SIN LÍMITES
T01XE03 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (Latanace) para MTVRX Producciones - Quiero un Amante - Episodio exclusivo para mecenas de Diario de una Amazona (con Celia Blanco @latanace)SIN LÍMITES
T01XE14 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La vez que me follé a una mujer - Episodio exclusivo para mecenas
SIN LÍMITES
T01XE14 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La vez que me follé a una mujer - Episodio exclusivo para mecenas
valoraciones:
Longitud:
16 minutos
Publicado:
26 mar 2023
Formato:
Episodio de podcast
Descripción
Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! T01XE14 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - La vez que me follé a una mujer
A mí me gustan las mujeres desde que tengo uso de razón. Cuando era pequeña, me gustaba una niña de mi clase, pero no lo podía decir porque a las niñas nos gustaban los niños. Conforme fui creciendo me fueron gustando otras pero siempre tuve que ocultarlo porque la reacción hubiera sido peor. Tuve que tener más de 40 años y sentirme protegida por mi entorno y mi trabajo para reconocer, frente a unos micros que, además de los señores, me vuelven loca las señoras.
Supe que ella era especial desde el primer momento que la vi. Por su discurso, contundente, veraz y crítico. Empezó en mí una admiración real hacia su persona que, con El Paso de los años no se mitigó, sino que se acrecentó. Sabía de ella porque trabajábamos en lo mismo y nuestras agendas profesionales nos situaban en idénticos escenarios, hasta que el estreno de una película nos llevó a las dos hasta París. Y allí todo fue precioso.
Las entrevistas con los actores y el director de la película se organizaron en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Me hacía gracia asistir a estas citas en las que tú eres, simplemente, una luminaria de toda la vía láctea. Pero te sientes una auténtica estrella. Ella lo era. La conocía de otras citas y, confieso, había buscado por internet todo lo referente a su persona. Es lo bueno de ser periodista, que dejamos rastro. Alta, casi como yo. Grande. Con el gesto serio, la mueca torcida y la ceja en alto. Tengo que reconocer que me vi a mí misma en otro cuerpo. Un cuerpo que no llama la atención más que por lo que abulta. Siempre dijeron que yo soy aparatosa, aquella mujer lo era.
Los Yankets son un suplicio. Horas y horas para cuatro minutos de entrevista con cada estrella, con una persona cronómetro en mano controlando el tiempo para que no te pases ni un milímetro. Son, literalmente, un suplicio. Y por ahí pegamos hebra. Me contó que para ella eran insoportables, después de más de diez años haciéndolos y que ni siquiera entrevistar a George Clooney le merecía la pena. Al elegir al actor presupuse, inmediatamente, que era heterosexual y, supongo que por eso, tardé más en darme cuenta de que si ella me había gustado a mí, yo a ella también.
Tuvimos que terminar el doloroso parto de entrevistas para empezar a bromear y de las bromas pasamos a querer cenar juntas y de la cena pasamos al turrón. En la cena empecé a darme cuenta de que se confirmaban todas mis sospechas: aquella mujer era un coquito. Sabía de cine, sabía de historia, sabía de ciencia… Me confesó que leía todo lo que caía en sus manos porque siempre sacaba algo nuevo. Y en un ataque de risas por una broma nos quedamos mirándonos la una a la otra y sucedió: Amanda, simplemente me apartó un mechón de la cara y me besó. El beso fue sencillo, cálido, algo que sucedió despacio. Me acarició la mejilla mientras me besaba; yo estaba paralizada de la emoción. Aquella señora me gustaba y me gustaba mucho. Quería estar con ella y me parecía valiente por besarme en público, algo que yo tardaría en hacer muchos años.
— Vamos a mi hotel— Dijo. Y yo asentí.
Su habitación era parecida a la mía, de las más baratas posibles en el centro de París, solo que en la suya había un hervidor de agua y té. Nos hicimos dos tés de desayuno por hacer algo. Tés que se quedaron helados en la mesa porque en cuanto pegamos el primer sorbo volvimos a besarnos. Pasó sus manos sobre mis pechos por encima de la ropa mientras yo solo acertaba a abrazarla, uno a uno fue desabrochando los botones de mi camisa hasta que la abrió del todo y pude sentir sus dulces manos sobre mi piel. Sabía lo que hacía y yo era una pazguata nerviosa. Sentir las manos de ella sobre mí me excitó muchísimo. Era Amanda, la gran Amanda, la mejor periodista de cine que he conocido en mucho tiempo. La que ha
A mí me gustan las mujeres desde que tengo uso de razón. Cuando era pequeña, me gustaba una niña de mi clase, pero no lo podía decir porque a las niñas nos gustaban los niños. Conforme fui creciendo me fueron gustando otras pero siempre tuve que ocultarlo porque la reacción hubiera sido peor. Tuve que tener más de 40 años y sentirme protegida por mi entorno y mi trabajo para reconocer, frente a unos micros que, además de los señores, me vuelven loca las señoras.
Supe que ella era especial desde el primer momento que la vi. Por su discurso, contundente, veraz y crítico. Empezó en mí una admiración real hacia su persona que, con El Paso de los años no se mitigó, sino que se acrecentó. Sabía de ella porque trabajábamos en lo mismo y nuestras agendas profesionales nos situaban en idénticos escenarios, hasta que el estreno de una película nos llevó a las dos hasta París. Y allí todo fue precioso.
Las entrevistas con los actores y el director de la película se organizaron en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Me hacía gracia asistir a estas citas en las que tú eres, simplemente, una luminaria de toda la vía láctea. Pero te sientes una auténtica estrella. Ella lo era. La conocía de otras citas y, confieso, había buscado por internet todo lo referente a su persona. Es lo bueno de ser periodista, que dejamos rastro. Alta, casi como yo. Grande. Con el gesto serio, la mueca torcida y la ceja en alto. Tengo que reconocer que me vi a mí misma en otro cuerpo. Un cuerpo que no llama la atención más que por lo que abulta. Siempre dijeron que yo soy aparatosa, aquella mujer lo era.
Los Yankets son un suplicio. Horas y horas para cuatro minutos de entrevista con cada estrella, con una persona cronómetro en mano controlando el tiempo para que no te pases ni un milímetro. Son, literalmente, un suplicio. Y por ahí pegamos hebra. Me contó que para ella eran insoportables, después de más de diez años haciéndolos y que ni siquiera entrevistar a George Clooney le merecía la pena. Al elegir al actor presupuse, inmediatamente, que era heterosexual y, supongo que por eso, tardé más en darme cuenta de que si ella me había gustado a mí, yo a ella también.
Tuvimos que terminar el doloroso parto de entrevistas para empezar a bromear y de las bromas pasamos a querer cenar juntas y de la cena pasamos al turrón. En la cena empecé a darme cuenta de que se confirmaban todas mis sospechas: aquella mujer era un coquito. Sabía de cine, sabía de historia, sabía de ciencia… Me confesó que leía todo lo que caía en sus manos porque siempre sacaba algo nuevo. Y en un ataque de risas por una broma nos quedamos mirándonos la una a la otra y sucedió: Amanda, simplemente me apartó un mechón de la cara y me besó. El beso fue sencillo, cálido, algo que sucedió despacio. Me acarició la mejilla mientras me besaba; yo estaba paralizada de la emoción. Aquella señora me gustaba y me gustaba mucho. Quería estar con ella y me parecía valiente por besarme en público, algo que yo tardaría en hacer muchos años.
— Vamos a mi hotel— Dijo. Y yo asentí.
Su habitación era parecida a la mía, de las más baratas posibles en el centro de París, solo que en la suya había un hervidor de agua y té. Nos hicimos dos tés de desayuno por hacer algo. Tés que se quedaron helados en la mesa porque en cuanto pegamos el primer sorbo volvimos a besarnos. Pasó sus manos sobre mis pechos por encima de la ropa mientras yo solo acertaba a abrazarla, uno a uno fue desabrochando los botones de mi camisa hasta que la abrió del todo y pude sentir sus dulces manos sobre mi piel. Sabía lo que hacía y yo era una pazguata nerviosa. Sentir las manos de ella sobre mí me excitó muchísimo. Era Amanda, la gran Amanda, la mejor periodista de cine que he conocido en mucho tiempo. La que ha
Publicado:
26 mar 2023
Formato:
Episodio de podcast
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