Personajes anónimos del Evangelio: Encuentros de jesús en los evangelios sinópticos. cuaderno bíblico 160
Por Vianney Bouyer
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Personajes anónimos del Evangelio - Vianney Bouyer
I – Una viuda en el Templo
En el evangelio de Marcos, el episodio en que Jesús se encuentra con una viuda en el Templo de Jerusalén resulta sorprendente por más de un motivo. En efecto, es uno de los únicos relatos (quizá incluso el único) en que Jesús no tiene ningún contacto con un personaje: ni palabra intercambiada ni gesto. Por otra parte, sucede en un momento crucial de la intriga: tras medirse con todas las categorías de adversarios posibles (Mc 11,27-12,37), Jesús abandona el Templo de forma definitiva y anuncia su ruina (Mc 13,1-3) para marchar hacia su Pasión. Tras un estudio del relato de Marcos nos fijaremos en la versión que ofrece Lucas.
El relato de Marcos 12,37-13,1
El contexto
Esta pequeña escena es un relato de transición que permite pasar del conjunto de las polémicas, que se desarrollan en el Templo (Mc 11,27-12,40), al gran discurso del final de los tiempos, inaugurado por la destrucción del Templo (Mc 13). Esto nos invita, pues, a estar atentos al contexto literario.
Marcos 12,37b-13,2 (traducción literal)
³⁷ Y una muchedumbre numerosa lo escuchaba con agrado. ³⁸ Y en su enseñanza decía: «Mirad a los escribas, que quieren pasearse con grandes ropajes y los saludos en las plazas. ³⁹ Y los primeros sitios en las sinagogas y los primeros lugares en los banquetes. ⁴⁰ Se comen las casas de las viudas y en apariencia están en larga oración. Estos recibirán una condena más abundante».
⁴¹ Y estando sentado ante el tesoro, observaba cómo la muchedumbre echaba [alguna] moneda en el tesoro. Y muchos ricos echaban mucho. ⁴² Habiendo llegado, una viuda pobre echó dos moneditas: un cuadrante. ⁴³ Y, habiendo llamado a sus discípulos, les dijo: «Amén, yo os digo [que] esta pobre viuda ha echado más que todos los que han echado en el tesoro. ⁴⁴ Porque todos han echado de su abundancia. Pero ella ha echado de su indigencia, todo lo que tenía, todos sus recursos».
13¹ Y habiendo salido del Templo, uno de sus discípulos le dice: «Maestro, mira qué piedras y qué construcciones». ² Y Jesús le responde: «Tú miras esos grandes edificios, no quedará piedra sobre piedra que no sea destruido».
Es la alusión al comportamiento de los escribas con respecto a las viudas lo que favorece la entrada en escena de esta pobre viuda. Observemos inmediatamente que la palabra «viuda» no figura más que aquí en Marcos (vv. 40.41) y permite relacionar mutuamente ambos relatos.
El episodio de la salida del Templo (13,1-2) da relieve a la escena que precede, puesto que el discípulo que interpela al maestro sobre la hermosura de las piedras es sin duda del grupo al que Jesús acaba de explicar el sentido del gesto inadvertido de esa mujer que ha echado todo lo que tenía para vivir. Jesús no dirige su mirada sobre las mismas realidades que sus discípulos… el desfase es manifiesto y frecuente en Marcos.
Por tanto, habrá que situar al personaje de la viuda en el curso del relato de Marcos, donde los allegados de Jesús son descalificados incesantemente en beneficio de personajes secundarios, que frecuentemente no aparecen más que una sola vez. El proceso se acentúa a medida que Jesús se acerca a su Pasión, para concluir en la huida de los discípulos (14,50). Algunos personajes secundarios toman entonces el relevo: la mujer que unge a Jesús con perfume (14,3-9), Simón de Cirene (15,21) y el centurión al pie de la cruz (15,39).
El tema de la mirada puede constituir el hilo conductor de tres intervenciones de Jesús en el Templo y fuera de él: invitación a mirar el comportamiento de los escribas más allá de las apariencias (12,37b-40), mirada de Jesús sobre la viuda (12,41-44) y mirada del discípulo sobre el Templo (13,1-2). En cada ocasión. Jesús ofrece el significado de lo que se ve. Así pues, la pequeña escena de la viuda del Templo puede descomponerse fácilmente en un díptico: lo que Jesús ve (vv. 41-42) y lo que explica a los discípulos (vv. 43-44). Es de Jesús del quien el lector recibe el sentido del relato.
Marcos, el evangelista de las miradas
Para entrar en profundidad en el evangelio de Marcos, el lector podría contentarse con observar las diferentes miradas de Jesús, de la primera (durante el bautismo, «vio los cielos abiertos», 1,10) a la última (observación de la muchedumbre ante el tesoro, 12,41).
Jesús «ve» (el verbo oraô, en el aoristo eiden, más o menos equivalente de nuestro pretérito indefinido, aparece una quincena de veces con Jesús como sujeto). Jesús «mira» (aquí encontramos compuestos del verbo blepô, que aparece seis veces). Jesús «observa» el tumulto en la casa de Jairo (5,38) y a la muchedumbre en el tesoro del Templo (12,41).
La mirada de Jesús se dirige a objetos (11,13), situaciones (9,25; 10,14) y sobre todo a personas:
– Simón y Andrés (1,16), Santiago y Juan (1,19), Leví (2,14) antes de ser llamados;
– la persona que le ha arrancado una curación (5,32);
– el hombre rico (10,23);
– sus discípulos: cuando luchan contra el viento contrario en el mar (6,48); cuando responde a Pedro, que quiere apartarle de la cruz (8,33);
– la muchedumbre: «lleno de piedad», Jesús la enseña y la alimenta (6,34); y más tarde, con los escribas, para el último gran exorcismo (9,14).
Esta mirada capta las disposiciones interiores: la fe de los que llevan al paralítico (2,5), la hipocresía de sus adversarios (12,15), la inteligencia del escriba que debate con él en el Templo (12,34).
Observemos finalmente que el Jesús de Marcos es un especialista de la mirada circular (verbo periblepô): sobre sus adversarios en la sinagoga (3,5), sobre aquellos que hacen la voluntad de Dios (3,34), buscando a la mujer curada de su flujo de sangre (5,32). Es esta misma mirada la que acompaña su primera entrada en el Templo (11,11).
El pasaje bien conocido del encuentro con el hombre rico puede resumirse en tres miradas:
– Jesús fija su mirada en el hombre que acude a encontrarse con él (10,21, mirada que introduce el verbo «amar»);
– hay una mirada circular sobre los discípulos cuando el hombre se ha marchado (10,23);
– de nuevo dirige su mirada sobre los discípulos, que preguntan: «¿Quién puede salvarse?» (10,27).
El personaje de Jesús
La primera visita de Jesús al Templo se resumía en una mirada: «Y entró en Jerusalén, en el Templo. Después de haber mirado todo en torno a él, salió…» (11,11). Aquí, en el momento en que Jesús sale del Templo para no volver ya a él, Marcos menciona una última mirada sobre la muchedumbre que desfila ante los cepillos del tesoro. Jesús, intérprete autorizado, enseña (12,35.38; 13,1) y ve más allá de las apariencias: los escribas, so capa de piedad, se «comen» los bienes de las viudas; la pobre viuda, que, con sus moneditas, ha echado más que todos los ricos; el Templo, con edificios imponentes, pero destinado a la ruina. Entre estas enseñanzas, las palabras relativas a la viuda revisten una importancia particular:
• Jesús está sentado cuando ofrece sus enseñanzas importantes (Mc 4,1; 9,35; 13,3).
• «Llama» a sus discípulos. El verbo empleado aquí (proskaleîn) aparece nueve veces en Marcos, ocho veces con Jesús como complemento (3,13; 6,7; 8,1.34; 10,42). La última vez que Jesús llamó a sus discípulos fue para responder a su indignación ante las pretensiones de los hijos de Zebedeo (10,42).
Jesús introduce sus palabras mediante una fórmula solemne frecuente: «Amén, yo os digo…».
No obstante, la sentencia relativa a la viuda debe ser tratada aparte: no se enuncia en futuro (como en 10,15), no incluye ninguna sanción ni ninguna predicción relativa al futuro (como en los relatos que preceden a la muerte de Jesús: 14,9.18.25.30). Se trata de una constatación enunciada en términos de comparación. Jesús recoge lo que ha visto: «Muchos ricos han echado mucho» (v. 40), una sola persona «echó dos moneditas» (v. 42). Ahora bien, para Jesús, todo se invierte de forma desproporcionada, puesto que la viuda ha echado más que todos los demás. Precisa incluso que «todos echaron de su abundancia», mientras que ella «echó de su indigencia» (v. 44). La comparación