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El Desarme de la Armadura Interior
El Desarme de la Armadura Interior
El Desarme de la Armadura Interior
Libro electrónico323 páginas4 horas

El Desarme de la Armadura Interior

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Información de este libro electrónico

"Sergia nos invita a conectar con nuestra vulnerabilidad para internalizar que, si bien es una realidad, esa ansiedad por compararnos con otros no tiene que ser algo que nos defina, y que podemos perfectamente seguir nuestro camino de evolución de una manera mucho más consciente, despierta y reveladora".

Ismael Cala, figura de radio y televisión, presentador y productor, periodista, autor inspiracional, conferencista, orador motivacional y columnista.

"Tomen este libro como una llave para abrir nuevas puertas a caminos que, no importa cuánto nos tome, nos llevará por seguro al mejor lugar que podemos llegar: nosotros mismos".

Julio Bevione, comunicador, autor y conferencista.

"Si quieres empoderarte y salir del aburrimiento de la rutina, y darle un sentido y una razón más a tu diario vivir, entonces te diré que aquí en este libro encontrarás muchas cualidades y opciones para ampliar tus virtudes y liberarte de cualquier atadura; llámese complejo o trauma".

Dr. Arodi Martinez, Psicólogo.


Hace años, Sergia Quiroz Sarabia, inició un viaje interior para comprender el porqué del desequilibrio en su vida y acabó descubriendo que llevaba puesta una armadura emocional, fruto de las emociones tóxicas acumuladas a lo largo del tiempo. Desprenderse de su armadura fue un ejercicio doloroso, pero sanador.

Con un relato valiente y lleno de sinceridad, la autora bucea en sus recuerdos más profundos, para encontrar cómo se formaron las emociones tóxicas en su interior y las claves de su liberación.

  • Su historia te lleva a descubrir la tuya.
  • Su camino te indica los pasos.
  • Su experiencia te abre las puertas del autoconocimiento y la sanación interior.


El desarme de la armadura interior es una guía para desprenderte de tus emociones tóxicas, pero también, y sobre todo, es una promesa: al final de ese camino hay luz y liberación.

Sergia Quiroz Sarabia (Venezuela) es "abogada por complacencia, inmigrante por destino y escritora por vocación". Actualmente vive en Houston (Texas), y su propósito es ayudarte con su experiencia a recuperar el equilibrio emocional por medio de la evolución de las emociones reprimidas a lo largo de la vida, consciente de que solo así puedes sentir la vida en plenitud.

"Detrás de toda la oscuridad está tú auténtico ser.
Escucha tu voz interior y sal de tú armadura."

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2024
ISBN9798227253552
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    El Desarme de la Armadura Interior - Sergia Quiroz Sarabia

    Dedicado especialmente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

    A mi prójimo.

    Y a la voz sublime del alma que clama a gritos la evolución de sus emociones, para poder sentir la vida en vida según el plan divino de Dios.

    Índice

    Bienvenida

    Advertencia

    Prólogos

    El sentido de la vida

    Julio Bevione

    Derribar los muros interiores

    Ismael Cala

    La carrera de la muerte por la vida

    Introducción

    El reconocimiento es el camino a la evolución de las emociones

    Ítaca

    Capítulo I. El día menos pensado llegó

    Vestidura de gala para la guerra

    El desierto me llevó al camino de la vida prometida

    Permítete pedir y recibir ayuda

    Mi historia puede ser tu historia

    Siete virtudes y una pizca de fe alentaron el camino

    Capítulo II. En busca de mis memorias

    Un diario en blanco

    Todo comenzó cuando era una niña

    Capítulo III. Los tres «ser» en la vida (Un ser que dejó de ser)

    Camino a la pérdida de la identidad

    La carrera para ser alguien

    Ser de alguien o ser con alguien

    Servir a alguien

    «No te detengas, mira que el tiempo pasa volando»

    Capítulo IV. El día que amaneció de golpe

    La vida no da vueltas. Somos nosotros los que damos vueltas en la vida

    Houston-Texas, Tierra del sol amado

    Capítulo V. Del dicho al hecho hay mucho trecho

    La decisión de cambiar

    Descubriendo la armadura interior

    El cuerpo de la armadura interior

    Partes de la armadura interior

    Imagen de la armadura, por José Alejandro Torres Sarabia

    Imagen de la armadura, por Samuel Andrés Garcías

    Efectos de la armadura en nuestro cuerpo

    Efectos exteriores de la armadura

    Cuando el alma llora, el cuerpo experimenta sufrimiento

    Del autoritarismo absoluto al feminismo tóxico

    Capítulo VI. En cada amanecer hay una batalla que librar

    ¿Por qué estamos armados?

    ¿Contra quién es la batalla?

    ¿En qué nos ha beneficiado estar armados?

    La mente armada

    Capítulo VII. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

    La armadura suicida

    Cada 40 segundos se apaga una luz

    La vida en un hilo

    Romper el silencio

    40 Segundos para actuar

    En vida puedes aprovechar todos los regalos

    ¿Tenemos toda la armadura o solo una parte?

    Nadie está exento de la armadura

    Conclusión. Llegó el momento, ¿qué puedes perder?

    2020: Una prueba que sacudió el interior de mi ser y el de millones de personas

    Agradecimiento

    Epílogo. La armadura me hizo caer en la infidelidad

    Bienvenida

    N

    o es el mundo el que da vueltas, somos nosotros los que damos vueltas en la vida. No es casualidad que yo llegara a tu vida o tú a la mía. Te confieso que fue más fácil encontrarte a ti que a mí misma. Lo cierto es que estaré eternamente agradecida por compartir tu preciado tiempo y adentrarte a leer esta historia que podría ser la tuya.

    Te invito a lo que he llamado EL DESARME DE LA ARMADURA INTERIOR. No es un libro relacionado con la historia medieval, aunque en él encontrarás muchas batallas. Aquí hablo de la armadura, coraza o disfraz que vamos creando en la carrera por la vida y que está conformada de EMOCIONES TÓXICAS.

    ¿Alguna vez has escuchado la frase «el desconocimiento de la ley no excusa su cumplimiento»? Este principio se aplica para evitar la ignorancia de la ley, pero desde el punto de vista emocional, sería «el desconocimiento o ignorancia de las emociones no impiden sus efectos». Lo menciono porque considero que es importante para todo ser humano conocer a profundidad sus emociones, con la misma o mayor importancia que concedemos a las leyes externas, porque del autoconocimiento emocional depende la vida que ocurre dentro de cada individuo y su comportamiento ante la sociedad. De esta manera evitaremos ser manipulados y podremos actuar con sensatez.

    Advertencia

    E

    ste libro nació de una historia de la vida real. No soy psicóloga o coach, pero sí una experta en emociones tóxicas. Mis conocimientos fueron adquiridos durante la carrera de la vida y en ella obtuve los siguientes títulos: el primero fue sobre el desconocimiento emocional y luego una maestría en emociones tóxicas. Como al parecer no fue suficiente cursé otra maestría de cómo vivir la vida muriendo y cerré con un doctorado en desconocimiento de mi mundo interior, entre otras «habilidades» que aprendí. Estas experiencias están contenidas de forma honesta y sencilla en estas páginas. En ellas encontrarás cuáles son los factores que pueden causar las emociones tóxicas, cómo se siente vivir con ellas, qué son capaces de provocar y cómo liberarte de las mismas.

    Prólogos

    El sentido de la vida

    Julio Bevione[∗]

    C

    uando conocí a Sergia pude notar en su mirada la de una mujer que había despertado, alguien valiente que se había animado a responderse una pregunta que siempre nos persigue, pero que muchas veces la ignoramos: «¿De qué se trata vivir la vida?».

    En su caso ocurrió a los 33 años, pero para que esa respuesta llegue y sea tan clara como para que nos estremezca y nos haga replantearnos hasta quiénes somos, no hay edad. Siempre será valiosa hasta el último día de nuestra existencia.

    Por eso agradecemos tanto que ella haya plasmado en este libro su experiencia, y lo impregne de la esperanza de que cada uno sabrá encontrar su respuesta. Lo hace desde un lugar muy acertado: darnos cuenta de lo que no somos, para que lo que realmente somos asome sin dudas ni titubeos. Nada es más importante que animarnos a ser nosotros mismos. Y de pocas cosas nos arrepentiremos más que de haberlo evitado.

    A veces estamos en una cárcel sin darnos cuenta, presos de elecciones que creemos que no podremos modificar. Pero el desafío es mayor cuando esas paredes las hemos construido dentro de nosotros mismos.

    Tomen este libro como una llave para abrir nuevas puertas a nuevos caminos que, no importa cuánto nos tome recorrerlos, nos llevarán seguramente al mejor lugar donde podemos llegar: a nosotros mismos.

    Derribar los muros interiores

    Ismael Cala[∗]

    U

    na de las bendiciones que me ha dejado este camino de expansión de conciencia, es poder interactuar y conocer a increíbles seres que han llegado a aportar a mi travesía. Sergia es un ejemplo de estas relaciones enriquecedoras que comenzó en las aulas de nuestra academia de oratoria, pero que requería ir un poco más allá y que la llevó a ser parte de nuestro Influencers Circle, un grupo de maravillosas personas con el que comparto de manera íntima un trabajo profundo de elevación del ser, una maestría de vida durante un año. Es por eso que no dudé ni por un momento en formar parte de su libro a través de la honrosa misión de escribir estas líneas, que sirven de abreboca para la obra que vas a disfrutar a continuación.

    El desarme de la armadura interior es un libro cuyo título y mensaje en un primer momento me hizo ruido. Soy un convencido de que el lenguaje tiene poder, y siempre digo que no podemos pasarnos la vida en una eterna batalla o lucha, porque ningún organismo está preparado para tal shot de cortisol 24/7.

    Sin embargo, al comenzar a leer me di cuenta de lo acertado del título y de la gran necesidad de un libro con este enfoque, porque sí es necesario lidiar con esa armadura interior que representan las emociones tóxicas, y que comienzan con nuestra primera y más importante relación: la que establecemos con nosotros mismos.

    A través de una narrativa amena y que enseguida conecta, Sergia demuestra a lo largo de cada uno de los capítulos que conforman su libro, lo nocivo que puede llegar a ser construir en nuestro corazón un muro tan alto que efectivamente evite que nadie pueda entrar a hacernos daño, pero que, al mismo tiempo, tampoco nadie pueda entrar a armarnos. ¿No te parece que derribar esos muros es una lucha que bien vale el sacrificio?

    Pero este libro no se queda en la declaración de la situación sin ofrecer alternativas ya que aborda la posibilidad, a través de la práctica del desapego y la rendición (que no significa resignación), de desmantelar la armadura.

    El hecho que este libro se haya gestado durante la cuarentena de 2020, le da una connotación muy especial porque todos, al igual que Sergia, de una u otra manera buscamos convertir esos días de confinamiento en algo significativo. Pero a la vez, me identifiqué mucho con la autora en el hecho de que el tiempo es algo que está sobrevalorado. Todo esto cambia de forma cuando comenzamos a aligerar nuestras expectativas sobre el «hacer» y nos movemos hacia el «ser».

    En esta carrera incesante, Sergia nos invita a conectar con nuestra vulnerabilidad para internalizar que, si bien es una realidad, esa ansiedad por compararnos con otros no tiene que ser algo que nos defina, y que podemos perfectamente seguir nuestro camino de evolución de una manera mucho más consciente, despierta y reveladora. Estoy agradecido de poder disfrutar de la sabiduría y la experiencia de vida de Sergia.

    NADA ES NUEVO...

    SIEMPRE ESTUVIMOS AHÍ.

    SOLO NOS ESTAMOS VOLVIENDO A

    RECONOCER EN CADA AMANECER.

    ––––––––

    Sergia Quiroz Sarabia

    La carrera de la muerte por la vida

    La muerte es más universal que la vida. Todo el mundo muere, pero no todo el mundo vive.

    A. Sachs

    N

    o te detengas. Corre. El tiempo se acaba. Me encontraba en California sentada a la orilla de una de las carreteras con más tráfico de Los Ángeles, pensando: «¿De qué se trata vivir la vida?». A la vez, razonaba sobre cómo había recorrido casi volando esa gran autopista que es la existencia, todo ello para poder ingresar en la sociedad invisible. Pero, lo más curioso es que no recuerdo nada y decidí observar a los demás. Veía cómo iban corriendo a velocidades extremas, queriéndose rebasar unos a otros sin importarles perder la vida o causar un daño. Pude ver cómo al siguiente minuto ocurría un accidente donde el conductor desafortunadamente moría atrapado dentro del vehículo, cargado seguramente de objetivos, metas, sueños, bienes y dinero ahora inútiles.

    Se esfumó esa vida de manera inesperada. Sentí tristeza y miedo. Solo por un instante la carrera se detuvo.

    Los conductores no reaccionaron ante la muerte de su prójimo. Al parecer, para ellos era normal. Sacaron sus celulares para grabar el hecho y hacerlo viral en las redes sociales. Había otros que venían atrás. Observé cómo estaban desesperados por avanzar, pero al final terminaban asfixiados dentro de sus autos. Los que ya habían grabado el accidente arrancaban a toda velocidad para recuperar el tiempo perdido. Nadie decía nada, sus cuerpos solo andaban por andar como si estuvieran muertos en vida. Era como que algo se les escapara y tenían que correr detrás de otro objetivo; no podían detenerse.

    Estaba asombrada de lo que veía, un silencio profundo me embargó. De repente, escuché a lo lejos el grito de alguien que decía: «¡Muévete, estúpido! El tiempo se acaba». Levanté la mirada. Frente a mí había una torre inmensa que cubría el cielo y en la parte más alta un enorme reloj; estaban ahí las horas marcadas. Era extraño el reloj. Había millares de personas corriendo en forma desaforada, pero cuando miraban el reloj, este se ajustaba al tiempo que llevaba cada una de ellas en la vida y lo que le restaba.

    Observé el reloj y vi que el mío marcaba las 3:33 pm. Lo curioso es que entre las 12:00 pm y la 13:00 pm aparecía mi niñez, la escolaridad recorrida hasta la universidad; a las 2:00 pm el matrimonio, familia e hijo; 3:00 pm éxitos materiales y bienes; a las 3:33 pm estaba vacío y el resto de las horas no se veían. No entendí el reloj. Bajé la mirada confundida y, en ese instante, se detuvo un hombre al que se le averió su vehículo y me dije: «Voy a preguntarle a él mis dudas. No entiendo muchas cosas que están pasando. No sé por qué estoy sentada sola, observando. ¿Será que se acabó mi carrera o estoy muerta?».

    —Disculpe —le dije.

    Él volteó, pero no me prestó atención. Estaba desesperado y temblaba de miedo.

    —Señor, ¿por qué corre? —me animé a preguntarle.

    —El tiempo se acaba. ¡La gente me observa y no he logrado nada! —casi me gritó.

    Su respuesta me resultó extraña. Miré hacia mi alrededor y solo había vehículos que avanzaban a una velocidad extrema. Entonces, le pregunté:

    — ¿Cuál tiempo?

    —Ellos dicen así a cada instante —me respondió.

    —¿Quiénes son ellos?

    —Todo el mundo. ¿Qué, tú no escuchas?

    Lo miré extrañada y esperé a ver si oía algo. Solo escuchaba al señor desesperado. Decía malas palabras, su cuerpo sudaba...

    Por un instante, él levantó la mirada hacia el reloj. Sus horas marcaban tiempos muy distintos a los míos. Su reloj indicaba una raya roja a las 4:00 pm. Comenzó a sentirse más estresado. Puso las manos en la cabeza y sus lágrimas comenzaron a rodar. Cayó de rodillas al suelo y se lamentó:

    —Ellos dicen que se acaba el tiempo.

    — ¿Qué quieres lograr? —le pregunté.

    —Mira, niña. No tengo tiempo para ti. ¿Ves ese reloj?

    Asentí.

    —¿Ves la raya roja? Solo estoy a unos minutos de lograr el éxito, la fortuna, los bienes, lo que merezco para ser feliz.

    El tiempo se detuvo y pensé: «Yo estoy a las 3:33 pm. Logré todo lo que este hombre dice, pero no sé cómo lo hice y tampoco siento la felicidad que me prometieron. Estoy triste, sola, armada y vacía por dentro y, lo más inexplicable, es que, en medio de la abundancia lograda, la fama y la fortuna no siento nada».

    Reaccioné y le pregunté:

    — ¿Y por qué?

    —Ellos prometieron que ahí estaba la felicidad.

    —¿Dónde?

    —Cuando logre alcanzar lo que dicen.

    —No entiendo.

    —¿Qué es lo que no entiendes? Hay que ser alguien en la vida, no simples mediocres. Para eso es necesario ir rápido, la vida es corta, dura hasta las 12:00 pm. Recuerda que nada en esta carrera es gratis. Si quieres tener éxito corre, corre, corre. Solo haz lo que los demás dicen. ¡Corre!

    En ese instante tuve curiosidad de saber si yo era la única que me sentía así. Seguí preguntando:

    — ¿En alguna de sus paradas ha sentido la felicidad?

    Me respondió de forma airada:

    —No, aún estoy en búsqueda de la felicidad. ¿Ves mi reloj?

    —Sí —contesté.

    —Todavía tengo tiempo. Marca completa mis horas. Continuaré hasta alcanzarla.

    —¿Quién le garantiza que será feliz? Lo veo muy angustiado y hasta cansado —agregué.

    —Daré hasta mi vida si es preciso por alcanzar la meta que me llevará a la felicidad, así pierda mi alma en el camino —respondió.

    Guardé silencio otro instante y volví a preguntar:

    —Señor, ¿usted es feliz con lo que hace?

    —Se supone que debo sentir la felicidad al lograr la meta, no a lo largo del camino. ¿Por qué lo preguntas?

    —Porque no ha sonreído al hablar de su meta. ¿Alguna vez ha sentido la alegría de vivir?

    El señor se quedó ensimismado y miró su reloj; la franja roja ya no estaba. Se había detenido como el mío. El resto de sus horas estaban en blanco.

    En ese instante pude observar cómo cambió la expresión de su rostro. Ya no lucía angustiado y desesperado. Decidió sentarse a mi lado a observar cómo los demás corrían en la carrera de la muerte por la vida. Entonces se preguntó:

    —¿Cuándo me armé al punto de no sentir mi ser y el paso por la vida?

    —¿Por qué lo dice?

    —Solo me acuerdo de que la carrera empezó siendo un adolescente, acababa de terminar la secundaria. Salí al mundo para ganarme la vida. En ese instante vi que estaba ese reloj y de pronto comencé a escuchar cientos de voces que me decían lo que debía hacer, y me recordaban que la vida es dura. Me dijeron que ese reloj sería mi guía, que marcaría mi tiempo para lograr mis metas; de lo contrario no sería nadie. Como no entendía nada y razonar no estaba permitido, decidí escuchar y actuar como me decían los demás. En mi mente quedaron grabadas esas voces: «Corre, corre que las oportunidades se van». Desde entonces no siento nada, solo tristeza, miedo, ira y angustia. Perdí el sentido de vivir la vida, del tiempo y de mi ser auténtico. No sé quién soy ni en qué me he convertido. ¿A dónde se fue mi alegría, la esencia de la vida?

    Moraleja de la historia: DETENTE, STOP. Hazlo para observarte y sentirte. De esta manera conocerás el sentido de la vida, para luego conjugarla con tu entorno. En ese estado de calma podrás distinguir el verdadero lugar donde ocurre la vida. Permítete relajarte y respirar; ten calma, nada malo pasará si te detienes. La clave es detenerse y empezar a observarnos, eso nos dará claridad acerca de la vida que ocurre dentro de nosotros, en el presente y de forma totalmente consciente. Te iluminarás y podrás adentrarte al reconocimiento de la armadura interior.

    Imagino que tienes muchas preguntas y confío en que aquí puedas encontrar las respuestas. Sé valiente ante el mundo. Él te cuestionará por medio de más interrogantes y señalamientos inescrupulosos, como por ejemplo: «¿Por qué hiciste o dejaste de hacer algo?». Deambularán los detractores internos y externos, pero tú tienes el libre albedrío para decidir. Haz esta parada para vivirte sin juzgarte ni maltratarte, así lograrás la evolución emocional y un balance equilibrado.

    Las emociones tóxicas generan una pérdida de la claridad y, unidas a la velocidad, causan destrucción. La mala educación que ofrece la sociedad nos ha colocado de espaldas a la vida. Haz esta parada amorosa para adueñarte nuevamente de ti. Entonces, los demás ya no podrán manipularte y serás capaz de escuchar tu voz interior y ver el plan perfecto que tu fuerza superior tiene para ti.

    Introducción

    El reconocimiento es el camino a la evolución de las emociones

    Cuando quieres algo con intensidad ningún

    sacrificio es demasiado grande.

    Rafael Nadal

    ¿P

    or qué somos la generación más infeliz en la historia de la humanidad? Podremos saberlo una vez que respondamos la siguiente pregunta: ¿Qué significa vivir la vida? Una mirada a la realidad nos muestra cuál es el modelo de vida al que nos han llevado las generaciones precedentes, cuando el concepto de vivir jamás ha estado unido a la alegría del SER auténtico, sino a las desavenencias, rivalidades, codicia, crueldad y al no merecimiento a sentir la vida que ocurre dentro de cada persona.

    Nacemos para vivir la vida, pero morimos persiguiendo un objetivo que no es la vida en sí. A esto se ha reducido la existencia humana en el planeta: vivir a las carreras siguiendo el modelo preestablecido de éxito que ha implantado la sociedad y que supuestamente nos permitirá experimentar una felicidad que, de lograrla, solo es efímera.

    Así pasé la mitad de mi vida, a las carreras, de objetivo en objetivo. Durante años creía que eso lo era todo y la única forma de lograr la felicidad. Pero con el paso de los años, la vida te sorprende de alguna manera para enseñarte de dónde proviene la verdadera felicidad. A veces, estas sorpresas llegan de forma amorosa, y otras de manera inesperada y dolorosa. En mi caso fue el 11 de septiembre de 2015.

    AMANECIÓ DE GOLPE. Algo inesperado me sacudió, quedé aturdida. Pensaba que era un sueño lo que estaba sucediendo, porque de manera súbita se detuvo mi carrera de la muerte por la vida. Habían transcurrido 16 años desde que entré en ella. Jamás imaginé que me detendría de una manera tan brusca.

    Ese 11 de septiembre por la mañana abrí los ojos y no reconocí dónde estaba. Al levantarme, recordé que había dormido junto a mi hijo en un colchón en el suelo. Me encontraba sola con un niño de apenas nueve años en un país desconocido y cuatro maletas llenas de recuerdos. Sentía dolor en el pecho y no tenía fuerzas. Cuando tomé conciencia de la situación, supe que me había despojado de mi propia vida sin anestesia y que no podía expresar lo que sentía, solo pensaba en lo que había sucedido. ¿Por qué estaba ahí si ya había corrido toda la carrera de la muerte por la vida? ¿Por qué ese final tan doloroso? Fueron muchos los días grises que viví antes de encontrar la causa de mi desdicha, sentada sobre mis propias ruinas, pensando qué había pasado y por qué lo había perdido todo. Ahí pude dilucidar varias de las causas de mi destrucción, pero también observar que gran parte de mi existencia había pasado corriendo para lograr «ser alguien en la vida», llena de éxitos materiales y profesionales, lo cual logré, pero vacía por dentro y sin felicidad ni alegría. ¿Cómo podía ocurrir eso?

    Muchas interrogantes se amontonaban en mi mente. Debía buscar las respuestas o moriría sumergida en la desolación que embargaba todo mi ser. Ese stop fue algo muy brusco, un giro de 180 grados hasta quedarme sin nada. Todo lo que había logrado, títulos, bienes materiales, dinero, estatus social y renombre desapareció de un día para otro.

    Durante el paso por el desierto me di cuenta de muchas cosas. La más sorprendente fue que no sabía quién era. Este desconocimiento casi me lleva a pagar el precio más alto, la muerte física. Había dedicado mi vida a convertirme en una mujer que podía presumir de sus conocimientos sobre el mundo exterior, y en parte estaba bien, pero al mismo tiempo me volví una ignorante absoluta de la vida que ocurría dentro de mí. Como consecuencia se había creado en mi interior UNA ARMADURA DE EMOCIONES TÓXICAS, que terminó recubriendo mi cuerpo dando forma a lo que llamé la «armadura humana». Esta define nuestra personalidad según la emoción tóxica más dominante con la que nos identifiquemos, en mi caso la ira, y termina tomando el control de nuestras vidas.

    Logré salir de mi ignorancia por un golpe de suerte. Gracias a ese stop en la carrera, descubrí que el punto más débil de un ser humano son las emociones, y que el mundo interno y externo gira en torno de ellas.

    La armadura me había en envuelto en una gran soberbia que endureció mi corazón y, por muchos años, caminé siguiendo los consejos del mundo exterior construidos y armados desde un miedo dominante, una tristeza desgarradora, una ira descabellada y un asco nauseabundo. Con el tiempo, dichas emociones se apoderaron de mí hasta secarme por dentro. Luego nacieron otras emociones tóxicas tales como la ansiedad, la depresión y el egoísmo que me desconectaron de la vida, de Dios, de mi familia y del mundo.

    Pero ¿cómo se creó la armadura? Existen diferentes circunstancias. Entre las más comunes está el desconocimiento de las emociones y la prohibición de expresar «el sentir» sublime y natural de ellas, concentrándonos únicamente en alcanzar tal o cual objetivo. En otros casos, la vida se encuentra sumergida en las vivencias desafortunadas de un pasado trágico o en el hecho de aferrarse a las expectativas de un futuro incierto. En la mayoría de los casos, el dolor y la frustración están revueltos en el interior de las personas y, como consecuencia, se crea un desequilibrio emocional que da forma a la ARMADURA.

    ¿Qué nos lleva a armarnos? La influencia del mundo exterior, unida al desconocimiento de nosotros mismos. ¿Qué se siente estar dentro de la armadura? Es como estar al borde de un abismo a punto de caer; poseerla es vivir encarcelados, a merced de nuestras desdichas. Otras veces no sentimos nada y nuestra mente está sumergida en la oscuridad y la desolación. Todo esto afecta nuestro mundo interior y exterior. Como consecuencia experimentamos un vacío desolador, nos sentimos sin paz y perdidos. Vivimos la vida muriendo.

    ¿Qué efectos provoca la armadura en nuestro cuerpo? Según un artículo publicado por la doctora Otilia Quireza, «las emociones tóxicas no se sienten en el cerebro, sino en el cuerpo». Y ciertamente es así, esas emociones reprimidas nos empobrecen y, con el tiempo, son capaces de ocasionar enfermedades irreversibles tanto físicas, como mentales y emocionales. Estas nos arrastran hasta caer en un estado de desasosiego, debilidad y resignación. ¿Qué consecuencias generan en el cuerpo? Las emociones

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