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Isla De Margarita: Nuestra Herencia Gómez - Ortega
Isla De Margarita: Nuestra Herencia Gómez - Ortega
Isla De Margarita: Nuestra Herencia Gómez - Ortega
Libro electrónico277 páginas2 horas

Isla De Margarita: Nuestra Herencia Gómez - Ortega

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Información de este libro electrónico

En el siglo XV, cuando los europeos pisaron tierra venezolana, se prendaron de sus islas, sobre todo de Paraguachoa (Isla Margarita), situada al noreste de Venezuela en el Mar Caribe. Mi padre, Aníbal Gómez Ortega, relataba que sus antepasados eran canarios y que arribaron a Margarita en un buque, cuyo mástil sirvió de base a la Quinta Santa Rita en el Valle del Espíritu Santo. Este mito primordial de nuestra familia, se ancló en mi mente, como la nave de nuestros ancestros en tierra firme margariteña, forjando un trecho del presente hacia el pasado. Aquí se presenta la breve, pero brillante historia de hombres y mujeres de las familias Gómez y Ortega a través de nueve generaciones.

DE LOS AUTORES
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento18 jun 2020
ISBN9781796095289
Isla De Margarita: Nuestra Herencia Gómez - Ortega
Autor

Grisel Gómez-Cano

La doctora Grisel Gómez-Cano reside en Onalaska, Texas. Antropóloga, educadora y escritora, por los últimos diez años, su pasión ha sido colectar testimonios orales para reconstruir el pasado de grupos minoritarios hispanos en Texas, y ahora, en éste, su séptimo libro, el de sus familiares. Casada con Lorenzo Cano, su mayor orgullo son sus cuatro hijos y ocho nietos. Eduardo A. Navarro Rodríguez nació en Coro, Estado Falcón, Venezuela. Desde muy joven estuvo aficionado a la tecnología, lo que lo impulsó a obtener una licenciatura en Ingeniería de Computadoras de la Universidad de Puerto Rico. Su afición por la genealogía la heredó de su padre, Luis Aníbal Navarro Gómez. Vive en Seattle, Washington, con sus dos hijos Eduardo Andrés y Andrea Isabel Navarro Sánchez. Este es su primer libro.

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    Isla De Margarita - Grisel Gómez-Cano

    Copyright © 2020 por Grisel Gómez-Cano y

    Eduardo A. Navarro Rodríguez. 806441

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de

    este libro puede ser reproducida o transmitida de

    cualquier forma o por cualquier medio, electrónico

    o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por

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    sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son

    exclusivas del autor y no reflejan necesariamente

    las opiniones del editor. La editorial se exime de

    cualquier responsabilidad derivadas de los mismos.

    Portada: Eduardo A. Navarro Rodríguez

    Editora: Ana Josefina Navarro Rodríguez

    Xlibris

    844-714-8691

    www.Xlibris.com

    Fecha de revisión: 09/02/2020

    A las nuevas generaciones

    01.jpg

    Figura I.1: Bandera de Nueva Esparta (amarillo representa el sol y sus riquezas; verde, la vegetación; azul: el

    Mar Caribe; blanco, la pureza; y las tres estrellas, las tres islas: Margarita, Coche y Cubagua

    Detective en el tiempo

    Años antes de despedirse de este mundo, mi padre, Luis Aníbal Navarro Gómez, o Fay, como lo apodaban sus hijos, estaba fascinado con reconstruir la genealogía de la familia. Anhelaba inculcarme su orgullo por nuestra descendencia y el amor que sentía por su patria Venezuela. Describía la Isla de Margarita, su tierra natal, como un paraíso abundante en pescado fresco, con el sol siempre presente, entibiando las aguas del Mar Caribe.

    Cerca del 2008, forjamos juntos nuestro primer árbol genealógico, sin sospechar que otros familiares, casualmente, emprendían la misma labor. Comenzó como un entretenimiento, pero pronto evolucionó en algo más serio, y pasábamos horas buscando fotos e información digitalizada en Internet. Al mismo tiempo, mi padre quiso reconectarse con sus familiares en Margarita, lo que lo impulsó a comprarse una humilde casa en la Isla – la cual, cariñosamente, llamaba la choza. Se emocionaba cuando hablaba de sus planes de pasar sus últimos días en su tierra natal. Esta empresa nos unió más como padre e hijo, y ahora, después de su fallecimiento, para continuar sus esfuerzos, se ha convertido en un proyecto de mi vida. Parte de mí se mantiene conectado a su memoria a través de este trabajo. Me lo imagino enaltecido, contando con orgullo a sus amigos, cuán lejos ha llegado el fruto de la semilla que sembró.

    Insisto que esta colaboración ha sido inspirada por obra divina, y no por pura casualidad. Todos los descendientes Gómez y Ortega, con los que he hablado, se desbordan de cuentos sobre sus vivencias y muestran sus triunfos como medallas de oro sobre su pecho. Armado con paciencia, amor y humildad, espero haber hecho un trabajo digno de la memoria y hazañas de todos nuestros antepasados.

    Para la verificación de nuestro árbol genealógico, me enfoqué principalmente en registros parroquiales digitales accesibles en Internet y corroboré éstos con la evidencia histórica y digital presentada por Grisel Gómez-Cano, mi tía segunda y coautora. Resultaron muy relevantes los registros parroquiales, ya que evidentemente nuestra familia ha sido muy devota a la iglesia católica por varios siglos. Se me ha facilitado la comprensión de las actas porque los párrocos de la época utilizaban formatos similares cuando escribían con pluma y tinta oscura las constancias de bautismo, matrimonio y defunción. En la medida que investigaba generaciones más antiguas, la información se tornaba confusa e incompleta, por lo que se me hizo necesario emplear un proceso para encarar este reto. Para poder discernir la información en centenares de documentos, algunos casi incomprensibles, utilicé técnicas de manipulación de imágenes digitales. Mediante el uso de programas como GIMP 2.10, apliqué filtros avanzados para identificar bordes, eliminar imperfecciones y destilar letras, que de otra manera serían muy difíciles de transcribir. El resultado es la evidencia utilizada para sostener la veracidad de nuestro trabajo.

    El enfoque central de este libro es la pareja conformada por Luis Gómez Campo y Eliodora Ortega Alfonzo, mis bisabuelos. De allí, hemos generado segmentos verticales y horizontales, que incluyen las familias nucleares y extendidas. El método de investigación ha generado un torrente de datos que han sido examinados y agrupados para llegar a una visión amplia de nuestros ascendientes y descendientes: nuestra historia familiar.

    Eduardo A. Navarro Rodríguez

    Buque a flote (un mito familiar)

    Océano Atlántico,

    Abismo turquesa entre Viejo y Nuevo Mundo

    Mar de Colόn y de los guaiqueríes.

    Olas salitres de los sueños sórdidos y pescadores valientes;

    Paraguachoa, Isla de Margarita,

    Perla del Caribe.

    Cuando los europeos pisaron tierra occidental en el siglo XV se prendaron de sus islas, sobre todo de una espectacular que los nativos llamaban Paraguachoa (Isla Margarita), situada al noreste de Venezuela en el Mar Caribe. Por más de seis siglos, ese paraíso terrenal de cerca de 1100 Km2 de extensión ha atraído a viajeros de todo el mundo, pero en especial a los canarios, quienes, por las exóticas playas, contrastantes paisajes, recursos naturales y, sobre todo, la abundancia de perlas, frutas y pescado, la han hecho su hogar.

    Mi padre, Aníbal José Gómez Ortega, relataba que sus antepasados provenían de las Islas Canarias. No sabemos a ciertas cuando desembarcaron por primera vez en Margarita, pero existen actas digitales de bautismos, matrimonios y defunciones de los Gómez y Ortega de siglos pasados, que directamente establecen nuestro parentesco con ellos. Por los bienes y legado político, social y cultural de estas dos familias en la Isla, deduzco que descendían de españoles militares y comerciantes apoderados quienes, ya en Venezuela, formaron parte del grupo de los criollos.¹

    Mi padre me comentó que sus antepasados llegaron a Venezuela en un buque, cuyo mástil sirvió de base estructural para la Quinta Santa Rita en el Valle del Espíritu Santo, capital de la Isla en 1524. La sencilla residencia estaba al frente de una extensa huerta. Allí vivieron los Gómez Campo, los Gómez Ortega y, finalmente, los Gómez Díaz. Desde ese entonces, este dato primordial de nuestra familia se ancló en mi mente, como la nave de nuestros ancestros en tierra firme margariteña en los primeros siglos de la conquista, forjando un trecho del presente hacia el pasado, y la misión de revelar nuestras raíces.

    02.jpg

    Figura I.2. Mapa de Margarita, Coche y Cubagua (Creative Commons) ²

    El Valle del Espíritu Santo – La Huerta Santa Rita

    En 1975, mientras emprendía mi maestría en el Departamento de Economía de la Universidad de Houston, Texas, tuve la oportunidad de pasar tres meses con mi padre en la Quinta Santa Rita. Este reencuentro fue muy valioso para mí, no sólo porque no nos habíamos visto por casi una década, sino que siete meses después, el 11 de julio de 1976, a los 69 años, falleció. Durante mi corta estadía en la Isla, decidí entrevistarlo para construir nuestro árbol familiar. En ese entonces, yo contaba con 25 años.

    Aunque esas preciadas notas se encuentran enterradas en algún recoveco de mi polvorienta biblioteca, dos de nuestros familiares mencionados por él resaltan a mi memoria: mi tío abuelo, el Doctor Luis Ortega Alfonzo (1850-1901), cuyo nombre se ha asignado al hospital y a una calle de Porlamar, a la Unidad Educativa Puerto Fermín Dr. Luís Ortega y a una plaza en un municipio waikerí y mi abuela paterna, Eliodora Ortega Alfonzo (nacimiento circa 1875 y fallecimiento circa 1946), quien, según mi papá, aunque corta de vista, por su enérgico carácter podía controlar a los peones de su huerta.

    La fama del Dr. Luis Ortega Alfonzo es tal, que un busto de bronce ostenta con orgullo su hermoso rostro al frente del hospital que lleva su nombre. Los cronistas margariteños han encontrado récords de su nacimiento y defunción, de sus padres y abuelos, los cuales también son nombrados en la historia de Margarita por su participación en las guerras independentistas y en la política, y de su esposa, Juana Manuela Ortega, de los cuales hablaremos más adelante. Además, el hallazgo de muchas actas de bautismo, matrimonios y defunción en forma digital por Eduardo A. Navarro Rodríguez, coautor de este libro, ha confirmado la certitud de algunas de las crónicas y añadido muchos datos nuevos para construir una genealogía más completa. Por último, información obtenida del Centón, libro inédito de mi tío abuelo Eduardo Ortega Rodríguez, comprueba nuestro parentesco con miembros de las familias del siglo XVIII y XIX y nos da el chance de escuchar su voz, al contarnos sucesos históricos de su época. Estos recursos, además de entrevistas y fotos atesoradas por algunos miembros familiares, han sido vitales para establecer nuestro parentesco con los Gómez y los Ortega de los siglos pasados.

    El matrimonio de Eliodora Ortega Alfonzo con Luis Gómez Campo, el 20 de mayo de 1895, vinculó a dos familias muy distinguidas del Valle del Espíritu Santo.³ El abuelo de Luis fue el Comandante Luis Gómez, un personaje intrépido, con un reconocido récord de triunfos militares, y el de Eliodora, el General Jerónimo Ortega, militar inteligente, quien llegó a ocupar la Presidencia de Nueva Esparta. De esta unión surgen sus hijos, nietos, biznietos, tataranietos y trastataranietos — los otros protagonistas de este libro.

    Cronistas e historiadores del Valle del Espíritu Santo y de Margarita establecen que ya para el siglo XIX, varios de los ascendientes de los Ortega y Gómez residían en el Valle del Espíritu Santo, lugar de la Isla ubicado al pie de las faldas del Cerro Copey. Esta zona, por su excelente clima, fauna y flora, fue sede de la primera provincia de Margarita, y lugar de residencia de muchos canarios.

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    Figura I.3. Mástil en el interior de la Quinta Santa Rita – Foto de Soraya Gómez, 2020.

    Los extensos terrenos de la huerta Santa Rita y la casa, cuya dirección sigue siendo Quinta Santa Rita, Sector el Toporo, El Valle del Espíritu Santo, pertenecían a la familia Gómez Campo. Mi sobrino, Juan Raúl Gómez Bohórquez, recuerda haber visto una placa sobre la pared de la casa que decía Fundada en 1846. Mi abuela Eliodora Ortega Alfonzo y Luis Gómez Campo tuvieron seis hijos: Luis Nicolás (2 de diciembre de 1896 al 11 de noviembre de 1898), Josefa María (8 de octubre de 1898), Luis Rafael (Chepino) (15 de junio de 1900 a 2 de diciembre de 1966), Josefina (Pepé) (agosto de 1901 al 9 de julio de 1967), Luis Gerónimo (25 de agosto de 1902) y Aníbal José, mi padre, (4 de julio, 1907 al 11 de julio, 1976).

    En mis recuerdos surge la casona—sus dos cuartos internos a la izquierda del portón de madera de entrada, y, a la derecha, el comedor y la cocina. Una columna de madera en el medio de la sala aún sostiene el techo (probablemente es el mítico mástil). Según descripción de Luis Aníbal Gómez Díaz:

    La quinta Santa Rita, aún conserva unas paredes de bahareque, pero están frisadas y no se nota su antigüedad, pero …el techo, allí si se conserva la caña amarga, pero sin el bahareque; lo que sí está intacto es la columna de madera, un corazón de vera, al que no le entra clavo.

    En aquel entonces, las puertas internas de la casa se abrían a un patio espacioso, decorado con frondosas plantas tropicales. Pequeños dormitorios lo rodeaban a ambos lados. En la extensa parte trasera de la residencia crecía una tupida arboleda de mangos, limones, papayas, nísperos, aguacates, toronjas y otras frutas tropicales. Y más adentro había un aviario de pollos, muy bien cuidado.

    Durante mi estadía en la huerta, me despertaba cada mañana con una amena serenata proveniente del cielo. Al despuntar el alba, desde lontananza, se discernía uno que otro cántico melodioso de aves marinas y de agua dulce, chachalacas, flamencos, corocoros, las cuales, dicharacheras, avivaban a las vecinas cotorras, pericos, turpiales y perdices, y a los pomposos gallos del Valle para darnos los buenos días.

    Hasta el día de hoy, un riachuelo proveniente del Cerro Copey atraviesa los terrenos de la huerta que ahora forman parte de UNIMAR, la universidad establecida por Aníbal Silvestre Gómez Torres, mi hermano, y sus socios (ver apéndice). La calle que pasa por el frente de la residencia conduce a la plaza, en frente de la cual se encuentra la Basílica Menor de Nuestra Señora del Valle, construida en homenaje a la Virgen de la Asunción, la más importante santidad de Nueva Esparta. En varias ocasiones, durante mi visita al Valle, me dirigí hacia la plaza a entrevistar a las mujeres y aprender a tejer cestas con estambres de palma, lo cual sorprendía a mi padre.

    Cincuenta años después del fallecimiento de Aníbal José Gómez Ortega, surge el momento preciso para tejer nuestro tapiz familiar, con la ayuda de todos los miembros familiares que se han aunado a este proyecto y, en especial, a Eduardo A. Navarro Rodríguez, mi sobrino segundo, y nieto de Pepé Gómez Ortega y Luis Cruz Navarro, quien ha dedicado muchas horas investigando los archivos digitales, mejorando las fotos y editando el documento. Cito en especial a mi hermano Aníbal Silvestre Gómez Torres y su esposa Aixa Gioconda Farías de Gómez, Eduardo José Gómez Torres, Luis Aníbal Gómez Díaz, Soraya Gómez Díaz y Andrea Benítez Gómez, y mis primos y sobrinos el Dr. Luis Gómez Carrasquero y su hija Laura Gómez de Suárez; Leopoldo Gómez Carrasquero, Eloísa de la Soledad Gómez de Herrera, Luis Eduardo y Rosario Herrera Gómez;

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