Salvar el pueblo, gobernar las almas: La Iglesia católica y la emergencia de lo social en Colombia (1908-1950)
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Salvar el pueblo, gobernar las almas - Mario Andrés Mejía Guevara
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Mejía Guevara, Mario Andrés
Salvar el pueblo, gobernar las almas : la Iglesia católica y la emergencia de lo social en Colombia (1908-1950) / Mario Andrés Mejía Guevara. -- 1a. ed. -- Santa Marta : Universidad del Magdalena, 2020.
(Humanidades y Artes. Historia)
Incluye datos del autor en la pasta. -- Contiene referencias bibliográficas.
ISBN 978-958-746-349-1 -- 978-958-746-350-7 (pdf) -- 978-958-746-351-4 (e-pub)
1. Iglesia Católica y problemas sociales - Colombia I. Título II. Serie
CDD: 282.861 ed. 23
CO-BoBN– a1066498
Primera edición, noviembre de 2020
2020 © Universidad del Magdalena. Derechos Reservados.
Editorial Unimagdalena
Carrera 32 n.° 22-08
Edificio de Innovación y Emprendimiento
(57 - 5) 4381000 Ext. 1888
Santa Marta D.T.C.H. - Colombia
https://editorial.unimagdalena.edu.co/
Colección Humanidades y Artes, serie: Historia
Rector: Pablo Vera Salazar
Vicerrector de Investigación: Ernesto Amarú Galvis Lista
Coordinador de Publicaciones y Fomento Editorial: Jorge Enrique Elías-Caro
Diseño editorial: Luis Felipe Márquez Lora
Diagramación: Eduard Hernández Rodríguez
Diseño de portada: Andrés Felipe Moreno Toro
Corrección de estilo: Hernando García Bustos
Santa Marta, Colombia, 2020
ISBN: 978-958-746-349-1 (impreso)
ISBN: 978-958-746-350-7 (pdf)
ISBN: 978-958-746-351-4 (epub)
DOI: 10.21676/9789587463491
Hecho en Colombia - Made in Colombia
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Esteban se detuvo de pronto, removido a lo hondo, ante la Explosión de una catedral del maestro napolitano anónimo. Había allí una prefiguración de tantos acontecimientos conocidos, que se sentía aturdido por el cúmulo de interpretaciones a que se prestaba ese lienzo profético, antiplástico, ajeno a todas las temáticas pictóricas, que había llegado a esta casa por misterioso azar. Si la catedral, de acuerdo con doctrinas que en otros días le habían enseñado, era la representación —arca y tabernáculo— de su propio ser, una explosión se había producido en ella, ciertamente, aunque retardada y lenta, destruyendo altares, símbolos y objetos de veneración. Si la catedral era la Época, una formidable explosión, en efecto, había derribado sus muros principales, enterrando bajo un alud de escombros a los mismos que acaso construyeran la máquina infernal. Si la catedral era la Iglesia cristiana, observaba Esteban que una hilera de fuertes columnas le quedaba intacta, frente a la que, rota a pedazos, se desplomaba en el apocalíptico cuadro, como un anuncio de resistencia, perdurabilidad y reconstrucciones, después de los tiempos de estragos y de estrellas anunciadoras de abismos.
El siglo de las luces, Alejo Carpentier
Agradecimientos
La inquietud que se materializa en este texto surgió en un seminario universitario hace más de diez años. De ese momento hasta ahora fueron muchos los lugares que recorrí, muchas las personas que conocí y otras tantas a las que debo un sincero agradecimiento. En primer lugar, Oscar Saldarriaga, profesor responsable de ese seminario, quien me acompañó y guio en mis últimos años de formación en la Universidad Javeriana, y que supo alentar mi curiosidad teórica. De ese centro universitario debo un especial reconocimiento a Jaime Borja y a Amada Pérez por la impronta que aún me acompaña, y por su trato abierto y honesto que recuerdo con afecto. A la profesora Michèle Riot-Sarcey, quien me acogió amablemente en la Universidad de París 8, me empujó cariñosamente a los archivos del Vaticano y me orientó en una parte de la escritura; a Alain Brossat, de quien recibí valiosas orientaciones teóricas en sus cursos, y ya fuera de ellos, un calor humano cercano a la amistad. A Erinç Aslanboğa y a Olcay Bingol, dueñas ambas de ese don turco de hacer sentir al extranjero en un nuevo hogar; a la primera por los breves pero intensos intercambios en Galatasaray Üniversitesi acompañados siempre de un çay, a la segunda por el techo y la compañía que como un abrazo me abrigó durante mi estancia en Estambul. Lorna Ramírez, Patricia Rodríguez, Juan D. Demera, Guillem Serrahima, Luz Dary Mabesoy, Fabian Singelnstein, Paula Acosta, Dalila Ortiz, amistades cuyos aportes, compañías y ayudas superan las limitadas márgenes de este volumen y se inscriben en la experiencia misma de la vida. A esa heteróclita red de apoyo de Montreuil; a Kim Stoller, por ofrecerme ese apacible y bucólico espacio en un rincón de Liguria para la escritura del grueso de este texto; a esas personas que en distintos lugares y momentos me demostraron la vigencia de la palabra hospitalidad en un continente –Europa– que se torna cada día más hostil. Obviamente a mi familia: mi madre, Angélica Guevara, de quien logré liberarme de su aversión por las aceitunas pero de quien recibí, de una u otra forma, su interés por la historia; a mi hermano, John Jairo, por su lealtad bien a pesar de nuestras diferencias, opuestos que se complementan y se acompañan; y a Cristina Mejía, la tía Cris, cómplice de mis decisiones, por esas veladas entre tangos, cumbias, salsa y rock. A Aura Noriega por su paciente trabajo de carpintería con el texto, a Laura Martín, por su crítica meticulosa, precisa y bien intencionada, y por su presencia: destello desafiante ante la intermitencia del tiempo y la distancia. Para cerrar, obviamente a la Universidad del Magdalena por aportar en la materialización de esa lejana inquietud y por los espacios y personas que ella me ha permitido conocer.
Tigrera, julio de 2020
Contenido
Introducción
Lo particular y la estrategia
Lo social: un sector particular
Ensamble estratégico de lo múltiple
Modernidad e inercia. El campode la doctrina social
Modernidad en Colombia u otra lógica moderna
La mutua coexistencia: orden capitalista yorden colonial
De las letras a las técnicas
Modulación y forma
La Iglesia católica al cambio de siglo
La Regeneración y su bienestar
L’inerzia dell’ambiente
El gobierno de lo social y el Reino de Dios
Rerum Novarum y la DSIC
Dispositivo de lo social
La serie táctica de lo social
El pueblo y la miseria
El pueblo y la revolución
El pueblo y la descristianización
Reflexiones finales
Referencias
Introducción
*
El contraste más que evidente es violento. Se erige imponente, casi en el centro de la urna, llena de detalles, pliegues, recargada de ornamentos, decorada con piedras preciosas. A unos cuarenta centímetros de la base posa altiva una circunferencia rodeada de destellos solares, morada para el cuerpo de algún dios. Su falta de sencillez lo dice todo. Representación de un estilo estético colonial al tiempo que símbolo grotesco de una victoria. Junto a ella, en ese mismo cubo de cristal, una figura en oro, otra en barro y dos miniaturas orfebres. En la primera predominan las curvas y el volumen; en el centro de lo que semeja la hoja simétrica de algún inmenso árbol tropical se sostiene un rostro antropomórfico que mira desafiante. En la otra, más pequeña, lo que resalta no solo son los rasgos lineales, fuertes, severos, sino las fracturas, los quiebres que deforman su cuerpo; testigo del tiempo, huella de alguna lucha. Las dos miniaturas parecen guardianas de una dimensión oculta o de algún equilibrio cosmogónico; lo que en algún tiempo fue presencia sagrada hoy nos hace pensar en juguetes envueltos en un huevo de chocolate. Un texto reza: Objetos sagrados en disputa
.
Una disputa que hoy, en la vitrina de un museo, parece estática. Es más, si el texto no hiciera alusión al conflicto, el visitante bien podría pensar que esas figuras se acompañan. Armonía, equilibrio, silencio. Fácil sería hablar, entonces, con voz de especialista, de hibridaciones culturales: cruces heterogéneos y múltiples producto del encuentro de tantos mundos. ¿Problemáticos? Sin duda –se nos respondería–, pero eso es un costo de la historia, hoy enaltecen nuestra riqueza y florecen en nuestra diversidad. Fácil y engañoso. El texto nos salva de esa trampa. Nos sugiere –pues ni alecciona ni da cátedra– la existencia de un conflicto. Uno que se ha dado en el dominio de lo simbólico, de la creencia, de la divinidad. Uno en el que la custodia católica canta y celebra su victoria. Uno que nos remite al pasado pero que no evade –de nuevo la virtud del texto– nuestro presente.
La urna del Museo Nacional de Colombia lo expone perfectamente: la voluptuosidad de la fe cristiana se impuso sobre las otras formas de lo sagrado. Y recodémoslo: fue un violento conflicto que durante siglos se desencadenó en este territorio y que arrojó una pirámide de poder, resultado no de una negociación sino de la implementación de diversas estrategias de lucha que finalmente permitieron una victoria. Conflicto y victoria que configuró lo que somos. Esa confrontación ha asumido muchas formas, se ha dado en varios momentos, en diferentes ámbitos. Este texto busca explorar uno de esos capítulos.
*
En la calle doce, en el centro de Bogotá, unas mujeres se aglomeran. Levantan pancartas, algunas tienen el rostro con pintura, hay algo de rabia y de alegría en lo que gritan y repiten. Unos cuantos miembros del grupo antidisturbios, recostados en una de las paredes, las miran con curiosidad, no las ven como amenaza, incluso más de una sonrisa se les escapa. Esa tarde la Corte Suprema de Justicia emitirá la sentencia C-355 que, sin despenalizar el aborto, lo permite en tres circunstancias particulares. Esas mujeres se abrazarán contentas, como habiendo logrado mover un inmenso monolito histórico, pero aspiraban a más. Se contentarán con saber que es un proceso arduo. No saben, por el momento, que catorce años después el Estado no habrá emitido una norma que regule la sentencia. El monolito no hará más que bascular.
En el año 2006 esas mujeres sabían que sería tema polémico, con muchos detractores, que despertaría todo tipo de sensibilidades, que seguramente una masiva marcha en contra de la sentencia sería encabezada por el divino niño Jesús que descendería del barrio Veinte de Julio hasta la Plaza de Bolívar en una redundancia de símbolos nacionales. Eso lo sabían, hacía parte de lo concebible. Lo que las sorprendió fue atestiguar la ineficiencia de la voluntad del Estado. Aunque una de sus ramas, la judicial, se pronunciaba y establecía una directriz sobre el tema, la decisión no tenía alcance real, eficiente, allá en el mundo práctico, pues las instituciones que se ocupan de la salud en el país son, de una u otra forma, confesionales. El Estado dicta pero no puede ejecutar, redacta pero no gobierna.
Ya no estamos hablando de un conflicto de conversión donde la custodia oprime, desvirtúa o fagocita a otras formas de lo sagrado –aunque ahí también hay un tema de gobierno–; se trata en este caso de poner en jaque la capacidad misma del Estado que desde la Constitución de 1991 se propuso ser laico. Tarea ardua, compleja, cuando instituciones, dinámicas, discursos, prácticas, recursos, subjetividades, lugares estratégicos, han sido gobernados por la Iglesia católica. ¿Cómo se llegó a eso?
*
Una guerra de mil días. Epitafio para un siglo lleno de guerras civiles y escaramuzas señoriales, epígrafe para uno compuesto por un dilatado conflicto armado, tragedia en múltiples actos. Poco tiempo después del último intento armado de los liberales por hacerse al Estado, el país conoce una serie de transformaciones que alterarán, sin punto de retorno, su fisionomía. Las élites nacionales, en su búsqueda desesperada por acercarse a la deidad moderna del Progreso, orientan sus esfuerzos públicos y privados en la materialización de una promesa onírica. Los destellos de la industria nacional son tenues; el lánguido Estado sueña con ser fuerte, ejercer soberanía, ser omnipresente; los avances tecnológicos van llegando con el ritmo cansino pero firme propio de una pandemia; en los centros poblacionales coexisten los tiempos de la ciudad y del villorrio. En efecto, en las primeras décadas del siglo XX tienen lugar transformaciones que todos llamarán, al unísono, modernas.
En ese periodo Colombia conoce un reajuste de fuerzas. Se produce un cambio en la estructura productiva y la ciudad, la fábrica y las relaciones capitalistas serán su eje central. Los conocimientos literarios ceden su lugar a los conocimientos científicos modernos experimentales y técnicos; se produce una modificación en el imaginario, en el uso del espacio, en los medios de comunicación; en los deseos y las subjetividades hay algo nuevo bajo la piel. Nosotros pensamos que ese nuevo juego de fuerzas que tuvo lugar en el país concierne también a la Iglesia católica y todo el espacio sobre el cual ella ejerce su influencia. Se sabe que su campo de intervención se extendió y que las tensiones fueron bastante fuertes. Sin embargo, es válido preguntarnos sobre la reacción ante todo ese proceso de reajuste: ¿qué fue lo que hizo posible la intervención efectiva de la Iglesia católica?, ¿cuáles fueron las coincidencias, los puntos de encuentro y de repulsión con otras fuerzas existentes? Se han analizado frecuentemente las relaciones entre Iglesia y Estado a través del filtro de sus oposiciones en el proceso de extensión del Estado y de laicización de la sociedad, pero ese fenómeno de gubernamentalidad (Foucault, 2004a) podría ser analizado más como una centralización de los mecanismos de gobierno y no necesariamente como un monopolio total por parte del Estado. En el caso de Colombia, ¿cómo se redistribuyó esa economía de gobierno? En resumen, ¿qué pasó con la Iglesia católica entendida esta como una fuerza política?
Comprender la Iglesia católica a partir de las relaciones de saber/poder que fueron desplegadas para asegurar su influencia y conservar el gobierno moral es un tema que ha permanecido por fuera de las reflexiones de la historia de la Iglesia, de la antropología de las religiones y, aún más, de la filosofía política. Se puede argumentar que la importancia analítica que toma el Estado moderno en las investigaciones disciplinares corresponde al rol preponderante que este toma en la historia de Occidente. Sin embargo, aunque la experiencia histórica de América Latina comparte bastantes elementos con los procesos históricos vividos en Europa, hay obvias particularidades que hacen difícil trazar la línea de pertenencia a la globalidad que supone Occidente. En ese sentido, la preponderancia que la Iglesia católica ha tenido en la carta histórica de América Latina no puede ser descuidada en el momento de pensar las formas de racionalización y las prácticas de poder. Sin duda alguna, América Latina ha conocido, particularmente durante el siglo XIX pero también en el siglo siguiente, un conjunto de tensiones en las relaciones entre Iglesia y Estado entendidas estas como efecto de la modernidad y de la laicización. No obstante, podemos aproximarnos a esta serie de conflictos como momentos de tensión y disputa por la redistribución y la reconfiguración de la economía de gobierno, es decir, una lucha entre dos nodos de captura por los procedimientos de saber/poder.
*
En la producción historiográfica colombiana, la Iglesia católica y la religión han sido dos protagonistas centrales, abordadas desde perspectivas y métodos diversos. Esta preocupación constante proviene de la importancia que el cristianismo ha tenido en la historia del país; desde la historia colonial hasta la época contemporánea, la Iglesia y la fe católica han tenido un rol protagónico. Por tanto, ocupan un lugar fundamental en el momento de cuestionar las condiciones de nuestro presente y de nuestra sociedad. Omitir este tipo de presencia en las investigaciones sobre los procesos históricos de la sociedad colombiana no haría otra cosa que esconder —o caprichosamente negar— un factor constante y dinámico. De tal forma, una pregunta surge inmediatamente: ¿cuál es la originalidad y el interés de este trabajo cuando ya se han escrito numerosos volúmenes sobre la Iglesia católica?
Lo que hemos querido, de una manera general, es señalar que las relaciones entre la Iglesia y la modernidad son mucho