Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación
Por Mauricio Beuchot
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Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación - Mauricio Beuchot
I. CONSTITUCIÓN Y MÉTODO DE LA HERMENÉUTICA EN SÍ MISMA
Antes de hablar explícitamente de la hermenéutica analógica (cosa que haremos en el siguiente capítulo), hablaremos de la hermenéutica en cuanto tal, en su condición de saber específico. El primer problema que se presenta a una disciplina cognoscitiva es el de ella misma, definirse o delimitarse, distinguirse e identificarse. Hay varias cuestiones fundamentales acerca de la hermenéutica con las que conviene empezar: qué tipo de saber es, sobre qué versa, cuál es su método propio, de cuántas clases son sus objetos, qué objetivo o finalidad la anima. Se trata de problemas constitutivos; sobre ellos versaremos para iniciar el conocimiento de la propia especificidad de la hermenéutica. Algo muy importante en estos comienzos será aprehender el acto mismo de interpretación en su proceso peculiar, de modo que nos muestre el tipo de pregunta que plantea y el camino por el cual la responde. Eso es lo que trataremos de ver a continuación.
SU NATURALEZA
La hermenéutica es el arte y ciencia de interpretar textos, entendiendo por textos aquellos que van más allá de la palabra y el enunciado. Son, por ello, textos hiperfrásticos, es decir, mayores que la frase. Es donde más se requiere el ejercicio de la interpretación. Además, la hermenéutica interviene donde no hay un solo sentido, es decir, donde hay polisemia. Por eso la hermenéutica estuvo, en la tradición, asociada a la sutileza.¹ La sutileza era vista como un trasponer el sentido superficial y tener acceso al sentido profundo, e incluso al oculto, o cómo encontrar varios sentidos cuando parecía haber sólo uno. Principalmente encontrar un sentido intermedio entre dos opuestos, a veces en conflicto; podríamos decir: superar la univocidad, evitar la equivocidad y lograr la analogía. Sobre todo consistía en hallar el sentido auténtico, que está vinculado a la intención del autor, la cual está plasmada en el texto que él produjo. Se trata de captar lo que el autor quiso decir. Es la intención del autor o la intención del texto frente a la mera intención del lector, pues en la interpretación convergen tres cosas: el texto (con el significado que encierra y vehicula), el autor y el lector. Y el lector o intérprete tiene que descifrar el contenido significativo que el autor dio a su texto sin renunciar a darle también él algún significado o matiz. La hermenéutica, pues, en cierta manera, descontextualiza para recontextualizar, llega a la contextuación después de una labor elucidatoria y hasta analítica.
OBJETO Y OBJETIVO DE LA HERMENÉUTICA
Ante la hermenéutica, nos encontramos —como ante cualquier disciplina— con el problema de ella misma, el problema de definirla, demarcarla, deslindarla o tematizarla. Tradicionalmente, las ciencias se han definido por su objeto. Hay una doble dimensión en éste: una es el ámbito de la realidad que se considera, y la otra es el respecto o punto de vista bajo el cual se le mira. El objeto de la hermenéutica es el texto, pero el texto es de varias clases.²
Eso lo veremos un poco más adelante, al tratar de la noción de texto. Por ahora retengamos que todo lo que la hermenéutica considera lo hace en cuanto texto, como susceptible de ser textualizado. Así, los medievales vieron como texto la realidad misma, el mundo como un texto cuyo autor es Dios.³ Decían que Dios había escrito dos textos: la Biblia y el Mundo, aunque, más que escrito, este último fuera también prolación verbal, habla, pues la palabra de Dios actúa, hace, es acción significativa; Dios hace cosas con palabras (según la feliz expresión de John L. Austin). El punto de vista es, pues, la textualidad que hay que decodificar y contextuar.
Y el objetivo o finalidad del acto interpretativo es la comprensión, la cual tiene como intermediario o medio principal la contextuación. Propiamente el acto de interpretar es el de contextuar, o por lo menos es una parte y aspecto muy importante de ese acto, pues la comprensión es el resultado inmediato y hasta simultáneo de la contextuación.
Poner un texto en su contexto, evitar la incomprensión o la mala comprensión que surge del descontextuar. Tal es el acto interpretativo y a la vez la finalidad de la interpretación. En eso la hermenéutica lleva ya supuestos antropológicos y, por lo mismo y en la lejanía, pero fundamentalmente, éticos y hasta metafísicos.
CIENCIA O ARTE
¿Es la hermenéutica ciencia o arte? Ciertamente dependerá de lo que entendamos por una y otro. Si entendemos, con Aristóteles, la ciencia como un conjunto estructurado de conocimientos en el que los principios dan la organización a los demás enunciados, aunque sin la rigidez de la axiomática aristotélica ni de la moderna —sino que podrá irse enriqueciendo el sistema tanto inductiva como deductivamente—, podemos considerar como ciencia a la hermenéutica ya que tiene ciertos principios (unos cuantos) que le sirven para estructurar lo que va aprendiendo acerca de la interpretación de los textos. Por otra parte, si entendemos —igualmente con Aristóteles— el arte o la técnica como el conjunto de reglas que rigen algo, podemos entender la interpretación como un conjunto de reglas que se va incrementando al paso que la experiencia interpretativa nos enseña y alecciona, y como una aplicación bien adaptada de los principios y leyes generales que la hermenéutica va agrupando en cuanto ciencia. Con ello podemos ver también la hermenéutica como arte.⁴ En todo esto tiene una gran semejanza con la lógica, que es ciencia y arte a la vez: ciencia porque construye ordenadamente el corpus de sus conocimientos, y arte porque los dispone en reglas de procedimiento que se aplican a los razonamientos concretos.
Hay que notar que la hermenéutica nace —también por obra del Estagirita— en el seno de la lógica, como una parte suya, la hermeneia, que tiene por cometido dar la comprensión de lo que se está tratando en el proceso de la argumentación. De manera que, en alguna medida, la hermenéutica se ha desgajado de la lógica. Un escolástico la colocaría en la lógica magna o lógica material, no en la sólo formal. En efecto, para algunos escolásticos,⁵ la lógica abarcaba la retórica y la poética. Era una teoría de la argumentación viva y usaba todas esas disciplinas y herramientas para interpretar bien, con el fin de poder argumentar bien. La hermenéutica participa, pues, del carácter de ciencia y arte que al mismo tiempo tiene la lógica. No se queda en dar recetas interpretativas sino que va moldeando en sistema el propio corpus de sus conocimientos sobre la interpretación.
DIVISIÓN DE LA HERMENÉUTICA
¿Cuántos tipos de hermenéutica hay? Betti quiso distinguir tres tipos de interpretación: (i) la interpretación intransitiva, o meramente recognitiva, que sería la de la filología y la historia, cuya finalidad es el entender en sí mismo; (ii) la interpretación transitiva, o reproductiva o representativa o traductiva, como en el drama y la música, cuya finalidad es hacer entender, y (iii) la interpretación normativa o dogmática, como la jurídica y la teológica, cuya finalidad es la regulación del obrar.⁶ Ortiz-Osés le objeta que toda interpretación recognitiva y normativa es reproductiva o traductiva.⁷ Y eso es cierto; por ello hay que buscar otra clasificación. Es que la finalidad fundamental de la hermenéutica es traductiva. En el fondo, interpretar es traducir. Pero esa finalidad podría graduarse; podrían señalársele dos grados, uno en el que se buscara la teoría del interpretar y otro en el que se enseñara a hacer en concreto la interpretación. Y así como los escolásticos y Peirce hablaban de dos aspectos en algunas ciencias, el teórico y el práctico, tendríamos que señalar dos partes en la hermenéutica que les correspondieran, a saber: la hermenéutica docens y la hermenéutica utens, esto es, como doctrina y como utensilio, como teoría y como instrumento de la interpretación.
TEÓRICA O PRÁCTICA
Suele considerarse que hay ciencias teóricas, ciencias prácticas y ciencias mixtas de teoría y praxis. ¿A cuál de ellas pertenece la hermenéutica? También a semejanza de la lógica, en la hermenéutica se da la dualidad de teoría y praxis. Abarca las dos cosas.
Es que hay disciplinas que, dada su generalidad y amplitud abarcadora, tienen un aspecto teórico y otro práctico. Pero lo primordial de esta disciplina, la hermenéutica, es la teoría, que es su fin principal, pues de ella obtiene lo que dará la practicidad. En efecto, el conocimiento es principalmente teórico, pero el conocimiento teórico, por extensión y aplicación, se hace práctico. Y, así, no hay contradicción en que ciertas disciplinas (como la lógica o la metafísica) sean a un tiempo teóricas y prácticas, porque la riqueza de su contenido da para ambas cosas. Así volvemos a encontrar ese doble carácter y, por lo tanto, división o clasificación dual de aspectos internos en la hermenéutica misma, ya como hermenéutica pura, ya como hermenéutica aplicada.
Según dice Aranguren, "toda theoría, además de ser práxis, es a la vez poiésis, al menos incoativamente, porque, como también ha hecho ver Zubiri, el saber implica el ‘penetrar’, ‘registrar’ e ‘intervenir’, y hay, por tanto, una unidad interna entre saber y modificar".⁸ Aranguren dice de la ética que es teórica y práctica, y aquí encontramos analogía con la hermenéutica, como la habíamos visto entre esta última y la lógica. También podemos ver analogía entre la hermenéutica y la prudencia, según ya desde antiguo se había visto entre esta última y la lógica.⁹ Es que la hermenéutica, al participar de la lógica, tiene el doble aspecto de formal y material. No es puro formalismo, sino contenido vivo que se conoce y se ordena en lo concreto de la interpretación, como se ve en la prudencia, en el acto prudencial.
HERMENÉUTICA DOCENS Y HERMENÉUTICA UTENS
Las expresiones "hermenéutica docens y
hermenéutica utens" provienen de la escolástica, que hablaba de lógica docens y lógica utens. De ahí las toma Peirce en el sentido de lógica como sistema y en el de lógica aplicada o metodología.¹⁰ Con todo, esta última, la lógica utens, tenía en la escolástica un sentido menos técnico de metodología y se refería a la aplicación de la lógica a un acto concreto del conocer. Sólo es método en un sentido muy amplio e impropio. Así la tomamos nosotros. De modo parecido la toma Aranguren cuando habla de ethica docens
y ethica utens
, al decir que "la separación entre la moral vivida o ethica utens y los tratados de ética [i. e. la ethica docens], que para casi nada la toman en cuenta, es incomprensible".¹¹ Pero también daremos a la hermenéutica utens un sentido de metodología —sólo que muy amplio—, ya que tiene que ver algo con ella, pues el método de la hermenéutica debe realizar, a partir de la interpretación viva, o de la vida interpretativa, una inducción o epagogé, para derivar por deducción (analógica y adaptada) sus leyes a los textos concretos. Y hasta, como diría Peirce, tiene que hacer una abducción (o conjetura o hipótesis). En esa atención al caso concreto se ve la parte de analogía que la hermenéutica tiene con la prudencia o phrónesis.
La hermenéutica docens es la hermenéutica en cuanto doctrina o teoría general del interpretar, y la hermenéutica utens es la hermenéutica misma ofreciendo los instrumentos hallados en su estudio teórico para ser aplicados en la práctica, a saber: las reglas de interpretación, que son pocas y muy generales. Y es que, aun cuando en la mayoría de los casos las ciencias son o teóricas o prácticas, en el caso de la hermenéutica, como en el de la lógica, dada su amplitud, puede tener el doble aspecto de ser teórica y práctica a la vez. Pero es primordialmente teórica, y secundaria o derivativamente práctica porque el que pueda ser práctica se deriva de su mismo ser teórica.
Pero al haber hablado de una hermenéutica docens y una hermenéutica utens se cae en el problema de si la hermenéutica es por fin teórica o práctica, ciencia o arte.¹² Ya hemos dicho que la hermenéutica tiene un aspecto de ciencia y otro de arte, pero justamente su aspecto de arte surge y vive del de ciencia que también posee; por ello es principalmente ciencia y secundariamente arte; de su estatuto epistemológico de ciencia se deriva el que pueda fungir como arte, o, si se prefiere, sólo puede ser arte porque también es ciencia.
Igualmente se podría hablar, como clases de hermenéuticas, de una hermenéutica sincrónica y otra diacrónica, según se dé predominio a la búsqueda de la sistematicidad o de la historicidad en un texto, y también de hermenéutica sintagmática y de hermenéutica paradigmática, según se insista en la linealidad horizontal y la contigüidad, o en la linealidad vertical de asociaciones, es decir, en una lectura en superficie o una lectura en profundidad.
SU METODOLOGÍA
Hemos dicho que el carácter metodológico de la hermenéutica es muy general, y vamos a verlo: principios y reglas muy amplios. También hemos dicho que tradicionalmente la hermenéutica estuvo asociada a la sutileza.¹³ Pues bien, Ortiz-Osés expone la metodología de la hermenéutica en tres pasos que son tres modos de sutileza: (i) la subtilitas intelligendi —y que nosotros quisiéramos llamar subtilitas implicandi—, (ii) la subtilitas explicandi y (iii) la subtilitas applicandi.¹⁴ Este autor traslada estos momentos a la semiótica: la subtilitas implicandi correspondería a la semántica (significado textual), la subtilitas explicandi a la sintaxis (significado intertextual) y la subtilitas applicandi a la pragmática (significado contextual). Pero creemos que habría que hacer alguna modificación. El primer momento tocaría a la sintaxis, que corresponde a la subtilitas implicandi y no a la subtilitas explicandi. En ese primer paso se va al significado textual o intratextual e incluso al intertextual. La razón es que el significado sintáctico es el que se presupone en primer lugar; sin él no puede haber (como aspectos del análisis) semántica ni pragmática.¹⁵
En efecto, la implicación es eminentemente sintáctica, por eso la hacemos corresponder a esa dimensión semiótica, y en verdad ocupa el primer lugar. Después de la formación y transformación sintácticas, que son implicativas por excelencia, vendrá la subtilitas explicandi correspondiendo a la semántica. Aquí se va al significado del texto mismo, pero no ya como sentido, sino como referencia, es decir, en su relación con los objetos, y por ello es donde se descubre cuál es el mundo del texto, esto es, se ve cuál es su referente, real o imaginario. Y finalmente se va a la subtilitas applicandi, correspondiente a la pragmática (lo más propiamente hermenéutico), en la que se toma en cuenta la intencionalidad del hablante, escritor o autor del texto y se lo acaba de insertar en su contexto histórico-cultural. Esto coincide además con tres tipos de verdad que se darían en el texto: una verdad sintáctica, como pura coherencia, que puede ser tanto intratextual (interior al texto) como intertextual (con otros textos relacionados); una verdad semántica, como correspondencia con la realidad (presente o pasada) o con algún mundo posible (futuro o imaginario) a que el texto alude, y una verdad pragmática, como convención entre los intérpretes (e incluso con el autor) acerca de lo que se ha argumentado y persuadido de la interpretación, a pesar de que contenga elementos extratextuales (subjetivos o colectivos).
Así, el método de la hermenéutica es la subtilitas, la sutileza, en sus tres dimensiones semióticas de implicación o sintaxis, explicación o semántica y aplicación o pragmática. La aplicación¹⁶ misma puede entenderse como traducir o trasladar a uno mismo lo que pudo ser la intención del autor, captar su intencionalidad a través de la de uno mismo, después de la labor sintáctica o de implicación dada por las reglas de formación y transformación o gramaticales, y tras la explicación-comprensión que da la búsqueda del mundo que puede corresponder al texto. Con la aplicación pragmática se llega a esa objetividad del texto que es la intención del autor (la intentio auctoris).
La formación de esta metodología no es cerrada y fija; se va constituyendo y ampliando de manera viva. Permite enriquecer las pautas metodológicas mediante el rejuego de la praxis y la teoría, de la aprioridad y la aposterioridad, del análisis y la síntesis, de la inducción y la deducción. Más allá de todas ellas, sin quedarse en ninguna, reúne, como lo hacía Peirce, la inducción y la deducción en la abducción, en la hipótesis interpretativa que tiene que argumentarse para ser aceptada. Y por ello cabe hablar de pregunta hermenéutica, de juicio hermenéutico —que puede ser tesis o hipótesis— y de argumentación hermenéutica, en la que el principal argumento o tópico es mostrar la validez de la contextuación realizada.
La abducción funciona de manera especial en la interpretación: se emiten hipótesis interpretativas frente al texto. Peirce veía el acto de interpretación como abductivo (o hipotético-deductivo, o de conjetura-refutación, o de ensayo-error, como dirá después Popper). El intérprete se enfrenta a un representamen, signo o texto para interpretarlo, elabora (por abducción) una interpretación por la que resulta un interpretante (o interpretamen) en la mente de ese intérprete según la cual se da la intensión o sentido del signo o texto, y que conduce a la extensión o referencia u objeto designado por ese signo (o el mundo designado por el texto). El interpretante es, a su vez, un signo de segunda instancia, que puede originar otro y éste a su vez otro (potencialmente al infinito, pero esta procesión infinita se detiene por el contexto). Hay un interpretante inmediato, que es la posibilidad de que el signo sea comprendido adecuadamente; pero también hay un interpretante dinámico, que es lo que de hecho o en acto se interpreta, y hay un interpretante final, que es el resultado final de ese acto interpretativo, y hasta puede ser un resultado ideal, una idea reguladora de la interpretación, que se captaría si se dieran las condiciones ideales de la interpretación. El interpretante puede ser un concepto, un acto o un hábito. El objeto al que el interpretante conduce puede ser objeto inmediato, que es la cosa en cuanto representada por el signo, y un objeto dinámico, que es la cosa misma independientemente de que sea representada y que determina al signo en su representación.¹⁷
LOS ELEMENTOS DEL ACTO HERMENÉUTICO: TEXTO, AUTOR Y LECTOR
Ya hemos visto que (según el esquema de Peirce, aunque con otra terminología) en el acto de interpretación confluyen el autor y el lector, y el texto es el terreno en el que se dan cita. El énfasis puede hacerse hacia uno o hacia otro. Hay quienes quieren dar prioridad al lector y entonces hay una lectura más bien subjetivista; hay quienes quieren dar prioridad al autor y entonces hay una lectura más bien objetivista. Pero exagerar en el lado del lector conduce a la arbitrariedad y al caos, y exagerar en el lado del autor lleva a buscar una cosa inalcanzable, inconseguible; cada vez se está suponiendo que se puede conocer el mensaje igual o mejor que el autor mismo (porque se estaría conociendo al autor mejor que él mismo). Hay allí dos movimientos, uno de acercamiento y otro de distanciamiento respecto del texto (y del autor, porque, aun cuando ya lo ha perdido, el texto pertenece más al autor que al lector). El acercamiento conlleva el inmiscuir o meter la propia subjetividad; el distanciamiento permite alcanzar cierto grado de objetividad, no interpretar lo que uno quiere sino más o menos lo que quiere el autor.¹⁸
Hay allí, entre otras cosas, un conflicto de intencionalidades, de deseos, de voluntades, entre lo que se quiere decir y lo que se quiere leer, además de conflicto de ideas o conceptos (ambigüedad). Es cierto que la sola intención del autor no basta para hacer la interpretación completa, pues estamos leyéndolo desde nuestra situación actual. Pero tampoco basta introducir lo más posible nuestra intención interpretativa de lectores; eso haría que cada quien diera curso libre a su creatividad al interpretar, sin importar ninguna medida proveniente del texto, impuesta por éste. Más bien se trata de llegar a una mediación prudencial y analógica en la que la intención del autor se salvaguarde gracias a la mayor objetividad posible, pero con la advertencia de que nuestra intencionalidad subjetiva se hace presente. Si hemos de hablar de una intención del texto
,¹⁹ tenemos que situarla en el entrecruce de las dos intencionalidades anteriores. Tenemos que darnos cuenta de que el autor quiso decir algo, y el texto —al menos en parte— le pertenece todavía. Hay que respetarlo. Pero también tenemos que darnos cuenta de que el texto ya no dice exactamente lo que quiso decir el autor; ha rebasado su intencionalidad al encontrarse con la nuestra. Nosotros lo hacemos decir algo más, esto es, decirnos algo. No habla en abstracto; lo estamos interpretando nosotros en una situación concreta. Así, la verdad del texto comprende el significado o la verdad del autor y el significado o la verdad del lector, vive de la tensión entre ambos, de su dialéctica. Podremos conceder algo más a uno o a otro (al autor o al lector), pero no sacrificar a uno en aras del otro.
Supongamos que nos enfrentamos con algo que hemos identificado como un texto. Un primer movimiento es buscar su contexto (aunque no se descubra plenamente, pero al menos lo indispensable). En la contextuación se trata de conocer (a veces de adivinar) la intencionalidad del autor. Esto exige conocer su identidad, su momento histórico, sus condicionamientos psicosociales o culturales, lo que lo movió a escribirlo. También exige saber a quién o quiénes quiere decir lo que dice. Lo que quiere decir constituye el contenido del texto, y ello es dependiente del autor, quien quiere que interpreten eso los destinatarios. En efecto, cuando es recibido por otros que no son los receptores originales puede no decir lo mismo que decía en un momento preciso. Mas, ya que uno de los protagonistas es el autor y otro el lector, mientras mayor conocimiento se tenga de éste y de aquél será mejor la interpretación. Conocimiento del autor, por la historia, según diversas modalidades (crítica textual, historia de su tradición, etcétera), y conocimiento de sí mismo como lector, por la reflexión que nos hace conocer las condiciones de nuestra interpretación (de la propia psique, de la sociología y de la propia tradición, en contraste con las del autor).
Efectivamente, como hemos dicho, en el acto de interpretación, de hermeneusis, se reúnen las siguientes cosas: un texto (que es vehículo de un significado o de mensaje) emitido por un autor y recibido por un lector o intérprete.²⁰ Algunos, como Roman Jakobson, hablan de seis elementos: el hablante, el oyente, el mensaje, el código, el contacto y el contexto;²¹ pero aquí nos reduciremos al hablante o autor, el oyente o lector o intérprete, y el mensaje o texto, suponiendo dado de antemano el código, y suponiendo que precisamente la interpretación se da por el contacto y consiste en colocar el texto en su contexto.
El autor es el que imprime un mensaje en el texto y además imprime a su mensaje una intencionalidad. Respecto de esto, Foucault hace una distinción entre autor y escritor.²² Centrándonos en la idea de autor, distinguiremos, con Eco, un autor empírico, un autor ideal y un autor liminal. El primero es el