Historias para la ciudadanía
Por Rafael Sagredo
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Historias para la ciudadanía - Rafael Sagredo
Historias para la ciudadanía
Rafael Sagredo Baeza
Fotografía de portada: Shutterstock
Dirección de Publicaciones Generales: Sergio Tanhnuz
Coordinación de la edición: Alejandro Aliaga
Diagramación y diseño: Kevin González
© del texto: Rafael Sagredo Baeza., 2021
© SM S. A.
Coyancura 2283, oficina 203,
Providencia, Santiago de Chile.
ATENCIÓN AL CLIENTE
Teléfono: 600 3811312
www.grupo-sm.com/cl
Registro de propiedad intelectual: 2021-A-8266
Registro de edición: 2021-A-8295
ISBN: 978-956-403-226-9
ISBN digital: 978-956-403-226-9
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni su transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea digital, electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
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A Ema, mi nieta de casi cuatro años, una niña con opinión, intereses y gustos, que disfruta del cariño y la atención preferente de la familia, quien con el tiempo y los ejemplos aprenderá a reunir los juguetes que hoy deja dispersos, comprendiendo que, junto con los derechos, la vida en comunidad también implica responsabilidades.
ÍNDICE
HISTORIA, ¿PARA QUÉ?
Historia y comunidad
Historia, ayer y hoy
ORDEN NATURAL Y AUTORITARISMO EN CHILE
Chile
Finis terrae del imperio español
La copia feliz del Edén
Entre la libertad y el orden
¿O el asilo contra la opresión?
LA HOSPITALIDAD COMO COMPENSACIÓN
La acogida
La seducción
Precariedad y hospitalidad
CIUDADANÍA Y REPÚBLICA
Patria
Pueblo libre
Soberanía
República
Hombre libre y ciudadano
EL MIEDO AL FUTURO
Amenazas para la patria y la libertad
El pánico a la anarquía
América, un mal ejemplo
El restablecimiento del orden
La postergación del futuro
EL FUTURO DELINEADO EN UN MAPA
Chile antes del mapa de Chile
Chile cartografiado y proyectado
ARTE, NATURALEZA Y NACIÓN
Rugendas, pintor viajero
Rugendas en Chile
Ciencia, arte, terremoto y nación
Rugendas y la representación de la nación
NACER PARA MORIR O VIVIR PARA PADECER
Remedios para varias enfermedades
Chile, un vasto hospital
La peste y sus secuelas
LA HISTORIA COMO POLÍTICA
De la historia natural a la historia nacional
Claudio Gay historiador
La elite en la Historia de Claudio Gay
MUJERES MODERNAS
Una mujer con opinión
Religiosas educadoras
UN VIAJE A LA LIBERTAD EN LA ARAUCANÍA
Domeyko en la Araucanía
Mari, mari peñi
GUERRA Y HONOR NACIONAL
El contexto
En Chile
Los hechos en el Perú
La guerra y sus consecuencias
CIENCIA, TERRITORIO Y SOBERANÍA
Ciencia y expansión territorial
Ciencia y soberanía en la Patagonia
MAGALLANES: DE HISTORIA NACIONAL A HISTORIA GLOBAL
Magallanes en el Chile decimonónico
Magallanes en la historia de Chile
Magallanes como historia global
EDUCACIÓN, UN DESAFÍO PERMANENTE
El esfuerzo inicial
La ampliación de la matrícula escolar
Un sistema cuestionado
Los retos del siglo XX
Las reformas estructurales
Educación, desnutrición y retardo cognitivo
EL MIEDO COMO PRÁCTICA POLÍTICA EN CHILE
La campaña presidencial de 1920
Derecha v/s Izquierdas: la campaña de 1938
Las campañas de 1958 y 1964
Los plebiscitos durante la dictadura militar
LA INDEPENDENCIA Y SUS CADENAS
La república de Chile
La Independencia en la historia
El 18 y sus efectos
Historia hoy
LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
La representación original
La devaluación de la presidencia y sus consecuencias
EL AUTORITARISMO EN CHILE
HISTORIA Y REPÚBLICA
SOBRE LAS ILUSTRACIONES
AGRADECIMIENTOS
HISTORIA, ¿PARA QUÉ?
La Historia cumple una función social fundamental: promover el razonamiento crítico, una habilidad indispensable para que podamos desempeñarnos consciente y libremente gracias a la capacidad analítica y reflexiva que practica y educa.
Como en otros momentos de crisis e incertidumbre, en la actualidad el conocimiento del pasado volvió a ser indispensable para orientar y tratar de comprender la pandemia que en 2020 se propagó por todo el mundo. El activista y artista chino Ai Weiwei aludió al papel de la Historia en estas circunstancias con una frase estimulante: Nuestra inteligencia se basa en cuán rápido y cuán bien aprendemos del pasado y cuánto nos permite anticipar el futuro
.
Los lectores encontrarán en estas páginas una serie de historias que abordan diversas tramas. Todas, sin embargo, con la pretensión de ir más allá de los hechos, de su crónica o narración para, considerando lo efectivamente ocurrido, ofrecer una explicación, un sentido, una interpretación fundada y significativa. No es, por lo tanto, un relato histórico continuo, sino un conjunto de monografías relacionadas por su carácter y propósito.
Este libro está inspirado también en la llamada Historia pública, es decir, tiene la intención de llevar el conocimiento histórico especializado a un público amplio y heterogéneo. Cada capítulo se basa en investigaciones publicadas como monografías académicas, las que ahora se ofrecen reelaboradas, aligeradas del aparato crítico, es decir, sin notas a pie de páginas ni bibliografía, y sin las explicaciones teóricas y metodológicas que inspiraron originalmente cada uno de los textos. En 2020 algunos de los temas aquí expuestos fueron publicados en periódicos como CIPER, El Mostrador y El Mercurio, lo que demuestra la efectividad de una opción editorial que, en tiempos de cambios y expectativas, ofrece planteamientos dirigidos a una audiencia interesada en la Historia como antecedente para la vida en comunidad.
Mi intención es hacer de la Historia una experiencia valiosa, tanto por lo que pueda significar saber qué pasó efectivamente –que nos aleja del mito, la leyenda y sobre todo de la falsedad– como por la posibilidad de adquirir una facultad, una capacidad, que es como debe considerarse el pensamiento histórico y crítico, una competencia útil, necesaria e imprescindible para convivir en libertad. Entre otras razones, porque permite hacer relaciones significativas entre los hechos históricos y las circunstancias, el contexto en el que nos desenvolvemos, ofreciendo la posibilidad de orientarnos y desenvolvernos como personas.
Los trabajos aquí reunidos aprovechan realidades y hechos dispersos, algunos coyunturales, del momento, para ilustrar un tema histórico cualquiera que se prolonga hasta la actualidad y, así, comprenderlo. Se nutren de vestigios, huellas del pasado, las llamadas fuentes
, para elaborar explicaciones plausibles que también se apoyan en la historiografía existente. Interpretaciones que dan cuenta de la existencia de cuestiones intangibles, como pasiones, emociones, valores, formas de pensar y actuar, miedos y convicciones, pero tan reales como un hecho concreto y material y que, como ellos, forman también parte de la Historia.
Estas historias, al ilustrar sobre diversos procesos que han condicionado nuestro desenvolvimiento como sociedad, pretenden contribuir a la compresión de la realidad y –dada la experiencia intelectual que su lectura pueda significar– a formar a las personas como sujetos aptos para asumir los derechos que la libertad y la ciudadanía hacen posibles. Pero también aspiran a que comprendamos las responsabilidades que ellas traen consigo. Entre otras razones, porque la Historia ejemplifica el valor de la empatía y, por lo tanto, enseña la consideración y el indispensable respeto que merecen los derechos de todos y todas las personas.
Historia y comunidad
Los sistemas democráticos se ven enfrentados, sobre todo hoy, a numerosos desafíos como los derivados de la corrupción de integrantes de las elites, el desprestigio de la política, la –hasta ahora– escasa participación electoral, el populismo y los episodios de violencia callejera. Se critica a los regímenes representativos por la limitada eficacia que demuestran para satisfacer las expectativas de sus ciudadanos, a causa de los mínimos índices de crecimiento económico y la cada vez más profunda y también violenta desigualdad. En este escenario, la Historia resulta clave para orientarse y proyectarnos.
¿Qué escenario? El de un mundo intenso, dinámico, heterogéneo y en acelerada transformación, pleno de oportunidades y alternativas, pero también de incertidumbres, en el cual, para desempeñarse con criterio y libertad, es necesario tener antecedentes, referencias y abstracciones que son las que la ciudadanía demanda y la Historia proporciona.
El conocimiento histórico no resuelve inmediatamente los desafíos de la contemporaneidad, como el que implicó una pandemia inédita para la mayoría, pero no significa que carezca de sentido o validez para enfrentarlos. Entre otras razones porque la Historia muestra también que, hasta las crisis más apremiantes y dramáticas, en algún momento, tienen un fin.
Tener presente la Historia significa aprovechar una herramienta eficaz para vivir y proyectarse en comunidad. El conocimiento concreto del pasado –y la capacidad de análisis que promueve– ilustra, hace más plena la convivencia y la democracia, cuando no la sobrevivencia. No hay que olvidar, y la pandemia lo demuestra, que somos parte de una comunidad y que dependemos unos de otros.
El pensamiento histórico puede ser una forma efectiva de conservar y asegurar, no solo la vida en sociedad, sino también un sistema republicano que garantice la libertad, el imperio de la ley y la soberanía popular en el contexto de un mundo donde muchos, y por las más diversas causas, exigen los que consideran sus derechos, pero no están igual de dispuestos a contribuir al bienestar de los demás.
La Historia muestra una y otra vez que siempre hay un precedente para explicar la realidad que vivimos, que no existen los nunca o los siempre, los sí o no definitivos. Por lo tanto, puede derribar posiciones irreductibles e intransigentes, los mitos y prejuicios que perjudican el diálogo y la convivencia democrática.
A través del estudio de sucesos ocurridos y del desenvolvimiento de sujetos concretos, la Historia hace posible identificar mentalidades, usos y costumbres, aspiraciones, temores y subjetividades que no por inmateriales dejan de tener existencia y condicionar trayectorias históricas, explicar prácticas y reflejar tendencias de larga duración en la sociedad.
Historias para la ciudadanía busca satisfacer el interés social por la historia que en nuestra época se manifiesta en la masiva participación en eventos como el Día del Patrimonio Cultural, Teatro a Mil, Puerto de Ideas, Ciencia del Futuro y muchas otras instancias a través de las cuales las ciencias sociales, las humanidades y el arte se expresan y dialogan. Son oportunidades que se buscan, aprovechan y disfrutan un ambiente que invita a la reflexión, reconforta, alegra y reúne, que nos hacen partícipes de una comunidad, que es uno de los valores que la Historia promueve.
Estos ensayos pretenden ser una instancia para reconocernos y fortalecernos como sociedad, incluso a través de hechos y trayectorias poco edificantes, de las cuales es pródiga la humanidad; un recurso para fortalecer y estimular la convivencia, la consideración y el respeto hacia nuestros semejantes, virtudes que la Historia promueve no solo teóricamente, sino que con ejemplos concretos.
La Historia resulta una disciplina absolutamente pertinente como instrumento en la formación de ciudadanos responsables gracias a la comprensión de su condición de sujetos históricos e integrantes de una comunidad que se ha desarrollado en un tiempo y en un espacio determinado y, por todo lo anterior, con un futuro en común que los desafía.
También nos capacita para apreciar, valorar y criticar lo que hemos llegado a ser y alcanzado y, sobre todo, para comprender que somos el resultado de un esfuerzo común, consecuencia del transcurso social en el tiempo y en el espacio. Para potenciar la comunidad, enfrentar y explicar los desafíos del presente y proyectarla hacia adelante es que recurrimos a la Historia. Pues el futuro, para ser tal, requiere ser dotado de sentido y de representaciones, de un relato que lo haga significativo, de motivos que estimulen la acción para todos, no solo para algunos.
Aun en medio de los conflictos y fracturas, siempre hubo voces, opciones, instancias y acciones que intentaron cambiar el destino que, debemos entender, nunca está predeterminado. La Historia ofrece la oportunidad de comprender la heterogeneidad de las vivencias de quienes nos antecedieron y, por lo tanto, cultivar la empatía, fundamental a la hora de practicar la tolerancia, apreciar la diversidad, promover la democracia y velar por la libertad y una vida digna.
Respecto de Chile es válido preguntarse cuál es el sentido de estudiar y comprender su historia, qué relación hay entre esta y el Chile actual. Apreciar que es necesario ampliar lo considerado histórico, integrar más actores a la trayectoria común y valorar la discrepancia y la diversidad, algo que la Historia, centrada en los logros de la república, el Estado y la nación, por lo general ha postergado.
El creciente protagonismo de actores hasta hace poco ausentes o marginados de la Historia, como los pertenecientes a determinados grupos etarios, ancianos y niños entre ellos, minorías sexuales, personas con capacidades diferentes y, también, las mujeres, hace indispensable conocer las causas de su exclusión, las razones de su invisibilidad, todas culturales y, por tanto, históricas. Hoy, que la evolución social y las nuevas tecnologías han abierto horizontes ilimitados de participación y exposición virtual, desafiando cualquier realidad antes tenida por normal, la integración de los sujetos antes olvidados es imprescindible para una cabal compresión de la historia en Chile.
¿Qué influencia tiene el entorno natural en nuestra organización política? ¿Qué estrategias se desplegaron en la Colonia para compensar las duras condiciones de vida existentes? ¿Qué actores políticos aparecieron en el proceso de independencia? ¿Qué temores todavía hoy suscita la libertad republicana? ¿Cuál es la vigencia de la proyección de Chile materializada en un mapa? ¿Cuál es el papel del arte en la formación de la comunidad nacional? Son algunas de las preguntas que se plantean en este libro, donde además abordaré la precaria realidad sanitaria de la población en el siglo XIX; el uso de la historia como instrumento del poder; la iniciativa y participación de las mujeres en la promoción de la modernidad decimonónica; la concepción y representación de la Araucanía como espacio de libertad y dignidad; la utilización del honor patrio como instrumento de movilización nacional; la elocuente contingencia de las interpretaciones históricas en la historiografía sobre Magallanes; las constantes de la crisis del sistema educacional; el uso del terror como arma política; la proyección política de la memoria
de la independencia en la organización nacional; las consecuencias trágicas de la devaluación de la Presidencia de la República en ciertas coyunturas históricas; la recurrencia de los regímenes autoritarios en nuestra historia; y, finalmente, la relación entre historia, ciudadanía y república a propósito de una experiencia histórica elocuente como es la del fin de la república romana.
A través de todos estos ejemplos y procesos históricos, mostramos la trascendencia social de la Historia. Ojalá también ellos permitan comprender que el cambio, en la Historia, es una de sus esencias. Que hay Historia porque hay evolución, que las sociedades y sus sistemas, usos, costumbres e instituciones no permanecen inmóviles. Que las personas, los grupos, las comunidades también cambian y que, a pesar de las resistencias de parte de ciertos grupos de interés, la experiencia histórica demuestra que la transformación, de todas formas, se abre camino.
Historia, ayer y hoy
Los propósitos señalados pueden parecer inútiles si se atiende a que, en numerosas ocasiones, la Historia se ha percibido como un conocimiento irrelevante para nuestra vida cotidiana, poco práctico, solo ocasionalmente útil como antecedente para sustentar reivindicaciones políticas y sociales y aspiraciones igualitarias en términos de género o de respeto a la dignidad de las personas. Un conocimiento que, es preciso reconocer, muchas veces ha sido distorsionado para legitimar posiciones autoritarias, extremas y reaccionarias, pero también ideologías revolucionarias.
Tal vez una duda comprensible si consideramos la persistencia de una historia cronológica, narrativa, institucional, política y centralista absolutamente desequilibrada en términos de género, ajena a las reivindicaciones de las minorías, insensible ante la historia de los sujetos comunes, concentrada esencialmente en las elites, preocupada de exaltar actos épicos y próceres, obsesionada con imponer la homogeneidad nacional y ocultar la heterogeneidad y el conflicto, y que siempre representó el acontecer como inevitable, cuyo ejemplo más elocuente, por su significado y sus secuelas, es el caso del golpe militar de 1973, y porque sabemos, pues la historia analítica así lo demuestra, que no estuvimos irremediablemente condenados a sufrirlo.
Hoy todavía la práctica de la Historia apela más a la memorización que a la comprensión. Se sigue narrando cronológicamente y sin perspectiva un cúmulo de sucesos del pasado sin contexto, que resultan así incomprensibles; el mercado ofrece narraciones presentadas como Historia cuyo fin es vender a través de mostrar lo inédito, lo nunca visto o lo secreto, muchas con el afán de denunciar, juzgar y condenar más que de explicar y formar. Asistimos a la banalización del saber, a la relativización de la verdad
, a la desacralización
de la Historia a través de la producción de un conocimiento que no cumple con los requerimientos mínimos del oficio. Por lo tanto, ¿por qué deberíamos interesarnos por la Historia, en general, y por la nuestra, en particular?
Una vez más, en la Historia está la respuesta, pues en el pasado ella y su enseñanza pretendió hacernos más republicanos, a pesar de todas las contradicciones con que se verificó este proceso; y en el siglo XIX participó activamente en la materialización de lo que entonces se consideró moderno, es decir, una sociedad de sujetos libres, civilizados, los así llamados ciudadanos, a pesar de las exclusiones que hoy sabemos que existieron y todavía persisten.
Más tarde, la Historia mantuvo su estatus social como referencia significativa, como experiencia válida, como lección constructiva para enfrentar los desafíos y convulsiones que afectaron al país en las primeras décadas del siglo XX. Incluso en la década de los cincuenta y sesenta de la pasada centuria, cuando la modernidad fue sobre todo participación política, integración latinoamericana y democratización de las estructuras económicas y sociales, la Historia promovió el fenómeno con su visión estructural, el planteamiento de procesos históricos y la identificación de las tendencias generales que había vivido el pueblo chileno, lo que no implica olvidar que hubo otras tendencias reaccionarias y revolucionarias que pretendieron impedirlo, acelerarlo o modificarlo, a través de una forma de hacer Historia que socavó la democracia. Con el resultado que conocemos: 11 de septiembre de 1973.
Sin embargo, y pese a la evidencia del papel de la Historia en el desenvolvimiento nacional, en el Chile actual, y antes también, y desde muchos puntos de vista, diversos actores han repudiado parte importante de lo que alguna vez hemos sido y, por lo tanto, han renunciado a la Historia, pretendiendo haber olvidado que Chile tiene pasado, que es una comunidad que se ha ido construyendo progresivamente y con el concurso de cada vez más sectores sociales.
En este contexto, resulta inquietante que, a propósito del malestar social, las sucesivas crisis, la desigualdad, la angustia de la existencia, la precariedad y la lentitud que el Estado, las instituciones y los sistemas muestran para satisfacer demandas legítimas, algunos, muchos, pretendan hacer tabla rasa del pasado, como si este jamás hubiera existido o bien sea tan deplorable, amargo y abusivo que es mejor olvidarlo.
Como no es posible proyectar una sociedad sin considerar su historia, me pregunto si es lúcido pretender partir de cero. Peor todavía, si es conveniente, para nuestra convivencia actual y futura, obviar el pasado salvo para denunciarlo, como hoy muchos corriente y sesgadamente hacen, confundiendo Historia con proselitismo, con la excusa de ofrecer la verdadera
historia.
El estímulo para la preparación de este libro ha sido la época actual
y sus desafíos, entre ellos la necesidad de explicar por qué las cosas en ocasiones han ocurrido de un modo inesperado, diferente a cómo se supone que debían haber sucedido de acuerdo con la historia tradicional
, reconociendo también que la historia dejó de ser la historia de Chile gloriosa, épica, edificante, única, monolítica e inapelable, como la constitución de la nación en el siglo XIX lo exigía, y se transformó y evolucionó en una historia en Chile.
Una historia que ha transformado en protagonista a las personas y a su diaria y dura lucha por la sobrevivencia, que ha sido la característica del transcurrir de la mayor parte de los pobladores de Chile a lo largo de cualquier época. Una que, en medio de la contingencia del Chile de fines de la década de 2010, apareció también como fundamento legitimador del movimiento social que se expresó pública, elocuente y masivamente en 2019. Pero que también adquirió significado en tanto refleja una comunidad que, para sobrevivir a la epidemia, necesitó asumirse como tal y reconocerse como cuerpo ante la amenaza que mutó de virus a pandemia.
ORDEN NATURAL Y AUTORITARISMO EN CHILE
La geografía, entendida como espacio natural, y su relación con la evolución histórica y la organización política de la sociedad es un tema fundamental para entender Chile, un nombre que designa un espacio geográfico, una realidad histórica y una comunidad que tiene, entre sus características más reconocibles, una institucionalidad republicana autoritaria.
¿Cómo el nombre Chile pasó de tener una connotación negativa a representar una realidad objeto de admiración en el contexto latinoamericano? ¿Cómo cambió la noción territorial de Chile de "finis terrae imperial a, en términos del himno nacional,
copia feliz del Edén" republicano? ¿Cómo el nombre de Chile, asociado a la derrota, el aislamiento, la violencia y la precariedad durante la Colonia, pasó a representar el ideal republicano en América después de la Independencia? Entre otras razones, gracias al autoritarismo de su organización