Información de este libro electrónico
Con una prosa sencilla, profunda y cargada de referencias a la cultura popular, el autor argentino Marcelo Vera continúa profundizando en la narrativa de la pérdida. Tras la publicación de su primera novela, Solo, y del poemario El glitter de los solitarios, experimenta con la soledad de una separación, el fracaso de la maternidad y la fragilidad de la ilusión.
Relacionado con Estepicursor
Libros electrónicos relacionados
El huésped Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Éxtasis: ¿Cómo abandonar lo que tanto amas? Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La Sospecha Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn la celda había una luciérnaga. Edición ampliada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBrooklyn Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Me voy porque quiero, no porque me echen Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodo es mejor sin nosotros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesQuerida desconocida: Deseo, óvulos, dinero, dilemas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5En la celda había una luciérnaga Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El sueño de la invisibilidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHistorias BienVividas: El desopilante camino hasta llegar a mi amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl silencio es un pez de colores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Verdadera Historia De Perico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl sonido de los sapos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFiguraciones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSomnium Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos mares de la luna Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDespertar: Las crónicas de los Caminantes de Sueños 1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFuego en el Bosque Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesChéljelon Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl niño que soñaba con dar un abrazo a su padre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViajar más allá Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa hija única Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Ícaro: Diario de un artista incomprendido Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Rastro Del Caracol Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna voz en las sombras Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Devoradas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodas nuestras noches Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los monstruos. Cuentos completos. Tomo II: Los monstruos. Cuentos completos. Tomo II Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEsther, una cerdita maravillosa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Meditaciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mi cicatriz ya no llora Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos infantiles: Cuentos para niños en español (Ilustrado) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La matriz del destino: El viaje de tu alma Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Fortuna Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Orgullo y Prejuicio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos para pensar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5JJ Benítez: desde el corazón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vaya vaya, cómo has crecido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La nostalgia de las almendras amargas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Corazón. Diario de un niño Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las siete muertes de Evelyn Hardcastle Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Colección de Edgar Allan Poe: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Civilizaciones Perdidas: 10 Civilizaciones Que Desaparecieron Sin Rastro. Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos infantiles de ayer y de hoy Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El metodo de la domadora de mamuts Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Estepicursor
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Estepicursor - Marcelo Vera
Luego del derrumbe de su vida en pareja y la fractura de sus expectativas y proyectos, ella necesita desesperadamente un lugar, algo o alguien a quien aferrarse para no quedar como una planta rodadora a merced del viento.
Con una prosa sencilla, profunda y cargada de referencias a la cultura popular, el autor argentino Marcelo Vera continúa profundizando en la narrativa de la pérdida. Tras la publicación de su primera novela, Solo, y del poemario El glitter de los solitarios, experimenta con la soledad de una separación, el fracaso de la maternidad y la fragilidad de la ilusión.
Marcelo Vera
Estepicursor
La Pollera Ediciones
www.lapollera.cl
Para Toto y Nina, siempre a mi lado.
Lo peor ya ha pasado, y no puedo decir que me alegre. Perder aquella sensación de pérdida… Vas y pierdes algo más. Pero el cuerpo siempre procura recuperarse. También la mente, por etapas. Paso a paso. Pregúntale a una madre que acaba de perder a su hijo cuántos tiene. Te responderá: «Cuatro». Después dirá: «Tres», y unos años más tarde dirá: «Tres… Cuatro»
.
Amy Hempel, Emp, Mont, Aum, Cont, Rep
Sólo contaba con una cosa: el territorio soberano de nuestra nación de dos. Y cuando esta nación dejó de existir, me convertí en lo que hoy soy, un apátrida
.
Kurt Vonnegut, Madre Noche
Pienso que la vida debería ser un poco más como la tele. Pienso que los problemas de la vida deberían poder ser resueltos en 30 minutos con simples sermones. Pero si la vida real fuera así ¿qué veríamos en televisión?
.
Calvin, Calvin and Hobbes
Mientras el médico me revisaba con desgano, comencé a pensar que el único truco posible consistía en encontrar un lugar entre los laberintos de la mente para mantenerme a salvo hasta que todo terminara. Pero no disponía de nada parecido, y me limité a cerrar los ojos, apretando la mandíbula hasta que el ruido elástico de los guantes me ofreció el salvoconducto sonoro que estaba esperando.
Cuando el espectáculo terminó pude recuperar mi ropa interior, justo a tiempo para comprobar que la ciencia se mostraba bastante optimista. Sin dirigirme la mirada el médico fue completando distintos formularios, estampó algunos sellos aquí y allá y me dijo que podríamos volver a intentarlo en el futuro, si aún considerábamos esa idea. Sin pensarlo demasiado le respondí que sí, que tal vez más adelante, porque no tenía fuerzas para explicarle que el uso del plural ya no era correcto, que la idea había muerto en otra camilla hacía menos de un año, y que el futuro no aparecía muy claro en mis planes.
Las familias felices crecían como hongos envenenados a mi alrededor. Podía verlas en todos lados y a todas horas, y la comparación obligada siempre resultaba obscena y dolorosa. Camino a la casa, que no era mi casa, me detuve a comprar un par de botellas de vino para la cena, tratando de calcular qué porcentaje de mis ingresos se evaporaba semanalmente en distintas tiendas de bebidas a lo largo de la ciudad. Por un instante la imagen de mi madre, con su eterna bata y un Martini en la mano, se materializó ante mis ojos, tal vez para señalarme que nada de eso era un buen síntoma, pero de todos modos seguí adelante con la compra sin permitir que la idea me afectara demasiado.
Al llegar Marla me recibió con infinita alegría, sin importarle si estuve afuera 5 horas o 5 minutos. Luego jugamos un rato en el sillón de la sala hasta que las niñas finalmente aparecieron y se sumaron a la batalla silenciosa de revolcones y zarpazos al aire que Marla pareció disfrutar con descaro, aun en notoria inferioridad de condiciones.
Después de la cena demoré un buen rato eligiendo algunos videos de estepicursores que me permitieran sobrellevar el resto de la noche. Porque en los últimos tiempos había vuelto a conectar con mis viejos amigos de la infancia, y me tranquilizaba sentir que, pasara lo que pasara, siempre estarían ahí, orbitando a mi lado sin descanso, mostrándome el camino en medio del desierto.
* * *
La primera vez que vi un estepicursor en realidad no lo vi, pero él me vio a mí.
Mi primer encuentro con un estepicursor (a.k.a.) cardo ruso, (a.k.a.), planta rodadora, (a.k.a.), bola del desierto, se produjo en una de las tantas casas perdidas en las que pasé mi infancia.
Me encontraba sola, jugando en un jardín poblado de pedruscos y chatarra con las Barbies apocalípticas que solían acompañarme de mudanza en mudanza, cuando percibí una extraña presencia rondándome.
Preocupada levanté la vista y pude verlo entonces, a un par de metros de distancia, en silencio, mirándome desde el abismo insondable de su esqueleto reseco y vacío.
Nunca antes había visto algo parecido. Sus movimientos emitían una vibración extraña, de animal herido, sin embargo no sentí temor, y lentamente me fui acercando hasta que logré tocarlo. La reacción fue inmediata. Asustado y veloz, como si no estuviera acostumbrado a ese tipo de cercanía humana, salió despedido bruscamente hasta perderse en el horizonte.
Sin embargo volveríamos a encontrarnos muchas veces, porque no importaba a qué lugar lejano y desértico mi padre nos arrastrara junto con sus rocas, mi estepicursor amigo siempre lograba encontrarme. Con el tiempo me convencí, abrazada ciegamente a la lógica irrebatible de la infancia, que en cada ocasión se trataba del mismo estepicursor, tenaz e implacable, acompañando mi interminable peregrinaje.
En cada traslado el modus operandi se replicaba casi sin modificaciones. Bastaban apenas un par de días después de la mudanza para que apareciera tímidamente justo a la hora del té y comenzara a rodar en silencio, acercándose más y más en cada vuelta, hasta detenerse casi por completo, en medio del montaje artificial de muñecas catatónicas y tazas vacías, esperando pacientemente su turno de pastel invisible antes de seguir su camino.
* * *
A la mañana me costó unos segundos comprender dónde me encontraba. Supongo que era parte del precio a pagar por pasar demasiados meses durmiendo en camas prestadas, soñando sueños ajenos. Entredormida y frenética panee la habitación durante unos segundos buscando pistas que me permitieran reconocer el lugar, hasta que Marla apareció en escena y me devolvió a la realidad.
Marla era nuestra primera gata y las niñas estaban fascinadas