Rebelde de dos columnas
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Rebelde de dos columnas - Antonio Enrique Lussón Batlle
Edición: Felipa Suárez Ramos
Diseño de cubierta: Jorge Víctor Izquierdo Alarcón
Diseño interior: Liatmara Santiesteban García
Realización: Saraí Rodríguez Liranza
Corrección: Magda Dot Rodríguez
Fotos: Cortesía del autor
Cuidado de la edición: Tte. Cor. Ana Dayamín Montero Díaz
© Antonio Enrique Lussón Batlle
José Ángel Gárciga Blanco, 2020
© Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2020
ISBN: 9789592244832
El contenido de la presente obra fue valorado
por la Oficina del Historiador de las FAR.
Todos los derechos reservados. Esta publicación
no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
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Casa Editorial Verde Olivo
Avenida de Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10600
Plaza de la Revolución, La Habana
www.verdeolivo.cu
Índice
Prólogo
Con una guerrilla que nace
Momentos en un mismo camino
En la ciudad y el campo
Camionero, vendedor ambulante y combatiente contra la tiranía
La guerrilla de Songo
Apoyo a las acciones del 24 de febrero
y al ataque a un cuartel
A las puertas de Santiago
¡Al fin… el primer combate!
Marchas, ascensos y reorganización de la tropa
Semanas antes
Un accidente trágico
Muy cerca del terruño
Primeros meses en el Segundo Frente
Bajo el mando de Raúl
Visita inesperada
Sonar a los guardias
Por La Zanja, ¡no pasarían!
Operación Antiaérea
¡Volver, volver a Ocujal!
Una nueva colunma
Tristeza y entusiasmo
El territorio y sus moradores
Terruño de mambises
De grupo guerrillero a compañía
Transformación de la compañía en columna
Reestructuración del Frente
La victoria estratégica en el Primer Frente
Ampliación y reestructuración del Segundo Frente
Columna No. 17 Abel Santamaría
Acciones hasta octubre
Asaltos a trenes
Operaciones de rescate
Encuentros con el enemigo
Primera operación conjunta: emboscada en El Socorro
Operación Nicaro
Minas de Ocujal por tercera vez
Operación Gancho y otras acciones
Operación Gancho y otras acciones
Otras acciones de la compañía C
Resultados y repercusión de la operación Gancho
Prosigue la ofensiva
Planes para nuevas acciones
La operación Flor Crombet
Inicio de la ofensiva general
Otras acciones de la compañía C
Operación Sagua-Cayo Mambí
Cooperación entre columnas
El enemigo en Sagua
Plan de acciones para la operación Sagua-Cayo Mambí
Prosiguen las acciones en Sagua
Salida de Cayo Mambí
Acciones previas a la victoria
Situación de la Columna 17 para el 26 de diciembre
Operación Andrés Chongo Contreras
Liberación de Palma Soriano
Con Fidel en el central Palma. Nuevas misiones
La caravana de la Libertad
Oriente (1 al 4 de enero)
Camagüey (4 y 5 de enero)
Las Villas (5 al 7 de enero)
Matanzas (7 y 8 de enero)
La Habana (8 de enero)
Discurso en Columbia
Revolución, pueblo y Fidel
Anexo
Bibliografía consultada
Desde las fibras de Cuba, nuestra entrañable patria: Tras el fulgor de Martí, Mariana, Antonio y José Maceo; guiados por Fidel, Raúl, el Che y Camilo; junto a Frank, Daniel, Tony Alomá, Aníbal, José Tey, Abel Santamaría, Otto Parellada, Reynaldo Brooks, Roberto Estévez; con Celia, Vilma y Melba
Unidos a los mártires, combatientes revolucionarios y apoyados por el querido pueblo cubano, hoy sin Fidel físicamente, somos Fidel para luchar y vencer de Patria o Muerte. No puede ser de otro modo. Olvidar nuestra historia, jamás.
Los autores
Prólogo
Me encontraba presionado por el tiempo pues debía tener terminado el borrador de un libro de cirugía, que debió estar a principio de este año, cuando me sorprende Antonio Enrique Lussón solicitándome escribir el prólogo de su último libro Rebelde de dos columnas. Era otra de sus emboscadas de la que no pude escapar. Cuando tuve en mis manos el voluminoso borrador, me dije: ¡Bueno, tendré que compartir el tiempo!
Comencé a leerlo ese fin de semana y ya el lunes había relegado mi libro de cirugía a un segundo plano. El libro de Lussón y Gárciga me atrapó hasta finalizarlo. Téngase en cuenta que para escribir el prólogo no se trataba solo de leer la obra, sino de analizar otros aspectos históricos, con algunos de los cuales estuve estrechamente vinculado; esto me obligaba a consultar otros textos complementarios.
Qué bueno, Antonio Enrique comienza la historia con la etapa de su niñez y adolescencia, como campesino, formando parte de una familia numerosa y emprendedora lo cual, pienso, influenció en la formación de su carácter e ideología.
A finales de la década de los años cuarenta, con dieciocho años de edad, sus inquietudes sociales lo llevan a militar en la juventud del Partido Ortodoxo, dirigido por Eduardo Chibás, cuya consigna pública era Vergüenza contra dinero
y una escoba que enarbolaba significando que barrería a los ladrones. Con ello había atraído a lo mejor de la juventud y a los obreros del país. Muchos jóvenes, entre ellos Lussón, decepcionados por el rumbo que tomó esa organización después de la muerte de Chibás y frente al golpe de Estado el 10 de marzo del año 1952, abrazaban la insurrección propugnada por el Partido Auténtico, desplazado del poder. Es una etapa en la que surgen muchas organizaciones insurreccionales, incluso el propio Frank País crea la Acción Revolucionaria Oriental (ARO). Todos quieren un cambio violento de la sociedad, pero es Fidel Castro quien procura los medios, recluta los hombres, organiza, y pasados cuatrocientos noventa y dos días del fatídico golpe de Estado ejecuta el asalto a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, y aunque no obtiene la victoria militar acapara la simpatía y el apoyo del pueblo. Lussón, como miles de jóvenes santiagueros abandonan las otras organizaciones insurreccionales y abrazan el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26- 7).
La narración del libro abarca parte de la lucha clandestina en 1957 y los preparativos de la huelga de abril del 1958 en Santiago de Cuba, en la que Lussón desempeña un papel importante al trasladar, cumpliendo órdenes de la dirección del MR-26-7 en Oriente, hombres y avituallamientos a la zona noreste de Santiago de Cuba. Cumple también la misión de acopiar información sobre el cuartel del poblado de Ramón de las Yaguas, objetivo militar para las acciones previstas dentro de la huelga general en gestión.
Continúa la historia con el nacimiento de la Columna 9 después del ataque a los cuarteles de Boniato y Ramón de las Yaguas, por jóvenes santiagueros que recibieron allí su bautismo de fuego; él está entre los más destacados.
En previsión de apoyo a la huelga en Oriente, Fidel había organizado dos nuevas columnas, la No. 6, bajo el mando del comandante Raúl Castro Ruz, la cual ocuparía la zona norte y la No. 3, a cargo del comandante Juan Almeida Bosque, que ocuparía la vertiente norte de la Sierra Maestra y operaría sobre Santiago de Cuba y la Carretera Central.
El fracaso de la huelga de abril fue analizado por el alto mando de la Insurrección y los coordinadores y jefes de acción provinciales, convocados a la Sierra Maestra. Como resultado de esa reunión, se estable-ció un mando único, radicado en la Sierra Maestra. La pérdida de vidas de combatientes en las ciudades, y otros que debieron tomar el cami-no de la guerrilla, obligó a nuevas designaciones de cuadros. Fue necesario un cambio de táctica, habida cuenta que Fidel instuyó que el ejército enemigo trataría de lanzar sobre la fuerza principal del Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, todo su poderío con el fin de aniquilarlo. Entre esas medidas, ordenó concentrar en la Sierra las tropas que operaban en el llano, tal es el caso de las del comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán; a Raúl Castro que incorporara al Segundo Frente a la Columna No. 9, dirigida por el comandante Belarmino Castilla Mas, Aníbal, y se preparara para intensificar las acciones cuando se iniciara la ofensiva del ejército; a los jefes de acción en las ciudades, que se abstuvieran de ejecutar acciones que pudieran arriesgar a los milicianos, mal entrenados y mal armados, a la brutal fuerza represiva del régimen. No escuchar las voces de los que piden acciones a toda costa. Reorganizar las Milicias prefiriendo la calidad a la cantidad y entrenarlas para cuando se rechace la ofensiva enemiga, iniciar la ofensiva del Ejército Rebelde de manera que contara con una milicia del MR 26 de julio entrenada y disciplinada
.
La intuición de Fidel comenzó a materializarse el 25 de mayo. Miles de soldados comenzaron a llegar a Bayamo, de donde eran enviados a bloquear las vías de acceso a la Sierra Maestra. La ofensiva de denominó Plan FF (Fase Final o Fin de Fidel).
El comandante René Ramos Latour, Daniel, quien había participado en la reunión de evaluación critica del resultado de la huelga, fue el encargado de informar a Raúl los acuerdos tomados y trasmitirle la orden de incorporar la columna 9 a su mando. Para cumplimentar esa orden, el comandante Aníbal partió el 6 de mayo con ciento treinta y un hombres y el día 12 contactó con una avanzada de la columna 6 enviada por Raúl a su encuentro. Fue grande la alegría del encuentro con Raúl, más aún porque se encontraron con que Daniel, jefe y fundador de la columna 9, también los esperaba.
El jefe del Frente explicó a Aníbal lo oportuno de su llegada para rechazar la ofensiva enemiga, que también se prepara contra ellos.
En el libro se describe bien el encuentro de ambas columnas y sus jefes. Sorprenden a los combatientes de la columna 9 la organización lograda por Raúl transcurridos solo dos meses de su llegada, el 11 de marzo, a la zona noreste de la provincia; la depuración de los grupos alzados por la libre
; la limpieza de algunos grupitos de delincuentes; la organización administrativa del Frente, a semejanza de un pequeño estado, con sus departamentos, entre ellos Sanidad, Educación, Justicia, Finanzas, Comunicaciones y Construcción.
Raúl les relató las acciones realizadas en apoyo a la huelga. Todos estaban contentos con el encuentro, mucho más los combatientes de la columna 9, porque no llegaban con las manos vacías, al sumar más de un centenar de combatientes organizados en tres pelotones con sus corres-pondientes capitanes, tenientes y sargentos, y un sesenta por ciento de buenas armas.
La escasez de armas y la calidad de estas eran una constante en el Ejército Rebelde, pues muy pocas llegaban del extranjero. Esa situación solo mejoró en los meses siguientes, durante el rechazo a la Ofensiva de Verano del enemigo.
Mediante la Orden Militar No. 21 del 13 de mayo de 1958, el jefe del Frente reorganizó las tropas y les asignó los territorios donde operarían. Al capitán Lussón le nombró jefe de una compañía, la Orlando Regalado, integrada por cuarenta hombres bien armados e igual cantidad de escopeteros que de inmediato partieron para la zona Calabazas. Días más tarde, tras el combate de La Zanja, otorgó a Lussón la Orden al Mérito Legión de Honor Frank País, creada el 24 de ese mes.
La ofensiva del ejército de la tiranía comenzó el 25 de mayo contra el Primer y el Segundo frentes, y terminó noventa y un días después con una aplastante derrota para el enemigo, que había desplegado más de doce mil soldados, sus mejores oficiales y una logística moderna suministrada por el gobierno de Estados Unidos de América; la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo era la encargada de suministrar las bombas con que los aviones basificados en Santiago, Holguín y Camagüey bombardeaban ambos frentes.
El 22 de junio, el comandante Raúl Castro firmó la audaz Orden Militar No. 30, la cual establecía e implementaba la operación Antiaérea, consistente en detener a todos los ciudadanos estadounidenses residentes en el territorio, con la finalidad de que apreciaran los resultados de los criminales bombardeos de los cuales la población campesina era la principal víctima.
La ofensiva del régimen fue derrotada a comienzos de agosto, y a partir de entonces los días de la tiranía quedaron contados; pero aún mucha sangre habría que derramarse, y mucho sacrificio debió pagar nuestro pueblo hasta el 31 de diciembre ese año.
Aquella derrota propinada por el Ejército Rebelde a las tropas batistianas, le permitió mejorar su armamento, pasar a la ofensiva y garantizar la defensa de los territorios liberados, a los que el ejército del régimen nunca más pudo entrar. Desde la Sierra Maestra partieron nuevas columnas con la misión de invadir los llanos del noroeste de la provincia oriental, las provincias de Camagüey y Las Villas, en tanto los grupos alzados operaban en la de Pinar del Río.
La Orden Militar No. 40 del 3 de agosto, determinó el paso de las compañías a la categoría de columnas con un comandante al frente, en ella se ratificaban los nombres de Juan Manuel Ameijeiras y José Tey para las columnas 6 y 9, respectivamente, y las tres compañías existentes se transformaron en: Columna No. 7 Abel Santamaría, con Lussón como jefe; Columna No. 8 Antonio López Fernández y Columna No. 10 René Ramos Latour. El 8 de septiembre Fidel escribió a Raúl indicándole que, para evitar duplicidades en los números de las columnas, a las del Segundo Frente les corresponderían del 15 al 25, de manera que la Columna 7 pasó a ser la 17; la 8 la 18; la 9 la 19 y la 10 la 20.
En el Segundo Frente, mejor armados y fogueados, la etapa guerrillera nómada quedó atrás y los efectivos se asentaron en campamentos fijos en sus correspondientes zonas de operaciones, de los cuales partían a realizar las acciones. Esto aparece bien descrita en el libro, así como las acciones y toma de cuarteles en los últimos cuatro meses del año, que termina con la huida de Batista y un grupo de sus testaferros, en la madrugada del 1.º de enero de 1959.
Los combates finales llevaron al comandante Lussón muy cerca de su Santiago. Ardía en deseos de abrazarse con el pueblo, pero Raúl le confió la misión de trasladarse con su tropa a Holguín y acompañar a Fidel en la Caravana de la Libertad. La narración de las peripecias y anécdotas del recorrido de esta hasta su entrada en La Habana, el 8 de enero, nos hace revivir aquellos días y abrazar a Lussón en Camagüey, donde yo había terminado la guerra.
En su marcha hacia occidente Fidel manifestó una idea que en su discurso en Columbia, el 8 de enero, resumió diáfanamente: Ha terminado la guerra, la alegría es inmensa, pero quizás de ahora en adelante las cosas serán más difíciles
.
Un abultado número de acciones subversivas dirigidas a derrocar la Revolución, junto al bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba desde hace más de medio siglo, confirman esa predicción. Quienes hemos afrontado digna y triunfalmente tales dificultades, afirmamos que ello ha sido posible gracias a la firmeza revolucionaria de nuestro pueblo y de Fidel.
¡Gloria eterna al Comandante en Jefe!
Doctor Manuel Jaca Tornés
Con una guerrilla que nace
Momentos en un mismo camino
Obligado por un fallo, el conductor detuvo el yipi y se dispuso a revisarlo; los demás pasajeros permanecieron sentados. Apenas comenzó el trastejo, advirtieron que se aproximaban algunos miembros de la guardia rural.
—¡Ah, cará’, solo esto nos faltaba! —exclamó Lussón en voz baja.
Resueltos, los hombres se pusieron de acuerdo para, ante un movimiento amenazador de los uniformados, hacerles fuego. Tomassevich tenía una pistola Lugger y dos granadas, disimuladas en un jaquet de piel; Lussón, un revólver calibre 38, y Lluveras y Assef, sendas armas cortas.
Transcurría la mañana del 28 de enero de 1958 y los cuatro revolucionarios se dirigían a la casa de Nicolás Fayad, el Moro Fayad, en Mango Polilla, localidad del municipio de Alto Songo. Era el primer paso para crear un grupo guerrillero.
Procedían de la ciudad de Santiago de Cuba, donde al amanecer, en un yipi, Antonio Enrique Lussón Batlle y Emilio Lluveras Martínez, recogieron a Reinaldo Assef Bordiet, el Moro o Roberto, quien había pernoctado en San Félix 905. Seguidamente se trasladaron a la vivienda de los hermanos Fernández, en la cual estaba oculto Raúl Menéndez Tomassevich, quien se les unió. En otro yipi, los referidos hermanos siguieron al de Lussón a corta distancia.
El paso por los puntos de control de la guardia rural en Quintero y los cuarteles de Boniato, El Cristo y Alto Songo, se realizó sin tropiezos. Al llegar a San Benito, los Fernández regresaron a Santiago y los restantes continuaron en un solo yipi hasta California, donde una avería los obligó a detenerse.
El plan se cumplía según lo acordado el día anterior, en reunión del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7): Lussón y Lluveras debían retornar a la ciudad, pero Tomassevich y Assef se alzarían para formar parte de una guerrilla integrada por compañeros de varias zonas de Alto Songo atendidas por Lussón. Tomassevich estaría al frente del grupo de guerrilleros autorizado por René Ramos Latour, Daniel, —jefe nacional de Acción y Sabotaje desde la muerte de Frank País—, quien a fines de 1957 había encargado al jefe de acción del Movimiento en Santiago, Belarmino Castilla Mas, Aníbal, todo lo relacionado con la organización del grupo.
El sargento de la guardia rural y los dos soldados que lo acompañaban se detuvieron cerca de los cuatro hombres.
—¡Buenos días, sargento! —saludó Lussón con la naturalidad del chofer habituado a deambular por aquellos parajes.
—¡Qué! ¿Hay problemas? —inquirió el jefe de los uniformados.
—Es una pequeña tupición…, pronto termino —le respondió.
Tomassevich miró con el rabillo del ojo al recién llegado. Era el sargento Agapito, jefe del puesto de la guardia rural de Jarahueca. Solo lo ha visto una vez, a través de una rendija, desde una habitación en la casa de Orlando Fernández, en la finca donde se ocultaba antes de ir para Santiago, y recordó que, adosado a la fachada del cuartel había un pasquín donde se ofrecía una recompensa por su captura como prófugo de la cárcel de Boniato, donde se encontraba tras su participación en la acción del 30 de noviembre de 1956, y pensó: ¿Hasta qué punto mi rostro estará grabado en esas cabezas? No voy a mirarlos, pues tal vez por los ojos me descubran
.
Los militares observaron el interior del yipi y escrutaron uno a uno a los tres acompañantes de Lussón, hasta que…
—¡Vámonos! —ordenó Agapito y el trío prosiguió la marcha. Tomassevich estaba teñido de rubio y al parecer logró despistarlos, o… ¿acaso el jefe de los soldados no tenía agallas para desafiar a cuatro sospechosos en un lugar tan apartado? Sea esta u otra la razón, lo cierto es que se fueron y los hombres descongestionaron sus pulmones.
Semanas después, pertrechos de guerra destinados a los rebeldes fueron trasladados en la parte trasera de un yipi, dentro de varias cajas ocultas a media vista; totalmente expuestas en caso de presentarse una requisa. Para no levantar sospechas, el chofer se desplazaba a velocidad que no rebasaba la máxima permisible.
La ciudad de Santiago de Cuba y sus riesgos quedaron atrás, pero el peligro acechaba porque, durante el trayecto, debían pasar por los referidos controles militares.
—¡Mira, allí hay un guardia rural haciendo señas! —exclamó la mujer.
—¡Ah!, es un sargento. Tenemos que parar —comentó Antonio Enrique Lussón Batlle, el chofer.
Armamento, vestuario, brazaletes y demás medios debían entregarse en el campamento de la guerrilla de Tomassevich. La mujer ocupaba un asiento delantero junto al conductor, como parte del plan para encubrir la operación. Detrás, con las cajas, iban otros dos combatientes clandestinos.
El yipi se detuvo y tras un breve intercambio de saludos, el militar preguntó:
—¿Hasta dónde van?
—Si Dios quiere, hasta un poco más allá de Songo —respondió ella.
—Entonces me pueden adelantar… ¿eh?
—Sí, sargento, monte aquí delante con nosotros.
—No, no señora, no se moleste, que yo voy atrás —dijo y se dispuso a montar junto a los dos del compartimento trasero y a los pertrechos.
Madre e hijo:
Aurora Batlle y Antonio Enrique Lussón.
—Oiga, sargento, usted no quiere montar aquí porque soy una vieja. ¡Si fuera una muchachita segurito, segurito, que enseguida venía!
El militar frenó el impulso y durante tres o cuatro angustiosos segundos exploró el rostro de la mujer, hasta que sonrió y ocupó un lugar al lado de Aurora Batlle, la madre de Lussón. La tensión se liberó mediante precavidas exhalaciones, pero en lo adelante, el paso por los controles militares y la presencia del sargento pesaban como nubes de plomo.
En tanto avanzaban, Aurora Batlle sostenía una simpática charla que con frecuencia hacía reír al uniformado. Cuando cruzaban los puntos guarnecidos, los centinelas, quienes supuestamente debían parar el yipi y someterlo a un registro, se limitaban a responder el amigable saludo del sargento y de la mujer, y le daban luz verde.
Transcurrieron interminables minutos hasta que el guardia indicó detenerse y un afectuoso
adiós puso fin al atormentador episodio. El vehículo prosiguió la marcha y los luchadores clandestinos arribaron indemnes al campamento. Uno de ellos, Julio Alcolea Montoya, sosegado ya, descendió y ante los guerrilleros exclamó: ¡Oigan, esta mujer es una Mariana Grajales!
En el territorio oriental se vivían días muy tensos, de frecuentes acciones en las que padres, madres e hijos arriesgaban por igual la vida en su andar por un mismo camino: el que conducía a derrocar la tiranía y al triunfo de la Revolución.
En la ciudad y el campo
—Lussón, ¿tú eras de por allí?, fue la primera de las innumerables preguntas que en cierta ocasión me formuló un compañero, a quien respondí:
—Bueno…, donde se cruzan las calles Martí y Moncada, en Santiago de Cuba, se ubica la casa número 129 donde nací el 5 de febrero de 1930. Por aquellos años era costumbre inscribir a los hijos en pueblitos cercanos y mis padres me asentaron en El Cristo.
Mi papá, Antonio Lussón Laforcade, era de Alto Songo, de origen campesino. Mamá, Aurora Batlle Escrich, santiaguera, de familia humilde y única hija, estudió piano, pero al casarse lo dejó en el séptimo año. De ese matrimonio nacimos diez hijos: seis hembras y cuatro varones. Soy el mayor.
A los veintidós años de edad, el viejo heredó del padre de crianza la finca María Manuela, de unas seis caballerías, en el municipio Songo-La Maya; el lugar, situado entre La Prueba, La Victoria y San Benito, se conoce como Dulce Nombre. Inicialmente la finca estaba dedicada al cultivo de café, después se comenzaron a sembrar frutos menores, viandas, granos y una o dos caballerías de caña. También teníamos alrededor de cincuenta cabezas de ganado vacuno y porcino.
Pasé los primeros seis años de vida en la finca, con mis padres; a los siete me llevaron para Santiago, a la casa de una tía, y cursé los tres primeros grados en un aula que tenían la vecina Josefina y la negrita Isabel. El cuarto y quinto los hice en la Escuela Pública No. 6; el sex-to en la anexa a la Normal, y la preparatoria para ingresar al bachille-rato, en la academia privada Instituto América, de los hermanos Machirán. Fui internado en el Colegio Hermanos La Salle, donde aprobé los dos primeros años de bachillerato.
Foto_2En el colegio Lasalle, Lussón con guante y pelota
La situación económica de mis padres se hizo difícil y no pudieron seguir pagándome los estudios, y cumplidos los diecisiete años deci-dieron que volviera a la finca, donde comencé a trabajar, como uno más, en la siembra y atención de cultivos, araba la tierra, diariamente ordeñaba veinticinco vacas, y realizaba transportaciones en mulos y carretas hasta que pudimos comprar un camión Ford, a plazos, pues las agencias de vehículos vendían con una pequeña entrada y durante treinta y seis meses estuvimos pagando letras con altos intereses.
Como había cumplido los diecisiete años, también me convertí en colono azucarero, porque mi padre, para obtener ventajas, inscribió una parte de las tierras a su nombre y la otra en el mío. En esos momentos tenía dos C
: colono-camionero.
Cuando uno se interesaba en dedicar alguna tierra al cultivo de caña, la inspeccionaban y lo aprobaban o no, según el suelo; investigaban la solvencia económica, deudas, responsabilidad, seriedad, prestigio… De lograrse la aprobación, te convertías en colono afiliado a ese central. Tenían una norma de préstamo en subsidio: de acuerdo con la cantidad de tierra a sembrar, abrían un pequeño crédito. Preparabas la tierra durante cuatro o cinco meses y la sembrabas. Realizaban tres o cuatro inspecciones periódicas y, en base a los resultados, te daban un por ciento del total convenido. Así eran las cosas, pero algo muy importante y válido en aquella sociedad era que pasabas a ser colono azucarero.
Tras un desayuno campesino, preparado por mi madre, a las tres de la mañana salía con el camión a cargar caña; al toque de corneta corrían hacia el campo los dieciocho macheteros y comenzábamos a llenarlo. Había que empezar a media madrugada, si querías ser el primero en llegar a la grúa y tener mayores posibilidades de cubrir los viajes asignados para ese día. En ocasiones, al más adelantado le daban un viajecito extra, aunque se lo quitaran a otro; así los grueros terminaban más temprano. Los dieciocho hombres estaban organizados en seis brigadas de tres macheteros cada una; se cortaba y cargaba a mano, y se formaban pilas o bultos grandes con cuatrocientas, quinientas y seiscientas arrobas, de acuerdo con el resultado del cultivo. Sin embargo, no demorábamos más de veinte minutos en cargar el camión.
Yo practicaba el multioficio: manejaba, cargaba, organizaba, exigía la disciplina y sancionaba. Después del último viaje, entre la una y las tres de la tarde, llegaba a mi casa y ya mi padre, quien también manejaba, me esperaba en el portal, cogía el camión y se iba por el barrio a cargar frutos menores, viandas, granos... Dormía hasta el regreso del viejo con el camión cargado, y entonces salía hacia la plaza de Santiago de Cuba, a dos o tres horas de camino. Descargaba, pues ya estaba contratado el producto con un intermediario. Retornaba a la finca, me acostaba, y a las tres de la mañana estaba nuevamente en pie. Eso era así, día a día, durante el período de zafra, y al concluir esta seguíamos con los viajes al mercado. Sin descanso, sin fiestas ni distracciones; solo trabajo y pretensiones de hacer dinero.
Camionero, vendedor ambulante y combatiente contra la tiranía
—Pero después, ¿te mudastes para Santiago?
—Llegó el momento en que decidí independizarme y me instalé en un cuartico alquilado, en Cuabitas y calle 6, frente a un bar llamado El Caracol, a cuyo dueño le propuse organizar una venta ambulante y él me consiguió los créditos para adquirir las mercancías. Una maestra amiga mía tenía un yipi y se lo alquilé para vender en pueblos y campos. Vimos que el negocio tenía perspectiva y decidimos comprar a crédito una Power Wagon (camioneta de doble tracción). Comercializaba arroz, cebolla, ajos, jamones, bacalao, arenque, alka-seltzer, preservativos, pomada para el pelo, mercuro cromo,