Amar la escena: Diarios teatrales
Por Roberto Gacio
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Amar la escena - Roberto Gacio
Edición: Josefa Quintana Montiel
Diseño de cubierta: Dieiker Bernal Fraga
Diagramación: Lisandra Fernández Tosca
Conversión a E-book: Ediciones Cubanas
© José Roberto Gacio Suárez, 2021
© Sobre la presente edición:
Ediciones Alarcos, 2021
ISBN Versión e-Pub PDF: 9789593051514
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Ediciones Alarcos
Casa Editorial Tablas Alarcos
Consejo Nacional de las Artes Escénicas
Línea y B, El Vedado, La Habana 10400, Cuba
(53) 7833 0226, (53) 7833 0214
Table of Contents
Nota
índice
Pórtico a la bitácora personal de Roberto Gacio
El teatro lo acompaña y lo salva
La construcción del socialismo en el teatro de Albio Paz
La vieja dama muestra sus medallas
Festival de Camagüey: balance necesario
Inmediatez y alcance
Mosquito: parábola para dos actores
Galápago: la magia en escena
Por la ruta de un festival
Santa Camila: un abanico de visiones
La noche de los asesinos, mise en scène de Vicente Revuelta
Teatro gay en los noventa
Voluntad de permanencia
El actor. Apuntes para comprender su presencia en la escena actual en los noventa
Te sigo esperando
Tres enfoques diferentes de un mismo personaje lorquiano
Carlota (el ángel asesino). Horror e inmolación
El dudoso cuento de la princesa Sonia, de Raúl Alfonso (horror, fantasía y amor en la vida de una aristócrata rusa)
Buscar el rostro detrás de la máscara
Así es… a mí me parece
Anna Frank. Coherencia y sensibilidad
De pánicos
Entre el túnel y el pájaro
Una caja de ensueños
Las penas saben nadar: un monólogo paradigmático
Escándalo en El Sótano
Grupos y directores renovadores de la escena cubana (1959-2006)
Fango, nueva estación de Argos Teatro
Del carisma y el humor en…
El Flaco y el Gordo visto por José Milián
Virgilio Piñera: problemática del actor y el personaje en siete de sus obras
Mecánica: el estudio de los monstruos
La cita: humor inteligente, delicioso, rigurosamente artístico
Jacuzzi: impactante estreno
Otoño: delicado teatro poético
El espejo: deslumbrante creatividad, buen gusto y diversión
Largo viaje de un Festival Nacional de Teatro: Camagüey 2018
Vicente Revuelta vuelve a la vida en Misterios y pequeñas piezas
Oficio de cubanía
Imaginación creadora: Reportaje Macbeth
Landmarks
Cover
Table of Contents
Nota
La memoria de Gacio es prodigiosa. Él puede, al cabo de varios años, rememorar con detalles puestas en escena a las que ha asistido o ha sido partícipe. Sin asomo de nostalgia o añoranza, revive montajes de Adolfo de Luis, Vicente Revuelta, Berta Martínez. Cuenta qué pasó, da criterios, narra incluso jugosas anécdotas. Su mirada es aguda, sagaz; su verbo, preciso; sus juicios, certeros. A sus dotes personales se unen su formación filológica, teatrológica y actoral, que le han proporcionado dominio del lenguaje y herramientas para desarticular las piezas que examina, donde hace énfasis en el desempeño del actor, con una mezcla poco frecuente de tino y benevolencia.
Acaso su primordial mérito sea que ha apoyado y aconsejado a los más jóvenes en el camino del arte teatral. Por ello, en 2020, recibió con orgullo el Premio Maestro de Juventudes, que otorga la Asociación Hermanos Saíz. Siempre actualizado, ha sabido evolucionar con los tiempos. Apropiándose de tendencias contemporáneas, es capaz de analizar las representaciones de varios grupos en diferentes etapas. Críticas suyas, resúmenes de festivales y periodos, ponencias y reseñas —la mayoría publicados en revistas especializadas— se agrupan en este libro. Su lectura es un viaje por la escena teatral cubana y su historia.
Ante ustedes los Diarios teatrales de ROBERTO GACIO (Vertientes, Camagüey, 1941), un hombre de teatro que ha dedicado su vida a Amar la escena.
FEFI QUINTANA MONTIEL
índice
Nota
Pórtico a la bitácora personal de Roberto Gacio
El teatro lo acompaña y lo salva
La construcción del socialismo en el teatro de Albio Paz
La vieja dama muestra sus medallas
Festival de Camagüey: balance necesario
Inmediatez y alcance
Mosquito: parábola para dos actores
Galápago: la magia en escena
Por la ruta de un festival
Santa Camila: un abanico de visiones
La noche de los asesinos, mise en scène de Vicente Revuelta
Teatro gay en los noventa
Voluntad de permanencia
El actor. Apuntes para comprender su presencia en la escena actual en los noventa
Te sigo esperando
Tres enfoques diferentes de un mismo personaje lorquiano
Carlota (el ángel asesino). Horror e inmolación
El dudoso cuento de la princesa Sonia, de Raúl Alfonso (horror, fantasía y amor en la vida de una aristócrata rusa)
Buscar el rostro detrás de la máscara
Así es… a mí me parece
Anna Frank. Coherencia y sensibilidad
De pánicos
Entre el túnel y el pájaro
Una caja de ensueños
Las penas saben nadar: un monólogo paradigmático
Escándalo en El Sótano
Grupos y directores renovadores de la escena cubana (1959-2006)
Fango, nueva estación de Argos Teatro
Del carisma y el humor en…
El Flaco y el Gordo visto por José Milián
Virgilio Piñera: problemática del actor y el personaje en siete de sus obras
Mecánica: el estudio de los monstruos
La cita: humor inteligente, delicioso, rigurosamente artístico
Jacuzzi: impactante estreno
Otoño: delicado teatro poético
El espejo: deslumbrante creatividad, buen gusto y diversión
Largo viaje de un Festival Nacional de Teatro: Camagüey 2018
Vicente Revuelta vuelve a la vida en Misterios y pequeñas piezas
Oficio de cubanía
Imaginación creadora: Reportaje Macbeth
Quiero expresar mi agradecimiento a las personas que han aportado
a mi vida afecto, enseñanza y estímulo:
A mi madre, Laura Suárez, gracias por su rotunda entrega.
Al doctor José Oscar Viamontes, que me acompañó
y orientó por más de treinta años.
A Adolfo de Luis, quien me reveló la verdad del artista.
A Marcia Leyseca, por su apoyo en momentos muy difíciles.
A mis profesores Beatriz Maggi, Mercedes Pereira,
Roberto Fernández Retamar y Rine Leal.
A los directores de la revista Tablas, donde me he desarrollado
como crítico: Rosa Ileana Boudet, Vivian Martínez Tabares,
Yana Elsa Brugal y Omar Valiño.
A los creadores artísticos Tomás Gutiérrez Alea, Rigoberto López,
Tomás Piard, Humberto Arenal, Berta Martínez, Vicente Revuelta
y Raúl Martín por las experiencias recibidas.
A mis colegas del Centro Nacional de Investigación de las
Artes Escénicas, en especial a Haydée Sala y Nancy Benítez.
A mis entrañables amigos César Évora y su esposa Vivian Domínguez.
A Erick Morales, casi mi hijo.
A mi querida familia actual Brenda, Maribel y Valeria.
A mi editora Fefi Quintana Montiel, mi eterno agradecimiento
porque aúna rigor y talento.
Pórtico a la bitácora personal de Roberto Gacio
Pudieran definirlo sus casi sesenta años dedicados al teatro, o acaso su polifacética consagración al arte de las tablas de conjunto con su permanente apuesta por la mirada joven, por los enfoques renovadores. Roberto Gacio es ante todo un hombre de teatro; y este libro, una suerte de diario íntimo que como crítico y analista del fenómeno teatral cubano ha venido escribiendo y publicando en varios medios a lo largo de cuarenta años, dejando en él obsesiones y pasiones.
Para presentar al autor bastaría decir que se define a sí mismo como discípulo de Humberto Arenal, Adolfo de Luis, Berta Martínez, Rine Leal y Francisco López Sacha, a quienes agradece su formación profesional como actor y crítico; además, que recuerda con cariño su paso por la Academia Municipal de Artes Dramáticas, su trabajo en la sala El Corral, en El Sótano junto a Paco Alfonso, en el grupo Milanés de Adolfo de Luis, en Teatro Estudio, en el grupo Los Doce con Vicente Revuelta y en Teatro de la Luna junto a Raúl Martín…
Amar la escena. Diarios teatrales es la selección de reseñas críticas, investigaciones y valoraciones en torno al hecho teatral cubano desde el punto de vista particular e inclusivo de este hombre que conoce el teatro y sus senderos más disimulados. La mayoría han sido publicados en la revista Tablas, otros vieron la luz en espacios de pensamiento teatral latinoamericano o en conversatorios.
Quisiéramos proponer varios caminos para desandar estas páginas. Uno es desde el punto de vista de la teatrología, que tuvo en Cuba sus inicios en los años ochenta del pasado siglo xx y ha transitado de cuestionamientos ideológicos —muy a tono con el panorama político del país— a valores puramente estéticos años después. Otro es su lectura como páginas de historia teatral, donde se dejan plasmadas para futuras generaciones los ires y venires, entradas y salidas de importantes movimientos y personajes, y las influencias que han impactado el arte de las tablas en el pasado más reciente. Un tercer camino lo marca el autor mismo con su vasta experiencia como intérprete: sus críticas y ensayos ponen siempre en perspectiva el arte del actor: la entiende, la discierne como solo puede hacerlo alguien capaz de encarnar a otro ser.
Queden entonces abiertas las puertas para Amar la escena y revelados así los secretos de estos Diarios teatrales de Roberto Gacio.
Indira R. Ruiz
El teatro lo acompaña y lo salva
I
El arte teatral es para Roberto Gacio su razón de vida. Es esta, sin duda, la primera reflexión que emerge durante la lectura del presente volumen. Un viaje editorial por cuarenta años de ejercicio de la crítica y la investigación y más de sesenta como espectador. El testimonio de una pasión, de una vida entera dedicada a las tablas.
Era apenas un adolescente cuando su madre lo llevó a la sala Prometeo y presenció la puesta de El difunto señor Pick, dirigida por el gran Francisco Morín. Quedó fascinado con la verdad que había en aquella pieza. Al ver sobre la escena a Ernestina Linares, Berta Martínez y Manuel Pereiro, comprendió que el teatro lo acompañaría para siempre y le daría la posibilidad de vivir una vida mejor que la suya propia.
En el año 1958 ingresó en la Academia Municipal de Arte Dramático. A este sitio le debe su disciplina y amor por el teatro. Así como la ética, el respeto a la profesión y el sacrificio propio de un actor; elementos que lo han acompañado durante toda su carrera. Reconoce a Adolfo de Luis como su preceptor, maestro y más importante influencia teatral.
Se graduó en la Universidad de La Habana de la carrera de Lengua y Literatura Hispánica en la especialidad de Hispanoamericana, y en medio de una profunda desilusión personal y profesional decidió hacer las pruebas para ingresar al Instituto Superior de Arte en la primera graduación de Teatrología y Dramaturgia.
Gacio siempre comenta y recuerda con mucha vehemencia su formación en Teatro Estudio y las grandes puestas que allí se gestaron. La experiencia junto a Vicente Revuelta en el grupo Los Doce, aunque breve, dejó en él una huella profunda de aprendizaje, al descubrir una nueva dinámica de trabajo y una manera diferente de comprender el arte teatral. Su etapa más feliz como actor ha sido su trabajo en Teatro de la Luna junto a Raúl Martín, donde interpretó obras como Electra Garrigó, Los Ciervos, La boda, y otras.
Entre sus lauros más significativos se encuentran la Distinción por la Cultura Nacional, el premio Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz, el premio Omar Valdés que entrega la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por la obra de la vida, y la placa Avellaneda del Festival Nacional de Teatro de Camagüey. Obtuvo el premio Caricato por su labor en la obra Seis personajes en busca de un autor, Premio masculino del Festival del Monólogo de Cienfuegos por El álbum y Premio a la mejor actuación masculina en el Festival de Pequeño Formato de Santa Clara por El monólogo de Casio.
Gacio odia la vanidad y siempre está dispuesto a brindarles sus conocimientos y experiencias a los jóvenes. Posee una memoria extraordinaria y es capaz de reconstruir una puesta en escena hasta en el más mínimo detalle aun con el paso de las décadas. En una ocasión sentado en la sala de su apartamento, donde han transcurrido nuestras largas horas de entrevistas y charlas sobre el teatro cubano, me dijo que su mayor virtud era la persistencia y que era feliz porque había logrado persistir a pesar de todo.
II
Indira R. Ruiz, con el pretexto de compilar la obra crítica y ensayística del reconocido actor, profesor, crítico e investigador, nos está invitando a un viaje por el pasado más reciente de nuestro teatro. En estos Diarios teatrales podemos encontrar la mirada de un espectador sumamente entrenado, de alguien que ofrece su sabiduría, experiencia y emocionalidad en cada trabajo. Más que un teórico, se trata de un artista que ejerce su criterio especializado, y lo hace a través de un modo muy peculiar de apreciar y concebir el teatro.
Gacio posee un caudal inmenso de referentes, los cuales logra condensar y exponer con claridad envidiable. Entre sus páginas encontramos reseñas imprescindibles para reconstruir periodos, estilos y tendencias. Lo mismo ocurre con los resúmenes de festivales y grandes carteleras, ya que mientras perpetúa la memoria del evento, expone diagnósticos certeros y profundos acerca de la salud escénica del momento. Ejemplo de ello pudiera ser el resumen del Festival de Camagüey de 1986 o el del Festival del Monólogo de 1992, en los cuales realiza evaluaciones medulares de las problemáticas que afectaban la escena nacional en dichos años.
Uno de los principales valores de su escritura está en el poder de síntesis y lo certero de sus criterios. Elementos que el propio Gacio reconoce haberlos aprendido de Rine Leal. En sus trabajos también podemos encontrar influencias de su maestro Mario Rodríguez Alemán en cuanto a serenidad de juicio y equilibrio en el enfoque de los criterios. Siempre me ha llamado poderosamente la atención su capacidad para descifrar, analizar y cuestionar los recursos técnicos y dispositivos operantes en cada puesta en escena.
Tantos años de experiencia le han permitido acompañar los espectáculos y a sus protagonistas a través del tiempo. En la reseña de La noche de los asesinos, por citar una, además de reconstruir y comentar la pieza, realiza una exposición magistral de la poética de Vicente Revuelta a partir de su formación, referentes y primeras experiencias en el oficio.
El ensayo tal vez sea la vertiente menos conocida de su labor. En esta muestra aparecen artículos que denotan la capacidad que posee para hilvanar un contraste muy peculiar entre hallazgos y remembranzas. Somete al lector a cuestionamientos certeros, además de la manera en que articula, organiza y sintetiza su pensamiento. Hay materiales que me resultan medulares para recomponer las distintas estaciones de la memoria escénica en sus diferentes etapas, tales como: Teatro gay en los noventa, Tres enfoques diferentes de un mismo personaje lorquiano y Grupos y directores renovadores de la escena cubana (1959-2006).
Mientras viajaba entre sus páginas tenía la impresión de estar recibiendo una clase de historia de la escena cubana, porque cada una de sus reflexiones posee la agudeza analítica, el clima constructivo y el tono propio de un maestro que habla a sus discípulos. Su escritura es capaz de transportarnos hacia la luneta y hacernos sentir que estamos presenciando espectáculos de Vicente Revuelta, Adolfo de Luis, Roberto Blanco, Berta Martínez o Víctor Varela.
De estos Diarios teatrales emerge una suerte de árbol genealógico de la expresión actoral en Cuba. Gacio es uno de los teóricos que mejor logra descifrar los aciertos o carencias de un intérprete sobre la escena. Sus criterios casi siempre van acompañados de un consejo o aspecto que debe ser mejorado y nacen desde la sagacidad que le ofrece haberse formado junto a grandes maestros de la escena cubana. El actor. Apuntes para comprender su presencia en la escena actual en los noventa es un valiosísimo resumen de la estética del actor y su evolución a través de las distintas etapas.
Estamos ante un documento imprescindible para volver sobre una memoria de la que muchos no pudimos ser testigos y, debido al carácter efímero del teatro, siempre está latente el temor de que se pierda o desdibuje.
Usted está a punto de abordar en una travesía por la memoria escénica desde la visión de alguien con pasión y sensibilidad especial. Un libro necesario tanto para creadores y especialistas como para el público en general. Los recuerdos llegarán en forma de artículo, reseña, ensayo o resumen. La invitación está hecha para recomponer el imaginario de las recientes cuatro décadas de teatro en la Isla.
Carlos Daniel Sarmiento Barlet
La construcción del socialismo en el teatro de Albio Paz
La valorada dramaturgia de Albio Paz, quien se diera a conocer en la década del setenta del pasado siglo xx, lo ubica entre los autores teatrales de mención obligatoria dentro de la escena cubana que refleja la construcción del socialismo. Para que los lectores en general y los estudiosos en particular podamos ahondar en la producción del escritor, contamos ahora con la publicación de once obras en un tomo de la colección Repertorio Teatral de Letras Cubanas que se destaca por el atractivo diseño de la cubierta.
De las distintas vertientes empleadas por Paz en su creación, se publican tres obras de temática campesina: dos escritas dentro del grupo Teatro Escambray, que contó con su presencia durante seis años, y una que corresponde al intento de experiencia similar en la Sierra del Rosario, Pinar del Río. Otras tres fueron creadas para la zona urbana del barrio de Cayo Hueso, en la capital. Las cinco piezas restantes pertenecen a su trabajo como director artístico del grupo Cubana de Acero desde junio de 1977.
Albio Paz siempre ha estado vinculado a un colectivo teatral y ha escrito en función de este. Su dramaturgia puede calificarse de creación colectiva y obra de autor, en tanto participan en ella las grandes masas de la comunidad en las investigaciones previas a las puestas en escena, el colectivo artístico con sus aportes en el propio proceso de montaje, además de los espectadores en los debates y asambleas que son parte integrante de la mayoría de sus obras dramáticas. Por otra parte, Albio aporta diálogos chispeantes, inteligentes, influenciados por el humor negro o el absurdo, lo distinguen ciertos toques de grotesco, el empleo del procedimiento del teatro dentro del teatro y la asimilación muy a la cubana de la estructura dramática brechtiana. En sus trabajos más recientes se decide por la tendencia del teatro de la producción, tan característico del soviético Alexander Guelman. Con estos elementos han sido construidas las once piezas seleccionadas.
La vitrina, primera cronológicamente, inicia la plasmación en nuestro teatro de los conflictos del pequeño agricultor al enfrentar la socialización de sus tierras. Este proceso voluntario de arrendamiento de parcelas al Estado implicaba que todos los futuros habitantes de las nuevas comunidades entendieran las ventajas de una vida más plena dentro de un vasto plan de desarrollo técnico, cultural y material de amplias zonas campesinas, en este caso del Escambray.
Cumplió La vitrina los objetivos para los que fue creada; de ella se hicieron varias versiones. Se destaca la dirigida por Flora Lauten con el grupo La Yaya donde refleja la tragedia interior del campesinado y su cambiada proyección social. En ella los participantes aficionados al teatro y testigos del hecho real podían devolver su experiencia pues vivían en la nueva comunidad y veían la historia como superada. En la versión conducida por Elio Martín, la obra se representa críticamente dentro de la fiesta que conmemora un aniversario del pueblo.
Por su parte, en El rentista, el conflicto está centrado en el hombre que no trabaja, ha olvidado su historia como campesino y está muerto porque se ha alejado de su tradición; hay que enterrarlo como clase. La música es utilizada como comentario crítico junto a la utilería y el vestuario, devenidos participantes directos de la acción.
Posteriormente Paz se trasladó a la Sierra del Rosario y allí plasmó en una jocosa estampa las prácticas científicas del subdesarrollo: las virtudes curativas del anamú son capaces de sanar a Altagracia, tierna esposa de un anciano, a través de la mano del joven Orlando, quien promete seguir tratándola.
El mal de los remedios aborda las curas caseras. La responsabilidad individual ante el consejo de vecinos es la temática de El robo del motor. Y Antón pirulero trata del temor a asumir responsabilidades sociales en las organizaciones de masas. Todas ellas fueron escritas para el barrio de Cayo Hueso como parte del plan de remodelación de la zona, que implicaba la desaparición de los solares y las condiciones sociales marginales y preparaba a los vecinos para vivir en edificios multifamiliares modernos y confortables. Son piezas que cumplen una función utilitaria, a la vez que pueden ser aplicadas a otras zonas del país, tanto por colectivos profesionales como por aficionados, que a veces pecan de ligereza al no penetrar suficientemente en situaciones y personajes.
De los espectáculos realizados para el colectivo Cubana de Acero se hallan El