Camilo Mori: Razón Plástica
Por Camilo Mori
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En el marco de la conmemoración de los cincuenta años de su muerte, ocurrida en el mes de diciembre de 1973, esta publicación busca aportar con nuevas fuentes para la investigación de la vida y obra del Premio Nacional de Arte 1950, Camilo Mori.
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Camilo Mori - Camilo Mori
EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile
www.ediciones.uc.cl
CAMILO MORI
Razón plástica
Recopilación y notas de Pedro Maino Swinburn
© Derechos reservados
Diciembre 2023
ISBN N° 978-956-14-3212-3
ISBN digital N° 978-956-14-3213-0
Diseño:
Francisca Galilea
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
Fotografías
Archivo Camilo Mori, Biblioteca Nacional de Chile
CIP - Pontificia Universidad Católica de Chile
Camilo Mori. Razón plástica / Recopilación y notas de Pedro Maino Swinburn.
1. Mori, Camilo, 1896-1973.
3. Pintura - Chile - Siglo XX
4. Pintores - Chile - Siglo XX
I. Tít.
II. Maino, Pedro, compilador
2023 759.983 + DDC23 RDA
La reproducción total o parcial de esta obra está prohibida por ley.
Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y respetar el derecho de autor.
CONTENIDOS
Presentación
Relatos autobiográficos
Vocación artística (1956)
Confesión artística (1965)
Recuerdos (1972)
Entrevistas
Con Camilo Mori (1923) por Jean Emar
Habla Camilo Mori (c. 1934)
«La pintura argentina da la sensación de macicez, de algo sólido, consciente y seguro», nos dice Camilo Mori
Camilo Mori (1942) por Antonio Acevedo Hernández
Camilo Mori (1950) por Don Q.
Desde hace casi cuarenta años solo he hecho una cosa: pintar (1950) por Enrique Bello
Camilo Mori (1955) por Pedro Sienna
¿Qué es para usted la búsqueda de lo chileno? (1957)
Habla Camilo Mori (c. 1957)
Retratos Camilo Mori (1961)
La paz como el mayor deseo de la humanidad (1965)
Divulgación artística
Análisis de las tendencias pictóricas modernas (1948)
La pintura en los Estados Unidos (1942)
Evolución de la pintura en los Estados Unidos (1949)
Valparaíso y los pintores (1963)
Grabado en Chile
Sobre pintura moderna en Chile (1973)
Crítica de arte
Pintura (junio 1935)
Pintura (julio 1935)
Pintura (agosto 1935)
«De Manet a nuestros días» (1950)
«De Cézanne a Miró» (1968)
Semblanzas de artistas
Proyección de Pilo Yáñez (1950)
Agustín Abarca (1953)
Cien años de Juan Francisco González (1953)
Encuentro con don Evaristo Garrido (1954)
Trayectoria de José Perotti (1956)
Recuerdos de Carlos Lundstedt (1958)
Samuel Román Rojas (1965)
Ricardo Gilbert (1968)
Augusto Eguiluz (1969)
Homenaje al pintor Alberto Valenzuela Llanos (1969)
Sobre David Alfaro Siqueiros (1970)
Antecedentes biográficos
Bibliografía Camilo Mori
Presentación
La publicación de este libro se enmarca en la conmemoración de los 50 años de la muerte de Camilo Mori Serrano, ocurrida el 7 de diciembre de 1973. Se trata de un conjunto amplio de textos que se encontraban en el archivo personal de Mori –manuscritos, recortes de prensa, catálogos y revistas–, que revelan aspectos poco conocidos de su vida y obra.
El archivo que Camilo Mori conservaba en la biblioteca de su taller en la calle Antonia López de Bello, frente a la plaza que hoy lleva su nombre, estuvo al cuidado de su mujer, Maruja Vargas, por más de 30 años. Tras su muerte, el año 2005, fue su nuera, Cristina Arellano, quien asumió la tarea de cautelar el legado. Consciente del valor de este acervo documental, Cristina abrió las puertas de su casa para que investigadores y académicos accedieran a estos documentos. Fruto de estas pesquisas se han publicado varios libros, entre ellos Bohemios en París: epistolario de artistas chilenos en Europa 1900-1940 (2010) de Wenceslao Díaz y Camilo Mori (2017) de Samuel Quiroga y Lorena Villegas.
Para promover la difusión de este archivo y garantizar su conservación, la familia Mori resolvió donarlo a la Biblioteca Nacional de Chile, gestión que se oficializó en el mes de junio de este año. La organización y catalogación del archivo, compuesto por más de dos mil piezas, entre manuscritos, fotografías y bocetos de afiches, fue realizada por un equipo de archiveras liderado por María Paz Zegers, que contó con el financiamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes.
Junto a la digitalización y puesta en línea de los archivos, lo que permitirá un acceso libre y democrático a todas las personas interesadas en conocer e interpretar estas fuentes documentales, se hace necesario desarrollar otras estrategias de divulgación, como exposiciones y publicaciones de este tipo, que ponen en valor algunas de las piezas conservadas, estimulando su posterior consulta.
En una entrevista del año 1961, mientras rememoraba algunos episodios de su lejana infancia en Valparaíso, Camilo Mori se lamenta de no haber sido escritor:
«Por eso siento no ser escritor. Más que eso, poeta. Ahí está la posibilidad de transmitir lo que uno ha sentido. Todavía me duele no ser escritor. No tengo ninguna gran admiración por los pintores. Conozco el mecanismo. Pero me maravillo con la poesía. Cómo nace, cómo existe».
Y este libro busca reivindicar esa faceta de Mori, la del escritor que intenta desentrañar el sentido de su existencia a través de las palabras. En sus textos autobiográficos veremos desfilar significativos episodios de su vida, desde sus correrías en los cerros del puerto, pasando por las noches de bohemia junto a sus amigos de la generación del 13 y sus años en Montparnasse, hasta su matrimonio con Maruja y sus clases en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile.
También profundizará en la «razón plástica» de su obra, aquellos valores esenciales, intentando responder a la crítica permanente por no haber consolidado un lenguaje estético:
«Se ha dicho que yo pinto de muchas maneras. Ello es real, mas a mi juicio, se debe fundamentalmente a dos razones: por una parte, que mi obra es la historia de mi vida; y por otra, que yo soy de muchas maneras. Entender mi pintura es penetrar mi existencia».
Mori hace esfuerzos por darse a entender, y para ello no solo recurre a la narración de aspectos de su vida, sino también a la divulgación de ideas, movimientos y corrientes que impactaron su trayectoria artística e intelectual. Tal como su amigo Juan Emar, escribe en diversos medios de prensa acerca de las «tendencias pictóricas modernas», dicta charlas sobre «la evolución de la pintura en los Estados Unidos» y reflexiona, asimismo, del lugar de la escena plástica chilena en ese contexto de vertiginoso cambio y transformación que fueron las primeras décadas del siglo
XX
.
Junto a su condición de artista en continuo cambio y progreso, «en su afán de abrirse paso hacia las avanzadas del espíritu», podemos destacar también su rol de profesor, que se expresa en sus textos. Si bien no guardaba buenos recuerdos de sus tiempos de estudiante, ejerció la docencia por más de 30 años, lo que le permitió, entre otras cosas, difundir «el conocimiento de las revolucionarias tendencias pictóricas de la nueva era».
Así como su obra pictórica transita a lo largo de los distintos estilos y conceptos que marcaron la escena artística occidental de fines del siglo XIX hasta la década de 1970, desde el realismo anecdótico hasta el arte pop, ofreciendo una lectura de la historia del arte reciente, sus textos también pretenden ilustrar ese proceso.
En sus entrevistas, sus artículos, críticas de arte e incluso en los discursos que debe dar como presidente de la Asociación de Pintores y Escultores de Chile para despedir u homenajear a colegas, Mori busca dar cuenta de la evolución que le correspondió experimentar como artista.
Maravillado ante la poesía, no toleraba, sin embargo, la hegemonía que solían ejercer en los medios de prensa de su época los escritores para referirse a la pintura:
«de lo que estamos hartos, es de las descripciones literarias de los temas, anécdotas y aspectos varios de los cuadros, las que no llegan jamás a identificarse con la realidad plástica que pueda existir en ellos».
Reclamando la autonomía de la obra artística, de su lenguaje propio, en sus críticas de arte, Mori se propuso «analizar la obra en su unidad formal y expresional, en su concreta totalidad, en su razón integral, en su valor sustantivo», es decir, en su «razón plástica».
Esta publicación no es una revisión exhaustiva de todos los textos publicados por Camilo Mori, sino la recopilación de los que se encontraban en su archivo personal. Incluso, es posible que haya dejado pasar más de alguno, en el marco de mis investigaciones. En razón de eso, invito a todos quienes identifiquen textos de Mori que no hayan sido considerados en este libro, a que se comuniquen conmigo, para ir enriqueciendo y consolidando el corpus.
Al momento de terminar estas breves palabras de presentación, quisiera agradecer sentidamente a Cristina Arellano y a sus hijos Camilo, Matías y Andrés, por la abnegación y generosidad con que han conservado el legado de Camilo Mori.
PEDRO MAINO SWINBURN
Relatos autobiográficos
Vocación artística
(El Mercurio, 18 de marzo de 1956)
I
Mi labor pictórica responde a dos estímulos aparentemente contradictorios: uno venido del mundo exterior o visible, y el otro del mundo interior o sensible. Y digo aparentemente contradictorios porque ya al plasmarse en formas y colores no dejan de representar siempre, como denominador común, lo humano y, en diversa medida, la llamada «realidad» circundante.
De esta manera, y en ciertas ocasiones, la contemplación de un hecho, de un detalle o bien de un conjunto de elementos de esa calidad, me sirve de punto de partida para el cuadro; siempre que, bien entendido, el fenómeno natural se condicione a lo que yo llamo «la razón plástica» (presencia de los valores plásticos esenciales), de acuerdo con mi personal concepto de la Pintura. Resulta de ello una interpretación de lo existente, en la cual el «objeto», motivo de la emoción, está presente y reconocible; vale decir: pintura material y directa. Objetiva.
Me sucede también que hechos vividos, recordados o presentidos, se me hacen presentes en imágenes venidas del subconsciente, generalmente en formas imprecisas o incompletas, pero de gran persistencia en el tiempo. Nace así una pintura en la que nuestra condición psíquica o afectiva es la que determina, precisa y define la conjugación de las formas y colores que ha de hacer inteligible al espectador nuestro mensaje subjetivo. De aquí proviene el cuadro compuesto a base del hombre colocado fuera de su ámbito natural; el conjunto de clima onírico o, sencillamente, el hecho nunca visto; todo esto, en mi caso, sin dejar de representar siempre, repito, lo que al hombre se refiere.
II
Estos son los dos polos en los que se debate mi quehacer pictórico. Nunca he podido encasillarme en los límites de un «ismo» dado. Estimo que cada uno de ellos refleja un aspecto del complejo contradictorio que es el ser humano. Quisiera lograr una pintura que fuese la expresión de mi ser integral en función de mi concepción del mundo y su circunstancia. Pero…
III
¿Métodos? Uno solo para todos mis casos. Tanto se trate de cosa vista o imaginada, inmediatamente hago una anotación al lápiz o en color. Me sucede, eso sí, guardar por tiempo indefinido, a veces por años, el esbozo inicial; pero el fenómeno va conmigo en forma latente, hasta que un buen día lo siento madurar en mí. Entonces lo llevo a la tela en forma rápida y definitiva, a veces; y otras, a medias, hasta encontrar la forma final. Todo esto, por cierto, con desigual fortuna.
IV
Tengo especial facilidad para pintar «al correr del pincel», pero no me satisface lo que me «resulta» por el juego del azar. Insisto en lo que estoy trabajando, porque quiero ser responsable de cada una de las partes del todo. De aquí mi escasa producción.
V
Puedo pintar a toda hora del día, pero la actividad mental me asalta en las horas de la tarde y me angustia en la noche.
Confesión artística
(Anales de la Universidad de Chile, Santiago: julio-septiembre de 1965)
Nunca llega el pintor a alcanzar una forma de expresión definitiva; pues esta no es sino aquella en cuya elaboración nos sorprende el momento de la muerte. Y al decir esto, no pienso solo en la muerte fisiológica, sino en la otra, en la muerte mucho más trágica, en aquella que se produce cuando se agota la facultad creadora. ¡Ah…! Si todos pudiéramos decir como Cézanne en su lecho de muerte: «¡Lástima, ahora que empezaba a hacer algún progreso!». El artista, el verdadero artista, está continuamente cambiando y progresando. Esta sensación de cambio y de progreso se siente con singular vigor cuando uno, en su afán de abrirse paso hacia las avanzadas del espíritu, lucha por desentrañar los secretos de la pintura; indispensables para expresar, con máxima precisión, nuestro ser íntimo. Pero llega un momento en que la tela y las pastas entregan su misterio y entonces –extraña paradoja– incluso se hace difícil pintar, pues uno termina por saber exactamente cómo va a salir aquello que concibe. Esto no significa que yo piense que el artista es absoluta y fatalmente responsable de lo que hace. En el fondo de nosotros está el instinto, y esta no es justamente la parte racional del ser. Se pinta –o pinto– obedeciendo estímulos del mundo interior o del mundo circundante. En todo caso, trato de plasmar objetivamente la subjetividad de mis sentimientos o de mis sensaciones.
Se ha dicho que yo pinto de muchas maneras. Ello es real, mas a mi juicio, se debe fundamentalmente a dos razones: por una parte, que mi obra es la historia de mi vida; y por otra, que yo soy de muchas maneras. Entender mi pintura es penetrar mi existencia.
Recuerdo perfectamente cómo y cuándo comencé a pintar. Viendo a un hermano mayor –el pintor de la casa– copiar un paisaje de Ramos Catalán¹, tuve la absoluta certeza de que podía también hacerlo… y mejor. Ya al día siguiente había copiado un complicado paisaje europeo. Tenía entonces catorce años. De niño me maravillaban los dibujos que hacía mi padre, que no sabía dibujar. Luego, en el colegio, admiraba a un compañero que dibujaba «de memoria» una eterna silueta femenina sacada de un figurín. Ellos despertaron en mí el deseo de pintar. La violación de un misterioso y viejo baúl, cuyo contenido nos estaba vedado, me entregó un caudaloso material a copiar. Allí estaban «La Ilustración Española» y «La Lira Chilena», amén de algunos periódicos políticos no aptos para menores. Aprovechando las ausencias de mi madre, recorría nerviosamente «La Ilustración» cuajada de reproducciones de cuadros, y copiaba con verdadera angustia las «alegorías» patrióticas de «La Lira Chilena», del famoso dibujante Luis F. Rojas. Nunca, por cierto, pude someter mis copias al juicio familiar, por «el pecado original» que traían.
En 1912, para el cincuentenario del Liceo de Valparaíso, presenté, contrastando con la producción «standard» de mis compañeros, copias y algunos originales que me valieron una felicitación pública del rector. Después de ese éxito, mi calidad de alumno, que ya era mala, bajó algunos puntos. En 1913, los muchachos del «Centro» de la Escuela de Bellas Artes de Santiago, llevaron una exposición a Valparaíso, a la que fui invitado a participar. El estímulo de los jóvenes maestros: Pablo Burchard, Exequiel Plaza y Arturo Gordon me trajo a la capital. Así ingresé a la Academia a mediados de 1914. Tenía yo gran admiración por los compañeros mayores –«La generación del 13»– y gran respeto por mis maestros: Juan Francisco González, Monsieur Richon-Brunet, Agustín Undurraga, Valenzuela Llanos…
Sentados: Sr. Quintana, Reinalda Kühn, Arturo Gordon, Óscar Lucares. De pie: Jerónimo Costa, Manuel Gallinato, Laureano Guevara, Barack Canut de Bon, Camilo Mori y Pablo Burchard. Sucesos, Valparaíso, 18 de septiembre de 1913.
En la Academia sufrí la influencia de los discípulos de Sotomayor: la probidad del oficio, el correcto dibujo, el respeto por las calidades físicas de la materia, la construcción de volúmenes y el perfecto modelado. Todo esto envuelto, además, en un halo romántico teñido de añoranzas y de melancolía. La voz de orden era: ¡la fineza, la fineza del color!, las gamas de grises y los tonos neutros.
Con estos conceptos llegamos a Europa en 1920… Italia. Cézanne en la Bienal de Venecia. Gran retrospectiva, extensos estudios y ensayos sobre el maestro; pero en nuestro fuero interno nos repetíamos: «este viejito no sabía pintar…». Luego, ¡París! Encuentro con los impresionistas… y nosotros preguntándonos: «¿dónde está la luz? Acaso, ¿no es mejor Sotomayor?».
Bajo estas impresiones nos enfrentamos con el ambiente y comenzó la lucha por superar nuestra ignorancia. El cubismo estaba en su apogeo. Sentíamos que su concepción y su espíritu «nos llegaba»; pero el lastre de una formación que eliminábamos lentamente, subsistía. La influencia de Cézanne se tradujo entonces en composiciones de cierta razón formal y de relativa densidad colorística.
Durante mi permanencia en Europa uno de los maestros que produjo en mí mayor