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Cartas de Emily Dickinson: un campo minado
Cartas de Emily Dickinson: un campo minado
Cartas de Emily Dickinson: un campo minado
Libro electrónico121 páginas1 hora

Cartas de Emily Dickinson: un campo minado

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Información de este libro electrónico

La Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM ha creado, para el disfrute del lector universitario y del público en general, la colección Pequeños Grandes Ensayos, la cual difundirá, en breves volúmenes como el que tienes en tus manos, el fruto de la aguda reflexión, el análisis o la crítica de célebres autores de diferentes épocas, lugares y orígenes. Ensayos, unos, sólo accesibles hasta ahora en costosas antologías, otros traducidos al español por primera vez y algunos más prácticamente desconocidos, todos los cuales conformarán este acervo que, sin
duda, ampliará la perspectiva cultural de sus lectores.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 feb 2021
ISBN9786073041966
Cartas de Emily Dickinson: un campo minado
Autor

Emily Dickinson

Emily Dickinson (1830–1886) was an American poet. Born in Amherst, Massachusetts, to a successful family with strong community ties, she lived a mostly introverted and reclusive life, but today is considered to be one of the most influential poets in American history.

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    Cartas de Emily Dickinson - Emily Dickinson

    Cartas de Emily Dickinson:

    un campo minado

    colección
    Pequeños Grandes Ensayos

    Universidad Nacional Autónoma de México

    Coordinación de Difusión Cultural

    Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

    Table of Contents

    Prólogo

    Las famosas master* letters

    Cartas al Maestro (a un desconocido recipiendario)

    circa 1861

    Cartas (de amor) al juez Otis P. Lord*

    circa 1878

    [versión definitiva]

    [borrador anterior a la versión definitiva]

    circa 1878

    circa 1878

    circa 1878

    circa 1878

    30 de abril de 1882

    Lunes–

    14 de mayo de 1882

    circa 1883

    Cartas a (su mentor) T. W. Higginson

    15 de abril de 1862

    25 de abril de 1862

    7 de junio de 1862

    Julio de 1862

    Agosto de 1862

    Febrero de 1863

    Cambridge, principios de junio de 1864

    Fines de enero de 1866

    Principios de 1866

    9 de junio de 1866

    Junio de 1869

    Respuesta de T. W. Higginson

    16 de agosto de 1870

    Cartas de T. W. Higginson a su esposa ese día:

    noviembre de 1871

    fines de mayo de 1874

    Julio de 1874

    Febrero de 1876

    Primavera de 1876

    Primavera de 1876

    1876

    Febrero de 1879

    primavera de 1880

    Agosto de 1880

    Primavera de 1886

    Cartas a la señora J. G. Holland

    a principios de octubre de 1870

    a fines de noviembre de 1871

    a principios del verano de 1873

    mayo de 1874

    a fines de enero de 1875

    diciembre de 1877

    circa marzo de 1878

    julio de 1880

    15 de julio

    agosto de 1881

    octubre de 1881

    octubre de 1881

    noviembre de 1882

    a fines de 1883

    a principios de 1884

    marzo de 1884

    a principios de junio de 1884

    a principios de la primavera de 1886

    Cronología de Emily Dickinson

    Bibliografía mínima

    Aviso legal

    Prólogo

    Muchos autores han escrito en torno al enigma de Emily Dickinson. Hay incluso quien se ha arriesgado a transformarla en personaje novelesco, intentando dar en el blanco de su misterio, valiéndose del supuesto de que, desde la ficción, grandes buscadores del tesoro y descubridores de los detalles de la condición humana en ocasiones han logrado resolver crímenes que ni el mejor de los detectives o forenses es capaz de desentrañar. Sin embargo, enfrentarse a quien encarna su y la poesía a un tiempo significa subdividirla en facetas al infinito. Como en el caso del Dios uno y trino, pero de carne y hueso (en apariencia tangible), esta persona se presenta en los 1 800 poemas que nunca vio publicados, de maneras siempre distintas que renacen y renacen y renacen. Perteneciente a una época conservadora, de prácticas religiosas estrictas y severamente enmarcadas, sin cuestionar lo que de ella se esperaba como hija y mujer, se resistió a la convención: a partir de un determinado momento, se opuso a lo que de ella se habría esperado. Prefirió el encierro.

    Desde muy joven, creo yo, aprendió a mirar hacia dentro; en silencio distinguió su destino, el alcance significativo que de su palabra –y sólo de ella– podía surgir. De otro modo no se explica semejante ruptura de formas poéticas tradicionales, el originalísimo empleo de la sintaxis a contracorriente, la introducción a fondo del make it new que su coterráneo Ezra Pound cantaría a los cuatro vientos mucho después. Nadie como ella echó mano del guión en calidad de herramienta transgresora de la puntuación, colocándolo al principio, en medio, al final de sus poemas, a su gusto, para acomodarse a fines expresivos nada caprichosos, haciéndolo brillar como un arma de mil filos que todo lo deja en suspenso. Y qué decir de sus mayúsculas a diestra y siniestra, sus omisiones, sus diversas maneras de quebrar, lucir los distintos giros propios de su lengua rindiéndole homenaje, merodeando la transformación con objeto de abrir, ensanchar el cauce de un río subterráneo antes oculto, un lenguaje de otro orden, temerario y tierno, sublime y aterrador. Modificó la palabra poética para retorcer y extraer de insospechadas maneras la linfa, el líquido coagulable, casi incoloro, puente de elementos nutritivos entre la sangre y los tejidos, entre la emoción y el intelecto, entre la carne y el espíritu.

    Sin alardes, sin notoriedad alguna, sin publicaciones o una multiabarcante presencia como la de Whitman, su contemporáneo, se afianzó en pequeñísimos moldes, se adueñó, diría Helen Vendler, de la implicación y no de la afirmación. Se oye tan simple, pero se trata de una Verdad mayúscula: de este modo estableció un exquisito camino semántico a la complejidad captable de golpe, a la heterogeneidad asible como homogeneidad, al común denominador de todos nosotros como si fuera rasgo distintivo e individual de cada persona. Esta vuelta de tuerca a la lengua –porque eso es– levanta el vuelo y, sotto voce, se manifiesta. ¿Cómo? Botánica autodidacta, Emily Dickinson estudió minuciosamente la naturaleza para descubrir el esquema anatómico de la naturaleza humana. Superó la tradición naturalista de la poesía en inglés, erigiéndose como naturalista del espíritu vivo y muerto en nuestras venas:

    El día es un Prefacio

    Que insinúa cierto pasmo

    Manifiesto en amplio Documento,

    A nuestros ojos a medias abierto –

    Asombrados –primero– de Mañana

    Volteamos la hoja al Mediodía –

    Temblando al cierre de estrellas

    Del Léxico de la Naturaleza –

    Cada sílaba tan sorprendente

    Como la chispa de súbito fuego –

    La lectura de tal Majestad

    Horas sin fe recupera.

    Sirva de andamiaje este largo preámbulo al motivo de esta peculiar selección de cartas suyas, ya que sólo incluí las que se dirigen a cuatro de sus muchos corresponsales, precisamente porque tienen que ver de manera directa con el perfil de creadora de un alguien que tuvo otros: de hija, de hermana, de cuñada, de sobrina, de amiga de mujeres y de hombres. Mabel Loomis Todd, la primera editora de lo que por mucho tiempo se creyeron todas sus cartas, las consideraba de especial interés por ser su única incursión en la prosa. Más adelante se sabría que la hermana de Emily,

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