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El libro negro del ecologismo
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El libro negro del ecologismo
Libro electrónico604 páginas4 horas

El libro negro del ecologismo

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En esta interesante obra escrita por Horacio Giusto e Ignacio Vossler, se pone en la palestra investigativa una de las estafas más grandes en la actualidad: "El calentamiento global", con sus arengas ecologistas dispuestas al sacrificio humano de la forma más extrema, posada en determinados carismáticos que han hecho de esto: una religión global. Aquí se propone evidenciar cuestiones tan alarmantes como las implicancias del confinamiento en período de pandemia, la radicalización de las políticas públicas de varios países y la propaganda "humanizadora" de las grandes las empresas, que, sin embargo, promueven por un lado el consumo de ciertos productos "sustentables" y por el otro van monopolizando su mercado, eliminado de la competencia a otros, ¿mera coincidencia?, estas cuestiones y más podrás descubrir en este libro que vislumbra las oscuras facetas de aquello llamado ecologismo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 jul 2024
ISBN9789566236139
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    El libro negro del ecologismo - Horacio Gusto

    Dedicatoria

    de Ignacio Vossler para Amanda, Elena y Ernesto

    de Horacio Giusto Vaudagna para Sara

    Contenido

    Prólogo por Pablo Muñoz Iturrieta

    TOMO 1

    Introducción al tomo 1

    Capítulo 1

    DEL CIENTIFICISMO A LA EUGENESIA

    Capítulo 2

    LA ESENCIA POLÍTICA DEL ECOLOGISMO

    Capítulo 3

    EL CONTROL DE NATALIDAD

    Capítulo 4

    DERECHOS DE PROPIEDAD: EL ESCARMIENTO DEL PROYECTO ECOLOGISTA

    Capítulo 5

    LA SACRALIZACIÓN DEL ECOLOGISMO

    Conclusión al tomo 1

    TOMO 2

    Prólogo

    Introducción al tomo 2

    Capítulo 1

    LAS ESTRATEGIAS DEL CORPORATIVISMO VERDE

    Capítulo 2

    EL CALENTAMIENTO GLOBAL ES LA MAYOR ESTAFA DE LA HISTORIA

    Capítulo 3

    EL GREEN NEW DEAL: LA ALIANZA IDEOLOGICA DE LA IZQUIERDA

    Capítulo 4

    ¿POR QUÉ LA ONU NO CRITICA LA CONTAMINACIÓN DE CHINA?: LA CARA OCULTA DE LAS ENERGÍAS LIMPIAS

    Capítulo 5

    ¿QUIÉNES SE BENEFICIARON CON LOS CONFINAMIENTOS? BILL GATES, GEORGE SOROS Y LA COALICIÓN DE ENERGÍA BREAKTROUGH: LOS NEGOCIOS VERDES DE LA CUARENTENA

    Conclusión

    PRÓLOGO

    por Pablo Muñoz Iturrieta

    La batalla cultural es una batalla profundamente ideológica, donde los principales actores de la política internacional se tienen que hacer de un dogma para poder imponer su voluntad a la fuerza, aunque mientras más abracen la agenda aquellos que son esclavizados, mejor aún. Es decir, mientras más idiota el sujeto, más manipulable, y no hay mejor manipulación y esclavitud que aquella en la que el dominado abraza su castigo como fuerza liberadora. ¿Cómo lograr un cometido de esa envergadura? Por el miedo y el terror. No hay fuerza más paralizante, pero que a la vez más somete a un individuo que el miedo. Y hoy el miedo toma la forma de cambio climático: No quiero que tengas esperanza, quiero que entres en pánico. Quiero que sientas el miedo que yo siento todos los días y luego quiero que actúes, decía Greta Thunberg en un mensaje dirigido a los jóvenes y con una clara estrategia de control emocional.¹

    Este libro de Horacio Giusto e Ignacio Vossler ofrece un gran aporte a ese otro elemento ideológico de la batalla cultural: el ecologismo como ideología de dominación. Y esto tal vez sorprenda al lector, acostumbrado a la apariencia científica del discurso del cambio climático. Vale la pena recordar que dicho movimiento no nace de la experiencia y el dato científico y de ahí se traslada al discurso político, sino que es todo lo contrario. El ecologismo se enmarca en un discurso ideológico y pseudofilosófico para luego encontrar eco en el activismo político, en la política internacional globalista y en las distintas agendas progresistas y de izquierda, todo bañado en un discurso pseudocientífico que entra en el género del alarmismo climático, el único aporte literario del periodista típico. Los distintos componentes de dicho movimiento hacen que sea difícil de captar el problema, ya que por un lado están los grupos que han cooptado el relato ecologista y, por otro, no nos debemos olvidar de los grandes intereses financieros que hay detrás. El ecologismo y la lucha contra el cambio climático son una prueba más de que las categorías políticas de antaño son anticuadas y no se acomodan al debate económico, político y cultural del momento. Un gran aporte del presente libro es esclarecer la constelación de intereses detrás del movimiento ecologista, que va desde la articulación del conflicto social de la nueva izquierda a los espurios intereses de los capitalistas más inmorales (cap. 3).

    Pero más allá de toda discusión terminológica, el futuro que se nos avecina no suena ni verde ni esperanzador debido a los programas de ingeniería social en nombre del medioambiente y que están fundados en una idea sumamente peligrosa: el concepto de desarrollo sostenible. A primera vista nos engaña su significado por estar formado por dos palabras que en sí suenan extremadamente positivas: el desarrollo, sinónimo de progreso, y la sostenibilidad, es decir, que será algo que se replicará a futuro y no se agotará. Sin embargo, como ya se ha dicho en otro lado, este concepto no solo es puramente económico y materialista, sino que pone al mundo como algo absoluto y el ser humano como algo secundario y, peor aún, como el cáncer del planeta tierra.² Como ya lo denunciaba sabiamente Claudio Sanahuja, el ser humano deja de ser el criterio central y pasa a ser parte de un todo en cuyo lugar supremo se encuentra el medio ambiente.³ Y bajo ese pretexto es que se puede argumentar la necesidad del aborto y la reducción de la población como medida preventiva, ya que el todo (el medio ambiente) es más importante que las partes (los seres humanos). Y pronto no nos sorprenderá que las cuarentenas tiránicas impuestas a partir del 2020 se replicarán bajo el argumento del cambio climático,⁴ o que ya se hayan establecido cuerpos policiales en Francia y Canadá para combatir los crímenes contra la agenda verde.⁵

    El ecologismo se ubica dentro de un marco ideológico que poco tiene que ver con la ciencia y mucho que ver con la renovación y recreación de la nueva izquierda, la que a su vez es usada como la mano de obra barata del poder financiero internacional, que en definitiva son quienes realmente gobiernan este mundo y en ese programa de reingeniería social buscan controlar la población, eliminar a los pobres (en vez de ofrecerles una solución y salida a su pobreza) y limitar el número de nacimientos para que en un mundo automatizado no exista ninguna persona de más.

    Que el ecologismo poco tiene que ver con la ciencia se muestra por el hecho de que, si se basara en presupuestos verdaderamente científicos, no le habría errado a todas y cada una de sus hipótesis en las últimas décadas. Basta con recordar que el reconocido ecologista Paul Ehrlich profetizaba en la década de 1970 que el planeta estaba al borde de la destrucción y que el fin del mundo terminaría alrededor de 1985. Más o menos como Greta aterroriza hoy a la juventud empleando el año 2030. La misma revista LIFE nos alarmaba en el año 1970 sobre los horrores que nos esperaban, apuntando que en dentro de una década tendríamos que usar máscaras de gas para sobrevivir a la polución del aire.⁶ A lo largo de esta obra encontrarán una larga lista de datos y argumentos que tiran por tierra el alarmismo climático que han creado tanto los medios, como políticos desesperados por votos y corporaciones interesadas en miles de millones de dólares que se malgastan cada día en nombre de un problema que, de existir, en realidad no podríamos solucionar ni volviéndonos vegetarianos, ni manejando vehículos eléctricos, ni dejando de volar, ni optando por no tener hijos, como lo documenta exhaustivamente Bjorn Lomborg.⁷

    El marco ideológico, por otra parte, se dio en un contexto en el que el comunismo internacional perdió toda autoridad moral para pretender ser la guía política de nuestros pueblos y dicho modelo se volvió totalmente indefendible por parte de la elite intelectual de occidente gracias en parte a la denuncia feroz del comunismo por parte de dos hombres que lo vivieron en carne propia: el Papa Juan Pablo II y Aleksandr Solzhenitsyn. En ese sentido, la teoría del cambio climático causado por el hombre surge como nueva estrategia que legitima la causa de control político a nivel mundial. A un problema global, una solución global desde todos los aspectos que atañen al ser humano: la política (Agenda 2030), la educación (sexual), la economía (sustentable), la justicia (climática), la cultura (conciencia climática), las cuarentenas climáticas (como ya está ocurriendo en California),⁸ e incluso una policía verde.

    El actor principal, sin embargo, detrás de toda la agenda ideológica del cambio climático, es hoy en día el Foro Económico Mundial y su propuesta de Gran Reseteo. Dicha institución, fundada y comandada por Klaus Schwab, a su vez coordina y guía la agenda progresista internacional a través de las grandes compañías tecnológicas, las grandes fundaciones filantrocapitalistas, los fondos de inversión más grandes del planeta y el trabajo de las Naciones Unidas y sus dependencias. Recordemos que el nuevo Contrato Social impulsado por el Foro Económico Mundial tiene como centro a la Agenda 2030 y sus 17 objetivos de desarrollo sostenible.

    Una pregunta que seguramente surge en la mente del lector es: ¿cómo es posible que tanto los fondos financieros más poderosos del mundo, las grandes compañías tecnológicas e instituciones como el Fondo Económico Mundial formen una especie de alianza ideológica con el proyecto propio de la nueva izquierda internacional? Porque todos estos sectores, ya sean progresistas, capitalistas, globalistas, de izquierda, feministas, alarmistas del cambio climático, todos ellos coinciden en una premisa fundamental: la reducción de la población por cualquier medio. Es en ese sentido que el feminismo, por ejemplo, no hace más que hacer el trabajo barato a los grandes fondos financieros. En otras palabras, idiotas útiles.

    El problema de fondo, como lo notan los autores del presente libro, radica en que según esta visión materialista y utilitarista del ser humano no todos merecen habitar este planeta. Esto es lo que últimamente propone las Naciones Unidas por medio de sus conferencias mundiales de la población y la mujer: reducir ciertos grupos humanos para que los recursos sean suficientes para el gozo de ciertas élites globalistas. Y las feministas lo celebran, siendo que es la mujer y su capacidad reproductiva el centro principal de ataque. Los derechos reproductivos que se proclaman como el objetivo de la justicia climática no apuntan a más que eso: aborto y anticoncepción como solución al problema climático.

    La justicia climática, a su vez, se manifiesta con dos grandes falacias.

    En primer lugar, los proponentes de esta nueva noción de justicia sostienen que son aquellos que tienen más propiedad privada los que emiten dióxido de carbono (CO2) en mayor cantidad, por lo que entonces son ellos quienes deberían pagar a los pobres por el privilegio de contaminar al mundo. Pero ese pago, en realidad, se hace en forma de impuestos al carbono que "terminan en los bolsillos de políticos o no sirven para nada más que financiar la superestructura política de la democracia totalitaria contemporánea y las grandes compañías que impulsan la Agenda 2030 de desarrollo sustentable y el plan del Foro Económico Mundial".¹⁰

    La segunda falacia es ese supuesto acto de compasión por el que le evitamos el sufrimiento a un pobre. ¿Cómo es eso? Debido al cambio climático, sostenía la izquierdista radial demócrata Alexandria Ocasio–Cortez, la vida de los niños se va a volver muy difícil. Y esto lleva a la juventud a preguntarse una pregunta legítima: ¿Está bien todavía tener hijos?¹¹. La propuesta, entonces, es hacer creer a los jóvenes que, si tienen hijos hoy, no hay garantías de que haya un futuro vivible. Y es por eso que el activismo climático ha incorporado entre sus filas la causa de la justicia reproductiva.¹² ¿La solución al cambio climático? Empoderar a las niñas con anticonceptivos y abortos… Es decir, control poblacional, el ideal donde confluyen los distintos actores del tablero geopolítico mundial. De esa manera, tanto el negocio de las energías renovables como el negocio abortista se unen con el mismo propósito. Mientras tanto, Greta y su manada revolucionaria feminista y LGBT no hacen más que hacer el trabajo barato y fácil del esclavo que abraza su propio castigo.

    Pablo Muñoz Iturrieta¹³

    Redacción, Greta Thunberg: las 10 frases más impactantes de la adolescente sueca que planta cara a los líderes mundiales, BBC Mundo (25 de septiembre de 2019). https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49825855

    Cf. Pablo Muñoz Iturrieta, Las mentiras que te cuentan, las verdades que te ocultan (Ontario: Metanoia Press, 2021), p. 91.

    Cf. Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable (Buenos Aires: Vórtice, 2003), pp. 24-25.

    Cf. Marc Morano, Green Fraud: Why the Green New Deal Is Even Worse than You Think (Washington D. C.: Regnery Publishing, 2021), cap. 11.

    Cf. Keenan Bexte, France launches climate change police force, The Counter Signal (Aug 23, 2022), https://thecountersignal.com/france-launches-climate-change-police-force/; Keenan Bexte, Exclusive Leak: Trudeau installing weapons armouries, interrogation rooms for Ministry of Climate Change, The Counter Signal (Aug 23, 2022), https://thecountersignal.com/exclusive-leak-trudeau-installing-weapons-armouries-interrogation-rooms-for-ministry-of-climate-change/.

    Life Magazine (New York: 1970).

    Cf. Bjorn Lomborg, False Alarm: How Climate Change Panic Costs Us Trillions, Hurts the Poor, and Fails to Fix the Planet (New York: Basic Books, 2020), pp. 86-96.

    Cf. Geoff Shullenberger, Climate Lockdowns Are Here, Compact Magazine (Sept 12, 2022), https://compactmag.com/article/climate-lockdowns-are-here.

    Cf. https://www.weforum.org/open-forum/event_sessions/a-social-contract-to-transform-our-world-by-2030

    Muñoz Iturrieta, Las mentiras que te cuentan, pp. 221-222.

    Matthew Taylor, Is Alexandria Ocasio-Cortez right to ask if the climate means we should have fewer children?, The Guardian (London) 27 Feb, 2019, https://www.theguardian.com/environment/shortcuts/2019/feb/27/is-alexandria-ocasio-cortez-right-to-ask-if-the-climate-means-we-should-have-fewer-children.

    Cf. Muñoz Iturrieta, Las mentiras que te cuentan, p. 222.

    Pablo Muñoz Iturrieta es doctor en Filosofía Política y autor de Atrapado en el cuerpo equivocado: La ideología de género frente a la ciencia y la filosofía (Buenos Aires: Editorial Katejón, 2019); The Meaning of Religious Freedom in the Public Square (Eugene, OR: Pickwick Publications, 2020); Las mentiras que te cuentan.

    TOMO 1

    INTRODUCCIÓN AL TOMO 1

    Entre todas las causas de moda, el ecologismo se ha convertido, sin duda, en la más fashion, dijera alguna vez David Frum, antiguo miembro del American Enterprise Institute for Public Publicy Research. Lo que hoy se conoce por ecologismo es en verdad un variado movimiento político y cultural consolidado políticamente a lo largo de las décadas de 1960 y 1970, en los albores de la posmodernidad; encuentra sus bases ideológicas, no obstante, en el proceso histórico de la Modernidad que tendrá como corolario a una serie de revoluciones que no habrían de quedar circunscriptas a un mero cambio en el régimen legal y político, sino más bien a una concepción del Hombre y de la sociedad en su conjunto por demás equívoca. Es decir, el ecologismo es una ideología que madura en la posmodernidad, pero cuyas raíces pueden encontrarse en ciertas ideas amasijadas durante el proceso de la modernidad. Así, pues, Jean–Jacques Rousseau, nacido en 1712, engendrara un pensamiento filosófico ostensiblemente influyente en la idiosincrasia actual. A lo largo de su vida intelectual sostuvo una tesis muy particular que puede sintetizarse de la siguiente manera: Todo está bien al salir de manos del autor de la Naturaleza; todo degenera en manos del hombre¹⁴ ¹⁵. Esta forma de pensar a la civilización como un mal para el mundo encuentra a su vez paridad en otros pensadores ampliamente difundidos en el Siglo XXI.

    Ciertamente, la pandemia generada por el patógeno de Wuhan finalizará, pero la agenda 2030 se sostendrá bajo una lógica similar de disciplanamiento y ello será gracias al ecologismo; allí la idea del cambio climático y la sobrepoblación estarán tan vigentes como el aire que se respira. En este punto es interesante ver cómo la cultura antinatalista como las más diversas formas de control poblacional se sostienen mediante las más diversas banderas ideológicas de la nueva izquierda y no sólo desde el tan conocido feminismo.

    Hablar de ecologismo, en primera instancia, requiere de trazar una distinción fundamental: pues este movimiento, a pesar de sus divergencias internas, no es sinónimo de ciencia. Si bien en buena medida este intenta legitimar sus afirmaciones mediante la utilización de estudios que provienen de las Ciencias Naturales, lo cierto es que el mismo refiere a causas sociales. Entiéndase que el ecologismo se refiere a factores relacionados con la conducta humana, mas no a fenómenos propiamente naturales. El ecologismo es una ideología, y como tal, comprende los vicios inherentes a la misma, particularmente la desconexión con la realidad. Entendía Karl Marx en su desarrollo teórico el concepto de ideología como un conjunto de ideas, conceptos y creencias destinados a convencer universalmente de una verdad¹⁶. Pero estas ideas, en efecto, producen una conciencia deformada de la verdad, cuya falsedad obscurisa el recto juicio de los individuos y reposa fundamentalmente en un proceso de inversión y ocultamiento de lo real. De esta forma, y como fenómeno vernáculo de la posmodernidad, se intenta explicar de forma reducida las complejidades que atañen al género Humano y la naturaleza. Es por demás evidente se vuelve un error compartido por muchos espacios occidentales el creer que el ecologismo constituye una propuesta superadora para los problemas ambientales que objetivamente existen.

    Así llega a comprenderse cómo el ecologismo ha intentado legitimar la idea de que las sociedades humanas son un cáncer para el planeta cuando el propio ecologismo es un cáncer para la Humanidad. Creer que el ecologismo es bueno para cuidar el planeta es similar a creer que el feminismo es bueno para cuidar a la mujer. Hablar de ecologismo equivale a hablar de un modelo fallido que se renueva en el relato, pero conserva el error inicial, ya sea que uno se refiera al concepto de sobrepoblación o a la Teoría de Cambio Climático Antropogénico. Así pues y a modo de ejemplo, creer en la Teoría de Cambio Climático Antropogénico hoy, implica creerle al mismo grupo de científicos que en los años setenta hablaban de Nueva Glaciación, en los ochenta de calentamiento global, en los noventa acerca de la desaparición de la capa de ozono; pronostican que el mundo acabará mañana desde hace 60 años. Ante cada eventual suceso catastrófico vaticinado que no se cumplía, aparecía uno nuevo en la agenda, pero la clave del mismo para la militancia verde pasaba por comprender que todos los mismos tenían al ser Humano, en última instancia, como su principal causa. De allí se puede pensar que, si el ecologismo se basara en bases verdaderamente científicas, no habría errado todos y cada uno de sus principales vaticinios desde hace sesenta años.

    Partiendo del punto dado, se comprende fenómenos caricaturescos como que la militancia ecologista haya empezado a promover la idea de que la pandemia de Sars–Cov–2 era resultado del cambio climático antropogénico, la crisis ambiental y la sobrepoblación, bajo el lema nosotros somos el virus; incluso esto parece una escena cinematógrafica cual agente Smith en la conocida saga de The Matrix. Ahora bien, uno debe preguntarse por qué es tan importante la Teoría de Cambio Climático Antropogénico; esta será una pregunta esencial que se ha de abordar en las siguientes páginas, a través de datos y argumentos innovadores puestos al servicio de un bien mayor. Por de pronto, cabe comprender que, si los humanos son los responsables de dicho cambio, cabría, prima facie, sostener que la solución implica desde, cambiar por completo la forma de vida cual proyecto de la Agenda 2030, hasta reducir la cantidad actividades nocivas que emiten dióxido de carbono que, como reconoce Bill Gates, está literalmente por todos lados; esto se traduce en que la cantidad de humanos es esencialmente lo primero a reducir, tal como lo reconocieron pensadores como Edward Goldsmith, Ettore Tibaldi, Garrett Hardin, entre otros. En este sentido, la Teoría de Cambio Climático Antropogénico indubitablemente funge como la nueva estrategia que legitima la causa de control poblacional a nivel global. Se ve en forma concreta cómo esto no es para una teoría conspirativa inspirada en alguna vieja ficción; al día de hoy se observa la continuación de anteriores modelos fallidos como el agotamiento de los recursos, principal preocupación del Mundo Desarrollado Occidental durante la década de 1970, a través del cual Henry Kissinger impulsaría su Memorandum–200. Además se puede acceder a información que expone cómo la Organización de las Naciones Unidas en su Conferencia sobre el Medio Humano en Estocolmo, permitió al por entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Richard Nixon, expresar su famoso Mensaje especial al Congreso sobre los problemas del crecimiento de la población; posteriormente comienza la realización de la Conferencia Internacional de Objetivos y estrategia para mejorar la calidad del ambiente en la década del setenta, con participación de funcionarios gubernamentales de Estados Unidos, Europa y Japón, que además contara con representantes de Naciones Unidas, la OCDE y la OTAN, y donde se concluyó que la explosión demográfica, o un crecimiento demográfico continuo y prolongado, habría de anular todos los esfuerzos para mejorar el ambiente, por lo que se instó a Estados Unidos y a otras naciones avanzadas a que ayuden a las naciones en desarrollo a controlar el crecimiento demográfico.

    Al mismo tiempo, considerar el marco histórico de consagración política de este ideario resulta de esencial importancia. El reconocimiento del mismo se articula con el final del camino de la modernidad que comenzaría a dar paso a la posmodernidad. Esto no resulta insignificante puesto que si bien la mayor parte de las ideologías plasmadas en la modernidad vaticinaban un paraíso terrenal, cual utopía marxista, el paso de la posmodernidad traerá consigo no el fin de las ideologías, como augurara Daniel Bell y donde tendría lugar el final de la dialéctica de la historia y la aparición del pensamiento único, sino la la sociedad del desencanto popular, donde las paradojas y las promesas incumplidas de la modernidad han conducido a los individuos a abandonar las profecías mesiánicas del pasado; así pues las personas van renunciando a las utopías y a la idea de progreso de conjunto, dando terreno en el imaginario social a las distopias futuristas venideras. De esta forma, paulatinamente comienza a aparecer una revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente que, al mismo tiempo, se mezclan con la compulsión al consumo vacuo en un mundo cuya condición posmoderna –en términos de Lyotard–, quitó un sentido realista y trascendente a la vida del hombre promedio. El hombre posmoderno parecía que había superado su necesidad de grandes meta–relatos, pero ciertamente lo que sucedió fue sólo que las ideologías positivas de la modernidad se han vuelto negativas en la posmodernidad.

    A pesar de que la humanidad prevaleció ante hambrunas y pestes desde su origen, lo real y concreto es que la hegemonía ecologista se hizo eco de los postulados de Thomas Malthus, siendo hoy tal sesgo ideológico el nuevo metarrelato que abastece tanto a organismos supraestatales como a las agencias corporativistas globales. En una suerte de religión verde, se intenta trasladar la culpa al individuo por el sólo hecho de existir y ser parte del cáncer del planeta. Frente a esta situación, uno puede dejarse llevar por la hegemonía o comenzar a plantearse si realmente la especie humana es una atrocidad que merece ser extinguida. La solución ecologista posee una visión malthusiana: es necesario realizar una restricción por cualquier mecanismo al crecimiento poblacional. Cuando uno ve al hombre como un mal en sí mismo, es lógico considerar que sólo reduciendo la presencia humana en la Tierra se disminuiría el malestar y las amenazas que tanto preocupan a los Verdes.

    Tras notar con asombro la inadvertencia general de las personas en torno a este peligro, cuyas consecuencias atañen a occidente desde hace décadas pero hoy se vuelven ostensibles, y peor aún, de las concesiones que el centrismo ideológico le entregó a esta arremetida del progresismo cultural, se decidió desarrollar este trabajo que, tras innumerables horas de investigación, finalmente se pone en manos de los lectores con el más humilde sentido de esperanza de poder brindar algún conocimiento de utilidad práctica a la hora de defender los valores de la sociedad occidental forjada en la Tradición, la Familia y la Propiedad.

    Desde qué es el ecologismo, su origen real, su esencia, las proyecciones geopolíticas, las consecuencias de su agenda cultural, el financiamiento a las figuras más preminentes hasta el detella de las expresiones ideológicas afines, son algunos de los muchos interrogantes los cuales se dan respuesta en la presenta entrega, aunque por la rapidez con la que los presentes sucesos relacionados al ecologismo se mueven, esta será la primera de muchas entregas dedicadas al ecologismo.

    En verdad es que este movimiento constituye una de las tantas máscaras mediante las cuales la Nueva Izquierda intenta atiborrar los pilares de la sociedad occidental, mas no por eso el presente estudio queda circunscripto a la agenda de conflicto social posmarxista, pues el ecologismo como tantas banderas progresistas más, se han visto históricamente promovida por los intereses de ciertos meta capitales que, en su afán de constituir un poder de lobby aún mayor o generar lazos con el poder público, han impulsado agendas ante las cuales, en otro contexto, les hubieran sido por demás nocivas. Fenómeno propio de los tiempos que corren es el desdibujamiento de la distinción entre la esfera pública y la privada. De esta forma, en el caso del ecologismo, diversos entes privados que impulsan la agenda progresista resultan tan peligrosos como la propia izquierda, al imponer su cosmovisión y su idea de desarrollo al resto de la sociedad, a través del poder público.

    En las páginas venideras se desarrollan de forma intensiva los puntos claves a entender de los autores respecto al movimiento ecologista: sus bases teóricas, sus inicios, intelectuales, y sus causas, a fin de poder llegar a comprender su agenda política, al tiempo en que se analizan de forma exhaustiva las evidencias empíricas acerca de las experiencias respecto a las políticas ambientales. En relación a todas las posibilidades acerca de cómo podría haberse dividido el presente estudio, ambos autores coincidieron en que sería propicia una distribución a partir de temáticas específicas. En el presente primer tomo es necesario entender el marco cultural en el que se concibe el ecologismo, abordando su génesis en el cientificismo del cual se ha nutrido, al tiempo que explana el distintivo carácter eugenésico de este movimiento. A continuación, resulta útil trazar una radiografía de todo el movimiento ecologista: sus bases teóricas, sus intelectuales y sus principales teorías, con un claro tono facultativo y pausado para dar paso a analizar quienes financian esta causa. El tema central acerca de la Teoría de Cambio Climático Antropogénico y las actuales legislaciones internacionales respecto al mismo, como lo que hace al aspecto más técnico y económico será abordado en el Tomo II de la presente obra. Esta distribución de tareas fue escogida de forma espontánea en función de que cada ponente pueda desarrollar su trabajo mediante su característica narrativa y formación personal de la manera más acreditada y genuina posible, a fin de brindar al lector que le dedique su tiempo un trabajo final de características inéditas, tanto en Argentina como en el resto de países hispanohablantes a los que llegue, y para el cual ambos escritores no limitaron sus fuentes de investigación resumidas en esta entrega en escasas páginas que, no obstante, son el resultado de innumerables horas de estudio, trabajo, pensamiento e investigación, que humildemente sirven en sus manos con el deseo único de obrar en función de un Bien mayor. De esta forma, parafraseando a John Locke, se espera que las buenas intenciones que llevan a escribir esta obra sean suficiente justificación para el trabajo dado en entrega y sacrificio.

    Vale remarcar una vez más que este probablemente sea el primero de muchos trabajos elaborados acerca de la temática dada y que ataca de forma sistemática a dicha corriente ideológica. Como señalara Gilbert Keith Chesterton, la tolerancia es la virtud de los hombres sin convicciones. Una última aclaración es precisa en vista a los sucesos ante los cuales uno ha de efrentarse; seguramente alguien se pregunte si los autores acaso están a favor de la contaminación, de las extinciones masivas, de la violencia ilegítima contra animal, de la destrucción de nuestro mundo en común, de que los niños del presente vivan un futuro sin nieve o agua potable. Se sabe que ésas serán las falacias que tanto izquierdistas, como bienpensantes de funcional ignorancia al progresismo adjudiquen al libro incluso sin leer los vastos argumentos innovadores y los cientos de datos y citas abordadas a lo largo de sus páginas. No obstante, el compromiso con la verdad es mayor aún. Finalmente, no cabe más que decir que el hombre que sirve a Nuestro Señor, no puede de servir a otro; eso implica no ser funcional a quienes detentan el poder para decidir de forma arbitraria e ilegítima hasta qué punto vale la Vida, la Libertad y la Propiedad de uno.

    Rousseau, J. Emilio o la educación (traducción de Ricardo Viñas). Ed.: elaleph.com (2000). p. 8.

    El principio fundamental de toda moral, sobre el cual he razonado en todos mis escritos y que he desarrollado en este último con toda la claridad de que yo era capaz, es que el hombre es un ser naturalmente bueno, amante de la justicia y del orden; que no hay de ningún modo nada de perversidad original en el corazón humano, y que los primeros movimientos de la naturaleza son siempre rectos. He hecho ver que la única pasión que nace con el hombre, a saber el amor propio o de sí mismo, es una pasión indiferente en sí misma al bien y al mal; que ella no se vuelve buena o mala sino por accidente, y según las circunstancias en las cuales ella se desarrolla. He mostrado que todos los vicios que se imputan al corazón humano no le son naturales en absoluto: he dicho la manera como ellos nacen; he por así decir descrito su genealogía y he hecho ver cómo, por la alteración sucesiva de su bondad original, los hombres se vuelven al fin lo que ellos son. He explicado además lo que entiendo por esta bondad original, que no parece deducirse de la indiferencia al bien y al mal, natural en el amor propio o de sí mismo. El hombre no es un ser simple; está compuesto de dos substancias. Si todo el mundo no conviene en esto, sobre ello convenimos al menos vos y yo y he tratado de probarlo a los demás. Probado esto, se demuestra ya que el amor propio no es una pasión simple, sino que tiene dos principios, a saber, el ser inteligente y el ser sensible, cuyo bienestar no es el mismo. El apetito de los sentidos tiende al del cuerpo, y el amor al orden, al del alma. Este último amor, desarrollado y hecho activo, lleva el nombre de conciencia; pero la conciencia se desarrolla y actúa solo con las luces del hombre. Es solo por estas luces que logra conocer el orden, y es solo cuando lo conoce que su conciencia lo lleva a amarlo. Por lo tanto, la conciencia está vacía en el hombre que no ha comparado nada y no ha visto sus relaciones. En este estado, el hombre no conoce más que a él mismo; no ve su bienestar opuesto o en conformidad con el de nadie; no odia ni ama nada; limitado al mero instinto físico, es nulo, es estúpido: eso es lo que hice ver en mi Discurso sobre la desigualdad. Cuando, por un desarrollo del cual he mostrado el progreso, los hombres comienzan a mirar a sus compañeros, también comienzan a ver sus relaciones y sus relaciones con las cosas, a tomar ideas de conveniencia, justicia y orden. La hermosa moral comienza cuando se hacen sensibles y la conciencia actúa: entonces poseen virtudes; y si también tienen vicios, es porque sus intereses se entrecruzan y su ambición se despierta a medida que se expanden sus luces. Pero mientras haya menos oposición de intereses que concurso de luces, los hombres son esencialmente buenos. Este es el segundo estado. Jean-Jacques Rousseau, Lettre à C. de Beaumont, noviembre de 1762, en Œuvres complètes, Paris: Gallimard, coll. Pléiade, t. IV, p. 935.

    Marx, K. La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos, 1985.

    Capítulo 1

    DEL CIENTIFICISMO A LA EUGENESIA

    Cierto es que desde la antigüedad grecolatina existe un interés por entender las relaciones complejas entre los organismos y el ambiente que les rodea. Así pues, la ecología no escapa de dicha tradición intelectual. Ökologie, término acuñado en 1869 por el naturalista alemán Ernst Haeckel a partir de las palabras griegas oikos (casa, vivienda, hogar) y logos (estudio, análisis), refiere al estudio del hogar. En un principio, Haeckel entendía por ecología a la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos con su ambiente. Posteriormente ampliaría esta definición al estudio de las características del medio, donde también envolvería el transporte de materia y la energía, como así también su evolución por las comunidades biológicas. De esta forma, este término estaba consignado a la comprensión de las prácticas que vinculan a los sujetos y al medio ambiente– e implica al mismo tiempo al concepto de interrelaciones entre los mismos– de una forma dinámica. A partir de este acontecimiento, la Ecología comenzó a emplear un método científico para resolver sus problemas de investigación y comenzaba su afianzamiento como una rama de la Biología.

    Haeckel se había formulado la idea de establecer un neologismo específico para definir las relaciones entre los seres vivos y sus hábitats, uno que se iría utilizando en forma popular para significar el ambiente físico propio de una determinada especie viviente. Aunque la Ecología nació en el siglo XIX, su desarrollo más profundo se da en el siglo XX, cuando surgieron las inaugurales sociedades y revistas ecológicas.

    Habiendo comenzado su vida como parte de la Biología, la Ecología tuvo un desarrollo primero apegado a ésta justificado en su propio centro de interés, a saber: el organismo o grupo de organismos con cierto grado de parentesco (especie o población), aunque sin considerar directamente las relaciones con el entorno. El énfasis de la ecología estaba en el estudio de la respuesta del organismo en un ambiente específico en el cual se desarrollaba.

    No sería sino hasta la década de 1930, cuando la Ecología –a través de la acumulación de estudios y experimentos más el establecimiento de un nuevo vocabulario académico (como el surgimiento del término ecosistema, establecido en 1935 por el ecólogo inglés Arthur G. Tansley) y la sistematización del estudio de cuestiones particulares– consolidaría su rol como ciencia autónoma. Así pues, pensar a cualquier pensador previo a la segunda mitad del siglo XIX como ecologista no constituye más que un absurdo error de anacronismo. En no pocas ocasiones se ha oído decir que filósofos clásicos como Platón, Aristóteles o Hipócrates¹⁷, fueron ecologistas. Incluso Leonardo Da Vinci ha sido catalogado en más de una ocasión como un ecologista en el Renacimiento¹⁸. Nada más alejado de la realidad pues, si bien resultaba frecuente entre los clásicos tratar de comprender el mundo que les rodeaba¹⁹, no se debería repensar la historia desde nuestro presente hacia atrás; menos aún se debería reinterpretar los sucesos pretéritos bajo cánones ideológicos de la actualidad.

    Cierto es que en la antigüedad grecolatina existía un interés por comprender las relaciones complejas entre los organismos y su ambiente que se exteriorizó en gran medida a través de apotegmas de carácter descriptivo. Al tiempo en que también resulta verídico que siempre existieron individuos preocupados por la protección del medio ambiente en que sus vidas se desarrollan. Esto fue, de hecho, resultado de la historia natural. Piénsese a modo de ejemplo en las tribus primitivas de cazadores–recolectores, para las cuales resultaba imprescindible tener ciertos conocimientos detallados acerca de dónde y cuándo encontrar a sus presas o alimentos. En otro sentido, la consolidación de la agricultura y la ganadería impulsaron la necesidad de aprender acerca de cómo mejorar el rendimiento en el cuidado de las plantas y los animales para optimizar recursos y satisfacer la mayor cantidad de necesidades posibles. No obstante, no hay peor idea, a la hora de echar un vistazo al pasado, que analizarlo con los ojos y los valores del presente. Ninguno de los clásicos fue –ni de cerca– lo que hoy se comprende por ecologista, quien, en esencia es, un sujeto político que pregona la globalización de los problemas ambientales del planeta, problemas ambientales que, en su mayoría, comprende como consecuencia primera del propio estilo de vida industrial típico de las naciones herederas de la Segunda Guerra Mundial.

    Para los distintos movimientos ecologistas consolidados políticamente en las décadas de 1960 y 1970, el deterioro ambiental fue resultado del estilo de vida industrial y las sociedades de consumo de Primer Mundo que, al exportar su estilo de vida al resto del planeta, también globalizaron la crisis, al punto de llevar a nuestra civilización a un punto de no retorno. El ecologismo es una ideología hija de la Modernidad, y como tal, comprende los vicios propios de su tiempo. Así es que vaticina que el fin de la vida humana llegará sin excepción, siempre y cuando no se cumplan los remedios que ella misma pregona, los cuales son ofrecidos desde una mirada cientificista que llega a demostrarnos, como especie, lo equivocados que estábamos respecto a nuestra forma de vida y cómo, en consiguiente, podremos dar solución a todos los males del mundo si obedecemos a los mesías iluminados que, en nombre de la ciencia, nos ofrecen una salida global.

    Un vicio desde su origen

    Ernst Heinrich Philip August Haeckel (Potsdam, 16 de febrero de 1834–Jena, 9 de agosto de 1919) fue zoólogo y divulgador de teorías darwinianas a Alemania; tal como se ha visto en páginas precedentes, es quien conceptualiza y promulga la Ecología como un área específica del conocimiento científico. Ahora bien, las ideas tienen consecuencias y lo cierto es que las ideas enarboladas por Haeckel han generado un sinfín de consecuencias en el último siglo. José Alfredo Elías Marcos detalla en uno de sus artículos que en el libro El enigma del Universo de Haeckel, se proclamó que la civilización moderna evolucionó gracias a lo tecnológico y lo científico, aunque seguía careciendo de un cambio cualitativo en lo moral y lo social. Advierte una inquieta sensación de desmembramiento y falsedad que asolaba Europa impregnando temor a grandes catástrofes en el mundo político y social, dirá Haeckel: La desmedida arrogancia del presuntuoso hombre le ha hecho creer erróneamente que es ‘la imagen de Dios’, dueño de una vida eterna... y poseedor de un ilimitado libre albedrío.

    Haeckel sostuvo que la humanidad debía alejarse de las falsas ilusiones prometidas por la religión; el retorno a la naturaleza como directriz del orden parecía ser el destino buscado por el fundador de la Ecología. Dirá José Alfredo Elías Marcos al explicar el pensamiento de Haeckel: El nuevo hombre debía ser uno la ecología, ya que toda la historia humana era sólo una parte de la historia de la rama de los vertebrados. La selección natural de Haeckel está en función de la evolución, la cual corresponde a un sistema de crecimiento orgánico que impregna toda la naturaleza y que Haeckel llamó monismo" (sistema vitalista determinista donde todas las fuerzas se desplazaban hacia una sola totalidad, incluida la comunidad humana).

    La selección natural, la lucha a muerte por el dominio y el poder, está en función de la evolución, la cual corresponde a un sistema de crecimiento orgánico que impregna toda la naturaleza y que Haeckel llamó monismo. Haeckel sostuvo que la humanidad formaba parte de aquel determinismo naturalista donde todo surgía de una sustancia primera y que hacía a la totalidad del ser. Haeckel fundó la Liga Monista que pregonó en Alemania las ideas más profundas en orden a la selección natural y la evolución; de hecho, Haeckel focaliza ya a comienzos del Siglo XX sus investigaciones en la embriología y anatomía desde su teoría evolutiva. La evolución de la humanidad era considerada desde una unidad universal y exclusiva del estadío evolutivo más apto. Las ideas de la Eugenesia paulatinamente comienzan a asentarse en el campo cultural lo que a la postre favorecería la legitimación de cualquier política pública en dicho orden.

    En 1904 se funda la Sociedad de Higiene Racial, la cual preside Haeckel y que se expande por toda Alemania. Muchos cientificistas se sumaron al creciente consenso de que el futuro político de Alemania requería un socialismo de Estado bajo el argumento de una población controlada para el desarrollo sostenible de Alemania.

    Como dato a considerar, Assmuth y Hull publicaron en 1915 las impugnaciones a Haeckel ya que sus métodos eran de dudosa procedencia y carecían de rigor científico. "Esta cuestión

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