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Meditaciones sobre el amor de Dios
Meditaciones sobre el amor de Dios
Meditaciones sobre el amor de Dios
Libro electrónico184 páginas2 horas

Meditaciones sobre el amor de Dios

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Información de este libro electrónico

"Meditaciones sobre el amor de Dios" es un libro que explora la naturaleza del amor divino y cómo podemos cultivar una relación más profunda con Dios a través de la meditación. En el libro, el autor guía al lector a través de una serie de reflexiones y prácticas que ayudan a profundizar la comprensión del amor de Dios y a desarrollar una conexión más íntima con Él.

El libro se divide en varias secciones, cada una de las cuales aborda un aspecto diferente del amor divino. Algunas de las secciones incluyen la compasión de Dios, la gracia de Dios, el perdón de Dios y el amor incondicional de Dios. En cada sección, el autor presenta pensamientos y enseñanzas inspiradoras, seguidas de meditaciones y prácticas que ayudan al lector a incorporar estas ideas en su vida cotidiana.

Además de ofrecer reflexiones profundas sobre la naturaleza del amor de Dios, "Meditaciones sobre el amor de Dios" también ofrece una guía práctica para aquellos que desean profundizar en su vida espiritual. Las prácticas de meditación que se presentan en el libro son simples y accesibles, y pueden ser realizadas por cualquier persona, independientemente de su experiencia previa en la meditación.

En última instancia, "Meditaciones sobre el amor de Dios" es un libro que inspira al lector a cultivar una relación más profunda y significativa con Dios a través de la meditación y la reflexión sobre el amor divino. Este libro es una guía poderosa y conmovedora para todos aquellos que buscan un camino hacia la paz interior y la conexión espiritual.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 mar 2023
ISBN9798215832035
Meditaciones sobre el amor de Dios

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    Meditaciones sobre el amor de Dios - Charles Simeon

    Meditaciones Sobre El Amor De Dios

    POR CHARLES SIMEON

    Contents

    EL PUEBLO DEL SEÑOR, UN REMANENTE ESCOGIDO

    LA GRACIA Y LAS OBRAS SE OPONEN COMO BASES DE LA SALVACION

    LA RESTAURACIÓN DE LOS JUDÍOS, UNA BENDICIÓN PARA LOS GENTILES

    REPRENSIÓN DE LA NEGLIGENCIA DE LOS JUDÍOS

    CONTRA EL ORGULLO Y LA SEGURIDAD CARNAL

    LAS DISPENSACIONES DE DIOS HACIA JUDÍOS Y GENTILES

    LA SALVACIÓN FUTURA DE TODO ISRAEL

    LOS JUDÍOS SIGUEN SIENDO AMADOS POR DIOS, POR CAUSA DE SUS PADRES

    EL EVANGELIO QUE NOS FUE DADO COMO DEPÓSITO PARA LOS JUDÍOS

    LA INESCRUTABILIDAD DE LOS CAMINOS DE DIOS

    DIOS TODO EN TODO

    DEVOCION A DIOS RECOMENDADA

    CONTRA LA CONFORMIDAD CON EL MUNDO

    SE REQUIERE SOBRIEDAD DE ESPÍRITU

    LOS CRISTIANOS SON TODOS MIEMBROS DE UN SOLO CUERPO

    LOS DEBERES DE LOS CRISTIANOS PARA CON DIOS Y LOS HOMBRES

    SIMPATÍA RECOMENDADA

    VENCER EL MAL CON EL BIEN

    DEBERES PARA CON LOS GOBERNANTES CIVILES

    CRISTO DADO A CONOCER A LOS GENTILES

    Romanos 10:20-21.

    E Isaías dice audazmente: Fui hallado por quienes no me buscaban; me revelé a quienes no preguntaban por mí. Pero respecto a Israel dice: Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y obstinado.

    Es difícil imaginar hasta qué punto los prejuicios cierran los ojos y los oídos de los hombres ante las verdades más claras. Nada podría ser más claro que el propósito y la determinación declarados de Dios de desechar a los judíos en caso de que continuaran impenitentes, y de admitir a los gentiles a participar de aquellos privilegios de los cuales los judíos, en primera instancia, tenían el goce exclusivo. Moisés lo había declarado en los términos más directos; que Dios provocaría a los judíos a celos por aquellos que no eran un pueblo, y por una nación insensata los enojaría: el claro significado de lo cual era que transferiría sus favores a los gentiles, en caso de que los judíos continuaran abusando de ellos.

    Pero Isaías, tal como lo expresa mi texto, fue muy audaz al afirmar, a modo de anticipación profética, que Dios ya había sido encontrado por los gentiles, a quienes ahora se proclamaba su Evangelio, tanto tiempo menospreciado por los judíos. Véase Isaías 65:1-2. Sin embargo, por fuertes que fueran estas afirmaciones, los judíos no podían admitir ni por un momento la idea de que los gentiles serían admitidos a participar de sus privilegios. Pero Pablo les asegura que así se había determinado muchos siglos antes y que, de hecho, así se había hecho.

    Al disertar sobre las predicciones aquí citadas, las consideraremos,

    I. Como profecías cumplidas

    En ellas vemos,

    1. La promesa de Dios a los gentiles.

    Aquí se designa claramente a los gentiles. Ellos no buscaron a Dios, ni preguntaron por él en absoluto: eran totalmente ignorantes de Dios, y despreocupados por él. No consideraban las señales de él que eran visibles en todas las obras de sus manos. Se contentaban con vivir sin él en el mundo; y hasta tal punto lo apartaban de sí, que no estaba en todos sus pensamientos.

    Sin embargo, a éstos se les había dado a conocer ahora Dios en la persona de su Hijo: se les había anunciado la buena nueva de la salvación; el Espíritu Santo había sido derramado sobre ellos; y Cristo, en toda su plenitud y en toda su gloria, se había revelado en sus corazones. Ahora Dios había sido encontrado por ellos, no como un mero Creador, sino como un Salvador; un Padre, un Amigo, una Porción, ¡una gran Recompensa eterna!. Aunque habían estado en tinieblas y en sombra de muerte durante todo el tiempo en que Dios se había dado a conocer a los judíos, al fin la luz había nacido sobre ellos, y la gloria de Dios se había manifestado sobre ellos. Tan pronto como le oyeron, obedecieron a su llamada; y en pocos años desde la publicación del Evangelio a ellos, tales multitudes se hicieron obedientes a la fe, que llenaron, por así decirlo, cada parte del imperio romano; tan gloriosamente se cumplió la predicción a los ojos del mundo entero.

    2. 2. Su queja de los judíos

    Durante dos mil años habían sido los judíos el pueblo peculiar del Señor, los únicos depositarios de su voluntad revelada, los únicos monumentos visibles de su gracia salvadora. Durante todo este tiempo, Dios les había tendido la mano con una ternura y un afecto más que paternales, rogándoles que aceptaran sus ofertas de misericordia y exhortándoles a que no desecharan las bendiciones que su amor soberano había preparado para ellos. Les había asegurado que en y por medio de su Mesías poseerían todas las bendiciones tanto de gracia como de gloria. No había escatimado esfuerzos para atraerlos hacia sí. Había obrado en su favor milagros como jamás se habían hecho en favor de ningún otro pueblo desde la fundación del mundo. Los había colmado de beneficios sin número, les había dado sus estatutos, sus ordenanzas, sus sábados, y había enviado de tiempo en tiempo a sus profetas para instruirlos y advertirlos. En resumen, todo lo que se podía hacer por su viña, lo había hecho en ella.

    Pero, ¿cómo habían correspondido a todo este amor sin límites? ¿Se habían vuelto hacia él? ¿Le habían amado, servido y glorificado? No, desde el principio habían sido un pueblo desobediente y rebelde. Oíd cómo se queja Dios de ellos por medio del profeta Jeremías, Jeremías 35:13; Jeremías 35:15. Pero el contraste más perfecto entre su ternura hacia ellos y su obstinación se encuentra en el trato que dieron a los mensajeros de Ezequías, cuando éste los envió por toda la tierra para rogarles e importunarles que volvieran a Dios (2 Crónicas 30:6-9). Obsérvese la extrema ternura con que Dios extiende aquí sus manos hacia ellos.

    ¿Y cómo recibieron ellos estas bondadosas comunicaciones? ¡Escuchad, cielos, y asombraos, tierra! Se burlaron de los mensajeros y se mofaron de ellos. Así lo hicieron también en los días de Cristo y sus Apóstoles; siempre fueron desobedientes, siempre contradiciendo y oponiéndose a todo lo que se decía o hacía por su bienestar; hasta que al fin, por sus contradicciones y blasfemias, obligaron al Apóstol Pablo a apartarse de ellos, y a ejecutar sin más reservas la comisión que había recibido de predicar el Evangelio a los gentiles, Hechos 13:44-47.

    Inmediatamente se puso de manifiesto con qué espíritu diferente recibieron los gentiles estas nuevas: oyeron con gozo al Apóstol, y glorificaron la palabra del Señor; y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Hechos 13:48.

    Así, en referencia tanto a judíos como a gentiles, se cumplió clara e innegablemente esta profecía.

    Pero será apropiado ver estas profecías,

    II. Como acontecimientos que todavía se cumplen diariamente

    En verdad, Dios aún es hallado por aquellos que no lo buscaron.

    No hablamos ahora de la conducta de los hombres después que han recibido la gracia de Dios; pues ningún hombre que haya sido hecho partícipe de la gracia de Dios puede dejar de buscarlo. Pero la pregunta es: ¿De dónde surgieron sus buenos deseos? ¿Eran de ellos mismos o de Dios? Dejemos que nuestra liturgia responda a esta pregunta: Oh Dios, de quien proceden todos los santos deseos, todos los buenos consejos y todas las obras justas. Sí, es Dios, que por su buena voluntad nos da el querer y el hacer; o, como lo expresa nuestro artículo, que obra en nosotros para que tengamos buena voluntad, y obra con nosotros cuando tenemos esa buena voluntad.

    Aquí apelaremos a toda mente humilde, a todo aquel que ha encontrado al Salvador en verdad: ¿Cuál era tu estado cuando Dios te incitó por primera vez a buscarlo? ¿No estabas descuidado y despreocupado; o, al menos, descansando en una mera forma de piedad, sin ninguna experiencia de su poder? ¿Lo aprehendiste antes de que él te aprehendiera a ti? ¿Lo amaste antes de que él te amara? ¿Lo elegiste antes de que él te eligiera a ti?

    Un fariseo orgulloso puede arrogarse la gloria, y decir que él mismo se hizo diferente: pero no así cualquiera que sea realmente enseñado por Dios. El verdadero cristiano dirá con Pablo: No fui yo, sino la gracia de Dios la que estuvo conmigo. Dondequiera que haya uno realmente unido a Cristo por la fe, y lavado en su sangre, y renovado por su Espíritu, hay uno que dirá desde lo más íntimo de su alma: Por la gracia de Dios soy lo que soy.

    Por otra parte, miles que son buscados por Dios con toda la ternura imaginable, y sin embargo continúan en un estado de desobediencia voluntaria y obstinada.

    Este es el caso de la generalidad de los que llevan el nombre de Cristo. Dios viene a ellos por su providencia, su palabra, su Espíritu, y trata de volverlos hacia sí: pero ellos rehúsan oír la voz del encantador, encantador siempre tan sabio. Durante cuántos años ha estado Dios luchando con algunos de entre nosotros, que, sin embargo, continúan alejados de la vida de Dios por la ceguera y la dureza de sus corazones. Piensa de qué modos tan diversos ha tratado con nosotros, a fin de cumplir en nosotros su beneplácito y realizar en nosotros los ricos designios de su gracia. Desde el primer momento en que la razón comenzó a expandirse y a operar, comenzó también a obrar sobre nuestras conciencias, y a atraernos por las influencias de su Espíritu.

    Decid, vosotros que estáis ahora en el vigor de la juventud, o crecidos a la edad del hombre, si no podéis recordar muchas interposiciones de la Deidad, cuando trató de deteneros en vuestra carrera de pecado, y llevaros al arrepentimiento. Y vosotros que sois avanzados en la vida, decid si cada año que se ha añadido a vuestras vidas no ha traído consigo mucho motivo adicional para la indignación de Dios contra vosotros.

    He aquí, pues, que la conducta de los judíos se realiza y renueva en nosotros: y el Señor Jesucristo tiene motivos para repetir sobre nosotros la queja que una vez vertió sobre los judíos desobedientes: ¡Oh Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise recogeros, como la gallina recoge a sus polluelos debajo de las alas! pero no quisisteis. Sí, en el día del juicio ésta será nuestra condenación: Quise, pero no quisiste.

    Hay todavía otro punto de vista en el cual estas profecías pueden ser consideradas; a saber,

    III. Como verdades ilustrativas de toda la economía de la salvación.

    El Evangelio es totalmente una dispensación de gracia.

    Esta es su característica más distintiva: es un plan ideado y ordenado por Dios para mostrar las abundantes riquezas de su gracia. Todo lo que Dios ha concedido al hombre caído en relación con ella, ha sido sin pedirlo ni solicitarlo.

    Podemos ver todo esto ejemplificado en nuestro primer padre Adán. Cuando cayó, ¿acaso clamó a Dios por misericordia? ¿Pidió un Salvador? ¿Imploró medidas de gracia que pudieran restaurarlo a la imagen divina? En vez de buscar a Dios, o incluso preguntarle si había alguna posibilidad de ser restaurado a su favor, huyó de Dios y se escondió; y cuando fue llamado de su escondite, echó la culpa de su transgresión sobre Dios mismo.

    Esto nos muestra lo que todo hombre hace por naturaleza, y continuaría haciendo, si Dios, por su propia gracia y misericordia, no infundiera en su mente una mejor disposición.

    El hombre en su estado caído está muerto, muerto en delitos y pecados: es como los huesos secos de la visión de Ezequiel, hasta que Dios sopla sobre él y le ordena vivir. No, él volvería a ese estado otra vez, si Dios no lo sostuviera a cada momento. En vano sería toda su experiencia pasada del amor redentor, si Cristo, en quien está escondida su vida, no le impartiera constantemente más gracia, y gracia suficiente para sus múltiples necesidades.

    Hermanos, es a este estado de dependencia consciente y voluntaria del Señor Jesucristo al que deseamos que seáis llevados: esto es lo que el Apóstol llama vivir por la fe en el Hijo de Dios. Sólo esto responde al fin de la dispensación del Evangelio: sólo esto honra a Dios, o puede traer paz sólida al alma. Os rogamos que busquéis este espíritu de fe y que abundéis en él cada vez más.

    Al Señor Jesucristo debéis dar gloria desde el principio hasta el fin: fue Él quien abrió vuestro corazón, como lo hizo con el de Lidia en otro tiempo, para atender a las preocupaciones de vuestras almas; y Él, que fue el Autor de vuestra fe, debe ser también el Consumador de ella. Considérenlo desde este punto de vista; vivan de acuerdo con él desde este punto de vista; denle gloria desde este punto de vista: y cuanto más agradecidos le estén, más abundantes serán sus comunicaciones con ustedes, tanto en el tiempo como en la eternidad.

    Pero los que no participan de esta gracia sólo tienen culpa de sí mismos.

    Dios no quiere la muerte de ningún pecador, sino que se arrepienta y viva. Incluso se digna, para animarnos, declarar esto bajo juramento: Vivo yo, dice el Señor Dios, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta de su maldad y viva. Y luego lo confirma con las más amables y afectuosas súplicas: Convertíos, convertíos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, casa de Israel?.

    Que a nadie se le ocurra excusarse diciendo: Si Dios no me da su gracia, ¿cómo podré ayudarme a mí mismo? Porque Dios ofrece gratuitamente su gracia a todo hombre: Todo el que tenga sed, venga a las aguas; venga, compre vino y leche, sin dinero y sin precio. Nuestro bendito Señor hizo una invitación semejante: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba; y de su vientre correrán ríos de agua viva. Del mismo modo, en el libro del Apocalipsis está escrito: El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven! Y el que quiera, que venga y tome gratuitamente del agua de la vida. ¿Qué diréis ante tales invitaciones? ¿Diréis: No podemos? Si lo hacéis, os diremos de antemano la respuesta de nuestro bendito Señor: No queréis venir a mí para que tengáis vida".

    Buscadle, y entonces será hallado por vosotros,

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