Diadema de los monjes
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Diadema de los monjes - Abad Esmaragdo de Saint-Mihiel
PRESENTACIÓN
Con gran alegría Ediciones Surco Digital ofrece, en fomato epub, la versión castellana de la Diadema de los monjes, obra de Esmaragdo de Saint-Mihiel.
Esto ha sido posible merced al gran trabajo realizado el P. Francisco Rafael de Pascual, ocso, y el Profesor Avelino Domínguez García. A ellos, en primer término, agradecemos su excelente y ardua labor.
Al mismo tiempo deseamos expresar nuestro especial reconocimiento a las Hermanas Benedictinas de Zamora, España, que con gran generosidad nos han facilitado el texto de esta obra para poder digitalizarlo.
Esperamos que esta colaboración pueda proseguir, de modo que en adelante podamos presentar, siempre en formato epub, otras obras de Ediciones Monte Casino.
Enrique Contreras, osb
INTRODUCCIÓN
ESMARAGDO DE SAINT-MIHIEL
(ca. 770 – ca. 826):
LA PASIÓN POR ENSEÑAR
Si deseamos conocer a un personaje, en este caso de varios siglos atrás, y disfrutar de su conversación, debemos recurrir a su biografía, sus escritos –pues se trata de un escritor– y al ambiente que lo rodeó, es decir, su circunstancia o contexto histórico. Parece que son estos los tres pilares necesarios. A veces el orden de los tres factores puede ser aleatorio, pues cada uno de ellos nos llevará a los otros.
Digamos, para empezar, que posiblemente hemos oído hablar de Esmaragdo, sin más, como autor de obras importantes, especialmente la Diadema monachorum y el Commentarium in Regula Benedicti. De hecho, es uno de los autores monásticos más recurrentes en la Edad Media, y esas obras suyas han sido de gran influencia en la tradición monástica posterior a él, llegando hasta hoy. Parece que su Comentario a la Regla de san Benito es el primer comentario sistemático de tal regla y consta que fue ampliamente difundido y copiado en muchas ocasiones.
La Diadema monachorum (Diadema de los monjes) es uno de los manuales de vida monástica leído con avidez y entusiasmo por muchos monjes y que también ha dejado su huella bien marcada en la tradición espiritual cristiana de Occidente.
Curiosamente, a pesar de ser tan influyente, representativo y citado con profusión, Esmaragdo no ha disfrutado hasta ahora de una traducción al castellano de sus obras escritas, en latín. Si a eso se añade que, posiblemente, nuestro autor tendría sus orígenes en el ambiente visigótico de la península Ibérica, nos encontramos ante unas razones poderosas para poder acercarnos de nuevo a él y, en cierto sentido, reivindicar su legado y deleitarnos nuevamente con sus enseñanzas, pues disponemos ahora de muchos más datos que hace unos años y un creciente interés por sus trabajos.
La vida de Esmaragdo está rodeada de cierto misterio y aún no ha gozado de una biografía autorizada. De hecho, pocos medievales han disfrutado de ese privilegio. Se desenvolvió como monje en un tiempo muy interesante y rico para la tradición monástica dentro de la llamada reforma carolingia; se codeó con personas de gran relevancia, participó en eventos eclesiales importantes y, finalmente, llegó a ser abad del monasterio de Saint-Mihiel, donde pudo ejercer un ministerio pastoral y docente muy meritorio y reconocido¹.
A lo largo de este trabajo se irán desarrollando varios aspectos que, además de querer ser una introducción a la traducción de la Diadema monachorum, espera ofrecer una nueva aportación en lengua española a la vida y obra de este gran monje.
I. Contexto histórico de la vida y actividad de Esmaragdo
Para acercarnos a nuestro autor podemos establecer un arco de referencias relativo a las informaciones que modernamente disponemos sobre él.
En el Dictionnaire de Spiritualité tenemos recogido lo que se sabía de él hasta 1990². Respecto a su origen se dice, en primer lugar, que era irlandés. Luego, haciendo referencia a la obra fundamental sobre el personaje, se dijo o se sugiere que pudiera provenir de la Galia meridional o de la Península Ibérica³. Es lo que suelen decir todos los autores posteriores, avalando sus opiniones en los escritos del monje.
Solamente se ofrecen unos pocos rasgos: que recibió el hábito monástico en Saint-Maximin de Tréves, después fue abad de Castellion (Châtelet), en las márgenes del río Massuope, monasterio que transferirá hacia el 816 a Saint-Mihiel, a orillas del río Mosa⁴. Se tiene noticia de que fue consejero de Carlomagno y de Luis el Piadoso, que era un monje distinguido por su cultura y buena reputación por haber fundado una escuela monástica en su abadía. Por lo que se dice de sus obras, como se verá después, nos encontramos ante un personaje dotado de grandes cualidades pedagógicas y muy interesado en promover la cultura entre los monjes.
El monje benedictino García Mª Colombás no dedica mucho espacio a Esmaragdo en su obra La tradición benedictina⁵, únicamente se refiere a él en un apartado relativo a los primeros comentarios sobre la regla benedictina⁶, y sigue en gran parte lo expuesto en el citado Dictionnaire de Spiritualité. Hablando de los comentarios a la Regla de san Benito que tuvieron su origen en la reforma carolingia y reflejan el espíritu de este movimiento, fundamentalmente oral en un principio⁷, señala que fueron principalmente cuatro, aunque en realidad se reducen a dos propiamente dichos: el de Esmaragdo y el de Hildemaro. Como el mismo P. Colombás indica, el resto de comentarios que conocemos son variaciones de estos dos, pues sus autores modificaban el de Hildemaro según sus gustos, preferencias o cualidades de los oyentes. Se trata, pues, de exposiciones verbales que poco a poco se fueron fijando por escrito.
Lo que ahora importa decir es que tanto la abadía de Saint-Mihiel como Esmaragdo alcanzaron, gracias al comentario a la Regla y a la Diadema monachorum, gran renombre y autoridad, siendo esto uno de los frutos de lo que habían propuesto los sínodos de Aquisgrán y la reforma del monacato promovida por Carlomagno y dirigida por san Benito de Aniano: la aceptación generalizada de la Regla de san Benito en todos los monasterios. Era, pues, importante, contar con unas directrices claras y comentarios autorizados.
Como dice el P. Colombás: Esmaragdo e Hildemaro –en sus versiones conocidas– nos permiten entrar en el mundo cerrado de los monasterios carolingios después de la restauración de la observancia benedictina por Carlomagno, Ludovico Pío y Benito de Aniano. Sus comentarios nos ilustran sobre gran número de pormenores de la observancia material y de la espiritualidad de aquellos monasterios tan lejanos y a la vez tan cercanos por la influencia que han tenido hasta nuestros mismos días
⁸.
Por otra parte, disponemos modernamente de excelentes estudios que nos aproximan aún más a la personalidad y obra de Esmaragdo⁹, poniendo de relieve el contexto histórico y literario de su obra, además de las influencias textuales recibidas¹⁰.
Van der Meer afirma ya que Esmaragdo provenía de la Hispania visigótica o Septimania, y que nació en la segunda mitad del siglo VIII. Antes de 809 escribió un comentario a la Gramática de Donato¹¹, Ars maior, y un comentario a los Salmos (que no ha sido editado). Estos trabajos suponían una buena preparación intelectual y una intencionalidad pedagógica, lo cual hace pensar que nos encontramos ante una personalidad de cierta influencia y no poco reconocimiento.
Junto con el obispo Teodulfo de Orleans, también hispano y amigo de Esmaragdo¹², y otra persona desconocida, fue comisionado por Carlomagno durante el Concilio de Aquisgrán, en noviembre de 809, para escribir un informe sobre las cuestiones del filioque. Esto demuestra que Esmaragdo era un intelectual bien reconocido en la corte, y poco después tendría repercusión en la misma corte real otro texto suyo, Expositio libri comitis¹³, conocido más como Collectiones. Este trabajo es un florilegio que recoge textos de autores patrísticos que comentan los evangelios y las cartas apostólicas.
Poco después, hacia 814, Esmaragdo publica un espejo de príncipes, Via regia, dirigido probablemente a Luis el Piadoso, que por entonces era rey de Aquitania. En 816 Esmaragdo escribe su Diadema monachorum, una centuria
de capítulos en torno a los principales aspectos de la espiritualidad monástica tradicional. Muy poco tiempo después redacta la Expositio in Regulam S. Benedicti, texto muy en consonancia con las directrices de las constituciones de los sínodos de Aquisgrán (816-817). Fue el tiempo en que Esmaragdo movió su monasterio desde Castiglione a Saint-Mihiel. Una lista de abades de Saint-Mihiel lo menciona como su primer abad, y parece ser que murió en torno a 827.
Esmaragdo, pues, como Benito de Aniano y otros abades de la época, antes que decidirse por escribir nuevas reglas monásticas prefiere potenciar las posibilidades y virtualidades de la ya conocida y consagrada del Padre de los monjes de Occidente y, lo que es más importante, dar una respuesta efectiva a las necesidades de un monacato en cambio y abierto a nuevas perspectivas. Lo realmente importante no era, pues, mantener instituciones o modos de vida tendentes a una interpretación personal de la tradición monástica, sino crear monasterios con una sólida base doctrinal y una interpretación de la Regla benedictina comúnmente aceptada por todos.
Esmaragdo, pues, aparece en su tiempo con deseos de asumir una función clara: establecer unas pautas fiables gramaticales de lectura de los textos de la tradición, a esta luz releer e interpretar la Regla de san Benito como un manual de vida espiritual que resume sabiamente la tradición monástica y, de ahí, pasar al establecimiento de una teología particularmente monástica y mística para ser vivida en monasterios reformados.
El trabajo, pues, emprendido y admirablemente realizado por Matthieu Van der Meer contextualiza la actividad literaria y pedagógica de Esmaragdo partiendo del texto de las Glossae, que puede ser considerado como otro comentario anónimo a la Regla benedictina, que consta de dos partes diferenciadas, y que Esmaragdo utiliza con desenvoltura. En la primera parte de las Glossae se analiza palabra por palabra el texto de san Benito, recogiendo unos 1100 epígrafes, bajo los cuales aparece una disección gramatical de las palabras y su significado latino. En la segunda parte se recogen textos de los evangelios y de la Escritura, de Padres de la Iglesia y autores espirituales que hacen referencia a los aspectos monásticos tratados en los capítulos de la Regla. Esmaragdo selecciona y elige todo aquello que le interesa, orientándolo en la dirección de conseguir el significado más exacto y la interpretación más adecuada para su propósito: entender la Regla correctamente para levantar un edificio espiritual perfecto y cimentado en la tradición¹⁴.
II. La gramática y las letras para ganar el cielo
Según lo dicho anteriormente, Esmaragdo pertenece como elemento importante a una corriente de pensamiento y acción dentro del llamado monacato carolingio que, a su vez, está dentro de la gran reforma social y eclesial proyectada y animada por Carlomagno.
Para este movimiento reformador era muy importante, para entender las Escrituras y los desarrollos de la fe católica, que se conociera bien el latín como lengua vehicular de pensamiento y expresión. La mayoría de los clérigos y monjes solo se manejaban en las lenguas vulgares, y a eso hay que añadir que las copias de los textos utilizados por ellos estaban, generalmente, llenos de errores y faltas. ¿Cómo, pues, si no sabían escribir ni hablar el latín, podrían entender el Evangelio y la Regla? Si Carlomagno quiso promover los estudios clásicos es porque se debía procurar a los pastores, monjes y fieles la inteligencia de las Escrituras y de los textos de la tradición.
Los principales realizadores de este designio fueron Pablo Diácono y Alcuino. El primero era monje de Montecasino. Tuvo un gran papel en la revisión de los libros litúrgicos, y también comentó los aspectos gramaticales recogidos en los textos de Donato, Carisio y Diómedes. Alcuino se formó en el monasterio de York; pero no es seguro que llegara a ser monje, aunque siempre se movió en ambientes monásticos. Este gran intelectual
comprendió enseguida que las incorrecciones en hablar y escribir provenían de la carencia de libros y escuelas. Era preciso, pues, hacer llegar manuscritos a los jóvenes y fundar escuelas. Él mismo compuso una gramática y un libro de ortografía, organizó la escuela del palacio imperial y, más tarde, la de la abadía de San Martín de Tours. De ella salieron grandes maestros que luego fundaron otras escuelas monásticas.
En este contexto aparece Benito de Aniano, un monje de relevante importancia, de sobra conocido por los historiadores de este período, y a quien Carlomagno encargó una reforma monástica efectiva, orientada y sostenida por un ideario en el que fijó la actitud intelectual propia del monje y las líneas maestras para una formación sólida y completa¹⁵. Estas directrices se prolongaron en los siglos posteriores.
Esmaragdo, pues, serpenteando un tanto por los caminos de lo conocido, aparece como un defensor y paladín de la cultura monástica provocada por la mencionada renovación carolingia¹⁶. Había entendido muy bien, y así lo refleja en sus trabajos, que la gramática y la comprensión adecuada de la Regla benedictina era el medio más adecuado para ganar el cielo. Gracias ante todo a la latinidad son admitidos los elegidos al conocimiento de la Trinidad. La gramática posibilita ir al cielo porque ofrece la posibilidad de leer correctamente la Escritura y los Padres. Esmaragdo canta las alabanzas de la gramática en un poema parecido al que pondrá encabezando su comentario a otro medio de salvación, la Regla de san Benito:
Encontraréis aquí esta regla áurea que viene del cielo y con la que el propio Espíritu Santo nos ha gratificado… (este libro) contiene la Escritura y está perfumado por la gramática… la gramática…, por la bondad de Dios, concede grandes bienes a quienes leen con esmero
¹⁷.
Que san Beda, san Bonifacio, Alcuino, Esmaragdo y muchos otros grandes autores se fijaran en Donato no es un dato que deba tomarse a la ligera; estos renovadores del monacato y sus costumbres pretendían hacer frente a necesidades concretas. Muchos de los monjes medievales de distintas procedencias, y que estaban dentro de los límites de influencia de Carlomagno y sus sucesores, necesitaban una lengua común bien entendida que permitiera la transmisión de un pensamiento único y una interpretación correcta no solo de la Regla de san Benito, sino de las demás fuentes, bíblicas y patrísticas. Hoy día los aspirantes a monjes ya no leen los textos en sus versiones clásicas, latinas o griegas, sino en traducciones a lenguas modernas, traducciones que suelen ir acompañadas de anotaciones y explicaciones para su mejor entendimiento.
La gran preocupación de Esmaragdo era encontrar un modo de expresión rico en ideas, bien documentado, preciso filológicamente y más apto para transmitir los conceptos y realidades de la vida espiritual –una especie de latín místico
, que va a ser utilizado y desarrollado en los siglos posteriores a él–.
El gran congreso monástico
del año 817 había establecido la norma de oro básica para la formación de los monjes:
"Que los abades la escruten [la Regla], palabra por palabra a fin de entenderla bien, y que se esfuercen en practicarla con sus monjes"¹⁸.
Esmaragdo, como sus coetáneos más mentalizados, está dentro de una gran corriente que alcanza caudalosa a muchísimos monasterios, de modo que, en todos ellos, grandes y pequeños, se afianza el afán por leer, interpretar, copiar y estudiar, y así la literatura se transforma en un medio de santificación y conversatio, es decir, de vida monástica plena y auténtica. Esto lleva, en la época carolingia, a redescubrir y asimilar la tradición cristiana antigua que la época de las invasiones había roto, a buscar unos cimientos firmes para una época futura que se prevé prometedora y cuya fuerza llegará hasta un gran desarrollo en el siglo XII¹⁹.
Cabría, pues, preguntarse si Esmaragdo es un gramático o un místico, un profesor (preceptor) o un pastor de almas. No hay por qué establecer extremos, cuando la línea continua de su vida, según sus obras, nos muestra una personalidad no de primera línea, ni muy prolífico en sus escritos, pero sí muy comprometido en la tarea de servirse de la literatura para el desarrollo de la perfección monástica. Esmaragdo no quiere hacer del monje un gramático, fundamentalmente, sino llegar a introducirse en su alma con unas expresiones pletóricas de belleza, fervor y capaces de generar el entusiasmo de la imitación. Esta es la característica principal de la que está investido. Para un Bernardo de Claraval, formado en las escuelas y en corrientes literarias de un tiempo muy maduro, es fácil exponer y explicar la Escritura como él lo hace; pero para el monje carolingio, pionero y creador, no lo era tanto.
Una correspondencia moderna con este empeño pedagógico-literario de Esmaragdo podría encontrarse en el teólogo actual Elmar Salmann²⁰, de modo que podemos comprobar que este tema no es nuevo y que, en el fondo, merece la atención de todo educador católico. Hoy se recurre cada vez más, y muy provechosamente, a la literatura cuando se trata de hacer teología, por considerarla una herramienta importante de análisis de los itinerarios religiosos. La literatura es, de hecho, una herramienta sapiencial. Ahora podemos percibir que los literatos y los poetas son adecuados maestros espirituales (como defiende, a su vez, María Zambrano²¹), y que las obras literarias pueden ser de enorme utilidad en el camino de maduración espiritual e interior. Salmann nos recuerda tres razones fundamentales.
En primer lugar, porque la literatura consigue generarse como metáfora integral de la vida en sus distintos planos (su objetivo es describir la totalidad, no solo tal o cual dimensión unívoca); y la vida espiritual únicamente avanza si es, de hecho, una reconsideración de la existencia en su conjunto, en su diversidad. En segundo lugar, porque la literatura ofrece un conocimiento concreto, no conceptual (por ejemplo, no demuestra, sino que muestra, ofreciendo lo que ve, sin querer apropiarse de lo observado ideológicamente o con pretensiones de influir en el lector de un modo sesgado); tampoco es la vida espiritual una ideología ni una idealización que se reduzca a sobrevolar la realidad, como un sombrero metafísico planeador, sino que tiene que aterrizar en una existencia concreta. Y en tercer lugar, porque la literatura es un instrumento de precisión como pocos, pues está a la altura de la singularidad, la libertad y el carácter trágico de la vida (de hecho, consigue relatar el yo y el nosotros, lo ardientemente personal y la aventura colectiva, pero también la gracia y el pecado, el encuentro y la soledad, el dolor y la redención).
La vida espiritual no es algo prefabricado, sino que está implicada en la radicalidad singular de cada sujeto. A cada realidad y a cada valor debe corresponderle un rostro y un nombre. Los autores clásicos paganos y los cristianos no coincidían en los rostros y nombres (de ahí el eterno vaivén entre defensores y detractores dentro del monacato de las letras humanas
); pero la literatura sí aportaba los ejemplos a seguir y el poder servirse de ellos por vía alegórica y por vía mística.
De todos modos, en el caso de Esmaragdo y sus coetáneos, no nos hallamos aún frente a la exigencia de establecer una teología monástica
, o un modo monástico
de hacer teología, como sucederá unos siglos después²². Se trata solamente de entender lo que se lee y expresarlo cristianamente del modo más bello y correcto posible.
III. La satisfacción de poder comunicar
Esmaragdo no es autor muy prolífico y su actividad literaria no es la de un académico instalado o de un docente regular. Más bien se trata de una persona que ha recorrido grandes distancias, ha bebido en distintas fuentes y se ha transformado poco a poco en un maestro itinerante, hasta que se instala definitivamente como abad en Saint-Mihiel.
Sus escritos no obedecen a un programa preestablecido, sino a un deseo de revitalizar y transmitir saberes que, por su profesión y formación de monje, le entusiasman. Parece que va haciendo sus exposiciones a medida que las circunstancias de su vida le urgen y motivan a ello. Como dice María Zambrano, hay en el escribir un retener las palabras, como en el hablar hay un soltarlas, un desprenderse de ellas, que puede ser un ir desprendiéndose ellas de nosotros. Al escribir se retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las maneja. Y esto independientemente de que el escritor se preocupe de las palabras y con plena conciencia las elija y coloque en un orden racional, sabido… y así el escritor busca la gloria de una reconciliación con las palabras… para alcanzar la gloria de un poder de comunicar… Salvar a las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio y conducirlas hacia lo perdurable… es el oficio del que escribe… Lo escrito es igualmente un instrumento para esta ansia incontenible de comunicar, de ‘publicar’ el secreto encontrado, y lo que tiene de belleza formal no puede restarle su primer sentido; el de producir un efecto, el hacer que alguien se entere de algo
²³.
Según los diversos relatos de la vida y obra de Esmaragdo sabemos que escribió movido siempre por el afán de enseñar. Aunque en el epitafio de su tumba²⁴ lo señala como teólogo
, es posible pensar que se refería esta expresión a su carácter de hombre de letras del espíritu
.
IV. Los escritos de Esmaragdo
Esmaragdo se muestra muy celoso en todas sus obras de establecer una declaración de intenciones
, a fin de mostrar voluntad expresa de rectitud intelectual, sinceridad doctrinal y pasión por enseñar. Se puede ver muy bien en los prefacios y presentaciones que coloca al principio de sus trabajos, ninguna exenta de belleza y lirismo, característica propia de quien elabora cuidadosamente su texto.
1. El Liber in partibus Donati
En la carta dedicatoria a Leandro de Sevilla de sus Moralia, Gregorio Magno afirma: sostengo decididamente que es indigno someter las palabras del oráculo celeste a las reglas de Donato
²⁵. Con esto parece que se entra de lleno en el problema de la retórica y la Escritura; pero, habiendo sido Donato maestro de Jerónimo, este supo superar los escollos. Y Esmaragdo, siendo un sencillo y oculto monje en un monasterio del sur de las Galias, cuando se ve en el trance de enseñar a sus discípulos el Ars grammatica de Donato lo que hace es redactar una gramática cristiana que él mismo elogia en su poema dedicatorio. Es lo que se conoce como Liber in partibus Donati²⁶. Este texto tuvo un gran éxito a lo largo de la alta edad media y se difundió mucho por el oeste de las Galias y por Hispania.
Fue posiblemente esta fama de hombre culto lo que catapultó a Esmargado a los círculos de la Corte de Carlomagno y a llamar la atención de Benito de Aniano. Todas las teorías, hipótesis o noticias ciertas que se dan sobre Esmaragdo coinciden en que viniera o no de la Septimania, procedía de una familia noble, era un monje culto, tenía buenas amistades; sorprendido y admirado por las grandes posibilidades que ofrecía la reforma cultural carolingia y la reforma monástica promovida por los sínodos de Aquisgrán, se movió como pez en el agua en ese mundillo y, ya con cierta fama, dejo notar su influencia con escritos didácticos que serían fácilmente divulgados.
Esmaragdo es un maestro que trata de enseñar con sinceridad y unción lo que sabe y lo que cree útil para sus alumnos, y así lo expresa en el prólogo y en el prefacio de su gramática:
Exposición sobre Donato
del presbítero Esmaragdo
PRÓLOGO
Cuando enseñaba gramática a los hermanos según la capacidad de mi entendimiento, algunos comenzaron a recibir de buena gana mis palabras y a pasarlas de las tablillas a los pergaminos, de manera que lo que habían oído con