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Teología y literatura: Concilium 373
Teología y literatura: Concilium 373
Teología y literatura: Concilium 373
Libro electrónico234 páginas2 horas

Teología y literatura: Concilium 373

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El discurso de la «teopoética», en general y particularmente en relación con la interpretación de la Escritura y la reflexión teológica, es aún un desarrollo reciente que surge de la intersección entre la teología y los estudios literarios, similar a la «espiritualidad bíblica», que brota de la intersección entre los estudios bíblicos y la espiritualidad, y a la «estética teológica», que tiene su origen en la intersección de la teología con todas las formas de estética: arte, literatura, música, etc. La razón de ser de la creciente importancia de la mediación de la estética en el quehacer teológico reside en el hecho del crepúsculo de los grandes relatos y de la fragilidad del discurso político. Lo simbólico y lo prerracional se aproxima más e interacciona mejor con la experiencia -incluida la experiencia religiosa- que con la experiencia racional y especulativa.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 nov 2017
ISBN9788490733776
Teología y literatura: Concilium 373

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    Teología y literatura - Mile Babic

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    CONTENIDO

    1. Tema monográfico: Teología y literatura

    Maria Clara Bingemer, Solange Lefebvre, Erik Borgman y Mile Babić: Editorial

    1.1. Heather Walton: La teología y nuestra forma de vivir hoy: una teopoética del relato de vida

    1.2. Cecilia Avenatti de Palumbo: Literatura: una importante mediación hermenéutica para la teología

    1.3. Luce López-Baralt: La poética del silencio en el «Cántico espiritual» de san Juan de la Cruz

    1.4. José Tolentino Mendonça: La lectura infinita: Escritura e interpretación

    1.5. Vittorio Montemaggi: La teología de Dante

    1.6. Luis Gustavo Meléndez Guerrero: Gramáticas de la carne: eros, poesía y cuerpo en relación

    Voces de los cinco continentes

    1.7. Carmiña Navia Velasco: Miradas teológicas en la literatura latinoamericana

    1.8. Mayra Rivera: Poética de la supervivencia

    1.9. Jean-Baptiste Sebé: El escritor y Cristo: «La Palabra es el Verbo, y el Verbo es Dios»

    1.10. Po Ho Huang: Hacer teología con las literaturas: un intento desde Asia

    1.11. Stan Chu Ilo: Teología y literatura en el cristianismo africano: oyentes de la Palabra en África

    2. Foro teológico

    2.1. Emerson Sbardelotti: Pedro Casaldáliga

    2.2. Faustino Teixeira: Una sed infinita: Ernesto Cardenal

    2.3. Marcio Cappelli y Edson Fernando de Almeida: Dietrich Bonhoeffer: La mística de la cruz en un mundo que se ha hecho adulto

    2.4. Marcelo Timotheo da Costa: Thomas Merton

    2.5. Ursula King: Pierre Teilhard de Chardin: primer ensayo La vida cósmica y su oración al Cristo cósmico

    2.6. Cleide Maria de Oliveira: Algunas reflexiones sobre la poética de Adélia Prado

    Índice anual

    Créditos

    Consejo

    Suscripción

    Contra

    Tema monográfico

    TEOLOGÍA Y LITERATURA

    EDITORIAL

    Hay que reconocer que el discurso de la «teopoética», en general y particularmente en relación con la interpretación de la Escritura y la reflexión teológica, es aún un desarrollo reciente que surge de la intersección entre la teología y los estudios literarios, similar a la «espiritualidad bíblica», que brota de la intersección entre los estudios bíblicos y la espiritualidad, y a la «estética teológica», que tiene su origen en la intersección de la teología con todas las formas de estética: arte, literatura, música, etc.

    Se trata de «... un espacio interactivo entre los estudios bíblicos literarios, la teología, la espiritualidad y la mística, y es precisamente aquello que expresa su nombre —teopoética— o teoría del poder espiritualmente transformador de los textos bíblicos como texto y de la profundidad teológica de los textos literarios, actualizados mediante una cierta forma de lectura o interpretación»¹. Tal vez, sería más específico decir que la teopoética es la faz literaria o textual de la reflexión más amplia sobre la estética teológica como una forma de aproximación desde la espiritualidad.

    La razón de ser de la creciente importancia de la mediación de la estética en el quehacer teológico reside en el hecho del crepúsculo de los grandes relatos y de la fragilidad del discurso político. Lo simbólico y lo prerracional se aproxima más e interacciona mejor con la experiencia —incluida la experiencia religiosa— que con la experiencia racional y especulativa. En segundo lugar, los pensadores que trabajan hoy en esta área de estudios, la naturaleza y las sociedades humanas, encuentran una motivación mayor y más convincente en las imágenes, los relatos y las historias que en las ideas.

    Aunque la teología es principalmente una actividad intelectual, el trabajo de los grandes teólogos siempre estuvo atravesado por la imaginación. Lo mismo aconteció en el comienzo de todas las religiones, que empezaron con historias y rituales. Como bien dice Amos Wilder: «Antes del mensaje, debe haber una visión / Antes del sermón, el himno. Antes de la prosa, el poema»².

    Por tanto, la fe debe ser leída y vista a través de las lentes estéticas. Pero no entendamos esto como una actividad propia de personas ricas, burguesas y poco ocupadas. La fe vivida de los pobres y de los pueblos autóctonos da origen a una estética teológica liberadora con un gran potencial subversivo, con capacidad para repensar los conceptos, los símbolos y los significados modernos y posmodernos. Junto con la filosofía y las ciencias sociales, la literatura, el arte y todas las manifestaciones estéticas son actualmente, por consiguiente, una mediación hermenéutica, necesaria y cada vez más importante, para la teología.

    Por eso, este número de la revista Concilium presenta a sus lectores esta nueva hermenéutica a través de varias miradas y perspectivas. Los seis artículos de la primera parte proceden de Escocia, de la mano de Heather Walton, que analiza la autobiografía como género literario, espiritual y teológico. Desde Argentina, escribe Cecilia Avenatti de Palumbo, expresidenta de la Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología, sobre la literatura como mediación hermenéutica para la teología. Luce López-Baralt, de la Universidad de Puerto Rico, gran especialista en mística comparada y prestigiosa arabista, aproxima mística y literatura a través de la pluma inspirada de san Juan de la Cruz. Desde Portugal, José Tolentino Mendonça, de la Universidad Católica Portuguesa, escribe sobre la Biblia y su interpretación como escritura infinita. En este panorama no podía faltar la teología de Dante, que es estudiada por especialistas del mundo entero, entre ellos Vittorio Montemaggi, de la Universidad de Notre Dame. Y, para terminar, Luis Gustavo Meléndez Guerrero, joven investigador del departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, aborda los temas clásicos que están siempre presentes cuando se habla de literatura y de teología: eros, poesía y cuerpo.

    La segunda parte de la revista recoge las voces de los cinco continentes que reflexionan sobre la interacción entre teología y literatura en esas latitudes. Carmiña Navia Velasco, de Colombia, habla por América Latina. Mayra Rivera, representante de los latinos de los Estados Unidos, autora del gran libro Poetics of the flesh, hace una reflexión importante y original sobre la poética de la supervivencia de los caribeños exiliados. Jean-Baptiste Sebé, de Francia, recopila y pone de relieve en su texto lo mejor del trayecto de la teología europea en su ya antiguo y sólido diálogo con la literatura. Desde Asia, Po Ho Huang aporta al lector una experiencia fascinante de la literatura en chino mandarín y su potencial teológico. Finalmente, desde África, Stan Chu Ilo refuerza la convicción de la importancia de la lectura popular de la Biblia para la teología.

    En la tercera parte, el Foro teológico, se presentan textos teológico-literarios breves que encarnan concretamente lo que la teoría y la reflexión han querido decir en las secciones anteriores. Se han seleccionado algunos teopoetas de carne y hueso que, después de una breve presentación, traen hasta nosotros su teopoética, inspiradora e iluminadora. Estos son: el obispo, profeta y poeta Pedro Casaldáliga, de Brasil, el trapense de Solentiname, en Nicaragua, Ernesto Cardenal, el pastor y mártir Dietrich Bonhoeffer, que compuso poemas en la cárcel, su última morada, el monje y escritor estadounidense, fascinado por el mundo oriental, Thomas Merton, el científico y místico francés Pierre Teilhard de Chardin, y la poeta brasileña Adelia Prado.

    Esperamos que este número de Concilium anime más a quienes actualmente se dedican a la investigación y a la enseñanza de la teología a aventurarse por los caminos de la estética y, en particular, de la literatura. Aquí encontrarán nuevas inspiraciones que podrán fecundar su reflexión en unos tiempos en los que aún se sienten las consecuencias de un largo invierno eclesial.

    (Traducido del portugués por José Pérez Escobar)

    ¹ Sandra Schneiders, «Biblical Spirituality», en Andrew T. Lincoln (ed.), The Bible and Spirituality: Exploratory Essays in Reading Scripture Spiritually, pp. 128-150, Cascade, Eugen, OR, 2013. Cita en p. 145.

    ² Amos Wilder, «Before the message there must be the vision, / Before the sermon the hymn, Before the prose the poem», en Grace Confounding: Poems, Fortress Press, Filadelfia 1972, p. ix.

    Heather Walton *

    LA TEOLOGÍA Y NUESTRA FORMA DE VIVIR HOY: UNA TEOPOÉTICA DEL RELATO DE VIDA

    Este artículo indaga en dos trayectorias dentro de la teopoética contemporánea. La primera afirma, y profundiza en, la tradición teológica, y la segunda ofrece unos desafíos radicales al pensamiento teológico. Las dos trayectorias se manifiestan claramente en el giro hacia el relato de vida en la reflexión teológica tal como encontramos en una obra reciente sobre la vida de Dorothy Day. Sostenemos que el relato de vida es el mejor medio para hacer una contribución teológica cuando ocupan el primer plano los aspectos ambivalentes y bloqueados de la experiencia humana, y se potencian para ofrecer nuevas perspectivas sobre nuestra relación con lo divino.

    Introducción

    Parece aún dolida y un tanto enfadada», dijo el agradable joven que había viajado desde su universidad en los confines de Europa oriental (lugar de montañas y pinares) para participar con nosotros en el simposio teológico celebrado en Escocia. Había entregado su contribución, perfectamente elaborada, la tarde antes, y había sido recibido cálidamente. «También», dijo, «está usted escribiendo sobre experiencias de su vida que acontecieron hace casi veinte años». Por entonces, él sería un adolescente con el pelo decolorado por el sol que jugaría junto a un lago. «Me pregunto por qué no se han resuelto aún para usted.»

    Este agradable joven se me había quedado mirando fijamente y había visto mis heridas.

    Siempre he tenido experiencia de Dios. Cuando era joven conversábamos juntos de manera sencilla y nos gustábamos mucho. La fe se transformó en pasión al ir haciéndome adulta. Me enamoré. Predicaba, oraba y daba catequesis. Pero fue la infertilidad la que me hizo teóloga.

    ¿Cómo describir esto? Yo quería un hijo. Anhelaba un hijo. Pero no son estas las palabras adecuadas. ¿Tenía amputados mis miembros? ¿Me devoraba la fiebre? Como la chica maldecida, ¿cada paso que daba con los zapatos mágicos tenía que hacerlo sobre cristales rotos? Estas imágenes son demasiado burdas y dramáticas para describir la naturaleza del sufrimiento interior que te acompaña dondequiera que vayas, que está tatuado en tu piel e inscrito en la niña de tus ojos. Mi infertilidad también rebasaba los límites de mi cuerpo. Me alcanzaba en el pasado y estaba conectada con los edificios en ruinas de mi barrio, las vidas jóvenes destruidas por las bombas, la guerra interminable, las hambrunas y la extensión de los desiertos. Y también miraba hacia arriba, hacia las rondas sin fin y constantes de muertos, estrellas frías.

    Érase una página en blanco

    Pero si no podía concebir ni dar a luz ni amamantar, sí podía escribir. Mi dolor se transformó en energía y no paraba de escribir. Salía rauda del trabajo para escribir. Me sentaba por las tardes en la mesa de la cocina, tomando un vino con mi marido, rodeada de cuadernos de notas y de bolígrafos. Escribir era lo único que me ayudaba. Pero no escribía palabras suaves; eran iracundas y escarpadas, dejando al descubierto mi pérdida.

    Le escribía a Dios

    He estado escribiendo durante estos veinte años. Los cuadernos de notas han llegado a publicarse como libros bajo la rúbrica general «teología mediante el relato de vida». Tengo una hija y rebasa lo que puede decirse con palabras la gracia que se me ha concedido. En mi obra hago presente también su nacimiento. Aunque mi portátil ha sustituido a los cuadernos de notas, aún sigo haciendo mi trabajo teológico en la mesa de la cocina, porque para mí es un lugar de revelación. En él, me centro en las penas y las alegrías de mi vida y de quienes me rodean. Ahora me veo a la vez estéril y bendecida. Y a veces pienso que es la situación de todos los que tratamos de dar un testimonio sincero en nuestro tiempo. Honestamente, no puedo decir que las palabras o las heridas se hayan curado. Resulta embarazoso cuando un joven puede verlo con tanta claridad, pero ¿qué puedo hacer? Estas son las heridas que llevo y son las heridas de Dios.

    Tensiones creativas

    La teopoética está transformando la forma en que se escribe y se entiende la teología. Como demuestra este número de Concilium, una energía y una creatividad nuevas están abriéndose paso en el discurso teológico. La teopoética se remonta y recurre a la rica herencia del pensamiento imaginativo de nuestras antiguas tradiciones y responde también a las diferentes necesidades culturales y espirituales de nuestra época. Las corrientes de lo sagrado fluyen hoy a través de los cuerpos que sufren y desean, de la vida material de cada día y de todas las formas de creatividad estética. Cada vez se distancian más del viejo circuito controlado por la razón abstracta y las formas ideales. No obstante, si bien este movimiento es bien recibido a menudo como fuente de renovación teológica, es importante preguntarse qué tipo de renovación aporta a las tradiciones de la fe. ¿Aporta vida nueva y rica a la teología que está demasiado limitada por sus convenciones y distanciada de las inquietudes y las sensibilidades contemporáneas? ¿O es su impacto más bien perturbador y radical, un vino nuevo que rompe los odres viejos?

    Los dos modos de abordar la teopoética se encuentran en viva tensión en el presente. El primero, recurriendo a los enfoques establecidos en la estética teológica, tiene gran interés en acentuar tanto la diferencia desafiante como la profunda complementariedad entre poiesis (proceso creativo humano) y teología. Su asimetría es la que permite su fructífero acoplamiento en el seno de la economía divina. El segundo modo atribuye al proceso creativo humano una importancia de revelación mucho más poderosa: la poiesis es considerada como un modo mediante el que el ser divino habla de formas extrañas y disruptivas que la teología no puede contener y a veces tampoco comprehender. En esta perspectiva, la creatividad artística no complementa a la empresa teológica, sino que la deconstruye y, fundamentalmente, socava su autoridad.

    En este artículo, exploraré estas dos visiones contrapuestas de la teopoética, con particular referencia a mi propia área de investigación y de praxis. En el pasado se denominaba biografía espiritual», un término amplio que incluye la reflexión «biográfica sobre las vidas ejemplares de los «santos» y también los escritos autobiográficos de tipo confesión. En la actualidad, se denomina más frecuentemente relato de vida espiritual, reconociendo así que comparte muchos elementos con otras formas de producción literaria. En el desarrollo de mi reflexión me centraré, especialmente, en el relato de vida realizado por mujeres. No obstante, comienzo comentando brevemente los usos antiguos de este relato en la tradición cristiana y las tensiones creativas que han estado presentes desde el principio.

    I. Coherencia y conflicto en los relatos de vida

    El relato de vida es un modo particularmente antiguo e importante de expresar la fe. De hecho, podría probablemente describirse como una forma teológica arquetípica. Los mismos Evangelios muestran cómo los misterios más sagrados pueden expresarse mejor en términos de una vida vivida y sacrificialmente entregada. El libro de las Confesiones de san Agustín, que es una piedra angular de la tradición cristiana, pone de manifiesto no solo la fuerza espiritual del relato de vida, sino también cómo los debates doctrinales complejos y sutiles pueden explorarse extraordinariamente mediante la gran capacidad de este género. Sin embargo, los dos ejemplos paradigmáticos del relato de vida espiritual exhiben ya las tensiones inherentes en este género.

    Los relatos evangélicos están llenos de vida y de belleza. Aparecen claros y luminosos en el testimonio que dan. Sin embargo, su evidente heterogeneidad y las formas narrativas profundamente elaboradas nos advierten del hecho de que escribir la vida en un contexto teológico no es transparente ni inocente, sino que es siempre una actividad «artística». No podemos aplanar estos relatos fundacionales para protegernos de sus cualidades literarias desafiantes. No se combinan en un todo homogéneo, y, de hecho, su fuerza se debe en parte a los huecos, las divergencias y los misteriosos silencios que mantienen en el núcleo de nuestra comprensión de la Palabra hecha carne.

    Asimismo, la gran obra de Agustín es

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