La sociedad en el siglo XX venezolano
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Con este volumen, el lector se adentrará en esa trama del cambio que vivió la sociedad venezolana durante la pasada centuria, se percatará de su magnitud y profundidad y conocerá los conflictos, las tensiones que siguen vigentes en nuestros días y son parte de los desafíos del país en este siglo XXI. Como señala Inés Quintero, "La sociedad en el siglo XX venezolano" se pensó como un aporte más allá del registro memorioso: se ofrece como una contribución para la discusión abierta que nos permita "ir construyendo las propuestas y respuestas que exige este convulso presente y mirar hacia un futuro promisorio para los venezolanos del porvenir".
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La sociedad en el siglo XX venezolano - Inés Quintero
El Siglo XX Venezolano es un ambicioso proyecto cultural que hace una revisión transdisciplinaria de la centuria pasada en nuestro país. Es un gran examen panorámico que pretende abarcar todos los ámbitos de la vida, con énfasis en aquellos que construyeron la sociedad que conocemos y trazaron su particularidad, desde el año 1900 hasta el 2000.
Esta investigación se ocupa de todas las manifestaciones de la vida venezolana durante la época, con especial interés, de las áreas fundamentales: la política, la sociedad, el urbanismo, la arquitectura, las comunicaciones, las ciencias físicas y naturales, la literatura, el pensamiento, las artes plásticas, la actividad musical, los deportes, las diversiones y la vida cotidiana.
El proyecto de investigación dedicado al Siglo XX Venezolano está bajo la coordinación general de Elías Pino Iturrieta, quien es presidente ejecutivo de la Fundación para la Cultura Urbana, historiador, profesor, investigador e Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia.
Para la concreción de este proyecto, Pino Iturrieta ha convocado a diversos especialistas a participar. Cada volumen cuenta con un coordinador experto en el área de trabajo y seis investigadores que producen sus respectivos capítulos, en un esfuerzo colectivo y de diversas miradas.
El Siglo XX Venezolano es un aporte esencial al archivo y la memoria del país, una herramienta para los investigadores y una contribución a la necesaria formación ciudadana.
Presidente vitalicio: Rafael Cadenas
Presidente ejecutivo: Elías Pino Iturrieta
Junta directiva
Herman Sifontes Tovar
Gabriel Osío Zamora
Miguel Osío Zamora
Ernesto Rangel Aguilera
Juan Carlos Carvallo Aguilera
Jesús Quintero Yamín
Twitter: @culturaurbana
Instagram: @culturaurbanaoficial_
Facebook: Fundación para la Cultura Urbana
Coordinador general: Elías Pino Iturrieta
La sociedad en el siglo XX venezolano
© 2021 Fundación para la Cultura Urbana
ISBN: 978-84-124204-2-5
Producción editorial: Diajanida Hernández
Diseño y concepto gráfico: Lucas García
Corrección de textos: Teresa Casique
Fotografías: Archivo Fotografía Urbana
Imagen de portada: Comedor del Instituto Nacional de Nutrición, Caracas, circa 1955.
Luis T. Laffer © Archivo Fotografía Urbana
Primera edición: Caracas, septiembre 2021
02. La sociedad
en el siglo XX venezolano
Inés Quintero (Coordinadora)
Rogelio Altez
Brenda Yépez Martínez
Gloria Marrero
Catalina Banko
Inés Quintero
Gustavo Vaamonde
Roberto Briceño-León
Contenido
Introducción
La desruralización
Rogelio Altez
El siglo XX en Venezuela:
una revolución demográfica
Brenda Yépez Martínez/Gloria Marrero
Asociaciones corporativas,
participación comunitaria y derechos ciudadanos
Catalina Banko
Inserción de las mujeres en la sociedad
Inés Quintero
Del sistema restrictivo a la educación de masas
Gustavo Vaamonde
Un siglo de inclusión social
Roberto Briceño-León
Bibliografía general
Introducción
I
El siglo XX venezolano ha sido ampliamente analizado desde diferentes perspectivas y con los más variados resultados. Existe un abundante repertorio bibliográfico que aborda distintos problemas entre los que cabe mencionar la evolución política, el desenvolvimiento de la economía, la dinámica de las relaciones sociales y el desarrollo de la vida cultural, por mencionar algunos de los aspectos más gruesos entre los cuales se suele dividir la realidad, con fines metodológicos, para facilitar su estudio. A ello habría que añadir los muy numerosos exámenes que se han realizado sobre temas puntuales enmarcados en cada uno de esos ámbitos analíticos más extensos: el surgimiento y consolidación de los partidos, la centralización política, la formación del Estado; la explotación del petróleo y la evolución de los distintos sectores de la economía: la industria, el comercio, la banca; la aparición de la clase obrera, el movimiento sindical, los organismos patronales, la organización y movilización de la sociedad; el progreso del sistema educativo, de las instituciones culturales, de las artes plásticas, de la creación literaria, entre muchos otros.
De esta inmensa gama de reflexiones sobre el siglo XX forman parte también valiosos esfuerzos colectivos que han tenido como propósito reunir en uno o varios tomos un conjunto de ensayos que recogen importantes aportes para la comprensión del proceso histórico venezolano. En 1976, por iniciativa de la Fundación Eugenio Mendoza, se publicó el libro Venezuela moderna (1926-1976), en el cual se realiza un recorrido por la vida política del país, las relaciones internacionales, la economía y la cultura de la mano de cuatro reconocidos intelectuales venezolanos: el historiador Ramón J. Velásquez, el político y diplomático Arístides Calvani, el economista Carlos Rafael Silva y el escritor Juan Liscano¹.
No concluyó allí el interés de la Fundación Eugenio Mendoza por atender el estudio de nuestra historia y, en 1989, editó una nueva obra, esta vez con el título de Venezuela contemporánea (1974-1989). Se trató de un proyecto más ambicioso en cuanto a la selección de los temas y más compacto en relación con el período. Además de la política, la economía, las relaciones internacionales y la cultura, en sus páginas se abordan ámbitos como la geografía humana, la evolución institucional del Estado, la educación, la ciencia y tecnología y la creación literaria. En ambos volúmenes se ofrece una interpretación de dos períodos históricos que abarcan buena parte del siglo XX. La finalidad compartida fue «presentar los cambios operados en el país, desde una visión objetiva», tal como se puntualiza en la introducción que acompaña el segundo volumen².
En 1996, se efectuó un ciclo de conferencias con el propósito de reflexionar sobre el siglo XX venezolano. La idea fue promovida y coordinada por el doctor Ramón J. Velásquez, con el apoyo de la Fundación Francisco Herrera Luque; el contenido de cada una de estas exposiciones lo publicó el sello editorial Grijalbo con el título Balance del siglo XX venezolano: ensayos. Su lectura da cuenta de las posiciones encontradas, la diversidad de miradas y las consideraciones críticas sobre estos años de nuestra historia expuestas por cada uno de los conferencistas, como una expresión de la amplitud y pluralidad de la convocatoria³.
Otro esfuerzo de especial significación para el conocimiento y entendimiento de la complejidad y profundidad de las transformaciones ocurridas en la vida de los venezolanos durante el siglo XX, fue el proyecto adelantado por la Fundación Empresas Polar, bajo la dirección del doctor Asdrúbal Baptista: Venezuela siglo XX. Visiones y testimonios. Es una ambiciosa obra que, en tres tomos, reúne 58 ensayos elaborados por 60 autores sobre «las más diversas facetas de la vida del país», presentada justo al concluir el siglo XX.
El título recoge las diferentes perspectivas que se encuentran presentes en el desarrollo de la obra, en la cual se combinan reflexiones testimoniales, entrevistas y ensayos analíticos, a partir de los cuales se examina una enorme amplitud de temas y problemas que dan cuenta del proceso histórico venezolano referido a la centuria en cuestión. La ejecución de este proyecto así como la selección de los aspectos atendidos fueron el resultado de un sostenido diálogo entre un grupo de creadores y de expertos en distintas disciplinas. El propósito de ese intercambio fue lograr una revisión de conjunto que, desde diferentes áreas del conocimiento, permitiera «dejar una presencia del país y de su siglo XX, para las generaciones que han de venir»⁴.
Este inmenso inventario de resultados, por su cantidad, por su amplitud temática y por sus muy disímiles orientaciones y tendencias analíticas, no facilita la realización de un balance que permita sintetizar y dar cuenta de sus alcances y contenidos, más allá de insistir en su valiosa diversidad. No obstante, puede resultar pertinente adelantar algunas consideraciones que hagan posible problematizar el examen del siglo XX, por lo menos con la finalidad de que puedan servir de referente para los objetivos que persigue la presente entrega sobre la sociedad venezolana de esa centuria.
Un primer problema de carácter metodológico que resulta conveniente considerar se refiere al espacio temporal del estudio: el siglo XX. Los procesos históricos no tienen una fecha de comienzo y tampoco una de cierre, su propia condición de procesos impide que puedan ser encasillados en un lapso de tiempo cerrado o acotado entre días específicos. La centuria en revisión constituye, por tanto, un marco temporal en el que tienen lugar diversos y complejos movimientos que inciden en la transformación de la sociedad venezolana, y que en su evolución y desarrollo obedecen a sus particulares dinámicas y no están circunscritos a los límites cronológicos correspondientes al lapso 1901-2000.
Todo ello pese a que, en el caso particular del siglo XX venezolano, ha estado presente un debate sobre su delimitación temporal que ha tenido importantes implicaciones en la estimación y aprehensión de este período histórico más allá de su marco cronológico. Nos referimos a la afirmación del escritor venezolano Mariano Picón-Salas según la cual esta centuria venezolana comenzó en 1936, luego de la muerte del general Juan Vicente Gómez. La prolongación del siglo XIX hasta la tercera década del XX está directamente asociada a una valoración de la Venezuela decimonónica como una etapa de nuestra historia carente de realizaciones, signada por la pobreza, las pugnas caudillistas, las insuficiencias materiales, el escaso desarrollo de las ideas, entre otras falencias; condiciones que continúan sin mayores variaciones durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez, un régimen que por su corte autoritario y por la orientación que mantuvo en la conducción de los asuntos públicos, obstaculizó el ingreso de Venezuela en el nuevo siglo⁵. La afirmación de Picón-Salas, aun cuando pudiera encerrar una intención metafórica, se funda en un criterio esencialmente político: la condena al régimen gomecista, lo que se corresponde con el ambiente de deslindes y confrontación que se vivió en Venezuela luego del fallecimiento del dictador.
No le falta razón a Picón-Salas respecto a muchas de las carencias que pueden advertirse en estas primeras tres décadas, especialmente en los campos de la salud y de la educación, lo cual no contribuyó al mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de los venezolanos ni favoreció un incremento significativo de la población, y que son problemas que no se pueden explicar exclusivamente por la presencia de Gómez en el poder. También habría que señalar que durante estos años, como ha sido destacado por distintos autores, se adelanta un proceso de centralización política y administrativa que sienta las bases del Estado; además, se produce un primer intento de integración territorial mediante la construcción de una red de carreteras y se funda el Ejército Nacional como instancia de control político. Se trata de tres aspectos, entre muchos otros, que son parte esencial de la conformación del esquema de poder que caracteriza al siglo XX venezolano.
Pero no ha sido este el único referente cronológico que se ha ofrecido como objeto de discusión en la historia de estos 100 años; está también, por ejemplo, la polémica sobre la fecha que marca el inicio de la democracia. Por lo general, las periodizaciones más difundidas y las que reproducen los manuales de enseñanza indican como referente el 23 de enero de 1958, con la finalización de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y el inicio del sistema de la democracia representativa.
No obstante, el historiador Manuel Caballero en numerosos ensayos insistió en que el comienzo de la democracia había que remontarlo al 14 de febrero de 1936, por las implicaciones que tuvo la movilización espontánea, pacífica y democrática en esa fecha, como expresión de la pérdida del miedo y de la voluntad política de los venezolanos de imponer su determinación de vivir en democracia. Aclara el autor que no se trata simplemente de un día o de un suceso, sino de «un proceso que tiene por lo menos sesenta años y arranca el 14 de febrero de 1936. Lo cual podríamos definir de esta manera: son sesenta años de lucha entre la sociedad y el Estado o entre la democracia y la autoridad, la primera por implantar la democracia, el último por no dejar reducir el ámbito de su poder»⁶. Desde esta perspectiva, se busca fijar un referente simbólico que dé cuenta del proceso ininterrumpido de construcción de la democracia llevado adelante por la sociedad venezolana durante el resto del siglo.
Una discusión similar ha tenido lugar en relación con la aparición y desarrollo de los partidos políticos modernos. Si bien existe un relativo consenso en destacar los sucesos de la Semana del Estudiante, en febrero de 1928, como los momentos en los que se plasma una nueva forma de oposición al régimen gomecista, por su carácter colectivo, su condición urbana y su significación en la posterior configuración de los partidos, hay posiciones encontradas en relación con los criterios que permiten establecer su relevancia en la definición y conducción del rumbo político del país. Se ha discutido igualmente si deben tomarse como punto de partida los días en que se fundaron las primeras organizaciones en el exilio y, de manera clandestina, en Venezuela, en tiempos del gomecismo, o las que se crearon en el contexto de los sucesos de 1936, o más bien la fecha en la que acceden al poder, en 1945, o si el hito cronológico que define su comienzo debe ser 1958, con el establecimiento perdurable del sistema político de partidos⁷.
También la fijación de una fecha que defina a partir de qué momento debe ser interpretada la explotación del petróleo como un factor decisivo en la historia del siglo XX ha sido objeto de controversia. Aquí las consideraciones son asimismo diversas: si habría que tomar en cuenta la instalación del primer campamento petrolero de importancia en 1914, o el primer envío de barriles al exterior en 1917, o el reventón del pozo «Barroso II» en 1922 que dejó en evidencia la inmensa riqueza que se encontraba en el subsuelo de estos territorios, o 1926 por haber sido el año en el que los ingresos por la explotación del crudo superaron los de las exportaciones de café y cacao, y aun 1928, cuando Venezuela se convierte en el primer país exportador de petróleo del mundo.
Podríamos seguir incorporando más discusiones de corte similar sobre distintos referentes cronológicos en relación con otros aspectos de nuestra historia, los cuales, más allá del inconducente propósito de ser señalados como el comienzo de determinados procesos, no son más que hechos o sucesos cuya interpretación, significación y relevancia están sujetas a los resultados y propósitos del análisis histórico.
Tampoco ha favorecido un entendimiento cabal del siglo XX la tendencia, bastante generalizada, de privilegiar la narración y descripción de los sucesos políticos de manera cronológica, y organizados por períodos presidenciales; una práctica que, por lo demás, es la más extendida en los programas de enseñanza, en los manuales escolares y en las más difundidas obras de divulgación. Esta orientación, además de que no incorpora ni se basa en la noción de proceso, tiene como principal objeto de estudio la gestión pública de los diferentes gobiernos y, en consecuencia, deja al margen del relato el examen de numerosos aspectos que no se encuentran atados a las rutinas gubernamentales ni a las agendas políticas de los poderes públicos. Del mismo modo que los procesos históricos no están sujetos a los límites que imponen los días y las horas, tampoco la comprensión de sus dinámicas, evolución o contradicciones se encuentra determinada por los plazos temporales de los mandatos de turno, más allá de que las políticas públicas puedan incluirse como una variable más del análisis histórico.
No está de más insistir en que ha habido una importante producción referida al proceso político venezolano del siglo XX que no se enmarca ni forma parte de esta generalizada tendencia que hemos descrito en el párrafo anterior. Muestra de ello puede apreciarse en la amplia bibliografía que existe con perspectivas diversas y amplias y también en el volumen de esta misma colección referido a la política en esa centuria.
Otro ámbito que demanda discusión y atención, por el decisivo peso que ha tenido en la interpretación del siglo XX venezolano, se refiere a las valoraciones que han prevalecido en torno al petróleo. Una de ellas lo sataniza como una maldición que lejos de contribuir al desarrollo armónico, acentuó y perpetuó la condición monoproductora y la dependencia económica del país: de allí que seguimos siendo monoproductores y dependientes por culpa del crudo. Un buen ejemplo queda resumido en dos elocuentes títulos de Juan Pablo Pérez Alfonzo, Petróleo y dependencia y Hundiéndonos en el excremento del diablo. La tendencia de la apreciación no se reduce a este único autor ni a estos dos libros⁸.
Unida a esta lectura ha estado igualmente presente una práctica discursiva con una alta carga ideológica que ha restringido la conducción y el desarrollo de la actividad petrolera a las maniobras y designios del imperialismo, lo cual quedaría constatado en las acciones adelantadas por las empresas y el gobierno de los Estados Unidos para satisfacer sus intereses, en alianza con las «clases dominantes» y en desmedro de la gran mayoría del pueblo venezolano. Una consecuencia de esta manera de asumir la realidad que, por lo demás, no se limita al caso del petróleo sino que también está en estrecha conexión con la llamada «teoría de la dependencia», ha sujetado la comprensión de los procesos históricos a factores externos, los cuales son explicados como los aspectos decisivos que dan cuenta del origen y las causas del atraso, las injusticias y los males que afectan a nuestra sociedad⁹.
También habría que enunciar la insistencia en señalar a la actividad petrolera como la variable fundamental que sirve de sustento a la explicación de los cambios ocurridos en los más diversos ámbitos de la sociedad, lo cual ha contribuido a generalizaciones y simplificaciones poco esclarecedoras sobre la complejidad y diversidad de problemas que están presentes y demandan su atención en el análisis y entendimiento del siglo XX. Uno de los ejemplos más comunes de esta orientación ha sido explicar el declive de la economía agroexportadora como resultado del surgimiento y desarrollo de la explotación petrolera; se establece así una relación causa-efecto que no se detiene en el análisis de los múltiples factores que intervinieron en el debilitamiento de la economía agroexportadora y termina «responsabilizando» al crudo de la quiebra de la agricultura. Es una perspectiva que ha favorecido la petrolización interpretativa del siglo XX. No se trata, naturalmente de desestimar la significación histórica de la actividad petrolera en la vida de los venezolanos, sino de advertir el problema que representa cualquier análisis determinista y monocausal de la realidad en la comprensión de los procesos históricos.
Estos y muchos otros problemas referidos al estudio del siglo XX forman parte de una discusión que demanda permanente atención. No hay punto final ni capítulos cerrados: las interpretaciones sobre nuestra realidad son un campo de estudio que se mantiene inevitable y necesariamente abierto para su revisión y análisis, a fin de que pueda ser interrogado a partir de las necesidades, exigencias y circunstancias cambiantes de nuestro tiempo.
II
Como parte del sostenido interés por fomentar y contribuir con el debate y a la reflexión sobre el pasado y el presente de los venezolanos, la Fundación para la Cultura Urbana, bajo la dirección del historiador Elías Pino Iturrieta, se ha propuesto llevar adelante este ambicioso proyecto que invita a discutir, revisar y repensar el siglo XX en Venezuela. El objetivo central de la propuesta, tal como lo señaló su director en una entrevista en el portal electrónico Prodavinci¹⁰, es presentar un examen panorámico de la centuria que abarque todos los ámbitos de la vida de los venezolanos y contribuya a realizar una «radiografía de nosotros mismos», esto es, un ejercicio de investigación que tenga muy presentes las exigencias metodológicas que demandan una mirada transversal y multidisciplinaria de la realidad nacional y que cuente con el auxilio de las herramientas y recursos de otras disciplinas sociales.
Entre los objetivos de este proyecto están analizar las peculiaridades del siglo XX, indicar en qué consisten estas y cómo se explican las diferencias y contrastes que se advierten en relación con la centuria anterior, pero también enunciar las permanencias y continuidades. Insiste Pino Iturrieta en que se trata de hacer una lectura desde la realidad venezolana actual, que permita también reflexionar sobre cómo llegamos hasta aquí, «qué responsabilidad tiene la vida del siglo XX en este agujero que estamos cavando en el siglo XXI». Importa especialmente, tener presente que «ese pasado próximo no es un pasado del todo, existe, ese pasado no pasó, nos relacionamos con el siglo XX, somos un solo transcurrir, estamos amalgamados». Son estos algunos de los retos metodológicos sobre los cuales tenemos planteado este esfuerzo de investigación colectiva.
No es casual, por tanto que una propuesta como esta surja en un contexto como el que se vive actualmente en Venezuela, no solo por la aguda crisis en la cual se encuentra la sociedad venezolana, sino también por la orientación que ha privado en la elaboración y difusión de un discurso sobre nuestro pasado cuya finalidad fundamental ha sido servir de soporte y justificación al proyecto político del socialismo del siglo XXI.
Sus contenidos formaron parte sustantiva del discurso de Hugo Chávez Frías desde los inicios de su campaña electoral y durante los años en los que ocupó la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, nuevo nombre con que fue bautizado el país, precisamente para establecer una ruptura histórica con el pasado, una demostración más que elocuente del uso de la historia con fines claramente políticos¹¹.
En el año 2007 se creó el Centro Nacional de la Historia cuyo decreto de fundación establece claramente el objetivo de la institución como ente rector «de las políticas tendentes al desarrollo de las acciones y actividades del Estado Venezolano, orientadas a la investigación, conservación, preservación y difusión de la historia nacional y de la memoria colectiva del pueblo venezolano»¹².
Desde entonces el Centro Nacional de la Historia ha cumplido sin interrupciones la tarea para la cual fue establecido. A través de los más diversos medios y con los recursos presupuestarios para ello, se ha encargado de producir un relato sobre la historia venezolana que sirva de guía y norte para la explicación no solo del pasado sino también para la justificación del presente revolucionario. En este cometido se ha colocado particular énfasis en denostar y descalificar al siglo XX y, especialmente, las cuatro décadas de la democracia representativa como un período carente de logros y realizaciones, estableciendo una comparación maniquea entre los vicios del pasado y las bondades y logros de la revolución bolivariana. Esta lectura se reprodujo masivamente en los manuales de enseñanza de la Colección Bicentenario: solamente entre 2011 y 2013 se repartieron gratuitamente 42.000.000 de libros entre 6.000.000 de niños en todo el país¹³.
El problema no radica exclusivamente en el contenido propagandístico, ideológico y parcial del discurso sino en su uniformidad, en su impermeabilidad a la crítica y en su reproducción sin fisuras, lo cual se corresponde con una orientación de corte totalitario, tal como lo expresa el historiador Manuel Caballero en el artículo «La falsificación de la historia, arma totalitaria»:
…lo característico del totalitarismo proviene de la voluntad de imponer una ideología oficial, única y obligatoria al conjunto de la sociedad. No para explicar la historia a la luz de una concepción particular, sino para hacerla entrar a la fuerza en un esquema inamovible y dogmático¹⁴.
La revisión del siglo XX, tal como se lo ha propuesto la Fundación para la Cultura Urbana, de la mano del historiador Elías Pino Iturrieta, está guiada por una