SIN LÍMITES
T01XE03 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (Latanace) para MTVRX Producciones - Quiero un Amante - Episodio exclusivo para mecenas de Diario de una Amazona (con Celia Blanco @latanace)SIN LÍMITES
T01XE23 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Sexo del Salvaje - Episodio exclusivo para mecenas
SIN LÍMITES
T01XE23 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Sexo del Salvaje - Episodio exclusivo para mecenas
valoraciones:
Longitud:
24 minutos
Publicado:
29 may 2023
Formato:
Episodio de podcast
Descripción
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE23 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco para MTVRX Producciones - Sexo del Salvaje
Me costaba mucho ubicarme en aquella historia. Sentía que me quería. Sabía que le gustaba con locura. Pero era incapaz de situarme en el tablero de la relación. Él estaba cómodamente en su casilla: C3, casado y con 3 hijos. Que amaba a su esposa estaba claro. Que a mí no, también. Pero entre nosotros se forjó una relación algo más que amistosa desde el momento en el que nos cruzamos por la estación.
Nos miramos de lejos. Como haciendo que no nos veíamos. Él con su impecable camisa blanca, sus pantalones vaqueros, aquellas zapatillas cuya marca no identifiqué y la gorra de béisbol calada hasta el fondo. Llevaba una mochila rarísima. Confieso que me fijé primero en la mochila y después me paré a mirarlo a él. Estaba de espaldas, en el andén, esperando el mismo tren que yo, mirando a que llegara el tren que nos llevaría a ambos a Almería.
Eran las ocho menos cuarto de la mañana y la estación de Chamartín era un hervidero.
Reconozco que me llamó mucho la atención su tamaño. Tenemos dos metros cuadrados de piel pero… ¿cuántos podría tener aquel hombre? Desde luego más. Cuando se dio la vuelta clavó su mirada en mí. Yo se la sostuve, soy así de chula. Tenía los ojos tan oscuros que no se distinguía la pupila. Era un pozo sin fondo en el que sumergí y no quise salir.
No estábamos en el mismo vagón. Eso hubiera sido demasiado fácil. Pero, por supuesto, nos encontramos en la cafetería. Tardamos menos de media hora en levantarnos e ir a desayunar. Yo, café con leche sin azúcar ni sacarina. Él cortado descafeinado y bocadillo de jamón con aceite. Cuando fui a pagar los 2 euros con 30 me dijo la azafata: “La ha invitado aquel señor”. Yo, simplemente le sonreí con mi inmensa boca y me acerqué.
— No hacía falta, pero gracias.
— Me pareció que podía ser un detalle bonito. NO se lo tome a mal, por favor. Sé quién es. La he escuchado durante años en la Cadena SER.
Que supiera quien era me allanó mucho el terreno. Para aquel señor yo era “la del sexo”. Y eso es tener el pabellón muy alto. Uno de cada dos españoles mayores de 50 años tiene problemas de disfunción eréctil según la Asociación de Andrología Española. Yo he debido llevármelos a todos porque, no sé por qué, a muchos les doy pánico. Pero aquel no los había cumplido aún, se le notaba, y crucé los dedos para que fuera uno de los pocos más jóvenes que yo que me gustaran.
Charlamos sin parar. Nos contamos la vida. Supe desde el principio que tenía una familia, que trabajaba mucho y que disfrutaba de su vida todo lo que podía. Yo le expliqué la mía. Me habían dejado por una más joven y más guapa que yo después de 17 años, a los 3 meses de comprarnos juntos una casa. Ahora reclamaba los 60 mil euros que había puesto después de no haber trabajado durante 14 años. Y me iban a quitar la casa para subastarla y que yo le pagara mi deuda. Los parados de largo recorrido mayores de 50 años con los que no te casas hacen esas cosas cuando son miserables. Y el mío lo era.
Mi melodrama no lo asustó. Tampoco le impresionó. Se manejaba con pasta, hacía negocios importantes y estaba bien considerado en su profesión, una que no entendí muy bien porque a mí, en cuanto me hablan de finanzas, me pierdo. El dinero me importa solo para poder vivir. Si no de qué mi ex había podido robarme durante tantos años…
Pero nos gustamos. Se nos noto a los cinco minutos. Así que, cuando llegamos a Almería, en vez de tirar yo sola al Cabo, tiramos los dos. Y, como era de los que soltaban, no quiso ir en el autobús que dura casi una hora desde Almería hasta el pueblito. Pagó los 35 euros que cuesta el taxi como yo hubiera podido pagar el café del tren, pero no el bocadillo.
Al llegar al Cabo tiramos, directos para El Bahía. Era el único que podía estar abierto aquel jueves de mayo. El Navas Y
Me costaba mucho ubicarme en aquella historia. Sentía que me quería. Sabía que le gustaba con locura. Pero era incapaz de situarme en el tablero de la relación. Él estaba cómodamente en su casilla: C3, casado y con 3 hijos. Que amaba a su esposa estaba claro. Que a mí no, también. Pero entre nosotros se forjó una relación algo más que amistosa desde el momento en el que nos cruzamos por la estación.
Nos miramos de lejos. Como haciendo que no nos veíamos. Él con su impecable camisa blanca, sus pantalones vaqueros, aquellas zapatillas cuya marca no identifiqué y la gorra de béisbol calada hasta el fondo. Llevaba una mochila rarísima. Confieso que me fijé primero en la mochila y después me paré a mirarlo a él. Estaba de espaldas, en el andén, esperando el mismo tren que yo, mirando a que llegara el tren que nos llevaría a ambos a Almería.
Eran las ocho menos cuarto de la mañana y la estación de Chamartín era un hervidero.
Reconozco que me llamó mucho la atención su tamaño. Tenemos dos metros cuadrados de piel pero… ¿cuántos podría tener aquel hombre? Desde luego más. Cuando se dio la vuelta clavó su mirada en mí. Yo se la sostuve, soy así de chula. Tenía los ojos tan oscuros que no se distinguía la pupila. Era un pozo sin fondo en el que sumergí y no quise salir.
No estábamos en el mismo vagón. Eso hubiera sido demasiado fácil. Pero, por supuesto, nos encontramos en la cafetería. Tardamos menos de media hora en levantarnos e ir a desayunar. Yo, café con leche sin azúcar ni sacarina. Él cortado descafeinado y bocadillo de jamón con aceite. Cuando fui a pagar los 2 euros con 30 me dijo la azafata: “La ha invitado aquel señor”. Yo, simplemente le sonreí con mi inmensa boca y me acerqué.
— No hacía falta, pero gracias.
— Me pareció que podía ser un detalle bonito. NO se lo tome a mal, por favor. Sé quién es. La he escuchado durante años en la Cadena SER.
Que supiera quien era me allanó mucho el terreno. Para aquel señor yo era “la del sexo”. Y eso es tener el pabellón muy alto. Uno de cada dos españoles mayores de 50 años tiene problemas de disfunción eréctil según la Asociación de Andrología Española. Yo he debido llevármelos a todos porque, no sé por qué, a muchos les doy pánico. Pero aquel no los había cumplido aún, se le notaba, y crucé los dedos para que fuera uno de los pocos más jóvenes que yo que me gustaran.
Charlamos sin parar. Nos contamos la vida. Supe desde el principio que tenía una familia, que trabajaba mucho y que disfrutaba de su vida todo lo que podía. Yo le expliqué la mía. Me habían dejado por una más joven y más guapa que yo después de 17 años, a los 3 meses de comprarnos juntos una casa. Ahora reclamaba los 60 mil euros que había puesto después de no haber trabajado durante 14 años. Y me iban a quitar la casa para subastarla y que yo le pagara mi deuda. Los parados de largo recorrido mayores de 50 años con los que no te casas hacen esas cosas cuando son miserables. Y el mío lo era.
Mi melodrama no lo asustó. Tampoco le impresionó. Se manejaba con pasta, hacía negocios importantes y estaba bien considerado en su profesión, una que no entendí muy bien porque a mí, en cuanto me hablan de finanzas, me pierdo. El dinero me importa solo para poder vivir. Si no de qué mi ex había podido robarme durante tantos años…
Pero nos gustamos. Se nos noto a los cinco minutos. Así que, cuando llegamos a Almería, en vez de tirar yo sola al Cabo, tiramos los dos. Y, como era de los que soltaban, no quiso ir en el autobús que dura casi una hora desde Almería hasta el pueblito. Pagó los 35 euros que cuesta el taxi como yo hubiera podido pagar el café del tren, pero no el bocadillo.
Al llegar al Cabo tiramos, directos para El Bahía. Era el único que podía estar abierto aquel jueves de mayo. El Navas Y
Publicado:
29 may 2023
Formato:
Episodio de podcast
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