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Destinada a un Highlander: Clan McGregor, #2
Destinada a un Highlander: Clan McGregor, #2
Destinada a un Highlander: Clan McGregor, #2
Libro electrónico180 páginas2 horas

Destinada a un Highlander: Clan McGregor, #2

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Información de este libro electrónico

Alistair McGregor había pasado por una situación terrible recientemente y lo único que quería en su vida ahora era la paz, sin embargo cuando recibe un ultimátum del Rey diciendo que debe casarse con Rose McLean lo antes posible se da cuenta de que su deseo está lejos de cumplirse. Se rumorea que su futura esposa es una mujer fea y loca, a la que apodan la "Loca de McLean", lo que obliga a su padre a encerrarla en una torre para mantenerla alejada de todo y de todos. Intenta escapar de esta situación por todos los medios, sin embargo, lo que no podía imaginar es que todo lo que le habían contado sobre Rose era mentira y que en cuanto puso sus ojos en ella vio al ángel más hermoso de la tierra. Alistair rompe su promesa y acaba cometiendo el error de enamorarse de su mujer.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento9 feb 2024
ISBN9781667433912
Destinada a un Highlander: Clan McGregor, #2

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    Destinada a un Highlander - Joice Mascena

    Capítulo Uno

    Alistair McGregor

    ––––––––

    - ¿Qué coño, se cree que por ser rey la gente debe hacer lo que él quiere? - Exclamó Archie exasperado.

    - En realidad, ese es el trabajo del rey, Archie - dijo Alistair, riendo nerviosamente, - dar órdenes.

    Archie se limitó a lanzarle su vieja mirada de mal humor.

    - Esto es pura y simple venganza, el rey nunca simpatizó con nuestro padre y menos conmigo, estoy seguro que si no estuviera casado con Victoria esta carta estaría dirigida a mí.

    Alistair desenrolló el pergamino que tenía en sus manos y volvió a leer, todavía incrédulo, la carta que había recibido del rey de Escocia aquella mañana.

    Alistair McGregor

    Yo, Enrique V, Rey de Escocia, ordeno que Alistair Evan McGregor, hijo menor de Evan y Evelyn McGregor, se case con la única hija y heredera de Lord McLean. En una ceremonia que tendrá lugar en la próxima luna llena.

    Todo se encaminaba a ser un día cualquiera en el feudo, los hombres peleaban en el patio con Archie y Duncan, las mujeres llevaban fardos de ropa, otras cocinaban y Alistair iba a dar lecciones de operaciones matemáticas a los niños cuando llegó el mensajero del rey. Qué sorpresa cuando la carta iba dirigida a él y no a Archie.

    - ¿Por qué ese odio de su rey hacia los McGregor? - preguntó Edwin.

    - Nuestro padre estaba comprometido con la hermana menor de Enrique cuando conoció a nuestra madre - replicó Alistair. - Ya sabes cuánto odia la familia real de Escocia a los ingleses, y cuando mi padre cambió a la princesa de Escocia por una simple dama inglesa, bueno, digamos que no estaban muy contentos.

    - Cuando me alisté en el ejército inglés - continuó Archie, - las cosas empeoraron exponencialmente, Enrique me acusó de traición, dijo que no volvería a pisar Escocia, nuestro padre tuvo que convencer a gran parte del Consejo de los Lores para que intercedieran por mí.

    - Debió de enfadarse por el matrimonio de Archie y Victoria - dijo Duncan. - Debió de considerarlo otra ofensa de McGregor a la corona escocesa y, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, se dio cuenta de que Alistair era el talón de Aquiles de Archie y decidió volcar su ira sobre él.

    Los últimos tiempos en el clan McGregor habían sido ciertamente muy turbulentos, su hermano había sido acusado del asesinato de Oliver Green, había sido secuestrado y mantenido cautivo en Inglaterra, mientras que Archie también mantenía cautiva a Victoria Green. Archie y Victoria acabaron enamorándose y tras muchas vueltas del destino terminaron juntos y le dieron dos hermosos sobrinos que fueron la alegría del castillo. En respuesta a sus pensamientos fue precisamente ella quien entró por la puerta.

    - Querido, un comerciante de tela... Oh, ¿interrumpo algo? - dándose cuenta de que estaban en una reunión.

    Como siempre los ojos de Archie se iluminaron al ver a su esposa, su cuñada era una persona maravillosa, la única mujer que podía poner a Archie en la palma de su mano, no solo Archie conseguía lo que quería de todos en ese lugar. Alistair encontró más que una cuñada, encontró una amiga.

    - ¿Un comerciante de telas? - preguntó Edwin con una sonrisa en los labios. - Estupendo, compraré unas bonitas sedas para mi Diana, así tendrá algo que ponerse para la boda - y se dirigió a la puerta.

    Edwin y Diana tenían programada esta boda desde hacía mucho tiempo pero siempre ocurría algo que la posponía, primero fue todo el lío de la falsa acusación de Archie, luego su padre había caído enfermo hace unos meses, ella quería que la boda fuera perfecta así que la volvió a posponer. La ceremonia debía celebrarse al día siguiente y Diana prometió que, aunque el cielo cayera sobre sus cabezas, la boda se celebraría igualmente.

    - No hace falta Edwin, Diana llevará el vestido de novia de su madre a la boda, se pasa el día y la noche arreglándolo - dijo Victoria.

    Alistair sintió que algo se agitaba en su interior, desde pequeño se le metió en la cabeza que algún día podría ser el Señor del clan si algo le sucedía a Archie o si no tenía herederos. Con el tiempo y la negativa de Archie a casarse esa posibilidad aumentó lo que le quitó algunas noches de sueño, no estaba seguro de poder manejar un clan en su vida, siempre había sido un hombre de libros, fiestas y acogedor, ser Señor de un clan requería muchas habilidades que él no tenía. Pero una cosa era segura en su vida.

    Diana.

    El padre de Diana y el de Alistair habían acordado en su infancia que se casarían.

    Alistair siempre pensó que estaba enamorado de ella, desde que era un niño vivían juntos todo el tiempo ya que Archie y Duncan siempre estaban de viaje, eran los mejores amigos, y a veces se las arreglaba para darle algunos besos a escondidas de su padre, eso fue hasta los catorce años cuando Diana se fue a vivir a Inglaterra, con la familia de su madre, este tiempo se combinó con su maduración y las chicas decían que era muy guapo, y así digamos que no era realmente un buen ejemplo de prometido. Diana debió enterarse de su comportamiento porque su estancia que debía ser de un año acabó prolongándose otros cinco y muy a regañadientes volvió a Escocia. Cuando la vio pasar por las puertas del castillo después de todo ese tiempo, fue como si la viera por primera vez, la pálida y desmayada Diana se había transformado en una hermosa y cautivadora mujer, fina y educada como una dama inglesa, pero aún con rasgos escoceses, inmediatamente el cuerpo de Alistair reaccionó y quiso llevarla a la despensa donde solían besarse cuando eran más jóvenes, pero un detalle le llamó la atención, el intenso intercambio de miradas entre ella y Edwin, el irlandés que Archie había acogido recientemente. Duncan y Edwin habían ido hasta Inglaterra para traerla de vuelta.

    Me pregunto si pasó algo entre los dos en el viaje.

    Sólo unos días más tarde tuvo la respuesta, Diana había pedido a su padre que deshiciera su acuerdo de compromiso. Sin embargo no se había enfadado con Edwin, sabía que él tenía parte de culpa de que la relación entre él y Diana no funcionara y era visible para cualquiera el amor entre la nueva pareja, pero siempre que la veía tan ilusionada como últimamente se preguntaba qué podría haber sido si se hubiera comportado como un hombre de respeto.

    - Nuestra boda no, señora - respondió Edwin. - Para la boda de Alistair - se rió y se fue.

    Victoria se volvió hacia Alistair con ojos del tamaño de platos.

    - No me digas que has llenado el vientre de una niña, Alistair, te juro que te mataré.

    Alistair tuvo que reírse.

    - No mi querida cuñada, no hay más McGregor en camino en este momento, a menos que, por supuesto, ya estés esperando...

    - Cristo Alistair cierra tu maldita boca - dijo Archie interrumpiendo y volviendo a fruncir el ceño.

    Archie tenía auténtico miedo al embarazo, aunque Victoria había conseguido dar a luz a gemelos sin problemas, no quería ni pensar en más hijos por el momento. Aunque nunca lo verbalizó, Alistair también tenía un miedo atroz a que un día su pareja corriera la misma suerte que su madre.

    - ¿Podría alguien decirme de qué se trata este matrimonio? - preguntó Victoria.

    - El rey ha ordenado a Alistair que se case con la bruja loca McLean - dijo Duncan riendo. - Debo decir que el nivel de las esposas de los McGregor bajará considerablemente.

    Alistair miró con cautela a su hermano tras la declaración de Duncan, en el pasado había estado enamorado de su cuñada, lo que provocó su expulsión temporal del clan, todo se había resuelto, se habían reconciliado y Duncan había vuelto a vivir con ellos. Pero Archie no expresó ninguna reacción y se limitó a decir:

    - No habrá matrimonio Duncan, déjate de bromas, si Enrique lo quiere él mismo que se case con McLean - y volviéndose hacia Alistair. - Escribe una carta al rey con tu negativa, en relación a las consecuencias, yo me encargaré de ellas.

    Al oír esto, el hermano corrió hacia Victoria y la levantó en sus brazos.

    - Ahora veamos qué es lo más bello que tiene este mercader para que le presente a la mujer más bella del mundo - y salió corriendo con ella hacia el salón.

    - Tal y como están de enamorados estos dos, pronto llegarán más hijos. - Se burló de Alistair - creo que Archie necesitará más terreno para tanta gente.

    Una idea cruzó entonces la mente de Alistair y corrió hacia su habitación para escribir la carta al rey Enrique.

    ***

    Alistair nunca había visto su casa tan bonita.

    Fue la primera boda que se celebraba allí en años, ya que Archie y Victoria se casaron en Inglaterra.

    Había tantas flores en el salón que Alistair temía un ataque de abejas en cualquier momento, la abundante mesa estaba puesta con tantas variedades de platos que sería imposible probarlos todos esa noche y en el centro de la mesa principal reinaba una enorme tarta de frutas, con varias capas superpuestas, había oído que Diana había mandado llamar a un pastelero de Inglaterra para que hiciera el manjar que al parecer era una tradición en las bodas de allí.

    - ¿Dónde está Diana, Euffie? - Alistair preguntó a su abuela que pasaba a toda prisa, llevaba un adorable vestidito rojo, probablemente era para Evelyn.

    - ¿Qué quieres hacer con ella Alistair McGregor? - dijo con voz sospechosa.

    - No pienses en tonterías Euffie, sólo necesito discutir un asunto pendiente con ella.

    - Está en su habitación preparándose - contestó su abuela - te estoy viendo - y se fue en dirección a la habitación de Victoria.

    Euffie sabía perfectamente que sería incapaz de intentar nada con Diana, sin embargo sospechaba que a la abuela le gustaba llamar la atención a propósito. Subió rápidamente las escaleras hacia la habitación de Diana, en sus manos llevaba un paquete que hacía tiempo que quería entregarle.

    Alistair llamó a la puerta y ella le indicó que entrara.

    Al entrar vio una hermosa vista, Diana llevaba un gran vestido azul que le quedaba perfecto, la falda era vaporosa, pero el corpiño era ajustado lo que dejaba ver sus atributos, su cabello rubio estaba atado en un moño arreglado con pequeñas flores blancas dándole un aspecto angelical.

    - Estás muy guapa - dijo casi sin pensar.

    - Gracias - dijo ella, sonrojada, - ¿crees que a Edwin le gustará? - Y se dio la vuelta para que Alistair pudiera ver toda la escena.

    -Estaría loco si no le gustara - se sonrojó aún más - quería regalarte esto - dijo Alistair, entregándole el envoltorio para intentar disimular la vergüenza del momento. - Lo compré para ti hace años, cuando éramos novios y estabas en Inglaterra.

    - No sé si es correcto aceptar...

    - Por favor - dijo Alistair, - insisto en que lo aceptes.

    Deshizo el lazo y dentro de la caja había una tiara digna de cualquier princesa, piedras multicolores formaban dibujos de flores y una gran turmalina azul oscuro estaba en el centro, la piedra tenía el mismo tono de los ojos de Diana y esa era la razón por la que la había comprado, en la caja también había un par de pendientes y una pulsera que hacían juego con la tiara.

    - De ninguna manera Alistair, no me lo voy a quedar - dijo empujando la caja hacia él. - Esto es demasiado y además, tengo miedo de que Edwin se moleste, nunca podría comprarme algo así y no quiero que se sienta disminuido.

    - Diana eso es tuyo, yo no lo quiero para nada y Edwin sólo se sentiría menospreciado si fuera un tonto, que son meras piedras comparadas con la mayor joya de Escocia - Diana se sonrojó al darse cuenta de que hablaba de ella. - Y esa joya sólo la tiene Edwin.

    Diana seguía intentando discutir con él, pero era inútil, Alistair no quería mantener ese recuerdo con él, si ella seguía adelante, se casaba

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