Los colores del arcoiris: Encuentros y despedidas
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"Yo siento que viajar me enriquece... esa circulación –que no es sólo traslado– me va modificando. Incorporo saberes, sabores, afectos, sentimientos... luego, los comparto, los transformo (me transforma). Incluso lo que escribía en la última crónica... mar y montaña. Amo mi lugar, la quietud de la montaña, pero me siento llamada por el mar y su incesante movilidad y misterio. Regreso enriquecida... para volver a salir...".
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Los colores del arcoiris - María Mirta Rodríguez
Los colores del arcoiris
Encuentros y despedidas
Los colores del arcoiris
Encuentros y despedidas
María Mirta Rodríguez
Rodríguez, María Mirta
Los colores del arcoiris / María Mirta Rodríguez. - 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Abrapalabra Editorial, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4999-44-3
1. Experiencias Personales. 2. Crónica de Viajes. 3.
Diario de Viajes. I. Título.
CDD 808.883
Coordinación, diseño y producción:
Michela Baldi y Helena Maso
Maquetado:
Abrapalabra Editorial
Diseño de portada:
María Julieta Muñoz Rodríguez
Primera edición: marzo 2022
Abrapalabra Editorial
Manuel Ugarte 1509, CP 1428 - Buenos Aires
E-mail: [email protected]
www.abrapalabraeditorial.com
ISBN: 978-987-4999-44-3
Hecho el depósito que indica la ley 11.723
Impreso en Argentina
Índice
2010
Crónicas de aventuras bahianas
Crónica carioca
Anexo literario
Crónicas argentinas
Crónicas cuyanas
Crónicas cordobesas
Crónicas moronenses
Crónicas chubutenses
Pequeñas reflexiones findeañeras
Crónicas curitibanas
2011
Crónicas bahianas
2012
Bahía, Brasil
Crónica nordestina
México
Guatemala
2013
Crónicas zapatistas
2014
Crónicas europeas y marroquíes
Crónicas griegas
Crónicas húngaras. Budapest
Crónicas checas. Praga
Crónicas italianas. Roma
Crónicas italianas. La Toscana
Crónicas italianas. La Liguria y el Piamonte
Crónicas francesas. Lyon
Crónicas francesas. París
Crónicas francesas. Burdeos
Crónicas francesas. Sudoeste de Francia
Crónicas españolas. Barcelona
Crónicas españolas. Bilbao
Crónicas españolas. Salamanca
Crónicas españolas. Sevilla
Crónicas españolas. Málaga y Granada
Crónicas españolas. Madrid
Crónicas marroquíes
2017
Crónica porteña
Crónica madrileña
Crónicas portuguesas
Crónicas polacas
Crónicas rusas
Crónicas mongolas
Crónicas vietnamitas
Crónicas camboyanas
Crónicas tailandesas
2018
Crónicas inconclusas. Viaje de las Mosqueteras
2019
Crónicas norteñas
2021
Crónica humahuaqueña. Tributo a la Pachamama
Escribir sobre uno desde un lugar ajeno. Será porque ninguno de los relatos contenidos en este libro fue escrito en mi hogar. Escribir para otros desde sitios diferentes.
Quizás porque mi historia estuvo signada por una suerte de nomadismo. Nacer en un lugar (provincia de Mendoza), ser criada y educada en otro (Buenos Aires), elegir finalmente mi lugar en el mundo (puede ser que me haya elegido a mí).
Y en el medio, innumerables recorridos, atravesados por mis propias trayectorias de vida.
Hace once años comencé a escribir estas crónicas, por dos razones. Una, de orden práctico, era que no tenía máquina de fotos y mi familia y amistades me pidieron que contara de ese viaje a Salvador de Bahía, tan soñado y esperado durante mucho tiempo.
La otra, escribir para mi nieto Manuel, que en esos momentos tenía sólo dos añitos y yo pretendía que de alguna manera le quedara un registro de la abuela que le tocó en suerte.
Pasó el tiempo, transcurrieron viajes, y de pronto, a punto de cumplir mis 70 años, descubrí que había escrito casi 400 páginas (enviadas por correo electrónico) y ya tenía seis nietos (cinco niños y una niña que apenas tiene unos días). Y me dije ¿dónde pongo lo hallado?
(aludiendo a un tema de Silvio Rodríguez).
Los viajes son físicos, cuando nos subimos a un micro, un tren, un avión. Pero antes de llegar a eso, son sueños, lecturas, deseos. Un querer volver a lugares conocidos o descubrir lo que nos espera a la vuelta de una esquina cualquiera. También es reconocer la magia de lo cotidiano.
Es esa ansia de salir, pero también la alegría de volver. Sucediéndose los encuentros y las despedidas. Como dice otra canción: el tren que llega es el mismo de la partida.
Esta introducción será bastante desordenada, para después entrar en las diferentes crónicas. Intentaré explicar quién soy, por qué viajo y bueno, lo de escribir ya se va viendo.
El título del libro lo soñé. Ya había releído y dado un poco de forma a las narraciones viajeras. Y desperté un día con la imagen del libro en las manos, y su tapa, que espero salga como la ví, pero eso es parte de un proceso posterior.
El nombre de La Hormiguita Viajera, que firma las crónicas, está tomado de un libro infantil, cuyo autor es Constancio C. Vigil y precisamente narra las aventuras de una hormiga que salió en busca de comida, se perdió y vivió muchas aventuras hasta que pudo regresar a su hormiguero. Ella quería volver. Yo también.
Nací un 22 de julio de 1951, en Mendoza. Día domingo de invierno con sol, recordaba mi mamá.
Ella se llamaba Yolanda y también era mendocina. Mi papá, Manuel, era cordobés. Parece que se conocieron cuando él viajó a San Rafael en ocasión de cumplir con el servicio militar.
La Cordillera de los Andes fue mi paisaje inicial. Mis ojos crecieron entre las altas montañas y los álamos invencibles al viento zonda.
Cuando tenía 6 años y por razones de trabajo de mi papá, nos mudamos a Buenos Aires, a la Capital Federal. Allí fuimos criadas con mi hermana Ester. Y durante mucho tiempo le preguntaba a mi mamá dónde estaban las montañas.
Fue la parte que más me costó. Nos mandaron a una escuela de monjas donde hice mi escuela primaria y secundaria. Me recibí en el año 1968 de Maestra Normal Nacional. Y seguí en la universidad la carrera de Sociología.
Cuando finalicé la licenciatura en el año 1973 me fui con una amiga a México, con pretensiones de hacer una Maestría. Si bien me aceptaron en la Universidad Nacional Autónoma de México, y hasta conseguí un trabajo estable, a los pocos meses retorné a la Argentina.
Año 1974. Momento difícil en mi país. Extrañaba a mi familia y a mis amigos. Me casé ese año con un buen amigo Eduardo, pero sólo estuvimos juntos cuatro años. Creo que la pareja no resistió el marco histórico del momento, el tener que trabajar en una agencia de turismo siendo ambos sociólogos, carrera que estaba proscripta. Perder amigos. Escondernos. En fin, tengo recuerdos borrosos y muy tristes.
Quizás el mayor dolor fue descubrir que se terminaba abruptamente un proyecto de vida, que creía para siempre
. Probablemente yo era muy Susanita (el personaje de Mafalda), con la idea de la casita y los hijitos.
Con esa pena a cuestas me fui a visitar a mi amiga Juanita que en esos momentos vivía en Esquel, en la provincia de Chubut. Ella fue compañera de la universidad junto a Horacio, y rendimos la última materia para recibirnos un 28 de diciembre de 1973. Día de los Santos Inocentes.
Llegué a fines de noviembre de 1978 con mi pasaje de regreso. Ella trabajaba en una repartición que se llamaba Áreas de Frontera, y se encargaba de visitar a los clubes de madres de los pueblitos cercanos. Así que la acompañaba y conocía. Y mis ojos recuperaban el paisaje de montañas que creía perdido.
Me enamoré a primera vista de Lago Rosario. Siempre recuerdo que era un camino de ripio, con curvas, que iba ascendiendo y de pronto aparecía el lago en todo su esplendor. El pueblito era muy pequeño y estaba (está) habitado por una comunidad mapuche. La directora de la escuela nos recibió muy amablemente y nos contaba que atendía el jardín de infantes, ya que era un cargo que no se había cubierto hasta ese momento.
Juanita me pidió que me quedara unos días más, hasta su cumpleaños que es el 15 de diciembre, pero en el medio a ella le surgió una actividad en el norte de la provincia. Un operativo médico sanitario con personal que había viajado desde Buenos Aires y yo no podía acompañarla.
Ella se va y yo me presento en la Supervisión de Escuelas. Pido ese cargo vacante en la Escuela Nro. 114. Ni siquiera llevaba mi título docente, nunca estrenado. El supervisor se sentó, redactó algo en una vieja máquina, me entregó el papel, y me dijo: vaya a trabajar
.
Claro, en esa época no había transporte regular, así que viajaba a dedo los casi 60 kilómetros hasta mi destino.
Finalizada la semana, regreso a Esquel feliz de la vida para reencontrarme con Juani y comunicarle que me quedaba y ya estaba trabajando. Y resulta que la señorita se había enamorado de un médico y había decidido regresar a Buenos Aires. ¡Cómo cambiaron nuestras vidas en sólo unos días!
Viajamos a Buenos Aires para Navidad. La escuela era de jornada completa, período septiembre-mayo, y tenía vacaciones durante las fiestas. Yo regresé a Esquel con mi valija y una máquina de coser. Parecía Estrellita, esa pobre campesina
, que era una novela de esa época. Ocupé la habitación vacante que había dejado mi amiga, y heredé también un caloventor para las noches de invierno. Nunca sabré si lo dejó porque no le cabía en su equipaje o fue pura amabilidad.
Mi gente de Buenos Aires me decía que no me iba a acostumbrar. Venía de salir los sábados al centro, al cine. Luego comentábamos las películas. Tomábamos café y regresábamos a la madrugada.
Pasé a un paraje de 200 habitantes, sin luz eléctrica, compartiendo de lunes a viernes una vivienda con dos maestras. Nuestra calefacción era a leña, en una cocina de las llamadas económicas
, cuyo calor se transmite por caños que posibilitan tener agua caliente. Claro que hay que mantenerlas, y mis costumbres citadinas me hacían olvidar ese detalle de arrimar un palito cada tanto. Nunca aprendí a hachar leña, después de intentos que casi derivan en la pérdida de un pie, o algunos de sus dedos.
En fin, volver a Esquel los fines de semana era como llegar a la gran ciudad. Empecé a conocer gente. Iba a bailar a un lugar que se llamaba Kapañuma, que tenía en la parte de atrás una pista de lentos, donde las parejas gozaban de mayor intimidad.
Siempre me gustó bailar. En esa época los fines de semana salían también los soldaditos que hacían el servicio militar. Mis amigas los evitaban, pero yo bailaba toda la noche.
Ahora mis noches son de tango.
Vuelvo a mis recuerdos escolares. Después del año de jardín de infantes, estuve a cargo de grados agrupados, 4to y 5to. Justamente la temática era Chubut, mi provincia
. ¡Y yo que estaba descubriendo que había existido una colonización galesa!
Para mí lo verde siempre fue reino vegetal
, y sólo distingo una rosa y un laurel. Así que estaba en problemas, Watson. No sabía cómo encarar el estudio de una provincia que no conocía, además de mi inexperiencia. Y aunque el grupo no era numeroso, tenía que pensar actividades para los distintos grados.
Además, me costó mucho la comunicación. Yo llegaba con mi acelere de la Capi (así decían ellos) y me encontraba con muchas miradas, muchos silencios. Les dije que yo también estaba aprendiendo y ellos propusieron un intercambio: yo les hablaba de la Capi y ellos de su pueblo. Salíamos a caminar y me daban los nombres de las plantas, sus usos medicinales. Los varones a veces señalaban un yuyo y me decían que era bueno para el mate, y las chicas me aclaraban que era para el estreñimiento, y así me ponían a prueba.
Lo que nunca pude hacer es aprender a pescar con un hilo atado a una latita. Ponían un gusanito en el anzuelo y en pocos minutos salían con un pececito alborotado. Yo estaba al lado, le ponía onda y paciencia, pero nada, ni una bota vieja.
Visitaba a las familias, y compartíamos mates y tortas fritas. Llevaba en mi ropa el olor a frito y fogón, pero mi corazón fortalecido. Me invitaron a participar del Camaruco, ceremonia ancestral de cantos, sacrificios, bailes, para rendir culto a la madre naturaleza y pedir por lluvia, salud. Estuve presente en velorios y entierros. Creo que aprendí a conocerlos y respetarlos en su sabiduría.
Trabajé allí casi cuatro años. Ya había conocido a Juan, el papá de Martín, Julieta y Carlitos. Mi mamá había fallecido y mi papá se mudó de Buenos Aires a vivir con nosotros. Y yo seguía viajando para trabajar en Lago Rosario. Ya había nacido Martín y Juli venía en camino, así que pedí el traslado a Esquel, donde seguí en la docencia hasta que me jubilé.
¿Y por qué viajo?
Esta pregunta quedó desde ayer. Como todos los días aquí en Humahuaca, salgo a caminar temprano después del desayuno. Fui al correo a despachar una postal para Manu, costumbre arraigada y que lleva tantos años. Y avancé por callecitas diferentes, cada día rincones distintos, llenando mis pupilas de colores, recibiendo energía del lugar, la gente… y pensando en la respuesta.
Viajo porque no creo en las fronteras. En la escuela me mostraban en los mapas los límites entre los países, pero nunca los ví físicamente. Sólo algún cartel indicaba que pasaba de un lugar a otro.
Y lo de los límites tampoco me lo creo para mí. Pienso que mientras esté viva, puedo recorrer el mundo. No importa el medio de locomoción en tanto me traslade. Y si estoy en casa, viajo con mi imaginación. Si miro fotos me instalo en ese lugar. Y cuando duermo, vuelo hacia lugares desconocidos. Por eso me cuesta tanto despertar, amanecer. Siempre digo que estoy volviendo al planeta Tierra. Es mi energía viajera que vuelve a su envoltorio cotidiano.
Les contaba que cuando estuve en pareja la primera vez, estábamos a cargo de una agencia de viajes, circunstancia que nos impedía justamente compartir viajes, así que nos turnábamos.
Fui a Los Ángeles en Estados Unidos, a Vancouver en Canadá (allí vivía una hermana de Eduardo). También a México y a Perú, donde conocí Lima y Machu Picchu. Sola. Y le empecé a tomar el gustito. Aunque eran viajes breves y bastante programados, tener que resolver situaciones me fue entrenando.
Después de que nacieron mis hijos, Martín, Julieta y Carlitos, padres de ustedes mis nietos que me están leyendo, me dediqué al viaje de criarlos, mientras trabajaba. Los dos mayores eran tan seguidos que fue como tener mellizos. Algo así como un trekking escarpado. Dos años y medio después de Juli nació Carlitos. Yo estaba más relajada. Abandoné los pañales de tela y recurrí a la practicidad de los descartables.
Ya había descubierto que los niños son muy resistentes. Al pobre Martín lo torturaba con cambio de pañales y mamaderas, porque nunca estaba segura si sus llantos eran de hambre o suciedad. Ya con el tercero no me importaba tanto, así fue que lo encontré un día chupando un trapo de piso. Y en vez de horrorizarme pensé que estaba aumentando sus defensas.
Cuando Carlitos tenía 6 meses falleció mi papá. Muy rápido. Dicen que fue un aneurisma. Recuerdo que miró el último partido del Mundial de 1986, ese famoso donde Argentina le ganó a los alemanes y jugaba Maradona. Y a la noche siguiente mi papi ya no estaba con nosotros.
Con mi mamá no pude estar cuando se fue. Me despedí de ella unos días antes, pero en esa época era bastante engorroso viajar desde el sur a Mendoza y yo no tenía días de licencia. La recuerdo feliz, se había puesto aros y presumía de ellos, y eso que nunca fue una mujer coqueta. Me preguntó por Juancito y yo pensé que se refería a Juan, que estaba en Esquel, pero me dijo que era por el bebé, que aunque buscado, no llegaba.
El mismo mes que ella murió, yo quedé embarazada de Juan Martín, mi primogénito.
Y la vida siguió… mis hijos creciendo, ya con la posibilidad de encarar nuevos viajes, pero limitada por mi trabajo y sus estudios. Sin embargo, fuimos a México con Julieta como regalo de sus quince años (1998). Antes, en el 94, paseamos con mi amiga Ada en Cuba y México. En el 2006, salimos nuevamente a México con Juli y Carlitos.
Debido a un intercambio cultural, Martín se fue un año a vivir a Francia cuando finalizó su escuela secundaria. Y allí su mami tuvo la primera oportunidad de cruzar el charco para festejar sus 18 años. Era el año 1999 y estuve sola en algunas ciudades de España (Madrid, Sevilla y Barcelona). Luego me encontré con él que estaba en Cahors, cerca de Toulouse, e iniciamos un recorrido breve por Italia (Roma, Nápoles, Pisa, Torino, donde hice una escapada al pueblo de mi abuelo en Courgné), y finalmente Lyon, nuevamente en Francia, donde nos separamos y yo me fui a París desde donde regresé a Argentina.
También viajes breves y más cercanos. Sola, con mis hijos y/o amigos. A la costa muchas veces por razones de trabajo, así como a localidades del interior cuando daba capacitaciones docentes. A Chile varias veces, sobre todo al sur. Cuando Carlitos estudiaba en Mendoza fuimos a Santiago, Valparaíso, Isla Negra (hogar museo de Pablo Neruda). A San Rafael, Buenos Aires. A Córdoba cuando los chicos se trasladaron a estudiar.
En el año 2006 falleció Juan, el papá de los chicos. Ellos ya estaban estudiando en Córdoba. Nos habíamos separado años antes, pero manteníamos una relación cordial, especialmente porque siempre comprendimos que los hijos eran nuestra responsabilidad compartida.
Y aunque durante unos años tuve un novio, bastante menor, y lo menciono porque fue un amor importante en mi vida, me mantengo sola. Pero no me siento sola.
¿Cómo puedo sentirme sola con la tribu que se ha formado a mi alrededor? Les cuento que nunca me hice mucho drama con mis cumpleaños, al contrario, me encanta festejarlos. Siento que en ellos mis padres y todos mis ancestros se hacen presentes. Cuando mi mamá murió tenía 53 años. Y esa edad me marcó como una especie de límite temporal, que una vez superado me hizo sentir como Gilgamesh, el inmortal.
Manuel, Joaquín, León, Benjamín, Elián y Guillermina (siempre Luci para mí), nietos queridos, sorpresas de la vida. Martín, Julieta y Carlitos, mis hijos adorados, razón de mi existencia. Los padres y madres de esos niños, que aunque vivan o no con sus parejas, forman parte de esta trama familiar. Y hacia atrás todos los clanes que dan energía desde el universo.
Y esa energía la comparto con mis amigos, mis compañeros de tango, de Tai Chi, de cenas, caminatas. Con mi música, mis libros, mi tallercito de mosaiquismo. Con la infinidad de personas que voy conociendo por el mundo. Y aunque sepa que probablemente nunca más las vuelva a ver, han dejado huella profunda en mi corazón, que también está repartido en tantos sitios, como las piezas del rompecabezas.
Les dije que la tapa del libro la soñé. Dos manos me lo ofrecían y escuchaba: ¡Aquí está tu libro!
. Y veía las piezas de rompecabezas que se deslizaban sobre un fondo de colores pastel. Me intrigó leer el título Los colores del arco iris
que, mientras escribo esta introducción, me sigo preguntando. Quizás tantas energías encontradas y compartidas a lo largo de los viajes componen esa bella trama de colores. Sólo agregué el subtítulo, que de alguna manera responde a mi ser interior. Creer que la vida es una sucesión de encuentros
y despedidas
.
Cómo leer este libro? No es que dude de vuestra capacidad como lectores, pero uno de los obstáculos que se me ha planteado en la edición, es precisamente la confección del índice, ya que cada crónica puede incluir más de un destino. Así que he respetado la cronología y el título de cada una, agregando los sitios recorridos con sus números de página.
O sea, lo leen todo de un viaje (nunca mejor expresada la idea) o, a la manera de Rayuela (gracias Julio Cortázar), hacen un trayecto errático por el libro.
Muchas gracias
Humahuaca-Esquel,agosto a noviembre 2021
Si en la semilla que late
está dormida una vida,
en mis manos cansadas,
vagabundas, viajeras,
que gritan en silencio
y que se aferran,
que dibujan el aire,
que acarician,
que acunan ilusiones
y le aplauden
al sol de cada día…
En toda esa febril algarabía
de mis manos
sin tiempo y sin cadenas,
debes saber:
Si es la semilla que late
la esperanza de una vida,
que en mis manos temblorosas
se esconde una despedida
1974
A mis veintitantos ya perfilaba mi vida viajera.
Es mejor despedirse al llegar. Así no duele tanto cuando uno se va
, me dice el viejo Antonio tendiéndome la mano para decirme que ya se va, es decir, que está viniendo. Desde entonces, el viejo Antonio saluda al llegar con un adiós
y se despide alzando la mano y alejándose con un ya vengo
.
Subcomandante Marcos
Dedicatorias y agradecimientos
A mis padres, Yolanda y Manuel, que me dieron la vida
y me siguen acompañando.
A mis hijos, Martín, Julieta y Carlitos, mis tres soles.
A mis nietos Manuel, Joaquín, León, Benjamín, Elián,
y la pequeña Guillermina (Luci), con quienes he recuperado mi propia infancia
y que iluminan mis días, aunque algunos no estén cerca geográficamente.
A todos aquellos que leyeron las crónicas
y las comentaron, a quienes las compartieron, y a quienes
me animaron a llegar al libro.
A quienes no las leyeron pero deseo que las disfruten.
A quienes compartieron parte de mi recorrido,
pero ya no están, y siguen estando: Uchi, Horacio, Hugo,
Dorita, Nora, Alberto, y mi hermana Ester.
A Bahía, mi gata de mirada bicolor, que soportó
mis ausencias y me esperó pacientemente.
A quienes alternativamente la fueron cuidando:
Susana, Alejandra, Patricia.
A Juli, que supo interpretar mi sueño y realizó
un estupendo diseño de la tapa y contratapa.
2010
Crónicas de aventuras bahianas
Primera entrega
3 de enero
Hola a todos y todas!
En primer lugar quiero desearles un muy buen año 2010!!
Llegué hace una semana a Buenos Aires después de un día de viaje, de haber salido de Esquel con frío y llegar a BA con mucho calor, pero me esperaban con cariño Juanita y Cecilia. A la noche siguiente, de madrugada, me tomé un remise a Ezeiza, donde rápidamente hice el embarque y hasta me encontré con un par de esquelenses que también venían a Brasil (¡¡el mundo es un pañuelito!!)
Después de la escala en Río, donde me llamó la atención porque subieron como 15 personas y realizaron una limpieza del avión muy rápidamente (la empresa TAM tiene buen servicio), llegamos a Salvador de Bahía casi al medio día. La hora local es la misma que en Argentina.
El hostel que había reservado no tiene identificación externa por motivos de seguridad, pero resulta llamativo en la cuadra porque está pintado de un color naranja fuerte y en todas sus rejas y ventanas han atado cientos de cintas del Senhor do Bonfim (una iglesia muy reconocida que está en la parte alta de la ciudad, con una hermosa vista de Salvador), cintas de todos los colores. Además, adentro, cada espacio es de un color diferente, con cuadros coloridos. Es imposible sentirse decaída. Hasta las sábanas son floridas.
He compartido la habitación con cuatro argentinas (tres se fueron ayer porque tenían que volver a trabajar, por suerte tienen quien las reemplace aquí en la playa, jaja).
¡La playa!
Cerca del hostel hay varias playas, llenas como la calle Florida en horario de bancos, con un desfile incesante de vendedores ambulantes. Ocurre que aparte del turismo extranjero hay muchos brasileros de otros lados del país (no se olviden que es o mais grande do mundo!!), de ahí la cantidad de gente veraneando.
De los vendedores ambulantes, el que más me gustó ese día fue el de camarones, que vienen como cinco o seis en un pincho tipo brochette, asaditos, y los venden con limón y picante. Cuestan $ 4.00 y son riquísimos.
A la tarde nos tomamos un colectivo que nos dejó en el Mercado Modelo, de ahí tomamos un elevador que nos llevó a la parte alta donde está el Pelourinho, barrio histórico y muy bello. Onda la Boca, sin tango y sin Riachuelo.
Tomamos cerveza que es bastante más liviana, más aguadita que en Argentina. Yo probé una comida que era carne asada (de pollo, vaca y cerdo) con feijoada tropeira, farofa y ensaladas. Vimos también danzar capoeira y un grupo de jóvenes tocando los tambores.
Al día siguiente (30) estuve averiguando para la semana de Carnaval, ya que en este hostel no hay lugar, así que del día 8 al 15 de febrero estaré más cerca de la playa.
Ahí estuvimos con una de las argentinas y al medio día hicimos el recorrido con un bus turístico (Salvador Bus). Estuvimos como 5 horas dando vueltas, una hora nos dejó en el Mercado Modelo, donde se pueden comprar recuerdos para llevar. En los sótanos de ese lugar depositaban a los esclavos que traían de África para venderlos.
Nos sirvió para tener un panorama general de la ciudad, que es muy extensa. También llegamos a la Iglesia del Senhor do Bonfim, donde entré un ratito, pero en general no me gusta que los turistas se pongan en pose para la foto mientras los creyentes rezan. Yo no creo pero respeto.
También paramos en una heladería (sorveteria da Ribeira) que es del año 1931 y dicen que tiene el helado más rico. Yo probé uno de choclo (milho verde) y uva... realmente gostoso (aquí no se dice exquisito porque el significado es raro
), pero podría decir que es raramente exquisito!!
Después de otra breve pasadita por la playa tuvimos en el hostel una clase de samba y nos sirvieron caipirinha. La profe muy buena, pero después de dos caipirinhas la parte de mover los brazos y las caderas con gracia y sexy no dio resultado. Creo que éramos como robots, pero ¡¡estuvo divertido!!
Otro de los vendedores en la playa que es constante ver pasar son los de queso (queijo coalho). Lo tienen cortado como prismas, ensartados en un palito, y lo asan en una ollita con carbón, que tiene un alambre largo para transportarla. Están los de ollitas pequeñas y simples hasta los que tienen con patas para apoyar en la arena. Colocan los palitos en el borde y van abanicando el fuego para que el queso se caliente.
Bueno... antes de terminar con el día 30 les cuento un cartel que me causó mucha risa: frango abatido. Frango es pollo... imagínense, yo me lo imaginaba como caído en batalla o como triste y pensativo. En realidad significa pollo muerto
, lo cual debe descorazonar bastante a la pobre ave, ¿no?
Noche de Año Nuevo
Todos los huéspedes del hostel nos trasladamos hacia la playa más cercana (praia da Barra). Ahí habían preparado unas mesitas sobre la arena. Cada uno llevaba la comida y ahí se compraba la bebida. Nosotros teníamos la cena incluida en el precio del alojamiento, así que había pollo asado (previamente abatido), con varias clases de ensaladas.
Fue una noche especial porque había luna llena, y encima fue la luna extra del año que coincidió con el año nuevo. No es habitual el tema de las trece lunas, pero menos habitual que coincida con esta fecha, así que era una noche perfecta: a metros del agua, donde nos metimos y muchos se bañaban, a las doce empezaron a descorchar las bebidas, el brindis fue emocionante (éramos varios argentinos, dos chilenos, otro de Guatemala y tres europeas, además de la gente del hostel (4 personas).
Yo me acordé de todos ustedes, estaban ahí conmigo, les aseguro!!
También tiramos flores al agua pidiendo a la diosa Iemanjá por un buen año. Y también participé de una especie de bendición candomblé, donde me pasaron unas hojas por el cuerpo, me tiraron arroz, incienso, mientras que el sacerdote
decía una especie de oración de la que entendí felicidade
. Fue una sensación rara, un comienzo de año diferente. Ya me imagino, herejes, lo que deben estar pensando con el tema de las hojas y el arroz, pero yo estaba muy seria. No quiero enojar a ningún diosito de la zona.
Otra de las características de la noche es que estábamos todos, la mayoría de la gente, vestidos de blanco. Esa es la tradición. Como empezar el año en estado puro.
Los siguientes días hasta hoy han sido tranquilos, de playa, salidas a escuchar música a la orilla del mar, armando un poco la cotidianeidad en el hostel, ya que voy a estar aquí más de un mes, así que hago las compras en el super que está en la esquina, me preparo unas buenas ensaladas, lavo ropa... Estoy comiendo sano, tomando mucha agua... aparte de la caipirinha que nos sirven todas las tardes!!
En otro correo les voy a contar un poco más de lo social, ya que nos han comentado que hay como un 80% de pobreza. Pensaba que fue bueno el tema de las familias cenando en la playa en año nuevo... en Buenos Aires habrían privatizado todo y hubiera sido inaccesible para los que ahí estábamos.
Una de las cosas que es interesante con el tema de los colectivos urbanos es que se sube por atrás y ahí te cobran... hay un molinete y pasas al interior del colectivo. Después hay que bajar por la puerta de adelante. O sea, el conductor se ocupa sólo de manejar y aparte se genera otro puesto de trabajo con el que cobra. Ah!, y los chicos no pagan y suben por adelante.
Bueno, si sigo escribiendo se me va a terminar la capacidad de almacenamiento de gmail.
Me voy despidiendo hasta la próxima. Les mando un abrazote y toneladas de besos.
la garotinha Mirtinha
PD: Todavía no encuentro las palabras para describir lo fuerte que están los garotos...
¡¡¡¡¡No se pierdan el próximo capítulo!!!!!
Segunda entrega
10 de enero
Buenas noches a todos y todas, mis queridos/as lectores/as!!!
He quedado sorprendida con el éxito de estas crónicas, habiendo recibido muchos buenos deseos para mi estadía, algunas recomendaciones, y hasta preguntas. Voy a responder a dos de ellas. Flor, todavía no he ido a Candeal ni lo he visto a Carlinhos Brown, pero estoy buscando la oportunidad. Fabián, decile a Pardales que lamento que sea de la guardia vieja y no use correo electrónico, pero yo estoy mirando gente de otra música (que me perdone).
Para empezar quiero decirles que me encuentro muy bien, adaptándome mucho a la ciudad, aunque no es fácil ya que no tiene un trazado como nosotros estamos acostumbrados. Nada de la esquina de Alvear y la 25 de mayo (los de otras ciudades por favor cambiar de ejemplo), cuadradito perfecto que nos ubica rápidamente. Nooooooooo, aquí las calles son curvas, es como si fueran dando vuelta. A veces se pasan como 4 o 5 cuadras y recién ahí sale alguna calle, pero seguro que nunca derecha. Pero al menos en la zona donde estoy (Barra) ya me voy ubicando... después que he caminado bajo el sol como un burro porque me he perdido, y encima muchas de las calles son en pendiente.
Además de ese desorden geográfico existe un caos en las viviendas, porque si bien los edificios dan a la vereda, también hay edificios y casas al interior de las manzanas, así que a veces entre dos construcciones aparece una subida, o una escalera que lleva a las viviendas interiores. Con razón todos tienen la cola bien parada!!!
En el hostel estoy muy bien. Ayer se fue una chica de Mar del Plata, que sacó fotos así que mandaré algunas en esta entrega, por tanto estoy sola en la pieza. Ahora hay dos holandesas y dos españoles (de Andalucía).
El lunes fui a Praia do Forte. Fui en colectivo a la Rodoviaria (Terminal de ómnibus) y de ahí otro, ya que está a una hora y media de Salvador. El lugar tiene fama porque hay condominios muy caros. Es una villa muy cuidada, donde también hay una especie de reserva de tortugas (tartarugas), ya que las crían ahí y después que nacen van al mar. Tiene una calle peatonal con tiendas (algunas muy caras; me gustó una babucha con flores que al cambio me salía como $ 400.-...olvídate), que me hizo acordar un poco a Playa del Carmen, en México. Pero la playa no era linda, ya que tenía muchas algas.
Ese día averigüé por el pasaje en micro para ir a Río de Janeiro después del Carnaval, pero resulta que es más barato viajar en avión, así que como me quedaban tres días en blanco iré a Belo Horizonte en el estado de Minas Gerais y de ahí a Ouro Preto que queda a 100 km y es un pueblo antiguo.
¡La playa! (continuación)
Me veré obligada a hacer referencia a este tema en todas las crónicas, ya que es una de las actividades predominantes de la formiguinha viajera (que vengo a ser yo en una de mis versiones).
En la zona donde estoy hay varias playas cerca (5 o 6 cuadras), todas diferentes. Una, más pequeña, es la playa de Barra, muy concurrida, el agua es serena, como una gran piscina.
La otra, entre el Farol (Faro) y el Cristo, es más extensa, con espacios de piedras, olas más grandes (muchos practican algo de surf en ellas) que cuando te pegan en la panza resultan un buen masaje corporal salino y gratuito.
El desfile de los personajes es constante. En primer lugar los vendedores ambulantes, con sus elementos y sus maneras de presentar y vender sus productos. Ya les dije el del camarón: bueno, es camaraõ do Joaõ
y lo presenta cantando (representación que me reservo para cuando me reencuentre con ustedes). Otro constante es picolé Capelinha
, que no es otra cosa que el famoso palito helado, cuya marca más conocida es Capelinha. Y siguen los de pareos, vestidos, collares, aros. Me he comprado dos collares, y hasta me hice amiga de la vendedora tanto verla y pedalearla estos días. Se llama Zizé, es bahiana y va a participar de la procesión del Senhor do Bonfim que es el día 14, toda vestida de blanco. Me dijo que me iba a buscar, que me pusiera el collar rojo que compré. No creo que la encuentre porque según he leído a esa ceremonia asisten cerca de 800.000 personas.
También hay otra a la que le alquilo la reposera (cadeira) y la sombrilla (sombreiro) que me recibe diciendo: "amiga, ¿como vai voce?".
Y siguiendo con los personajes playeros, tengo que dedicar un apartado especial a...
La peque bahiana
A ver, supongo que todos ustedes conocen esos duendes de una serie animada que se hizo en la Patagonia (creo que en Bariloche) que se llaman Los Peques.
Bueno, imaginen una peque, 1.45 m de alto, unos 40 kilos, cuerpito excelentemente formado, vestido (es una expresión) con un hilito que le tapa la raya y un corpiñito minúsculo, negrita, que camina como a los saltitos, de puntitas de pies, pelo largo rubio y lacio. Se da vuelta... y es una peque arrugadita... igual, igual, ¡¡¡se los juro!!! que se seque el mar si les miento!!!. Eso si, con collares y pulseras, las uñas pintadas de rojo fuerte, simpática. Un día, cuando venía de tomar un bañito en el mar, me preguntó la hora y después me tiró un beso. Todo un personaje inolvidable.
Islas Frades e Itaparica
Como su nombre lo indica, las islas están fuera del alcance terrestre. Y como algunos de ustedes sabrán, yo tengo algo especial con el tema de viajar sobre agua.
Pero bueno, las islas están en la misma Bahía de Todos los Santos (que me enteré que es la segunda bahía más grande del mundo), era un paseo que se recomienda, y la marplatense se iba y quería que la acompañara, así que ahí fuimos.
DOS HORAS para llegar a la isla de Frades (frailes), 80 personas en el catamarán, nos sirvieron fruta en forma gratuita y había música en vivo. Yo estaba clavada en el lugar donde me senté... pero por suerte pasaron sirviendo caipirinha y eso me relajó bastante (haberlo sabido antes).
La primera isla era muy pequeña, con una playa hermosa y el agua calentita y clara.
De ahí salimos para Itaparica, más grande, donde viven alrededor de 8.000 personas. El tema es que el área cercana a la playa tiene muchas dunas de arena, así que el catamarán no se puede acercar y queda como a 200 metros, así que mandan un bote a motor más chico que lleva de a 12 a 15 personas. Y el problema no es llegar... es salir, ya que hay que treparse al bote, que se está moviendo, desde el agua. Cero femineidad, cero gracia, cero elongación... me tuvieron que subir... suerte que eso no salió en el video. Porque compramos un video de Salvador que incluye el paseo, pero esa parte bochornosa no aparece.
Almorzamos massambé (un pescadito abierto y frito de unos 10 cm) con arroz y ensalada. Muito gostoso!!!
Bueno, fui otra vez al Pelourinho (los martes a la tardecita, tipo 7) ya que hay música, capoeira y buena vibra. Tenía ganas de asistir a un ensayo del bloco de Olodum pero la entrada es muy cara (120 pesos). Los blocos son como las comparsas que después desfilan en el carnaval, pero he averiguado y son todas caras.
También he ido dos veces (los sábados de 7 a 9 de la noche) a un lugar que se llama Solar de Unhaun, que es el casco de una antigua hacienda portuguesa, donde funciona un restaurante, el Museo de Arte Moderno y una explanada donde desde hace 10 años hay música que parte del jazz (como un elenco estable) y se van sumando invitados, sobre todos percusionistas o algún cantante, lográndose cosas muy interesantes. La explanada está a la orilla del mar, y es buenísimo estar ahí, al aire libre, escuchando música. Eso sí, los jóvenes le dan duro a la maconia (mariguana), así que uno se ubica cerca sale volada...
Bueno galera, me voy despidiendo hasta la próxima entrega...
Espero vuestra fidelidad y comentarios. Se aceptan preguntas.
Les mando muchos beijos.
Com saudades
Mirtinha, a formiguinha viajera devenida garota.
Tercera entrega
16 de enero
Hola, fieles seguidores!!!
Hoy es martes 12 y he decidido ir escribiendo de a poco la crónica porque después me resulta muy larga y creo que me olvido de cosas... y no precisamente por el efecto de la caipirinha!!
Ayer no fui a la playa. Estoy entrenándome para la procesión de Bonfim, así que me puse mis zapatillas, que no les cuento lo que cuesta calzarlas con este calor!!!
Me fui al Museo du Ritmo, ya que averigüé que allí estará Carlinhos Brown el día 17, pero resulta que ahí no vendían las entradas. Es un lugar que antes se llamaba Mercado del Oro...!!
Bueno, de ahí me volví para el lado histórico del Mercado Modelo, estuve mirando las tiendas en la plaza, tuve que hacer una cola de media hora para el Elevador Lacerda, que lleva en pocos segundos a la parte alta y de ahí al Pelourinho.
Ahí visité la casa-fundación de Jorge Amado. Es una exposición sencilla, con muchas fotos de él contando su vida, que realmente yo no tenía registrado que había sido tan interesante. Un hombre que tuvo contactos con mucha gente en el mundo. Que fue comunista y después rompió con el comunismo. Que sus libros eran admirados y al poco tiempo quemados, aquí y en otros lugares. Que fue perseguido en Brasil por eso estuvo exiliado.
Y me encantó también lo que su esposa escribió sobre su relación con él. Cómo lo conoció y lo que él le dijo (algo como que le iba a colocar un collar sobre sus hombros y que la iba a llevar a volar por los cielos... y ella se preguntó: canto de amor o canto de sirena?
) ... y se arriesgó... y vivió aventuras con él, y conoció lugares y gente, y él la animó a escribir, y tuvieron dos hijos. Pensé que a mí me hubiera gustado encontrar a un hombre así. Sin embargo, cada uno de los hombres de mi vida me enseñó a volar de algún modo. Y en el fondo, yo no quiero un amor civilizado
, diría Joaquinito (Sabina).
Estuve también en el Museo de Gastronomía, del cual hice un envío extra el día miércoles.
Un amigo brasilero (Edu, de Varzea Paulista) me comentaba que a él le gusta mucho el pueblo de Bahía, que funciona tranquilo, como si nada lo preocupara. Y si, eso había percibido pero no lo había sabido compartir con ustedes. Por ejemplo, en la parada del colectivo, aunque éste se demore, ellos no se molestan. Es poco frecuente escuchar bocinazos en la calle, y eso que el tránsito es bastante complicado. Creo que nosotros somos más impacientes... todo ahora mismo!!. Y esa calma es buena!.
Este domingo a la tarde voy al Museo du Ritmo a ver a Carlinhos Brown!!!!! Finalmente compré la entrada, aunque debo mencionar que bastante cara (al cambio $ 220.-), pero quise darme ese gusto.
Muchos de ustedes me estarán envidiando, y otros no sabrán de quién hablo. Bueno, si ven la película-documental de Trueba (el director), El milagro de Candeal
lo conocerán. También pueden comprar un CD que se llama Tribalistas
donde canta con Marisa Monte y Arnaldo Antunes. (Parezco su representante artística).
Candomblé
El día miércoles a la noche fuimos a un terreiro (así se llaman los lugares) a ver un ritual candomblé. Fuimos con dos españoles y una pareja de alemanes. Era un lugar bastante alejado, pero en el precio estaba incluido el traslado de ida y vuelta.
Brevemente les cuento que el candomblé es una especie de religión de origen africano, que rinde cultos a dioses llamados orixás
, ligados principalmente a las fuerzas de la naturaleza. También se produce un sincretismo con la religión católica, ya que su principal orixá es Oxalá y se lo relaciona con el Senhor do Bonfim Otro orixá bastante popular es la diosa Iemanjá, que es la que rige las aguas, por eso el día 2 de febrero se realiza su festividad (pero eso formará parte de otra crónica).
Bueno, escrito esto, imaginarán que el ritual es bien complejo, y en el mismo se dice que los orixás se posesionan de algunos de los presentes. Trataré de describirlo lo más fielmente posible.
En primer lugar, nos ubicaron a las mujeres de un lado y a los hombres de otro. Era una casa a la que se llegaba a través de numerosas escaleras (de esas que no se ven de la calle). El salón, de aproximadamente 8 (10) x 4 m tenía baldosas grandes blancas, y una negra en la mitad delantera. Allí había un recipiente y al lado, una vela encendida. Nos dijeron que ahí estaba el poder de la casa.
Las sillas se ubicaban de la mitad para atrás. Al frente, a la derecha, tres tambores altos. A la izquierda, una especie de columna que todos los que entraban tocaban y hacían un saludo tocando primero su frente (como una venia militar) y luego la parte posterior de la oreja.
En las paredes habían estantes con imágenes de santos (de la iglesia católica) que convivían pacíficamente con algunas imágenes guerreras de negros blandiendo espadas, vestidos como si fueran moros.
El que presidía era un hombre (pai), en este caso muy muy gordo, con una túnica amarilla decorada con animales (tigres, elefantes, jirafas).
Los integrantes del ritual llegaban con su ropa de calle, las bolsas de las compras... y se mandaban al interior subiendo otras escaleras que estaban al final del salón (o sea, al frente nuestro). De ahí volvían vestidos de blanco, con collares de cuentas muy pequeñas, de diferentes colores.
No eran todos negros, es más, creo que había más gente blanca, de mediana edad.
Empezaron a tocar los tambores (estos eran bastante jóvenes, no me refiero a los tambores sino a los tocadores, ja). El resto empezó a bailar en círculo (eran como 25/30 personas entre hombres y mujeres) cantando a partir de unas primeras líneas que les tiraba el pai gordo. Nosotros, los observadores, éramos como 40/50, así que imaginen esa multitud en un lugar cerrado. El ventilador de techo no daba abasto!!
Bueno, esta cuestión de la danza duró bastante y después muchos de ellos empezaron a ser poseídos
(¿?), pegaban un grito, se doblaban, tiritaban. Nos habían explicado que cuando eso ocurría ellos danzaban dormidos y que después no se acordaban de nada. El hecho es que cada uno de ellos se encaminaba hacia las escaleras y desaparecía de nuestra visión, viu?
Cuando quedaban pocos (digamos, la mitad) resulta que volvieron a aparecer los poseídos (que ya no estaban) vestidos de la siguiente manera, independientemente del sexo: una parte, con chalecos de cuero o gamuza, pantalones marrones con un fleco rojo al costado y sombreros de cuero; el resto, mismos pantalones, túnicas animal print de diversos colores y una especie de vincha de la que salían plumas multicolores. Y cada uno, fumando un puro, un cigarro que envidiaría Fidel. Así que ahora, al calor de lugar agreguen el humo, viu?
Bueno, parece que era el momento de sanación, ya que empezaron con los niños, siguieron con las mujeres y después con los hombres. Cada uno pasaba con alguno de ellos y empezaban a tocarte desde la cabeza a los pies. A cada toque chasqueaban los dedos de una mano. Cuando llegaban a los pies golpeaban el suelo. Igual con la espalda. En algunos casos te llenaban la cabeza de humo. Y finalmente te daban un fuerte abrazo, de un lado y de otro.
Yo soy una hereje y la mitad no me lo creí, pero como era una ceremonia para la salud, me paré delante de un muchacho negro, altísimo, que no me tiró el humo encima, pero me abrazó fuerte, fuerte. En realidad, yo no se si era la sugestión, el calor, la curiosidad, pero creo que había una fuerte energía en el lugar, viu?.
Por otro lado, y según charlaba con la gente del hostel y algo que había leído, estas ceremonias en general son cerradas al público, por lo que como balance creo que fue como armado para turistas, pero interesante, con aristas cómicas. Dos horas inéditas, viu?
A esta altura deben pensar que yo soy la poseída tanto viu
y viu
, pero resulta que aquí hablan bastante rápido y el 90% me lo pierdo, pero todas las oraciones terminan con "viú", viu?
Lavagem do Senhor do Bonfim
Dicen que esta es la segunda gran fiesta de Salvador, detrás del Carnaval. Todavía no empezó el Carnaval, pero esto fue grosso!!
Son 8 km de caminata desde una iglesia que está cerquita del Mercado Modelo hasta la iglesia del Senhor do Bonfim. Encabezan esta marcha las bahianas vestidas de blanco, que llevan flores y unas vasijas conteniendo agua perfumada. Cuando llegan a las escaleras de la iglesia, las lavan y el sacerdote bendice la ceremonia, reconociendo que ellas están orando a Oxalá y al Senhor do Bonfim Los que llegan después, atan cintas de colores a las verjas de la iglesia, agradeciendo y pidiendo favores.
Dicho así, ustedes se preguntarán: dónde está la gracia?
Bueno, imaginen cerca de un millón de personas, saliendo a las 8 de la mañana, llegando al medio día, al rayo del sol, caminando, bailando, con alegría, con mucha fe. Viejos, jóvenes, niños.
Había pequeñas carrozas tiradas por caballos, gente que iba a caballo, camiones con música arriba, y muchas organizaciones presentes, que se identificaban con camisetas, banderas, globos gigantes. Cada una con su música... mucho tambor... clarinetes, saxos.
Por momentos era posible desplazarse cómodamente, en otros, ya casi llegando, la marcha era cuerpo a cuerpo, sudor a sudor.
Yo llevaba tres botellitas de agua que tenía congeladas, así que cuando no daba más de calor, tomaba agua y me pasaba la botella por la cabeza.
En los balcones la gente saludaba. A lo largo de todo el recorrido los vendedores ofrecían sus productos (estaban los vendedores de queijo, el camarão do João, los espetinhos), especialmente CERVEJA, viu?
Todo me asombraba, pero lo más era ver desde temprano cómo chupan cerveza (igual lo he visto en la playa)... cómo caminaban y tomaban cerveza, bailando sin parar. Admirable!! En realidad, creo que ya mencioné en otra crónica que la cerveza es aquí más lavada
, un poco más liviana que allá, pero lo mismo la cantidad es terrible. Y después no se los ve borrachos, tirados, tienen mucha capacidad para beber.
Bueno, llegué hasta las verjas y até las cintitas que llevaba. Primero agradecía... por todo lo que la vida me ha brindado hasta ahora (salud, hijos, amigos, amores), y después he pedido por todos ustedes. He tenido a cada uno en mi memoria y en mi corazón.
He adelgazado dos kilos, ya que cuando yo salí a las 7 y media de la mañana me encontré con que no se podía llegar en micro, así que el que tomé me llevó lejísimo, tuve que tomar un plano inclinado
(especie de colectivo que se desplaza por un lateral de una parte alta hacia la más baja, y al revés), caminar para encontrar la procesión, seguirla y después retomar todo para regresar. Doce horas después estuve de vuelta, viu?
Pero valió la pena. Veo que me comunico con relativa facilidad y me desplazo bien por la ciudad. Ayer viernes y hoy... playa y más playa. A relajarme de tanta actividad.
Y como esta crónica resultó extensa, la voy a enviar ahora... 9 de la mañana del sábado 16 de enero de 2010.
Beijos a todos y todas
Los/las amooooooooooooooo!!!!
Mirtinha, a formiguinha viajera!!
Gastronomía brasilera (anexo a crónicas)
¿Hola...cómo están?
A continuación compartiré algunas cositas que copié del Museo de Gastronomía que visité el día lunes, con una receta en su idioma original para que se vayan entrenando (en la lengua portuguesa y en la cocina brasilera).
La comida es expresión de sensibilidad y de comunicación entre las personas. Ella exige todos los sentidos y sentimientos para ser, entonces, verdaderamente, integrada al cuerpo y al espíritu
.
Feijão de tropeiro
Farinha e feijão agüentam o cristão
(Harina y porotos aguantan al cristiano)
É comida tradicional do viajante, do tropeiro, condutor das tropas de animais de carga ainda (todavía) comuns nos sertões interiores.
400 g. de feijão mulatinho (porotos negros)
200 g. de charque
200 g. de calabresa
120 g. de cebola
80 g. de farinha de mandioca
2 ovos
1 colher (cuchara) sopa de óleo
2 ramos cebolinha verde
sal a gosto
Cozinhe o feijão mulatinho em água e sal. Depois de cozido, escorra a água e deixe esfriar. Faça um refogado com toucinho branco, charque e calabresa, cortados em forma de dados. Pronto o refogado, acrescente cebola cortada, deixe-a fritar, adicione o feijão, a farinha de mandioca e ovos cozidos picados.
Decore com salsa (perejil) e toucinho branco frito.
Pode ser servido acompanhando carnes assadas ou grelhadas.
Rendimento: 6 porções
Tempo de cozimento: 40 minutos
Bueno, yo se que es pleno verano, pero para que vayan pensando en una comidita de invierno.
Y para que vean que las crónicas también incluyen aventuras culinarias.
Un beso a todos y todas
a formiguinha viajera
Cuarta entrega
23 de enero
Hola a todos y todas!!! Aquí nuevamente reportándose la formiguinha viajera!!!
Hoy es jueves 21, día del cumpleaños número 24 de mi querido Carlitos, así que vaya mi saludito para él por este medio.
En general ha sido una semana tranquila (hasta hoy al menos). Lo más destacado fue el show de Carlinhos Brown (Sarau du Brown), el domingo a la noche. Les había adelantado que se realizaba en el Museo du Ritmo, un lugar donde antaño estaba el Mercado do Ouro, que no se bien cuál era su función, pero ocupa una manzana y está a mitad de camino de su restauración, que seguramente no va a ser total porque han aprovechado las viejas instalaciones para servicios (baños, primeros auxilios, venta de bebidas) y han restaurado otras. Pero se trata de un espacio interesante, con un gran patio central (de 40 o 50 m de lado) y alrededor una serie de arcadas donde se ubican los servicios mencionados. En el medio de ese patio instalaron una carpa (estructura metálica, techo blanco) y dentro de ella estaba el espacio para los músicos y un poco más para los cantantes.
Este proyecto de Museo del Ritmo es de Carlinhos Brown que se articula con otras acciones de tipo social que lleva adelante sobre todo en el barrio (favela) de Candeal, donde él nació y todavía vive allí y que todavía no visité. Aquí hay pintores (incluso estuvieron trabajando en unas galerías más altas mientras se desarrollaba el show), hubo un desfile de ropa (en Candeal funciona una escuela de diseño), también un grupo de teatro y danza que animó el momento previo al show, en fin, toda aquella manifestación artística que no tiene otros canales de difusión, por provenir de sectores más pobres o alternativos, tendría aquí su espacio.
Pero vamos al show!!! Todas las palabras elogiosas del diccionario le caben para describirlo. Grosso, genial, alucinante, energizante, colorido, un estallido de música. Todos danzando. Él y sus músicos aparecieron vestidos como pistoleros de las pelis de vaqueros pero con flores en lugar de armas.
Cantó, tocó la guitarra, tambores, panderetas... se cansó de sus botas (también, hacía un calor mortal) y se descalzó al inicio del espectáculo. Se bajaba del escenario y cantaba entre el público, que no es tan cholulo como en Argentina y él salía entero de cada