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Los enemigos: O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad
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Libro electrónico91 páginas1 hora

Los enemigos: O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad

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Información de este libro electrónico

Después de su Revancha, Kiko Amat reflexiona sobre los cimientos de la enemistad: el odio de clase, la desvalidez infantil... y la omnipresencia de la violencia.

Este libro es un manual para comprender la enemistad, la fijación con lo antipódico, las acciones por despecho y el odio (con ocasional elevación) que suele acompañarlas. También es una confesión de estupidez en primera persona, una clase práctica sobre la utilidad del rencor y la venganza (la tirria indeleble como eficaz motor vital y artístico), y un lamento persistente por todo lo enunciado. En él hallarán reflexiones sobre los enemigos equivocados, los enemigos usables, los enemigos naturales, los enemigos invisibles (enemigos con piel de amigo), los enemigos instantáneos y más. Examinando cada uno de ellos tal vez descubra el lector que la animosidad puede, y debe, ponerse a buen uso.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ene 2022
ISBN9788433943958
Autor

Kiko Amat

Kiko Amat (Sant Boi, 1971) es autor de siete novelas y tres obras de no ficción. En Anagrama ha publicado El día que me vaya no se lo diré a nadie (2003): «Relato intenso, airado y estilizado como un sencillo de los Small Faces» (Ramón Vendrell, El Periódico); Cosas que hacen BUM (2007): «Con un humor vigorizante, Kiko Amat evoca los intentos desesperados de un antihéroe para ser aceptado por el clan. Un autorretrato generacional lleno de burla y de nostalgia» (Ariane Singer, Le Monde); Rompepistas (2009): «Un Trainspotting (casi) sin drogas. Un guardián en la fábrica La Seda. Un Graham Swift sin Guinness (con Estrellas). Una novela excelente» (Carlos Zanón); Eres el mejor, Cienfuegos (2012): «Amat, por lo menos en literatura, es seguramente lo mejor» (Javier Calvo); Antes del huracán (2018): «Extraordinaria. Pertenece esta novela al tronco de la alta literatura» (Jordi Gracia, El País); Revancha (2021): «Dura, veloz, violenta, Revancha es una bala perfecta, el reverso literario de la hipocresía» (Lucía Lijtmaer); y el manual Los enemigos (2022): «Un libro que alterna humor, seriedad y mala leche para teorizar sobre la utilidad de ciertos “malos” sentimientos» (Carmen López, El Periódico de España). También es autor de dos libros de no ficción, Mil violines y Chap chap.

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    Los enemigos - Kiko Amat

    Índice

    Portada

    Prólogo

    1. Enemigos naturales

    2. Enemigos invisibles

    3. Enemigos erróneos

    4. Enemigos: manual del usuario

    5. Enemigos instantáneos

    6. Enemigos estériles

    7. Enemigos evaporados

    8. El chaval que no devolvió los puñetazos

    Agradecimientos

    Notas

    Créditos

    Para Eugènia, Boi y Lluc

    Los que quieren salvarse necesitan amigos auténticos o enemigos ardientes.

    PLUTARCO,

    Cómo sacar provecho de los enemigos

    Poder planificar una venganza artística sobre un enemigo, luego llevarla a cabo con suma perfección, y después irme a casa y meterme pacíficamente en la cama.

    IÓSIF STALIN,

    explicando su idea de día perfecto

    Used to be my homie, used to be my ace Now I wanna slap the taste out yo’ mouth.

    DR. DRE, «Dre Day»

    Prólogo

    Donde se comenta lo que está por venir, al modo tradicional, y se le da una bienvenida cordial al lector.

    La premisa fundamental de este pequeño libro es de una simplicidad pasmosa: tener enemigos puede resultar útil. Yo los tengo, vivo entre ellos desde que desarrollé el uso primigenio de mi conciencia, y no me ha ido mal del todo. Mi vida entera ha transcurrido, desde mi más tierna mocedad, con la percepción clara de que el mundo estaba polarizado en friend or foe, gente a quien amar y gente a quien odiar (con un océano de humanidad irrelevante, o simplemente desconocida, entre ambos continentes). Esta visión, esta (a menudo ingrata) Weltanschauung, era para mí certeza, no conjetura o abstracción: dichos enemigos tenían nombres y apellidos (aunque su enemistad estuviese definida por mi paranoia o traumas o neuras, más que por actos demostrables empíricamente y realizados, desde su lado, por ellos). Dicho de otro modo: existían, y no en la forma de demonios folclóricos abstractos, productos hiperbólicos de la paranoia y el pánico social.¹

    La certeza de que siempre existía un opuesto, un enemigo, contra el que enfrentarse o en quien reflejarse, ha marcado mi comportamiento y destino y relaciones sociales y la forma en que crecí, y por consiguiente también mi oficio y mi obra literaria. La mayoría de mis creaciones, también la mayoría de mis acciones en general, han estado sujetas a la contraposición con un antípoda. Mi blanco existe porque siempre he creído que al otro lado estaba el negro, y viceversa. Soy lo que soy porque no soy eso. Hago esto porque no es aquello: lo contrario de mi esencia.

    Este librito es, así, un intento de comprender la enemistad, la obsesión con lo antipódico, las acciones por despecho y el odio (con ocasional elevación) que acompaña a la mencionada posición vital. He dividido los capítulos en tipos de enemigos, con algún interludio para explorar mis lamentables prejuicios, patologías relacionadas con la revancha e incapacidad para el perdón. También he citado con abundancia de otros autores, no para hacerme el intelectual, particularmente, sino para que el lector comprenda que este lamentable estado de cosas existe desde que el cerebro del Homo sapiens empezó a desarrollarse (incluso diría que desde antes; el odio precede a la inteligencia, tal vez). Centenares de personas antes que este escritor se han preguntado, y han escrito, sobre el mismo tema. Los enemigos simplemente realiza el análisis en gravosa y gallarda primera persona, hoy, aquí.

    Sin más dilación, les invito a empezar el libro y les doy la bienvenida a este periplo por mi ira, mi odio y mi rencor, que quizá sean también los suyos.

    Haters: come right up.

    1. Enemigos

    naturales

    Donde se hablará de los enemigos instantáneos, los opuestos naturales y la esencia de lo antipódico; se analizará el caso de «Billy»; se citará a Friedrich Nietzsche, Serguéi Dovlátov, Poggio Bracciolini, la esposa del Yorkshire Ripper, Thomas Bernhard, el Billy Budd de Melville y el filme Los inmortales (Russell Mulcahy, 1986); se realizará un autoexamen concienzudo del acto de «irradiar desaprobación»; y (convenientemente oculto en una nota al pie) se aventurará el concepto de Flatulencia Antisolemne.

    ¿Cuál es la esencia del desagrado? ¿En qué punto nace la antipatía? ¿De dónde surge la tirria? ¿Por qué amamos a una gente y odiamos a otra (si ustedes son de los que no odian a nadie, de veras que no comprendo qué hacen leyendo esto), a menudo a primera vista, tras intercambiar dos o tres palabras con ellos?

    Empezaré sincerándome, pues a veces siento hacia recién conocidos un rechazo de tal magnitud que me resulta imposible no creer en algún tipo de reencarnación. Se trata de una animosidad soluble, un rebote que pasa a mi torrente sanguíneo de un modo casi instantáneo, sin lugar para el análisis o la reflexión previa, y que (me digo) tiene que venir del pasado, de otra vida, de otros caparazones que habité.

    Mi odio, ahora me doy cuenta, me está convirtiendo en hippy. Soy incapaz de imaginar un escenario peor.

    De todos modos, con o sin hippismo, la conjetura resulta tentadora. ¿Y si, quizás, en lugar de dos sujetos que simplemente se cayeron pésimo el uno al otro en una cena (escenario pedestre), fuimos uno hugonote y el otro agente de Luis XIV en una vida anterior (escenario épico)? Nuestra disputa de finales del siglo XVII se habría perpetuado a través de diversas reencarnaciones hasta renacer en esa velada, en forma ya no de persecución religiosa ni genocidio intercristiano, sino de franca brusquedad recíproca a la hora del café y los petits fours.

    El escritor Herman Melville, profundo conocedor de la condición humana, se planteaba algo similar en su relato Billy Budd, marinero:

    ¿Qué participa más de lo misterioso que una antipatía espontánea y profunda como la que sale a relucir en ciertos mortales excepcionales ante el mero aspecto de otro mortal, por inofensivo que este sea, provocada acaso por esa misma inofensividad?

    Dejaremos lo de la inofensividad del «otro mortal» como mera hipótesis. Este no es el libro para empezar a exculpar a nuestros adversarios de buenas a primeras, o yo me quedaría sin desarrollo del tema y ustedes sin diversión lectora. Quedémonos con lo misterioso de una antipatía profunda ante el mero aspecto de alguien.

    Para diseccionar ese escenario, lo mejor será partir de un ejemplo real.² Lo llamaremos «Billy».

    Billy, a quien acaban de presentarme en una cena, es un treintañero barcelonés, votante de Podemos con simpatías PSC, impulsor de este y aquel acto vecinal solidario y antipolutivo, de la compra en cooperativas de comercio justo, el tipo de persona que considera casi delictivo no apuntarse al minuto de silencio por la ablación genital somalí. Jamás he puesto los pies en casa de Billy, pero no dudo que en su

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