APOCALIPSIS: ¿Qué dice la Biblia sobre las profecías del fin?
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Conoce de cerca las profecías escatológicas para entender su significado de una manera sencilla y práctica y, sobre todo, para saber identificar en qué momento profético nos encontramos en estos tiempos para el regreso del Señor Jesús.
En este libro, el reconocido Pastor Jahaziel Rodríguez examina lo que Apocalipsis da a conocer sobre el final de los tiempos y las señales del regreso de Jesús. Guiado por una enseñanza accesible que deja que las Escrituras hablen por sí mismas, usted aprenderá más de:
- La cronología de las profecías que el Señor Jesús le mostró al apóstol Juan.
- El conocimiento para identificar las señales que nos ayudarán a saber en qué momento de las profecías bíblicas estamos viviendo.
- Los estímulos, desafíos y advertencias que Jesús mismo dio con el fin de prepararnos para Su regreso.
- Lo que dice la Biblia sobre la importancia de velar por los tiempos y las señales del regreso del Mesías.
¿Por qué nos daría Dios en su palabra tantos avisos y profecías acerca del tiempo del fin? Él quiere que estemos listos. ¿Se encuentra usted preparado para lo que está por venir?
REVELATION
Get to know, closely, the eschatological prophecies to understand their meaning, and above all, to know how to identify our current prophetic moment in relation to the return of the Lord Jesus.
The renowned Pastor Jahaziel Rodriguez examines what Revelation reveals about the end times and the signs of the return of Jesus. Guided by accessible teaching that lets the Scriptures speak for themselves, you will learn:
- Chronology of the prophecies the Lord Jesus showed the apostle John.
- How to identify the signs that will help us to know in which moment of biblical prophecy we are experiencing.
- Encouragement, challenges and warnings that Jesus Himself gave us to prepare for His return.
- What the Bible says about the importance of watching for the times and signs of the Messiah's return.
Why would God give us so many warnings and prophecies in His Word about the time of the end? He wants us to be ready. Are you prepared for what is to come?
Jahaziel Rodríguez
El pastor y evangelista Jahaziel Rodríguez, es un reconocido ministro que sirve al Señor en un ministerio multifacético y dinámico. Jahaziel es el director del impactante canal de Youtube “Qué dice la Biblia” con más de un millón de seguidores, llevando una palabra semanal con el propósito de colaborar en el crecimiento espiritual de cada creyente. También es pastor asistente en la iglesia Monte de Sion, en Miami, Florida; además, es un amante de la alabanza y la adoración.
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APOCALIPSIS - Jahaziel Rodríguez
Capítulo 1
Las siete iglesias del Asia Menor
A pesar de que Apocalipsis es un libro futurista que contiene profecías reservadas para el tiempo del fin y que fue escrito para el beneficio de toda la iglesia a través de la historia, sus tres primeros capítulos van dirigidos a siete iglesias del Asia Menor en aquel entonces: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Estas congregaciones fueron fundadas por los apóstoles y misioneros que expandieron la palabra por toda el Asia Menor en los primeros años de la iglesia primitiva, y muy probablemente, por aquel entonces el apóstol Juan las supervisaba.
Sin embargo, en el momento en que él recibe esta revelación en Patmos, cada una de aquellas iglesias se encontraba atravesando por alguna situación en particular, en varios casos una crisis espiritual, por lo que el Señor les hace una radiografía espiritual y le dice a cada una de ellas: «Yo conozco tus obras . . .» (Ap 2:2, 9, 13, 19; 3:1, 8, 15). De esta manera, no solo les expone su verdadera condición, sino que además les envía un mensaje de corrección, exhortación o incluso consuelo, según la necesidad de cada una para aquel contexto y momento.
Ahora bien, ¿por qué permitió Dios que el mensaje a estas iglesias fuera incluido en Apocalipsis, siendo un libro tan futurista? ¿Acaso no se pudo haber hecho una epístola similar a las otras que hay en el Nuevo Testamento? Oh mi estimado hermano, la razón por la cual el Espíritu Santo permitió que esto fuera incluido en Apocalipsis y en especial en sus primeras páginas es que estas siete iglesias tienen un gran simbolismo a nivel profético para el tiempo del fin, porque representan las distintas etapas que la iglesia universal atravesaría antes del arrebatamiento. No obstante, antes de ver cuál es ese mensaje profético que cada iglesia representa, veamos cuál es el mensaje que el Señor envió a cada una de ellas y qué lección podemos sacar para nuestras vidas.
Éfeso
La primera congregación a la cual el Señor se dirige es la iglesia en Éfeso, la ciudad más importante de toda la provincia romana del Asia, la cual se caracterizaba por su gran religiosidad y paganismo. Allí estaba el famoso templo a Diana de los Efesios, una de las maravillas del mundo, donde se realizaban orgías y pecados abominables. Fue allí donde ocurrió el gran alboroto provocado por Demetrio, quien intentó llevar a Pablo y sus compañeros a la muerte (Hch 19:23-41). Sin duda alguna, tal idolatría fue uno de los grandes enemigos a los cuales la iglesia tuvo que enfrentar, aunque el peligro mayor vino por parte de los lobos vestidos de ovejas, aquellos herejes de los cuales ya el apóstol Pablo le había advertido a esta congregación que llegarían (Hch 20:29), personas que tratarían de engañar a los discípulos con falsas doctrinas como el gnosticismo y los movimientos que intentaban judaizar a los cristianos gentiles. Sin embargo, a pesar de toda esta oposición, la iglesia había perseverado firme, identificando y exponiendo a los falsos maestros y sus doctrinas. Es por esto que el Señor Jesús comienza su mensaje elogiándola:
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado (Ap 2:2-3).
Además, los alabó por rechazar en especial las doctrinas de los nicolaítas, un grupo infiltrado en la iglesia que abogaba por un relajamiento doctrinal para no contrariar al mundo y no ser perseguidos. Estos eran liberales que rechazaban la santificación y preferían una iglesia liberal, acomodada al sistema mundano. No obstante, la iglesia de Éfeso se mantuvo firme, por lo que el Señor los felicita diciendo: «Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco» (Ap 2:6).
A pesar de estas virtudes que la iglesia tenía, hubo algo que el Señor les reprochó, y es que habían dejado su primer amor, por lo cual les dice: «Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor» (Ap 2:4).
¿Qué es el primer amor? Es curioso que el nombre de «Éfeso» en su idioma original signifique «deseo ardiente», porque precisamente de eso se trata el primer amor, del fervor y la pasión con los cuales uno debe amar al Señor, esos que nos hacen desear su presencia, hablarle, leer su Palabra y pasar tiempo a solas con Él. Cuando una pareja está recién casada, es común en esos primeros años observar una pasión entre ambos que los motiva a desear compartir juntos a menudo. Pero con el paso del tiempo, en muchos casos, lamentablemente una de las partes o a veces ambas permiten que ese amor se enfríe y caiga en la monotonía. Y en nuestra relación con Dios sucede igual. Dios no desea que nos volvamos religiosos vacíos, sino que permanezcamos apasionados con Él. Por lo cual, el primer mandamiento dado en la Palabra dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» (Mt 22:37). Fíjese en la intensidad con la cual Dios desea que lo amemos, una que incluya todo nuestro corazón, el alma y la mente.
Ahora bien, cuando Dios reclama que alguien ha perdido su primer amor, por lo general esto tiene que ver mucho con la vida de oración de la persona y su tiempo de calidad con Él. El salmista dijo: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo» (Sal 42:1-2). Cuando uno ama a Jesús, sentirá una pasión por estar a solas con Él en oración y leyendo la Biblia. No obstante, cuando nos enfriamos, por lo general también se enfriará nuestro tiempo de oración.
Hubo una vez un pastor en Estados Unidos llamado Francis a quien Dios comenzó a usar y bendecir en su pastorado. En sus inicios, él era un hombre de oración, apasionado por la lectura bíblica y la comunión con Dios. No obstante, con el crecimiento de la iglesia y sus grandes responsabilidades, permitió que lentamente el tiempo y la calidad de su oración menguaran, al punto de convertirse en un pastor religioso y vacío por dentro. Nunca el primer amor se pierde de la noche a la mañana, sino que se va apagando lentamente, en general gracias a los espinos del afán aun dentro de la misma iglesia.
Un día, un humilde hermano de la congregación se le acercó después del servicio para darle una palabra que el Señor le había revelado la noche anterior. Al recibir a este hermano, el pastor se emocionó pensando que se trataría de algún nuevo proyecto que Dios tenía para él. Pero en realidad, el hermano le comentó: «Anoche el Señor me dijo: Dile a Francis que lo extraño
». Esas palabras penetraron en el corazón de aquel pastor como un bisturí de cirujano, porque exponía su crítica condición espiritual, de apatía y frialdad. A veces los pastores podemos encontrarnos trabajando para la obra de Dios, pero nos descuidamos de pasar tiempo con el Dios de la obra. Así como Marta, que aunque estaba sirviendo a Dios había descuidado la mejor parte, aquella que María había escogido: sentarse a los pies del Maestro (Lc 10:42).
La iglesia de Éfeso había caído lentamente en una frialdad espiritual tan grande, que aunque tenían celo y conocimiento de la verdad ya no pasaban tiempo con Dios, porque se habían vuelto mecánicos. Y es por esto que el Señor les advierte, diciendo: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido» (Ap 2:5). Lo peor que le puede pasar a una iglesia o a un creyente es que el candelero de Dios sea quitado de su vida, el cual, en este contexto es tipo de la unción y el respaldo del Espíritu Santo. La solución que Jesús le dio a esta iglesia para recuperar su primer amor consistía de tres pasos. Primero, que recordara de dónde había caído. Segundo, que se arrepintiera y se volviera de su mal camino. Y tercero, que comenzara a realizar otra vez las primeras obras que una vez la habían caracterizado como una iglesia avivada. ¿Cuáles obras eran estas? Sencillamente, aquellas que la habían acercado a la presencia de Dios, y me refiero a la oración y la comunión con el Señor. Jesucristo iba muy comúnmente a orar a un huerto llamado Getsemaní, que significa en el original «prensa de aceite». Esto nos recuerda que la oración es el detonante de la presencia del Espíritu Santo, así como Jeremías 33:3 nos encomienda: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces».
Si usted, estimado lector, se identifica con esa iglesia debido a que sabe que su pasión por Dios se ha enfriado, es necesario que despierte y busque llenarse de Dios nuevamente, porque le adelanto que a fin de estar listo para todas las grandes profecías de las cuales hablaremos en los siguientes capítulos, hay que tener aceite en las lámparas.
Esmirna
La segunda congregación a la cual el Señor se dirige es la de Esmirna, una comunidad a la que, a diferencia de la de Éfeso, Cristo no le reprochó nada, sino que más bien su mensaje fue para consolarla, pues era una iglesia muy sufrida, como su mismo nombre lo indica. Este proviene de la antigua palabra griega para «mirra», que es tipo del sufrimiento.
Esmirna era una de las ciudades más hermosas y ricas del Asia Menor, pues estaba edificada al lado del mar Egeo. No obstante, al igual que otras ciudades de la región, esta era muy devota al Imperio romano y sus prácticas idolátricas, a tal nivel que allí se había construido el primer templo a la diosa «Roma». Tal idolatría provocó que sus ciudadanos persiguieran a los cristianos expulsándolos de sus empleos, condenándolos así a la pobreza y la escasez. Pero además, los mismos judíos incrédulos al evangelio se habían confabulado con los paganos para perseguir a los creyentes, encerrándolos en la cárcel y matándolos, por lo cual Jesús llama a esos judíos «falsos» y «sinagoga de Satanás». De este modo corrobora lo mismo que dijo en su ministerio a los judíos que no creían en Él: «Vosotros sois de vuestro padre el diablo» (Jn 8:44). Es por eso que Jesús los consuela diciendo:
El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás. No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (Ap 2:8-10).
No obstante, el peor período de persecución estaba a punto de llegar. La indicación de que la persecución perduraría por diez días significaba que se extendería por muchotiempo, aunque también era algo simbólico, pues la cantidad de persecuciones llevadas a cabo por el Imperio romano en contra de la iglesia fueron precisamente diez en total, extendiéndose la última precisamente diez años. Se cree que la iglesia de Esmirna sufrió dos de estas diez persecuciones, y que hubo más de dos mil trescientos cristianos que dieron su vida por causa del evangelio, entre los cuales estuvo Policarpo, el pastor de la iglesia que fuera un discípulo del apóstol Juan. Cuenta la historia que cerca del año 155 d. C., siendo ya un anciano, Policarpo fue condenado a morir en la hoguera y mientras era llevado, el procónsul romano le dio una última oportunidad pidiéndole que maldijera a Cristo y jurara lealtad al César como señor. Sin embargo, Policarpo respondió: «Ochenta y seis años hace que sirvo a Cristo, y ningún daño he recibido de Él. ¿Cómo puedo maldecir a mi Rey, que me ha salvado?». Acto seguido, aquel gran hombre de Dios murió quemado en la hoguera como un verdadero mártir mientras cantaba himnos al Señor. Es por esto que el Señor dijo: «Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Ap 2:10).
Sin duda, la iglesia de Esmirna fue una de las que más persecución sufrió en carne propia. No obstante, resulta muy significativo que a esta congregación Jesús se le presente bajo el título de «el primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió» (Ap 2:8), ya que con esas palabras hace alusión a su victoria sobre la muerte. Esto tenía la intención de que los creyentes recordaran que de la misma manera que Él resucitó, hay esperanza de vida eterna y resurrección para aquellos que le sirven.
Estimado amigo, hay algo que vale más que el dinero, el prestigio, la fama y hasta la vida misma, y es la vida eterna, el gozo de estar con Cristo por toda la eternidad y escapar del infierno, así como las promesas de resurrección que Jesús nos da. La Biblia establece: «Si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará» (2 Ti 2:12).
Pérgamo
A unos setenta kilómetros al norte de Esmirna se encontraba la tercera iglesia a la cual Jesús se dirige, localizada en Pérgamo, una ciudad grande y próspera asentada sobre una gran colina de trescientos metros de altura. Según algunos estudiosos, el nombre Pérgamo significa en griego algo así como «matrimonio mixto», lo cual va muy de la mano con la situación espiritual que esta iglesia estaba atravesando y lo que simbolizaba, como veremos al final del capítulo.
Pérgamo fue famosa por su gigantesca biblioteca, que contaba con doscientos mil pergaminos y que según algunos podía competir con la biblioteca de Alejandría, la sede de la sabiduría griega en su momento. Por lo tanto, este era un centro de sabiduría y conocimiento para el mundo entero. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de los paganos hacia Pérgamo no era su biblioteca, sino los monumentos religiosos dedicados a los dioses del Imperio romano. Se dice que había un templo dedicado a Zeus, otro al dios de la medicina y, como si fuera poco, también se había construido allí el primer templo al emperador romano, donde se obligaba a los ciudadanos a ofrecer incienso a su estatua. De este modo, Pérgamo se convirtió poco a poco en la ciudad más idólatra de toda Asia Menor. Quizás es por esto que Jesús afirma que en ella estaba «el trono de Satanás» y le dice a la iglesia allí localizada las siguientes palabras:
Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás (Ap 2:13).
El Señor comenzó alabando a esta iglesia por sus virtudes y su fidelidad en medio de la persecución, aun cuando habían matado a Antipas, el pastor de la iglesia que muriera como mártir en la hoguera según algunos. Sin embargo, no todos fueron elogios, porque el Señor también mencionó algunos defectos:
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca (Ap 2:14-16).
Como ya aprendimos, los nicolaítas eran un grupo sectario infiltrado dentro de la iglesia que abogaba por un relajamiento doctrinal, no solo en cuanto a lo dogmático, sino también en lo relacionado a la vida sexual. Además, en esta iglesia había otro grupo que retenía la doctrina de Balaam, los cuales enseñaban que no era malo sacrificar a los ídolos, comer de dichos alimentos ni concederse ciertas libertades sexuales. Por lo tanto, el Señor los compara con el adivino Balaam, que provocó la fornicación de los israelitas a través del consejo malévolo que le dio al rey Balac (Nm 22—23). No obstante, a diferencia de Éfeso, que había reprendido a tales grupos sectarios, la iglesia de Pérgamo fue condescendiente con ellos, lo cual hace que Jesús los reprenda por tener a tales personas dentro de su congregación.
Evidentemente, la iglesia es un lugar para enfermos espirituales y no les debe cerrar la puerta a personas que, aunque equivocadas, vengan con sinceridad para conocer sobre la verdad de la Palabra. Pero se nos da la orden de que no compartamos con ningún hereje que persistiendo en su maldad quiera seducir a los hermanos. Pablo dijo: «Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis» (1 Co 5:11). Ante los ojos de Dios, la iglesia, como sal que es y encargada de preservar la verdad, estaba obligada a rechazar tales falsas doctrinas. No obstante, en vez de eso, habían sido permisivos con el pecado, al igual que lo fue Elí con sus hijos (1 S 3:13). Es por esto que el Señor los disciplina y advierte: «Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca» (Ap 2:16). La advertencia del Señor se refiere a una visita de corrección y juicio sobre esta iglesia, pero menciona también un juicio que declararía contra aquellos paganos a través de la espada de su boca, de la misma manera que lo hizo con Ananías y Safira (Hch 5:1-11).
Mi estimado hermano, nunca seamos permisivos con el pecado, sino desechémoslo y condenémoslo. La Palabra establece así: «Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la heredad de los justos; no sea que extiendan los justos sus manos a la iniquidad» (Sal 125:3).
Tiatira
A unos sesenta y cinco kilómetros al sureste de Pérgamo se encontraba Tiatira, una ciudad reconocida por su gran comercio y fabricación de telas preciosas de lana y púrpura. Lidia, la vendedora de púrpura que se convirtiera a Cristo por medio de la predicación del apóstol Pablo (Hch 16:14), era de esta comunidad. Y como sucedía en todas las otras ciudades de Asia, la idolatría y el paganismo eran también notables allí, pues había un templo al dios Apolo y otro a Artemisa o Diana, además de mucha superstición y ocultismo. Sin embargo, la ciudad era famosa sobre todo por los banquetes y festivales promiscuos que se hacían en honor a los dioses paganos.
Pues bien, sucede que en medio de esa oscuridad espiritual se encontraba una humilde iglesia que se había mantenido firme en la fe y a la cual el Señor elogia diciendo: «Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras» (Ap 2:19). Note conmigo que de esta iglesia se elogia su fe, su amor, su perseverancia en el evangelio y su servicio eficaz en la obra del Señor, pero además su gran crecimiento en la fe, porque se afirma que sus obras postreras eran más que las primeras.
No obstante, a pesar de tantas cualidades, el Señor menciona también un gran defecto, similar de hecho al de la iglesia de Pérgamo. Y era que habían tolerado a los herejes dentro del cuerpo de Cristo, aunque en este caso se trató en específico de una mujer pagana:
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran,