Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Desde $11.99 al mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Cronología del cine cubano III (1945-1952)
Cronología del cine cubano III (1945-1952)
Cronología del cine cubano III (1945-1952)
Libro electrónico790 páginas11 horas

Cronología del cine cubano III (1945-1952)

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer vista previa

Información de este libro electrónico

En 1966 Arturo Agramonte publicó una preciosa Cronología del cine cubano, editada por el ICAIC, y en 2008 María Eulalia Douglas completó aquel trabajo pionero con su Catálogo del cine cubano (1897-1960), divulgado por la Cinemateca de Cuba. Y ahora, con el título de Cronología del cine cubano aparece la investigación histórica de Arturo Agramonte y Luciano Castillo, una exhaustiva indagación que desborda la modestia de su título. Nos hallamos, en efecto, ante una monumental investigación hemerográfica y archivística, insólita en el panorama de la memoria de los cines nacionales.
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento7 dic 2022
ISBN9789593043533
Cronología del cine cubano III (1945-1952)

Lee más de Arturo Agramonte

Relacionado con Cronología del cine cubano III (1945-1952)

Libros electrónicos relacionados

Arte para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Cronología del cine cubano III (1945-1952)

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Cronología del cine cubano III (1945-1952) - Arturo Agramonte

    Capítulo i (1945)

    Preámbulo de un año promisorio

    Exterior. Noche. Aunque el guión original mimeografiado especifica: calle solitaria y estrecha, con el fin de rodar esta escena de la película Siete muertes a plazo fijo ha sido seleccionada como locación el conocido Arco de Belén, en pleno corazón de La Habana Vieja. Es apropiada para la atmósfera de cine negro pretendida por Manuel Alonso, su productor y realizador, con la complicidad del fotógrafo argentino Hugo Chiesa. El muy experimentado camarógrafo Ricardo Delgado —quien con su innata humildad se conforma con las funciones de asistente—, prepara el encuadre de un plano general amplio del lugar. José Ochoa, con la destreza habitual, dispone los reflectores para la iluminación. El pavimento de la calle Acosta ha sido debidamente mojado según la convención establecida de que es mejor a la hora de filmar cualquier secuencia nocturna por las posibilidades que ofrece al reflejar las luces. El maquillista Israel Fernández retoca el rostro del actor Alejandro Lugo con el vestuario del delincuente Siete Caras al que el utilero entrega un revólver.

    A esas altas horas de la noche se supone que son mínimos los transeúntes y los vehículos. Alguien del equipo intenta imponer silencio en el grupo de vecinos noctámbulos que, curiosos, se han acercado y se encuentran detrás de una improvisada barrera de madera. Otro asistente, en su afán por seducir a una atractiva muchacha, sugiere a Alonso utilizarla como figurante en la escena del cabaret. Varios comentan el parecido de Lugo con los gángsters personificados por George Raft, mientras otros discrepan y atribuyen el parecido a los de Richard Widmark. No puede excluirse en esta descripción del ambiente reinante a una prostituta que, mientras arrastra a un tambaleante marinero gringo, viene a protestar ante un tal Guayo de camisa floreada por atreverse, después de tomarse unos tragos, a mandar a apagar la victrola en un bar cercano por interferir con el sonido.

    Impaciente por comenzar, el director revisa el plan de rodaje. Por fortuna es uno de los breves exteriores previstos y tanto la escena anterior en la casa del judío que delata a la policía el paradero del perseguido, como la siguiente, en que este llega a la casa donde se hallan la madre agonizante y su hermana, serán filmadas en la comodidad de los estudios, lejos del bullicio de la gente que importuna. Cuando todo está listo, a las órdenes de Alonso, la cámara y el sonidista registran el golpe de la claqueta que coloca delante un asistente. Con tiza tiene escritos el nombre de la película, el director, el fotógrafo y, lo más importante, el número del plano y la toma correspondiente a la Escena no. 106.

    «Siete Caras aparece corriendo, casi desfallecido. Su larga sombra se proyecta ante él, enorme. La cámara le sigue hasta que desaparece al doblar una esquina hacia un pasaje…»¹ Alonso grita: «¡Corten!», y todo se detiene… Nunca sabremos el número de tomas filmadas esa noche, pero sí la que quedó en el montaje definitivo de Mario González. Solo que faltan cinco años para llegar a ese momento descollante en la historia del cine cubano que es Siete muertes a plazo fijo en el mes de marzo de 1950. Transcurren los primeros días de 1945, el sexto año de la Segunda Guerra Mundial que asola a Europa y cuyas nefastas consecuencias repercuten en todas partes. Muchos claman desesperados por su terminación, sin saber que los separan apenas cuatro meses de la capitulación incondicional del ejército nazi en medio de las ruinas de un Berlín ocupado por el Ejército Rojo.

    En La Habana, donde el propio Manolo Alonso satirizó al führer en Hitler soy yo (1943), el Noticiario Nacional en su sede de Prado no. 59, anuncia a los empresarios de los cines que disponen de copias para la marca de la película. La popular pareja de Alberto Garrido y Federico Piñero intervino en esa humorada antifascista un año después de actuar para Ernesto Caparrós en Fantasmas del Caribe. En la cinta descubrían con no menos derroche de humor criollo a un nido de espías que desde un tenebroso castillo, transmitían a los submarinos alemanes la información necesaria para hundir los barcos de las potencias aliadas en nuestras aguas.

    Aunque algunos prefieren evadir la tensa situación a través de las risas provocadas por las ocurrencias de Cantinflas en Gran Hotel, lo cierto es que a las salas capitalinas acude un numeroso público para ver como parte de la programación entre los avances de los próximos estrenos las ediciones del noticiario Actualidades rko Pathé que los mantiene informados sobre los últimos acontecimientos en la contienda bélica. El locutor Américo Lugo Romero imprime emoción al narrar las impresionantes imágenes de los ataques por la Real Fuerza Aérea británica, la célebre R.A.F., en su incesante ofensiva, a diversos centros de Alemania sobre la que descargan miles de toneladas de explosivos. Otra noticia en el no. 18 del esperado órgano informativo exhibido en la primera semana de enero de 1945, registra la fiesta ofrecida a los niños de una población holandesa, por las tropas británicas en medio del estruendo y la confusión. Como cierre de los cinco reportajes que abarca, muestra la ingente batalla contra la fortaleza nazi, la reconquista por los Aliados de la ciudad de Estrasburgo, la captura de prisioneros, el avance de la infantería yanqui, así como «otros aspectos de la titánica lucha armada que viene desarrollándose en las fronteras del Reich…»²

    Las restricciones de película virgen impuestas como secuelas de la conflagración mundial han resonado también en la isla. No obstante, entre 1940 y 1944 los cineastas criollos se las ingeniaron para filmar diez largometrajes de ficción, otros tantos cortos (sobre todo musicales por Caparrós) y tres compilaciones de los sketches producidos incesantemente por Alonso para sus dos noticiarios semanales, con Garrido-Piñero. A este último le había permitido firmar contrato en México.

    ¿Por qué no filmarán muchas películas en Cuba con Federico Piñero…? preguntó Enrique Perdices desde la revista Cinema ante la exitosa carrera en el cine mexicano que continuaba el comediante criollo sin la apoyatura de Alberto Garrido. Paralelo al estreno en La Habana de La hija del regimiento, con los cines repletos, era anunciada su actuación junto a Amanda Ledesma y Tito Guízar en Marina. Esta versión fílmica de una conocida zarzuela de Camprodón y Arrieta la realizó el catalán Jaime Salvador, que en 1939 filmara de un tirón para la compañía Películas Cubanas, S.A. cuatro películas, en tres de ellas dirigió a Piñero (Estampas habaneras, La última melodía y Cancionero cubano). El realizador avaló el talento de Piñero al ser consultado por la productora Águila Films que contrató al intérprete del gallego Sopeira para tres películas, la Proximex para una y la firma Salt. Ind. lo incluyó en el reparto de otra cinta. Paradójicamente, el actor inició su carrera en los escenarios cubanos caracterizado como negrito, pero allá por 1928, dentro de la compañía de Leopoldo Fernández, personificó al gallego que tantos lauros le proporcionó en el teatro Martí en una temporada extendida por siete años consecutivos como parte de la empresa Garrido-Piñero.

    La prensa mexicana comentó que Federico Piñero, además de los largometrajes en que actuó en su tierra natal, sumaba la cifra de 160 cortos humorísticos de la serie dirigida por Manuel Alonso. En una entrevista concedida a la redacción de Cinema a Pierre de la Chandeé, en ocasión de una de sus visitas periódicas a La Habana, Piñero declaró que nunca había concebido el deseo de inmortalizarse en un personaje tan popular. Agregó que su gallego Sopeira no encajaba en el cine mexicano y señaló:

           El verdadero enemigo de la cinematografía cubana no está afuera, donde tanto se le quiere y respeta, sino aquí mismo, en medio del corazón peliculero, en el cual ciertos elementos obstruccionistas parecen no conocer otro mandamiento más que el de tener amarradas fuertemente las ideas de los que pudieran hacer algo por la generalidad de los cinegrafistas locales.³

    Poco antes de partir de visita a la capital cubana, María Antonieta Pons, la primera musa cubana de Juan Orol, actuaba por tercera vez a las órdenes de su descubridor y esposo en Los misterios del hampa, una película de ambiente gangsteril que en un principio pensó filmar en Cuba después de Siboney (1939) para recrear en calles habaneras las de Chicago. Por esos meses Cinema publicó que Orol había expresado su interés en viajar de nuevo a la «Perla de Las Antillas», pródiga en muchachas bonitas, inteligentes y con vocación artística, con el objetivo de encontrar una joven dispuesta a alcanzar el estrellato bajo su dirección en próximas películas. La nota aclaró que las candidatas no solo debían estar dotadas de un cuerpo bien formado y un rostro fotogénico y expresivo, sino que debían saber cantar, bailar, nadar, cabalgar, manejar automóviles, «amén de poseer un temperamento apasionado y vibrante».⁴

    Martha Elba Fombellida (la cigarrera de El romance del palmar) —que en junio tendría que someterse a una delicada intervención quirúrgica—, sin abandonar su profesión periodística, publicaba artículos en Cinema Reporter. Ella prescindió del apellido para actuar junto al coterráneo Juan José Martínez Casado y la bailadora y cantaora andaluza Paquita de Ronda (1927-2009) en Sierra Morena de Francisco Elías. La veinteañera Paquita de Ronda, debutante en Una gitana en México, recibió otra andanada de gracia de nuestra isla con la bailarina Luisita Alfonso, que se imponía con rapidez no solo en los escenarios y los sets, sino también en cortos musicales como Conga Bar, con la participación del bailarín, coreógrafo y comediante Sergio Orta.

    Otra artista cubana, Perla Fernández Aguiar, que apareció en Ahora seremos felices, fue contratada en México para Soltera…y con gemelos, escrita y dirigida por el siempre dispuesto Jaime Salvador. Las primeras figuras en el reparto fueron Amanda Ledesma y Ángel Garaza. Era la primera película producida en México por Esther Prieto, la emprendedora gerente de la compañía Cuba Hispania Artis Films, S.A. (chaf), ante el fracaso de sus negociaciones para financiar la anunciada biografía de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que no interesó a los productores mexicanos. Lina Montes, tras interpretar Tuya en cuerpo y alma para Alberto Gout, se preparaba para el personaje titular de La mulata de Córdoba, a las órdenes de Adolfo Fernández Bustamante.

    Como era costumbre, en el primer trimestre del año fueron renovadas las directivas de varias agrupaciones gremiales. Ignacio Blanco, gerente de la empresa Vicente Blanco y Compañía, volvió a ocupar desde el 21 de enero la presidencia de la Asociación de Distribuidores de Películas de Cuba (Cuban Film Board of Trade). El resto de los miembros elegidos para regir la organización en el período 1945-1946 estuvo compuesto por Néstor Sánchez (vice), Octavio Gómez Castro (secretario), doctor Manuel Pellón (secretario ejecutivo-representante general), Justo Suárez (tesorero), y como vocales Lázaro Prieto, Juan Menéndez, Jorge Jorge y Eladio Novo.

    Por su parte, los nuevos dirigentes de la Unión de Empleados de Casas Alquiladoras de Películas de Cuba, tomaron posesión de sus cargos: Francisco Carneado (secretario general), Luis Bru (vice), Pedro García-Carmona (secretario organizador), Mario Curbelo (vice), Pedro González (secretario de finanzas), René Sardiñas (vice), José Manuel Alard (secretario de actas) y Argelio Menéndez (vice). En líneas generales, el programa de la directiva se encaminaría a la presentación de convenios colectivos de trabajo a las compañías de películas (que sería cumplido a fines de febrero), una campaña pro panteón y la superación del nivel de vida de los empleados de oficina, entre otras ventajas para su membresía.

    En la edición del Noticiario rhc correspondiente a la semana del 19 al 25 de febrero ocupó gran espacio la información acerca de la reunión de un grupo de técnicos para fijar su posición y efectuar las declaraciones pertinentes ante las perspectivas de fomento de la industria cinematográfica. El propósito era desmentir las erróneas afirmaciones sobre que la mayoría de las producciones nacionales habían sido realizadas por técnicos extranjeros con auxiliares cubanos.

    Eladio Novo, gerente de la Ibero-América Films, S.A., se proponía incursionar en la producción cinematográfica con la película Gardel no ha muerto, según argumento escrito por Isabel Amorson y la dirección de Juan Duval, que actuó al lado de José Mojica en Un capitán de cosacos (1934) de John Reinhardt, una de sus películas en Hollywood. Novo mencionó que pensaba contratar a Manolo Fernández, cantante cubano que debutara en Romance musical, muy acreditado por sus giras a países de América Latina como «El Caballero del Tango», el bayamés Otto Sirgo, Carmen Ignarra (Carmita) y Nicolás Rodríguez. Otros de sus proyectos eran la comedia sentimental Bajo el cielo de Cuba y el musical Rosa del Caribe. El filme sobre el cantor porteño nunca podría rodarse por múltiples impedimentos, sobre todo la escasez de película virgen.

    El Anuario Cinematográfico y Radial Cubano 1944-1945 incluyó un anuncio a toda página de Ibero-América Films, S.A., situada en Consulado 164, que desde 1938 era «garantía absoluta para empresarios y público», y «no podía dejar de contribuir al afianzamiento de la industria fílmica cubana». Con el fin de conseguir ese propósito proclamó la filmación de tres películas nacionales —No supe amar, Mi padre no es formal y Gardel no ha muerto— que «tanto por su contenido como por el alto costo presupuestado, conquistarán definitivamente los mercados extranjeros para nuestra cinematografía».⁵ En las «Notas editoriales» de esta publicación, Pedro Pablo Chávez apuntó que seguía en pie el propósito de otorgar premios anuales a las mejores películas exhibidas en Cuba «y con muy buenas perspectivas para este año, en que estamos seguros habrá de terminar la hecatombe guerrera que tanto daño ha hecho a la humanidad de todas las latitudes del Planeta. Los Oscares cubanos tendrán su culminación definitiva en las postrimerías del presente 1945, si el Destino no dispone otra cosa».⁶ En esta edición, Max Tosquella publicó la actualización de los «Datos de utilidad para el giro de películas» en los cuales reveló la elevación a 444 del número de salas de cine diseminadas por el país; 22 más que el año anterior, con una capacidad de asientos de 220 mil y que el total de noticiarios y documentales realizados en Cuba desde 1931 era de 600.

    Los miembros de la Agrupación de Redactores Teatrales y Cinematográficos (artyc) festejaron no solo a los Lecuona Cuban Boys, de paso por La Habana, sino también a Jorge Negrete y su esposa, la actriz Gloria Marín, visitantes a principios de marzo. Cumplimentaba Negrete una invitación para la celebración en el Teatro Nacional del primer centenario de Ramón Rodríguez y Compañía, productora de tabacos y cigarros de la marca Partagás, a través del programa «Eslabones de oro Partagás» transmitido por la rhc-Cadena Azul. Fue publicitado además el contrato suscrito entre Armando Couto, joven autor de «Los tres Villalobos», Narciso E. de Meireles y Faustino Rodríguez con el ánimo de llevar a la pantalla una versión cinematográfica de la popular serie radial. Se anunció que Ernesto Galindo, primer galán del elenco artístico de la rhc-Cadena Azul, Rolando Leyva y Jesús Alvariño, actor cómico perteneciente también a la nómina de Amado Trinidad Velasco, interpretarían en la película los personajes de Rodolfo, Machito y Miguelón Villalobos. Llegó a rumorarse en los medios radiales que Jesús Alvariño, calificado como «el actor de las mil voces», estrella del éxito radial «Tamakún», con libretos de Armando Couto, partiría hacia Estados Unidos contratado por sus facultades para doblar películas al español.

    Vientos renovadores parecieron sacudir el polvo del cine nacional a inicios de marzo. Octavio Gómez Castro, gerente de la Continental Films, ofreció sus oficinas para una reunión en la tarde del viernes 9 de marzo con los distribuidores Justo Suárez y Eladio Novo a la que fueron especialmente invitados un grupo de críticos de varias publicaciones, entre ellos Enrique Perdices en representación de Cinema. Jorge Lescano Abella expuso a los presentes el propósito de esos distribuidores de convertirse en productores. Ninguno era novato en la empresa que se proponían acometer enseguida: Novo había colaborado en la realización de Prófugos (1940) de Ernesto Caparrós, producida por la compañía Accesorios Teatrales, S.A. (actesa); Gómez Castro produjo otra película del cineasta, Romance musical (1942), para la cmq-Continental Films, y Justo Suárez Calderaro integró el equipo de producción de Ahora seremos felices (1938), realizada por el binomio William Nolte-Fred Bain. Compartieron todos un espíritu de franca cooperación y la firme intención de realizar las futuras películas sobre la base de «una decidida superación artística y técnica, lo que puede significar el resurgimiento de la industria cinematográfica nacional».⁷

    Gómez Castro reiteró que Continental Films estudiaba el argumento de La veguerita, original de Ángel Lázaro, para el cual había contratado como director al húngaro Geza P. Polaty y, como protagonista, a la cantante, actriz y animadora Rosita Fornés, intérprete exclusiva de la Red Nacional de Emisoras, que actuara junto a René Cabell en el corto musical Amor en kilociclos (1944) de Manolo Alonso. Entre sus planes perspectivos, Gómez Castro declaró que valoraba una película inspirada en la ópera La esclava, con música de José Mauri Esteve sobre un libreto de Tomás Juliá, estrenada en el Teatro Nacional en 1921, y de otra producción con el título Tiempos heroicos, acerca de un tema situado en la fase final de la guerra de independencia contra el colonialismo español y la intervención norteamericana. El bisoño productor reveló que tenía ultimados los acuerdos financieros exigidos para ese vasto proyecto, además de la distribución de esas tres primeras películas, y de una cuarta, a través de Clasa Films.

    Justo Suárez Calderaro, presidente desde el 10 de febrero en una Junta General Extraordinaria de Accionistas de Producciones Latino Americanas, S.A., propietaria de los estudios donde se llevarían a cabo los rodajes, anticipó que su primera producción sería Rosa María, escrita por Lescano Abella, con la actuación de Otto Sirgo, antes de filmar una comedia musical y una película dramática. Acto seguido, los animosos productores remitieron una carta al presidente de la República en la cual reclamaban ser recibidos a la mayor brevedad posible en una audiencia para abordar un asunto relacionado con la producción ese año de varias películas cubanas que marcarían «el resurgimiento de una industria en receso».⁸

    El Comité Conjunto de Organizaciones Obreras del Giro Cinematográfico, en activo desde noviembre del año anterior, a partir del 1º de marzo se convirtió en Federación Nacional de Sindicatos Cinematográficos de Cuba. Felipe Carneado fue el primer secretario general de esta entidad que, poco después, sintetizaría su denominación como Federación Nacional de Trabajadores Cinematográficos, dentro del Comité Ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de Cuba.⁹

    La reducción de película virgen en las remesas desde Estados Unidos obligaba a los productores mexicanos a limitar el número de copias y de títulos a producir. Por la creciente demanda de film y material fotográfico el Ejército y la Marina estadounidenses acuñaron la frase de que la película virgen y sus componentes eran tan necesarios para ganar una guerra moderna como lo era el soldado en una carga a la bayoneta. Una Comisión de Asuntos Cinematográficos de la Secretaría de Gobernación creada al efecto, determinó la cantidad de películas por cada compañía, encabezada por Clasa Films con seis. Para el primer trimestre de 1945, según el Washington Post, únicamente se concedieron 10 millones de pies de película virgen a México, cifra que representó un 35% menos que la recibida el año anterior. Argentina estaba entre los países latinoamericanos que no recibiría ni un solo pie, pese a que en 1944 le suministraron siete millones.

    Tras regresar de un viaje a México a principios de marzo, Manuel Alonso declaró públicamente que, de acuerdo a las conversaciones sostenidas con varios productores, si el gobierno cubano conseguía adquirir el imprescindible material virgen, él aseguraba la realización de más de 20 películas en el año, con artistas, técnicos y música del país —y algunos mexicanos—, con el sello de haber sido producidas en la isla. Alonso cumplió en tierra azteca el encargo del presidente de la República, Ramón Grau San Martín, de estudiar detenidamente el desenvolvimiento de la industria cinematográfica. El mandatario le prometió que a través de la embajada de los Estados Unidos su gobierno gestionaría la compra de la película virgen necesaria para la veintena de producciones fílmicas en proyecto.

    «Si ese material se consigue, se comenzarán a fabricar inmediatamente Studios financiados por capital cubano y valuados en doscientos setenta y cinco mil pesos que estarán terminados en julio —escribió el productor-realizador—. El equipo a usar, será el de mi propiedad con algunos ya adquiridos en México».¹⁰ Subrayó que en caso de solucionar la crisis del material virgen se pondría a disposición de aquellos productores del patio que desearan realizar películas y, para callar los rumores insistentes sobre su poderío, que los equipos estarían también a disposición de todo aquel que los necesitara. El propósito de esas gestiones «desinteresadas en lo personal», según recalcó, podía resumirse en incentivar la inversión de grandes capitales en nuestra industria cinematográfica.

    En relación con este tema declaró a Bohemia: «Calculé que si los productores de México financiaban doce películas, surgirían de inmediato productores cubanos que realizarían otras tantas y quise que también tuvieran ellos el material necesario».¹¹ A la pregunta de Don Galaor acerca de la significación para Cuba del logro de ese material, respondió: «El afianzamiento definitivo de nuestra industria cinematográfica, veinticinco películas llevando nuestra música, nuestros artistas y nuestros paisajes por los países de América, sería la mejor propaganda para Cuba».¹² El muy diligente periodista no desaprovechó la oportunidad para conocer la opinión de Manolo Alonso sobre lo que algunos colegas llamaban ya «Campaña pro películas cubanas con capital cubano sin interferencia extranjera», entre las que se mencionaba el proyecto Gardel no ha muerto. El cineasta ejemplificó que era una paradoja que sus principales promotores fueran el español Eladio Novo, el mexicano Enrique Gou y el argentino Che González, y manifestó su rotundo desacuerdo:

            Nunca se me hubiera ocurrido utilizar ese slogan, que considero antipatriótico, sobre todo en momentos como estos en que puede afianzarse definitivamente nuestra industria para beneficio de artistas, músicos, técnicos y obreros en general. México es un país hermano y en su industria se ganan la vida cientos de artistas y técnicos cubanos, ¿por qué salirles al paso con ese slogan agresivo, al anunciar su propósito de querer venir a producir doce películas que significan una inversión de un millón de dólares, cuando lo único que van a traer mexicano es el dinero y la buena voluntad?¹³

    Alonso expresó su confianza en la felicidad que experimentaría Ernesto Caparrós, residente por necesidad en Nueva York, si fuera llamado a su patria «para tomar parte en el fomento de una industria a la que ha dado lo mejor de su vida». Interrogado sobre su criterio personal acerca de la consolidación de la industria cinematográfica en la isla, respondió:

            Desde luego que se puede afianzar, pero decidiéndose a producir en grande. Ya la época de ensayos ha pasado. Todos hemos hecho una o dos películas y nos hemos sentado a esperar. O lo que es lo mismo: todos hemos empezado hace más de cinco años, y con ese sistema, fíjese como estamos ahora: empezando de nuevo. Basta de balbuceos. Es hora de hacer cine en grande, porque únicamente así podremos competir en los mercados con films de mejor calidad... Aunque la parte más importante para todo esto, es conseguir el material de película necesario y en esto, el gobierno tiene la palabra. Consígase el material virgen y cientos de cubanos hallarán en la nueva industria trabajo.¹⁴

    Los detalles del nuevo encuentro sostenido por Manuel Alonso con Ramón Grau San Martín para exponer los resultados de su misión fueron difundidos con amplitud por la prensa. El cineasta expuso al presidente la necesidad de la mediación para obtener una cuota de 8 millones de pies de película virgen del gobierno norteamericano con el objetivo de financiar las veinte cintas iniciales. Estaba planificado que quince serían filmadas por compañías mexicanas y cinco por productores cubanos, pero todas con preponderancia de personal técnico y artístico del patio y, por supuesto, de argumentos y música de autores criollos. Alonso aseguró tener en su poder setenta novelas de escritores cubanos y un total de dos mil obras teatrales con música de compositores de la talla de White, Brindis de Salas, Cervantes, Espadero, Saumell, entre muchos otros, de amplias posibilidades cinematográficas. La creación de la industria impediría la necesidad de los artistas nacionales de emigrar hacia otras tierras.

    Varias notas periodísticas insistieron en la generosidad de Manolo Alonso de renunciar de manera voluntaria al derecho a filmar dos películas que tenía autorizadas, para contribuir a cimentar la renovada industria y poner a disposición de todos los productores el único equipo existente en Cuba. En esta segunda semana de marzo falleció la actriz Carmita Ortiz, que acompañó a su esposo Alberto Garrido en algunos sketches de los noticiarios de Alonso.

    Perdices no podía dejar de añadir su granito de arena y frente al campaneado anuncio de tantas iniciativas privadas y de posibilidades de apoyo gubernamental, escribió optimista: «El pesimismo no debe embargar el ánimo de los que pretenden impulsar nuevamente nuestra cinematografía. Hay que recurrir al médico, no a la funeraria. Nuestro cine puede salvarse con una inyección de buena voluntad, no olvidemos que es un paciente agradecido que sabe corresponder siempre con creces a la atención que se le presta».¹⁵

    Con fecha 10 de marzo, miembros de la Agrupación de Técnicos Cinematográficos de Cuba y del Sindicato de Obreros de la Industria Cinematográfica, se entrevistaron con los productores Gómez Castro, Novo y Suárez Calderaro para entregarles una Declaración de principios suscrita por dirigentes y asociados de los dos únicos sindicatos de la industria fílmica, reconocidos legalmente ante el Ministerio del Trabajo.

    El texto planteaba una decena de acápites: laborar por el fomento de una industria cinematográfica nacional, bien cimentada, libre de personalismos y monopolios; no oponerse a la contratación de técnicos extranjeros, acreditados debidamente, para los puestos ejecutivos o de responsabilidad, en la filmación de películas de largo metraje; oponerse a la utilización de técnicos extranjeros en los puestos secundarios y de auxiliares, salvo en los casos que no existiera cubano capaz de desempeñarlos; aceptar una escala de sueldos según el mérito y experiencia de los candidatos, tomando como base, aunque no de un modo absoluto, lo pagado en México a esta clase de técnicos, y con el debido respeto a las fluctuaciones del cambio; conseguir, por todos los medios, el mejoramiento de la cultura técnica y artística de los que se dedican al cine en Cuba; procurar que el material fílmico importado quede bajo el control de una comisión integrada por los productores, dueños de talleres, miembros de los sindicatos de la industria, un representante del Agregado Comercial de la Embajada de los Estados Unidos, bajo la presidencia de un delegado del Ministerio del Comercio, a fin de servir los pedidos dentro de la capacidad industrial del peticionario, ya sea poderoso o modesto, en la medida que lo requiriera el consumo.

    Otros aspectos expuestos en esta importante declaración fueron: respetar, sin violaciones de ningún género, la jornada de ocho horas fijada por la ley y la nula imposición por los sindicatos de determinado personal al productor. Todos los asociados tenían iguales derechos; no trabajar con personal no asociado, salvo en los casos que los sindicatos acordaran lo contrario y, por último, propulsar y defender toda legislación que lograra el triunfo de estos principios. Firmaron el documento Roberto Insua, presidente de la Agrupación de Técnicos; Luis Caparrós, secretario general del Sindicato de Obreros, así como Antonio Trigo, Max Tosquella, Ricardo Delgado, Frank Molina, Huberto Valera, Abelardo Domingo (hijo), Israel Fernández, Modesto Corvisón, Restituto Fernández Lasa, Juan Suárez, José Lora, Eduardo López, Aurelio Iglesias y Víctor F. Lasa.

    Por mediación de la Oficina de Regulación de Precios y Abastecimientos (orpa), el Ministerio de Comercio asumió desde el 30 de marzo el control absoluto del suministro y distribución de la película virgen, positiva, negativa y de sonido por todo el período que existiera escasez. Ese día, mediante la Resolución no. 327, la orpa creó la Comisión Nacional de Abastecimiento, integrada por funcionarios del organismo y delegados de los importadores, productores, laboratorios y noticiarios. Al mes siguiente congeló un total de 400 mil pies de película de los cuales solamente 600 eran de negativo, con la promesa de una distribución equitativa. En la primera semana de abril, los noticiarios de Manuel Alonso reflejaron las declaraciones de Guillermo Belt, embajador cubano en Washington, acerca de las gestiones realizadas para obtener el material virgen. A fines de mes, la orpa informaría de la entrega a los noticieros de una parte de la película virgen congelada. Para recibir nuevas cuotas debían mostrar el resultado de su utilización.

    La Comisión Revisora de Películas para Niños dispuso de su reglamento el 3 de abril. Cuatro días más tarde, la referida entidad quedó constituida oficialmente por un representante de las escuelas de Pedagogía y de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, un delegado de la enseñanza primaria del Ministerio de Educación, el director de la Casa de Beneficencia y un miembro del Club de Leones. El documento rector de sus funciones no entraría en vigor hasta el 15 de junio.¹⁶

    Restablecer y desarrollar la industria fílmica del país fueron los objetivos perseguidos por los fundadores de la Asociación Nacional de Productores Cinematográficos de la República de Cuba. Justo Suárez encabezó la directiva de la nueva entidad creada el 30 de abril, y en cuya membresía figuraban, entre otros, Octavio Gómez Castro y Geza P. Polaty. Su inscripción en el Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba en funciones de defensa y mejoramiento, fue efectuada el 13 de julio de 1945.

    «¡Toda en español! ¡Ni un solo título!» era el reclamo publicitario del teatro América para el estreno a partir del lunes 9 de abril de una copia doblada al español de La luz que agoniza (Gaslight) de George Cukor. Era un ardid para tratar de introducir esta modalidad que Hollywood intentaba imponer en el mercado hispanoparlante. Los ejecutivos de la productora mgm, seguidos por los de otras compañías, realizaron sondeos de opinión reveladores de la existencia de una demanda de filmes en español y promovieron esta nueva línea. El público cubano —a diferencia del de otras latitudes—, recibió con frialdad las películas dobladas, aunque no dejaron de suscitarse controversias, pues algunos elogiaron satisfechos el sistema. Enrique Perdices llegó a escribir, incluso, que el futuro de las películas norteamericanas habladas en español estaba asegurado.

    Federico Piñero afirmó en la citada entrevista que la mayoría de la gente prefería escuchar a los artistas en su propio idioma y esto del doblaje lo único que lograba era espectadores malhumorados a quienes se les antojaba que se burlaban de ellos. En Cuba, desde estas primeras pruebas, el experimento no significó el rotundo éxito esperado. No obstante los subtítulos, los espectadores disfrutaban más la voz de la sueca Ingrid Bergman tan aplaudida en Por quién doblan las campanas (For Whom the Bell Tolls?) al lado del cubano Lilo Yarson como Joaquín, o la del francés Charles Boyer, admirado recientemente en Carne y fantasía (Flesh and Fantasy), de Julien Duvivier.

    En los círculos cinematográficos habaneros no se hablaba de otro tema. La recepción por el público de La luz que agoniza, en lo cual incidió seguramente el suspenso de la historia fue interpretado por los distribuidores como una «acogida calurosa», a lo cual se añadió el entusiasmo de algunos exhibidores. No olvidemos, por otra parte, el alto índice de analfabetismo existente, razón de peso esgrimida para atraer a ese sector imposibilitado de la lectura de los subtítulos. Detrás de la mgm, la Universal dedicaba personal especializado al doblaje al español, la 20th Century Fox preparaba el primer lote de diez títulos con destino a los países de habla española (entre ellos Bernardette y Laura) y la firma Warner Bros anunció la presentación en La Habana de todas sus películas en español, la primera de ellas, Tener y no tener (To Have and Have Not), versión de Howard Hawks sobre la obra de Ernest Hemingway, con Humphrey Bogart y la desconocida Lauren Bacall. Con la publicación del argumento, Cinema se adelantó varios meses al estreno programado para el 18 de junio en el teatro América.

    Fiel a la costumbre por el éxito obtenido, esta revista publicó antes la transcripción novelada del argumento escrito por Abelardo L. Gómez para Cruel destino o Allá en la frontera (1943), la primera producción de Orol a su retorno a México. Eduardo de la Vega Alfaro, estudioso de la obra oroliana, la califica como título de transición entre el tropicalismo ya ensayado en Cuba por el director en Siboney y las películas de gángsters que filmaría inmediatamente después. El protagonismo de esta cinta distribuida en Cuba por Orbe Films, S.A. estuvo a cargo de los cubanos Juan José Martínez Casado y María Antonieta Pons, en el papel de la muchacha que bailaba rumba en un cabaret para poder ayudar económicamente a su padre, a punto de perder el rancho familiar por una hipoteca.

    «La industria de cine en Cuba tiene que ser industria y no pasatiempo… una cosa seria, estable»,¹⁷ opinó el popular actor, cantante y compositor argentino Agustín Irusta en una entrevista para Cinema, en el curso de una de sus visitas a la capital cubana. Declaró que además de la selección de temas comprensibles y universales que lo mismo pudieran desarrollarse en la isla que en México o Argentina, contribuirían a captar los mercados extranjeros «y abrir los suyos con más fuerza a los de fuera»¹⁸ al realizar cada nueva producción los inversionistas debían pensar «en que Cuba es extremadamente pequeña para cubrir gastos, y que hasta el costo de un simple alfiler que se emplee en su confección, tiene que salir del extranjero».¹⁹

    Irusta confesó que uno de sus mayores anhelos era no solo interpretar una película cubana, sino aportar su música y convertirse en coproductor. En relación con esto sostuvo un encuentro con Octavio Gómez Castro, a quien propuso una versión moderna de Boliche (1933), que rodara Francisco Elías, con música adaptada al ambiente cubano, además de una estrella sobresaliente del país y otra mexicana. Él contribuiría con el argumento, su labor y sus composiciones y traería a Roberto Fugazot y a Antonio Graciano, uno de los directores que intervinieron en esa producción. La respuesta del distribuidor y productor Gómez Castro fue negativa.

    Merengue, como apodaban a Blanquita Amaro en México, fue otra de las visitantes de la redacción de Cinema en esa segunda semana de abril, oportunidad que Pierre de la Chandeé aprovechó para entrevistarla. Escándalo de estrellas, en la cual compartió crédito con Pedro Infante, fue considerada como «casi» cubana por la presencia en el equipo de varios coterráneos: Ramiro Gómez Kemp como autor del argumento, Ramón Peón de jefe de producción, Eduardo Casado en un papel importante, Sergio Orta en el reparto y como coreógrafo de los números bailables y las canciones, de ellas cuatro de la autoría de Eliseo Grenet. Circulaban rumores de que la Amaro se había propuesto desbancar o sustituir a María Antonieta Pons en la pantalla.

    Nadie, ni ellas mismas, sospechaban que no tardarían en enfrentarse como rivales por el amor de un hombre en una película. Contratada para nuevas producciones mexicanas, la Amaro, debutante en Estampas habaneras (1939), declaró que tan pronto finalizara ese viaje con el fin de visitar a sus padres, emprendería una gira por Puerto Rico, Venezuela y Nueva York que incluía actuaciones en teatros, cabarets y la radio. A propósito de este último medio, la comediante Alicia Rico, creadora de gallegas inimitables en nuestro teatro vernáculo y en algunas películas, acababa de firmar un contrato de exclusividad con el Circuito cmq para presentarse en sus programas humorísticos. El polifacético Julio Gallo aparecía como el borracho Guayabo en el popular espacio «La barbería El Moñito», de la rhc-Cadena Azul.

    En el medio peliculero nacional fue acogida con euforia la noticia de que Guillermo Belt proseguía gestiones en aras de concretar en el mercado norteamericano la obtención de la cuota solicitada de 8 millones de pies de película virgen. Una y otra vez, en los predios de Consulado no daban crédito a la información de que el ejército de Estados Unidos había devuelto, para ser enviado a la industria cinematográfica, 15 millones de ese preciado material por no requerirlo ya.

    El rumbo de la Segunda Guerra Mundial, seguido paso por paso a través de las ediciones semanales del noticiario Actualidades rko-Pathé indicaba que el ejército nazi tenía los días contados. El número 31, por ejemplo, incluyó la fase final de la captura de Colonia por las tropas estadounidenses, después de tres años de bombardeos aéreos que dejaron caer sobre esa ciudad germana un total de 42 toneladas de bombas arrasándola en un 90%. El narrador Américo Lugo Romero calificó de milagrosa la preservación de la catedral por la magnífica puntería de los aliados y el público se sorprendió ante la imagen intacta de aquella vetusta edificación en medio de las ruinas humeantes. Tres semanas más tarde la edición alcanzó un carácter monotemático para reseñar las expresivas manifestaciones de duelo en ocasión de los funerales de Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, fallecido el jueves 12 de abril. El informativo presentó, además, una rápida mirada sobre la carrera de este estadista que durante cuatro períodos sucesivos fuera el primer mandatario de esa nación y diera tanto apoyo a la industria cinematográfica hollywoodense.

    Raúl García Menocal, alcalde de La Habana, dictó el 12 de abril una ordenanza municipal en la cual decretó la suspensión de los espectáculos públicos durante los tres días en que iba a permanecer insepulto el cadáver, como señal de duelo. La orden fue revocada al conocerse que en los Estados Unidos no habían cesado los espectáculos y que las facultades de los alcaldes no incluían tales suspensiones. No obstante, los distribuidores y empresarios de cines acordaron voluntariamente cancelar las funciones del viernes 13 para reanudarlas al día siguiente y el domingo 15 a las 3:00 de la tarde, interrumpir la proyección durante cinco minutos, en homenaje al desaparecido presidente norteamericano, en el momento de darle sepultura. Esta ceremonia sería filmada para sus noticiarios por un equipo liderado por Manuel Alonso, que con ese fin viajó a Estados Unidos en compañía de Miguel Ángel de Cárdenas.

    Luis Ricardo Molina, editor del Noticiario Royal News, también realizó un reportaje de las honras fúnebres de Roosevelt, exhibido en La Habana veinticuatro horas antes que los órganos estadounidenses proyectaran los suyos en su país, todo un récord para la firma cubana. Una semana después, el desmoronamiento de Alemania constituyó el centro de la emisión del Actualidades rko-Pathé. Los números sucesivos de este noticiario revelaron en imágenes el indescriptible horror descubierto por las tropas aliadas en los campos de concentración, la ejecución por los partisanos del dictador italiano Benito Mussolini el 28 de abril, las ceremonias de la capitulación incondicional de las tropas nazis ante las potencias aliadas, las impresionantes primeras vistas de la calcinada capital del Reich, con la presencia del Mariscal Gueorgui Zhukov, conquistador de Berlín, las primeras fotografías aéreas de esa urbe reducida a escombros y la celebración en París del fin de la guerra, entre otros acontecimientos.

    A lo largo de los seis cruentos años que duró la conflagración bélica mundial, Hollywood, Francia, Inglaterra, Unión Soviética y hasta Checoslovaquia destinaron parte de su producción cinematográfica al esfuerzo por aniquilar a los invasores hitlerianos. Los países latinoamericanos también realizaron su contribución al cine antibélico; en México se produjeron, entre otros, títulos como Cinco fueron escogidos (1942) de Herbert Kline, y Tres hermanos (1943) de José Benavides (hijo). En Argentina, a pesar de su posición neutral en el conflicto, Libertad Lamarque expresó abiertamente sus simpatías con la causa proaliada y lanzó con cierto éxito el melodrama El fin de la noche (1944) de Alberto de Zavalía, ubicado en la Francia ocupada, y la Argentina Sono Film aportaba otro título antifascista: La verdadera victoria (1944), dirigido por Carlos Borcosque. El cine cubano no quedó atrás y, modestamente, legó tres largometrajes: La Quinta Columna (1941) de Salvador Cancio (Saviur), Fantasmas del Caribe (1943), sátira filmada por Ernesto Caparrós, y Hitler soy yo (1944) de Manuel Alonso, criollísima ridiculización del odiado führer, sin contar los sketches reunidos por él en Dos cubanos en la guerra (1943), que por su atemporalidad podían ubicarse en cualquier conflicto bélico.

    El teatro Auditórium acogió el 16 de mayo de 1944 el debut de Xonia Benguría en un concierto para presentar algunas canciones de su repertorio. Su éxito alcanzó tales proporciones que Cinema le dedicó la portada en la edición del 22 de julio. Con el transcurso de los meses, ella incursionaría como actriz en Petit Farándula, espectáculo presentado en el teatro América, y recitadora en el espacio radial «Rendez vous a las cinco». Años más tarde ocuparía un significativo lugar en el cine cubano.

    A fines de mayo, el jefe de la Policía Nacional, coronel José Ramón Carreño Fiallo, visitó las oficinas de Manuel Alonso, en unión del periodista Armando Canalejo. El motivo era solicitar la filmación de un documental que mostrara el funcionamiento de ese cuerpo de seguridad. Más adelante, el oficial realizaría una visita de cortesía a los estudios donde Alonso rodada un corto con Garrido y Piñero y departió con el equipo de filmación y con los populares actores.

    Los misterios del hampa aguardaba aún por su estreno comercial en Ciudad México —que se efectuaría el 30 de julio en el Alkázar de La Habana— y Orol se aprestaba a filmar a inicios de septiembre una nueva película, Pasiones tormentosas, también con el protagonismo absoluto de María Antonieta Pons como otra provocadora mujer de un pueblo tropical. Sorprendió a muchos por eso la inesperada noticia recibida el 4 de junio de la constitución legal de la compañía Producciones María Antonieta Pons, en la cual ella figuraba como propietaria junto a Jaime A. Menasce, presidente de la firma distribuidora Orbe Films, S.A. de La Habana, sin que figurara el nombre de Juan Orol en cargo alguno. Luis Lezama, antiguo productor mexicano, era el encargado de seleccionar los argumentos, los artistas y el personal técnico para las tres primeras de las nueve películas planificadas con la rumbera cubana.

    No olvidemos que uno de los innumerables señalamientos de la crítica al estilo «muy personal» del productor-autor y director gallego era que siempre trataba de incluirla en tramas de tono sensual y sombrío, en lugar de buscarle un asunto alegre, que facilitara dar rienda suelta a su peculiar desenvoltura para los candentes bailes antillanos. «María Antonieta Pons, de frente, logra hacerse deseable, pero abusa de mostrar la grupa, y, como diría Cantinflas, ahí está el detalle…», escribió el crítico José María Sánchez García en Novedades.²⁰

    Gaceta Teatral y Cinematográfica es el nombre de la efímera publicación anunciada con una frecuencia mensual, cuyo primer número —y posiblemente único, apareció en mayo en estanquillos de La Habana. A fines de año, bajo la dirección de Emilio Castro Chané se distribuiría el semanario Cine, revista cinematográfica cuya duración se ignora.

    Con el aparatoso nombre de Conde of New York, un fotógrafo llamado Manuel Samaniego Conde (que también se hacía llamar Manuel S. Conde), instituyó por estos meses la profesión de modelos en Cuba con miras a la propaganda comercial. Cientos de muchachas acudieron al atelier que abrió en los altos de un edificio de la calle San Rafael. Sometidas a una prueba, las escogidas pasaban un entrenamiento en esa especialidad cada vez más reclamada por las compañías para la promoción de sus productos en las campañas publicitarias. A fines de los años 30, Samaniego intentó formar una compañía cinematográfica en Cienfuegos, que llegó a constituir en el bufete del abogado Pastor del Río, pero de la cual nunca se volvió a hablar.

    Brevísimo segundo round para La que se murió de amor

    El llamado «caso de La que se murió de amor», como se comentaba no solo en las animadas tertulias del «barrio peliculero», sino en altas instancias oficiales, cobró un nuevo aire al otorgar Carmen Viadero Velasco, hermana de los productores, en calidad de propietaria de la película realizada por Jean Angelo desde 1942, participación en las utilidades a Teresa Silva Padrón. Esta señora firmó también como propietaria, el 27 de junio, una tercera solicitud de autorización para exhibirla a la Comisión Revisora Cinematográfica con el nuevo título Martí en Guatemala. Luego de otra proyección previa efectuada al día siguiente y una sesión de sus miembros, la entidad censora del Ministerio de Gobernación expidió el 30 de junio la comunicación oficial que expresaba que la película había sido inscripta desde el 28 en el Libro de Autorizaciones con el número 10.336 (tomo I, folio 364). La gestión de Segundo Curti, ministro de Gobernación y presidente de la comisión, al fin, surtía el efecto esperado durante varios años. La batalla había sido ganada… aparentemente.

    Por espacio de algunos meses intentaron buscar un distribuidor del filme de tan escabroso trayecto hacia las pantallas, hasta que el 5 de diciembre, Carmen Viadero, Teresa Silva y Manuel Alonso concurrieron ante el notario Carlos Jiménez de la Torre para suscribir el convenio registrado con el número 684. Desde el 16 de noviembre, la Viadero poseía mediante otra escritura notarial el dominio pleno y absoluto sobre Martí en Guatemala o La que se murió de amor. El documento la facultaba para la compra-venta por el remate de sus derechos y acciones, efectuado el 19 de octubre. Alonso aceptó la explotación de la muy cuestionada película en todo el territorio nacional por un período de tres años para lo cual su dueña debía entregarle tres copias y diez avances²¹ y percibiría por la distribución el 25% de los beneficios, estimados en 3 mil pesos. Un 30% sería entregado a Teresa Silva y el resto a Carmen Viadero. Pero el combate para la exhibición de la cinta no había concluido aún.

    Promesas, planes, proyectos…

    pero nada concreto en el cine nacional

    Pan-Americana de John H. Auer fue el título programado por la rko-Radio Pictures de Cuba desde el 2 de julio en el teatro Encanto, con el cantante cubano Miguelito Valdés en el reparto. Esta comedia sentimental relataba los accidentados amores del as de los fotógrafos de un popular magazine con la bella subdirectora que, en el transcurso de una gira tenían como escenarios varios países del área, entre ellos Cuba, México y Brasil.

    La Royal News asestó un segundo «palo periodístico» en el año al trasladar su equipo rápidamente a Victoria de Las Tunas, en la provincia de Oriente, para filmar las consecuencias de un accidente ferroviario ocurrido a la entrada de la ciudad con un saldo de 32 muertos y cientos de heridos. El noticiario logró incluir las imágenes del trágico suceso a las veintidós horas de haber acaecido. Para entonces, el Noticiario Royal News, «el único de información completa», se presentaba en más de 246 cines de La Habana y el interior de la República.

    Rafael de la Guardia, ex secretario general de la Unión de Empleados de Casas Alquiladoras de Películas de Cuba²² y autor de la Ley de Retiro Cinematográfico pendiente de aprobación en el Congreso desde dos años atrás, publicó a fines de julio un exhaustivo análisis acerca de la distribución de los ingresos en los cines. De cada peso en taquilla, 80 centavos se quedaban en Cuba y 20, en concepto de pago de mercancía, iban a parar a los proveedores extranjeros. Según él en el país existían para la fecha 400 cines (realmente eran 444) con un promedio de cinco empleados como mínimo, lo que representaba más de 2 mil empleados cubanos. Existían 25 distribuidores de películas con una cifra promedio de 20 empleados para un total de 500 que, sumado al número de los cines, ascendían a 2 500.

    De la Guardia amplió que si cada uno de estos empleados tuviera solo cuatro personas que mantener, se elevarían a 10 mil personas que dependían de cines y distribuidores, además de los 2 500. En resumen: 12 500 cubanos vivían del comercio cinematográfico, a partir de los 80 centavos de cada peso generado por el mismo. La totalidad de los artistas argentinos, mexicanos, españoles, sin excluir las compañías operáticas y teatrales que desfilaban por la isla, devengaban miles de pesos que se llevaban para sus respectivos países. «Si de ese dinero, si de cada peso de esos, tan bien pagados, nos hubiéramos quedado aquí con 80 centavos, como sucede con el de los cines, qué bien estaríamos en Cubita Bella desde hace mucho rato», concluyó De la Guardia.²³

    Manifestaciones y actos públicos frente a los teatros y cines de la capital fueron realizados por un grupo de conocidos artistas y músicos durante varios días en esa última semana de julio para exigir el cumplimiento del Decreto no. 604 de 1941,²⁴ que obligaba a los empresarios a contratarlos dos veces a la semana en cada sala cinematográfica. De un momento a otro era esperada la publicación en la Gaceta Oficial de un nuevo decreto, el 2100, ratificador de la obligación por las empresas de presentar a diario al personal artístico cubano en los cines de estreno. Los peatones se detenían curiosos frente a esos artistas convertidos en sandwishes por los cartelones que llevaban colgados al pecho y a la espalda con sus demandas. «El dinero del cine se va al extranjero. El dinero que ganan el artista y el músico se queda en Cuba. Pueblo: pide músicos y artistas diariamente en todos los teatros y cines de la República»,²⁵ expresaba uno de los carteles que portaban. A partir del 19, alentaron al público frente a los cines a no asistir a las funciones en un gesto de adhesión a su movimiento.

    Esta causa fue apoyada por la Confederación de Trabajadores de Cuba y el senador Eduardo R. Chibás. En el transcurso de esta lucha callejera ocurrieron hechos pintorescos, tanto en el piquete de la soprano Hortensia Coalla ante el Rex Cinema, que permaneció silenciosa para que no la acusaran de coacción al público, como frente al Alkázar y otros cines. Participaron activamente: René Cabell, Xiomara Fernández, Minín Bujones, Hortensia de Castroverde, María Valero, Rita Montaner y el binomio de Alberto Garrido y Federico Piñero, quienes encabezaron una manifestación que recorrió céntricas calles. En la acera del Radio-Cine, el actor Enrique Santisteban, extenuado tras permanecer varias horas de pie, terminó por desmayarse. Timoteo se declaró en huelga de hambre en la escalinata del Capitolio con la amenaza de que no la abandonaría hasta que fueran tomadas en consideración las demandas de los artistas.

    La Unión Nacional de Empresarios de Cuba y la Asociación de Distribuidores de Películas abordaron la cuestión en juntas extraordinarias. Uno de sus acuerdos fue aguardar la publicación del decreto para adoptar las medidas pertinentes, pero interrumpieron los contratos. Los directivos y miembros de ambas agrupaciones reconocían la justeza de la demanda, sin embargo, al mismo tiempo manifestaron que ocasionaría nuevos gastos intercalar en sus programas habituales números de variedades y espectáculos musicales y artísticos por profesionales de la música y el teatro.

    Los demandados argumentaron la imposibilidad de cumplir las disposiciones decretadas por cuanto implicaban que la cantidad a abonar a los artistas debía ser igual a la pagada por el espectáculo de cine, lo cual significaba que carecerían de dinero para los gastos restantes. Las opiniones de las dos partes en conflicto diferían. La solución de los empresarios era idéntica a la expresada al promulgarse el decreto lesivo a sus intereses: al gobierno le correspondía construir teatros y otorgar subsidios para ayudar a los artistas y no obligar a una rama comercial a utilizarlos y pagarles. Como protesta por el boicot de los artistas, el viernes 20 los empresarios cerraron las puertas de los cines capitalinos, así como los de los municipios de Marianao, Guanabacoa y Regla. Al día siguiente, empresarios, artistas y representantes del gobierno acordaron una tregua hasta que el presidente de la República dictara su fallo en este diferendo.

    El Avance criollo citaba como ejemplo que el teatro Principal de la Comedia, único de su tipo especializado en el género, solo daba funciones tres días a la semana y que la compañía de Garrido y Piñero apenas actuaba por espacio de tres meses en el año. Información publicó el domingo 22 de julio, fragmentos de la carta-manifiesto enviada al presidente de la República con todos los planteamientos y la solicitud de su intervención como solución única, definitiva y satisfactoria para el problema. El texto fue reproducido íntegro en Cinema. Perdices arremetió desde su columna:

             Señores trabajadores del arte, los talleres de trabajo que deseáis poseer pueden ser los estudios cinematográficos. En ellos encontraréis mayor retribución y la mejor manera de entregar gozando de la mayor simpatía en las salas cinematográficas. […] Al Gobierno del doctor Grau, que tiene las mejores intenciones de elevar el nivel cultural de este país, se le presenta ahora una gran oportunidad para satisfacer sus aspiraciones, si de alguna manera propicia que la industria fílmica nacional pueda emprender de nuevo su marcha. He aquí, una gran solución para artistas, inversionistas y empresarios. Ha llegado el momento oportuno para que el Gobierno decida «con todos y para todos…»²⁶

    Ese editorial de Cinema, revista que clamaba por una industria fílmica nacional hacía ya una década, ejerció el efecto de un chispazo que encendió los ánimos de trabajadores y técnicos del medio. La Federación Nacional de Sindicatos Cinematográficos de Cuba aplaudió a Perdices y emitió una carta de adhesión en la cual su secretario general, Francisco Carneado, subrayó que la cinematografía era la solución del problema, por ser la nómina de actores y de músicos superior a la de los tan sacrificados como ignorados técnicos. Los músicos y artistas, por medio de sus sindicatos, solicitaron el 24 al gobierno la aprobación del decreto que los beneficiaría con la creación de numerosas fuentes de trabajo. Aguardaban el cumplimiento de la obligatoriedad para todos los cines de presentar espectáculos diarios a partir de las 7:00 p.m. en los de estreno y tres veces por semana en los restantes. Al aparecer en las páginas de la Gaceta Oficial el texto del Decreto no. 2100, la Unión Nacional de Empresarios de Cuba decidió cumplir su amenaza y, en señal de protesta, el domingo 12 cerró los cines a lo largo del país.

    La edición del Noticiario Nacional que abarcó el período entre el 20 y el 26 de agosto incluyó una nota informativa sobre la detención efectuada el día 13 en las oficinas de ese órgano informativo de los empresarios de cines: Edelberto de Carrerá, Enrique Vázquez, Manolo Álvarez, José María Carvajal y otros, hasta un total de 32. Habían sido denunciados en la Tercera Estación de la Policía Nacional por los representantes de los artistas y músicos. El jefe de la Policía Secreta los acusó de confabulación para cerrar sus negocios y desorden público, por lo cual ordenó el arresto sin fianza. Segundo Curti, ministro de Gobernación, siguiendo instrucciones del presidente Grau, reunió a los empresarios en Prado 59 con el propósito de que desistieran de su actitud, pero al no lograrlo, dio curso a la orden.

    Miembros de la Policía Secreta la cumplieron de inmediato y condujeron a los obstinados empresarios a la Tercera Estación, donde prestaron declaración ante el oficial de guardia y permanecieron encarcelados durante toda esa noche. Al día siguiente, tras su presentación ante el Tribunal de Urgencia, los acusados fueron puestos en libertad. Con la condición de efectuar nuevas reuniones entre empresarios, artistas y el ministro de Hacienda, doctor Manuel Fernández Supervielle, esa tarde los cines reabrieron sus puertas. El 16 regularon la forma de ofrecer trabajo a los músicos y artistas: en las salas de estreno, excepto Payret, actuarían diariamente, mientras que en las demás sería cada diez días. Quedaron exentas de esta medida aquellas que carecían de escenarios o presentaran algún inconveniente comprobable.

    En la primera semana de septiembre, con el titular «Al fin se inicia en Cuba la industria cinematográfica», el Noticiario Nacional reseñó que la prestigiosa firma de la Cerveza Polar, produciría dos grandes películas con músicos, artistas y técnicos cubanos. Bohemia amplió la información al añadir que los señores Esteban Zorrilla, Nicolás Sierra y Antonio Giraudier, a nombre de esa poderosa empresa, convencidos de que la industria cinematográfica nacional se disponía a un «resurgimiento maravilloso», habían depositado toda su confianza en Manolo Alonso y aportaron una cantidad de miles de pesos que no fue revelada. El periodista José Quílez Vicente no perdía pie ni pisada a los movimientos de Alonso, siempre dispuesto a prodigarle adjetivos: dinámico, emprendedor, infatigable... y frases encomiásticas como

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1