Portugueses y españoles: Una guía para entenderse mejor
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Portugueses y españoles - Federico J. González Tejera
PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN CASTELLANO
Hace ya varios años que se publicó este libro en Portugal. Su recepción fue muy positiva y durante todo este tiempo he recibido innumerables testimonios de felicitación y de apoyo. Por eso he intentado desde mi actual residencia en París publicarlo en castellano. Gracias al apoyo de Antonio Roche y su editorial, finalmente lo hemos conseguido.
Mi trabajo en Portugal me permitió una óptica única para escribir sobre este tema. Mi vida en Lisboa, con gente profesionalmente excepcional y personalmente encantadora, y mi trabajo en una empresa que tenía mucha relación con la subsidiaria española me permitió relacionarme como «portugués» con los españoles y como «español» con los portugueses.
Tanto por mi trabajo, como a través de los comentarios de muchos amigos y colegas en empresas españolas que trabajaban en Portugal y de otros muchos amigos portugueses que trabajaban en España, aprendí que existen roces. Muchos, lógicamente, provenían del mero hecho de estar trabajando entre distintas culturas. La mayoría, sin embargo, venían de la desconfianza que las diferencias culturales, en general, y el desconocimiento inmenso entre las partes, en particular, provocan.
Este libro se inició una noche que estaba en un seminario en Toledo. Lo recuerdo como si fuera ayer. Y recuerdo que pensé que si había un ejemplo de una ciudad que en su día fue cuna de la tolerancia intercultural era aquella. Y quién sabe, quizá fueran los espíritus de la ciudad los que me enviaron la inspiración para comenzar estas notas.
Espero que las reflexiones, aprendizajes y experiencias que vienen a continuación, ahora finalmente en castellano, sirvan para que conozcamos mejor nuestras diferencias y nuestras semejanzas, aumente la sensibilidad en el trato y disminuya la desconfianza que a veces pueda existir.
Creo que este intento merece la pena. Ya veremos.
FEDERICO J. GONZÁLEZ
París, 28 de febrero de 2010
PREFACIO
Cuando comencé a escribir estas notas, a principios del verano de 2002, no conocía prácticamente ningún libro que hablara de las relaciones actuales entre los españoles y los portugueses de a pie o que hiciese una descripción profunda del porqué de las, a veces, difíciles relaciones.
Con el tiempo, según iba investigando, descubrí algunos textos que hablaban de las relaciones, de uno o de otro tipo, entre los distintos países. Leí muchos libros sobre la historia de ambos, y me dormí en más de una ocasión leyendo innumerables documentos preparados-para-conferencias-y-discursos-de-políticos-de-uno-y-otro-lado, sobre las buenas intenciones de las partes en el futuro.
De los que ojeé sobre el tema, ninguno contenía ejemplos del día a día de esas relaciones que ayudaran a comprender la realidad concreta, más allá de descripciones generalistas. Era lógico, ya que prácticamente ninguno de los autores había tenido la experiencia de vivir y trabajar en los dos países. En todos ellos, por tanto, eché en falta ejemplos que el ciudadano de a pie pudiera referir a su vida normal, de forma que pudiera entender los matices de las relaciones y aprender de los errores del día a día.
Con el tiempo, me fui dando cuenta de que esto era lo que podía hacer de este libro un producto intelectualmente diferente para los lectores. Sería capaz de aportar un valor añadido a la discusión sobre las relaciones entre los dos, en general y en los negocios, en particular. Porque el día a día te aporta ejemplos que evidencian e ilustran la reflexión y que ayudan a percibir y entender las diferencias de forma más sencilla.
Yo llegué a Portugal en el verano del año 2000, sin tener la más mínima idea de cómo eran la sociedad o el pueblo portugués. Ni siquiera, en buena tradición de español, tenía noción del estado de las relaciones entre los dos países. Además, venía de haber pasado tres años en Bruselas y tres en Estocolmo, con lo cual estaba tan alejado en ese momento de España como de Portugal. Desde entonces, he vivido en primera persona los malentendidos y las sorpresas con las que cualquiera que trabaje entre portugueses y españoles se enfrenta.
El aprendizaje que se obtiene cuando experimentas por ti mismo, en el propio país, las consecuencias de las diferencias culturales, en el trabajo o en la calle, en la farmacia o en una fiesta, es distinto al que se obtendría en un terreno más neutral o en un entorno en cierta forma más teórico o académico.
Durante el tiempo que he vivido en Portugal, y en el que he aprendido lo que luego relataré y se produjeron muchos de los ejemplos que compartiré, he desempeñado, desde el punto de vista profesional, el puesto de Director General en una compañía de productos de gran consumo. Como tal, he sido responsable no solo de la motivación y de la coordinación de las personas que han trabajado conmigo en Portugal, sino que he tenido la responsabilidad de establecer las relaciones con nuestra empresa en España. Muchas de las personas de la compañía tenían responsabilidades «ibéricas» y yo debía asegurarme de que la estructura funcionara.
Esta responsabilidad me ha forzado a desarrollar un entendimiento en la forma de actuar, no solo de mis empleados y colegas portugueses, sino también de los españoles. Debido a mi cargo, al mismo tiempo he tenido la fortuna de participar en diversos foros sectoriales y de conocer a muchos profesionales portugueses. Adicionalmente, durante el tiempo que he vivido en Portugal he tenido ocasión de hacer amigos portugueses y de visitar el país de casi un extremo al otro. He hablado con muchos portugueses en distintos lugares y en diversas situaciones.
A partir de estas tres fuentes de conocimiento, he intentado encontrar lo que está detrás del comportamiento y de las relaciones entre los dos países.
Este esfuerzo por entender tanto a mis empleados y colegas portugueses como a los españoles con los que trabajábamos, las experiencias de muchos colegas en situaciones parecidas, así como mis experiencias como ciudadano de a pie son la fuente fundamental de aprendizajes que me gustaría compartir con el lector.
Confieso que, cuando comencé a escribir, tenía varios motivos que me impulsaban a volcar en el papel mis experiencias.
El primer motivo fue la propia situación de debate en los medios de comunicación y en el empresariado portugués sobre las relaciones con España. Siempre que leía algún artículo, de los muchos publicados durante mi estancia en Lisboa sobre la «amenaza española», siempre que escuchaba puntos de vista de uno y otro lado, sentía la necesidad de estructurar mi propio punto de vista sobre el tema. Estaba, y aún lo estoy hoy, convencido de que el tema iba a seguir candente durante los próximos años, así que pensaba que las reflexiones de alguien «un poco en el medio», podrían ayudar a centrar el debate y a abrir puertas.
El segundo motivo fue el ánimo de Begoña, mi mujer. En las conversaciones que manteníamos al volver del trabajo, me empujaba continuamente a que escribiese las cosas que me ocurrían, como una forma de registrar nuestra experiencia. Muchos días, cuando le contaba mis impresiones, me solía decir: «Fede, tienes que reflejar todo esto de alguna forma; que no se convierta en anécdotas que vas olvidando con el tiempo». Luego, cuando salíamos algún día o venían amigos a casa y yo les contaba alguna de mis teorías o anécdotas, me miraba, como diciendo: «¿Lo ves?, tienes que escribirlo, si no lo olvidaremos». La verdad es que no le faltaba razón. Yo acababa de publicar un libro sobre nuestras vivencias y aprendizajes, tanto personales como profesionales, en Suecia (donde habíamos vivido los tres años antes de venir a trabajar a Portugal). El hecho de haberlo escrito y publicado nos había alegrado mucho, ya que nos permitía mantener vivo el recuerdo de experiencias, aprendizajes y de muchas personas que nos acompañaron en el proceso. Y después de algún tiempo en Portugal, pensábamos que las relaciones entre España y Portugal, nuestros aprendizajes y experiencias merecían el mismo trato.
En tercer lugar, pensaba que un libro de estas características podría ayudar a toda una generación de españoles y portugueses que, yo creo, van a trabajar conjuntamente de forma creciente en los próximos años. Para los españoles que trabajen en Portugal o con portugueses, y en especial para los madrileños (luego explicaré por qué en especial para ellos), este libro podría ayudar a que iniciasen el desafío con una mayor «sensibilidad» ante la diferencia cultural que existe entre los dos países y con un mayor conocimiento de la forma de ser del vecino. Para los portugueses que vayan a trabajar con españoles o en España, este libro podría ayudarles a hacerlo conociendo mejor cómo es su conducta y cuáles son las causas de su comportamiento.
Antes de terminar, me gustaría detenerme en un punto que, no por evidente, merece menos atención. Yo soy español. Y es fundamental que cualquiera que lea este libro lo asimile, para así encajar mis comentarios y apreciaciones en la dimensión adecuada. Si bien es cierto que desde hace más de quince años, como he dicho, no trabajo en España y que toda mi educación y mi carrera profesional se ha desarrollado junto a ejecutivos tanto europeos como norteamericanos, deben recordarse aquellos versos campoamorianos que afirman: «todo es según el color del cristal con que se mira». Y yo no puedo negar que la óptica que utilizo, cuando hablo de las relaciones entre los dos pueblos, puede venir influida por mi propio origen. Si bien creo que, por mi trabajo y por mi experiencia, tiendo en muchas ocasiones a hablar de los españoles como «ellos», no puedo negar que yo mismo lo soy. (No obstante, y aun a pesar de la clarificación, creo que el estar «del lado portugués» durante los últimos tres años me han permitido crecer en neutralidad en mis percepciones.)
He tratado de mantener la estructura del libro lo más sencilla posible. Después de un breve repaso de la historia de las relaciones entre los dos países en el capítulo I, se delinea un recorrido sobre las barreras que, a mi modo de ver, hacen más complicadas de lo que debieran las relaciones entre los dos países en el capítulo II. En el capítulo III se realiza un análisis sobre las diferencias en cuatro dimensiones culturales claves entre los dos países. Sigue el capítulo IV con una revisión de las diferencias en las formas de ser y pensar de los ciudadanos de uno y otro lado. Después, pasamos a ver cómo las diferencias culturales se ponen de manifiesto en el mundo de los negocios, en general, en el capítulo V y, en el día a día, en particular, en el capítulo VI. En el capítulo VII se analizan las diferencias en los estilos de comunicación, tanto en el ámbito social como en el profesional. Finalmente, en el epílogo, se abre paso a la imaginación y al futuro, aventurando mi punto de vista sobre el mismo.
Espero que disfruten del «viaje» que a partir de aquí comienza.
AGRADECIMIENTOS
Me gustaría expresar mi reconocimiento a todos aquellos que con su paciente comportamiento me han permitido conocer cómo son los portugueses, desde el punto de vista profesional y personal, y cómo responden a distintas situaciones. Y la verdad es que debería agradecerles no solo su paciencia, sino también su cariño, su honestidad y su respeto.
Especialmente me gustaría agradecer a todos los empleados de Procter & Gamble en Portugal. Gracias en especial a Marta Uva y a Carlos Hernández Ojeda. ¡Cuánto nos hemos reído juntos hablando de los españoles, los portugueses y los ibéricos!
El libro no habría sido el mismo sin los valiosos comentarios y discusiones que, en distintos momentos de su escritura, recibí de Marta Uva, Antonio Sabino, Rafael Mazón, Claudia Brito, Ricardo Carrasquinho, Rui Neves Dossantos y Nuno Melo.
No puedo más que también reconocer la contribución «espectacular» de las conversaciones que durante muchas horas, días y noches tuvimos con Tomás, Silvia, Pedro, Patricia, Quique y Carol. Serán amigos para el resto de nuestras vidas, y siempre tendremos en común las experiencias que, como españoles, vivimos en Portugal.
Gracias con mayúsculas a Carlos Ramalho y a su mujer Ana, a Nuno Bernardo, Filipe Salsiña, Carlos Reis, Antonio Franco (Nico), Verónica, Emanuel Brito y Nuno Ogando. En algunos casos, sus experiencias de trabajo en España siendo portugueses o sus aprendizajes como portugueses al tener responsabilidades ibéricas en sus empresas; en otros, su mero interés por las relaciones entre ambas culturas o incluso sus experiencias personales, me han permitido profundizar en muchas de las realidades de los dos pueblos tanto desde el punto de vista cultural como desde el ámbito de las relaciones y percepciones de las diferencias en los estilos de trabajo y liderazgo. Las horas que hemos pasado discutiendo han sido, sin duda, en beneficio del contenido del libro.
Gracias a Ricardo Bauluz en especial. Siempre comparto con él mis originales para que me oriente sobre «si hay o no un libro». Culpa de él es, por tanto, que se publique este. Gracias por último a Aleixandre Vasconcellos por su apoyo desde el inicio del trabajo.
NOTA PARA EL LECTOR ESPAÑOL
Igual que en la nota siguiente a los lectores portugueses, debo pedir a mis compatriotas, y en particular a los madrileños y castellanos, paciencia al leer las notas que siguen. Hay quien con seguridad se sentirá ofendido por lo que digo sobre «nosotros». En más de un caso, el lector podrá considerar las posibles «críticas» que hago a nuestra forma de relacionarnos con los portugueses como falsas. Seguro que, en muchos casos, se podrán incluso considerar hasta ofensivas. En ningún caso soy un «renegado», un «traidor» o un «vendido». Solo utilizo mis experiencias como medio de reflexión, cierto que con sentido crítico, pero el primero que es objeto de la crítica soy yo mismo.
Quede claro que no hay intención en mis palabras de ofender a nadie. Solo existe una motivación por provocar la reflexión y ayudar a que exista un mejor «conocimiento del otro» por parte de los ciudadanos de ambos países. Solo así, las relaciones entre los españoles y los portugueses puede que estén un día a la altura que la coyuntura histórica que existe demanda de los dos pueblos.
Como también diré al lector portugués, el libro contiene generalizaciones que son obligatorias para describir el comportamiento de los colectivos. Y la generalización lleva irremediablemente a la injusticia. Aun a pesar de lo escrito en las páginas que siguen, he conocido a muchos profesionales y particulares españoles que siempre han sido respetuosos con el extranjero, en general y con el portugués, en particular. La generalización es el mal necesario al que me obliga la escritura de mis reflexiones.
Pido disculpas, pues, si en algún momento alguien no se siente reconocido en las definiciones. Al final del día, lo que cuenta es el cotejo y no tanto la palabra que se utiliza para denominar los extremos cotejados. Así lo creo yo al menos.
NOTA PARA EL LECTOR PORTUGUÉS
Como espero que se pueda comprobar a lo largo de las páginas que siguen, tanto mi familia como yo hemos aprendido a apreciar a los portugueses. Los portugueses son gente abierta y acogedora, y nosotros nos hemos sentido muy cómodos y muy bien recibidos en Portugal. Aun así, el lector encontrará a lo largo del libro comentarios y apreciaciones sobre las creencias y los estilos de ser o pensar, tanto en el aspecto social como profesional, sobre sus hábitos y comportamientos, que acaso parezcan críticos o negativos. El lector más irascible puede considerar incluso ofensivas algunas de esas apreciaciones. Quiero dejar claro que, si en algún caso lo que digo suena como he descrito, no hay, ni en mi espíritu ni en mi actitud, una sola gota de mala intención. Detrás de todas esas afirmaciones anida un respeto profundo por lo portugués.
Aunque resulte obvio, cuando se trata de un libro como este, en el que se describen la cultura y el proceder de una comunidad, es importante reconocer que, detrás de la definición de los prototipos de comportamiento, existe sin duda una injusta generalización. La generalización es necesaria para la definición de los estilos, y por ello es injusta con muchos de los portugueses con los que he trabajado y con muchos otros que puedan leer el libro. Pero es imposible hacer particular justicia a todos y cada uno de ellos.
Como ser humano que soy, mi análisis no es necesariamente perfecto. Cualquiera de las afirmaciones o juicios de valor que hago, son susceptibles de estimaciones alternativas e incluso contrarias.
Pido al lector portugués, igual que le pedí al español, en la nota anterior a ellos dirigida, que tenga paciencia hasta el final del libro. Que lea lo que se dice de ellos con humildad y apertura mental. Solo así podremos mejorar en las relaciones entre los dos países y construir el futuro.
CAPÍTULO I
UN POCO DE HISTORIA SOBRE LOS LAZOS ENTRE LOS DOS PAÍSES
No es mi intención en este capítulo hacer una revisión profunda de las relaciones históricas entre los dos países. Hay libros excepcionales sobre la historia de Portugal y de España que dejarían cualquier intento en este sentido por mi parte en un atrevimiento, yo diría que casi irresponsable. Sin embargo, sea por claridad, sea por aportar un mínimo bagaje intelectual, creo que es importante dejar claras las distintas fases por las que, a lo largo de la historia, han pasado las relaciones entre los dos países.
Desde que llegué a Portugal, he creído que existe un desconocimiento profundo sobre este tema por ambas partes (si bien es cierto que el desconocimiento es muy superior por parte española). Así que considero que,