Zombis del espacio... Y vampiros
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¿Una invasión extraterrestre? ¿Zombis? ¿Vampiros?
Aria es una chica normal de 19 años con problemas normales... hasta que los zombis aterrizan su OVNI en su patio trasero. Si Aria quiere sobrevivir, necesitará ayuda, y ¿quién mejor que una capitana pirata, un inventor steampunk, una asesina con bazuca y un inglés trastornado que insiste en que es el Doctor Who?
Atrapados en una guerra entre vampiros y Weeches zombis, Aria y su excéntrica tripulación defienden a la humanidad mientras luchan por su derecho a sobrevivir. Oye, si tienes que masacrar zombis y vampiros, ¿por qué no disfrutarlo?
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Zombis del espacio... Y vampiros - Angela B. Chrysler
CAPÍTULO UNO
Gotean las gotas de luz dorada en el negro de la noche.
Aria Danes, de diecinueve años, se asomó por encima de la línea garabateada en su cuaderno. La lluvia rodaba por la ventana de la casa móvil, y el naranja de la farola se reflejaba a través de las gotas que rayaban el vidrio. Aria suspiró y miró el reloj. Las dos. Su padre terminaría su turno pronto.
El restaurante siempre estaba muerto a esa hora de la noche.
Cuesta más mantener las luces encendidas y el personal allí de lo que nunca valió
, gruñía a menudo su padre. Mi padre presumió tener un restaurante abierto las veinticuatro horas durante cuarenta y ocho años, al igual que su padre antes que él. Y eso no iba a cambiar ahora
.
Su padre citaba las palabras de su empleador muy bien. Aria se reía y su padre deslizaba la gorra de béisbol sobre su cabeza canosa que empezaba a clarear y, dándole un abrazo a Aria, se alejaba a través del aparcamiento para ir a trabajar.
A Aria le encantaba la casa móvil. Era acogedora, ideal y práctica. Al ser solo ella y su padre y un juego constante de ruedas bajo sus pies, siempre estaban listos para marcharse… si alguna vez pudiesen ahorrar lo suficiente como para desaparecer. Su padre, Richard Danes, era un hombre corriente de cuarenta y tantos, con los pies en la tierra y trabajador. Había pasado los últimos diez años intercambiando mechones de cabello por la sabiduría que se necesitaba para criar a su pequeña familia, que siempre solamente era Aria. Su madre se había marchado hacía años y había muerto, todo antes de que Aria hubiese aprendido a extrañarla.
No se la echaba en falta ya que el señor Danes siempre estaba ahí para ser lo que fuese que Aria necesitase ese día. Su existencia era sencilla y, a los diecinueve años, todo lo que Aria quería hacer era salir de la diminuta ciudad y mudarse a lugares más grandes.
—Ve a la universidad —le gruñía el señor Danes con una sonrisa—. Sé mejor que yo.
Igualando su sonrisa, Aria siempre replicaba:
—Ya soy mejor que tú.
Antes de que pudiese discutir, Aria volvía a sus sueños a través de las canciones de su iPod.
Aria se enderezó hacia la ventana con el golpe repentino en el cristal. A través de las rayas negras y naranjas de la lluvia, su padre le sonría. Aria abrió la ventana.
—Llegaré más tarde de lo que pensaba —dijo el Sr. Danes—. El jefe quiere a todo el personal esta noche.
—¿Esta noche? —se quejó Aria.
—Dice que estará bastante tranquilo, más tarde. Es la mejor temporada.
Aria asintió abatida.
—¿Qué haces aún levantada de todas formas? —preguntó el señor danes.
Aria se encogió de hombros.
—No podía dormir.
—Bueno… —el señor Danes miró hacia el restaurante para ocultar su sonrisa—. Te pareces demasiado a tu padre.
Aria se inclinó por la ventana y besó la parte superior de su cabeza.
—Correcto.—dijo ella—. Buenas noches, papá.
La lluvia se estaba volviendo intensa de nuevo.
—No te vas a dormir, ¿verdad? —preguntó el señor danes.
—Nop —Aria le mostró su sonrisa favorita—. Me parezco demasiado a mi padre.
—Cabezota —dijo él, volviendo hacia el restaurante—. Te veré cuando haya