Viaje a Caral: América y la resistencia de los pueblos indígenas
Por José Bengoa
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La travesía comienza en Caral, la ciudad más antigua de América del Sur, donde el autor, junto con su compañera y colega, encuentran el origen utópico del continente. Este viaje transforma la interpretación de la historia, desplazando el inicio de la narrativa más allá del Puerto de Palos. Es la Historia larga de América, de esta parte de América que comienza hace miles de años y que en Caral encuentra su símbolo más expresivo. Unas memorias subordinadas que se han alzado en estos últimos veinte años en lo que hemos denominado "la emergencia indígena en América Latina.
Desde Caral hasta las ciudades mochicas, desde las ruinas de Chan Chan hasta Machu Picchu, el autor recorre las huellas de la historia. Con una mirada crítica y reflexiva, el texto examina cómo, a partir de las cenizas de invisibilización, emerge una nueva "indigeneidad". El análisis étnico se convierte en una variable indispensable para entender la América Latina contemporánea.
Este libro es más que una crónica; es una llamada a revisar la historia, a reconocer la emergencia indígena como parte fundamental de la identidad latinoamericana. Un relato que desafía prejuicios y nos invita a mirar más allá de las fronteras impuestas por el tiempo y la escritura occidental, explorando las complejidades de una región que se construye desde sus raíces más profundas.
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Viaje a Caral - José Bengoa
BENGOA C., JOSÉ
CRÓNICAS AMERINDIAS
VIAJE A CARAL
Crónicas acerca de la larga historia de América
y la resistencia de los pueblos indígenas
Santiago, Chile: Catalonia, 2023
228 p. 15x23 cm
ISBN: 978-956-415-068-0
Historia
983
Diseño de portada: Guarulo & Aloms
Ilustración de portada: Obra Los caminantes de la Aurora
(Acrílico, 195x130 cm, 1978) Autor: José Venturelli ©FUNDACIÓN JOSÉ VENTURELLI
Fotografías e imágenes interiores: Ximena Valdés
Corrector de textos: Hugo Rojas Miño
Diagramación interior: Salgó Ltda.
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
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Primera edición: noviembre, 2023
ISBN: 978-956-415-068-0
ISBN Digital: 978-956-415-069-7
RPI: Trámite mrbwnx
© José Bengoa C., 2023
© Editorial Catalonia Ltda., 2023
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl - @catalonialibros
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
A Ximena,
compañera de viajes.
Índice
Advertencia
El orden del libro
Comienzo y Sentido: Viaje a Caral
Escaleras al cielo
El algodón y el intercambio
Los viajes sin fin…
Posdata
Meditaciones Americanas
Por una teoría de la seducción
La construcción del sujeto
El amor sin pecado
La larga Historia Americana
Primera Parte
De Huellas y Fragmentos
Capítulo Primero
Los Primeros Habitantes
Capítulo Segundo
Cazadores y Cazadoras
Capítulo Tercero
El Tiempo de los Conchales
Los hueques
Los changos
La navegación prehispánica
Capítulo Cuarto
Las Piedras Horadadas y la (Posible)
Edad de Piedra en Chile Central
Segunda Parte
El tiempo de las aldeas
Capítulo Quinto
Memorias de Cuncumén
Capítulo Sexto
Meditaciones Acerca de la Vida Buena
Meditación en el Museo de La Serena
Meditación sobre los fragmentos de Pitrén
De las chacras
Nuevas meditaciones en el Museo de El Vergel
Tercera Parte
Las Sociedades Arcaicas
Intermedio:
Conversaciones en Copacabana
Capítulo Séptimo
Viaje a las Islas Flotantes de los Urus (Uros)
Capítulo Octavo
De Reinas y Reyes o Señoras y Señores
De la aparición de las ciudades:
El síndrome de Hardoy
El tiempo de los señores (y señoras)
Por una teoría del señorío
Meditación en Chan Chan
Meditación en Tiawanaco
Capítulo Noveno
Tawantinsuyo o el Tiempo de los Incas
Vilcabamba
Machu Picchu
Chinchero
Capítulo Décimo
Conocoto
50 años después
Capítulo Décimo Primero
El Pasado Es Nuestro Futuro
Sociedades hidráulicas
La domesticación de plantas y animales
Horticultura y agricultura
La reciprocidad de las aguas
Y las plantas
Capítulo Décimo Segundo
Las sociedades de los Bordes
El tiempo mapuche
Meditación en Lumaco
Los cuel
Lago Ranco
El mundo guaraní
Música y guaraníes
El último malón guaraní
Meditación en el Barrio Toba
La arista guaraní dos
Adendum: Viaje a los quechuistas
de Santiago del Estero
Posdata segunda
Al final
Las Últimas Canoas
Cauash
Meditación en Puerto Edén
Las últimas canoas
ADVERTENCIA
Pareciera ser una obligación intelectual repensar la larga Historia Americana a la luz de lo que hoy día ocurre con los movimientos de emergencia y presencia indígena en América Latina. Caral es la ciudad más antigua de América y se afirma en este libro que allí comienza la verdadera Historia Americana, especialmente del sur, dejando un enorme período anterior lleno de niebla y fragmentos del caminar de los humanos por estas tierras.
En Viaje a Caral, repensamos el largo pasado de América, desde los cinco mil años de distancia. No se trata de un libro de arqueología en que el autor no es competente, sino que de reflexiones, desde la antropología, la historia y sobre todo de la filosofía. Quizá el único mérito es que el autor ha caminado, junto a su compañera, por la mayoría de los lugares y ruinas que por lo general describe en este libro y quizá esas meditaciones allí situadas tengan algún valor. Es por ello que le está permitido escribir al modo de crónicas.
Cajón del Maipo, 26 de julio de 2023
EL ORDEN DEL LIBRO
Este libro entrega elementos para remirar nuestra historia. Trata de comprender el modo como se llegó a una suerte de invisibilización general de los pueblos indígenas de América, a su destrucción, y en muchos casos casi a su desaparición. Busca comprender cómo esa situación se fue normalizando en la sociedad latinoamericana, en que sus sobrevivientes fueron declarados objetos de folklor y, cuando más, fabricantes de artesanía con fines turísticos. Y finalmente cómo de esos fragmentos, en algunos casos cenizas, ha comenzado a surgir una nueva indigeneidad
que tiene sorprendidas y tal vez atemorizadas a las élites, de tal suerte que la rechazan abiertamente, expresando un racismo cada vez más evidente y brutal. El libro es una larga crónica por las señales y huellas que han quedado de las civilizaciones americanas, de la invasión europea y sus consecuencias, y de la larga resistencia indígena por no desaparecer.
La América Latina de hoy no se puede entender sin el análisis de la variable étnica. Ciertamente hubo un encuentro entre la variable clasista y racista en la formación del pueblo americano y su explotación. Sin embargo, desde hace veinte años la dimensión indígena, sus derechos, su lenguaje, la explosión de sus memorias subalternizadas
, la emergencia del actor indígena
son aspectos ineludibles. Esta realidad social y política nos obliga a revisar la Historia, y esa es la intención y pretensión de este trabajo. Por ello es que en este libro no hablamos de pre-historia para referirnos a lo ocurrido y vivido antes de la llegada de los españoles y europeos. Es la Historia larga de América, de esta parte de América que comienza hace miles de años y que en Caral encuentra su símbolo más expresivo.
El libro está compuesto de una previa
en que el autor (y su compañera y colega) viajan a Caral, la ciudad más antigua de América del Sur, y que en su imaginación se ha transformado al mismo tiempo en el pasado utópico del continente. Ese viaje por el Valle de Supe nos cambió el sentido e interpretación de nuestra Historia y es el origen de este libro. Una Historia Americana que no comienza en el Puerto de Palos de Moguer, sino que mucho antes. Unas memorias subordinadas que se han alzado en estos últimos veinte años en lo que hemos denominado la emergencia indígena en América Latina
.¹ Ya no es la única memoria que pretendía la fusión de todas las razas en el crisol bolivariano. Es la Patria del Criollo que se ve inundada por la sublevación de los múltiples actores de estas tierras llenas de confusión y misterios Son las élites sorprendidas por los indios
² que ya los creían desaparecidos.
Situamos en Caral el mítico inicio de nuestra Historia Americana hace cinco mil años, Visitamos a continuación los fragmentos de lo que habría sido El tiempo de las aldeas
, imaginándonos ese mundo en que los seres humanos vivían en pequeñas agrupaciones, cazaban, recolectaban y sembraban hortalizas y todo tipo de plantas, y en el que no existían aún poderes despóticos superiores que los reprimiesen y coartasen su libertad. Caral es, en este sentido, un punto transicional en que se mantienen las aldeas y se construye un gran centro ceremonial donde quizá lo más importante era la música, ya que la guerra propiamente tal al parecer aún no había llegado.³
Una vez realizadas estas meditaciones tomamos rumbo a las primeras ciudades propiamente tales que brotan en la costa del Pacífico, hoy el norte del Perú. Allí florecieron las ciudades Estados de la llamada cultura moche, o mochica, en especial. Hemos tenido la fortuna de pasar largos períodos en las ruinas de Chan Chan, conocido el sitio llamado del Brujo, maravillados por las tumbas del Señor de Sipán y muchos otros ubicados, y también hemos subido al altiplano, a Tiwanaku⁴, en lo que hoy es Bolivia al borde del Lago Titicaca, y realizado largas visitas a Machu Picchu.
Los bordes o fronteras del incanato se mantuvieron independientes por siglos y siglos y recién en el siglo XX fueron parciamente sometidos. Guaraníes y mapuches forman dos grandes pueblos y culturas americanas.
Un capítulo lleno de dureza y poder simbólico se refiere a los últimos canoeros del extremo sur del continente y su resistencia a dejar de serlo, con lo cual vamos finalizando este libro. Son historias diferentes, una de ellas contada nada más ni nada menos que por Darwin en su viaje alrededor del mundo, que bien podrían simbolizar lo que se quiere afirmar cuidadosamente en este escrito.
Comienzo y Sentido:
VIAJE A CARAL
A Ruth Shady, con admiración y respeto.
Pero, ¿qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?
.
Alejo Carpentier
C:\Users\Usuario\Desktop\CIUDAD SAGRADA DE cARAL.jpgVista aérea de la ciudad de Caral con el valle del río Supe al fondo.⁵
Viajamos a cinco mil años de distancia. Un horizonte de tiempo que nos ha cambiado la mirada de la Historia de nuestro continente, la América Latina llamada con ingenua ternura el Nuevo Mundo. Es ese espacio de tiempo el que anima la crítica en este libro. Porque Caral es a la vez el pasado y también puede ser nuestro futuro, el futuro utópico por cierto de un conjunto de pueblos y naciones que buscan un modo de vivir en este mundo. Por ello Caral es un viaje, imaginario pero posible. En eso consisten estas páginas.
----------o----------
Salimos de Lima en un vehículo que se desplazaba pesadamente entre poblaciones destartaladas, casas pegadas a los cerros desérticos, basura por todas partes, centros comerciales y bulla inaudita. ¿Cómo pueden vivir los seres humanos en esas condiciones? Hace cinco mil años en Caral se vivía mucho mejor. La Historia no solo no avanza como creyeron tantos autores denominados filósofos, sino que retrocede consistentemente, miserablemente podemos agregar. Seguimos hacia el norte del país y del continente; la costa se percibe a nuestra izquierda y a veces incluso divisamos el océano Pacífico. Llegamos a Huacho, puerto desarticulado, lleno también de semiviviendas, basurales y riqueza mal distribuida. El mar entrega los mejores peces del mundo probablemente y las tierras del valle del río Supe muestran cultivos maravillosos de maíces, las enredaderas de los maracuyás, algo de caña de azúcar que aún queda y todo tipo de verduras y productos sabrosos. Internándose hacia la Cordillera de los Andes por caminos pedregosos, cruzando el Supe sin puente, agrandado por las lluvias cordilleranas, llegamos a Caral finalmente.
Don Dino Agurto nos esperaba a la hora convenida. Hace 27 años que trabaja en las ruinas. Conoce cada piedra. Ha colaborado por décadas con la arqueóloga Ruth Shady, quien nos ha recomendado y que ha hecho una labor increíble. Caminamos por medio de las piedras. En silencio.
Una gran incógnita recorre nuestra mente. Don Dino nos dice: Nunca hemos encontrado armas
, y la emoción nos duele. Partimos nuestra larga Historia Americana sin guerras me digo lleno de optimismo, quizá romántico. Me recuerdo hace ya muchos años caminando por Monte Albán, cercano a Oaxaca, habiendo leído la meditación del trapense Thomas Merton donde dice que allí tampoco había armas. Y no puedo menos que anotar en mi cuaderno, sentado en una piedra de miles de años, que en El Vergel, cerca de la actual ciudad de Angol en el sur de Chile, en restos de la cultura mapuche tampoco se han encontrado. Ya con estos pensamientos, me digo, valió la pena hacer este viaje.
En la radio de la camioneta sonaba Lennon en su icónica canción, diciéndonos que soñáramos un poco, que nos imaginemos que el mundo no ha sido así siempre y que quizá alguna vez fue diferente. Podría por tanto volver a ser distinto al actual. Claro que guerra es diferente a violencias, que son casi sustanciales de la vida.
América es bastante más antigua de lo que han creído quienes nos han estudiado y calificado. ¿Y quién nos dice que en los inicios de estas agrupaciones humanas no hubo guerras? ¿No podemos acaso cambiar la Historia? ¿No podemos a partir de estas piedras silenciosas cambiar un tanto la imagen de la Historia, de nuestra Historia? A las finales, este libro que acá iniciamos trata justamente de preguntarse por la violencia que recorre de modo grosero nuestras sociedades. Nos preguntamos por el origen de la mala vida. Y para eso recorremos decenas de lugares de la antigua América, sociedades diversas, y hacemos teoría a partir de héroes y tumbas
, como habría dicho nuestro bienamado escritor argentino desde su casa de Santos Lugares.
El autor en Caral. Febrero de 2022.
Escaleras al cielo
¿Por qué esta obsesión por subir, por elevarse, que ha tenido el ser humano? En Caral las Pirámides circunscriben el paisaje. Cerros humanos y cerros naturales. Los caralienses
—así los llamaremos provisoriamente— quisieron traer la Cordillera de los Andes a su entorno directo. ¿Para qué? No para enterrar a sus faraones, como en esos mismos años lo hacían en el Nilo, sino que a sus jefes, como en otras culturas. Don Dino nos va diciendo que bajo esas piedras no se han encontrado cadáveres. No se ha encontrado cementerio en Caral.
En cambio, se han encontrado cientos de instrumentos musicales. Flautas confeccionadas con huesos de pájaros, de llamas y guanacos, incluso con huesos de alas de cóndor, en una figura de una poesía extraordinaria. ¿Qué sonidos emitirían esos instrumentos? Poco sabemos y mucho menos lo podemos imaginar. No era la escala tonal a la que nuestros oídos se han acostumbrado. Tubos gruesos y flautines delgados sonarían de un modo curioso y quizá de tonos para nosotros desafinados.
C:\Users\Usuario\Desktop\FOTOS TRES\20220216_104405.jpgEscalas en Caral.
Era ciertamente una elevación en medio de la ciudad de modo de acercarse al cielo. Allí en lo alto estarían posiblemente los ancestros, los espíritus tutelares; en fin, lo divino. Porque es algo que siempre y en todas las culturas se repite: subir al cielo, mirar al cielo, separar el cielo de la Tierra. Sobre todo es tan fuerte en la noche, cuando el cielo se llena de estrellas, de la luna cambiante, y uno se pregunta asuntos tan ordinarios como que si habrá o no vida en otras partes. Nos podemos por tanto imaginar que los caralienses subirían con un concierto de flautas y tubos, cantando, soñando, conversando. Quizá iban a ver las estrellas. Quien está en lo alto domina el paisaje. Hay tantas imágenes sobre el subir como sueños de los seres humanos.
Don Dino, con quien caminamos por esos roqueríos que fueron la ciudad de Caral, nos afirma con certeza que no hay cementerio. Cuenta de un día que encontraron dos fetos de llamas o guanacos debajo de unas piedras en una suerte de pozo. La doctora Shady saltó de contenta, ya que con ese material genético era mucho más seguro calcular la antigüedad mediante el carbono 14. Lo enviaron a Estados Unidos y todas las pruebas han señalado cinco mil años aproximados. Ya son muchas pruebas sobre estas fechas. Pero cementerios no se encuentran.
Poco sabemos, pero podríamos imaginar. Por ejemplo, que los cuerpos eran incinerados. Sin embargo, alguna ceniza habría quedado. O que simplemente los humanos vivían su cotidianeidad en el Valle del Supe, cerca de las fuentes de agua; que subían a Caral a ceremonias y que sus habitaciones eran temporales mientras duraban esas fiestas en que tocaban los instrumentos que allí dejaban, y que allí quedaron como hermosos testimonios de una sociedad musical.
Porque lo que más nos maravilló de Caral fueron sus plazas redondas, como un candado en el piso rebajado, con un borde donde es fácil pensar que las personas se sentaban a mirar el redondel, el ruedo. Allí sigue habiendo eco. Don Dino aplaude con sus manos y el aplauso se repite de modo maravilloso. Nos dice: Imagínese a 170 músicos acá adentro tocando sus flautas y chirimías…
. Sería como una enorme jaula de pájaros de la cordillera hasta el mar. Cóndores, gaviotas, pelícanos, acompañados de guanacos, llamas y todo tipo de huesos de animales y aves que suenan como ellas. ¿Sería eso? Es arriesgado soñar que la música era el factor de suave dominación que existía en Caral. Sin embargo, es una utopía digna de pensar para esta parte del mundo y que quizá algún día tengamos sociedades humanas que se dejen seducir por la música, vivan sin guerras y mediante el intercambio generalizado resuelvan sus problemas sin violencia. Que la cultura y las artes sean el factor dominante y aglutinante de las sociedades.
El algodón y el intercambio
Porque lo que sí se ha comprobado es que producían una gran variedad de algodones. Es tanto así que se han reproducido algodones de colores curiosos, café, verdosos, y por cierto el blanco tradicional. El Valle del río Supe era pródigo en plantas. Las cultivaban con esmero, las cosechaban, las hilaban e intercambiaban. En la costa, no demasiado lejos de la ciudad hay un asentamiento secundario que probablemente era de pescadores. Vichama, se llama o le dicen, y está siendo poco a poco levantado, o descubierto. Su posición es expectante. Se divisa el valle, por un lado, resultando un buen punto de vigía, y la costa, el mar, por otro, donde probablemente estaban los pescadores en sus embarcaciones, quizá de totora como se ven hasta hoy los caballitos de mar
en la playa frente a Trujillo. Estos armaban sus redes con hilos de algodón, podríamos especular. Hay varios otros asentamientos secundarios con los que Caral intercambiaba productos. ¿Había algún tipo de moneda o equivalente? Parece que no. Pero en el intercambio se producía un juego de relaciones que iban no solo siendo útiles para la alimentación y el vestuario, sino que también para la vida humana. Los días de fiesta, nos podemos imaginar, llegaban los de Vichama con sus pescados secados al sol, o salados, ensalmuerados
también, a participar de los bailes y de la música. Los niños subirían a las pirámides como quienes suben hoy en día a las ruedas de los parques de diversiones o a cualquier lugar prominente, maravillándose.
Porque en el inicio de las civilizaciones, de las culturas, está el intercambio. Así nos señaló el afamado Marcel Mauss. Donar, recibir, devolver. El Hau
de los polinésicos se repite de diversas maneras también en América. Ese espíritu mágico de la cosa, que hace que tome vida. Un traje de algodón regalado, intercambiado por sabrosos peces, una canasta de peces secados al sol, por ejemplo. Y las conversaciones que se van urdiendo. Los lenguajes que se van construyendo. Las historias y memorias que se van relatando sin cesar. Así se hizo cultura hace cinco mil años.⁶
Los viajes sin fin…
Creemos con ingenuidad que en esos tiempos los seres humanos vivían quietos en sus lugares y no viajaban. La curiosidad junto con el intercambio son quizá lo más humano de los humanos. Y allí la fuente de especulación es infinita. Los difusionistas enloquecieron con esta idea y por ello quizá pasó de moda y cayó en el olvido. Pero podemos volver sobre un difusionismo tenue
. ¿Hasta dónde habrán llegado los caralienses? ¿De quienes habrán aprendido a hacer los instrumentos musicales y a tocarlos? ¿De dónde habrán sacado esas ideas de pirámides? Muy lejos de mí están esas estupideces que siempre surgen de que anduvieron los marcianos y otros extraterrestres. O de la Atlántida.
Quizá en Caral se resume buena parte de las bases de las sociedades humanas. De las más antiguas. Como hemos visto. Intercambiar bienes, señales, lenguajes, canciones, en fin, todo ello está en el sustrato. Y establecer un sistema de poder que no es necesariamente por la fuerza. No había necesidad del Leviatán. El Estado de Guerra que supusieron los pensadores europeos del siglo XVIII era un problema de ellos. Le endilgaron a los primitivos
sus propias complicaciones, sus violencias, sus monstruosidades. En Caral partimos con un poder musical.⁷
Y subieron a los cerros y se trajeron las montañas a la casa. Construyeron pirámides para ver las estrellas. Se trajeron los huesos de pájaros y animales, y fabricaron todo tipo de instrumentos musicales. Reprodujeron los sonidos de la naturaleza, la domesticaron con la música. Fueron buscando las formas más adecuadas y dieron con el círculo. Lo bajaron de los cielos, del sol y de la luna. Lo construyeron de piedras y allí entonaban sus cantos. Música estridente de pájaros. Ya tenían en su casa a las montañas y sus habitantes. Los habían domesticado. El paisaje era suyo, lo habían dominado, lo habían nombrado, lo poseían colectivamente y eso se celebraba.
La Plaza, la podemos hoy en día llamar Plaza en una suerte de licencia lingüística, es un redondel, con gradas y un fondo a un metro o quizá más de profundidad. Para nosotros, es evidente que la gente se sentaba a escuchar la música en esas gradas. O ver las ceremonias. El lector podrá dejar correr la fantasía e imaginar lo que más le acomode, ya que el lugar lo permite. Más de alguno ha dicho que el fondo era un espejo de agua en que se reflejaba en el día el sol y en la noche la luna y las estrellas. Nada de eso lo podemos afirmar, pero podemos sospechar y soñar.
C:\Users\Usuario\Desktop\CARAL GRAN PLAZA.jpgGran Plaza circular de Caral.
Y de ahí, de esa hermosa circunferencia, comenzaron a moverse. Escucharon de sabios que curaban enfermedades, de piedras maravillosas, de dioses que habitaban en otros lugares y probablemente fueron en su búsqueda. Los humanos eran, ya, simplemente humanos.⁸ Es por ello que hemos elegido el cuadro de José Venturelli Los caminantes de la aurora como símbolo de este libro. Los caminantes van con sus ponchos y no desnudos como los pintan tantas veces a los así llamados primitivos, y van hombres y mujeres buscando la aurora. Son los mismos americanos de hoy en busca de un mejor vivir.
Viaje a Caral es un viaje a la utopía, a la de antes y que se transforma en la del futuro. Nos pone en una suerte de sintonía con el tiempo diferente a la común de las historias en las que se cuenta que América aparece con Cristóbal Colón y la llegada de los europeos. Esta es mucho más antigua. Y se desplaza en forma permanente en la contradicción. Dominación y resistencia. Pero no hay bipolaridad, sino que múltiples factores, espacios y tiempos a veces confusos. Meditar sobre estas ruinas se nos ha transformado en una necesidad.⁹
POSDATA
El viernes 18 de febrero de 2022 salimos de Huacho, de la Posada de Santa María con rumbo a Vichama. Luego de rodar por la carretera rumbo a la Vegueta entramos al sitio, al parecer un poblado de pescadores adicional a Caral en la costa. Nos esperaba un joven arqueólogo de la Universidad de San Marcos. Se pasa por unos enormes arenales en los que fuimos viendo asentamientos destruidos y dispersos. Subimos al cerro desde donde se ve el mar por una parte y el valle del río Supe por la otra. Nos decía el joven arqueólogo que este asentamiento se habría constituido alrededor del 1800 antes de Cristo, esto es, aproximadamente 3.800 años atrás, cuando se habrían producido grandes aluviones que obligaron a subirse a lo más alto de los cerros. Nos decía que en ese tiempo se habría despoblado Caral, lo cual es una hipótesis atrevida pero interesante. Caral habría durado habitado más de mil años. El Valle de Supe habría sido destruido para la agricultura en esos avatares. Los fardos mortuorios que aparecen en Vichama son más de pescadores que de agricultores, según fuimos viendo y siendo informados. Hay unas figuras como de monos, muy flacos, cuya interpretación podría ser de las hambrunas que se pasaron en esos tiempos. Así lo han visto los arqueólogos. Unos sapos