Mafia mexicana
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Gran parte de la brutalidad mencionada se relaciona con la operatividad en todo el territorio nacional de organizaciones delictivas de gran envergadura, comúnmente llamadas cárteles, las cuales en un inicio buscaron monopolizar el narcotráfico, pero que a la larga han competido entre sí por este y otros diversos mercados ilícitos. Estos fenómenos no han sido estáticos, sino que su dinamismo les ha permitido ampliarse, mutar y reestructurarse a lo largo de los años en nuevas formas de criminalidad. Recientemente, algunas de estas agrupaciones alcanzaron un grado de evolución inimaginable, deviniendo en actores centrales de la dinámica crimino-delictiva internacional.
Esta obra, producto de años de investigación es pionera en su tipo, porque incursiona en el territorio inexplorado de la transformación y perfeccionamiento de la delincuencia organizada en México. Brinda un nuevo marco de referencia en torno a esta problemática, el cual permite al lector conocer y comprender la realidad actual de la misma: lo que se tiene en México es un fenómeno delictivo muy sofisticado, una verdadera mafia mexicana.
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Mafia mexicana - Antonio Eduardo Coss
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
© Antonio Eduardo Coss y León Quiroz
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1181-727-1
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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AGRADECIMIENTOS
Expreso mis agradecimientos a mi familia y seres queridos por ser compañeros de vida, brindarme su apoyo incondicional y estar a mi lado en todos mis proyectos. Sus observaciones y retroalimentaciones han sido cruciales en mi formación.
Siempre estaré agradecido con la facción del Partido de la Revolución Democrática perteneciente al Senado de la República, particularmente con los senadores Miguel Ángel Mancera Espinosa y Omar Obed Maceda Luna, políticos y funcionarios ejemplares, quienes me han brindado todo el apoyo, involucrándose personal y académicamente en mis proyectos, impulsándome a continuar con mis investigaciones.
Un profundo agradecimiento para mi maestro Jesús Jiménez Granados, hombre institucional que nos ha servido de ejemplo a quienes investigamos el tema de la delincuencia organizada. Es un gran honor que el prólogo de esta obra lleve sus palabras e ideas.
Un enorme agradecimiento a mis grandes maestros y amigos Francesco Forgione, Gamaliel Martínez Pacheco, Francisco Reyes García y Jorge Nader Kuri. En este punto, hago una mención particular hacia mi maestro, mentor y amigo Kelvin Garfias Ramírez, con quien tengo una gratitud eterna por su confianza y apoyo incondicional. Nada de esto habría sido posible sin sus enseñanzas máster. Con relación a todos ustedes, resuena la frase atribuida a Isaac Newton: «Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes».
Agradezco a los grandes periodistas e investigadores Anabel Hernández, Diego Enrique Osorno, Ricardo Ravelo, Luis Astorga Almanza, Jorge Fernández Menéndez, Ioan Grillo, Guillermo Valdés Castellanos y Jean François Gayraud debido a que este libro no habría sido posible sin la invaluable información generada en sus investigaciones.
Por último, pero no menos importante, agradezco al equipo del Grupo Editorial Letrame, en especial a Luis Muñoz, Giulia Bucciarelli, Ana Castañeda, Juan Muñoz y Rubén García, por trabajar a mi lado en la creación y desarrollo de mis libros, haciendo un trabajo maravilloso.
PRÓLOGO
Agradezco al Mtro. Antonio Eduardo Coss y León Quiroz la oportunidad de realizar el prólogo de este libro, teniendo la posibilidad de externar comentarios relativos a un tema de la delincuencia organizada, el concerniente a la mafia mexicana, un fenómeno actual de bastante preocupación, el cual ha sido poco atendido, y que a su vez ha crecido desbordadamente.
Este libro es la primera investigación formal de las mafias mexicanas, documento que abre el espacio para su estudio y reflexión, enfatizando la necesidad de que estos fenómenos sean tomados con seriedad, promoviendo a la vez la realización de las acciones que permitan paulatinamente disminuir los graves daños que han ocasionado sus diversas actividades (muerte, desapariciones, desplazamientos, parálisis en la productividad, etc.). No se debe perder de vista que cualquier habitante de este país puede ser afectado (directa o indirectamente) por los actos de estas organizaciones, en los que la violencia es empleada como herramienta de sometimiento y apertura de oportunidades.
Al igual que en su anterior obra Ndrangheta: la amenaza global, el autor de este libro documenta todo el contenido, lo cual permite al lector buscar la fuente informativa cuando tiene alguna inquietud, situación que se agradece, ya que, aparte de emitir sus propios conceptos, da referencia para consulta, además de que demuestra ser un estudioso del tema.
El desarrollo del capitulado nos lleva cronológicamente al estudio de la denominación y las características de estos grupos del crimen organizado; sus estructuras, permanencia, organización, rituales, control territorial, movilidad e internacionalización; y sus muy preocupantes relaciones empresariales y políticas, las cuales incrementan su poder y peligrosidad.
Resulta conveniente el análisis inicial de los conceptos de delincuencia organizada, cártel y mafia, ya que estos habitualmente se manejan de forma indiscriminada, ignorando el hecho de que sirven para describir fenómenos de la delincuencia organizada distintos. Coincido con el autor al señalar que las mafias mexicanas son grupos extremadamente organizados que poseen una enorme versatilidad delictiva, la misma que les permite dominar territorios nacionales e internacionales, operando individual o colectivamente con grupos locales o transnacionales.
Me permito hacer énfasis en la necesidad de un mayor estudio criminológico y legislativo de una de las actividades vitales de las mafias mexicanas mencionadas: la extorsión, en su modalidad de cobro de piso. Este delito recurrente genera graves daños a las víctimas (quienes pueden ser directas o indirectas), ya que ha permeado una enorme cantidad de actividades comerciales, productivas y de servicios, lo que al final se ha traducido en un sobreprecio de productos, inestabilidad, inseguridad, migraciones forzadas, etc.
Al hacer referencia a la longevidad y la permanencia, el autor realiza el análisis de los grupos más significativos en el país: el Cártel de Sinaloa, el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel de los Zetas, el Cártel de la Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios. Describe sus estructuras, zonas de influencia y un compendio de actividades delictivas que realizan, en su mayoría, delitos de alto impacto. Explica cómo fue la mutación criminal de pasar del narcotráfico hacia otras actividades como el homicidio, el secuestro, la desaparición y la trata de personas, así como la extorsión en diversas modalidades. Cada uno de estos delitos son un foco rojo para la seguridad, pero en conjunto se convierten en una situación alarmante e inaceptable. En la actualidad, el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación son las organizaciones dominantes a nivel nacional, que actúan similar a empresas transnacionales, las cuales tienden a expandirse debido a que incursionan en otros giros, emplean más personal e interactúan con el empresariado formalmente constituido.
Como en cualquier organización, la jerarquía y la obediencia son fundamentales en el establecimiento de la disciplina, razón por la que estas agrupaciones generan sus propios códigos de conducta, en los que se contemplan sanciones severas. El autor aborda minuciosamente estos aspectos, describiendo su importancia en cada una de las mafias mexicanas. La operatividad de estos grupos generalmente es discreta, aunque llega a haber excepciones interesantes, como cuando la Familia Michoacana anunció con bombo y platillo su fundación en el año 2006.
Al abordar el tema del control territorial, el autor es contundente y acertado al referir que una mafia siempre tiene un origen geográfico específico. Efectivamente, todo tiene un origen en un tiempo y espacio determinados, por lo que es lógico que, en el proceso de constitución para delinquir, estos grupos contemplen el dominio y la expansión geográficos, así como el involucramiento en nuevos giros y actividades. En algunos casos, los líderes desarrollan capacidades intelectuales y habilidades empresariales que les permiten ir posicionándose inicialmente en sus lugares de origen, para posteriormente conquistar nuevos territorios. Además, siempre van a contar con el recurso de la violencia para imponerse sobre la criminalidad local.
La globalización no ha dejado exentas a las mafias mexicanas, las cuales se han adaptado a las nuevas manifestaciones comerciales. Es frecuente leer o escuchar en las noticias de la presencia de los grupos nacionales en el extranjero, en continentes tan lejanos como Europa y Asia, sitios en los que establecen alianzas con agrupaciones foráneas. En esta obra, el autor realiza una descripción de los procesos de expansión internacional de estos fenómenos, los cuales se basan principalmente en la trasplantación, la infiltración, la imitación y la hibridación. Resalta en su investigación que identificó que el Cártel de Sinaloa tiene presencia en por lo menos 50 países y el Cártel Jalisco Nueva Generación, en 18, como mínimo, datos que ponen de relieve el éxito que han tenido dichas agrupaciones en su movilidad.
Todos los capítulos tienen un enorme contenido y valor, precisando en datos históricos, artículos e investigaciones de personas que han estudiado a las mafias mexicanas, pero un tema que me llama poderosamente la atención, y me preocupa a la vez, es el de la relación entre mafia y política, ya que ambas actividades tienen como fin el poder, por medio del cual se ejerce dominio, pudiendo acceder a cualquier cosa que deseen. Están bien documentados los casos de funcionarios de distintas áreas de gobierno, políticos y personal del poder judicial que poseen algún tipo de relación con estos grupos de la delincuencia organizada. Considero que la combinación mafia-política-empresariado es la peor de todas, un verdadero desafío.
Este es un libro que se debe leer para entender no solo a las mafias mexicanas, sino también el fenómeno de la delincuencia organizada en general. Su revisión permitirá reflexionar acerca del destino nacional en esa materia, así como de la necesidad de realizar diversas acciones en todos los órdenes de gobierno y sociedad para disminuir su presencia y efectos antes de que estos sean inevitables. Reitero mi reconocimiento para el autor de la presente obra, en su minuciosa labor de investigación, recopilación y reflexión, la cual permite conocer la evolución de la delincuencia organizada nacional hacia sus estadios más avanzados y difíciles de enfrentar, el de las mafias mexicanas.
Dr. Jesús Jiménez Granados
INTRODUCCIÓN
«Dentro de la grotesca guerra mexicana contra las drogas, uno nunca sabe cuándo termina la realidad y comienza la leyenda» (Von Klaus Ehringfeld, 2012).
«El norte de México comienza a parecerse a un Estado fallido, un lugar donde la autoridad del gobierno no se sostiene» (Condoleezza Rice)¹.
«Ha llegado el momento de hablar de mafia mexicana» (Roberto Saviano)².
Desde hace algunas décadas, México acapara los reflectores de la atención pública mundial no por su patrimonio natural y cultural, su riqueza histórica, su exquisita gastronomía y demás bondades, sino por sus elevados índices de violencia, los cuales se reflejan en diversos indicadores, como haber alcanzado en las últimas administraciones 350 000 homicidios dolosos, desconocer el destino final de 100 000 desaparecidos y poseer las 8 ciudades más violentas del mundo, así como otra serie de cifras negativas.
Gran parte de la brutalidad mencionada se relaciona con la operatividad en todo el territorio nacional de los denominados públicamente «cárteles», siendo estos organizaciones delictivas de gran envergadura que inicialmente buscaron monopolizar el narcotráfico, pero que a la larga han competido entre sí por este y otros diversos mercados ilícitos, lo cual ha sumado en las afectaciones descritas con antelación. Durante su desarrollo no dejaron el negocio de las drogas de lado, sino que incursionaron en otras actividades como el secuestro, la extorsión, la trata de personas, el tráfico de armas, el blanqueo de capitales, la piratería y demás.
Estos fenómenos delictivos no han sido estáticos, sino que su dinamismo les ha permitido ampliarse, mutar y reestructurarse a lo largo de los años en nuevas formas de criminalidad. Dicho proceso ha derivado en que, en un afán de clasificarles, entenderles y enfrentarles, se les haya denominado de diversas formas, entre ellas cárteles, grupos de delincuencia organizada (nacional o transnacional sea el caso), redes de delincuencia organizada, al igual que otro conjunto de términos.
Hace algunos años, diversos expertos advertían que, por su naturaleza y complejidad, las organizaciones mexicanas eran en realidad premafias, las cuales contaban con la capacidad estructural y operativa de devenir en verdaderas asociaciones mafiosas. En ese momento, a decir de los investigadores, faltaban algunos componentes y aspectos de funcionalidad para que pudieran ingresar a la clasificación de mafias.
Recientemente, y con el pasar de los años, estas premafias mexicanas alcanzaron un grado de evolución inimaginable, deviniendo en actores centrales de la dinámica crimino-delictiva³ internacional, poniéndose codo a codo en las mesas de negociaciones con mafias de gran relevancia e historia como ‘Ndrangheta, Cosa Nostra o la Yakuza. De todas las agrupaciones nacionales, cinco destacan en esta mutación, las cuales han incursionado en un nuevo tipo de fenómeno y clasificación. En esta época, y con base a los hechos, resulta innegable la realidad: lo que se tiene en México, tomando como referencia a los cinco grupos, no es otra cosa más que mafia mexicana⁴.
CAPÍTULO 1
¿CÁRTELES, GRUPOS DE DELINCUENCIA ORGANIZADA O MAFIAS?
«No todo asume un nombre. Algunas cosas van más allá de las palabras» (Alexander Solzhenitsyn)⁵.
«No tememos lo desconocido. Tememos lo que creemos saber sobre lo desconocido» (Teal Swan)⁶.
«Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas… Si te conoces a ti mismo, pero no al enemigo, por cada batalla perderás otra… Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla» (Sun Tzu)⁷.
Durante muchos años, se han utilizado los términos cárteles, organizaciones y redes de delincuencia organizada, grupos de delincuencia organizada transnacional e incluso mafias para denominar a las entidades delictivas mexicanas de gran envergadura y fuerza. En el nombramiento de este fenómeno delictivo nacional, los conceptos anteriormente citados han sido empleados como sinónimos, sin que se haga una distinción precisa entre cada uno de ellos. Es importante aclarar que, a pesar de este uso indiscriminado, las expresiones enunciadas con antelación hacen referencia a fenómenos cuya esencia pertenece al universo de la delincuencia organizada, pero cada uno cuenta con características específicas. A continuación, se presenta una descripción de los elementos que integran a cada una de estas conceptualizaciones.
Delincuencia organizada (legislación nacional e internacional)
En México, la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada (publicada en el Diario Oficial de la Federación el 7 de noviembre de 1996, con su última reforma el 20 de mayo de 2021) en su artículo 2º define a esta actividad como tres o más personas que se organizan de hecho para realizar, en forma permanente o reiterada, conductas que por sí o unidas a otras tienen como fin o resultado cometer alguno o algunos de los delitos siguientes: terrorismo, financiamiento al terrorismo, delitos contra la salud, falsificación, uso de moneda falsificada a sabiendas, alteración de moneda, operaciones con recursos de procedencia ilícita, delitos en materia de derechos de autor, acopio y tráfico de armas, tráfico de personas, tráfico de órganos, corrupción, pornografía, lenocinio o tráfico de menores de edad o de personas que no tienen la capacidad de comprender el hecho; robo de vehículos, trata de personas, secuestro, contrabando y su equiparable; defraudación fiscal, delitos en materia de hidrocarburos y delitos contra el ambiente (Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 2021, pp. 1-3). En este instrumento legislativo no viene una definición concreta de qué es un grupo de delincuencia organizada⁸, pero al poseer esta actividad el carácter organizativo por tres o más personas, queda implícito que para su comisión requiere de una ejecución grupal.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) en su Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos no posee una definición precisa del término delincuencia (o crimen) organizada transnacional, ni incluye una lista de los tipos de delitos que podrían constituirle (una ausencia intencional que permite una aplicación más amplia del instrumento a los nuevos tipos de delitos emergentes); pero, a pesar de esto, la Convención sí posee una definición de «grupo delictivo organizado» en su artículo 2º, siendo este un grupo de tres o más personas, no formado de manera aleatoria, el cual ha existido por un periodo temporal, que actúa de manera premeditada con el objetivo de cometer uno o más delitos graves, con el propósito de obtener (directa o indirectamente) un beneficio financiero o material (UNODC, 2004, p. 5).
Delincuencia organizada transnacional
La delincuencia organizada transnacional (Transnational Organized Crime, TOC por sus siglas en inglés) se refiere a aquellas asociaciones (integradas por individuos) que operan mundialmente con el fin del obtener poder, influencia, ganancias monetarias y comerciales (total o parcialmente por medios ilegales), mientras protegen sus actividades ilícitas a través de una estructura organizativa internacional, así como mediante la explotación de mecanismos transnacionales de comercio y comunicación. No existe una estructura única bajo la cual operan los grupos de delincuencia organizada transnacional, sino que varían desde incluir jerarquías y clanes, o redes y células, y pueden evolucionar a otras estructuras; asimismo, los delitos que realizan también son variados; entre sus características se encuentran que en al menos una parte de sus actividades cometen violencia e intimidación, explotan las diferencias entre países para lograr sus objetivos (tanto en la expansión de su poder como para evitar detenciones de sus integrantes), procuran ganar influencia en diversos ámbitos (entre ellos el gobierno, la política y el comercial) a través de medios ilegítimos y corruptos, y tienen como principal meta la ganancia económica (no solo la derivada de delitos, sino de inversión en negocios lícitos) (National Security Council, 2011).
Redes de delincuencia organizada
Las redes de delincuencia organizada (Organized Crime Networks en inglés) están implicadas en muchos tipos diferentes de actividades extendidas por varios países, las cuales pueden abarcar trata de personas, tráfico de drogas, mercancías ilícitas y de armas, robo a mano armada, falsificaciones y blanqueo de capitales; con ganancias estimadas en miles de millones; igualmente, sus empresas criminales se parecen mucho a los negocios legítimos internacionales al contar con modelos operativos, estrategias a largo plazo, jerarquías e incluso alianzas estratégicas, todo con el propósito de generar el máximo de beneficios (INTERPOL, s.f.).
Cárteles
Un cártel (del alemán Kartell) es una asociación de compañías o negocios dentro del mismo campo (o similar), los cuales se han agrupado premeditadamente para monopolizar⁹ la producción y la distribución de un producto o servicio, controlando los precios del mismo en el mercado, al igual que para prevenir la libre competencia de agentes externos (Ambruster, 1945, p. 3). Por su parte, las autoridades (sobre todo norteamericanas) adoptaron este término para denominar al grupo dedicado al narcotráfico¹⁰ como «cártel de droga» (drug cartel en inglés), siendo este un consorcio ilícito de agrupaciones independientes formado para limitar la competencia y controlar la producción y la distribución de estupefacientes (histórica y principalmente, opio, marihuana¹¹, cocaína¹² y sintéticas) (Samuels, 2017). Estas asociaciones están concentradas territorialmente, caracterizándose por el empleo de la violencia¹³, la cual tiene como fin conquistar y administrar las actividades delictivas a desarrollar; generalmente, son sistemas piramidales que cuentan con avanzados modelos de producción, transporte, logística y seguridad (Sampó & Quirós, 2018). Han existido varios cárteles alrededor del mundo, entre ellos los colombianos Cártel de Medellín y Cártel de Cali, o los mexicanos Cártel de Sinaloa, Cártel de Juárez y Cártel de Tijuana (por solo mencionar algunos) (Samuels, 2017).
En su desarrollo, los cárteles pasan por tres fases: 1) la agrupación se caracteriza por ser un agresor competitivo, con limitados vínculos transnacionales y hacia otras organizaciones (p. ej., el Cártel de Medellín); 2) se observa una estructura de red más jerárquica, con mayor sofisticación para la corrupción y con vínculos con el mundo exterior (p. ej., el Cártel de Cali); y 3) el cártel se posiciona como un desafío estatal, cooptando notablemente a sus instituciones, deviniendo en un gobierno criminal que funciona simultáneamente en paralelo y en simbiosis al Estado (p. ej., el Cártel Jalisco Nueva Generación) (Sullivan & Bunker, 2002).
Relativo a México, el actual mapa de los cárteles se ha reducido a dos grandes organizaciones, el Cártel de Sinaloa y Cártel Jalisco Nueva Generación, entidades que dominan casi en su totalidad el mercado de la droga nacional, los cuales pueden cubrir todos los aspectos del narcotráfico, desde la producción hasta la distribución internacional; a continuación, debajo de estos dos cárteles, se ubican tres agrupaciones delictivas que han perdido algunas de sus capacidades, el Cártel del Golfo, los Beltrán Leyva y el Nuevo Cártel de Juárez, que son empleados por los dos grandes cárteles para llevar a cabo algunas tareas; después, se encuentran seis grupos delictivos, que son La Familia, Los Caballeros Templarios, Guerreros Unidos, Cártel del Noreste, Los Zetas (sus remanentes), Cártel Santa Rosa de Lima y La Unión Tepito; finalmente, existen 70 estructuras delictivas de menor nivel (Fernández Menéndez, 2020, pp. 17-18).
En los últimos 40 años, el término cártel (o cartel) ha sido de gran dominio público, tanto nacional como internacionalmente, en parte debido a la dimensión del problema que nombra. Pero algo muy interesante es que esta palabra inicialmente no emergió desde el interior de las organizaciones que describe, sino de agentes externos¹⁴; es más, algunos nombres importantes dentro de ese medio delictivo afirman que «los cárteles no existen» (no en la forma en que son conceptualizados generalmente), sino que se trata de creaciones de diversas autoridades. Por ejemplo, en una entrevista referida por el académico Luis Astorga (2016, pp. 194-195) de la revista Time a Gilberto Rodríguez Orejuela (aparente líder, junto con su hermano Miguel, del Cártel de Cali), este declaró que: «el Cártel de Cali simplemente no existe, sino que es una invención de la Agencia Antidrogas Norteamericana (Drug Enforcement Administration, DEA); hay muchos grupos, no solo un cártel, y tanto la policía como la DEA lo saben, pero prefieren inventar un enemigo monolítico». Por su parte, el periodista Ioan Grillo (2012a, p. 104) obtuvo una versión similar del representante legal del Cártel de Medellín, Gustavo Salazar, quien relató: «Los cárteles no existen, sino lo que hay es una colección de traficantes de droga; algunas veces trabajan juntos, otras no; los fiscales estadounidenses los llaman cárteles para hacer más fáciles sus casos, siendo todo parte del juego». Estos argumentos de los personajes sudamericanos mencionados no difieren mucho del expuesto por Miguel Ángel Félix Gallardo (líder del Cártel de Guadalajara) al escritor Diego Enrique Osorno (2019a, pp. 303-315): «En 1989 [previo a su detención] no existían los cárteles; después de lo de Posadas Ocampo se empezó a hablar de ellos; los funcionarios que inventaron lo de las plazas fueron los mismos que inventaron los cárteles». Un argumento similar explicó Joaquín Guzmán Loera el Chapo durante una entrevista para la revista Rolling Stone (2016); el camarógrafo le cuestionó si él formaba parte de un cártel, a lo que respondió: «No, señor, para nada, porque, este, la gente que se dedican (sic) a esta actividad, pues no dependen de mí».
Entonces, ¿qué pasa en México?
Las agrupaciones delictivas mexicanas (denominadas organizaciones y redes de delincuencia organizada, grupos de delincuencia organizada transnacional o cárteles mexicanos) cumplen con todos los criterios mencionados, pero en la realidad algunas de ellas llegan a ser más complejas que las descripciones y los elementos citados.
Los organismos de delincuencia organizada (inferido en la legislación mexicana y en el marco internacional) se conforman cuando tres o más personas premeditadamente se disponen para cometer (reiterada y permanentemente) algún delito grave (o conjunto de los mismos), con miras a obtener un beneficio financiero o material. Por su parte, los grupos de delincuencia organizada transnacional despliegan una amplia cartera de delitos que les generan cuantiosas ganancias económicas; poseen jerarquía y organización; emplean la fuerza y la corrupción para conseguir sus objetivos y ganar influencia en diversos ámbitos; y se desenvuelven mundialmente, lo que a su vez les permite aprovechar las oportunidades de distintos sitios. En el caso de las redes de delincuencia organizada, además de la variedad de delitos que desarrollan, estas obtienen ganancias multimillonarias y operan similar a empresas internacionales de gran envergadura. Las agrupaciones delictivas mexicanas cumplen con todas las características de las organizaciones de delincuencia organizada, de los grupos de delincuencia organizada transnacional y de las redes de delincuencia organizada, pero categorizarlas en estos rubros sería emitir un juicio reduccionista, hasta cierto punto simplificarlas, porque, como el lector se dará cuenta en el transcurso del libro, algunos de estos sistemas delictivos son de una naturaleza más amplia y sofisticada, los cuales poseen otros fines y componentes no considerados en las descripciones previas; entre ellos, una dimensión cultural, simbólica y hasta religiosa.
En algún momento, el término «cártel de narcotráfico» era apropiado para definirles, cuando el comercio de estupefacientes se encontraba en auge y este era su negocio exclusivo, pero la realidad actual se ha modificado paulatinamente y, a pesar de que estas organizaciones siguen traficando drogas como una de sus operaciones primarias, en algunas de ellas se ha dado prioridad a otras actividades¹⁵ que les generan ganancias económicas sólidas, entre las que se encuentran la piratería, el secuestro, la trata de personas, la extorsión en diversas modalidades (como el derecho de piso), el lavado de dinero, o hasta el control y venta de recursos naturales (Ravelo, 2013, p. 93).
¿Protomafias?
Advertían hace algunos años especialistas en el área como Jean Francois Gayraud (2007, pp. 339-340) y Antonio Luigi Mazzitelli (2016, p. 36) que, por sus características y complejidad, los cárteles¹⁶ mexicanos habían devenido progresivamente en protomafias. Este tipo de organizaciones se caracteriza porque integran los elementos que constituyen a un cártel de tercera generación (descrito con anterioridad) conjuntamente con lazos sociales (consanguíneos o forjados) en una cultura de lealtad construida dentro de un código criminal, que es respetado en una población determinada (Dimico, Isopi & Olsson, 2017). Además de (por lo general) desplegar una conducta que puede llegar a desafiar la autoridad estatal, estos grupos se vinculan con la clase política y el empresariado en un ámbito permeado por la ilegalidad, la deshonestidad y la corrupción (Lupo, 2009). Una característica central de la protomafia es el respeto que le brinda la población local frente a la violencia del Estado (Dimico, Isopi & Olson, 2017), el cual da lugar a que se sostenga la gobernanza criminal¹⁷ (Lessing & Willis, 2019; Lessing, 2020), elemento que busca legitimarse por la aparente cercanía entre delincuentes y población, quienes compartirían el status de ser marginados por el gobierno (Willis, 2015; Feltran, 2020). Agrega Umberto Santino (2015, p. 43) que la protomafia (que él prefiere denominar premafia) se manifiesta principalmente en dos categorías: 1) las actividades criminales permanecen regularmente sin ser castigadas debido a que sus autores tienen vínculos con la gente de poder; y 2) los tipos de criminalidad diseñados para acumular riqueza son vistos como un ejercicio de dominio territorial. El puente progresivo hacia un estadio ulterior en las protomafias es que el poder pase a ser el último objetivo en sus actividades (Sampó & Ferreira, 2020, p. 112).
Al igual que lo ocurrido con las categorías descriptivas referidas con anterioridad, en el caso de algunas de las organizaciones mexicanas, su constitución y operatividad han sufrido una seria transformación que las sitúa por encima del concepto de protomafia, incursionando en el siguiente eslabón de la cadena evolutiva criminal.
¿Mafias?
Dentro del universo de la delincuencia organizada, existen grupos que han logrado subsistir inquebrantablemente a los diversos embates que les ha proporcionado el tiempo, las escisiones internas emergentes e inclusive la represión del Estado, posicionándose como las organizaciones criminales más efectivas y extendidas mundialmente (Coss y León Quiroz, 2022, p. 29). Se denominan mafias¹⁸, y son indudablemente los entes delictivos más poderosos y desconocidos del planeta, los cuales han abandonado progresivamente la marginalidad para instalarse en los núcleos de los sistemas políticos y económicos (Gayraud, 2007, pp. 17-18). Dado su tamaño, longevidad, y complejidad operativa y cultural, así como multifuncionalidad, son completamente diferentes de las empresas delictuosas de menor escala, efímeras, que de forma continua se crean y disuelven en los mercados legales e ilegales de los países desarrollados (Paoli, 2014, p. 121). Estas agrupaciones representan el epítome del crimen organizado (Coss y León Quiroz, 2022, p. 30), entidades inmateriales, eternas, omnipresentes y omnipotentes (Hawkins, 1969, p. 26), un verdadero poder invisible (Sánchez Gudiño, 2006, p. 120).
Una mafia¹⁹ es una organización (Falcone & Padovani, 2006, p. 37), empresa (Gambetta, 1996, p. 1; Santino, 2015, p. 10) o sistema (Forgione, 2009, p. 27; Antinori, 2015, p. 37; Sergi, 2017, p. 76) criminal-delictivo que busca ejercer un control territorial total (Williams & Savona, 1996, p. 50; Martinelli, Chiesi & Stefanizzi, 1999, p. 450; Paoli, 2003, p. 135; Gayraud, 2007, p. 281; Forgione, 2009, p. 15; Dalla Chiesa, 2010; Paoli, 2014, pp. 129-135; Sergi, 2017, p. 38) a través del despliegue de un amplio catálogo de actividades delictivas (Gayraud, 2007, p. 317; Calderoni, 2011, pp. 20-21), mientras, paralelamente, se infiltra en los ámbitos económico, político y social (Dalla Chiesa, 2010; Calderoni, 2011, pp. 20-21; Sciarrone & Storti, 2014; Scalia, 2016, p. 23; Sergi, 2017, p. 38). Este dominio no solo se remite a su lugar de origen, sino que, progresivamente, va migrando e internacionalizándose (Martinelli, Chiesi & Stefanizzi, 1999, p. 450; Savona, 2012, p. 6; Sergi, 2017, p. 38); cuenta con una organización grupal y estructura jerárquica plenamente definidas (Martinelli, Chiesi & Stefanizzi, 1999, p. 450; Gayraud, 2007, p. 302; Dalla Chiesa, 2010; Paoli, 2014, pp. 127-129), en las que la etnia (Ianni, 1974) o la familia (Siebert, 1996, p. 32; Seindal, 1998, p. 12) resultan sustanciales; posee un conjunto de creencias en el que son centrales mitos y leyendas particulares (Gayraud, 2007, p. 318; Nicaso & Danesi, 2013, pp. 39-40; Paoli, 2014, pp. 127-129), así como las ceremonias y ritos de iniciación (Seindal, 1998, p. 56; Paoli, 2003, p. 72; Gayraud, 2007, p. 334), todo dentro de un entorno de extrema secrecía (Seindal, 1998, p. 12; Paoli, 2003, pp. 101-114; Gayraud, 2007, p. 334; Sergi, 2017, p. 38). Por todas estas características, devienen en entidades duraderas al paso del tiempo, casi permanentes (Abadinsky, 1981, p. 39; Peterson, 1983, p. 418; Gayraud, 2007, p. 68; Paoli, 2014, pp. 126-127). Además de las características enlistadas, Enzo Ciconte, Francesco Forgione e Isaia Sales (2012, pp. 16-19) plantean las 5 cualidades que integran el «modelo mafioso», siendo estas: 1) cualidad social, que es la capacidad que tiene la organización de lograr que sean aceptados o reconocidos sus comportamientos, acciones y reglas por las comunidades donde se desenvuelven; 2) cualidad institucional, que es la capacidad de la agrupación para generar, conservar y nutrir relaciones de complicidad y beneficio mutuo con representantes de las instituciones estatales; 3) cualidad económica, que es la capacidad de la asociación para operar simultáneamente en los ámbitos legales e ilegales, con el propósito de imponer su control sobre