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Breve historia de Satanás: De los Persas al Heavy Metal
Breve historia de Satanás: De los Persas al Heavy Metal
Breve historia de Satanás: De los Persas al Heavy Metal
Libro electrónico343 páginas5 horas

Breve historia de Satanás: De los Persas al Heavy Metal

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Sectas satánicas, cacería de brujas, íncubos, satanismo filosófico, aquelarres, profecías y exorcismos. Las leyendas y mitos de Satanás, Lucifer, Belzebú. Una apasionante historia cultural del príncipe de las tinieblas y su huella en el arte, literatura, música, movimientos ocultistas, crímenes y conspiraciones.

El diablo, el demonio, Satanás, Lucifer, Belzebú, Mefistófeles... Tiene muchos nombres, pero todos sabemos de quién se trata. Gabriel Andrade hace un recorrido por la historia cultural de este apasionante personaje, desde sus oscuros orígenes en las civilizaciones antiguas (Egipto, Israel, Persia, Grecia) hasta la reciente histeria colectiva en torno a los supuestos casos de abuso ritual satánico en EE. UU. durante la década de los ochenta del siglo XX, pasando por las tentaciones de Jesús en el desierto, las cacerías de brujas y El paraíso perdido de Milton, entre muchas otras manifestaciones culturales.

Este título de la colección Breve Historia tiene alusiones tanto a la cultura pop contemporánea, como a la cultura clásica (tradicionalmente, los biógrafos del diablo suelen reseñar el desarrollo de esta figura hasta el siglo XIX, sin tener presente los acontecimientos de la música rock, y las investigaciones policiales sobre supuestos crímenes satánicos). Ante un tema que tradicionalmente ha estado reservado a eruditos, Breve historia de Satanás es lectura indispensable para todo aquel lector, creyente o escéptico, que quiera introducirse de forma amena en la historia del príncipe de las tinieblas.
IdiomaEspañol
EditorialNowtilus
Fecha de lanzamiento13 oct 2014
ISBN9788499676432
Breve historia de Satanás: De los Persas al Heavy Metal

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    Breve historia de Satanás - Gabriel Andrade

    Los precursores

    en el mundo antiguo

    PRECURSORES MESOPOTÁMICOS

    El diablo es fundamentalmente una invención judía, que luego fue desarrollada por la civilización cristiana. Si bien el pueblo de Israel merece distinción por su singularidad en muchas ideas religiosas (entre ellas, por supuesto, el mismísimo Satanás), los judíos fueron apenas uno entre muchos pueblos que se alojaron en la cuenca del Mediterráneo. Y, en este sentido, muchas de las ideas religiosas aparentemente singulares desarrolladas por los judíos, cuentan con una notable influencia por parte de sus vecinos. Israel siempre mantuvo la preocupación casi obsesiva de rechazar lo extranjero y mantener su singularidad (en buena medida esta sutil xenofobia permitió que los judíos mantuvieran su identidad cultural después de tres mil años, a diferencia de los sumerios, acadios, babilonios, persas y otros pueblos circunvecinos), pero con todo, no pudo evitar la incorporación de ideas religiosas foráneas.

    Satanás es una de esas ideas foráneas. No existía entre los pueblos vecinos de Israel una figura que nítidamente podamos asimilar al diablo, pero sí hubo varios candidatos que ofrecieron algunas características que, eventualmente, se verían reflejadas en la concepción del diablo y, hasta el día de hoy, mantienen cierta vigencia en la representación popular de Satanás.

    La primera gran influencia religiosa a considerar procede de las distintas civilizaciones mesopotámicas. Los estudiosos de las mitologías en distintas culturas han recogido algunos temas que se repiten a lo largo y ancho de las narrativas procedentes de diversas regiones del mundo.

    Uno de esos temas es el combate entre un monstruo que representa el caos y un dios que representa el orden. Buena parte de los mitos persiguen un objetivo cosmogónico; a saber, pretenden explicar cuál fue el origen del mundo. Y, tradicionalmente, el modo de hacerlo consiste en señalar que el mundo fue creado como resultado de ese combate. El tema del combate entre el héroe y el monstruo tiene muchas versiones, pero probablemente la más antigua se remonte al documento que hoy llamamos el Enûma Elish.

    Este documento es un poema que consta de unas tabletas de arcilla, las cuales probablemente se remontan al siglo XVI antes de nuestra era, en los días de la civilización babilónica antigua, aunque probablemente este mito tenía una versión oral mucho más antigua. El Enûma Elish evoca las hazañas de varios dioses del panteón de los mesopotámicos, y el punto cumbre de su narrativa es la creación del mundo.

    Así pues, el poema en cuestión presenta a la figura de Tiamat. Esta es un típico monstruo caótico de aspecto repugnante. Resulta curioso que, por lo general, los monstruos de la mitología sean figuras masculinas, pero Tiamat es una figura femenina. Los babilonios imaginaban a Tiamat como un dragón, o una serpiente marina, y desde entonces, empezaría una continua asociación entre las serpientes y lo monstruoso, la cual, por supuesto, persiste hasta nuestros días en la asociación entre la serpiente y lo demoniaco.

    Tiamat también es la representación de las aguas marinas y se casó con Apsu, el dios de las aguas dulces. De esta unión nacieron dos dioses gemelos: Lahmu y Lahamu. A su vez, estos gemelos engendraron otros dioses, entre ellos, Anshar y Kishar, y estos engendraron a Anu y Ea. Cada uno de estos dioses representa elementos de la naturaleza y, según se narra, ocasionaron agitación. La pareja primordial, Tiamat y Apsu, quedaron molestos con el alboroto generado por los nuevos dioses, y bajo la exhortación de Mummu, la diosa de la niebla, planificaron destruir a sus descendientes.

    Ea se enteró de los planes de Tiamat y Apsu y, como respuesta, atacó a Apsu y lo mató. Tiamat, en furia, se propuso contraatacar. Así, Tiamat se casó con Kingu, y engendró a una nueva progenie de monstruos y dragones que le prestarían servicio en su campaña en contra de su otra prole. Un hijo de Ea, Marduk, se preparó para enfrentar a Tiamat. Finalmente, se dio el combate. Tiamat trató de tragarse a Marduk, pero este disparó una flecha al estómago de Tiamat y luego la ejecutó. Dividió el cuerpo de Tiamat en dos: con una mitad hizo los cielos, con la otra mitad la tierra. De las lágrimas de sus hijos surgieron los ríos Éufrates y Tigris. Marduk también ejecutó a Kingu, y de su sangre fueron creados los seres humanos.

    Tiamat es una de las primeras representaciones de lo monstruoso. Su aspecto es repugnante y personifica el caos. Es un claro antecedente de la figura de Satanás como representación del mal absoluto. Desde la perspectiva de quienes narran estos mitos, no hay nada rescatable en estos personajes y, eventualmente, son vencidos por un dios quien, gracias a su hazaña, logra crear el mundo a partir de los restos del monstruo primordial.

    Cuando, hacia el siglo VI antes de nuestra era, los judíos redactaron su versión sobre los inicios del mundo, obviamente tuvieron presente la tradición del Enûma Elish. Y, en efecto, los historiadores advierten varios elementos que permiten suponer una influencia babilónica en la narrativa del Génesis sobre la creación. En el Enûma Elish, pasan seis generaciones de dioses antes de que finalmente se proceda a la creación, en el Génesis, pasan seis días antes de completarse la creación.

    Pero, más allá de estas semejanzas, también los historiadores suelen hacer énfasis en una diferencia fundamental: en el relato del Génesis, el mundo no es creado mediante una acción violenta por parte de Dios, sino ex nihilo, de la nada. Así, en el Génesis no hay propiamente un monstruo primordial, como sí lo hay en el Enûma Elish. Y, en este aspecto, es mayor el aporte de los babilonios que de los propios judíos respecto a la configuración de Satanás como figura.

    A la par del Enûma Elish, los mesopotámicos nos dejaron otra pieza de literatura religiosa que ha tenido notable influencia en Occidente y que, hasta cierto punto, ha servido como antecedente para la figura de Satanás: La epopeya de Gilgamesh. Este poema es posiblemente la primera pieza de literatura escrita en la historia, y consta de una serie de tabletas de arcillas, probablemente compuestas hacia el siglo XX antes de nuestra era.

    La historia narra las hazañas de Gilgamesh, un legendario rey de la ciudad de Uruk. Gilgamesh cultiva una amistad con Enkidu, y juntos tienen algunas aventuras. La diosa Ishtar se enamora de Gilgamesh y le propone matrimonio, pero el héroe la rechaza. Enfurecida, Ishtar envía a Gugalanna, un toro del cielo, a castigar a la ciudad de Uruk. Gilgamesh y Enkidu logran matar al toro, pero como represalia, los dioses deciden castigar a Enkidu y este muere enfermo. A partir de entonces, Gilgamesh adquiere consciencia de su propia mortalidad, y emprende un viaje en busca de la inmortalidad. Luego de varias hazañas, casi la consigue pero, al final, falla en su misión.

    Se narra en el poema que Gilgamesh y Endiku se enfrentaron y mataron a Humbaba, un gigante guardián de un bosque tenebroso. Pues bien, este Humwawa tiene una notable presencia en el folclore mesopotámico, y en él residen algunas características que más tarde serán asimiladas a Satanás. Humwawa es quizás la figura más monstruosa concebida por los mesopotámicos, y su presencia espanta a quienes la contemplan. Como Satanás posteriormente, Humwawa es el guardián de un sitio tenebroso y respira fuego. Y, además, tiene cara de león (un animal que, siglos más tarde, será asociado a lo demoniaco) y atributos de otros animales. En efecto, siglos más tarde, Satanás sería habitualmente representado como un híbrido compuesto de partes de distintos animales.

    De hecho, como Humwawa, pululan en el folclore mesopotámico seres monstruosos que generan infortunios. Asag, por ejemplo, es tan horripilante que su mera presencia hace que los peces hiervan. Asimismo, Asag es el responsable de las fiebres en los hombres. Otro ser maligno es Lamashtu, un monstruo femenino que acosa a las mujeres parturientas y rapta a los niños mientras son amamantados. En ocasiones los mesopotámicos invocaban a Pazuzu para protegerse frente a Lamashtu, pero Pazuzu es también un ser maligno que trae sequías y hambrunas.

    1.1

    Lilit, un demonio femenino de origen mesopotámico, asociada a la serpiente. Collier, John. Lilith. The Atkinson Art Gallery, Reino Unido.

    Quizás la más importante de todas estas figuras mesopotámicas malignas sea Lilit, un monstruo femenino. Tal como la concibieron los mesopotámicos,Lilit está asociada a la serpiente y genera estragos a los hombres. Lilit es especialmente relevante en la genealogía del concepto de Satanás, pues algunos autores bíblicos la asimilaron e incluyeron referencia a ella en algunos pasajes de las escrituras judías. Y, más adelante, el folclore judío se extenderá aún más en leyendas sobre Lilit, asimilándola como la primera esposa de Adán.

    PRECURSORES CANANEOS

    Así como la religión de Israel estuvo bajo la sombra de las influencias mesopotámicas, también fue inevitable que recibiera cierta influencia religiosa de sus vecinos cananeos. La religión cananea era, como tantas otras en el Mediterráneo, politeísta. El panteón cananeo estaba conformado por distintos dioses, pero el principal de ellos era El. Este dios era padre de muchos otros dioses, entre ellos destacan Baal y Mot.

    La aparición del monoteísmo hizo que entre los mismos israelitas surgiera una furibunda oposición especialmente dirigida al culto de Baal. Y, esto es relevante en nuestra genealogía de Satanás. Pues los judíos inauguraron una tendencia que se ha repetido a lo largo de la expansión del monoteísmo por el mundo entero. Los dioses de las religiones que anteceden a la llegada del judaísmo, cristianismo e islam en muchos contextos, han sido frecuentemente satanizados. Y así, desde la perspectiva de los monoteístas, los dioses adorados por los politeístas en realidad son demonios.

    Pues bien, Baal es probablemente la deidad que más ha sido satanizada, hasta el punto de que varios demonios en la imaginación judía y cristiana recapitulan su nombre. Peter Binsfield, un demonólogo del siglo XVI, consideró a Baal uno de los siete príncipes del infierno. El demonio de la pereza en la demonología renacentista, Belfegor, tiene obvias resonancias etimológicas con el dios Baal. Belial, posiblemente un demonio mencionado por el apóstol Pablo en Segunda epístola a los Corintios, seguramente es, también, un remanente de la satanización de Baal, y, en siglos sucesivos, se convertiría en un demonio recurrente en la imaginación judía y cristiana. Quizás el más célebre de todos estos demonios inspirados en Baal sea Belzebú, el cual tiene mención en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, y ha excitado la imaginación de muchos demonólogos cristianos.

    Irónicamente, en su representación original cananea, hay poco en Baal que permita asociarlo a Satanás o los demonios. La palabra «Baal» eventualmente vino a convertirse en un título (‘señor’) que fue aplicado a varias divinidades. Mucho más afín a Satanás es Mot, otro de los hijos de Él. Mot es otro de los típicos dioses mediterráneos del inframundo y la muerte. Muchas fuentes lo describen como lúgubre, frío y sombrío. En una variante del mito de combate, Mot y Baal se enfrentan en una batalla. Mot mata a Baal, pero luego la hermana de Baal, Anat, jura vengarlo y mata a Mot. No obstante, tanto Baal como Mot resucitan y vuelven a luchar en un conflicto eterno.

    Hay también otro dios cananeo que pudo haber servido como inspiración a la figura de Satanás: Habayu. Este dios también está asociado al inframundo, y lleva cuernos. La identificación del Maligno con los cuernos es muy posterior, pero no debemos descartar una posible influencia cananea. Además, Habayu realiza un conjunto de acciones repugnantes que recuerdan al diablo: en rebeldía, sumerge a El en orina y excremento.

    Por último, vale mencionar un dios cananeo que, como Baal, ha sido recurrentemente satanizado por el judaísmo y el cristianismo, hasta el punto de ser considerado un demonio propiamente. Se trata del dios Moloch. Originalmente, Moloch era el dios del fuego, y lo mismo que Habuya, era un dios cornudo. Desde muy temprano, los israelitas sintieron animadversión hacia él, pues según el relato de I Reyes 11, Salomón le dedicó culto (en realidad, el texto en cuestión hace mención de Milcom, pero los historiadores están bastante seguros de que se trata de la misma divinidad).

    Moloch resultó especialmente repugnante a los israelitas porque, supuestamente, en su honor se hacían sacrificios de niños. Es de sospechar que varios israelitas participaron en estos rituales, pues en varios rincones de la Biblia hebrea, se lanzan advertencias en contra del culto a Moloch y el sacrificio de niños (Lv 18:21; 20:2-5; 2 Rey 23: 10; Jr 32: 35). Resultó inevitable, pues, que una vez que lo demoniaco se apoderara de la imaginación judía y cristiana en los siglos posteriores, Moloch, con sus repugnantes exigencias sacrificiales, fuese satanizado y considerado un demonio en sí mismo. Lo mismo que Baal y sus demonios afines (Belial, Belzebú, etc.), Moloch es uno de los demonios que toman el nombre de antiguas divinidades cananeas.

    Más aún, el nombre del lugar donde supuestamente se realizaban los sacrificios infantiles a Moloch, eventualmente vino a servir como nombre para referirse a un concepto afín al infierno en los inicios del cristianismo. Según la tradición, el valle de Hinnom era elsitio donde se realizaban estas prácticas abominables. Pues bien, en tiempos del Nuevo Testamento, «Gehena» era la palabra usada para referirse al lugar de eterno sufrimiento al cual estaban destinados los pecadores (un claro antecedente del infierno, según la concepción contemporánea). Y, Gehena es una variante de Guehinnom, el valle de Hinnom. Así pues, el concepto del «infierno», la morada del diablo, en parte se inspiró en el lugar donde se realizaban los sacrificios a Moloch.

    1.2

    Moloch era un dios cananeo en cuyo honor se ofrecían sacrificios humanos infantiles. Ilustración de Charles Foster

    Moloch y los sacrificios realizados en el valle de Hinnom pudieron servir como inspiración a la idea del diablo y el infierno, pero no había en la religión cananea algo que nítidamente podamos considerar un anticipo de la idea cristiana del infierno. De hecho, lo mismo que los mesopotámicos, pero a diferencia de los egipcios, los cananeos tenían un concepto de la ultratumba pobremente desarrollado. A lo sumo, concebían la existencia de un inframundo al cual iban a morar los muertos, pero no había algo remotamente parecido a un Juicio final, mediante el cual se abandonara a los pecadores a ser terriblemente castigados por los demonios.

    PRECURSORES EGIPCIOS

    Las ideas religiosas egipcias también ejercieron alguna influencia en la conformación de la figura de Satanás. En particular, el mito egipcio de Osiris ha tenido mucha influencia. Osiris es el dios del inframundo, quien recibe a los muertos para someterlos a un juicio, y manifiesta gran misericordia. La creencia generalizada era que las personas virtuosas se encontrarían con Osiris en la ultratumba.

    Si bien Osiris es el dios del inframundo y su mito ha podido tener alguna influencia sobre la formación de la idea de Satanás, la figura en la religión egipcia que realmente tiene más paralelismos con el diablo es Set, el cual desempeña un papel protagónico en el mito de Osiris. Según narra el mito, Osiris logró convertirse en el dios de la prosperidad, la fertilidad y la vida eterna, e Isis, su hermana y esposa, era la protectora de los muertos. Según parece, Set, hermano de Osiris, creció en envidia y se propuso un plan para matarlo. Su plan fue el siguiente: preparó un sarcófago y organizó una fiesta. Exhortó a los invitados a que se midieran en el sarcófago, pero ninguno cupo acordemente. Sólo Osiris cupo en el sarcófago; en realidad, Set lo había planificado todo desde un inicio, para asegurarse de que ese sarcófago correspondiera a Osiris. Cuando Osiris entró en el sarcófago, Set y sus colaboradores, lo encerraron y lanzaron el sarcófago al Nilo. El sarcófago vino a aparecer en la ciudad de Biblos y ahí se convirtió en un árbol. Isis rescató el cuerpo de Osiris y lo trajo de vuelta a Egipto, se sentó sobre el cadáver, y de esa unión necrofílica nació Horus. No obstante, Set encontró el cadáver, lo descuartizó en catorce pedazos, y dispersó sus partes por todo Egipto. Isis fue buscando cado uno de los pedazos del cuerpo de Osiris y construyó un santuario en cada una de esas localidades. Horus buscó vengar la muerte de su padre, y se propuso destruir a Set, y así protagonizaron muchas batallas.

    Más allá del contenido político del mito de Osiris, Horus y Set (Horus era el dios del reino del sur, Set era el dios del reino del norte, y su conflicto en buena medida representa el conflicto de los dos reinos de Egipto), en la mitología egipcia se repite el tema del enfrentamiento cósmico entre el héroe y la figura que representa el caos. Set es un firme candidato como inspiración de la figura de Satanás. El asesinato de su hermano viene motivado por la envidia y, como veremos en el capítulo 3, algunas versiones judías sobre la caída de Satanás hacen especial énfasis en la envidia que Satanás siente por Dios.

    Set es, de hecho, la representación de la destrucción, el caos y la muerte en la antigua religión egipcia. Según los mitos, en su conflicto con Horus, Set quedó relegado al desierto. Probablemente debido a la inclemencia de su clima, el desierto en las religiones mediterráneas no tardó en estar asociado a las figuras malignas, de manera tal que resultó casi natural que Set fuese asociado con el desierto. De hecho, como veremos, el encuentro de Jesús con Satanás, narrado en los evangelios, ocurre en el desierto. Y, la posterior tradición cristiana no tardó en postular que el desierto está poblado por demonios dispuestos a acechar a los ascetas, como en el caso de san Antonio.

    PRECURSORES GRIEGOS

    En la religión y la mitología griega hay también antecedentes de la figura de Satanás. Como en los otros pueblos mediterráneos, los griegos también concibieron mitos de combate, en los cuales una figura monstruosa es ejecutada. Hay muchos de estos monstruos en la mitología griega; basta mencionar algunos. La Esfinge, por ejemplo, tenía cabeza humana, cuerpo de león y alas; era un monstruo repugnante que se tragaba a quienes no lograban descifrar sus acertijos. El Minotauro tenía cabeza de toro y cuerpo humano, anualmente se comía a siete hombres y siete mujeres que los ciudadanos de Atenas debían enviar al laberinto donde este monstruo residía. Las gorgonas tenían alas de oro y su cabello compuesto de serpiente, lo cual hacía de ellas unos seres sumamente espantosos; la más horrorosa de ellas (y probablemente la más conocida) era Medusa. Las harpías, al menos en la interpretación tardía, eran pájaros con cabeza de mujer que aterrorizaban con su fealdad.

    1.3

    Pan, dios griego, de quien se tomaron muchos elementos pictóricos en la posterior representación de Satanás.

    Óleo de Francois Boucher. Colección privada

    Hay otros monstruos que no son propiamente híbridos, pero su carácter espantoso pudo haber servido de inspiración a la repugnancia por Satanás. Polifemo era un cíclope, un monstruo con un solo ojo, y se alimentaba de seres humanos. Hidra era un monstruo de siete cabezas con forma de serpiente que aterrorizaba a quienes navegaban el lago donde habitaba. El león de Nemea era otro monstruo que azotaba a aquellos con quienes se topaba.

    En casi todos estos casos, estos monstruos son vencidos por algún héroe de la mitología. En algunas versiones del mito, Edipo mata a la Esfinge. Teseo mata al Minotauro; Perseo mata a Medusa, Odiseo deja ciego a Polifemo; Heracles mata tanto a Hidra como al león de Nemea. Y así, la mitología griega recapitula el tema del combate que tanto se repite en las tradiciones del Mediterráneo. Si bien no hay en la mitología griega un combate cósmico entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, varios de estos mitos de combate sí sirven como antecesores de las posteriores imágenes cristianas sobre combates entre ángeles y demonios y, al final, entre Dios y el diablo.

    Pero, de todos los dioses griegos, Pan fue aquel que la imaginación cristiana asimiló para incorporar muchos elementos que hoy asociamos con Satanás. Pan es una deidad silvestre, dios de los pastores, la caza y la música rústica. Tiene rostro y torso humano, pero patas de chivo, cuernos y barba similar a la de ese animal. Tiene, además, una barbilla puntiaguda, de nuevo, similar al ganado caprino. Además, Pan toca una flauta y su sonido genera espanto: a su música se atribuye la huida temerosa de los titanes en su batalla contra los dioses del Olimpo. De ahí procede nuestra palabra «pánico». Los mitos en torno a Pan son muy variados y no hay una imagen absolutamente clara de él. Pero, tradicionalmente, se asume que es hijo de alguno de estos dioses: Hermes, Dionisio o Zeus; y su madre pudo ser Dríope, una ninfa o, incluso, Penélope, la esposa de Odiseo.

    Pan es quizás

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