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La remolienda y otras obras de teatro
La remolienda y otras obras de teatro
La remolienda y otras obras de teatro
Libro electrónico215 páginas3 horas

La remolienda y otras obras de teatro

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La remolienda, Tres tristes tigres e Ingenuas palomas son tres obras representativas de la trayectoria de Alejandro Sieveking: las dos primeras como paradigmas de sus etapas iniciales (el realismo folclórico-poético y el realismo crítico-social), la última como búsqueda de cierto grotesco esperpéntico. El realismo folclórico-poético, según Sieveking, "más que nada nace de un afán por encontrar las raíces absolutamente chilenas y de la necesidad de hacer un teatro popular". Por su parte, el realismo crítico-social se inserta en la preocupación por escribir un testimonio actual, manifestando interés social y político. Finalmente, en Ingenuas palomas asistimos a un juego "casi" trágico, con una buena dosis de morbosidad, donde se oculta un mundo subterráneo que habrá de salir a flote para que la verdad se imponga sobre las máscaras. Perteneciente a la llamada generación del '50, Alejandro Sieveking (1934) es uno de los pocos profesionales del teatro dedicados cien por ciento al oficio: director, actor, profesor, estudioso y dramaturgo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jul 2022
ISBN9789561127470
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    La remolienda y otras obras de teatro - Alejandro Sieveking

    Ingenuas palomas

    PERSONAJES

    Amelia

    Antonieta

    Leontina

    Loreto

    Gabriel

    Programa del estreno en el Teatro Galpón de Los Leones, abril 1989.

    PRIMER ACTO

    DE LA OSCURIDAD TOTAL, EMERGEN, DÉBILMENTE ILUMINADAS, TRES MUJERES CON ABRIGOS CORTOS DE PIEL. SON ILUMINADAS VIOLENTAMENTE POR LOS FLASHES DE LOS FOTÓGRAFOS Y PERIODISTAS QUE PERMANECEN EN LA SOMBRA, MOVIÉNDOSE ALREDEDOR DE ELLAS. LAS TRES SON MUJERES DE MÁS DE SESENTA AÑOS, ESTÁN BIEN CONSERVADAS Y USAN MAQUILLAJES QUE LAS FAVORECEN, DE MODO QUE SE VEN MUCHO MAS JÓVENES. SE ADELANTAN, TRATANDO DE ESCABULLIRSE DE LOS FOTÓGRAFOS QUE LAS PERSIGUEN.

    ANTONIETA —¿Qué les podemos decir?

    AMELIA —¿Que es indispensable decir algo?

    ANTONIETA ¡Era un hombre maravilloso!

    AMELIA —Nuestro hermano menor. Pero, a pesar de eso, era el único apoyo que teníamos.

    ANTONIETA —(EMOCIONADA) ¡Un hombre de su casa!

    AMELIA —(EMOCIONADA) ¡Tan bueno! ¡Tan correcto!

    LEONTINA —Él era…

    AMELIA —(ATERRADA) ¡No digas nada, Leontina! ¡Estás tan mal, pobrecita!

    ANTONIETA —Los señores entienden, mejor no hables (A LOS PERIODISTAS). Está muy afectada (LEONTINA SONRÍE DESPREOCUPADAMENTE). Era su hermana preferida.

    AMELIA —A pesar de que nos adoraba a las tres.

    ANTONIETA —¡Nos adoraba! ¡Nos adoraba!

    LEONTINA —Dicen que…

    AMELIA —(RÁPIDA) ¡Por eso les podemos jurar que no pudo ser como dicen! ¡No se suicidó! ¡Nosotras habríamos sabido algo! ¡Lo habríamos notado! Nos veíamos dos veces a la semana…

    LEONTINA —Al mes.

    AMELIA —(IRRITADA) ¡A veces nos veíamos dos veces a la semana! (EMOCIONADA) Nos contaba sus negocios. ¡Todo!

    ANTONIETA —Todo lo que dicen de él es inventado. ¡Mentiras! ¡Estupideces que no resistirían el menor análisis!

    LEONTINA —¿Qué es lo que dicen?

    AMELIA —¡No digas nada, Leontina, estás muy afectada!

    ANTONIETA —Fue un hombre de una honradez ejemplar.

    Industrioso…

    AMELIA —No, esa no es la palabra.

    ANTONIETA —(MOLESTA) ¡Claro que no es la palabra exacta! Quise decir que era trabajador, empeñoso. ¡Y un hombre de éxito! ¡No tenía problemas económicos! Bueno… hasta donde nosotras sabemos.

    AMELIA —Estaba en este lugar porque… bueno… la propiedad… la casa era suya.

    ANTONIETA —Estaría cobrando el arriendo. ¿Qué otra cosa iba a hacer aquí?

    AMELIA —Claro que, por supuesto, nosotras no lo sabemos tooodo, pero, en caso de que hubiera venido a… (AMELIA Y ANTONIETA SE MIRAN, SIN SABER QUÉ DECIR, POR UN SEGUNDO).

    LEONTINA —Pudo ser un crimen pasional.

    AMELIA —(FURIBUNDA) ¡Imposible! ¿Por qué dices eso? ¡Como si no lo conocieras!

    ANTONIETA —Pudo ser un malentendido… ¡una confusión!

    AMELIA —Eso sí. Dudo profundamente que un hombre de su cultura, de su fineza, pudiera tener una relación de cualquier tipo con una puta… con una prost… con una persona como…

    ANTONIETA —No conocemos el nombre de esa mujer y preferimos no saberlo.

    LEONTINA —La única duda que te…

    AMELIA —(SE RÍE FUERTE) ¡Lo que nos contaron es increíble!

    ANTONIETA —(RISA ESCÉPTICA) ¡Absurdo!

    AMELIA —Eso de que él había… estrangulado… a una mujer… esa… mujer… y luego se había…

    LEONTINA —(FELIZ DE INTERVENIR)… ¡suicidado!

    ANTONIETA —¡No digas nada, Leontina!

    AMELIA —(A LOS PERIODISTAS) ¡Ya ven! ¡Las cosas se dicen sin la menor responsabilidad y algo queda! ¡Mi hermana piensa que ese horror podría ser posible!. ¡Y no es cierto!

    ANTONIETA —¡Totalmente ridículo! ¡Un hombre como él! ¡Lleno de vida!

    LEONTINA —Está muerto, Antonieta.

    ANTONIETA —¡Un hombre que corría dos kilómetros todas las mañanas para estar en forma! ¡Estaba a dieta! ¿Estaría a dieta un hombre que piensa suicidarse? ¡Jamás de los jamases! Un hombre con ese carácter enfrenta sus responsabilidades.

    AMELIA —Y suponiendo, sólo suponiendo que la hubiera matado… accidentalmente.

    ANTONIETA —La vulgaridad de esa mujer pudo haberlo descontrolado.

    AMELIA —Imagínense ustedes, un hombre educado en los mejores colegios. Universitario. ¡Doctorado en los Estados Unidos! Un hombre tan perfecto que nunca pudo encontrar una mujer que estuviera a su altura.

    LEONTINA —(INSPIRADA) Un hombre…

    ANTONIETA —¡Sí! ¡Sí! ¡Eso!

    AMELIA —Discúlpennos, por favor. Tengan piedad de nosotras. No sabemos ni lo que hemos dicho… Esto —no estamos acostumbradas a las entrevistas— son palabras, solamente. No deberíamos haber dicho nada porque no sabemos nada.

    ANTONIETA —Sólo estamos seguras de lo que NO PUDO PASAR.

    AMELIA —Eso es todo.

    ANTONIETA —Perdonen.

    AMELIA —Eso es todo.

    ANTONIETA —¿Nos disculpan?

    AMELIA —No tenemos nada más que decir. Por favor…

    ANTONIETA —Con permiso. Gracias (LOS PERIODISTAS SE RETIRAN. ELLAS NO SE MUEVEN. LAS LUCES SUBEN. ESTÁN EN UN SALÓN DE CONFERENCIAS. A LA IZQUIERDA UNA GIGANTESCA MESA DE MADERA CON DOS GRANDES SILLONES EN LOS EXTREMOS Y DOS SILLAS DE LA MISMA LÍNEA A CADA LADO. A LA DERECHA UNA LICORERA QUE, EVIDENTEMENTE, HA SIDO REGISTRADA, LAS POCAS COSAS QUE CONTIENEN ESTÁN EN DESORDEN O EN EL SUELO. ENTRE ESAS COSAS TRES PELUCAS COLORINAS, BOLSAS DE TIENDAS DE ROPA FEMENINA. AL FONDO UN ENORME CUADRO DE INTENCIÓN ERÓTICA. SOBRE LA MESA Y SOBRE EL SILLÓN DE LA EXTREMA IZQUIERDA HAY LÍNEAS BLANCAS COMO LAS QUE DELÍNEAN EL CONTORNO DE LOS CUERPOS EN EL LUGAR DE UN CRIMEN RECIENTE. CERCA DE LA LICORERA HAY OTRA SILLA, CAÍDA. ENTRADAS O PUERTAS AL FONDO, DE PERFIL AL PÚBLICO. CERCA DE LA SALIDA DE LA DERECHA OTRA SILLA CAÍDA. EL LUGAR DEBE DAR LA SENSACIÓN DE LUJO Y SER UN POCO SINIESTRO AL MISMO TIEMPO, POR EJEMPLO BALDOSAS NEGRAS BRILLANTES, MUEBLES NIQUELADOS O GRISES. AL ENCENDERSE LAS LUCES AMELIA PARTE PASEÁNDOSE, FRENÉTICA).

    AMELIA —¿Cómo pudimos perder el control en esa forma?

    ANTONIETA —Hablabas y hablabas. No había manera de callarte.

    AMELIA —¿Y tú? No lo hacías nada de mal. Yo traté de ser sincera (LEONTINA SE ACERCA AL SILLÓN DE LA IZQUIERDA).

    ANTONIETA —¡Falsa como la muerte!

    AMELIA —¿Qué importa? ¿A quién le importa? ¡Supongo que entenderán!, ¿no? No es algo que le pase a una a cada rato (ANTONIETA LEVANTA LA SILLA DEL FONDO).

    ANTONIETA —Ya pasó. Podrías calmarte.

    AMELIA —¿Calmarme? (SE RÍE, FURIOSA) ¿Calmarme? ¡Estamos arruinadas! ¡Arruinadas! ¿Qué va a ser de nosotras ahora? ¿Qué vamos a hacer? ¡¡Dime, pues!!

    ANTONIETA —Todavía no entiendo lo que pasó.

    LEONTINA —(SENTADA EN EL SILLÓN DE LA IZQUIERDA) Aquí lo hizo. Está marcado donde estaba el Martín (APOYA LA CABEZA EN LA MESA). Aquí. Estaba aquí.

    AMELIA —¡Sal de ahí!, ¿quieres?

    LEONTINA —Se mató por ella.

    AMELIA —Me siento mal. ¡Este lugar me da un asco atroz! No podría tocar nada. Tengo la sensación de que hasta las sillas están infectadas.

    ANTONIETA —Hay olor a cigarrillo (LEONTINA SE SUBE A LA MESA). Lo que se huele aquí es la muerte (LEONTINA SE TIENDE EN EL LUGAR MARCADO).

    AMELIA —¡Es asqueroso! ¡Un antro!

    ANTONIETA —¿Qué clase de lugar es éste? (LEVANTA LA SILLA CAÍDA CERCA DE LA LICORERA) Parece una oficina. Todo lo contrario de lo que yo esperaba.

    AMELIA —¡Repugnante! ¡Mira ese cuadro! ¡Mira ese cuadro, por favor!

    ANTONIETA —¿Qué cuadro? (LO MIRA) ¡Qué atroz!

    LEONTINA —Ella estaba aquí. Con un traje rojo y medias negras. Traje rojo y medias negras. Me habría gustado verla.

    AMELIA —(A ANTONIETA) ¿La oyes? No parece sufrir mucho por su hermanito querido, ahora.

    ANTONIETA —Fue un dolor pasajero. Todo es pasajero.

    AMELIA —(SE ACERCA A LA MESA, ENOJADA) ¿Te habría gustado ver qué? ¿Estás loca?

    ANTONIETA —(SENTÁNDOSE, AL FONDO) ¿Para qué pierdes el tiempo? No entiende.

    LEONTINA —Un traje rojo, ¿se imaginan? Estrangulada con un traje rojo.

    AMELIA —Típico de las rubias teñidas.

    LEONTINA (ENDEREZÁNDOSE) No era rubia. Era colorina.

    AMELIA —¿De adónde sacaste eso?

    LEONTINA —Alguien dijo…

    AMELIA —¿Y tú crees algo de lo que dicen? Si es por eso, también dicen que él la mató porque ella lo contagió de Sida.

    ANTONIETA —Que ella lo estaba chantajeando por un tráfico de drogas. Que era homosexual. Que tenía cáncer.

    LEONTINA —¿Y no podría ser cierto?

    AMELIA —¿Qué cosa? ¿Cuál de todas?

    LEONTINA —Alguna.

    ANTONIETA —No le hagas caso, Amelia.

    LEONTINA —(SENTADA AL BORDE DE LA MESA) El cáncer es un virus que llega a nuestro planeta sumergido entre las corrientes electromagnéticas de la constelación de Cáncer y se aloja en el cuerpo vital antes de pasar al cuerpo físico. El cáncer es el Karma a que se hacen acreedores los que desobedecen el sexto mandamiento que nos ordena…

    AMELIA y ANTONIETA —(LATEADAS) ¡No fornicar!

    LEONTINA —No fornicar. O sea… no botar las aguas vivas.

    AMELIA —¡No empieces con eso, ¿me quieres hacer el favor?!

    ANTONIETA —No creerás que el Martín fornicaba con esa mujerzuela.

    LEONTINA —No sé… en las fotos se ve atractiva. Pero enferma.

    AMELIA —¡Asquerosa!

    LEONTINA —Y el Sida se produjo por la combinación de los gases de las bombas atómicas subterráneas que se mezclaron con las emanaciones del Infierno y por eso no tiene ni tendrá remedio. Eso está demostrado.

    AMELIA —¡No digas más burradas! ¡El Martín no tenía Sida, ni era loca, ni tenía ninguna razón para matarse!

    LEONTINA —¿Estás segura? (AMELIA SE DESCONCIERTA UN INSTANTE)

    AMELIA —¡Lo único que sabes es hablar del Karma y del cuerpo vital y de fornicar! Este asunto está muy lejos de tu posibilidad de comprensión, así es que si no dices algo con sentido más vale que te quedes callada. Así, por lo menos, pareces normal (LEONTINA SONRÍE REPENTINAMENTE).

    LEONTINA —Un traje rojo, ¿se imaginan? (SE LLEVA LAS DOS MANOS AL CUELLO) ¿Sería terciopelo rojo o seda roja? ¡Es tan distinto!

    ANTONIETA—(SE LEVANTA) ¿Y si alguien lo mató y después la mató a ella y los pusieron ahí? ¿Y si lo hubiera hecho otro?, ¿ah?

    AMELIA —¿Quién se iba a tomar la molestia? ¿Y para qué?

    ANTONIETA —Por venganza, por envidia, por celos, por odio. Esa mujer era una puta.

    LEONTINA —¡No digas malas palabras aquí!

    ANTONIETA —¡No seas ingenua! Aquí lo único que se decían eran malas palabras. Este lugar es una especie de prostíbulo. Hacían shows con mujeres y hombres desnudos haciendo eso que tú sabes.

    AMELIA —Eso que TÚ has hecho.

    LEONTINA —¡Uf! ¡Pero fue hace muchos años atrás!

    AMELIA —¡Pero lo hiciste!

    LEONTINA —Con mi marido…

    ANTONIETA —(CON SONRISA PÉRFIDA)Ja-Ja.

    LEONTINA —…sin placer, para la gloria del Señor.

    AMELIA (SONRISA ESCÉPTICA) ¿Sin placer?

    ANTONIETA —(SONRISA ESCÉPTICA) ¿Sin ningún placer?

    LEONTINA —Lo que Dios te da es bueno… hacer el amor para tener hijos que le canten desde el fondo de su corazón cuando tú te hayas ido. Y cantarán con mi voz cuando… (SE SACA EL ABRIGO) Si ustedes no lo hicieron no fue por falta de ganas, fue porque nadie se los pidió.

    AMELIA —¡ja!

    ANTONIETA —¡ja-ja!

    AMELIA —Ingenua paloma.

    ANTONIETA —(A AMELIA) No sabe en qué mundo vive.

    AMELIA —Te crees única en el mundo.

    ANTONIETA —Cuando vimos como te iba con tu marido decidimos que era mejor morir solteras.

    AMELIA —Ya no te acuerdas, pero eras distinta, antes de casarte. Eras hasta… medianamente inteligente. Como todos. Pero Danilo te cambió. En la primera pateadura te quebró las costillas, en la segunda fue un brazo y, en la tercera… te golpeó aquí… (LE TOCA LA FRENTE). Ahí cambió todo, ¿no?

    LEONTINA —Yo soy feliz.

    ANTONIETA —Claro (A AMELIA). Eso es cierto. Es feliz.

    AMELIA —¡Porque no entiende!

    LEONTINA —Yo entiendo.

    AMELIA —¡¿Qué?! ¡¿Qué es lo que entiendes?! (SE RÍE FUERTE) ¡La vida! ¡Seguro que entiendes la vida!

    ANTONIETA —Es mejor que te tranquilices, Amelia. Estás desafinando, para usar tus propias palabras.

    AMELIA —(ENTRE DEPRIMIDA Y FURIOSA) Sí. Es cierto. Todo, todo me ha salido mal desde ayer en la mañana. Me levanté y estaba lloviendo.

    LEONTINA —Pero te volviste a acostar.

    AMELIA —¡Claro! ¡No estoy en edad de luchar contra la naturaleza! La pérfida me ataca por todas partes. Sentía las articulaciones como de madera, los huesos de la cara como si me hubieran crecido.

    LEONTINA—(SONRISA DE COMPRENSIÓN) Un anticipo de la muerte.

    AMELIA —(LA MIRA CON LÁSTIMA) Cuando se trata de levantar el ánimo eres la reina. Después me puse los lentes de contacto y algo pasó. Seguro que me había olvidado desinfectarlos. Estaban como agresivos conmigo. Me puse el traje equivocado, me veía pésimo. Y maldije nuestra suerte mediana, mediocre, que hace que seamos tan correctas, gente bien, pero pobres (SE LEVANTA, INDIGNADA). ¡Trajes que hacemos durar tres años! ¡Estar a la moda una vez cada tres años! ¡Como para podrirse! No tengo nada nuevo encima desde hace años, aparte de las medias, ¿y por

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