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Libro electrónico168 páginas2 horas

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Información de este libro electrónico

Cuando Blair pierde a sus amigos en un atentado terrorista dado por un grupo llamado Kalennj, su mundo se viene abajo. Elliot, miembro de este grupo, es el encargado de vigilar cada uno de sus movimientos para la supervivencia de Kalennj. Su misión era vigilarla durante un periodo de tiempo, pero, poco a poco, se va dando cuenta de que quizás hay otro problema aún mayor. Kalennj tiene un solo objetivo: demostrar que ni siquiera los más ricos de la ciudad hacen algo por el resto, atacarlos para mostrar que mienten sobre sus actos «altruistas» y sobre los lugares que van a destruir para utilizarlos en sus propios beneficios.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 abr 2022
ISBN9788418856204
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    Amén - Alicia Pascual De Gálvez

    Capítulo 1

    Países Bajos

    25 de agosto 2018

    Lago Grindgat Oost-Maarland

    Noto cómo arde mi estómago y me llevo ambas manos al lugar de tal ardor, me duele bastante y justo antes de caer noto sangre en mis manos, levanto la mirada y un par de ojos sin piedad me miran esperando a que me desvanezca.

    —¡Sacad a los supervivientes! ¡Moveos, rápido! —Oigo una voz a lo lejos, no sé de quién es, pero no me da tiempo a averiguarlo porque lo último que escucho es una fuerte explosión y un pitido en mis oídos antes de que todo se vuelva negro.

    Abro los ojos lentamente, la luz que hay me ciega haciendo que me los tape, al hacer ese simple movimiento, una punzada de dolor aparece en mi brazo, extendiéndose hasta la altura de mi hombro. Giro la cabeza y veo en medio de mi brazo derecho una vía.

    Presiento que la cabeza me va a explotar. A mi alrededor veo a mujeres y hombres con batas blancas, se mueven al mismo ritmo que yo, rápido. Estoy en una camilla, así que deduzco que me encuentro en un hospital.

    —No te preocupes, pequeña, te pondrás bien. —Una mujer que parece enfermera me mira con clara preocupación en sus ojos, no entiendo qué ha pasado.

    Lo último que recuerdo es estar en una acampada con mis amigos en el lago Grindgat Oost-Maarland hasta que un grupo vestidos de cuero y con máscaras empezaron a disparar y a lanzar bombas de humo, uno de los disparos me dio cerca del estómago, me desplomé en el suelo sin saber dónde estaba el resto. Cuando recuperé la conciencia, escuché a unos hombres gritando, no paraban de repetir: «Buscad supervivientes», y, al intentar pedir ayuda, hubo una especie de explosión que hizo que mis oídos doliesen. Después de eso me he despertado aquí.

    —Tiene la bala muy profunda, hay que sacarla ya, aparte de eso, tiene algún que otro golpe, seguramente, se cayó al suelo. Hay que darse prisa o tendrá una hemorragia interna —el que parece el médico habla leyendo una especie de portapapeles—. Dormid a la chica y entrad al quirófano, no la dejaremos morir.

    —Tranquila, no te dolerá, tienes que ser fuerte porque solo de ti depende si vives o mueres. Hasta pronto, pequeña —la enfermera me habla despacio y suave mientras aproxima la mascarilla de la anestesia hasta mí.

    Lo primero que escucho al abrir los ojos es el sonido típico que sale del monitor cardíaco, es el que se encarga de avisar si sigo con vida o no. Ya no me duele tanto la cabeza, pero presiento que si hago el mínimo movimiento lo voy a lamentar. Me encuentro en una habitación espaciosa, a mi derecha hay una ventana que deja admirar la luna llena, enfrente de mí hay una tele y al lado de esta una puerta, supongo que será el baño.

    Una enfermera entra por la puerta, que se encuentra delante de lo que he supuesto que es el baño, enciende la luz y puedo observar que en su mano trae un pequeño vaso de plástico y en el otro una bolsa blanca.

    —Hola, mi nombre es Judith y soy la enfermera de guardia de esta planta. He venido a ver cómo estabas y, de paso, a traerte esta pastilla.

    Me acerca el vaso y dentro hay una pastilla pequeña circular. Deja la bolsa en el sillón que se encuentra a la izquierda de mi cama y me mira.

    —No puedes levantarte de la cama al menos hasta mañana. En esta bolsa se encuentra la ropa que traías —mientras lo va diciendo, me abre una pequeña botella de agua—. Toma, por favor, tómate la pastilla.

    Le hago caso y cojo el pequeño comprimido para, acto seguido, llevármelo a la boca, bebo agua y trago.

    —No sé qué me ha pasado ni en qué hospital estoy, ¿me lo puedes decir? Porque, sinceramente, no entiendo nada —mi tono de voz cada vez va disminuyendo.

    Siento miedo y angustia de no saber qué ha ocurrido, necesito enterarme de que mis amigos están bien.

    —Hemos intentado localizar a tus padres, pero no hemos podido. —Hace una pausa y se toca la frente—. Lo siento mucho, pero yo no sé nada, vuelvo a repetirte que solo soy la enfermera de guardia de esta planta. —Me mira con tristeza—. Creo que mañana vendrán a darte explicaciones, pero mientras, tienes que intentar descansar —al decirme eso, me percato de que no tengo ni idea de qué hora es.

    —¿Puedes decirme qué hora es?

    La observo girar su muñeca para observar el reloj que trae en esta. No entiendo cómo ha podido pasarme todo esto, ahora mis padres ni siquiera sabrán dónde estoy, ya que apenas se preocupan por mí, sobre todo mi madre. Se separaron y ella le pidió a mi padre que no me viese más, sin embargo, mi padre sí ha intentado llamarme más, sin embargo, al cumplir yo la mayoría de edad, mi madre empezó a viajar sin mí y a no integrarme tanto en su vida.

    —Son las cuatro de la mañana, necesitas descansar. En serio. —Hace una breve pausa para taparme y sigue hablando—: Sé que ahora es difícil y que tendrás miles de preguntas, pero no podrás pensar con claridad si no has descansado. Si necesitas lo que sea, solo tienes que apretar el botón de aquí —toca un botón rojo que hay en la pared al lado de la cama— y vendré.

    Asiento con la cabeza sabiendo que tiene razón. Me dedica una pequeña sonrisa y se aleja hacia la puerta, al salir de la habitación, la cierra.

    Sigo pensando en todo lo ocurrido y no puedo pegar ojo, lo único que necesito y quiero son respuestas, las cuales no sé cuándo me van a dar, pero también temo que no serán muy buenas porque nada bueno tiene que estar detrás de la situación en la que estoy.

    Sin darme cuenta, llegan las ocho de la mañana. Lo sé porque acaba de entrar Judith para ver cómo estaba y me ha dicho la hora que es, ahora sí puedo ver bien la habitación y lo que me rodea ya que está amaneciendo.

    —Te voy a ayudar a levantarte para que con cuidado vayas al baño, dentro de media hora pasará el doctor y te explicará qué te ha pasado y te examinará. —Me tiende ambas manos y poco a poco me incorporo en la cama, cierro los ojos rápidamente al notar un dolor generalizado—. Tranquila, sé que duele, pero no te puedo poner más morfina.

    —Dios, parece que me ha pasado un camión por encima —bromeo intentando mantener la calma, mientras ella mueve el soporte de suero—. Gracias.

    Me voy poniendo de pie a medida que se me va suavizando el dolor.

    —No te puedo dar nada de comer hasta que el doctor te examine, si tienes sed, mójate un poco los labios, pero no bebas. —Me abre la puerta del baño y entro—. Te dejo hacer lo que necesites, si te encuentras mal o no puedes llegar hasta la cama, avísame. —Sale del baño y yo me aproximo al espejo.

    No puedo creer que la persona que está reflejada en ese espejo soy yo. Observo mi pelo, el cual tengo enredado y sucio, debajo de mis ojos hay ojeras que muestran lo cansada que realmente me siento, la bata que tengo puesta deja a la vista los moretones que se encuentran en mis brazos, bajo la vista y miro en mis piernas, apenas se ven, pero, levantando un poco la bata, se hacen visibles las magulladuras y moretones.

    Una lágrima cae por mi mejilla, estoy realmente asustada, no encuentro explicación alguna al modo en que me siento. Llevo la mano derecha a mi mejilla y me seco la lágrima.

    Apago la luz del baño y con pasos lentos me dirijo hacia la cama, aunque me ha dolido a rabiar, no quiero depender de nadie para andar. Pasan minutos hasta que un hombre con bata y alto entra a la habitación. En su bata leo: «Doctor Mendel».

    —Buenos días, Blair, soy el doctor que te intervino ayer y he venido a hacerte una pequeña exploración —dice a medida que se acerca a mí—. Tranquila, no te va a doler, sobre todo son pruebas superficiales. —Saca una especie de linterna pequeña y la enciende justo delante de mis ojos, pone un dedo enfrente de mí—. Sigue mi dedo. —Lo mueve de un lado a otro y de arriba a abajo de forma lenta.

    Hago lo que me pide y la apaga.

    —Parece que estás bien. —Me toca con cuidado ambos brazos, me quejo en algunas zonas más que en otras y después hace que me tumbe en la camilla—. Ahora tengo que comprobar que tienes los puntos bien, quizás te duela un poco, pero intenta aguantar, por favor —al decir eso, me preparo para lo peor.

    —Necesito saber qué ha pasado, por favor, estoy asustada. —Intento aguantar el dolor que me produce cuando toca cerca de la herida que veo encima de mi abdomen, es grande y se ven los puntos que me han puesto.

    —Lo único que sé es cómo llegaste. Te trajo una ambulancia, fueron llamados por la policía cerca del lago de las afueras de la ciudad, llegaste con una bala metida en tu abdomen, con moretones e inconsciente. —Me baja la bata y se aleja un poco mientras apunta cosas en el portapapeles. Mientras habla, levanta la mirada—. No sé nada más, aparte de eso, tengo entendido que vendrá un agente de policía para hablar contigo a lo largo del día.

    —Sigo sin entender nada, me quiero ir a mi casa, estoy cansada. —Arrugo los ojos, necesito irme e intentar olvidarme de esto, aunque dudo que pueda.

    —Te entiendo, pero no puedo dejar que te vayas en tu estado y menos sabiendo que la policía vendrá a hablar contigo. Si verdaderamente quieres saber lo que pasó, espérate a ellos. Tienes que reposar, vendré en unas horas.

    Se despide y me deja de nuevo sola. Presiento que mi vida no volverá a ser la misma.

    Capítulo 2

    —Los policías te encontraron tirada en el suelo, la alarma fue dada media hora antes de que te encontraran. —Termina de hablar y levanta la vista.

    He intentado recordar, pero me es imposible.

    El jefe de la Policía me mira, apuntando en su libreta las cosas importantes que le voy diciendo, aunque a duras penas me acuerdo, es

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