Teología Convocada
Por Manuel Gómez y Patricio Merino
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Teología Convocada - Manuel Gómez
Colección
Theologia et Philosophia
Theologia et Philosophia es una colección de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Alonso de Ribera 2850, Concepción, Chile
[email protected] (56-41) 2345022
www.ucsc.cl
Director de la colección:
Pablo Uribe Ulloa
Comité editorial:
Arturo Bravo
Soledad Aravena
David Solís
Carolina Lagos
Libro sometido a referato por pares evaluadores externos
Teología convocada
© Ediciones Universidad Católica de la Ssma. Concepción
Alonso de Ribera 2850, Concepción, Chile
[email protected] (56-41) 2345022
www.ucsc.cl
Registro de Propiedad Intelectual Nº 2023-A-10638
ISBN impreso 978-956-6068-55-6
ISBN digital 978-956-6068-56-3
DOI: https://10.21703/e9789566068563
Afiliación científica:
Manuel Gómez Mendoza es académico de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Patricio Merino Beas es académico de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
1ª edición, noviembre 2023
Fotografía de portada:
Otoño
(2019)
Óleo sobre tela, 110,5 x 90 cm, de Mons. Fernando Chomali Garib.
Impresión: Trama impresores, S.A.
Derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de la obra, sin la autorización expresa del copyright.
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
ÍNDICE
Manuel Gómez Mendoza – Patricio Merino Beas
Prólogo
Agostino Molteni – David Solís Nova
Fundamentos para una teología con-vocada
Pablo Uribe Ulloa
Hermenéutica Bíblica Latinoamericana. Caminos y prospectivas
Juan Carlos Inostroza
La Teología convocada: Memoria(s), identidad(es) y compromiso histórico en juego
Hernán Yesid Rivera Roberto
La teología como mediadora entre la cultura, realidad y fe del ser humano
Manuel Gerardo Gómez Mendoza
Reflexiones sobre las bases epistemológicas de la Historia de la Iglesia
Catherine Jaillier Castrillón
La Revelación en un mundo hiperconectado Apocalipsis 10 y 11
Leandro Bedin Fontana
El pentecostalismo como religión pública y los desafíos de una teología política contemporánea
Carlos Arboleda Mora
La Encíclica Laudato Si’ como propuesta de una teología armónica de la cuaternidad
Pedro Pablo Achondo Moya
Oración y relación entre tejuelas de alerce: Una lectura teológica-territorial de los vínculos humano-medioambiente
Edgar Enrique Velásquez Camelo
Ciberteología como quehacer: ¿legitimación de la técnica en el discurso eclesial?
María del Pilar Mesa Beleño – Jonny Alexander García Echeverri – John Edward Trujillo Ríos
La sinodalidad en el magisterio del Papa Francisco. Desafío eclesial para América Latina
Colaboradores
PRÓLOGO
E
L PRESENTE LIBRO
titulado Teología Convocada
es fruto del trabajo colaborativo de varios académicos(as) nacionales y extranjeros animados por el equipo editor. El libro nace en el contexto de la pandemia, la cual, a pesar de las limitaciones que nos imponía, nos desafiaba a reflexionar sobre el sentido de nuestro quehacer
teológico. Esto provocó que emergieran varias preguntas de sentido, tales como: ¿Con qué bases epistemológicas y hermenéuticas renovadas estamos desarrollando la ciencia teológica, de modo que sean un aporte humanizador en medio de las complejidades de la realidad? ¿Qué rol juega y qué influencia tiene la teología en los cambios históricos, sociales, culturales, políticos y religiosos del exigente siglo XXI? ¿Qué elementos identitarios tiene la teología que estamos desarrollando desde América Latina y cuáles son sus aportes teológicos al saber teológico global?, etc.
La Teología Convocada
no es solo el llamado, es también discernimiento, respuesta y compromiso. El llamado logró convocar
a un grupo de entusiastas académicos(as) para discernir y proponer respuestas desde las diversas especificidades de la ciencia teológica como la hermenéutica, epistemología, el diálogo ecuménico, ecoteología, eclesiología y ciberteología.
La reflexión sobre el sentido de la Teología Convocada está propuesta por Agostino Molteni y David Solís como una reflexión sobre los fundamentos por los cuales se puede considerar una teología con-vocada, afirmada desde la naturaleza co-instituida, también desde un profundo análisis cristológico-trinitario, la Communio fidei y la misión intraeclesial y ad gentes.
Desde la reflexión bíblica, Pablo Uribe desarrolla la Hermenéutica Bíblica Latinoamericana, en la cual presenta su naturaleza, características y alcances; también se ocupa de exponer y valorar el trabajo de destacados autores y sus obras, entregando una valiosa apreciación del impacto e influencia de sus escritos en el caminar de la Iglesia en Latinoamérica.
Juan Carlos Inostroza desarrolla La Teología convocada. Memoria(s), identidad(es) y compromiso histórico en juego
. Desde una perspectiva lingüística, busca exponer cómo la teología, en cuanto convocada, busca ser parte de la situación histórica actual, no como tendencia ni corriente, sino desde la identidad de la teología y su papel crítico, y finalmente el carácter creativo y sapiencial de cara al compromiso histórico del siglo XXI.
Hernán Yesid Rivera expone la Teología como mediadora entre la cultura, realidad y fe del ser humano. Desde el rol de las teologías y teólogos(as) en el contexto latinoamericano, convoca a dar razón de fe y esperanza. Por ello, da cuenta de los aportes espistemológicos y de los procesos teológicos que se basaron en las experiencias de las comunidades de fe y la práctica pastoral.
Manuel Gómez Mendoza sugiere una reflexión sobre las bases epistémicas de la Historia de la Iglesia como disciplina teológica e histórica, en el contexto de las renovaciones eclesiales del Concilio Vaticano II y su enfoque eclesiológico, que clarificó el objeto y la identidad de la disciplina en cuanto teológica e histórica. También expone algunos elementos epistemológicos como el carácter teántrico (divino y humano), el carácter teológico e histórico disciplinar, la relación con la eclesiología y la diaconía de la verdad a la cual esta disciplina se debe.
Catherine Jaillier Castrillón ofrece un análisis de los capítulos 10 y 11 del Apocalipsis, con el fin de analizar la hiperconectividad del imperio romano y su impacto en el desarrollo del cristianismo. Tras presentar un análisis del género apocalíptico, explora las complejas redes de relaciones y la multifacética conectividad que propició la Pax Augusta en el imperio, factor que favoreció al desarrollo del cristianismo. Después, propone orientaciones para vivir en el mundo sin ser del mundo
desde la identidad de la comunidad creyente, en el actual contexto de la hiperconectividad del mundo moderno.
La reflexión sobre el pentecostalismo como religión pública y los desafíos de una teología política contemporánea es planteada por Leandro B. Bedin Fontana. Él presenta y desarrolla la crisis de autoridad política como crisis democrática. También expone cómo la profecía asume un carácter normativo, que logra en diversas esferas remplazar la autoridad política y la religión, expresando la incapacidad de atención al pentecostalismo como fenómeno religioso social. Él propone, ante la cerrazón de la ortodoxia radical y exclusivista, una teología política cristiana que se nutra permanentemente de Evangelio.
Carlos Arboleda Mora se ocupa de la Encíclica Laudato Si’, como propuesta de una teología armónica de la cuaternidad, para exponer los diversos esfuerzos de comprensión y soluciones que se han formulado. Para ello, desde la teología relacional y la nueva fenomenología francesa, propone una síntesis creativa de una ética ecológica integral, como propuesta para un cristianismo del siglo XXI. En esta misma línea ecoteológica, Pedro Pablo Achondo, a partir de una perspectiva fenomenológica y etnográfica, sugiere una lectura teológico-territorial de los vínculos humano-ambiente desde la oración y relación entre tejuelas de alerce
, como ejemplo de relacionalidad, para una teología de relaciones múltiples que permita asumir las complejidades de la vida y la fe.
La Iglesia y la virtualidad es tratada por Edgar Velásquez Camelo, quien propone una reflexión sobre la ciberteología, en el contexto de la creciente cultura de la virtualidad y sus efectos positivos y negativos. La ciberteología se desarrolla en el marco de la teología de la acción, que está vinculada a la dimensión profética y social de la Iglesia; por eso, ella es de carácter profético-kerigmático, centrándose en el anuncio del Reino de Dios y la denuncia del pecado.
La sinodalidad es abordada por María del Pilar Mesa Beleño y su equipo, quienes presentan la sinodalidad desde el magisterio del Papa Francisco y el desafío eclesial en América Latina. Se destaca cómo el papa busca la inspiración en las experiencias de la Iglesia primitiva, donde el Evangelio y el Pueblo de Dios interactuaban de manera trasformadora. Indican que América Latina tiene la tarea de profundizar su identidad de Pueblo de Dios para que, en el proceso sinodal, pueda leer los signos de los tiempos y responda desde una transformadora praxis cristiana.
Deseamos que la Teología Convocada
sea asumida no en términos pasivos sino activos, pues queda como un permanente llamado a la escucha, diálogo, discernimiento y propuestas para pensar sobre el quehacer
teológico y su aporte a los diversos campos del saber y las grandes preguntas de la humanidad. Ciertamente en el horizonte más cercano la teología convocada estará llamada a seguir animando el espíritu de la sinodalidad en el que nos encontramos como Iglesia Católica. Pero también, cómo ello puede permear e iluminar a nuestras sociedades plurales y diversas, convocando a buscar sendas de bien común, de procurar una cultura del encuentro y de una artesanía de la paz. Igualmente, deberá seguir ocupándose del desafío permanente y urgente del cambio climático y la cultura del cuidado, lo mismo que del discernimiento constante de los desafíos que presentan los avances de las ciencias en sus diversas disciplinas, en pro de un humanismo integral.
Queda agradecer a los autores por su generosidad, a las autoridades de nuestra Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía, y a la Editorial de la Universidad Católica de la Santísima Concepción por su confianza y apoyo.
M
ANUEL
G
ÓMEZ
M
ENDOZA
– P
ATRICIO
M
ERINO
B
EAS
FUNDAMENTOS PARA UNA TEOLOGIA CON-VOCADA
¹
Agostino Molteni²
Universidad Católica de la Santísima Concepción, Concepción, Chile
David Solís Nova³
Universidad Católica de la Santísima Concepción, Concepción, Chile
1. Introducción
¿S
ER CON-VOCADA
es la dimensión constitutiva de la naturaleza y del método de la teología al mismo tiempo que lo es de su misión? Por lo que sabemos, en el ámbito teológico no se ha estudiado esta temática, lo que hace pertinente nuestra investigación.
Nuestra hipótesis es que la teología es con-vocada primeramente porque se elabora por medio de fundamentos que le son propios, fundamentos que permiten afirmar su naturaleza co-instituida. En este sentido, el propósito de este artículo es examinar y verificar estos fundamentos, aunque de modo necesariamente sintético⁴. El primer fundamento es cristológico-trinitario; el segundo es la communio fidei; el tercero es la elaboración de esta communio fidei; el cuarto es la misión, ya sea intraeclesial como ad gentes. En este último sentido (la missio ad gentes), indicar estos fundamentos nos parece importante para poder entender mejor en qué consiste una teología con-vocada por los hombres con los que los cristianos se encuentran en la historia.
De antemano aclaramos que, si hablamos de fundamentos
en plural, esto no significa desconocer que no hay otro fundamento aparte del que ya está puesto, es decir, Cristo (1 Co 3, 11). Así, el fundamento cristológico no actúa para los otros fundamentos como causa, ni como ente que ya-está-hecho⁵, menos aún como algoritmo meramente explicativo. Entendemos el fundamento cristológico no solo como lo que es primero, sino como lo que está unido a las demás partes del edificio, pues no sería fundamento si no tuviera conexión con ellas
⁶. A este propósito, más bien hablamos del acontecimiento del fundamento
⁷ que es Cristo, del que brotan, vinculados con este, los demás fundamentos.
Metodológicamente, hemos intentado pensar desde dentro del encuentro con el pensamiento de Cristo, así como lo heredamos en la communio fidei y desde dentro de la experiencia vivida con los hombres que encontramos.
2. El fundamento Cristo-lógico-trinitario
La teología que se nutre de la fe tiene su fundamento en el pensamiento de Cristo
(1 Co 2, 16), es decir, en el acontecimiento de la revelación del Hijo del Padre que se hace hombre, vale decir, que se hace camino-método (Jn 14, 6) de la fe y de la misma teología⁸. La teología puede ser pensada solo en Cristo
⁹. Por ello, Cristo es el fundamento para pensar una teología con-vocada: Nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo
(1 Co 3, 11)¹⁰.
En Cristo podemos evidenciar cuatro dimensiones de la co-institución de su ser y de su pensamiento que no pueden ser desvinculadas de su co-institución intratrinitaria. Entendemos aquí el término dimensión
en su sentido etimológico, como lo que mide su ser y lo que nos lo hace cognoscible justamente en cuanto revela el pensamiento y la lógica con el que ha cumplido la encarnación y la redención de los hombres.
La primera dimensión es la vocatio. Cristo, como Logos-Hijo hecho hombre, está en el Padre; mejor dicho, está vuelto hacia el Padre (Jn 1,1)¹¹, está vuelto hacia el seno del Padre (Jn 1, 18), lo que permite que el Padre sea siempre Padre¹². De esta manera, su ser revela y continúa terrenalmente el acontecimiento de la communio intratrinitaria¹³ que no es estática: Cristo es co-instituido por la vocatio, por parte del Padre, que lo atrae no de modo mecánico ni causal¹⁴. De hecho, Cristo es genitus non factus¹⁵, engendrado y no causado. De este modo, la vocatio del Padre es, más bien, para Cristo una com-placencia: es atraído por el Padre de modo que también para Cristo se puede usar una expresión de san Agustín (que comenta Jn 6, 44): Poco es decir que atrae libremente, pues también con el placer atrae
("Parum est voluntate, etiam voluptate traheris)¹⁶. De esta forma, el ser de Cristo es co-instituido en y por la relación con el Padre y el Espíritu Santo cooperante: Lo que el Padre es, no lo es con relación a Sí, sino al Hijo; y lo que el Hijo es, no lo es con relación a Sí, sino al Padre; y, de modo semejante, El Espíritu Santo no a sí mismo, sino al Padre y al Hijo se refiere en su relación
¹⁷.
La segunda dimensión consiste en que la vocatio co-instituye en Cristo, el Logos-Hijo que se hace carne, una fuente de pensamiento propia y que, al mismo tiempo, es, in actu exercito, relacional, com-puesta con y por la vocatio del Padre: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió
(Jn 7, 16). La auctoritas, es decir, la competencia de pensamiento-doctrina propia de Jesús (Mt 7, 29; 13, 54; Jn 7, 46), le ha sido dada por la vocatio del Padre: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra
(Mt 28, 18)¹⁸. En este sentido, se entiende la pregunta hecha acerca de su autoridad-exousia (Mc 1, 27, passim). De hecho, el término griego exousia usado en los Evangelios expresa un poder-autoridad que Jesús tiene en cuanto procede de (ex) la relación con el Padre. El testimonio del Padre es suficiente para él, no necesita de tutores o mandatos religiosos-políticos-sociales: Ego autem non ab homine testimonium accipio (…). Yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado
(Jn 5, 34-36). La autoridad de Cristo no es la de un imperativo categórico, ni de un poder coercitivo, sino más bien es universalmente legislativa (El Padre todo juicio lo ha entregado al Hijo
: Jn 5, 22; Cf. también Jn 5, 27), la autoridad de producir un universo de relaciones redimidas con los hombres (Jn 15, 15: amigos, no esclavos).
La tercera dimensión consiste en que la vocatio del Padre, que co-instituye a Jesús en su autoridad de pensamiento, es, de modo continuo, trabajada de modo no causal, sino según un orden¹⁹ con y por medio de la relación con el Padre y el Espíritu²⁰: Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo
(Jn 5, 17). Ello significa que no es una relación estática, sino que es trabajo con y por medio de otro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre
(Jn 5, 19). En este sentido, su encarnación y redención son un trabajo semper condendum com-puesto con el Padre: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo también trabajo
(Jn 5, 17).
La cuarta dimensión del ser de Cristo consiste en que la vocatio del Padre, que co-instituye en Cristo una autoridad de pensamiento que es compuesta-trabajada de modo continuo con el Padre y el Espíritu, tiene como meta-fin una satisfacción recíprocamente com-placida ("Yo hago siempre lo que le agrada al Padre: Jn 8, 29), manifestada en el bautismo en el Jordán:
Este es mi Hijo amado en quien me complazco" (Mt 3, 17; Lc 3, 22), en la transfiguración (Mt 17,1-8; Mc 9,2-8; Lc 9,28-36) y, finalmente, en la cruz (consummatum est: Jn 19, 30) y en la resurrección-ascensión (Por ello Dios lo exaltó
: Fil 2, 9). A este propósito, la encarnación y redención de los hombres no podrían ser entendidas como un trabajo continuo de pensamiento com-puesto con el Padre si no fueran el principio de placer de Cristo, so pena de considerarlas, de modo gnóstico-platónico y patológico, como un sacrificio, algo que vale la pena hacer para ponerse en un cuerpo terrenal entendido como soma-sema, como cárcel del cual librarse cuanto antes.
3. El fundamento de la communio fidei
La naturaleza de la teología con-vocada no es de iure condito, ya hecha, sino de iure condendo, es decir, es com-puesta in actu exercito con la autoridad del pensamiento de Cristo
(1 Co 2, 16) que se auto-testimonia en la communio fidei, a semejanza de la teología-anuncio de los apóstoles que dan testimonio de este auto-testimonio de Jesús. Este auto-testimonio se actúa en la lengua y en la palabra de los testigos
²¹. Esto significa que el segundo fundamento de una teología con-vocada es la fe cristiana²², mejor dicho, la communio fidei hecha posible por el mismo acontecer de Cristo: Fides ex auditu, auditus autem per verbum Christi (Rom 10, 17).
En este sentido, deberíamos poder indicar, lo mismo que hicimos por el fundamento cristo-lógico trinitario, las cuatro dimensiones de la teología con-vocada por y en la communio fidei.
La primera dimensión es que la fe es vocatio, engendrada, no creada ni causada. Esta vocatio-generatio de la fe (que tiene raigambre en el pensamiento hebreo bíblico²³) es señalada con creces en los evangelios, en los encuentros de Cristo con los hombres: No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes
(Jn15, 16); Llamó a los que él quiso; y vinieron donde él
(Mc 3, 13). Ahora bien, esta vocatio, en todos los tiempos, se cumple en la communio fidei. "Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch 22, 7). La fe se genera por la vocatio que no es mera contemplación catatónica de un rostro, sino pensamiento com-puesto a través del oído e-vocado: fides ex auditu (ex vocatio) (Ro 10, 17). De este modo, la fe es el acontecimiento de un pensamiento recibido
(1 Co 15, 3), al igual que Cristo que trabaja terrenalmente aquello que escucha de su Padre (Lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo
: Jn 8, 26).
La segunda dimensión es que la fe engendrada, o sea, con-vocada en, con y por la communio fidei, se co-instituye como autoridad de pensamiento propia del cristiano en cuanto es producida en él por Cristo a través de los encuentros donde él actúa en su vocatio. Esto significa que, en los encuentros con los hombres, Cristo actúa un habeas corpus que los engendra (sin ser causados) como sujetos jurídicos, sui iuris: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; sino que os he llamado amigos, porque todas las cosas que le oí a mi Padre se las he contado a ustedes
(Jn 15, 15)²⁴. Sujetos capaces de una autoridad-fuente de pensamiento, es decir, de un poder jurídico-legislativo que es propio del pensamiento de Cristo: El agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna
(Jn 4, 14)²⁵. De este modo, se llega a afirmar que esta fuente de pensamiento hace capax Dei (capax Christi), de modo que no necesitáis que nadie os enseñe
(1 Jn 2, 27; también Jr 31, 34). En este punto está claro que, así como Cristo había dicho que su doctrina-pensamiento era suyo y al mismo tiempo del Padre, el pensamiento de la fe es propio del cristiano solo en cuanto es el de Cristo, o sea, com-puesto con este²⁶, es decir, con el auto-testimonio de Cristo en la communio fidei con sus fuentes constitutivas (Tradición, Escritura, Magisterio). Está claro que esta competencia de pensamiento que es la fe no puede ser vivida de modo narcisista en el ámbito eclesial, sino que es propiamente missio ad gentes (Lc 10, 1-2; Mt 28, 19)²⁷.
La tercera dimensión de la fe con-vocada es que esta se co-instituye como un trabajo semper condendum en y con la communio fidei y ad gentes. Un trabajo de amistad del pensamiento que va de inicio en inicios, con inicios siempre nuevos²⁸. De este modo, la naturaleza de la fe con-vocada es propiamente la de un ser-en-acto, la de un esse ut actus engendrado y no causado por la vocatio del acontecimiento del pensamiento de Cristo que se auto-testimonia en la communio fidei y que tiene como meta la generación de un universo de relaciones con todos los hombres. La fe con-vocada solo puede ser tal en cuanto es elaborada-pensada desde el encuentro con Cristo²⁹ y para un encuentro con todos los hombres (Lc 10, 1). Por ello, Cristo, el Emanuel (Mt 1, 23; Is 7, 14), no puede ser conocido ni antes (religiosa y gnósticamente: el modernismo), ni después (al modo de la lechuza de Hegel³⁰), sino en el mismo acontecimiento de la vocatio de Cristo en la communio fidei al que el cristiano co-opera de modo libre: Nosotros somos colaboradores de Dios
(1 Co 3, 9)³¹. Al mismo tiempo, la missio ad gentes verifica la vocatio de la fe que es un trabajo semper condendum, pues el cristiano es salvado en la esperanza (Rom 8, 24) y solo de este modo él puede dar razón a todos de la esperanza que vive (1 Pd 3, 15³²), es decir, de su fe que es continuamente desacostumbrada y pensada con y en la communio fidei y con los hombres que encuentra.
La cuarta dimensión consiste en que la meta-fin de la fe con-vocada es la con-veniencia y com-placencia de la que se nutre la misma fe: En cuanto a vosotros, felices vuestros ojos por lo que ven y vuestros oídos por lo que oyen
(Mt 13, 16). De este modo, la fe acontece en el cristiano como reconocimiento de un gran negocio
(1 Tm 6, 6), como el cien por uno ganado terrenalmente más la herencia de la vida eterna (Mt 19, 29), en cuanto el cristiano es hecho hijo y heredero, herederos de Dios y coherederos de Cristo
(Rom 8, 17). Hay que notar que esta complacencia de la fe es, al mismo tiempo, complacencia de Cristo por los frutos de la missio ad gentes de sus setenta y dos discípulos ("En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»": Lc. 10, 25³³) y de la misma Trinidad: Gloria Dei vivens homo; vita hominis, visio Dei³⁴.
4. La communio fidei y la teología con-vocada
La teología es intellectus fidei que, sin embargo, no es un pensamiento aislado, sino que es propiamente un intellectus fidei comunional, es decir, engendrado desde adentro de la communio eclesial: es communio quaerens intellectum³⁵ al mismo tiempo que la razón de la fe busca ser elaborada desde dentro la communio fidei.
En este sentido, como primer punto, se puede decir que la primera dimensión de la teología que entendemos como elaboración de la fides cogitata³⁶ es la de ser una teología con-vocada comunionalmente, es decir, llamada a existir por el acontecimiento in actu exercito del pensamiento de Cristo que se auto-testimonia en la communio fidei. La naturaleza de la teología con-vocada puede ponerse-en-acto solo porque en ella actúa la vocatio de la communio fidei. La eclesialidad de la teología es, por tanto, la condición necesaria para su existencia: sin communio fidei no puede haber teología con-vocada y, por ello, la elaboración teológica es ella misma engendrada no de modo solipsista por el teólogo, sino en cuanto recibida como vocatio en y por la communio fidei³⁷. Por ello, es imposible una teología de escritorio³⁸, aislada en un ideológico e individualista hortus conclusus.
En segundo lugar, la communio fidei es la que genera en el teólogo su autoridad de competencia propiamente teológica, es la que produce en él el acontecimiento del pensamiento de Cristo como fuente propia de elaboración metódica. La del teólogo es, de este modo, doctrina propia
, o sea, elaborada de modo imputable, solo en cuanto es doctrina-pensamiento de la communio fidei que se nutre del auto-testimonio de Cristo en sus fuentes fundamentales de elaboración metódica (Escritura, Tradición,