La cacería
Por TOT y Marisol Ulloa
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Como policía, Kurt sabe que durante su carrera se enfrentará a situaciones complicadas, desgarradoras y peligrosas. Pero jamás se imaginaría que terminaría por toparse con uno de los casos más grandes de la ciudad de Miami y que su vocación y terquedad lo pondría en la boca del dragón.
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La cacería - TOT
Hace algunas semanas que platicaba con mi amigo y compañero Otto respecto al sentido de la existencia. Me dí cuenta que en este punto de mi vida, a mis treinta y seis años de edad, no había logrado nada que valiera la pena; que no estaba dejando nada para este mundo y que no iba a trascender. Fue así como vino a mi mente, la idea de hacer estas grabaciones donde puedo relatar mi día a día como policía en Miami. Un narración de todo lo que hacemos, lo que vemos y lo que vivimos.
En un principio él no pareció convencido, me dijo:
–Kurt, eres un idiota! No podemos hacer eso, bien sabes que firmamos un contrato de confidencialidad. –A través de su prefecta barba se divisaba una gran sonrisa.
Lo cual era una realidad, como oficiales de la Ley, tenemos prohibido contarles a otras personas las cosas que pasan durante nuestros horarios. Pero a mí me pareció importante, Otto y yo hemos vivido tantas cosas juntos y yo no tengo por seguro que esto siempre va a ser así. Quería tener un pedazo, un recuerdo tangible de nuestros días en la patrulla rondando por las calles.
–Vamos viejo! Hemos tenido tantas historias increíbles que contar. El día de mañana yo quiero enseñarles a mis hijos estas grabaciones y que escuchen a su tío Otto siendo un idiota y a su padre siendo un héroe de la ciudad. –Le dije intentando convencerlo.
–Creo que confundiste un poco los papeles –respondió entre risas.
Voy a ponerlos un poco en contexto: Otto y yo nos conocimos hace algunos años en la escuela de policías. La primera vez que lo ví pensé que era un maldito arrogante; todo el tiempo estaba estudiando, se sabía las respuestas a todas las preguntas que hacía el oficial y nunca hablaba con nadie. Además tiene un rostro duro y que no invita precisamente a entablar una conversación; tiene una nariz gruesa, unas cejas bastante pobladas y se veía que toda su vida había hecho ejercicio,..... el tamaño de sus brazos lo delataba.
Yo la verdad es que no me tomaba la escuela como algo tan en serio. Había ido a la universidad; antes que eso estaba estudiando finanzas y me di cuenta que estudiar no era lo mío, así que dije Seré policía, será fácil y me traerá muchas chicas
. Pronto me di cuenta que en una cosa estaba equivocado, ser un policía no era tarea fácil, había que estudiar, ejercitar y muchas otras cosas aburridas... Pero en su momento todo eso valía la pena por las chicas o al menos eso pensaba. No saben como se desmayan cuando ven la placa.
Una vez dentro de la academia pensé que podría hacerle como en la universidad, faltar a las clases, hacer mi vida y preocuparme al final para los exámenes, pero no; así que como se imaginarán, desde el principio tuve muchos problema y digamos que por que rompí una que otra regla, el comandante le ordenó a Otto (su oficial promesa) ser mi niñera. Teníamos que ir a todos lados juntos, estudiar juntos, entrenar juntos, ir a clase e incluso se volvió mi compañero de habitación. Nos alucinábamos, no podíamos vernos más. Él de por si no me toleraba por mi actitud y yo que me dedicaba a hacerlo enfurecer por que no creía necesitarlo. Éramos una mezcla caótica.
En su momento sentía que Otto era una persona sumamente aburrida, que no teníamos nada en común y que no sabía cómo divertirse, como vivir. Yo pensaba en ir a beber y ligar con mujeres, él pensaba en estudiar, yo pensaba en ir a una fiesta, él pensaba en hacer ejercicio, yo lo invitaba a hacer algo diferente y él temía romper las reglas. Pasamos un año terrible, odiándonos, siguiendo las instrucciones del Comandante. En todo ese tiempo casi no hablamos más que lo estrictamente necesario, a pesar de pasar tanto tiempo juntos, nos conocíamos muy poco.
Llegaron las vacaciones de diciembre y en esas fechas normalmente la escuela se queda vacía; todos van a pasar las festividades con sus familias y amigos. Yo hace muchos años que había perdido la ilusión de esas fechas, cuando la familia pierde sentido, la Navidad y sus falsos deseos también. Nunca he sido un hombre de muchos amigos, así que opté por quedarme en la escuela, relajarme, descansar y estudiar para mis exámenes finales que ya iban a ser pronto. Pensé que me quedaría solo, pero resultó que Otto tenía exactamente el mismo plan que yo.
Fué a partir de esas semanas que nuestra amistad comenzó a formarse. Los primeros días nos ignoramos, pero poco a poco la necesidad de interactuar con alguien se hizo mayor y fue así como por medio de pequeñas conversaciones nos fuimos conociendo.
Me acuerdo perfectamente que la noche de Navidad yo me había preparado una sopa instantánea y estaba tirado en la cama leyendo Mujeres de Charles Bukowski. Otto llegó y me dijo:
–Sígueme –Yo juré que lo había escuchado mal y continué leyendo, Otto no tenía ninguna razón para pedirme que fuera a ningún lado, eran vacaciones... Era un tiempo fuera de nuestras instrucciones. Pero al ver que no lo seguía volvió y dijo –¿Vas a venir o no? –Secamente.
Yo cerré mi libro, me puse una chamarra, tomé mi sopa instantánea y fuí detrás de él; no tenía nada mejor que hacer y su misteriosidad me intrigó. Me llevó hasta la azotea del edificio y una vez arriba me lanzó una lata de cerveza a las manos.
–Pensé que estaba prohibido tomar –Dije dudoso. Pensaba que tal vez era una prueba o un boicot.
–Si lo está, pero es Navidad viejo. A nadie le importa una mierda lo que hagamos –Respondió abriendo una lata y bebiendo un largo trago. Nunca había visto esa actitud en él.
Nos sentamos al borde del edificio en silencio, viendo las luces de toda la ciudad. Yo imaginaba a las familias en la mesa del comedor, partiendo el pavo, pasándose el puré de papa y el gravy. Saboreaba mi cerveza; tenía muchos meses que no había tomado nada y menos con los ojos de mi niñera en la nuca.
–Hey Kurt, ¿Si pudieras cenar con algún famoso muerto, con quién lo harías? –Otto rompió el silencio, con la pregunta más extraña que alguien me había hecho en la vida.
–No lo sé, tal vez con Charles Bukowski –Respondí lo primero que me vino a la mente.
–¿Por qué?
–Me parece que es un hombre con una perspectiva de la vida muy interesante, muy cruda y muy real. Creo que hablar con él sería una experiencia única y una perspectiva diferente. ¿Tú? –Intenté quitar la atención de mi.
–Yo cenaría con Jesús. Me gustaría que me dijera la verdadera intención de la religión, y quisiera saber qué opina sobre cómo ésta se ha transformado. –Abrimos otra