"Quiero escribir mi historia": Vidas de jóvenes en barrios populares
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"Quiero escribir mi historia" - Pablo Francisco Di Leo
QUIERO ESCRIBIR MI HISTORIA
El diagnóstico de época que se desprende de los testimonios de jóvenes populares en los que se basa este libro refiere al sentimiento de inexistencia de claras trayectorias institucionales que aseguren el tránsito entre los diferentes períodos etarios; en la imagen de una trama institucional globalmente abusiva y que sólo algunos individuos logran matizar; en la fuerza de las aspiraciones y de los sueños personales que no se abdican.
Los distintos capítulos de esta obra suscitarán la polémica. El retrato que aquí se lee de la juventud popular será, sin lugar a dudas, inquietante para algunos, esperanzador para otros. Algunos, al poner el énfasis en la experiencia de una juventud que, inserta en una sociedad, y en su tráfago económico, social y cultural, se percibe a sí misma desde un horizonte de interpretación que hace de la vida personal el principal universo de comprensión, concluirán que la sociedad argentina está en tren de perder el lazo con su juventud y el arco de la alianza entre las generaciones. Otros, al contrario, serán conmovidos por la fuerza de los relatos, las voluntades que se expresan en ellos, la capacidad para afrontar retos múltiples sin desfallecer, contando antes que nada y a veces exclusivamente con ellos mismos, pero también con los vínculos interpersonales que han podido establecer y podrán tejer más tarde; una juventud que, por sobre todo, no se resigna al descorazonamiento.
Pero unos y otros deberán coincidir en que se trata de una juventud que, tal vez como pocas otras antes de ella, está condenada a inventar mañana, sin grandes ilusiones ni personales ni colectivas, el futuro.
(Del Prefacio de Danilo Martuccelli)
Pablo Francisco Di Leo. Licenciado en Sociología, doctor en Ciencias Sociales y magíster en Políticas Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Docente en la carrera de Sociología de la misma universidad. Investigador del Conicet.
Ana Clara Camarotti. Licenciada en Sociología, doctora en Ciencias Sociales y magíster en Políticas Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Investigadora adjunta del Conicet.
PABLO FRANCISCO DI LEO • ANA CLARA CAMAROTTI
editores
QUIERO ESCRIBIR MI HISTORIA
VIDAS DE JÓVENES ENBARRIOS POPULARES
Editorial BiblosÍndice
Cubierta
Acerca de este libro
Portada
Prefacio, por Danilo Martuccelli
Introducción, por Pablo Francisco Di Leo y Ana Clara Camarotti
La sociedad a escala de los individuos
Construyendo relatos biográficos
Presentación de los resultados
Parte 1. Vínculos afectivos e instituciones
1. Refugios afectivos: el amor en los nuevos tiempos, por Sebastián Ezequiel Sustas y María Cecilia Touris
2. Madres e hijos: múltiples modos de construir y significar los vínculos filial-maternales, por Soledad Vázquez y Pablo Borda
3. El barrio, la Iglesia y la escuela: instituciones donde los jóvenes construyen sus biografías, por Romina Ramírez
Parte 2. Cuerpos, sociabilidades y vulnerabilidades
4. Tramas hechas cuerpo: experiencias y sociabilidades juveniles alrededor de los consumos de drogas, por Victoria Farina y Natalia Laura González
5. Lazo social y usos de drogas: los consumos desde las significaciones juveniles, por Ana Clara Camarotti y Martín Güelman
6. Cuerpos, vulnerabilidades y reconocimiento: las violencias en las experiencias y sociabilidades juveniles, por Pablo Francisco Di Leo
Parte 3 Trayectorias, proyectos y temporalidades
7. Cómo salir del barrio sin morir en el intento: trayectorias juveniles y proyectos de vida, por Alejandro José Capriati
8. Relatos biográficos y temporalidades juveniles: transmisión, subjetivación e implicancias para el campo de la salud, por Alejandro Marcelo Villa
9. Relatos biográficos
Anexo. Perfiles de los entrevistados
Bibliografía
Sobre los autores
Créditos
Prefacio
Danilo Martuccelli
Por medio de diez historias de vida, este libro estudia la experiencia de jóvenes en barrios populares en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Se trata de un conjunto de hombres y de mujeres, entre dieciocho y veintiséis años, con estudios interrumpidos o en curso, con experiencias laborales plurales, con trayectorias y eventos familiares disímiles. El interés mayor de esta investigación es adentrarnos en las vivencias de unos y otros, y comprender, desde ellas, los horizontes de la juventud contemporánea.
El trabajo que el lector tiene entre las manos se propone abordar con nuevas herramientas el estudio del fenómeno juvenil. Es desde las trayectorias individuales, y teniéndolas como horizonte, como se comprende a la juventud. La mirada sociológica se organiza alrededor de las significaciones plurales que testimonian los jóvenes de ciertos eventos biográficos. Pero, si es cierto que el relato biográfico es la llave principal de los análisis desarrollados, también lo es que, en este trabajo, es la selección efectuada por los jóvenes mismos entre eventos que son señalados como centrales y otros que, como lo veremos, tienden a ser minimizados, los que constituyen el hilo principal de la investigación.
Es esto último, sin duda, la originalidad del libro. La línea central de lectura no reside ni en la formalización de las trayectorias ni en un proyecto de articulación entre condicionamientos estructurales y el trabajo de los individuos. No es que estos aspectos no sean abordados, pero lo son desde una mirada específica: el objetivo central es comprender a escala de los actores, y desde sus relatos biográficos, lo que es percibido como particularmente difícil y significativo en los retos de las existencias. A diferencia notoria, entonces, de trabajos que centrándose en el estudio de la estandarización de trayectorias privilegian las rupturas o los giros biográficos, la investigación se interesa por los eventos biográficos mayores de una vida y las maneras en que los jóvenes relatan haberlos enfrentados.
Es desde la opción biográfica que los autores han movilizado –y recreado– la noción de prueba. Este operador analítico les sirve así menos para comprender desde las experiencias individuales los grandes desafíos estructurales comunes de una sociedad, que para estudiar, desde las vidas personales, las maneras como los individuos lidian con un conjunto de retos vivenciales. En el primer caso, la aplicación de la noción de prueba conduce a una inteligencia de la sociedad; en la manera en que los autores han recreado –y movilizado– la noción, lo importante es comprender el significado biográfico que los actores otorgan a los eventos. Lo esencial reside en el trabajo de elaboración narrativa que los jóvenes dan de sus experiencias. En breve, sin desconocer lo que le corresponde a las posiciones sociales o las dimensiones identitarias, la mirada sociológica producida se estructura desde las biografías. Éste es un giro importante: las visiones posicionales o identitarias, por justas que sean, aparecen como demasiado simples (en el fondo unilaterales y excesivamente dependientes de consideraciones socioeconómicas o socioculturales) para dar cuenta de lo que testimonian los jóvenes.
El libro nos restituye, así, otra cartografía de la vida social, infinitamente más compleja, incluso subterránea, donde, sin desconocer la importancia de factores sociales, lo esencial parece jugarse a ojos de los jóvenes a otro nivel: en las familias, en las emociones, en las relaciones, en los amores y en el abismo de los desamores. La vida, descripta y percibida a través de las narrativas biográficas de los jóvenes, se presenta bajo la forma de una sucesión de escollos que cada una de las personas entrevistadas, a través de recursos personales, está obligada a enfrentar. Lo que impacta, por sobre todo, es la naturaleza de estos obstáculos y el hecho de que el proceso que se vivencia es, en el momento mismo en el que se narra, una aventura abierta. Una instantánea en medio de una historia en curso, en la cual muy pocos avizoran un final estable. Para decirlo simplemente: la narrativa tradicional de la Bildungsroman, aquella de la formación paulatina a través de pruebas estandarizadas y con un término claramente establecido propio del tránsito de la juventud hacia el mundo adulto, aparece como muy alejada de las experiencias de estos jóvenes. Ni el final o el abandono de los estudios ni el ingreso, más o menos precario, al mundo del trabajo como tampoco la constitución de una familia o la parentalidad parecen ser hitos suficientes para marcar el ingreso a otro período: la vida adulta. Los tiempos y las experiencias se superponen sin solución de continuidad.
A mi juicio, es en este nivel donde se ubica el resultado más sugerente de esta investigación: la manera en que los problemas sociales e institucionales, sin desaparecer, pasan, no obstante, a un segundo plano, detrás, a veces muy detrás, de problemas personales y familiares. Ciertamente, el resultado –como en toda investigación sociológica– es en parte dependiente del método biográfico empleado; sin embargo, los testimonios son tan masivos en la voluntad de hacer de la propia vida personal el epicentro de la comprensión del mundo en que se vive que una lectura que reduce el resultado obtenido a una cuestión metodológica no hace justicia a lo que dicen los jóvenes.
Lo que caracteriza los relatos es la tensión entre un número, en apariencia, muy amplio de problemas
personales y las formas, en apariencia, muy contingentes de respuesta que los jóvenes les dan. Doble espejismo. Una segunda mirada permite distinguir un conjunto relativamente reducido de retos y un abanico de respuestas profundamente similares en sus recursos y apoyos. En los dos casos, la vida personal es el epicentro del relato: sea porque los problemas se leen en clave biográfica, sea porque los factores de la respuesta se organizan mayoritariamente desde individuos que intentan dar, por sí mismos, en medio de soledades más o menos activas, y de solidaridades más o menos contingentes, su
propia respuesta.
En consonancia con lo que otros trabajos indican, aquí también los jóvenes deben enfrentar y resolver por sí mismos problemas sociales que en otras latitudes son procesados por las instituciones. Por supuesto, éstas están presentes en los relatos (en la evocación de un profesor que cree
en un joven, en el rol de ciertas asociaciones religiosas, en el maltrato de la institución policial…) pero, globalmente, lo que prima es la experiencia de la relativa soledad institucional de los individuos. Los problemas evocados y señalados como los más significativos por los jóvenes mismos son, en su gran mayoría, de índole personal
e intrafamiliar. Por supuesto, estas dificultades se explican en parte –pero sólo en parte– por la posición social de los jóvenes estudiados, miembros de sectores populares, cuyas biografías han sido marcadas, muchas veces, por las consecuencias de la crisis de 2001 y los cambios sobrevenidos a nivel de los barrios, de la sociabilidad, de la inseguridad. Sin embargo, y a pesar de su presencia, ésta no es la línea de interpretación privilegiada por los jóvenes.
Resulta difícil no destacar, en este sentido, el desequilibrio narrativo observable entre la centralidad indiscutida acordada a los retos personales y familiares, por un lado, y la relativa ausencia –y en algunos casos incluso la ausencia radical– de toda referencia a desafíos de índole laboral, escolar o político. Por supuesto, estas temáticas aparecen en los relatos pero, por lo general, de manera sesgada, más como un contexto que como un desafío en el sentido fuerte del término; más como una posibilidad de producción de recursos que como un lugar significativo de la existencia. El resultado es sorprendente y, en parte, incluso, enigmático. Todo acontece como si lo verdaderamente importante en la vida se jugase en otra escena: más existencial y más cotidiana. Como si la vida estuviera en otro lado: en la dialéctica entre el barrio, las calles y la ciudad. Tras ella, la cuestión de la vida abierta y del mundo cerrado; en los amigos y las traiciones, en la familia y sus usuras y sus apoyos; pero también en las drogas, claro, en la pluralidad de sus sentidos y sus usos, desde el agujero negro hasta el recurso festivo y episódico, pasando por el consumo problemático; en los amores, por cierto y, tal vez, por sobre todo. Al escuchar las voces de estos jóvenes, resulta imposible no tener el sentimiento de que intentan forjar la brújula de sus biografías más desde dimensiones existenciales que desde una interpretación socialmente contextualizada de sus trayectorias.
Digámoslo con la mayor fuerza posible: cuando hablan de ellos, cuando relatan sus vidas, los jóvenes entrevistados no hablan de la
sociedad aunque evoquen sus barrios, a veces sus escuelas o sus experiencias laborales, incluso los abusos de ciertas instituciones. Lo que ellos testimonian por sobre todo y profusamente son sus dilemas y dificultades existenciales. Por supuesto, repitámoslo, el relato biográfico induce a este tipo de interpretación, adjudicándoles, por razones de legitimidad cultural, a las experiencias personales y familiares (y muchas veces a los primeros años de la vida) un mayor peso a la hora de diseñar el perfil de los individuos. Pero, más allá de ello, la investigación da cuenta de otra realidad: una en la cual la
sociedad está lejos y la
existencia es central; una en la cual, de manera incluso inquietante, los aspectos experienciales e incluso existenciales tienden, al menos a nivel de los relatos, a separarse por momentos de los contextos estructurales que los producen; una interpretación en la que los jóvenes tienden a sobredimensionar las capacidades cognitivas, reflexivas o pragmáticas como herramientas exclusivas para enfrentar la vida.
Sin embargo, y esto es un elemento relevante aportado por esta investigación, el peso de lo existencial no implica que nos encontremos frente a una producción unificada de sentidos. En los relatos de vida, tal vez con más intensidad que en otros métodos sociológicos, el narrador no es un mero informador, él es, también, un productor activo de sentido a través de la producción de una historia, la suya. La puesta en intriga y en palabras de sí mismo da lugar así, por lo general, a la voluntad de recrear retrospectivamente un proyecto de coherencia personal. Es una crítica recurrente al método biográfico: que éste propone justamente que es posible asir la totalidad de una vida desde un código central. Convengamos que no es esto lo que se observa en las entrevistas efectuadas. Por el contrario, lo que resalta es la dificultad que testimonian los jóvenes para presentar sus biografías a través de una línea central de sentido.
En verdad, el sentido central de la vida es la lucha misma. El combate cotidiano contra los embates de la existencia. El mundo es asombrosamente representado como un mar de peligros, de acechos y de tentaciones, de abusos y de atropellos. Lo importante es buscar lugares de contención, e incluso de refugio –como el barrio y a veces la familia–, pero es central, sobre todo, encontrar elementos y personas capaces de transmitir un anclaje existencial. Se trata de hallar soportes desde los cuales dar consistencia a proyectos personales en medio de una sociedad percibida como particularmente hostil e indiferente.
El diagnóstico de época que se desprende de los testimonios se encuentra precisamente en este ámbito: en el sentimiento de inexistencia de claras trayectorias institucionales que aseguren el tránsito entre los diferentes períodos etarios; en la imagen de una trama institucional globalmente abusiva en sus estructuras y que sólo algunos individuos –y encuentros– logran matizar; en la fuerza de las aspiraciones y de los sueños personales que, contra viento y marea, y gracias a las energías vitales de la juventud, no se abdican. Y, al mismo tiempo, todo ello animado por una distancia, una desconfianza, un abismo, tal vez, simplemente, un universo de experiencias vivenciado como paralelo a las instituciones, lo que se ve bien reflejado en la radical ausencia de referencias políticas en los testimonios recabados. Es probable que esto explique la debilidad de los lenguajes y de los sentimientos de rebeldía y de injusticia, y el vigor de los vocabularios del infortunio y del abuso.
La investigación dirigida por Pablo Francisco Di Leo y Ana Clara Camarotti debe suscitar la polémica. El retrato que el libro da de la juventud popular del Área Metropolitana de Buenos Aires será, sin lugar a dudas, inquietante para algunos, esperanzador para otros. Algunos, al poner el énfasis en la experiencia de una juventud que, inserta en una sociedad, y en su tráfago económico, social y cultural, se percibe a sí misma desde un horizonte de interpretación que hace de la vida personal el principal universo de comprensión, concluirán que la sociedad argentina está en tren de perder el lazo con su juventud y el arco de la alianza entre las generaciones. Otros, al contrario, serán conmovidos por la fuerza de los relatos, las voluntades que se expresan en ellos, la capacidad para afrontar retos múltiples sin desfallecer, contando antes que nada y, a veces, exclusivamente con ellos mismos, pero también con los vínculos interpersonales que han podido establecer y podrán tejer más tarde; una juventud que, por sobre todo, no se resigna al descorazonamiento.
Pero unos y otros deberán coincidir en que se trata de una juventud que, tal vez como pocas otras antes de ella, está condenada a inventar mañana, sin grandes ilusiones ni personales ni colectivas, el futuro.
Introducción
Pablo Francisco Di Leo y Ana Clara Camarotti
Como sintetiza Rossana Reguillo (2004), hoy existen en América Latina dos grandes tipos de discursos académico-políticos dominantes en torno a los jóvenes:¹ por un lado, continuando con el mandato clásico a constituirse como individuos en las instituciones modernas –la familia, la escuela y el trabajo–, se postula que deben incorporarse a las mismas a como dé lugar
, sin problematizar las condiciones que reproducen y/o profundizan las desigualdades sociales; una segunda posición genera una sobreatención en el carácter tribal
de las identidades juveniles, en detrimento de sus dimensiones sociales e institucionales, invisibilizando o negando su capacidad de agencia reflexiva y política, contribuyendo también a la naturalización de sus actuales condiciones de vulnerabilidad. Frente a estas posiciones reduccionistas y negativizantes de las juventudes, las ciencias sociales de nuestra región vienen generando valiosas herramientas analíticas y datos empíricos que contribuyen a los procesos de problematización y disputa alrededor de su definición, comprensión y abordaje desde las políticas públicas (Margulis, 1996; Balardini, 2000; Reguillo, 2000; Margulis et al., 2003; Islas, 2006; Saintout, 2009; Bendit, Hahn y Miranda, 2008; Chaves, 2010; Trejo Sánchez, Arzate Salgado y Palermo, 2010; Hopenhayn, 2011).
En esta línea, desde el Área de Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos (UBA), desde hace varios años venimos estudiando distintas experiencias y problemáticas de jóvenes en diversos contextos urbanos de la Argentina, buscando generar insumos analíticos y prácticos para su abordaje desde investigaciones sociales y políticas públicas, principalmente desde los campos educativo y de promoción de la salud (Kornblit, 2007; 2008; Camarotti, 2010; Mendes Diz et al., 2010; Di Leo, 2010, 2011a, 2011b). Profundizando en esta búsqueda, en 2010 iniciamos dos proyectos de investigación,² partiendo de las siguientes preguntas:
¿Cómo conforman, sostienen y proyectan sus vidas los jóvenes en barrios populares?
¿Cómo construyen sus identidades individuales y colectivas en estos escenarios sociales? ¿Cómo inciden las condiciones estructurales en esas construcciones? ¿Con qué posibilidades de agenciamiento cuentan estos jóvenes?
¿Cuáles y cómo son las principales instituciones sociales y políticas con las que se relacionan en sus historias y vidas cotidianas? ¿Qué significaciones, prácticas y estrategias despliegan los jóvenes en torno a las mismas?
¿Cuáles son, cómo significan y cómo afrontan sus principales problemáticas vitales?
¿Qué características y vinculaciones tienen las vulnerabilidades –en sus dimensiones individual, vincular y estructural– que atraviesan en sus trayectorias biográficas?
¿Cómo se configuran sus trayectorias y temporalidades biográficas, en la tensión entre la reproducción y el cambio?
Estos interrogantes nos impulsaron a la búsqueda y adaptación de diversas herramientas teóricas y metodológicas que nos permitieran desplegar el problema y construir nuestro objeto de investigación, contribuyendo tanto a la reflexividad epistemológica como a lograr una mejor aproximación –tanto en términos éticos como sociológicos– a las experiencias de los jóvenes que habitan en barrios populares. A continuación, presentamos brevemente las herramientas conceptuales más relevantes que retomamos en nuestro estudio, la estrategia metodológica utilizada para la construcción de los datos y la manera en que organizamos la presentación de los resultados en este libro.
La sociedad a escala de los individuos
³
En el contexto de las transformaciones recientes de la denominada segunda modernidad
, se profundizan las tensiones en los procesos de constitución de las subjetividades juveniles. A diferencia de la relativa previsibilidad que otorgaban a las biografías sus vinculaciones con las instituciones en las sociedades salariales, en las actuales sociedades de riesgo los sujetos se encuentran, como nunca antes, obligados a individualizarse
. Los jóvenes, hijos de la libertad, practican una moral de búsqueda, de experimentación, que une cosas que parecen excluirse mutuamente: el egoísmo y el altruismo, las experiencias personales y los sentidos colectivos. Ya no creen en los proyectos institucionales que giraban en torno a la socialización de ciudadanos para un espacio público abstracto, totalmente ajeno a sus vidas privadas. Permanentemente demandan, desde sus prácticas y sus reflexividades, que las instituciones socializadoras den razones acerca de sus normas y sentidos, incorporando a las mismas sus experiencias individuales y colectivas de construcción identitaria (Beck y Beck-Gernsheim, 2003; Reguillo, 2000; 2004).
A partir de la crisis de integración social que vivió la Argentina durante las últimas décadas del siglo XX como consecuencia de las políticas neoliberales, se multiplicaron y acentuaron las distancias entre las diversas experiencias vitales de los jóvenes, atravesadas por profundas desigualdades e inequidades socieconómicas, étnicas, de género y territoriales (Kessler, 2006; Urresti, 2008; Chaves, 2010; Hopenhayn, 2011). Como sintetiza Juan Carlos Tedesco (2008), la paradoja de la situación actual reside en que, por un lado, la segunda modernidad amplía efectivamente la capacidad de elección de los individuos, que pueden construir mucho más libremente sus identidades, pero, simultáneamente, como este proceso va acompañado de enormes desigualdades, exclusión y fragmentación, si todo queda librado a la capacidad de demanda de los sujetos, éstos obtienen sólo aquello que están en condiciones de pedir y no lo que necesitan. Así, para muchos jóvenes que viven en barrios ubicados en los márgenes de nuestras sociedades existen necesidades que no logran ser expresadas como demandas, ya que el salto de las primeras a las segundas requiere una fuerte capacidad de expresión y de organización.
Por otra parte, muchos de los jóvenes en contextos de gran vulnerabilidad social también pueden resolver sus problemas cotidianos de trabajo, educación, salud y, a pesar de todo, logran salir adelante
, soñar
, planificar un futuro
. Es en esta tensión en la que buscamos centrar nuestra investigación, otorgándoles un papel preferencial a los jóvenes, a sus experiencias y a sus reflexividades, lo que nos permitirá encontrar las heterogeneidades, sus distintos modos de actuar y sus múltiples posibilidades de individuación, producto del encuentro entre la agencia y la estructura. En las experiencias de estos jóvenes hay estructuras que se encarnan en los cuerpos, así como también sujetos que seleccionan, con diversos grados de libertad y autonomía, sus modos de realización.
Estas transformaciones estructurales y tensiones en las experiencias subjetivas exigen a las ciencias sociales de nuestra región un cambio en su mirada. Si bien las representaciones clásicas de lo social siguen teniendo un lugar importante, cada vez más investigaciones en ese campo se centran en los individuos, sus experiencias, reflexividades y construcciones identitarias. En esta línea, Danilo Martuccelli (2006; 2007a; 2007b; Araujo y Martuccelli, 2012) viene desarrollando durante los últimos años diversos trabajos de investigación teórica y empírica en torno a una sociología de la individuación, cuyo objetivo central es describir y analizar, a partir de la consideración de algunos grandes cambios históricos, la producción de los individuos. La cuestión no es entonces saber cómo el individuo se integra a la sociedad por la socialización o se libera por medio de la subjetivación, sino de dar cuenta de los procesos históricos y sociales que lo fabrican en función de las diversidades societales
(Martuccelli, 2007b: 30).
En la modernidad tardía el modelo según el cual la posición social del actor se erige como principal factor explicativo de sus prácticas y experiencias ha perdido buena parte de su pertinencia. La estrecha homología entre los procesos estructurales, la trayectoria colectiva (de clase, género o generación) y la experiencia personal de los individuos se revela menos efectiva que antaño en virtud del creciente número de anomalías registradas en sociedades marcadas por la incertidumbre y la contingencia. Con la singularización de las trayectorias individuales como corolario, el mentado proceso pone en jaque las herramientas con que tradicionalmente la sociología ha intentado –y sigue intentando– hacer inteligibles las acciones y experiencias de los sujetos en función de su posición social: Los individuos se rebelan contra los casilleros sociológicos
(Araujo y Martuccelli, 2010: 80).
Aquí es donde el autor plantea la necesidad de un cambio de rumbo para la sociología del siglo XXI, teniendo como horizonte el estudio de las capacidades existenciales y sociales del individuo de sostenerse en el mundo. No hay individuo sin un conjunto muy importante de soportes,⁴ afectivos, materiales y simbólicos, que se despliegan en su experiencia biográfica, a través de un entramado de vínculos con sus entornos sociales e institucionales:
Lo importante es la manera como los individuos se constituyen un entorno existencial combinando relaciones u objetos, experiencias o actividades diversas, próximas o lejanas, que, en la ecología así constituida, van o no a dotarse de significaciones absolutamente singulares. Este entramado heterogéneo y proteiforme crea alrededor de cada uno de nosotros un tejido existencial y social elástico que es, en el sentido a la vez más estricto y restringido del término, nuestro
verdadero mundo. (Martuccelli, 2007b: 81)
Para la identificación y el análisis sociológico de los soportes, evitando caer tanto en una tipificación o cuantificación de personajes sociales como en una galería de historias individuales, es preciso tener en cuenta ciertas características comunes y articuladas en sus modos de funcionamiento. Pueden presentarse, alternativamente, bajo una forma activa –movilizados conscientemente por el sujeto–, o como un efecto indirecto, no consciente –consecuencia colateral de su entramado social y existencial–. El grado de conciencia de los mismos es muy variable, y está condicionado por las desigualdades sociales más que por las capacidades de reflexividad de los individuos (en general, no son controlados por los sujetos). Muchas veces funcionan de un modo indirecto u oblicuo, siendo vivenciados como un beneficio secundario o colateral de otras actividades o relaciones. Algunos, especialmente los simbólicos, se presentan en la intersección entre los mundos interior –como autosostén individual– y externo –como un apoyo exterior al sujeto– (Martuccelli, 2007a; 2007b).
Coincidimos con la concepción elástica de lo social que emerge de esta perspectiva sociológica, en tanto entendemos que si bien la estructura condiciona la acción, esta propuesta analítica permite aproximarnos a los diversos grados de elasticidad que tiene la primera, dejando a los sujetos márgenes variables de autonomía y libertad. Este enfoque muestra que nada es tan rígido ni determinante, pero también nos recuerda que el campo de movilidad no es ilimitado. Esta mirada nos permite aproximarnos analíticamente a la experiencia social de los individuos a partir de un doble movimiento: por un lado, es una manera de percibir el mundo social, de significarlo, de definirlo a partir de un conjunto de condicionamientos y situaciones preexistentes; simultáneamente, como lo social no tiene unidad ni coherencia a priori, es una manera de construirlo y de construirse a sí mismo (Dubet y Martuccelli, 2001):
La experiencia es el proceso por el cual se construye una subjetividad para todos los seres sociales. A través de este proceso uno se ubica o es ubicado en la realidad social y de ese modo percibe y comprende como subjetivas (referidas a y originadas en uno mismo) esas relaciones –materiales, económicas e interpersonales– que de hecho son sociales y, en una perspectiva más amplia, históricas. (De Laurentis, 1984, citado por Scott, 2001: 53)
La experiencia no es ni totalmente determinada ni totalmente libre. Es una construcción nunca acabada que realizan permanentemente los sujetos para articular tres grandes lógicas de acción social: 1) integración –la interiorización de lo social–; 2) estrategia –conjunto de recursos movilizados en situaciones de intercambios sociales particulares–, y 3) subjetivación –todo lo que se presenta como no social, más allá o más acá de toda determinación (Dubet y Martuccelli, 2001)–. Desde este marco, retomamos de Mariana Chaves una definición de los jóvenes que permite dar cuenta de las tensiones entre estructuras y agencias presentes en sus experiencias individuales y colectivas:
Actores sociales completos, inmersos en relaciones de clase, de edad, de género, étnicas, cuyo análisis corresponde ser encarado desde una triple complejidad: contextual –espacial e históricamente situado–; relacional –conflictos y consensos–; heterogénea –diversidad y desigualdad–. (Chaves, 2010: 37)
Para estudiar empíricamente las complejas y heterogéneas vinculaciones entre lo individual y lo social en los procesos de individuación, Martuccelli (2006) utiliza la noción de prueba:
Las pruebas se declinan en forma diferente según las trayectorias y los lugares sociales, y asumen significaciones plurales según los actores considerados. […] Conservando en primer plano los cambios históricos y los inevitables efectos del diferencial de posicionamiento social entre actores, las pruebas permiten justamente dar cuenta de la manera en que los individuos son producidos y se producen. (Martuccelli, 2007b: 111-112)
Esta categoría se construye articulando dos niveles analíticos: 1) el examen de las formas efectivas a través de las cuales los individuos dan cuenta de sí mismos, con los discursos con los que disponen sobre sus vidas, y 2) una representación analítica, a distancia de las historias concretas, pero animada por la escrupulosa voluntad de construir herramientas que permitan poner en relación los fenómenos sociales y las experiencias individuales. La prueba permite, en efecto, poner en relación los cambios sociales o históricos y la vida de los actores. Describir el sistema estandarizado de pruebas equivale a describir una sociedad histórica en su unidad (Martuccelli, 2006). Por ende, el análisis de los procesos de individuación y de construcción de las experiencias sociales tiene en el estudio de las pruebas presentes en las biografías individuales una vía metodológica privilegiada.
Estableciendo una ruptura con las concepciones homogeneizantes y estigmatizantes actualmente dominantes en torno a los jóvenes en barrios populares, nuestro trabajo parte de una perspectiva que tiene en cuenta la diversidad de situaciones y las interconexiones complejas y hasta contradictorias en que constituyen sus identidades individuales y sus experiencias sociales. Tal como indicamos en la próxima sección, a partir de los relatos biográficos de los jóvenes buscaremos ir deshaciendo la madeja de los acontecimientos que ponen en acto los momentos donde sus existencias son efectivamente –sea de manera implícita e indirecta o de manera explícita y directa– atravesadas por lo social.
Construyendo relatos biográficos
En consonancia con las herramientas conceptuales reseñadas, para la construcción de los datos empíricos seleccionamos el enfoque biográfico, que consiste en el despliegue narrativo de las experiencias vitales de una persona a lo largo del tiempo con el objeto de elaborar, a través de entrevistas sucesivas, un relato que permita mostrar el testimonio subjetivo [buscando dar cuenta] tanto de los acontecimientos como de las valoraciones que dicha persona hace de su propia existencia
(Pujadas Muñoz, 1992: 47-48). Esta elección se sustenta en que el mismo recupera un mundo de significaciones a la vez que permite vislumbrar los sentidos individuales atribuidos a la experiencia en el contexto social en el que surgen. Por ende, consideramos que mediante la construcción de relatos biográficos podemos tener una mejor aproximación a los procesos de construcción de las identidades y las experiencias sociales de los sujetos y a las vinculaciones entre sus reflexividades, pruebas y soportes relacionales, materiales y simbólicos (Kornblit, 2004; Sautu, 2004; Vasilachis de Gialdino, 2007; Leclerc-Olive, 2009; Arfuch, 2010).
Frente a la imposibilidad de aproximarnos a la experiencia biográfica en un único encuentro, optamos por la realización de cinco o seis entrevistas –de alrededor de una hora y media de duración cada una– con cada sujeto, en forma individual, a diez jóvenes –cuatro mujeres y seis varones, de entre dieciocho y veintiséis años– cuyos espacios de sociabilidad se encontraran en barrios vulnerabilizados del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En los estudios cualitativos la selección de los entrevistados no está sujeta a la aleatoriedad sino que responde al grado de saturación de la información que se construye. En este sentido, siguiendo la estrategia del muestreo teórico de la teoría fundamentada, buscamos alcanzar la mayor cantidad posible de visiones dentro de nuestro universo de estudio (Strauss y Corbin, 2006). Con ese objetivo, para la selección de jóvenes a incluir en la muestra utilizamos distintos criterios de diversificación: edad, sexo, espacios de sociabilidad, barrios, niveles educativos. Asimismo, los reclutamos en distintas instituciones y organizaciones comunitarias –iglesias, escuelas, centros de salud, organizaciones de la sociedad civil–, buscando evitar que los entrevistados tuvieran los mismos grupos de pertenencia.⁵
Con el objetivo de identificar los acontecimientos significativos, giros de la existencia en la vida de los jóvenes, retomamos y adaptamos la estrategia metodológica utilizada por Michèle Leclerc-Olive (2009). En primer lugar, luego de un interrogante inicial formulado para evitar la introversión de los sujetos durante la situación de entrevista y acceder a su autoidentificación subjetiva –Si tuvieras que decirme quién sos, ¿qué dirías?, ¿cómo te describirías?
–, intentamos rastrear los acontecimientos significativos en la vida de las personas mediante una pregunta que a modo de disparador sugería: Si tuvieras que elegir los principales momentos o hechos que provocaron cambios muy importantes en tu vida, ¿cuáles serían?
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Para lograr una aproximación a la experiencia subjetiva de los entrevistados, sugerimos que llevaran a los encuentros fotografías u otros objetos personales. Con relación a cada uno, les proponíamos las siguientes preguntas: ¿Por qué lo elegiste? ¿Qué significa para vos este objeto? ¿Qué, a quién o a quiénes te recuerda? Su inclusión produjo efectos positivos en la situación de entrevista, ya que generó una mayor empatía entre entrevistador y entrevistado y posibilitó que el primero pudiera formarse una idea más acabada de la dimensión cultural, social y familiar de los entrevistados. Para los jóvenes esos objetos funcionaron a modo de evocación de acontecimientos significativos. Optamos por considerar como significativos aquellos acontecimientos que eran concebidos como tales por los propios entrevistados y no por el investigador.
Durante los encuentros propusimos a los sujetos que describieran y reflexionaran sobre cada uno de los acontecimientos significativos que ellos habían identificado –que anotamos y fuimos recordando en el transcurso de las entrevistas–, utilizando como facilitadoras, entre otras, las siguientes preguntas: ¿Cuándo ocurrió? ¿En qué lugar? ¿Qué edad tenías? ¿Cómo empezó? ¿Quiénes estuvieron presentes? ¿Qué hicieron? ¿Vos qué hiciste? ¿Cómo te sentiste? ¿Cómo terminó? ¿Qué cambios te parece que provocó este hecho en tu vida? ¿Qué pensás hoy sobre lo que sucedió? ¿Por qué te parece que ocurrió?
Luego de haber identificado y relatado los acontecimientos más significativos de sus vidas, hacia el tercer o cuarto encuentro pedimos a los jóvenes que ubicaran los mismos en una (o varias) línea/s de vida del modo que desearan y que explicaran el porqué de ese ordenamiento. Esta organización no necesariamente respeta un orden cronológico, aunque sí establece una temporalidad antes-después que los entrevistados ubican a raíz del acontecimiento, es decir, se identifica una diferencia con el momento anterior. La justificación teórico-metodológica de la identificación y posterior puesta en papel
de los acontecimientos significativos
reside en el hecho de que ellos constituyen el armazón narrativo de los relatos
(Leclerc-Olive, 2009: 4).
El proceso de construcción de los relatos se fue consensuando a lo largo de las entrevistas. Luego de cada encuentro, los investigadores devolvimos a los jóvenes la transcripción de la entrevista anterior, de modo que pudieran introducir las modificaciones que consideraran pertinentes. A partir de este trabajo los entrevistadores escribimos un primer borrador de relato, redactado en primera persona, como punto inicial para el trabajo de relatoría consensuado, proponiendo a los entrevistados que realizaran todos los cambios que desearan en los mismos e intervinieran en su redacción.⁷
Como producto del trabajo se obtuvieron diez textos que sintetizaban los acontecimientos más importantes de las vidas de los jóvenes entrevistados. Estos productos tuvieron una doble finalidad: por un lado, constituyeron objetos de valor para los sujetos, puesto que se convirtieron en sus propios relatos biográficos
; por otro lado, se obtuvieron documentos que contribuyeron a nuestro análisis sociológico, sin sustituir de ningún modo a las entrevistas en sí mismas. Este material constituyó a la vez un producto en sí mismo