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Delirio y misoginia trans: Del sujeto transgénero al transhumanismo
Delirio y misoginia trans: Del sujeto transgénero al transhumanismo
Delirio y misoginia trans: Del sujeto transgénero al transhumanismo
Libro electrónico172 páginas3 horas

Delirio y misoginia trans: Del sujeto transgénero al transhumanismo

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El feminismo afronta hoy uno de sus mayores debates: la cuestión trans. En ella los términos “sexo”, “género” y “mujer” son el centro de una agria disputa. Desde la tradición feminista comprometida con la justicia sexual y la igualdad efectiva entre mujeres y varones, Alicia Miyares disecciona la distinción “sexo/género”; el sexo es un dato biológico innegable y el género el conjunto de disposiciones, estereotipos e ideologías que condicionan la desigualdad social sufrida por las mujeres. La doctrina queer/trans impugna tal binomio: niega el sexo como categoría biológica, condenándolo a la irrelevancia política y jurídica, mientras afirma el género como una identidad autopercibida y subjetivamente autodeterminada. Ello conduce al peligro de ocultar la opresión femenina como una realidad social, en favor de “políticas subjetivas” de identidad de género. Esta tendencia se refleja en el ámbito legal, comprometiendo el sentido de leyes contra la discriminación por sexo u orientación sexual. Al exponer las conexiones con el transhumanismo, ideología prometeica que augura la intervención total en la condición humana, y sus derivaciones en nuevas formas de misoginia, Miyares propone una renovada argumentación por un feminismo que no diluya el significado tradicional del binomio sexo/género y, por tanto, que no naufrague en un caos de identidades y trampas conceptuales que lo abocan a su fragmentación, enmascaramiento y despolitización.

Alicia Miyares es filósofa y escritora feminista. Profesora en la UNED, su último libro publicado es Distopías patriarcales. Análisis feminista del “generismo queer” (2021).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jun 2022
ISBN9788413523729
Delirio y misoginia trans: Del sujeto transgénero al transhumanismo
Autor

Alicia Miyares

(Arriondas, Asturias, 1963) Filósofa y escritora feminista. Doctora en Filosofía por la Universidad de Oviedo, es profesora en el Departamento de Filosofía Moral y Política de la UNED. Investiga sobre historia política y moral del feminismo en el siglo XIX y teoría política del feminismo. Es especialista en políticas de igualdad y participación política, y miembro del grupo de investigación “El camino hacia la paridad” de la Universidad de Oviedo. Es autora de numerosos artículos y capítulos de libros, y ha escrito los ensayos Nietzsche o la edad de la comparación (Trabe, 2002); Democracia feminista (Cátedra, 2003); Distopías patriarcales. Análisis feminista del "generismo queer" (Cátedra, 2021).

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Delirio y misoginia trans - Alicia Miyares

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Índice

CAPÍTULO 1. DEL DESPRECIO A LA IRRELEVANCIA DEL SEXO: MISOGINIA Y TRANSMISOGINIA

El desprecio del sexo

La irrelevancia del sexo

CAPÍTULO 2. LA MÍSTICA DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO

Beijin 95 y las fuerzas reactivas

El uso de género en el ámbito jurídico

Consecuencias de imposiciones identitarias: el sexismo y el generismo

CAPÍTULO 3. DEL SUJETO TRANSGÉNERO AL TRANSHUMANISMO

Humanismo, poshumanismo, transhumanismo

Del sujeto transgénero al transhumanismo

Transgénero: proidentidad de género transhumanista

Borrado de las mujeres y nueva ingeniería sexual

EPÍLOGO

La inqueersición contra el pensamiento crítico....

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS

Alicia Miyares

(Arriondas, Asturias, 1963)

Filósofa y escritora feminista. Doctora en Filosofía por la Universidad de Oviedo, es profesora en el Departamento de Filosofía Moral y Política de la UNED. Investiga sobre historia política y moral del feminismo en el siglo XIX y teoría política del feminismo. Es especialista en políticas de igualdad y participación política, y miembro del grupo de investigación El camino hacia la paridad de la Universidad de Oviedo. Es autora de numerosos artículos y capítulos de libros, y ha escrito los ensayos Nietzsche o la edad de la comparación (Trabe, 2002); Democracia feminista (Cátedra, 2003); Distopías patriarcales. Análisis feminista del generismo queer (Cátedra, 2021).

Alicia Miyares

Delirio y misoginia trans

Del sujeto transgénero al transhumanismo

Diseño de cubierta: PABLO NANCLARES

© Alicia Miyares, 2022

© Los libros de la Catarata, 2022

Fuencarral, 70

28004 Madrid

Tel. 91 532 20 77

www.catarata.org

Delirio y misoginia trans.

Del sujeto transgénero al transhumanismo

isbne: 978-84-1352-372-9

ISBN: 978-84-1352-491-7

DEPÓSITO LEGAL: M-14.065-2022

thema: JBSF11/JBSF3

impreso por artes gráficas coyve

este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

Para Maite Berrocal

CAPÍTULO 1

DEL DESPRECIO A LA IRRELEVANCIA DEL SEXO: MISOGINIA Y TRANSMISOGINIA

EL DESPRECIO DEL SEXO

A lo largo de la historia y en todas las culturas, las mujeres hemos sido despreciadas por razón de nuestro sexo. Las mujeres hemos sido simple y llanamente denigradas, maltratadas, cuestionadas y ninguneadas por razón de sexo, por nacer mujer. Sin embargo, no es tarea fácil mostrar esta evidencia como tampoco lo es lograr la aceptación política, social y cultural de que nadie puede ser excluido de ningún bien o derecho a causa de su sexo. La afirmación de que el sexo no debe excluir de bienes y derechos es el principio rector del feminismo. A partir de él, el feminismo ha sido capaz de explicar el porqué de la subordinación de las mujeres y la dominación masculina. Además, el feminismo, atendiendo a cualquier esfera de realización social e individual, ha desplegado una agenda política feminista que combate activamente toda ideología, teoría, práctica o valor cultural que se resista a aceptar la evidencia de que el sexo no debe excluir de bienes y derechos.

Descritos sobre papel, los principios parecen fácilmente asumibles, pero de su aceptación formal no se deriva, ni mucho menos, su efectiva realización. De hecho, buena parte de la lucha feminista en el siglo XX se centró en la denuncia de la igualdad formal, ya que de su plasmación en los textos constitucionales no se seguía la imprescindible voluntad de acción política, económica, social y cultural para transformar en real la igualdad de varones y mujeres. Hoy en día, no nos engañemos, pese a que parezca haber cierta adhesión a la etiqueta feminismo, más bien de tinte emocional y subjetivo, en el que cada quien decide cuál es su feminismo, se nos presentan nuevos frentes que ensombrecen de facto la igualdad efectiva entre mujeres y varones.

Debemos, pues, preguntarnos: ¿cuál ha sido la novedad política introducida por la teoría y acción feminista? ¿Por qué el rechazo? ¿Cuál es la causa de que determinados subterfugios y trampas conceptuales tienen el suficiente predicamento para paralizar los procesos emancipatorios de las mujeres? El feminismo como teoría política pretende transformar la realidad: si el principio de partida es que el sexo no debe excluir de derechos y de bienes, de su articulación política se deriva instaurar la justicia sexual y, por ende, la transformación de la sociedad.

La justicia sexual aborda principalmente la injusticia de poder, la jerarquía y división sexuales del trabajo. Gracias al ideal de justicia sexual, el feminismo ha sido capaz de describir y concretar cuáles son las necesidades de las mujeres, qué es lo que demandamos y a qué tenemos derecho. Para ello, ha elaborado una conceptualización propia que ha permitido a la teoría y acción feminista señalar los mecanismos de justicia o injusticia sexual en cualquier sociedad dada o en cualquier contexto histórico conocido. Para identificar la injusticia del poder sexual, la jerarquía sexual y la división sexual del trabajo, el feminismo acuña categorías y descriptores sociales propios que facilitan el análisis crítico tales como relaciones sexo/género, jerarquía sexual, segregación sexual, control sexual de las mujeres, sexismo, perspectiva de género, techo de cristal, paridad, feminización de la pobreza, explotación sexual y reproductiva y violencia de género, por nombrar las más significativas. Su empleo permite identificar los mecanismos de opresión y dominación relativos a la categoría sexo y adquieren su máxima relevancia analizando críticamente la dominación masculina y la subordinación femenina.

El ideal de justicia sexual perseguido por el feminismo ha permitido analizar críticamente las costumbres, los hábitos sociales, los contenidos culturales o la escala de valores. La justicia sexual guarda también relación tanto con el ser y hacerse mujer como con la identidad y el estatus.

MISOGINIA CLÁSICA: IDEOLOGÍAS, NORMAS

Y ESTEREOTIPOS SEXUALES

La justicia sexual opera fundamentalmente sobre la definición social de los sexos, intentando neutralizar las tres estructuras que los determinan socialmente: las ideologías, las normas y los estereotipos sexuales, y que son el recurso expresivo de la misoginia, aversión u odio de las mujeres a causa de su sexo. Si, además, las ideologías, normas y estereotipos sexuales configuran la organización social, determinan las relaciones entre varones y mujeres, definen lo que es ser o hacerse mujer e indican el estatus social, lo que le cabe esperar a uno u otro sexo, nos referimos entonces al patriarcado. La lucha feminista es una batalla contra el sistema patriarcal que moldea la organización social y lastra las expectativas vitales de todas las mujeres.

Ideologías sexuales

Las ideologías sexuales explican cómo y por qué se diferencian los varones y las mujeres. Las creencias religiosas, el determinismo biológico y psicológico, algunos postulados de la sociobiología o el neurosexismo tienden a moldear y fijar las ideologías sexuales. La lógica discursiva de la ideología sexual es invariable al paso del tiempo, ya que entienden el ser varón y ser mujer como identidades biológico-sexuales ontológicamente diferenciadas. Una vez asumida la diferencia biológica de los sexos como determinación del ser, toda ideología sexual procede a cimentar una construcción social de los sexos por la cual a mujeres y varones corresponden funciones diferenciadas y divergencias en el entendimiento, capacidades, habilidades y modos de estar o de vestir. Así pues, las diferencias anatómicas y fisiológicas de mujeres y varones modelan las diferencias sociales, morales e intelectuales a partir de ese principio ontológico inmutable de la diferencia biológica de los sexos. Toda ideología sexual —sea de orden religioso, filosófico o seudocientífico— llega a la misma conclusión: es la propia constitución relativa al sexo de varones y mujeres lo que los convierte en desiguales. La atribución de papeles sociales diferenciados a varones y mujeres da paso a un orden social jerárquico basado en la supremacía masculina y en la subordinación femenina. En definitiva, ideología sexual y desprecio del sexo por ser mujer son una y la misma creencia.

Para las ideologías sexuales, además, no es posible establecer comparación alguna entre varones y mujeres, ya que las características naturales de unos y otras difieren de modo tal que cada sexo tiene su propio destino particular. Como afirmaría Rousseau, los varones pueden trascender, escapar de su naturaleza sexuada: El varón es varón en algunos instantes. Por el contrario, las mujeres estamos determinadas por nuestra propia naturaleza sexuada: La hembra es hembra durante toda su vida. A partir de esta naturaleza sexuada y ontológicamente diferenciada de varones y mujeres, las ideologías sexuales tejen una urdimbre valorativa y dicotómica en absoluto desactivada en el tiempo presente. Sirvan de ejemplos las siguientes dicotomías basadas en la oposición varón/mujer y que aún hoy configuran subjetividades y marcan el patrón de conducta y organización social: cultura/naturaleza, fuerza/debilidad, acción/pasividad, inteligencia/imitación, ambición/cuidado, individualidad/identidad, producción/reproducción y Estado/familia. En definitiva, gracias al constructivismo social extremo, propio de toda ideología sexual, se configuran espacios de realización individual y social diferenciados para varones y mujeres.

He afirmado que las ideologías sexuales son inmunes al paso del tiempo y que en todas ellas late el desprecio del sexo por el hecho de nacer mujer. Por ello conviene un breve repaso. Rousseau, por ejemplo, afirmaba que a los varones corresponde el espacio de lo público, mientras que el territorio natural de las mujeres es el espacio privado doméstico. A su vez, corresponde a los varones desarrollar las relaciones cívicas necesarias para erigir una sociedad justa, mientras que las mujeres están obligadas a cumplir con la única función que les es propia en términos sociales: la capacidad reproductora. Rousseau concluirá que la desigualdad intrínseca entre los sexos ha sido dada por la naturaleza y no por un capricho de los varones, ni por la educación o las costumbres. Recurrirá a la idea de la complementariedad sexual para fundamentar la desigualdad intrínseca de varones y mujeres. Los sexos no son iguales, son complementarios: lo que a un varón repugna es agradable a la mujer. La idea de que los sexos son complementarios demarca dos espacios de realización diferenciados para varones y mujeres. La esfera pública es el espacio de realización de los varones como ciudadanos, por el contrario, la realización de las mujeres se desarrolla en el ámbito privado, regido por el amor: el amor abnegado de las mujeres las hace aceptar su destino de obediencia, sumisión y sacrificio como esposas y madres.

En muy poco difieren los postulados roussonianos de los trasmitidos en las creencias religiosas. Así, por ejemplo, para la Iglesia católica, mujeres y varones viven en una complementariedad icónica de papeles: las mujeres han de vivir de acuerdo con el principio mariano, cuyo modelo a imitar es la Virgen María; la realización de los varones depende de adecuarse al principio apostólico-petrino, dando continuidad a la confianza otorgada por Cristo a los varones en el servicio de lo público. La vocación mariana de las mujeres, según el modelo sublime de la Virgen María, se materializa en la maternidad donde realmente se expresa el genio femenino. La entrega es la que decide principalmente la vocación de la mujer. Así pues, el don sincero de sí de las mujeres, el saber darse a otros, no puede ser interferido por actividades que pongan en riesgo la propia originalidad femenina. Así, mujeres y varones vivirán sus vocaciones de manera segregada: los espacios de realización no son los mismos.

Entiendo que algunas personas al leer esto puedan pensar que me estoy refiriendo a un autor del siglo XVIII y al pensamiento tipo de los credos religiosos, pero lo cierto es que ninguno de estos discursos ideológico-sexuales están en absoluto neutralizados. Algunos de los planteamientos sociobiológicos actuales, que estudian las bases biológicas de la conducta social humana, se amparan en el determinismo biológico, como lo hiciera Rousseau en el siglo XVIII y Darwin en el XIX, para afirmar, por ejemplo, que los grupos humanos que practiquen la división sexual del trabajo, en el que las mujeres hagan de niñeras y educadoras de los niños,

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