe prohibicin de vender libros de este gnero a los nios, y el viejecillo se SOYprende muchsimo ms: -Que yo sepa, n o . Los nios no vienen ac, no compran estas cosas; los nios son nios. Con una taza de caf negro, me proporciono toda una tarde de exploracin por las aceras del frente al Cpna, donde se agrupa el comercio de pacotilla, inverosmil p o ~ variedad y la cantidad de tienduchos y su de objetos. L a Baslica del bric a brac la encuentro en La Samaritana, que rene desde un cepillo de dientes hasta las ms extravagantes especies zoolgicas, sin perdonar la rareza de una peluquera de perros szrtida por muchachas bonitas que rasuran, lavan, encrespan y perfuman a los animalitos. U n dib s otro no, caigo al Select por la tarde, all estn harlando Rosa Chacel, Delia del Carril. c Poltica, literatura? i Me guardo la ganza de m s correras en el bolsil o y oyndolas, fumo, bebo mi cerveza, y por lo genel, sal QO digo nada o declaro que no he hecho nada.
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L a lista de los delegados al XV Congreso Internacional de la Federacin de los P. E. N . Clubs es nutrida y no faltan los valores de primer plano: James Joyce, Jules Romains, Heinrich Mann, Guglielmo Fetrero, Lion Feuahtwanger, Jos Bergamn, Ventura Gassol, y por Chile, como delegada de honor, Cabriela Mistrai. An cuando sea ,de escritores O por ser de escritores, UA Congreso Internacional celebrado en momentos tan inquietantes para Europa y para el mundo, no puede confundirse con ninguno de los 3 5 0 congresos que se realizan en Pars con motivo de la Exposicin, y por su radiacin, por el escenario en que habr de desenvolverse, cualquiera piensa que sus proyecciones superarn a las de las deliberaciones de Buenos Aires, t ~ n discutidas; pero tan claras y trascendentales.
Concurrirn Marinetti, fascista. y Ferrero, hombre de ideas puras, y antifascista por eso. China tendr SII representacin y el Japn la suya. Oiremos l voz da a Espaa: Corpus Bargas. Diez-Cane do, Rivas, Gassol por la Repblica, y nadie ignora que en Paris residen
escritores del otro bando y escritores de posicin indefinida. E n torno al momento surge la interrogacin de Alemania, de la China, de Espaa, de Italia, de Rusia la suerte de estos pueblos y de SUS escritores, cabe en -1 ;ntPrPc J 10s hombres $oue aiensan _ _ _ - _ _ P .----------- ~ - _. _ v sienten. ~ c Poltica, izquierdismo? Problema humano, simplemente; problema espiritual y de dignidad, coma 10 han pntenrlido " --___-_____-.- Tulien Benda. Malraux:, v Mauriac a) COIndenar la masacre de los curas vascos, y Gide, al andonar la literatura pura para tomar su puesto da ab, . -------_1-- -1- l l u u l ,,..:,1 .3-1 poL":tI\c) Observauur u : 1- l.--L.. a auLxu. 1 t a puviL.iuii uci
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parece clara. Sin carnet de periodista, ni pasaporte diplomtico, taca del teatro de L'Athne-Louis Jouvet. Soy el hombre de "un pas lejano"-como dijera Benjamn Cremieux a un ilustre escritor de Amrica-y frente a tana ta gloria, me seduce el annimo, l dignidad del an-
E n el Mercado de "Les Halles", rincn admirable. del Pars popular, del Pars de la calle, he visto cajas ** con la etiqueta manzanas de Chile". Muy conocidos los chilenos por los exportadores de fruta y los que consumen nuestro nitrato, ac, cinco escritores me asaltan con esta pregunta: -(Ustedes, en Chile y en Buenos Aires, hablan italiano o portugus? Uno de ellos ha sido comentado en el pas y m s libros circulan en Chile. . . Pero esa gente ignora R nuestros crticos y frente a su ignorancia uno siente e i orgul!o de ser de este lado del mundo.
nimo.
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k r t Wolfe, Marinetti, en una maniobra hbiI. renuncia la presidencia de la delegacin italiana. Idlica. hermosa, la declaracin de principios de !a Federacin P. E. N. es aprobada sin discusin: Los escritores escribirn, la vida es bonita, tenemos que ser amigos. Pero Lion Feuchtwanger cuenta que en Alemania la cosa no anda muy bien y se le escucha porqud habla fuerte y porque es Feuchtwanger, y ha tomado la palabra. En la China se agitan problemas de trascendencia
a dramtica y quiere hablar el delegado chino; pero se l conceden cinco minutos, y como es poco el tiempo pa. ra contar tanta cosa, Wo Lee F u entrega sus papeles a la mesa y abandona la tribuna. Rusia no se ha heoho representar: no estn Azorn, ni Baroja, ni Maran. ni Ortega y Gasset. y por Es. paa, toma la palabra Corpus Barga, y da lectura a un voto ponderado de homenaje a Garca Lorca, el poeta puro fusilado en Granada. c Se opondr Marinetti?, t lo apadrinar Jules Rod mains que tan destacada actqcion tuvo en el Congreso combativo de Buenos Aires? El uno calla; el otro l Bonre, y, entre e silencio del uno y la sonrisa del otro, surge la voz de un argentino para impugnarlo, y grita: ipoltica!, me opongo a que se haga poltica; grita en un francs amanerado, antiptico; grita sin argentinidad, como tantos sudamericanos serviles lo hacen para conquistarse las simpatas de la gloria, de esta gloria que n o ha querido enterarse del idioma que hablamos los hombres de Buenos Aires, de Chile, de\
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Per, de Cuba, de h r i c a . La discusin se hace agria, antiptica, grosera, y el voto, como tantos, c m en el buzn sin fondo de la Comisin Ejecutiva, q u a aprueba a puertas cerradas, y tras dos horas y media da debate, el homenaje al poeta puro de nuestra habja al gran Garca Lorca. El nombre de James Joyce circula en la sala, y nadie sabe dnde est James Joyce, ni cul es James Joyce, y todos piensan en las cosas enormes que va ai decir James Joyce -James Joyce tiene la palabra-anuncia, despus de un tiempo, e presidente. l yames Joyce era el caballero alto q u e tena a m i lado y l veo ponerse de pie y estirarse de muchos doo bleces, mientras limpia los anteojos. Con el gran novelista se pone de pie todo el auditorio y una salva estruendosa de admiracin l saluda. Casi ciego, Joyo c e avanza del brazo de una dama hasta el pie de la escalerilla donde Cremieux y Romains l cogen de los o brazos para ayudarlo a subir a la tribuna. El pblico sigue aplaudiendo, grita: i Joyce! Viva Joycei, y Joyce, calmados los nimos, toma l a palabra, y iah, renuncios de la gloria! durante una hora aburre a auditorio contndole que en Estados l Unidos circula una edicin fraudulenta de su Wlises, una edicin mutilada y clandestina. a iChocheces de Joyce! Guglielmo Ferrero toma l palabra en seguida y con un acento lleno de dignidad, con gran entereza inicia su discurso: Yo no hubiera dice traer un problema personal: no huquerido biera querido hablar de m y de mis libros; pero, ya
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que se ha tratado d e este punto. (qu dira Joyce si a su casa entrara la polica uniformada de su pais y rompiera todos sus manuscritos, y sacara sus libros, y los quemara en la calle, y confiscara las ediciones enteras antes de salir a las libreras? Como esto me ha pasadq a m antes, y pasa a los escritores de Italia, no traigo a debate una cuestin de derechos de autor, sino da derechos humanos. " Las palabras enteras de Ferrero caen llenas de dignidad en medio de la atmsfera enrarecida. Derechos humanos: los de Alemania, de Italia, de la China, de Espaa. Nuestra Cabriela Mistral propone que el P. E. N. Club arbitre los medios para que, llenando su rnisi6n de asociacin internacional, obtenga de la Liga de las Naciones un pasaporte especial destinado a facilitar el trnsito por el mundo de los escritores perseguidos: los Ludwig, los Mann, s Einstein. o La ala aplaude, de pie; aplaude la idea, a GRkmiela; aplaude su actitud. A las 18 horas se inicia la recepcin oficial en el Hotel de Ville, y a las 21 tendF lugar el banquete de clausura, que ser alegre, seguramente.
El cable ha puesto una nota de emocin tremen4 da en el corazn de las madres francesas, de los burgueses franceses y de todo el que tenga un poco de send sibilidad. Gabriela Mistral m e ensea los peridicos que dan euenta de cmo los nios espaoles refugiados en los
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campos de concentracin cercanos a Londres, recibieron l a noticia de la cada de Bilbao. La radio llev la noticia: Bilbao, Bilbao, y los pobres nios ciaman, se desesperan. Vienen de Madrid, han visto desfilar por sus retinas las escenas horribles q u e se suceden en Madrid, han visto caer a SUS padres, y ahora (la visin de estos nios de Bilbao, el sufrimiento d e los padres de Bilbao les llega a golpear el corazn. Pero es verdad? La noticia se confirma. vibra en el espacio, y los chicos ealoquecen, imprecan y salen al campo y corriendo a la desesperada en SU angustia atacan a las enfermeras y as llegan a las puertas de Londres, donde la polica tiene que librar una formidable batalla para reducirlos. Madres francesas, buenas madres de todo el rnundo: cay Bilbao. Lo dice E Fi~aro y La Math y lo l repite La AcciQin Francesa, Ce Ctoir y todos los perirdicos: Bilbao cay. Pero quedan los nios, estos nios refugiados en Londres, y los nios de Espaa y los vuestros, seoras. Mal da para las madres, hoy Pars habla de los nios y s e estremece recorriendo las columnas de l a prensa y piensa en ustedes, en la misin de ustedes, seoras; en la misin que les cumple realizar a las m d u jeres de todo el mundo frente a la muerte, al crimen e matar nios, de enloquecer a los nios.
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nos la da Pablo Neruda desde su mesa de comando del Select, y, tras una noche de inquie
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tnd, sentimos su retransmisin desde lo alto de la maana henchida d e sol y de canto de pjaros que revolotean entre los rboles del Boulevard Pasteur: partir. Barcelona, Valencia, Madrid. iMadrid! El corazn late con violencia; late henchido de presentimientog, de goce, de angustia. No he escrito una lnea, no llevo nada preparado. Papel Socid del Escritor, Db-:A-J de! Pensarniento, E Individuo, LCPS I Preblede la Culkura Espalos ttulos del temario y todo me parece Gola-repaso vago, insubstancial frente a la hora que vive Espaa. (Podremos hablar en Madrid de La Creacin Literaria o nos limitaremos a poner el corazn sobre ese corazn lleno de sangre y de vida? Sobre la mesita de trabajo est el mensaje de saIudo que los escritores de Chile envan a los d e E v a a. Y es mensaje de entendimiento, claro y cordial, Y Espaa tal vez quiera esto: entendimiento y cordialidad. El Consulado del Per se niega a autorizar el viaje de Csar Vallejo. El de Chile tiene otra actitud y puedo probar que no toda h e r i c a es tierra de dictadura, de opresin. Los trmites para oibtener el pase de la polica francesa son largos, complicados y onerosos. Pero intervienen Louis Aragn, Tristn Tzara, y el Prefecto cede y en un par de horas tenemos nuestra visacin
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regla.
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La pollicia vigila celosamente l frontera. Pera a hay l resolucin de partir, decidida, firme, y Aragn a 4 1 sabr cbmo tranquiliza a los que s impaciene tan: -j irn todos, absolutamente todos los delegadas que estn en Pars, y los que vengan!
Las horas se precipitan. En la Embajada de Espaa, el Excelentsimo seor Qssorio y Gallardo ofrece una recepcin ntima a las delegaciones de todo el mundo que concurrirn al Congreso d e Valencia.
Don Angel es catlico; sirvi a la monarqua y sigue sirviendo a la legalidad. Junto a l SI agrupan Ilya Ehrenburg, Julien Benda, Bergamn, Malraux . Vaillant-Couturier charla en otro corrillo, y hombres de todos los extremos, en e ambiente flota una saludable l sensacisn e vida nueva, una sensacin de porvenir. y buen viaje-nos despide el Embaja-Adis dor. Casa e Espaa, salimos en silencio a rodar por la nodhe, que tiene, corno todas las n o ~ h e sde despedida, un sentido ms denso que la de ayer.
Me entristece pensar que hoy subo por Itima vez la escalita retorcida que lleva al quinto piso d e la casa donde usted, m i querido Alejo Carpentier, c o n pone su msica y escribe y amontona las cosas extraas q u e ha ido reuniendo con su curiosidad de nio:
un pato articulado, un tolomiro, libros viejos, muecos, tejidos, oraciones de los negros de su isla, y luego un piano, una victrola. E n sus dos compartimientos superpuestos uno sobre otro, corno rincn de barco, que es su casa+ resuea na, cariciosa y sencilla, la voz de su compaera, y SU bohemia se quedar ah mirando al Sena, el Puente Nueve y las agujas de Notre-Dame, mientras nosotros iremos lejos. Despedirme de usted significa abandonar la Plaza Dauphiie, donde yo me he sentado tantas tardes a contemplar los entrepisos desde cuyos balcones vea tomando el fresco a unos hombres gordos, apacibles. que fumaban su pipa en mangas de camisa, como los Fersonajes de Balzac, como esos artesanos de que habla Bourget. E n la planta baja d e su casa, N e j o Carpentier, hay - junto al almacn 'donde con Pablo y Ral comprbamos los ingredientes para el arroz cubano que cocinaba 'Pita Rodrguez en su olla cubana - un viejo seor naturalista que se pasea, como el rey de una jungla, entre sus tigres, sus osos,,sus leopardos, sus leones embalsamados. Gran barba, y jacquet, el viejecito, por V tarde, justo a la hora en que yo tomaba a resuello para trepar a su quinto piso, comenzaba a cerrar la tienda; sacuda sus leones, les echaba una capa encima y luego se los quedaba mirando, con tanta ternura, que el espectculo impresionaba por simple, por vulgar. Maana no quedarn ms q u e los recuerdos de estas cosas amables que rodeaban su casa: pero mafia-
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na o dentro de muchos aos es posible que nos encontremos y este husped taciturno que dejaba hablar a los dems, sacar a relucir la saudade de su vodka y le hablar del pato, del arroz cubano, de la buena risa de Desir, de la comprensin de su compaera, y evocar la reunin en que oyendo un cuento de Alberto nos cay l noticia de la rendicin de Bilbao. a Alberto haca la parodia de un velorio y Lacasa se rea de la gracia de Alberto, cuando entr Ugarte y no dijo nada; pero entendimos y echamos a andar hasta que la madrugada nos cogi all por el Ckien qui fume, en Les Halles. o i T o d o eso se l dir algn da, m buen amigo Alejo Carpentier, y usted se reir o se pondrA triste, quin sabe. Pero se lo dir. . .
A las siete y veinte en Quai D'Orsay. tentendido? Entendido. El reloj del hotel marca las siete Ce la tarde y e a l coche se pone en marcha camino a la estacin, de donde arranca el rpido que nos llevar a la frontera. Veinte minutos es un tiempo prudente; pero en esos veinte minutos ocurren las cosas ms inesperadas, ms extravagantes y los nervios comienzan a trabajar. -Rpido, ohofer; dos francos de propina si va da prisa-grita Neruda En la esquina de Montparnasse, las cuadrillas municipales han roto un trozo de calzada q u e en la maa estaba intacta. Desviamos la ruta y se nos interpone un pesado carro de 'mudanzas con sus tres percherones que no quieren partir. -Cinq francs, chofer; cinco. Pero el mecnico, viejo cachazudo, se sonre e invoca los reglamentos que en esta ciudad sirven para defender la vida del prjimo, y como no puede l l acelerar, blasfema y hace sonar e claxon a odo de
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una seora que v a empujando un cochecillo de guagua, justamente por donde debimos pasar nosotros. Fatalista. m e entrego al destino y escuoho las iniprecaciones de Amparo Mom, l voz moderadora de a Gonzlez Tun, los gritos de Neruda que duplica l a oferta con una prodigalidad escandalosa, mientras el vejete se rasca l cabeza y blasfema. a Nuestra hora de Espaa est ntegramente entregada a la actitud de un chofer y oscila en el extremo da unos minutos que no quiero contar. Es abominable y ridculo. Pero llegamos, y Ken Bid, estropeado el buen humor que l caracteriza, o nos empaja hacia la escalera mecnica y luego al tren que partr acezante por un tnel largo, interminable. hasta salir, ya en las afueras de \Pars,a la noche cuaja.. da de luces que oscilan y se borran en una curva del &no.
Exclamaciones en ingls, en ruso, en alemn y presentaciones en todos los idiomas. No, Dios santo! L o que yo quiero no s c n canipli4 dos ni palabras corteses, sino dormir, sacarme el cansancio de dos noches en que no he pegado los ojos. Betty, l excelente secretaria de la delegacin francea sa, no comprende mi angustia y se escuda con Becii, e organizador de! Arca y dueo de las cabinas. Pel ro Blech ha recuperado el buen humar y, con la alegra, e apetito. l -Max Aub, intercede t, buen Max-suplici: M ltima nocin de la realidad se pierde con un
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convoy militar que dejamos en una estacin dei fa-; mino. Cuando m e despert, Pablo Rojas Paz dorma sobre la litera alta del compartimento que m e cediera Max. Un sol bonito llena la ventana y mientras me lavo, reposados los nervios, contemplo un medano d e barbas grises que se distiende delante del camino. el reloj duermePor la densidad de la luz calculo que la carrera ha sido larga, y que han debido ocurrir muchas cosas despus que perd de vista el convoy militar. Plido y lamentable, surge en el pasillo la figura de Csar Vallejo y con l m e encuentro a Eugenio Imaz, a Seu Ring-Hai. -Y ustedes? -Nosotros vinimos en el tren de las ocho y fuFj una catstrofe, porque no tuvimos carro dormitorio ni comedor, y luego, ,para combinar con el tren d e ustedes nos dimos un plantn insoportable, en la madrugaprotesta Imaz, el secretario de redaccin da, chico de Cruz y Raya. Empiezo a comprender la prodigalidad de Nerud da, su admirable espritu prevrisor, y lentamente v o y ubicndome en la realidad que se identifica en esos rostros al recuerdo de gente que vi en las sesiones del P. E , N . , en los salones de la Embajada de Espaa, tal vez en Montparnasse. Andersen Nexo, Alexis Tolstoi, Anna Seghers, Benda, Claude Aveline Dispuesta la lnea de aproximacin en un sentimiento de solidaridad que cala hondo en el espiritu, los
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hombres de iin extremo de Amrica y los del aorte d c Europa, tienen esta maana ese despertar humilde y cordial que enciende la vida en el corazn de 10s que por un mismo camino persiguen un ideal comn. Nadie piensa en s mismo y a nadie le preocupa h idea de lo que pueda ocurrir cuando hajramos traspuesto la frontera, donde como el grito de "Finis Terrae" de los antiguos, hoy canta la angustia de lo nuevo y tienen esas voces resonancias a!egrcs y estertorea henchidos de misterios. Diez minutos a Cerbere. E n la cabina d e Diez-Canedo n-atamos el tienzpei campesino francs, fumando, dharlando . Un rollizo inclinado sobre la tierra, limpia su t;ernbrado y nos ve pasar con la m i m a alegre indiferencia con que otros das oye detonar e can por encima de la montaa. l -cVa a Madrid? - escapa la pregunta, un poco con la intencin de sondear Ias posibilidades del viaje y otro poco por matar el tiempo. -No, yo los aguardar en Vaiencia. Quiero conl servar de Madrid e recuerdo limpio de horror. En l tengo puesto mi cariio y toda mi vida de escritor y de! periodista, y todas mis ilusiones. Ustedes irn, yo no podra hacerlo. Y entramos a Cerbere sin ruido, adormecidos por la emocin que tiembla en los labios de Diez Canedo. Policas vestidos como los de Pars, hombres que sufren la nostalgia de Pars, nes ven cruzar el andn con sonrisa complaciente. -c A Espaa?
Los resplandores de la maana d e Francia, como l luz de los cines al comenzar la funcin, van borrna dose despacito en el ventaiaillo del tren. Despacito, como la claridad, como el zumbido del aire, callan !ao voces, y tensos los nervios, vamos ahora dejndonos rodar pw un guin de tierra abierto en la masa de l a montaa. Tnel internacional, desde la boca se perfile una raya de luz que s &onda y oprime con S R C U ~ T e mientos de distole y sistole. Cerbere-Port-Bou, la barrera se reduce a unos poCQS kilmetros, a unos cuantos minutos, que en el momento de cruzarlos, uno no sabe si sn de separacin o de acercamiento, a trav& de lor: que algn da puedan mirarse los hombres de los dos lados. Poltica, derecho internacional, intereses ecommicos. La prensa de l maana y la de ayer est llena a de palabras aleatorias, de entrelneas, y quin sabe. . . Minutos interminables, la obscuridad p e s a en 10s prpados como una interrogzcin que aumenta LU volumen a medida que avanzamos por en medio de si2 noche artificial . -(No habr nadie que quiera cantar, nadie qrie
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inicie una conversacin banal, cualquiera? - pienso, sintiendo estremecerse un brazo junto al mo que 5e estremece como deben estremecerse los otros, contando e tiempo jalonado apenas por el jadeo de la m%l quina. Port-Bou : i Puerto del Buey! Reluciente maana de Espana, la brisa aclara los cristales e impulsando el ritmo de l vida que se ha a detenido dentro de nosotros, siento resonar las voces de los compaeros, se encienden las pipas y los cigarrillos que predisponen a la amistad humean dejando colgar en el aire lmpido sus eses graciosas. El Mediterrneo, de un azul calmo y profundo que absorbe los reflejos del sol y el verde de la tierra. psnpien entre lns rerrnq h n r i n In hnnrln del terrapln, por el que vamos marohando con sigilo. Jerga de la guerra estereotipada en el buen humor espaol, aprendo l palabra tomate, que en el a diccionario de la guerra significa obs. Y en la falda Cerrera ha habido siembra de tomates.
Rumorea el mar su lindo mensaje de amistad; pero a su vera, acallando la buena nueva, enanchece una sombra, y con esa jovialidad un poco brutal, u13 compafieio que ha hecho su vigilia de armas en unq de 10s frentes de Madrid, comenta: -Ya tienes la guerra a la vista; mira qu lindo tomate y dibuja con el nctice la huella que ha dejado en la tierra el obs c u y a trayectoria no es dio ficil reconstituir, observando en l alto del cerro una iglesia cuya torre se tambalea, abierta en obscuros jirw
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nes, y luego mirando el mar de donde parti el tiro, disparado desde la torre de combate del Almirante Cervera. El impacto ha remavido los cimientos de la va en un largo espacio, y dos, seis, diez casas destrozadas surgen en el camino. Gente inofensiva, pescadores y amigos de los pescadores de Francia, el oibs los cogi dormidos y se los comi como se comi la Cruz que abra sus brazos en la torre de la iglesita, mirando a mar, al cielo. Canto de esperanza, oigo llenarse la maana con las voces de unos chicos que juegan y alborotan en medio de las ruinas donde la naturaleza comienza a florecer, pintando un poco de musgo, luego unas florecillas.
Ancianos, muuhackos, todo el que es capaz de afrontar la defensa de la vida, lleva un fusil terciado a la espalda o una pistola ceida al cinto. El mono azul, uniforme de combate y traje de labor, espaolizado en el vocablo y en su sentido practico, hace que no distingamos al ricacho del pueblo del marinero, lo que nos permite ,evaluai con exactitud las fibras esenciales de ese pueblo extraamente aristocrtico que no comprende ms categora que la de ewaol Msica verncula en la que no incomodan los excesos del cataln, el idioma me liga en seguida a la cortesla de esos hombres alegres que cargan fusil d a l u t , camarada. Que sea bienvenido en E s -
pana.
-CalL?t.
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\.a haba odo en francs y espaol llamarse ~ a maradas a los muchachos y no me sorprende sentirme camarada ni creo que sea cosa del otro mundo q u e se digan oamaradas los hombres de esta tierra sacudida por los caones. En la aduana declaramos nuestro dinero y me quedo solo, y luego camino solo por una calle en declive, ,donde va salindome al paso una manecilla y l a palabra Refugio, Refugio Port-Bou, con su brazo de mar ceido al talle de los cerros y sus casas baadas ds luz, re con una alegra inocente. En una fonda humilde, pero limpia, fresca y espaciosa, m e instalo con intencin de hacer m desa-jyancs. i No hay chocolate, el caf escasea, tal vez faltarn la leche y la mantequilla. Pero el mesonero, la seora de l casa y dos lindas muchaohas que atienden 31 SMa vicio de la mesa, cmprenden que su deber es proporcionarme desayuno, y ponindose en movimiento componen con lo que tienen una colacin que dista mtr&o de ser la de mi lmen, pero que resulta agradable y tnica. eDignidad? S, porqiie podran quejarse. confesar q u e no hay aquello, que carecen de lo otro, y no l hacen. Dignidad, porque u1 cancelar e% imo porte de la consumacin, la ohica me rechaza la propina con un gesto de sorpresa: -Ac no se acostumbra dar nada-dice, calando en mi extranjeridad . Pueblo simple, donde caminando por cuLquie: alle se llega al sitio donde uno va, el ciudadano que me transmite el secreto, agrega:
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pieamos explosivos. Cercada entre el mar y Ia montaia limitrofe,_PortBou, puerta codiciada, ha sufrido como pocos pueblos, las consecuencias de l guerra: de semana en Semana a los barcos rebeides tiran mbre el pueblo, destrozan las defensas del mar, hacen blanco en el puente por donde van y vienen los vveres. C o m o nunca pens en un ataque, estaba indefmsa y ha tenido que improvisado todo en medio de zozobras espantosas, de castigos espantosos. Un muchachote fuerte que vende salud y contento mira desde la superficie de una cartelera al hombre indiferente, al extranjero, y l sacude con estas palabras: o I m i h d hroe de tu pueblo. U hay carteles con c a r i c a turas del enemigo, con consejos para proteger l saa lud de los nios, la vida de los nios, y por todas partes surge el llamado de la tierra que quiere brazos que reemplacen los brazos que faltan; brazos para producir pan para las trincheras, legumbrss para las trinrlreras: &marada: emplea tu descansa del domingo en labrar l tierra. a En la explanada que mira al mar hay dos hoteles y en torno a ellos gira l vida del balneario, que tica ne ms color que lujo y ms alegra que opulencia. LOSoficiales charlan con las muchachas del pueblo con una familiaridad simptica y al travs de ese contacto de! caf, se puede observar cmo estas mujeres lienas hasta ayer de prejuicios y sometidas a una disciplina secular, se han transformado hasta nivelarse con la
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mentalidad de l mujer de cualquier parte del muna do, slo que visten sencillamente y lucen la cara honita o fea que les di Dios. En torno a nosotros comienza a establecerse el l contacto con el pueblo que, curioso a principio, quiere saber l que nos lleva a Espaa, quines somios y luego o pregunta lo que en nuestros pases se piensa de elios, de la revolucin. Hacia el medioda arriba l caravana que cruz6 la a frontera furtivamente. Seria Unter, catedrtico cataln; el pintor Angeles, Rafael Dieste y una delegacin de escritores tram la bienvenida de los hombres de letias de la Ceneralidad. Un muchacho quiere saber cul es Tolstoi, al qiie supene hijo del clebre novelista de La Guerra y la Paz, y se interesa por conocer a Ehrenburg y a los escritores rusos. -c Cunto tiempo permaneceran en Port-Bou? -Probablemente unas horas.
--Es lstima, porque los mucnachos querran pescar almejzs para ustedes. l Frentr a chinito Seu y a Koltzov, las oaras se iluminan y un mundo de esperanza brota del fondo de las pupilas de esa gente humilde 3 sufrida. Parecen enterados de las inifamias que se dicen de ellos, rojos., enemigos de Dios, porque con insistencia circula la pregunta: -Ustedes qu crean encnntrar ac? (Qu les parece sto? Con Enrique Diez-Canedo, hacemos el juego de
Un muchach.ote alto, recio, despechugado. se abre camino por entre la multitud anhelante, y en francs, con una sonorid ad dramtica q u e debe alcanzar ms all de la torre 4que se ha quedado sin cruz mirando al sus palabras se pierden en el Meditecielo, habla, y : rrneo . . .Nuestros hijos, nuestras mujeres. . . Es el aIcaldc2 del pueblo y al llamado viril de ese l hombre de man os encallecidas por e trabajo, responde Andr Chalmi Pueblo, puel Y no se ve
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GEWONA
Gerona, la ciudad docta, de gran tradicin intc lectual, va cayendo delante de los ojos como las lminas de un cdice; pero de un cdice ilustrado por la revolucin. Por ser ms vulnerable o porque matar y destrotiende slo a producir pnico, las bombas han mordido un extremo del pueblo, donde habita la gente humilde. Media docena de casas del suburbio aparecen deshechas y junto a ellas quedan ISS escombros obscurecidos de la muerte desparramadm en un montn con,fuso.
zar ciudades abiertas
El alcalde, que es un hoidbre joven, n o s gua hacia e Ayuntamiento, donde se han reunido los intelecl a l tuales para darnos l bienvenida. Uno es pintor, e otro! arquelogo; aquel se dedica a la investigacin histr c , e de ms all escribe versos. Visten de obscuia l ro y las patillas blancas, las melenas blancas ponen de relieve miradas plcidas q u e se dirigen a nosotros con regocijo infantil. Como la guerra ha removido el suelo de Gerom, estos viejos enamorados de ;a tradicin tienen fiesta
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permanente con los hallazgos que surgeri del fando de los stanos, de las sacristas conventuales. San Narciso, gloria de la iglesia de San Feli, fue obispo de la ciudad, hace unos 1,600 aos, y despus e de su martirio, unos ngeles l revelaron a Carlo Magno el sitio donde estaba el cadver y Carlo Magno lo di a Cerona para que inspirase a las almas. Cuando sobrevino la revolucin, una comisin de sabios y de investigadores (abri la caja donde reposaban las cenizas del santo, y cul no sera la sorpresa de estos hombres cuando en lugar de cenizas hallaron trozos de papel y unos guijarros. -Ya les ensearemos con mlma nuestros tesoros. Queda mucho por hacer y por escribir, muchsimo proyecta uno de esos patriarcas de la barba florida, mientras visitamos el Palacio del Vizcondado y la Catedral. dos poemas tallados en piedra con trazos perdurables. a -<Ustedes no temen a l revohycin? -A la revolucin, no. Ahora que a !os destrozos. si. $Esta gente no tiene ninpn respeto; incendiar e4 Prado se les da tanto como incendiar una choza. Con mano temblorosa va siguiendo la lnea de piedra de los arcos de la Catedral, donde escuch !a leyenda maravillosa del Cabo Estopa. y algo sorprendente. -El seor obispo tena en las cajas fuertes trzinta y cinco miilones de pesetas, esabe?, qtr cogimos en metlico. -Y e puetblo? l -Usted puede enterarse: el pueblo no ha toca40
E :pana esta a
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nac3a: las telaLS, los retablos, los vasos sagrados, las obiras de talla se conservan sin un raszuo. E n una ti erra pobre, donde los labriegos trabajan COII elementos de labranza primitivos, y la geriie sufre nec:esidades niateriales y espirituales, mientras el santo obispo amontona millones de pesetas, se comprende una reacciiin violenta contra el clero, contra e mal l cle ro, contra los qwe faltan a los prhcipios de su miS O n cristiana. Desde lo ..._ ro la ciudad con sus calles torcidas, y comprendo por v el obispo no est donde detjera estar, por qu ha habid0 saqueos, por qu Espaa desde mucho antes de1 18 de julio, y mucho antes rie que surgiera ei rantasima de M[osc, ya quera cegar la fuente del mal y as;iltaba igle sias y las incendiaba. n n Un viej- y i n t n r r n n nvnrla rlp tina liina. est re---=-., -t0ciando una vieja tela. La Catedral de Gerona, conve rtida en museo, resuena bajo los arcos como un rno misterioso en cuyos tubos se entra la tarde con 3 SU! reflejos violeta y anaranjados. P Un furgn de soldados pasa trepidando por el ca. I
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-Vengan con nosotros; vamos al hotel. El Ayuntamiento h a dispuesto yantar para las visi5 ta!: vino de la tierra, fiambres. Es lo ms moderno de esta Gerona rugosa c m o 1imina de misal, y comemos de prisa. Un compaero - los compaeros suelen perder repeticin de jamn. Ia memoria-reclama El mozo, que sabe que e n Gerona hay muchas bo-
prir
ias y los nombres que retenemos a medias, se renueva la emocin con un vertiginoso galopar de imgenes, El calor, ceco y constante a pesar de !a proxirnidad del mar, enerva los sentidos y hay que hacer esfuerzos incontables para mantener viva la atenei6n 3x1te el paisaje que se desplaza en medio de campos dorados de olivas y terrenos de siembra donde trabajan con actividad desesperada los nios y las mujeres y 103 ancianos para alimentar con sus frutos a los que pe4 lean en los frentes o a esos otros htoes que de sol 29 sol sirven en las fbricas de guerra. Pueblo guerrero, histricamente guerrero, pero no militar, la etapa de organizacin de !as fbricas destinadas a servir fines de guerra, ha sido dura y trabajosa y, en ella, Catalua ha tomado parte activa desde 10s primeros meses de la revolucin. A las diez de la noche, camino del Paseo de Gracia, entramos a Barcelona.
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bloi
-Y, {qu tal? {qu dice Espaa? Trato de resumir la impresin del da l ms cono cretamente que puedo y mirando hacia Port-Bou, respondo: C - m o espectculo, m e parece excesivo y hasta un poco brutal. Pero lo importante es que nosotros hemos venido invitados para participar en un Congreso y el Congreso lo estn haciendo ustedes. Barcelona es una ciudad populosa, activa y cuando entramos por su noche tibia, da la impresin de capital donde por el da ha ocurrido algo, que puede ser un incendio o un temblor de tierra, un crimen sensacional o una manifestacin cvica. Para defenderse de los bombardeos, el a!umbrado de las calles, en noches que no hay alarma, se reduce a unas bombitas que los vecinos colocan en las puertas de las casas de manera que la luz caiga sobre l a acera en forma muy suave. Una multitud espectante y silenciosa vaga por en medio de las anchurosas avenidas con paso tranquilo, y los coches, los furgones atestados de milicianos, las motocicletas del servicio de patrullaje, las ambulana cias, siguen el mismo ritmo ordenado que da a l ciudad un aspecto tranquilizador. Uno piensa que se puede dormir alli y salir a la calle y frecuentar un cafk sin que le ocurra nada desagradp.ble, salvo caso, naturalmente, que haya bombardeo. Clima propicio a la insurgencia, Barcelona. indnstairrl y laboriosa, es la capital de problemas m u y serios,
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de inquietudes muy intensas y muy serias tambin que han ido resolvindose a costa de mucha sangre. La alegra de gran ciudad que la caracterizaba se ha transformado en alta potencialidad de trabajo y de cultura. Los ttulos de los peridicos se multiplican re multiplican las ediciones de libros muy cuidados, de folletos de divulgacin cientfica. A su regreso de Madrid visitar usted nuestra a Universidad, la Exposicin del Libro Cataln, l C a s a de la Cultura, los sindicatos; luego le ensearemos algunos teatros y oir a nuestro Pablo Casals y asistir a una fiesta folklrica. El auto-car confunde con otro e coche que lleval mos de gua y siguiendo a de un seor cualqu: l Tera, vamos a dar a una calle lejana, lo que nos permite reco rrer una parte considerable de la ciudad a travs de calles bien pavimentadas. A media luz, funcionan cafs, confiteras, restora a nes, y en medio de esa agitacin banal, se insina l del trabajo. incesante y febril. De los secretariados de las agrupaciones politica cuya abundancia constatamos mirando las cartelera donde hay trazadas grandes iniciales que correspon den a Ia abreviatura del nombre de la organizacin i d e n constantemente muchachas que illevan bajo eF brazo abultadas carteras portapapeles y libros y foile tos. El comentario de uno de los compaeros de viaje me pone en guardia con respecto a dos aspectos de la vida catalana q u e no quisiera tocar, y que se refieren el uno a i poltica y sus derivaciones y e otro, a l a l
Los tiros de las asonadas callejeras y de 10s fascistas han respetado a los pjaros del Pasea d e Gracia, y sobreviven los gallos para lanzar al odo del viajero su cancin matinal. A las ocho y media o a las nueve continuamos la xuta hacia Valencia. Quiero aprovechar los minutos para divisar la ciudad, que empieza a agitarse y recobra al oido su prestigio de capital alegre y activa. La brisa del mar sopla sobre el cristal luminoso de las primeras calles llenndolas de una canoridad que no se parece a la d e las ciudades donde la gente trasnocha y vive una existencia,.de placer.
En los quioscos de peridicos estn desdobladas, para exhibirlas ante los ojos del que quiera leer, e s a grandes hojas henchidas de noticias muchas tachadas por la censura que atraen al mundillo madrugador : obreros, bonitas muchachas del pueblo, milicianos. Las nias del taller, y ahora las seoras de linaje, mantienen la tradicin del peinado que lucen con su gracia natural. Pera e n l ciudad condal, como dicen los cronisa
tas, no son slo los pjaros y las sirenas fabriles los que madrugan. Madrugan las radios con sus potenters altavoces, las radios que completan las informaciones del peridico, y que escucha e pueblo en los cafs y l en las horchateras
ner una estrecha conexin con la masa, la informa da l que ocurre en el mundo, la sacude, la excita. o Sede hasta ayer de un vasto mercado de publicidad pornogrfica desarrollado con fines de exportacin, las imprentas de Barcelona tiran ahora millares de libros, de folletos, de peridicos y revistas de contenido especialmente poltico. Hay 'fiebre de lectura y el "COmissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya" orienta su accin a hacer del libro y de la obra de arte y del conocimiento humano un don que est a l alcance de todo el mundo.
La estadstica es siempre un poco fra; pero por encima de los nmeros surge el hedho del hombre que lee en el tranva, en el caf, yendo por la calle: el hesa por conocer
a un Alexis Tolstoi a quien supone
hi-
j o de Len Tolstoi, al que admira; y esto no es estadstica y tiene un sentido m s profundo que la fra
realidad de los nmeros. Un obrero vestido con su blusa de trabajo. que lee un libro de Marx mientras se desayuna en la terraza de un caf, me recuerda las palabras de un labriego de Castilla :
Espafia estd
u/n
poco mal
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-Antes de la revolucin, YQ era un bruto; ahora me siento un hombre. En el barrio comercial tomo un taxi (en Barcelona funcionan los taxis y los tranvas con bastante regularidad). Arrellanado dentro, surge el problema: c dnde ir? Frente a esta cosa inesperadamente ridcula, confo l mi curiosidad a cbofer y me entrego a su decisin: -Quiero dar vueltas hasta las ocho y media; conocer un poco la ciudad, El hombre presiona el acelerador, rpidamente cruza las Ramblas, deja atrs la gran Plaza de Catalua y sin darle mayor importancia a las casas que llevan e l sello de Caud, el arquitecto intrprete d e las masas, qtlp ha dado a Barcelona un tipo de construccin extrao. como los rascacielos de Ro de Janeiro, corta la ciudad en lnea recta, y como ante cosas de un inters muv relativo, Ie oigo decir:
conductor se -detiene y me invit? a bajar para enseiiierme un puente perforado por un obs que cort la va y ha sembrado de metralla la fachada de los edificios vecinos.
es l obra de los civilizados; mire usted a -Esta 10 que hacen estos hombres y rabiosamente disea con el ndice los bordes de la enorme pupila encostra-
hl
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Alberto Romero
ta de esp3rit-u de sacrificio; pero peleamos, producimos y vea esto. La obra e los civilizados1 Comprendo que el camarada quiere 'darme una impresin escueta de !a revolucin y como un gua inteligente de la Empresa Cook trata que ese croquis sirva para que l ensee o a la gente de mi pas a fin de que se entere de l que o est pasando y de que las cosas no son como nos la* pintan. Barcelona tiene un conjunto hermoso; pero las casas me parecen un tanto de mal gusto por su arrogancia y su exceso ornamental que habla de exceso de dinero. Rodando por barrios elegantes salimos hasta otra plaza, donde el conductor me ensea una alta colurnd na . -Aqu tiene usted un cura exclama el hombre;-pero era un cura honrado y por eso l hicieron e este monumento y Como el pueblo respeta a los curas que son honrados, respet Este. o Miro hacia l alto y veo surgir la figura elevada y serena de Jacinto Verdaguer. El camarada ignora a autor de los Idilios y Cantos Msticos, al autor de l La Atlntida, que quiso elevar a la dignidad de idioma la lengua catalana. Verdaguer era honrado y pobre; Verdaguer no tir sobre el pueblo como han tirado los seores curas parapetndose en las ojivas de las iglesias, y el hombre trata de salvar la responsabilidad popular. Por detrs de una calle surge la fachada monumental de la Santa Familia, que Gaud no alcanz a
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teminar. Es tambin excesiva y con perdn de 103 catalanes pienso que est bien como recuerdo, as sin terminar. -Este monumento es una iglesia (sabe usted?; cuesta muchsimos miles d e pesetas y a nadie se le ha ocurrido derribarlo porque es un monumento, Cuando acabe eI jaleo, lo terminaremos de construir-afirma e buen hombre empleando el plural con esa certel za del que se siente incorporado a la direccin de l a cosa pblica. Pero falta algo y el ciudadano que no quiere ensearme a medias el panorama, me lleva hasta una de las tantas iglesias incendiadas de Barcelona. no vala nada y la tiramos como tiramos -Esto l estatua d e Prim y la del Marqus de Comillas, que a era negrero y estorbaba como una vergenza, c o m o es-. torbaban estos curas-dice
pregunto. -2Cunto se debe? -Cmo deberse, no se debe nada, s d o que e l taxi ha de marcar alguna c o a , veamos. %d coche se pierde por entre 10s rboIes rumoroso3 del Paseo d e Gracia: pero en la palma de Ia mano queda palpitando aIgo durante mucho tiempo, y no d definir qu m.
noticia qwe circulaba en Port-Bou y en los pueblos veCinoJ: -El "Almirante Cervera" ha estado hoy ac y ha tirado sobre las casas. - l amanecer bombarde el "Almirante CerveA
r' . a"
En uno de estos pueblitos donde nos hemos detenido a charlar con la gente que se reune en la fuente de la plaza, un vecino se acerc a preguntarnos si en el trayecto no habamos divisado al "Almirante Cervera", con tanta naturalidad que pareca estar indagando el paradero de una res perdida. E hecho se repite donde uno quiera que vaya y como l dudsemos de su efectividad, un hombre que parece ser uno de los mdicos de "El Rey que Rabi", se explaya : -Tal vez no sea el "Cervera" el mismo buque: uno eso no lo szbe nunca. Pero la tiktica s que es igual; la trajeron los fascistas y no nos libraremos hasta que no caigan todos estos cabrones que se han entrado en Espaa para envenenarla.
Desde e Albergue que el Patronato del Turismo l tiene instalado e n Benicarl, contemplamos el mar, azul corno el cielo, caIrne, como el cielo. Pescola Be entra en el agua con su montancito de casas claras, y sobre Pescolia se levantan los torreones del Palacio del Papa Luna. la priiR del testarudo aragons. Espaa contra Roma. Roma contra Espaa. Una antena beligerante alza s u brazo emblemiitico desde lo alto de una de las torres. -Ha sido una lstima q u e este c o a d i o de escritores no haya podido celebrarse a la sombra de Pesl cola. El sitio es hermoso y e momento que vive Espaia se presta admirablemente para que los escritores Droclamen__ cisma donde don Perlro rle 1 llna nro. _ su . _ -rclam e suyo. l -Podramos quedarnos. E e r a peligroso y hay que ir a Madrid. En el rostro de Benda, el viejo filsofo francC wesbala una sonrisa llena de bondad. Corpus Bar; fuma su pipa y otea silencioso el horizonte por donc l deben de navegar barcos que ve solo y a los qi aguarda con e corazn anhelante. l
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P O 3. el camino se acercan u303 motores cuyo ml runeo c:rece y decrece segn e viento. Luego Be oya l abrirse una risa a la que le salen a encuentro palabras de bien venida. . -e Is Alberti, ha llegado Rafaei Alberti. c o i1 AIberti se aviva nuestra emocin de Espaia, El mono azul le cae bien como la melena, como SU :ha, como el entusiasmo que lo agita y empuja risa an<: hacia n osotros. A almorzar, camaradas. Ha!sta Benicarl hemos marchados desprecupaclamente, quin sabe si con abuso de despreocupacin, y los camiaradas espaoles lo advierten y despachan kx auto-cal7s. - 1 viaje en automvil resulta ms rpido Y ~ 6 E 1 modo oigo decir, y presiento l dems: o -E :s m s seguro, y si hay novedad, las consecuencias las sufrira un coche y no los treinta pasajeros que caben c]entro del mnibus. p rligro? No s; la cosa me repugna. No quec rrh ser hroe. Como los demas, comprendo que soa bra la palabra y que sobra l intencin, todo. Nuiistra tarjeta de visita puede quedar en el sa- -1 -- J 1 l--l<--_auito d -1 -1 tras cosas sin que suceda nada de particular, Benicarl, Pescola Sobre el marco dorado de la tarde brillan unos l montoncitos de piedras blancas que se entran a mar l tomo e engaste de una linda joya que vamos dejando atrs rpidamente.
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puesta como un gran ramillete de ptalos rojos y de ptalos blancos sobre e corazn del porvenir, estas l viejecitas admirables son la maldicin m s tremenda con que pueda abofetearse la conciencia de los que han dejado tanta anciana de luto abandonada en los caminos! Trapos neg~os,g n m ~ blancas. anochecer sin m -
ana de las nobles viejas espaolas, la vida canta en a la carrc:tera, y ellas, que escuchan la buena cancin, l r por los m i n o s como dejaron marchar a SUS dejan i hombre:s, a los muchachos que se fueron con sus honrEres u i maana de Julio, de Agosto; una maana 1 llena d e sol y urgencias cuyo sentido el pobre Alcalde
quiso e
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to, sonriente y dispuesto siempre a ir al fin del mundo 60n uno, y del gordito que tutela a Csar Va!lejo y siempre tiene un sitio que ofrecer y una buena palabra para los escritores.
da ocupar ms adelante algn espacio en estas notas, en las que debera figurar Miguel, ese miliciano al-
E n la guerra el automvil ha tenido una participacin importante y estos muchachos se han disciplinado y robustecido los msculos y e coraje a fuerza l d e correr por los caminos en medio a veces d e !a m e tralla, a veces resbalando en la nieve.
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Paco me tom en Benicarl y ser mi compaero de mesa y de alojamiento en las paradas que hagamos.
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C i quiere venir en el cocihe, hay un buen sitio que podre tomar usted. vacilo. -Pero un sitio (con quines? -No s quines son los otros miente Paco-. Pero usted ir conmigo en ia direccin. Y as echamos a andar y andando compruebo que los pasajeros de Paco son un novelista ruso, un ruma no y dos franceses que van mirndose las caras y no saben cmo iniciar la conversacin. Cuando Paco cae en la cuenta, se dirige a m y me dice, descubriendo el truco d e su amabilidad: E s t o s camaradas estn muy bien donde los he puesto; pero que a m me den tos de stos, porque no uno tiene que ir con el pico cerrado y eso no puede seli, c verdad ? -Ciertamente, Pacdivago A trmino del primer kilimetro nos tuteamos con l Paco, que es caballero espaol y luce en la gorra la estrella roja de los milicianos "de la Refiblica.
Cuntos libros, cuntos lindos y dolorosos libros podran escribirse de estos nios que juegan a la guerra y cantan a la guerra, imitan s u ferocidad y se enloquecen sintiendo volar los aviones y silbar los obuses. Una noche se encuentran sin la madre. Otra qu vida! son los hermanos mayores y el padre y la casa hasta la casa! los q:e no estn en s u sitio. Colectivamente locos en Londres, ac, en la prc3pia tierra, cacn y ven caer y as van endurecindose 3 7 hacindose hombres. La onomatopeya de la guerra preside sus juegos, y van de luto y hacen unos de milicianos y otros de fascistas y como si fueran aviones de verdad le gritan a uno cuando algn muchaciho imita la vibracin de la hlice : -No temas, camarada, es avin de los nuestros y te dejar ir. a Pero l travesura suele cobrar realidad y es lo mi3 mo, porque los muchachos han aprendido a conocer los tonos que diferencian el disparo de un obs y el de un mortero y saben <bien de dnde tiran las Saterias y si hablan, italiano o alemn los caones.
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Las xiwjeres que p e l r n r o ~en e. cuartel de la Montea tan bravamente como los hombres, cuidan de est o s nios que el decoro nacional no ,quiere dejar que vayan al extranjero a lucir miseria y caritas tristes, y en las Cuarderas situadas en los pueblos donde 110 hay peligro, ellas los educan, los orientan para que sepan dirigirse en la vida. H e odo hablar por todas partes de la Espaa nueva de los nios; pero se podra ir ms lejos y hablar de l a de los hombres, de este espritu de solidaridad huxana que est surgiendo de entre las llamas de la guerra. Un caso: las diez mil latas de conserva obsequiadas por los dueos de los frigorficos argentinos llegaron descompuestas a las tropas rebeldes porque 10s obreras agujerearon el envase. Y Andr Malraux, teniente coronel de la a v i a c l h leal, comprob en uno de los bombardeos q u e las bombas enemigas caan una tras otra sin que estallasen. Corno les llamara la atencin el hecho, desarmaron una de las piezas y en la espoleta. apareci un papelito escrito en portugus c o n estas palabras: Camaradas, este obGs no explotar. Volviendo a los nios, a estos nios contra los cuales tendr que estrellarse el cain, yo podra cona tar muchas cosas q u e h e visto en ! terrible Espaa bermella q u e quitaba el sueo al baen caballero portcgus dzl Almanzora Con Nicols Guilln sorprendimos a un chico paseando por la plaza de una aldea. Nos llam la atencin su arrogancia, su aire de desafo y fuimos ha-
irs
Alberto Romero
cia l, o mejor dicho, l vino hacia nosotros y par3 que lo viramos se puso en jarra y cruzando delante de nosotros nos ense sus brazos de biceps mal dibujads. Con tinta, escrito en caracteres que no acusaban una caligrafa muy cuidada, lemos esto en el brazo derecho: Muera el fascismo, y en el izquierdo: NO pa-
sar&
en una taberna de Castelln a la que entramos en busca de agua gaseosa para aplacar el calor del camino, mientras los hombres leian algn peridico o discutian temas de guerra, afuera sentamos cmo los rapaces resolvan sus conlflictos. -Estos chicos de Madrid se entienden con los nuestros, como ustedes lo oyen - quiere excusarse el dueo del mesn, y llama al que parece hacer de jefe de la pandilla. -iA ver, t, Andrs, a callar!. Andrs no parece un hrcules sino un chico recogido. Viste delantal de lustrina negra y en la mag9 a empua un fusil d e madera; un fusil sugerente por l perfeccin con que ha sido trabajado. 4 y e , Andrs lo abordo t t & hiciste esa escopeta? -Yo; pero no es una escopeta; este es un fusilresponde ei chiquillo. Luego Andrs se queda silencioso mirando al suelo, mientras los compaeros de juego me observan y observan al chico con un inters extrao. No s q u pensar de este Andrs que parece un poco- solemne, un poco petulante. Pero uno de sus camaradas toma la palabra y diciendo lo que Andrs--
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E mpaa s
Ya comprendo - no quiere confesar por dignidad, exclaima: -Al padre de este nio lo fusilaron los fascistas Y su hermano se est muriendo en un hospital, camaracla. Resuelto el problema, Andrs alza la cabeza y encal&dose conmigo confiesa la Iiistoria del fusil que 1 2 l e vaba costadas noches y noches de vigilia. l. -Hice este fusil porque yo tengo que matpr muChl3s fascistas, sabe usted. E n un arranque de ternura equivocada para con e! nio que reclamaba besos de mujer o un buen 2lp: retn de mano, intent darle unas monedas. Pero Aridrs las rechaz: -No, camarada; yo no necesito tus perras. i Nios, nios! Qu bonitas historias, qu cuentos an'iargos vais a contar cuando la vida os ponga unas cuiirtillas por delante. T, An-Irs, dirsTa tuya, y el chiquillo de Caste1 n llenar otro captulo, y todos escribirn algo para 1 e 4U' se fastidien los que nunca han pensado en ustedes, bU enos muchachos. *
prenaera que en cspana quecia ,mucna aiegria y cho optimismo que son las reservas del pueblo".
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Paco, lccuaz y alegre, no y e ha dado tiempo Fa ra reflexionar en las palabras de Usted y slo ac en Valencia las he recogido y comprendo que tena usted : razn, y constatacin pueril, m e he dicho: estoy e1 pre inquieto, siempre preocupado, siempre con minut o s de menos para hacer cosas que suelen estar de ms.
Presagios, ms presagios, mientras hlara sale un momento con Alfonso, me he quedado solo en el Faln-biblioteca de la casa de la Cultura y por una ven-
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>os, que es hermosa como la ilustracin de un libro de t o p e de UG verso de Caldern. Un calor hmedo y tremendo sube por esa venlana sin aire. Uno de los camaradas ofrece caf, reifrescos, y por los pasillos se anima el Romancero de !a KevoIucin: Len Felipe, Serrano Raja. Altolaguirre, Mi guel Prieto, Antonio Aparicio, Emilio Prados, h4iguel Heriind-z . Debe ser tarde y hay que distribuir el alojamiento como se pueda. Valencia ha duplicado su poblacin y los hoteles y las alcobas faltan para albergar a jos refugiados y a !os funcionarios que integran el Gobierno. Un ctrrnarada grueso, calvo, grita desde la antesaa la : -Pero, tno han sentido ustedes?
-CQU3
-10s aviones. Nosotros estbamos en la playa cuando empezaron a tirar. Y o les dispar con mi pistola. . . Luego se marcharon. Con su estampa de santo laico y su entusiasmo inlantil, Acario Cotapos quiere *terminar su narracin; pero Acirio nunca puede terminar nada suyo, porqiip se debe a su cordialidad, a su gracia, al anecdotario que lleva consigo con una abundancia prodigiosa; y 10 reclaman de todos lados y lo asaltan las preguntas. El drama de Acario radica en la falta de jabn; el mo va a ser la ausencia de tabaco, que son las dos cosas que no tiene Valencia, ni las encuentra uno e n ninguna parte.
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Alberto Romero
Jabn? (Tabaco? E l problema es serio. 'Lo rcsuelv' ofreciendo al buen Acario unas dos pastillas de jabn, que deben andar en mi maleta; pero ste no fuma y eI propsito se frustra. E l chiquito de Miguel Prieto me encaona una pistola, y. serio, amenaza: T eres fascista, (verdad? -N,s, (por qu? -Porque no te conozco. -Mi=uelito, Miguelito, no seas fzstidioso protesta el padre.
los das en que bombardeaban Madrid los aviones de Franco, y Miguelito, en brazos de su madre sintiendo caer los obuses, sealaba al cielo con el dedo y haca
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DOS ANECDOTAS
El tabaco, el jabn y el azcar escasean, no obstante lo cual la gente fuma y se lava, y hay buenas tiendas de refrescos donde uno puede tomar una jcara de chocolate o una horchata como en tiempo normal. Pero para ello hay que conocer los secretos de ciertos mecanismos y estar atento a cmo funcionan las oficinas de aprovisionamiento donde hacen cola los vecinos das enteros para proporcionarse un poco de tabaco ordinario o cn puadito de azcar. Leonor, la excelente camarera del hotel, mujercita de Madrid, viuda desde hace unos das, porque al marido lo cruzaron a tiros en e frente, viene muy teml prano trayndome tres cigarros puros, una media docena de cigarniios de tabaco habano liados a mano y picadura : - i M hombre fumaba de lo bueno y esto es fresco. Tome usted y no l d a nadie porque no encono . . trar nada parecido en Espaa. Quiero retribuir su generosidad y tropiezo, como a siempre, con l actitud digna de esta gente proverbialmente desinteresada que todo lo da con seoro y con seoro retira I mano si se habla de propina. a
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-Te -NO.
has desayunado?
A n t o n c e s andando. Hermesa maana de Valencia, cruzarnos l a ciudad por l parte ms moderna, que se resuelve en c a a Eles anchas con comercio que parece tan elegante como cl de cualquier capital del mundo. Como es domingo, las puertas permanecen cerradas y salvo los quioscos de peuidicos que son grandes y tan siirticlos como una librera, l actividad a esa hora gira slo en torno a a Ias horchateras, las cafeterias y las casas de comida. donde, como luego puedo comprobarlo, la gente come y come bien, abundantemente. -eCaf, t, chocolate, churros? El pblico se sienta donde quiere O donde puede, sin buscar exclusividad ni hacer distincin e categora, y cada cual habla de l que se le da la gana y deja o que los dems hablen lo que quieren, sin mezclarse e n la conversacin. Con Paco nos instalamos en una m e sa de obreros que discuten cuestiones sociales. E l establecimiento est controlado poy el sindicato de gente de hotel y el dueo y los servidores participan de l a ganancia. La muchacha que nos atiende resulta amiga de Paco, que la reconoce y la habla de Madrid. -Nosotras, con mi hermana, nos hemos quedado sclas y estamos ac, trabajando, qu hacerle! Aunque parezca lugar comtn, es linda esta nia, y l hermana tan linda como ella, y nuestro chocolaa te, en medio de esta atmsfera de igualdad, de igual-
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dad nivelada por el seoro de la gente, sabe a fran. queza, a lealtad abierta e par en par. Paco, mi amigo Paco, el camarada Paco, alega s u amistad con lasi chicas y no acepta que pague el consumo. Mientras Paco va a recoger el coche. me quedo solo y en este minuto se me ocurren las ms amargas reflexiones acerca de mi desaseo, de la cara Mdecorosa con que voy a presentarme a la sesin inaugural delc Congreso. Hacia m viene un muchacho de '*mono azul", pistola a cinto. Lo abordo: l -(No habr una peluquera a mano donde pueda afeitarme, camarada? -Hoy es domingo y no encontrar usted nada abierto. Pero eso no importa: venga conmigo y 1 Ve0 var a casa y se afeitar usted. N o s qu pensar, y sorprendido hasta e aturdil miento me dejo llevar en un coche que maneja el m u chacho con rapidez. Despues A O S detenemos frente a una casa de muchos pisos, y all por el quinto se abre una puerta y entramos a un departamentito Impio y luego vienen a saludarme la madre y l s hermanas de a ese hombre. al aue no hav ms remedio aue llamar ami-, go, o mejor, camarada. - H ~ Q s tenido que meternos aqu donde nadn l queda bien, - se excusa la seora, mientras e cama. rada desaparece y luego asoma trayendo un tazn con agua caliente, la brocha y una navaja. -Hombre; usted se va a reir, pero yo no s m a -
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El camarada se rie, en efecto, y serialando una brrtaca. dice: el pulso firme, sintese usted y 10 afeita-Tengo r, o . y L a faena sale rpidamente. No se m e Ocurre qiK decirle, y a l posiblemente, ng se le ocurre que uno pudiera decirle nada. En la Casa de la Cultura cuento el episodio. - S a b e , a m me sucedi algo ms curioso que a usted, camarada, porque yo no tuve dnde dormir y me 3 a la plaza a esperar que aclarara, y estando ah h pas un chico y como se enterara de que no tena habitacin y de que era extranjero, m e llev a su a r a r t o y tuve que aceptar su cama, mientras l se acomod en un sof. Seu Ring-Hai, el apacible y docto Seu de la sonrisa dulce y l observacin perspicaz, glosa su anecdoa %a con un comentario: A s extraordinario, verdaderamente extraordinas 0 este. pueblo espaol. i
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presidencia: la de los ausentes, cuya voz tutelar paree1 descender desde lo alto de esa tronera abierta por lo obuses enemigos, ex profeso para que e pueblo n l d
. .
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diciendo Valle Incln, Foderico Garca Lorca, Pablo de la Torriente, Braun, Luckas, Gorki, Barbusse. a Azaa, Miaja, son los hombres de l responsabilidad y no concurrirn ai acto inaugural porque su puesto de comando est en otro sitio. Como voz de presente, yo recuerdo unas palahras q u e pronunci cuando se discuta la disolucin de las cortes constituyentes y que saben a definicin. p qu yo traa preparado mi
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discurso? - se encara con Lerroux. - S su seorai agrega despus -- quiere desprenderse c.33 esas pequeas preocupaciones, l dir que jams he improvisado e un discurso, porque los saco del interior de m propio i .* i espritu, y en m espritu no hay nada improvisado. Julio Alvarez del Vallo se pone de pie e iluminado por los reiflectores d e los cameramen fija, en un diacurso claro y vibrante la posicin internacional en que se encuentra colocada la Republica. Pero todos miran hacia esa rotura del techo que se llena de rumores de la calle, de sol, de gritos de esperanza y, l que era de suponer, Benda. e autor de o l kai tmhisoia des Cllercs, se pone de acuerdo con un escritor sovi6tico y ste con un hoiandi-s que ha hablado invocando su fe cristiana. l Moral, justicia, derechos humanos; e derecho a vivir, a gobernarse, a pensar. Por la cavidad donde estamp s u dentellada la metralla que succion el Palacio del Ayuntamiento, penetra la luz del medoda y de tarde en tarde un grito, una voz estremecida de alborozo trepida en el aire: la revolucin! Viva Espaa! Vivan los -Viva escritores! Viva I RepUblica! a
EN
LAS
ARENAS
En Las Arenas la alegra de domingo flota en el mar, en la cara de las mujeres, de los nios; flota en el vino y en l s manteles blancos. o La mesa del almuerzo se prolonga recta y sin adornos y cabe a ella estn los representantes de los veintitrs pases que han venido a formalizar el acuerdo del Primer Congreso que celebr la Alianza, en Pars, en
1935.
A dorso del menU, donde los comensales suelen l estampar la firma y un elogio banal a la comida, tienta escribir las palabras que dijo el Tenorio, cuando los espectros daban aldabonazos a la puerta de la casona donde se serva la cena: ibrealidad o delirio! Realidad, realidad pura, del fondo del paisaje surgen las palabras de Mara Zambrano, cuando me recordaba que Espaa tena intactas sus reservas de optimismo, de alegra. Y luego. Espaa es incondicionalmente tradicionalista. El domingo los hombres descansan y el lunes se echan a la trinchera, cogen el fusil y apuntan. J&n Langdon Davis, que al comienzo de la revolucin recorri la zona leal en motocicleta, cuenta qire
la Virgen del Pilar subsiste en todos los tiempos, y cita la copla que la cantaban durante la invasin francesa:
La Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa; que quiere ser capitana de la tropa aragonesa.
IPero sobrevino julio, y en julio cias leales de Aragn la invocan:
de 1936, las m l ii
La Virgen del Pilar dice que no quiere ser fascista; es capitn general del gran Partido Anarquista.
E n medio de esta alegra de domingo, tantas veces hollada por la muerte, brotan extraas sugerencias.
El camarada Paco viene bufando por el camino. Y todo parece dormido en torno a mar y miranl
Muerto cay Federico -sangre en la frente y plomo en las enfraasque fu en Granada el crimen sabed-ipobre Granada!-en su Granada.
La emocin entraable de Maohado se queda resonando en la puerta del teatro, y los asistentes vamos a ocupar nuestras butacas, donde, por ser noche dedicada a Federico, nos sentimos actores; actores como Altolaguirre, como Carmen Antn, como Blanca Chacel y Luis Cernucla y Mara del Carmen Lascoity. que representarn el drama. Actores, como la costurera de Yerma, que cosi los trajes que esta noche saldrn a escena; actores, como Vctor Corteza, que ha montado los decorados, recordando su amistad con e l poeta. Manolo Altolaguirre quiere explicar la aigixficaciin de esta velada que no requiere prlogo:
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el dra-t
rante la dictadura de Primo de Rivera. Aquel estreno, que constituy un verdadero acontecimiento literario. ttmo tambin un profundo sentido poltico. T d a la Espaa amante de la libertad, acudi a las representa9 ciones Federico Carca Lorca tenia escrita su obra desde haca tres aos. La llevaba en su prodigiosa memoria, de tertulia en tertulia, intilmente. Los diR rectores no se atrevan a representarla, e..t re otras ra-< zones, porque Mariana Pineda era entonces un drama: poltico. Mariana Pineda, la romntica herona espaola de la libertad, granadina como Federico, fu asede la reaccin absolutista de Fernando sinada a =nos VII, por bordar una bandera de los liherales. Este es e tema de la obra que vais a escuchar. Margarita l Xrg, la generosa y fiel amiga del poeta, tuvo la for4 tuna de estrenarla en 192 7. Han pasado diez aos, los de una vida breve y fecunda, los hermosos aos de creacin de nuestro Federico, y Mariana Pineda se nos ofrece hoy como la verdadera fuente de donde nace o toda la labor lrica de nuestrowpoeta. Ya l veris. Ei romancero gitano se anuncia en el romance de L a C o rrida de Ronda y en el romance a la muerte de Torrijos. Vis a or canciones que luego tuvieron continua cin en sus libros. De esta obra nace su vocacin por la poesa elegiaca. Y sobre todo, en Mariana Pineda Federico Garca Lorca presagia y enaltece su desdi chada y gloriosa muerte. Estamos aqu, en esta guerra para recordar a la ms inocente de SUS vctimas. Y o h e llorado su muerte como algo pequeo e imposible, cas
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Alberto &mero
sin creerla, pero al mismo tiempo me sent lleno de una ira inmensa, de una clera santa contra esa sociedad que mos ofende desde el otro campo y qu.3 nos escupe entra noticias y catstrofes flores de diminuto llanto, estrellas de profundo brillo, como esta muerte que ha encontrado para siempre un lugar en la noche. Y sin embargo, no podemos, en esta oportunidad, sentirnos tristes. Este acto es una representacin en memoria de Federico, en SU memoria. Los actores que representaremos Maurfana Pineda estaremos en su recuerdo. nos moveremos en s~ 1 * -1 fantasa, seremos como un sueno suyo, como SI e esrui viese vivo fuera de nosotros, como si estuviera crendonos desde s u grandiosa y transparente presencia. Adems. no estamols solos: el mismo poeta siente desde SU tumba l a fervorosa solidaridad internacional que no: i asiste. El pueblo espaol no est solo en esta guerra
_L
los camaradas escritores de todo e mundo. * l Como en el papel, despus, las palabras desgarradas de Altolaguirre van apagndose en un crepscul tembloroso. o El timbre llama a escena y en silencio nos inrcrporamos a l comparsa que rodea a Mariana, la herona a de la libertad, sobre cuya frente brilla la estrella bordada con sangre que cogi Federico una noche que cruzaba las calles de Granada, de su Granada. ..,
-.
Un
-Camarada, esto es muy serio; salga usted-grita e vecino, interrumpiendo la serenata del slvese l quien pueda q u e canta en sus piteas. Es un bombardeo, un bombardeo. E s tal vez la muerte, el crimen; el crimen que pone ganzas a la noche y se entra a las casas y estrangula y se va. -Qu debo hacer? -Baje las escaleras; tome la dixecein que lIevan
..
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Alberto Rorirero
los dems y llegar al refugio. Pero pronto, que y o voy a sacudir a los dems vecinos. Un oficial cruza el vestbulo ciindose una pistola ametralladora y en alta voz comienza a decir palabras de prevencin: -Peligro: bombardeo de aviones. . . que salgan las mujeres y los nios. Buscad los refugios.
ca y despaciosa y terrible.
La
VCZ
-. . Conservar la tranquilidad.
'Terrible y entrecortada; terrible, porque !as comas las ponen las bateras y unos silbidos lejanos, un iis-lm?, que repercute en la pared o no s dnde.
V o y por mi ropa. En la mesa de noche el reloj est marcando las cuatro y veinte de la madrugada Tiro el focforo y por delante de la ven"Lcna v\io asomar una noche llena de estrellas, de resplandores que se entrecrutzan y suenan; de resplanrlores que cantan una sinfona por encima de los techos. -iPum, pum, puml Cinco tiros, un guin y otros cinco tiros, y lejos, el rumor de los pjaros asesinos, y lejos, tambin, lo que va cayendo de lo zlto.
Locura sin miedo, como un licor seco, la atmsfera de quietud humana que se siente rodar en torno a uno, l o contiene. N o se puede tener miedo, no debemos tener miedo; nadie lo tiene. Una mang m e coge por e cuello. l -He dicho que baje. Desde todos los cuartos van saliendo a los pasillos
Espafia
estn'.
poco mal
mujeres, nios. Mujeres que cargan nenes en los brazos, madres que aprietan a sus nenes. Nadie grita, nadie habla; no se oyen protestas ni invocaciones
La radio ha terminado de decir l que tena q u e o decir y saluda la cada de las primeras bambas con un paso dable.
y otra en motocicletas la sigue, roncando un poco en sordina. Quiero salir y una mano me ase por la mueca:
tan; as nos persiguen, as asesinan a nuestros nios.
-Camarada,
En el papel todo esto parece fro, sosamente fro. Lo s y no quisiera escribirlo. N o quisiera contar cun terrible es encontrarse de manos a boca con una mujer, que en medio de los caonazos, le dice a uno lo que est pasando con los nios. Ella tiene dos chiquitas en su regazo y las defiende con las manos, con el cora, u zn; las aprieta y piensa que s ternura podra salvarlas, salvarlas de la muerte, como la fe mueve montaas. A estas mujeres no se las puede decir nada, absolutamente nada.
All, en el stano, entre barriles y ristras de a j o y jamones, brilla una luz roja y un silencio rojo. Son veinte mujeres y no s cuntos nios y unos pocos hombres que han visto escenas como estas en Madrid, y L O hablan. Un adolescente, refugiado desde ayer en Va-
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Alberto Romei-o
Ileircia, comienza a impacientarse, y luego llora y s e mesa los cabellos. -Horrible, uno va a Barcelona y hay bombaxleor incoheva a otro pueblo, y viene ac y tambin-grita rente, y las mujeres lo dejan gritar. Despus se cansa y-sobre una de las barricas se queda dormido. He visto a una seora tejer a crochet unas pren1 1 .r 1 .__..__. _1-1- 1 - -2 'mis ne. nino v i orra nacer recueravs ue IVY uriIiiciua ____- _____ --- - - ataques: -Mi marido ya no quiere salir: yo le he dicho:
. I
qu le hace una. Sobre la pared del stano retumban los golpes de la calle ms amortiguados, pero insistentes, llenos de ferocidad. -Mire usted, que hoy sto se pone serio y qu fuerte est-dice la ancianita de los palillos, midiendo en el espacio l a intensidad del fuego. Ahora el reloj da las cinco, y las cinco y un cuarto; y a las cinco y media, mientras el ohico duerme
- .-
__
..
. .
alta voz:
-1 E
sas.
pende un brazo, y cuento ocho camillas, doce camillas. -(Dnde ha sido el "tmnateo"?-.3grita un vecino d de la casa de enfrente.
..side-car", .
impresionando placas desde su partida de Pars, ha debido foiografiar !a escena de este viejo labriego que, curvado sobre e% encerzdo terroso de la calle aldeana, est aprendiendo a escribir las primeras letras del abecedario. Un nXto l lleva la mano y mira a anciano con e l cara luminosa, y el pobre viejo de cara torva, perfila los caracteres con un palito, y rezonga. Abandonado a su suerte un poco obscura, C Q ~ J el sarmiento a la tierra, este viejo. antes de la revoIucin, era un labriego, nada ms que un trabajador sobrio y sun'rido, para quien la vida comenzaba con el col que iluminaba el campo y teTmincnba cuando la gleesperar que apuntara el dr'a siguiente, que era igual Madrid quedaba
al
de ayer.
Espaiia est
El
mn poco mal
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el pueblo y desapareci el cura y se fueron los mozos y vinieron otros mozos a decirle que le daran un pe-
l trabajaba para
ei
dazo de tierra, y que la tierra suya haba que trabajarla duramente para l y para que comiesen los que en las trincheras estaban defendiendo su parcelita, su pan. l Todo esto le supo a nuevo, como el saludo con e puo en alto, como la desaparicin del cura, como !a palabra camarada . Cada da venan de Madrid camiones repletos de socialistas y muchachos de las organizaciones obreras que rncudan a la gente con ideas xmevas y extraas. Al viejo !e ofrecieron un puesto en la labor de colectivizacin, y el anciano, sintindose persona, Kombre casi con posibilidades de ir un noco ms all, se decidi alcanzar a los que le llevaban ventaia en la carrera desesperada por ese querer aprender y ser hombrz en que est lanzado el pueblo. El asesinato del cura pudo ser un error, una estupidez, como tantas que se cometen en la guerra; pero observando a este anciano, en p y a suerte no repar eI seor cuia, la brutalidad misma tiene un sentido y una significacin. -No, asi no - rectifica el nio, y ante m curioi sidad, a- e g a : v -E1 abuelo quiere aprender las letras, y como en la aldea falta el maestro, yo le enseo. -Pero t querrs ir al frente? T o d o s queremos ir al frente, como van tos mayores, y cuando tenga quince aos, ir.
lh 40
Alberto Romero
El abuelo, para quien el tiempo tiene un valor inmenso, rezonga: -Nio, a ver t. . . Y cogiendo su lapicera rstica, ese viejito que ayer era slo un labriego, y ahora quiere ser un labriego y un hombre, reanuda l leccin. a
he visto a salir de Gerona y en los caminos l de Levante. Pero no con la frecuencia de ac ni con
Los
la abundancia con que ac van salindonos al paso montones y montones de coches destrozados que, con sus esqueletos negros, recuerdan los esqueletos blancos d e las reses que quedan tendidas a lo largo de la solitaria pampa argentina o a la vera de los caminos rurales de mi tierra, durante el verano, cuando el sol y la sequa calcinan los pastos.
-c
A ste s que lo cogi l guerra. Mira t qu a abolladuras y l q u e queda de la caja o seala Paco hacia la derecha del camino, donde abierto en cruz reposa su ltimo sueo un faetn, cuya quilla se ha incrustado fuertemente en la tierra.
Ms all, un fordcito joven duerme la siesta de l a muerte bajo la sombra de un rbol solitario, y Paco, mirndolo en esa actitud esttica, cuenta la historia del chofer que se duerme ante el volante, la historia del coche dormido. -T no te figuras l que es llevar un coche duo xante un da entero por carreteras inseguras, y a la no-
Espaa est
un poco mal
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che dle correr, y de maana, mal dormido, llega otra orden y hay que cumplirla. . Con mucho dolor, Paco, que es andaluz e inteligente, aboceta la historia de esos hroes sin historial. a quienes el !cansancio y el sueo de la guerra esparce a puados a lo Iargo de las carreteras, que despea entre los vericuetos de la montaa. -No te figuras-repite el buen chico. o Pero yo me l figuro, sin ser andaluz, y veo pupi*las en Ias que empiezan a quebrarse las imgenes; manos que pierden la sensibilidad; zumbidos del motor que dicen montonamente la palabra deber, y un pie q u e oprime el acelerador, y luego de un tiempo la carretera se parte en dos trozos y los hierros mascan huesos, trituran los huesos. Todo el camino est sealado por estos hitos, y Paco exclama: -Mira, cuntos, cuntos, camarada. Despus oprime el acelerador y una cifra alannante se queda bailoteando en el relojillo marca kilmetros. --i Paco ! e -Qu.
sabe, pero yo s que entiendo l que se calla Paco; l o o entiendo con slo mirar dentro de la esferita cmo sai tan l nUmei-os en la columna vertical: 100, 105. m
MI id C L A N f E L A .
Por este pueblo, a media maana, entramos a Castilla la Nueva. Titular de novela campesina, apodo de algn personaje travieso, la palabra Minglaniila suena al odo como un trozo de msica popular, y hasta parece que a escucharla uno estuviera viendo y sintiendo al vienl to, cuando jueiga en las Icuesdas, donde han puesto a
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una enagua blanca y rueduda. Pero la ilusin alegre se quiebra como un espejismo, y la pluma traza la palabra Minglanilla con un rasgueo lento, tembloroso, extrao. Camino a Madrid, a este Madrid, al que vamos acercndonos y no quisiramos llegar, marcha un convoy miitar compuesto de seis o siefe caones de artillera pesada que llevan tirando del ronzal otros tan. tos camiones cargados de vveres y parque de combata y fusiles y ametralladoras. Un coche ambulancia viene agitando su bandern en direccin contraria, y al cruzar con nosotros, leo: Ambulancia Escocesa. Tras el furgn corren los automviles del servicio sanitario y luego un tren inter-
14s
minable de camiones, de altos mnibus y de carro3 motorizados conducen a las familias q u e han salido da Madrid esa maana y que, nios, muje:res ancianas en su mayor parte, van buscando un sitio ms seguro e n las ciudades donde pueda decirse que h, ,1,..,, Dbsuridad. -Arre, arre, borrica - grita un hombre, guiando s u carrito de labranza y , centinelas de Castilla, dos milicianos cruzan las bayonetas en la arcada del puente, por donde se sube al pueblo. Paco dice unas palabras misteriosas al odo de los soldados, les ensea la estrella encarnada que luce en la gorra, y nos dejan pasar. -i Salud ! 1Salud, camaradas ! Desde el Ayuntamiento, situado en la Plaza, Minglanilla se desplaza hasta e pie de la carretera por l entre unas pocas calles torcidas, pinas y bonitas.
,, .
CPrn._
Adusto, como todos los pueblos, donde el ruido de las locomotoras no llega a sacudir las puertas de las casas, el paisaje se distiende a los pies de l aldea, a como el iecho de un ro que se ha quedado seco. Delante de la casa consisiorial, una fuente canta su cancin viva, armoniosa, y 10s escritores nos reunirnos en ese sitio para calmar la sed enloquecedora que el sol y el polvo han vcnido acumuIs.nc!o desde que empezamos la jornada. El trepidar de las mquinas inquieta a la gente y caras llena de curiosidad, ojos cautelosos, pupilas tmidas nos enfocan desde el fondo de las ventanas. Sobre un muro vaga la sonrisa solitaria del miliciano ejemplar: Imha al hroe de tu pueblo, llama, y na-
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o oye,
Alberto Romero
porque Minglanilla ya no tiene hroes, y hoy, pobre Minglanilla!, lo que queda son un puado de invlidos, de hombres viejos y otro puadb de mujeres y muchos puados de nios. -As es dice el alcalde, que ha venido corriendo a enterarse de quines somos nosotros, y luego escapa para ordenar que abran el Ayuntamiento y dispongan la mesa donde quiere brindar el pan moreno y redondo de Castilla y vino y lo que se pueda. Con el alcalde llegan los nios, los viejos, la mi1jeres y nos rodean silenciosos, sin atreverse a avanz:ir hicti 1 -m.rnn , rlnncln c n n t e m - l n n a ucu, n e m n u dn n 6 x u y v juguete extico, y observan la alba cabellera de Nexo. e rostro achocolatado de Nicols Cuiiln. la silueta esl tilizada de pender y miran y se ren. 2 Prevencin, miedo? Llamo a uno de los rapaces y lo acaricio. Un viejo se sonre a m lado y una mujer, que parece entei rarse recin de que nosotros somos como ellos, interro-
L-UYCU
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-2Marchan a Madrid? CQii son ustedes? -Escritores, periodistas. La buena mujer trata de simplificar la definicinz --Camaradas, tverdad? --Camaradas, amigos de ustedes. Deshecho el nudo, la mujercilla habla con el vecino y la nueva corre por el pueblo. -Son escritores, amigos de Espaa; son camaradas! Pueblo sediento de amistad, de saberse comprendido, de sentir cerca de su corazn voces honradas que
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digan leal y honradamente lo que ese pueblo es, y lo que ese pueblo sufre, el corazn de Minglanilla se abre como una enorme granada palpitante, como una gsanada repleta de sangre, de ternura. A l partir el prlimr trozo del pan moreno y sabroSO que nos brinda L s t i l l a la Nueva, ocurre algo extra. o, que no se sabe si es temblor, si es grito, s es qu. i Comienza con una vocecita y sipien otras voceciras y todos los nios de Minglanilla, enlazadas las manos, se echan a cantar delante del balcn del Ayuntamiento, y bailan rondas y entonan "La Internacional" E n boca de esos buenos nios de Minglanilla el himno proletario tiene un sentido misterioso, dulcemente misterioso, misterioso como la inocencia hecha canto, como la esperanza hecha flor. Nadie piensa en comer. Una emocin desconcertante cae hacia el ifondo de las copas. -GuillGn, habla; que hable Mancisidor y Juan Marinello, q u e habden los que puedan decir alguna C O sa Y hablar no es hacer un discurso, sino simpiemente hablar, dejar ir las palabras. Paseo por la plaza, donde canta la fuente s u cancin viva y ren los nios. Un hombrecillo m e abor-
-tUsted tambin es escritor? Debe sorprenderle la estatura, la calvicie, tal vez el que no lleve chaqueta y vista sencillamente una ca. i asin mangas, lo que n o est bien en un eskitor, en ms
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da :
to que el resto de los mortales. Acosado entre las dos maneciIlas que el labriegn n n n e rlelr+nte J m rliidn rle m miPmn P diirln J mi P sinceridad, dudo de que sea un escritor o simplemente un hombre que escribe. Pero no quiero defraudar al aldeano, y con una palabra de evasin absuelvo la respuesta. Pobre camarada! Caminando en silencio lo sigo hasta su casa; una casita limpia de campesino limpio. Una casita donde en las paredes es6n frescos los rastros de las imgenes que permanecieron colgadas durante aos a la cabecera del 1,echo y q u e han debido desaparecer cuando el leoho se qued vacio. La luz de la tarde aclara con suavidad la alcoba, y el hombre me hace mirar hacia un rincn. -Vea usted; mire esa cuna; en ella naci mi hijo.
Un temblor fro com,o los sollozos de ese hombre que no llora, me sacude la espina dorsal.
-Cuando mozo, mi hijo dorma en esta cama. Yo l ense a trabajar, a ser bueno iy a mi hijo me l e o mataron! y usted, s es escritor, tendr que contarlo. i tendr q u e decir que a mi hijo m e lo mataron, tendr que decir lo que hacen con nosotros, lo que pasa ac en Espaa. Mensaje tremendo, el de este viejo suma uno ms, apenas uno sobre todos los que caen desde todos 103 rincones. Me he quedado solo en ese cuartito lleno de rastros, de cositas humildes, de claridad, y el viejo regre-
N E RS
DE GUERRA
Saliendo al camino, Paco habla de Madrid. El sargento habla de Madrid. Las inter nas de carros blindados, de ambulancias, de furgones que traen y llevan milicianos armados, hablan tambin de Madrid y de apre&os blicos.
Los coches se deslizan bajo un cielo que se toma apagadizo como una gran lmina de metal recalentada por el sol, que desciende en el horizonte entae celajes de bruma.
E l mesonero de una fonda del camino, mirando pasar unos tanques, pronostica una ofensiva general y como hombre bien informado ,que temiera comprometer la suerte de las operaciones cuyo secreto conoce bien, insinta : C e preparan cosas importantsimas, muy serias, ya lo vern ustedes.
La prensa espaola es bastante cauta para informar al pblico sobre los sucesos que ataen a la guerra y como no hemoq leido los peridicos de la maana, ni an los de ayer, tratamos de informarnos; pero el hombre se cierra y no hay manera de saber nada.
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.~
Alberto Romero
Rpidamente bebemos unas gaseosas, y a coche, l que a Madrid hay q u e entrar con luz. El sargento dispone que vayamos en orden disperSO por diferentes caminos, para reunirnos en un punto que fija Alberti y desde el cual emprenderemos el re3 corrido de los ltimos kilmetros que nos separan de la capital. Tarancn, como el patio de un cuartel deshecho a tiros, nos retiene.
-jAIto!
-Escritores. . -Un momento, camaradas. Una bandada de aviones se desplaza a poqusima distancia del pueblo. Van alto y en formacin de combate, y mirndolos revolotear, todos se preguntan: -(Son de los nuestros?. (S?. (No? Paco, la mano como una visera echada encima de los ojos, sigue el revoloteo lento y rallado de las mquinas. -Son de los fascistas; pero se fueron y podemos seguir jhala! - grita, y previendo que el encuentro o puede repetirse explica l que hay que hacer en un caso de peligro efectivo.
..
..
-Te tiras de boca a la orilla del camino, con las manos as cruzadas por encima de la nuca, y si no quieres que te salten los dientes, abres la boca y ah a esperar, ( sabes? Tarancn tiene para m el recuerdo de un amigo i d e Santiago, y con Paco hablamos de Luis Enrique Dlano, q u e en Tarancn y sabe Dios si en ese mismo sitio, sufri una hora de bombardeo, una noohe que
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viajaba de Madrid a Valencia. Era en los das del churrero precursor de los grandes Junkers y de los Capronis que paseaban por Madrid y de Madrid venan a Tarancn incendiando y matando con su combinacin de bombas incendiarias y de l s explosia vas que arrojaban casi sin hacer blanco. los tos estos no entran en Madrid, no -Alhora pueden entrar, sabes tu, porque tenemos a la gioriosa que les cae con los chatos y tenemos caones antiareos y un servicio de reconocimiento que no bien oye volar una mosca all da el aviso y echa sus luces sobre Madrid. En ei cielo abierto como una malva en toda sy plenitud, se aquietan los temores mirando desplazarse la flotilla por encima de la montaa, oyendo a Paco. Madrid es ya una cosa cierta y muy sena.
Como la culebrilla de un signo de interrogacin que camina dentro de nosotros, la carretera, quebrada a trechos por el impacto de un obs, nos parece ms solitaria en medio del crepsculo, entre esos montones de mquinas destrozadas que scultan vidas rotas. M s solitaria, cuando del pastizal de un predio clebre, escapa el mugido de un pobre toro que vaga s u viudez sin consuelo. -A este duque dueo del cortijo le fu mal con sus toros; eran los mejores toros de lidia que se criaban en Espaa, pero qu se le iba a hacer; hay que comer y si han quedado las hembras y unos pocos machos para rehacer la cra, el resto del ganado se sacrific. Los alambres de la red telefnica y telegrfica
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Alberto Romro
cuelgan de entre los postes como una cabellera recin tijereteada, como una cabellera densa que el viento estremece con suave balanceo. Un bache profundo hace saltar el coche.
-Yo creo que ha de ser por aqui por donde O$den Alberti que furamos-recapacita Paco. 4 i t no sabes por dnde se va, yo si menos que t, Paco.
-Pn- u An-2.
minar por tantas partes para evitar los tomates", uno 8e confunde, sobre todo si no es de Madrid. como YO. El coohe va rodando con los faros apagados a lo largo del camino solitario.
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Las primeras estrellas brillan en la turbidez del cielo, brillan entre guedejas grises, entre celajes de un rojo plido.
Y un coche surge entre las sombras. grita Paco. -Estamos en el cruce Estamos en Madrid, a las puertas de Madrid. En Madrid! Un golpeteo arrtmico, sordo, repercute en las venas hinchadas de sangre.
Ayudante del General Miaja los aguarda pade los defensores de Madrid. Sigan la direccin de nuestro coohe gritan desde la tmrtezuela los commeros aue han venido a aguardarnos, En la obscuridad se recorta l alta silueta de unos a rboles. El motor trabaja sin, hacer ruido y en el silencio preado de rumores indefinibles escuchamos eI
ra darles la bienvenida a nombre
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mor de la injuria lleg a Valencia, reson en la ciudad la noche misma que sobre Valencia cayeron las bombas ,de la cultura apretadas de odio. L o s escritores rojos vienen con sus amantes". denuncia el bravo general con un ay! ay! ay! pueril, y
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y ametrallan el hospital, dejan unos cuantos muer tendidos en las calles, desesperan a las madres y se
marchan carcajeando antes que los sorprenda el alba. ,Pero Madrid es otra cosa. Madrid no insulta. Todo Madrid repite la consigna impartida por las co.
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.,
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Santo y sea del d k , lo exigen las patrullas de vigilancia, l exigen los centinelas, los milicianos que o cubren guardia en las puertas de l ciudad, y todos a a saben cmo h n de responder y pasan.
Los cafs que han logrado salvar de la furia de los obuses. funcionan igual que los cines y muchos teatros. En las terrazas, aprovechando la luz de la tarde o e resplandor discreto que se proyecta desde el intel rior, la gente charla, y como en Barcelona, el vecindamuchachas sencillamente vestidas, rio madrileo mozos armados, ciudadanos que lucen mono azul' pasea tranquilo por las aceras e invade el centro de las calzadas. CY este es Madrid, el Madrid de la guerra? 52 pregunta el viajero, y siento venir una motocicleta que llena el aire con su tableteo nervioso. Veo las patrullas l que rondan los bwrios, e arma terciada a la espaida, y por las bocacalles, enfilando hacia la arteria principal, asoma la insignia de un coche am'bularicia y Juez2 la recia caparazn de un carro blindado.
..
El desconcierto surge de entre esa multitud despre ocupada, de entre esa muititud que casi parece alegre, y una vaga desilusin nos asalta. Pera desilusin de qu. E l madrileo es fatalista y valiente y ha hecho un clculo de probabilidades. fro c o m o el que pudiera hacerse el actuario de una compaa de seguros para confeccionar sus tablas, trqico y sarcstico como la reflexin de un humorista.
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Alberto Romero
-Un obs mata a cinco o a t;einta personas se dice - y en Madrid viven quinientas mil, y mien tras no me toque puedo quedar entre los afortunadas.
leos se han acostumbrado - como dijo Jef Last a l hablar dei pueblo espaol "a vivir en el herosmo, como hay otros pueblos que se acostiimbran cada vez ms a vivix en la cobardia".
Y o no quisiera llenar estas glosas con citas ni con nombres; pero no podra prescindir de las palabras de Jef Last, de este buen hombre de los ojos azules que en los primeros das de los combates cogi6 una bandera republicana y arrastrndose por entre una cortina de fuego, la clav en el parapeto de la trinchera enemiga. Invoco el testimonio del gran poeta holands, porque, adems de poeta, es un valiente, porque conoce al pueblo en la trinchera y ha convivido con el pueblo desde los comienzos de la revolucin.
Con Andr Malraux, con Ludwig Renn, con Gustavo Kegler y con tantos escritores de todo el mundo, Jest Laf se ha hecho soldado en Espaa y por Espaa, que est canalizando en sus venas no el inters rojo, no el problema de los hotmbres simplemente dz
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Ignoro los secretos de la casa, la :iaicacibn de los cuartos interiores, y ya estoy ensayando una linterna u elctrica que puso sobre mi mesa de noche, ron s admirable espritu de previsin, con su bondad de gran duea de casa, esta Mara Teresa Le& que sabe decir, sin perder la alegria, una palabra ainubie y un consejo1 para los desesperados, y velar por ei bienestar de treinta o cuarenta (huspedes que llegan a revolver las alcobas en horas de revuelta. Con una tranquilidad que para m resulta eccaiofriante y sintomtica, Mara Teresa, ante l que pudiera o ocurrir, m e informa:
que puede usted estar tranquilo. Luego tenemos stanos muy slidos; con ayuda de la linterna, siguiendo este pasillo, usted puede llegar sin tropiezo, sabe-y treza una ruta desde la puerta, y luego agrega: -Pelo no se alarme iisted, Romero; nuestras bateras estn cerca y ciamdo tiabajan hacen bastante ruido.
baja son los ms seguros y si ilegara a. caer a l g k o b k el efecto S. hara sentir en el piso de arriba, de manera
-Le
E sCt3no, 13 l
El clima de hdadrid, que siento en su alta temperatura en las palabras de Mara Teresa Len, nie SObrecoge, y pienso ahora en el miedo, en esa cosa viva a la que hay que sobreponerse, que hay que vencer. jAh, Madrid! Ya veo que tu atmsfera es densa Y que hay que ir con una linternita por tus calles y dor-
La voz caudalosa de Rafael Alberti dice el canto de saludo a los poetas q u e llegan a Espaa desde tan diversas latitudes:
Todas las voces del mundo, los corazones ms llenos de sangre limpia, de clara sangre que es entendimiento, contigo, pueblo de Espaa, meblo mo, pueblo, pueblo.
La resonancia del ltimo verso cae a l calle: pue. a blo, pueblc . Espa6a recojo la sensacimi del viaje e eso: 3 pueblo. Y pueblo son los personajes be los clsicos, ios de Prez Galdes, los de Valle Incln, los de Unarn~m.3 y Prez de Ayala; e s la poesia de Ma.chado, el teatro de Carca Lorca, e romance de Garcia Lorca; la rn6sil ca de Albniz, d e Granados; pueblo es el pastor de tier a baja. Pueblo es la pintura, la zarzuela y son los to. r ros y la sopla. Pueblo es este Madrid que resiste la aco-
l?
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Alberto Romero
metida de 10s que tendrn que enterarse de que Madrid es pueblo. q u e Espaa es pueblo y que al pueblo hay que darle l q u e es suyo, devolver!e su patrimonio y noo tiros y bombas de fabricacin extranjera. En la Plaza del Angel, frente al hotel Victoria donde cenamos, hay casas deshechas y al centro del pequeo rectngulo se insina el rastro de un obs. La proximidad de tantos hombres despierta la alegra y, despus de comer, los muchachos argentinos con a Pablo Nexuda y los amigos escritores de l Casa de ia. -alianza, organizan un coro :
Los cuatro generales. mamifa ma, que se han alzado. Para la Nochebuena, mamifa ma, sern ahorcados.
L bruerra tiene espiritu y de las trincheras salta l a a copfa, e canto animoso, la letrilla henchida de irnnbzb l
Puente d e los franceses, rnamita ma, nadie te pasa. Porque los milicianos, mamifa ma, qu bien lo guardad
El estampido de un can, pregonero de un odiose fuego de artillera que viene resonando por detrs de l ciudad, desgarra las primeras estrofas. a
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-Camaradas, Madrid est d e giierra. recurdenl ustedeegrita Rafael Alberti , C, de guerra qu desmemoriados sornosi, de gue rra, y ya en la calle sin luz se oye hablar de bombm deo, y se oyen detonaciones sordas y lejanas, y 10 mecnicos avisan q u e no dispondremos de los coche porque estn bombardeando Madrid. za.
a pie hasta
la Casa de la Alian
-Salud a los escritores-dice el jefe, enfocndono con su lamparilla elctrica, y aguarda la respuesta.
El silencio acribillado de detonaciones tiene den sidad de vida, repercusiones que se prolongan en e espacio c5mo el ruido que hacen las piedras al derrum barse por Ia falda de las montaas. Desde la Cibeles que el pueblo defiende de la inclemencia de la guerr con una coraza de albailera, contemplo el cielo ta chonado de estrellas. Una vida invisible lo enaltem a!zaprimando la comba bajo la cual Madrid parece to do un rumor lleno de silencio que incita a caminar e lia punta de 10s pies y luego *a cantar y dar voces pa ra experimentar la sensacin del hombre que se en cuentra a s mismo.
Y no es que divague, no.
tura.
N i
es que
haga litera
la metralla. Divagan las voces inaudibles a oido d l los que viven en las estaciones de los metros; divaga l que duermen bajo tierra, divaga e can y yo n a l
El Retiro est silencioso y el Museo del Prado tiene rota la cara, rota la columna vertebral, y as, medro deshecho, mira a la calle por donde vi partir una gruesa columna de milicianos que escoltaban con sus fusiles los Velzquez y los Coya, los Greco y los 2 u r barn que ahora estn en Cuenca, esperando los m e jores das para lucir su esplendor glorioso.
Por Alcai y la Castellana, entre los destrozos d e la Puerta del Sol, la vida bulle alegre. Su11e con sus tranvas, sus tiendas, sus puestos callejeros, su4 horchnteras, sus casas de Banca. Prisa de vivir, no se nota el desorden que pudiera existsir en una ciudad donde falta l polica y las ordenanzas estn libradas a l a a buena voluntad de los ciudadanos.
En su empeo por dar a la desgracia un tono de dignidad, tan pronto cae una casa, quitan los escom, bros - y aqu no ha pasado nada-, se normaliza la cixulacin y la calle recobra su aspecto cotidiano.
A pie de la Cibeles, un obs aplast un tranva I y a guarda, a motorista y a l s veintiocho passl l o jeros que iban dentro. Pero como la ciudad no p o d k
quedar sin hanvias, s e recogieron los cadaveres y ed funcionamiento se normaliz sin mayores tropiezos. Como la tierra produce, los vveres alcanzan para abastecer al ejrcito! y a la poblacin civil que, si carece de artculos suntuarios y fuma tabaco ordinario y en pequeas cantidades, en cambio tiene recursos que a hacen llevadera la vida y hasta alegre la vida de l guerra. En muchos restoranes he visto anuncios como ste: "Hoy, marisco"; "Lleg marisco" : y cruzando a por l puerta de una casa de comidas, he sentido sa!ir hasta la calle ese olorcillo grato que sabe a cocina bien dispuesta. Los peridicos de la maana anuncian que los bomberos de Barcelona estn gestionando un arreglo para obtener que los bomberos de Madrid vayan por treinta das a descansar a la ciudad condal.
-No
mos
la ficticia.
irn
donar e! servicio los tranviarios. Hace meses ya que los pobres chicos no duermen, y qu meses: en los primeros das esto era terrible, porque los aviones arrojaban bombas ncencliarias en barrios distintos y haba que repartirse para salvar la ciudad y las vidas. Ahora esto ha cambiado, pero no les falta trabajo y rnientrz3 tengan que luchar, no habr quin los saque de Madrid. El cataln se ha quedado tornando su desayuna en l terraza de un caf y yo reanudo e viaje con m a l chico de la juventud obrera que trabaja en un pez%8ico fundado por los jvenes ~ocialistas .
A paso del coche van saliendo de una en una l esas casas rebanadas de alto abajo por el tajo certero de las bombas. Labios de holln, palpitaciones que se apagaron en un volar de astillas, algo ha quedado arri ba prendido a los tabiques tarnbaleantes, y ese algd tiene el dolor de las cosas humildes, de la vida humilde q u e mira a la calle y no comprende l que ha pasado. o Conjunto de pequeas cosi^s, entreveo un retrato familiar, all un paisajito en tricoma, el espejo donde se miraba la nia de la casa, el lavabo, un lecho y una silla solitaria. Y surgen jaulas sin pjaros, macetas sin flores, cunas sin nios y las pupilas se llenan con toda esa intimidad inocente y buena que se estremece e n las alcobas y sigue mirando hacia la calle sin compren. der lo que pas. La malaaria deslumbrante cae sobre Madrid. Un tableteo sordo anuncia la proximidad de la9 trincheras, de la muerte. Pero Madrid no la teme y PO? las calles marchan los rnilicianos.
Espaciosas, limpias, 12s lneas de fuego se bifurcan en calles que se llaman la calle Mjico, l de Mosa c c. Cuando se pelea por un palmo de tearenx por lavar una ofensa que en el fondo mira a la apropiacin de otro palmo de terreno, la guerra embrutece. Pero estos soldados de la calle Mjico rien por defender una cosa ms noble, ms suya y no sorprende qut: e n la mochila lleven libros para leer en las horas de re poso y que hasta ellos vayan los escritores de Madrid, 10s artistas de Madrid, a dictarles conferencias, a 90lazar s u espfritu con exhibiciones teatrales.
a los.
-Venid a nosotros, camaradasi Son las diez de Ia maana al pie de la trinchera y en tres minutos, sin forzar el motor, podramos estar del otro lado.
-Es verdad dice el colega -. pero hace UR ano era l mismo y ya ve que no ha pasado nada o Los tenemos encima, como usted observa, y dormimog tranquilos porque confiamos en el triunfo, porque tenemos fe en el triunfo. Franco se crey que en 15 das o en un mes a lo sumo iba a torear prisioneros en Madid, pero se equivoc, porque Franco no cont para nada con la fe popular, que es muchsimo ms fuerte que sus legiones de moros y ms inteligente que s t i tctica y sabe improvisar y se defiende con esa ciencia de la improvisacin que no tienen los alemanes ni los italianos. Simple glosador de lo que podra llamar mis h o ras de Espaa, de esta hora tan rica en experiencia humana, con .fdvarcz del Vayo, er. Va!encia, ire:i+e 3.
. .'-. ..
hablado, procur siempre mantener la actitud di3CT&3 del individuo que oye. L o que se ha dado e n llamar el problema espaol, es una cosa compleja y demasiada profunda a la que el destino le tiene sealada u n a trayectoria que no es de hoy ni de ayer, y no aclararamos gran cosa escribiendo reportajes a polticos q-te:
1--------
"~-
Espaa est
z ~ poco t
mal
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presenta la opinin del hombre de la calle, y l dej o hablar: -.La guerra puede ganarla el m s fuerte, camara da; pero Ia revolucin no, porque la revolucin encie rra un problema humano que no se vesuelve solamen tiros como han credo entenderlo los politicos de l reaccin, los seoritos. Nuestro ejrcito popular se or ganiz en horas para defendernos del ataque ; ahm defendemos nuestro pan, la tierra, nuestra cultur nuestra dignidad de hombres. Espaa es un pas ric malogrado por los polticos, los militares y los malo curas. Y Espaa triunfar aunque nos maten, porqu l muerte tambin est con nosotros. . . Hable uste a con un prisionero italiana, con un moro y luego co un camarada de los nuestros y se dar en seguida cuen ta de lo que es la guerra y lo que es la revolucin.
'.Venceremos
<'
la muerte es
Entre las notas donde desordenadamente cae l vibraciin de los caminos y l o s pu~b!os, quedan reso nando las palabras del joven proletario, y se me ocu are que podran servir para una informacin si, scbr l primera lnea, autntica, rigurosamente a autntica l pusiera un ttulo que podra ser: "Mora! de un pue e
blo".
E Aquarium es un cafe elegante de Madrid; un l caf decorado en rojo como una caja de cristal rajo, donde nadan e n agua de luz cientos de peces rojos que saltan como ascuas en las urnas incrustadas en las paredes.
En el Aquarium, que tiene rincones confortables y magnficas butacas. se reuna la gente bien de Madrid; los aristcratas, los polticos de derecha, 109 grandes seores, y de sus peceras 10s peces l sao ben sali la idea de hacer la revolucin, que es idea de pecera, por l limitada y porque s el pescadito de o i redoma cree que su redoma es el mar, el seorito cree l que e pueblo, que es siempre el que hace las revoluciones o el que contribuye a que se hagan, es i y los l de s1 t e m i : - .
Revolucin de pecera en la que no se consult a las partes integesadas sino a los que tenan intereses que defender, los pescaditos, que eran rojos, limpios y sencillos, se quedaron con el pueblo para hacer l rea vollucin que ha permitido el acceso a l Acuariunn de l gzntc humilde que antes no vena R disfrutar del a
..
confort de sus rincones siiencioso?s, de afw mueb!es muelles y elegantes. L o s escritores, con Eugenio h a z que diriga !a expedicin, han ido a Cuenca a visitar los tesoros artqe ticos salvados del Museo d El Prado, y aprovechanl do esta circunstancia, me he venido a Aquarium a tomar caf, a ver a los peces socializados, gordos, lustrosos que por quedarse con el pueblo dejan de mano !a solucin de su problema, que es el del espacio, el de la libertad. Caf que antes del 18 de Julio fu de conspiracin, el decorado sigue siendo e mismo decorado elel gante de tonos rojos, y tal vez con distinto dueo, su ambiente acogedor, fresco, atrae por las tardes a ese nuevo tipo de contertulio que ha tomado por asalto las mesas de los restoranes Dara discutir no ya sobre teatros, ni hablar de toros o de poltica local sino para plantear problemas: el problema econmico, el educacional, el de la reforma agraria. Desaparecida la minora gobernante, los hombre+ nuevos han debido rodearse de gente nueva y surge una visi& nueva y un espritu* nuevo para implantar las reformas que con paso vertiginoso se operan en el pak . Tarea de renovacin de ritmo violento y acelerado que se impone en forma no menos violenta, en ella estn colaborando los jvenes, los m s jvenes: obreros, intelectuales, gente de clase media de ambos sexos. Problemas. respozmsabilidad He odo repetir con insistencia estas palabras i?. unos muGhaCbos de barbita
e
li 7%
y ~ a seria que van llevando bajo e! brazo enormes ~ a cantidades de folletos, de libros. de papeles. En e1 "Aquarium" el tema gira en tomo a los problemas y (a las responsabilidades y lo devanan las chicas y los hombres, con enorme seriedad.
2De dnde sale esta gente? Gente olvidada, estos hombrecitoe salen de l rea voiuciin, que ha removido el subsuelo bajo el cual estaban ociiitos los valores humanas y ahora, en medio a de H vida, se sienten los seores del destino, de su propio destino. Entre los peces hay un pez gordo y reflexivo que se mantiene sin mezclarse con los dems peces. Una burbuja se le escapa del hocico redondo y lo oigo hab a en su idioma hecho de burbujas que suben y eslr tallar. precipitadamente sobre la superficie del agua: -Crees que todo est bien, que todo ir bien?
o no; pero eso es seciindario y l que -HUmbre, l no est bien lo rectificar e tiempo o lo destruir el tiempo, y entonces habr otra cosa y t no tendrs que preocuparte de nada porque otros muchachos de barbita como stos se ocuparn de tus asuntos. Lo inte resante es que haya inquietud, que haya hombres con inquietud que quieran sacrificarse y que hablen de pro-
bilidad de la hora que vived. Y luego hablamos de Ia rnistica revolucionaria, de la vida del espritu, de! fascismo y de l que sali de o una pecera donde los hombres se sentan pueblo o pese~sbasechados en e m a i . l
?Y
Pintado de oro y de carbn, aparece en lo alto d2 un trozo de papel el balconcito donde, una tarde, !os obuses que saltabm por encima de los techos vieron perfilarse el cuerpo, la carita tranquila de una muchacha que, desafiando la muerte, fu a descolgar la jaula del canario que se dej olvidada al iniciarse el bombardeo. iAlcal, calle de la muerte, calle de la alegra! SObre los techos viejos, por encima de todos los techos del barrio v e o perfilarse el minarete alto, parchado, pero altivo y recio de la casa dtrcomunicaciones, el que por su elevacin domina la ciudad y por su elevacin sufre el asedio de los caones, y ,Madrid ha hecho de l un smbolo y lo llama el colador. Un v k i o victoria tirado por un caballejo que mal CRmina, craisa impvido por entre las redes del C Q ~ ~ S P Hora de vivir, hora de olvidar, no importa que a medianoahe arda l barriada y tiemble toda l ciua a dad. Alcal.l se llena de rumores de juerga. Una mujer bonita que va airosameate sentadn
hacia
junto a auriga, muerde con l risa fresca de su boca l a joven e tallo de esa gran flor indestructible que es el l piropo y humedecindolo con el aliento de la camaraderia, lo arroja entre los milicianos que ocupan el postn. i Gritos llenos de intencin, de color y de gracia, como los claveles reventones, ruedan por el aire. Genio y figura. . . como dice el aforismo, el hombre que lleva ceida al cinto del mono azul una pistola, no quiere dejar de ser madrileo; es acaso ms madrieo que antes, ahora que ve sufrir a su Madrid. y la mujer, tal vez por ser ms mujer, hierve en su sangre, y la exalta y la arroja las flores de su entusiasmo de macho hidalgo. Hembra. muy hembra, con el fusil cuando atacaban el Cuartel de la Montaa, con el fusil defendiendo los pueblos y combatiendo en las trincheras; despus, mujer, muy mujer, cuidando de los nios hurfanos, atendiendo las guarderas, reemplazando los corazones que faltaban en los hogares que se quedaron sin corazn, como las casas se han quedado sin macetas y sin pjaros. la mujer espaola ha dado pruebas de un coraje asombroso, de una abnegacin desorbitada, de una capacidad mental y de accin que conmueven.
Dominada por prejuicios seculares, de la suba14 ternidad del mtrimonio, rompiendo con el concepto ofensivo que s tena del celibato, saliendose del ne gulo mezquino de l misin domstica a la que se mia mba como el fin nico de la vida, Yerma y doa Ro+
m-
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&es, alegremente madres; a mirar a hombre de igua l a igual en el amor, en la amistad, e n el trabajo. &a emancipacin de la mujer, impuesta en una hora terrible, tiene, con ser as, un tono d e dignidad que no ha alcanzado la mujer que impone o trata d imponer sus derechos despus de ceirse a un proceso evolutivo 6 s o menos prolongado.
E s t a chica que va en el asiento delantero dei vic toria, tan fresca, tan lealmente hembra, tiene la misin de alegrar, se (ha impuesto la misin de brindarles un POCO de alegria a los muchachos que salen de la trin chera; y l a alegra no es cinismo ni provocacin, sino gracia, piropo, desplante; risa clara entre unos diente bonitos. beso limpio sobre unos labios limpios.
posas mirando e1 cuerpo esbelto, la cara morena de
moza y ella, que lo sabe, coge brasadas d e piropos e el aire y las arroja graciosamente sobre la cabeza d 10s milicianos.
Literatura? U n coche viejo. unos soldados, un nia. todo esto puede ser literatura.
Pero la calle Alcal no esliteratura; ios obuses qu barren la calla Alcal no son literatura, n son litera i tura 10s muertos, ni la chica que sali al balcn par salvar al canario q u e piaba de espanto e n medio d un bombardeo.
yo podra decir: estuve en Alcal,
Por amor al lugar comn, cuando pase el tiempo en el colador d Madrid, en e colador de la muerte. y v a una mucha l i cha que cogoi piropos de entre las redes de la telef
nica y v licianos
.
y
Perc
-. -....---.-,- - ~ - - -__ L-
--.^-
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Ambr0s-l Donini, escritor antifascista italiano, conversaba con un soldado del ejrcito popular comandado en la lnea de fuego de Madrid, y al plantear la posicin del pueblo de su patria, el muchacho le hizo esta declaracin : -Nosotros no odiamos al pueblo italiano ni al alel mn; odiamos e fascismo, la intromisin fascista en nuestros asuntos; ei crimen fascista, la brutalidad de estar mandando tropas a Espaia para que asesinen a este pueblo que no les ha hecho ningn mal y que era amigo de Italia y de Alemania. Usted puede decirlo, camarada, porque pensamos as, porque sentimos esto, y porque nos irrita ver cmo estn sacrificn(3ose los soldados italianos que han mandado ac a pelear, para defender %tereses que no son los suyos y que nunca sern suyos. Camaradas italianos, camaradas espaoles, camaradas alemanes! Solidaridad de pueblo : Guadalajara representa eso con su Batalln Garibaldi formado por italianos que abatieron a las tropas de Bergonzoli, compuestas de italianos; pero de italianos que no eran camaradas. El Tajo se queda regazado en el camino y surge a
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Alberto Rome
orillas de la carretera Alcal de Henares con su toril y cerros artiilados, desde cuya falda apunta hacia el va el ojo sooliento de un can y luego la pupila vigila de las ametralladoras que despus de la accin de G dalajara se han quedado insomnes y nerviosas. Sobre el campo de aterrizaje de La Gloriosa volotea un avin de caza. -Ac empez la carrera; los nuestros empuja desde atrs y los tos fascistas tuvieron que avanzar h ta donde se cierra la montaa y ah los cogimos-bal dronea Paco, desvijndome un poco de mi impresin Alcal, grata con sus campesinos, sus so!dados, su su frtil, sus rboles hermosos. Cervantes vaga en el recu do: era de Alcal como estos sembradores de to robusto que alzan la cabeza para saludarnos; era de cal y en Alcal destrozaron, con la Iglesia de Santa M ra, la pila bautismal del Manco; y destrozaron la M gistral, donde estaba la tumba de Ximnez Cisneros, que tambin era de Alcal, la ciudad de dicin universitaria, de tradicin catlica. Pero los junkers no quieren saber de tradicin y t sobre los siglos como disparan sobre l o s rascacielos Guadalajara-Bergonzoli, rumia ei motor. Paco conoce la ruta; pzro corta por un atajo cua nos aproximamos a una alameda anchurosa. -Esto huele muy mal; no se puede marchar aqu, es imposible-grita . Y ahora son los muertos de Guadalajara, el o?or mendo de los muertos lo que imprime un ritmo ac rado a la marcha. Rodamos a campo traviesa, y por los bordes del
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mino se dibujan piedras negras, enoimes piedras que fueron casas y que, c o m o el Palacio del Infantado, su cumbieron bajo los tiros de los Junkers y de los Capro nis. Ao 1461 El aviador cruz sobre el tiempo y ech s u bomba sobre los salones de Consejos, Caza dores y Linajes. Los hombres de todo el mundo que forman !as Brigadas Internacionales se rezinen en torno a la camo neta de correo que trae noticias del hogar de Alema nia, del rancho mejicano y del fondo de Rusia y de lo rascacielos de Nueva York, y de Francia, de Inglaterra de Rumania.
M u y quemados por el col, muy quemados por !A nieve, estos hombres de ojos azules y de ojos negro tienen un aire de seres primitivos y parecen torvo y son buenos e ingenuos como los nios que quieren saberlo todo. Vienen desde muy lejos a pelear y pelean por que se cumpla el buen deseo de Gabriela Mistral, pelean para que cada hombre t e n g a p pasaporte y pueda cir cular por el mundo; pelean por !os perseguidos de Ale mania, por los desheredados de Italia, por los oprimi dos de nuestra Amrica sorda y bien nutrida; pelean por los desterrados de Judea. -Y qu dice la China! ecmo anda aquello?reportea a Seu un joven soldacio de la dotacin es paola. Seu Ring-Hai explica al intrprete lo que un chino libre puede explicar de esa tierra extorsionada por e!
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Japn, Y el miliciano l escucha y piensa, y luego se re, o Y como si no existieran los seis mil muertos de GuadaIajara, l tranquiliza: o -LO de ustedes es poca cosa; deje que acabemos con 10s fascistas de ac y ya iremos a darle una corrida a los japoneses. Hace calor, un calor desesperante, hmedo. -Venga a nuestro casino y beber un refrescome invitan los muchachos de la Brigada Internacional. Y vamos all, y el refresco se reduce a una buena jarra de agua helada, muy helada que trae el mesonoro. Buen humor de la guerra, el casino es eso: una vasija de agua helada entre cuatro muros de piedra y un "barman", dos banquetas de palo, y como adorno, una caricatura de Franco. Charlando con los soldados. irrumpe un chiquillo que tiene la presencia indeterminada de los nios que se cran en los cuarteles, entre hombres rudos, de 10.; nios que asimilan la apariencia para quedarse en nio -tEste chico? Vea este nio, es cabo de ame?ras. Vino acompaando a s u padre y cuando :%-la cay, el muchacho x g i la ametralladora y se y..: * -> Ton nosotros a pelear, y si usted viera c: mo pelea y c,-.+: ; ~lsotiene. ojo adiestrado a tirar con ella, y a matar. bonito ,* iete para un chico que ernpieza la vida! Entre los cabc " que le caen abundoi sos sobre la frente, esa cara de nii,- tiene un no s qu de enigmtico, de amargo, de conmove-'?r. Esquiva la mirada y su huraez parece que fuera un imirso pa-
Una ametrallad-:a v
Espaa est
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ra no ensear las tremendas imgenes que han debida quedrsele grabadas en la pupila. -Camarada, ven. Un desprecio de chiquillo indmito gravita en lo& hombros del nio soldado, a que \reo alejarse siienciol SO como vino y como ha de andar siempre por esta, tierra sembrada de cadveres y de esperanms. j Muertos de Guadalajara! Un campo duro, un campo que tiene el coior desvahido de la sangre coagulada se distiendz hasta el confn de los cerros.
Es Guadalajara, es la tierra araada por la rniierte, la tierra donde la muerte ha puesto mucha9 piedrecitas biancas y muchos zapatos de soldados italianos. Cavando unos pocos centmetros se puede extraer un cuerpo que todava lleva el uniforme de los ejrcitos regulares del Duce. Paseando un poco la vista alrededor del montecito de piedras, no es difcil tampoco descubrir el araazo de la desesperacin, el rastro de la mano que rasgu la tierra.
E n un barbecho de alambfk cojo un botn, unas vainillas de fusil y otros recogen esquirlas de obuses, cascos de granadas. Seu, un trabuco; un viejo trabuco desvencijado. Guadalajara deja espanto y sileiicio y fro.
Y Trijueque
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y de silencio, de tarde en tarde resuena el can y una ametralladora carcajea en el espaci -Mira t el cura, ya sali xl ndn Idel vecino que observa h2 ismtico!
-- la gueri ra estuviese en otro sitio, e n el sitio donde deba estar, tal vez el soldado habra tenido otra actitud; pero ese hbito talar lo impacienta - - a se irn los camaradas, y como lo coja estarido yo solo, va a decir misa de las cantadas el to ese y que embrome. Por lo alto del valle los fusiles echan pompitas de jahn e n el espacio; pero se aburren e n seguida, y durante un rato no se oye ms que e rezongo del can l que increpa desde lejos, tal vez del otro lado de OS cerros, y el tableteo burln de la ametralladora que l e responde con su risita cruel, escalofriante. Guadalajara, Trijueque, Brihuega . Un pozo de sombras azules, y dentro del pozo, la sombra de los muertos. Al caer la noche regresamos a Madrid, cruzando de nuevo por Alcal de Henares, la cuna de Cervantes, la tierra de Cisneros.
\.
LOLA,
CHICA
DE MADRID
Como a esa paisana tuya que cazaba piropos en las redes del colador, te imagino bonita y llena de gracia, como dice la oracin. Bonita, Lola, como tu nombre, que es bello y suave como una lgrima prendida a las pestaas de una nia bonita. Pero, imaginacin con miras a un romanticismo que nadie viste, (qu importa tu belleza o cmo te Ilal mes, s i al hablar de ti y por ti Fe siente que habla e valor de todas las mujeres, el coraje de las madres, la resignacin de las abuelas, el anhelo de las novias, de las novias que no quieren abandonar Madrid, la casita deshecha de Madrid, donde han quedado rumoreando tantas ilusiones, tanto Eanto de pjaro? La historia de Lola es cim-ple y su actitud corresponde a la que ya han asumido otras madrileas, que viendo caer la casa se van a dormir a la que queda en pie ms all o a uA stano o a las plazas pblicas o a iss r akantarillas. -Lola no ha venido hoy? -pregunt una chica en la horchatera, y a esta chica preguntona le respondi otra, que me pareci una rnajercita indiferente. i -Lola no podr venir hoy n en mu&os %as,
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Alberto B O ~ ~ Y Q
porque a la pobre sabes? se le entr un obs en e l cuarto. Cabe una historia ms simple que la historia de Lola y una manera ms simple J e contarla? As, desnuda, con esa veracidad desnuda con que la dicen, me parece mentira que pueda existir una Lola tan valiente, y siento que el vaso tiembla en mis manos. -Bueno, pero, y a ella ( c p S l ha pasado? e -Nada, una esquirla la cogi una mejilla; pero como eso cicatriza pronto jsabes! cuando la chica se haya curado, saldr. La patrona de la 1horchater.l habla luego de otra cosa y las muchachas la siguen la conversacin, miena tras Lola, l pobre, no podr salir y andar vendada, suspirando un poco por s u mejilla que durante un tiempo largo quedar con la cicatriz estampada en la piel, como el trazo de una cuchillada, de esas que tiran los hombres celosos sin dar la cara. Frente a la mquina de escribir, me he puesto a pensar en Lola y en el obs que se entr al cuarto de Lora y en esa lherida roja, como una estrella de bordes rojos, que empalidecer con el tiempo hasta tornarse blanca como los astros a la hora del crepusculo, cuando asoma la noche y e espritu quiere reposar. . . l Y esto que es sorprendente, me aturde y lo cuento as como sale, corno o que lo contaban esta maana a en la horchatera. donde las muchachas de l vecindad van a chimorrear, a matar el tiempo y a hablar de muchas cosas.
EN EL AUDITORIUM
Muchos mensajes: el de l o s nios de Castelin, e l del camarada de Minglanilla, e de esa madre de Val lencia que me ense su dolor cuando destrozaban la ciudad, y luego, e de los tercios de Guadalajara, y l tantos, tantos q u e han ido surgiendo por el camino y en e aire, all donde no se leen !os mensajes y las pa l labras son mensaje y l s lgrimas son mensaje. a Luego, hemos visto caer obuses y hemos vista trincheras y odo el idioma sonoro con que hablan los homlbres de trinchera. Wilde, que narraba cuentos maravillosos de sirena imaginarias, de sirenas que fabricaba en la iniaginacii para hacerlas nadar en sus charlas de caf, de sus char las de saln, un da este Wilde vi una sirena de verdad vi tal vez una mujer sorprendzntemmti bonita que a l le pareci una sirena, y ese da Wilde se limit a ecir: Hoy he visto una sirena, y ah terrnin: su liis toria Nosotros, los de este segundo Congreso, convoca do por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para 1 s Defensa de la Cultura, podemos decir c o m o Oscar Wil de: Hemos visto.
..
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Alberto Romero
Pero (cmo callar? Sobre el techo del Auditorium se cruzan las detonaciones estremeciendo los edificios de la Ciudad Universitaria y el piso se sacude bajo la bota llena de polvo y de sangre de los h o n bres de Lister, de los bravos milicianos de la Brigada El Campesino, de los que en el frente de Madrid han dejado la trinchera para ceitificar la presencia de los ciudadanos escr3ores que no vienen a hablar de lteratura ni de problemas literarios, sino de humanidad. La voz camaradas no es slo frmula marxista, el saludo con el puo en altq no es un rito puramente marxista: una y otro son la reaccin que producen los ~abuses, son producto de la reaccin que dejan los hombres que saludan con el brazo extendido y extienden el brazo cuando disparan.
Y a esos hombres que esperan con el fusil al brazo la palabra <de amistad, no s les puede despedir con un silencio egosta o una palabra bella Ea muerte est demasiado prxima para callar. Se combate en Brunete y en las puertas de Madrid; y ia muerte dicta esas palabras ilenas de amistad, de sentido humano que aguardaban los soldados.
A medioda el espacio de c;elo que cubre el Aul ditorium se llena de zumbidos, de pequeas sombras que ruedan calmas, desplazndose hacia Madrid. Vis. tas sin ayuda de anteojos parecen sencillas e inofensiva, y hasta hermosas estas sombras en las que no se distingue sino el corte de las alas de los aviones. Pero dsl otro lado surgen otras sombras que vienen mordiendo el viento en una carrera desesperada, y sombras contrn
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sombras, las mayores se enfrentan con las pequeitas todo el espacio crepita con el tiroteo de las ametralladoras. Durante cinco o seis minutos no se oyen sino disparos, disparos y de en medio de los disparos, los cazas se unen en un movimiento sorpresivo y caen rectos sobre las enormes mquinas de bommrden y las dispersan l Cuarto intermedio singular, e cielo recobra su limpidez, la vida su ritmo sobresaltado, los escritores l a palabra.
Brunete, la victoria de Brunete llega tremolando en el trapo ennegrecido que flamea tembloroso entre el resplandor de las candilejas del escenario y con la bandera enemiga tomada en Brunete traen una casaca y del bolsillo de la casaca del coronel vencido en la accin del guerra de esa tarde. . . En fin, se hace demasiado duro decirlo. Segundo intermedio no menos singular que el primero, en medio del escenario cae un fusil y un soldadn, q u e , como una pieza del fusil o una prolongacin del fu sil, escuchaba los discursos impasible, rgidamente irnpdsible, se echa sobre la bandera y* con un llanto convulsionado la desgarra entre los dientes. . .
Wilde, las sirenas de Wilde, confundidas en una gran sombra q u e cae sobre las seis de la tarde, piden ya un poco de silencio, una puerta de escape, por donde echarse a la calle. Pero falta el ltimo intermedio, y oigo elevarse una voz llena de impulsos, de efervesrcncias: E n nombre de mis camaradas de la Escuela Alerta, de los nios pioneros de Espaa saltan
Alberto Romero
los acentos infantiles por sobre nuestro cansancio angustioso y vibran como un aire de madrugada henchido
de aroma al rozar los nervios laxos. Voz de nio que no ha llegado a la adolescencia, va contndonos lo que siente, lo que 61 y los muchachos de su generacin que trabajan en la retaguardia de la sociedad, esperan de la vida. Muy del espaol hidalgo que no pide conmiseracin, ni sale a la calle a exhibir pobrezas, ese) nio tiene para nosotros, para nuestras flaquezas de hombres de otras tierras y de otras latitudes, palabras de consuelo.
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conmueven nuestros sufrimientos, os impresionan la destruccin de nuestras jGyas artsticas, de los museos-va diciendo el orador.-Pero la guerra terminar, camaradas, y nosotros, los pioneros que ahora estamos formndonos para la vida nueva, ya seremos hombres conscientes y cuando todo haya acabado, vendremos a reemplazar a los que faltan y a reemplazar lo que ha destrudo el enemigo. no est solo all sobre lo alto del escenario donde entre el resplandor de las candilejas han pasado tantas cosas durante las horas de este da inovidable, de este da feroz. L o s muchachos que forman la delegacin de los pioneros, lo rodean con U ~ R ansiedad que se les sale por los ojos, y aprueban. -Queremos que vengis a Espaa despus de esta guerra y que veis nuestra Espasa, la Espaa nueva.. E l muchacho no es orador y habla as de Espaa con acento quebrado, y luego piensa, y quiere vernos
E adolescente l
noche en que la palabra partir suena en el odo con una tristeza densa, oprimente y angtistiada como el egosm o que se angustia niirando lo que deja en la ciudad estertorante, en este inmenso corazn qce es la ciudad, que es Espaa llena de vida, de anhelos, de presagios, de voces que suben del. fondo de la tierra y cantan por los caminos. Oigo un paso doble y un responso, una copla y el puetazo de un mortero y en el altavoz de los destinos humanos suena la palabra Espaa hablando al porvenir, a los hombres del porvenir. Como en esos dramas en los que la escena del primer acto se repite en el ltimo, esta noche comemos en nuestro hotel de la Plaza del -4iigel con las persianas tiradas, conteniendo las palabras, procurando no hacer ruido para que no se alarmen los que tiran bombas sobre Madrid y hacen crujir los muros del hotel, tambalearse el hotel. No logro explicarme por qu entre tanto ruido hay tanto si2encio. no s de dnde sale este silencio
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que pone sordina a las detonaciones, al silbido de la detonaciones, al estremecimienio de los muros. Uno de los compaeros se inquieta: --(Qu hacer si esto continua; dispondr la cas mordiendo el cigarrillo de un buen refugio? -inquiere,
Jos Mancisidor, poeta y guerrillero, veterano
la eterna revolucin mejicana, pasa junto a nosotro con paso tranquilo, el rostro inalterable. -Vea, Mancisidor es tcnico en revoluciones.
Siga
L o s dos camaradas se pierden por
el rellano de la escalera y al cabo de un tiempo vemos que regresa e amigo timorato. -{Y quC tal? -Nada; que ah no se puede estar y he tenido que venirme - regaa el hombre.
sus pasos.
Mancisidor, poeta; Mancisidor guerrillero de Mji co, no entiende de esta tctica de emboscada, de esta tctica de tirar sobre las ciudades desde tan lejos, desde tan alto, y tranquilamente se queda en la calle fumando su cigarrillo, escuchando el aullido de os obuses. -Pegan con rns rabia porque les quitamos Brunet. siempre es as: cuando los nuestros se anotan algn triun fo, Madrid duerme mal, sabe usted.
Despecho de Brunete, por detrs de Madrid estn ardiendo los bosques que rodean la Casa de Campo y en tre el resplandor crepitante de la inmensa hoguera, 103 abuses escupen odio sobre IMadrid, rabia sobre Madrid que no paiece tener odio ni rabia, y ralla, arrebujado en su gran capa de noche.
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za:
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El ascensorista se niega a ir con nosotros a la terra-
-Tengo orden de no llevar a nadie, camaradas; podran descubrirlos. Chico resuelto, no quiere que pensemos mal de su valor, de su madnleidad: -Por m, ira con ustedes donde quisieran ir; pero es orden: uno nunca est seguro de que no lo cojan y en a casa tenemos huspedes y por ! seguridad de ellos es que se ha cerrado la terraza. Pero si insisten, bueno, j vamos all! y que no se diga que este camarada no h a querido complacerlos. Pero a tirar los cigarrillos y a c e rrar el pico si no quieren llevarse un mal rato. iAh, chico de Madrid! C m o se te conoce hasta en la desobediencia que eres madrileo. Silencio lleno de voces y voces henchidas de silencio flotan entre las estrellas que se derraman coloreadas por el rojo de las llamas que suben hacia lo a!to entre penachos grises, entre flotantes penaohos de humo gris, denso. Evocacin aplicada a esta cosa brutal que es la guerra, a esta torpe realidad de la guerra, conternplando los techos de las casas, el cielo anchsimo, rojo, recuerdo las noches del Brasil con el ruido extrao de sus mariposas en celo, de sus lucirnagas, de sus astros cantarines. La noche quema como las noches de Rio, como las noches de Recife; pero las estrellas tienen los ojos ennegrecidos y los ruidos, esos que nos llegan por el presentimiento, a veces trepidando entre el silbar de los obuses, son clamor de nios, de mujeres; son gritos humanos, deszarrados. tremendos.
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L o s siete pisos del hotel son como una varilla de silencio desde lo alto de la cual nos asomamos para c.onternplar una calle silenciosa, una gran ciudad silenciosa, y lo que es terrible, silenciosa y que habla, y q u e dice cosas, y grita y balbucea. El madrileo del ascensor ha dicho: a cerrar el pico y no haca falta la advei-tericia. Mirando hacia lo hondo de la noche, parece que lino fuera a quedarse mudo por mucho tiempo, tal vez toda la vida. Espaa est un poco mal. Las palabras trepidan con nuestros pasos cuando echarnos a andar por la calle, y vamos rodandc?, y a 10s acentos de esa VOZ moza se mezclan los de una VOZ vieja, llena de sabidura y de adivinacin, y oigo lo que Macaulay dijo de Espaa hace ya muchos, muchos aos: Espaa es acaso el nico pas dc Europa que con serva ntegras l a s reservas de su espiritualidad para aplicarlas en la hora de la desesperacin.
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ser esta hora la hora de*la desesperacin; la hora que ha desatado la espiritualidad en Espaa para quq reboten sobre su corazn, sobre su alma, los obuse que n m tienen espritu, la metralla que sin castauela quiere imitar el castaalueteo de lo que no puede imi tarse? E destino de tu destino histrico, la voz de la fa 1 ;taldad ,)gritan tambin como Albdrti: Pueblo, pue blo, como Martn Caas: Pueblo Macho y el pue
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blo que estaba lejos y cerca curvado sobre la gleba junto al corazn, responde: "Espaa".
y la Cibeles, smbolos tambin, resplandecen esta noche, qne es nuestra ltima noche de Madrid, la que nos grita la voz de partida, la que nos hace pensar en nuestro egosmo.
Tocan a muerte los caones y encintillada de luces veo swgir la imagen de Madrid en la perspectiva ancha de la calle, y me quedo contemplndola como la primera noche durante unos minutos que no tienen fin. Revoloteando sobre la ardiente c a b e k i $ ,de la Casa de Campo, sobre el cielo de la ciudad, surgen los reflectores de la defensa area: diez, veinte, y se miran y se desplazan. Grandes cintajos de plata caen sobre la Gran Va, brillan en la telefnica.
Hora de morir, Madrid parece una novia bonita
con ese traje de luces, con esos cintajos de plata q u e
se enlazan en
y la Gran Via
Un cohete se empina a mirarla, y luego, saludado por la salva de los caones, agoniza en medio de una
luminaria de estrellas. Y o quisiera quedarme con esta visin de Madrid, con esta visin de Espaa, tan hermosa, tan magnfica, y luego, cuando cumpla mi compromiso con el viejito de Minglanilla y lo haya contado todo, con las pinpilas llenas de lgrimas y el corazn apretado de inquietud, de angustia y de goce, de goce, quisiera de-
INDICE
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PRESAGIO DE ESPAA
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Vsperas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . marcha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Benicarl . . . . . . . . . . . . . . . ............ Viejas, viejas . . . . . . .................. Paco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ......... Nios en la guerra . . . . . . . . . Encuentro de Valencia . . . . . . . . . ............... Dos ancdotas . . . . . . .................. Discursos . . . . . . . . . En "Las Arenas" . . . Mariana Pineda y Federico . . . . . . . . . . . . . . . . . . 'Qu.. Qu hay?. . . . . . . . . . . . . . . ............ .................. De nuevo en el camino
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MADRID
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