Sanar cuerpos y guardar almas: El humanismo médico en España y América en el siglo XVI
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En este volumen de la Colección Historia Fundamental, el historiador Gonzalo Gómez aborda, entre otras cuestiones, la aparición de los corrales de comedias en los hospitales, las primeras enfermeras, el desarrollo de la anatomía y de la cirugía, la revolución farmacéutica impulsada por la llegada de nuevos medicamentos de ultramar, la organización de los estudios universitarios de medicina y la fundación de los hospitales modernos en la Península y en los virreinatos americanos. Todos estos avances fueron impulsados por una generación dorada de médicos y humanistas españoles, como Andrés Laguna, Fernando de Mena, Francisco Vallés o Rodrigo Reynoso, entre otros muchos, que aplicaron su saber de igual forma para sanar tanto a los más desfavorecidos como a la aristocracia y la realeza como médicos de la corte.
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Sanar cuerpos y guardar almas - Gonzalo Gómez García
Sanar cuerpos y guardar almas
El humanismo médico en España y América en el siglo XVI
Gonzalo Gómez García
Enlace al audioColección Historia Fundamental
Responsable de la colección:
Francisco Javier Expósito Lorenzo
Cuidado de la edición:
Tatiana Blanco Parrilla
Diseño:
Prodigioso Volcán
Conversión a epub:
CYAN, Proyectos Editoriales, S.A.
© De esta edición:
Fundación Banco Santander, 2022
© Del texto:
Gonzalo Gómez García, 2022
© De la ilustración de cubierta:
Ana María Abellán (Pictocactus)
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.
ISBN digital: 978-84-16950-20-1
A Vera, Mauro y Gael.
A Tamara.
A Alfredo.
Y a quien tanto me dio.
AGRADECIMIENTOS
El autor desea expresar su especial agradecimiento a la Fundación Antezana.
ÍNDICE
SIGLAS
OBJETIVO: REINTEGRAR AL ENFERMO EN LA SOCIEDAD
PRIMERO: ESTUDIAR
Los expulsados, aquellos que cuidaron los saberes clásicos
Los copistas medievales
Los médicos judíos, expulsados, pero no las enfermedades
Las facultades médicas de las universidades hispánicas en el siglo XVI
La biblioteca de la Universidad Complutense como ejemplo de formación humanística
La estructura académica
Alcalá y las universidades de América
Salamanca
Valencia
Los que fuerzan el modelo humanista: los estudiantes
DESPUÉS: SANAR
Los nuevos hospitales
Fundación privada: el Hospital de Antezana en Alcalá de Henares (1483)
Fundación pública: el Hospital General de Valencia (1512)
Fundaciones en América: el Hospital de Jesús (1524) y el de los Naturales o Indios (1551) en México
Los teatros de comedias
Las enfermedades y las medicinas de aquende y allende
El médico y su visita
El cirujano, que no barbero
Los boticarios y los recetarios
Los recetarios y los catálogos de medicina y cirugía
Las primeras enfermeras y la atención sanitaria
De curar pobres a atender al rey
Y, SOBRE TODO, IRRADIAR
Los médicos de un humanismo compartido
El olvidado Rodrigo de Reynoso
Las divinidades de Francisco Vallés de Covarrubias
Fernando de Mena, primer gerente de hospital
El urólogo Francisco Díaz
Cristóbal de la Vega, modelo humanista
Andrés Laguna y su concepción universal
El obstetra Juan Alonso de Fontecha y el alegato por las mujeres
Las locuras y corduras de Juan Huarte de San Juan
El gran anatomista Juan Valverde de Amusco
La ciencia en avance: las investigaciones
Dedicatorias humanísticas y obras científicas
EPÍLOGO: EL FUERO DE LA CONCIENCIA
BIBLIOGRAFÍA
ANEXO DOCUMENTAL: CURIOSIDADES
Carta (humanista) del boticario Melchor de Salazar (1580)
Catálogo de medicinas de la botica del Hospital de Antezana (1579)
Recetarios de medicina y cirugía de los boticarios Fernando de Carcassone y Martín de Villalta
SIGLAS
ACV es Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.
ADPV es Archivo de la Diputación de Valencia.
AGI es Archivo General de Indias.
AGN es Archivo General de la Nación (México).
AGS es Archivo General de Simancas.
AFHA es Archivo de la Fundación del Hospital de Antezana.
AHMA es Archivo Histórico Municipal de Alcalá de Henares.
AHN es Archivo Histórico Nacional de España.
ARCM es Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.
AUS es Archivo de la Universidad de Salamanca.
BN es Biblioteca Nacional de España.
BL es British Library.
Los textos transcritos están adaptados al español actual.
«Quiso Dios que el hombre, que había de vivir en sociedad y en comunidad de vida, malo de espíritu y soberbio por la mancilla de su origen, necesitase de la ayuda de los demás, porque, de otra forma, nunca habría entre ellos una sociedad duradera o segura».
Juan Luis Vives, Sobre el socorro de los pobres, Libro I, cap. 4
(Brujas, 1526)
«Pues, aunque no hay país que necesite menos la medicina que Utopía, en ninguna parte, sin embargo, se tiene en mayor aprecio. Su conocimiento lo sitúan entre las partes más útiles y más bellas de la filosofía. Con la ayuda de la filosofía, en efecto, no sólo penetran los secretos de la naturaleza y creen percibir un deleite inefable, sino que, además, se granjean el favor de su Autor».
Tomás Moro, Utopía, Libro II
(Basilea, 1516)
OBJETIVO: REINTEGRAR AL ENFERMO EN LA SOCIEDAD
Dignidad y técnica. Estas son las palabras más significativas de la medicina humanista en el siglo xvi en España y América. La primera representa la moral del humanismo que sitúa a la persona en el centro de sí mismo y de la sociedad. La segunda implicó ciencia: estudio, observación, análisis y conclusiones. Es decir, el método humanista.
La situación de la asistencia sanitaria y de la profesión médica a finales del xv era ciertamente caótica en los reinos de España. Los hospitales, las enfermerías y los centros de beneficencia se habían multiplicado según avanzó la reconquista cristiana. Fueron cientos de fundaciones de órdenes mendicantes y militares en las que primó la piedad y la caridad. La misericordia que se aplicaba en estos establecimientos alentó la protección de los más débiles en el Medievo, pero también llevó a una situación de ineficiencia sanitaria por toda la Península. Además, la asistencia gratuita, que incorporaba dar de comer al hambriento y de beber al sediento —dos obras de misericordia cristianas—, fomentó la aparición y multiplicación de haraganes y gandules. No fue una excepción porque en el resto de Europa sucedió lo mismo. Fue Juan Luis Vives el que reclamó, en los inicios del xvi, dos puntos clave para modernizar la sanidad: la incorporación de las instituciones públicas en la administración de hospitales y la profesionalización de médicos, boticarios y enfermeros en su obra De subventione pauperum. Sive de humanis necessitatibus (Brujas, 1526). Hasta ese momento los físicos estaban pagados por los concejos, pero actuaban de manera independiente. Los hospitales no tenían una estructura adecuada ni había una formación reglamentaria. Es que no había ni formación. Aprendías si conseguías que un físico te enseñase. Los pocos graduados en Salamanca, con cátedras desde mediados del xiii, daban para cubrir lo justo en la ciudad. Por tanto, todo era muy rudimentario, aunque con una profunda necesidad de ayudar, derivada de la moral cristiana. Los médicos de las villas y ciudades fueron judíos —en su mayor parte— y moriscos, no ajenos a la ciencia médica, pero sí ajenos a las universidades. Y las universidades a ellos. Estas minorías, marginadas y también perseguidas, fueron los que conservaron los saberes médicos de Rasis, de Avicena, de Galeno, de Hipócrates.
La obra de Vives supuso un cambio en la concepción de la medicina y la asistencia sanitaria. Había que erradicar a los vagos con las duras palabras de San Pablo: «El que no quiera trabajar, que no coma» (2 Tesalonicenses 3, 7-12). Al que estuviera enfermo habría que cuidarle, sí, pero ya no se aceptaba al enfermo para salvar el alma del cuidador al realizar una función caritativa, sino que se profesionalizaba. Con la formación, el fraile pasó a ser enfermero, el físico pasó a ser médico, el herrador pasó a ser cirujano, el boticario pasó a estar supervisado y fiscalizado. En el siglo xvi aparecen las primeras enfermeras que no eran monjas. Las enfermedades no eran causadas por los pecados, o por acción del demonio, o por castigos divinos, sino que eran inherentes a la persona. Y los enfermos no entraban en el hospital para terminar sus días. Había que reintegrarlos a la sociedad como hombres y mujeres nuevos. No sólo de cuerpo, sino de alma. Porque la asistencia sanitaria se había profesionalizado, pero, sobre todo, se había humanizado. Precisamente, el humanismo fue el que conformó el avance científico y a su vez convirtió en profesión lo que antes era piedad. ¿Cómo? Con esa palabra que hoy deberíamos recuperar: dignidad. Esto significó colocar al ser humano en el centro del universo. Pico della Mirandola, en la introducción a Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae (Roma, 1486), indicó que el hombre se puede aproximar a los dioses, si sus acciones son superiores, o a los animales, si son inferiores. Pero que, en todo caso, existe el centro en el que debe permanecer. En el centro de sí mismo y en el centro de la sociedad. Tras esto, la técnica y la ciencia, incansables investigaciones, observaciones, nuevas prácticas —como las disecciones anatómicas— y la publicación de las conclusiones, fueron el eje del humanismo científico que acompañó la edad de oro de la medicina española.
Para reunir dignidad y técnica debemos tener presente que la asistencia humanista la formaban el paciente, el sanitario y el contexto. El primero era el portador de la enfermedad o dolencia, humana conditio. Pero el segundo se formaba y el tercero se creaba. Las facultades de Medicina fueron las que dieron la mejor generación de profesionales humanistas y científicos. Había que estudiar, y en condiciones muy duras. Esto implicó un camino de reflexiones, de lecturas y de aportación de la experiencia a las aulas para las correcciones de los planes de estudio. Era un ciclo regenerador. Y el contexto era el hospital. Entonces se crearon los hospitales modernos con estructura de trabajo grupal: médico, cirujano, enfermero y enfermera, boticario. Se ejecutaban obras, se abrían ventanas y se cambiaban las camas según se iban conociendo los estragos de las enfermedades o lo que las estimulaba. Nada era perpetuo, puesto que se vivía en un constante cambio.
Por último, todo aquello debía aportarse a la comunidad científica y a la sociedad. Los médicos españoles del xvi publicaron primeras obras y avances únicos de psicología, urología, obstetricia, farmacia, anatomía, cirugía, nefrología o epidemiología, por citar algunas. Irradiar el humanismo era comunicarlo. Pero esta irradiación también implicó que, por medio de la atención médica, el paciente se reintegrara en la sociedad como una nueva persona, porque otra le había otorgado la dignidad y le había recordado que era única.
PRIMERO: ESTUDIAR
Bajo la aguanieve de una mañana invernal de 1539 en Alcalá de Henares, el estudiante Fernando de Mena salió del Colegio de la Madre de Dios, en el que estaba becado con una prebenda, hacia el patio mayor de la universidad para asistir al aula médica. La loba y el capote de estudiante le rodeaban por completo, a pesar de los pocos metros que separaban ambos edificios. Hacía frío y salió pronto, antes de que el reloj de los estudios marcase las nueve. Esa mañana explicaba de nuevo Rodrigo de Reynoso, un médico castellano pero venido de Italia, que los días anteriores había tenido un enfrentamiento con el otro catedrático doctor León sobre el dolor del costado, acaso por sus egos. La expectación era colosal y a veces se colaban por allí los regentes teólogos para ver las disputas. Mena no quería perderse nada de lo que dijera Reynoso. Memorizaba y le preguntaba de forma constante. El rostro cansado de Reynoso no amedrentaba al estudiante, que era muy pródigo en plantear cuestiones e interrogantes. Además, la semana anterior Reynoso dijo en el aula que no daba abasto con las horas y quería cobrar 50 reales por explicar más lecciones fuera de las Escuelas. Mena dudaba, pero su amigo Francisco Díaz, que no paraba de hablar de orinas, decía que le pagaría…
«Entre todo lo que el hombre mortal puede obtener en esta vida efímera por concesión divina, lo más importante es que desechada la tenebrosa oscuridad de la ignorancia mediante el estudio continuo, logre alcanzar el tesoro de la ciencia, por la cual se muestra el camino hacia la vida buena y dichosa, se conoce la verdad, se practica la justicia, se acrecientan las restantes virtudes y se sientan las bases de toda prosperidad humana…». Este fragmento es de la bula Inter Caetera del papa Alejandro VI a Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, en la que autorizó la fundación de la Universidad de Alcalá en 1499. Tiene una importancia magistral puesto que representa de manera crucial la base del humanismo científico. Primero, porque presenta el binomio estudio-ciencia[1] como un modelo eficaz en el que el medio es el estudio y cuyo logro final es la ciencia. Después, porque se confirmaba que había una causalidad en la que la ciencia engrandecía al ser humano y hacía prosperar la sociedad: dignidad y técnica. Se trataba de una reflexión histórica consecuencia de siglos de pensamiento. La peste de mediados del siglo xiv impactó en la sociedad con una profunda crisis y hubo que encontrar un modelo que diera respuesta a los desequilibrios medievales, a tantas preguntas, dudas, interrogantes existenciales.
Para conseguir el doble objetivo de la dignidad y la técnica, la universidad era la pieza fundamental del engranaje. De allí saldría la ciencia, alcanzada a través del estudio, integrada en una formación completa hombre-sociedad. Por otro lado, la universidad humanista estaba integrada en la sociedad por cuanto ya no eran las élites las que la integraban, sino que la aristocracia debía ser la del espíritu y el privilegio lo otorgaría la inteligencia y no la cuna. Ideas que hoy nos resultan primordiales, pero que aún tuvieron que esperar a finales del xvii y del xviii para cambiar completamente la sociedad. Esto implicó que, para los pobres y para el que hubiera nacido sin apellidos nobles, la universidad fue el único medio de ascensión social. Un muchacho sin recursos de Valladolid podía llegar a ser miembro del Consejo de Castilla. Un pobre de Valencia podía llegar a ser arzobispo. La inteligencia y el esfuerzo entonces se valoraban. De ahí que Cisneros, en la súplica que dirigió al papa Alejandro VI para fundar la Universidad de Alcalá, incorporase rentas exclusivamente para que los pobres pudieran estudiar. Eran los espabilados «de pueblo», que al final fue de lo que se nutrió la universidad y que pasaron a ocupar puestos de considerable importancia social y política.
La clave del programa de Cisneros fueron los estudios filosóficos. La base del humanismo estaba allí. Construir un modelo en el que los jóvenes estudiantes pudieran interpretar la vida y la sociedad. Con este paradigma se pasaba al estudio final: la Medicina. Esta obligatoriedad